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56 // CALLE14 // volumen 7, número 9 // junio - diciembre de 2012
EL ESPECTRO QUE
SOY YO1
Artículo de reflexión
1 Este texto es resultado de lecturas e influencias de Artaud, Abilio Estévez y Shakespeare, pero principalmente de retazos de mi vida,
de los cuales no puedo afirmar que ocurrieron. Solo puedo decir que, verídicos o no, me atraviesan sentimentalmente. En la Facultad de Artes
ASAB de la Universidad Distrital coordiné la electiva Cuerpo y performancia, cuyo tema central era “el espectro que soy yo”. Durante un semes-
tre nos dedicamos a reflexionar sobre estas preguntas: ¿por qué somos lo que somos?, ¿cómo incide el dolor, la alegría y el placer en nuestras
vidas?, ¿cuáles son los acontecimientos que nos marcaron como personas y artistas?
SECCIÓN CENTRAL
Carlos Araque Osorio
Universidad Distrital Francisco José de Caldas / caraqueoso@yahoo.com
Maestro en Artes escénicas de la Escuela Nacional de Arte Dramático (ENAD), Antropólogo de la Universi-
dad Nacional de Colombia, Especialista en voz escénica de la Universidad Distrital de Bogotá y de Juegos
coreográficos de la Universidad Antonio Nariño. Tesis de grado como Magister de Resolución de conflictos
y Mediación. Fundador del grupo Vendimia teatro. Docente de Planta de la Facultad de Artes-ASAB de la
Universidad Distrital donde coordina la Unidad de extensión y es el director de la Revista Calle 14. Ha publica-
do artículos en revistas nacionales e internacionales y es autor de los libros: Voces para la escena, El destino
del caminante, Ceremonial y ritual muisca, Teatro en acción propuestas pedagógicas, Teatro poshistórico o
en diferencia entre otros.
El espectro que soy yo // Carlos Araque Osorio // 57
Fotografia: Clara Angélica Contreras, 2011
RESUMEN
“El espectro que soy yo” es una mirada incompleta de mi vida en la ciudad, la universidad y el
arte, es decir, de un cúmulo de acontecimientos fraccionados que dicen muy poco de los suce-
sos, pero me permiten hacer un dibujo de lo que soy y seré. No podemos saber si lo que recorda-
mos como cierto ocurrió tal como nos llegan las imágenes mentales. Hacemos versiones y estas
pueden ser tergiversaciones. Cada vez que relatamos algo que nos pasó lo hacemos de manera
diferente, le agregamos o le quitamos. Los humanos tenemos la condición y la capacidad de
fabular con nuestra existencia. Si es imposible contar una historia enteramente veraz, no está
mal regocijarnos con la posibilidad de que cada uno haga su propia adaptación de los hechos.
PALABRAS CLAVES
Espectro, verdad, recuerdo, pensamiento, canción
THE SPECTER THAT I AM
ABSTRACT
“The Specter That I Am” is an incomplete view of my life in the city, at the university and
within art; that is, a series of fragmented events that say very little about what happened, but
allow me to draw a picture of what I am and will be. We cannot know if what we remember
as true happened exactly as the mental images retell it. We make versions and these can be
misrepresentations. Whenever we report something that happened to us we do it differently, we
add or remove elements. Human beings have the condition and ability to make up stories with
our own existence. If it is impossible to tell an entirely truthful story, it is not bad to rejoice with
the possibility that each of us can elaborate their own adaptation of the events.
KEYWORDS
Specter, truth, memory, thought, song
LE SPECTRE QUE JE SUIS
RÉSUMÉ
« Le spectre que je suis » est un regard incomplet de ma vie dans la ville, l´université et l´art,
c´est á dire, un cumul d´évènements fragmentés qui disent très peu des sucés, mais qui me
permettent de faire une esquisse de ce que je suis et serai. Nous ne pouvons pas savoir si ce
dont nous nous souvenons comme vrai s´est réellement passé comme nous le montrent les
images mentales qui nous arrivent. Nous faisons des versions et celles-ci peuvent être des
déformations. Á chaque fois que nous racontons quelque chose qui nous est arrivé, nous le
racontons de façon différente, nous rajoutons ou enlevons. Les humains avons la condition et la
capacité de fabuler avec notre existence. S´il est impossible de raconter une histoire entièrement
vraie, ce n´est pas mal de se réjouir de la possibilité que chacun fasse sa propre version des faits.
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MOTS CLÉS
Spectre, vérité, souvenir, pensée, chanson
O ESPECTRO QUE EU SOU
RESUMO
“O Espectro que Eu Sou” é uma mirada incompleta de minha vida na cidade, a universidade
e a arte, ou seja, de um cúmulo de acontecimentos fracionados que dizem muito pouco dos
sucessos, mas que me permitem fazer um desenho do que eu sou e serei. Não podemos
saber se o que lembramos como certo aconteceu tal como nos chegam as imagens mentais.
Fazemos versões e estas podem ser tergiversações. Cada vez que relatamos algo que nos
passou o fazemos de maneira diferente, adicionamos ou tiramos. Os humanos temos a condição
e a capacidade de fabular com a nossa existência. Caso seja possível contar uma história
inteiramente veraz, não está errado ficar contentes com a possibilidade de que cada um faça sua
própria adaptação dos fatos.
PALAVRAS-CHAVE
Espectro, verdade, lembrança, pensamento, canção
UAIRRA KANIM NUKA
UCHULLAIACHI
“uairra nuka kani” kamkam imasa kauaska nukapa kaugsaita kai atun puglupi, atun uasi
iachaikuskapi y rrurraikuna, nirraiam ima achka kaugsaipi ialiskakuna anchuchiskakuna i ninkuna
ashkitalla imakuna ialiskamanda, pirr sakiuaichi ningapa pim kani i pim kangapa kani. Man
pudinchichu iachangapa chi iuiaikuna sutipatach ialirrka imasam iuiaipi ialin chasa. Ninchimi
kasamka sugurra man chasa kadurr kanchu. Ima nukanchita ialiskamanda rrimanakuurra
rrimanchimi sug rrig sug rrigcha, iapachinchi u anchuchinchi. Rrunakuna iukanchimi ima
nimistiska rrurrangapa iachaikungapa nukanchipa kaugsaiua. Allikagpi ñugpamanda parrlo
parrlanga sutipata, allillatamka sug sug imapas parrlangapa imasam ialirrka allillakangapa.
