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Jesús Antonio Madera Pacheco
Jorge Luis Marín García
María Elena Serrano Flores
-Coordinadores
Actores rurales
frente al modelo
de desarrollo neoliberal
Actores rurales frente al modelo de desarrollo neoliberal
Ante el panorama económico, político y social de los últimos
tiempos se han transformado los papeles tradicionales dentro
de las familias y de la sociedad en general, con emergencia de
actores y actoras que al correr el tiempo han ganado en visibili-
dad y en capacidad de agencia; sea en forma de lucha contra
las políticas neoliberales, en unión de tales políticas aprove-
chando las coyunturas que todo proceso social y económico
tiene, o siguiendo la corriente de la época y contextos. Los capí-
tulos que componen este libro —entre los que se encuentran
trabajos de investigación de profesores y estudiantes de la
BUAP, COLMICH, UACh, UAM, UAN, UAZ y la UMSNH— dan
cuenta de condiciones económicas, etarias, geográficas, socia-
les, culturales y políticas, entre otras, que coartan pero que
también potencian a los diferentes grupos sociales que intervie-
nen en la vida comunitaria.
ACTORES RURALES
FRENTE AL MODELO
DE DESARROLLO NEOLIBERAL
Jesús Antonio Madera Pacheco
Jorge Luis Marín García
María Elena Serrano Flores
-Coordinadores
ACTORES RURALES FRENTE AL MODELO
DE DESARROLLO NEOLIBERAL
Coordinadores: Jesús Antonio Madera Pacheco
Jorge Luis Marín García
María Elena Serrano Flores
D.R. © 2016, Universidad Autónoma de Nayarit
Ciudad de la Cultura “Amado Nervo”, 63155, Tepic, Nay.
Primera edición, 2016
ISBN: 978-607-9169-70-1
Diseño de portada e interiores: Editorial Cienpozuelos, S.A.
La impresión de este libro se realizó con apoyo de PROFOCIE. La obra fue sometida
a un riguroso proceso de dictaminación académica, de acuerdo con las normas
establecidas por el la Comisión Editorial del Área de Ciencias Sociales y Humanidades
de la Universidad Autónoma de Nayarit. Los derechos exclusivos de la edición quedan
reservados para todos los países de habla hispana. Prohibida la reproducción parcial o
total, por cualquier medio, sin el consentimiento por escrito de los legítimos titulares
de los derechos.
Impreso en México/Printed in Mexico
5
ÍNDICE
Introducción 9
Jesús Antonio Madera Pacheco
Jorge Luis Marín García
María Elena Serrano Flores
La construcción de agencia: saberes y haceres
Artesanas y mujeres: más allá del pretexto turístico en
Huajuapan de León, Oaxaca 23
Fabián Gerónimo Castillo
Nubia Ábrego González
El proceso de construir La Puerteña, entre el sueño de
enlatar piña y la realidad de la deshidratadora 43
Olivia María Garrafa Torres
Karla Yanin Rivera Flores
Redes, agencia social y organización laboral en los invernaderos
de tomate del Sur de Nayarit, México 59
Emma Lorena Sifuentes Ocegueda
Karla Yanin Rivera Flores
Saberes pesqueros y globalización en San Blas, Nayarit. Entre
la reinvención y la depredación 73
Francisca López Regalado
6
Índice
Memoria colectiva y visiones del mundo encontradas
La organización social como defensa del territorio ante la
amenaza del cercamiento de bienes públicos y comunes, el
caso del proyecto hidroeléctrico en Nayarit 95
Mariana Alejandra García Rivas
Biodiversidad: ¿bien común o individual? 111
Yolanda Massieu Trigo
Nemer E. Narchi
Diálogo de saberes y articulación hegemónica en Presidio
de los Reyes. Evaluación parcial sobre la ruta teórico-
metodológica (re)construida 135
Carlos Rafael Rea Rodríguez
La revitalización de lenguas indígenas: reexiones sobre un
modelo de investigación con involucramiento comunitario 153
Saúl Santos García
Desafíos intergeneracionales en la ruralidad
Emergencias juveniles rurales en México 169
Lourdes C. Pacheco Ladrón de Guevara
Entre el campo, el grupo doméstico y la escuela: conictos
intergeneracionales sobre la formación para el trabajo 183
Sergio Zendejas Romero
Capital social comunitario en San Ignacio 203
Olimpia Jiménez López
Enedina Heredia Quevedo
Elizabeth Heredia Quevedo
7
Índice
Políticas públicas: estrategias productivas y transformaciones
rurales
Vulnerabilidad de la dinámica productiva de la zarzamora
ante el cambio climático en Los Reyes, Michoacán 219
Rafael Trueba Regalado
Dante Ariel Ayala Ortiz
Caracterización socioecológica de una localidad rural en el
occidente del México contemporáneo: trabajo, sustento e
intercambios 235
Manuel Antonio Espinosa Sánchez
¿Desarrollo rural en el municipio de Tacámbaro Michoacán? 253
Jorge Leonardo Bárcenas Cornejo
Beatriz De la Tejera Hernández
Políticas, actores y relaciones de poder en el acceso a la
tierra ejidal en la zona centro de Nayarit 271
Laura Elena Arellano Rivera
Fabiola González Román
Estrategias productivas de los agricultores en Tumbiscatío
Michoacán y sus posibilidades de construir alternativas en
los mercados orgánicos 283
Alfredo Gutiérrez Aguilar
Beatriz De la Tejera Hernández
111
BIODIVERSIDAD: ¿BIEN COMÚN O INDIVIDUAL?
Yolanda Massieu Trigo1
Nemer E. Narchi2
Introducción
En este capítulo nos proponemos dar elementos de reflexión para entender
las contradicciones inmersas en cuanto a la conservación, usos y fragilidad
de la biodiversidad, las condiciones necesarias para que se dé una gestión
comunitaria sustentable de ésta, y una visualización prospectiva sobre su
destino, en un mundo caracterizado por un deterioro ecológico creciente y la
consecuente pérdida de biodiversidad. Para cumplir este objetivo, abordamos
la discusión de las diversidades biológica y cultural como discusiones vigentes
dentro de la posibilidad de la gestión comunitaria sustentable y la discusión de
los bienes comunes, en pos de una síntesis de conservación biocultural.
Para abordar el tema de los bienes comunes, partimos del planteamiento
clásico de Ostrom (1990), y mencionamos algunos ejemplos actuales de manejo
colectivo de recursos biológicos como bien común, con todas las complejidades
que esto presenta en la situación actual de violencia y ecocidio de nuestro país.
