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Estudos Ibero-Americanos, PUCRS, v. 38, n. 2, p. 325-342, jul./dez. 2012
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Conocimiento, política y mercado:
acerca del desarrollo de las Ciencias Sociales
en Chile (1970-2000)
Knowledge, politics and market: about the
development of Social Sciences in Chile (1970-2000)
Juan Carlos Oyanedel*
Camila Mella**
Resumen: El artículo intenta mostrar una perspectiva general sobre los cambios
que experimentaron las Ciencias Sociales chilenas entre los años 1970 y 2000. El
análisis aborda la relación entre las Ciencias Sociales y los cambios en la estructura
político, económico y social, a nivel nacional y mundial, para dicho período. La
hipótesis principal plantea que se produjo un cambio en los enfoques interpretativos
que muestran las Ciencias Sociales en Chile debido a un cambio en su posición en la
tríada Economía – Estado – Sociedad Civil. Dicho a cambio, a su vez, es producto
de las transformaciones efectuadas durante la Dictadura Militar (1973-1989) y
consolidadas por los gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia
(1990-2006)1.
Palabras-clave: Ciencias Sociales. Chile. Enfoques interpretativos.
Resumo: O artigo tenta mostrar uma perspectiva geral sobre as mudanças
experimentadas pelas Ciências Sociais no Chile entre 1970 e 2000. A análise mostra
a relação entre as Ciências Sociais e as mudanças na estrutura política, econômica
e social, em nível nacional e internacional, para esse período. A principal hipótese
defende que houve uma modicação nas abordagens interpretativas que mostram
as Ciências Sociais no Chile devido a uma alteração na sua posição na tríade:
Economia – Estado – Sociedade Civil. Tais mudanças, por sua vez, são o resultado
** Profesor-Investigador, Departamento de Matemáticas, Universidad Andrés Bello.
<joyanedel@unab.cl>.
** Asistente de Investigación, Departamento de Matemáticas, Universidad Andrés Bello.
<camila.mella@gmail.com>.
1 Los gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia se extienden entre 1990-
2006; no obstante, entre 1990-2000 sólo se alude a los dos primeros gobiernos: Patricio
Aylwin (1990-1994) y Eduardo Frei (1994-2000).
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das alterações feitas durante a Ditadura Militar (1973-1989) e consolidadas pelos
governos da Concertação de Partidos pela Democracia (1990-2006).
Palavras-chave: Ciências Sociais. Chile. Abordagens interpretativas.
Abstract: This article attempts to show a general perspective about the changes
experienced by Social Science in Chile between 1970 and 2000. The analysis
approaches the relation between Social Science and the political, economic and
social changes, in the national and global structure, during this period. The main
hypothesis proposes that the interpretative approaches used by Social Science
in Chile had changed in relation to the triad composed by Economy – State –
Civil Society. Thereby, these changes are results of the structural transformations
realized during the Military Dictatorship (1973-1989) and consolidated during the
governments of the Coalition of Parties for Democracy (1990-2006).
Keywords: Social Science. Chile. interpretive approaches.
Introducción
Si bien este artículo intenta entregar una perspectiva general acerca
de los cambios que experimentó el campo de las Ciencias Sociales
chilenas entre 1970 y 2000; su principal reexión trasciende aborda el
papel de las Ciencias Sociales en relación a los cambios en la estructura
política, económica, y social, a nivel nacional e internacional.
La primera hipótesis plantea que se produjeron cambios en los
enfoques interpretativos que muestran las Ciencias Sociales en Chile
debido a un cambio en su posición en la triada Economía-Estado-
Sociedad Civil. Dichas transformaciones fueron efectuadas durante la
Dictadura Militar (1973-1989) y consolidadas durante los gobiernos
de la Concertación de Partidos por la Democracia (1990-2006). De
este modo, se generan nuevos modos de ejercer el trabajo intelectual,
primando una creciente “economización” del discurso y de la práctica
intelectual, lo que permitió que cientistas sociales se integrasen a la
estructura política y económica en calidad de asesores y consultores.
En términos generales, las Ciencias Sociales pasan por dos lugares
en la triada Economía-Política-Sociedad Civil, siendo “centrales”
y, luego, “periféricas”. A grandes rasgos, durante 1960-1973, en un
contexto de efervescencia social (Massardo, 1996, 18), las Ciencias
Sociales experimentan la formación de un núcleo intelectual en la región
bajo el amparo de las Comisión Económica para América Latina y el
Caribe (CEPAL), la llegada de investigadores extranjeros y el trabajo
intelectual alcanza sus primeros frutos con el desarrollismo cepalino
J. C. Oyanedel; C. Mella – Conocimiento, política y mercado 327
y la teoría de la dependencia. El país carece de una sociología chilena
propiamente tal (Faletto, 2001), a pesar de la formación de un semillero
intelectual durante el período pre-dictatorial. De este modo, es posible
sostener que la investigación social tiene consecuencias políticas,
existiendo un vínculo entre el trabajo intelectual y la política debido a
que las Ciencias Sociales otorgan las bases conceptuales para proyectos
de transformación social. Por su parte, durante 1973-1989, en plena
dictadura militar, se produce la restructuración de las Ciencias Sociales
en términos de suspensión de la formación universitaria en la materia
y la represión del núcleo intelectual del país. La investigación social
pasa a estar bajo el alero de organizaciones no gubernamentales (ONGs)
internacionales, produciéndose un vuelvo teórico desde el desarrollismo
cepalino y las grandes teorías, hacia la economía y el estructural
funcionalismo.