RRIMANAKUI
Uairra, sutipa, iuiai, iuiai, takii
Recibido el 17 de junio de 2012
Aceptado el 20 de julio de 2012
El espectro que soy yo // Carlos Araque Osorio // 59
1. Pensamiento:1 ¿En lo que seremos?
¿Qué soy? ¿Una aparición sin identidad, un fenómeno
incompresible que no escucha y reniega de la existen-
cia? ¿Un fantasma, una sombra del pasado? Quizá todo
eso, pero por lo que hago puedo llegar a ser aquello que
imagino y deseo.
Como espectro aparezco esporádicamente en esce-
narios teatrales donde fui momia, muerto, neurótico,
cómico, juglar, desadaptado, mendigo, rey, esquizofré-
nico, perro, caballito rebelde, sombra, disfraz, carcelero,
aparición, bulto, piedra, contrabandista, bruja, cobarde
y demás. Soy parte de un grupo de enardecidos que
práctica un teatro que gusta de trucos, ilusión y lo
sobrenatural; un teatro de ficción, invención y artificio,
que es parodia, inversión de signos, imágenes incon-
gruentes, que no es la realidad, pero sí es un hecho
artístico-cultural.
Un teatro donde el personaje no tiene necesidad
alguna de afirmarse como verídico y goza de libertad
de representación. Cuanto más irreal y fantasioso, más
se parece a la realidad; por ello su capacidad inventiva
de las encarnaciones. No sé porque soy actor, director
o docente, si debería ser payaso, bufón, burletero o
matachín.
Recuerdo:2 Del diablo y otras apariciones
Siendo niño en un pueblo llamado Miraflores, un día
empezaba un gran alboroto. Mi madre cerraba puertas
1 El escrito tiene una estructura elemental: se configura en cinco
movimientos, de los cuales los cuatro primeros constan de un pensa-
miento, un recuerdo y una canción que tiene que ver directamente
con el recuerdo. El quinto movimiento es solo un pensamiento que
lleva implícita una visión actual de cómo entiendo el teatro.
2 No estoy en condiciones de afirmar si estos recuerdos son
verídicos o no, lo cierto es que pasaron por mi cabeza y me colmaron
de imágenes. Hice el ejercicio de confrontar estas remembranzas con
mis hermanos y todos creen que las cosas ocurrieron de otra manera.
y ventanas porque a partir de ese momento los filibus-
teros, chocarreros, juglares y matachines comenzaban
a aparecer. Se oía hablar del Patetarro, el Mohán, el
Hojarasquín, la Patasola, la Llorona, la Madremonte, el
Chiroso, el Bolaefuego y otros seres fantasmales, pero
sobre todo de los diablos y demonios que en compar-
sas, carrozas y cofradías descomunales, transitaban
desfachatados, borrachos y lujuriosos.
Mi madre pensaba que eso era cosa del demonio y nos
prohibía ver las cofradías, que subían, según ella, del
infierno y venían a contaminar la Tierra. Mis hermanos
y yo, todos niños, nos asustábamos y escondíamos
debajo de las camas. Eso no impedía que sintiéramos
curiosidad por ver lo que ocurría en las calles.
Lo que pasaba ante nuestros ojos era maravilloso y
desconcertante; gente corriendo por todas partes, dis-
frazados de toda índole, hombres misteriosos y mujeres
deformes, brujas, músicos, zanqueros, saltimbanquis
y personajes de otros mundos. La calle era un revuelo
de colores, risas, juegos y desparpajo. De pronto todo
entraba en un misterio casi electrizante, asomaba len-
tamente la carroza donde venía el mismísimo patas: se
trataba de un carromato tirado por bueyes con un trono
en el centro y sobre él un diablo regordete y bona-
chón bebiendo de un calabazo gigantesco que llevaba
colgado en el asta de una bandera-estandarte con un
signo incomprensible y, a su alrededor, varios demonios
de diversas edades bailaban, cantaban, reían, bebían y
molestaban insinuantes a las mujeres que curiosamente
coqueteaban sin ninguna especie de tapujo. Este era
el mundo que mamá nos prohibía ver y que nosotros,
arriesgándonos a una golpiza, observábamos entre
asustados y maravillados.
Hecho curioso era que nadie sabía quiénes eran los
matachines que ponían patas arriba el orden. Siempre
llegaban de manera misteriosa e igualmente desapare-
cían. Bueno, y ¿mi papá qué película jugaba en esto?
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Cuando esos extraños sucesos acaecían, nunca estaba
en casa y emergía al amanecer enguayabado.
No sé si por suerte o por desgracia un día, al escon-
derme debajo de la cama de mis padres, encontré una
extraña bolsa, me puse a curiosear y, ¡oh sorpresa!,
descubrí que contenía un disfraz de diablo con cuernos,
cola y tridente, es decir la vestimenta del diablo mayor.
¿Cómo llegaron estos implementos allí? Era necesario
averiguarlo; no tuve que esperar mucho, pues mi padre
entró en ese momento a la habitación y me pilló con la
bolsa en las manos.
Con cara de niño asustado le pregunté si él era, no uno
de los diablillos a los que mamá tanto temía, sino el
diablo mayor, es decir, el “putas de Aguadas”. No tuvo
otra que explicarme que no eran personajes venidos del
infierno, sino gente que se disfrazada para divertirse
a costa de los demás. Yo, que por ese entonces ya era
arriesgado, le dije que me llevara, que había visto en las
comparsas diablitos y brujitos, que uno de más no le
haría mal a nadie. Él, que siempre actuó sin medir con-
secuencias, me sacó de la casa, consiguió unos chiros y
me llevó a recorrer por primera vez las calles como otro
que no era yo, pero que era yo, ¿entienden?
Claro, nada me salvó de la tunda que me propinó mi
madrecita cuando regresé a casa en brazos de papá,
agotado y molido por la saltadera y bailadera de aquella
noche de espantos, brujas, matachines y demonios.
Otro hecho curioso, por esa época, lo propició que en
aquel pueblo había un teatro abandonado que servía
para divertir a los empleados de cierta fábrica. Los
dueños lo mandaron construir para presentar esas
compañías de cirqueros, malabaristas y actores que
recorrían el país, conformadas por gitanos, desocupa-
dos y desarraigados que no encontraron otra cosa que
hacer en la vida. El teatro estaba cayéndose, y a papá,
que fue siempre buscavidas y rebuscador, se le ocurrió
que podía servir de algo. Se contactó con las personas
en Tunja encargadas de administrar las pocas películas
de Tarzán, El Santo, Blue Demon, Tintán, Clavillazo y
Resortes que se conseguían por aquel entonces. No era
disparatado proyectar en el pueblo algo de aquel cine
maravilloso y deslumbrante.
