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EntrEvista
Lázaro Niebla, Sin título
Andamios 181
“DEsDE la ExpEriEncia”. EntrEvista a Ochy curiEl
Mónica Cejas*
Rosa Ynés (Ochy) Curiel Pichardo es Coordinadora de Postgrado de la Escuela
de Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia y docente de
la misma universidad. Es una de las fundadoras del Grupo Latinoamerica no
de Estudio, Formación y Acción Feminista (glefas) e integrante del Gru po
Interdisciplinario de Estudios de Género (gieg) de la Universidad Nacional
de Colombia. Es activista del movimiento lésbico-feminista latinoamericano
y caribeño e iniciadora del movimiento antirracista de mujeres afro de la
región. Ha realizado investigaciones sobre el régimen heterosexual de la na-
ción (Universidad Nacional de Colombia, 2011) y las estrategias políticas
frente al racismo y el sexismo de tres grupos de mujeres negras en Brasil,
Honduras y República Dominicana (Instituto Tecnológico Autónomo de Mé-
xico (itam)-Centro de Estudios y Programas Interamericanos, 2005).
—Para empezar desde lo personal, ¿cómo fue tu encuentro con la teoría
postcolonial y con el feminismo?
—Pues yo siempre he dicho que, de hecho, un proceso de des-
colonización significa reconocer las teorías que salen de las prácticas
políticas. Y quiero empezar planteando este primer elemento que me
parece muy importante, como un centro que cuestiona la relación
saber-poder. La mayoría de los conocimientos a los que hemos te-
nido acceso fundamentalmente en el feminismo a partir de nuestras
primera y segunda ola tuvieron como referencia las teorías europeas, y
posteriormente, norteamericanas. Sin embargo, desde las prácticas po-
líticas también se han producido muchísimos conocimientos, sobre
todo en nuestro contexto de América latina y el Caribe, que luego se
convierten también en teorías y esto tiene mucho que ver precisamen-
te con la teoría postcolonial y la teoría descolonial y quiero hacer una
diferencia entre las dos.
* Coordinadora de la Especialización y Maestría en Estudios de la Mujer, Universidad
Autónoma Metropolitana (UAM)-Xochimilco. Co-coordinadora del dossier de la presente
entrega de Andamios.
Volumen 8, número 17, septiembre-diciembre, 2011, pp. 181-197
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Mónica cEjas
Mi historia en el feminismo comienza fundamentalmente en lo
que era el Movimiento Amplio de Mujeres en República Dominicana.
Te estoy hablando de finales de la década de 1980, cuando había muchos
grupos que no habían entrado en la institucionalización. Cuando
digo institucionalización me refiero a esta proliferación de ong’s, de la
cooperación internacional. En la mayoría de los países, los grupos de
autoconciencia, los grupos, colectivos de reflexión, de lectura, etcétera,
eran lo que existía. Ahí llego yo, digamos. Yo no llego ni a través de
cooperación ni de proyectos ni de Organizaciones No Gubernamentales
(ong’s), sino más bien de una construcción política que colectivamente
íbamos creando en el Movimiento de Mujeres, y ahí se va construyendo
un feminismo muy colectivo entre muchas. República Dominicana
es un país que está en el Caribe. El Caribe es una cosa muy compleja,
¿no?; cualquiera cree que el Caribe es una unidad, pero no es cierto.
Nosotras, hispanoparlantes, hemos tenido más conexión con el resto de
América latina que con el resto de el Caribe. Entonces, ese feminismo
estaba muy ligado a los procesos que se estaban llevando, más que
todo en los países de América latina, que era esa concientización, en
un momento de mucho impacto de la educación popular. Fue muy
importante para nosotras esta perspectiva en el sentido de que em-
pezábamos a hacer talleres con las mujeres, procesos de conciencia
política. Obviamente en ese momento, pensábamos en ese sujeto mujer
homogéneo, todavía el tema de la raza no estaba tan presente, aunque era
un país predominantemente afro. Recuerda que en América lati na uno
de los elementos centrales fue el feminismo popular que plantea ba
una relación con la izquierda. Y la clase sí estaba presente. Las mujeres
nos empezamos a cuestionar ese feminismo centrado en mujeres de
clase media Ese debate fue central y yo también estuve en esos debates.
Luego fue lo del racismo.
Después, en República Dominicana empezamos a hacer articulación en-
tre colectivos, grupos y, ahí sí empezaron a nacer las ong’s. Aunque
en Dominicana hubo un momento, sobre todo a finales de los ochenta,
con una particularidad, y es que sí pudimos articular acciones colectivas,
tanto con aquellas que eran de ong’s como aquellas independientes; en
esa época no se hablaba de autonomía, sino que éramos independientes.
La lógica de la institucionalización no pasó tanto por esas acciones
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políticas colectivas en la década de 1980, aunque después sí. En
los noventa hubo un desplazamiento de la acción colectiva por una
presencia importante de las ong’s, y ya sabemos lo que eso implicó,
¿no?; la jerarquización, la burocratización y la dependencia de los
proyectos y de la cooperación internacional.
