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Hosp Domic. 2017;1(1):11-20
ISSN-L: 2530-5115
DOI: http://doi.org/10.22585/hospdomic.v1i1.7
Eduardo Bueno Vergara1, Enrique Perdiguero Gil1
1. Universidad Miguel Hernández. Facultad de Medicina. Dpto. Salud Pública, Historia de la Ciencia y Gine-
cología. Alicante, España.
Correspondencia/Correspondence
ebueno@umh.es
Recibido/Received
02.12.2016
Aceptado/Accepted
18.12.2016
Conflicto de Intereses/Competing interest
Los autores declaran no tener conflicto de
intereses.
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Bueno Vergara E, Perdiguero Gil E. La asistencia domiciliaria en sus raíces históricas. Estudio de caso:
Alicante en el siglo XVIII. Hosp Domic. 2017:1(1);11-20.
La asistencia domiciliaria en sus raíces históricas.
Estudio de caso: Alicante en el siglo XVIII
The home care in its historical roots. A case study:
Alicante in the 18th century
12 Hosp Domic. 2017;1(1):11-20
Artículo Original: Bueno Vergara et al.
RESUMEN
El presente trabajo analiza el papel que desem-
peñaron los médicos como agentes de lucha
contra la enfermedad en la ciudad de Alican-
te durante el siglo XVIII. El ayuntamiento ali-
cantino contaba con tres médicos asalariados
para atender a la población. La contratación
municipal de dicho personal sanitario era una
práctica habitual, a través de la cual, los médi-
cos adquirían una serie de responsabilidades,
siendo la asistencia a domicilio la principal de
ellas. Sin embargo, la presencia de estos tres
médicos titulares no fue suciente para atender
a toda la población, algo que quedó reejado
en las constantes protestas de los vecinos por
la ausencia de los facultativos. Además de los
contratados, también existían otros médicos
que ejercían en la ciudad por libre. En nuestro
análisis, al comparar las experiencias y circuns-
tancias que caracterizaron el caso de la ciudad
de Alicante en esta centuria con el de otras po-
blaciones que han sido objeto de estudio, en-
contramos algunas diferencias que deben ser
explicadas en el marco de un contexto socioe-
conómico concreto.
Palabras clave: Historia de la Medicina; Historia
Moderna 1601-; Historia del Siglo XVIII; Consul-
ta Médica a Domicilio; Asistencia Médica; Ad-
ministración Municipal; Salud Pública; Médicos.
ABSTRACT
This paper analyses the role played by physi-
cians in ghting the disease in the city of Ali-
cante during the 18th century. The local gov-
ernment hired three physicians to take care of
the population. The municipal hiring of these
healers was a common practice, through which
doctors acquired a series of responsibilities, be-
ing the main one the home care. However, the
presence of these three titular doctors was not
sufcient to attend the entire population, some-
thing that was reected in the constant protests
of the neighbours by the absence of the doctors.
In addition to those hired, there were also other
physicians who practised in the city on their
own. In this paper, we compare the experiences
and circumstances that characterised the case
of the city of Alicante in the 18th century18th
century with those of other populations that have
been object of study and we nd some differ-
ences that must be explained from the context
of a specic socio-economic context.
Keywords: History of Medicine; History; Modern
1601-; History; 18th Century; House Calls; Medi-
cal Assistance; Municipal Management; Public
Health; Physicians
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La asistencia domiciliaria en sus raíces históricas. Estudio de caso: Alicante en el siglo XVIII
INTRODUCCIÓN
Como en cualquier época de la historia, la lucha contra la enfermedad en el Antiguo Régimen
fue abordada desde diferentes ámbitos: la vigilancia del comercio marítimo para evitar la llegada
de epidemias, el control de los alimentos puestos a la venta en los mercados para asegurar que
su consumo no fuera dañino, la regulación o prohibición de actividades y trabajos que podían ser
origen de un contagio, o los intentos por evitar la presencia de posibles focos de enfermedad, tales
como aguas de lluvia estancadas o aguas fecales, solo por mencionar unos pocos. Así pues, dentro
de las limitaciones técnicas y políticas propias de la época, siempre hubo una voluntad maniesta
por prevenir y, en su caso, minimizar los efectos de la enfermedad.
