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Intención, lenguaje y conocimiento práctico
Introducción
Pluralidad del Análisis Filosóco
José Andrés Forero MorA
Corporación Universitaria Minuto de Dios - UNIMINUTO
Universidad de los Andes
Los siete textos que aquí se incluyen tienen como lugar común la
cuestión del análisis, aunque ninguno de ellos tematiza ni problematiza
directamente esta noción. Cada una de las contribuciones que compone
este libro utiliza metodológicamente al menos un tipo de análisis para
examinar y desarrollar un problema losóco determinado. La intención
de este libro, entonces, podría ser análoga a la intención que tiene un padre
que enseña a su hijo a jugar fútbol mediante la práctica misma del juego.
Como el lector mismo podrá observar, cada uno de los textos constituye
una muy buena demostración de lo que signica una aproximación ana-
lítica —una aproximación a través del análisis losóco— a un problema.
La virtud del libro en su conjunto, me parece, es que evidencia distintas
maneras como se entiende “análisis losóco” a través de la puesta en
marcha del análisis mismo.
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Racionalidad, lenguaje y acción. Aproximaciones analíticas
Hay dos tipos de lectores a los que el texto podría ser útil y
provechoso. En primer lugar, un panorama acerca de diferentes apro-
ximaciones analíticas que pueden hacerse de un problema, así como una
ejemplicación de cómo estas operan respecto de un cuestionamiento
especíco, es altamente provechoso para el lector no avezado en los temas
y problemas que frecuentemente se atribuyen a la “tradición analítica de
la losofía”. En segundo lugar, el lector formado que tenga un interés
especíco en alguno de los tres grandes asuntos tratados en el libro —
racionalidad, lenguaje y acción— o en alguno de los temas particulares
que trata cada uno de los textos, encontrará en ellos comentarios
personales, reexiones críticas, evaluaciones de posiciones tradicionales
y propuestas de solución a los problemas, que van mucho más allá de
meras reconstrucciones descriptivas. En este sentido, creo que el libro
puede resultar al mismo tiempo benecioso para el neóto y atrayente
para el experto.
En la primera parte de esta introducción general se ofrecerá un pa-
norama sobre el análisis losóco y sobre la manera como este se ha ido
presentando y ha ido cambiando dentro de la llamada “losofía analítica”
—o, como algunos preeren decir, “tradición analítica de la losofía”—.
El objetivo es caracterizar de modo general algunas de las concepciones
de análisis más importantes que ha habido en la losofía de los dos
últimos siglos, con el n de, en la segunda parte de la introducción, tratar
de observar cómo ellas aparecen en funcionamiento en los escritos que
componen este libro.
I
En el sentido cotidiano y general del término, “análisis” signica
la descomposición de algo en sus partes componentes. El diccionario
de la Real Academia Española presenta su acepción principal como la
“distinción o separación de las partes de un todo hasta llegar a conocer
sus principios o elementos”. Si a esta acepción cotidiana del término se
le añade el adjetivo “losóco”, no será difícil arribar a la idea de que la
tarea del análisis en losofía es la descomposición de los conceptos en
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Introducción. Pluralidad del análisis losóco
sus partes más simples. Esta denición, aunque acota un poco nuestro
espectro, no nos permite avanzar mucho con miras a una caracterización
de lo que signica el análisis losóco y de lo que es hacer análisis
losóco. Parafraseando un poco la expresión que suele atribuírsele a
Austin, el lenguaje ordinario es la primera palabra en losofía, pero no
la última.
El análisis losóco está indudablemente emparentado con una
determinada tradición de la losofía contemporánea que ha sido llamada,
para el gusto de unos y el disgusto de otros muchos, losofía analítica.
Varios autores que se han encargado de estudiar esta tradición, p.ej. Scott
Soames (2003), Hans-Johan Glock (2012) y Michael Beaney (2014), han
puesto de maniesto que no puede rastrearse un hilo conductor temático
que subyazca a los planteamientos losócos de todos aquellos autores
que, ya sea por sí mismos o por otros, han sido catalogados como lósofos
analíticos.
De acuerdo con Beaney (2014), “la losofía analítica debería real-
mente ser vista como un conjunto de subtradiciones entrelazadas por
un repertorio compartido de concepciones de análisis sobre el cual los
lósofos individuales han cruzado diferentes caminos”. Esta visión, que
pone al análisis losóco en el centro de la tradición analítica y casi como
elemento denitorio de ella, ha sido fuertemente criticada por lósofos
como Glock (2012) y el mismo Strawson (1997). Glock (2012) arma
que el gran obstáculo al que se enfrenta esta manera de entender la lo-
sofía analítica radica en que
… el término análisis y sus allegados impregnan la historia entera de la
disciplina. (…) Bajo esta modalidad cabría incluir, por lo menos, la búsqueda
de deniciones practicada por Sócrates, la de las naturalezas simples por
Descartes, la resolución psicológica de las ideas complejas de los empiristas y
el análisis trascendental de Kant de nuestras capacidades cognitivas. (p. 194).
Strawson, por su parte, sostiene que si bien la denominación
de losofía analítica sugiere adecuadamente que la descripción de
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Racionalidad, lenguaje y acción. Aproximaciones analíticas
su actividad favorita es el análisis losóco, la mera mención de esta
actividad es poco satisfactoria si lo que se quiere es una caracterización
de lo que es la losofía analítica.1
El problema que tanto Glock como Strawson encuentran en la idea
de tomar “análisis losóco” como el rasgo denitorio de la tradición
analítica es que, aún dentro de esta tradición, este término parece referir
a métodos no solo distintos sino a menudo opuestos. En su texto Análisis
y metafísica (1997), Strawson presenta dos tipos de análisis —el reductivo
y el conectivo— que han estado presentes en la actividad losóca de
aquellos que pertenecen a esta tradición, y que constituyen dos formas
distintas de entender el análisis losóco como método para proceder en
losofía.2 En este sentido, podría decirse que lo que caracteriza el análisis
en losofía analítica es algo mucho más rico que la mera descomposición
de un concepto en sus constituyentes.
Antes de iniciar con la caracterización de los dos tipos de análisis
que propone Strawson, quizá sea conveniente mostrar uno de los grandes
peligros que se corre a la hora de caracterizar lo que es análisis losóco,
y aún más a la hora de hacer análisis losóco: la conocida paradoja del
análisis. El mismo Moore parece haber sido consciente de este peligro
en sus intentos por realizar análisis de conceptos éticos. De acuerdo
con Simpson (1975), esta paradoja afecta especialmente a aquellos que
consideran el análisis, o mejor, el resultado del análisis como una ecuación
conceptual. La paradoja del análisis puede ser formulada brevemente de
la siguiente manera: dado un concepto A que queremos analizar,
1 La salida de algunos lósofos, por ejemplo Soames (2003 y 2005) y Glock (2012), es
caracterizar a la losofía analítica con base en los lósofos que tradicionalmente son
reconocidos como analíticos y no en algún elemento temático o metodológico que recorra
toda la tradición. La discusión de estas propuestas y de una caracterización satisfactoria de
la tradición analítica como movimiento losóco —si es que puede darse alguna— cae por
fuera de los propósitos de este texto introductorio.