En ese momento también surgió en Dominicana una propuesta
antirracista y antisexista a principios de los años noventa. En Estados
Unidos había surgido el Black Feminism. Las feministas negras estaban
ya en un debate sobre el tema de la articulación entre raza, clase, sexo,
luego viene la sexualidad. El colectivo Combahee River, digamos, fue un
grupo pionero en plantear lo que ahora se llama la interseccionalidad,
pero antes, estamos hablando de 1978, ya lo habían hecho. Y nosotras en
parte influenciadas por esos pensamientos, sobre todo de líderes como
Angela Davis, viendo también la situación por ejemplo de las mujeres
negras en el Caribe, en América latina, empezamos a construir lo que
hoy se puede decir que es el Movimiento de Mujeres Afro. Entonces,
ese fue un activismo central para mí. Obviamente también pasamos por
todos los procesos por los que todos los movimientos sociales pasan,
que primero es pensar a la mujer negra como una homogeneidad,
aunque fuese un momento importante en el sentido de que la política
de identidad fue un elemento central para poder cohesionarnos frente
a un feminismo que no consideraba estas cuestiones. Luego ya veíamos
las diferencias de clase, de capital simbólico y material, de lugar y tam-
bién de perspectivas políticas.
En ese momento, principios de los noventa, participé en la or-
ganización del Primer Encuentro de Mujeres Negras de América Latina y
El Caribe. Participé y fui impulsora también de lo que fue la Red de
Mujeres Afro, siempre articuladas al movimiento feminista. Si hay una
particularidad que se dio en Dominicana es que a pesar de que muchas
estábamos en el tema del racismo y sexismo, por ejemplo, yo pertenecía
a un grupo que se llamaba Casa por la Identidad de las Mujeres Afro,
siempre estábamos articuladas con el resto de las feministas, teníamos
una perspectiva feminista y así nos asumíamos, aunque la mayoría de
las feministas no racializadas no abordaban el racismo, no visibilizaban
a las mujeres afro. Entonces, yo vengo de ese proceso.
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Posteriormente por esta misma época empecé a politizar mi les-
bianismo cuando conocí la propuesta del lesbianismo feminista; todavía
no estaba en boga lo que hoy se llama lgtb (Lésbico-Gay-Transgénero-
Bisexual). Éramos lesbianas que estábamos dentro del movimiento
feminista y que también estábamos dentro de ese movimiento antirracista
y antisexista, y yo comencé a politizar el tema del lesbianismo político
conjuntamente con otra compañera, Yuderkys Espinosa que era mi com-
pañera en ese momento y fue clave también para ese proceso po lítico.
Empezamos a tener en Dominicana una presencia importante como les-
bianas feministas visibles, porque en ese contexto ya te puedes imaginar
qué difícil era asumirse públicamente como lesbiana. Si hubo una
cosa que nos caracterizó siempre, fue tratar de articular las prácticas
políticas con la teoría, en un primer momento compartiendo textos,
haciendo círculos de estudios en colectivo y mucho más; después ya
vino una relación con la academia, que luego te voy a explicar. Entonces
digamos, es en torno a estas perspectivas —feminista, antirracista
y lesbiana feminista— que en Dominicana se centra mi activismo, muy
articulado a reflexiones teóricas.
A partir de 1996 comenzó todo el debate sobre autonomía e ins-
titucionalidad, un poco antes digamos, en el encuentro de El Salvador,
que fue un Encuentro Latinoamericano y del Caribe, el número vi.
Va rias compañeras de México y Centroamérica, fundamentalmente
articula das a “Las Cómplices”, comenzaron a colocar ya en el centro
del debate el fenómeno de la institucionalización del feminismo en el
contexto de Beijing y la 4a Conferencia Mundial de la Mujer organizada
por la Organización de las Naciones Unidas (onu). Empezaron a colocar
toda la crítica a la institucionalización que era no solamente hacia las
ong’s sino a la injerencia del Banco Mundial, la injerencia de la onu, de
la Ayuda Internacional al Desarrollo en el movimiento y la pérdi da
de principios políticos más radicales y cuestionadores del feminismo.
Nosotras, en Dominicana, sin habernos conectado en un principio
con estas compañeras, Yuderkys y yo fundamentalmente, ya veníamos
teniendo una crisis en este sentido. Fuimos a Beijing y pensamos que era
otra cosa, y allá desde Beijing fue cuando nos convertimos en autónomas,
porque nos dimos cuenta cómo se tejían todas las relaciones de poder y
los objetivos políticos que se perseguían con esta conferencia. Y entonces a
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partir de ahí, y de manera mucho más concreta en el Encuentro de Chile
en 1996, ya nos definimos como autónomas, dentro de la corriente o
del movimiento de la autonomía. Yo me posiciono entonces desde el
feminismo antirracista, del lesbianismo feminista y del movimiento
autónomo, y creo que eso no es casual. Yo siempre digo que no es casual
que la mayoría de las autónomas seamos lesbianas feministas o que
tengamos una posición antirracista, porque es desde estas posiciones
que se puede articular un feminismo contrahegemónico y crítico.
