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Las prácticas teatrales y el envejecimiento activo: posibilidades y problemáticas

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El teatro, como práctica escénica, constituye una poderosa herramienta en procesos propios de la educación social, el trabajo social o la terapia ocupacional, y puede ser relevante con todos aquellos usuarios y colectivos que se sitúan en tiempos y espacios marcados por la ausencia de actividad profesional o productiva, especialmente en ese territorio vital que se conoce como tercera edad. Con este trabajo, realizado al amparo de una amplia revisión bibliográfica vinculada con los tiempos y espacios del teatro comunitario se analizan las posibilidades y las problemáticas derivadas del uso de la praxis teatral como herramienta para promover un envejecimiento activo asentado en la idea de un ocio autotélico, centrado en el desarrollo personal y en el de los grupos y comunidades de las que forma parte el sujeto. Como conclusión diremos que el teatro propone un marco en el que las historias de vida se convierten en patrimonio y capital de toda la comunidad, en espacio en el que encontrarse y reconocerse.
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Las prácticas teatrales y el
envejecimiento activo: posibilidades y
problemáticas
Manuel F. Vieites
1
Introducción
El Génesis, ese magnífico monumento cultural que para algunas
religiones es libro sagrado que contiene la palabra revelada, narra la
creación del mundo conocido en seis días, tras los que el Ser
Supremo, por algunos llamado Jehová, se toma un día de descanso,
que santifica. Por eso en tantas culturas occidentales de los siete
días de la semana uno se dedica a descansar, si bien ese mandato del
Señor se cumple con mayor o menor rigor en función de las
tradiciones religiosas y de las necesidades de la lucha por vivir. Nace
así la idea del descanso, de un tiempo en el que se abandona la
actividad cotidiana para ocuparse de otros asuntos y obligaciones,
en ritos, fiestas y celebraciones, o en nada simplemente. Se perfila
así lo que denominamos tiempo libre, y, con él, el ocio (CROSS,
1990; KOSHAR et al., 2002; GOMES; ELIZALDE, 2012).
Con el desarrollo de la civilización industrial, avanzado el siglo
XIX, aparece otro tiempo en el que cesa la actividad productiva de
las personas debido a que su fuerza de trabajo ya no resulta rentable
y poco a poco va cobrando fuerza la institucionalización del
“retiro” o “jubilación”, y, con ella, el abono de una “pensión” a
1
Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de Santiago de Compostela.
Docente en la Facultad de Educación de la Universidad de Vigo y en la Escuela Superior de Arte
Dramático de Galicia, en las áreas de Teoría e Historia de la Educación y Pedagogía Teatral
respectivamente. E-mail: mvieites@uvigo.es
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cambio de unos años de cotización, si bien la casuística con el
discurrir del siglo XX es considerable. Con todo, esta no deja de ser
una práctica de las sociedades industriales, pues en las sociedades
agrarias, que todavía perviven en tantos lugares del primer mundo y
de sus submundos, el envejecimiento ni es activo ni es pasivo, es
simplemente “natural”, acorde con el medio y con la evolución
psicofísica de la persona; en el mundo rural nuestros mayores
siguen estando activos y desempeñan un papel importante en la
comunidad hasta una edad muy avanzada. Es en las sociedades
industriales, especialmente en un marco suburbano, donde
encontramos una masa ingente de personas que han sido situadas, a
causa de ciertas pautas de organización laboral y social, fuera de
juego, con lo que se hace necesario encontrarles un juego para que
esa falta de ubicación no se convierta en un problema, sea para la
comunidad sea para el Estado. Aunque también sea así porque las
industrias culturales y del entretenimiento necesitan clientes para
sus productos, usuarios que generen beneficios (HORKHEIMER;
ADORNO [1969] 2003).
En la vida de las personas que conforman las sociedades
industriales y postindustriales, llega un momento en que todo el
entramado vital sobre el que habían sostenido su actividad diaria,
siempre al servicio de la actividad profesional (o de su búsqueda allí
donde el paro es atroz), se esfuma en el aire de un día para otro y
en la mayoría de las ocasiones se convierte en algo que ya sólo
existe como pasado. El ser humano pasa normalmente de la
actividad plena a la pasividad extrema, y entra a formar parte de lo
que en España se conoce como “clases pasivas”, término este
último que define una visión dominante; incluso para las personas
que en los últimos años de su vida laboral no han podido ejercer
ninguna actividad profesional, ese cambio radical de escenario
también tiene lugar. Cambian entonces los roles que cada persona
podrá representar en el futuro inmediato, y no siempre las personas
saben cómo representar esos nuevos roles, o cómo vivir sin apenas
roles que representar. Y seguramente eso ocurra, porque en ningún
caso se ha establecido una continuidad entre las diferentes etapas de
la peripecia humana, y porque nuestra existencia tampoco se
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construye a partir de nuestras necesidades verdaderas sino de las
urgencias del mercado, que día a día aumenta sus exigencias.
Por lo anterior, hay autoras que hablan de una separación o
disengagement(CLARKE; WARREN, 2007), que se expresa en
el concepto de “tercera edad”, que diferencia un sector social del
sector en formación y del sector productivo, y la vida humana se
mide en fases: aprendizaje (learning), trabajo (working) y descanso
(resting). Pero, como señala Boudiny, el discurso del envejecimiento
activo “instead of equating the oldest phase of life with rest”
intenta estimular “the ongoing participation of older adults in
society” (2013, p. 1078), lo que en ocasiones puede llegar a generar
problemas, como en el caso de un voluntariado que oculta puestos
de trabajo o suple a coste cero las necesidades de organismos y
entidades, a veces en detrimento de las capas más jóvenes de la
población (MARTINSON; HALPERN, 2011). Por eso nuestra
visión del envejecimiento activo, en el marco de una sociedad de un
pleno bienestar al que debiéramos aspirar de forma global y
solidaria, se vincula más con un ocio creativo y autotélico que con
la actividad productiva (CSIKSZENTMIHALYI; CUENCA;
BUARQUE; TRIGO et al., 2001), y es ahí donde el teatro puede
desempeñar un papel de especial relevancia.
Nuestro trabajo nace de la necesidad de mostrar caminos
en los que el trabajo social, la educación social o la terapia
ocupacional con personas mayores, en tiempos y espacios diversos,
se puede alimentar con los aportes de la pedagogía teatral en las
dimensiones teórica, metodológica y práctica, y para que el teatro
pueda enriquecer un envejecimiento activo y creativo basado en un
ocio autotélico y relacional. También nace de la urgencia por
elaborar modelos teóricos que permitan mostrar la aplicabilidad de
la pedagogía teatral en diferentes escenarios y con diferentes
usuarios, tanto para enriquecer y diversificar el campo profesional
del alumnado de los cursos de teatro como de incentivar su carrera
investigadora, pero también para mostrar al alumnado de los cursos
de educación social, trabajo social y terapia ocupacional el potencial
que la educación y la animación teatral les brinda e impulsar
igualmente practicas profesionales y trabajos de investigación en
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todas las intersecciones entre campos y disciplinas. Partimos de una
amplia revisión bibliográfica, a partir de revistas científicas y
manuales de referencia en pedagogía teatral, al objeto de considerar
casos especialmente relevantes y singularizar aportaciones, pero
también de nuestra propia praxis profesional en formación de
formadores y creadores en estudios de grado y postgrado.
El trabajo se estructura en cinco apartados. En primer lugar (1)
definimos un marco teórico desde el que analizar las interacciones
entre práctica teatral y envejecimiento, para luego (2) revisar el
concepto de envejecimiento activo en la perspectiva de una
gerontología social y cultural con una orientación crítica. Después
(3) se consideran las posibilidades que el teatro ofrece, al menos en
el plano teórico, como espacio para el ejercicio de un ocio al
servicio de la persona, pero también (4) las problemáticas y
dificultades derivadas del uso del teatro como herramienta de
dinamización e intervención. Finalmente, como conclusión, se
formula la necesidad de establecer vínculos entre teatro y
gerontología en los territorios de la educación social, el trabajo
social o la terapia ocupacional, y la posibilidad de desarrollar
programas de investigación en la acción sobre cuestiones prácticas,
metodológicas y teóricas.
1. Hacia un marco teórico posible
Si bien las intersecciones entre pedagogía teatral y educación
social se han abordado de forma cada vez más sistemática a lo largo
de los últimos treinta años (ÚCAR, 1992; CARIDE; MARTINS;
VIEITES et al., 2000), no ocurre lo mismo en el encuentro entre
prácticas escénicas y trabajo social o terapia ocupacional, y si bien
abundan los espacios en que se desarrollan prácticas teatrales
vinculadas con un envejecimiento activo, los trabajos que dan
cuenta de experiencias en una perspectiva que vaya más allá del
relato incidental son escasos, aunque hayan aumentado en los
últimos años. Estamos así ante un marco teórico que se alimenta de
los aportes de diferentes disciplinas pero todavía en proceso de
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construcción. En la figura 1 mostramos una posibilidad para
abordarlo y construirlo, considerando que es posible invertir la
dirección de las flechas, pues desde la formación en un campo, el
ejercicio de una profesión, o la investigación en una disciplina,
podemos llegar a la gerontología, y después, como consecuencia de
factores diversos, a la pedagogía teatral y a sus técnicas,
procedimientos y recursos.