2 Manuel Comesaña (1995) apunta, a mi modo de ver de manera correcta, que lo que está
detrás de estos diversos métodos losócos no es solo la idea de cómo debe procederse
en losofía, sino incluso la idea de la naturaleza misma de la losofía. Esto es, cuando se
enfrentan diversas visiones de lo que es el análisis losóco, lo que se está enfrentando en
el fondo, parece ser, son diversas visiones de lo que es la losofía.
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Introducción. Pluralidad del análisis losóco
“Si el concepto A = el concepto B” es un análisis correcto, signica lo
mismo que “el concepto A = el concepto A”; y si no signica lo mismo que
esta identidad trivial, entonces el análisis es falso. (Simpson, 1975, p. 74)
Como se ve, el problema radica en que en un análisis del tipo “A es
B”, “A” y “B” deben tener exactamente el mismo signicado, para que
uno efectivamente sea considerado como el análisis correcto del otro. La
paradoja se anida en esta última consideración: si es el caso que “A” y
“B” tienen exactamente el mismo signicado, el análisis es trivial, pero
si esto no ocurre, entonces el análisis es incorrecto. Como lo sugiere el
propio Simpson, la mayor parte de los análisis realizados en el siglo XX
son conscientes de este círculo y optan por romperlo modicando la idea
de que el análisis debe llegar a una ecuación conceptual.3
Análisis reductivo(s)
Atendiendo a la clasicación que hace Strawson, el primer tipo de
análisis con el que nos topamos es el llamado análisis reductivo. De en-
trada, sería un error pensar que existe un solo tipo de análisis reductivo.
Incluso bajo esta misma etiqueta, como se verá, se pueden encontrar
análisis losócos que a primera vista parecen incompatibles entre sí. La
concepción reductiva puede ser vista como la que toma más al pie de la
letra la denición ordinaria de análisis que revisamos al iniciar este texto.
De acuerdo con esta concepción, la tarea del análisis es la reducción de
complejos en sus partes más simples, con el ánimo de observar cómo
estas se relacionan para constituir aquel. Este tipo de análisis suele re-
lacionarse con los inicios de la losofía analítica, especialmente con el
atomismo lógico de Russell y el Wittgenstein del Tractatus.4 Aunque el
3 Esto, por supuesto, no quiere decir que los análisis realizados con anterioridad al siglo
XX no sean conscientes de esta dicultad. Beaney (2014) sostiene que esta paradoja puede
rastrearse incluso hasta el Menón de Platón. Sobre la paradoja del análisis y la manera como
distintos lósofos la han enfrentado puede verse p. ej. Fumerton (1983) y Chisholm &
Porter (1981).
4 Como bien lo arma Glock (2012), no es para nada claro si Frege fue partidario de esta
concepción de análisis. Algunas lecturas contemporáneas que muestran al matemático
alemán como cercano al inferencialismo —p.ej. Brandom (2002)— parecen apoyar una
respuesta negativa.
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Racionalidad, lenguaje y acción. Aproximaciones analíticas
tipo de análisis propuesto por Moore dista del desarrollado por Russell
y Wittgenstein, el autor de Principia Ethica está pensando en el análisis
como descomposición de complejos en términos de sus constituyentes.
Como bien lo apuntan Glock (2012) y Beaney (2014), Moore es
quien mejor encarna la idea ordinaria de análisis, la idea de descompo-
sición de un concepto complejo en conceptos más simples. El análisis
mooreano es eminentemente conceptual y su propósito es llegar a con-
ceptos simples, en el sentido en que son conceptos irreductibles, y por
tanto indenibles. Esta concepción del análisis, como lo ha mostrado
Soames (2005), está muy en consonancia con la idea mooreana de la
losofía al servicio del sentido común, y por esta razón a menudo se
considera que su análisis está mucho más cercano del análisis practicado
posteriormente en la escuela de Oxford que del de sus contemporáneos
Wittgenstein y Russell.
Por otro lado, el análisis lógico ligado al atomismo tiene que ver con
una traducción o paráfrasis del analizandum a un lenguaje formal, más
que propiamente con una descomposición de conceptos à la Moore. No
obstante, en dicha traducción sigue ocupando un lugar muy importante
la división de los complejos en sus constituyentes más simples. Esta idea
de descomposición se observa claramente en el Tractatus de Wittgenstein:
“Cualquier enunciado sobre complejos [arma el joven vienés,] puede
descomponerse en un enunciado sobre sus partes integrantes y en
aquellas proposiciones que describen completamente los complejos”
(2.0201).5 En este sentido, un complejo queda completamente descrito
si se describen todas sus partes constituyentes. La tarea del análisis aquí
es, justamente, descomponer el complejo con el n de evidenciar sus
constituyentes simples y la manera como estos se encuentran relaciona-
dos dentro de él.
En esta visión wittgensteiniana, la lógica, especícamente la nueva
lógica desarrollada por Frege y Russell, desempeña un papel central. El
5 Las referencias al Tractatus corresponden al número de proposición.
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Introducción. Pluralidad del análisis losóco
análisis que tiene en mente Wittgenstein es el análisis lógico. Esto se pone
de maniesto cuando en su Tractatus, en los aforismos que versan sobre
la losofía, dice que el objetivo de ella es la claricación lógica (4.112). El
análisis losóco, que en este caso es identicado con el análisis lógico, se
muestra como un camino para pasar de la forma gramatical del lenguaje,
es decir de la forma en la que este se nos presenta, a su forma lógica.
Una vez se llegue a esta forma lógica la estructura atomista —simples
relacionados de determinadas maneras para formar complejos— se hará
evidente. Esta diferencia entre la forma gramatical y la forma lógica,
así como la sugerencia de un método lógico especíco para pasar de la
primera a la segunda, es, como el mismo Wittgenstein admite, mérito
de Russell.
El análisis lógico que propone Russell, tal como señala Urmson
(1978), no puede entenderse cabalmente sin atender a la metafísica con
la que está ligado su atomismo.6 En Atomismo lógico esta relación entre
lógica y metafísica aparece con bastante claridad. Allí, Russell arma que
su método de análisis está caracterizado por el principio “construcciones
vs inferencias” que, a sus ojos, no es más que una variante de la conocida
navaja de Ockham. De acuerdo con este método, la tarea del análisis
lógico es eliminar las inferencias de entidades metafísicas misteriosas
reemplazándolas por construcciones meramente lógicas que no supon-
gan ninguna entidad extraña.
Para Russell, la construcción de la estructura lógica de enunciados
como “el unicornio azul ayer se me perdió” devela que en el fondo estos
no versan sobre ninguna entidad metafísica. Debido a que casi todas las
oraciones se presentan en el lenguaje en términos de sujeto y predicado
(la forma S es P) tendemos a inferir que todo hecho se corresponde con la
estructura de las oraciones, asignándole así una existencia a los atributos
6 Por la naturaleza (paradójica) del Tractatus y por la manera de escribir de Wittgenstein,
es aún materia de discusión si su análisis lógico está ligado con una metafísica especíca.
Las interpretaciones tradicionales, p. ej. Cerezo (2006) y Tomasini (2012), arman que
en la obra del joven Wittgenstein se avanzan “tesis” metafísicas a este respecto. Las
interpretaciones terapéuticas o americanas, p.ej. Conant (2000) y Cardona (2001) niegan
que el Tractatus pueda ser vinculado con metafísica alguna.
