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LiminaR. Estudios Sociales y Humanísticos
ISSN: 1665-8027
liminar.cesmeca@unicach.mx
Centro de Estudios Superiores de México y
Centro América
México
Delgado Wise, Raúl; Márquez Covarrubias, Humberto
Repensar la relación entre migración y desarrollo a partir del caso de México
LiminaR. Estudios Sociales y Humanísticos, vol. V, núm. 2, julio-diciembre, 2007, pp. 8-25
Centro de Estudios Superiores de México y Centro América
San Cristóbal de las Casas, México
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8Revista LiminaR. Estudios sociales y humanísticos, año 5, vol. V, núm. 2, diciembre de 2007, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. ISSN: 1665-8027
Resumen: Este artículo examina la teoría y la práctica de la
relación entre desarrollo y migración en el contexto de la inte-
gración económica de México a Estados Unidos. Ante los vacíos
teórico-conceptuales del campo de estudio en la materia, se postula
la necesidad de emprender un viraje epistémico para, a partir de la
perspectiva de la economía política del desarrollo, concederle pri-
macía explicativa a la problemática del desarrollo ante el fenómeno
migratorio. Con miras a caracterizar los procesos esenciales del
caso mexicano, se emplean dos categorías, exportación de fuerza de
trabajo y desarrollo basado en las remesas, a fin de profundizar en
las causas estructurales y en las prácticas estratégicas que configu-
ran la naturaleza compleja del fenómeno.
Palabras clave: economía política del desarrollo, exportación de
fuerza de trabajo, desarrollo basado en las remesas, México, Esta-
dos Unidos.
Abstract: This article examines the theory and the practice of the
relation between development and migration in the context of the
economic integration from Mexico to the United States. Before the
theoretical-conceptual emptinesses of the field of study in the matter,
the necessity is postulated to undertake a epistémico turn for, from the
perspective of the political economy of the development, to grant to
him primacía explanatory to the problematic one of the development
before the migratory phenomenon. With a view to characterizing the
essential processes of the Mexican case, two categories, export of work
force and development based on the remittances are used, in order to
deepen in the structural causes and the strategic practices that they
form the complex nature of the phenomenon.
Key words: political economy of the development, export of work
force, development based on the remittances, Mexico, the United
States.
Introducción
Bajo el señuelo del “rostro humano de la globali-
zación”, un supuesto vínculo positivo entre la
migración internacional y el desarrollo de los
países de origen ha sido subrayado, con distintos én-
fasis, por los organismos internacionales encabezados
por el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano
de Desarrollo (BID). Este planteamiento radica en la
idea de que el flujo creciente de dinero enviado por
Raúl Delgado Wise, doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Pensilva-
nia, Director de la Unidad Académica en Estudios del Desarrollo de la Universi-
dad Autónoma de Zacatecas y Director ejecutivo de la Red Internacional de Mi-
gración y Desarrollo, Temas de especialización: Migración y desarrollo, Economía
política del desarrollo, correo electrónico: rdwise@estudiosdeldesarrollo.net.
Humberto Márquez Covarrubias, doctor en Estudios del Desarrollo por la
Universidad Autónoma de Zacatecas, Profesor-investigador del Doctorado en
Estudios del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Zacatecas, Temas de
especialización: Migración y desarrollo, Economía política del desarrollo, co-
rreo electrónico: hmarquez@estudiosdeldesarrollo.net.
Re p e n s a R l a R e l a c i ó n e n t R e m i g R a c i ó n y d e s a R R o l l o a
p a R t i R d e l c a s o d e mé x i c o
Raúl Delgado Wise
Humberto Márquez Covarrubias
Enviado a dictamen: 12 de febrero de 2007.
Aprobación: 18 de septiembre de 2007.
Sección Temática
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Revista LiminaR. Estudios sociales y humanísticos, año 5, vol. V, núm. 2, diciembre de 2007, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. ISSN: 1665-8027
T e m á t i c a Raúl Delgado Wise, Humberto Márquez Covarrubias
los migrantes internacionales puede transmutarse en
instrumento, palanca o motor del desarrollo de aquellos
países y lugares donde se origina el caudaloso éxodo
laboral hacia los países desarrollados del norte.1 Empero,
no se propone ningún cambio en los ejes articuladores
de la llamada globalización ni en la política neoliberal
impuesta a rajatabla en los inermes países exportado-
res de migrantes; ambos vectores están en la base de la
profundización del subdesarrollo y de la proliferación
de la migración internacional. A lo sumo, se plantean
estrategias llamadas de migración y desarrollo que, a
decir verdad, apenas si tocan la superficie del fenómeno
migratorio, con muy limitados alcances en términos
de desarrollo. En esa tónica se inscribe la política de
reducción de costos de transferencia de las remesas
o la promoción de algunos instrumentos financieros
para la inversión de remesas en microproyectos. En la
misma sintonía, los gobiernos de los principales países
especializados en la exportación de migrantes, México
al frente, están adscritos a una supuesta política de mi-
gración y desarrollo instrumentada mediante un puñado
de programas aislados y descontextualizados —incluso
sin racionalidad institucional— frente a la complejidad
de la problemática del desarrollo, y ajenos a la necesidad
de generar un proyecto de desarrollo nacional en un nue-
vo esquema de integración económica regional capaz
de reducir las asimetrías socioeconómicas entre países
y contener —o al menos aminorar— la desbordante
dinámica migratoria que prevalece en la actualidad.
El artículo tiene el cometido de dar cuenta de la
complejidad teórica y práctica que representa la relación
entre migración internacional y desarrollo en el capi-
talismo contemporáneo desde de la economía política
del desarrollo, interdisciplinaria por definición. Esta
perspectiva postula la necesidad de explicar la dinámica
migratoria a partir de los problemas del desarrollo que
se registran en los países subdesarrollados derivados de
su inserción en la economía internacional. Por lo mismo,
reconoce que los estudios circunscritos en la órbita de la
migración y el desarrollo son de tal suerte restringidos
porque presentan debilidades teórico-conceptuales, al
grado que los constriñe a mostrar evidencias empíricas
parciales e inconexas, muchas veces descontextuali-
zadas. Es el caso señalado de aquellos planteamientos
que quieren deducir el desarrollo, en cualquiera de sus
modalidades, a partir de la expansión de la migración
internacional y de la canalización del flujo de remesas
a los lugares de origen.
Para dilucidar el caso de México, a la sazón pri-
mer exportador de migrantes y receptor de remesas
en el mundo, amén de primer proveedor de fuerza de
trabajo barata a la economía más grande del orbe, la
estadounidense, nuestra perspectiva se vale de un par
de categorías analíticas que explican un par de procesos
concatenados dentro de la verdadera relación entre de-
sarrollo y migración: i) modelo exportador de fuerza de
trabajo barata, centrada en el papel de la fuerza de tra-
bajo mexicana dentro del proceso de reestructuración
productiva de la economía estadounidense, mediante
la articulación de tres mecanismos: maquila, maquila
encubierta y migración laboral. En esa lógica, la socie-
dad mexicana se configura como una sobrepoblación
relativa dispuesta a incursionar en el mercado laboral
transnacional bajo condiciones de elevada precarización
laboral y exclusión social, y ii) modelo de desarrollo
basado en las remesas, que explica cómo las remesas
en lugar de constituirse en un instrumento del desa-
rrollo —en consonancia al ideario del Posconsenso de
Washington, cuya pretensión es imprimirle un rostro
humano a la globalización neoliberal— profundizan
una nueva forma de dependencia para cubrir la subsis-
tencia social, merced a su naturaleza salarial, de vastos
contingentes poblacionales y para apuntalar la precaria
estabilidad macroeconómica del país.