Figura 1. Un marco teórico posible. Elaboración propia.
La pedagogía teatral debe entenderse como la ciencia de la
educación teatral, superando la visión reduccionista que la
circunscribe en exclusiva a ámbitos como la didáctica de la
expresión dramática, la formación del actor y de la actriz, o el teatro
social, confusión que limita su desarrollo y que impide la
comunicación entre investigadores y practicantes de los diferentes
ámbitos en que esa modalidad de educación opera (VIEITES, 2013,
2014). Pues la educación teatral abarca un universo integrado por
una diversidad muy heterogénea de prácticas educativas de carácter
formal que se pueden dar en el periplo que conduce de la educación
infantil a la universidad, o en los múltiples espacios y tiempos de la
educación no formal. La educación teatral persigue finalidades que
siempre son complementarias y que van desde la formación integral
de la persona, a través de la expresión dramática y la expresión
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teatral, hasta su dimensión más instrumental, en tanto técnicas,
procedimientos y recursos propios de ambos modos de expresión
se pueden utilizar en procesos vinculados con otras áreas de
desarrollo y con sus propias finalidades, como puedan ser el campo
de la didáctica de la lengua y la literatura, la formación vial, o el
fomento de la participación, la inclusión, las dinámicas de grupo y
el desarrollo comunitario (VIEITES, 2017).
Junto a la educación teatral hemos de considerar el campo,
igualmente heterogéneo, de la animación teatral, integrado por
practicas escénicas realizadas por sujetos y colectivos muy diversos,
en tiempos y espacios también muy variados (CARIDE et al., 2006).
Tales prácticas escénicas, que abarcan desde un espectáculo
escénico tradicional hasta trabajos más experimentales, se
consideran aquí desde la doble perspectiva del sujeto creador y del
sujeto receptor, roles que una misma persona puede desempeñar a
un tiempo, ampliando así sus posibilidades de participar en la esfera
sociocultural, mejorando en consecuencia su competencia y su
capital social, cultural y estético, y afirmando el compromiso con su
entorno. En la animación confluyen procesos que tienen como
finalidad la formación del sujeto receptor y del sujeto creador, en
una línea de trabajo que supone una verdadera “[…] alfabetización
teatral[..]”, que busca el “empoderamiento (empowerment) de los
participantes” (UCAR, 1999, p. 217). Es aquí donde confluyen la
animación teatral y la sociocultural (GOURDON et al., 1986).
Similar importancia tiene la formación de formadores y de
animadores, en especial considerando ámbitos de intervención
psico-socio-educativa tan específicos y diferenciales como la
educación social, el trabajo social o la terapia ocupacional, en los
que las prácticas escénicas, como se verá, ofrecen tantas
posibilidades como problemáticas presentan, pues si bien es cierto
que, como decía Boal, “[…] todo o mundo pode fazer teatro […]
y “[…] o teatro pode ser feito em todos os lugares […]” (1978, p.
18), ese hacer implica una decisión del sujeto y de la colectividad en
relación a una actividad que está social y culturalmente construida y
en muchas ocasiones se considera patrimonio exclusivo de una
clase o estamento social dominante.
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Si como señalaba Muravchick, la gerontología “[…] refers to the
application of the various scientific disciplines to the study of
aging” (2008, p. 29), se configura entonces como la disciplina
científica que se ocupa del saber y del estudio del envejecimiento
desde las perspectivas que aportan diferentes ciencias, como la
sociología o la antropología, que estudian procesos tan importantes
como la socialización y la enculturación, que tienen carácter
permanente en tanto acompañan a la persona a lo largo de su vida e
incluso en su muerte. Pero estamos también ante un marco
disciplinar al que ofrece un objeto de estudio en toda su
complejidad y riqueza: una persona que envejece, el proceso mismo
de envejecer, la construcción social y cultural del envejecimiento y
de los roles asociados al sujeto en el proceso, la comunidad que
habita la persona y en la que se dan tales procesos, y, en las
sociedades (post)industriales y occidentales el tránsito complejo
entre la actividad laboral y el retiro.
Para los objetivos del presente trabajo tienen especial interés las
que se han definido como gerontología social y gerontología
cultural. En el primer caso entendida como a “[…] field of study
concerned with ageing in a social context” (JAMIESON, 2002, p.
7), y en el segundo como el estudio del envejecimiento desde una
perspectiva sociocultural, en la que cobran especial relevancia la
construcción de identidades, en especial el concepto de tercera edad
(ANDERSON et al., 2002), pero también como consecuencia del
interés del arte y las humanidades por esa etapa y viceversa
(TWIGG; MARTIN, 2015, p. 2). En efecto, a lo largo de las
últimas décadas se han desarrollado interesantes experiencias
relativas al uso de artes y humanidades como herramientas en
iniciativas de acción social y cultural con la tercera edad. Ya no se
trata de analizar cómo el arte y las humanidades han construido el
concepto de envejecimiento y lo han recreado (GILLEARD, 2007;
SWITZKY, 2016), sino de darles un valor de uso, para que danza,
música, artes plásticas o literatura constituyan un referente en la
vida de nuestros mayores (CASTORA-BINKLEY et al., 2010;
MENTAL HEALTH FOUNDATION, 2011; BAKER, 2014). En
el caso del teatro, y en el marco de una gerontología que cabría
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definir entonces como sociocultural (en tanto re-socializa y genera
nuevas pautas culturales o las recupera), existen algunas interesantes
panorámicas que muestran la variedad de experiencias realizadas,
sea en países de lengua inglesa (RICKETT; BERNARD, 2014) sea
en otras geografías y con otras lenguas (VENANCIO, 2008;
KURZ, 2016).
No obstante, queda una última dimensión a considerar en esa
gerontología a la vez social y cultural: la perspectiva crítica o socio
crítica. Baars, en su interesante panorámica sobre las diferentes
tradiciones que alimentan la gerontología crítica, destacaba la
importancia de leer los textos en sus contextos y recordado a
Wicks
2
señalaba que “hypothermia in aged people is not caused by
an increased and incurable sensitivity to lower temperatures, but to
insufficient funds to pay for adequate heating” (1991, p. 221). En
esa misma dirección, Moody explicaba que la gerontología crítica, al
amparo de los desarrollos teóricos de la Escuela de Frankfurt y muy
especialmente del trabajo de Habermas, “Conocimiento e interés”
([1965] 1984), se ocupa de “[…] identifying possibilities for
emancipatory social change, including positive ideals for the last
stage of life” (1993, p. xv), y señalaba dos líneas de trabajo para una
gerontología radical: “one approach is to identify with oppressed
groups to make their voices known; the second approach is to
explain how the oppression or injustice occurs” (1993, p. xxv). La
escena aparece entontes como el espacio en el que situar esas voces
y sus discursos y generar una praxis contra-hegemónica
(GONZÁLEZ MILLÁN, 2000).
Nos parece especialmente significativa la referencia a la Teoría
Crítica (LEYVA et al., 2005) por cuanto Habermas plantea tres
formas diferenciadas de acción social con una clara dimensión
política pero igualmente ética, y que se vinculan con formas de
generar conocimiento (CARIDE, 1997), pues no es lo mismo
operar con la lógica de un interés técnico que con la de un interés
emancipador. Como mostraban Minkler y Holstein, en la
configuración de la gerontología crítica se encuentran una “passion
2
Cfr. WICKS, M. Old and cold. Hypothermia and Social Policy. London: Heinemann, 1978.
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for social justice work with a scholarly desire to explore the social
construction of aging within a broad socio-political and
humanitarian context”, con la finalidad de establecer how critical
scholarship, in the service of social change, could increase our
understandings of inequality, the disparate ways in which
individuals grow old, and the social and political disempowerment
that often accompanied aging(2008, p. 196). La desigualdad de
oportunidades, debida a cuestiones económicas, de formación, o de
la propia trayectoria vital, es especialmente relevante en la
construcción de un ocio activo y creativo, e incluso cívico
(ROZANOVA; KEATING; EALES, 2012), y con frecuencia
aparece como una de las mayores barreras en la promoción de las
artes, especialmente para las prácticas teatrales.
