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Behavioral Psychology / Psicología Conductual, Vol. 25, Nº 1, 2017, pp. 129-146
DIFERENCIAS DE SEXO EN EL USO DE INTERNET EN
ADOLESCENTES ESPAÑOLES1
Sandra Golpe Ferreiro1, Patricia Gómez Salgado1, Sion Kim Harris2,
Teresa Braña Tobío1 y Antonio Rial Boubeta1
1Universidad de Santiago de Compostela (España); 2Harvard Medical School
(Estados Unidos)
Resumen
El uso de internet entre los adolescentes constituye una oportunidad de
desarrollo personal, pero también una fuente potencial de problemas y riesgos.
Los aspectos sociales y culturales asociados al sexo pueden condicionar tanto a
priori los patrones de uso de internet, como las consecuencias derivadas. El
objetivo del presente trabajo fue explorar las diferencias de sexo en los hábitos y
motivos de uso de la red, en distintas prácticas online de riesgo, en el uso
problemático de internet o en el papel ejercido por los padres y madres. Para ello
se utilizó una muestra de 40.955 estudiantes de secundaria de España (12-17
años). Los resultados obtenidos constatan importantes diferencias de sexo en los
motivos de uso, la utilización de las redes sociales, el teléfono móvil y la
mensajería instantánea. También se encontraron diferencias en la prevalencia de
uso problemático o de prácticas de riesgo como el ciberacoso y en el papel de los
progenitores. Estos hallazgos permiten discutir ciertas claves interpretativas desde
la perspectiva de género.
PALABRAS CLAVE: internet, adolescentes, sexo, nuevas tecnologías.
Abstract
The use of the internet among adolescents is an opportunity for personal
development, but also a potential source of problems and risks. Social and
cultural aspects related to gender could, a priori, determine patterns of internet
and social networks usage, as well as the resulting consequences. The aim of the
present study was to explore the possible gender differences regarding internet
usage habits, reasons for its use, online risky behaviors, problematic internet use
(PIU) and parental role. To achieve this goal, a sample of 40,955 Spanish
Compulsory Secondary School students aged 12-17 was analyzed. The results
obtained confirmed relevant gender differences in the reasons for using it, in
social networks, mobile phone and instant messaging use. Differences in
prevalence of PIU, in risky practices such as cyberbullying and in parental role
were also detected. These findings allow for discussing some interpretative keys
from a gender perspective.
KEY WORDS: internet, adolescents, gender, new technologies.
Correspondencia: Sandra Golpe, Facultad de Psicología, c/ Xosé María Suárez Núñez, s/n, Campus
Vida, Universidad de Santiago de Compostela, 15782 Santiago de Compostela (España). E-mail:
sandra.golpe@usc.es
130 GOLPE FERREIRO, GÓMEZ SALGADO, KIM HARRIS, BRAÑA TOBÍO Y RIAL BOUBETA
Introducción
A pesar de los innumerables beneficios que la evolución tecnológica ha
reportado, son muchos también los riesgos que pueden derivarse de un mal uso
de las nuevas tecnologías (NT) (Livingstone, Haddon, Görzig y Ólafsson, 2011;
O´Keeffe y Clarke-Pearson, 2011; Rial, Golpe, Gómez y Barreiro, 2015; Valkenburg
y Peter, 2011). Los adolescentes en particular constituyen un segmento
especialmente vulnerable, tanto por las características psicofisiológicas del
momento evolutivo en el que se encuentran, como por su mayor sensibilidad al
entorno social (Castellana, Sánchez-Carbonell, Graner y Beranuy, 2007; Yang y
Tung, 2007). Son muchos los trabajos que alertan sobre el uso abusivo de internet
por parte de los jóvenes (Blinka et al., 2015; Castellana et al., 2007; Del Castillo et
al., 2008; Fortson, Scotti, Chen, Malone y Del Ben, 2007; Gencer y Koc, 2012)
relacionándolo incluso con consecuencias negativas a nivel tanto físico como
psicosocial (Bélanger, Akre, Berchtold y Michaud, 2011; Caplan, 2002; De Leo y
Wulfert, 2013; Yao y Zhong, 2014).
El bajo rendimiento escolar, la disminución del interés por otras actividades o
la alteración de las pautas de alimentación y de sueño son solo algunos de los
elementos destacados en la literatura (Durkee et al., 2016; Yang y Tung, 2007;
Young, 2005). Por otra parte, el uso de internet puede implicar también el acceso
incontrolado a contenidos pornográficos, violentos, racistas, sexistas, así como a
webs de apuestas o juegos online que pueden resultar contraproducentes.
Diferentes estudios han evidenciado incluso la relación entre el uso problemático
de internet y el consumo de drogas (Heo, Oh, Subramanian, Kim y Kawachi, 2014;
Lee, Han, Kim y Renshaw, 2013).
En este contexto, uno de los grandes caballos de batalla de los últimos años
ha sido dilucidar si el uso abusivo o problemático de internet puede ser
considerado o no como una adicción. A día de hoy existe una enorme controversia
al respecto, derivada tanto de la falta de unificación a nivel terminológico y
conceptual, como de criterios diagnósticos. Los términos empleados para referirse
al fenómeno van desde adicción a internet (Young, 1998), uso compulsivo
(Meerkerk, Van Den Eijnden, Vermulst y Garretsen, 2009), uso patológico
(Morahan-Martin y Schumacher, 2000), uso problemático (Caplan, 2002), uso
excesivo (Hansen, 2002), uso no regulado (LaRose, Lin y Eastin, 2003) hasta
dependencia de internet (Rahmani y Lavasani, 2011).