El trabajo se divide en cuatro secciones. En la prime-
ra se revisan someramente los aportes, vacíos teóricos
y limitaciones analíticas de los estudios de migración
y desarrollo, al tiempo en que se plantea la necesidad
de reconvertir el enfoque analítico para anteponer la
problemática del desarrollo a la migración desde la
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perspectiva de la economía política del desarrollo. En
la segunda se caracteriza la relación entre desarrollo y
migración para el caso mexicano mediante el modelo
exportador de fuerza de trabajo. En la tercera se de-
vela la estrategia de desarrollo basado en las remesas
como un proceso de dependencia que asigna a los
migrantes la responsabilidad de promover el desarrollo
en descargo de la obligación estatal correspondiente.
Finalmente, a manera de conclusiones, se identifican
las contradicciones de ambos modelos en tanto singo
de su insustentabilidad.
El abordaje de la relación entre migración
y desarrollo
La relación entre migración y desarrollo ha sido poco
abordada en términos teóricos, según se puede consta-
tar cuando se sigue la trayectoria no sólo de las teorías
de la migración y las teorías del desarrollo, sino incluso
de los estudios que acometen directamente la susodicha
relación. Por lo que hace a las teorías dominantes de la
migración internacional, particularmente las posestruc-
turales y neoclásicas, se evidencia la descontextualiza-
ción de sus explicaciones. En las condiciones actuales,
son insuficientes para explicar ya no sólo el fenómeno
migratorio en sí mismo sino también su relación con
los problemas del desarrollo de los países emisores. El
grueso de los estudios sobre migración internacional
responde a la perspectiva e intereses latentes de los
países receptores de inmigrantes y particularmente sus
gobiernos y clases dominantes, de ahí que proliferen
análisis sobre asimilación/integración, seguridad, dife-
renciales salariales, entre otras temáticas. En todos los
casos se invisibiliza la relación positiva que existe entre
la migración y el desarrollo en las sociedades receptoras,
esto es, se esconde la contribución que los migrantes
y sus países de origen hacen al desarrollo del país de
destino. En tanto que en los países exportadores de
emigrantes, en las pocas ocasiones en que los estudios
migratorios atienten la problemática del desarrollo,
ésta es abordada en un sentido restringido: se restringe
a las posibles contribuciones que los migrantes puedan
hacer al desarrollo, particularmente en el ámbito local.
Más aún, las perspectivas teóricas que predominan en
el campo de los estudios del desarrollo no consideran el
problema de la migración, a no ser que se invoque como
un factor secundario o una especie de externalidad.
El espectro teórico sobre el desarrollo es vasto y
parte de paradigmas contrastantes que van desde las
teorías de la modernización, estructuralistas, neo-
estructuralistas, dependentistas, sistema-mundo,
sustentabilidad, neoliberalismo (que es la antítesis del
desarrollo), regulacionismo, hasta la gama de enfoques
que se engloba bajo el mote de desarrollo alternativo
(participativo, centrado en la comunidad, etcétera) y el
posdesarrollo. En la trayectoria histórica de la teoría y
la práctica del desarrollo, después de la segunda guerra
mundial, se advierte una visión acorde con los intereses
de los países hegemónicos, principalmente Estados
Unidos. En la década de los cincuenta predomina la
perspectiva de la modernización como respaldo al
proyecto imperialista en el contexto de guerra fría. No
obstante, en América Latina se gesta, desde los sesenta,
una visión donde la relación asimétrica entre desarrollo
y subdesarrollo se coloca en el centro (estructuralismo
de la CEPAL y teorías de la dependencia). Sin embargo,
con la imposición del neoliberalismo, a fines de los
setentas la preocupación por el desarrollo pasa a un
segundo plano y se obstaculiza políticamente la posi-
bilidad de generar alternativas, al relegar la dinámica
socioeconómica a la regulación del mercado. La emer-
gencia del pensamiento único funge como una pesada
loza que restringe la reflexión teórica y la práctica
política sobre el desarrollo. Este escenario se configura
como una verdadera contrarrevolución. No obstante,
ante la profundización de las asimetrías y desigualdades
sociales y la evidencia de conflictos sociales de diverso
signo, los promotores de la globalización neoliberal
relanzan discursivamente la idea de desarrollo con una
agenda acotada —pues no propone cambios estructu-
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rales e institucionales— que pretende, supuestamente,
conferirle un “rostro humano” al neoliberalismo. En otro
sentido, se registran distintos intentos por repensar el
desarrollo desde una visión que pretende ser interdis-
ciplinaria, y que en algunos casos reivindica la proble-
mática de los países subdesarrollados. Se trata todavía
de esfuerzos variopintos e incipientes, con una fuerte
carga de eclecticismo (Parpart y Veltmeyer, 2004). Por
la otra, aunque existe un cierto consenso nominal entre
las teorías del desarrollo sobre los objetivos y valores
(por ejemplo, bienestar social, elevación de niveles de
vida, etcétera), se profundiza poco acerca de las causas
del subdesarrollo, cómo afrontarlas y con qué recursos,
quién encabeza y dirige el proceso y cuál es el sentido
que se le quiere imprimir al desarrollo en un horizonte
tentativo de cambio social. En otras palabras, aún es
necesario trabajar con miras a la construcción de una
visión integral, en términos estructurales y estratégicos,
que contribuya a atacar las causas de fondo de las gran-
des asimetrías y desigualdades sociales que predominan
en el capitalismo contemporáneo.
Los estudios sobre migración internacional han sido
prolíficos en cuanto al uso de enfoques y teorías prove-
nientes de distintos paradigmas y en aportar abundante
evidencia empírica. Como se deduce al contrastar las
visiones histórico-estructurales (acumulación primitiva,
sobrepoblación, sistema-mundo) frente a perspectivas
neoclásicas y sus derivados (push-pull, nueva econo-
mía, mercados laborales segmentados) o las visiones
socioculturales (redes sociales, causación acumulativa
y transnacionalismo). No obstante, también se verifica
cómo, en el mayor de los casos, el vigor interpretativo
decae cuando se renuncia a la construcción de teorías
fuertes, o al utilizar teorías que sólo acometen una
parte del fenómeno o que lo consideran aisladamente.
Incluso se puede describir un itinerario de las teorías de
la migración en atención a distintas fases del fenómeno
—origen, desarrollo y consolidación—, pero pocas veces
se presentan esfuerzos explicativos que pretendan cubrir
todo el amplio rango de la dinámica migratoria desde
una perspectiva multidimensional. Y aunque existe un
creciente intento por integrar los niveles micro, meso y
macro, suele campear la perspectiva del norte, es decir, de
los países receptores de migrantes, amén de que el énfasis
en la temática del desarrollo es todavía marginal.
La mayor parte de los estudios que abordan direc-
tamente la relación entre migración y desarrollo giran
en torno al primer factor, como si la migración fuese
una variable independiente y las posibilidades o no de
desarrollo estuviesen supeditadas a los recursos e inicia-
tivas de los migrantes. Más aún, suelen centrarse en el
ámbito local, comunitario o regional con un acentuado
énfasis en el papel de las remesas y una visión limitada
del desarrollo, lo cual desdeña la crucial dimensión
macroestructural que modula el sistema migratorio y
ofrece una visión reduccionista del transnacionalismo
(Delgado Wise y Márquez, 2006). Con la pretensión de
ilustrar de manera esquemática los linderos de esos en-
foques analíticos, es posible diferenciar a grandes rasgos
dos vertientes aparentemente contrastantes:
El círculo vicioso1. . La migración y el desarrollo apa-
recen como conceptos antitéticos, especialmente
cuando se hace referencia a la migración laboral
en el horizonte sur-norte. Desde este ángulo, el
fenómeno migratorio no tiene posibilidades de
inducir dinámicas de desarrollo en los lugares de
procedencia, sino que por el contrario provocan
efectos adversos, tales como inflación, desarti-
culación productiva, abandono de actividades
económicas y despoblamiento, mismas que a
su vez promueven más migración. En estricto
sentido, más que de un modelo teórico de mi-
gración y desarrollo, se trata de la construcción
de diagnósticos que desde distintos miradores
describen la tendencia que históricamente ha do-
minado esta relación en los países y regiones con
alta incidencia migratoria. Al respecto, podrían
mencionarse autores como Papadimetriou (1998)
y Delgado Wise (2000), entre muchos otros.