Tomando en consideración los postulados de Horkheimer en
relación a la razón instrumental ([1947] 2010), la idea de un
envejecimiento activo y las prácticas teatrales que los sujetos de ese
envejecimiento puedan desarrollar, han de considerarse, en nuestra
opinión, desde una perspectiva crítica, asentada en esa dimensión
emancipadora que se orienta fundamentalmente, como proponía
Paulo Freire (1966), a la (re)construcción de la autonomía de la
persona y a su conversión en sujeto, con todo lo que el término
“sujeto” implica. En esa misma dirección emancipadora cabe
orientar la formación de profesionales de la educación social, del
trabajo social o de la terapia ocupacional, así como sus
intervenciones en su ejercicio profesional (VIEITES, 2016b),
siendo una de las cuestiones básicas la crítica razonada de los
términos y conceptos utilizados, sea el de envejecimiento, el de
actividad, o el de prácticas teatrales, pues como señalaba Baars, la
mirada crítica exige, en primer lugar, una responsible reflection
about the constitution of our intellectual activities” (1991, p. 222)
2. El envejecimiento activo
La cuestión de la (re)ubicación de nuestros mayores se debe
considerar en la perspectiva de nuevos problemas que emergen con
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fuerza en los últimos años del siglo XX y en este preocupante inicio
del XXI, especialmente en lo que consideramos primer mundo
(BARNES, 2001). En primer lugar, el aumento considerable de la
población mayor de 60 o 65 años y el descenso de la natalidad, lo
que pone en peligro el mantenimiento de una población a la que ya
se le comienzan a negar las prestaciones que se les anunciaron a lo
largo de su vida laboral. El discurso sobre las jubilaciones
anticipadas de finales del siglo XX, que supuestamente garantizaba
la entrada al mercado laboral de personas más cualificadas y con un
espíritu más innovador, ha sido substituido en muy poco tiempo
por un discurso que afirma lo contrario, al proponer prolongar la
vida laboral más allá de los 65 años, alegando que no cabe
prescindir de un capital humano con una notable experiencia y una
visión realista y pragmática de la realidad. Las hemerotecas están
llenas de referencias a dos discursos que han acompañado la vida
laboral de muchas personas, en las que han generado dos
sentimientos encontrados: hace años se veían abocadas a la
jubilación a los sesenta para dejar paso a jóvenes mejor formados, y
más recientemente se les dice que su práctica laboral tiene un valor
añadido substantivo, amparado en la experiencia y el saber hacer.
Argumentos que muestran dos grandes narrativas que se formulan
sobre el envejecimiento en función de las vicisitudes del mercado:
“comprehensive version versus productive version” en palabras de
Moularet y Paris (2013, p. 114).
Los sujetos están pues al albur de las necesidades del mercado,
como meros objetos. Son, en definitiva, simples números en el
mercado de los recursos humanos, y su fuerza de trabajo tendrá
mayor o menor valor en función de los avatares de ese mercado
laboral. Si los índices de natalidad fuesen otros, y la población de
más de 60 o 65 años menor, su vida laboral terminaría cuanto antes,
por la sencilla razón de que su puesto de trabajo sería ocupado por
una persona que contaría con menos derechos, un salario menor y
un estatuto profesional reducido a la mínima expresión. Como los
datos demográficos son otros, su vida laboral habrá de continuar,
con lo que esas personas se situarán en el ámbito del
envejecimiento productivo, para tener todo aquello que diversas
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organizaciones señalan como indicadores necesarios en su
envejecimiento positivo: salud, seguridad, independencia,
participación. Por eso, entre otras razones, la noción de
“envejecimiento activo” se deja sentir en la literatura especializada
en los últimos años, sea en documentos oficiales sea en revistas de
muy diferentes campos, desde el trabajo social a la terapia
ocupacional, sin olvidar la gerontología, y la bibliografía es muy
extensa (CLARKE; WARREN, 2007; BOUDINY, 2013; SÃO
JOSÉ; TEIXEIRA, 2014).
No es nuestra intención ofrecer aquí un resumen de la
genealogía del término, considerar sus vínculos con otros sintagmas
próximos, o proponer un debate en torno a las diferentes versiones
que existan en torno al concepto, pues podemos partir de las líneas
generales que tradicionalmente se le asignan (RIBEIRO, 2012).
Conviene decir, no obstante, que diferentes autores han señalado
que la idea del envejecimiento en positivo, frente a un
envejecimiento como retiro o separación, es una emergencia
reciente, especialmente desde mediados del siglo XX, en buena
medida como consecuencia de la extensión de la idea del estado del
bienestar, pero también a causa del peso que la población mayor de
60 años comienza a tener en muchos países, con todo lo que eso
implica, especialmente en el plano económico y en cuanto a los
servicios necesarios para atenderla, con lo que se formulan teorías
vinculadas con la “continuidad” y con la “actividad”, en tanto
garantizan un estado psicofísico que genera una cierta
independencia del sujeto frente a las responsabilidades del Estado
ante sus naturales. Por ello, diferentes instituciones nacionales e
internacionales construyen discursos en torno a la idea del
envejecimiento como una etapa más en la vida de las personas que
no debe llevar asociada la idea de deterioro, pérdida, desajuste,
desconexión o separación. Antes al contrario, se habla, y cada vez
más, de “active ageing”, “successful ageing”, “healthy ageing” o
“productive ageing”, aunque los sintagmas no remitan a la misma
idea (WALKER, 2006), intentando construir con valores positivos
una nueva identidad para ese sector de la población que se vuelve
importante a los ojos del mercado o que se convierte en problema
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en la perspectiva de la administración.
Tomemos el adjetivo que tomemos (“active”, “successful”,
“healthy” o “productive”) el problema es complejo, y por ello la
cuestión primera reside en analizar con detenimiento lo que en
realidad dicen las palabras o lo que no dicen, y considerar las ideas
implícitas en determinados discursos y las contradicciones que se
puedan detectar en los mismos. En un momento en que la
investigación científica en todo el mundo se ha abandonado en los
brazos del paradigma tecnológico, a veces trufada con la mirada
hermenéutica, pero evitando en todo momento el pensamiento
crítico, se hace especialmente relevante cuestionar los supuestos
sobre los que se están construyendo los discursos sobre el
envejecimiento activo, porque en muchas ocasiones no parten de la
realidad objeto de estudio, sino de los requisitos que una
determinada persona ha de cumplimentar para ver publicado un
artículo en una revista con el mayor índice de impacto posible. Así,
encontramos propuestas que cantan las bondades de la práctica del
teatro pero olvidan comentar, analizar y explicar sus problemáticas,
pues siendo el juego dramático y la dramatización dos técnicas o
procedimientos muy habituales, con frecuencia generan resistencias,
bloqueos o ansiedades que dificultan el proceso de trabajo, como
señalaba hace tiempo el doctor Martínez Bouquet (1977). En
muchas ocasiones tales propuestas no dejan de ser ejemplos de una
actividad irrelevante en la perspectiva social, educativa y cultural.
Un pasatiempo.
Dicho esto afirmamos nuestro posicionamiento a favor de un
conocimiento crítico, capaz de transformar lo real, especialmente a
través de la concientización y la lucha por la emancipación (también
en un envejecimiento activo contra la dominación), con lo que
invocamos los supuestos de la Teoría Crítica, y la obra de autores
como Gramsci, Freire o Habermas. Y por ello proponemos una
visión crítica de la discursividad que sustenta la idea del
“envejecimiento activo” (EA) en clave productiva. Siguiendo a
Horkheimer (2010), entendemos que el problema del
envejecimiento activo no es un problema específico de una etapa
concreta de la vida humana, sino un síntoma de los múltiples
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problemas de un modelo de sociedad asentado en la idea de
mercado como principio básico para construir las relaciones
humanas. En diversos trabajos sobre envejecimiento activo se
destaca el poso economicista que subyace a muchas declaraciones
institucionales a favor de su promoción:
Além dos benefícios potenciais para os indivíduos, admitimos
que as três concepções de EA atrás analisadas também poderão
conter benefícios potenciais para as sociedades (os chamados
benefícios sistémicos). Estes benefícios poderão advir do círculo
virtuoso entre actividade e saúde (Holstein e Minkler, 2003): as
pessoas activas, por exemplo em termos laborais, contribuem
para a produtividade económica e para as receitas dos sistemas de
protecção social e, além disto, tenderão a ser mais saudáveis. Por
seu lado, as pessoas mais saudáveis, além de poderem ser mais
activas, tenderão a recorrer menos aos serviços de saúde,
contribuindo desta forma para a contenção das despesas públicas
com estes serviços. Porém, os benefícios potenciais para as
sociedades poderão resultar de outras actividades protagonizadas
pelas pessoas mais velhas. Ajudar a cuidar dos netos poderá levar
a que os casais possam ter mais filhos e, por outro lado, poderá
facilitar a conciliação entre as responsabilidades familiares e as
responsabilidades profissionais por parte dos respectivos pais
(Brugiavini et al., 2013). Ademais, as pessoas idosas que prestam
cuidados aos netos tendem a ter uma maior probabilidade de
virem a receber cuidados dos seus filhos adultos (e respectivos
cônjuges) quando um dia precisarem (como forma de retribuição)
(SÃO JOSÉ; TEIXEIRA, 2014, p. 45).