Lo cierto es que ni en la décima versión de la clasificación internacional de
enfermedades (CIE-10; Organización Mundial de la Salud [OMS], 1992), ni en la
quinta edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales
(DSM-5; American Psychiatric Association [APA], 2013) se recoge todavía esta
categoría. Únicamente en el DSM-5 se ha incluido el Trastorno de Juego por
Internet (Internet Gaming Disorder) en la sección III, apartado donde se ubican
aquellas entidades diagnósticas emergentes que necesitan de más investigación y
experiencia clínica. En este escenario, a la espera de consenso entre la comunidad
científica, parece que la solución más prudente es la de emplear el término uso
problemático, tal y como hacen Ceyhan, Ceyhan y Gürcan (2007), Pulido-Rull,
Diferencias de sexo en el uso de internet 131
Escoto-de la Rosa y Gutiérrez-Valdovinos (2011), Rial, Gómez, Isorna, Araujo y
Varela (2015) o Thatcher y Goolam (2005).
Pero más allá de este tipo de controversias, lo cierto es que tanto la literatura
como el sentir general de la población advierten de que no estamos ante un
problema menor (Durkee et al., 2012; Gámez-Guadix, Orue y Calvete, 2013;
Kormas, Critselis, Janikian, Kafetzis y Tsitsika, 2011). Ello implica la necesidad de
implementar estrategias capaces de educar a los jóvenes en el uso saludable de
internet y las NT, lo que supone abordar y entender el fenómeno tanto desde un
punto de vista comprehensivo como segmentado, atendiendo a diferentes perfiles.
En este contexto, la adopción de una perspectiva de género puede resultar de
utilidad, tal y como se ha demostrado en el análisis de otras problemáticas, tales
como la violencia de género (Ferrer y Bosch, 2005), la victimización escolar
(Povedano, Hendry, Ramos y Varela, 2011) o el consumo de drogas (European
Monitoring Centre for Drugs and Drug Addiction, 2006).
El género agrupa todos los aspectos psicológicos, sociales y culturales de la
feminidad y de la masculinidad. Nacer hombre o mujer implica vivir en contextos
culturales con posiciones y recursos desiguales, así como con distintos valores,
creencias y actitudes. La división de género imperante en cada sociedad asigna a
hombres y mujeres roles o papeles sociales diferentes y determina un conjunto de
pautas de comportamiento obligadas, permitidas o prohibidas, a las que deben
ajustarse cada uno de estos grupos (Sánchez, 2008). Todo ello aplicado al contexto
de internet y de las NT se traduce en las distintas maneras que chicos y chicas
tienen de relacionarse con y a través de la Red.
La revisión de la literatura respecto a los hábitos de uso de internet pone de
manifiesto que, si bien los chicos eran los que tradicionalmente hacían un mayor
uso de internet tanto en términos de frecuencia (Chen y Fu, 2009; Jiménez-
Pernett, De Labry-Lima, Bermúdez-Tamayo, García-Gutiérrez y Salcedo-Sánchez,
2010) como de tiempo de conexión (Lin y Yu, 2008; Madell y Muncer, 2004),
estudios recientes evidencian una diferencia cada vez menor entre chicos y chicas
en cuanto a las pautas de acceso (Garmendia, Garitaonandia, Martínez, y Casado,
2011; Livingstone y Haddon, 2009; Rial, Gómez, Braña y Varela, 2014). Asimismo,
son muchos los trabajos que han encontrado importantes diferencias de sexo en
cuanto al tipo de actividades y contenidos a los que los adolescentes acceden a
través de internet. Mientras que los hombres utilizan en mayor medida la Red para
jugar (Ak, Koruklu y Yilmaz, 2013; S. Chen y Fu, 2009; Weiser, 2000), realizar
descargas (Madell y Muncer, 2004), acceder a páginas web de contenido
pornográfico (Mesch, 2009; Sabina, Wolak y Finkelhor, 2008; Weiser, 2000) y
realizar apuestas online (Critselis et al., 2013; Olason et al., 2011; Wong y So,
2014); las mujeres utilizan comparativamente más la Red para buscar información
sobre los estudios (Ak et al., 2013; Chen y Fu, 2009; Chen y Peng, 2008; Lin y Yu,
2008; Odell, Korgen, Schumacher y Delucchi, 2000; Weiser, 2000) y para el
empleo de diversas aplicaciones sociales, entre las que se incluye la mensajería
instantánea (Ak et al., 2013; Pujazon-Zazik y Park, 2010), el correo electrónico
(Madell y Muncer, 2004; Pujazon-Zazik y Park, 2010; Weiser, 2000) o las redes
sociales (Pujazon-Zazik y Park, 2010).