Hasta ese momento yo ya escribía mucho, muchos artículos en torno
a nuestra práctica política, articulando siempre la teoría. Cuando vivía
en México me decidí a hacer una investigación sobre los aportes de
varios grupos de mujeres afros a la teoría feminista, que estaban en Brasil,
Honduras y República Dominicana y ahí fue que comencé a sistematizar
más mi pensamiento teórico, siempre articulado al activismo.
Estas perspectivas, antirracista, lesbiana feminista y autónoma, son
las que he siempre tenido desde que comencé y que han estado acom-
pañándome en este feminismo en los países donde viví: México, Brasil,
Argentina, Francia, Colombia y mucho en la articulación que he hecho
con otras compañeras de muchos países, sobre todo de Latinoamérica
y el Caribe.
Llegué a Colombia en 2006, y empecé a interactuar con la academia
colombiana, fundamentalmente en la Universidad Nacional de Co-
lombia, la más importante universidad pública del país, donde, a
pesar de que hay de todo, se puede decir que hay muchas propuestas
y expresiones de pensamiento crítico. Como espacio académico, es
uno que articula mucho el pensamiento contrahegemónico tanto
des de grupos estudiantiles, como de también desde la docencia y
la investigación. No es casual que en estos momentos la mayoría de
los grupos feministas más críticos salen de la Universidad Nacional.
Entonces, por eso me interesó la Universidad Nacional. En la Escuela
de Estudios de Género me ofrecieron primero docencia con dos cursos
centrales que yo doy: Racismo y Patriarcado, y el otro: Teoría lésbico-
feminista, que tienen mucho éxito, sobre todo el lésbico-feminista que
es el primero que ofrecí, y luego me ofrecen la coordinación curricular
de los postgrados en Estudios de Género (maestría y especialización),
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y hasta ahora estoy ahí, impulsando en la medida de lo posible un
pensamiento crítico, porque yo no me trago el cuento de que en las
universidades se hacen revoluciones, por más pensamiento crítico que
haya, pues al final son instituciones. Se pueden hacer cosas que pueden
generar pensamiento crítico y que esto puede derivar positivamente
en los movimientos sociales. Esa es mi intención. Eso es para resumir-
te como treinta años de activismo.
—Me hablaste de lo postcolonial sobre todo a partir de la historia personal
que tiene mucho que ver con esta posición de mujer afro en/de América latina,
además de todos los cruces con la identidad sexual dentro del movimiento.
Pero, concretamente, cuando llega la teoría postcolonial a América latina,
trata de dialogar en torno a estos planteamientos que vienen de afuera, de
otros espacios, también de la India, pero con ciertos intelectuales ubicados
en centros de poder. ¿Qué pasó entonces? ¿Se dieron diálogos?; ¿la crítica
feminista en América latina lo vio como un desafío o, al contrario, muchas
de esas categorías de análisis en realidad dialogan perfectamente, aunque
obviamente fueron pensadas en otro contexto? ¿Qué opinas al respecto? Por
ejemplo, con la llegada de los planteamientos de Gayatri Spivak, ¿se dio
realmente un diálogo, se pueden plantear diferencias que van más allá del
contexto? ¿Cómo lo ves tú?
—Mira, cuando hablo de feminismo, hay muchos ámbitos donde éste se
desarrolla y se concretiza, como por ejemplo la academia, el movimiento
social, el Estado, etcétera. Hay también diferentes corrientes políticas
feministas.
Entonces es en la academia, donde el concepto y la propuesta de
la postcolonialidad llega, sobre todo de autoras que, aunque son muy
críticas, tienen ciertos privilegios en torno al espacio desde donde
producen los conocimientos y eso tiene que ver con la forma en que
circula el conocimiento. Entonces sabemos que toda esta teoría post-
colonial —incluyendo la descolonial—, viene de los centros académicos
del norte, de migrantes que, aunque son del sur, han tenido diferen-
tes experiencias en la academia del norte. Yo sé que, por ejemplo,
muchas de ellas —Spivak, Mohanty, etcétera—, allá mismo tienen que
pelearse también por el hecho de que son subalternas, por ser migrantes
del Sur, pero en relación con el resto de los países del sur, y sobre todo
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frente a nuestra región, pues tienen privilegios, y yo creo que esto marca
también el impacto que ha tenido la teoría postcolonial en el feminismo
académico en América latina y el Caribe.