Como podremos ver ahora, las concepciones del envejecimiento
activo propuestas desde la Unión Europea (UE) y la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), buscan
fomentar un envejecimiento productivo, promoviendo, como se ya
explica en el texto anterior, una especie de espiral productiva en el
plano individual, por lo que el Estado asume muy pocas
responsabilidades pues las que debiera asumir se trasladan al
entorno familiar. En otros trabajos se planteaban cuestiones
similares relativas al desarrollo de ese bucle productivo:
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Assume-se, na sua globalidade, como um novo paradigma
destinado a alterar a perspectiva e os estereótipos negativos
associados aos mais velhos (Fernández-Ballesteros, 2011), e
constitui parte integrante de uma visão sócio-política, na qual a
garantia dos direitos humanos permitirá que o número crescente
de pessoas idosas permaneça saudável (reduzindo a sobrecarga
dos sistemas de apoio social e de saúde), se mantenha no
mercado de trabalho por um período mais longo (reduzindo os
custos no sistema de pensões), ao mesmo tempo que participa
nos processos políticos e comunitários do quotidiano (exercendo
o seu direito de cidadania) (RIBEIRO, 2012, p. 34-35).
El trabajo de Ribeiro plantea cuestiones substantivas por cuanto
hace referencia a uno de los pilares sobre los que la Organización
Mundial de la Salud (OMS, WHO) definía el concepto de “active
ageing”, como un “process of optimizing opportunities for health,
participation and security in order to enhance quality of life as
people age” (WHO, 2012, p. 12). Como vemos son tres los pilares
básicos de lo que se define como envejecimiento activo: la salud, la
participación y la seguridad. Pero la clave para esa optimización,
como queremos señalar, no está en el presente ni en el futuro, sino
en el pasado, pues un envejecimiento activo debe ser la
consecuencia lógica de una vida activa, y entonces debiéramos
preguntarnos qué cabe entender por vida “activa”. También habrá
que pensar en qué medida la ciudadanía de mayor edad puede
ejercer sus derechos en un mundo en que estos se reducen de
forma permanente, y cuando los Estados incumplen los
compromisos adquiridos con sus naturales. Reproduzco a
continuación las palabras que el farmacéutico griego Dimitris
Christoulas dejó escritas antes de suicidarse un 4 de abril de 2012
en la Plaza Sintagma de Atenas tras verse privado de su pensión:
El Gobierno de Tsolakoglou ha aniquilado toda posibilidad de
supervivencia para mí, que se basaba en una pensión muy digna
que yo había pagado por mi cuenta sin ninguna ayuda del Estado
durante 35 años. Y dado que mi avanzada edad no me permite
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reaccionar de otra forma (aunque si un compatriota griego
cogiera un Kalashnikov, yo le apoyaría) no veo otra solución que
poner fin a mi vida de esta forma digna para no tener que
terminar hurgando en los contenedores de basura para poder
subsistir. Creo que los jóvenes sin futuro cogerán algún día las
armas y colgarán boca abajo a los traidores de este país en la plaza
Syntagma, como los italianos hicieron con Mussolini en 1945
3
.
En 2013 la revista Active Ageing publicaba un artículo de Boudiny
en el que se nos alertaba ante el peligro de llenar el discurso sobre el
envejecimiento activo de una “empty rhetoric”, ya anunciada y
denunciada por Walker (2006), y señalaba la importancia de
promover una “effective policy tool”. ¿Cuál debe ser la orientación
de esa política efectiva? ¿Desarrollar mecanismos que permitan
mantener la fuerza de trabajo en un estado óptimo de uso durante
el mayor tiempo posible, para mantener el funcionamiento del
mercado y reducir así el gasto público? ¿Promover una especie de
pacto de corresponsabilidad entre individuo, comunidad y mercado,
de forma que se pueda garantizar la sostenibilidad del sistema de
pensiones y de salud, pero siempre a costa de los sacrificios del
individuo? ¿Promover un nuevo modelo social asentado en la
sostenibilidad de la propia raza humana y del planeta que
habitamos? Como señalaba Morin, uno de los siete saberes
necesarios en la educación de hoy mismo consiste en tomar
conciencia de la identidad terrenal de la especie (2001, p. 140).
¿Podemos seguir elaborando discursos sobre el envejecimiento
activo sin cuestionar siquiera el modo en que los seres humanos
viven las etapas anteriores en su periplo personal y colectivo,
cuando la vida anterior en tantas ocasiones carece de salud, de
participación y de seguridad? ¿Puede ser el teatro algo más que un
simple entretenimiento, una mera recreación, y convertirse en una
estrategia para el (re)conocimiento y la reconstrucción de las
experiencias de vida, para la anagnórisis y la concientización? Y si
puede serlo, ¿cómo lograrlo?
3
http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article35791
Las prácticas teatrales y el envejecimiento activo: posibilidades y problemáticas
369
Sociedade em Debate, 23(1): 354 - 392, 2017
3. Posibilidades: lo que la práctica teatral promueve
Una búsqueda sistemática en bases de datos (Dialnet, Scielo,
Scopus o Web of Science) y en bibliotecas especializadas, no ofrece
un número de resultados que refleje la extensión de que goza la
práctica teatral con colectivos de la “tercera edad” atendiendo a
finalidades múltiples, desde la simple recreación a la prevención de
determinadas formas de deterioro físico, cognitivo, afectivo o
social, sin olvidar el ámbito de la terapia (COSTA, 1998;
NICHOLSON, 2011). En bastantes ocasiones muchos de los
documentos disponibles no dejan de ser relatos de experiencias
que, sin embargo, informan de cuestiones substantivas pues
expresan todo el potencial que atesoran las artes, y el teatro en
particular (NOICE; NOICE, 2006, 2009; NUMMELA et al., 2008;
WIENER, 2009; NOICE; NOICE; KRAMMER, 2014). Con todo,
no deja de ser cierto lo que señalaban destacadas investigadoras e
investigadores del campo al destacar que:
Despite the growing interest amongst gerontologists and literary
and cultural scholars alike, in arts participation, ageing and the
artistic outputs of older people, comparatively little attention has
yet been paid to theatre and drama. Likewise, community or
participatory theatre has long been used to address issues
affecting marginalised or excluded groups, but it is a presently
under-utilised medium for exploring ageing or for conveying
positive messages about growing older (BERNARD et al., 2015,
p. 1119).
Por ello se hacen necesarios trabajos que, con una dimensión
más teorética pero asentados sin embargo en una reflexión sobre la
práctica propia y/o ajena, o en un estudio sistemático de casos y
experiencias, expresen los ámbitos o las áreas en que la práctica
teatral puede ser relevante y significativa por los beneficios que
Manuel F. Vieites
370
Sociedade em Debate, 23(1): 354 - 392, 2017
aporta y que deben ser explicados con precisión
4
, y que sirvan tanto
para guiar nuevas experiencias y alentar nuevas investigaciones
como para construir una nueva narrativa sobre el envejecimiento
como una época llena de posibilidades y sobre el teatro como
ámbito que las potencia (ROBERTSON, 2012).
A partir de las experiencias disponibles, podemos decir que el
teatro se viene considerando desde dos perspectivas: (1) como un
producto artístico y cultural que puede ser consumido por todos los
sectores de la población y que en un Estado de cultura, que
favorezca la creación y la difusión cultural, debe estar al alcance de
todos los sectores sociales, especialmente en grupos como la
infancia, la juventud, o la tercera edad; y (2) como una práctica
artística que puede ser realizada por todo tipo de personas en tanto
contribuye al desarrollo personal y comunitario, es fuente de placer
y bienestar y promueve la participación social e incluso política
(MACKAYE, [1912] 2015). En ambos casos estamos considerando
líneas de trabajo en lo que se denomina ocio autotélico que
proporciona a la persona autorrealización y calidad de vida, más allá
de la actividad productiva (CUENCA CABEZA, 2004;
ROBOTHAM, 2011), y siendo ambas necesarias la segunda, por
sus potencialidades, adquiere especial significación. Así, en relación
a las potencialidades del ocio teatral asentado en la práctica teatral
del sujeto creador, Cunha señalaba:
A intervenção ao nível teatral que propusemos a estas pessoas
permitiu a sua participação ativa e implicação contínua em todas
as fases do projecto, a aquisição de novos conhecimentos e
aprendizagens, a melhoria do seu bem-estar físico, mental e
psicológico, o fomento de meios de comunicação e expressão
através do teatro, o estabelecimento ou consolidação de relações
de amizade, aspectos fundamentais a considerar para um
processo de envelhecimento activo (2012, p. 140).