Lo cierto es que la gente acudía por montones a ver
estas películas deterioradas, poco visibles y casi siem-
pre incompletas, porque a muchas les faltaba parte de
su contenido o porque se reventaban o quemaban en
plena proyección. Pero eso era lo de menos; con ver unas
cuantas escenas quedaban contentos. Otra cosa era que
las cintas no llegaran, y esto ocurría con frecuencia por
el pésimo estado de las trochas, donde los camiones
se quedaban enterrados y era imposible desenterrarlos,
menos en época de lluvias. Así intentaran llevarlas a lomo
de burro, por lo general las cintas se quedaban en el
camino y la gente se desesperaba en el teatro.
¿Qué ocurría entonces? Que después de un gran
plantón, los asistentes comenzaban a destrozar todo lo
que estuviera a su alcance. Mi papá, como buen vividor,
nunca estuvo dispuesto a devolver plata y se le ocurrió
que en vez de las películas podía presentar dramati-
zaciones de poemas, musidramas y sainetes. Fue así
como conocí los entremeses Para la muestra un botón,
La risa del pueblo y Los ambiciosos; y los poemas El
brindis del bohemio, Porque no tomo más, El duelo
del mayoral, La casada infiel, A solas, y otros que aún
resuenan en mi cabeza. Lógico, de vez en cuando me
metían en las representaciones para hacer bulto o de
niño al que el papá le pegaba borracho para luego, arre-
pentido, darle lecciones de moral y prevenirlo contra
tomar hasta embriagarse.
Lo paradójico es que papá siempre estaba borracho o,
mejor, perdido de la perra, y no controlaba sus impulsos
y me cascaba de verdad; en la escena, por supuesto.
Es decir, de mentiras y de verdad. Aclaro: los golpes
eran verdaderos, pero todo ocurría en la ficción de los
personajes, ¿se comprende? Recordar estas y muchas
situaciones me llevó a pensar porque soy lo que soy,
porque hago lo que hago y digo lo que digo.
Aquel mundo mágico se desmoronó cuando la famosa
violencia política de los 50 y 60 llegó a nuestro caserío
olvidado en las entrañas de las montañas boyacen-
ses. Nuestras familias se convirtieron en huidoras, en
perseguidas, desplazadas, que por no ser de tal o cual
partido político debían salvar su pellejo. Y fue así como
llegamos a Bogotá.
Quisiera ser el diablo3
Quisiera ser el diablo, salir de los infiernos
con cachos y con cola y el mundo recorrer,
llevar en mi carrera mujeres mal casadas
3 Canción de tradición popular que se interpreta en diferen-
tes ritmos (corrido, paseo, rumba). Aunque algunos afirman ser sus
autores, seguramente se configuró a partir de la tradición oral y logró
sobrevivir y llegar hasta nuestros días.
El espectro que soy yo // Carlos Araque Osorio // 61
y viejas habladoras a los infiernos a arder.
Quisiera ser el diablo, salir de los infiernos
con cachos y con cola y el mundo recorrer,
llevar en mi carrera mujeres mal casadas
y viejas habladoras a los infiernos a arder.
Si no te arrepientes, vieja, de seguro que te pesa,
yo te agarro de esas mechas y te arranco la cabeza.
Si no te arrepientes, vieja, de seguro que te pesa,
yo te agarro de esas mechas y te arranco la cabeza,
a ver si de eso modo la gente se arrepiente
y dejan de estar hablando de la pobre humanidad,
porque siendo yo el diablo, sería muy sutil,
todo el que estuviera hablando, no lo dejaría dormir.
Si no te arrepientes, vieja, de seguro que te pesa,
yo te agarro de esas mechas y te arranco la cabeza.
Si no te arrepientes, vieja, de seguro que te pesa,
yo te agarro de esas mechas y te arranco la cabeza.
2. Pensamiento:4 ¿Sueño, luego actúo?
¿Y los sueños? ¿Olvidamos la relación que tienen los
sueños con la actuación, desconocemos que en la
escena decimos una palabra, una sola, la más inofensiva
y al instante pueden surgir ciudades, multitudes, forta-
lezas, guerras revoluciones? ¿Olvidamos que cada día
te cobija un nuevo escenario, y siendo de noche puedes
amanecer en una plaza enorme con personajes sinies-
tros que giran a tu alrededor y pueden estar glorificán-
dote o a punto de quemarte vivo?
Mi sueño destruye murallas, bifurca los senderos por
donde viaja la imaginación. Mi sueño es río, camino,
tempestad. Uno puede despertar en el escenario a los
4 Gran parte de los pensamientos de este texto están influencia-
dos directamente por Abilio Estévez y su texto “Manual de tenta-
ciones”. Me identifico casi con todo lo que allí se dice, por ello fue
complicado intentar liberarme de su influencia y me costó trabajo
hacer una versión.
El diablo del carnaval. Fotografía: Carlos Araque Osorio, 2011
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poetas y dramaturgos dormidos, olvidados, negados,
para decirles que arden, conmueven y que aún pueden
generar conciencia, porque cuando salen a la luz una
civilización puede pasar de la ruina al esplendor o de la
opulencia a la miseria. Gracias a la escena, una mujer
goza con un pordiosero y engendra un héroe, y ese niño
nace para fundar una estirpe o destruir una cultura.
Cada noche, cuando nuestros familiares nos creen
inofensivos, salimos a la escena, y renegamos de los
dioses o los idolatramos; podemos tomar una copa con
Policarpa Salavarrieta, Rosa de Luxemburgo, Manuelita
Sáenz, la Gaitana, María Cano y tantas otras. Podemos,
sin saberlo, llevar a los amantes al paraíso perdido e
incluso lograr que construyan un Olimpo inconcebible
para quienes nunca han estado enamorados.
Gracias a mi sueño he sido amante de heroínas y
antihéroes, que son mujeres y hombres de los que tú
nunca sospecharías que tuvieran tantas dotes mágicas.
Mi actuar detiene ejércitos o los convierte en horda de
criminales; permite que la naturaleza se rebele con-
tra armadas invencibles; propicia caídas de tiránicas
coronas y hace de los déspotas polvo y olvido y de los
hazmerreíres gobernantes impredecibles. Mi actuar es
un arca gigantesca donde nacen todas las sorpresas,
una cárcel inexpugnable. Mi actuar puede ser la soga de
mi horca y tu patíbulo inesperado. Un personaje puede
hacerme invulnerable y salvarme de mi propia corrup-
ción o condenarme a la hoguera quemando sin fuego
mis entrañas.