La diversidad biológica, que comprende el amplio rango de especies
vivientes encontradas dentro de un ecosistema dado, es considerada la columna
vertebral en la producción de alimentos y cuidados básicos de la salud del
mundo entero (Anónimo, 2001). La diversidad biológica es también un elemento
central en la generación de servicios ambientales (Hough, 2013; Cardinale
et al., 2012); almacenamiento y purificación de agua (Wronski et al,. 2015;
Mitsch et al., 2012; Mazumder, 2012), mantenimiento y regeneración de suelos
(Wall, Nielsen y Six, 2015), filtrado y ciclaje del aire (Nowak et al., 2015) y
hundimiento de carbono (Wardle et al., 2012), por mencionar algunos. En la
misma medida, la diversidad biológica genera nuevas técnicas biomédicas y
1 Profesora-investigadora, UAM-Xochimilco. Correo electrónico: yola_massieu@hotmail.com
2 Profesor-investigador, Centro de Estudios en Geografía Humana, El Colegio de Michoacán.
Correo electrónico: narchi@colmich.edu.mx
112
Massieu Trigo w Narchi
productos naturales, base de fármacos y agroquímicos (Chivian, 2003). Por
último, resta en la diversidad biológica el obvio, pero fundamental proceso
de producción mundial de alimentos, que depende tanto de los sistemas de
soporte de la vida como de la reserva genética almacenada en dicha diversidad.
Cuando las antes mencionadas características son incorporadas al
modelo económico neoliberal, se redefine a los seres vivos como máquinas
manufactureras de servicios y productos químicos, robando así su integridad y
organización esencial, e imponiendo con ello valores e intereses a las distintas
sociedades y culturas del mundo (Shiva et al., 2002). Es así que, con la finalidad
de explotar a estas “máquinas manufactureras”, la tecno-ciencia ha diseñado
y practicado la bioprospección.
Dadas las características de la biodiversidad, su preservación adquiere
carácter estratégico tanto para la estabilidad a largo plazo de los ecosistemas
como para importantes actividades económicas, como la producción de
alimentos, y para toda la vida humana, que requiere de recursos vitales como
el agua y el oxígeno. Pese a ello, la discusión internacional para situar a la
biodiversidad como recurso estratégico se enfrenta a tres paradojas: a) Su
fragilidad, pues es muy fácil que se altere o desaparezca ante la expansión de
actividades económicas rentables, como la minería, la extracción de petróleo,
la construcción de carreteras y presas, la expansión urbana y turística, entre
otras. Un caso paradigmático es el de la reserva de Yasuní en Ecuador, donde
el gobierno recientemente aprobó la extracción petrolera (Bartra, 2013), y el del
derrame de tóxicos provenientes de la minería en los ríos Sonora y Bacanuchi,
México (El Universal, 2014), por sólo mencionar dos de los muchos ejemplos.
b) En tiempos neoliberales y privatizadores, las regulaciones internacionales
sobre uso y acceso a la biodiversidad recaen en los Estados nacionales (Massieu
y Chapela, 2006; Rodríguez, 2012), quienes se enfrentan a la tensión de
conservarla per se, por sus valores intrínsecos y servicios ambientales, o ceder a
las presiones económicas para promover actividades rentables que provocan su
deterioro o destrucción. c) Los países centrales, también llamados desarrollados,
si bien generan y poseen la tecnología para explotar los recursos biológicos, no
cuentan con la mayoría de estos en su territorio, dichos recursos se localizan
en los países periféricos, también llamados subdesarrollados, entre los que se
encuentran los 17 países megadiversos
3
. El deterioro ecológico creciente actual
hace más urgente debatir sobre la manera de conservar la biodiversidad y las
causas de su alarmante destrucción: según el Informe Planeta Vivo 2014 de la
WWF (World Wide Fund for Nature), entre 1970 y 2010 desapareció 52% de
las especies de vertebrados por las actividades humanas (WWF, 2014).
3
De acuerdo al Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), los 17 países
megadiversos son: Bolivia, Brasil, China, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Filipinas, India,
Indonesia, Kenia, Madagascar, Malasia, México, Perú, República Democrática del Congo,
Sudáfrica y Venezuela (Infobae, 2014).
113
Biodiversidad: ¿bien común o individual?
En el aspecto agrícola, esta misma racionalidad en la producción de
alimentos privilegia ante todo el aumento de rendimientos en monocultivo, por
encima de consideraciones ambientales y sociales. Ello condujo en el Siglo XX,
con el proceso de modernización agrícola denominado Revolución Verde, a
la homogeneización de los paisajes y la reducción de la diversidad de especies
y variedades (Massieu y Chapela, 2006), y la producción mundial de semillas
se concentra ahora en unas cuantas corporaciones multinacionales (Howard,
2015; Harvey, Hendrickson y Howard, 2013).
Para entender las contradicciones de la conservación, usos y fragilidad
de la biodiversidad como bien común, es necesario considerar las condiciones
necesarias para que se dé una gestión comunitaria de ésta y una visualización
prospectiva sobre su destino, en un mundo caracterizado por un deterioro
ecológico creciente y pérdida de biodiversidad. Abordamos la discusión de los
bienes comunes, de la diversidad biocultural, la propiedad intelectual de recursos
genéticos y biológicos, para concluir enmarcando todo ello en los tiempos
presentes de neoextractivismo, cambio climático y violencia socioambiental.
La biodiversidad como bien común
Tiene casi 50 años que Hardin (1968) planteó, en su famoso artículo “La tragedia
de los Comunes” en la revista Science, que un bien común de libre acceso está
destinado a la destrucción, pues nadie de los que lo usan se hará responsable
de su conservación. Este texto sirvió de justificación para la privatización de
los bienes comunes, si bien el artículo citado enfatizaba el problema del libre
acceso. En su ya clásico texto en respuesta, Elinor Ostrom aborda la discusión
sobre cuál es “la mejor manera de limitar el uso de recursos naturales para
asegurar su viabilidad económica a largo plazo” (Ostrom, 1990: 25).
El libro “El gobierno de los bienes comunes” discurre sobre la tensión
entre la regulación central del Estado, la privatización o la regulación en manos
de los interesados (en estos casos, todos ellos externos a los territorios donde
se encuentran los bienes comunes y sus habitantes), o si es factible que las
propias comunidades humanas locales se den reglas propias y efectivas para
dicha regulación. Desde estos años, Ostrom (1990) afirmaba que ni el Estado
ni el mercado han tenido éxito en gestionar de manera sustentable los recursos
naturales y, en contraste, distintas comunidades humanas en todo el orbe han
logrado una regulación razonablemente exitosa (con distintos grados), basándose
en instituciones propias que no se parecen ni al Estado ni al mercado, si bien
no pueden abstraerse de ninguno de los dos.
Aún falta mucho para generar propuestas teóricas y conceptuales sobre
la administración y gestión de los recursos naturales como bienes comunes
114
Massieu Trigo w Narchi
y la razón de que en algunos casos las instituciones locales funcionan y en
otros no. Para responder reflexionaremos sobre tres esferas que inciden en el
funcionamiento de dichas instituciones: a) la intervención externa (Estado,
prácticas sociopolíticas, mercado, instituciones diversas); b) la riqueza y
diversidad del ecosistema (de la cual son parte fundamental los seres vivos y
sus condiciones de vida) y; c) la historia, experiencia organizativa y cultura de
las comunidades humanas a cargo de esos bienes.