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y a los sujetos gramaticales. Este tipo de confusiones y de presuposiciones
metafísicas puede evitarse, según Russell, si adoptamos un modelo de
análisis que vaya más allá de la lógica de sujeto-predicado aceptando
que la forma lógica de las proposiciones viene dada por la lógica de las
relaciones. La nalidad de este análisis, arma Russell (2013), es doble:
En primer lugar, impedir inferencias relativas a la naturaleza del mundo
tomando como punto de partida la naturaleza del lenguaje, inferencias que
serían falaces en tanto que sujetas a las deciencias lógicas del lenguaje; en
segundo lugar, sugerir, indagando lo que la lógica requiere de un lenguaje
que hubiera de evitar las contradicciones, cuál podría ser la estructura que
nos cupiese racionalmente suponer que posee el mundo. (p. 529).
Esta estructura mostrada por la lógica russelliana no es más que la
estructura atomista, la estructura de simples relacionados de determinada
manera para constituir complejos. Este tipo de análisis lógico, como
vemos, reduce el lenguaje hasta sus componentes lógicos más simples, lo
cual sugeriría cuál es la estructura ontológica que habríamos de suponer
en el mundo.
La relación que guarda el análisis lógico reductivo esbozado hasta
aquí con la metafísica atomista se fortaleció gracias al aporte de la denomi-
nada “escuela de análisis de Cambridge”, que se desarrolló principalmen-
te en el periodo de entreguerras. Wisdom (1934), uno de los principales
representantes de esta escuela, plantea una división entre dos “niveles” de
análisis: el primer nivel, correspondiente al análisis propiamente lógico,
tiene por objeto la traducción o paráfrasis de las proposiciones a un
lenguaje formal que evidencie su forma lógica profunda; el segundo nivel,
correspondiente a un análisis reductivo o losóco, pretende evidenciar
los compromisos metafísicos de cada proposición.7 Esta diferenciación
de niveles es clave para reconocer la existencia de análisis lógicos no
7 En términos estrictos, el primero es denominado same-level analysis y el segundo new-level
analysis (Wisdom, 1934, p. 74). Entrar en los pormenores de estas denominaciones va
mucho más allá de los intereses de este texto introductorio.
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comprometidos con la metafísica atomista, ni necesariamente con me-
tafísica alguna.
El principio russelliano que recomienda reemplazar inferencias de
entidades metafísicas por construcciones lógicas, pone de relieve otro tipo
de análisis que se encuentra conectado con el análisis reductivo atomista: el
análisis constructivo. La suposición de que se pueden analizar los complejos
hasta llegar a elementos simples inanalizables, tiene como consecuencia
la idea de que los complejos pueden construirse lógicamente a partir de
dichos simples. El paradigma de este tipo de análisis es La construcción
lógica del mundo del joven Carnap.8 En esta obra, Carnap pretendía
“mostrar que es posible reconstruir en forma racional la totalidad de los
conceptos con los que describirnos o presentamos nuestra experiencia”
(Cardona, 2014, p. 131). Para esta tarea es necesario partir de aquellas
vivencias elementales inanalizables9 —es decir, los simples exigidos por
el análisis atomista— más una relación lógica fundamental entre ellas,
Carnap caracteriza esta última con el nombre “recuerdo de semejanza”.
En ese orden de ideas, la tarea básica de La construcción lógica del mundo
consiste en enseñar métodos de construcción que nos permitan avanzar
desde las vivencias elementales hasta las cualidades. Hecha la tarea, podre-
mos después presentar nuestras experiencias valiéndonos de las cualidades
construidas. (Cardona, 2014, p. 132).
Es necesario subrayar que los resultados del método carnapiano no
son constituyentes de los elementos con los que se inicia el análisis, sino
que son construcciones lógicas a partir de ellos. Por esta razón, puede decirse
que este es un método de análisis constructivo.
8 Es necesario tener en cuenta que Carnap no se reere a su método analítico como
constructivo. De hecho, para ser precisos, él arma que lo que hace es un cuasi-análisis, pues
procede, de acuerdo con la tradición, “sintéticamente” más que “analíticamente”. Tomo
la denominación de este método como análisis constructivo de Ayer (1986, p. 73). Esta
etiqueta para el método de Carnap no parece injusta, pues él mismo en obras posteriores
utiliza el término “análisis” para referirse a los métodos de abstracción y construcción.
9 Estos elementos simples corresponden en el sistema de Carnap a lo inmediatamente dado
y pueden ser bases físicas o bases autopsicológicas (fenomenológicas). El alemán opta por
esta última opción aunque algunos comentaristas han anotado que se pueden considerar
elementos físicos en la base del análisis construccional carnapiano.
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Racionalidad, lenguaje y acción. Aproximaciones analíticas
Hasta aquí hemos observado por lo menos tres tipos de análisis
distintos que suelen ser agrupados bajo la gran etiqueta strawsoniana
de análisis reductivo. En primer lugar, un análisis que podría llamarse
propiamente descomposicional que pretende reducir los conceptos comple-
jos a conceptos más simples de los cuales se encuentra constituido. En
segundo lugar, un análisis que podríamos llamar reductivo-atomista que
encuentra en el lenguaje una estructura atomista e insinúa que esta
estructura es compartida con el mundo. En tercer lugar, podemos encon-
trar un tipo de análisis que no es propiamente reductivo, pero que está
altamente emparentado con el análisis reductivo-atomista: el análisis
constructivo.
Sería un error, sin embargo, pretender que todo tipo de análisis re-
ductivo está relacionado directamente con el atomismo lógico. Quine
realiza una feroz crítica al empirismo que se encuentra ligado a la con-
cepción atomista, empero su metodología ha sido asociada con alguna
forma de análisis reductivo. En su famoso texto “Dos dogmas del
empirismo”, el lósofo de Harvard sostiene que el empirismo, tal como
ha sido concebido hasta ese momento, ha estado condicionado por dos
dogmas: el de la distinción analítico/sintético y el del reductivismo. El
primero:
Es la creencia en cierta distinción fundamental entre verdades que son
analíticas basadas en signicaciones, con independencia de consideraciones
fácticas y verdades que son sintéticas basadas en los hechos. El otro (…) es
la creencia en que todo enunciado que tenga sentido es equivalente a algu-
na construcción lógica basada en términos que se reeren a la experiencia
inmediata. (Quine, 2005, p. 245).
Como se puede observar, el segundo dogma es la crítica a la posición
losóca que sustenta el análisis reductivo-atomista de Russell y, por
tanto, el proyecto constructivo carnapiano. Para nuestros propósitos, no
es necesario analizar detalladamente los argumentos que sustentan las
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críticas de Quine, basta con trazar a grandes rasgos su estrategia analítica
y observar en qué sentido puede ser caracterizada como una muestra de
análisis reductivo.
En su crítica a la distinción analítico/sintético, Quine intenta mos-
trar que no tenemos un concepto claro y coherente de analiticidad, y
que por esta razón debemos prescindir de él. En su riguroso artículo, el
lósofo de Harvard muestra cómo, a su parecer, cualquier intento por
hallar una denición de “analítico” está inevitablemente abocado a la cir-
cularidad de nociones intensionales oscuras. Los intentos quineanos de
caracterizar la noción de analiticidad a través de la denición, la sinonimia,
la intercambiabilidad salva veritate y la postulación de reglas semánticas,
siempre terminan, o presuponiendo la noción de analiticidad misma, o
acudiendo a otra noción intensional oscura como la de sinonimia. Quine
(2005) resume su análisis de la noción de analiticidad en el siguiente
fragmento:
Pareció al principio que la manera más natural de denir la analiticidad
consistía en apelar a un reino de signicaciones. Anando esa solución la
apelación a signicaciones dio lugar a la apelación a la sinonimia o a la de-
nición. Pero la denición mostró ser un fuego fatuo, y en cuanto a la sinoni-
mia, resultó que esta no puede entenderse correctamente si no es mediante
una previa apelación a la analiticidad misma. (pp. 255-256).