En la escena, incluso, permites que te llamen deca-
dente, para luego sonreír y gritar: soy decadente y
puedo ser una desventura, menos que un menesteroso,
pero a veces logro ser aquel que cambia el mundo con
solo pensar que esto es posible.
Recuerdo: Suerte y teatro
Los primeros años en Bogotá, la alucinante mole de
edificios y tráfico pesado, fueron no solo difíciles,
sino patéticos. Me olvidé de los matachines, sainetes,
poesías y disfraces. El país atravesaba por momentos
difíciles, se hablaba de internacionalización del capital,
transnacionales y colonialismo cultural. Eran los famo-
sos años 70 y los movimientos estudiantiles estaban
Personaje de carnaval. Fotografía: Carlos Araque Osorio, 2011
El espectro que soy yo // Carlos Araque Osorio // 63
en pleno furor. Mayo del 68 dejó huella en todos
los países latinoamericanos, junto con el hippismo,
la yerba, la contracultura y los movimientos ‘urder-
ground’ de todo tipo.
Mi Madre deseaba que estudiara el bachillerato con
curas y yo me oponía. Busqué otras opciones pero era
difícil conseguir cupo. Esa situación me brindó la posi-
bilidad de estudiar en un colegio fundado para cumplir
con las exigencias del mercado y comercio internacio-
nal. En esa época se fortalecieron instituciones como el
SENA (Servicio Nacional de Aprendizaje) y los colegios
industriales, se crearon los ITA (Institutos Técnicos
Agropecuarios) y los muy nombrados INEM (Institutos
Nacionales de Educación Media Diversificada), donde se
formaría la futura mano de obra calificada y se prepara-
rían los técnicos que cumplirían las exigencias laborales
de las multinacionales.
Pasé el examen del INEM y con sorpresa descubrí que
en él había grupos políticos, musicales, dancísticos, de
estudio y de teatro. Yo había olvidado mi oscuro pasado
de matachín y no mostraba interés por las artes escé-
nicas, pero por ser tan cansón, terminé en las tablas.
Decía mi profesora de economía que yo había nacido
para gracioso, cómico o bufón y no me aguantó más en
clase, me mandó a desfogar mis cualidades histriónicas
en el grupo de teatro.
Como era de esperarse se montaban pequeñas obras
con contenido político: parodias de la situación social,
burlas a personajes de la vida nacional. Sobre todo, el
teatro servía para hablar de desigualdad, descompo-
sición social, injusticia y dependencia de nuestro país
frente a los intereses de los países del primer mundo.
Sin saber cómo, entré a formar parte del elenco. Digo
sin saber cómo, porque al tercer día ya estaba en una
representación arengando, gritando, y portando una
bandera roja. A nuestro director le parecía que lo lógico
era hacer estas representaciones en lugares públicos
y nos llevó a probar temple en la plaza principal del
barrio Kennedy, llamada La Macarena, propiedad no
escriturada de un cura reaccionario y quisquilloso, quien
apenas nos vio llegar llamó a la policía.
Estábamos haciendo una parodia del programa inter-
nacional “La alianza para el progreso” que consistía en
que los países pobres de América Latina se aliaban con
Estados Unidos para recibir ayuda, pero la realidad era
que los gringos daban pequeñas dádivas a sus colonias:
leche en polvo, galletas, cucharas contramarcadas,
cobijas con insignias gringas, sánduches repletos de
conservantes y esterilizantes y otras pendejadas, para
que nuestros países les ofrecieran mano de obra espe-
cializada a muy bajo costo y les permitieran explotar
sin ningún reparo los recursos geológicos naturales
e hidrográficos. Nosotros protestábamos por esta
situación. Yo tenía muy poca idea de todo eso, pero
me llamaba la atención sentirme como un héroe que
peleaba por nuestros derechos y los defendía gritando,
ondeando banderas y haciendo arte.
Estábamos en eso cuando nos vimos rodeados de poli-
cías. Nos encendieron a garrote y llevaron a la famosa
estación de la Cruz Roja, donde aún hoy se dice que se
tortura. Nuestro gobierno no iba a permitir las protes-
tas contra sus benefactores y menos por profesores
terroristas y jóvenes manipulados por el comunismo
internacional. Nos encerraron, golpearon y pusieron a
aguantar hambre, y lo peor es que después de dos días
llamaron a nuestras casas para que se enteraran en qué
malos pasos andábamos.
Mi papa llegó furioso a la estación, firmó el compromiso
de que no me permitiría nunca más participar en estas
manifestaciones revolucionarias encubiertas de arte.
Él estaba de acuerdo con que yo merecía el castigo,
pero no bastó con lo que me hicieron en la estación;
se encargó de llevarme desde ese horrible lugar hasta
la casa, literalmente a punta de pata. Llegué molido,
maltrecho, hambriento, pero digno. No lloré, no pedí
clemencia, ni disculpas; me aguanté los golpes e insul-
tos, porque creía que mi ingenuo papá no era más que
otro instrumento de represión del Estado.
Esa fue mi segunda experiencia con el teatro, y es de
suponer que lo sucedido me alejaría de las tablas. Seguí
mis estudios en el INEM y salí graduado de bachiller.
Estudié en la Universidad Nacional de Colombia conta-
duría y por paros estudiantiles, huelgas de profesores y
empleados, en dos años y medio avancé dos semestres.
Me salí de la universidad y me puse a estudiar comercio
exterior en el SENA. Entré a trabajar en el Banco Anglo
Colombiano, por ese entonces una de las instituciones
financieras más prestantes del país y filial del Lloyds
Bank International. Con mi facilidad para la contaduría
y economía, ascendí rápido. Fui jefe del departamento
de cambios y tenía la promesa institucional de que si
iba a Londres a un curso sobre finanzas internacionales,
cuando regresara sería el jefe del departamento extran-
jero a nivel nacional.
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Nadie sabía que yo seguía haciendo teatro a escondidas
y que imaginaba un futuro muy diferente. Cuando llegó
el momento de decidir si irme a Londres o no, un aviso
en la prensa me salvó la vida: “La Escuela Nacional de
Arte Dramático abre sus inscripciones”. Me presenté
a la audición y, para mí sorpresa, pasé. Me retiré del
banco y me dispuse a iniciar mis estudios artísticos.
