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Franciscan Presence in the Universities during the XIII and XIV Centuries

Authors:

Abstract

Inputs from analyses, which provide recognition of the origin of the Franciscan philosophy, its main European exponents, and its incursion into educational universities in the 13th century, highlighting its contribution to science and to the configuration of modern thought, are presented.
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AGO.USB Medellín-Colombia V. 16 No 2 PP. 359 - 678 Julio - Diciembre 2016 ISSN: 1657-8031
Página inicial: 603 - Página nal: 622
Tipo de artículo: de Reexión derivada de investigación
Presencia Franciscana en las Universidades
durante los Siglos XIII y XIV.
Franciscan Presence in the Universities during the XIII and XIV Centuries.
Recibido: enero 2016 Revisado: abril 2016 Aceptado: mayo 2016
Por: Jaime Caiceo Escudero.1
Resumen.
Se presentan insumos de análisis que aportan en el reconocimiento del origen de la losofía franciscana,
sus principales exponentes europeos y su incursión en los centros educacionales superiores en el
siglo XIII, resaltando su aporte a la ciencia y a la conguración del pensamiento moderno.
Palabras claves.
Filosofía Franciscana, educación, modernidad.
Abstract.
Inputs from analyses, which provide recognition of the origin of the Franciscan philosophy, its main
European exponents, and its incursion into educational universities in the 13th century, highlighting
its contribution to science and to the conguration of modern thought, are presented
Key words.
Franciscan Philosophy, Education, Modernity.
1 Académico de la Universidad de Santiago de Chile y Director del Colegio Franciscano Santa Isabel de Hungría
en La Cisterna, Santiago de Chile. Correo: jcaiceo@hotmail.com.
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Introducción.
San Francisco de Asís fundó la Orden de Hermanos o Frailes Menores (O.F.M.) en 1208,
por inspiración divina. Perteneciendo a una familia rica, deja todo en 1205 y se dedica
a una vida austera y a predicar el Evangelio; rápidamente tiene seguidores, siendo los
tres primeros Bernardo de Quintavalle, Pedro Cattani y Gil de Asís; a ellos y a los que
seguirán, los envía en misión a predicar y practicar en su vida diaria el Evangelio (Directorio
Franciscano, 2013) de esta forma, los frailes hacían sus labores diarias atendiendo a los
más pobres y abandonados de la época, los leprosos; trabajando en faenas humildes para
los monasterios, casas particulares y prestando sus servicios para granjeros en los campos.
Al año siguiente (1209) va a Roma con sus seguidores, que ya eran 11, a solicitarle al
Papa Inocencio III la aprobación de la primera regla de la Orden; después de dos intentos
consiguió que se la aprobara verbalmente, al convencerse Su Santidad de que la ayuda de
un hombre como Francisco reforzaría la imagen de la Iglesia -deteriorada en ese entonces-
con su prédica y su práctica del Evangelio; de esta forma, además, fue aceptada en la Iglesia
su hermandad de pobres, llamada Orden de Hermanos Menores (Ordinis Fratrum Minorum,
O.F.M.). De regreso a Asís se instalan en Río Torto y, a partir del año siguiente, se trasladan
a un terreno adyacente a la capilla de la Porciúncula.
Siguiendo su premisa de evangelización intenta varias veces ir a oriente (Siria en 1212,
Marruecos en 1214, Egipto en 1219) sin mucho éxito, salvo en el último viaje en que se hace
amigo del Sultán Mélek-el-Kamel; había ido a San Juan de Acre y Damieta, lugares en ruta
a Jerusalén hacia donde iban los Cruzados; él deseaba evangelizar a los musulmanes a n
de rescatar el Santo Sepulcro sin armas de guerra sino que con las armas del amor y del
testimonio de pobreza (Directorio Franciscano: San Francisco de Asís, 2013).
Este espíritu misionero posibilitó que los lugares sagrados de Tierra Santa sean resguardados,
aún hoy, por la Orden de Hermanos Menores, pues ellos fueron admitidos por los árabes,
gracias al Sultán amigo. Incluso, según las Florecillas, el Sultán “concedió a Francisco y a
sus compañeros que pudiesen predicar libremente donde quisieran. Y les dio una contraseña
a n de que no fuesen molestados de nadie” (Joergensen, 1913, p. 126). Esta situación
se vio reforzada con la Bula del Papa Gregorio IX -antiguo amigo de Francisco- del 1° de
febrero de 1230 en que recomienda a los Patriarcas de Antioquía y Jerusalén, a los Legados
de la Santa Sede y a todos los Arzobispos, Obispos, Abades, Priores, Superiores y otros,
acoger y favorecer de todos los modos posibles a la Orden de los Hermanos Menores para
que ellos resguardaran los lugares sagrados de la mejor forma posible, puesto que las
Cruzadas habían fracasado en su intento de reconquistar Tierra Santa (Custodia Terrae
Sanctae: Misioneros franciscanos al servicio de la Tierra Santa, 2014).
En el Concilio IV de Letrán en 1215 se consolida la Orden, participando activamente en ella
Francisco. Al año siguiente del Concilio, muere el Papa Inocencio III y le sucede Honorio III,
quien promovió en 1216 la indulgencia plenaria a favor de todo aquel que visitara la iglesia
de Santa María de los Ángeles de Porciúncula. Obtuvo Francisco esa gracia del Papa para
que la peregrinación se realizara una vez al año, pero bajo fuerte oposición, puesto que
pocos lugares podían disfrutar de tan alto privilegio (Englebert, 1979, p. 152).
En 1217 se celebra el Primer Capítulo General de la Orden, dividiéndose en 12 Provincias
-siendo una de ellas Tierra Santa-, lo cual revela el tremendo crecimiento de la misma. Entre
el 15 de agosto y el 29 de septiembre de 1224, Francisco pasa la cuaresma de San Miguel
en el Monte Alverna, distante unos 160 kms. al norte de Asís, junto a sus compañeros León,
Ángelo, Illuminato, Runo y Masseo. Dos años después (3/X/1226) recibe a la hermana
muerte con una dolorosa enfermedad. Al cabo de otros dos años, el 16 de julio de 1228, el
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Papa Gregorio IX lo canoniza. Este Papa había sido amigo de Francisco y Protector de la
Orden como Cardenal Hugolino de Segni. Este mismo Papa ordena iniciar la construcción
de la Basílica de San Francisco de Asís, colocando la primera piedra, junto a fray Elías, al
día siguiente de la canonización el 17 de julio de 1228 (Caiceo, 201,p. 17).
Este lugar se ha transformado en un importante centro de encuentros ecuménicos realizados
por los últimos Papas: Juan Pablo II el 27 de octubre de 1986 y Benedicto XVI el 27 de
octubre de 2011 (veinticinco años después); estos encuentros ecuménicos han servido para
unirse en torno a un mismo Dios y orar por la Paz del Mundo. No hay que olvidar que
Francisco fue un adelantado de su tiempo en cuanto a ecumenismo por su relación con el
Islam.
Surgimiento de dos Importantes Órdenes en el Siglo XIII.
Es importante destacar que la Iglesia Católica sufría hacia nales del siglo XII y comienzos
del XIII una seria crisis, motivada especialmente por el deseo de poder y riqueza que se había
instalado desde el poder central. Por lo mismo, se requerían instituciones religiosas que,
rescatando el evangelio, condujeran con el ejemplo y la predicación, una reconversión de la
Iglesia a sus orígenes. El Papa Inocencio III, consciente de esa necesidad, aprobó la Orden
Franciscana. Pero, paralelamente, en Castilla, España, nace Santo Domingo de Guzmán
(1170-1221), quien vivirá en el mismo período de San Francisco. Este santo español también
toma conciencia de la necesidad de una nueva orden religiosa que combata las herejías de
su tiempo, especialmente la de los cátaros; por lo mismo, funda la Orden de Predicadores,
conocida como la Orden Dominicana, apoyado por el Papa Inocencio III. Asiste al mismo
Concilio de Letrán en 1215 en que está San Francisco; allí presenta su nueva Orden y el 22
de diciembre de 1216 el Papa Honorio III, a través de la Bula Religiosam Vital, le conrma
la mencionada Orden.