Ostrom parte de constatar que “la tragedia de los comunes” ha llegado
a simbolizar “la degradación del ambiente que puede esperarse siempre que
muchos individuos utilizan al mismo tiempo un recurso escaso” (Ostrom,
1990: 26-27). Eso sucede sin remedio en un pastizal de acceso abierto a todos,
porque cada pastor aumentará su ganado sin ningún límite (tragedia de los
comunes). Para nosotros, esta compulsión estará dada por el mercado, las
condiciones de la demanda y la lógica individualista, que ve a cada pastor
tomando decisiones por su cuenta, sin considerar a los otros ni la capacidad
del pastizal para soportar la carga.
Ostrom (1990) disecciona el modelo de Hardin y propone que existen
tres dilemas presentes: la tragedia de los comunes, en el que uno o varios de
los dueños del bien común abusa sin límite y se agota el recurso. El segundo
es el del prisionero, en el que destaca las dificultades de la cooperación entre
dos personas, una de las cuales es un “desertor” que no respeta un acuerdo de
carga factible del pastizal y de distribución equitativa del ganado, e introduce
todo el ganado que puede vender con ganancia, y otro “tonto”, que respeta el
acuerdo de no rebasar la carga y obtiene menos ganancia. Aquí el juego del
prisionero es un juego no cooperativo y se supone que todos los jugadores
tienen información completa. Ostrom destaca la fascinación que este juego del
prisionero ha ejercido sobre los académicos de la escuela económica neoclásica
y de la elección racional, pues las elecciones racionales en la búsqueda del
mayor bienestar individual posible conducen a resultados irracionales.
Subrayamos que el concepto de “racionalidad” que subyace para juzgar el
resultado es cuestionado de raíz por la ecología política, que propone construir
la sustentabilidad transformando la racionalidad económico-instrumental
(Massieu, 2013) en una racionalidad ambiental (Leff, 2004). Un cambio posible
que se concreta en las experiencias existentes de gestión comunitaria exitosa de
la biodiversidad y los recursos naturales como bienes comunes en todo el mundo.
El tercer dilema es el de la acción colectiva, en el cual Ostrom plantea
situaciones en las que será más ventajoso para los usuarios de un bien común
respetar acuerdos colectivos en cuanto al uso y acceso. Es decir, si alguien no
puede ser excluido de los beneficios del uso del recurso con base en acuerdos
colectivos, tiene pocos incentivos para actuar por su cuenta y hacer un uso
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Biodiversidad: ¿bien común o individual?
desmedido de éste. En los tres casos (la tragedia de los comunes, el dilema
del prisionero y la lógica de la acción colectiva), lo que siempre está presente
es el problema del “gorrón” (free rider), pues “cuando una persona no está
excluida de los beneficios que otros procuran, está motivada a no contribuir
con el esfuerzo común y a ‘gorronear’ los esfuerzos de otros” (Ostrom, 1990:
32). La autora, más que cuestionarse qué incentiva o no a los individuos a no
respetar los acuerdos colectivos y qué castigos se deben aplicar, indaga sobre
cómo aumentar las capacidades de los participantes “para cambiar las reglas
coercitivas del juego a fin de alcanzar resultados distintos a las despiadadas
tragedias” (Ostrom, 1990: 33). Destaca que las investigaciones recientes sobre
casos concretos de gestión comunitaria de bienes comunes apuntan a un mayor
optimismo.
Como Ostrom señala, las prescripciones de política hacia la administración
de los bienes comunes se basan en alguno de los tres modelos descritos, y evocan
“la imagen de individuos indefensos atrapados en un proceso inexorable de
destrucción de sus propios recursos” (Ostrom, 1990: 34). Es así que se justifica
como indispensable la intervención externa (sea de entidades públicas o
privadas), sin que a la fecha haya evidencia sobre la garantía de éxito cuando
esto sucede. Un actor de intervención externa muy importante es el Estado,
quien tiene las atribuciones para legislar y poner en práctica programas de
manejo de bienes comunes.
En un texto más reciente Poteete, Janssen y Ostrom (2012) avanzan en
la reflexión metodológica sobre las preguntas centrales ya planteadas en “El
gobierno de los bienes comunes”. Reconocen que este último fue seminal y
generó una pléyade de estudios de caso a lo largo de todo el mundo, lo que
da evidencia empírica cada vez más contundente de que es posible la acción
colectiva para usar recursos naturales compartidos sin sobreexplotarlos ni
destruirlos, es decir, como bienes comunes. El libro “Trabajar juntos. Acción
colectiva, bienes comunes y múltiples métodos en la práctica” sigue buscando
responder a preguntas vigentes desde la 2ª mitad del siglo pasado, cuando se
reconoce “oficialmente” la existencia de una crisis ecológica que ha puesto al
planeta al borde de la destrucción, a partir de:
las condiciones que explican la existencia de cooperación en torno a la gestión de
bienes comunes, en algunos casos, y de descoordinación y abuso de estos bienes en
otros; la viabilidad de la propiedad colectiva (y de otros regímenes de propiedad)
para favorecer la gestión sustentable de distintos tipos de bienes comunes; el
papel de los derechos de propiedad en la presencia de incentivos para la acción
colectiva y la preservación de los bienes comunes; los costos de la cooperación en
distintos contextos; el papel de la confianza en la construcción de acción colectiva
entre usuarios diversos y en la superación de dilemas de acción colectiva; las
implicaciones de la heterogeneidad social, el tamaño de los grupos y la escala de
los procesos (Merino, 2012: 29).
116
Massieu Trigo w Narchi
En este texto apuntalamos la idea de la gestión comunitaria sustentable de
la biodiversidad como bien común. La propuesta de Ostrom ha creado escuela
y ha sido usada en todo el planeta para el análisis de la gestión comunitaria de
recursos naturales e intervención estatal.
En México han sido importantes los trabajos de Merino y Martínez (2013)
con respecto a los bosques, que ilustran bien la complejidad del manejo de la
biodiversidad como bien común, pues los bosques no sólo son fuente de madera
y diversos productos, sino que contienen una importante diversidad biológica.
Pese a que nuestro país posee una importante riqueza forestal, hay obstáculos
muy importantes para lograr su gestión comunitaria sustentable.
En 2007 la Comisión Nacional Forestal estimaba que 73% del país contaba
con cobertura forestal, que se calculaba en 139.5 millones de hectáreas. De
éstas, 99.6 millones de hectáreas contaban con vegetación primaria y 42.5
millones con secundaria. Esta superficie forestal se caracteriza por una gran
diversidad de ecosistemas, de manera que los bosques templados cubren
32.3 millones de hectáreas, los mesófilos 1.8 millones, las selvas húmedas y
subhúmedas 33 millones de hectáreas y otros tipos de vegetación arbórea 3.9
millones de hectáreas. La más abundante es la vegetación de zonas áridas,
presente en 56 millones de hectáreas. La diversidad de especies es resultado de
una conjunción única de factores, “como la alta fragmentación del territorio,
por su accidentada orografía, y el carácter de corredor del territorio país entre
especies sudamericanas y norteamericanas, que hacen de México uno de los
cinco países con mayor diversidad biológica del mundo” (Merino y Martínez,
2013: 35).