A lo largo del presente artículo nos ocuparemos de otra de las vertientes que tuvo la lucha contra
la enfermedad en la Edad Moderna: la presencia de personal sanitario en las ciudades, concreta-
mente de los médicos. Para realizar este análisis, hemos elegido un ámbito geográco delimitado,
la ciudad de Alicante, y un marco cronológico determinado, el siglo XVIII. La pertinencia de la
historia local para elaborar este tipo de estudios viene dada por el conocimiento en profundidad de
un espacio concreto, al tiempo que, a través de la comparación con otros estudios locales y la con-
veniente contextualización dentro de marcos más generales, se obtiene una visión más completa
sobre el tema en cuestión.
Abordamos el estudio desde dos miradas. La primera se realiza sobre los médicos que fueron
contratados por el ayuntamiento para asegurar la atención, por parte de un sanitario con profesión
reglada, para aquellos sectores de la población que no podían pagar sus honorarios. Estos con-
tratos rmados entre gobiernos municipales y sanadores, habitualmente médicos, aunque también
cirujanos, matronas, barberos o sangradores, eran conocidos como “conducciones” y los encon-
tramos ya desde la Edad Media (1, 2). Al margen de este tipo de profesionales titulados, existía
otro conjunto de sanadores como saludadores o curanderos, cuyos servicios también podían ser
reclamados por los municipios (3-8).
Existían, principalmente, dos tipos de conducción: la abierta y la cerrada. En la primera, el ayun-
tamiento contrataba al sanitario para que atendiera a los vecinos más pobres que no podían costear
los honorarios y realizara otra serie de servicios a la ciudad. Por su parte, el conducido, al margen
de estas tareas, podía libremente ejercer su profesión, prestando sus servicios a otros vecinos, co-
brando por consulta o rmando igualas. Por el contrario, en la conducta cerrada, todos los vecinos,
independientemente de su condición social, estaban obligados a costear el salario del sanitario y,
a cambio, obtener la asistencia de este, quien únicamente podía ejercer dentro del marco de esa
conducción y nunca por libre (9).
Junto al análisis de la labor desarrollada por estos sanitarios municipales, realizaremos una
aproximación al número total de médicos que hubo en la ciudad de Alicante, relacionándolo con
el contexto local de crecimiento poblacional para, de este modo, establecer comparaciones con
otras ciudades gracias a los estudios que, sobre este tema, han sido realizados con anterioridad.
Por último, cabe señalar que la labor asistencial se llevó a cabo, principalmente, en los domici-
lios de los enfermos. A pesar de la construcción de grandes centros hospitalarios durante el siglo
XVI, la enfermedad y la muerte seguían siendo una eventualidad que la mayoría de la población
afrontaba en el ámbito doméstico. En el caso de Alicante este hecho es evidente por cuanto su
hospital, el de San Juan de Dios, apenas podía dar cabida a poco más de treinta internos. Además,
las instituciones hospitalarias fueron puestas seriamente en entredicho, especialmente durante el
siglo XVIII, por las malas condiciones higiénicas que presentaban, la desastrosa administración de
los recursos o la separación familiar que provocaba el internamiento (10). Cabe recordar que estas
armaciones se realizaron en un contexto de fortalecimiento del Estado y unas políticas regalistas
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que iban en contra del poder de la Iglesia, que mantenía el control sobre buena parte de las insti-
tuciones asistenciales.