Estas dos Órdenes, la franciscana y la dominicana, serán muy importantes en la
restauración del catolicismo en sus fuentes evangélicas; ambas se conocen también como
órdenes mendicantes. Su inuencia no sólo será en los púlpitos y en la evangelización del
pueblo, sino que también en el mundo universitario. Grandes teólogos y lósofos saldrán
de sus las y se ubicarán en los principales centros universitarios de la época, tales como
Bolonia, Padua y Nápoles en Italia; Oxford y Cambridge en Inglaterra; Salamanca y Palencia
en España y París en Francia. Alejandro de Hales, San Buenaventura, Roger Bacon, Juan
Duns Escoto y Guillermo de Ockam sobresalen en la Orden Franciscana en torno a los
siglos XIII y XIV. En el mismo período sobresalen los dominicos San Alberto Magno, Santo
Tomás de Aquino, Maestro Eckart y San Vicente Ferrer (Caiceo, 2014, p. 20-21). A estos
lósofos se los ubica dentro de la escolástica, el cual es un movimiento losóco-teológico
que se da entre los siglos XI y mediados del XV; en él se utiliza la losofía grecolatina
para comprender mejor la revelación cristiana; se producía una coordinación entre la fe
y la razón, subordinándose ésta a la primera; por lo mismo, se señalaba que la losofía
era esclava de la teología (philosophia ancilla theologiae). Para Merino (1993: XXI), “los
escolásticos eran profesionales de la fe, y por eso hacían teología. Como asimismo eran
profesionales de la razón, y por eso hacían losofía”. Por lo mismo,
“la losofía medieval se caracteriza por un fuerte sentimiento de trascendencia y por
su vinculación a la fe que ofrece a la razón nueva luz y nuevos materiales de reexión.
Su esencial sonomía espiritual está apoyada y forjada en el lema agustiniano de
‘intellige ut credas, crede ut intelligas’ (entiende para que puedas creer, cree para
que puedas entender)” (Merino, 1993)
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La escolástica dejó atrás a la patrística, que fue la losofía propia de los inicios del
cristianismo; en efecto, con la extensión de la fe cristiana a partir del siglo II, surgen los
denominados Padres de la Iglesia -de ahí el nombre de patrística-, quienes exponen y hacen
entendible el cristianismo a los no cristianos, basado en la losofía greco-romana imperante.
En síntesis, la patrística se caracteriza por la defensa racional de la fe cristiana frente a
los ataques del paganismo losóco y religioso y la aceptación de las verdades losócas
conciliables con la revelación cristiana; así, por ejemplo, San Agustín, considerado el último
Padre de la Iglesia, cristianiza la losofía platónica.
Ambas Órdenes religiosas nacen para restaurar el catolicismo en sus orígenes evangélicos;
ambas instituciones se destacan por la predicación y el ejemplo de vida mendicante. Por
lo tanto, podría pensarse que deberían haberse dedicado solamente a enseñarle al pueblo
desde el púlpito, las escuelas y las parroquias. Sin embargo, sus miembros se dan cuenta
de que el pensamiento teológico y losóco relevante se está dando en las universidades;
por lo mismo, también van allí y, tal como se verá, en los capítulos siguientes, importantes
lósofos franciscanos -objeto de este texto- sobresaldrán en las principales universidades
de la época, especialmente en Oxford y en París. También hay que tener presente que, como
ambas Órdenes crecieron rápidamente, necesitaban lugares de alto nivel para formar a sus
frailes.
Algo similar ocurrirá a partir del descubrimiento de América, puesto que ambas Órdenes
Religiosas vendrán con los conquistadores y se destacarán por su defensa de los indígenas.
Entre ellos, cabe mencionar a los franciscanos San Francisco Solano, el beato Sebastián
de Aparicio y Fray Luis de Bolaños; y a los dominicos fray Antonio Montesinos y fray
Bartolomé de las Casas. La losofía también será preocupación de los franciscanos en esta
parte del mundo; en el caso de Chile sobresalen dos importantes lósofos: Alonso Briceño
en la colonia y Eduardo Rosales en el siglo pasado.
Principales Centros Universitarios Franciscanos.
Respecto a la incursión en los centros educacionales superiores de los franciscanos,
ella comenzó en Bolonia, Italia, centro universitario muy importante en el siglo XIII. Allí
aparecieron los Frailes Menores con Bernardo de Quintavalle, hacia 1211. San Francisco
visitó en dos ocasiones el lugar (1220 y 1222), concediéndole en la segunda visita la calidad
de Lector en Teología a San Antonio de Padua, quien se convirtió, de esta manera, en el
primer profesor en Ciencia Sagrada de los franciscanos. Sin embargo, en la universidad
no existía Facultad de Teología y, por lo tanto, los Frailes Menores estudiaban sólo en el
Convento de Bolonia.
Para entender la losofía franciscana hay que entender los presupuestos que la originaron.
Por lo mismo,
“la losofía franciscana hay que ubicarla y encuadrarla en el contexto socio-cultural
y en la ‘situación’ en la que se forjó. Es hija de su tiempo y de sus circunstancias,
que corresponden a la época del Medievo. Esta toma de conciencia histórica nos
preparará para detectar y distinguir lo que es simple producto y efecto epocal de
aquello que es válido y vigente de un sistema doctrinal. Es evidente que ciertas
cosas que se escribieron entonces hoy no se dirían, como asimismo ciertas cosas
que se silenciaron en aquel tiempo actualmente se proclamarían” (Merino, 1993)
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La incursión propiamente a la universidad, por parte de los franciscanos, comenzó en
Oxford, Inglaterra en 1224 (Merino, 1993, p. 25). Por la práctica de la pobreza y el cultivo
de la ciencia se ganaron rápidamente la simpatía de los estudiantes y especialmente del
Canciller de la universidad, Roberto Grosseteste; esta autoridad -quien después será
Obispo de Lincoln- creó cursos públicos en el Convento de los Frailes Menores en 1228,
transformándose en el centro de la Facultad de Teología de Oxford; un rol importante
desempeñó el Provincial de Inglaterra, fray Ángel de Pisa (Merino, 1993, p. 26). Diez años
después, los propios franciscanos eran los profesores, destacándose Adán de Marsch y
Tomás de York, discípulos de Grosseteste. De esta forma, se inició un movimiento teológico-
losóco de importancia, pues las enseñanzas se basaban en tratados árabes y traducciones
recientes de Aristóteles y obras neoplatónicas, no usadas anteriormente. La situación es tal
que, algunos autores como Dorothea Elizabeth Sharp (1930, p. 52), sostienen que Aristóteles
llegó a Occidente no a través del dominico San Alberto Magno, como sostiene Mandonnet,
sino que a través de la Escuela Franciscana de Oxford. Aquí sobresaldrán especialmente los
dos ya mencionados -Adán y Tomás- y John Pecham, Ricardo de Middleton, Roger Bacon,
Juan Duns Escoto y Guillermo de Ockam. Sin embargo, Merino (1993) arma que es
“la corriente agustiniana la que domina todo el pensamiento franciscano. El hombre
puede conocer el mundo, la naturaleza humana y todos los seres de la creación,
pero todo ello serviría de muy poco si no se descubre en la naturaleza el ‘vestigium
Dei’, la huella de Dios, y en sí mismo la ‘imago Dei’, imagen de Dios, si no percibe
la acción divina en el alma”.
