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Entre la soberanía, el liberalismo y la innovación: un marco conceptual para el análisis de la Alianza del Pacífico

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Abstract

Desde su creación, la Alianza del Pacífico, AP, se viene proclamando a sí misma como un proyecto innovador que aspira a convertirse en un referente histórico del regionalismo latinoamericano. Sus líderes aclaman el 'pragmatismo' de la Alianza como algo muy novedoso, cuya innovación constituye además una clave para su éxito. Sin embargo, aun reconociendo algunos rasgos de originalidad de este nuevo proyecto regional, su innovación y el éxito asociado a ella merecen ser discutidos por dos razones: en primer lugar, para comprender cuál es el papel de la AP dentro de la historia del regionalismo y del ordenamiento regional de América Latina; y segundo, para examinar la viabilidad de la AP en términos de qué tanto su carácter innovador puede ayudarle a alcanzar sus objetivos.
Entre la soberanía, el liberalismo y la
innovación: un marco conceptual para el
análisis de la Alianza del Pacífico
Germán Camilo Prieto Corredor
y Ricardo Betancourt Vélez
Introducción
Desde su creación, la Alianza del Pacífico, AP, se viene proclamando
a sí misma como un proyecto innovador que aspira a convertirse en
un referente histórico del regionalismo latinoamericano1. Sus líderes
aclaman el ‘pragmatismo’ de la Alianza como algo muy novedoso,
cuya innovación constituye además una clave para su éxito2. Sin
1. En diferentes declaraciones, el presidente Santos ha dejado ver que la Alianza del Pacífico
es su prioridad en materia de proyectos regionales. De hecho, anunció públicamente que “la
Alianza es la niña bonita y codiciada de la región” (Semana, 10 de febrero de 2014).
2. En varias ediciones del diario El Tiempo (2013) del primer semestre de 2013, en la antesala
y postrimerías de la VII Cumbre de Alianza del Pacífico en Cali (Colombia), se publicaron
declaraciones como éstas referidas a la ALP: que ha llegado en un año “más lejos de lo que
lo han hecho iniciativas de integración anteriores” (Sebastián Piñera, entonces presidente de
Chile); “la propuesta de integración más ambiciosa que hayamos visto en décadas” (Luis Al-
berto Moreno, presidente del BID); “el proceso de integración más importante que ha tenido
América Latina en su historia” (Juan Manuel Santos, presidente de Colombia); “el acuerdo
más novedoso firmado por México después del TLCAN” (Enrique Peña Nieto, presidente de
México).
76 Alianza del Pacífico: mitos y realidades
embargo, aun reconociendo algunos rasgos de originalidad de este
nuevo proyecto regional, su innovación y el éxito asociado a ella
merecen ser discutidos por dos razones: en primer lugar, para com-
prender cuál es el papel de la AP dentro de la historia del regiona-
lismo y del ordenamiento regional de América Latina; y segundo,
para examinar la viabilidad de la AP en términos de qué tanto su
carácter innovador puede ayudarle a alcanzar sus objetivos.
El presente capítulo aborda estos cuestionamientos a través de
un ejercicio sintético de localización de los conceptos y definicio-
nes de regionalismo e integración regional en la historia de los
proyectos regionales latinoamericanos. Este repaso conceptual del
desenvolvimiento de la integración regional en América Latina se
centra en la soberanía, el liberalismo y la ‘necesidad de innovación’
como elementos transversales que caracterizan la evolución –no
necesariamente en sentido positivo– del regionalismo latinoameri-
cano. El capítulo argumenta que la integración como cesión de po-
der soberano de decisión a organismos comunes ha constituido un
reto muy difícil para los países latinoamericanos, que luchando por
consolidar su soberanía interna han encontrado prácticamente im-
posible realizar concesiones en materia de soberanía externa. Otro
argumento central es que los proyectos regionales latinoamericanos
se han construido siempre en relación al liberalismo como doctrina
económica. Su originalidad se ha basado en la manera en que adop-
tan o rechazan los postulados económicos liberales y neoliberales,
y por más que pretendan adherirse o desvincularse de un perfil más
o menos económico y comercial, el peso del liberalismo continúa
siendo la fuerza articuladora del regionalismo latinoamericano. El
otro argumento transversal que se esboza es que el regionalismo ha
sido usado históricamente por los Estados latinoamericanos como
un instrumento de proyección de su identidad estatal y, por ello,
la necesidad de cambio e innovación ha estado a la orden del día
cada vez que los Estados han decidido cambiar su modelo de desa-
rrollo, o que han llegado gobernantes que pretenden revolucionar
el modo como sus países han de relacionarse con Estados Unidos y
con sus vecinos. Con estos tres argumentos, el capítulo pone en tela
de juicio la novedad y la viabilidad de la AP, sosteniendo que las
resistencias a la cesión de soberanía y las contradicciones del (neo)
77
Entre la soberanía, el liberalismo y la innovación
liberalismo minan seriamente las posibilidades de que la Alianza
cumpla sus objetivos.
Siguiendo la forma de un repaso histórico, el capítulo se divide
en seis secciones. La primera sección identifica la relación que hay
entre los conceptos de soberanía, integración y región. La segunda
analiza dichos conceptos a la luz de lo que podría denominarse el
‘viejo’ o primer regionalismo latinoamericano, donde la Comunidad
Económica Europea era el modelo a seguir por parte de los países
latinoamericanos, aunque con una perspectiva geopolítica del desa-
rrollo diferente. La tercera sección se ocupa del ‘nuevo’ regionalis-
mo de los años noventa, cuando el neoliberalismo se convierte en la
nueva punta de lanza del regionalismo latinoamericano y el alinea-
miento con Estados Unidos es mayor. Una cuarta sección examina
los regionalismos ‘posliberales’ y ‘poshegemónicos’ de comienzos
del siglo XXI, donde la novedad consiste en oponerse al neolibera-
lismo y al economicismo del regionalismo abierto y en distanciarse
o hacerle contrapeso a la influencia de Estados Unidos. La quinta
sección analiza la novedad de la AP a la luz de los conceptos intro-
ducidos en las secciones anteriores y su viabilidad en términos de
las posibilidades de alcanzar sus objetivos. Por último, una sexta
sección ofrece algunas conclusiones y recomendaciones y formula
una serie de preguntas que orientan el análisis de los capítulos res-
tantes del presente libro.
Soberanía, integración y construcción de región
en América Latina: el viejo regionalismo y la
influencia europea
Tanto en Europa como en América Latina, las propuestas para
estrechar las relaciones entre Estados que condujesen a constituir
uniones regionales se vienen realizando desde siglos atrás. Baste
con recordar que Immanuel Kant y Simón Bolívar, entre otros, resal-
taron en su tiempo la importancia de crear alianzas entre naciones
que hoy bien podrían ser consideradas como esquemas o uniones
regionales. El primero presentó en su obra de finales del siglo XVIII,
78 Alianza del Pacífico: mitos y realidades
Sobre la paz perpetua (2003), el camino que consideró necesario
para alcanzar una paz europea, lo que en cierta medida pasaba por
superar la lógica estadocéntrica a favor de estrechar los lazos entre
los pueblos de este continente. Bolívar, por su parte, a comien-
zos del siglo XIX expresó la necesidad de consolidar una unidad
hispanoamericana como camino para enfrentar tanto a las viejas
metrópolis como a las potencias que en ese momento se estaban
consolidando (Liévano, 1988, pág. 44).
Aunque es posible que algunos de los antecedentes sobre el
concepto de región se puedan rastrear más atrás de la Paz de Wes-
tfalia de 1648, la aparición del sistema internacional de Estados
soberanos es fundamental para comprender las ideas sobre región
que han operado en Europa y en América Latina. En estos dos con-
tinentes y teniendo en cuenta que el segundo se construyó bajo el
dominio y, por ende, a imagen y semejanza del primero, las ideas
sobre la consolidación de una región compuesta por Estados han
estado fuertemente ligadas a las concepciones sobre los procesos
de integración regional europeos, los cuales han girado en torno
a la consolidación y la modificación de la soberanía estatal west-
faliana. Es así como la idea clásica sobre integración expuesta por
autores como Haas (1958) contempla que el elemento central que
define estos procesos es la cesión de soberanía a favor de institucio-
nes internacionales/regionales comunes.
Esta asociación entre soberanía, integración y región ha llevado
a que un proceso de cesión de soberanía generalmente considerado
como exitoso, como es el de la Unión Europea, haga que este con-
tinente sea también un ejemplo de integración y de región. Por lo
mismo, los enfoques analíticos que lo estudian se han generalizado
como apropiados para estudiar estos procesos independientemen-
te del lugar en el que ocurran. Además, varias de las teorías de
las relaciones internacionales, si bien no se dedican puntualmente
al estudio de la integración europea, generalmente la consideran
como uno de los principales fenómenos internacionales que deben
ser estudiados.
La idea clásica de soberanía incluye cuando menos dos dimensio-
nes: una externa y otra interna. La soberanía externa es entendida
como la independencia del Estado frente a cualquier autoridad que
79
Entre la soberanía, el liberalismo y la innovación
esté fuera de sus fronteras, mientras que la interna denota el control
que ese Estado adquiere sobre su territorio y población (Held, 2002,
pág. 13). A continuación se mostrará que en buena medida, la dife-
rencia en la manera como se ha concebido la integración en Europa
y en América Latina radica en que mientras la primera se derivó de
una preocupación por la soberanía externa, en la segunda dicha
preocupación se concentró en la soberanía interna.
Integración y soberanía en Europa
Con frecuencia se indica que las ideas sobre la integración eu-
ropea del siglo XX surgieron como propuestas para asegurar la paz
que las dos guerras mundiales de la primera mitad de siglo habían
hecho ver como algo difícilmente alcanzable. No se puede entender
la Primera Guerra Mundial sin considerar la preocupación de Fran-
cia e Inglaterra por el ascenso del poderío alemán que empezaba a
disputarles la hegemonía continental e incluso colonial. En el caso
de la Segunda Guerra Mundial, uno de los detonantes fue de nuevo
el ascenso del poder alemán que amenazaba la autonomía de los
demás Estados. Durante siglos, los europeos habían permanecido
en pie de guerra en torno a la defensa de su soberanía externa,
como si la supervivencia de los Estados se viese amenazada por
la existencia de sus vecinos. Así, la reflexión sobre la integración
europea fue el resultado de la búsqueda política y académica de
una solución a la confrontación entre Estados de este continente,
que había alcanzado una de sus cúspides en la primera mitad del
siglo XX. Las propuestas de integración versaban sobre acuerdos de
soberanía compartida que hicieran que la defensa de la soberanía
fuese un ejercicio colectivo donde el recurso a la guerra se convir-
tiese en una amenaza para la soberanía interna.
El punto de partida de los enfoques dedicados al estudio de la
integración aparece en el periodo entre guerras del siglo pasado.
