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El pueblo palta en la historia, continuidades, transformaciones y rupturas

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Abstract

Estudio etnohistórico y sobre la etnogénesis del pueblo palta, en la provincia de Loja.
El pueblo Palta en
la historia
Continuidades, transformaciones y rupturas
Juan Carlos Brito Román
El pueblo Palta en
la historia
Continuidades, transformaciones y rupturas
Supervisión académica
José Enrique Juncosa
2015
FEDERACIÓN PROVINCIAL
COMUNAS DEL PUEBLO
PALTA DE LOJA (FEPROCOL)
El pueblo Palta en la historia
Continuidades, transformaciones y rupturas
Juan Carlos Brito Román
© Universidad Politécnica Salesiana
Av. Turuhuayco 3-69 y Calle Vieja
Ca si lla: 2074
P.B.X.: (+593 7) 2050000
Fax: (+593 7) 4088958
e-mail: rpublicas@ups.edu.ec
ww w.ups.edu.ec
Cuenca-Ecua dor
Di se ño
dia gra ma ción,
e impresión: Edi torial Universitaria Ab ya-Ya la
Quito Ecuador
ISBN: 978-9978-10-223-7
Im pre so en Qui to-Ecua dor, julio 2015
Publicación arbitrada de la Universidad Politécnica Salesiana
A mi Karlita
Hay que recuperar la cultura palta del olvido, que su memoria se vaya
fortaleciendo con los nuevos hallazgos e investigaciones que vendrán.
Que de aquí en adelante quede clara su historia para las nuevas gene-
raciones.
(Félix Paladines).
Índice
Abreviaturas .................................................................................. 11
Presentación .................................................................................. 13
Introducción ................................................................................. 17
PRIMERA PARTE
Etnohistoria del pueblo palta
CAPÍTULO I
Espacialidad y temporalidad temprana
Aspectos espaciales: aproximación geográca ............................ 25
Factores climáticos enfrentados ................................................... 29
Análisis diacrónico temprano: en búsqueda de los orígenes ..... 33
Los precursores ............................................................................ 34
Periodo Paleoindio o Precerámico............................................. 38
Periodo Formativo (3600 a. c – 500 a. C.) ................................. 39
Desarrollo Regional (500 a.C. – 500 d.C.) ................................ 44
Periodo de Integración (500 d.C. – 1470 d.C.) ........................ 46
Denominación y liación lingüística........................................... 50
Una continuidad espacial transversal .......................................... 55
La fractura parcial de la transversalidad ..................................... 60
CAPÍTULO II
Transformaciones y continuidades durante las conquistas
El pueblo Palta tras las conquistas: continuidad histórica
y cambio estructural ..................................................................... 65
El sol y la cruz se imponen ......................................................... 67
Un nuevo sentido de organización socio-política .................... 73
Estado redistributivo y Estado tributario .................................. 84
Principales cacicazgos paltas........................................................ 85
Chaparras ...................................................................................... 89
Ambocas ........................................................................................ 90
Garrochambas .............................................................................. 90
Malacatos ....................................................................................... 92
Calvas ............................................................................................. 92
Consolidación del régimen colonial ........................................... 93
Primeras estrategias socio-culturales de resistencia ............... 96
Situación demográca en los siglos XVI y XVII ..................... 98
CAPÍTULO III
El pueblo Palta y el régimen colonial
Sociedad y economía .................................................................... 101
Mitas y Tributo ............................................................................. 101
Quintos y forasteros ..................................................................... 109
Parentesco, grupos de descendencia y estructura social ........... 113
Las regulaciones del mestizaje y su condicionamiento legal .. 120
Relación entre tributos y salarios ................................................ 128
Normatividad y condiciones de las mitas .................................... 139
CAPÍTULO IV
Recomposición espacial
Consolidación urbana de Loja ..................................................... 143
Las encomiendas ........................................................................... 152
Reducciones y pueblos de indios ................................................. 156
El impacto sobre los patrones tradicionales
de asentamiento ............................................................................ 161
Ordenamiento de los pueblos de indios ...................................... 170
Las tierras de comunidad ............................................................. 176
CAPÍTULO V
El rol de la Iglesia
La primigenia Iglesia en el Nuevo Mundo;
breve aproximación histórica ....................................................... 186