Ahora bien, a través del Grupo Latinoamericano de Estudio, For-
mación y Acción Feminista (glEfas), uno de los grupos al que yo
pertenezco ahora, lo que estamos haciendo es recuperar todas esas
propuestas feministas descolonizadoras que han existido siempre. Han
existido desde las prácticas políticas aunque no han sido suficientemente
teorizadas, o no las validamos como tales porque siempre se han visto
como testimonios no aptos para la teoría. Las mujeres indígenas, las
mujeres afro, muchas mujeres mestizas, las mismas mujeres de los sec-
tores populares, han colocado en el centro parte de los debates a los que
refiere la teoría postcolonial, por ejemplo, el hecho de que al “sujeto”
o la “sujeta”, que no tiene privilegios de raza, de clase, de sexualidad,
de sexo, no se le reconozcan sus historias, sus relatos, eso es parte de
la colonización del saber y del poder, central en la teoría postcolonial y
también en la teoría descolonial.
Hace tiempo que en América latina y el Caribe venimos haciendo
esto. Después llegó la teoría postcolonial, además como una moda
académica. Eso no quiere decir que no tenga aportes interesantes, al
contrario; lo que quiero decir es que el surgimiento por ejemplo de los
estudios culturales, de los estudios postcoloniales, descoloniales deviene
por un lado de una conciencia más crítica dentro de la academia, pero
los mismos, por lo menos hoy, también se van institucionalizando,
¿me entiendes? Se trata de analizar cómo el sistema y sus responsables
van tomando propuestas críticas para muchas veces hacerlas parte
del sistema mismo y despolitizarlas. Por supuesto que me interesa y
cito a Spivak, a Mohanty, pienso que tienen muchas cosas que decir,
pero también mi apuesta es recuperar parte de las voces, escritos, pro-
puestas, análisis de feministas de estas latitudes que tienen mucho
que aportarnos: por ejemplo, la boliviana Julieta Paredes, de Muje-
res Creando Comunidad, una indígena aymará, pero también Yuderkys
Espinosa, Breny Mendoza, las compañeras indígenas de Guatemala
como Aura Cumes; Silvia Rivera Cusicanqui, también de Bolivia, quien
hace tiempo nos habló del colonialismo interno; sin embargo hoy se
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reconocen los aportes de Aníbal Quijano, por ejemplo, quien lo dijo
mucho después.
—Hace tiempo... desde la historia oral, ¿no es cierto?; todo lo que ella ha
aportado también.
—Claro, Silvia Rivera Cusicanqui es una mujer que aporta mucho en
ese sentido. Nosotras mismas, como autónomas, muchas compañeras
de este movimiento han hecho grandes contribuciones teóricas, como
Margarita Pisano, Ximena Bedregal y muchas más que ni siquiera he-
mos reconocido suficientemente y que son unas grandes teóricas. Creo
que en nuestra región sigue la herencia eurocéntrica en pensar que
lo teórico se produce en la academia y además que se produce en Europa
y Estados Unidos.
—Es la colonialidad del saber que está tan fuerte ahí, ¿no?
—Exactamente.
—Y en ese sentido, incluso el mismo término “postcolonial” ha sido muy
criticado desde América latina. Se entiende en la India porque ahí sí es claro
el contexto, y por la experiencia colonial concreta. Pero en el caso nues-
tro es más complejo, ¿sería más conveniente hablar de lo descolonial, como tú
decías, en lugar de postcolonial?
—Sí, yo creo que es más correcto. Primero quiero decir que yo creo
que en la teoría postcolonial por supuesto que encontramos elementos
comunes, a pesar de que se refiere al contexto de la colonización bri-
tánica, sobre todo el proceso de independencia que hubo en Asia,
particularmente en la India a través de intelectuales también concretos.
Y yo creo que sí, por supuesto que tenemos sinergias, porque lo que
propone la teoría postcolonial, es reconocer una narrativa histórica
de sujetos subalternos que nunca ha sido reconocida, donde Europa siem-
pre fue el centro del poder, del saber y de todo. Lo que yo creo es que,
por ejemplo, al concepto de “lo subalterno”, hay que contextualizarlo,
ver si nos sirven o no muchas de las teorías que se producen en otras
latitudes. Yo lo que creo es que tendríamos que pensar en un proceso de
descolonización, cuáles son aquellas teorías propias, y cuando digo propias
no quiero decir que no estén en relación con otro contexto, sino
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cuáles son esas teorías y conocimientos que se van produciendo aquí
que surgen de la práctica política y de la academia crítica. Siempre en
relación con otros contextos.
—O que existan en estado puro, eso es imposible, ¿no?