Así, la analiticidad para Quine no es más que un concepto oscuro y,
en ese sentido, no es para nada claro qué es lo que decimos de un enuncia-
do cuando armamos que es analítico; debería más bien ser eliminado.
La estrategia analítica de Quine parece ser doble: por un lado, pretende
reducir las expresiones a conceptos con ciertas características lógicas de
simplicidad —conceptos que no sean interdenibles entre sí— y, por el
otro, procura eliminar las nociones que nos resultan incomprensibles en
términos más básicos. La aproximación analítica de Quine puede caracte-
rizarse, entonces, como reductiva y eliminativa.
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Análisis conectivo(s)
En “In defense of a dogma”, los lósofos británicos Strawson y Grice
(1956) argumentan que la esperanza del análisis reductivo —ejemplicada
en la crítica quineana a la noción de analiticidad— de encontrar un nivel
básico de conceptos que no se encuentren como interdenibles entre sí,
es claramente irracional (pp. 147-148). Para estos lósofos, hay fami-
lias de nociones (family circles) tales que dentro de ellas ningún concepto
puede explicarse sin apelar a los otros. Como ejemplos citan “signicado-
sinonimia-analiticidad-necesidad…” y “moralmente incorrecto-culpable-
ruptura de reglas morales…”. De acuerdo con Strawson y Grice, lo que el
análisis debe hacer es observar las conexiones que hay entre los conceptos
dentro de una misma familia de nociones. En este orden de ideas, la
crítica a Quine es que busca reducir el concepto de analiticidad a uno más
simple externo a la familia de nociones a la que él pertenece, en lugar de
elucidar las diferentes relaciones que hay entre los conceptos miembros
de esa familia. Esta crítica al análisis reductivo nos ubica en el segundo
gran tipo de análisis caracterizado por Strawson: el análisis conectivo.
De acuerdo con Strawson, Wittgenstein es quien inaugura y mejor
encarna la crítica al análisis reductivo. En el comienzo de sus Investigacio-
nes losócas el lósofo vienés se muestra en desacuerdo con el vínculo
establecido en el análisis reductivo-atomista entre análisis metafísico y aná-
lisis losóco, así como con la idea misma de análisis como algún tipo
de reducción. En el parágrafo 47 Wittgenstein (1988) controvierte la
distinción simple/complejo:
¿Pero cuáles son las partes constituyentes simples de las que se compone
la realidad? —¿Cuáles son las partes constituyentes simples de una silla?
¿Los trozos de madera con los que está ensamblada? ¿O las moléculas, o
los átomos?— “simple” quiere decir no compuesto. Y aquí surge luego:
¿”compuesto” en qué sentido? No tiene ningún sentido hablar absoluta-
mente de “partes constituyentes de la silla” (…) La palabra “compuesto” (y
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por tanto la palabra “simple”) es utilizada por nosotros en un sinnúmero de
modos diferentes relacionados entre sí de diferentes maneras. (¿Es el color
de una casilla de ajedrez simple o consta de puro blanco y puro negro? ¿Y
es el blanco simple o consta de los colores del arcoíris? (párr. 47).
Según Wittgenstein no podemos preguntarnos por lo simple o lo
complejo sin más, esta pregunta tiene pleno sentido solo en un contexto
en el que ya se le ha dado signicado a estas nociones.
Para mostrar la insatisfacción wittgensteiniana con el análisis re-
ductivo, se puede citar el siguiente ejemplo, que se ha vuelto ya famoso:
“mi escoba está en el rincón”. Pues bien, ¿cuál es el análisis de este
enunciado? ¿Es un enunciado que describa la relación del palo y el ce-
pillo un análisis de él? Wittgenstein rechaza esto último y arma que no
hay un enunciado más analizado que represente o saque a la luz el sentido
del enunciado original.
En esta nueva manera de enfrentar los problemas, el vienés concibe
que la tarea del análisis losóco no es encontrar la forma lógica de la
proposición —no viene guiado por el camino de la forma gramatical a
la forma lógica subyacente que propuso Russell— sino que se centra,
más bien, en la elucidación de conceptos mediante la descripción de los
diversos usos que estos tienen en el lenguaje. Así como lo arma Glock
(2012), según esta concepción el análisis losóco no tiene la tarea de
revelar los constituyentes ocultos del lenguaje, sino que describe y con-
trasta los usos que las expresiones tienen en distintos contextos (p.198).
Esta imagen del análisis, opuesta a la imagen reductiva, puede en-
contrarse también en la concepción analítica presente en la denominada
escuela de Oxford o losofía del lenguaje ordinario. Strawson, una de sus
guras más representativas, ha caracterizado su propio método analítico
como análisis conectivo. El lósofo de Oxford, mostrándose de acuerdo
con las críticas wittgensteinianas al análisis reductivo, nos propone que
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Abandonemos la noción de simplicidad perfecta de los conceptos; aban-
donemos incluso la idea de que el análisis debe proceder siempre en la
dirección de la mayor simplicidad. En lugar de ello, imaginemos el modelo
de una elaborada red, de un sistema, de elementos conectados entre sí,
de conceptos; un modelo en el que la función de cada elemento, de cada
concepto, solo puede comprenderse apropiadamente desde el punto de vista
losóco, captando sus relaciones con los demás, su lugar en el sistema.
(Strawson, 1997, p. 63).
Esta imagen comparte con Wittgenstein la idea de que el análisis
es descriptivo; para Strawson lo que hacemos al analizar es describir
las conexiones que de hecho tienen nuestros conceptos dentro de un
sistema conceptual. Esta imagen, por supuesto, mantiene la idea de que
hay conceptos más básicos que otros, pero el carácter de los conceptos
más básicos no radica en su simplicidad (lógica u ontológica) sino en su
irreductibilidad.
Un concepto puede ser complejo, en el sentido de que su elucidación -
losóca requiere que se establezcan conexiones con otros conceptos, y ser
al mismo tiempo irreductible, en el sentido en que no pueda denirse, sin
circularidad, en términos de aquellos otros conceptos con los que se halla
necesariamente relacionado. (Strawson, 1997, p. 67).
Para Strawson la circularidad, que ha sido considerada desde el
punto de vista reductivo como nociva para el análisis, desempeña un
papel central en el nivel básico de los conceptos, pues, como se vio en las
críticas que junto con Grice lanzó al análisis reductivo quineano, revela la
relevancia de un concepto dentro una familia de conceptos. En este orden
de ideas, si se adopta el análisis conectivo strawsoniano
No habría razones para preocuparse si, en el proceso de trazar las conexio-
nes entre un punto y otro, nos encontrásemos retrocediendo o pasando
por el punto de partida. Podríamos, por ejemplo, llegar a la conclusión de
que es completamente imposible elucidar el concepto de conocimiento sin
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Introducción. Pluralidad del análisis losóco
hacer referencia al de percepción sensorial; y que no cabe explicar todas las
características del concepto de percepción sensorial sin hacer mención al de
conocimiento. (Strawson, 1997, p. 63-64).