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El círculo virtuoso2. . En el caso de procesos migra-
torios maduros, con redes sociales y organiza-
ciones de migrantes consolidadas, se considera
que existe la posibilidad de que la diáspora, en
tanto agente, contribuya al desarrollo local y
regional, así sea en términos restringidos. Esta
perspectiva se sitúa en los pequeños márgenes
que para un cierto desarrollo social permite la
política neoliberal en el contexto de los países
emisores. Este enfoque abarca una amplia gama
de autores y perspectivas analíticas, incluso con-
trastantes, que ponen el acento en las remesas,
en las organizaciones de migrantes o en ambas.
Por su influencia política, en un primer plano se
sitúan los organismos internacionales —como
el BM (2006) y el BID (2000)— interesados en
promover el neoliberalismo “con rostro humano”,
en consonancia con los postulados del Poscon-
senso de Washington. En segundo término se
encuentran autores que han desarrollado una
perspectiva más próxima a los intereses de la
sociedad migrante, en una vertiente que puede
ser calificada como “transnacionalismo desde
abajo”, la cual destaca el papel de las organiza-
ciones de migrantes como sujetos potenciales
de distintas modalidades de desarrollo regional
y local (Moctezuma, 2005; García Zamora, 2005;
Delgado Wise, Márquez y Rodríguez, 2004;
Guarnizo y Smith, 1998).
Las dos vertientes analíticas tienen un punto en común:
su horizonte analítico se restringe a la relación unidi-
reccional migración-desarrollo, aunque difieren en que
una niega las posibilidades de desarrollo, en tanto que
la otra las pondera favorablemente. Indiscutiblemente,
la segunda vertiente ha ganado más notoriedad, por
lo que conviene hacer un recuento de los principales
planteamientos académicos que han emanado de ella,
a fin de sopesar sus alcances y limitaciones:
1) Remesas e inversión productiva
Durante las últimas dos décadas del siglo pasado, el
fenómeno de la migración de trabajadores mexicanos
a Estados Unidos se expande notablemente, teniendo
como telón de fondo las políticas neoliberales y el
proyecto de reestructuración productiva que estaba
experimentando la economía de Estados Unidos. En lo
concerniente a los estudios sobre migración y desarrollo
(estudios centrados en el eje analítico remesas-inver-
sión-desarrollo), se pueden establecer dos momentos
sucesivos que han marcado lo esencial del debate, un
debate que aún no encuentra una solución satisfacto-
ria, ni en términos teóricos ni prácticos. A partir de los
ochenta, Reichert (1981), Stuart y Kearney (1981), Mines
(1981) y Wiest (1984) efectúan varios estudios empíri-
cos en la región centro-occidente de México, donde
se enclava Zacatecas, acerca de las remesas de dinero
que los migrantes envían a sus lugares de origen. Estos
autores argumentan que los efectos de las remesas en
las comunidades de origen tienden a ser perniciosos:
diferenciación social, inflación de los precios de la
tierra, concentración de los recursos locales en pocas
manos. Con posterioridad, los investigadores que les
sucedieron habrían de identificar esos resultados como
una visión pesimista ante la posibilidad del desarrollo
regional impulsado con las remesas. Más adelante, en
los noventa se analiza un círculo virtuoso entre remesas
e inversión productiva (Durand, 1994; Jones, 1995; Du-
rand, Massey y Parrado, 1996; Massey y Parrado, 1998),
según lo cual las remesas se invierten en la agricultura
y en capital humano, al tiempo en que el circulante
monetario ejerce un efecto multiplicador benéfico
para las economías de las comunidades, municipios
y regiones. A sabiendas de que el uso de las remesas
se canaliza mayormente a la subsistencia familiar, y
en menor medida a la inversión productiva, algunos
autores (Durand, 1994; Jones, 1995) sostienen que esas
inversiones impactan significativamente en sectores
y localidades específicos. Massey y Parrado (1998: 19)
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arguyen que la migración internacional es “fuente de
capital productivo y fuerza dinámica que promueve la
actividad empresarial, el establecimiento de negocios
y la expansión económica”. Al ahorro generado por los
migrantes se sumaría la consideración de las remesas
colectivas (Goldring, 1996; Smith, 1998; Moctezuma,
2000) en tanto recurso para financiar inversiones pro-
ductivas e infraestructura social, particularmente en
aquellas zonas de alta migración donde la inversión
pública y privada es raquítica. Con todo, el aspecto
más interesante es la identificación de un nuevo sujeto
social, el migrante colectivo (Moctezuma, 1999). Esta
otra visión ha sido motejada como optimista, en opo-
sición al pesimismo de los ochenta. Adicionalmente, el
discurso institucional también ha sido catalogado como
optimista, es el caso de la CEPAL (Torres, 2000), el Banco
Mundial (Ratha, 2003) y el gobierno foxista (Lozano,
2005). Si bien existe un consenso respecto a que la mayor
parte de las remesas se utiliza como gasto corriente de
las familias (alimentación, vestido, vivienda, educación
y salud, inclusive), no hay consenso respecto de las po-
tencialidades de las remesas como fuente de inversión
o capital. Además, se ventilan críticas al estudio de la
migración y el desarrollo que tiene por eje las remesas
(Binford, 2002; Canales y Montiel, 2004).
2) Transnacionalismo y desarrollo
En contraste con la suposición de que los migrantes
al asentarse en la sociedad de destino rompen con su
lugar de origen, el transnacionalismo subraya el proce-
so contrario: los inmigrantes, independientemente de
su incorporación a la sociedad de destino, mantienen
vigentes sus relaciones con su sociedad de origen. En
defensa de ese argumento plausible se postula que: i) los
migrantes mantienen vínculos con su país de origen para
afrontar las condiciones de desigualdad racial y otras
en el país de destino; ii) los procesos globales causan la
migración y superan al Estado-nación, lo cual genera
una sociedad civil global que amenaza el monopolio
político del Estado, y iii) el transnacionalismo genera
un “tercer espacio” para los inmigrantes entre el Esta-
do y las sociedades de origen y destino. Al distinguir
entre “transnacionalismo desde arriba” como ámbito
de acción de las grandes corporaciones empresariales
y financieras y los agentes políticos, y “transnaciona-
lismo desde abajo”, para referirse al ámbito del común
de los migrantes, este enfoque abre la posibilidad de
observar, en algún grado, la asociación entre procesos
de desarrollo y migración. En el primer caso se trataría
de la injerencia de las empresas transnacionales que
harían negocio en el interior del proceso migratorio,
como pueden ser las remesaras, la banca y en general
empresas proveedoras de mercancías y servicios para
los migrantes y sus familias. En el segundo caso se
trataría del consumo que en los lugares de origen y
destino realizarían los migrantes y sus familias. Al me-
nos, la asociación entre transnacionalismo y desarrollo
se ha explorado en dos vertientes: i) la economía de la
migración, en la que prácticas transnacionales de los
migrantes, como las llamadas telefónicas, el uso de
tecnologías de la comunicación, el turismo, el comercio
nostálgico y las remesas, desencadenan efectos positivos
en las economías locales (Orozco, 2003), pero también
abre nichos que a la postre son apropiados por las
corporaciones transnacionales (Guarnizo, 2003), y ii)
la contribución de las organizaciones de migrantes a
procesos de desarrollo local y regional, particularmente
en la realización de obras sociales de beneficio colectivo
en los lugares de origen (Delgado Wise, Márquez y
Rodríguez, 2004; Portes, Escobar y Walton, 2006).