Las bases de la cristianización; curas y doctrineros .................... 190
La orden de Santo Domingo ....................................................... 194
La orden franciscana .................................................................... 197
La orden de San Agustín ............................................................. 199
La iglesia en la economía colonial ............................................... 199
Mayores cargas económicas ........................................................ 201
CAPÍTULO VI
Jefaturas étnicas y administración colonial
Las reglas de descendencia y heredad caciquil ............................ 210
La fragmentación de la autoridad; un nuevo
ordenamiento político .................................................................. 214
Las paradojas del poder ................................................................ 217
Procesos de resistencia: el papel de las jefaturas étnicas. ........... 221
CAPÍTULO VII
La ruptura: desintegración colonial y desaparición de
las identidades indígenas
El nal del pacto colonial ............................................................. 230
Último día del despotismo y primero de lo mismo .................... 233
La falacia del modelo homogeneizador ....................................... 237
La desintegración de las comunidades y
nuevos patrones culturales ........................................................... 239
Otros factores de desintegración ................................................. 243
Demografía en los siglos XVIII y XIX ......................................... 247
La desaparición del indígena lojano:
condiciones y posibles causas ....................................................... 256
Permanencia cultural y ruptura; dos procesos
contradictorios ....................................................................... 264
Transformaciones en el siglo XX ................................................. 269
SEGUNDA PARTE
Etnogénesis del pueblo Palta y brebe
aproximación conceptual
CAPÍTULO VIII
El pueblo Palta hoy: movilidad étnica y
desblanqueamiento socio-cultural
Etnogénesis del pueblo Palta ........................................................ 279
De comuneros a pueblo Palta ............................................................ 285
El camino de la etnogénesis ......................................................... 289
CAPÍTULO IX
Hacia una estrategia conceptual de la identidad,
la etnicidad y la cultura
La identidad .................................................................................. 295
La etnicidad ................................................................................... 298
En busca de una teoría de la identidad ..................................... 301
Enfoque primordialista ............................................................... 302
Enfoque instrumental ................................................................. 308
Enfoque constructivista ............................................................... 314
La cultura ...................................................................................... 319
Genealogía de la cultura .............................................................. 319
Cultura y sentido común ............................................................. 322
Amplitud del concepto de cultura .............................................. 327
La cultura como sistema simbólico; cambios y
adaptaciones .................................................................................. 329
Bibliografía .................................................................................... 337
Abreviaturas
ANH/L Archivo Nacional de Historia, Loja
ANH/Q Archivo Nacional de Historia, Quito
ANH/C Archivo Nacional de Historia de la Casa de la
Cultura, Cuenca
RGI Relaciones Geográficas de Indias
Presentación
Somos como la paja del páramo, que se arranca y vuelve a
crecer”, con esta frase de lucha, los pueblos indígenas del Ecuador
se resisten a la aculturación y a su desaparición, y siendo así como
la paja que en nuestros páramos andinos está en todas partes, varios
pueblos indígenas a los que se creyó arrancados de nuestra tierra, hoy
volvemos a brotar sobre nuestras raíces ancestrales. Fuimos primero
comuneros, herederos de las tierras indígenas que en la colonia se
entregaron a nuestros antepasados, ahora volvemos a ser Paltas, recu-
peramos el nombre y la identidad en que se reconocieron nuestros
ancestros, antiguos dueños y habitantes de lo que hoy en día es la
provincia de Loja.
En el año 2006, los comuneros de la Federación Provincial de
Comunas de Loja (FEPROCOL) nos pusimos de acuerdo en defender
nuestras tierras comunales, y al mismo tiempo, rescatar la identidad
originaria indígena que nuestras tierras nos transmiten por derecho
propio; eran tierras reservadas para los indígenas lojanos según las
leyes de la Corona española, también decían tierras Realengas, decla-
radas como patrimonio, y hoy siguen en nuestro poder, en manos de
los Paltas movilizados y organizados en la FEPROCOL. Reconoce-
mos en los antiguos Paltas a una parte muy importante de nuestros
ancestros; hoy les rendimos homenaje y rescatamos la identidad en
común que nos une a través de los siglos.