Es necesario subrayar que Roberto Grosseteste es el gran impulsor de los lósofos
franciscanos en Oxford y que, posteriormente, se trasladan a París, especialmente en la
línea más cientíca de los mismos. Al respecto, se arma:
“lósofo inglés, fuertemente inuido por las ideas de Aristóteles, a quien leyó
a través de comentaristas árabes y judíos. Se le considera el fundador de la
tradición de pensamiento cientíco en el mundo intelectual británico medieval.
Teorizó sistemáticamente sobre los diferentes aspectos de la ciencia experimental,
distinguiendo entre los métodos inductivo, experimental y matemático” (Otero y
Gibert, 2014, p. 122).
Franciscanos y Dominicos se instalaron en París, Francia; los primeros, en los suburbios,
en el barrio de Saint-Denis en 1219; los segundos se habían instalado un año antes en pleno
centro de la ciudad. Comenzó así una rivalidad de ambas Órdenes respecto a la inuencia
que podían tener en la Universidad de París; los primeros estaban en desventaja por la
distancia en que tenían su convento; el Provincial de Francia era fray Gregorio de Nápoles.
Sin embargo, esta situación cambió cuando en 1231 se dieron dos hechos relevantes:
En primer lugar, el Papa Gregorio IX logró que los Frailes Menores pudieran instalarse
en tierras de la abadía de Saint-Germain de Près, muy cerca del barrio universitario; en
segundo lugar, uno de los más prestigiosos académicos tomó el hábito franciscano, fray
Alejandro de Hales, quien había nacido en Inglaterra y había iniciado sus estudios en
Oxford en donde conoce a Roberto Grosseteste. Alejandro organiza una Escuela que coloca
en el primer plano de la universidad, transformando el Convento de los Franciscanos de
París en el centro intelectual más importante de toda la Orden. Le sucede Juan de la
Rupella, discípulo del mismo Alejandro. En la primera mitad del siglo XIII, Eudes Rigaud,
más tarde Arzobispo de Ruán, Guillermo de Meliton, y nalmente San Buenaventura fueron
las lumbreras de la cátedra de que los Franciscanos eran titulares en la Universidad de
París (Merino, 1993, p. 24); aquí también estuvo Roger Bacon, aunque él estuvo más ligado
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a Oxford. A la Universidad de París arribará el dominico Santo Tomás de Aquino, teniendo
cátedra paralela con San Buenaventura.
En síntesis, los lósofos franciscanos poseen un “horizonte mental que los distingue de otras
escuelas” (Merino, 1993, p. XXVII). Lo fundamental radica en que “una cierta ‘experiencia’
personal y comunitaria está en la base del franciscanismo. Aquí la teoría y el sistema son el
resultado de una vivencia y de una praxis condicionante del pensamiento” (Merino, 1993, p.
XXVII).
En el próximo punto se expondrá el pensamiento de los principales lósofos franciscanos
europeos -quienes estuvieron ligados a las dos principales escuelas ya mencionadas, Oxford
(Rogerio Bacon, Beato Juan Duns Escoto y Guillermo de Ockam; surgieron en aquí, pero
también se desarrollaron en París) y París (Alejandro de Hales y San Buenaventura).
Pensamiento de los Principales Filósofos Franciscanos.
Tal como se indicó en el punto anterior, hay dos hechos relevantes en los principales
lósofos franciscanos: (i) Su participación activa en la gestación de la ciencia moderna y
(ii) en una nueva forma de asumir la escolástica, combinando la losofía aristotélica con la
agustiniana.
Participación en la gestación de la ciencia moderna.
Roger Bacon
Filósofo que nace en el suroeste de Inglaterra entre 1210; 1220 (Crowley, 1950, p. 21) y
muere en Oxford en 1292 (Directorio Franciscano: Enciclopedia Franciscana), es el primer
y más importante franciscano en este aspecto; se le conoce como el Doctor Mirabilis por
la importancia de su aporte al pensamiento y la cultura. Finalizado sus estudios en París
-que había iniciado en Oxford-, ingresa como profesor, conociendo al franciscano Alejandro
de Hales y al dominico Alberto Magno, con quienes discrepa abiertamente y critica
sus planteamientos. Su postura se basa en que no es aceptable seguir ciegamente los
planteamientos de autoridades anteriores o teólogos que no incorporaran un conocimiento
nuevo a sus reexiones teológicas y menos las relacionaran con la losofía y las ciencias;
piensa que ello debe incorporarse al plan de estudios universitario. Es en este lugar que,
durante su estada, escribe sobre gramática, física, lógica y metafísica (Merino, 1993, p.
130). Otorga una mayor preferencia a las ciencias -denominadas cuadrivio- que a las letras
-conocidas como trivio-.
Regresa a Oxford en donde entre 1247 y 1250 toma contacto con Robert Grosseteste y su
grupo, lo cual lo lleva a tener una visión cultural más amplia, estudiando la naturaleza y
el desarrollo de la técnica. Estas incursiones más las que ya poseía de la cultura griega, a
través de los árabes, lo condujo a señalar el método cientíco para acceder a la realidad,
conocido como el empirismo, lo cual puso en jaque a la escolástica tradicional. Por lo
mismo, se le conoce como cientíco, lósofo y teólogo. Estando aquí solicita libros bastante
caros, pues debían copiarse a mano, y también diversos instrumentos. Ingresa a la Orden
Franciscana, probablemente en el convento de Oxford, entre 1253 y 1257 (Merino, 1993,
p. 125).
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Desde 1256 Bacon inicia un período difícil en su vida, pues sufre restricciones de sus
superiores para escribir, ya que sus incursiones en la ciencia lo ponen en situación difícil
para su tiempo. Además, se mantiene siempre el a sus ideas y ataca a quienes están en
desacuerdo con sus posiciones, aunque fueran franciscanos; por ello, el nuevo director
del trabajo intelectual de la Orden que asume ese año, Richard de Cornwall, y con el cual
había tenido serias disputas, lo envía por 10 años a un Monasterio en Francia en donde su
único medio de comunicación es la escritura. Hay personas que opinan que en realidad
Bacon es encarcelado por Jerónimo de Ascoli, Ministro General de su Orden (Fraile, 1966,
p. 764) en 1278 en Ancona -Italia- por difundir la Alquimia, algo prohibido en la época; sin
embargo, hay discrepancias al respecto, pues si ello hubiera ocurrido, fue más bien por su
posición radical a favor de la pobreza, de acuerdo al verdadero espíritu del fundador de los
franciscanos (Directorio Franciscano, 2014)
Este destacado pensador franciscano vive intensamente las angustias y esperanzas de su
tiempo. Por lo mismo, Merino lo describe como
“un intelectual apasionado y comprometido con su época, de la que hace una
descripción apocalíptica. Vio, oyó, observó, comparó y criticó la sociedad, la Iglesia
y la universidad, y propuso una alternativa cultural articulada y fundamentada en
una teoría sinóptica de los diversos saberes. Los juicios severos y cáusticos que hace
de casi toda la cultura y los maestros de su tiempo están motivados por el amor a la
Iglesia y a la sociedad” (Merino, 2014, p. 525).
La práctica cientíca que adquiere Bacon en su formación lo lleva a tomar conciencia de
los errores existentes en el debate académico de ese entonces. Ningún profesor aprende
griego para leer directamente a Aristóteles o las Sagradas Escrituras; de allí que se nutren
sólo de malas traducciones. Eso molesta fuertemente a Bacon; según él, la ciencia física
no se desarrollaba por experimentos, sino que por argumentos basados en la tradición.