4
Considero especialmente relevantes informes de experiencias como el titulado Arts and Dementia:
bringing professional arts practice into care settings, publicado en 2013 y disponible en:
http://collective-encounters.org.uk/wp-content/uploads/2014/02/AD-Report.pdf
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Sociedade em Debate, 23(1): 354 - 392, 2017
Señalaba también a escassa produção nacional de bibliografia
(CUNHA, 2012, p. 140), que también encontramos en otros países,
y que refuerza la necesidad de potenciar esa línea de investigación
vinculada con el estudio sistemático de la dimensión socioeducativa
del ocio teatral y de la práctica teatral, pues en numerosos trabajos
consultados las referencias al teatro deben entenderse como una
simple consideración formal de una actividad de ocio más, que
debe estar disponible para los colectivos en cuestión. Así, en un
trabajo coordinado por Giró Miranda (2006) encontramos referida
la palabra teatro en 3 ocasiones, vinculada al concepto de
espectáculo, en tanto en un informe del Instituto de Saúde de São
Paulo (ISSP) de 2013, la palabra aparece referida en 10 ocasiones,
de nuevo vinculada a actividades a las que las personas de edad
pueden asistir en su tiempo libre. En ninguno de estos dos
magníficos volúmenes encontramos un trabajo específico en torno
a las posibilidades del teatro como herramienta específica o como
ámbito propio de actividad práctica. Pero eso no limita el que el
teatro pueda y deba ser un ámbito de intervención como se ha
señalado en diferentes ocasiones, sino que nos sitúa ante la raíz del
problema: establecer razones, formas y finalidades para justificar
plenamente nuestra intervención en clave teatral.
En efecto, cuando en un país se acomete una reforma educativa
se dejan sentir voces que reclaman una mayor presencia de las
enseñanzas artísticas en el currículo. Entre ellas no faltan las de
quienes demandan una mayor presencia del teatro en la escuela,
formulación que exige determinar qué queremos decir,
exactamente, con el binomio teatro y educación. Y para ello se
hacen necesarios al menos cuatro discursos, también necesarios en
el caso que nos ocupa: (1) la reconstrucción histórica de la tradición
pedagógica en educación teatral para determinar cómo se ha ido
construyendo lo que denominamos pedagogía del teatro; (2) el
análisis de la dimensión formativa de un conjunto de prácticas
educativas que se vienen agrupando bajo el sintagma educación
teatral, y que se pueden dar en muchos tiempos y espacios, y con
muy diversos usuarios; (3) la consideración de las áreas de trabajo y
conocimiento a que esa dimensión formativa pueda dar lugar en los
Manuel F. Vieites
372
Sociedade em Debate, 23(1): 354 - 392, 2017
ámbitos formal y no-formal; y, finalmente, (4) los procesos
mediante los cuales se debieran formar los especialistas en
educación teatral, por consiguiente los pedagogos teatrales. De los
cuatro, el segundo discurso es especialmente relevante porque nos
lleva directamente a la raíz de cuestión que ahora abordamos: ¿qué
puede aportar el teatro al envejecimiento activo? Atendiendo a la
bibliografía consultada, a las experiencias prácticas analizadas en la
misma y a algunas formulaciones propias (VIEITES, 2017),
podemos señalar algunas cuestiones básicas en torno a cómo
entender las prácticas teatrales en una perspectiva sociocultural y
crítica, que no renuncia al logro artístico sino que lo refuerza:
El teatro puede ser una práctica escénica que busque la
participación y la implicación activa de sus usuarios
(creadores o receptores), y suponga la (re)construcción de
un sujeto creador y de un sujeto receptor (VIEITES,
2016a). Ello implica adquirir capital cultural y competencia
estética (BOURDIEU, 1988), y permite la mejora de la
imagen personal y de la autoestima, refuerza la confianza
para abordar retos y aumenta el nivel de satisfacción
personal y de felicidad, generando nuevas expectativas y
compromisos en un marco de trabajo colectivo
compartido, en el que el sujeto se siente y se sabe útil.
El teatro debe ser encuentro con el otro y con uno mismo,
que se da en un tiempo y en un espacio determinados, y
que implica un juego de relaciones en diversos niveles, en
el de la persona que actúa y en el de la que es espectadora.
Pero también es encuentro con el otro que es personaje,
con todos los personajes, que además tienen sus valores,
formas de vida, problemas, conflictos. El teatro genera un
encuentro con el otro y con lo otro que provoca un
conflicto emocional, social, relacional y cognitivo
(TAVIRA, 1999). Por eso, la práctica teatral permite
analizar y resolver problemas, anticipar estados o convivir
con situaciones conflictivas, lo que permite liberar
ansiedades y reducir tensiones.
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Sociedade em Debate, 23(1): 354 - 392, 2017
El teatro es juego, porque la convención siempre se asienta
en el “como si”, e implica en consecuencia la capacidad de
jugar, de aceptar ese “como si” y actuar en consecuencia.
Supone entonces recuperar la capacidad de jugar, con lo
que supone en relación a la movilización psico-física de la
persona y a sus beneficios (COBURN-STAEGE, 1980).
En paralelo, el teatro deviene diversión en tanto asociado a la
idea de juego, y es también entretenimiento y recreación, lo
que favorece la sociabilidad y la inclusión.
El teatro habrá de ser expresión y comunicación, que active
códigos como el oral, el gestual, el cinético, o el corporal,
para recrear acontecimientos y expresar ideas o imágenes,
que tienen una dimensión individual y/o colectiva, y en
tantas ocasiones de naturaleza simbólica. Todo ello implica
un proceso de alfabetización expresiva y creativa que
contribuye al desarrollo personal en la mejora permanente
de competencias, capacidades y destrezas que se construyen en la
experiencia y en la práctica (BARKER, 1977) y se
relacionan con procesos psicológicos básicos
(CARRASCAL; SOLERA, 2014). La practica teatral tiene
una dimensión cognitiva (percepción, atención, memoria),
motora, anímica (motivación, afectos, emociones) y social,
además de suponer un trabajo permanente con el
pensamiento, la imaginación y el lenguaje.
El teatro ha de ser una actividad colectiva que implica una
pedagogía del encuentro (BÁRCENA ORBE, 2012) y una
dinámica de trabajo grupal que conlleva procesos de
debate, deliberación, toma de decisiones, acuerdos o
desarrollo de proyectos y actividades diarias, también en
una perspectiva intergeneracional (TOEPOEL, 2013). El
teatro es, entonces, comunidad, porque los procesos de
creación implican procesos de recepción, de encuentro, en
los que unos (los que crean) y otros (los que ven el fruto de
su creación) se reconocen.
El teatro implica salir a escena y supone una exposición
pública, la necesidad y la oportunidad de mirar y ser mirado,
Manuel F. Vieites
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Sociedade em Debate, 23(1): 354 - 392, 2017
de escuchar y ser escuchado, y una ocasión para tomar la
palabra y expresar una determinada posición, individual y
colectiva, una forma de ver el mundo, una ideología en
tanto idea del ser humano y de sus valores y creencias, y se
vincula con la visibilidad y la autoestima que la misma
genera, aumentando la motivación y la satisfacción
personal (BICKNELL, 2014).
El teatro puede practicarse como un medio de conocimiento
pues se representa al otro, lo otro, para conocerlo, para
entenderlo, para explicarlo, para interpretarlo, porque el
otro y lo otro es nuestro reflejo y nuestro espejo. Se recrea
el mundo para saberlo y como marco para entender el
pasado, el presente y proyectar el futuro (VIEITES, 2015).
Y por eso el teatro es educación, y puede ser especialmente
relevante en aquellas épocas de nuestra vida en que se hace
necesario adaptarse a nuevos roles y contextos, en tanto
permite aprehenderlos, explorarlos y conocerlos de forma
vivenciada, lo que pone de manifiesto la importancia de la
“gerontogogía” (GARCÍA ARANEDA, 2007) a la que
cabe añadir el adjetivo “teatral”.
Dicho todo lo anterior, entendemos que la práctica del teatro,
pero también la asistencia al teatro, implica actividad física,
actividad cognitiva, y actividad social, tres ámbitos especialmente
relevantes en el desarrollo de un envejecimiento activo que persiga
el bienestar (REY; CANALES; TÁBOAS, 2011). Como escribiera
Rafael Dieste en su estudio sobre el origen de la tragedia:
En alguna vendimia se cuentan episodios felices de los ausentes y
los muertos. El que los cuenta va y viene y se agita y representa. Y
hay un instante de júbilo y de embriaguez en que todos se reconocen
con sorpresa, porque se recuerdan. Entonces narran unos el mito
de los otros, y se representan (1981, p. 211).
