En el libro La Salida, de cara a la elección presidencial de 2018, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) presentó el diagnostico de la situación del país y las propuestas de solución que darían forman a su campaña electoral. En este libro, AMLO señaló que los gobernantes no eran más que una “pandilla de saqueadores” y se comprometió a reemplazar la “república simulada” con “un orden político nuevo, democrático, promotor de la legalidad, humanista y con el distintivo de la honestidad” (López Obrador, 2017: 13). Este planteamiento tiene un énfasis claramente populista: la captura del poder por parte de una élite corrupta. Sin embargo, conociendo la realidad mexicana a finales del sexenio de Peña Nieto, ¿qué tanto se podía estar en desacuerdo con tal diagnóstico? ¿Qué tanto se podía cuestionar esa solución? El veredicto de las urnas fue inequívoco: el 53% de la votación efectiva, equivalentes a poco más de 30 millones de sufragios, se pronunció favor del “cambio verdadero” y la “cuarta transformación” del país.
En este trabajo se analiza el componente populista del discurso de la izquierda mexicana contemporánea. Esto implica, primordialmente, enfocarse en el movimiento político de López Obrador. Desde un principio vale decir que no es la intención hacer un elogio incondicional de AMLO, de la misma manera que tampoco pretende hacer una encendida diatriba en su contra. El propósito es contribuir al estudio del populismo en México, analizando sus características, su relación con la izquierda y sus implicaciones para la democracia. El argumento es que la corrupción y la ineficacia de los gobiernos han provocado un descontento generalizado que la izquierda populista ha sabido capitalizar política y electoralmente. El discurso populista culpa de los males del país a la “mafia del poder” y ofrece un “proyecto alternativo de nación”, en el que la honestidad y la austeridad republicana son el sustrato de un modelo de desarrollo promovido por el Estado. Sin embargo, esta izquierda es una opción basada en un programa ideológico limitado, sostenido por un partido personalista. Al igual que su concepción del antagonismo entre el pueblo y las élites, las soluciones que ofrece a los problemas públicos son simples y esquemáticas, más cercanas a la ocurrencia que a la política pública. Fundamentalmente, la supremacía moral que le confiere a la voluntad del pueblo supone una permanente tensión con la legalidad, un modelo plebiscitario de relación con la ciudadanía, y poco espacio para la reivindicación de derechos y la diversidad. Si se mantiene fiel a una estrategia populista de representación y movilización política, como se argumenta en la parte final de este texto, es difícil que esta expresión de la izquierda pueda contribuir al fortalecimiento de la democracia mexicana.