De esta forma, Bacon se margina de la rutina escolástica y se transforma en un estudioso
de las lenguas y la investigación experimental; por lo mismo, realiza varios experimentos,
entre ellos, los de óptica (Caiceo, 2014, p. 33). Resulta muy importante subrayar que Roger
Bacon se adelanta 300 años al planteamiento que hará Francis Bacon, también inglés,
en su obra Novum Organum o Indicaciones Relativas a la Interpretación de la Naturaleza,
publicada en 1620; aquí plantea la necesidad de poner en práctica el método empírico para
desarrollar la ciencia; consagra denitivamente el método inductivo, es decir, partir de los
hechos presentes o descubiertos en la realidad, para encontrar los principios o leyes. Este
nuevo método, propio de la ciencia moderna contrasta con el método deductivo, propio de
la losofía clásica, especialmente utilizado por Aristóteles (Caiceo, 2013, p. 11). El propio
Francis Bacon y el alemán Johannes Kepler, contemporáneo suyo, realizan, al igual que
Roger Bacon experimentos sobre óptica. ¿En qué medida inuyó Roger en estos cientícos
modernos? Posiblemente leyeron los textos de la Summa Scientiarum de Roger y tomaron
conciencia de sus esfuerzos de tres siglos antes por instaurar la ciencia y ello los motivó
más en el desarrollo de la misma. La preocupación cientíca de Roger Bacon se percibe
claramente en esta frase: “la matemática es la puerta y la llave de toda ciencia” y en especial
para la teología (Fraile, 1966, p. 762). “Sin la matemática no es posible entender la gramática
y la lógica” Opus Maius IV (p. 99-100) (citado por Fraile, 1966, p. 766).
El mismo Bacon relata en su Opus Tertium el cambio cultural que le signica el encuentro
con Grosseteste:
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“Durante veinte años, en los que me he aplicado especialmente al estudio de la
sabiduría, he despreciado el modo común de pensar y he gastado más de 2.000
libras en adquirir obras secretas para hacer experiencia directa de las cosas más
diversas, para aprender las lenguas, para procurarme instrumentos cientícos,
tablas astronómicas y otras cosas, como asimismo para lograr la amistad de los
sabios, para instruir a los colaboradores en el conocimiento de las lenguas, en
las guras geométricas, en los cálculos aritméticos, en el uso de las tablas, de los
instrumentos y de muchas cosas más” (Citado por Merino, 1993, p. 108).
Roger Bacon elabora un proyecto acerca de todo el saber humano que lo escribiría como
Summa Scientiarum; lo anterior lo puso en conocimiento del Cardenal Guy le Gros de
Folques, quien se interesó por ello y le solicitó que escribiese la obra completa. El pensador
inglés estaba restringido por una regla de la orden franciscana que le prohibía publicar
trabajos sin un permiso especial, por lo cual duda inicialmente de comenzar tamaño
trabajo. Sin embargo, el Cardenal se convierte en el Papa Clemente IV e insistió con Bacon
que ignorase tal prohibición y que escribiera el libro en secreto. De esta forma. Comienza
escribiendo el primer volumen con el nombre de Opus Maius (1266/1268), el cual es un
tratado sobre las ciencias de la época: Gramática, Lógica, Matemáticas, Física y Filosofía;
se lo envía al Papa en 1267. Luego prosigue con el segundo volumen, al cual denomina
Opus Minus (1267), también conocido como Opus Secundum, que contienen un resumen
de los principales planteamientos de la obra anterior. Finalmente, en 1268 envía el tercer
volumen con el nombre de Opus Tertium (1267/1268). El Papa muere y no alcanza a
conocer la obra que él había instado a realizar (Merino 1993, p. 530). En toda la obra se
percibe un análisis de los males del cristianismo, de la Iglesia y de la cultura y, al mismo
tiempo, propone los remedios para llegar a una aetas nova (Merino, 1993, p. 531). En los
volúmenes 2 y 3 arremete fuertemente contra algunos planteamientos de Alejandro de
Hales; seguramente ello se funda en que Alejandro se basa en traducciones aristotélicas de
los árabes y en que acepta la deducción como método exclusivo para desarrollar el saber.
La misma crítica al método aristotélico harán tres siglos después los padres de la ciencia
moderna, especialmente Francis Bacon y Johannes Kepler, mencionados anteriormente.
Estas críticas signican que Roger Bacon sea recibido en París con aplausos, como si fuera
un personaje de la talla de Aristóteles, Averroes o Avicena (Caiceo, 2014, p. 34).
En 1292, año de su muerte, se publica su última obra: Compendium studii theologiae, obra
interesante porque en ella vincula sus primeras investigaciones sobre lógica y teoría de los
signos con su idea unitaria del saber losóco-teológico.
Su posición losóca se acerca más a la de Avicena; él mismo señala que “Avicena fue
mayor que Averroes y el principal intérprete de Aristóteles” Opus Tertium, (citado por Fraile,
1966, p. 767).
Para Bacon hay tres fuentes de conocimiento: la autoridad, la razón y la experiencia, siendo
la tercera la fundamental, ya que la autoridad por sí misma no basta y la razón requiere
de la experiencia. Existe una experiencia externa, la cual proviene de los sentidos, y una
experiencia interna, derivadas de las inspiraciones divinas; es decir, el iluminismo está
presente en este pensador (Fraile, 1966, p. 769). ¿Será esto último inuencia platónica o
agustiniana?
En opinión de Étienne Gilson, gran estudioso de la Filosofía de la Edad Media, lo sorprendente
de Roger Bacon, más que su doctrina es
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“ese espíritu que lo anima, que le conere su interés y le asegura un puesto permanente
en la historia de las ideas. Si se piensa en las condiciones miserables en las que R.
Bacon vivió, en las incontables dicultades, de las que él mismo se lamentó sin cesar,
porque le impidieron escribir, uno queda atónito ante ese genio desdichado que solo en
el siglo XIII, y tal vez hasta Augusto Comte, soñó una síntesis total del saber cientíco,
losóco y religioso para conseguir la unidad de la sociedad universal de todo el género
humano” (Gilson, 1947, p. 482).
Otero y Gibert (2014, p. 28) sostienen sobre Roger Bacon:
“Filósofo inglés, una curiosa mezcla de persona interesada en la alquimia y la magia
y, al mismo tiempo, en las matemáticas y los métodos experimentales. Defendió la
relevancia de estos últimos para el mejoramiento del conocimiento humano, al que
concibió como un medio para la instauración de una república cristiana”.
Guillermo de Ockham.
Según algunas fuentes es natural de Ockham, al sur de Londres; nace entre 1280 y 1288,
aunque se señala explícitamente el año 1285 o el 1295 en Fraile (1996, p. 780); muere en
Munich en 1349. Por su trayectoria existencial se le conoce como el Doctor Invincibilis, el
Venerabilis Inceptor o el Doctor Singular (López, 2012: 265). Ingresa muy joven a la Orden
Franciscana y estudia, primero en el Convento de Londres y, luego en Oxford, obteniendo el
grado de Bachiller, según algunos o el de Maestro, según otros entre los años 1616 a 1620;
ejerce como lector de las Sentencias de Pedro Lombardo en Oxford; enseña en París hasta
1323, año en que es acusado de herejía y es citado a la Corte Ponticia en Aviñón; otros,
arman que solo estudia en Oxford y París y se dedica a escribir sus textos más polémicos
por los cuales es juzgado y por los cuales se le recuerda en el plano teológico y losóco; sin
embargo, todos coinciden en que fue discípulo del Beato Juan Duns Escoto.