—Exactamente, no existen en estado puro, hay que contextualizarlas,
hay que ver el lugar de enunciación de quien escribe, todas estas
cosas que ya sabemos. Lo que creo es que para mí es más propicio
hablar de teoría descolonial porque, precisamente en nuestro contex-
to latinoamericano y caribeño, lo que estamos tratando de hacer es
descolonizarnos, que no solamente pasa por el tema de la teoría. Yo
estoy de acuerdo con el concepto de Quijano de la colonialidad del
saber y del poder, que no solamente se limita al colonialismo como un
momento histórico, sino más bien se relaciona con toda la herencia
eurocéntrica y dependiente que aún tenemos. Estamos súper colonizadas
y colonizados en muchos sentidos en torno al racismo, el clasismo, el
heterosexismo, incluyendo nuestras relaciones de pareja y relaciones
homoeróticas y también las formas en que hacemos feminismo. En-
tonces, ubico el teorizar descolonial como lo más propicio para este
contexto porque, ciertamente, lo que tratamos de hacer quienes nos
paramos en una visión crítica es descolonizar esa la relación saber-poder
en todas las relaciones sociales. Ahora bien, yo también creo que lo que
se denomina como teoría descolonial viene en la misma lógica que la
postcolonial, es decir, ha venido de latinoamericanistas que están en el
centro, fundamentalmente desde Estados Unidos, además produciendo
en inglés, (eso es muy importante por el tema de cómo circula el co-
nocimiento y a quiénes llega el conocimiento), y que luego nosotras,
y algunos y algunas, asumimos como que es “la” teoría más crítica. Lo
que quiero señalar es que ojalá tuviéramos la capacidad, por lo menos
las feministas críticas de esta región, de entender que hace tiempo que
aquí se está hablando de descolonización y hay que buscar esa teoría
y aplicarla a nuestros análisis políticos. Es decir, no es solamente un
asunto metodológico o epistemológico, sino político, ¿me entiendes?
Creo además que lo descolonial implica analizar los contextos, entender
qué particularidad tiene América latina hoy día; supone analizar el
militarismo, la política de seguridad, todo lo que son los megaproyectos,
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las lógicas del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional (fMi),
todo lo que son las propuestas de ajuste estructural, y no solamente
el tema de la representación porque creo que parte de esa teoría se
ha quedado mucho en la representación del poder. Hay que compren-
der qué es lo que construye ese sujeto o esa sujeta en contextos
particulares. Y en el caso de América latina con los niveles de pobreza
que tenemos ahora, con unas apuestas de gobiernos supuestamente de
izquierda en muchos países, pero que reproducen muchísimo la nueva
política de ajuste estructural que hace años se está implementando en
América latina, la política neoliberal que está afectando a las mujeres;
y digo a las mujeres de manera particular porque yo creo que son
uno de los sectores que han sido más afectados por esas políticas
y obviamente, hombres racializados, hombres pobres, también
mujeres pobres y mujeres racializadas. Descolonización es entender
todo esto y actuar sobre ello para transformarlo. Es más pertinente
hablar de descolonización porque yo creo, por ejemplo, que la teoría
postestructuralista que es muchas veces posmoderna, es bastante
individualista. Se centra mucho en el sujeto y además, ¿cuál sujeto? La
teoría Queer, por ejemplo (ahora también hay muchas tendencias de
lo que se puede llamar teoría Queer), se plantea para evidenciar el no
esencialismo de las identidades: mañana puedo ser esto y pasado puedo
ser esto otro, mientras que una persona racializada no puede cambiar
así. Entonces, ¿a qué sujetos y sujetas refiere realmente esta teoría?
—Está dirigida o está apelando, ¿no?
—Exactamente. Y obviamente está despolitizando mucho a los mo-
vimientos y a las construcciones colectivas. Muchas veces veo que parte
de la propuesta posestructuralista, que asume posiciones bastan te pos-
modernas (por ejemplo, los planteamientos de Foucault), nos deja sin
la posibilidad de construir colectivamente contrahegemonías, y ese es
el peligro que le veo, aunque reconozco muchos aportes interesantes de
estas teorías y también las aplico y las utilizo.
— Esa era precisamente también una de las preguntas: ¿Qué posibilidades
políticas le vemos a esto? Tal vez la clave de lo que nos estás diciendo, muy
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fuerte, sería el contexto. Volvamos al contexto y repensémoslo desde el
contexto.
—Quiero aclarar que ubicar la mirada y los análisis en un contexto,
no quiere decir que no miremos otros contextos. Lo que tenemos que
entender es cuál es la genealogía de cierta propuesta política, de ciertas
posiciones teóricas, pues los lugares de enunciación son produci-
dos por relaciones sociales contextualizadas.