Al igual que ocurre con la etiqueta “análisis reductivo”, la de
“análisis conectivo” puede servir para cubrir varias concepciones distintas
del análisis. Tomando una conocida imagen wittgensteiniana, tal vez no
haya un rasgo esencial que se encuentre presente en todos los métodos
que son presentados como análisis reductivos o como análisis conectivos;
lo que se puede encontrar, más bien, es una serie de parecidos que se
superponen y entrecruzan.
Así, dentro del modelo de análisis conectivo se encuentran también
métodos tan disímiles como la denominada “geografía lógica” de los
conceptos de Ryle y el análisis lingüístico de Austin. Para Ryle (1967)
“determinar la geografía lógica de los conceptos es poner de maniesto la
lógica de los conceptos que los contienen, o sea, mostrar qué proposicio-
nes son congruentes o incongruentes con ellas, cuáles se siguen de ellas y
de cuáles se ineren” (p. 14). La determinación de estas relaciones lógicas,
de acuerdo con Ryle, tiene como propósito evitar los problemas losócos
que surgen de la forma gramatical engañosa de nuestro lenguaje. En su
obra más importante, El concepto de lo mental, Ryle se propone trazar la
geografía lógica de los conceptos mentales y, con ello, mostrar que es
distinta de la de los conceptos físicos; la asimilación de unos y otros
constituye lo que él mismo bautizó como error categorial.
Análisis pragmatista(s)
Hay otro tipo de análisis losóco llevado a cabo por una “línea
de pensamiento” que frecuentemente ha sido asociada con la tradición
analítica de la losofía: el pragmatismo americano. El tipo de análisis
llevado a cabo por esta losofía no es fácilmente encasillable en ninguna
de las dos grandes categorías analíticas vistas hasta ahora. Este método
analítico puede ser caracterizado como análisis pragmatista.
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Racionalidad, lenguaje y acción. Aproximaciones analíticas
De entrada hay que decir que no hay algo como un cuerpo de
tesis sostenidas en conjunto por los pragmatistas, ni siquiera por los
considerados pragmatistas clásicos, Peirce, James y Dewey. No obstante,
en los textos de estos tres lósofos puede leerse una preocupación por
llevar hacia el centro del análisis losóco las prácticas humanas mismas.
Uno de los principios con el que es asociado el análisis pragmatista es la
famosa máxima pragmática. La formulación clásica de esta máxima se debe
a Peirce (2012): “Considérese qué efectos, que pudieran concebiblemente
tener repercusiones prácticas, concebimos que tiene el objeto de nuestra
concepción. Entonces, nuestra concepción de esos efectos constituye la
totalidad de nuestra concepción del objeto” (p. 180). Esta máxima no
debe ser leída como la enunciación de un corpus teórico especíco, sino
como una regla para el análisis que busca esencialmente la claridad.
El propio Peirce (2012) intenta ilustrar la manera de proceder de su
máxima pragmática con el concepto de dureza:
Preguntémonos qué queremos decir al llamar dura a una cosa. Evidente-
mente, que no será rayada por muchas otras sustancias. Toda la concepción
de esa cualidad, como de todas las demás, reside en sus efectos concebidos.
No hay en absoluto ninguna diferencia entre una cosa dura y una cosa
blanda mientras no se sometan a prueba. Supongamos, pues, que un dia-
mante pudiera cristalizarse dentro de una almohadilla de algodón suave,
permaneciendo ahí hasta consumirse por completo. ¿Sería falso decir que
el diamante era blando? (p. 180).
A primera vista, el análisis pragmatista puede ser visto como una
especie de análisis reductivo. En efecto, la formulación peirceana de la
máxima pragmática y el análisis de dureza que acabamos de observar
pueden dar pie para pensar que lo que se busca en últimas es reducir
una expresión o idea a sus consecuencias prácticas, respecto a las cuales
podría hacerse algún proceso de vericación. Sin embargo, si se repara en
la idea netamente peirceana de que una creencia no puede ser analizada
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Introducción. Pluralidad del análisis losóco
aisladamente, sino que su signicado viene dado en gran medida por las
relaciones que ella mantiene con otras creencias, el análisis pragmatista
puede ser visto también como una especie de análisis conectivo.
Sería un error, sin embargo, sugerir que lo que se conoce como
análisis pragmatista se identica necesariamente con el proceder -
losóco de Peirce. De hecho, este mismo lósofo acuña el nombre de
pragmati(ci)smo para diferenciar su losofía de otras, como la de
James, que andaban en su momento en boga. Podría decirse que las
diferentes formas que toma el análisis pragmatista se basan en última
instancia en las diferentes formas en que puede ser interpretada la
máxima pragmática, especícamente en la manera como se interpreta
la expresión “consecuencias prácticas”. Dos ejemplos paradigmáticos de
esta diferencia son James y Rorty. Ambos tienen una lectura de la máxima
pragmática distinta a la peirceana, y en ese sentido ambos conciben el
método pragmatista de una manera distinta. Mientras que James parece
tener una interpretación más psicologista de esta expresión, en términos
de haces de sensaciones y reacciones (James, 1973, pp. 53-55); Rorty,
por lo menos en sus escritos nales, parece interpretarla en términos de
utilidad social (Rorty & Engel, 2007, p. 70).10
Los análisis hasta aquí esbozados pueden ser concebidos como
los métodos analíticos clásicos. La discusión entre análisis reductivo y
conectivo, así como el surgimiento del análisis pragmatista tuvieron su
punto de orecimiento en los primeros sesenta años del siglo pasado,
aproximadamente. Esto, por supuesto, no quiere decir que en la actualidad
10 A diferencia de las distintas versiones de análisis que se esbozaron unas páginas atrás, no
son comunes los estudios sistemáticos de los métodos con que el pragmatismo americano
ha pretendido analizar los problemas losócos y su vinculación con los tipos de análisis
que tradicionalmente se han reconocido dentro de la llamada “tradición analítica”.
De hecho, aunque frecuentemente se trata a estos lósofos como pertenecientes a esta
tradición, un esbozo de sus métodos de análisis no ocupa lugar alguno en textos como
los de Soames (2003 y 2005), Glock (2012) y Beaney (2014) que tratan sobre el análisis
losóco. Un estudio a fondo de estos métodos, por supuesto, sobrepasa los propósitos de
esta introducción.
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Racionalidad, lenguaje y acción. Aproximaciones analíticas
no se esté llevando a cabo ninguno de estos tipos de análisis losóco. No
obstante, tal como lo arman Glock (2012) y Beaney (2014), en la época
contemporánea el análisis losóco ha tomado diversas formas, al punto
de que es una tarea extremadamente ardua realizar una clasicación de
los diversos tipos de análisis llevados a cabo por los lósofos contem-
poráneos considerados como pertenecientes a la “tradición analítica”.
Dentro de cada uno de los campos comúnmente asociados con esta
tradición —losofía de la mente, de la ciencia, del lenguaje, de la acción,
epistemología, entre otros— se pueden rastrear múltiples versiones
del análisis como método para aproximarse a los problemas losócos.
Caracterizar cada una de estas versiones sobrepasa los propósitos de una
introducción como esta; sin embargo, con miras a cumplir cabalmente
nuestro propósito, será necesario referirnos a algunos de ellos.