La visión de la FEPROCOL es promover el fortalecimiento de
la identidad histórica y cultural del pueblo Palta, el manejo agroecoló-
gico de sus recursos naturales, contribuye a su soberanía alimentaria
y al mejoramiento de las capacidades de sus miembros, rescatando,
conservando y valorando los saberes ancestrales, los espacios sagra-
dos, la espiritualidad, la educación, la medicina ancestral y su cosmo-
14
El pueblo Palta en la historia
visión andina. Su misión es posibilitar la unión de los comuneros y
comuneras, de comunidades y organizaciones para la defensa de sus
tierras, territorio y la construcción del buen vivir. La FEPROCOL está
integrada por 33 comunas, una comunidad y una organización: un
total de 35 ubicadas en la provincia de Loja. En Zamora Chinchipe se
está socializando la integración de una organización denominada Sol
Naciente del Pueblo Palta. La FEPROCOL es incluyente y participati-
va. Hemos hecho uso del derecho a la autodeterminación reconocido
por la Constitución del Ecuador, siendo acogidos calurosamente por
nuestros hermanos indígenas de todo el país dentro de sus institucio-
nes representativas.
El proceso de resurgimiento de la identidad palta ha recibido el
apoyo y el interés de varias personas e instituciones. En el año 2010 la
FEPROCOL, la comuna Colambo, contando con la colaboración de
la Universidad Nacional de Loja –UNL– y el auspicio del hoy extinto
CODENPE, llevamos a cabo el proyecto denominado “Delimitación
Territorial del Pueblo Palta”, a través del cual se levantó la cartografía
y se delimitaron las tierras de 14 de las 35 comunas que componen
la FEPROCOL.
En el año 2014-2015, la Secretaría de Educación Intercultural
Bilingüe hace una declaratoria como La Guardiana de la Lengua de
la Cultura Palta al Centro Educativo Intercultural Bilingüe Amauta
Kawsay, dirigido desde el 2000 por el educador José Uyuguary. Este
centro está funcionando en la comuna indígena palta El Cisne del
cantón Loja. En esta nueva ocasión, nuestro querido compañero y
amigo, Juan Carlos Brito, antropólogo de la Universidad Politécnica
Salesiana –UPS– ha colaborado con nosotros estudiando los procesos
sociales y antropológicos de la historia y del presente del pueblo Pal-
ta, un trabajo que llevó más de dos años en ser concluido y que hoy,
a poco más de cuatro años de su inicio en el año 2011, nos complace
presentar. Pudimos contar con la presencia y participación de Juan
Carlos Brito Román, hoy antropólogo por la Universidad Politécnica
Salesiana, en diversos talleres y reuniones de nuestra organización, en
la que poco a poco se fueron delimitando los temas y los puntos de
15
Presentación
interés centrales del estudio, un diálogo de saberes y experiencias que
se plasma en las páginas de este libro.
Aprovechamos este espacio para expresar nuestra gratitud y
reconocimiento a Editorial Abya-Yala, en la persona de su director,
José Juncosa Blasco y de todo el equipo editorial por la publicación de
este trabajo. Estamos seguros que el presente libro contribuirá a res-
catar la memoria histórica del pueblo Palta, y a volver visible nuestra
lucha por el reconocimiento de nuestros derechos culturales en auto-
determinación. Esperamos que este trabajo no sea sólo el cierre de
un episodio, sino que abra nuevos caminos de investigación a futuro
en la lucha por construir una sociedad más inclusiva, respetuosa de
la diversidad y verdaderamente intercultural, tal como lo garantiza la
constitución ecuatoriana.
José Jacinto Calva
Presidente de la FEPROCOL
Introducción
La nebulosa identificación que vagamente nos aproxima a
los antiguos habitantes de la actual provincia de Loja y el halo de
misterio que rodea gran parte de su historia despierta la curiosidad
y genera numerosas cuestiones e interrogantes, tanto más cuando
se considera que la región fue el destino de pioneros asentamientos
humanos desde el temprano paleolítico y que, a la postre, hospedaría
a culturas más avanzadas en lo que a organización social y tecnoló-
gica se refiere, sin que la definición de sus características culturales,
sociales y materiales de vida haya encontrado consenso entre los
diferentes historiadores. A diferencia del algo generoso retrato que
los cronistas nos han regalado de otros pueblos precolombinos que
habitaron el territorio del actual Ecuador, a la hora de describir a los
Paltas éstos se mostraron austeros y mezquinos en cuanto a detalles,
y eso cuando no disímiles y contradictorios entre sí, alimentando más
bien las dudas y la contraposición de opiniones.