Esto me valió la excomunión de mis progenitores, que
veían en mí una esperanza y me exhibían como modelo
de progreso. Me desheredaron, o mejor, como no
poseían nada, me quitaron su respaldo; por esos días
me quedé sin familia.
Vagué por la ciudad de pieza en cambuche, pero
sobreviví a las crisis. Un tiempo después los invité a que
vieran la primera obra en la que yo era algo así como un
coprotagonista. Para mi desgracia, hacía un desnudo.
Mi papá salió diciendo que se comprobaban sus sos-
pechas y que yo en realidad era un homosexual encu-
bierto de artista. Mi mamá, que por ese entonces ya
militaba en las hordas de los testigos de Jehová, dejó
de hablarme. No tuve más remedio que desaparecer por
un buen tiempo. Por fortuna había nacido Fabián, mi
hijo, quien suplió esa ausencia y, en esos momentos de
profunda decepción, me alegró la vida infinitamente.
La lora proletaria5
Una vez vide una lora
y esa lora me decía:
¿Tuavía lo siguen jodiendo?
5 Canción compuesta por Jorge Velosa. La escuché por primera
vez en el programa radial “El pueblo canta”. La versión que transcribo
tiene unas pequeñísimas modificaciones que Velosa sabrá perdonar.
Yo le dije que Tuavía.
Antón la lora me dijo:
¿pa qué se dejan joder?
Si se juntan pa peliala,
naiden los va detener.
Coro: Laria lai liria liria lai la
Y güena razón tenía,
pos es la mera verdad,
que cuando el pueblo se junta
naiden más lo explotará.
Y asina como al maicito
hay que echarla agua y abono,
también a los que nos joden
hay que darles por el morro.
Coro
Y es que hasta los animales
‘tan cansaos de tanta joda
y por eso los fusilan
como hicieron con la lora.
Quizque por ser subversiva
y enseñar la gente a mal,
por darnos malos consejos
cuando nos veía pasar.
Coro
Alguien que oyó los balazos
dijo que fue un militar,
d’esos que le están pagando
pa venirnos a matar.
Que la lora al verse herida
Fotografía: Carlos Araque osorio, 2011
El espectro que soy yo // Carlos Araque Osorio // 65
le grito al uniformao:
“¡siendo que vusté es del pueblo,
por qué está del otro lado!”
Coro
Y ya pa tiro e morirse
y ni un aliento tener
dizque seguía repitiendo:
¡pa qué se dejan joder!
Son vustedes los que han hecho
to’eso que ahí se ve,
antón eso no es del rico,
sino que eso es de vusté.
Coro
Deben de juntarse tuitos
obreros y campesinos,
porque si quieren ser libres
po’ahí es donde va el camino.
Con el proletario al frente,
con el campesino al lao,
el estudiante avanzando
y con el pueblo organizao.
Coro
3. Pensamiento: ¿Otro escenario espera?
Cuando se actúa, elegir una opción es desconocer
otras. En la escena un placer presupone que muchos
placeres no serán vividos, así como cada desgracia
contiene inmensas tristezas. El personaje que represen-
tas es uno entre todos los posibles. La obra escogida
impide el conocimiento de un número indefinido de
obras. Visitas un teatro para que otros queden espe-
rando por ti.
Me gustan todas las formas teatrales, no tienen que
necesariamente ser buenas, malas, ligeras o profun-
das. Obras que ocurren en palacios, chozas, templos,
prostíbulos, cementerios, calles, parques, escenarios.
Obras en las que alguien ríe o llora, en que pueden vivir
los amantes y los condenados a muerte, en que descu-
bres la vida del anciano y del niño, del beato, el preso y
la bruja, el tirano y el buen hombre; obras que terminan
bruscamente y que se diluyen dóciles, como un suspiro
de vida incomprensible. Me gusta el teatro cuando me
conduce hacia lo que desconozco; pero apreció el que
me lleva siempre por el mismo camino, enseñándome
cuán diferente es cada vez que lo recorro.
De las artes el teatro es y será el más improductivo e
inútil, por eso es tan maravilloso y necesario para el
alma. Que no todo sea realidad, no todo sea razón, que
de vez en cuando la incertidumbre nos dé una ayuda
con la existencia.
Recuerdo: La rumba al piso
En 1983 visitó por primera vez Colombia el Odin Teatret,
grupo que marcaba la pauta de las tendencias escé-
nicas. Nosotros hacía algunos años practicábamos
los postulados de la famosa antropología teatral.
Descubrimos que aquello que hacíamos a nombre de
esta experiencia artística era diferente de aquello en
lo que consistía. Lo nuestro era formal, ilustrativo y
esquemático. Lo de Barba y su grupo era un cambio de
actitud en la vida y en el arte. Suele ser fácil decir: el
teatro es mi forma de vida, pero llevarlo a cabo no es
tan sencillo. De eso nos dimos cuenta y comprendimos
que hablábamos con ligereza de antropología teatral y
escasamente sabíamos algo de teatro; pero de antro-
pología no teníamos ni idea.
Algunos tomamos la decisión de inscribirnos en progra-
mas formales de antropología. Como había terminado
mis estudios en la ENAD me presenté de nuevo a la
Universidad Nacional de Colombia y, para mi sorpresa,
pasé. Otra vez la Universidad Nacional con su alucinante
jardín de Freud, tropeles, huelgas de hambre (participé
en una que duro más de 64 días y aunque no aguanté
tanto, sobreviví, lo cual ratifica el viejo adagio de que
hierba mala nunca muere). La “Nacho”, con su academia
deslumbrante, cierres, dinámicas asambleas, encan-
tadoras ollas comunitarias, la mágica Plaza Che, los
imperdibles conciertos en el auditorio León de Greiff, y
sus incontables recintos donde hacíamos teatro a diario
y organizábamos festivales y encuentros casi todos los
meses del año. La Nacional, con sus amores impredeci-
bles. Y sí, compañeros, el amor allí hizo acto de presen-
cia; una mujer entró sonriendo en mi vida, la embelleció,
se quedo un buen tiempo y se marchó sin razón apa-
rente como un suspiro perdido en el misterio, dejando
mi cuerpo ausente y enloquecido mi pensamiento.