MÉTODO
Para la elaboración del presente estudio, hemos empleado la documentación histórica conser-
vada en el Archivo Municipal de Alicante, especialmente los Libros de Actas del cabildo corres-
pondientes al periodo cronológico abarcado. Se trata de una serie documental que arroja grandes
posibilidades para los estudios locales, puesto que recoge el quehacer cotidiano del ayuntamiento
a través de las deliberaciones y acuerdos tomados en sus reuniones. Además, resulta doblemente
valiosa en tanto que se conserva la serie de manera ininterrumpida desde 1709, lo cual posibilita
su estudio sistemático sin las ausencias de información tan habituales en este tipo de fuentes. En
el estudio comparativo, la utilización de otro tipo de fuente primaria, como el Catastro del Marqués
de la Ensenada, ha ayudado a reconstruir esta importante parcela del conocimiento histórico en un
contexto local.
RESULTADOS
Durante el siglo XVIII, la ciudad de Alicante contó con tres médicos asalariados para atender a
la población, un cargo que llegaron a ocupar diecinueve facultativos diferentes a lo largo de esta
centuria. Además de estos, el ayuntamiento también pagaba los servicios de dos cirujanos y dos
matronas y, de manera ocasional, también solicitaba la intervención de farmacéuticos y sanadores
de carrera no regulada como saludadores (6, 11). La plaza de titular estuvo remunerada con un
salario de entre 133 y 200 libras, lo que les convertía en uno de los ocios mejores pagados dentro
de las profesiones liberales de aquella época (12).
El puesto de médico titular era otorgado de manera vitalicia, aunque se podía rescindir en tres
circunstancias: 1) por renuncia del facultativo; 2) por incapacidad del titular debido a enfermedad o
edad avanzada; 3) por despido fundamentado en el incumplimiento de las obligaciones adquiridas.
De la primera situación hemos encontrado un único ejemplo, con la renuncia de Jaime Lledó, quien
dejó el cargo en 1739 para retirarse a su hacienda –según el testimonio del propio facultativo- ape-
nas tres años después de haber sido nombrado titular (Archivo Municipal de Alicante, en adelante
AMA, armario 9, libro 29, folio 89v). En cuanto a la segunda circunstancia, hemos documentado la
jubilación forzosa que se realizó al médico Antonio Riso, debido a los episodios de demencia que
sufría y que le incapacitaban para atender a los enfermos. A n de asegurar la manutención de Riso
y de su familia, el cabildo le mantuvo la mitad de salario que venía percibiendo como titular (AMA.
Arm. 9, lib. 85, ff. 102v-103; ff. 134-134v; f. 218v). En cuanto al despido por incumplimiento de las
obligaciones, no se dio ningún caso durante el siglo XVIII, aunque sí fueron frecuentes las amena-
zas en este sentido por parte de los regidores hacia los médicos asalariados.
Elección de los médicos titulares
Durante las primeras décadas del siglo XVIII, la designación de los titulares se realizaba me-
diante la votación secreta de los regidores, al igual que se hacía en el siglo anterior. Sin embargo, a
partir de 1731, se abandonó el anonimato y cada regidor votaba en voz alta, hasta que uno de los
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médicos obtenía el apoyo de la mayoría. Para elegir al nuevo titular, una vez había fallecido aquel
que tenía la plaza, se informaba de la vacante mediante pregones, y se instaba a los interesados a
enviar un escrito al cabildo con los méritos que les hacían valedores del cargo. Las cualidades que
destacaban los médicos para optar a la plaza de titular, además del correspondiente título universi-
tario, pasaban por acreditar una dilatada trayectoria profesional y el auxilio desinteresado a los más
pobres de la ciudad cuando prendía una de las recurrentes epidemias de paludismo.