Pese a todo, los más recientes estudios arqueológicos y etno-
históricos que se han venido efectuando en los últimos treinta años
han contribuido a disipar ciertas cuestiones irresueltas y respon-
der algunas dudas, dudas muchas de ellas generadas por la misma
arqueología e historiografía lojanas en una etapa menos madura de
su desarrollo. En segundo lugar, llama la atención lo que podría-
mos identificar como el etnocidio cultural del pueblo Palta, esto es,
su abrupta desaparición del vasto territorio que por largo tiempo
llegaron a ocupar, un desvanecimiento que resulta más bien atípico
si consideramos la sobrevivencia cultural hasta el presente de otros
pueblos indígenas que también –y más o menos en el mismo marco
administrativo y jurisdiccional (la Real Audiencia de Quito)– sufrie-
18
El pueblo Palta en la historia
ron y lograron sobrevivir al hecho colonial en sus dos variables, tanto
interna como externa.
Por último, sorprende que en pleno siglo XXI el sustantivo
Palta se muestre reacio en permanecer a la saga de los tiempos, pues
hoy vuelve a caracterizar y definir la identidad colectiva de quienes
consideran ser los legatarios del pasado y de la cultura paltenses, cuya
desaparición resultó ser más ficticia que real puesto que, en determi-
nados elementos, logró atravesar las barreras temporales y hoy inicia
a limar la corrosión del olvido. Así pues, desde el año 2006 varios
comuneros de la provincia de Loja iniciaron el proceso de etnogéne-
sis y restructuración de su identidad como pueblo Palta, adhiriéndose
a una nueva forma de asociacionismo e identificación colectiva que
echa anclajes en el pasado, pero sin perder los visos y proyectos a
futuro, eso sí, marcando una distinción respecto a los proyectos de
sociedad que se generan desde los discursos y las prácticas de los
cuadros dominantes y hegemónicos.
A lo largo de este trabajo nos desplazaremos por las diferentes
etapas históricas hasta desembocar en el presente, nos guiaremos por
la propuesta metodológica de Patricio Guerrero en cuanto a hacer un
acercamiento a los factores de temporalidad (histórico), espacialidad
(territorio) y sentido (prácticas simbólicas, acciones performativas y
discursos interpretativos, etc.). Además, como marco teórico-meto-
dológico hemos de hacer uso de varios paradigmas del análisis histó-
rico, sociológico y antropológico, en particular del marxismo cultural
a través de los conceptos gramscianos de hegemonía y subalternidad
para, mediante ellos, tratar de describir la trama de relaciones socia-
les, culturales, económicas, políticas y simbólicas asimétricas que se
han venido tejiendo a lo largo de la historia. Desde esta misma trin-
chera analizaremos las condiciones de dominio y etnocidio cultural
no únicamente en relación con el marco económico y de las relacio-
nes de producción, ya que también se prestará especial atención a las
condiciones de dominio cultural y simbólico que de manera más sutil
y soterrada, pero muy eficaz, han intervenido en los procesos sociales
a ser analizados.
19
Introducción
No obstante y en concordancia con los marcos epistemológicos
actuales, ya no basta con instalarse en una sola posición y permanecer
estáticos en ella, esto es así en vista de que el mundo (particularmente
el mundo de hoy) está hecho de múltiples relaciones y cruces cultura-
les, se trata de una verdadera red de redes para cuya comprensión se
requiere, precisamente, un análisis de red. O para decirlo en términos
de García Canclini: “Adoptar el punto de vista de los oprimidos o
excluidos puede servir en la etapa de descubrimiento, para generar
hipótesis o contrahipótesis que desafíen los saberes constituidos,
para hacer visibles campos de lo real descuidados por el conocimien-
to hegemónico. Pero el momento de la justificación epistemológica
conviene desplazarse entre las intersecciones, en las zonas donde las
narrativas se oponen o se cruzan” (García Canclini, [1995] 2009: 25)
Buscaremos entonces evidenciar los cruces y las coyunturas produci-
dos por el encuentro –y el desencuentro– entre culturas.