El Canciller de la Universidad de Oxford, Juan Luterell, realiza las acusaciones en contra
de Fray Guillermo; el Papa Juan XXII nombra una Comisión de seis teólogos para examinar
los escritos del fraile franciscano: el propio acusador, dos Obispos de la Orden de Ermitaños
de San Agustín, dos dominicos y Durando de Saint Pourçain, quienes entre 1324 y 1328
examinan las 51 proposiciones extractadas de sus comentarios a las Sentencias de Pedro
Lombardo; Ockham mantiene su postura y nalmente el Papa no lo condena sino que
solo lo censura; para reconciliarse escribe su obra De Sacramento Altaris con elementos
de ortodoxia (Fraile, 1996, p. 785). Existen otros desencuentros entre los franciscanos
denominados conventuales y los espirituales acerca de la pobreza, por una parte, y entre el
Emperador Luis IV y el Papa Juan XXII, por otra. Frente a estos acontecimientos, Guillermo
de Ockham, molesto por su retención en Aviñón, apoya la posición de su Ministro Superior
y de Luis IV. Junto a su Superior y a Bonagrazia de Bérgamo, Francisco de Ascoli y Enrique
Thalheim redactan en mayo de 1328 un documento en contra del Papa; a continuación
huyen, primero a Italia y luego a Alemania (Baviera). Esta situación signica la excomunión,
en 1327, del Superior Franciscano y sus tres acompañantes. El centro de la controversia
franciscana y el papado es la discusión sobre la verdadera pobreza apostólica. Ockham,
por su parte, lo que busca es limitar el poder extralimitado del Papado y circunscribirlo a
la realidad evangélica (López, 2012, p. 270). Muerto el Papa, la lucha prosigue en contra
de Benedicto XII; sin embargo los rebeldes van muriendo y solo queda vivo Fray Guillermo,
quien remite el sello de la Orden -dejado a él en custodia por Fray Miguel- al Capítulo
General de Verona en 1348, para que se entregara al nuevo General, Fray Guillermo
Farinier, gesto que es tomado como una cesación de la lucha y, en cierta forma, sumisión a
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la nueva autoridad de su Orden (Fraile, 1996, p. 786). Fue rehabilitado póstumamente por
la Iglesia ocial en 1359.
Los escritos anteriores a su permanencia en Aviñón son de corte teológico-losóco; en
cambio, los posteriores, son de orden losóco-político, por su insistencia en la separación
de poderes.
Las obras losócas y teológicas de Ockham han sido publicadas en una edición crítica
latina en 17 tomos correspondientes a dos series: Obras teológicas (10 tomos) y obras
losócas (7 tomos) por profesores del Franciscan Institute, vinculado a la Universidad de San
Buenaventura de Nueva York entre 1967 y 1988 con el título genérico: Opera Philosophica
et Theologica ad dem codicum manuscriptorum editado por el Instituto Franciscano de la
Universidad de San Buenaventura de Nueva York. La mayoría de sus obras polémicas han
sido publicadas por un equipo dirigido por Offer entre 1956 y 1997. Este trabajo se ha
desarrollado fundamentalmente en Inglaterra (Caiceo, 2014, p. 56).
El pensamiento de Guillermo de Ockham supone un giro del pensamiento escolástico: es
casi una disolución del mismo; es considerado el último gran lósofo de la Edad Media y el
más grande nominalista de la historia; junto a su hermano de la Orden, Beato Juan Duns
Escoto, son considerados “los dos metafísicos más profundos que jamás vivieron” (Pierce,
1869 en Caiceo, (2014, p 56) , los cuales ponen n a una etapa de la losofía cristiana,
encabezada por las síntesis agustiniana de San Buenaventura y la aristotélica de Santo
Tomás e inician una nueva: separación entre la razón y la fe, entre la losofía, que gana
independencia, y la teología; son considerados lósofos relevantes del medievo, junto a
Agustín de Hipona, Alberto Magno, Tomás de Aquino, Buenaventura de Fidanza, Nicolás de
Cusa y Giordano Bruno (Gilson, 1947, p. 128) ; (Fraile, 1996, p. 788). Ockham es mucho
más radical y para él no se puede demostrar racionalmente ni la existencia de Dios ni los
atributos divinos; estos problemas quedan para el ámbito de la revelación, propio de la
Teología.
Fray Guillermo, principal nominalista de la historia, es considerado por algunos como
el padre de la epistemología y de la losofía moderna, en consideración a su estricta
argumentación de que solo los individuos existen, más que los universales -los cuales son
esencias o formas supra individuales-, y que los universales son producto de la abstracción
de individuos por parte de la mente humana y no tienen existencia fuera de ella. Ockham
es considerado por algunos especialistas como un defensor del conceptualismo más que del
nominalismo, ya que mientras los nominalistas sostienen que los universales son meros
nombres, es decir, palabras más que realidades existentes, los conceptualistas sostienen
que son conceptos mentales, es decir, los nombres son nombres de conceptos, que sí
existen, aunque sólo en la mente (Fraile, 1966, p. 790).
La conanza puesta por Guillermo de Ockham en la experiencia directa (conocimiento
intuitivo) y la negación de la existencia de los universales suponen un precedente de lo
que más tarde va a constituir el denominado empirismo moderno inglés. Su postura es
continuación de la corriente iniciada en Oxford por Roberto Grosseteste y seguida por
Roger Bacon. El empirismo cientíco lo recoge e inicia a nes del siglo XVI el también inglés
Francis Bacon y en el plano losóco lo fundamenta en el siglo siguiente el también inglés
John Locke (Rábade, 1996, p. 150). Esta posición centrada en el conocimiento de la realidad
por la intuición, valorando la experiencia, hace que por ese camino losóco, Ockham “se
convierte en el precursor de la investigación naturalista propia del Renacimiento” (López,
2012, p. 265).
PRESENCIA FRANCISCANA EN LAS UNIVERSIDADES DURANTE LOS SIGLOS XIII Y XIV.
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En relación a su posición sobre el conocimiento se señala:
“Defendió la inducción sobre la base de sostener el conocimiento intuitivo -percepción
de cosas individuales a través de los sentidos- y de respaldar el principio de
economía. Pero en franca oposición a las de Grosseteste y Duns Escoto, y en general
a la inuencia aristotélica, mantuvo una actitud escéptica frente a la posibilidad de
conocer las conexiones causales particulares. Sostuvo que las relaciones entre las
cosas no tenían realidad objetiva, sino que eran conceptos formados por la mente. En
consecuencia, las explicaciones de la losofía natural no podían ser necesarias sino
probables. Debió comparecer ante una Comisión Papal por sus enseñanzas, algunas
consideradas heréticas” (Otero y Gibert, 2014, p. 183-184).
En el ámbito de la lógica, Ockham trabaja en dirección a lo que más tarde se llamaría Leyes
de De Morgan y lógica ternaria, es decir, un sistema lógico con tres valores de verdad,
concepto que sería retomado en la lógica matemática de los siglos XIX y XX (López, 2012,
p. 270).
Por su defensa de la libertad de conciencia en su postura frente al Papado, se arma que
Lutero lo toma como su maestro (López, 2012, p. 265). Por otra parte, la posición de Fray
Guillermo se liga con el laicismo, es decir, el rol que deben tener los laicos en la Iglesia,
situación que se consolida denitivamente sólo en el Concilio Vaticano II (1962-1965).
Ockham plantea que un gobernante aunque sea coronado por una autoridad eclesiástica
(Papa u Obispo), éste no tiene derecho a deponerlo; declara que los clérigos deben ser eles
con los laicos y el derecho de ellos de resistir a la hostilidad clerical (Ockham, 1992: 189 y
ss.).
Los Franciscanos y una nueva forma de asumir la escolástica.
• Alejandro de Hales.
Nace en la actual Owen (ex Hales) en Inglaterra, probablemente en 1185 o 1186; muere en
París el 21 de agosto de 1245 (AA, 1907: 235), víctima de una grave enfermedad, después
de haber participado en el Concilio de Lyon realizado ese mismo año (Merino, 1993: 590).