Es una idea generalizada que la tala es la causa más importante de
la deforestación en México, pero las autoras nos aclaran que este tipo de
aseveraciones generalmente incluyen en tala tanto la extracción regulada, que
se hace de acuerdo a planes de manejo forestal, como la extracción ilegal,
que no tiene ningún tipo de restricciones ni considera la restauración de los
recursos. México ha sido un país con altas tasas de deforestación, con pérdidas
en los años setenta de 3.5% de bosques y selvas. En los noventa la deforestación
anual ascendía a 354 mil hectáreas promedio en la década. A partir de 2000, las
pérdidas forestales han descendido a niveles inferiores a las 155 mil hectáreas
por año, aunque la degradación de los bosques se ha incrementado -220 mil
hectáreas anuales- (Merino y Martínez, 2013: 38), con diferencias regionales.
Merino y Martínez enfatizan que las áreas forestales de México tienen
un potencial productivo subutilizado: “Esta productividad es otra de las
características relevantes de los bosques y representa una potencial ventaja
comparativa para los productores forestales que cuenten con una agenda de
producción sustentable” (Merino y Martínez, 2013: 36). La subutilización de
este potencial es notable, existen 21.6 millones de hectáreas aprovechables de
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Biodiversidad: ¿bien común o individual?
bosques y selvas, mientras que el área de aprovechamiento maderable del país
es de apenas 9 millones (Merino y Martínez, 2013).
Por el contrario, y retomando el planteamiento de la intervención estatal
externa en el manejo de los bienes comunes, la política agrícola reciente, a través
de la titulación parcelaria del PROCEDE, tiende a individualizar incluso las
áreas comunes de los bosques, con diferencias regionales. En algunas partes
de la Sierra de Zongolica, Veracruz, se ha llegado al grado de vender árboles
jóvenes de parcelas individuales como único recurso de sobrevivencia, en
un contexto de miseria en el que se ha abandonado el cultivo del maíz y se
ha perdido soberanía alimentaria local (Allende, 2010). En otros casos es la
intervención externa (privada, pública, nacional e internacional) para promover
la conservación de áreas boscosas comunes con proyectos de ecoturismo la que
presenta múltiples contradicciones, como en la Cuenca del Río Pixquiac también
en Veracruz (Rodríguez, 2014), o en la reserva de la Biosfera Mariposa Monarca
en Michoacán (Merino y Hernández, 2004; Brenner y San Germán, 2012).
Más recientemente el narcotráfico y el crimen organizado han impuesto
su ominosa presencia en las áreas de bosques y selvas, Merino y Martínez
reconocen el cultivo de enervantes como una de las causas de destrucción de
áreas forestales, mayor incidencia de plagas e incendios, en contextos donde
los conflictos agrarios, muchas veces de décadas atrás, no permiten planes de
manejo sustentables (Merino y Martínez, 2013: 61). Un caso paradigmático es
el de los Chimalapas en Oaxaca, una de las últimas selvas del país, en donde
las reiteradas invasiones de ganaderos chiapanecos a las selvas zoques han
generado destrucción y violencia, sin que los gobiernos de los dos estados
hayan podido resolver el conflicto (Gómez, 2009).
En algunos casos, la violencia del narcotráfico y el crimen organizado
ha cortado de raíz esfuerzos de organización comunitaria para detener la
deforestación y avanzar a la sustentabilidad, como muestra el dramático caso
de la Sierra de Petatlán en Guerrero (Paz Paredes, 2015), donde en los noventas
la lucha de los campesinos ecologistas de la Sierra de Petatlán por defender sus
bosques de la compañía maderera canadiense Bois Cascade, que los devastaba
sin control en contubernio con el gobierno estatal, fue reprimida y sus dirigentes
asesinados, encarcelados o perseguidos. Posteriormente, las mujeres de estas
comunidades retoman la bandera ecologista y de defensa de los bosques, para
enfrentarse en 2011, al desplazamiento forzado, el asesinato y la violencia del
crimen organizado, que comenzó la siembra generalizada de amapola en lo
que eran sus bosques, sin que ninguna autoridad estatal o federal intervenga
hasta la fecha.
Más grave aún, ante el problema de tala y deforestación, existen acciones
como el programa Pro-Arbol, promovido por el expresidente Felipe Calderón, en
118
Massieu Trigo w Narchi
donde se culpa a campesinos y pequeños productores del estado de los bosques,
a la vez que promueve el abandono de las prácticas agroecológicas locales en
pos de un bosque alejado del manejo comunal. Programas como estos, que no
toman en cuenta el manejo integral de los bosques, lanzan año con año a los
campesinos al mercado laboral en posiciones de vulnerabilidad (Narchi, 2015).
Los ejemplos descritos nos dan una idea aproximada de las contradicciones
y problemas para conservar la biodiversidad en proyectos comunitarios
sustentables. En México y varios países latinoamericanos, hay un avance
reciente para superar la separación de la sociedad y la naturaleza y entender
estos problemas. Se ha elaborado la noción de bioculturalidad, que busca una
visión holística de la relación de los humanos con su entorno natural, que en
este texto orientamos a la biodiversidad y el conocimiento relacionado.
Conocimiento ecológico local y diversidad biocultural
Se entiende por Conocimiento Ecológico Local (CEL) a la información que
la gente de una comunidad dada, basada en la experiencia, la formación y/o
adaptación a una cultura y medio ambiente locales, ha desarrollado, seleccionado
y almacenado a lo largo del tiempo. Este conocimiento, antes etiquetado como
tradicional, es utilizado directamente en la sustentación de la comunidad, sus
valores culturales y los recursos biológicos para garantizar la supervivencia
(Hansen y VanFleet, 2003).
Es ampliamente entendido que el CEL recoge al conjunto de relaciones de
las sociedades humanas con la naturaleza viva (Berlin, 1992). Se conforma con
el uso de la biodiversidad en: tradiciones culinarias (Pieroni et al., 2009), usos
religiosos (Reis y Hibbeld, 2006), ornamentales (Motte-Florac, Aumeeruddy-
Thomas y Dounias, 2012; Ryerson, 1976), lúdicos (Ruan-Soto, Garibay-Orijel y
Cifuentes, 2006), medicinales (Balick, Elisabetsky y Laird, 1996; Schultes, 1988),
sexuales (Andrade y Costa-Neto, 2005) y como material de construcción (Rijal
,2008; Speck y Dexter, 1952). Dentro del CEL se incluyen manuales e inventarios,
mentales o escritos, de los métodos de colecta, curación, preparación y uso de
la biodiversidad local (Posey, 2000), además de las nociones de interacción de
los distintos elementos dentro del sistema ecológico local. En el caso de cultivos
alimentarios importantes como el maíz en México, una propuesta es considerar
al conocimiento tradicional como una síntesis biocultural (Massieu, 2013).