Análisis semántico(s) y pragmático(s)
En la losofía contemporánea existe un arduo debate entre dos
posiciones enfrentadas que han sido denominadas respectivamente como
semanticismo y contextualismo. Este debate, que se desarrolla especí-
camente alrededor de la pregunta por lo que se dice mediante una
proferencia, puede arrojar luces acerca de la disputa contemporánea
entre los métodos pragmáticos y semánticos de análisis.11 Por un lado, “El
semanticismo deende que (…) el contenido proposicional de lo que
se dice, esto es, la proposición expresada en un acto de habla asertivo,
es alcanzable mediante procesos semánticos” (Frápolli & Camós,
2008, p. 2). El contextualismo, por otro lado, arma que “para alcanzar
el contenido proposicional completo de lo que se dice mediante un
acto de habla es necesario siempre recurrir a algún tipo de mecanismo
11 Esta disputa contemporánea puede rastrearse hasta el diagnóstico que hace Strawson a
mediados del siglo pasado, de una “pugna homérica” entre los defensores de la aplicación
de la semántica formal a los lenguajes naturales y los teóricos de la intención-comunicación
(Strawson, 2005, p. 358).
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Introducción. Pluralidad del análisis losóco
pragmático” (Frápolli & Camós, 2008, p. 2, [cursiva de énfasis]). 12 Para
nuestros propósitos, esta disputa puede traducirse en dos concepciones
distintas del análisis: por un lado, aquella que considera que este debe
hacerse acudiendo únicamente a mecanismos semánticos, y por el otro,
aquella que considera que para hacer análisis es necesario tener en cuenta
procesos pragmáticos (hablantes, intenciones, entre otros).
La discusión entre los semanticistas y los contextualistas tiene como
telón de fondo la delimitación de la labor de la semántica y la pragmáti-
ca losócas. De acuerdo con Gauker (2012), la distinción clásica entre
estos campos establece que la semántica es aquella que trata la relación
existente entre los signicados y los signos, mientras que la pragmática
se preocupa por los hablantes y los contextos en los que se emite el len-
guaje. Esta concepción clásica de la distinción entre semántica y prag-
mática, que es compartida en su mayoría por los semanticistas, arroja
como resultado, para nuestro propósito, que si la nalidad del análisis de
una expresión es dar con su signicado, es suciente con la semántica; a
la pragmática le quedaría la tarea de estudiar cómo los usuarios usan la
expresión en diferentes contextos, y este estudio no interere para nada
con el signicado de la expresión13. Desde este punto de vista tradicional,
la tarea del análisis pragmático es el estudio de las relaciones existentes
entre los usuarios y las expresiones, estudio que no tendría ninguna
implicación en el signicado mismo de las expresiones.
Con base en esta distinción tradicional, podría decirse que la
mayor parte de análisis esbozados hasta aquí son análisis semánticos o,
en todo caso, algo muy cercano a ello. En la losofía contemporánea,
12 Existen diferentes versiones del contextualismo. Las diferencias entre ellas se encuentran
en la clase de contextos que aceptan como determinantes de lo que se dice mediante
una proferencia (Borg, 2007). Para nuestro propósito no es necesario adentrarnos en la
caracterización especíca de los tipos de contextualismo.
13 El semanticismo en su mayoría acepta la idea de que el contexto estrecho, el contexto
que únicamente hace referencia a las circunstancias de la proferencia, es suciente para
determinar el signicado. Para un esbozo del semanticismo ver Frápolli & Camós (2008),
Borg (2007).
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Racionalidad, lenguaje y acción. Aproximaciones analíticas
sin embargo, esta distinción tradicional entre semántica y pragmática
comienza a diluirse. La otra escuela participante en la contienda -
losóca que nos ha servido como pretexto para bosquejar los análisis
semánticos y pragmáticos, el contextualismo, no está de acuerdo con el
papel que la distinción tradicional otorga a la pragmática. Para ellos los
elementos semánticos no son sucientes para determinar lo que se dice
mediante una proferencia; por esta razón, es necesario acudir a elementos
extralingüísticos con el n de determinar qué es lo que un hablante quiere
decir cuando usa una determinada oración en un contexto especíco.
De acuerdo con esta nueva concepción, la semántica se ocuparía de los
signicados convencionales de las oraciones, en tanto la pragmática se
haría cargo de la determinación de lo que los hablantes expresan.14
Esta concepción trae consigo nuevas nociones de los análisis se-
mántico y pragmático. Desde esta perspectiva, el análisis semántico es-
taría encargado de determinar los signicados convencionales o literales
de las expresiones, mientras que el análisis pragmático se ocuparía de lo
que los hablantes quieren decir por medio de esas expresiones. Desde
esta perspectiva, entonces, análisis semántico y pragmático son dos
niveles distintos pero complementarios del análisis de una expresión. Los
análisis puramente semánticos aquí no son sucientes para dar cuenta
del signicado de las expresiones, sino que es necesario acudir a procesos
pragmáticos para tal efecto.
Análisis argumentativo(s)
Un método analítico esencialmente distinto a todos los que hemos
visto hasta aquí y que frecuentemente ha sido ubicado dentro de la
tradición analítica de la losofía, es el que podríamos llamar análisis
argumentativo. Tal como observa Vega (2011), en un sentido amplio los
estudios sobre argumentación se remontan a Aristóteles y pasan por
los primeros profesionales de la argumentación en las universidades y
14 Para un esbozo del contextualismo, y de la noción de pragmática que esta posición incluye,
ver Frápolli y Camós (2008), Recanati (2007), Korta & Perry (2011).
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Introducción. Pluralidad del análisis losóco
escuelas medievales de los siglos XII-XIV. Sin embargo, en un sentido
más fuerte y especíco hablar de los estudios sobre argumentación es
hablar de la reciente teoría de la argumentación. La expresión “teoría
de la argumentación” designa “un cuerpo de conocimiento relativamente
sistemático que trata de modo coherente y comprensivo las cuestiones
relacionadas con las tareas de identicación, análisis y evaluación de
argumentos” (Vega, 2011, p. 56).
Siguiendo a Vega, se pueden encontrar tres enfoques que ven a la
argumentación de manera distinta y que, por lo tanto se traducen en
tres aproximaciones distintas para el análisis de los argumentos, estos
enfoques son: la lógica, la dialéctica y la retórica.
El enfoque lógico, más pendiente de los argumentos como productos tex-
tuales, tiende a analizar la argumentación como una construcción o como
el edicio resultante, del que importa su fundamentación, su solidez, etc.
El enfoque dialéctico, más pendiente de los procedimientos de argüir, suele
verla como un combate normalizado por ciertas reglas de la confrontación o
leyes de la guerra. El enfoque retórico, en n, más pendiente de los procesos
de inducción de creencias, actitudes o acciones en el destinatario puede
considerarla como la (re)presentación de un caso en un escenario y ante un
auditorio al que hay que persuadir, convencer o mover. (Vega, 2011, p. 60).
En el caso de un análisis argumentativo desde un punto de vista
lógico interesa, entonces, la relación existente entre las premisas y la
conclusión. El análisis lógico de un argumento, si bien puede restringirse
a un análisis formal en el que interesa la relación de consecuencia lógi-
ca entre las premisas y la conclusión, no se reduce especícamente a
este tipo de análisis. En la teoría de la argumentación contemporánea
se han realizado estudios respecto de un análisis lógico informal de los
argumentos, que se interesa especialmente por el argumento como
producto de una interacción discursiva situada en contextos denidos.