Más allá de lo que el autor nos dice en torno al nacimiento de la
historia y del propio teatro, en tanto recuerdo reconstruido y
actualizado, el texto tiene especial relevancia por cuanto nos enseña
Las prácticas teatrales y el envejecimiento activo: posibilidades y problemáticas
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Sociedade em Debate, 23(1): 354 - 392, 2017
que el teatro consiste básicamente en contar y mostrar historias, y
todas las formas de contar, de mostrar y todas las formas de
historia son posibles. Y las historias de vida son especialmente
relevantes en la (re)construcción de la experiencia vivida, en su
(re)conocimiento y en su puesta en valor (McKIM; RANDALL,
2007), tanto para la persona que la recuenta como para sus
públicos, entre los que habría que destacar el intergeneracional, que
permite un diálogo siempre necesario entre sujetos sociales con
experiencias de vida a veces distanciadas social y culturalmente, y
separadas temporalmente. La practica teatral puede, en esa
dirección, contribuir a potenciar lo que algunos autores definen
como envejecimiento armónico:
Successful aging focuses on the individual, especially the
maintenance of an active and busy body. In contrast, harmonious
aging stresses the complementary coexistence of body and mind,
harmonious family and social relationships, and a balanced
outlook that appreciates both opportunities and challenges in old
age (LIANG; LUO, 2012, p. 333).
4. Problemáticas. Lo que la práctica teatral precisa
En cualquiera de los dos ámbitos antes señalados, (a) el teatro
como espacio para la fruición cultural y (b) el teatro como espacio
para la creación cultural, surgen dificultades, incluso cuando las
actividades que se propongan tengan carácter voluntario, si bien en
la lógica de un envejecimiento activo que fomente una participación
plena, el objetivo debiera ser un alto grado de voluntariedad, sea en
personas institucionalizadas o no; no tanto por el teatro como tal,
sino por los beneficios que pueda aportarles. Pero aquí aparece el
problema de la participación, porque con frecuencia las personas se
muestran reacias a participar en actividades que les resultan
desconocidas o extrañas. Morales y Bravo señalan que a menudo
los mayores “carecen de las habilidades y destrezas” para desarrollar
una experiencia de ocio significativa en tanto “una educación
Manuel F. Vieites
376
Sociedade em Debate, 23(1): 354 - 392, 2017
basada en la ética del trabajo no les ha permitido desarrollar
recursos personales para llevar a cabo esa tarea” (2006, p. 141).
Entendemos que la raíz del problema no radica tanto en esa “ética
del trabajo”, que puede ser compatible con otras éticas, sino en la
visión del ser humano como un ser unidimensional y no
multidimensional como proponían las pedagogías marxista y
personalista (NEGRÍN FAJARDO; VERGARA CIORDIA, 2006).
Con lo que volvemos a la cuestión planteada al principio. ¿Cómo
promover un envejecimiento activo desde una vida que ha sido de
todo menos activa? ¿Cómo llevar al teatro personas que han vivido
de espaldas al ocio cultural, no tanto por decisión propia cuanto
por haber vivido un ocio condicionado? (LEIF, 1992). Cordero del
Castillo refiere y comenta un estudio de Barrio, Sancho y Abellán
de 2008 en torno a la participación social de los mayores en
España, en el que se agrupan cuatro estilos fundamentales de ocio:
El estilo participativo, que comprende el voluntariado y las
actividades culturales y recreativas (asistencia a clase, cine,
teatro…), que practicaría un 5,7 % de la población objeto
de estudio.
El ocio social, que comprende la asistencia a centros
sociales o asociaciones (paseo, baile, bares o cafeterías), y
que practicaría un 16,4% de la población.
El ocio inactivo, que incluye actividades relacionadas con el
consumo de medios de comunicación (principalmente TV,
radio y lectura de la prensa), propio del 37,6 %.
El estilo de vida doméstico, que agrupa las actividades
relacionadas con el hogar como cuidar de la casa, del
huerto y/o jardín, visitar a familiares, cuidar de los nietos,
hacer la compra, practicado por el 40,3% (2012, p. 107).
Los datos muestran que sólo el 5,7% de la población mayor se
vincula con ese ocio que implica participación activa en la vida
sociocultural de su comunidad, especialmente en el ejercicio del rol
de espectador/a teatral, y de ese 5,7% un porcentaje mucho menor
se implicaría en actividades específicas de creación teatral. Y los
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Sociedade em Debate, 23(1): 354 - 392, 2017
datos nos devuelven a la raíz del problema. ¿Cómo lograr que
personas que ni en su infancia, ni en su juventud, ni en la edad
adulta, han tenido la oportunidad de convertirse en espectadores de
teatro, pasen a serlo cuando ya tienen muy asentados una serie de
hábitos, y por utilizar un término preciso, un “habitus”?
(BOURDIEU, 1988). ¿Cómo conseguir que personas que no han
vivenciado lo que implica “hacer teatro” se conviertan en actrices o
actores a los 60 o 70 años? Invocamos conceptos de Bourdieu
como “capital escolar”, “capital cultural” o “competencia estética”
porque son fundamentales para analizar la “pasividad” de muchas
personas ante manifestaciones culturales y artísticas que no forman
parce del acervo de su experiencia, que no forman parte de su
imaginario sociocultural y artístico, y que refieren desigualdades en
la experiencia vital que condicionan la idea de un envejecimiento
activo y creativo (McGOVERN; NAZROO, 2015).
Uno de los mayores problemas de programas y proyectos que
pretenden fomentar la participación, como pauta necesaria en un
envejecimiento activo, deriva del hecho de que se aspire a generar
un modelo de actividad vital que en muchos casos las personas no
han vivido en las etapas previas, o sin entrever que seguramente el
modelo de envejecimiento activo solo sea posible para un sector
determinado de la población, el que posee suficiente capital social y
cultural para participar en la esfera pública, pues:
[…] el envejecimiento no solo es cuestión de edad, ni tampoco
del azar o de la suerte, sino que las formas de envejecer y la
enorme variabilidad existente dependerán de la optimización de
los recursos del individuo durante la infancia y adolescencia, de
maximizar dichos recursos a lo largo de la edad adulta y de
mantener un óptimo funcionamiento en la vejez (ZAMARRÓN,
2013, p. 453).
En la misma dirección se pronunciaban Fernández-Ballesteros,
Robine, Walker y Kalache , al señalar que:
[…] Aging is not an at random phenomenon: the individual is an
agent of his/her own Aging process, and the capacity for Aging
Manuel F. Vieites
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Sociedade em Debate, 23(1): 354 - 392, 2017
well -healthy and active- comes, in a certain extent, from
decisions taken by individuals themselves as well as his or her
behavioural repertoires learnt across the life span (2013, p. 1).
Volvemos entonces a Bourdieu, pero también a Paulo Freire,
para invocar procesos que permitan que todas las personas posean
las capacidades y el capital necesario para tomar esas decisiones que
les permitan disfrutar de todas las posibilidades durante todo su
periplo vital, porque ese disfrute será, en definitiva, el que traiga
como consecuencia lógica una vejez activa fruto de una vida activa
y plena. Y siguiendo con Bourdieu y Freire también podemos partir
de mucho de lo que tantas personas saben y conocen, partir de su
experiencia, porque en ella encontraremos numerosas actividades
teatrales vinculadas con las fiestas populares, con las fiestas cíclicas
del año agrícola y presentes en todas las culturas, o con la tradición
oral y con esa costumbre de contar historias de tiempos pasados en
todo tiempo y lugar. Nuestros mayores todavía conservan ese
patrimonio inmaterial que contiene buena parte de nuestra historia,
porque lo recibieron en un proceso de vida en el que los nombres
de los lugares, por ejemplo, tenían un sentido, una razón de ser.
Recuperarlo y mantenerlo es una forma de afirmar nuestra
identidad y poner en valor la suya propia.
Y aquí aparece el problema central de las políticas educativas y
culturales, y de sus finalidades, y en qué medida esas políticas se
orientan a facilitar al individuo los recursos para construirse como
sujeto social y político o en qué medida apuestan por un modelo
mucho más instrumental orientado a mantener la subsidiaridad, la
dependencia y la sumisión del individuo frente a los poderes
fácticos de todo tipo. Una política educativa y cultural de signo
crítico, participativo y emancipador, facilitará que cada persona se
convierta en un individuo deseoso de llevar una vida activa, desde la
juventud hasta el día de su muerte. Y en esa lucha se supera la idea
de un trabajo social o de una educación social con un carácter más
asistencial y se promueve una visión crítica más ocupada en la
emancipación. Y aquí el teatro alcanza todo su potencial como
práctica comunitaria que persigue la plena alfabetización expresiva y
creativa de un sujeto social en construcción como agente creador y
Las prácticas teatrales y el envejecimiento activo: posibilidades y problemáticas
379
Sociedade em Debate, 23(1): 354 - 392, 2017
receptor, para que afirme su autonomía en libertad (VAN ERVEN
et al., 2001; NICHOLSON, 2005; KUPPERS, 2007).