En 1231 ingresa a la Orden Franciscana en París, compatibilizando su rol de fraile, profesor
de la Facultad y del curso en el Convento.
Sus principales obras son tres: La principal, encomendada por Inocencio IV fue la Summa
Theologiae o Summa Universae Theologiae; quedó sin nalizar y la completaron alumnos
de Alejandro después de su muerte. De ella existen varias publicaciones: Venecia, 1475
y 1576; Nuremberg, 1481 y 1502; Pavía, 1481; Colonia, 1622. Sus otras dos obras
son: Glossa in quatuor libros Sententiarum Petri Lombardi y las Quaestiones disputatae
antequam esset frater. La primera obra la inició a pedido de Inocencio IV -tal como se indicó
precedentemente- y aprobada nalmente por Alejandro IV, después de ser sometida a juicio
de un grupo de setenta teólogos, quienes la encontraron excelente y la juzgaron como un
texto modelo para todos los maestros de teología. Por este escrito se le conoce como el
Doctor Irrefragabilis (Merino, 1993, p. 555).
Su pensamiento fundamental se encuentra en su primera obra y su importancia para
la historia de la teología y de la losofía radica en haber sido el primero en intentar una
exposición sistemática de la doctrina católica, después de que las obras metafísicas y físicas
de Aristóteles se habían dado a conocer a los maestros (AA, 1907, p. 248). Para desarrollar
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su obra utiliza el método propio de la escolástica, denominado disputatio o disputa: Cada
punto que desarrolla lo denomina artículo, frente al cual coloca las objeciones existentes;
luego indica las tesis con pruebas bíblicas, de la patrística y juiciosas con antecedentes
de poetas y lósofos griegos, latinos y musulmanes, y teólogos posteriores; naliza con
la resolución, entregando respuesta a las objeciones indicadas primeramente. La Summa
está dividida en cuatro partes: la primera trata de Dios y sus atributos; la segunda, de
las criaturas y el pecado; la tercera de Cristo, la salvación y la expiación; la cuarta, de los
sacramentos (AA., 1907, p. 250).
Según The Catholic Encyclopedia (1907, p. 253), Alejandro de Hales cita en cada Quaestio
(Cuestión o Pregunta) a Aristóteles; también a los comentadores árabes del mismo,
especialmente a Avicena, preparando, de esta forma, el camino para que San Alberto, Santo
Tomás, San Buenaventura y Duns Escoto conocieran bien al estagirita y fuera llamado por
ellos como el Filósofo. Sin embargo, existen otros comentarios en torno a que su mayor
inspiración fue la losofía agustiniana (Merino, 1993, p. 557). Independientemente de esta
discusión, lo importante es que Alejandro de Hales fue uno de los principales exponentes
de la escolástica medieval; que con San Buenaventura serán los mayores representantes de
la Escuela de París de la Orden Franciscana y de la universidad del mismo nombre durante
el siglo XIII; y que el mayor exponente dominico de ese siglo y gran defensor de Aristóteles
-por algo se le conoce como el cristianizador del Filósofo-, Santo Tomás de Aquino, tuvo
como referente para su Summa Theologiae la Summa Universae Theologiae del “Doctor
Irrefragabilis”; más aún, según Juan Gerson (1987, p. 12), cuando alguien le preguntó a
Santo Tomás cuál era la mejor manera de estudiar teología, replicó que era la de seguir a
un Maestro, reriéndose a Alejandro de Hales.
En cuanto a la losofía de Alejandro, su temática es amplia y abarca temas sobre la
contingencia del mundo, la teoría hilemórca, la teoría del conocimiento, la antropología y
sobre la existencia y esencia de Dios.
En relación a la contingencia del mundo se aparta de la postura aristotélica que armaba
la eternidad del mismo; en ello sigue a los planteamientos de Grosseteste, académico de
Oxford. Hales arma que la eternidad es una categoría divina y una propiedad propia de
Dios. “Por lo tanto, ningún ser, fuera de Él, puede ser eterno. Ni el mundo en cuanto tal ni las
cosas particulares pueden gozar de esa categoría eterna” (Merino, 1993, p. 14).
Respecto a la teoría hilemórca asume y deende el planteamiento de Aristóteles. Esta
teoría arma que la esencia de todo ser consta de materia y forma. La materia es de lo que
está constituida la esencia de un ser y la forma es cómo se determina tal materia. Una silla,
por ejemplo consta de madera y erro, pero quien determina que esa madera y ese erro sea
silla es su forma; en el caso del hombre, la materia es su cuerpo y la forma es su espíritu
(Caiceo, 1992, p. 25). A su vez, esta composición o estructura del ser se complementa con
otra, la de acto y potencia; por la primera un ser es algo en acto (los estudiantes de este
colegio son alumnos e hijos) y algo más en potencia (el mismo alumno en potencia es padre,
madre, profesional) (Caiceo, 1992, p. 26). En el fondo todos los seres constan de partes y
ellas tienen sentido por el todo.
Para comprender la teoría del conocimiento, Hales aplica las estructuras del ser ya
señaladas, materia y forma y acto y potencia. Por lo mismo, distingue en el espíritu humano
(en su forma) una actividad y una pasividad; el entendimiento agente es lo primero; y el
entendimiento posible es lo segundo. Ambas partes son dos diferencias en el alma racional
(la humana) para llevar a cabo el proceso del conocimiento. Textualmente, Hales señala:
PRESENCIA FRANCISCANA EN LAS UNIVERSIDADES DURANTE LOS SIGLOS XIII Y XIV.
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“El entendimiento agente y el entendimiento posible son dos diferencias en el alma
racional; de lo cual la una, es decir, el entendimiento agente, está de la parte de la
forma del alma misma, en cuanto espíritu; y la otra, es decir, el posible, está de parte
de la materia, con la que es ente en potencia respecto a los cognoscibles que se hacen
en esa parte” (Hales, 1924-1948, p. 452).
Respecto al problema de los Universales, tan común en la Escolástica,
“Alejandro asume la posición de un metafísico y de un psicólogo, alcanzando así una
conclusión, a la cual sus precursores del siglo XII nunca hubieran podido alcanzar, al
argumentar la pregunta únicamente desde el punto de vista dialéctico; él enseñó que
los Universales existieron ‘ante rem’ (antes de que la cosa o ser exista), en la mente de
Dios, y también ‘in re’ (en la cosa o ser mismo), como formas o esencias del intelecto
activo abstracto. Esta es la conclusión del Realismo Moderado” (AA, 1907, p. 260).
Su planteamiento sobre el hombre está basado también sobre la teoría hilemórca
aristotélica, armando que es un compuesto de cuerpo (materia) y alma racional (forma);
sin embargo, la interpretación y explicación de esta unión de cuerpo y alma racional la
realiza en perspectiva agustiniana; textualmente señala:
“El alma racional se une a su cuerpo como el motor movible y como la perfección formal a
la realidad que perfecciona” (Hales, 1924-1948) … “El alma tiene con el cuerpo la misma
relación que el marinero tiene con la nave. Pero el marinero, según la substancia, se
distingue de la nave, pues mueve la nave y (ella) sólo accidentalmente se mueve; por lo
tanto, el alma es substancia distinta del cuerpo”
( p. 420).
El alma racional posee tres facultades que son la intelectiva, la sensitiva y la vegetativa, a
juicio de Alejandro, prosiguiendo la postura agustiniana al respecto. Prueba, a su vez, la
inmortalidad de la misma con diversos argumentos; uno de ellos y el primero está basado
en el deseo de felicidad que tiene todo espíritu: Señala: Dado que el alma, por su propia
naturaleza, aspira a la felicidad, en su misma naturaleza será inmortal. Este argumento está
tomado de la causa nal” (Hales, 1960, p. 558).