Los comunes y el CEL
Existe una tradición que intenta emparentar CEL con conservación biológica
(Boege, 2008; Kellert y Wilson, 1995; Minnis y Elisens, 2001; Bye y Linares,
119
Biodiversidad: ¿bien común o individual?
2001). No obstante que muchos trabajos vierten información valiosa y prueban
que las zonas de concentración de la diversidad biológica coinciden, en cierta
medida, con aquellas ocupadas por grupos indígenas, los alcances de estas
observaciones corren el riesgo de ser malinterpretados, el lector puede pensar
que los integrantes de diversos grupos indígenas y comunidades rurales son
una encarnación del Noble Salvaje (sensu Rousseau).
Sin embargo, existen áreas geográficas de tamaños variables que cuentan
con una profunda memoria social, de arraigo al territorio, generación de
paisajes culturales y manejo de la diversidad biológica. Entendidos como
refugio biocultural (Barthel, Crumley y Svedin 2013), estas áreas son aptas para
preservar porciones bien definidas de biodiversidad en el largo plazo, dado lo
profundo de las relaciones ser humano-naturaleza que ahí se han gestado en
el largo tiempo. Así, los refugios bioculturales no sólo albergan biota, sino que
también almacenan conocimiento asociado al manejo práctico y mantenimiento
de la diversidad biológica y los sistemas de soporte de vida que con esta se
entrelazan (Barthel, Crumley y Svedin, 2013).
La Sustentabilidad y el CEL
Se entiende por sustentabilidad al conjunto de características biofísicas que
permiten a un ecosistema dado mantener sus procesos y funciones ecológicas,
biodiversidad y productividad a lo largo del tiempo (Dunster y Dunster, 1996).
La definición convencional comprende el desarrollo sustentable o sostenible,
contenida en el llamado Informe Bruntdland de la ONU de 1987, lo ve como
aquel que
“
satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades
de las futuras generaciones”. Ello implica un cambio muy importante en cuanto
a la idea de sustentabilidad, principalmente ecológica, a un marco que da énfasis
al contexto económico y social (UN, 1987).
No obstante, la tendencia derivada del neoliberalismo, cuya bandera es
la de privatizar para conservar, ha permeado a través de una amplia gama de
esferas étnicas y sociales, generando no solo públicos ávidos por el discurso
(Hayden, 2003), sino también nuevos actores sociales. Hoy sabemos que
algunos actores sociales se auto-proclaman como grupos originarios (muchas
de las veces aplaudidos por académicos que defienden un pasado histórico
y glorioso), con el único interés de participar en el mercado. Por medio del
acopio de intangibles culturales (por ejemplo, un idioma), los actores sociales
incorporan una identidad antes desarticulada, para mercantilizar los bienes
culturales derivados de esta identidad (Comaroff y Comaroff, 2009).
Por otro lado, el deterioro generalizado de los sistemas de soporte de
vida del planeta genera un ciclo de retroalimentación en el que la degradación
genera mayor cambio climático y éste, a su vez, genera mayor degradación.
120
Massieu Trigo w Narchi
Ante esto, uno debe preguntarse si existe un modo de conducir las pesquerías
hacia la sustentabilidad, cuando casi 3000 millones de personas dependen de
los recursos marinos como fuente de proteínas (Narchi et al., 2013; Bell et al.,
2009) o si existe un modo de reducir emisiones y preservar nuestros bosques
cuando 2000 millones de personas dependen directamente de los bosques para
obtener frutas, proteína animal, fibras y leña (Specht et al., 2015).
Así, se ha creado una tradición intelectual que presenta un ser humano
que todo depreda (Richter et al., 2008; Diamond, 1994). Sin embargo, Bill
Balée (1998) ha señalado, que la actividad humana no es, ni intrínsecamente
buena, ni rigurosamente dañina al medio ambiente y que los procesos que
ocurren en el paisaje, sean positivos o en detrimento del medio ambiente, son
el resultado de procesos sociales, políticos y económicos y no el resultado de
la existencia humana. Feeny, et al(1990) demuestran que se han generado en
los últimos veinte años esquemas propiedad comunal, estatal y privada que
son soluciones potenciales de manejo y sustentabilidad. El trabajo de Merino
y Martínez (2013) citado con anterioridad, apuntala la posibilidad real de la
explotación comunitaria sustentable de la madera en algunos ejemplos de
bosques mexicanos, pese a condiciones adversas.
No obstante, en la era neoliberal, los esquemas de conservación y
aprovechamiento de la naturaleza siguen fines económicos de capitales
individuales. Son estos capitales individuales, normalmente equipados con
un fuerte alcance político, los que con ayuda de las capacidades estratégicas,
económicas y castrenses del estado logran imponer una noción particular de
“lo que es” y “para que sirve” la naturaleza (Narchi y Canabal, 2015).
La expansión de las políticas neoliberales no se limita a la arena geográfica,
pues el capitalismo intenta constantemente generar escenarios que le permitan
extenderse hacia esferas económicas inconquistadas, surgiendo así la biopiratería,
el neoextractivismo y la violencia ambiental (Narchi, 2015), que no son
sino síntoma del despojo de los bienes comunes y la memoria social que les
acompaña. Es entonces que el trato de la biodiversidad como bien común debe
partir de las instituciones locales, para desde ahí crear reglas globales acerca del
acceso, manejo y preservación, haciendo fuerte hincapié en los conocimientos
ecológicos locales que sustentan el aprovechamiento de esta biodiversidad.
Se perfila como solución con mayor viabilidad, la conservación biocultural.
Dado que la diversidad biocultural es entendida como el total de especies
biológicas y culturas que convergen en un espacio geográfico dado, es necesario
subrayar que el manejo de este concepto engloba a todas las culturas y sectores
sociales de estos espacios geográficos y no se limita a considerar exclusivamente
a los grupos originarios como constituyentes de esta diversidad, sino al grueso
de los actores. Una conservación biocultural de los bienes comunes necesitaría
121
Biodiversidad: ¿bien común o individual?
conocer al total de los actores, sus derechos, responsabilidades, capacidades
y saberes, pero por encima de todo, crear nuevos esquemas de integración del
conocimiento y dar cuenta de la naturaleza dinámica que impera en los sistemas
socio-ambientales (Gavin et al., 2015). Hay mucho en juego: el despojo del
que han sido víctimas históricas las sociedades originarias y rurales (Toledo,
Garrido y Barrera-Bassols, 2015; Tetreault, 2015; Radonic, 2015; Ibarra-García
y Badillo-Salas, 2015), aunado al creciente deterioro ambiental y la desaparición
de la diversidad biológica en numerosas partes del planeta. Todo ello se suma
a la necesidad de nuestra especie por satisfacer sus necesidades básicas, lo que
invita a pensar en esquemas de conservación de los bienes comunes abordando
múltiples cuestiones de otra índole, pero de la misma urgencia.
No podemos más que empatar nuestro criterio con el de Gavin y
colaboradores (2015), al afirmar que la conservación biocultural resulta en la
salvaguarda de los bienes comunes al atender problemas de autodeterminación
y autonomía, soberanía y seguridad alimentaria y, sobre todo, a seguridad y
equidad ambiental. A estas consideraciones habría que agregar las presiones sobre
la privatización individual de la biodiversidad por mecanismos de propiedad
intelectual y el reto que significa el cambio climático.