David Mitrany publica en 1933 The progress of international govern-
ment, uno de los documentos que empieza a dar forma a la mirada
funcionalista en las relaciones internacionales (Mitrany, 1933). Pocos
80 Alianza del Pacífico: mitos y realidades
años después de la Primera Guerra Mundial, y en un mundo que
marchaba hacia la Segunda, este autor consideró que lo que daba
lugar a los conflictos internacionales era que los Estados terminaban
dándole un manejo político a cuestiones de naturaleza técnica, lo
que entre otras cosas significó el colapso de la Sociedad de Nacio-
nes. Sostuvo que era deseable que algunas de estas funciones técni-
cas –como las relacionadas con salud, transporte, energía, etcétera
fueran asumidas por instituciones internacionales, lo que impulsaría
la interdependencia y atenuaría las posibilidades de conflicto. Su
propuesta no apuntaba directamente a la cesión de soberanía en
favor de una organización supranacional, sino a tejer una red de or-
ganismos que ejecutaran tareas que respondieran a las necesidades
compartidas entre los Estados. La raíz de su argumento era que lo
que hacía que las relaciones internacionales tendieran al conflicto
era la naturaleza misma del Estado –como ente destinado a defender
la soberanía externa– y que, por tanto, era necesario atenuarla.
La mirada de Mitrany sobre la naturaleza de las relaciones in-
ternacionales no distaba mucho de otras reflexiones teóricas de la
primera mitad del siglo XX. De hecho, algunos de los documentos
más significativos de la que Bull (2005) llama la perspectiva hobbe-
siana de las relaciones internacionales, son escritos en esa época.
Sin embargo, el pesimismo –o realismo político– que subyace a la
mirada de Mitrany sobre el Estado, y que sería posteriormente arti-
culada por Morgenthau (1993) en su obra Politics among nations,
se traduce en una propuesta con una inspiración más kantiana que
hobbesiana. El funcionalismo, tal y como lo hacía Kant, apelaba
a superar la lógica territorial del Estado westfaliano, pues lo que
debía surgir para atenuar el potencial conflictivo no estaba atado
al territorio sino a la función. Así, la solución no era la integración
europea en la forma de cesión de soberanía a organismos comunes,
sino la cooperación entre Estados –o sociedades– que tenían que
realizar funciones similares y que podían hacerlo de manera con-
junta con eficiencia, independientemente del territorio que habita-
ran. Como reconocen Hettne & Söderbaum (2008, p. 63) el carácter
técnico que desarrolló la Comunidad Europea del Carbón y del Ace-
ro, CECA, embrión de la Unión Europea, fue una materialización de
la propuesta funcionalista de Mitrany.
81
Entre la soberanía, el liberalismo y la innovación
A finales de los años cuarenta, la idea funcionalista contras-
taba con la propuesta federalista de otros políticos y académicos
europeos, quienes también inspirados por las guerras mundiales,
empezaron a reforzar la idea de que en una Europa donde los Esta-
dos tienen tan arraigada la lógica westfaliana, que los lleva siempre
a estar buscando afianzar su soberanía, no se puede más que estar
alternando permanentemente entre el conflicto latente y el patente.
Ante ello, varias voces se pronunciaban a favor de la federalización
de Europa, en la que hubiese una clara cesión de soberanía hacia
una institución supranacional de carácter europeo, que convirtiese
a los Estados soberanos en estados federados menos propensos a
entrar en conflicto. Entre los llamados de carácter político en este
sentido está el del Manifiesto de Ventotene por una Europa Libre y
Unida de 1941, escrito por Rossi y Spinelli,3 y posteriormente sur-
girían propuestas más académicas con similar contenido como las
de Hérauld (1968) y Friederich (1968), en las que, a diferencia del
funcionalismo, la vinculación territorial de la integración era cen-
tral, pues la idea era que surgiera una entidad claramente europea
vinculante para los Estados que de ella hicieran parte.
La teorización funcionalista continuó de la mano del neofun-
cionalismo de Ernst Haas, quien reformó la idea funcionalista inicial
de que el objetivo era construir cooperación técnica y dejar de lado
la política, y la replanteó argumentando que lo político era central
porque era en este ámbito donde se tomaba la decisión de crear
lazos técnicos transnacionales. Para Haas (1967), esos aspectos técni-
cos de la cooperación eran útiles en la medida en que impulsaban el
traslado de las lealtades políticas de lo nacional a lo internacional.
Pese a que en fases iniciales los vínculos entre los Estados tendían
a estar movidos más por intereses económicos, estos intereses eran
necesarios, pues se convertían en spillovers, es decir, en el punto
de partida a partir del cual la integración en un sector económico
empezaba a hacer necesaria la integración en otros sectores, tanto
3. El Manifiesto de Ventotene por una Europa Libre y Unida es escrito por Rossi y Spinelli
para proponer el federalismo como una opción que permita superar el periodo de conflictos
que vive Europa en la primera mitad del siglo XX. La Unión Europea lo considera hoy como
uno de sus referentes fundacionales. Véase: Comisión Europea, S.F.
82 Alianza del Pacífico: mitos y realidades
económicos como políticos, y terminaba dando lugar al surgimiento
de organizaciones regionales (Rosamond, 2008, p. 84).
Integración y soberanía en el viejo regionalismo latinoamericano
Las conceptualizaciones e ideas europeas fueron usadas para
diseñar las propuestas de integración que surgieron en Latinoamé-
rica a partir de los años sesenta. Tanto el Mercado Común Centro-
americano (1960) como el Pacto Andino (1969), fueron proyectos
de integración regional inspirados en autores como Haas y Balassa,
quienes resaltaban que la integración es un proceso en donde el
componente económico es fundamental. En la Teoría de la inte-
gración económica, Balassa (1964) afirma que la integración es un
proceso que comienza con la constitución de una zona de libre
comercio y que culmina con la integración política plena. Con todo,
tanto Haas (1967, pp. 323-325) como Balassa consideraban que los
procesos de integración que avanzaban en esos años en Latinoa-
mérica eran más débiles que los que tenían lugar en Europa, pues se
limitaban a las primeras etapas de la integración económica y no se
estaba dando una transferencia efectiva de soberanía, sino que se
circunscribían a tender unos débiles lazos económicos.
Una manera de explicar que la integración latinoamericana
avanzara diferentemente a la europea –lo que desde las teorías de
ese continente podía verse como un fracaso de la integración–, es
argumentar que la reflexión académica y política en Latinoamérica
no se derivó de los estragos de una gran guerra y de la necesidad
de su no repetición. No significa esto que la región haya sido ab-
solutamente pacífica, pues de hecho se presentaron varias guerras
internacionales, pero nunca un Estado latinoamericano llegó a con-
solidarse como una amenaza inminente para sus vecinos, como la
Alemania del siglo XX o la España, Inglaterra o Francia de los siglos
precedentes. Solo Estados Unidos llegó a posicionarse como he-
gemón continental, pero sin producir en sus vecinos una reacción
equivalente a la que en Europa escaló hasta estallar en las dos gue-
rras mundiales – lo cual bien podría comenzar a explicarse por la
83
Entre la soberanía, el liberalismo y la innovación
misma condición hegemónica de Estados Unidos, entendida como
una enorme asimetría en la posesión de recursos militares frente al
resto de países del hemisferio occidental–.
Salvo contadas excepciones, la mayoría de Estados latinoame-
ricanos lo que hicieron fue asumir cierta sumisión frente a Estados
Unidos, lo que les ayudaba a limitar amenazas externas como en
la que se convirtió la Unión Soviética después de la Segunda Gue-
rra Mundial. Aunque el comportamiento del hegemón continental
puede ser visto como una violación a la soberanía externa de los
Estados latinoamericanos, en la mayoría de los casos ésta era, si
se quiere, aceptable. En el caso colombiano, por ejemplo, a esto
se le conoce como intervención por invitación (Tickner, 2007). En
ausencia de grandes amenazas internacionales en el vecindario,
y dado que la intervención del hegemón continental era más o
menos aceptada, el desafío más importante a la soberanía de los
Estados latinoamericanos en la segunda mitad del siglo XX era la
amenaza comunista. Sin embargo, a nivel externo, esta amenaza,
encarnada en la Unión Soviética, era enfrentada por Estados Uni-
dos. Por ello, también en temas de seguridad y defensa, la preocu-
pación se concentró en la soberanía interna, esta vez amenazada
por el surgimiento de numerosos grupos insurgentes desde la dé-
cada de 1950.
Siendo que lo que motivó las propuestas de integración en La-
tinoamérica no fue la amenaza externa, es factible argumentar que
el detonante fue la conciencia sobre la debilidad de la soberanía
interna de los Estados. Rondando el siglo y medio de concretados
la mayoría de procesos de independencia, ninguno de los Estados
latinoamericanos había conseguido su plena soberanía interna. En
la mayoría de casos no se había logrado el control del territorio, ni
en términos de la presencia institucional del Estado en todos los
centros poblados, ni en términos del monopolio del uso de la fuerza
ante grupos insurgentes. Para la mayoría de los Estados sus prin-
cipales preocupaciones estaban en terminar de construirse hacia
adentro, más que proyectarse hacia afuera. Ya decía Max Webber en
su obra publicada en 1921, Economía y sociedad, que los Estados,
antes de jugar un rol protagónico más allá de sus fronteras, debían
consolidarse al interior de las mismas.
84 Alianza del Pacífico: mitos y realidades
La debilidad interna, asociada al concepto de subdesarrollo, in-
citó que a finales de los años cuarenta, Raúl Prebish empezara a
esbozar un análisis estructuralista de la economía internacional (Pre-
bisch, 1986), que sería promulgado por la CEPAL4. Esta idea, defendi-
da en las siguientes décadas por autores como Celso Furtado (1956),
André Gunder-Frank (1965), Theotonio Dos Santos (1966), Fernan-
do Henrique Cardoso (1969) y Enzo Faletto (1977), entre muchos
otros, sostiene que hay unos Estados desarrollados que sustentan su
posición central en la economía mundial alimentando sus procesos
de industrialización con la extracción de recursos baratos de los Es-
tados subdesarrollados de la periferia. Esta relación condena a los
Estados de la periferia a permanecer en ella porque les resulta im-
posible competir con procesos de industrialización del centro, pues
les llevan mucha ventaja. Además, al centro le resulta beneficioso
mantener la posición periférica del subdesarrollo, pues esto le garan-
tiza materia prima barata. Esta perspectiva, conocida como la ‘teoría
de la dependencia’, sirve de plataforma conceptual para proponer la
versión latinoamericana del ahora ‘viejo regionalismo’.
El diagnóstico era que la debilidad interna de los Estados la-
tinoamericanos era causada por la condición de dependencia que
se había construido en torno a una participación asimétrica en un
modelo de intercambio liberal impuesto por los países centrales
que condenaba a Latinoamérica al subdesarrollo. Esto llevó a un
direccionamiento particular de los proyectos de integración, don-
de el objetivo era romper el vínculo de dependencia a través de
un modelo de industrialización por sustitución de importaciones.
Este modelo de desarrollo promovía un rol activo de los Estados
para restringir el acceso de bienes extrarregionales y a través de la
integración económica se pretendía asegurar un mercado libre de
competencia externa para la industria local, con el objetivo de au-
mentar el consumo de los bienes manufacturados que se producían
al interior de la región y, por esta vía, lograr el desarrollo econó-
mico. Así, se adoptaba una oposición a las ideas liberales sobre la
apertura de los mercados al comercio internacional, que justificaba
un proteccionismo económico y un regionalismo cerrado.