132 GOLPE FERREIRO, GÓMEZ SALGADO, KIM HARRIS, BRAÑA TOBÍO Y RIAL BOUBETA
Más allá de los hábitos de uso o los motivos de conexión a la Red una de las
cuestiones que más preocupa a los investigadores tiene que ver con las prácticas
de riesgo llevadas a cabo por los adolescentes como el ciberacoso, el sexteo
(sexting) o la seducción pederasta (grooming). En lo que respecta al ciberacoso, los
principales estudios realizados tanto en el ámbito nacional como internacional
coinciden al señalar una mayor predisposición por parte de las chicas a convertirse
en víctimas y de los chicos en agresores (Burgess-Proctor, Patchin y Hinduja, 2009;
Calvete, Orue, Estévez, Villardón y Padilla, 2010; Félix-Mateo, Soriano-Ferrer,
Godoy-Mesas y Sancho-Vicente, 2010; Garaigordobil y Aliri, 2013; Keith y Martin,
2005; Ybarra y Mitchell, 2008), aunque también existen algunas investigaciones
que no han advertido diferencias en función del sexo (Álvarez-García et al., 2011;
Hinduja y Patchin, 2008; Junoven y Gross, 2008; Williams y Guerra, 2007).
Respecto al sexteo (sexting), cabe señalar la escasez de estudios que analicen esta
práctica entendida como “la difusión o publicación de contenidos (principalmente
fotografías o vídeos) de tipo sexual, producidos por el propio remitente, utilizando
para ello el teléfono móvil u otro dispositivo tecnológico” (Instituto Nacional de
Tecnologías de la Comunicación & France Telecom España, 2011, p. 4). Entre los
trabajos que evalúan el sexteo (sexting) de acuerdo con esta definición los
resultados encontrados son poco consistentes. Según un trabajo realizado por Cox
Communications (Thomas, 2009) en Estados Unidos, en la franja de edad de 13 a
18 años, son más chicas (65%) que chicos (35%) los que practican el sexteo
(sexting) a través de SMS o e-mail. Por su parte, Coskunpinar, Steiner y Cyders
(2013) encontraron que son los chicos los que envían con más frecuencia
imágenes a través de las redes sociales. Finalmente, también existen trabajos que
no han encontrado diferencias de sexo en esta práctica (Strassberg, McKinnon,
Sustaíta y Rullo, 2013; Temple et al., 2012). En cuanto a la práctica de la seducción
pederasta (grooming) un trabajo realizado por Wolak, Finkelhor y Mitchell (2004)
en el que se hace un análisis de crímenes sexuales cometidos contra menores a
través de la Red señala que un 75% de las víctimas son chicas, mientras que un
99% de los agresores son hombres. Sin duda, las posibilidades que internet brinda
de conocer y contactar con otras personas constituye el caldo de cultivo para el de
la seducción pederasta (grooming). Según los datos obtenidos dentro del proyecto
EU Kids Online II, en España el 21% de los menores afirma haber contactado en
internet con alguien que no conocía previamente en persona, cifra sensiblemente
inferior a la media europea (34%); y se encontró una mayor tendencia a este tipo
de contactos por parte de los niños que de las niñas (23% frente a un 19%)
(Garmendia et al., 2011). Por otra parte, un 9% de los menores entre 9 y 16 años
afirmaron haber acudido a una cita con alguien que conocieron en internet, no
encontrando diferencias estadísticamente significativas por sexo.
Tampoco faltan trabajos que se hayan centrado en comparar el riesgo de
chicos y chicas a la hora de desarrollar una posible adicción, uso patológico o uso
problemático. En este sentido, parece existir cierto consenso en que los hombres
muestran una mayor probabilidad de desarrollar esta problemática (Cao y Su,
2007; Ceyhan y Ceyhan, 2008; Durkee et al., 2012; Odacı y Kalkan, 2010; Yang y
Tung, 2007), si bien esta tendencia no parece confirmarse en el caso concreto de
Diferencias de sexo en el uso de internet 133
España, en donde las cifras de prevalencia son superiores entre las mujeres (Durkee
et al., 2012; Rial, Golpe et al., 2015).
Asimismo, ciertos estudios han explorado las diferencias de sexo con respecto
al uso del teléfono móvil (Bianchi y Phillips, 2005; Chóliz, Villanueva y Chóliz,
2009; Ruiz-Olivares, Lucena, Pino y Herruzo, 2010; Sabater y Fernández, 2015),
mientras que otros autores han destacado el papel diferencial de los padres y
madres y el grado de supervisión y control que estos ejercen (Eastin, Greenberg y
Hosfchire, 2006; Livingstone y Helsper, 2010; Rial et al., 2014). Sin embargo, más
allá de un análisis descriptivo puntual de las diferencias de sexo existentes que nos
permita conocer en qué punto del continuum igualdad-desigualdad se encuentran
los hombres y las mujeres respecto a las NT; es necesario integrar los diferentes
hallazgos e incorporar posibles interpretaciones subyacentes. Un conocimiento
más comprehensivo del fenómeno favorecerá el desarrollo de estrategias
preventivas más eficaces y la educación en igualdad en el uso de las NT entre los
jóvenes.
El presente trabajo tiene como objetivo general analizar si existen diferencias
en cómo los y las adolescentes se relacionan con la Red. Este objetivo general
puede ser desglosado en otros de carácter más específico, que consistirían en
analizar si existen diferencias entre chicos y chicas en diferentes áreas: (1) hábitos
de uso de internet, (2) motivos de uso, (3) redes sociales, (4) prácticas de riesgo, (5)
prevalencia del uso problemático de internet y (6) papel de los padres y madres. En
un entorno tan cambiante como el actual la disponibilidad de datos actualizados al
respecto debe contribuir a un seguimiento continuado del problema y a una mejor
comprensión del mismo.