El regreso de la “democracia formal” tras el Plebiscito de 1989
consolida las tendencias detalladas para el período anterior. La
investigación social abandona tanto la construcción de teoría para
acoger el debate metodológico y deja la problemática del desarrollo
para ocuparse de la pobreza. Se produce la migración de los cientistas
sociales (no exiliados y/o exiliados retornados) al sector privado
gracias a la creación de universidades privadas, consultoras y centros
de estudio. De este modo, el trabajo intelectual deja de ser concebido
como acción política, por lo que la producción de conocimiento (teórico,
metodológico, etc) pasa a ser un bien transable acorde a las necesidades
de información, ya sea de entidades públicas y/o privadas.
La segunda hipótesis deende la creciente “interdisciplinariedad”
en las Ciencias Sociales en relación a su mayor poder organizacional
y a la pujante dilución de las fronteras disciplinares al interior del
campo. Aquí, central es el papel jugado por la universidad pública pues
representa al último reducto – junto al Estado – capaz de “sacar” del
mercado a cierta parte de los intelectuales. No obstante, en su seno se
gesta su ingreso al mercado al estilo “consultora”, pudiendo ser parte del
“capitalismo intelectual” propio de los países centrales de la economía-
mundo2.
El auge de la interdisciplinariedad durante esta etapa no responde a
la crisis de las Ciencias Sociales en sí, sino de su estructura disciplinar
debido a la irrupción del mercado en el funcionamiento del campo
académico. Así, la universidad pública se convierte en un campo
2 De hecho RUIZ (2003) habla de las market-model universities.
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de litigio entre los “intelectuales de viejo cuño”, “los intelectuales
institucionales pragmáticos” y los “capitalistas intelectuales”, en
términos de su integración (o no) a este nuevo espacio de mercado,
condición que también tensiona la calidad “pública” de universidad.
La tercera hipótesis plantea la conformación –a nivel nacional,
latinoamericano y del sistema-mundo –de nuevos movimientos
sociales, de matriz post-liberal, en relación a nuevas oportunidades
para la constitución de actores sociales. La causa de este fenómeno
se encontraría en la desarticulación de la economía-mundo producto
del proceso de globalización, y en el cambio en la relación de las
Ciencias Sociales con el Estado, el mercado y la sociedad civil. De
este modo, la sociedad “histórica”, como unidad de análisis, estalla,
pues los comportamientos de los actores sociales trascienden el marco
institucional, marcado por la tríada Economía-Estado y Sociedad Civil.
Para nalizar, respecto a la unidad de análisis es preciso aclarar
que el artículo atañe a lo que ocurrido en Chile desde la perspectiva
del sistema-mundo. En cuanto tal, es preciso señalar que intenta ser
una obra de sociología histórica y no de historiografía; y en cuanto tal,
corresponde a un ejercicio de interpretación de larga duración histórica
antes que un análisis teórico, por muy limitado (y, en parte, asumiendo
dicha limitación) que ésta pudiese resultar.
Defendiendo a la unidad de análisis…
Si bien el artículo reere principalmente a Chile, no es posible aislar
al país de la serie de relaciones sociales, políticas y culturales dotadas de
historicidad, que permiten formar “sistemas sociales históricos”. En este
sentido, la organización interna del capitalismo – como sistema histó-
rico – dibuja una lógica centrípeta de ujos de capital, con zonas
periféricas y céntricas. Su gran logro ha sido conservar el carácter
centrípeto del ujo de excedente, manteniendo a raya los impulsos
redistributivos reclamados desde las zonas periféricas. En este escenario,
América Latina es una zona periférica, incorporada a la economía-
mundo capitalista durante el periodo expansivo del siglo XVI. Por tanto,
la historia de la región ha estado cruzada por el impulso redistributivo,
siendo, en general, la historia de la lucha de las diferentes fuerzas
sociales por acceder al reparto y a disminuir el margen respecto al
centro. Por consiguiente, el problema latinoamericano ha de entenderse
como una tensión política inserta dentro del sistema-mundo, es decir,
como un problema del sistema-mundo en cuanto tal.