4. Comisión Económica para América Latina.
85
Entre la soberanía, el liberalismo y la innovación
Nótese que el problema no es la inminencia de la guerra
como en Europa, sino la dependencia económica, por lo que la
construcción regional en Latinoamérica no apuntaba a matizar
la soberanía externa, sino a lograr el desarrollo y, por esa vía,
la soberanía interna. Por esto, la propuesta analítica y política
que originó los procesos latinoamericanos no tuvo como punto
de partida la necesidad de la paz internacional, sino el deseo de
consolidar unos Estados que aún eran débiles hacia adentro de
sus fronteras. Ahora bien, dado que este modelo consideraba a
Estados Unidos como un país del centro, la integración protec-
cionista no podía extenderse a todo el continente, por lo que se
delimitó un espacio del que mucho antes habló Bolívar, quien
coincidió con la CEPAL en el sentido de considerar a Estados Uni-
dos como una de las amenazas para el sur del continente y a la
unidad latinoamericana como una estrategia para enfrentarla. En
este contexto, se creó la ALALC5 y se desarrolló el nuevo regiona-
lismo (Lewis, 2005).
De momento, valga resaltar que además del particular modo
de asumir la cuestión de la soberanía, uno de los elementos que
caracteriza al regionalismo latinoamericano desde sus inicios es que
se ha definido en relación con el liberalismo económico. De hecho,
el viejo regionalismo fue en esencia un regionalismo cerrado o pro-
teccionista porque su punto de referencia fue el liberalismo econó-
mico, al cual se oponía y del cual se quería defender. Sin embargo,
este cerramiento no era enteramente antiliberal, si se tiene en cuen-
ta que para lograr su industrialización, los países latinoamericanos
requerían importar insumos y bienes de capital para desarrollar su
industria manufacturera, y para ello debían mantener un cierto ni-
vel de apertura comercial con los países industrializados del centro
exportadores de esos bienes e insumos. En los años subsiguientes,
el ocaso del viejo regionalismo y el surgimiento del nuevo regiona-
lismo giraron también en torno a los valores del liberalismo eco-
nómico, pues se dejó de considerar que el liberalismo era la causa
de los problemas y se asumió que era la mejor esperanza para el
bienestar de la región.
5. Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (1960-1980).
86 Alianza del Pacífico: mitos y realidades
Soberanía y liberalismo en el nuevo regionalismo
Diferentes factores llevaron a que, en la segunda mitad de la
década de 1970, el Estado de bienestar estadounidense y europeo
viviera un estancamiento, después de algún tiempo en el que el
modelo económico keynesiano le había dado al Estado un lugar
preponderante en la economía. En el caso latinoamericano, dicho
estancamiento se manifestó en una fuerte crisis que cobijó a la re-
gión durante los años ochenta, en la llamada ‘década perdida’ de
América Latina. La economía de los países de la región no marchaba
bien y una de las principales manifestaciones de la crisis era una
inflación elevada que, en algunos casos, era hiperinflación. El cre-
cimiento económico de la región fue mínimo y a veces negativo, lo
que terminó por cuestionar la efectividad del viejo proteccionismo
que, además de no generar un bienestar económico significativo, no
llegó a impulsar procesos de integración que tuvieran los mismos
avances que el modelo de referencia europeo, lo que contribuyó a
que el modelo de sustitución de importaciones tampoco arrojara los
resultados de industrialización deseados.
Mientras tanto, las viejas tesis liberales del laissez faire,laissez
passer, reeditadas en la versión de las escuelas económicas austriaca
y de Chicago, empezaron a cuestionar fuertemente la pertinencia de
la intervención del Estado en el mercado que defendían los keyne-
sianos. A esta ‘nueva’ versión del liberalismo económico se le llamó
‘neoliberalismo’, y empezó a tomar fuerza en el mundo en la medi-
da en que llegaron al poder mandatarios afines a estas ideas como
Margaret Thatcher en Reino Unido y Ronald Reagan en Estados
Unidos. Una de las principales críticas del neoliberalismo a la eco-
nomía keynesiana era que descuidaba la inflación y que, de hecho,
terminaba induciéndola cuando el Estado intervenía en el mercado
a través de grandes inyecciones de capital en forma de inversión
pública y de políticas crediticias expansivas. La solución era liberar
al mercado de la intervención estatal y dejar que aquél encontrara
su propio equilibrio, lo que se lograría acabando con la interven-
ción activa del Estado en el mercado y evitando que restringiera el
intercambio económico internacional.
87
Entre la soberanía, el liberalismo y la innovación
América Latina, sumida en una crisis inflacionaria y respon-
diendo a la influencia estadounidense, vio en el modelo neoliberal
una alternativa para estabilizar su economía (Haggard y Kaufman,
1992, p. 41) y desde finales de los años ochenta la mayoría de paí-
ses de la región comenzaron a implementar las llamadas ‘reformas
de ajuste estructural’, las cuales consistían fundamentalmente en
privatizaciones de empresas públicas, asegurar la estabilidad ma-
croeconómica para incentivar la inversión privada y atraer capitales
extranjeros, liberalizar el comercio exterior a través de la elimina-
ción de barreras arancelarias y acabar con otras medidas restrictivas
de importación. Igualmente, y no menos importante, se emprendió
una liberalización progresiva de los flujos de capital financiero con
el fin de procurar fuentes de financiación para las economías nacio-
nales diferentes a las inversiones públicas y a la política monetaria
expansiva.
La sensación de que un nuevo tiempo había llegado y que el
viejo modelo de regionalismo cerrado y de intervención estatal ha-
bía quedado en el pasado, fue concretada con el fin de la Guerra
Fría y la caída del Muro de Berlín. Se asumió que dichos eventos
consolidaban un capitalismo realmente global y el triunfo de los
valores liberales, de los que ya no valía protegerse, sino a los que
era necesario insertarse. No se renunció al regionalismo, pero se
optó por uno abierto y liberal, pensado como plataforma para la
inserción internacional. Casi todos los países latinoamericanos –con
la notoria excepción de Chile– se comprometieron con el lanza-
miento y relanzamiento de proyectos regionales que les permitieran
articular sus economías nacionales al mercado global. El Mercosur,
el Grupo Andino (posteriormente CAN), el TLCAN (o NAFTA) y el
MCCA, se encargaron de desarrollar ese tipo de regionalismo en los
albores de la década de los noventa, y el ALCA, el CAFTA+RD y los
TLC se desarrollaron posteriormente como refuerzos de esta estra-
tegia de liberalización económica y comercial internacional a través
de acuerdos regionales.
El mismo propósito de hacer que el rol del Estado fuera más
pasivo y de considerar a la región como el paso inmediato hacia
un objetivo más amplio que era insertarse a la economía global,
hizo que lo económico fuese visto como el medio y el fin de estos
88 Alianza del Pacífico: mitos y realidades
proyectos, mientras que los temas políticos se vieron relegados a
un lugar secundario. El diálogo político versaba principalmente
sobre cómo liberalizar los mercados nacionales en un contexto
de democratización de sistemas políticos que habían sido coopta-
dos por regímenes autoritarios. Por otra parte, las preocupaciones
geopolíticas de antaño quedaban eliminadas: mientras en el viejo
regionalismo uno de los propósitos era la defensa de la periferia
frente a las amenazas del centro, en el nuevo regionalismo los
vínculos norte-sur eran vistos con buenos ojos, pues reforzaban el
carácter abierto de los proyectos (Falomir, 2013, pág. 98).
Pese a la diferencia y novedad del regionalismo abierto frente
al de décadas precedentes, persistieron el bajo nivel de institucio-
nalización y la resistencia de los Estados a ceder soberanía que
caracterizaron a los proyectos regionales anteriores. De hecho, el
carácter del nuevo regionalismo, que lo llevaba a concentrarse en
objetivos económicos, hacía que fuese menos valorado el tema de
la institucionalización para el logro de los objetivos regionales. El
propósito de lograr el desarrollo económico en el largo plazo fue
desplazado por el propósito más inmediato de conseguir un creci-
miento económico estable, en condiciones de baja inflación y de
equilibrio macroeconómico.
Al igual que en el viejo regionalismo, el tema de la soberanía
no era una cuestión significativa y cederla de manera progresiva no
era un propósito, a pesar de que proyectos como el MCCA, la CAN y
el Mercosur establecieron como objetivo principal la consolidación
de mercados comunes para comienzos del siglo XXI. Alcanzar esta
meta requería de la coordinación de políticas económicas y el esta-
blecimiento de metas macroeconómicas que demandaban un moni-
toreo colectivo. Esto implicaba una cesión de soberanía mayor que
la que se estaba concediendo parcialmente en la constitución de las
uniones aduaneras imperfectas que se establecieron con estos pro-
yectos regionales en los albores de la década de los noventa. Pero
además de las dificultades que permanecían en la consolidación de
la soberanía interna, ya no tanto representadas por grupos insurgen-
tes procomunistas sino por los carteles del narcotráfico y poderosas
organizaciones de crimen organizado, la misma orientación neolibe-
ral de alcanzar la inserción económica internacional por medio de
89
Entre la soberanía, el liberalismo y la innovación
esquemas de protección a zonas de libre comercio, hacía aún más
problemática la cesión de poder soberano de decisión a organismos
comunes: si el objetivo era la inserción económica internacional por
medio de la liberalización comercial, los esquemas de protección
que requerían de cesión de soberanía iban a ser despreciados frente
a las posibilidades de liberalización y de apertura comercial a otros
países. Esta contradicción terminó minando los procesos del MCCA
y de la CAN, debido a las preferencias de sus miembros por firmar
acuerdos de libre comercio con terceros, sobre todo con México y
Estados Unidos, que acabaron haciendo posible la consolidación de
las uniones aduaneras, paso esencial para avanzar hacia un merca-
do común. Así, mientras los proyectos precedentes cuando menos
consideraban la integración como un posible resultado del aumento
de la interdependencia regional, el modelo liberal que tiene su auge
en la década de los noventa hizo más difícil el objetivo de la integra-
ción, al menos en su definición formal.
Finalmente, es importante reflexionar sobre la importancia del
nuevo regionalismo de los años noventa para la proyección inter-
nacional de los países latinoamericanos. Mientras que en los años
sesenta y setenta estos se proyectaron al mundo como Estados que
oponían resistencia al subdesarrollo y a la dependencia a través de
sus proyectos regionales, con el nuevo regionalismo se proyectaban
como Estados ‘renovados’, que superaban sus etapas de regímenes
autoritarios y que pretendían ‘volverse como los demás’; Estados
abiertos, modernos, comprometidos con la democracia y la economía
de mercado como arreglo de economía política triunfador frente al
socialismo decadente de la URSS. El regionalismo abierto fue también
una estrategia para identificarse con Occidente y su proyecto liberal.
Un claro mensaje hacia el resto del mundo, y sobre todo a Europa y a
Estados Unidos, de que se podía contar con América Latina para ade-
lantar el proyecto globalizador de consolidar el libre comercio a nivel
mundial (Prieto, 2003). Con el nuevo regionalismo de los noventa, los
países latinoamericanos confirmaban la importancia de los proyectos
regionales como herramientas de identificación y de proyección ha-
cia el mundo. Y esta misma asociación entre identidad y regionalismo
sería un fuerte determinante en el surgimiento de más regionalismos
nuevos e ‘innovadores’ a comienzos del siglo XXI.
90 Alianza del Pacífico: mitos y realidades
La tercera etapa del regionalismo
latinoamericano: más innovación, más soberanía
y menos liberalismo
A comienzos del siglo XXI, el neoliberalismo que habían adop-
tado prácticamente todos los países latinoamericanos enfrentaba una
fuerte resistencia de parte de diversos sectores políticos y sociales.