En el plano de lo histórico seguiremos los pasos de la tendencia
inaugurada por el materialismo histórico en el siglo XIX y continua-
da de cerca por Fernand Braudel hace ya más de medio siglo; hacer
historia no sólo desde su variable idealista y apologética, sino y sobre
todo considerando los aspectos socio-económicos y estructurales
(infraestructura y superestructura) de la historia y la manera como
éstos han ido modelando las relaciones humanas en las diferentes eta-
pas temporales. Para ello será necesario estudiar la institucionalidad,
el marco jurídico y los aspectos tanto ideológicos como simbólicos de
la sociedad indígena lojana y de todas las demás sociedades con las
que le ha tocado articularse. Por tanto, realizaremos un acercamiento
interno a las dinámicas regionales y las pondremos en contexto con
las dinámicas macrosociales y externas a las que se encontraban y se
encuentran subsumidas, en un primer momento de cara a la conquis-
ta inca, después en su relación con el hecho colonial y por último con
el Estado nacional en sus diversas, heterogéneas y cambiantes facetas
históricas e ideológicas.
La primera parte es una exploración a los factores de espacia-
lidad, un somero recorrido geográfico por el irregular relieve lojano
20
El pueblo Palta en la historia
y su gran variabilidad de climas y paisajes. A continuación emprende-
remos en la cronología de los estudios arqueológicos en Loja y la des-
cripción de su estado actual (aunque quede todavía mucho por sacar
a la luz). Luego –y este es el grueso del trabajo– nos ocuparemos de la
historia lojana durante la etapa colonial e inicios del periodo republi-
cano. Quizá ésta sea la parte más original del presente estudio, puesto
que acudiremos a fuentes históricas directas para desentrañar una par-
te importante y de larga duración en la etnohistoria regional. Con este
cometido fue necesario realizar una arqueología documental en varios
archivos históricos del país: el Archivo Nacional de Historia de Quito
(serie indígenas, serie gobierno y mapoteca); el Archivo Nacional de
Historia de la Casa de la Cultura de Cuenca y de la Curia Diocesana en
la misma ciudad, y el Archivo Histórico Municipal de Loja.
Cabe señalar que en estos dos últimos la investigación no pudo
ser sino muy parcial en vista de que los catálogos documentales ya
no corresponden a la actual codificación de los documentos (en el
caso del Archivo de la Curia) o sencillamente los documentos no se
encuentran en lo absoluto clasificados y codificados (en el caso del
Archivo lojano). Siendo así, el único medio al que debí acudir fue
encomendarme a la buena fortuna de poder localizar alguna fuente
relevante y de ayuda. En buena hora, la fortuna resolvió serme gentil,
sobre todo en lo que respecta a padrones de población regional y
descripción de su composición étnica (con las limitaciones que los
caracterizan). En este punto concuerdo plenamente con Félix Pala-
dines, quien se opone a la común idea de que son pocas las fuentes
disponibles para escribir la historia lojana, cuando en realidad son
muchas y simplemente se encuentran a la paciente espera de algún
día ser desempolvadas.
Por mi parte, he transcrito directamente y en grafía colonial los
pocos documentos que me ha sido posible recuperar. Aunque estoy
consciente de que hacerlo así puede entorpecer la lectura y tornarla
menos fluida que si se hiciese un resumen de ellos, sin embargo,
pienso que más allá de cualquier punto de exégesis y consideraciones
hermenéuticas, se trata de fuentes de primera mano y como tal ate-
21
Introducción
soran un valor histórico a ser recuperado. Por lo demás, su transcrip-
ción “en bruto” también responde a un imperativo antropológico;
conceder la palabra a los actores sociales participantes, representados
en este caso por funcionarios coloniales, jefaturas étnicas y –aunque
en menor medida dada su relativa ausencia en las fuentes– actores
sociales de base que plasmaron sus necesidades, quejas, querellas,
pedidos y cosmovisión en el papel.
La primera parte de este trabajo es básicamente un ensayo en
el género de la etnohistoria, la misma que en lo referente al periodo
colonial –en opinión de Udo Oberem– se encuentra por lo general
descuidada. La segunda parte (capítulos VIII y IX) es una descripción
más que sucinta del proceso de etnogénesis y reactivación identitaria
del pueblo Palta: se requieren análisis y estudios más exhaustivos
para acompañar un proceso que apenas acaba de iniciar pero que
ya ha tomado por buena senda, sin por ello estar libre de amenazas
y peligros disasociativos que obstaculizan el desarrollo del proceso.