Propiedad intelectual y biodiversidad ante la encrucijada del Cambio
Climático
Si bien la biodiversidad, es decir, los seres vivos y sus componentes, no son
por naturaleza un recurso patentable, por no ser una invención, a partir del
advenimiento de la ingeniería genética y la aparición de los primeros OGMs
(organismos genéticamente modificados) en el mercado en los noventas, las
fronteras entre lo natural y lo artificial se han hecho porosas y la legislación
internacional, con el ADPIC (Aspectos Comerciales Relacionados a los Derechos
de Propiedad Intelectual) a la cabeza, ha permitido otorgar patentes a seres
vivos. Ello conduce con mayor claridad, a considerar a la biodiversidad como
recursos genéticos para la industria biotecnológica4. Otra cosa sucede con el
CEL, el cual intrínsecamente es original y puede ser protegido.
El acuerdo internacional que más pesa a nivel internacional en relación
a la protección de la biodiversidad es el Convenio de Diversidad Biológica de
la ONU, firmado en la Cumbre de la Tierra de Rio de Janeiro en 1992 (ONU,
1992). Su aprobación se debió al interés y debate internacional en el tema de
la biodiversidad, sus usos rentables y la regulación de su acceso. Una de las
principales consecuencias de esta nueva valoración de la biodiversidad es que
4 Así es considerada la biodiversidad en el Protocolo de Nagoya del Convenio de la Diversidad
Biológica de 2011 (ONU, 2011).
122
Massieu Trigo w Narchi
su cuidado, acceso y explotación hayan quedado legislados internacionalmente
bajo la tutela de los Estados nacionales, aún en tiempos neoliberales, lo que
significó que se quitaran trabas para su ingreso al mercado. Anteriormente se
consideraba la biodiversidad patrimonio de la humanidad (Rodríguez, 2012).
Aún más, al parecer la política de conservación promovida, por ejemplo, la
creación a áreas naturales protegidas, ha fomentado el surgimiento de nuevos
mercados (ecoturismo, bioprospección, bonos de carbono).
El CDB fue resultado de un proceso de negociación originado en la
preocupación ambiental de los países de la OCDE (Organización para el
Desarrollo Económico), en boga a comienzos de los noventa. Se dirige a la
preservación de todas las plantas y organismos vivos del planeta. “Los objetivos
del Convenio sobre la Diversidad Biológica son: 1) conservar la diversidad
biológica, 2) promover el uso sustentable de sus componentes y 3) lograr una
distribución justa y equitativa de los beneficios provenientes de la utilización
de recursos genéticos” (Monagle, 2001: 3). El convenio eliminó el estatus de
“herencia común de la humanidad” de la diversidad biológica, y acepta que los
países de origen tienen derecho de soberanía sobre todo el material biológico
originado en su territorio. Dado que la extinción de especies y la depredación
ecológica han alcanzado niveles más agudos que nunca en la historia de la
humanidad, algo anda mal en las discusiones y acuerdos internacionales que
declarativamente claman por proteger al planeta, sus seres vivos y ecosistemas.
Un tema especialmente complejo y polémico es el de la propiedad intelectual
y la biodiversidad. Desafortunadamente, los seres vivos, sus procesos bioquímicos
y sus secuencias genéticas no han escapado a la mercantilización de la Naturaleza
que campea por el planeta. Esto ha tenido consecuencias importantes sobre la
soberanía de los países, la alimentación de los seres humanos y el cuidado y
conservación de los recursos biológicos.
El hecho de que en pleno furor privatizador mundial, en las negociaciones
internacionales que precedieron a la aprobación del Convenio de Diversidad
Biológica y los Protocolos relacionados se haya adjudicado a los Estados
nacionales la soberanía sobre los recursos biológicos y genéticos podría parecer
contradictorio. No lo es tanto si consideramos como los mismos Estados pueden
pasar por encima de las disposiciones del CDB e inclusive de las leyes locales,
en aras de cumplir con las disposiciones de apertura comercial. Por ejemplo,
en el Tratado Transpacífico (TPP) que está por firmar México, se establece
que nuestro país tendrá que adoptar el tratado de obtentores vegetales UPOV
(Unión Internacional para la Protección de Variedades Vegetales) 91, y dejar
de lado UPOV 78, al que pertenece actualmente. Las implicaciones son serias,
porque UPOV 91 agudiza la privatización de los recursos fitogenéticos y puede
incuso llegar a prohibir el uso de semilla de la cosecha anterior a los agricultores.
123
Biodiversidad: ¿bien común o individual?
Hay una tensión evidente en un estado que al mismo tiempo que firma un
convenio internacional para proteger la biodiversidad, firma tratados de libre
comercio que violan muchos de los principios de este convenio. Quizás aquí
resida la razón de que a nivel mundial y a partir de la firma del CDB en la
Cumbre de Rio en 1992, pareciera ser que mientras más acuerdos internacionales
hay para proteger la biodiversidad, más se le destruye.
Desde hace miles de años, los humanos hemos obtenido de las plantas
medicamentos diversos. Actualmente los científicos, tanto de las grandes
corporaciones farmacéuticas como de las instituciones públicas de investigación,
buscan derivar extractos útiles a partir de la biodiversidad de diferentes
ecosistemas. Los beneficios obtenidos de la colecta de plantas medicinales
han sido motivo de disputas y discusiones sobre legislaciones nacionales e
internacionales. El Protocolo de Nagoya, aprobado en la ONU en 2011 en el
marco del Convenio de la Diversidad Biológica (CDB) (ONU, 2011), busca
normar un reparto equitativo de beneficios entre las comunidades locales dueñas
de los territorios y los recursos biológicos (que generalmente detentan el CEL
que se colecta también) y los que colectan plantas, animales y microorganismos
y obtienen productos rentables a partir de éstos.
Si bien hubo mucha expectativa en los noventas hacia las ganancias por
bioprospección, una vez que se creó la ingeniería genética y se inauguró una
manera de manipular los genes que no tiene precedente en la historia humana,
parece ser que la nueva industria agrobiotecnológica no generó las enormes
ganancias esperadas. Un ejemplo es que el InBio de Costa Rica, que generó
el primer contrato de bioprospección en el mundo, entre Merck y el país
centroamericano, y adelantaba pingües ganancias por la colecta de seres vivos,
actualmente busca ser absorbido por el gobierno del país centroamericano
(Rodríguez, 2012). Entre los usos rentables de la biodiversidad en la actualidad
encontramos el ya tradicional farmacéutico, el tráfico legal e ilegal de especies
y el ecoturismo, aunque ciertamente el extractivismo presente demuestra con
creces que las inversiones en minería y extracción de hidrocarburos (con técnicas
ecocidas como el fracking), urbanización y turismo masivo depredadores,
resultan mucho más rentables que la conservación de los territorios biodiversos.