Así, este segundo tipo de análisis lógico no se preocupa por encontrar
esquemas argumentativos que sean válidos en todo contexto, sino que
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Racionalidad, lenguaje y acción. Aproximaciones analíticas
estudia el funcionamiento de esquemas y tipos de argumentos en con-
textos determinados.
Por otro lado, en el caso de un análisis argumentativo desde un
punto de vista dialéctico, el interés radica en la argumentación como
actividad racional reglada. Así, los defensores del análisis dialéctico in-
tentan formular reglas convencionalmente válidas que son instrumen-
tales en la resolución de una diferencia de opinión (Eemeren, 2001, p.
25). En los últimos años se ha desarrollado una perspectiva denomina-
da pragma-dialéctica. Esta concepción propone, desde un punto de vista
dialéctico, un conjunto de reglas básicas que constituyen una especie
de código de conducta para los sujetos que se encuentran involucrados
en una actividad argumentativa, al tiempo que, desde un punto de
vista pragmático, describe el proceso argumentativo ideal como un acto
de habla complejo ejecutado en varias etapas de una discusión crítica
(Eemeren, 2001, p. 15-16).
Por último, en el caso de un análisis argumentativo desde un
punto de vista retórico hay un interés en la inuencia que puede tener la
argumentación en el auditorio, en el convencimiento o persuasión. Un
análisis argumentativo en perspectiva retórica concibe a la argumenta-
ción como una actividad situada en la que se pretende lograr la adhesión
del auditorio a unas tesis de manera razonable.
Ninguno de estos tres grandes enfoques del análisis argumentativo
debe considerarse como incompatible con los demás. Por el contrario,
con el desarrollo contemporáneo de la teoría de la argumentación se ha
mostrado que es necesario propender por un enfoque que no descuide
ninguna de las tres dimensiones estudiadas por los enfoques tradicionales.
Las diferencias entre los distintos modelos disponibles en la actualidad
radican principalmente en cuál de estos tres enfoques es el que tiene el
mayor protagonismo.
Hasta aquí se han presentado de manera bastante general varios
tipos de análisis que se encuentran presentes en la losofía contempo-
ránea, especícamente en lo que ha sido denominado como “tradición
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Introducción. Pluralidad del análisis losóco
analítica”. No se trata de una presentación exhaustiva, sino más bien
una presentación general que pretende ubicar al lector en la discusión
que se encuentra presente en los tipos de análisis que se desarrollan en
este libro.
II
Si bien es cierto que no hay un único tema que se encuentre presen-
te en todos y cada uno de los artículos aquí incluidos, varios asuntos son
continuamente tocados y desarrollados desde diferentes perspectivas,
vislumbrando en su mayoría diferentes resultados. De estos, los tres
asuntos más recurrentes son justamente aquellos que componen nuestro
título: la racionalidad, el lenguaje y la acción. Pese a que por la naturaleza
del libro no haya una continuidad clara entre capítulo y capítulo —lo que
en principio da al lector la libertad de remitirse solo a aquellos artículos
que sean de su interés—, aquel que se permita leer el libro completamente
podrá hallar distintos —y hasta en ocasiones encontrados— tratamientos
y soluciones sobre algunos aspectos ligados a la racionalidad, el lenguaje
o la acción. La organización de los textos y la breve presentación que de
ellos se hace en la segunda parte de esta introducción sugieren cuáles de
estos asuntos son revisitados desde diferentes lugares; no obstante, la
identicación de las diferencias y similitudes que puedan arrojar distin-
tas aproximaciones analíticas sobre un mismo asunto, queda como tarea
para el lector.
El primer texto que compone nuestro libro se titula “Racionalidad
animal. Un debate en perspectiva hermenéutica” de Miguel Ángel
Pérez Jiménez, profesor del Departamento de Filosofía de la Ponticia
Universidad Javeriana. En este texto el profesor Pérez aborda el pro-
blema de la racionalidad animal sirviéndose de métodos semánticos
y pragmáticos para analizar tanto el concepto de racionalidad como el
vocabulario psicológico con él asociado. El análisis semántico que usa
Pérez está asociado con el interpretacionismo de Davidson. La adopción
de este tipo de análisis le permite determinar las propiedades semánticas
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Racionalidad, lenguaje y acción. Aproximaciones analíticas
del concepto de racionalidad, así como su relación con las atribuciones
de estados mentales. Este análisis semántico da como resultado que la
atribución de racionalidad depende de la atribución de múltiples estados
mentales asociados entre sí, atribución que, al parecer, no estamos
dispuestos a hacer a los animales.
Para Pérez, si bien el análisis semántico permite determinar el
funcionamiento del concepto de racionalidad, este arroja la conclusión
antiintuitiva de que no estamos justicados a la hora de atribuir ra-
cionalidad a los animales. Es en este punto donde el autor se vale del
análisis pragmático, especícamente de algunos procesos pragmáticos
señalados por Recanati, para mostrar que (1) el análisis semántico no
logra dar cuenta de usos no literales que el concepto de racionalidad, y
el vocabulario psicológico con él asociado, tienen en el lenguaje natural;
así como (2) que hay un uso metafórico de estos conceptos que justica
nuestra atribución de racionalidad a los animales. Pérez concluye ar-
mando que uno de los rasgos centrales del concepto de racionalidad,
entendido tanto literal como metafóricamente, es su naturaleza antro-
pológica y hermenéutica, es decir, este es un concepto que está diseñado
para comprendernos a nosotros mismos en tanto que humanos.
El segundo texto incluido en el libro se titula “Autoconocimiento,
autoconciencia y autoridad de primera persona. Un análisis conceptual”
de José Andrés Forero Mora, Profesor del Departamento de Filosofía de
la Corporación Universitaria Minuto de Dios - UNIMINUTO. En este
texto el autor confronta dos análisis del concepto de autoridad de prime-
ra persona, el análisis con tintes epistemológicos propio de la tradición
cartesiana y el análisis conceptual inspirado en algunas observaciones de
Wittgenstein, mostrando su acuerdo con las consecuencias obtenidas a
partir de este último. En este sentido, si hay que caracterizar el análisis
con que este texto pretende aproximarse al problema, habría que decir
que en últimas opta por una especie de análisis conectivo de corte
wittgensteiniano.
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Introducción. Pluralidad del análisis losóco
La estrategia de Forero es mostrar que el análisis, en cierto sentido
reductivo, de la “autoridad” que tenemos sobre nuestros propios esta-
dos mentales llevado a cabo por la tradición cartesiana, conlleva nece-
sariamente a la existencia de un lenguaje privado, lenguaje que, tras el
análisis wittgensteiniano se muestra como absurdo. De acuerdo con el
autor, los dos análisis examinados en el capítulo dan como resultado dos
visiones distintas de la autoridad de la primera persona. Según la tradi-
ción cartesiana, la autoridad que tenemos sobre nuestros propios estados
mentales es epistemológica, mientras que según el análisis conceptual
esta autoridad es, por decirlo de alguna manera, fenomenológica. Al nal
el autor intenta responder algunas objeciones con respecto a la subjetivi-
dad que se han presentado a posturas de este tipo. Para Forero, la visión
de autoridad de primera persona derivada del análisis wittgensteiniano
deja el suciente espacio para la subjetividad a la vez que le abre un mayor
espacio a la intersubjetividad.