Obligaciones de los médicos titulares y organización de la asistencia
En relación a las obligaciones adquiridas por los médicos asalariados, la principal fue la asis-
tencia en los domicilios de los enfermos pertenecientes a las clases más humildes. Pero no fue la
única. Las tareas se fueron ampliando a medida que pasaron los años y, hacia nales de la centuria,
los médicos titulares debían 1) acudir, por turnos, al Hospital de San Juan de Dios; 2) asistir, por
turnos, a la cárcel de la ciudad; 3) visitar la Casa de la Misericordia; 4) realizar las inspecciones
en el puerto para prevenir la peste; 5) reconocer aquellos lugares que podían resultar un peligro
para la salud como las aguas estancadas, ameradores de esparto o destilerías de aguardiente; 6)
vericar los alimentos puestos a la venta en el mercado y asegurar su inocuidad; 7) realizar peritajes
médicos; 8) evaluar los conocimientos anatómicos de las parteras.
La asistencia domiciliaria se repartía por barrios entre los tres titulares, un hecho que implicó
dicultades organizativas y dio pie a no pocos conictos. La población estaba distribuida, principal-
mente, en tres áreas: el recinto amurallado tradicional; el arrabal de San Francisco (que había que-
dado integrado en la ciudad en el transcurso del siglo XVIII); y el arrabal de San Antón, extramuros,
donde mayor crecimiento poblacional se experimentó a lo largo de la centuria, especialmente con
vecinos de condición humilde. De este modo, el responsable de este último distrito, debía hacerse
cargo de un grupo de población creciente, que vivía en unas condiciones higiénicas decientes
y con unos servicios básicos (alcantarillado, evacuación de aguas residuales, abastecimiento y
recogida de basuras) casi inexistentes. Además, teniendo en cuenta que las puertas de la muralla
permanecían cerradas durante la noche, el médico encargado de atender a los enfermos que ha-
bitaban San Antón debía tener allí su residencia o, al menos, pernoctar para acudir a las urgencias
surgidas. Era, en suma, el destino menos deseado para los médicos, de ahí que se le asignase al
último en conseguir la plaza, haciendo valer la veteranía de los otros dos, al tiempo que, al menos
en teoría, por su juventud, el recién llegado gozaría de mayor ánimo para hacer frente a semejante
carga de trabajo.
Asistencia insuficiente y protestas surgidas
Ya desde las primeras décadas del siglo, la presencia de tres asalariados no fue suciente para
satisfacer las necesidades de toda la población, como así lo demuestran las insistentes protestas
de los vecinos por la falta de asistencia médica. Encontramos numerosos ejemplos de esto a lo lar-
go de la centuria, como en septiembre de 1766, cuando un enfermo moría en el barrio del Carmen
sin haber recibido la visita del médico responsable. Los tres asalariados fueron llamados a la Casa
Consistorial, donde se les manifestó que “por punto general, los médicos de la ciudad descuidan
de esta grave obligación, según las repetidas quejas que en varios tiempos se han dado al Ayunta-
miento” (AMA. Arm. 9, lib. 56, ff. 227-227v).
La falta de asistencia y, por tanto, las protestas surgidas hemos de relacionarlas con: 1) el in-
cremento de la población alicantina que pasó de 10.000 habitantes a principios del Setecientos a
20.000 a nales del mismo; 2) el aumento de las responsabilidades que fueron asignándose a los
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titulares; 3) el problema por determinar quiénes eran los vecinos susceptibles de ser considerados
“pobres” y, por tanto, merecedores de la asistencia municipal. Este último no era un tema menor,
puesto que entre las acusaciones elevadas al ayuntamiento guraba el dispendio de tratamientos a
pacientes que sí disponían de recursos económicos, en detrimento de los verdaderos pobres a los
que se dejaba desatendidos. Al margen de estas circunstancias, no podemos olvidar que las tareas
municipales de los médicos eran las menos rentables económicamente (a excepción del resguardo
de la salud que sí estaba remunerado), puesto que le restaban tiempo que dedicar a la atención de
las familias acomodadas de la ciudad que pagaban sus honorarios.