México ha sido escenario de un debate intenso sobre la bioprospección
y la posibilidad de compensación y repartición equitativa de beneficios, sobre
todo a principios del Siglo XXI, con cinco casos en los noventas que tuvieron
repercusión internacional: el frijol amarillo, el proyecto UNAM-Diversa, los
proyectos ICGB-Maya e ICBG-Zonas Áridas y el contrato UZACHI-Sandoz
(Massieu y Chapela, 2002). Dicha polémica contempló el tema de la propiedad
intelectual, ante los cambios en el mencionado acuerdo internacional ADPIC
de la Organización Mundial de Comercio (OMC). El tema fundamental que
124
Massieu Trigo w Narchi
aquí nos ocupa es si se considera a la biodiversidad y los recursos naturales en
general como bienes públicos o privados, comunes o individuales, y la influencia
que tiene esto en su ingreso al mercado y valorización.
Se apuntalan así razones para la búsqueda de la nueva racionalidad
ambiental propuesta por Leff (2004), junto con alternativas al desarrollo que
busquen el respeto y la armonía con la naturaleza (la propuesta del “buen vivir”
ecuatoriana y boliviana), para salir de su persistente destrucción desde hace
siglos. Al tocar estos temas se dirige la mirada al CEL de los pueblos indígenas
latinoamericanos, que sobreviven con dificultades logrando el uso sustentable
de sus recursos naturales y biodiversidad.
Hay que tener cuidado en cuanto a ver a gente indígena y local, junto con
sus conocimientos, como congelados en el pasado, trayendo al presente su
antigua sabiduría. Por el contrario, estas personas han sobrevivido a lo largo
de siglos, y permanecen con identidad propia en sus territorios (¡cuando no
les han sido arrebatados!), por lo que son tan “modernos” como cualquiera,
lo cual no menoscaba que posean y apliquen conocimientos que permiten usar
recursos naturales comunes de manera sustentable, cuando les es posible. En
México, la mayoría de los ecosistemas preservados son propiedad de pueblos
indígenas, pese a las dificultades que encuentran para sobrevivir (Boege, 2008).
Porto- Gonçalves y Betancourt (2015) llaman a este proceso “reapropiación
social de la naturaleza”, proponiendo el concepto como una manera de superar la
dicotomía tiempo-espacio. Dichos autores identifican dinámicas espacio-tiempo,
y las plantean como una opción a la simple periodización de los territorios.
Nos recuerdan que los pueblos colonizados de Latinoamérica tienen una larga
tradición de defensa de sus territorios, en luchas que han sido ambientalistas y en
defensa de los bienes comunes, sin reconocerlo explícitamente. Esta propuesta
se encadena con los análisis recientes del neoextractivismo.
En pocas regiones del mundo es tan claro como en la Amazonía el estereotipo
que los países centrales han elaborado en torno al CEL y la biodiversidad,
donde el imaginario de seres humanos habitando un territorio prístino y virgen,
en condiciones primitivas, adjudicó a esta imagen el pasado de la sociedad
moderna industrial. De pocas regiones del mundo se sabe tan poco de las
antiguas sociedades que la habitaron, y ha privado un estereotipo de sociedades
pequeñas, igualitarias y primitivas:
La visión general de la sociedad primitiva derivada de las Américas y otros lugares
lejanos, como espejo de la sociedad europea, fue tempranamente transformada
en un pasado imaginario por el que habían pasado los occidentales en tiempo
antiguos (Heckenberger, 2005: 8).
En la Amazonía, las crónicas e imágenes europeas del Siglo XVIII en
adelante representan tribus pequeñas y peligrosas, en las que se practica el
canibalismo. En el trabajo de Heckenberger (2005) sobre el Xingú, en el sur de
125
Biodiversidad: ¿bien común o individual?
la Amazonía, la propuesta es que, por el contrario, las sociedades antiguas de la
Amazonía, que datan del año 1000 D.C., fueron complejas y jerárquicas. Estas
sociedades fueron capaces de sobrevivir antes de la Conquista sin deteriorar su
entorno natural, y muchos de estos conocimientos están vivos en los xingú de
hoy, lo que no significa que sean pre-modernos. Más bien, el agresivo capitalismo
descrito con anterioridad los conduce cada vez más a la defensa de su territorio,
el Parque Indígena de Xingú y Kuikuru, enmedio de una Amazonía que está
siendo devastada brutalmente.
Con respecto a la geopolítica de la biodiversidad, es de llamar la atención
que a la fecha Estados Unidos no ha firmado el CDB, mientras que presiona
a países más débiles para la firma de acuerdos de Derechos de Propiedad
Intelectual, condicionados a los acuerdos comerciales. El hecho más reciente
al respecto es el acuerdo de la COP215 de París, cuyo texto final se alcanzó
el 12 de diciembre de 2015. Los intentos de acuerdos anteriores se dieron en
reuniones organizadas por Naciones Unidas en Berlín (1995), Kyoto6 (1997),
Johanesburgo (2002), Bali (2007), Copenhague (2009), Cancún (2010) y Durban
(2011), en esta última se decidió llegar a un acuerdo sobre emisiones de gases
de efecto invernadero (GEI) (Vengoechea, 2012).
La Cumbre de París se desarrolló los últimos días de noviembre y primeros
de diciembre de 2015 en un ambiente de miedo y preocupación, pues el 16 de
noviembre varios atentados terroristas dejaron un saldo de más de 100 muertos
en la capital francesa. Se llegó a un acuerdo con la representación de 195 países
en medio de un fuerte dispositivo de seguridad. El texto logrado confirma
el objetivo de detener el ascenso de la temperatura promedio en 2°C, y de
preferencia alcanzar 1.5°C. En cuanto al financiamiento, se plantea un monto
prometido por los países centrales de 100 billones de dólares por año para apoyar
a los países periféricos a financiar sus políticas contra el cambio climático. Este
monto sería un “piso para 2020” (Brix, 2015) y se busca alcanzar otro a más
tardar en 2025. Las críticas señalan que el acuerdo no define cómo se van a
alcanzar las metas en cuanto a financiamiento y reducción de emisiones, no
hay mecanismos para que los países centrales cumplan sus compromisos para
otorgar los fondos y aún falta que los 195 países vayan adhiriendo su firma al
acuerdo en próximas fechas. Es decir, hay el riesgo de que este documento sea
un compendio más de buenas intenciones.
Además, la cantidad de CO2 y gases de efecto invernadero que ya se han
emitido hasta el momento a la atmósfera son suficientes para un calentamiento de
1.5°C. “El cambio climático no depende de lo que depositamos en la atmósfera
aquí y ahora. Depende de lo que hemos emitido a través del tiempo…y no
5 Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático.
6
En esta reunión se elaboró el 1er protocolo para reducción de emisiones de CO
2
, que se negaron
a firmar Estados Unidos y China.