A continuación encontramos el texto titulado “Intención, lenguaje
y conocimiento práctico” de Tomás Andrés Barrero Guzmán, profesor
del Departamento de Filosofía de la Universidad de los Andes. En este
texto Barrero hace un análisis de la lógica del concepto de intención así
como de las conexiones que este tiene con el concepto de conocimiento
práctico, esto es, con el tipo de conocimiento que los agentes tienen de sus
propias acciones. En términos estrictos, Barrero intenta mostrar que el
concepto de intención y el concepto de conocimiento práctico hacen parte
de una misma familia de conceptos y, por lo tanto, es necesario elucidar
las conexiones que hay entre ellos. En este sentido, el método analítico
usado en este artículo es el análisis conectivo de corte strawsoniano.
En primer lugar, el texto de Barrero presenta varias dicultades que
tiene el análisis reductivo de la noción de intención, esto es el análisis
que pretende reducir el lenguaje con el que hablamos de la intención al
lenguaje con el que hablamos de eventos, mostrando que en realidad el lu-
gar lógico de la intención se encuentra en el lenguaje de las descripciones
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Racionalidad, lenguaje y acción. Aproximaciones analíticas
del conocimiento del agente. Esto le permite al autor trazar las relacio-
nes lógicas entre expresiones de intención aparentemente incompatibles
como “tener la intención de hacer x” y “hacer x intencionalmente”.
Al nal, Barrero muestra que en últimas la intención es una forma de
conocimiento práctico y que los problemas asociados con la intención
pueden solucionarse si se observa un tipo de cadenas justicativas pro-
pias de la acción intencional.
El siguiente texto se titula “Contradicciones y racionalidad: Susana
y los viejos jueces y la resurrección de Jesús, un estudio de casos” escrito
por Susana Gómez Gutiérrez, profesora del Departamento de Filosofía
de la Corporación Universitaria Minuto de Dios - UNIMINUTO. Este
texto aborda el concepto de racionalidad poniendo especial énfasis en
la relación que este tiene con las contradicciones. Gómez sostiene que
cualquier posición racional debe ser reducible a, e interpretable en, un
sistema lógico. Esta idea podría conducirnos a la conclusión de que el
análisis con que Gómez se aproxima al concepto de racionalidad es una
especie de análisis reductivo.
La estrategia de la autora es examinar dos relatos bíblicos que tienen
contradicciones pero que comportan diferentes actitudes frente a ellas. En
el primer relato, el de Susana y los viejos jueces, ante la existencia de una
contradicción se desecha inmediatamente la historia; en el segundo, el de
la resurrección de Jesús, a pesar de la existencia de contradicciones se suele
aceptar el relato. Gómez pretende mostrar que ambas posturas frente a
la contradicción pueden ser consideradas como racionales en la medida
en que pueden ser interpretadas desde un sistema lógico determinado,
especícamente el sistema LC1 de la lógica paraconsistente. El artículo
cierra planteando algunas cuestiones críticas que debe enfrentar todo
aquel que quiera defender esta noción de racionalidad.
A continuación tenemos el texto de Andersson Mina Vargas,
profesor de la Unidad de Ética y del Departamento de Filosofía de la
Corporación Universitaria Minuto de Dios - UNIMINUTO, titulado “H.
Putnam y Ch. Peirce: sobre la bondad de la racionalidad”. El texto de Mina
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Introducción. Pluralidad del análisis losóco
presenta y confronta dos análisis pragmatistas distintos del concepto de
racionalidad, uno clásico —el de Peirce— y uno contemporáneo —el de
Putnam—, mostrando que una noción de racionalidad instrumental no es
necesariamente incompatible con el pragmatismo. El autor sostiene que
en la losofía de Peirce se evidencia que el pragmatismo es compatible con
una cierta concepción instrumentalista de la racionalidad, lo cual permite
dar sentido a la noción, de “orecimiento humano ético y estético”, pre-
sente prácticamente en todo el pragmatismo.
La estrategia de Mina es mostrar, en primer lugar, cuál es la crítica
que Putnam realiza a la concepción instrumentalista y mayoritarista de
la racionalidad, luego, en segundo lugar, evidenciar en qué sentido el
análisis peirceano de la racionalidad es parcialmente instrumentalista,
y por último, mostrar que dicha concepción instrumental escapa a las
críticas de Putnam y dota de sentido su noción de racionalidad motivada
por el ideal de “orecimiento humano”.
El siguiente texto se titula “Entre reglas, instituciones y razones
para la acción: la discusión Raz-Searle” escrito por Laura I. Giraldo
Ceballos, profesora del Departamento de losofía de la Corporación
Universitaria Minuto de Dios - UNIMINUTO. El texto de Giraldo se
propone explícitamente enfrentarse al problema de la relación entre las
instituciones y los actos de los individuos; en otras palabras, su objetivo
es analizar el modo como las instituciones inuyen en las acciones de los
individuos. Para esto, la autora se involucra en el debate contemporáneo
entre las posturas de Searle y Raz, a las que caracteriza como análisis
conectivos de la relación institución-acción, mostrando que la postura del
lósofo norteamericano es mucho más fuerte que la de su colega israelí.
Incluso, de acuerdo con el análisis de Giraldo, las objeciones de Raz
pueden ser sorteadas manteniéndose dentro de un marco searleano. En
consecuencia, para Giraldo, la relación que existe entre las instituciones
y las acciones de los individuos está mediada por los poderes deónticos
(obligaciones, responsabilidades, derechos, deberes que adquiere un
individuo al pertenecer a una institución) que, al mismo tiempo, permiten
vincular el análisis searleano con la vida práctica.
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Racionalidad, lenguaje y acción. Aproximaciones analíticas
El último texto del libro se titula “Análisis argumentativo: el recurso
a la piedad en ética” del profesor Schumann Javier Andrade, profesor de
la Ponticia Universidad Javeriana. Como es sugerido por el título, en
este texto Andrade realiza un análisis argumentativo respecto el uso de
un tipo especíco de argumento en el contexto de la ética: el argumento
Ad misericordiam. Atendiendo a la clasicación de los análisis argumentati-
vos de la primera parte, el análisis de Andrade puede ser caracterizado
como lógico informal. En este texto hay una crítica contra la perspectiva
formalista que ubica el argumento Ad misericordiam dentro de las falacias,
es decir, dentro de los argumentos lógicamente incorrectos en cualquier
contexto, y se evidencia, en cambio, una reivindicación del estudio de
esquemas argumentativos en contextos especícos.
En primer lugar, el autor caracteriza el argumento Ad misericordiam y
el lenguaje emotivo asociado con él, mostrando cómo el análisis lógico-
formal lo ha relegado al terreno de los tipos de argumentos inválidos,
es decir al terreno de las falacias. Luego, en segundo lugar, Andrade in-
tenta analizar el funcionamiento de este tipo de argumentos dentro del
contexto particular de la argumentación ética, lo cual le permite generar
algunos criterios dialógicos para su evaluación. Al nal, el autor realiza un
análisis de argumentos Ad misericordiam concretos usados comúnmente en
ética, evidenciando que en algunos casos puede haber usos correctos y
legítimos de este tipo de argumentos.
En esta breve presentación se ha esbozado la manera como algunos
tipos de análisis se hacen presentes en los textos que incluye este libro.
Como ya se mencionó al inicio, encontrar otras maneras en que esos
tipos de análisis aparecen en funcionamiento, así como las diferencias y
similitudes que tiene la aproximación a un mismo asunto desde diferen-
tes tipos de análisis, es tarea que queda para el lector.
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Introducción. Pluralidad del análisis losóco
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