La antropología me llevó a contactarme de nuevo con
los matachines. Las fiestas populares fueron parte de
mi plan de estudios y tema central de mi trabajo de
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grado. Por ello, y como laboratorio de campo, disfruté
durante la carrera del Carnaval del Diablo en Riosucio,
el de Barranquilla, el de Blancos y Negros en Pasto, las
ferias de Cali y Manizales, y sobre todo de verbenas
populares y festividades navideñas en Cundinamarca,
Boyacá y Santander. ¿Dura así la vida como estu-
diante, no?
En poblaciones como Turmequé, Ramiriquí, Soatá,
Miraflores, Jenesano, Tensa, Vélez, se realiza el agui-
naldo navideño que toma múltiples formas y matices.
En Nuevo Colón6, antiguo Chiriví, las veredas preparan
las carrozas con temas alusivos al nacimiento del Niño
Dios y llegada de los Reyes. Al lado de estas carro-
zas subsisten los matachines; son una simbiosis de lo
español e indígena, de personajes actuales y manifes-
taciones culturales milenarias. Se combinan rasgos de
payasos con hojarasquines, luchadores con chirosos,
moxas con Papás Noel, mujeres lechuza con brujas
del Halloween, superhéroes de última generación con
personajes mitológicos. El Vejiga es uno de ellos: en un
palo largo tiene amarrada una cuerda y en el extremo
una vejiga llena de aceite de marrano con la que golpea
a los transeúntes. Merodea cerca de los músicos y en
la noche participa de un solo juego: los niños le jalan el
vestido y él los golpea y les deja su aroma pestilente.
Entrada la noche, hacen su aparición los mohanes,
moxas y mojas; todo su cuerpo está cubierto de un
denso musgo color café que los hace gigantes. Su ros-
tro es una máscara de diablo cristiano pero sus largos
cuernos se proyectan hacia la tierra. Los mohanes andan
en cofradía, producen un sonido algo misterioso, una
especie de grrraeea... que la gente trata de imitar llamán-
dolos. Ellos persiguen a los imitadores y al que se deje
coger lo fustigan con un pedazo de cuero; el latigazo es
de verdad y la gente, aunque queda adolorida, no arma
pelea, por el contrario muestran con orgullo el moretón.
El día 24 de diciembre salen todos los personajes y las
calles quedan invadidas de matachines; los músicos
no paran de interpretar guasca, rancheras y corridos.
A media noche la gente se dirige a la iglesia donde el
cura oficia la misa de gallo. Terminado el acto litúr-
gico se dirigen a la tarima para las competencias de
comparsas, luego viene el concurso de los matachi-
nes. Al concluir este, se inicia la juerga, la parranda.
Primero interpreta sus melodías un conjunto de
chucuchuco-raspa-canilla pagado por la alcaldía; una
6 Chiriví en lengua muisca significa: lugar donde nace mi canto
interior.
combinación entre cumbia, merengue, vallenato, reg-
gaetón, porro, paseo y demás. A la gente le apasiona
el ruido, pero se cansa rápido, por eso los músicos de
vereda están pendientes para tomarse la tarima. Ahora
si comienza la rumba al piso, la trifulca. No hay pasos
de baile posibles de seguir; uno puede pensar que se
trata de una danza arrítmica que solo puede ejecu-
tarse con exceso de alcohol en las venas o con el uso
de psicotrópicos como el cacao sabanero o borra-
chero. En medio de la plaza, ancianos, jóvenes y niños
se divierten, y allí están los matachines; el hombre de
la cabeza emplumada danza con la bruja, los mohanes
arman toldo aparte con las muchachas bonitas del
pueblo, los moxas hacen corrillo fiestero, los hojaras-
quines siguen su danza ceremoniosa, la Mujer Maravilla
baila descaradamente con el Chiroso y en un rincón
del parque un diablo rojo se besa con una semides-
nuda mujer apasionada. Al terminar la fiesta toda la
plaza queda cubierta de musgo color café, hojas y
granos de maíz, varios borrachos tirados en la calle y
en el centro una inmensa mujer bruja vestida de negro
desparramada en el piso, como un gran pájaro sinies-
tro olvidado por la noche.
Las diabluras7
Un diablo se cayó al agua y otro diablo lo sacó,
y otro diablo que pasaba dijo qué diablos pasó.
El diablito engarrotado dijo qué voy a saber,
a lo mejor fue la diabla, la diabla de mi mujer.
La diabla, que estaba oyendo, pegó el grito ‘yo no fui’,
no me explico por qué diablos siempre me hecha el
muerto a mí.
Lo que pasa es que un diablo parrandero y borrachín,
que no para en los infiernos sino siempre por ahí. (bis)
El diablo sacó la mano, la diabla se la esquivó.
Ella le dio su mordisco, y el dio su cascatón,
ella le pisó la cola y eso al diablo le dolió,
pegando tal alarido que en todas partes se oyó.
El pobre diablo no hallaba qué decir ni cómo hacer
para quitarse de encima la diabla de su mujer.
Entonces con toa sus fuerzas le pegó tal empeñón,
que la diabla cayó ahí mismo donde el diablo se cayó.
(bis)
7 Otro tema de Jorge Velosa, grabado originalmente con los
Charrangueros de Ráquira. Esta melodía se ha vuelto tan importante
que no hay carnaval, verbena, fiesta patronal o popular donde no se
disfrute.
El espectro que soy yo // Carlos Araque Osorio // 67
La diabla estaba en el agua y otro diablo la sacó,
y otro diablo que pasaba dijo qué diablos pasó.
La diablita engarrotada dijo fue el diablo mayor
que por pisarle la cola me tiró de un empeñón.
Y el diablo que estaba oyendo ahí mismo le contestó,
eso le pasa por necia fue vusté quien comenzó.
Se quedaron alegando, nunca supe en que paró,
Porque yo salí corriendo cuando el diablo me miró. (bis)
¡Y me voy pa Riosucio al carnaval!
4. Pensamiento: ¿La vida o el personaje?
Yo represento siempre, no propiamente actúo, pero he
sido otros y otras. Solo yo sé, nadie más sabe cuántos
hombres y mujeres han pasado por mi cuerpo, y cuán-
tas identidades ha vivido mi cara. En varios rincones del
planeta he reído, llorado, gritado y gemido. He conocido
la desgracia y la felicidad, el infortunio y la solvencia.
No me canso de festejar a pesar de los avatares del
destino. Tampoco el odio ha dejado de tentarme y en
muchas ocasiones lo he practicado sin razón aparente.
He conocido el placer sobre la escena, el asfalto, sobre
suntuosos escenarios alfombrados o perfectamente
pulidos, pero también me he presentado en tierreros,
pastizales y en ocasiones literalmente sobre piedras.