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En la actualidad, dichas relaciones se ven trastocadas por el
proceso de globalización y la expansión de las tecnologías de informa-
ción y comunicación, los que con sus ujos (de información, de personas,
de capitales, etc.) contribuyen a la disolución de los imaginarios
nacionales en pos imaginarios globales. En este sentido, estas cuestio-
nes incumben tanto a intelectuales como a los (nuevos) movimientos
sociales.
En definitiva, el presente artículo aborda el problema de
Latinoamérica, y en particular de Chile, como el agotamiento de los
mecanismos de dominación establecidos desde los años 30’ hasta los
70’, período que Wallerstein denomina “los treinta gloriosos”3. Se
asume al período 1970-2000 como una fase de “doble descomposición”
caracterizada tanto por la desestructuración de las alianzas sociales
como de las fuerzas sociales que daban vida a los mecanismos de
dominación.
Entre la modernización y la dependencia (1960-1973)
Si bien el período de “cienticización” de las Ciencias Sociales
se produce a mediados del siglo XX (Godoy, 1977; Atria, Lamaitre,
1983; Brunner, 1993; Massardo, 1996); sólo entre 1960 y 1973 es
posible identicar un período de consolidación más que de formación
(en Sociología, especialmente). Así, en Chile, se aprecia la instalación
de centros académicos (CEPAL, ILPES, y FLACSO) y de carreras de
pregrado en Ciencias Sociales (Ponticia Universidad Católica y de
la Universidad de Chile), conformándose un polo privilegiado para
la llegada de los intelectuales de toda la región. Dicha tendencia se
refuerza por la inestabilidad política regional, por un lado; y por la
desarticulación de las fuerzas sociales que formaron el “Estado de
compromiso”, por otro lado.
De este modo, la seguidilla de dictaduras militares en la región dejó
a Chile en un lugar privilegiado. Además, el proceso de reforma agraria
iniciado bajo el gobierno de Frei y la posterior elección de Allende4,
formaron un cuadro de particular interés para los cientistas sociales de
la época, en años en donde ser intelectual era una de las ocupaciones
más valoradas socialmente. Al respecto, señala Faletto:
3 Período que se extiende entre 1945 y 1970
4 La posibilidad de una “vía pacíca democrática al socialismo”.
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(Chile) se trataba de un privilegiado lugar de encuentro que
representaba, además, la posibilidad de vivir una experiencia política
que no era muy común al conjunto de los países latinoamericanos.
En efecto, el Chile exhibía una estructura política institucional
con largo tiempo de funcionamiento, un sistema de partidos
y organizaciones sociales capaces de expresar y de movilizar a
distintos sectores de la población, y que si bien no estaba exenta de
conictos, parecía disponer de alguna capacidad para resolverlos.
(Faletto, 1999a, p. 121).
A nivel del sistema-mundo, en el plano económico se llegaba
al tope de la fase A de Kondratiev, iniciada luego de la consolida-
ción de la hegemonía estadounidense (1945-1970) y marcada por
la integración de nuevas zonas al capitalismo mundial. En América
Latina, esta fase se materializó en el modelo de Industrialización
Sustitutiva de Importaciones (ISI), en la expansión del Estado, y
en la fe maniesta de un cierre (o, a lo menos, una reducción) de la
brecha entre los países más ricos y la región, todos postulados recogidos
por el desarrollismo cepalino. En Chile, esta situación tuvo su punto
cúlmine en el proceso de reforma agraria cuyo objetivo era cambiar
la estructura de la propiedad rural. Para ello, el Estado disuelve la
gran propiedad agraria en pos de promover la cooperativización de
los predios expropiados y la (re)asociación de la fuerza de trabajo
del agro.
La situación excepcional de Chile contribuyó al debate sobre la
particularidad latinoamericana, vinculado a la “demora” respecto a las
economías centrales. Dicha discusión constituye un punto importante
para el avance del pensamiento crítico latinoamericano, principalmente
para la formulación de la teoría del desarrollo cepalina y la teoría de la
dependencia.
La propuesta cepalina enfatizaba la continuación del proceso de
modernización llevado a cabo a través de la re-elaboración y aplicación
del estructural funcionalismo parsoniano (Massardo, 1996, 3), y de una
fuerte inclinación hacia el Estado (Brunner, 1993). Además, enfatizaba
los distintos subsistemas que formaban el sistema social; abriendo paso
a la proliferación de estudios sobre distintos campos, los que trascienden
hasta hoy (por ejemplo: la sociología de la salud, de la educación, del
estado, etc.).
La teoría de la dependencia se caracterizó por su oposición a los
“desarrollistas” mediante la instalación de la noción de “dependencia”,
en tanto:
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Situación en la que un cierto grupo de países tiene su economía
condicionada por el desarrollo y la expansión de otra economía.