Método
Participantes
Se llevó a cabo una encuesta online entre la población de estudiantes de
Educación Secundaria Obligatoria (ESO) de la comunidad autónoma de Galicia
(España). Para la selección de la muestra se recurrió a un muestreo intencionado,
contactando con los 493 centros escolares existentes. Accedieron a colaborar un
total de 255, lo que supone una participación del 51,7%. Las tres principales
razones por las que los restantes centros no participaron en el estudio fueron: 1)
problemas de tipo logístico y de organización para la recogida de datos, 2)
problemas derivados de la interferencia con la actividad docente y 3) factores de
tipo motivacional, por lo general derivados de la falta de interés mostrada en
algunos centros por la temática objeto de estudio. Cabe señalar también que la no
participación en el estudio siguió un patrón aleatorio. Los análisis realizados
mostraron tasas de participación similares en las diferentes provincias, entornos
geográficos y tipos de centro (públicos, privados y concertados). Por otra parte, la
participación dentro de cada centro fue masiva (superior al 95%), siendo los
únicos adolescentes que no participaron en el estudio aquellos que por diversos
motivos faltaron a clase el día de la recogida de datos.
134 GOLPE FERREIRO, GÓMEZ SALGADO, KIM HARRIS, BRAÑA TOBÍO Y RIAL BOUBETA
La muestra inicial recogida estuvo compuesta por 44.051 adolescentes. Tras
el análisis de valores perdidos y la depuración del archivo de datos, la muestra final
alcanzó los 40.955 adolescentes (49,5% mujeres y 50,5% hombres), con edades
comprendidas entre los 12 y los 17 años (M= 14,08; DT= 1,36). De estos, un
28,2% correspondía al primer curso; un 27,2%, al 2º; el 24,3%, al 3º; y el 20,3%,
a 4º de la ESO, de manera muy similar a la distribución poblacional. En cuanto a la
titularidad del centro, el 75,4% de los participantes asistían a colegios públicos y el
24,6%, a colegios privados/concertados.
Instrumentos
Los datos fueron recogidos mediante la aplicación de un cuestionario online
dividido en tres bloques. En el primer bloque, compuesto por 19 ítems ad hoc, se
recogía información sobre hábitos de uso de internet y las redes sociales, motivos
de uso y la percepción de los adolescentes acerca del control que ejercen sus
padres sobre su uso de la red y del móvil, así como sobre las discusiones que ello
genera. El segundo bloque estaba integrado por la “Escala de uso problemático de
internet” (EUPI-a; Rial, Gómez et al., 2015), que goza de unas adecuadas
propiedades psicométricas tanto en términos de fiabilidad de las puntuaciones (=
0,82; índice ordinal= 0,83), de validez de constructo (probada a través de un
AFC), así como de sensibilidad (81%) y especificidad (82,6%), permitiendo escalar
a los adolescentes en un continuum de riesgo de uso problemático de internet.
Dicha escala consta de 11 ítems y proporciona una puntuación cuantitativa global
comprendida entre 0 y 44 puntos. En el presente estudio, para facilitar la
comprensión de los ítems en un contexto online y en ausencia de asistentes de
investigación, el formato de respuesta se adaptó de una escala de acuerdo tipo
Likert de cinco puntos a una escala de frecuencia con cinco opciones de respuesta
que van desde 0 Nunca a 4 Siempre, manteniéndose el rango de puntuaciones y el
punto de corte establecido para la detección del uso problemático (16). En este
estudio, la estructura unidimensional de la escala fue confirmada (GFI= 0,96;
AGFI= 0,95; CFI= 0,94; NFI= 0,94; TLI= 0,92; RMSEA [90% IC]= 0,064 [0,062-
0,065]), así como una aceptable consistencia interna (= 0,83; índice ordinal=
0,84). El tercer y último bloque incluía reactivos sencillos de elaboración propia
relativos a prácticas de riesgo tales como el ciberacoso, el sexteo (sexting), la
sextorsión, las apuestas online, el contacto con desconocidos o el acceso a páginas
web de contenido pornográfico.
Procedimiento
Los datos fueron recogidos en las aulas de informática de los centros
colaboradores, en grupos reducidos (no más de 20 alumnos), mediante un
cuestionario online que cada participante debía cumplimentar de forma individual.
En cada centro se designó un coordinador encargado de supervisar la recogida de
datos. Tanto los menores como sus padres y madres fueron informados de la
finalidad del estudio, haciendo especial hincapié en la confidencialidad de la
información y el anonimato de las respuestas. Para ello se creó un sistema de
Diferencias de sexo en el uso de internet 135
credenciales y contraseñas personales, confidenciales y de un solo uso para cada
centro y alumno. La participación en el estudio fue totalmente voluntaria y el
tiempo de cumplimentación del cuestionario no superaba los 15 minutos Se contó
con la colaboración y el consentimiento tanto de la dirección de los centros, como
de las respectivas asociaciones de madres y padres de alumnos.
Análisis de datos
Fruto de la depuración de la base de datos fueron eliminados 3.096 casos,
bien por presentar un elevado porcentaje de valores perdidos (495), por
cumplimentar todo el cuestionario en menos de tres minutos (568), o porque
mostraron un patrón de respuesta incoherente (2.033). La muestra depurada para
el análisis fue de 40.955 adolescentes. Las diferencias de sexo fueron analizadas
mediante una tabulación bivariada, con la aplicación de los contrastes oportunos
en función de la naturaleza de las variables: pruebas t de Student para la
comparación de medias y coeficientes eta cuadrado (2) para calcular el tamaño
del efecto en variables cuantitativas, así como contrastes 2 para la comparación
de porcentajes y coeficientes phi (φ) y V de Cramer para calcular el tamaño del
efecto en variables cualitativas. Los análisis fueron realizados con el paquete
estadístico IBM SPSS Statistics 20 (IBM Corp. Released, 2011).