3) Codesarrollo
La Unión Europea ha diseñado la política de codesarro-
llo fundada en la idea de la aportación de los migrantes al
desarrollo de sus lugares de origen, aunada a la llamada
cooperación para el desarrollo y, en los casos del este
europeo, al fondo de cohesión europeo. El codesarrollo
propone i) fomento de actividades productivas a través
de las remesas; ii) formación y apoyo a los migrantes para
que retornen; iii) involucrar a los migrantes en proyectos
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de cooperación; iv) la formación y orientación de emi-
grantes potenciales en los países de origen; v) el fomento
y creación de puentes entre comunidades de origen, en
el sur, y las que han emigrado al norte; vi) la implicación
de los gobiernos nacionales, locales, organizaciones de
la sociedad civil, empresariales, universidades, centros
educativos y culturales e inmigrantes, y vii) la mejora
de las condiciones de vida y trabajo de los emigrados.
En los hechos, el codesarrollo se ha empleado como
una política supraestatal para controlar el flujo inmi-
gratorio, y no tanto para promover el desarrollo de los
países donde se origina la migración. Los actores del
codesarrollo, gobiernos, organizaciones de migrantes y
ONG no comparten necesariamente una misma idea de
ese concepto, pues suelen hacer sus propias interpreta-
ciones en función de sus propios intereses. Además, el
codesarrollo entraña una paradoja en el terreno de los
hechos: mientras que al interior de la Unión Europea
los países de menor desarrollo relativo, como España,
fueron apoyados para activar su desarrollo nacional, con
lo que pasaron de ser países exportadores de migrantes
a importadores de inmigrantes (Agrela y Dietz, 2005),
al exterior de la Unión Europea se recurre a la impor-
tación de fuerza de trabajo barata, pero se erige una
suerte de fortaleza europea (Bendel, 2005) que cierra
aparentemente las puertas a los inmigrantes y propone
el codesarrollo, no tanto para promover el desarrollo de
los países de origen como para encubrir una política de
regulación de los flujos migratorios que provienen de los
países que no forman parte de la Unión Europea.
4) Sujetos sociales migrantes y desarrollo local
Para el caso de México, Moctezuma (2005) ha observado
ciertas potencialidades asociadas a distintos tipos de
migrante —colectivo, empresario, ahorrador y retira-
do— en materia de inversión social y productiva. Por su
parte, García Zamora (2003) propone la constitución de
una fundación para el desarrollo local y la adopción del
sistema de microfinanciamiento. En tanto que Delgado
y Rodríguez (2001) plantean que las organizaciones de
migrantes pueden promover proyectos de desarrollo
regional con el acompañamiento de políticas públicas.
Desde nuestra perspectiva, la activación de alternati-
vas de desarrollo en los ámbitos local y regional puede
asumirse como un problema político que requiere la
constitución de un sujeto social colectivo, portador de
un proyecto que aglutine a los sectores migrantes y no
migrantes, y que canalice la participación estatal en
la promoción del desarrollo bajo con un esquema de
planeación participativa.
Hoy en día se registra un auge de estudios circuns-
critos a la dirección migración-desarrollo. No obstante,
dada la complejidad analítica que reviste esa relación,
se advierte la necesidad de emprender estudios que se
salgan de los linderos de ese esquema analítico, que tiene
como punto de partida el fenómeno migratorio, para co-
locarse justamente del otro lado de la ecuación, es decir,
de los macroprocesos de desarrollo. Este nuevo enfoque
analítico considera la migración como un aspecto de
la problemática del desarrollo y visualiza el desarrollo
como un campo analítico cuyas dinámicas estructurales
y prácticas estratégicas tienen como escenario los pla-
nos internacional, nacional y regional. Asimismo, ante
el predominio de la visión teórica y política de los países
desarrollados receptores de inmigrantes, es necesario
trastocar esa hegemonía e incorporar la visión de los
países subdesarrollados exportadores de migrantes. Y
ante el predominio de perspectivas de corte nacionalista
o localista, conviene impulsar el análisis comparativo
de corte internacional que rescate la vasta experiencia
global en materia tanto de desarrollo y de migración
como de desarrollo y migración.
La perspectiva de la economía política del desarrollo
tiene el cometido de explicar la dinámica migratoria
a partir del análisis de la problemática del desarrollo.
Analíticamente, la asociación entre reestructuración
productiva y transnacionalización, diferenciación y pre-
carización de los mercados laborales se aviene como el
nudo crítico para explicar la problemática del desarrollo y
los procesos migratorios internacionales en el capitalismo
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T e m á t i c a Raúl Delgado Wise, Humberto Márquez Covarrubias
contemporáneo. No siempre es fácil apreciar ese nexo
crítico, dado que el gran capital adquiere una faceta de
ente abstracto cuando, mediante la internacionalización
de la producción, bajo formas de reestructuración de la
producción como la subcontratación y el trabajo a do-
micilio, despersonaliza y desterritorializa las relaciones
sociales de producción. Pero al enfocarse a casos concre-
tos, como la migración mexicana a Estados Unidos, con
base en el influjo de la integración económica regional,
sale a la luz el papel desempeñado por la fuerza de trabajo
barata, en la que el migrante ocupa un lugar central, y el
papel asignado a las remesas en el país de origen, como
se analizará a continuación.
El caso mexicano bajo la lupa de la economía
política del desarrollo
La forma como México se inscribe en la órbita del capi-
talismo estadounidense bajo el neoliberalismo y particu-
larmente en el contexto del TLCAN, resulta fundamental
para comprender el modelo de “desarrollo” adoptado en
el país. Como ha sido documentado en otros trabajos, lo
que impera en México, a contra sensu de lo que supondría
el avance por la senda secundario-exportadora —por
ejemplo, la instauración de un modelo exitoso de ex-
portación manufacturera—, es en realidad un modelo
de exportación de fuerza de trabajo barata (Delgado Wise
y Márquez, 2005 y Delgado Wise Cypher, 2005). Este
modelo, que resulta funcional al proceso de reestructu-
ración productiva estadounidense, está integrado por
tres mecanismos interrelacionados, que en su conjunto
dan cuenta de una modalidad de integración asimétrica
de la economía del país a la de Estados Unidos:
La industria maquiladora,1. conformada por plantas
de ensamble asociadas a una estrategia de relo-
calización productiva comandada por grandes
corporaciones de origen estadounidense para
aprovechar bajos costos laborales en México. Para
el país redunda en una muy baja integración a la
economía nacional y, en contrapartida, contribuye
al desmantelamiento del aparto productivo.
La maquila encubierta,2. entendida como plantas
manufactureras con procesos productivos más
complejos que la maquila, pero cuya operación
se rige con el mismo sistema de importación
temporal que la maquiladora, como ocurre en los
sectores automotor y electrónico.2
La migración laboral,3. que entraña el éxodo masivo de
mexicanos a Estados Unidos, como resultado de
la estrechez y precarización del mercado laboral
mexicano y del proceso de integración neoliberal
de la economía mexicana a la estadounidense.