La relación de interdependencia entre dos o más economías, y
entre éstas y el comercio mundial, asume la forma de dependencia
cuando algunos países (los dominantes) pueden autoexpandirse y
autoimpulsarse, en tanto que otros (los dependientes) sólo lo pueden
hacer como reejo de esa expansión, que puede actuar positiva
o negativamente sobre su desarrollo inmediato. (Dos Santos, in:
Massardo, 1996, 7).
En este sentido, los dependentistas se hacían cargo de las
posibilidades de desarrollo como formas de poder (de la dominación
existente) punto de conicto con la teoría cepalina. No es de extrañar
que su trabajo teórico se abocara, principalmente, a la investigación
e interpretación histórica en formato de ensayo, a diferencia de los
informes técnicos de los desarrollistas.
En el escenario y proceso político chileno, el rol de las Ciencias
Sociales y, específicamente, el papel de los intelectuales fue,
principalmente, el de “intelectuales comprometidos” mas no cla-
ramente orgánicos. En efecto, era común el precepto althusseriano
de mostrar “lo verdadero” de la dominación, tal como señala
Rivas:
entre 1960 y 1970, la relación entre izquierda y movimiento
popular se dinamizó a partir del enorme esfuerzo electoral de
los destacamentos políticos de la izquierda. Este esfuerzo
ensanchó de facto los vínculos entre izquierda social y política,
pero no enriqueció simultáneamente la matriz teórica, la cual
estuvo inuida como nunca por procesos internacionales, como
la revolución cubana y el conicto chino-soviético. (Rivas, 1994,
267).
Lo anterior, denota que la teoría de la dependencia y que el
marxismo estructuralista compartían ciertos supuesto generales (por
ejemplo: la importancia de la economía y del Estado), de carácter
académico, que debían “bajar al pueblo” para liberarlo. Al respecto,
Anderson señala que fue un rasgo común entre el marxismo posterior a
la Primera Guerra Mundial, “por lo que la producción intelectual estuvo
marcada por su retiro a las aulas universitarias y por su separación del
movimiento popular” (Anderson, 1976, 52-53). De este modo, el trabajo
intelectual se tiñe de un tinte “mesiánico” y elitista. Al respecto, Brunner
señala:
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los intelectuales como portadores de una función pública, y del
superior interés de la racionalidad, denieron para sí una ideología
profesional basada en la autonomía de su campo y en el derecho
a ser retribuidos por fuera del mercado. El intelectual debía tener
medios propios o procurarlos de fuentes intachables: mecenas
esclarecidos, organizaciones lantrópicas, editores independientes
o el Estado, bajo arreglos que le asegurasen su libertad para criticar.
(Brunner, 2002).
La irrupción del mercado (1973-1989)
El período de la dictadura militar fue uno de los más oscuros en
términos políticos, económicos e intelectuales. Según Jocelyn-Holt, el
golpe militar de 1973 no debe ser interpretado como la manifestación
de un proyecto político, o como el inicio de un programa político
organizado, o como la concreción de un proyecto ideológico liberal-
conservador; sino como una reacción instintiva por parte de los militares:
La existencia de una ideología rectora durante el ‘11’ mismo
supondría una serie de fenómenos que, de hecho, están ausentes:
conictos internos a partir de diferencias doctrinarias, ebullición
intelectual del debate dentro del seno de la estructura de poder, entre
otros. Ninguno de ellos se da; muy al contrario: hay un fortísimo
prejuicio favorable a la acción, despreciativo de cualquiera mani-
festación intelectual o de pensamiento. (Jocelyn-Holt, 1994, 126).
Es en este contexto cuando comienza el exilio de los intelectuales
dependentistas debido a la intervención militar en las universidades. Con
ello, la formación de Ciencias Sociales en pregrado y el nanciamiento
estatal para la investigación social son suspendidos. De esta forma,
dichas actividades pasaron a depender y a gestionarse, mayoritariamente,
a través de aportes de la comunidad internacional por medio de ONGs.
Lo anterior, es inseparable de la situación internacional caracterizada
por la fase B del ciclo de Kondratiev, el cual se extiende hasta la
actualidad. El escenario de la economía-mundo responde a la contracción
del ciclo económico tras los “treinta gloriosos”, la cual lapidó la fórmula
desarrollista y consolidó la hegemonía estadounidense gracias a la
caída del régimen soviético, evidenciándose (y consolidándose) las
diferencias entre Norte y Sur (Wallerstein, 1995). Entre los efectos más
relevantes, a nivel mundial se aprecia el desplazamiento de los bancos
intergubernamentales por parte de la banca privada, el progresivo
empequeñecimiento de la soberanía estatal, la transnacionalización
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de los capitales, y la relocalización de la industria acorde a estos
criterios.