Resultados
Un total de 962 estudiantes declararon no utilizar internet (global= 2,3%;
mujeres= 1,9%; hombres= 2,8%), lo que significa que la prevalencia del uso de
internet en adolescentes asciende al 97,7% (mujeres= 98,1%; hombres= 97,2%).
En consecuencia, aquellos participantes que no utilizaban la Red fueron excluidos
del análisis de diferencias de sexo en el uso de internet, siendo la muestra final a
analizar en este estudio de 39.993 adolescentes usuarios de internet.
Tal y como se recoge en la tabla 1, tanto la frecuencia de conexión como los
tiempos de conexión son mayores entre las chicas que entre los chicos. En cuanto
a los motivos de conexión, chicos y chicas comparten las principales razones por
las que acceder a la Red: el uso de la mensajería instantánea y las redes sociales.
Sin embargo, mientras que las chicas aluden en mayor medida a la búsqueda de
información sobre los estudios (59% frente al 45,7%) y al uso de la mensajería
instantánea (81,7% vs 70,5%), los chicos se conectan comparativamente más para
jugar (49,9% frente a 18,9%), así como por ocio o pasatiempo (26,6% frente a
14,7%).
Por otra parte, la edad media de acceso al primer móvil se sitúa en los 11,12
años, siendo este dato ligeramente menor en el caso de las chicas (mujeres=
11,07; hombres= 11,17; t= 5,65; p< 0,001; 2= 0,001). Asimismo, un 91,7% de
los adolescentes afirma tener móvil y un 90,6% utiliza Whatsapp. Ambos
porcentajes resultan superiores entre las chicas (Móvil: mujeres= 93,4%; hombres=
90,1%; 2= 136,60; p< 0,001; φ= -0,059; Whataspp: mujeres= 92,9%; hombres=
88,2%; 2= 253,89; p< 0,001; φ= -0,080).
136 GOLPE FERREIRO, GÓMEZ SALGADO, KIM HARRIS, BRAÑA TOBÍO Y RIAL BOUBETA
Tabla 1
Diferencias por sexo en los hábitos de uso de internet y motivos de conexión
Variables estudiadas Global
(%)
Hom
bres
(%)
Muje
res
(%)
2 Tamaño del
efecto
Hábitos de uso
Frecuencia
de
conexión
Ocasionalmente 5,6 6,0 5,2
95,46** V= 0,049
Semanalmente 20,7 22,4 19
Diariamente 73,7 71,6 75,9
Tiempo de
conexión/
día
(semana)
Menos de 1h 23 24 22
244,32** V= 0,078
Entre 1 y 2h 31,3 33,3 29,3
Entre 2 y 3h 18,6 18,9 18,2
Entre 3 y 5h 13,6 12,2 15
Más de 5h 13,5 11,6 15,4
Horarios de
conexión
De 8h a 14h 13,8 15,8 11,6 147,63** φ= 0,061
De 14h a 16h 36,5 37,4 35,5 15,77** φ= 0,020
De 16h a 21h 65,9 65,4 66,3 3,17 φ= -0,009
De 21h a 24h 39,8 38,1 41,4 44,97** φ= -0,034
A partir de las
24h 13,4 14 12,9 11,62**
φ= 0,017
Motivos de conexión
Mensajería instantánea 76,1 70,5 81,7 678,90** φ= -0,130
Redes sociales 67,6 63,6 71,6 286,41** φ= -0,085
Descargas 56,2 56,3 56 0,31
φ= 0,003
Estudiar 52,3 45,7 59 705,52**
φ= -0,133
Escuchar música 49,2 44,1 54,3 417,53** φ= -0,102
Ver series, partidos… 46,5 48,9 44,1 95,43** φ= 0,049
Juegos online 34,5 49,9 18,9 4258,25** φ= 0,326
Subir información 33,6 28,9 38,4 405,59** φ= -0,101
Consultar correo 29,8 31,3 28,2 44,42** φ= 0,033
Ocio, pasatiempos 20,7 26,6 14,7 855,02** φ= 0,146
Leer periódico/blogs 18,5 21,3 15,6 215,10** φ= 0,073
Compras online 12,3 13,1 11,6 20,24** φ= 0,023
Chats y foros 7,6 10 5,2 336,92** φ= 0,092
Nota: **p< 0,001.
Tal y como se recoge en la tabla 2, el 93,5% de los adolescentes está
registrado en alguna red social y el 51,7% en más de tres. Los porcentajes
obtenidos por hombres y mujeres son muy similares, aunque de nuevo muestran
niveles ligeramente mayores de utilización las mujeres. Twitter, Facebook e
Instagram constituyen las redes sociales más populares entre los adolescentes. No
obstante, un análisis más pormenorizado revela que Facebook goza de una mejor
acogida entre los chicos (65,6% vs 59,7%), mientras que Instagram y Tumblr
tienen más aceptación entre las chicas (70,2% vs 54,6% y 12,7% vs 5%,
respectivamente). La frecuencia de conexión a las redes sociales es mayor entre las
chicas: un 68,1% se conecta diariamente, frente al 55,2% en el caso de los chicos
(2= 788,96; p< 0,001).