Yo creo que el feminismo siempre ha sido internacionalista, y
creo que tiene que seguir siendo internacionalista, sobre todo ahora
con fenómenos como la globalización, en la que cada vez hay más
interacciones, en que el tiempo y el espacio se reducen, creo que cada
vez más tenemos que hacer alianzas transnacionales. De hecho tenemos
que ser antinacionalistas para poder hacer luchas comunes. Pero cuando
tú te ubicas en un contexto y ves la propia historia de este contexto y
puedes ver la propia historia de otro contexto, tienes posibilidad de
comparar y analizar con un sentido histórico. Y en la comparación,
de manera positiva digamos, puedes encontrar, ahí sí, elementos
comunes tanto de los contextos distintos pero también de los similares,
y es lo que nos va a dar la posibilidad de buscar alianzas con base en
proyectos políticos más claros, especificando cómo se da la relación
entre raza, clase, sexo etcétera, en determinados contextos distintos
pero articuladas a cuestiones más sistémicas. Sigo pensando que aun-
que hubo una crítica a las narraciones únicas, para mí lo estructural
sigue siendo muy importante, viéndolo como relaciones sistémicas
que se producen en muchos tiempos y en muchos lugares, porque
cuando yo menciono al patriarcado, éste refiere a una subordinación
que ha sido sistémica y que ha afectado a muchas mujeres en distintas
sociedades y en distintos tiempos. Para mí, eso es lo estructural, es de-
cir, cómo los fenómenos se van dando a través del tiempo, por
supuesto con diferencias en momentos, lugares, porque nos permite
analizar a más largo plazo, ciertos fenómenos que todavía nos afectan
fundamentalmente a las mujeres o a la gente racializada o a ciertas
personas que no tienen, digamos, privilegios de raza y clase. Para mí
el análisis estructural todavía es muy importante, sobre todo para esta
región.
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—Decías “esta región”; también nos olvidamos de las características que tiene
la región. A veces ponemos todo en una misma bolsa, y entonces borramos
muchas de las peculiaridades que tiene, por ejemplo, el movimiento afro, el
movimiento indígena; hay ciertos elementos que también hacen a la región y
que obviamente hay que tener en cuenta cuando hablamos de la posibilidad
política. A través de la crítica feminista, postcolonial, descolonial, podemos
hacer un análisis crítico, una invitación a repensar la región. Lo triste que
nos pasa siempre es que esto viene porque alguien lo pensó en el norte,
aun que Silvia Rivera Cusicanqui y otras ya lo estaban diciendo. Tenemos
ese problema tan grave de que en nuestra región no nos leemos entre nosotras.
Nos leemos mediadas, nos leemos por la traducción, a veces nos leemos en
inglés. Pero decías, el Caribe es un mundo que contiene varios mundos, y ahí
hay una cuestión fundamental que es el tema del lenguaje y la circulación
de las ideas a través del lenguaje. Si nos situamos así, en el mundo de habla
hispana, ¿cómo lo ves tú? Sé que hace poco estuviste en el Encuentro que
se hizo en Guatemala, ahí parece ser que precisamente la teoría postcolonial
tuvo una importancia, tuvo una presencia, y es muy interesante porque
fue en la voz de mujeres indígenas. Entonces yo creo que eso es un cambio
fundamental. Ahora el asunto es que nos lleguen estos planteamientos a
México, que nos lleguen publicados, editados.
—Mira, varias de nosotras desde hace tiempo tenemos como propuesta,
en ese proceso de descolonización, primero tratar de buscar teorías
propias; que no se trata sólo de la explicación de conceptos, sino
también explicar la genealogía de esos conceptos, de dónde vienen,
por qué surgen, en qué contexto y para que nos sirven, ¿no?; y en
segundo lugar, tratar de publicar, porque desgraciadamente todavía la
escritura está por encima de la oralidad; y también legitimar la ora-
lidad como productora de conocimientos. Este es uno de los grandes
retos. ¿Cómo reconocer producciones de conocimiento que no estén
centrados solamente en la escritura? Es un reto serio, ¿no?, porque
no siempre se legitima, inclusive dentro de la misma gente crítica no
siempre legitimamos los otros conocimientos que se producen de otra
manera, cuando ha sido central aquí, en los pueblos indígenas, en los
pueblos afros transmitir conocimientos a través de la oralidad, pero
también lo visual es súper importante. Eso por un lado. Lo otro es
que, a través tanto del glEfas como también desde Brecha Lésbica, una
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editorial autónoma a la que pertenezco, empezamos a dar a conocer el
pensamiento de indígenas, de mujeres afros, de lesbianas indígenas, de
lesbianas afros, críticas, eso sí, no solamente para que se conozcan, sino
para que sus análisis, pensamientos, prácticas, nos sirvan para el debate,
que sean nuestros referentes, para poder reconocer una genealogía del
pensamiento propio. Si no lo hacemos, vamos a seguir tomando, como
dices tú, parte de la producción que viene del centro que, además,
muchas veces utiliza la materia prima de aquí, de la región. Las y los
indígenas, las y los afros, siguen siendo los objetos de investigación.