En Chile, dichos cambios se produjeron a través de la instauración
del “modelo neoliberal”, el que implicó un proceso de reestructuración
del mercado de trabajo, de privatización de empresas públicas; y de
reestructuración regresiva de los cambios producidos por el intento
de reforma agraria. Según Goldfrank (1991) este es un momento
de “contrarreforma” (1974-1983), caracterizado por altas tasas de
comercialización, concentración de tierras y proletarización de la
fuerza de trabajo campesina. Lo anterior, estimuló la migración hacia
centros urbanos, generando una oleada migratoria de gran escala pero
de características menores a la del periodo desarrollista.
A partir de 1983, Goldfrank (1991) identica un periodo de
“crecimiento explosivo”, caracterizado por la consolidación y
concentración de la gran propiedad agraria en manos de grandes
inversionistas y corporaciones nacionales y/o multinacionales. Se aprecia
una tecnicación del agro tanto en los procesos de producción como en
los de procesamiento, generándose múltiples polarizaciones tanto entre
productores y trabajadores, como entre los mismos productores. La
consolidación de la gran propiedad tecnicada agraria causó la llegada
a la ciudad de un considerable número de pobladores rurales que, al no
poder ser integrados totalmente a la estructura productiva industrial5, se
sumaron a la desocupación urbana, la que se alzó hasta el 22.2% en 1982
para el Gran Santiago (Moulian, 1997). Al respecto, Moulian señala que
sólo una crisis anterior en el periodo neoliberal había provocado una
desocupación similar6. A ello, se suman las movilizaciones populares
exigiendo proletarización pero que obtuvieron como respuesta la
terciarización del modelo económico en pos de retomar el auge
exportador de la economía nacional (Moulian, 1997).
En el campo de las Ciencias Sociales, la dictadura imperante marcó
que la mayoría de la producción de los intelectuales (principalmente, los
que formarían la Concertación de Partidos por la Democracia) tomara
un cariz anti-autoritario, dejando de lado el carácter transformador de
las relaciones de dominación y el carácter antimperialista7, abocándose
sólo a la superación de la dictadura que los mantenía marginados.
5 Es preciso recordar que durante este periodo se está desarrollando con toda su potencia la
privatización de la industria estatal.
6 Se reere al año 1975 en que alcanzó el 16.8%.
7 Propio de los movimientos sociales de los años 70’ y de los “defensores” de la teoría de
la dependencia.
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De este modo, la investigación social asumió una lógica cuantitativa-
interpretativa, en donde se resintió la “gran” teoría en pos de proto-
teorías o teorías de alcance medio8. Asimismo, el trabajo intelectual tuvo
como nancistas principales a centros de investigación independientes
que necesitaban de capitales extranjeros (como CED y CIEPLAN) y a
FLACSO, la cual dependía íntegramente de capitales internacionales
y de los aportes de las Naciones Unidas (Petras, Leiva, 1994, 50-58).
En el plano político, los Chicago boys permite organizan el modelo a
seguir, garantizando tanto la superación de la crisis económica (de 1975)
como la reducción del Estado; lo que, en denitiva, modica la triada
Economía-Estado-Sociedad Civil: la Economía domina, el Estado (junto
a la política) se reduce y la Sociedad Civil se mercantiliza. Concretamente,
los Chicago boys dirigen el Estado, concentrando el poder en/de los
ministerios técnicos (Economía y Hacienda), por lo que el Estado
adquiere un sello profundamente tecnocrático. Desde la Sociedad Civil,
el despliegue de la doctrina de seguridad nacional y la instauración
del libre-mercado (junto a las tarjetas de crédito, malls, y publicidad)
propenden a la conformación de consumidores antes que de actores
sociales, a un replanteamiento de las relaciones sociales en términos
utilitarios9, a la pérdida de sentido de la promesa de ascenso meritocrático
liberal debido a las políticas de choque aplicadas durante el régimen.
En este contexto, la investigación social se reduce a responder
a las demandas (estatales o de mercado) de información especíca
(principalmente cuantitativa o de estadística social). De esta manera. En
el plano social, el rol de los cientistas sociales (vinculados a las ONGs, la
Iglesia y los grupos de Derechos Humanos) se limita al asistencialismo, sin
intervenir “políticamente” a pesar de recurrir a variantes dela educación
popular y a adaptaciones de la teoría “gramsciana”10. Según Petras, “en
este período, las ONGs desplegaron su actividad proporcionando apoyo
humanitario a las víctimas de las dictaduras militares y denunciando las
violaciones de los derechos humanos. Las ONGs apoyaron las cocinas
de benecencia que permitían a las familias de las víctimas sobrevivir
a la primera oleada de tratamientos de choque” (Petras, 2000a).
8 Por ejemplo, entre estas últimas se encuentran las propuestas de O’Donnell respecto al
“Estado Burocrático Autoritario” y Garretón respecto a la “matriz socio-política”.
9 Surgen, así, nuevas guras en el imaginario social, tales como “el emprendedor”, “los
esforzados”; y se instalan expresiones tales como “los pobres lo son porque son ojos”,
“querer es poder”.
10 En esta línea se enmarca el trabajo de campo realizado por los investigadores del CIDE
durante la dictadura.