Diferencias de sexo en el uso de internet 137
Tabla 2
Diferencias por sexo en el uso de las redes sociales
Redes sociales Global
(%)
Hombres
(%)
Mujeres
(%) 2 Tamaño
del efecto
Nº redes
registrado
Ninguna 6,5 7,3 5,7
111,30** V= 0,053
1 9,5 10 9
2 14,3 15,4 13,3
3 18 17,5 18,5
Más de 3 51,7 49,9 53,5
Redes
registrado
Twitter 65,9 65,8 66
0,20 φ= -0,002
Facebook 62,7 65,6 59,7
148,47** φ= 0,061
Instagram 62,4 54,6 70,2
1033,24** φ= -0,161
Tumblr 8,8 5 12,7
736,94** φ= -0,136
Pinterest 1,9 1,6 2,2
21,34** φ= -0,023
Otras 37,1 38,7 35,6
40,49** φ= 0,032
Frecuencia de
conexión
Nunca/casi
nunca 4,9 6,6 3,3
788,96**
V= 0,145
Ocasionalmente 10,3 13 7,6
Semanalmente 23,1 25,2 21
Diariamente 61,7 55,2 68,1
Nota: **p< 0,001.
En la tabla 3 se recoge la puntuación media obtenida en la “Escala de uso
problemático de internet” (EUPI-a), así como el porcentaje de adolescentes que
obtienen una puntuación igual o superior a 16 y que, por lo tanto, presentarían un
uso problemático de la red. Las chicas presentan un promedio significativamente
mayor al de los chicos (9,30 vs 8,78; t= -7,59; p< 0,001), encontrándose también
un porcentaje mayor de casos susceptibles de ser clasificados como usuarios
problemáticos (17,8% vs 14,7%; 2= 71,47; p< 0,001).
En cuanto a las prácticas de riesgo o usos potencialmente peligrosos (tabla 3),
la pauta es diferente, ya que se detectan en casi todos los casos porcentajes
mayores entre los chicos. Las diferencias más notorias se encuentran en el acceso a
webs de contenido pornográfico (29,8% vs 4,7%) y a webs de apuestas (6,8% vs
0,8%), prácticas predominantemente masculinas. Respecto al ciberacoso, los
resultados obtenidos ponen de manifiesto que mientras las chicas tienden a ser en
mayor medida víctimas (11,2% vs 6,6%), la autoría suele recaer más en los chicos
(8,3% vs 5%).
Por último, se exploró el papel de los padres y madres con relación al uso que
los adolescentes hacen de internet y del teléfono móvil desde la propia percepción
del adolescente. Un primer dato de interés es que solo el 51,1% de los
adolescentes señala que sus padres limitan el uso que hacen de internet y el
47,9% que le controlan el uso del teléfono móvil. Un análisis comparativo de los
datos atendiendo al sexo pone de manifiesto que son las chicas las que perciben
una mayor supervisión por parte de sus progenitores tanto en relación a internet
(54,8% vs 47,3%) como al teléfono móvil (53% vs 42,7%) (tabla 4). Es
significativamente mayor también el porcentaje de chicas que experimentan
138 GOLPE FERREIRO, GÓMEZ SALGADO, KIM HARRIS, BRAÑA TOBÍO Y RIAL BOUBETA
discusiones familiares frecuentes tanto por causa de internet como del móvil
(21,2% vs. 14,2%; 30,9% vs. 18,7%).
Tabla 3
Diferencias por sexo en las prácticas de riesgo y el uso problemático de internet
Variables estudiadas Global
(%)
Hombres
(%)
Mujeres
(%) Contraste Tamaño del
efecto
Prácticas de riesgo
Contactar online con
desconocidos 32,1 33,7 30,5
2= 44,85** φ= 0,034
Webs pornográficas 17,3 29,8 4,7
2= 4376,48** φ= 0,332
Quedar con
desconocidos
10,3 10,6 9,9
2= 5,49* φ= 0,012
Sufrir ciberacoso 8,9 6,6 11,2
2= 256,09** φ= -0,080
Autor ciberacoso 6,6 8,3 5
2= 167,20** φ= 0,065
Webs apuestas 3,8 6,8 0,8
2= 963,19** φ= 0,156
Practicar sexteo (sexting) 3,7 4,4 2,9
2= 62,03** φ= 0,040
Sufrir sextorsión 3,7 3,6 3,8
2= 1,36 φ= -0,006
Uso problemático de internet
Media EUPI-a1 9,04 8,78 9,30 t= -7,59**
2= 0,001
% ≥ 16 16,3 14,7 17,8
2= 71,47** φ= 0,042
Notas: EUPI-a= “Escala de uso problemático de internet para adolescentes” (Rial, Gómez et al., 2015).
1Su rango oscila entre 0 y 44 puntos y el punto de corte para detectar uso problemático se establece en
16. *p< 0,05; **p< 0,001.
Tabla 4
Diferencias por sexo en el papel de los padres de familia
Papel de los padres de familia Global
(%)
Hombres
(%)
Mujeres
(%) 2 φ
Control del uso del móvil 47,9 42,7 53 388,82** -0,103
Control del uso de internet 51,1 47,3 54,8 222,33** -0,075
Discusiones por causa del móvil 24,9 18,7 30,9 730,66** -0,141
Discusiones por causa de internet 17,7 14,2 21,2 328,90** -0,091
Nota: **p< 0,001.