Por último ensayaremos una aproximación teórica a los conceptos
de identidad, etnicidad y cultura, los mismos que se colocan en un
sitial central en el análisis del proceso de etnogénesis en Loja. Precisa
en primer lugar desmitificarlos y deconstruirlos antes de contextuali-
zarlos en la dinámica histórica de resurgimiento del pueblo Palta, un
proceso que no es nuevo ni único del espacio lojano, sino que se suma
a un movimiento más general de resurgimiento de la consciencia
étnica en varias geografías y contextos.
Me es grato expresar todo mi agradecimiento a José Juncosa,
estimado docente y director de la Escuela de Antropología Aplicada
de la UPS (Universidad Politécnica Salesiana), asesor y acompañante
de este trabajo. Mi imperecedera gratitud a los señores José Ulpiano
Jiménez y José Jacinto Calva, ex presidente y actual presidente de la
FEPROCOL (Federación Provincial de Comunas de Loja) respectiva-
mente, y a todas y todos los compañeros paltas de la FEPROCOL, por
su apoyo, interés, guía y amistad a lo largo del proceso de este trabajo.
A Félix Paladines por el obsequio de su libro Loja de arriba abajo que
me resultó de gran ayuda en la investigación. Al Dr. Juan Chacón
22
El pueblo Palta en la historia
agradezco sus consejos en cuanto a la investigación archivística y el
manual de paleografía que amablemente me facilitó. Agradezco tam-
bién a la Dra. Rocío Pazmiño Acuña, directora ejecutiva del Archivo
Nacional de Historia de Quito y a la Sra. Patricia Zambrano funcio-
naria de la misma institución. En el Archivo de Cuenca a la Lcda.
Luz María Guapisaca, directora del Archivo Nacional de Historia
de la Casa de la Cultura y en Loja a la Lcda. María Fernanda León,
directora del Archivo Histórico Municipal.
Un agradecimiento al Lcdo. René Guaitara, Director de
Museos y Sitios Arqueológicos del Ministerio de Cultura y Patrimo-
nio, por extender la autorización respectiva para fotografiar el retrato
de José Ignacio Checa y Carrascosa (corregidor de Loja), expuesto
en la sala de Arte Colonial del Museo del Ministerio de Cultura en
Quito, y a mi primo, Giovanny Rivadeneira Brito, por su pericia en
el arte de la fotografía y la buena imagen obtenida. A todas y todos
muchas gracias por su importante colaboración.
Primera parte
Etnohistoria del pueblo palta
Capítulo I
Espacialidad y
temporalidad temprana
Aspectos espaciales: aproximación geográca
La actual provincia de Loja fue y es el escenario vital del pueblo
Palta histórico y presente. Las cortas distancias que la separan de la
Amazonía y de la Costa, a más del notable debilitamiento de las mura-
llas geográficas que las dividen, han determinado la estrecha relación
de sus habitantes con estas dos regiones laterales. La provincia de
Loja es la más meridional del territorio ecuatoriano; espacialmente se
halla localizada entre los paralelos 3º 20’ y 4º 40’ de latitud sur. Limita
al norte con las provincias del Azuay y El Oro, al sur con la República
del Perú, la provincia de Zamora Chinchipe al este y la provincia de
El Oro y la República del Perú al occidente. Acertadamente, Jaime
Idrovo y Dominique Gomis (1997) afirman que su territorio se halla
en una encrucijada territorial e histórica, veamos por qué:
Ocupémonos primeramente de su situación como encrucija-
da territorial o geográfica y analicemos las razones por las cuales la
provincia de Loja presenta características únicas y especiales que la
hacen diferente respecto al conjunto de las demás provincias andinas
del Ecuador. En primer lugar, el territorio lojano no es sólo una zona
de frontera geopolítica, es también una región fronteriza que demar-
ca confines en lo climático y ecológico. A eso se suma –en segundo
26
El pueblo Palta en la historia
lugar– lo accidentado y heterogéneo de su relieve. Hagamos una
exploración en sentido este-oeste y analicemos las características par-
ticulares de las dos cordilleras andinas (Oriental y Occidental) en su
recorrido por territorio lojano. Una señera descripción fue ensayada
por Wolf en la segunda mitad del siglo XIX:
La Cordillera real de los Andes corre desde el nudo de Sabanilla
con bastante regularidad de S al N hasta los páramos de Zaraguro,
y no presenta ninguna dicultad á la explicacion; pero todo el pais
al occidente de la gran Cordillera tiene una composicion orográca
muy complicada é irregular, y será difícil considerar todas sus
montañas como simples ramales de la Cordillera principal; se
presentan mas bien como eslabones disyuntos de una cadena
occidental (Wolf, [1892] 2007: 29).