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En el plano cultural, sin embargo, la situación no parece ser disímil.
En efecto, la vida cultural se vio fuertemente mercada a pesar que
destacan algunas agrupaciones contestarías al régimen, como el Comité
de Acciones de Arte y las Yeguas del Apocalipsis. Si bien el discurso era
político, su alcance fue reducido, lo que sumado a su escasa capacidad
de asociación hizo que sus expresiones artísticas fuesen testimoniales
antes que acciones políticas concretas. Una variante de mayor alcance
y de carácter testimonial pero de menor contenido político directo, es el
nacimiento del teatro popular con la presentación de “La Negra Ester”.
Otras expresiones contraculturales lo dan grupos musicales como Los
Prisioneros; Ediciones del Ornitorrinco en lo literario (publicando a
Eltit y a Skármeta); y el surgimiento de revistas de oposición como Apsi,
Hoy, y Análisis, importantes instrumentos de información y expresión
para grupos opositores (Elgueta, 1994, 173).
En este escenario se da el “estancamiento de las Ciencias
Sociales” (Atria, Lamaitre, 1983, 40-41) a nivel institucional debido
a la transformación del sistema educacional en “mercado educativo”:
en el período de creación de universidades privadas, sumado a la
cancelación de nanciamiento estatal para el trabajo intelectual,
las Ciencias Sociales no son rentable y la investigación social sólo
se valida en cuanto responde a la demanda de información (estatal o
privada).
Entre la transición y la post-dictadura, la nada y
la cosa ninguna (1989-2000)
El análisis de la última década del siglo XX puede ser visto como
“la crónica de lo nunca fue”, como promesa incumplida del desarme
de la herencia de la dictadura. Como dice la metáfora del “ménage
a trois” (Moulian, 1997, 18) y la idea del transformismo de una
izquierda: lo que se conoce como “transición democrática” no es más
que la ilusión de un cambio de régimen debido a que se continúa con
el modelo económico. En cuanto tal, el Plebiscito de 1989 y el inicio
de los gobiernos democráticos en 1990, hacen de la Concertación de
Partidos por la Democracia la simple administradora del modelo11; y a
11 Por ejemplo, la Concertación jamás se articuló en torno a un modelo societal diferente,
sino que tan sólo se abocó a la derrota de Pinochet. Asimismo, se constituye sobre la idea
de representación formal de las minorías (en cuanto tales), sin cuestionar el poder sobre
las mayorías.
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la post-dictadura, un mero transformismo. Esta crítica no se enmarca
en el ilusionismo de una matriz socio-política que pone como mediador
al sistema de partidos y al dilema de los “enclaves autoritarios”, ni que
plantea su superación como panacea. Más bien, lo que plantea es su
funcionalidad en relación a la dominación y a las opciones propuestas
frente a ella.
En el plano económico, la centralidad del discurso técnico da la
impresión que “todo cambia, pero nada cambia”. No obstante, un par
de cosas sí parecen haber cambiado en relación al campo académico.
Por ejemplo, las ONGs asumen un carácter institucional que les permite,
según Petras:
Pasar de apoyar a los movimientos (antisistémicos) a colaborar
con el gobierno. Los profesionales socialistas y demócrata-
cristianos de las ONGs se convirtieron en ministros del gobierno.
De críticos de las políticas de libre mercado de Pinochet pasaron a
ser sus partidarios. El entonces presidente de CIEPLAN, Alejandro
Foxley, prometió públicamente continuar dirigiendo los indi-
cadores macroeconómicos en la misma forma que el ministro de
Pinochet. Las ONGs fueron instruidas por sus donantes externos
para terminar su apoyo a movimientos campesinos indepen-
dientes y colaborar con el nuevo régimen civil neoliberal […]
(Petras, 1997b).
Este “transformismo” no parece haber sido provocado por reglas
autoritarias de ajuste sino por la necesidad del régimen de legitimarse
y de seguir con la tasa de acumulación a nivel de la economía-
mundo. Dichas cuestiones, en denitiva, parecen haber sido “nego-
ciadas” con los intelectuales de la Concertación a cambio de una
salida pacíca a la democracia “tutelada”12. En efecto, Petras (1997)
postula que en el proceso de negociación democrática chilena es
posible apreciar el tránsito y la emergencia de un nuevo tipo de pen-
samiento económico y social entre los intelectuales de la Concer-
tación, al que denomina “neoestructuralismo”. Éste posee ciertas
variaciones respecto a la doctrina neoliberal, tal como se presenta a
continuación:
12 En relación al libro de Cavallo y Portales: “Chile: una democracia tutelada”.
J. C. Oyanedel; C. Mella – Conocimiento, política y mercado 337
Es en el plano de la consolidación de la “democracia del consenso”
donde resulta útil observar la situación de la economía-mundo y de la
geo-cultura pues constituyen referentes para el análisis de la “caída” de
los intelectuales en el mercado. Como se señaló, el período de “los treinta
gloriosos” selló el destino de la economía-mundo al tocar sus límites
espaciales. Por consiguiente, la única opción viable para mantener la
lógica de acumulación era generar formas nuevas y más efectivas de
apropiación del excedente, siendo una de ellas, el “capitalismo intelectual”
junto a la valoración del conocimiento como un tipo de “capital”.