Con base en estas grandes consideraciones, si a la expor-
tación indirecta de fuerza de trabajo —maquila y maquila
encubierta— se le suma la exportación directa de fuerza de
trabajo —vía migración laboral— queda claro cuál es el
contenido real de las exportaciones mexicanas: la fuerza
de trabajo barata. De ahí la caracterización del modelo ac-
tual de crecimiento exportador como modelo exportador de
fuerza de trabajo, más allá de la discusión de la dinámica del
comercio exterior y de un presunto modelo de integración
bajo el paraguas de la convergencia económica.
El modelo exportador de fuerza de trabajo deja un
saldo inexorable para la economía mexicana: desarticula-
ción del aparato productivo, estancamiento económico,
precarización del mercado laboral formal, expansión del
sector informal, incremento de la pobreza, la margina-
ción y las desigualdades sociales. Este escenario catas-
trófico, sumado al declive relativo de los mecanismos de
exportación indirecta, provocan el incremento inusitado
de la migración laboral a Estados Unidos en las últimas
dos décadas: en esos años, 575 mil mexicanos abando-
naron el país (CONAPO, 2006), en tanto que la población
de origen mexicana radicada en Estados Unidos alcanzó
la cifra de 28 millones y de 11 millones para la nacida en
México; asimismo, en 2006 las remesas captadas por
México alcanzaron los 23 mil millones de dólares, lo cual
lo sitúa como el primer receptor mundial.
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Esta dinámica poblacional, reflejo del modo en que
se inserta la economía mexicana a la de vecino país del
norte, da cuenta de la formación de una gigantesca reser-
va laboral a disposición de la economía estadounidense,
cuyos costos de formación recaen en la sociedad mexi-
cana, amén de que la sangría laboral significa también
pérdida de riqueza potencial para el país. Una parte
significativa de esta fuerza de trabajo es indocumenta-
da, debido a que de este modo la política inmigratoria
estadounidense presiona a la baja el salario de los in-
migrantes mexicanos y, de manera agregada, de la clase
trabajadora ocupada en la economía estadounidense, en
abono del proceso de reestructuración en curso.
Desde los setenta, el mercado laboral estadounidense
está en proceso de reestructuración y precarización, en
esa dinámica se inscribe el modelo exportador de fuerza
de trabajo reseñado líneas arriba. Por lo que hace al papel
específico de los migrantes, se puede argumentar que, a
grandes rasgos, participan en dos segmentos laborales:
Un vasto sector de empleos cada vez más preca-1.
rios en un escenario de ingente exclusión social
que antecede a la reestructuración productiva
(por ejemplo, agricultura, servicio doméstico y
limpieza).
La emergencia de una significativa franja ocupa-2.
cional precarizada asociada a la reestructuración
productiva en diferentes ramas: sectores de punta,
producción de bienes-salario e industrias maduras
en proceso de rescate.
En la distribución ocupacional de los inmigrantes,
resalta la presencia creciente de éstos en la industria
de la construcción, la manufacturera, los servicios y el
comercio, sobre todo en segmentos degradados, tam-
bién concebidos como el traspatio de la industria en
reestructuración: sweatshops, subcontratación, trabajo
domiciliario, day labor, etcétera.
Mientras que la reestructuración industrial ha
afectado negativamente a los trabajadores de Estados
Unidos, los trabajadores mexicanos han experimen-
tado sus consecuencias más agudas. El grueso de los
inmigrantes mexicanos se ubica en un rango de poca
calificación, bajos salarios, prestaciones limitadas o nu-
las, inestabilidad, con relaciones laborales unilaterales
e informales —o autoritarias—, riesgosas y sujetas a
abusos extralegales de los empleadores (por ejemplo,
salarios debajo del mínimo legal, despidos injustifica-
dos, escamoteo en el pago de horas extras).
La integración económica regional, articulada por el
bloque de América del Norte y su instrumento el TLCAN,
lejos de propiciar una convergencia económica, como
postula la vertiente neoclásica, contribuye a profundizar
las asimetrías entre los supuestos socios comerciales,
México y Estados Unidos. En el período de aplicación
del TLCAN, se han ensanchado un par de brechas por
demás reveladoras: PIB per cápita y salarial. En lugar
de que exista una convergencia vis-à-vis en el PIB per
cápita, a la sazón indicador convencional del desarrollo,
se registra un aumento de la brecha: mientras que en
1994 el PIB per cápita estadounidense representaba 2.6
veces más que el mexicano, en 2004 la relación se había
ampliado a 2.9. Por su parte, el salario manufacturero
estadounidense medido en dólares por hora hombre
representaba 5.7 veces más que el mexicano en 1994 y
6.8 en 2004. Paradójicamente, mientras la zanja entre
los ingresos salariales percibidos en México y Estados
Unidos se abre cada vez más, no ocurre lo mismo con
los niveles de productividad, los cuales han tendido a
acortarse, incluso en ciertos casos la productividad es
mayor en México en algunos sectores productivos, par-
ticularmente en aquellos que forman parte del modelo
exportador de fuerza de trabajo mexicana.
El advenimiento de la dependencia de las remesas
La mayoría de los países exportadores de fuerza de
trabajo no dispone de un proyecto de desarrollo nacio-
nal y, en contrapartida, se han sometido a las políticas
de ajuste estructural impulsadas por el FMI y el BM
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y hacen descansar ciertas expectativas de desarrollo
—particularmente en el plano local o regional— en la
contribución de los migrantes a través de las remesas.
Estos mismos recursos, a nivel macro, constituyen i) una
fuente de ingreso externo que se abona a las cuentas
nacionales y ii) un soporte de la estabilidad social, al
mitigar la pobreza y la marginación y abrir una válvula
de escape frente a las limitaciones de los mercados la-
borales locales, regionales y nacionales (RIMyD, 2005).
Este modelo que está presente en países como México,
El Salvador, Filipinas y Marruecos, en realidad cons-
tituye una perversión de la noción de desarrollo sin
perspectiva de futuro.
Con relación al modelo de desarrollo basado en las
remesas, los organismos internacionales —BM (2006);
BID (2000), entre otros— han perfilado una agenda de
políticas en materia de migración y desarrollo que pone
en el centro el papel de las remesas en el desarrollo de los
países de origen. Sin embargo, en la mayoría de los casos
domina la perspectiva de los países de inmigración des-
de el rubro de seguridad, derechos humanos y gestión
de la migración. El problema del desarrollo de los países
emisores es visto básicamente como combate a la pobre-
za. En este sentido, al anteponer seguridad y remesas
sobre cooperación internacional, las políticas acometen
sólo las manifestaciones y no las causas profundas de la
migración. Los principios que dan cuenta del modelo de
desarrollo basado en las remesas son cinco:
Gestión de la migración •. Desde una visión geoestra-
tégica, se plantea lograr la gobernabilidad de los
flujos migratorios, es una preocupación de los
países desarrollados receptores de migrantes,
desde una agenda de seguridad y la organización
de bloques económicos regionales.
Las remesas como instrumento del desarrollo. •En ausen-
cia de una política verdadera de desarrollo prefe-
rente de los países subdesarrollados, a la sazón
los mayores emisores de emigrantes, se postula la
idea de que los propios migrantes son generadores
de recursos, por medio de las remesas, aptos para
detonar el desarrollo de sus lugares de origen.
La democratización financiera •. El caudal de remesas
registrado en el mundo configura un mercado
atractivo para el lucro del capital financiero, al
tiempo en que dota de servicios bancarios a los
sectores excluidos. Los esquemas de ahorro y
crédito con remesas se plantean como la palanca
de procesos de desarrollo.