Una de las cosas que yo creo que hay que hacer es tratar de hacer
publicaciones propias. La lógica del mercado editorial es terrible. Si tú
no publicas, por ejemplo, un gran número de textos en inglés, no eres
reconocida como académica, no te da puntos, y no tener puntos significa
que tu salario cada vez es más bajo. Ese es uno de los grandes problemas,
digamos, de la institucionalidad en la academia. Pero yo siempre digo
que el conocimiento no puede solamente circular en la academia; yo
creo que hay una responsabilidad nuestra de hacerlo circular en la mayoría
de los espacios que podamos, sobre todo donde este conocimiento
no llega, para que esto sirva para la conciencia crítica. Porque, ¿para
qué sirve el conocimiento si no es para conocer la realidad?; y si tú
tienes la opción de transformarla, pues debe servir para transformarla,
¿no? Entonces en este sentido, muchas estamos recuperando parte
de esas voces, de esos análisis, de esas propuestas y esas experiencias
que surgen de las prácticas políticas, de las feministas que no han tenido
privilegios, pero que aportan mucho a construir un feminismo más
crítico. Para eso debe servir un feminismo crítico, no puede quedarse
en la academia, en los fondos de documentación y en las cabezas
de algunas, tiene que circular y circular significa descentralizar el lenguaje,
la escritura, las editoriales, las lenguas hegemónicas, fundamentalmen-
te la inglesa, que tienen esas producciones. Y eso creo que tiene que
ser una responsabilidad ética, ¿me entiendes? Es una responsabilidad
ética con la historia de este continente y con nuestras historias de
colonización. Ciertamente este continente no es homogéneo, hay de to-
do, desde el Opus Dei hasta lo más revolucionario y transformador.
Pero yo me refiero a esto último. No podemos seguir leyendo nuestro
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contexto con otras referencias teóricas europeas o estadounidense, que
sí nos pueden ayudar, pero no pueden seguir siendo “las referencias”.
—Con la intención de que esta entrevista sea una forma de llamado, de
diálogo entre nosotras, ¿podrías hablarnos de iniciativas, tanto desde la
academia como desde el movimiento, que tú sepas, que conozcas, que están
en este plan de recuperación de voces?
—Pues mira, yo quiero recuperar un movimiento del cual formo parte,
que son las feministas autónomas, que no solamente fuimos críticas de
este fenómeno de la institucionalización, sino que nosotras mis mas
empezamos a hacer cosas sin necesidad de dinero y sin necesidad de la
legitimidad del Estado, sin necesidad de la legitimidad de la academia.
Las Cómplices; Margarita Pisano, en Chile; Ximena Bedregal, en México
y Bolivia; Las “Mujeres Creando”, “Mujeres Creando Comunidad”.
También en Chile, por ejemplo, está “Memoria Feminista”; en Porto
Alegre, Mulheres Rebeldes; en Guatemala, Lesbiradas y la Escuela
Lésbico Feminista; en El Salvador, el Colectivo Kali Naualia; en México
hay muchos colectivos también… como el Movimiento de Mujeres de
Aguas Calientes y muchas más.
Y bueno, nosotras como glEfas tenemos una articulación de pensadoras
y activistas feministas. Nuestros cursos de formación generalmente to-
man la experiencia como un elemento central, un aprendizaje del Black
Feminism asumiendo que la experiencia también produce conocimiento
y eso cuestiona inclusive el concepto de intelectual: ¿qué es lo que es
una intelectual, finalmente? Tenemos nuestra propia editorial, que
es bastante autogestionada, a veces recibimos algunos pequeños fondos,
pero muy pocos, y lo demás lo buscamos nosotras mismas vendiendo
los libros, y vamos vendiendo y vamos cooperando para producir otros.
De hecho, ahora se va a publicar uno mío basado en mi tesis de maestría
sobre heterosexualidad y nación, y otro de Breny Mendoza. Tenemos en
nuestra página web muchos de los textos de Silvia Rivera Cusicanqui,
de Julieta Paredes, de Yuderkys Espinosa, de todas estas de que te he
hablado hasta ahora, y de otras compañeras que aunque no estén en la
academia están produciendo bastantes cosas interesantes.
En Colombia, por ejemplo, hay unos grupos feministas de com-
pañeras jóvenes maravillosas que también están haciendo eso que
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“DEsDE la ExpEriEncia”. EntrEvista a Ochy curiEl
llamábamos educación popular: un pensamiento con la acción. Y
están haciéndolo en los barrios, en las mismas universidades con sus
propios medios, también buscando ese pensamiento que sale de las
mujeres de sectores populares que sabemos, ya que ahí hay mucho
conocimiento cotidiano. Aquí en Colombia están el Colectivo Juana Julia
Guzmán, que trabaja con detenidas políticas y ahora están trabajando
también con jóvenes en los barrios; y está la Colectiva Feminista, las
Des-Sujetadas, las Rizomas, que son unas jóvenes de 11 a 14 años. Hay
muchos grupos en la región haciendo mucho activismo interesante,
autónomo y autogestionario.
—No sé si quieres agregar algo más, ha sido muy rica la plática, como
para seguir mucho más. Ahora que te vamos a tener aquí, que puedas traer
esas publicaciones. También esa es una cuestión, ¿no?, la difusión. ¿Cómo
emprendimientos que son autónomos, que no forman parte de las redes del
capitalismo editorial; cómo hacer para que lleguen?