En Latinoamérica, en lo que concierne a las relaciones de poder, la
Derecha no fue capaz de romper el modelo desarrollista, en un primer
Paradigma Neoliberalismo Neoestructuralismo
Método Ajustes Estructurales Cambio estructural
“transformación productiva com
equidad social”
Objetivo Modernización a través de
privatización
Modernización a través de
internacionalización
Visión de
desarrollo
Devenir espontâneo de las
fuerzas del mercado
Processo deliberado en el cual
las energias sociales y políticas
están encadas em apoyar un
programa aprobado a nível de
sociedad
Agente clave del
desarrollo
El mercado Inserción en la economia
mundial.
Rol Del estado Proporcionar condiciones
mínimas para el mercado:
propriedad privada, resguardar
contratos, mantener el orden,
recolectar información, proveer
servicios sociales limitados
Generar consenso social
y político. Complementar
el mercado. Incrementar
competitividad de las
exportaciones. Erradicar la
pobreza.
Conicto Social Represión para desarticular
actores sociales colectivos,
“chorreo”, subsídios dirigidos.
El conicto social debe ser
canalizado/subordinado a uma
“meta común” de una inserción
competitiva em la economia
mundial. Los pobres deben
desarrollar su próprio espiritu
emprasarial. El “sector informal”
debe vincularse al impulso
exportador
Política La política esta subordinada a la
economía
El espacio político es
determinado por los
requerimentos Del impulso
exportador.
Fuente: PETRAS, 1994, p. 65 (traducción del autor).
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momento. Por ello, la labor de los militares no fue refundacional, sino que
se limitó a liquidar las organizaciones populares, por cuanto, se siguieron
arrastrando las moribundas formas de control social hasta la imposición
neoliberal que sólo necesitó de la “legitimidad democrática” para
desplegarse en su totalidad. Es en este momento cuando la “democracia
del consenso” toma sentido ya que las estrategias neoliberales nunca
fueron capaces de articular un bloque histórico cohesionado. El control
se basó sobre la inorganicidad de la fuerza de trabajo, la descentralización
y la tercerización de las labores productivas (en busca de externalizar los
costos), triada que constituye una estrategia de dominación altamente
inestable y de costosa implementación. Por ello, la imposición neoliberal
en Latinoamérica ha sido parcial, debiendo combinarse con clientelismos
heredados del bloque desarrollista, como son los casos de los empleados
scales y de los gremios con gran poder de negociación.
El sistema-mundo actual se encuentra en desestructuración, inor-
gánico socialmente y marcado por el discurso meritocrático. Esto, ha
gatillado la “caída” de los intelectuales al mercado gracias de la cada
vez mayor cantidad de cientistas sociales provenientes de universidades
(públicas y privadas) en abierta competencia por ganar “proyectos”
debido a la creciente demanda de información (por parte de organismos
públicos, agencias internacionales, empresas privadas). Así, se ha produ-
cido la interdisciplinariedad de las Ciencias Sociales, en donde se han
consolidado metodologías que antes eran privilegio exclusivo de ciertas
disciplinas (tales como la etnografía en Antropología; o la encuesta por
muestreo, en Economía). Sin embargo, mayoritariamente se han traspa-
sado métodos desde una disciplina a otra, sin el necesario debate en torno
a las metodologías en sí ni sobre los límites disciplinares. Es probable
que este debate se produzca una vez que la sobrepoblación del mercado
del conocimiento social deba parcializarse y especializarse nuevamente.
A partir de lo anterior, hoy la universidad pública parece ser el último
bastión que saca a los intelectuales del mercado, pese a estar entrando
en el área de “consultorías” (Brunner, Sunkel, 1993, 40-41). Han sido,
fundamentalmente, los intelectuales exiliados que se reintegraron a sus
labores docentes, los principales impulsores del llamado “capitalismo
intelectual”, a n de equiparar – monetariamente – el nivel de vida que
llevaban en el extranjero.
Existe aún un grupo de intelectuales que posee cierto estatus de
“profetas sociales” – como Brunner, Garretón y Tironi – quienes no ne-
cesitan mayores credenciales que sus nombres para ser validados como
intelectuales. Petras los denomina “intelectuales institucionales prag-
J. C. Oyanedel; C. Mella – Conocimiento, política y mercado 339
máticos” (Massardo, 1996, 17), pues están ligados a la estructura de poder
existente, por cuanto devienen en “intelectuales ociales”. En contra-
posición, es posible identicar al “intelectual marginal”, el cual consta de
nulo peso en la estructura de poder pero en el debate intelectual es capaz
de discutir contra sus colegas “institucionales”. Ejemplos, son Moulian y
Jocelyn-Holt, quienes nancian su trabajo intelectual a través del aporte
de organismos internacionales y/o vendiendo sus servicios docentes a
universidades (siendo peor remunerados que sus colegas “institucionales”).