La apertura económica, el recorte del gasto público, la privatización
de las empresas estatales, la flexibilización laboral y la desaparición
de subsidios a la oferta en los sectores de salud y educación, con fre-
cuencia no generaron mejoras en el bienestar de los sectores menos
favorecidos de la sociedad, mientras que el mejoramiento de las con-
diciones para la inversión llevó a que las grandes compañías, y en
general los sectores más ricos, aumentaran sus beneficios (Ahumada,
2002, pág. 37). Este contexto fue caldo de cultivo para que una serie
de outsiders –personas no pertenecientes a las élites políticas tradi-
cionales– llegaran a la presidencia de varios países latinoamericanos,
principalmente suramericanos, que de una u otra forma se empeza-
ron a alejar del modelo neoliberal y, por esta vía, a proponer otro
tipo de proyectos regionales (Ramírez, 2011, pág. 127).
Dos tipos de críticas se le empezaron a formular al regionalis-
mo abierto: primero, aquellas que atacaban directamente al neoli-
beralismo y lo consideraban el causante de muchos de los males de
sus sociedades. Así mismo, veían a Estados Unidos como el promo-
tor de dicho modelo y argumentaban que lejos de promover bien-
estar económico y social, se trataba de una estrategia imperialista
para explotar económicamente a los Estados latinoamericanos. Esta
perspectiva fue asumida por gobiernos de izquierda a lo largo de la
primera década del siglo XXI, principalmente de Venezuela, Ecua-
dor, Bolivia y, posteriormente, Nicaragua, Uruguay y en cierta me-
dida Argentina. Dicha crítica, que podríamos denominar ‘rupturista’,
venía acompañada del propósito de ser un punto de quiebre entre
la opresión y la emancipación y por eso realizaron grandes reformas
internas y nuevas constituciones políticas en las que se retomaba el
papel activo del Estado en la generación de bienestar social, espe-
cialmente entre los sectores más vulnerables.
91
Entre la soberanía, el liberalismo y la innovación
El segundo tipo de crítica no se construyó como una oposición
al neoliberalismo, aunque en algunos sentidos lo matizaba, y no
veía a Estados Unidos como el imperio agresor, pero tampoco se
limitaba a aceptar irrestrictamente sus políticas. El país que más
desarrolló este tipo de crítica al regionalismo abierto fue Brasil,
que incluso desde los años noventa empezó a desmarcarse de la
hegemonía estadounidense, aunque sin oponérsele ni negarla. Pre-
cisamente durante esa década, Estados Unidos propuso la que si se
hubiera concretado, podría haber sido la cúspide del regionalismo
abierto, a saber, el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
Fernando Henrique Cardoso, presidente de Brasil en ese entonces,
se convirtió en crítico del ALCA no por contraposición al neolibera-
lismo –de hecho, él mismo había realizado las reformas neoliberales
en su país–, sino porque le preocupaba el grado de asimetría en la
negociación entre la superpotencia y los demás Estados del conti-
nente (Betancourt, 2012, pág. 323).
La idea de Brasil tampoco era oponerse a Estados Unidos, con
quien de hecho tenía una relación cordial. Lo que buscaba era evitar
que este país impusiera unilateralmente las condiciones del acuer-
do, por lo que buscó una posición negociadora menos subordinada.
Para esto, Cardoso se apoyó en otros países de la región, principal-
mente los suramericanos, con el objetivo de construir una posición
conjunta respecto a los temas que se estaban negociando para que
en grupo pudieran hacer un contrapeso al país del norte. La idea
no era criticar o escapar del neoliberalismo, ni tampoco desarrollar
una posición antiestadounidense. Esta crítica al regionalismo abier-
to, que podríamos llamar ‘autonomista’, era por el contrario una
posición de aceptar a grandes rasgos las ideas liberales pero en un
contexto de relacionamiento exterior menos subordinado.
Estas críticas rupturistas y autonomistas emergieron en un mun-
do que se estaba transformando en los primeros años del siglo XXI.
La caída de la Unión Soviética fue sucedida por un mundo en el que
Estados Unidos parecía ser el único eje de poder y fue ese el contex-
to en el que se desarrolló el regionalismo abierto, que tomaba por
regla el modelo económico, político y social que este país defendía.
No obstante, en los años que siguieron, la consolidación de la Unión
Europea, el ascenso de China, el creciente protagonismo de Brasil,
92 Alianza del Pacífico: mitos y realidades
India, Suráfrica y de la misma Rusia, entre otros, le dieron forma a
un mundo crecientemente multipolar. Esto no significa que Estados
Unidos hubiese dejado de ser la principal potencia del mundo, pero
sí que en muchas situaciones y contextos específicos tenía que nego-
ciar con los poderes ascendentes y ya no tenía más la capacidad de
imponer unilateralmente sus designios. Todo esto hizo que se desa-
rrollara una nueva manera de relacionamiento entre Estados Unidos
y Latinoamérica (Pastrana & Vera, 2012, pág. 135).
En el viejo regionalismo, la idea de integración proteccionis-
ta implicaba la búsqueda de un destino latinoamericano autóno-
mo frente a las potencias industriales, lo cual conllevaba entrar en
contradicción con la geopolítica de la época que demandaba más
alineación con la superpotencia. En el nuevo regionalismo de los
años noventa, construir algo propiamente latinoamericano no era
un propósito, pues acercarse a Estados Unidos y al mundo era de
hecho un propósito. Pero en el siglo XXI, tanto la crítica rupturis-
ta como la autonomista no sólo tienen el objetivo de desarrollar
proyectos regionales alternativos, sino que además buscan aislar
a Estados Unidos de las decisiones geopolíticas latinoamericanas,
cuando no reducir la dependencia económica frente a la gran po-
tencia hemisférica.
La crítica rupturista, liderada inicialmente por Venezuela, le ha
dado forma a un proyecto de regionalización crítico del neolibera-
lismo. El epicentro de dicho proyecto es la Alianza Bolivariana para
los Pueblos de Nuestra América, Alba, que surgió en contraposición
al ALCA, tanto en términos de oponerse al neoliberalismo como
a la hegemonía estadounidense. Incluye una repolitización de la
idea de región, pues no reconoce al liberalismo como la ideología
triunfadora, sino que le opone alternativas propias como las de un
‘socialismo del siglo XXI’, de una revolución ciudadana y de la di-
versidad de los pueblos. En contravía al Estado mínimo y gerencial
del modelo neoliberal, los rupturistas han aumentado el tamaño y
la capacidad de acción del Estado, que interviene en el mercado y
tiene como propósito ser actor protagónico en la búsqueda de la
justicia social. En términos de integración, no la limitan a lo comer-
cial, o siquiera a lo económico, sino que tienen una agenda mucho
más amplia que apunta a desarrollar instituciones regionales en
93
Entre la soberanía, el liberalismo y la innovación
materia política, social, ecológica y de seguridad, entre otras (Cas-
cante, 2014, pág. 38), pero eso sí, sin contemplar tampoco la cesión
de poder soberano de decisión a organismos comunes.
Por el otro lado, la posición autonomista ha dado lugar a un
proyecto regional, ya no latinoamericano sino suramericano, lide-
rado por Brasil, cuyos ejes son Unasur en cuestiones políticas, y un
rezagado Mercosur en asuntos económicos. El embrión de Unasur
también surgió en relación a la propuesta del ALCA, pues fue en
las reuniones de presidentes suramericanos que convocó Fernando
Henrique Cardoso para buscar una posición conjunta frente a la
propuesta estadounidense, donde se propuso la creación del Área
de Libre Comercio de Suramérica (ALCSA), que pocos años después
se vería complementada con la propuesta del presidente Da Silva
de creación del organismo que precedió a la Unasur, la Comunidad
Suramericana de Naciones. Pese a las diferencias que se pueden
identificar entre los esfuerzos de regionalización de Cardoso y de su
sucesor, Lula da Silva, el proyecto suramericano tiene la constante
de que no pretende revisar el capitalismo, ni mucho menos propo-
ne una alternativa socialista, y buena parte de sus miembros no han
desmontado ni pretenden desmontar la mayoría de los ajustes neoli-
berales que realizaron hace un par de décadas. De hecho la Unasur
se ha concebido como un foro de diálogo político y cooperación
que ha excluido los temas económicos y comerciales de su agenda.
En cuanto a la relación con Estados Unidos, y más allá de que todos
los países suramericanos que están en la Alba también están en
Unasur, el propósito del proyecto suramericano no es atacar la he-
gemonía de la superpotencia, sino tener una buena relación aunque
conservando la autonomía, excluyendo a Estados Unidos de la toma
de decisiones regionales (Arroyave, 2012, pág. 246).
Tanto la posición rupturista como la autonomista han sido
identificadas por diversos autores como exponentes de la tercera
etapa de los proyectos de regionalización en Latinoamérica. Tras las
dos fases anteriores, a esta se le ha llamado poscomercial (Tussie
& Trucco, 2010), posliberal (Veiga & Rios, 2007) o poshegemóni-
ca (Riggirozzi, 2010). Las distintas formas de conceptualizar estos
proyectos tienen que ver con cuál es la principal característica que
identifica cada autor en el regionalismo, bien sea la superación del
94 Alianza del Pacífico: mitos y realidades
nuevo regionalismo que se limitaba a la integración comercial, el
cuestionamiento a los valores liberales y sobre todo neoliberales
que guiaban anteriores proyectos de integración, o el hecho de que
los regionalismos de comienzos del siglo XXI cuestionan no solo lo
comercial y lo liberal, sino de modo más amplio, elementos que en
la década de los noventa constituían la posición hegemónica esta-
dounidense.
En este sentido, hablar de regionalismo poshegemónico daría
una idea más completa sobre los proyectos en cuestión, pues allí
quedaría incluido tanto lo poscomercial como lo posliberal. Por eso
autores como Riggirozzi (2012) y Sanahuja (2012) han empezado
a referenciar al regionalismo poshegemónico como sucesor de los
viejos y nuevos regionalismos. Resaltando lo interesante que resulta
el hecho de que para varios autores sea válido hablar de una forma
de regionalismo novedosa por el espacio que ocupa, por las ideas
que defiende y por el contexto en el que toma lugar, valdría la pena
cuestionarse si en efecto se puede hablar de un regionalismo poshe-
gemónico, o si sería más preciso considerar que esta tercera fase se
compone de proyectos alternativos y a veces incluso contrapuestos,
que conviven con otros menos novedosos.
Concretamente, son dos los proyectos regionales que han re-
presentado una verdadera ‘alternativa’ al regionalismo abierto de
finales del siglo XX. Alba y Unasur son proyectos poshegemónicos
en la medida en que ambos tienen la intención de restringir la in-
cidencia de EE.UU. en los asuntos regionales, pero sobre todo en
el direccionamiento del regionalismo. Sin embargo, los matices que
diferencian estas caracterizaciones saltan a la vista. Mientras que la
CAN en los noventa mantuvo un estrecho vínculo con el gigante del
norte a través del ATPA y luego del ATPA-DEA, y luego a comienzos
de los años 2000 emprendió negociaciones conjuntas (sin Bolivia
ni Venezuela) para la firma de un TLC con ese país, el Mercosur
siempre mantuvo una posición escéptica frente al acercamiento con
EE.UU. Esta actitud de distanciamiento, sobre todo en materia co-
mercial, ha sido mantenida por Brasil y Argentina, al tiempo que
Uruguay y Paraguay en varias ocasiones han manifestado su in-
terés en tener TLC con EE.UU. debido a la asimetría de ganancias
comerciales existente dentro del bloque del Cono Sur con respecto
95
Entre la soberanía, el liberalismo y la innovación
a los dos países más grandes. Así, la alineación de los esquemas
regionales suramericanos con EE.UU. tampoco ha sido tan clara ni
homogénea en el regionalismo abierto.