El poder económico de los pobres •. Las remesas pueden
fungir como instrumento o motor del desarrollo,
pues suponen que el impacto multiplicador de las
remesas les confiere una suerte de poder econó-
mico a los pobres.
La formación de capital humano •. En presencia de un
incontenible flujo migratorio, los países emisores
podrían mejorar sus sistemas educativos y de for-
mación técnica para que los migrantes laborales
encuentren mejores opciones ocupacionales. A
su vez, la posibilidad del retorno de los migrantes
supone la posibilidad de ocupar mano de obra
calificada en sus lugares de origen.
Por lo que hace al caso específico de México, se pue-
de apreciar cómo el carácter subdesarrollado de la
economía mexicana es resultado de su dependencia
estructural ante la economía de Estados Unidos y, en
un nivel más profundo, de la vulnerabilidad que repre-
senta confinar su desempeño económico a una ventaja
comparativa estática y de corto plazo, como la exporta-
ción de fuerza de trabajo barato. Aunado a lo anterior,
las evidencias arrojan un hecho por demás conspicuo
acerca del errático desempeño de la economía mexi-
cana: las remesas, en tanto expresión de la migración
laboral, adquieren mayor relevancia en comparación
a la maquila y la maquila encubierta. En ese sentido,
el modelo exportador de fuerza de trabajo se decanta
hacia su modalidad de exportación directa, misma que
a su vez prohíja un modelo de desarrollo basado en las
remesas. Este segundo modelo expresa, en realidad, el
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desarrollo de una dependencia crítica de las remesas
tanto para la endeble estabilidad macroeconómica del
país como para la frágil sustentabilidad social de im-
portantes sectores poblacionales todavía radicados en
México. Por tanto, el modelo de desarrollo basado en
las remesas es un subproducto del proceso exportador
de fuerza de trabajo vigente en la integración económica
de México a Estados Unidos.
El sistema migratorio México-Estados Unidos con-
figura un caso ilustrativo de la forma perversa en que la
migración se convierte en una pieza fundamental de los
procesos asimétricos de integración económica regional.
En el concierto internacional, México se posiciona como
el tercer receptor de remesas. En 2004, México captó
18.1 mil millones de dólares, después de India, con 21.7
mmdd, y China, 21.3 mmdd (Banco Mundial, 2006). A la
par del crecimiento explosivo de la migración de mexi-
canos a Estados Unidos, las remesas han experimentado
un crecimiento aún más espectacular para alcanzar en
2005 un monto de 20 mil millones de dólares (Banco de
México, 2006).
Para la macroeconomía mexicana las remesas cons-
tituyen la segunda fuente de divisas, y hoy por hoy es la
más dinámica y el soporte principal de la balanza comer-
cial junto con el petróleo y la maquila, con la acotación
de que el dinamismo del petróleo difícilmente puede
mantenerse y la maquila se encuentra en franca fase de
estancamiento desde 2000. Si bien México figura como
el principal receptor de inversión extranjera directa
—cuyo comportamiento es errático y no siempre pro-
ductivo— de América Latina, su monto suele situarse
por debajo de la captación de remesas.
En otro nivel, las remesas son una fuente de subsis-
tencia familiar, y en esa medida configuran una suerte
de paliativo ante fenómenos como la pobreza y la mar-
ginación social, pero paradójicamente constituyen un
acicate para nuevas migraciones. Según estimaciones
del Consejo Nacional de Población (CONAPO, 2005), hay
1.6 millones de hogares receptores de remesas familiares,
de los cuales 47% tiene como principal fuente de ingreso
ese recurso. La cantidad total de hogares receptores de
remesas representa 8% de los hogares del país, y si ese
número de hogares se multiplica por cinco personas
en cada hogar, resulta que 8 millones de personas re-
ciben algún beneficio directo, lo cual representa 7.6%
de la población total del país en 2006 (104 millones de
habitantes).
Diversos estudios sobre el uso de las remesas familia-
res en México coinciden en detectar un patrón de gasto
similar en los hogares receptores de remesas. En efecto,
su uso se canaliza principalmente a la satisfacción de
necesidades básicas, incluidas salud y educación, y un
remanente no mayor de 10% se destina al ahorro o a
pequeñas inversiones en vivienda, terrenos, ganado y
establecimientos comerciales. Además de estos usos,
existen las llamadas remesas especiales destinadas a
actividades de ahorro o inversión como la compra de una
casa, maquinaria agrícola, participación en proyectos de
inversión o en programas gubernamentales.
Existe un dato indirecto del impacto de las remesas
como sistema paralelo de protección social de las fa-
milias mexicanas: el monto total asignado al Programa
Oportunidades —principal programa del gobierno
foxista para mitigar la pobreza extrema, que atiende a
5 millones de hogares y 25 millones de personas — re-
presenta apenas 15% de las remesas familiares recibidas
por México en 2005, mismas que fueron gastadas en
educación y salud sin intermediación gubernamental
(PNUD, 2006). De lo cual se desprende que en ausencia
de las remesas familiares, el gobierno mexicano tendría
que aumentar significativamente la inversión social
para esos rubros.
Las remesas colectivas constituyen recursos recau-
dados por las organizaciones de migrantes destinadas
a la realización de obras sociales y públicas en sus
lugares de origen. Debido al entramado organizacio-
nal, al tejido de relaciones y a la necesaria negociación
con los distintos niveles de gobierno (federal, estatal
y municipal), las remesas colectivas configuran rela-
ciones transnacionales acordes con la estirpe de las
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organizaciones de migrantes. Este tipo de remesas hace
posible: i) la realización de obras en las localidades de
origen que subsanan rezagos históricos en materia de
infraestructura social; ii) el estrechamiento de víncu-
los socioculturales entre los migrantes y la población
radicada en sus lugares de origen, y iii) el seguimiento
y evaluación de las políticas públicas, lo cual eventual-
mente abre un canal institucional para la rendición de
cuentas. El principal instrumento a través del cual se
canalizan las remesas colectivas es el Programa Tres por
Uno. En 2004, a través de este Programa se invirtieron
538.8 millones de pesos. Si se suman las cuatro fuentes
de financiamiento (migrantes, municipio, estado y
federación), dicha cantidad representa 3.24% de lo que
recibe el país por concepto de remesas familiares. No
obstante, en localidades pertenecientes a entidades
como Zacatecas y Jalisco su peso es significativo con
relación a los montos de inversión pública en infraes-
tructura y servicios.
El espectro de obras realizadas en este programa abar-
ca desde la pavimentación de calles y rehabilitación de
iglesias hasta obras de infraestructura productiva como
carreteras y presas. Es pertinente acotar que los montos
de inversión están sujetos a las restricciones presupues-
tales, principalmente, del gobierno federal, por lo cual
muchos proyectos e iniciativas de las organizaciones de
migrantes quedan fuera de la ejecución del programa.
Los proyectos sociales apoyados con remesas co-
lectivas configuran una forma de transnacionalismo
desde abajo que va más allá de la construcción de obras
de infraestructura básica, puesto que entre otras cosas
contribuye a: i) fomentar la organización transnacional
de los migrantes; ii) posibilitar que las organizaciones
de migrantes y sus comunidades de origen negocien con
los tres niveles del gobierno mexicano; iii) financiar la
construcción de miles de proyectos de infraestructura
básica; iv) propiciar un proceso de aprendizaje social
transnacional de todos los actores involucrados en esos
proyectos, y v) fomentar la cultura de la transparencia y
rendición de cuentas (García Zamora, 2005).
Pese a los aportes positivos de las remesas fami-
liares y colectivas al bienestar de los hogares y las
comunidades, por ningún motivo se puede plantear
que sean el sustituto de las políticas públicas para el
desarrollo económico, y tampoco para las políticas de
desarrollo social.