He sido burgués y proletario, acróbata y enfermo
imaginado, cándido y guerrero, visible e invisible, real
y fantasmal. Todas las obras en las que he participado
me prestan indescriptibles servicios para el espíritu. A
muchas las he ofendido con mi actuar y en otras me
reconcilio con el teatro.
Todas las escrituras dramáticas me sobrecogen, desde
las simples hasta las intensas, desde las rebeldes hasta
las divertidas. Todas las canciones extrañas me exaltan
y adoro los cantos de pueblos y culturas que corren
el riesgo de desaparecer, pero de las cuales escucho
expectante sus sonidos llenos de misterio, porque me
recuerdan que lo más antiguo es lo más necesario, al
ser lo que menos se conoce. He ensayado un número
infinito de despedidas de las tablas, pero al final
regreso al ruedo; me entristece la idea de ser siempre el
mismo e idolatro ser otros.
Aún no sé qué quiero del teatro ni hacia donde me
lleva, pero lo elegí y no me importa hasta donde me
conduzca. Ignoro si hay otras formas de vida más
Personaje de carnaval. Fotografía: Carlos Araque Osorio, 2011
68 // CALLE14 // volumen 7, número 9 // junio - diciembre de 2012
El espectro que soy yo // Carlos Araque Osorio // 69
tranquilas y apacibles, o si es posible desviarse o regre-
sar. Por ello constantemente me sacudo, me limpio el
polvo de los músculos y reniego de los obstáculos, aun
sabiendo que son un paso hacia la creatividad.
Necesito desquiciarme sobre la escena y que alguien
me acompañe en este viaje, que interprete, hable,
dance, cante, actúe y me proponga un nuevo sueño.
Uno de mis anhelos es construir un puente para mí y
para el que venga detrás, para no vivir siempre en la
incertidumbre, aunque sea necesaria de vez en cuando.
Yo quiero pocas cosas y aun esas puedo reducirlas con
tal de que incluso la melancolía me sea grata. No aspiro
a triunfar sino a encantarme, gozarme, resarcirme,
embriagarme.
Disfruto cada enigma y posibilidad de mi cuerpo y
saboreo el placer de inhalar y exhalar. Siento como mi
caja torácica se expande y me permite vivir de otras
maneras. Es claro: el aire es la vida y de aire están
hechos los personajes que creo construir pero que no
son más que eso, viento en mis manos.
Recuerdo: La vida está cerca del teatro
Un acontecimiento digno de recordar es que durante
mis años en la Universidad Nacional se fundó el grupo
Vendimia Teatro. ¿Por qué Vendimia? Porque es la
época en la que se recoge la cosecha de uvas y se pre-
paran para la realización del vino, elemento fundacional
en la vida de Dionisos, Baco, Fu y otros dioses que nos
propiciaron el don de descontrolarnos, incumplir los
mandatos y proponer nuevos desordenes. Años des-
pués, nos enteramos de que el verbo vendimiar existe y
que no solo significa “recoger y procesar el fruto de las
viñas”, sino “disfrutar con violencia e injusticia de una
persona o aprovecharse de ella”. Cruel, pero hay más:
vendimiar también es “matar o quitar la vida”. Estos
significados tan fuertes no iban a pasar impunemente
por nuestra historia.
Vendimia se constituyó con los postulados de la antro-
pología y teníamos, y seguimos teniendo, la intención
de relacionar ciencias sociales con teatro. Estábamos
y seguimos estando preocupados por la desigualdad
social y la injusticia del país, por su gente. Creemos que
el teatro puede ser un instrumento de cambio. Desde
luego, nos interesan temas estudiados por la antropo-
logía como economía y poder, convivencia y cultura,
brujería y saber, sexo y familia, minorías étnicas a punto
de desaparecer, asuntos indígenas incompresibles
desde el Estado, comportamientos demenciales y
esquizofrénicos.
Ya se podrán imaginar el zafarrancho en que andá-
bamos metidos y la gran confusión que nos asal-
taba día tras día. Interesados por la vida de algunos
poetas malditos y sobre todo los que tenían que ver
con el teatro, nos pusimos a leer y analizar a Antonín
Artaud. Nos aprendimos parrafadas de “El teatro y la
peste”, “Para acabar de una vez con el juicio de Dios”
y “Mensajes revolucionarios”. Nos maravillamos con su
historia sobre la vida de Heliogábalo en “El anarquista
coronado” e hicimos una versión titulada “Julia o la
fábula del universo”. Asumimos la historia del personaje
desde la mujer, pues Artaud en Heliogábalo evidencia la
relación que hay entre la sangre menstrual, el sudor, las
lágrimas, el semen, la saliva, la vida y la muerte, con las
acciones teatrales.
Condensamos los acontecimientos de las cuatro Julias
que inciden en la vida de Heliogábalo, en un solo
personaje, pues todas mueren antes de los cuarenta
años intentando llevar al poder a sus seres amados. La
escenografía era un falo gigantesco de cemento y una
fuente de ladrillo crudo que construimos para la oca-
sión y armábamos cada vez que había función; así que
teníamos que trastear estos elementos.
Era el año 1992. El sector académico y los movimien-
tos estudiantiles iniciaron una lucha frontal contra
la Ley 30, que reformaba la educación superior en
Colombia. Se dio la casualidad de que fuimos invita-
dos a realizar una función en la Universidad Distrital
de Bogotá en su sede de La Macarena. Era un día
agitado, había marchas y protestas en varios lugares
de la ciudad. Llegamos justo en el momento en que
comenzaba el tropel. El carro que nos transportaba
nos dejó, o mejor, nos tiró en la carrera quinta frente a
las Torres del Parque. No había de otra: subir los cua-
trocientos ladrillos y el pesado falo de cemento desde
el semáforo de la quinta, atravesar el puente peatonal
y subir hasta un auditorio incrustado en la montaña. Y
ocurrió lo que tenía que ocurrir: que los encapuchados
se imaginaron que eran ladrillos y elementos para el
tropel. Bueno, hasta allí llego nuestro falo fetiche de
otros tiempos y nuestra enigmática fuente de vida: se
convirtieron en piedra lanzada por los aires que iba a
estrellarse en el piso o en los escudos de la “Fuerza
Disponible”.