Uno de los aspectos fundamentales del hombre es su libre arbitrio. Para Alejandro, el arbitrio
está identicado con la razón y lo libre con la voluntad. El hombre por la razón tiende a la
verdad y por la voluntad tiende al bien, pero en la medida que se mencione el libre arbitrio,
toca a ambos aspectos a la vez (Merino, 1993, p. 360).
Para este pensador franciscano, el hombre es imagen de Dios, como indica la Biblia en el
Génesis, no sólo por su alma racional, sino que también por su composición de cuerpo
y alma, de acuerdo al modelo de la encarnación en la que Cristo asumió la naturaleza
humana; por lo mismo, el cuerpo participa de la prerrogativa de imagen de Dios en cuanto
está unido al alma. De esta forma, este autor está contra las tesis difundidas en el siglo XII,
en el sentido que sólo el espíritu es imagen de Dios; ello no es así, según Alejandro, porque
el cuerpo también es manifestación del amor de Dios (Merino, 199, p. 362).
Sin embargo, su preocupación principal se centra en la Teodicea. Sus planteamientos
teológicos son muy similares a los de San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino. En
efecto, su tesis inicial, al preguntarse si Dios es cognoscible, sostiene que la mente humana
puede saber quién es Él, pero no comprender cómo es Él. Siguiendo su método parecido a
la disputa medieval, al enumerar las pruebas de la existencia de Dios, señala el argumento
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de San Agustín de la necesidad de una verdad absoluta; el argumento ontológico de San
Anselmo; el argumento de Hugo de San Víctor del conocimiento y el argumento aristotélico
de la causalidad . Planteó que Dios es la causa eciente “y la causa nal de todas las cosas,
que Él es el creador y el Preservador de todas las cosas, que Él es la pura Realidad (Actus
Purus)” (AA, 1907, p. 263); concluye en forma muy optimista que todos los hombres,
buenos o malos, pueden llegar a conocer la existencia de Dios.
San Buenaventura.
El nombre civil de este importante lósofo franciscano es Juan de Fidanza. Nace en
Bagnoreggio, una pequeña ciudad cerca de Viterbo en Italia -zona de la Toscana-, según
algunos en 1218 (Merino, 1993, p. 401) y otros en 1221 (Meseguer, 1959, p. 122). Fallece
mientras estaba como Padre Conciliar en su calidad de Superior de la Orden Franciscana
durante el Segundo Concilio Ecuménico de Lyon el 15 de julio de 1274. En 1243 ingresa a la
Orden Franciscana, motivado por la sencillez evangélica de la misma y por la preocupación
por el saber que la institución demuestra en sus centros universitarios. Sus estudios de
Teología los naliza en la Universidad de París, principal centro académico de la época; sus
maestros más importantes son Fray Alejandro de Hales -a quien admira y lo llama “maestro
y padre de feliz memoria” (Merino, 1993, p. 30) y el dominico Alberto Magno; uno de sus
compañeros y, pronto colegas, es Tomás de Aquino.
El 2 de febrero de 1257 es elegido por la Orden reunida en Capítulo en Roma como el
séptimo Ministro General, sucesor de Francisco de Asís. La institución religiosa estaba
tensionada entre los severos inexibles, denominados los espirituales, y los que solicitaban
que las reglas se mitigaran. Gran trabajo le toca, por lo tanto al nuevo Ministro General:
Adapta las reglas en el Capítulo de 1260 que se lleva a cabo en Narbona. Se le conoce como
el Seráco Doctor.
Aunque dedicado exclusivamente a su vida académica -combinada, por cierto, con sus
deberes religiosos-, debido a su cargo, no está más de 10 años, su producción losóco-
teológica es fecunda y, además, profunda. Posee muchas obras: Según Merino & Martínez
(2004, p. 255) existen siete publicaciones sobre las Obras Completas del Doctor Seráco,
comenzando por la primera en Roma en 7 volúmenes entre 1588 y 1599; la última es la
de la Biblioteca de Autores Cristianos -B.A.C.- en Madrid en 6 volúmenes desde 1945 en
adelante.
El pensamiento de San Buenaventura surge de la síntesis entre escuchar, reexionar
y transmitir; usa la razón, pero también el corazón; es un místico que con la losofía
pretende que el hombre se acerque a Dios, lo descubra. Para transmitir ese mensaje,
que ha meditado, reexionado e interiorizado, busca el lenguaje retórico más adecuado
para convencer, para poder entregar su sabiduría. En este sentido, se inspira más en San
Agustín que en Aristóteles, pues la losofía y la razón son los elementos que ayudan al
alma humana para conducirla hacia Dios. Textualmente señala: “Algunos (los Predicadores)
consideran de manera principal la especulación ‘cuyo nombre también aceptaron’ y después
la unión (del alma con Dios). Y otros (los Menores) consideran de manera principal la unión y
después la especulación” (San Buenaventura, 1251 en Fraile, 1996, p. 724). No busca en la
losofía y las ciencias un aspecto puramente intelectual o un n en sí mismo, “sino que son
un medio para elevar el alma a la contemplación, a la unión y al amor de Dios” (Fraile, 1996,
p. 724). También encuentra aspectos propios de la losofía platónica y aristotélica que
los une en una síntesis con San Agustín; indica: “Así también, se ve que entre los lósofos
se da lo que Platón denomina discurso de sabiduría y Aristóteles verdadero discurso de la
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ciencia… Pero de ambos, según San Agustín, brota el discurso de la sabiduría y de la ciencia,
iluminado por el Espíritu Santo” (San Buenaventura, Sermones selecti, (citado por Fraile,
1996, p. 724/725).
Para Buenaventura la Filosofía busca descubrir, aclarar y exponer la verdad. La dene
textualmente: “La ciencia losóca no es otra cosa que el conocimiento cierto de la verdad en
cuanto objeto de investigación” (San Buenaventura, 1268: col. 4, n. 5). Respecto al objeto de
la Filosofía, indica: “La losofía trata de las cosas como existen en la naturaleza o en el alma
por el conocimiento dado naturalmente o también adquirido” (San Buenaventura, 1993) Sin
embargo, lo más relevante es señalar el objeto formal de la Filosofía:
“La tercera luz, que ilumina en la investigación de las verdades inteligibles, es la luz
del conocimiento losóco, que se llama interior porque inquiere las causas íntimas y
ocultas de las cosas, lo que realiza a través de los primeros principios de las ciencias y de
la verdad natural impresos en el hombre por la misma naturaleza” (San Buenaventura,
1993).
Beato Juan Duns Escoto.
Nace entre el 1265 o 1566 (Merino, 2007, p. 60) en Duns, pequeña ciudad escocesa situada
en el Condado de Berwick, al sureste de Escocia (Directorio Franciscano, 2014) . Al cumplir
15 años (1280) ingresa al noviciado de la orden franciscana, gracias a la intervención de
su tío franciscano Elías Duns, en el Convento de Dumfries, en donde este pariente es el
Custodio de Escocia. Sus estudios superiores los realiza en Oxford, Cambridge y París
(Fraile, 1966, p. 805). Se le conoce como el Doctor Sutil.
Por la reputación como maestro, Escoto recibe el título de Doctor en 1305. Enseña en París
como maestro regente entre 1306 y 1307. A nales de 1307 es trasladado a Colonia como
Lector principales, ciudad en la que muere muy joven el 8 de noviembre de 1308 (Merino,
2007, p. 75). Está enterrado en la Iglesia de los Hermanos Menores Conventuales de esa
ciudad alemana; en su sepultura se puede leer el siguiente epitao en latín: “Scotia me
genuit / Anglia me suscepit / Gallia me docuit / Colonia me tenet)” Merino, 2007)
Escoto impulsa el deseado diálogo con los anglicanos, en base a las antiguas tradiciones
comunes. En ese sentido, Escoto resulta una gura muy signicativa: por una parte, fue
siempre el al Magisterio eclesiástico; por otra, él es también un personaje ilustre de la
Gran Bretaña. Además, su doctrina fue materia común, durante tres siglos, en las escuelas
de aquel país (Carbajo, 2008, p. 78).