Es común suponer que la pobreza produce migra-
ción, y que ésta a su vez produce remesas. Si las cosas
fueran así, los estados y municipios con menores nive-
les de ingresos per cápita, tendrían un gran número de
migrantes y, por lo tanto, recibirían un elevado monto
de remesas. Sin embargo, la distribución geográfica de
las remesas en México revela una realidad diferente. En
términos absolutos, los estados de Michoacán, Jalisco,
Guanajuato, México, Puebla, Veracruz, Guerrero, Oaxa-
ca, Hidalgo y Distrito Federal concentraron 70% de las
remesas en 2004. Cada uno de ellos recibió remesas por
más de 600 millones de pesos; Michoacán recibió 2,196
millones de dólares. En 2004, de esos 10 estados, seis de
ellos (Michoacán, Puebla, Veracruz, Guerrero, Oaxaca e
Hidalgo) pertenecen también al grupo de los 10 estados
con menores niveles de desarrollo humano del país. Los
otros cuatro receptores de remesas (Jalisco, Guanajuato,
Estado de México y Distrito Federal) pertenecen al
grupo de las 10 economías estatales más grandes del
país. A pesar de su elevado nivel de desarrollo humano,
estos estados concentran 32% de las remesas recibidas
en 2004. En comparación, cuatro de los 10 estados con
bajo nivel de desarrollo humano (Chiapas, Zacatecas,
Tabasco y Tlaxcala) suman solamente 7% de las remesas
nacionales.
Al analizar la distribución geográfica de las remesas
en términos relativos, la situación anterior se sostiene.
Los 10 estados que reciben mayores remesas per cápita
(Michoacán, Guanajuato, Zacatecas, Aguascalientes,
Hidalgo, Guerrero, Nayarit, Oaxaca y Querétaro),
con más de 215 dólares en 2004, se ubican en distintos
niveles de desarrollo humano. Cinco de esos 10 estados
(Michoacán, Zacatecas, Hidalgo, Guerrero y Oaxaca)
se ubican entre los 10 estados con menor desarrollo
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humano. Todo esto revela que no existe una relación
mecánica entre remesas y desarrollo humano a escala
estatal, en la que es difícil diferenciar el impacto espe-
cífico de las remesas.
Por otra parte, al enfocar la atención en el fenómeno
de la pobreza referido específicamente a los hogares
de México, un ejercicio de simulación realizado por
Rodríguez (2005) muestra que sin el influjo de las re-
mesas, el número de hogares ubicados en situación de
pobreza crecería en poco más de 220 mil. Y aunque no
existe un vínculo directo entre migración y pobreza,
es evidente que las remesas familiares fungen como
un paliativo para aminorar las condiciones de pobreza
y marginación, sin que en ello medie la intervención
gubernamental. Como lo muestran múltiples estudios
sobre el impacto de las remesas familiares sobre la po-
breza —entre otros, CONAPO (1999, 2000)—, los hogares
receptores de remesas tienden a presentar niveles de
vida en términos de alimentación, salud, educación y
vivienda ligeramente superiores a los hogares que no
reciben remesas. Cabe destacar que 75% de los hogares
receptores de remesas en México no son pobres y que
la mayor parte de las remesas se concentran en 492 mu-
nicipios de alta intensidad migratoria y bajos niveles de
pobreza. Además, debe considerarse que la emigración
internacional implica un costo que se ha venido acrecen-
tando con el reforzamiento de las medidas de control
fronterizo; costo que los miembros de los hogares más
pobres difícilmente pueden sufragar. Por ello no se de-
ben establecer deducciones mecánicas sobre migración
y pobreza. En el mejor de los casos, se puede señalar
que la migración y las remesas son un atenuante de la
pobreza y la marginación en las comunidades de origen.
Pero no puede considerarse, de ninguna manera, que
las remesas sean una solución de fondo para erradicar
o combatir la pobreza.
En el ámbito económico, otra forma en que impac-
ta la migración ocurre en la llamada industria de la
migración, entendida como la cadena de actividades
vinculadas directa e indirectamente a las migraciones
internacionales en Estados Unidos y México. La migra-
ción, además de su impacto familiar, genera una serie de
actividades asociadas que afectan las economías locales
y regionales. A nivel macro varias empresas se benefician
de la demanda de bienes y servicios que desencadenan
las remesas: envío-recepción de remesas, telecomunica-
ciones, transportes, turismo y “mercado paisano”. Dado
el escaso desarrollo empresarial migrante, la industria de
la migración es aprovechada mayormente por grandes
empresas multinacionales, sobre todo de países recepto-
res: Western Union, Money Gramm, AT&T, City Bank,
Continental, American Airlines, Wal-Mart, etcétera, y
en menor medida de los emisores: Telmex, Mexicana,
Cemex, etcétera. Además han emergido pequeñas y
medianas empresas, como agencias de viaje y casas de
cambio. En los lugares de origen, las remesas modifican
los patrones de consumo hacia la compra preferente de
mercancías estadounidenses, y en los lugares de destino
se impulsa el mercado interno mediante el creciente
poder de compra de los migrantes (en 2003 sus ingresos
ascendieron a 272 mil millones de dólares), lo cual no
deja de formar parte del engranaje que reproduce las
asimetrías y mantiene el statu quo internacional (Guar-
nizo, 2003). En suma, se trata de una amplia gama de ac-
tividades económicas en los lugares de origen y destino
inscritas en la lógica de la globalización neoliberal que,
sin embargo, benefician, sobre todo, al país receptor, en
este caso Estados Unidos.
México se inscribe en el modelo de remesas como
desarrollo, al no disponer de una política integral y
sustentable de migración y desarrollo. Los tres prin-
cipales programas que supuestamente afrontan las
causas de la migración —Contigo, TLCAN y Sociedad
para la Prosperidad CONAPO (2004a)— apuntan en
dirección opuesta al desarrollo y no atacan las causas
del desbordamiento migratorio. En efecto, Contigo es
una amalgama de programas asistenciales focalizados en
la extrema pobreza; el TLCAN se ha consolidado como
eje de la integración económica asimétrica de México a
Estados Unidos, y Sociedad para la Prosperidad ha de-
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T e m á t i c a Raúl Delgado Wise, Humberto Márquez Covarrubias
rivado en la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad
de América del Norte, esto es, una agenda geopolítica de
seguridad acorde con los intereses de Estados Unidos.
Las políticas migratorias en México siguen una
lógica adaptativa a través de programas inconexos
y abocados a cubrir aspectos parciales relacionados
con los efectos de la migración. La pretensión básica
del gobierno es garantizar que la migración cumpla
pasivamente su funcionalidad en el equilibrio macroeco-
nómico y la estabilidad social. Los programas vigentes
pueden ser agrupados en seis categorías:
Derechos humanos. i. Medidas de protección ten-
dientes a cubrir algunos aspectos de los derechos
humanos de los migrantes, es el caso de los Grupos
Beta, el Programa Paisano, la matrícula consular y
la misma ampliación de la red consular.
Vinculación transnacional.
ii. El fortalecimiento de la
identidad alrededor del concepto de comunidades
mexicanas en el exterior, que da lugar a la forma-
ción del Instituto de los Mexicanos en el Exterior
(IME), el cual cubre parcialmente varios ámbitos:
vinculación, educación, salud.
Derechos políticos.
iii. La promoción de los derechos
ciudadanos en el ámbito binacional, a partir
de la reforma de 1996 sobre la no pérdida de la
nacionalidad mexicana y la aprobación del voto
de los mexicanos en el exterior, en 2005, con una
modalidad extremadamente acotada.