Entre los remedios que recetaban los médicos y que eran suministrados a los pobres, se en-
contraba alguna solución medicamentosa, nieve, limonada, pero también alimento en forma de
caldo o puchero, un elemento que, en una sociedad mayoritariamente pobre, suponía una ayuda
fundamental, lo que también contribuye a explicar las constantes protestas. En noviembre de 1730,
ante una de estas reclamaciones por parte de los vecinos, se estableció que, si se constataba la
falta de asistencia por parte de los médicos, éstos serían castigados con una multa económica que
suponía, aproximadamente, el 10% de su salario (AMA. Arm. 9, lib. 20, ff. 179-179v). Unos años más
tarde, en agosto de 1736, uno de los regidores fue más lejos, proponiendo que las diez libras de
multa le fuesen dadas al denunciante, para fomentar de esa manera las acusaciones (AMA. Arm. 9,
lib. 26, ff. 132-132v). No obstante, no hemos encontrado referencia alguna a la aplicación de estas
multas por falta de diligencia a la hora de cumplir con la asistencia a los pobres, pese a que las
protestas por parte del vecindario se repitieron constantemente a lo largo de toda la centuria. En
la mayoría de ocasiones, los regidores se limitaban a recordar a los médicos el compromiso que
habían adquirido con la ciudad y les reconvenían para que lo cumplieran.
Para ejercer el control sobre la actividad de los médicos titulares, se repartían los barrios entre
los regidores a n de supervisar su actuación (AMA. Arm. 9, lib. 29, f. 76v). Otro método ensayado
fue el empleo de los clérigos como informadores de la actuación de los médicos ante el ayunta-
miento, puesto que los religiosos estaban en permanente contacto con la población, a través de los
misas, el reparto de la limosna o la administración de los sacramentos. Sin embargo, este método
no se reveló tan ecaz como suponían los miembros del ayuntamiento y se desechó en poco tiem-
po, volviendo a recaer la vigilancia en los regidores del cabildo (AMA. Arm. 9, lib. 54, ff. 140v-141v.)
DISCUSIÓN
Papel de los médicos asalariados
Comparando las obligaciones que debían asumir los médicos titulares en Alicante con las que
desarrollaron en otras localidades, encontramos que, en general, fueron muy similares. La principal
responsabilidad fue la asistencia domiciliaria que, como no podía ser de otra manera, era común a
cualquier población. No obstante, esta tarea fue completada con otras que eran propias de cada
municipio. Así, en el caso alicantino, el resguardo de la salud en el puerto era parte fundamental
de su trabajo, algo que carece de sentido en poblaciones del interior, en las que desarrollaron sus
propias particularidades como, por ejemplo en Barbastro, donde se fueron estableciendo las visitas
médicas a los molinos, batanes y centros religiosos alejados del núcleo urbano, como obligación
para los titulares (13).
En cuanto al tipo de conducción, las cerradas eran más propias de pequeños núcleos de po-
blación, puesto que de este modo aseguraban la presencia de un médico quien, a cambio, obtenía
cierta estabilidad profesional, como ocurre en muchos casos de Aragón (9) y Cataluña en el siglo
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XVIII (14). En cambio, en los núcleos de población más habitados y con mayor dinamismo económi-
co establecían conducciones abiertas o prescindían de ellas, dejando que las instituciones caritati-
vas se encargasen de los enfermos con menos recursos. Es el caso de Alicante que, pese a tratarse
de una ciudad pequeña, la presencia de una burguesía vinculada a la actividad comercial a través
del puerto, ejercía de foco de atracción para los médicos que podían prestarles sus servicios.