La práctica teatral tiene una naturaleza dinámica y colectiva que
implica disposición, actividad y compromiso por parte del sujeto.
Pero esa actividad debe partir de la capacidad, de la experiencia y de
las expectativas del sujeto, poniendo en valor aquellas vivencias y
conocimientos que permitan el desarrollo de un proceso de
interacción, expresión y comunicación, que siendo espontáneo y
libre debe llevar a la autoconsciencia. Y si bien la práctica teatral
tiene una evidente incidencia en la mejora en el ámbito de la
actividad física, cognitiva y social de la persona, no debemos olvidar
que cada tiempo requiere su metodología y con frecuencia esta se
piensa en términos de lo que el animador quiere obtener y no en
términos de lo que el grupo y cada individuo puede realmente
aportar. Por eso escenificar un diálogo para que las personas
cuenten experiencias de vida puede ser más enriquecedor que
atreverse con Castro, la conocida tragedia de Antonio Ferreira.
Conclusiones
Como resultados de nuestra inmersión en el campo y en una
tentativa de sistematización que pueda orientar trabajos futuros,
cabría destacar siete cuestiones relevantes:
El envejecimiento activo debe ser la consecuencia lógica de
una vida plena y activa que abre posibilidades a un
desarrollo personal permanente. En ello resultan
determinantes el capital escolar y el capital sociocultural
construidos, así como las experiencias vividas.
Frente a una visión productiva y economicista de la vejez y
en una sociedad que debe aumentar y no reducir el
bienestar global, el envejecimiento activo se debe vincular a
un ocio autotélico y creativo, en el que la persona se realiza
en una actividad compartida con otros sujetos, en tiempos,
espacios y grupos diversos que fortalecen la sociabilidad.
Manuel F. Vieites
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Sociedade em Debate, 23(1): 354 - 392, 2017
El teatro es una práctica social, cultural y artística que debe
estar al alcance de toda la población, y el ocio teatral
implica la formación y el desarrollo del sujeto creador y del
sujeto receptor y a lo largo de toda la vida, prestando
especial relevancia a los contextos de sujetos, grupos y
comunidades y a sus tradiciones culturales.
La creación y la recepción teatral tienen efectos positivos
para la persona en los ámbitos psico-físico, cognitivo,
emocional y social. Unos efectos que debieran ser objeto
de estudio e investigación, en la acción y de forma aplicada,
para mejorar de forma permanente los procesos y las
actividades que permiten alcanzarlos.
El teatro en/de la tercera edad, así como el
intergeneracional, enriquece y diversifica el patrimonio de
las comunidades y permite que todos los sectores de la
misma tomen la palabra para expresar y comunicar sus
posiciones ante problemas y conflictos compartidos y en la
solución de los mismos.
En las intersecciones entre pedagogía teatral, gerontología,
educación social, terapia ocupacional o trabajo social se
abre un campo de investigación interdisciplinaria
especialmente relevante para la consideración de la práctica
escénica como instrumento en el desarrollo personal y
colectivo con una orientación emancipadora. Del mismo
modo se abre un territorio específico para la formación de
quienes hayan de darle a las prácticas teatrales esa
dimensión sociocrítica.
Se hace necesaria una línea de investigación orientada a
desentrañar, explicar, mostrar y demostrar la naturaleza
educativa y socioeducativa de la práctica teatral, y mostrar
sus múltiples aplicaciones en la educación social, el trabajo
social y la terapia ocupacional en el marco de la
gerontología. La creación de equipos interdisciplinarios
será una garantía para el éxito de la empresa.
El envejecimiento activo debiera ser la culminación de un
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proceso de vida, un tiempo en el que tras años de actividad
productiva las personas ocupan su tiempo en realizar todas aquellas
actividades para las que el tiempo disponible siempre era escaso:
pasear, leer, hacer teatro, tocar un instrumento musical, coleccionar
fotografías antiguas o ver documentales en la televisión. Pero
muchas de las actividades posibles que se les puedan ofertar a las
personas inmersas en ese proceso tendrán sentido si forman parte
de su experiencia previa, si están integradas en su imaginario,
aunque nunca es tarde para iniciar nuevas aventuras. El
envejecimiento activo tampoco puede convertirse en un
voluntariado que supone la realización de una actividad productiva
que implica ahorros en costes y contratos de trabajo; ni un
voluntariado social, ni un voluntariado familiar que acaban por
convertirse en la más dulce de las esclavitudes. El envejecimiento
activo debiera ser una oportunidad para seguir viviendo con
plenitud, con bienestar y con más tiempo disponible. Y para poder
disfrutar de ese tiempo disponible, para no tener que “matarlo”,
nada mejor que una vida plena y rica en experiencias con la que dar
sentido a todo ese tiempo que finalmente nos congratula con
nuestro pasado. El envejecimiento activo debiera ser tiempo para
vivir en otro modo; y también puede ser, como quería Lafargue, el
tiempo de una merecida pereza, lejos del “utilitarismo capitalista”
([1880] 2013, p. 84). Y para ello necesitamos una educación que
emancipe, que libere, que ofrezca posibilidades de ser frente a la
pasión por tener, que diría Fromm (1976). Como señalaba Morin
(2016), una educación para enseñar a vivir asentada en la
comprensión.
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Recebido em 10/11/2016 e
aceito em 03/01/2017.
Resumen:
El teatro, como práctica escénica, constituye una poderosa herramienta en procesos
propios de la educación social, el trabajo social o la terapia ocupacional, y puede ser relevante con
todos aquellos usuarios y colectivos que se sitúan en tiempos y espacios marcados por la ausencia
de actividad profesional o productiva, especialmente en ese territorio vital que se conoce como
tercera edad. Con este trabajo, realizado al amparo de una amplia revisión bibliográfica
vinculada con los tiempos y espacios del teatro comunitario se analizan las posibilidades y las
problemáticas derivadas del uso de la praxis teatral como herramienta para promover un
envejecimiento activo asentado en la idea de un ocio autotélico, centrado en el desarrollo personal y
en el de los grupos y comunidades de las que forma parte el sujeto. Como conclusión diremos que el
teatro propone un marco en el que las historias de vida se convierten en patrimonio y capital de
toda la comunidad, en espacio en el que encontrarse y reconocerse.
Palabras clave:
Teatro, envejecimiento activo, ocio autotélico, animación teatral, pedagogía
teatral.
Title:
Theatrical practice and active aging: possibilities and problems
Abstract:
Theatre, as a stage practice, is a powerful tool on the processes related to social
education, social work or occupational therapy, and it may be relevant to users and groups that at
different places and times are marked by the absence of professional or productive activity,
especially for those traditionally grouped under the heading of old age. This paper, written after an
extensive review of pertinent literature connected to community theater, analyze the possibilities
and problems arising from the use of theatrical practice as a tool to promote an active aging based,
on the idea of an autotelic leisure, centered on personal development and on the empowerment of
the groups and communities, which the subject is part of. In conclusion we should say that theatre
proposes a framework in which the life stories of people involved become patrimony and intangible
capital of the whole community, a place to find and recognize themselves.
Keywords:
Theatre, active ageing, autotelic leisure, theatre animation, theatre pedagogy.
... Proponemos el concepto de alfabetización teatral para señalar la capacidad de utilizar los procesos de creación, difusión y recepción teatral en la (re)construcción del sujeto y en su transformación social y política, a través de la generación de todo tipo de discursos escénicos en las que un sujeto tradicionalmente receptor se puede y debe convertir en sujeto creador (Vieites, 2015a(Vieites, , 2017a. Como señalaba Freire: ...
Article
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A partir de una amplia revisión de literatura en torno a programas de intervención social asentados en diferentes modalidades de práctica teatral, consideramos directrices que orienten proyectos teatrales vinculados con la puesta en valor de la historia personal y colectiva, y el desarrollo del sujeto y de la comunidad. Del mismo modo, valoramos cuestiones de carácter teórico y metodológico para proponer una mirada sistemática a las relaciones entre teatro y memoria, y a sus posibilidades en la promoción de proyectos en el campo de la educación y el trabajo social, en una perspectiva crítica.
... En buena medida los trabajos que consideramos en nuestra revisión se vinculan con uno de los aspectos básicos de la actividad teatral, la creación, si bien exista abundante bibliografía sobre la recepción teatral, y la recuperación de las personas mayores como sujetos activos en esa recepción (MHF, 2011), y en un ocio autotélico (Cuenca Cabeza, 2007). En ese sentido nuestra propuesta, deudora de la Animación Teatral (Vieites, 2017a), se vincula más con lo que definimos como construcción del sujeto de la creación, que con la igualmente necesaria construcción del sujeto de la recepción (Vieites, 2017b). Se sitúa además en un contexto específico: personas mayores institucionalizadas en mayor o menor grado, sea en una residencia geriátrica sea en un centro de día. ...