En el trabajo intelectual, se habla sobre “el n de las ideologías”, “la
muerte de las grandes teorías y los metarrelatos”, expresiones que desde
la perspectiva del sistema-mundo muestran la desarticulación de la geo-
cultura liberal. Esta desintegración afectó a todos los sectores políticos,
sintiéndose fundamentalmente en la izquierda “tradicional” debido a la
situación de exclusión del poder y a la pérdida de la base social. Si bien
es cierto que hubo un orecimiento de las movilizaciones durante los
primeros años de la Concertación, éstas pueden interpretarse como
resabios de la etapa anterior debido a su carácter trascendentalista.
En el plano cultural, los 90´ fueron una década de crítica y
desencanto. Todos los sectores políticos intentaron captar adherentes
y romper esta lógica; sin embargo, sólo tuvieron éxito en ocasiones
concretas (elecciones municipales, parlamentarias y/o presidenciales).
En este sentido, los actores sociales tienen la opción de constituirse en
un escenario completamente nuevo: “lo post-todo”; y, principalmente,
del “post-liberalismo”. Para Wallerstein:
la época actual es la del ‘grupismo’ – la construcción de grupos
defensivos, cada uno de los cuales arma una identidad en torno a
la cual construye solidaridad y lucha por sobrevivir junto con y en
contra de otros grupos similares. (Wallerstein, 1995, 8).
La producción intelectual que mejor interpretó el sentir de los
actores sociales con posibilidad de organización no surgió desde campo
académico sino que desde los medios de comunicación, con programas
como Plan Z, periódicos como The Clinic, y editoriales como Planeta.
Ambos convertidos (casi) en objetos de culto, destacan por su propuesta
irreverente, con capacidad de denuncia explícita de las limitaciones del
modelo societal vigente; mas sin capacidad de congurar una estructura
liberadora. En lo musical, la situación resulta más compleja. Hacia
nes de la década se nota el surgimiento de una escena pop comercial
nacional, estilo estadounidense. Así, surge una oferta musical dirigida
a grupos particulares, básicamente tribus urbanas como los punks, hip-
340 Estudos Ibero-Americanos, Porto Alegre, v. 38, n. 2, p. 325-342, jul./dez. 2012
hoperos y góticos. Destaca, también, la expansión de la televisión por
cable e Internet, medios de comunicación que han ayudado al fomento
de la identidad “grupista” de los sujetos sociales.
En este contexto, la conformación de movimientos sociales tiene
un carácter profundamente juvenil pues carecen de la estructura usual
de movimiento reivindicativo. De manera general, estos movimientos
nacen a partir de reivindicaciones concretas, sacando a la política de la
“abstracción”, y concibiéndola como una actividad concreta, práctica,
cercana a una racionalidad utilitaria antes que valórica. Por ello, dichos
movimientos nacen desde la urgencia, desde la inestabilidad, careciendo
del consenso propio de las luchas sociales liberales: murió la práctica y
triunfó el sentido práctico.
Conclusiones
El presente artículo intenta demostrar cómo las Ciencias Sociales en
Chile han cambiado tanto sus enfoques interpretativos como su posición
en relación a la triada Economía-Estado-Sociedad Civil. En este sentido,
los enfoques interpretativos han cambiado no tan sólo en torno a las
temáticas sometidas a investigación a la reexión intelectual, sino que
también en virtud de transformaciones que trascienden el campo de las
Ciencias Sociales. Las causas que explican dichos cambios, a su vez,
no responden únicamente al escenario político nacional o regional, sino
que se vinculan con transformaciones globales, interpretables desde la
teoría del sistema-mundo y de la (re)composición de la geo-cultura de
corte liberal.
De este modo, los enfoques interpretativos de las Ciencias Sociales
en Chile para el período 1970-2000, transcurren desde la producción
de conocimiento teórico (teoría de la dependencia, desarrollismo
cepalino) en pos de su incidencia política directa (postular la fórmula del
desarrollo para los países latinoamericanos). En contraposición, hacia
nes del siglo XX, se mudan hacia la producción de conocimiento – bajo
la lógica de un bien – acorde demanda de información (de entidades
tanto públicas como privadas). Así, el rol de las Ciencias Sociales, de
los intelectuales y de la investigación social, se aleja de la política y
comienza a operar acorde a la lógica economicista, propia de la demanda
y oferta de conocimiento.
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Submetido em: 11/07/2012
Aprovado em: 15/11/2012