La novedad de la Unasur, en este sentido, consiste en la crea-
ción en 2008 del Consejo de Defensa Suramericano (CDS), como ór-
gano pionero de este nuevo bloque regional, el cual envía un claro
mensaje a EE.UU. de que en el siglo XXI Suramérica es autónoma
para manejar sus asuntos de seguridad y defensa y ha comenzado
a emprender acciones de cooperación en esta área –por ejemplo,
ejercicios de entrenamiento militar conjunto y construcción de me-
didas de confianza como la publicación de los gastos en defensa de
cada uno de sus Estados miembros–, de manera totalmente inde-
pendiente de EE.UU. (Prieto, 2012). Sin embargo, ser miembro del
CDS y de Unasur no afecta en absoluto la autonomía de cada país
suramericano para cooperar en materia de defensa y seguridad con
EE.UU. y recibir ayuda y asesoría militar por parte de ese país (sien-
do Colombia el caso más evidente)6.
Es esta dimensión de seguridad y defensa la que más podría
caracterizar a Unasur como un proyecto poshegemónico, pues el
haberse convertido en un foro de diálogo político para atender
crisis regionales (de alguno de sus miembros o entre ellos), y en
un conglomerado de consejos ministeriales que intercambian infor-
mación técnica, no afecta en lo más mínimo la autonomía de cada
país miembro de llevar a cabo su política exterior y de relacionarse
con EE.UU. como le parezca. El carácter poscomercial de la Unasur
6. Con todo, la cooperación bilateral en materia de seguridad y defensa de los países miem-
bros con EE.UU. sí es objeto de monitoreo por parte de Unasur. Recuérdese, por ejemplo,
la preocupación que sus países miembros (sobre todo Brasil, Ecuador, Venezuela y Bolivia)
manifestaron ante el acuerdo que el gobierno colombiano firmó con el estadounidense para
permitir que el ejército de EE.UU. instalara y administrara bases militares en territorio colom-
biano. Al tiempo que el CDS se reunía para pedir explicaciones al gobierno colombiano sobre
este acuerdo y que especificara los términos en que la presencia de tropas estadounidenses
en bases militares colombianas no afectaba la seguridad regional, la Corte Constitucional de
Colombia invalidaba la firma de dicho acuerdo y, subsecuentemente, el gobierno entrante de
Juan Manuel Santos anunciaba que no volvería a presentar dicho acuerdo a revisión constitu-
cional, lo que en la práctica lo descartaba. A los ojos de varios analistas, fueron las sospechas
y los malestares despertados por el acuerdo entre los miembros de Unasur lo que motivó al
gobierno de Santos a no insistir en la aprobación de este polémico acuerdo.
96 Alianza del Pacífico: mitos y realidades
–y aceptando que lo poscomercial haga parte de lo poshegemó-
nico– se evidencia en el hecho de que el bloque regional haya
constituido consejos ministeriales en todas las áreas de política
excepto en la comercial7, asumiendo que el Área de Libre Comercio
Suramericana es una realidad encarnada por el acuerdo de libre
comercio CAN-Mercosur (más Chile) que existe desde 2004. Pero
por ello mismo, difícilmente podría considerarse a la Unasur como
posliberal, dado que, aun cuando no se ocupe de temas comercia-
les, cobija a la IIRSA, proyecto cuya principal finalidad es auspiciar
el comercio al interior de la región y facilitar medios de transporte
para las exportaciones de los países suramericanos al mundo. Y
adicionalmente, tan solo tres países suramericanos se han declara-
do expresamente contrarios al libre comercio, mientras que otros
tres (Colombia, Perú y Chile) están explícitamente comprometidos
con el mismo (para la muestra la AP), y los restantes mantienen
una posición tácita de compromiso con la liberalización comercial
regional y mundial.
Y es que son precisamente esos tres países, Venezuela, Ecuador
y Bolivia, los protagonistas suramericanos de la Alba, el proyecto
regional que de manera más clara reúne las características de pos-
hegemónico, poscomercial y posliberal. El discurso ‘antiimperialis-
ta’ de su líder, el presidente venezolano Hugo Chávez, fue amplia-
mente difundido mientras el caudillo estuvo vivo; y la alianza con
Cuba como país fundador de la Alba y la adhesión del gobierno
nicaragüense del exsandinista Daniel Ortega dan cuenta clara de la
posición de enemistad que este bloque regional ha pretendido man-
tener respecto de EE.UU. El presidente ecuatoriano Correa y el bo-
liviano Morales también han manifestado con frecuencia sus críticas
al gobierno estadounidense, aunque con mayor ahínco el segundo
que el primero. Adicionalmente, la Alba siempre se ha mostrado
contraria al libre comercio y de hecho la caracterizan los acuerdos
de cooperación e intercambio de petróleo por otros bienes y ser-
vicios, y de ninguna manera acuerdos de liberalización comercial.
7. Tampoco existe en el área de Medio Ambiente. El Consejo de Ministros de Economía y Fi-
nanzas no se ocupa de temas de liberalización comercial, o al menos no tiene la liberalización
del comercio en la región como uno de sus objetivos.
97
Entre la soberanía, el liberalismo y la innovación
Finalmente, el discurso del ‘socialismo de siglo XXI’, aunque etéreo
y panfletario, se contrapone al liberalismo económico profesado
por los nuevos y estancados regionalismos de los años noventa,
que buscaban consolidar mercados comunes como plataformas de
inserción económica al libre comercio internacional.
Así, en los albores del siglo XXI tenemos dos proyectos regio-
nales ‘nuevos’ que no son igual de poshegemónicos, ni de posco-
merciales, ni de posliberales. Esta situación hace que sea convenien-
te cuestionarnos si verdaderamente, para referirnos a uno u otro
proyecto, tiene sentido emplear conceptos nuevos y sofisticados
que son tan disímiles entre sí. Con todo, el carácter ‘alternativo’ de
la Alba y de la Unasur frente al regionalismo abierto de la década
pasada, que le asigna a ambos proyectos ese hálito de ‘innovación’
tan destacado por sus líderes y ciertos analistas, da cuenta de la
importancia del regionalismo como instrumento promotor de una
identidad estatal y, en menor medida, de un modelo de desarrollo.
Para el proyecto ‘revolucionario’ del chavismo en Venezuela, contar
con un esquema político de promoción regional de su modelo de
‘socialismo de mercado’ o ‘socialismo del siglo XXI’ ha sido una
estrategia esencial de legitimación internacional. A 15 años de la
llegada del chavismo al poder, aún queda por entender cuáles son
los elementos socialistas del ‘nuevo’ y ‘alternativo’ modelo venezo-
lano, donde la economía de mercado no ha sido sustituida por nin-
gún otro modo de producción, y lo ‘revolucionario’ ha consistido
en adelantar expropiaciones autoritarias y elevar la participación
pública en la operación de ciertas empresas estratégicas, sobre todo
productoras de petróleo y de energía. Los controles de precios y del
tipo de cambio, sumados a las medidas de control de intercambio
comercial, han sido producto no de un modelo ‘diferente’ ni ‘socia-
lista’, sino de la necesidad de enfrentar una crisis económica gene-
rada por el desastroso manejo macroeconómico y el ‘autoritarismo
de mercado’ desplegado por el gobierno. Así como el petróleo es
lo único que ha permitido sostener el gasto público y social del
gobierno, es lo que ha permitido que la Alba gane adeptos y se
sostenga como un esquema de facilitación de acceso al crudo para
países que a cambio le dan a Venezuela gas, soya, médicos y apoyo
político en foros internacionales.
98 Alianza del Pacífico: mitos y realidades
En cuanto a la Unasur, no debe olvidarse que, en su dimensión de
defensa y seguridad, es una apuesta de Brasil y en menor medida de
Argentina, de posicionarse como los administradores y ordenadores
de la seguridad en Suramérica, aislando a EE.UU. y asegurando que
los asuntos políticos de la región sean resueltos con su visto bueno,
sobre todo con el de Brasil. Y en su otra dimensión estratégica, la de la
infraestructura y energía condensada en la IIRSA, la apuesta es apoyar
la expansión comercial de todos los países miembros –incluyendo a
los tres del eje de la ‘nueva izquierda latinoamericana’– hacia una ma-
yor inserción en la economía internacional, donde fundamentalmente
opera la lógica del libre comercio. Así, la IIRSA también es una estra-
tegia de apoyo a los modelos de desarrollo existentes en Suramérica y
la Unasur es un dispositivo de diálogo político y cooperación muy útil
para proyectar la identidad de una Suramérica autónoma e indepen-
diente de la influencia estadounidense y, por supuesto, de la identidad
de un Brasil que se sabe líder regional pero que prefiere no echarse a
hombros el desarrollo ni la estabilidad de sus vecinos.
Así las cosas, más que hablar de un nuevo tipo de regionalismo,
sería más preciso hablar de una tercera etapa del regionalismo lati-
noamericano que está caracterizada por la diversidad. Aun cuando
los conceptos de ‘poshegemónico’ y ‘posliberal’ pretenden destacar
la novedad de estos regionalismos alternativos frente al regionalismo
abierto, aún queda por aclarar por qué sus rasgos innovadores pue-
den llevar a resultados más significativos que los que obtuvieron los
proyectos precedentes. De momento, los proyectos en curso son tan
reacios a ceder soberanía como sus predecesores, y en la medida en
que se persiguen objetivos comunes que requieren de la coordina-
ción de políticas, la resistencia a la integración formal se torna en un
obstáculo para alcanzar esos objetivos. La siguiente sección muestra
que el ‘nuevo’ proyecto de la AP es un ejemplo de esto.
La Alianza del Pacífico: reciclando la “novedad”
Desde su creación en 2012, la AP estableció dos objetivos que,
frente al primero de “impulsar un mayor crecimiento, desarrollo y
99
Entre la soberanía, el liberalismo y la innovación
competitividad de las economías de las partes, con miras a lograr
mayor bienestar, superar la desigualdad socioeconómica e impulsar
la inclusión social de sus habitantes” –característico de todo proyec-
to regional latinoamericano–, dan la impresión de ser novedosos
(Alianza del Pacífico, 2013). Estos son: a) establecer un área de in-
tegración profunda para avanzar progresivamente hacia la libre cir-
culación de bienes, servicios, capitales y personas; y b) convertirse
en una plataforma de articulación política, integración económica y
comercial y proyección al mundo, con énfasis en la región Asia-Pa-
cífico (Alianza del Pacífico, 2013). La novedad del objetivo a radica
sobre todo en el término “área de integración profunda”, pues da la
impresión de pretender establecer un mercado común sin referirse
directamente a este concepto. En cuanto al objetivo b, su carácter es
más innovador pues es la primera vez que un proyecto regionalis-
ta –no sólo en Latinoamérica sino en el mundo– se crea como una
plataforma para la inserción económica en una región determinada,
en este caso, Asia-Pacífico.