Tal y como se ha ido describiendo en los apartados anteriores, se han
encontrado diferencias estadísticamente significativas en muchos aspectos. No
obstante, el hecho de que las diferencias resulten significativas a nivel estadístico
está condicionado por el elevado tamaño muestral. Por ello se han utilizado
indicadores del tamaño del efecto, con la intención de identificar de forma sencilla
los elementos en los que las diferencias son más notorias. En ese sentido, cabe
señalar que las principales diferencias tienen que ver fundamentalmente con los
motivos de uso de internet, la frecuencia de conexión a las redes sociales, algunas
prácticas de riesgo tales como visitar páginas pornográficas o de apuestas online, y
el papel ejercido por los padres y madres en relación al móvil.
Diferencias de sexo en el uso de internet 139
Discusión
El análisis de los hábitos de uso de internet (frecuencia, tiempo y horario de
conexión) revela cifras muy similares entre chicos y chicas, lo cual coincide con el
informe EU Kids Online (Livingstone et al., 2011) y con otros estudios (Odell,
Korgen, Schumacher y Delucchi, 2000; Rial et al., 2014) que apuntan a que los
niños y niñas no difieren en cuanto al acceso a internet. Este hallazgo muestra la
disminución de la brecha digital de sexo, encontrada en los primeros estudios
sobre el uso de internet (Weiser, 2000), en las nuevas generaciones.
En relación a los motivos de uso, las diferencias sí son importantes. A pesar de
que la mensajería instantánea y las redes sociales constituyen tanto para chicos
como para chicas los dos principales motivos de conexión, lo que recalca la
hipótesis de que internet cumple ante todo una función social en el desarrollo de
los jóvenes, ambos elementos parecen tener un peso mayor en el caso de las
chicas, al igual que sucede con la intención de subir información. Estos datos
coinciden con los publicados por el Pew Research Center (Lenhart, 2015), que
subrayan que las adolescentes utilizan las redes sociales (principalmente las más
visuales como Instagram o Pinterest) para compartir información en mayor medida
que los adolescentes. Por su parte, los chicos se conectan comparativamente más
para acceder a juegos online, lo cual viene a confirmar los hallazgos de Ak et al.
(2013), Lin y Yu (2008) o Weiser (2000). Una de las razones que explican esta
menor preferencia de las chicas hacia los videojuegos online es la escasez de
protagonistas femeninas con las que la jugadora se pueda identificar (Williams,
Martins, Consalvo y Ivory, 2009), así como una tendencia a representar el cuerpo
femenino con proporciones exageradas y abiertamente sexualizadas (Burgess,
Stermer y Burgess, 2007; Downs y Smith, 2010; Ivory, 2006). Esto, a su vez, refleja
la escasa participación de las mujeres en la producción de contenidos en el mundo
de los videojuegos (Fernández, 2014).
Por lo que se refiere al uso de la telefonía móvil y la mensajería instantánea
(Whatsapp), los porcentajes son mayores en el caso de las mujeres. El mayor uso
del móvil por parte de las chicas fue verificado ya en España por Chóliz et al.
(2009). En dicho trabajo se encontró que las chicas de entre 12 y 18 años enviaban
más mensajes de texto, realizaban más llamadas y dedicaban más tiempo al uso
del móvil que los chicos. Para algunos autores tales diferencias son debidas, en
cierto modo, al uso más social y emocional que las chicas hacen del teléfono
(Bianchi y Phillips, 2005; Chóliz et al., 2009; Ruiz-Olivares et al., 2010; Sabater y
Fernández, 2015).
En cuanto a las cifras de prevalencia del uso problemático de internet, se han
encontrado porcentajes similares en ambos casos, aunque ligeramente mayores
entre las chicas. Ello coincide con los resultados obtenidos por Durkee et al. (2012)
para el caso de España y con el trabajo de Rial, Golpe et al. (2015), si bien
contrasta con la tendencia encontrada en otros países (Floros, Fisoun y Siomos,
2010; Liu, Fang, Zhou, Zhang y Deng, 2013) e incluso en otros estudios llevados a
cabo en España (Muñoz-Rivas, Fernández y Gámez-Guadix, 2010; Oliva et al.,
2012). Ello hace que a día de hoy siga sin existir aval empírico suficiente para
asegurar diferencias en uno u otro sentido.
140 GOLPE FERREIRO, GÓMEZ SALGADO, KIM HARRIS, BRAÑA TOBÍO Y RIAL BOUBETA
Otra de las cuestiones que se pretendía explorar era la existencia de
diferencias en cuanto a los usos potencialmente peligrosos que los adolescentes
hacen de internet. Los resultados obtenidos están en línea con los de otros
autores, según los cuales el acceso a webs de apuestas (Critselis et al., 2013;
Olason et al., 2011; Wong y So, 2014) y contenidos pornográficos (Mesch, 2009;
Sabina et al., 2008; Weiser, 2000) constituyen prácticas más habituales entre los
chicos. Hald (2006) señala que los hombres se exponen a una edad más temprana
a la pornografía, para quienes su consumo ha sido tradicionalmente más aceptable
socialmente. Detrás de las diferencias de consumo de pornografía online pueden
estar los estereotipos de género y/o la diferente socialización en la sexualidad, que
no incluye la pornografía como una fuente potencial de estímulo sexual para las
mujeres (Hald, 2006). Con respecto al ciberacoso las cifras encontradas apoyan la
hipótesis de que el género está relacionado con el rol desempeñado dentro de la
dinámica de este fenómeno: las chicas, mayoritariamente como víctimas y los
chicos, como autores. Esta tendencia fue advertida ya en trabajos como el de
Burgess-Proctor et al. (2009), Calvete, Orue, Estévez, Villardón y Padilla (2010),
Félix-Mateo et al. (2010), Keith y Martin (2005) o Ybarra y Mitchell (2008). Las
cifras relativas al sexteo (sexting) van en la línea del trabajo de Coskunpinar et al.