El Doctor Sutil vive una época muy compleja en cuanto a las corrientes losócas imperantes;
circulan los escritos aristotélicos traducidos por los árabes, las famosas Sentencias de
Pedro Lombardo, la posición de Santo Tomás de Aquino, la de San Buenaventura y él busca
ser el a la posición que juzgue más segura. Por lo mismo, explica tres veces el libro de
las Sententias de Pedro Lombardo; de ahí que haya tres Comentarios a las Sententias. La
primera versión la hizo en Oxford, cuya redacción lleva el nombre de Lectura. El segundo
comentario lo hizo en París, del que sus alumnos hicieron la redacción, llamado Reportata
parisiensia. El último comentario, que tiene en cuenta los anteriores, se llama Ordinatio
u Opus Oxoniense, que comenzó en Oxford y terminó en París. Esta es su obra maestra
(Merino, 2007, p. 89).
FRANCISCAN PRESENCE IN THE UNIVERSITIES DURING THE XIII AND XIV CENTURIES.
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Escoto está empeñado en construir un sistema losóco coherente con la tradición
agustiniana de los franciscanos; sin embargo, abandona la teoría agustiniana de la
iluminación, inuido por Aristóteles, quien sostiene que el conocimiento de las verdades
y esencias universales se logra por la abstracción. Sin embargo, se aleja de Santo Tomás,
seguidor de Aristóteles, en lo concerniente al conocimiento de las realidades singulares: El
entendimiento, para él, conoce directamente las realidades individuales por medio de una
intuición inmediata confusa. De esta manera, el entendimiento capta en forma abstracta lo
universal y directa e intuitivamente lo individual (Caiceo, 2013, p.14).
En cuanto a su importancia en la historia del pensamiento y de la losofía franciscana,
basta citar a Coreth (2006, p. 139) para tomar conciencia de aquello: “Juan Duns Escoto es
un pensador de especial agudeza como crítico, pero también de ideas independientes”. Por
la precisión de su lenguaje y neza del mismo cuesta seguir el hilo de su argumentación;
sus críticas van dirigidas fundamentalmente a Santo Tomás de Aquino, Egidio Romano,
Godofredo de Fontaines, Enrique de Gante e incluso contra el fraile franciscano Roger
Bacon.
Conclusiones.
Al nalizar este artículo, el autor piensa que se han cumplido los objetivos planteados en la
Introducción, al subrayar el origen de la Orden Franciscana en el siglo XIII, la cual desde
sus inicios se centró en tres principales Escuelas Filosócas (Bolonia, Oxford y París),
sobresaliendo en la última con los cinco destacados pensadores estudiados, los cuales se
caracterizaron por iniciar en el ámbito universitario el método inductivo, base de la ciencia
moderna (Bacon y Ockham) y por introducir en la escolástica una nueva posición: conciliar el
aristotelismo con el agustinismo (Alejandro de Hales, San Buenaventura y Beato Juan Duns
Escoto). Cabe resaltar que estos dos puntos señalados son muy relevantes, no sólo desde el
punto de vista de la losofía franciscana, sino que fundamentalmente desde la perspectiva
del desarrollo del pensamiento losóco -unicando las dos principales posturas de la
escolástica medieval- y originando los prolegómenos de la losofía y de la ciencia modernas.
Resulta especialmente signicativo que de los cinco destacados lósofos estudiados, cuatro
de ellos emerjan de los territorios del actual Reino Unido y uno de la actual Italia; sin
embargo, todos ellos se destacarán en París –Francia-, lugar que sobresaldrá en la cultura
de la Baja Edad Media y que se prolongará con el resurgimiento de la losofía con René
Descartes en la época Moderna.
En la investigación inicial, inuenciado por la fuerte formación aristotélico-tomista del
autor de la misma y por la sencillez y humildad de los miembros de la Orden Franciscana,
la hipótesis inicial apuntaba a una presencia discreta de los franciscanos en el desarrollo
losóco; sin embargo, los antecedentes encontrados contradicen tal planteamiento y
se puede concluir a la luz de los puntos señalados en el párrafo anterior, que la Orden
Franciscana se destacó desde sus orígenes por volver a la vivencia del Evangelio de
Jesucristo, a conciliar el pensamiento agustiniano y tomista, presentes en la Edad Media,
y a entregar las bases de la ciencia moderna. Es decir, se logró mucho más de lo esperado:
fuerte presencia e inuencia losóca, complementada por la vivencia evangélica y por los
prolegómenos de la ciencia.
Más aún, al analizar las diversas obras de los diferentes lósofos estudiados, se abre como
perspectiva pedagógica, el estudio en sus textos de las diversas disciplinas losócas
abordadas en los mismos, a saber, lógica, gnoseología, epistemología, metafísica, ética
y teodicea. Además, la investigación puede continuar descubriendo lósofos en tierras
americanas, especialmente en nuestro subcontinente y durante el período colonial.
PRESENCIA FRANCISCANA EN LAS UNIVERSIDADES DURANTE LOS SIGLOS XIII Y XIV.
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Este artículo persigue preguntarse por qué las ciencias sociales en general, y la educación comparada en particular, no han tenido el desarrollo esperado. La razón de lo anterior se encuentra en que cuando surge la ciencia moderna lo hace en torno a los problemas propios de la física (ciencia pura), la astronomía (ciencia aplicada) y la matemática (ciencia instrumental) en que se estudia el mundo natural, el cual tiene siempre un comportamiento uniforme. Copérnico, Bacon, Galileo, Kepler y Newton entre los siglos XVI y XVII así lo entendieron y lo estudiaron, desarrollando la epistemología propia de las ciencias naturales. Dilthey nos indica en Introducción a las Ciencias del Espíritu (1883) que las ciencias sociales no han tenido el desarrollo esperado porque han utilizado el modelo epistemológico propio de las ciencias naturales; por ello, propone buscar una epistemología propia para las ciencias sociales, pues el objeto de estudio son los hombres y sus relaciones, que no tienen un comportamiento uniforme. A pesar de todos los esfuerzos realizados durante el siglo pasado aún no se logra. Por lo mismo, la Educación Comparada no ha tenido el desarrollo esperado. La metodología utilizada es la propia de la filosofía -analítico-reflexiva-, considerando a sus autores en sus fuentes.Palabras Claves: Epistemología/ Ciencias Naturales/ Ciencias Sociales/ Dilthey/ Educación Comparada.
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Guillermo de Ockham fue un fraile franciscano, un teólogo y un filósofo de una enorme singularidad. Vive una época de crisis y de transición de la filosofía y la teología. Su laicismo se manif iesta en la defensa de una radical separación entre el poder religioso y el poder secular. Adscrito a la corriente filosófica del nominalismo, asestó un duro golpe al realismo metafísico de Aristóteles y Tomás de Aquino, propugnó la separación entre razón y fe, entre filosofía y teología y de esta manera minó las bases ideológicas de la iglesia de su tiempo. Fue acusado de hereje por su nominalismo, aunque él mismo condenó al papa Juan XXII como herético por su concepción de la pobreza, una concepción alejada de los principios evangélicos y sobre todo de la concepción de la orden franciscana. Defendió la separación entre iglesia y estado y negó la autoridad del Papa en asuntos seculares. Afirmaba rotundamente la libertad de conciencia y Lutero lo tuvo como maestro.
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  • J A Merino
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