A su paso por Loja, la cordillera Oriental o Real de los Andes
mantiene la regularidad en cuanto a su orientación meridiana y se
presenta como una muralla interpuesta entre el callejón interandino
y la planicie amazónica. Sin embargo, la misma es considerablemente
más baja –3 000 metros como promedio– y menos ancha en relación
comparativa con las zonas septentrional y central del Ecuador. Este
hecho permite el fácil acceso de los vientos alisios provenientes de
la Amazonía, los cuales depositan su abundante carga de humedad
tanto en las estribaciones y las cimas de esta cordillera como en las
hoyas y los nudos al interior de la provincia, siendo su influencia
decreciente a medida que se dirigen hacia el oeste donde poco a poco
se resecan (Efecto de Foehn).
Luego del encuentro entre los ríos Zamora (S–N) y Juntas
(N–S), ambos toman un giro al este y suman sus fuerzas para rom-
per la sólida muralla oriental de los Andes, abriéndose paso a la
Amazonía hacia donde se precipitan en un profundo y sobrecogedor
encañonado. Este accidente geográfico se constituye en una enor-
me puerta abierta que permite el paso directo, hacia el interior del
callejón interandino, de los vientos de la selva tropical con sus altas
cargas de humedad, sin que deban tributar una parte de ellas a las
estribaciones de la cordillera. De ahí que el noreste de la provincia se
27
Espacialidad y temporalidad temprana
presente más húmedo, particularmente en el sector de Saraguro don-
de, además, los vientos alisios son atraídos por la acción absorbente
de la profunda hoya del Jubones, alcanzando mayor velocidad a su
paso por esta comarca.
Hacia el levante encontramos las mayores elevaciones de la
provincia, al tiempo que las precipitaciones son abundantes y se carac-
terizan por su regularidad. Estos dos fenómenos influyen en el tipo
de explotaciones características del oriente lojano, siendo predomi-
nantes los cultivos de maíz, trigo, hortalizas y los pastizales1. También
son importantes los recursos forestales, particularmente el bosque de
Podocarpus en su exuberante diversidad piedemontana y andina.
Como bien lo anota Wolf, la tarea se complica cuando trata-
mos de describir la cordillera Occidental; si en el resto del territorio
ecuatoriano su recorrido es paralelo al de la cordillera Oriental, en
tierras lojanas la cordillera Occidental se disgrega en múltiples sec-
ciones inconexas entre sí, al tiempo que cambia su orientación; ya no
corre en sentido norte-sur (o sur-norte como prefiere Wolf) sino que
se va en sentido sur-oeste, esto es, se abre por medio de profundos
valles en dirección del Pacífico y del desierto norperuano, quedando
expuesta directamente a sus influencias climáticas. A ello se suma su
baja altura, la que en la provincia de Loja –igual que la humedad–
es decreciente en sentido este-oeste. Aquí, la cadena occidental ya
no ofrece mayor resistencia a las influencias climáticas de la Costa;
los vientos desecantes del Pacífico –provenientes de la Corriente de
Humboldt– ejercen su influencia sobre el occidente de la provincia,
determinando el bajo índice de precipitaciones y la marcada irre-
gularidad que las caracteriza, aunque con intervalos en los cuales
desde la Costa penetran considerables masas húmedas. Además, la
temperatura también aumenta en relación inversa al descenso alti-
1 Subrayemos no obstante que: “El sistema de cultivo basado en la trilogía ceba-
da-haba-papa, tan frecuente en llaparte central de la Sierra no se encuentra aquí,
una vez más por la débil altura de las cordilleras” (Gondard, 1983: 287).
28
El pueblo Palta en la historia
tudinal, como consecuencia, la estación seca dura como promedio
ocho meses.
No cuesta imaginar que las condiciones de vida y la regulari-
dad de los sistemas productivos están signadas por la incertidumbre2.