En poblaciones con capacidad para atraer a personal sanitario, como fue la ciudad de Alicante,
el puesto de médico titular era muy interesante, puesto que proporcionaba un salario anual consi-
derable, a lo que había que sumar los ingresos obtenidos cada vez que realizaban una inspección
sanitaria en el puerto, dentro de las prácticas cotidianas para prevenir la llegada de la peste por vía
marítima. Además, a través de la titularidad se podía establecer una relación con los regidores, per-
tenecientes a las familias más poderosas de la ciudad, una circunstancia de especial importancia
en una sociedad estamental como la de la Edad Moderna. Aunque en la ciudad de Alicante no hay
documentación que evidencie la relación familiar o clientelar entre regidores y médicos, como sí
se ha estudiado en Extremadura (15, 16) y Albacete (17), lo cierto es que los titulares solían acom-
pañarse de otro médico que le ayudaba en sus tareas y realizaba su trabajo cuando no lo podía
realizar el primero. Este médico ayudante, habitualmente lograba la plaza cuando el titular fallecía,
de modo que, de facto, se fue estableciendo un mecanismo para copar los puestos municipales.
Número total de médicos ejercientes
Al margen de los médicos titulares, había otros que no tenían relación contractual con el ayun-
tamiento, pero sí podían atender por su cuenta a la población. El número de sanitarios que había
en una ciudad en un momento concreto, es un tema al que se la han dedicado un buen número de
estudios, en parte gracias al aprovechamiento de una fuente fundamental para el conocimiento de
la sociedad de mediados del siglo XVIII como es el Catastro del Marqués de la Ensenada (18, 19).
A través de esa fuente de carácter tributario, se han llevado a cabo interesantes análisis centrados
en diversos espacios geográcos como los territorios del antiguo Reino de Granada (20), las tierras
de la actual provincia de Almería (21), Zamora (22), Asturias (23) o Albacete (24). Otros estudios
han empleado diferentes fuentes para realizar un acercamiento, desde diferentes puntos de vista,
como los llevados a cabo para Murcia (25, 26), Zaragoza (27), o los ya reseñados para el territorio
de Aragón (9, 13), Cataluña (14), y Extremadura (15, 16, 28).
A mediados del siglo XVIII, cuando en Alicante había una población estimada de 14.987 habitan-
tes, quedaron registrados diez médicos, treinta y cinco cirujanos y sangradores, siete aprendices
de cirujano, doce boticarios, diez aprendices de boticario y tres albéitares (veterinarios). De este
modo, desde un punto de vista cuantitativo, encontramos que la media de los sanitarios por cada
10.000 habitantes era, en general, superior en Alicante que en las ciudades castellanas estudia-
das por otros autores (Almería, Granada, Málaga, Ávila, Burgos, León, Palencia, Salamanca, Soria,
Valladolid y Zamora). En el caso concreto de los médicos, que es el que aquí nos ocupa, Alicante
contaba con 6,67 médicos por cada 10.000 habitantes, una cifra similar a las de Valladolid y Soria,
donde se han cuanticado 6,17 y 6,18 respectivamente, y muy por delante de aquellas con menor
número en proporción, que fueron Almería (0,24) y León (0,96). Por su parte, en la zona de Asturias,
encontramos idéntica cifra a la almeriense. No obstante, es necesario señalar que la proporción
de sanitarios en Alicante se ha estimado en relación al término municipal, mientras que los datos
obtenidos en el Catastro de Ensenada incluyen cabezas de partido, pero también las zonas rurales,
de modo que las cifras son necesariamente menores.
En cualquier caso, la existencia de más o menos médicos no debe relacionarse con un mayor o
menor interés por la salud de la población, sino más bien con un contexto socioeconómico general.
La presencia de sanitarios es mucho mayor en marcos urbanos, mientras que, en los núcleos rura-
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les o despoblados, era más difícil atraer a un médico. Por ejemplo, esto se aprecia en Extremadura
donde el número de facultativos se concentraba en ciudades capitales administrativas, episcopales
o con una actividad económica signicativa (28).
Además, en el caso de Alicante, los años cincuenta fueron la cima de una fase expansiva de
la agricultura -y por tanto de la economía-, pero también demográca, enmarcada en un contexto
de relativa paz internacional, lo que beneció al comercio marítimo. Esta situación favoreció la
atracción de personal sanitario que podía encontrar clientela entre clases acomodadas, incluyendo
un nutrido grupo de comerciantes extranjeros ancados en la ciudad. Por el contrario, hacia na-
les de siglo, en una coyuntura mucho más delicada, la proporción de médico por habitante bajó
considerablemente hasta los 4,44 por cada 10.000 habitantes, experimentándose una caída aún
más notable en el caso de los cirujanos, (6,41 a nales de la centuria en contraste con los 23,35 de
mediados de siglo).