—Pues mira... nosotras —generalmente, cuando digo nosotras somos la
mayoría de las que te he mencionado— lo hacemos fundamentalmente
a través de la cooperación entre unas y otras, ¿me entiendes? Por
ejemplo, yo sé que tengo ciertos privilegios, que puedo viajar a mu-
chos eventos a los que me invitan. Siempre ando con los libros nuestros
y de muchas, de hecho tengo un problema en los brazos porque cargo
tanto, además yo vivo en un quinto piso. Siempre mis maletas van
llenas de los libros de otras, de los míos, de los discos míos, pero esa
es la manera en que ponemos a circular el conocimiento de otras formas.
Ahora, nosotras, como glEfas por ejemplo, en estos momentos estamos
articulando un proyecto muy interesante que se llama La Globale
Bogotá, que es un festival para proyectar documentales con perspectiva
crítica, conjuntamente con otros movimientos sociales, porque lo visual
es muy importante para producir conocimientos. Desde ahí estamos
recuperando parte de la producción de muchos grupos feministas, que
sin financiamiento hacen documentales con su camarita. Y ahí estamos
promoviendo estas producciones.
Creo que ahora la tecnología tiene la ventaja de que puedes subir
textos a Internet, y que subirlos significa que por lo menos alguien va a
abrir alguna vez ese texto y que lo va a leer, entonces estamos también
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Mónica cEjas
priorizando nuestra página web, tratando de hacer conexiones con links
de otros grupos que también están produciendo en ese sentido. No
tenemos dinero para hacer una distribución como la hacen las grandes
librerías. Además, desde mi experiencia, los libros nuestros en las li-
brerías se venden muy poco, hay que esperar una cantidad de tiempo
para que se vendan, y es diferente cuando tú vas a las conferencias o das
una conferencia, que pones tus libritos ahí y a alguien le mueves la vida,
y te compran los libros. Esa es la manera en que nosotras lo hacemos.
Y la otra cosa es, en el caso mío por ejemplo, que estoy en la aca-
demia, insistir que los fondos de documentación tienen que llenarse de
producción de feministas latinoamericanas críticas. Yo, particularmente,
llevo libros al fondo de documentación de la Escuela de Estudios de Gé-
nero de la Universidad Nacional, presiono mucho en las reuniones de
docentes para que entren en sus programas bibliografías de feministas
latinoamericanas.
Además, desde hace tiempo hacemos articulaciones con academias
críticas. Desde el glEfas, por ejemplo, nosotras siempre hacemos un
coloquio cada año o cada año y medio. Se hizo el primero en Buenos
Aires, el segundo se hizo aquí en Bogotá y el tercero va para Hondu ras.
Entonces, lo que tratamos es de articular con aquellas academias críticas,
con gente que viene del movimiento y gente que viene de la academia.
Nuestros cursos también son hechos así. En Perú, por ejemplo, hicimos
así con la Universidad de San Marcos un curso de formación sobre
racismo y patriarcado donde había afros, mestizas, indígenas; fue
súper interesante. Hay mucha gente interesante en la academia, o sea
la academia no se descarta así porque sí, porque es una institución, yo
creo que hay academias y academias, ¿no? Enton ces también es una
apuesta que tenemos, tratando de que también en esa institución que
forma gente por generaciones, pues también esté el pensamiento crítico
y que puedan generar acciones más allá de la universidad.
—Además, muchas de nuestras estudiantes son activistas, ¿no? Y están
to do el tiempo ligando la academia con el activismo; tratando de conciliar to do
ese discurso académico, en esa tensión con el activismo. Creo que ese tipo de
cursos, precisamente que invitan a discutir esa tensión son muy ricos, no sólo
para las docentes, no sólo para el ambiente académico, sino para los mismos
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movimientos. Yo trabajo mucho temas de África, trabajo sobre el movimiento
de mujeres en África y una de las cosas que plantean muy fuerte las feministas
africanas —donde también ellas hablan de feminismos en plural— es que
antes que todo, es un feminismo postcolonial, pero además, toda feminista
de la academia es necesariamente alguien que está en la militancia, en el
movimiento, en el compromiso social; que es imposible separar una de la
otra. Incluso, aunque tengas la académica que después va a un puesto en el
gobierno y toma por esa vía. Digamos que hay una idea clave: no se puede
separar. Y en el caso nuestro muchas veces aparece como un dilema, ¿no? La
academia y la militancia, y cómo congeniar esas formas discursivas.
—Y además yo creo que también hay una parte del feminismo activis-
ta que niega toda la teoría, cuando ellas mismas están haciendo teoría
probablemente; pero yo creo que tiene que ver con esa separación
teoría-práctica que te decía antes; con pensar que sólo en determinados
espacios se produce conocimiento (que es parte de la colonización
también). Es la lógica de la ciencia neutral, el conocimiento verdadero,
el conocimiento legítimo. Lo que nosotras vamos a decir de entrada es
que en los dos se producen discursos y teorías y también prácticas; el
tema es cómo articular eso, y todo obviamente depende de los proyectos
políticos que tengamos, sea en la academia, sea en el movimiento, sea
donde sea.
Volumen 8, número 17, septiembre-diciembre, 2011, pp. 181-197