(2013), quienes refieren una incidencia mayor entre el sexo masculino. Lo mismo
puede decirse del contacto con desconocidos, en la línea del informe de EU Kids
Online II en el que se advierte que los chicos son más propensos a establecer este
tipo de prácticas (Garmendia et al., 2011).
Por lo que se refiere al papel de los padres y madres, cabe señalar que son las
chicas las que perciben un mayor grado de supervisión y control y las que refieren
un mayor porcentaje de discusiones, dato que ya fue advertido en el trabajo de
Rial et al. (2014). Este hallazgo, unido a la mayor cifra de prevalencia de uso
problemático entre las chicas, contribuye a la hipótesis de que la supervisión
parental comienza a ejercerse de manera más intensiva una vez que el problema
ya se ha instaurado, y/o que existe una actitud más protectora por parte de los
padres y madres con sus hijas. Una vista general por los hallazgos encontrados
muestra que las diferencias de sexo con respecto al uso de internet y las NT son,
en gran medida, una expresión de las desigualdades existentes en la sociedad.
A pesar de que los resultados revelan tendencias diferentes entre chicos y
chicas en cuanto a la manera de relacionarse con internet y de que las diferencias
han resultado estadísticamente significativas, debido fundamentalmente al elevado
tamaño muestral, es importante recalcar que los tamaños del efecto encontrados
son realmente reducidos (< 0,30). Tan solo en lo que se refiere a la participación
en los juegos online (φ= 0,326) y el acceso a páginas web de contenido erótico
(φ= 0,332), se ha encontrado un tamaño de efecto medio (Reid, 2014).
En cuanto a las posibles limitaciones de este estudio cabe señalar, en primer
lugar, que estamos ante un estudio transversal que no nos permite conocer qué
factores pueden estar causando un patrón diferencial de acuerdo al sexo. Por otra
parte, nuestro estudio se basa en variables autoinformadas, susceptibles a sesgos
de memoria y deseabilidad social, por lo que resulta imposible conocer en qué
medida los adolescentes pueden haber sobreestimado o infraestimado su uso de la
Red. No obstante, los cuestionarios de autoinforme sobre consumo de alcohol y
Diferencias de sexo en el uso de internet 141
otras drogas han demostrado ser fiables e incluso comparativamente mejores que
otros métodos de detección (Babor, Kranzler y Lauerman, 1989; Winters,
Stinchfield, Henly y Schwartz, 1990), lo que hace pensar que las medidas de
autoinforme son igualmente pertinentes en este contexto.
Desde el punto de vista muestral, el hecho de que 238 de los 493 centros
escolares contactados hayan rehusado participar en el mismo, podría indicar un
posible sesgo de selección. Sin embargo, se comprobó que los porcentajes de “no
participación” fueron independientes de variables como la provincia o la titularidad
del centro y al mismo tiempo, se constató que nuestras cuotas muestrales finales
eran muy similares a las cuotas poblacionales en función del sexo, el curso, la
provincia y la titularidad, lo cual permite descartar que la muestra quedase
finalmente desequilibrada. Por otra parte, es conveniente señalar que para la
selección de la muestra se ha utilizado un muestreo intencionado. Ello implica que
los resultados deben ser interpretados con prudencia. Sin embargo, también
conviene recalcar que el elevado tamaño muestral (44.000 adolescentes sobre una
población de 80.000 aproximadamente) atenúa las limitaciones asociadas un
muestreo de naturaleza no probabilística. Asimismo, es conveniente recalcar que el
hecho de que sólo se hayan utilizado adolescentes de la comunidad autónoma de
Galicia constituye en sí mismo un condicionante de la validez externa, limitando la
capacidad de generalización de los resultados obtenidos a otras comunidades.
Por último, si bien se ha obtenido información referida a diferentes prácticas
como el ciberacoso o el sexteo (sexting) a través de reactivos sencillos, no cabe
duda de que la utilización de escalas específicas para tal fin nos hubiera permitido
disponer de una medida más precisa y completa de este tipo de problemas.
Hasta donde nuestro conocimiento alcanza, este trabajo cuenta con la
muestra más grande empleada en un estudio español sobre el uso de internet en
adolescentes (más de 40.000). Ello, unido a la variedad de datos que aporta, nos
hace pensar que pudiera ser de interés tanto para los investigadores como para los
profesionales que desempeñan su labor en este campo. Asimismo podría
considerarse como referencia para futuros estudios encaminados a confirmar e
interpretar la existencia de un patrón diferencial en la Red entre chicos y chicas,
identificando qué factores o variables explican en mayor medida tales diferencias.
Trabajos de investigación futuros debieran ahondar en la elaboración de modelos
explicativos robustos, que incluyan la perspectiva de género y constituyan la base
desde la que desarrollar estrategias de prevención y/o intervención eficaces dentro
de este contexto.
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RECIBIDO: 25 de mayo de 2016
ACEPTADO: 15 de agosto de 2016