Unos hechos similares encontramos para en el caso murciano, estudiado por Sáez y Marset,
cuando desde la cuarta década del siglo se experimenta un incremento en las inscripciones de los
médicos, mientras que hacia nales se puede observar un descenso (26). Esta caída nisecular se
aprecia igualmente en Zaragoza, donde en 1723 había casi 7 médicos por cada 10.000 habitantes,
mientras que, en los últimos años del Setecientos, la relación descendió hasta los 3,9 (27). En el
caso concreto de Cartagena, la auencia de un gran número de sanitarios estuvo asociada a un
periodo de esplendor económico. Sáez y Marset también sostienen que el número de sanitarios no
aumentó en la misma medida que lo hizo la población, de modo que en proporción, había más sani-
tarios a principios de siglo que al nal (26), al igual que sucedió en el caso de Alicante y Zaragoza.
Protestas por el incumplimiento de las obligaciones
En cuanto a las protestas debidas a la falta de asistencia médica, no parece que se hayan do-
cumentado excesivas noticias al respecto en los diferentes estudios llevados a cabo centrados en
territorio español en el siglo XVIII, algo que sí hemos podido comprobar abundantemente en nuestro
trabajo. En el caso de Barbastro, estudiado por Arcarazo, se han documentado incumplimientos de
las obligaciones de los médicos, lo que derivó en advertencias por parte de los regidores e, incluso,
se produjeron despidos por la inobservancia de los titulares (13). En Cataluña, los desacuerdos que
llegaron a la Real Audiencia estuvieron relacionados con cuestiones de tipo clientelar, intentando
conseguir la conducción para un profesional afín o dentro de las redes propias de la época (14). En
lo que se reere a Extremadura, Granjel expone la ausencia documental de críticas por negligencia,
impericia profesional o incumplimiento de las obligaciones (28).
No obstante, hay que tener en cuenta que el tipo de fuentes consultadas para elaborar los es-
tudios siempre condiciona el sentido de la investigación, de modo que el hecho de que para otras
zonas no se documenten las críticas a la labor médica, no signica que no se dieran. Además, en
el caso que estudiamos, las protestas fueron muchas veces animadas por los propios regidores
para hacer cumplir las tareas a los médicos. Como se ha mencionado, el puesto de médico titular
en Alicante resultaba muy atractivo, lo que podía permitir al ayuntamiento aumentar las demandas
a los asalariados, mientras que, en zonas rurales, donde resultaba más difícil atraer a un facultativo,
la capacidad para presionar era inevitablemente inferior.
En denitiva, el estudio de la presencia de personal médico en la ciudad de Alicante en el siglo
XVIII, pone de maniesto una de las vertientes que adoptó la lucha contra la enfermedad, cen-
trándonos en un contexto local, pero también desde un punto de vista comparado. La presencia y
reparto de las tareas entre los tres médicos titulares, además de los que ejercían por libre, no fue en
ningún caso suciente para atender a toda la población, despertando las constantes protestas de
los vecinos y los intentos por vigilar la actividad asistencial por parte de los regidores. La población
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alicantina se duplicó a lo largo del Setecientos pero el número de titulares siguió siendo el mismo,
al tiempo que se les asignaron más responsabilidades. Este hecho explica, en parte, la falta de
asistencia sanitaria, si bien es cierto que la atención a los pobres no reportaba ganancias extra a los
galenos. Por último, hay que señalar que la presencia de más o menos médicos en una ciudad no
es un indicador directo de las necesidades existentes, sino que sería necesario atender al contexto
socioeconómico de un momento determinado.
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