Con todo, la innovación no garantiza el éxito y menos en el
caso de la AP, donde la consolidación de un área de integración
profunda que se parece mucho a un mercado común y la inserción
de las economías de sus países miembros en la región de Asia-Pací-
fico, requieren de mecanismos institucionales para la armonización
de políticas que implican ciertos niveles de integración formal, lo
cual brilla por su ausencia en el esquema institucional de la Alianza.
Es llamativo que el objetivo en cuestión de la AP use el térmi-
no “avanzar” en lugar de “establecer” o “consolidar”. En cualquier
caso, la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas
requiere la armonización de, al menos, las políticas comercial, fiscal
y laboral, y de una fuerte coordinación de políticas monetarias y
cambiarias. La razón de esto es que las reglas del mercado deben
ser homogéneas para que los capitales, bienes, servicios y personas
puedan circular de modo realmente ‘libre’. Sin embargo, en ningún
momento los líderes de los países miembros de la ALP han sugeri-
do su intención de armonizar sus políticas económicas, pues esto
implica ceder poder soberano de decisión en éstas, ni han proyecta-
do alcanzar objetivos macroeconómicos específicos que conduzcan
a algún tipo de convergencia macroeconómica que permitiese la
100 Alianza del Pacífico: mitos y realidades
creación de un mercado común. En otras palabras, es claro que la
AP no pretende establecer un mercado común.
¿Qué tan profunda puede ser entonces la ‘integración’ que se
planeta la AP? En 2013, los ministros de Relaciones Exteriores y
Comercio de la AP acordaron liberalizar 92% de su universo arance-
lario, en lo que constituye la señal más indicativa de aquello en lo
que un ‘área de integración profunda’ podría consistir; esto es, un
espacio económico donde se promueve la libre circulación de bie-
nes, servicios y capitales, pero siguiendo un formato de un tratado
de libre comercio y no de un mercado común. La diferencia radica
en que esos factores de producción no pierden su carácter nacional,
es decir, no son tratados como factores comunitarios (como en el
Mercado Común Europeo), y las personas no pueden trabajar sin
permiso en cualquier país miembro. Lo que se da entonces en la
práctica es una facilitación para el comercio y la inversión, con lo
que el ‘área de integración profunda’ que persigue la AP consiste
fundamentalmente en un espacio de facilitación para hacer nego-
cios entre los agentes económicos de los países miembros.
Aun así, el acuerdo de liberalización comercial previamente
mencionado fue anunciado por los líderes de la Alianza como un
gran paso innovador y pragmático. Pero el peso retórico de dicho
acuerdo y sus anuncios salta a la vista, teniendo en cuenta que el
comercio entre los miembros fundadores de la AP estaba ya casi
completamente liberalizado, gracias a los varios acuerdos comer-
ciales existentes entre ellos, como la Comunidad Andina, el G-3, los
acuerdos de complementación económica (ACE) y otros TLC vigen-
tes. Posteriormente los miembros de la AP han anunciado esfuerzos
para el desmonte de barreras no arancelarias, liberalización de las
inversiones, acumulación de origen de sus exportaciones, fomen-
to al mejoramiento de la infraestructura y articulación de cadenas
productivas de valor, todas ellas medidas que apuntan hacia la faci-
litación de negocios, pero no a una integración económica formal.
La única integración visible que se ha alcanzado hasta el momento
es la de los mercados de valores nacionales a través del MILA, un
acuerdo que permite realizar transacciones en las bolsas de valores
de Bogotá, Lima, Santiago y el Distrito Federal desde cualquiera de
estos mercados bursátiles, eliminando los costos de transacción y
101
Entre la soberanía, el liberalismo y la innovación
permisos de actividad financiera. En cuanto a la libre circulación de
personas, la eliminación de visas de turismo y la firma de un acuer-
do de homologación de títulos educativos, sumados a un programa
de becas de posgrado para estudiantes de los cuatro países miem-
bros, son los principales esfuerzos que la AP ha concretado hasta
ahora con miras a la “integración profunda”.
En lo que respecta a la AP como plataforma de inserción en
Asia-Pacífico, las dudas son aún mayores, por cuanto hasta ahora
la única estrategia clara que sus miembros han esbozado para al-
canzar dicho fin ha sido tomar medidas para facilitar los negocios
entre las economías nacionales. Sin embargo, no está claro por qué
liberalizar los flujos económicos entre un grupo de países puede
ser una estrategia para insertarse económicamente en otro lugar. De
hecho, ‘insertarse’ significa hacer cosas para involucrarse en la re-
gión donde uno se quiere insertar y los miembros de la AP no están
haciendo nada concreto al respecto. Por las declaraciones oficiales,
es posible percibir que los líderes de la AP están confiados en que
mediante la creación de un espacio económico más libre entre sus
países, los inversionistas extranjeros, incluyendo los de Asia-Pací-
fico, se sentirán más atraídos. Aun cuando esto funcione, es difícil
entender cómo puede ser una manera de insertarse en esa región.
A menos que los flujos de comercio e inversión aumenten con los
países de Asia-Pacífico, la inserción económica de los miembros de
la AP en esta región no será una realidad. Atraer inversión es nece-
sario en este sentido, pero la inserción seguirá siendo esquiva si los
miembros de la AP no son capaces de vender sus productos en los
mercados de Asia-Pacífico, y esto requiere aumentar la competitivi-
dad de sus productos.
En todo caso, frente al estancamiento comercial de la CAN y del
Mercosur y al hecho de que la Unasur no trate temas comerciales, la
AP constituye una estrategia regional para apoyar el modelo de de-
sarrollo neoliberal con el que Colombia, México, Perú y Chile per-
manecen comprometidos. Estos cuatro países comparten un fuerte
compromiso con la economía de libre mercado y la profundización
del modelo neoliberal de desarrollo basado en la inversión privada
y extranjera como el motor clave para el crecimiento económico.
En esta visión ideológica, competitividad se entiende principalmente
102 Alianza del Pacífico: mitos y realidades
como proporcionar condiciones para que capitales privados y ex-
tranjeros obtengan beneficios económicos en los mercados nacio-
nales. Se piensa que la manera de ofrecer condiciones atractivas
para el capital es la liberalización y la apertura económica que, si-
guiendo el llamado consenso de Washington, implican la reducción
de las cargas fiscales, una política monetaria restrictiva con el fin de
controlar la inflación y la reducción de los costos laborales y de los
precios de los insumos para la producción a través de la eliminación
de los aranceles y otras barreras comerciales.
En esta ideología económica, la promoción de las exportacio-
nes es el resultado de toda la cadena de reformas institucionales que
constituyen la liberalización económica y no el principal instrumen-
to de política para lograr el crecimiento económico. La promoción
de las exportaciones es la meta del modelo, para lo que éste debe
funcionar, pero el camino hacia la promoción de las exportaciones
es la liberalización económica. Por ello existe una fuerte crítica que
sostiene que, en la práctica, en el modelo de desarrollo neolibe-
ral la promoción de las exportaciones equivale a la expansión de
las importaciones, donde el resultado es que las exportaciones que
terminan siendo promovidas son principalmente materias primas,
dado que las importaciones de productos manufacturados son más
baratas que las manufacturas nacionales, y es así cómo el llamado
proceso de reprimarización y desindustrialización de la economía
se lleva a cabo.
Como consecuencia de su modelo de promoción de exporta-
ciones en medio de procesos de apertura económica, las cuatro
economías de la Alianza han venido sufriendo un proceso de re-
primarización de su oferta exportadora que muchos analistas han
asociado con fuertes procesos de desindustrialización. Las exporta-
ciones que los miembros de la AP venden a Asia-Pacífico son ante
todos productos primarios e insumos de escaso valor agregado que,
si bien tienen buenas perspectivas de crecimiento en los mercados
asiáticos, amenazan con crear serios déficits comerciales en caso
de que se produzca una verdadera liberalización comercial con esa
región. Así, aun cuando se lograse la tan anhelada inserción en
Asia-Pacífico, los países de la Alianza deben evaluar seriamente si
están dispuestos a que dicha inserción sea precaria y renuncien a
103
Entre la soberanía, el liberalismo y la innovación
aprovecharla para incrementar el valor de su oferta exportadora a
través de procesos de transformación productiva. Por medio de la
liberalización comercial a secas tal vez puedan conseguir atraer in-
versión en los sectores de producción de commodities, pero difícil-
mente esa inversión se realizará en sectores productivos de mayor
valor agregado donde la competitividad precisamente está ausente.
Incrementar la competitividad de las exportaciones requiere de un
ejercicio de coordinación de políticas que va mucho más allá de
liberalizar el comercio, acumular origen y fomentar la creación de
cadenas de valor. Para incrementar la competitividad de sus expor-
taciones, los países tendrían que coordinar políticas de ciencia y
tecnología, innovación y educación, y esto implica una cesión de
soberanía que ningún líder de la AP se ha mostrado dispuesto a
realizar.
Adicionalmente, la AP ni siquiera cuenta con un mecanismo
de coordinación de política exterior que permita la implementación
de una estrategia conjunta de inserción en Asia-Pacífico, aparte del
compartir algunas embajadas y oficinas de representación comer-
cial. La expectativa de Colombia y Perú es que a través de México y
Chile pueda acelerarse su ingreso a foros económicos estratégicos
de Asia-Pacífico como APEC y el TPP, pero no hay una política clara
del bloque a este respecto. La coordinación de políticas exteriores
es otro ejercicio que implica la cesión de poder soberano de deci-
sión y esto, sumado a la inexistencia de coordinación de políticas
macroeconómicas ni de competitividad, confirma a la AP como otro
ejemplo de regionalismo latinoamericano que da cuenta de la resis-
tencia de sus miembros a ceder soberanía para alcanzar objetivos
comunes.
Por otra parte, la AP también es otro ejemplo de proyección
identitaria de sus miembros. En un claro esfuerzo de diferenciarse
de países críticos de la economía de mercado y de la liberalización
económica como Venezuela, Ecuador, Bolivia y en menor medida
Brasil y Argentina, los miembros fundadores de la AP crean un ‘nue-
vo’ proyecto regional para mostrar su compromiso ideológico con
el modelo de desarrollo neoliberal y para dejar claro, tanto a nivel
regional como internacional, que algunos países de América Latina
todavía creen en la economía de libre mercado y que la tendencia
104 Alianza del Pacífico: mitos y realidades
del siglo XXI de hacer un ‘giro a la izquierda’ en la relación Es-
tado-mercado –que implica restringir la liberalización económica–
está lejos de convertirse en el campeón de la economía política de
América Latina.
Y es precisamente esta dimensión de la AP como instrumento
de promoción identitaria e ideológica la que lleva a preguntarse
por lo verdaderamente novedoso de este proyecto regional. En los
apartados previos del presente capítulo ya se ha visto que la pro-
moción ideológica de un modelo económico, o de ciertas metas
políticas y valores a través de la búsqueda del regionalismo, no es
nueva en absoluto. En la historia moderna tanto la Unión Europea
(antes CEE) y la ASEAN pueden verse como un caso de promoción
de un modelo económico –la economía de mercado en el caso de
la UE con respecto a la URSS–, y un caso de promoción de valores
políticos –respeto a la autonomía y a la no intervención en el caso
de la ASEAN–. En América Latina, la CAN (anteriormente Pacto An-
dino) se estableció como un proyecto regional dirigido a apoyar las
políticas de sustitución de importación contratadas por los Estados
miembros, y más tarde el Mercosur y la renovada CAN fueron con-
cebidos como instrumentos para complementar la apertura econó-
mica y liberalización comercial perseguidas durante la década de
1990. Más recientemente, la Alba ha operado como una herramienta
de política exterior para promover el llamado ‘socialismo del siglo
XXI’ del expresidente de Venezuela Hugo Chávez. En este sentido,
por lo tanto, la AP no es ninguna novedad. Sin embargo, la retórica
de sus líderes de mostrar el proyecto como algo innovador y sin
precedentes en América Latina obliga a reflexionar sobre su supues-
ta originalidad y utilidad.