Personaje Jacinto Canek. Fotografía: Fabián Araque, 2011
70 // CALLE14 // volumen 7, número 9 // junio - diciembre de 2012
¡Ah, el teatro y sus maldiciones, bendito Teatro! Gilma
Mora,8 que era Julia en este montaje, fue una de las
fundadoras del grupo y el soporte administrativo y
académico del mismo. Pero quiso la vida que, cumplidos
los 39 años, enfermara de cáncer. Ni su papá, que era
médico, ni su mamá, que era enfermera jefe, ni yo, que
fui su compañero, pudimos percibir la enfermedad y
evitar la desgracia. Convaleció durante año y medio y
después de cuatro meses de desahucio murió a los 40
años, no sin antes prometerle que no dejaría acabar el
grupo y continuaría con esta tradición.
La verdad uno no sabe a qué se compromete, ni tiene
conciencia, en los momentos de dolor, de lo que
promete. Eso es muy duro, pero lo cierto es que esa
promesa nos mantiene como grupo: un poco desvirtua-
dos, inconstantes y quizá todavía incongruentes, pero
vivos. Después de 10 años de incertidumbres, negacio-
nes, peleas con el estado y sus políticas teatrales, sigo
consumando algo que le ofrecí. Sin saberlo me hice
una ofrenda, la maravillosa ofrenda de ser y vivir en el
teatro.
La relación con mi suegra, que siempre soñó para sus
hijas con un príncipe azul y tuvo que conformarse con
un matachín desdibujado, no fue buena. Al final terminó
culpándome de una desgracia que ni ella pudo detener
con todo el conocimiento médico que había en su fami-
lia. Pero hoy, después de que el tiempo ha curado algo
de las heridas, no la quiero recordar con dolor ni ira.
Solo le voy a dedicar una canción de nuestro querido
cantautor Facundo Cabral, asesinado hace muy poco en
oscuras circunstancias.
Señora de Juan Fernández9
Señora de Juan Fernández, haga el favor de no tra-
tarme así.
No piense que por la barba soy un sujeto de muy mal
vivir.
Comprenda que todos los hombres no pueden vestirse
como su marido.
8 Recordar a Gilma es un acto emotivo muy doloroso. Hay que
reivindicarla por muchas labores, pero sobre todo por su incansable
labor como gestora y organizadora de nueve ediciones del Festival
Universitario.
9 Tema compuesto por Facundo Cabral. Vale la pena recordar
que este cantautor argentino acompañó movimientos sociales, obre-
ros, campesinos y estudiantiles en toda Latinoamérica, por ello no es
de extrañar que muriera asesinado a finales del año 2011.
Los tiempos han cambiado mucho y a nadie convencen
ya los hombres finos.
Señora de Juan Fernández, pregúntele a su marido,
él sabe que soy decente pues es mi amigo,
y aparte de eso somos vecinos.
Señora de Juan Fernández, yo sé que el pueblo no me
mira bien
por culpa de pequeñeces que he cometido cuando la
niñez.
Ya no le pego a mi abuelita y con la escopeta no le tiro
a nadie.
He abandonado el contrabando y ahora me comporto
con mucho donaire.
Señora de Juan Fernández, no me corte la llamada.
Quiero avisarle que su hija Juana
Se fue conmigo esta mañana
Y dentro de una o dos semanas
Nuestra familia será aumentada.
Señora de Juan Fernández, si encuentro algún trabajo
bueno,
después de la luna de miel nos casaremos.
Ya ve, señora, quién es su yerno.
5. Pensamiento:10 ¿Presentar, representar,
sentar?
En los últimos años de esta desconcertante histeria
teatral, el dilema que nos asalta es si hacemos teatro
de presentación o de representación. Los puntos de
vista sobre el arte varían de generación en generación
y de una cultura a otra, y, según las circunstancias, los
intereses y las necesidades. Algunos han empleado el
teatro como arte de presentación: ser uno en escena;
y otros como arte de representación, ser otro en la
escena.
Hay quienes están convencidos que el teatro de pre-
sentación marca la pauta de los últimos años. Se habla
de acontecimiento, sinceridad, honestidad y situación
concreta; sin embargo, la mayor parte del teatro pre-
hispánico, africano, oriental, medieval y de vanguardia
del siglo XX podría ser definido como de presentación,
10 Este pensamiento no se complementa con un recuerdo ni con
una canción, es lo que estoy viviendo en la actualidad. Por eso no
puedo hablar de recuerdo. Quizás más adelante lo que aquí digo no
sea más que una añoranza y requiera de una canción.
El espectro que soy yo // Carlos Araque Osorio // 71
pues se dirige al espectador en su vivencia inmediata y
no busca que actores y actrices sean otros.
La fórmula constante del teatro de presentación de ser
“yo” en escena es no ocultar la teatralidad; frecuente-
mente hace hincapié en ella y aboga por la exhibición
abierta de los instrumentos de escenografía, ilumina-
ción y maquinaria del escenario, de modo que el público
sienta que está presenciando una obra de arte y que
forma parte sustancial de ella. Por el contrario, podría-
mos creer que el teatro de representación se apoya
en la ilusión, en el truco, en la ficción; las obras tienen
tramas viables, los personajes parecen verídicos y el
decorado sugiere otra realidad que no es la que vive
el espectador. Sin embargo, el público o el espectador
siempre sabe que está en un evento artístico, incluso
cuando uno quiere convencerlo de que lo que allí ocurre
es verdadero, y sí es verdadero.
¿Pero qué es verídico, auténtico, real? Son verdad
muchas de las historias escritas y es cierto que en
ocasiones me apoyo en la representación para hacerlas
creíbles. No incuestionablemente reales, solo creíbles.
Esa es la gran virtud del teatro: no mostrar verdades
absolutas como lo haría la religión o la ciencia, sino
posibilidades para nuestra imaginación y senderos para
nuestra creatividad.
Ya lo saben, soy una persona que les habla sobre el
espectro que soy. Existo en mi realidad en la medida
en que ustedes me lo permitan. Esto que relaté ocurrió
en nuestra vida y en nuestra ficción, pero para fortuna
transitó fundamentalmente en nuestra imaginación. Soy
ese del cual les hable, el que está al otro lado del papel,
sentando un criterio y una postura frente a la vida y el
arte y pugnando porque alguien lo haga existir.
Referencias
Estévez, Abilio (1999). Manual de tentaciones.
Barcelona: Tusquets.
Artaud, Antonín (1990). El teatro y su doble: Barcelona:
Pocket-Edhasa.
Pavis, Patrice (1990). Diccionario del teatro. Barcelona:
Paidos.