Desarrollo social con remesas colectivas.
iv. El Programa
Tres por Uno es un ejemplo de negociación que
involucra un transnacionalismo “desde abajo”
para la realización de obras de beneficio social y
promueve, sin que sea un objetivo ex profeso, la
organización binacional de los migrantes. Por su
origen, este programa ilustra la confrontación de
dos visiones “solidarias”: una neoliberal (la del go-
bierno) y otra comunitaria (la de los migrantes).
Recepción de remesas.
v. La reducción de los costos de
transferencia y el uso financiero de las remesas,
mediante la competencia y reciente tentativa
de “bancarización”, particularmente a través del
Banco de Ahorro Nacional y Servicios Financieros
y la Red de la Gente.
Inversión de remesas.
vi. Uso productivo de las remesas
que se cristaliza en un reducido catálogo de pro-
yectos productivos individualistas y dispersos, los
cuales difícilmente se inscriben en una perspectiva
de desarrollo local o regional, es el caso del Progra-
ma Invierte en México, del Banco Interamericano
de Desarrollo y Nacional Financiera.
Contradicciones del modelo bajo el influjo de la
integración económica regional
Si bien el modelo exportador de fuerza de trabajo y
su derivado, el modelo de desarrollo basado en las
remesas, resultan complementarios y funcionales para
la expansión de la economía estadounidense y para la
estabilidad socioeconómica mexicana, hay también
signos que dan cuenta de su insustentabilidad. La mi-
gración México-Estados Unidos no puede verse como
una fuente inagotable de fuerza de trabajo barata en
la medida en que comienza a perfilarse una creciente
tendencia al despoblamiento que abarca ya a 34% de los
municipios mexicanos (INEGI, 2006). A esto se aúna el
dilema que entraña la explotación laboral extrema y el
crecimiento de la pobreza y marginación social, que son
caldo de cultivo de potenciales conflictos sociales y de
seguridad, justo cuando los organismos internacionales
encabezados por la ONU hacen un llamado para alcanzar
los Objetivos de Desarrollo del Mileno. El escenario de
pobreza y marginación se cierne en estados con alta
incidencia migratoria, como Zacatecas, Michoacán,
Oaxaca, Guanajuato y Jalisco, cuya afluencia de remesas
no se traduce en desarrollo.
En un plano más general, las implicaciones del mo-
delo exportador de fuerza de trabajo para la economía
y sociedad mexicanas, se pueden resumir en cuatro
grandes rubros:
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El desencadenamiento de procesos de desacumulación en la i.
economía mexicana. Las exportaciones de la maquila
y la maquila encubierta implican la transferencia
neta de ganancias a la economía de Estados Uni-
dos, ello da cuenta de una nueva modalidad de
dependencia, más severa que las vislumbradas
por la teoría estructuralista de CEPAL y la teoría
de la dependencia.
La transferencia de los costos de producción de la fuerza
ii.
de trabajo exportada. La migración laboral significa
para México una creciente sangría de recursos
humanos que trae consigo el abandono de activi-
dades productivas, la dilapidación de los costos de
formación y reproducción de esa fuerza laboral y,
en cierto sentido, el desplazamiento de mano de
obra calificada en términos relativos.
El desmantelamiento de buena parte del aparato produc-
iii.
tivo en México. A través de los costos colaterales
derivados de las políticas institucionales orienta-
das a favorecer y mantener el modelo exportador,
se ha producido un creciente desmantelamiento
de la producción orientada al mercado interno.
Al menos 40 cadenas productivas del sector de
pequeñas y medianas empresas mexicanas han
sido destruidas a raíz de la reorientación de la
economía al mercado externo (Cadena, 2005).
La dependencia crítica de las remesas en la estabilidad
iv.
socioeconómica de México. Para la macroeconomía
mexicana, las remesas constituyen la fuente más
dinámica de divisas y el soporte principal de la
balanza comercial, junto con el petróleo y la ma-
quila, aunque el dinamismo petrolero difícilmente
puede mantenerse y la maquila se encuentra es-
tancada. Por otra parte, las remesas representan
una fuente de subsistencia familiar. CONAPO
(2004b) estima que hay 1.6 millones de hogares
receptores de remesas (8% de los hogares del
país), para 47% de los cuales es su principal fuente
de ingreso. Las remesas familiares se canalizan so-
bre todo a la satisfacción de necesidades básicas,
incluidas salud y educación, y un remanente no
mayor del 10% al ahorro o a pequeñas inversiones
en vivienda, terrenos, ganado y establecimientos
comerciales. Una de las funciones principales de
las remesas familiares ha sido fungir como palia-
tivo frente al problema de la pobreza (Rodríguez,
2005), sin que por ello se puedan considerar como
sustitutas de las políticas públicas para el desa-
rrollo socioeconómico.
A manera de síntesis cabe advertir tres puntos críticos
sobre el papel de las remesas en la economía mexicana:
En virtud de la dependencia crítica de las remesas i.
como fuente de divisas, es necesario tomar concien-
cia de que las remesas tenderán a caer debido a la
migración definitiva, la reunificación familiar y la
creciente tendencia al despoblamiento. Por tanto,
ese recurso no puede considerarse como una fuente
sustentable para el mantenimiento de la estabilidad
macroeconómica de México ni mucho menos como
un motor del desarrollo regional o regional.
El patrón de uso de las remesas está volcado hacia
ii.
el consumo familiar y en mucho menor medida a la
inversión productiva. Por tanto, es inconsistente
suponer que las remesas pueden constituir un
fondo social de inversión que detone el desarrollo
local o regional. En ausencia de un sistema finan-
ciero mexicano que derrame recursos crediticios
a las localidades y regiones de origen de los mi-
grantes, el esquema de microfinanzas asociado a
la captación de remesas es todavía muy endeble
como para visualizarlo como alternativa de desa-
rrollo (Cortina y De la Garza, 2005).
Las remesas no constituyen un recurso suficien-
iii.
tes para elevar el ingreso de la población y para
contrarrestar los niveles de pobreza, es decir, no
pueden suplir las responsabilidades guberna-
mentales en materia de combate a la pobreza y
promoción del desarrollo social.
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Revista LiminaR. Estudios sociales y humanísticos, año 5, vol. V, núm. 2, diciembre de 2007, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. ISSN: 1665-8027
T e m á t i c a Raúl Delgado Wise, Humberto Márquez Covarrubias
Notas
1 Previamente, el ingreso de los migrantes ha sido consi-
derado como una indispensable fuente de divisas que
contribuye a subsanar las cuentas macroeconómicas y
aliviar estragos sociales lacerantes como la pobreza.
2 Es pertinente subrayar que la maquila y la maquila
encubierta comparten dos características: i) carecen
prácticamente de encadenamientos productivos hacia
delante y hacia atrás con el resto del aparato producti-
vo nacional, y ii) están sometidas a fuertes procesos de
precarización laboral con salarios que oscilan, frente a
los salarios manufactureros en Estados Unidos, en una
relación de 1/10 en la maquila y 1/7 en la maquila encu-
bierta. Debido al elevado componente importado que
involucran (entre 80% y 90% de las exportaciones tota-
les), su contribución a la economía mexicana se reduce
básicamente a la derrama salarial, esto es, al valor de la
fuerza de trabajo incorporado a las exportaciones. Esto
significa que se trata de una exportación indirecta de fuerza
de trabajo o, si se quiere, de exportación de fuerza de tra-
bajo sin que los trabajadores mexicanos salgan del país
(Tello, 1996). Este es un elemento conceptual crucial
que desmitifica el carácter supuestamente manufactu-
rero de las exportaciones mexicanas, y que da cuenta de
una regresión en la plataforma exportadora.
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