Los términos arriba analizados para designar la novedad de
proyectos como la Alba y la Unasur, ‘posliberal’ y ‘poshegemóni-
co’, claramente no pueden aplicarse a la AP. El compromiso de la
Alianza con la economía de libre mercado y su afinidad política con
EE.UU. (particularmente de México y Colombia) se contraponen cla-
ramente al carácter poshegemónico de Alba y Unasur, y en parti-
cular al ‘socialismo’ y por ende ‘posliberalismo’ del Alba, así como
al ‘poscomercialismo’ de la Unasur. Pero frente al estancamiento de
las negociaciones de la OMC en la ronda de Doha y la falta de un
105
Entre la soberanía, el liberalismo y la innovación
proceso regional de desmonte de barreras comerciales no arance-
larias y de liberalización de la inversión –sumado al estancamiento
comercial de algunos proyectos regionales latinoamericanos y al
‘aislamiento’ de asuntos comerciales por parte de otros–, la AP po-
dría entenderse como una forma de regionalismo ‘estratégico’ para
impulsar regional e internacionalmente el modelo económico neo-
liberal y llevar a cabo el interés de sus miembros en profundizar la
liberalización económica. Asimismo, el carácter estratégico de la AP
también respondería al propósito ideológico de defender el modelo
de desarrollo neoliberal frente a uno menos liberal, más estatista y
de alguna manera ‘izquierdista’ de otros países latinoamericanos. En
este sentido, la AP también podría ser denominada como ‘proliberal’
para distinguirla del ‘regionalismo abierto’ de la década de 1990
que implicaba la creación de mercados comunes (CAN, Mercosur
y MCCA). El objetivo de servir como plataforma para la inserción
económica en la región de Asia-Pacífico terminaría por completar
el carácter ‘estratégico’ del proyecto regional de la AP. Con todo,
y teniendo en cuenta los argumentos esbozados en las secciones
anteriores, dicho carácter ‘estratégico’ es propio de toda forma de
regionalismo, por lo que difícilmente podría dar cuenta de la inno-
vación que se le pretende atribuir a la AP.
En esta misma línea, se debe reaccionar frente al rótulo de
‘pragmatismo’ que sus líderes han querido asignar a la Alianza. Di-
cho pragmatismo es entendido por esos líderes –y reproducido en
varios medios de información nacionales– como el hecho de cen-
trarse en adoptar medidas para el crecimiento económico y el desa-
rrollo, dejando a un lado objetivos políticos y cuestiones ideológi-
cas. El pragmatismo de la AP también puede asociarse con acciones
concretas para facilitar los negocios, como liberalizar el universo
arancelario, eliminar las visas de turista y homologar títulos edu-
cativos, en contraste con los objetivos grandes y complejos de los
proyectos regionales anteriores de crear uniones aduaneras y esta-
blecer mercados comunes. ‘Ambicionar menos como una forma de
lograr más’ podría ser el lema de la AP, y en este sentido también
podría identificarse una especie de regionalismo ‘minimalista’.
Sin embargo, tanto el posible pragmatismo de la Alianza como
su minimalismo deben ser sometidos a crítica. En primer lugar, la
106 Alianza del Pacífico: mitos y realidades
profundización de la liberalización económica es algo tan ideológi-
co como la promoción del socialismo del siglo XXI que pretende la
Alba chavista. En segundo lugar, ambicionar menos perfectamente
puede conducir a lograr menos. Es posible que sea más fácil hacer
acuerdos menos ambiciosos –y en este sentido se puede dar una
impresión de mayor eficacia en la concreción de acuerdos– pero
el impacto de cumplir tales acuerdos puede ser correspondiente-
mente bajo. Por ejemplo, no está claro por qué liberalizar los flujos
económicos tendrá un impacto positivo en el desarrollo económico
a través de atraer más inversión extranjera directa, al menos no
si las inversiones se concentran en sectores extractivos (minería,
petróleo) o agroindustriales, que generan poco empleo y escaso
valor agregado. Además, crear una plataforma para la inserción eco-
nómica en Asia y el Pacífico no es tarea fácil, y esto no demuestra
pragmatismo, aún más cuando no se ha definido ningún mecanismo
institucional para este propósito.
Finalmente, el concepto de Nolte (2014) de “complejo de go-
bernanza regional” puede ser útil para entender el papel de la AP
en la reorganización del regionalismo en América Latina. La AP sería
parte de un complejo de gobernanza regional de la economía de
libre mercado, donde la CAN y el Mercosur se quedaron a mitad
de camino y la Unasur no está implicada, pues se conforma con la
existencia del acuerdo de libre comercio CAN-Mercosur más Chile.
Sin embargo, quedaría por analizar si la AP es parte de un complejo
de gobernanza económica regional más amplio del que el TLCAN,
el MCCA y la Alba también harían parte. O alternativamente, la AP
podría entenderse como una estrategia o trampolín para la creación
de un complejo de gobernanza regional que asegure el triunfo de la
economía de libre mercado en detrimento de otros modelos alter-
nativos de desarrollo.
En síntesis, la falta de mecanismos institucionales para la coor-
dinación de políticas entre los países miembros de la AP hace muy
difícil que este proyecto pueda cumplir con sus objetivos principa-
les. Dado que el establecimiento de un mercado común no está en
la agenda gubernamental de sus miembros, el espacio económico
que pretende constituir la Alianza parece más un esfuerzo de faci-
litación de negocios que un proceso de “integración profunda”.
107
Entre la soberanía, el liberalismo y la innovación
Asimismo, no resulta claro cómo la creación de un espacio tal pue-
de constituir una plataforma para la inserción económica en la re-
gión de Asia-Pacífico, al menos no en la ausencia de mecanismos de
coordinación de las políticas exteriores y de competitividad de los
países miembros. Y aunque el pragmatismo y el minimalismo de la
Alianza podrían ser rasgos que dieran cuenta de su carácter estraté-
gico e innovador, el proliberalismo, la ideologización y el temor a la
cesión de soberanía que la caracterizan hacen que su innovación y
viabilidad se diluyan en la retórica de la novedad, otro rasgo clásico
del regionalismo latinoamericano.
Conclusiones y recomendaciones
El presente capítulo ha propuesto la soberanía, el liberalismo y
la innovación como tres rasgos transversales a través de los cuales
se puede entender la evolución –no necesariamente en sentido po-
sitivo– del regionalismo en América Latina. El análisis de estos tres
elementos a lo largo del recuento histórico de los proyectos regio-
nales latinoamericanos ha permitido desarrollar un marco concep-
tual para evaluar la viabilidad de la Alianza del Pacífico en términos
de las posibilidades de alcanzar sus objetivos. Esta evaluación ha
arrojado que el temor de sus miembros a ceder soberanía para la
coordinación de políticas y el compromiso de profundizar el libera-
lismo económico que caracteriza sus modelos de desarrollo, hacen
que sea muy difícil completar la libre circulación de bienes, capita-
les, servicios y personas, lograr la inserción económica en Asia-Pací-
fico y, en últimas, mejorar los niveles de bienestar de los habitantes
de los países miembros de la Alianza.
De esta evaluación se derivan algunas preguntas y recomen-
daciones que han de servir como referente para los análisis que
se ofrecen en los capítulos restantes del presente libro. En cuanto
a las preguntas, proponemos las siguientes: ¿hasta qué punto la
liberalización económica que se persigue con la AP puede contri-
buir al desarrollo de los países miembros?, ¿en qué medida podrán
los miembros de la Alianza alcanzar sus objetivos económicos sin
108 Alianza del Pacífico: mitos y realidades
comprometerse con objetivos políticos?, ¿cómo percibirán los países
de Asia-Pacífico a un bloque de países que dicen querer insertarse
en su economía pero no cuentan con una estrategia para hacerlo
diferente a la facilitación de los negocios entre sus miembros?, ¿qué
tanta influencia puede tener la AP en la definición de estrategias
de inserción en Asia-Pacífico por parte de otros países y proyectos
regionales latinoamericanos?
Con relación a las recomendaciones, creemos que la prolife-
ración de nuevos conceptos para comprender los cambios o di-
recciones diversas que adoptan los ‘nuevos’ proyectos regionales
latinoamericanos –‘nuevos’ en términos cronológicos– no favorece
el análisis de su viabilidad, y en cambio hacen de su carácter nove-
doso una tautología, en cuanto provocan la novedad del proyecto
por la novedad del concepto mismo, y no porque realmente los
proyectos puedan arrojar resultados nuevos. En este sentido, reco-
mendamos explorar más las posibilidades analíticas de conceptos
‘viejos’ y ‘clásicos’, más definidos en la literatura existente y afian-
zados epistemológicamente, en lugar de inventar rótulos ‘pos’ que
desvían la atención sobre la viabilidad de los proyectos regionales
emergentes. Por otra parte, sugerimos explorar mucho más, tan-
to en términos teóricos como de estudio de casos concretos, las
contradicciones que pueden existir entre liberalismo y cesión de
soberanía, de manera que puedan realizarse aportes valiosos que
expliquen por qué los países latinoamericanos son tan creativos e
innovadores para adherirse o contraponerse al liberalismo, pero tan
recurrentes en su temor de ceder soberanía para alcanzar los obje-
tivos comunes deseados.
109
Entre la soberanía, el liberalismo y la innovación
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... Cada uno de ellos tiene un fuerte compromiso con la economía de libre mercado y el fortalecimiento de la inversión privada y extranjera, como motores de crecimiento económico (Betancourt y Prieto, 2014). Adicionalmente, pretende fortalecer la acción conjunta entre las agencias de promoción de exportaciones de Chile, Colombia, México, y Perú -ProChile, ProColombia, ProMéxico, y PromPerú-y la cooperación para el mejoramiento de la competitividad e innovación (AP, 2012b). ...
Article
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Abstract. In recent years there has been a growing interest in social entrepreneurship even though there is some confusion or controversy about its meaning. Most of the literature recognizes the importance of the articulation of various factors within a favorable ecosystem. In spite of this, there are still very few studies related to this subject in Latin America. That is why this article establishes links to the importance of the Pacific Alliance as a regional integration space for the promotion of such initiatives. Based on the analysis of official documents and interviews with decision makers, factors were identified that, within the framework of the Pacific Alliance, facilitate the consolidation of social entrepreneurship processes.
... En tal sentido, Prosur se confirma como una simple cortina de humo para haber disfrazado el impulso desintegrador de sus fundadores al haber abandonado la Unasur.Además de la relación de Colombia con la Unasur, su posterior retiro de ella y la presentación de Prosur, es importante mencionar la AP como un foro de integración regional significativo para Colombia desde 2011, pero que apunta a un liderazgo más bien desintegrador. Cuando se creó la AP, se la concibió como un mecanismo de integración tanto comercial como económica, conformado por México, Colombia, Perú y Chile, dentro de un contexto de cambios políticos en la región, y que le dio especial impulso a un modelo como el de la Alianza, que recurre a un regionalismo ligero y profundamente neoliberal(Prieto & Betancourt, 2014;Cepeda, 2019).No obstante ser un proyecto relativamente nuevo en la escena regional, la AP ha buscado perfilarse como el motor de la integración en América Latina; incluso, ya mostró sus ...