126
Massieu Trigo w Narchi
hemos visto los efectos finales de las emisiones que hemos hecho hasta ahora”
(Brix, 2015). La limitación principal es que el nuevo acuerdo no es vinculante
legalmente, ni hay sanciones para aquellos países que no lo cumplan. Pensando
en la biodiversidad como la parte más frágil (y más vital) del ecosistema, parece
evidente que va a seguir sufriendo una destrucción sin precedente en la historia
humana antes de que se limite realmente la emisión de GEI, si es que esto llega
a suceder. De cualquier manera, consideramos que es mejor tener un acuerdo
que no tenerlo, y que es importante que se haya logrado la firma de Estados
Unidos y China, que se habían negado a firmar acuerdos anteriores, y son dos
grandes emisores de GEI. Los efectos del cambio climático son desiguales, y
países más débiles, como los centroamericanos, son los que están viviendo
huracanes cada vez más frecuentes y devastadores, cuyas consecuencias se
ensañan con la población más pobre de esta región.
Los lugares ricos en biodiversidad se encuentran en los trópicos, por ejemplo,
el Río Negro, tributario del Amazonas, tiene reportadas unas 700 especies de
peces, 4.5 veces el número de peces que hay en todos los ríos de Europa; y en
una hectárea de bosque tropical pueden haber más de 300 especies de árboles,
mientras que los bosques de todo Norteamérica tienen menos de 400 especies
(Vaughan, 1993: 1).
Las amenazas y presiones sobre los seres vivos silvestres y su diversidad
genética radican en la racionalidad económica dominante en el capitalismo
contemporáneo. Las amenazas se pueden resumir en: A) La fragmentación,
la pérdida del hábitat y el deterioro en su calidad e integridad, debido al
avance de las fronteras agrícola, pecuaria y de pesca, y a la urbanización y
construcción de infraestructura sin planificación ni visión de largo plazo. B) La
sobreexplotación de los recursos (cacería, extracción de los recursos o partes de
ellos como huevos, mascotas, sobreuso para la sobrevivencia, tráfico ilegal, tala
ilegal, uso indiscriminado y sin control en la mayoría de los países de recursos
genéticos y bioquímicos). C) Vacíos de conservación de especies y ecosistemas
que no están incluidos en áreas silvestres protegidas. D) El cambio climático es
una gran amenaza, sobre todo ante la falta de conocimiento sobre las mejores
medidas para reducir la vulnerabilidad de la biodiversidad. A su vez, esto nos
conduce a la reflexión del sentido de la conservación, pues frecuentemente
sucede que decretar áreas protegidas significa que en las áreas que no tienen
esta característica se pueden dar procesos depredadores sin ningún control.
Reflexiones finales
Más allá de la discusión sobre si la biodiversidad tiene un valor económico o
no, su importancia para sostener el ecosistema tiene valor para la vida, que no
es reconocido por el mercado y el capitalismo depredador actual.
127
Biodiversidad: ¿bien común o individual?
Pese a las aportaciones de Ostrom y el registro de miles de ejemplos a
nivel mundial de la posibilidad de gestión sustentable de la biodiversidad y
los recursos naturales como bienes comunes, la política hegemónica sigue
depredando. Los foros sobre Cambio climático han soslayado la destrucción de
biodiversidad, pérdida de recursos naturales, contaminación y otros problemas
ecológicos fundamentales, pues parece que ahora todo es resolver el cambio
climático reduciendo las emisiones de GEI. El único instrumento presente es un
tibio acuerdo COP21, ¿hasta cuándo se decidirán los países centrales a actuar?
A nivel local, lo anterior se refleja en nuestro país en los ejemplos de
gestión comunitaria sustentable de biodiversidad y recursos naturales como
bienes comunes, pues éstos existen en un contorno adverso por las políticas
gubernamentales y la agresividad de los capitales y el mercado, generalmente
actuando conjuntamente contra los esfuerzos comunitarios, mediante las
tácticas políticas, los bloqueos económicos y la violencia directa. Es decir, la
propuesta de una conservación biocultural no ha logrado imponerse y avanza
a contracorriente, pese a que ha demostrado que es quizás nuestra única
posibilidad de salvar al planeta (sin exagerar) o por lo menos una vía concreta
hacia la equidad y la justicia ambiental.
Restaría reflexionar acerca de la existencia de un amplio campo de interface
y negociación respecto a la biodiversidad, sus usos y explotación, y el CEL
asociado a ella bajo el actual sistema político-económico. No solo se deben
considerar primordialmente los intereses de las comunidades locales y el uso de
estos recursos dentro de una aproximación equitativa, respetuosa y sustentable.
También se tienen que considerar las políticas de negociación de beneficios.
Pero sobre todo, habrá que analizar la conformación socio-histórica de cada
uno de los actores sociales inmersos en el mercado de la biodiversidad, pues
los bienes son comunes para unos, pero esta misma denominación excluye a
otros del acceso a dichos bienes (Epstein, 2009).
Un aspecto que destaca, y que pretendimos fuera el hilo conductor de
este análisis, es si los recursos biológicos deben ser considerados como un
bien común, por lo cual su uso y explotación tendrían que considerar el
bienestar de la mayoría, o si la presión privatizadora e individualizante acabará
dominando. La legislación internacional (que introduce una problematización
de la propiedad de estos recursos), la concepción de sustentabilidad y el papel
del Estado y las políticas públicas son elementos fundamentales para poner en
perspectiva esta contradicción.
Insistimos en que no se trata de idealizar a los actores sociales dueños de
CEL y recursos biológicos como “ecológicos” o “no mercantiles”, en todo caso,
se trataría de reforzar una gestión propia para decidir cómo usar y proteger
sus recursos, y considerar las relaciones de poder imperantes que posibilitan
el abuso y la biopiratería.
128
Massieu Trigo w Narchi
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El libro Actores rurales frente al modelo de desarrollo neoliberal,
se terminó de imprimir en mayo de 2016, en los talleres
gráficos de Editorial Cienpozuelos, S.A. de C.V.
Morelia, Michoacán
e-mail: editorialcienpozuelos@hotmail.com
El tiraje consta de 500 ejemplares
Jesús Antonio Madera Pacheco
Jorge Luis Marín García
María Elena Serrano Flores
-Coordinadores
Actores rurales
frente al modelo
de desarrollo neoliberal
Actores rurales frente al modelo de desarrollo neoliberal
Ante el panorama económico, político y social de los últimos
tiempos se han transformado los papeles tradicionales dentro
de las familias y de la sociedad en general, con emergencia de
actores y actoras que al correr el tiempo han ganado en visibili-
dad y en capacidad de agencia; sea en forma de lucha contra
las políticas neoliberales, en unión de tales políticas aprove-
chando las coyunturas que todo proceso social y económico
tiene, o siguiendo la corriente de la época y contextos. Los capí-
tulos que componen este libro —entre los que se encuentran
trabajos de investigación de profesores y estudiantes de la
BUAP, COLMICH, UACh, UAM, UAN, UAZ y la UMSNH— dan
cuenta de condiciones económicas, etarias, geográficas, socia-
les, culturales y políticas, entre otras, que coartan pero que
también potencian a los diferentes grupos sociales que intervie-
nen en la vida comunitaria.