Conference Paper
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A partir de una experiencia desarrollada en una Residencia Geriátrica durante el período de prácticas realizadas en el Máster Universitario en Intervención a Personas con Enfermedad de Alzheimer, de la Universidad de Salamanca, se propone una reflexión sobre las posibles utilidades de la práctica teatral en centros geriátricos, estableciendo ámbitos de actuación que van desde la simple recreación a la prevención del deterioro físico o cognitivo. Al mismo tiempo, y a través de una revisión de literatura, se valora en qué medida los resultados obtenidos en la experiencia están en consonancia con las líneas de trabajo más comunes en el campo de los usos educativos y socioculturales del teatro, y en nuestro caso en los dominios de la Terapia Ocupacional. Como conclusión, destacamos posibilidades de la práctica teatral en los centros geriátricos, cuando esta se entiende y practica en la perspectiva de la animación teatral, es decir, cuando sus finalidades se orientan a promover la activación y la participación del sujeto, y su recuperación como tal, en la vida de la comunidad, en este caso la de un centro geriátrico o en su entorno más inmediato.
... Se representa al otro para conocerlo, para entenderlo, para explicarlo, para interpretarlo, y con él a nosotros mismos porque el otro es nuestro reflejo y nuestro espejo; se recrea el pasado para saberlo y como lección para entender el presente y proyectar el futuro. Y en ese juego con el personaje, con su historia y su circunstancia, con el mundo dramático del que forma parte, el sujeto se socializa, incorpora pautas culturales, cuestiona el mundo, se construye como persona a través de la vivencia, de la experiencia y de la reflexión que todo ello pueda provocar (Vieites, 2017). i) Es diversión. ...
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Resumen: El objetivo de este trabajo es presentar una visión panorámica de las diferentes prácticas educativas que configuran el campo de la educación teatral, y proponer, como consecuencia, la necesidad de desarrollar, en su dimensión científica y académica, aquella disciplina llamada a ofrecer una descripción sistemática, rigurosa y normativa de lo que es la educación teatral en tanto ámbito específico de educación, y de sus características pertinentes y diferenciales frente a otros ámbitos próximos. También se señalan procesos básicos a desarrollar en la construcción de la Pedagogía Teatral como ciencia y disciplina, en la formación de formadores y en una investigación específica.
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El propósito de este artículo es articular una reflexión filosófica en torno a una pedagogía de la presencia. Estar presentes en lo que nos pasa en un escenario educativo, como maestros o aprendices, como profesores o alumnos, supone poner en juego la atención y producir nuestra propia visibilidad en lo que hacemos y en lo que pensamos. Frente a la dominante tradición en filosofía de la educación, que define esta actividad como una mera construcción racional de la realidad educativa, a la que somete a un examen racional a partir del establecimiento de una distancia crítica con su objeto de conocimiento, se sugiere aquí la recuperación de la antigua tradición filosófica que define el trabajo filosófico (sobre la educación) como una forma de vida o como un proceso de transformación del sujeto de la experiencia a partir del establecimiento de una distancia poética o apropiada con la realidad. La noción de «pedagogía de la presencia» pretende dar cuenta del establecimiento de dicha distancia, en la que el sujeto (que aprende) produce su propia presencia en la experiencia de su aprender. El artículo termina con un análisis crítico de la impostura pedagógica de cierto discurso pedagógico dominante en la actualidad, dentro del cual dicha presencia queda anulada.
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Resumen: El objetivo de este trabajo es presentar una visión panorámica de las diferentes prácticas educativas que configuran el campo de la educación teatral, y proponer, como consecuencia, la necesidad de desarrollar, en su dimensión científica y académica, aquella disciplina llamada a ofrecer una descripción sistemática, rigurosa y normativa de lo que es la educación teatral en tanto ámbito específico de educación, y de sus características pertinentes y diferenciales frente a otros ámbitos próximos. También se señalan procesos básicos a desarrollar en la construcción de la Pedagogía Teatral como ciencia y disciplina, en la formación de formadores y en una investigación específica.
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The third age is an opportunity and can be used wisely. Going to university, travelling, volunteering or joining a theater group could be possibilities. The article deals with Cultural Implications, and with senior theatre forging ahead in unexpected and adventurous directions. Last not least about the situation of Senior Theatre in Graz, Austria
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El teatro es una forma cultural y artística que implica un proceso de comunicación entre creadores y receptores en un espacio y en un tiempo que se sitúan en la esfera pública, lo que ha permitido que a lo largo de los siglos haya servido como espacio de expresión, intercambio o debate de todo tipo de ideas, causas y luchas. En ese proceso están implícitos procesos de expresión, creación y recepción por medio de los cuales las personas muestran, analizan y cuestionan formas de ver y entender la vida, maneras de ser y de estar en el mundo; de ahí deriva su potencial educativo, cultural, social y político, avalado por numerosos estudios e investigaciones. En este trabajo, que tiene una orientación teórica asentada en una revisión de literatura pertinente, consideramos diferentes intersecciones que se producen entre teatro y Trabajo Social, para señalar también que la expresión dramática y la expresión teatral ofrecen metodologías substantivas en la consecución de algunos objetivos del trabajo social, especialmente en ámbitos como la alfabetización crítica, la reflexividad y el reconocimiento, la concientización, la participación social, el desarrollo personal y/o comunitario, la apropiación de capital cultural o el acceso al bienestar personal y social.
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Cuando en Espana se acomete una reforma educativa, asoman a la esfera publica voces diversas que reclaman una mayor presencia del teatro en la educacion, sin afrontar, sin embargo, problemas importantes que afectan a la propia concepcion e ideacion de tal propuesta. En su defensa entendemos que se hacen necesarios cuando menos cuatro discursos: (1) la reconstruccion historica de la tradicion pedagogica en educacion teatral para determinar como se ha ido construyendo eso que denominamos pedagogia del teatro; (2) el analisis de la dimension formativa de un conjunto de practicas educativas se vienen agrupando al amparo del sintagma teatro y educacion; (3) la consideracion de las disciplinas o asignaturas a que esa dimension formativa pueda dar lugar en su concrecion curricular, y, finalmente, (4) los procesos mediante los cuales se debieran formar los especialistas en educacion teatral, por consiguiente, los pedagogos teatrales. Este trabajo, que se propone como diseno preliminar de un proyecto en curso de mayor alcance, considera las razones de tal demanda, asentadas en el potencial educativo que la educacion teatral ha mostrado a lo largo de los siglos y avaladas por un conjunto de estudios e investigaciones que configuran una tradicion pedagogica especifica, para, a continuacion, ofrecer una propuesta de cartografia del campo para saber de las disciplinas mas adecuadas a cada etapa educativa, tanto en funcion de sus finalidades como de las caracteristicas del sujeto de la educacion, buscando en cada caso las denominaciones mas apropiadas, cuestion que nos lleva necesariamente al diseno de una formacion de formadores especifica. Para todo ello hemos realizado una revision de la literatura cientifica mas relevante publicada en diferentes paises a lo largo del siglo XX, destacaremos algunas investigaciones empiricas en las que se pone de manifiesto el potencial educativo de la practica teatral, e igualmente mostraremos algunas experiencias relevantes en formacion de especialistas en educacion teatral. Entre los resultados del diseno de la investigacion que proponemos, destacaremos especialmente aquellos que se vinculan con la naturaleza esencialmente educativa de la educacion teatral, frente a concepciones que apuestan por su dimension mas artitica, senalando especialmente aquellas areas de desarrollo y aquellas competencias sobre las que incide muy especialmente la educacion teatral en su apuesta por una formacion integral de la persona. Como conclusion se senala la importancia de que la educacion teatral se situe en el centro del curriculo, para contribuir al desarrollo de una sociedad habitada por seres humanos, lejos del sueno alucinado del cyborg posmoderno.
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“Active ageing” has internationally circulated as a prominent approach to meeting the challenges of an ageing population. Through the use of a theatrical metaphor as an organizing principle, this article offers a fresh look at the concept of active ageing that clarifies the origins of its definition (the “story” of active ageing and its “playwrights”) and presents the scope of its action in policy through the exploration of two societal “stages” in Quebec and Belgium. By comparing these two levels (“story”/“stages”) and these two “stages”, it helps to understand why the “comprehensive” version of active ageing developed more in Quebec while, until now, the “reduced” version to its productivist dimension is more evident in Belgium. The discussion also identifies some limits of “active ageing”.
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Este artigo procura refletir o processo de um grupo de teatro formado por idosos não-atores. A linguagem teatral é utilizada como um recurso na compreensão das subjetividades desses idosos, a partir da encenação de suas lembranças. Desse modo, cria-se um novo canal de comunicação de memórias