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Mucho se ha escrito sobre la alternancia de Colombia entre dos directrices de política exterior: el respice polum y el respice similia. Pero son más bien escasos los trabajos que analizan estas directrices en relación con sus actuaciones frente a los distintos procesos y proyectos de integración regional en los que el país se ha visto involucrado en América Latina. Este artículo ofrece una contribución para llenar este vacío, a través de una mirada longitudinal de la actuación de Colombia en dichos proyectos, buscando mostrar que, si bien la prelación hacia Estados Unidos ha predominado en muchos momentos, en el país también ha habido iniciativas para liderar procesos de cara al fortalecimiento de la integración y la cooperación regionales.
... La naturaleza de UNASUR hace que su principal instrumento de acción sea la coordinación intergubernamental. Carece de instancias supranacionales con peso propio que puedan actuar contundentemente de forma independiente a la voluntad de los gobiernos de los Estados parte (Prieto y Betancourt, 2015). Por esta razón, pese a los éxitos mencionados, su efectividad es dependiente de los vaivenes políticos de la región. ...
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El capítulo hace una valoración de los balances de potenciales militares entre Colombia y Venezuela para hacer posteriormente un análisis de las razones por las que una confrontación militar directa o indirecta para propiciar una transición política del régimen en Venezuela, puede no ser la mejor idea. En tal sentido se formulan recomendaciones militares, políticas y económicas en el marco del contexto dictatorial venezolano
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El término posconflicto alude a la etapa o período posterior a situaciones de enfrentamiento o choque, en el que dos o más partes han desarrollado tiempos y contextos de aniquilamiento mutuo por diversas circunstancias. Al hacer referencia al prefijo post y vislumbrar que se refiere a lo que “acontece después de”, sobrevienen lecturas de cambio, transformación, renovación, reacomodación, entre otras variables, para indicar que las circunstancias en las que se encontraban los grupos enfrentados y/o los afectados han sido superadas, y el trabajo conjunto en nuevas circunstancias posibilitará la convivencia con “novedades” en las que el beneficio mutuo sea palpable y efectivo3. Sin embargo, la realidad de conflicto en la estructura humana es constitutiva. Las diferencias y diversidad de lo humano ponen sobre la convivencia posibilidades de choques que pueden configurar situaciones conflictivas, pero no necesariamente violentas. Es decir, lo que cada persona y grupo manifiesta en su cotidianidad respecto a la vida marca una pauta de diferencia que, sumándolos a todos, hace palpable la diversidad que configura el encuentro con el otro y/o los otros en dinámica de tener “otras opciones y opiniones” frente a una misma realidad u objeto. Al buscar una salida frente a lo anterior, se hace patente el conflicto cuando las perspectivas son distintas y se pretenden diversas opciones. Por tanto, ¿podrán existir diversas interpretaciones del conflicto? ¿Es factible hablar de “posconflicto” cuando el conflicto es constitutivo de lo humano y ese llamado “período después de” podría no ser real?
Article
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Objetivo/contexto: este artículo aborda la cooperación regional desde la literatura de redes y difusión, con el objetivo de explicar cómo se conformó la institucionalidad comercial de la Alianza del Pacífico dentro del periodo 2010-2019 y analiza por qué, dentro de ese proceso, el bloque ha ido perdiendo dinamismo. Metodología: se interrelaciona el análisis cualitativo de cuatro estudios de casos comparados con el rastreo de procesos, para enfatizar las conexiones e interacciones entre los actores identificados en el proceso de toma de decisiones. Conclusiones: el análisis revela que la identificación de principios compartidos entre las redes transnacionales y transgubernamentales con los actores políticos ha facilitado el proceso de toma de decisiones siempre que han existido acuerdos previos a la negociación que articularan sus intereses y armonizaran sus diferencias. El proceso demuestra que el diseño institucional que adoptó la Alianza del Pacífico es el resultado de la difusión de múltiples referentes regionales, y que las redes facilitaron la transmisión de conocimientos hacia una organización regional. Originalidad: se demuestra que es posible superar la visión estadocéntrica de la cooperación regional y también explicar que el regionalismo no surge de manera aislada de otros referentes regionales.
Article
This paper analyses the trajectory of MERCOSUR from a critical historical perspective. This interpretation presents an alternative to more Eurocentric approaches to regionalism, which tends to view MERCOSUR as a failed integration process due to the inability of governments to build supranational institutions in the image of the European Union. In contrast, I analyse MERCOSUR as a field of contestation between visions of autonomy or dependence. Consensus between national actors with different visions, material capacities and institutions varied over time with direct effects on the correlation of political forces. However, the results of this dispute remain strongly tied to the international division of labour. To demonstrate this idea, this article moves through three stages of MERCOSUR, identifying the changes in terms of consensus and dissent between national governments around the regional institutional framework and its external realignment.
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Aquí ofrecemos un marco interpretativo sobre el rol que desempeña la ideología en la política exterior para esta primera aproximación al análisis de la política exterior de Iván Duque. En primer lugar, realizaremos una retrospectiva histórica sobre el concepto ideología, desde los albores de la Revolución francesa hasta el presente, a la luz de los aportes de varios pensadores relevantes de acuerdo con el contexto histórico y el espíritu de su tiempo. Segundo, ofreceremos una amplia sección denominada “ideología y política exterior”, en la que abordamos el rol que desempeña la estrecha relación entre ideología y el factor idiosincrático en la toma de decisiones de política exterior; la constitución mutua entre ideología e identidad; y, por último, las similitudes, diferencias y complementariedades entre las ideologías e ideas en la política exterior. Tercero, abordaremos la influencia de las ideologías en el auge y la caída del regionalismo en América Latina. Finalmente, plantearemos algunas reflexiones sobre los rasgos ideológicos que denota la política exterior de Iván Duque en Colombia.
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América Latina ha sido objeto de numerosos intentos de integración; muchos de ellos fracasaron desde el inicio, mientras que otros han perdurado en el tiempo aunque con escasa efectividad. La Alianza del Pacífico constituye un nuevo intento de integración, habiendo alcanzado en muy corto tiempo una serie de logros y avances que han despertado el interés de la comunidad internacional. Muchos podrían pensar que el entusiasmo inicial de este proceso terminará naufragando al igual que los anteriores; sin embargo, la voluntad política exteriorizada por los Estados que conforman este nuevo bloque sumado al respaldo de su empresariado, parecería demostrar lo contrario. Desde el 2011 en que se creó la Alianza, esta ha sabido sortear algunas dificultades y lograr un importante grado de eficacia y legitimidad, gracias a su carácter abierto y flexible, lo que de mantenerse en el tiempo puede posibilitar que por primera vez en la región, un proceso de integración funcione. Lo anterior motivó al Instituto de Estudios Internacionales (IDEI) de la Pontificia Universidad Católica del Perú, a llevar a cabo un estudio de este proceso, el cual se divide en cinco grandes capítulos. El primero de ellos está destinado a analizar el escenario integracionista latinoamericano previo a la Alianza así como el surgimiento del denominado Foro del Arco del Pacífico Latinoamericano, que fue su antecedente inmediato. El segundo capítulo aborda la creación de la Alianza, su naturaleza jurídica, su estructura e importancia, los Estados participantes, las reuniones y acuerdos para la consolidación del bloque y la incorporación del sector empresarial. El siguiente capítulo, que es el más extenso, se encarga de analizar los avances en los cinco pilares de la Alianza que son la libre circulación de bienes, servicios e inversión, capitales, personas y cooperación. El cuarto capítulo se enfoca en el relacionamiento externo de este bloque con el Asia-Pacífico, la Unión Europea y EE.UU. así como con otros bloques de América Latina; mientras que el quinto y último se concentra en plantear un conjunto de recomendaciones para el fortalecimiento de este proceso.
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El presente capítulo pretende determinar el papel que cumple la UNASUR en la política exterior tanto de Brasil como de Colombia en su estrategia regional y global. El análisis se sustenta en el neorrealismo y da respuesta a los siguientes interrogantes: ¿qué tipo de organización es la UNASUR y cuál es su papel?, ¿cuál es la influencia del latinoamericanismo y del pana-mericanismo en la construcción de la UNASUR?, ¿cuál es el papel de Brasil en el diseño de la UNASUR y la importancia que tiene dicha organización para su política exterior? Por otro lado, ¿cómo ha sido la participación de Colombia en el proceso de suramericanización?, ¿cuál es la posición de los Estados Unidos frente a la UNASUR?, ¿cuál es su influencia en la misma?, y finalmente, ¿cómo se vienen desarrollando las relaciones entre Colombia, los Estados Unidos y Brasil?
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Brasil ha venido desemp ñando, en los últimos años, el rol de nuevo jugador global en el escenario internacional y de potencia líder en el ámbito regional. En este contexto, Brasil ha revalorizado la importancia que tiene Suramérica como región para su proyección de potencia mundial. Por tanto, la construcción de Suramérica como un espacio político y de integración económica, se ha convertido en una de las estrategias más importantes de su política exterior. En dicho proceso, Brasil requiere, por un lado, del apoyo de los Estados más importantes de la región o, por el otro, puede enfrentar el contrapeso de los mismos. Por ello, Colombia es uno de los Estados que posee recursos materiales e ideales suficientes para ser un aliado estratégico de Brasil en dicho proyecto o para hacerle contrapeso. Así las cosas, este libro, desde distintas perspectivas de análisis, intenta dar cuenta de dicha problemática abordando el entramado de las relaciones bilaterales y sus posibles tendencias de desarrollo.
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En los siglos XIX y XX, Estados Unidos definió a Latinoamérica como su ‘patio trasero’ a partirde la formulación de la Doctrina Monroe. Sin embargo, las transformaciones globales y regionales que se vienen desarrollando en el siglo XXI han debilitado dicha doctrina y han posibilitado la aparición de una nueva concepciónde espacio, llamado Suramérica, como una interesante alternativa. En este artículo se analiza el papel de Brasil como potencia regionalque lidera la construcción de este nuevo espacio.Asimismo analiza el papel de Colombia,tradicional aliado de Estados Unidos, ante la aparición del liderazgo brasileño.
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RESUMEN Desde comienzos del nuevo milenio se viene construyendo en América del Sur, un nuevo proceso de integración regional. Por sus particularidades, se trata de un proceso que desbor-da los modelos explicativos existentes. De allí la aparición de distintas propuestas de carac-terización, como la del regionalismo post-neoliberal o la del post-hegemónico. Sin embargo, ninguna de ellas ha logrado aún una síntesis acabada del fenómeno sudamericano. PALABRAS CLAVE: AMÉRICA DEL SUR * UNASUR * INTEGRACIÓN REGIONAL * REGIONALISMO ABSTRACT Since the new millennium, a new process of regional integration is being built in South America. However, due to its particularities it is a process that cannot be explained by the pre-existing models of integration. Therefore, many conceptualizations have been proposed , such as post-neoliberal regionalism or post-hegemonic regionalism. Yet, none of them has reached a successful synthesis of the South American phenomenon.