La región suroeste de la provincia es la que sufre los mayores rigores
del clima, aunque a lo largo de la cuenca del río Calvas el paisaje se
encuentra matizado por amplias y productivas extensiones de arro-
zales en torno a Macará (Pietri-Levy, 1986). La cordillera de Celica se
localiza al norte de la franja occidental, su mayor altura permite que
en los pisos medios, mayores receptores de humedad, se hayan desa-
rrollado cultivos de café, tabaco, caña de azúcar y frutos tropicales.
Esta cordillera tiñe de verde una extensa franja a lo largo del valle del
río Puyango, de Alamor a Olmedo.
Ahora dirijámonos hacia el interior de la provincia; las zonas
que corresponden al callejón interandino están dominadas, en mayor
y menor medida según su ubicación, por las influencias climáticas
amazónicas o pacíficas. Recalquemos una vez más que tanto en altu-
ras como en humedad la tendencia es decreciente en sentido de des-
plazamiento este-oeste. Algo parecido ocurre en cuanto al sentido de
exposición norte-sur: en general, las vertientes norte de las elevacio-
nes centrales están expuestas a mayor humedad, en cambio aquellas
que miran hacia el sur se presentan más secas. Las zonas centrales con
mayor irrigación están dominadas por los cultivos de caña de azúcar
(Catamayo, Malacatos) de cafetales y de frutos de régimen tropical,
productos que se constituyen en una importante fuente de ingresos
para amplios sectores de la provincia.
En la zona intracordillerana encontramos cuatro hoyas princi-
pales: las de los ríos Zamora, Catamayo, Macará y Puyango, demar-
cadas por las dos cordilleras laterales y los nudos de Cajanuma y
2 Subrayemos no obstante que: “El sistema de cultivo basado en la trilogía ceba-
da-haba-papa, tan frecuente en llaparte central de la Sierra no se encuentra aquí,
una vez más por la débil altura de las cordilleras” (Gondard, 1983: 287).
29
Espacialidad y temporalidad temprana
Acayana. Los valles que dan paso a los cursos fluviales son más estre-
chos y pequeños en comparación con las hoyas centrales y norandi-
nas, razón por la cual la provincia de Loja presenta un relieve muy
accidentado, caracterizado por los cambios bruscos de alturas y de
temperaturas en cortas distancias.
A todo lo expuesto hasta ahora debemos agregar que el desier-
to peruano inicia a escasos treinta kilómetros de Zapotillo, por lo
tanto, Loja es también una región de transición ecológica entre los
Andes septentrionales y los Andes centrales (diríamos, los Andes de
páramo y los Andes de puna). Dicha transición se presenta también
muy marcada en la Costa: tomando a Tumbes como punto de par-
tida, en dirección norte predomina la costa húmeda y estrecha, en
tanto que hacia el sur, el litoral peruano se ensancha más de 150 km.,
dando paso al gigantesco desierto de sechura, uno de los ecosistemas
más secos del mundo. Esta encrucijada ecológica define a la provincia
de Loja como un Sahel: “es decir un borde, un escalón, una transición
hacia el desierto costero del Norte del Perú” (Gondard, 1983: 39).
Factores climáticos enfrentados
Las masas de aire pacíficas y amazónicas son dos colosos en
batalla sobre campo lojano. Por lo general –cuando las perturbacio-
nes no irrumpen en escena– el régimen de lluvias se distribuye en tor-
no a tres tipos pluviométricos mayores (Gondard, 1983b). A inicios
del año las masas húmedas del Pacífico se imponen, determinando
un régimen de lluvias tipo Costa cuyas cotas máximas se registran en
marzo. En el suroeste de Loja esta etapa “invernal” es determinante
para asegurar el equilibrio agrícola y forestal, mientras que el noroes-
te se beneficia de lluvias más regulares y repartidas a lo largo de
todo el año. El otro tipo de pluviosidad es eminentemente serrano y
presenta dos máximas, una al final y otra al inicio del año, fenómeno
que tiene incidencia más directa sobre las geografías de Gonzanamá,
la Toma y Malacatos. Por último, el régimen de tipo amazónico es
30
El pueblo Palta en la historia
protagonista a mediados del año, imperando sobre todo en el oriente
de la provincia a partir del mes de junio.
Bien vale advertir que lo expuesto hasta aquí no es más que
un esquema general, y de cierta manera simplificado, sobre los com-
plejos sistemas climatológicos del sur ecuatoriano. Lo escalonado
de la geografía lojana permite la existencia de microverticalidades
y microecosistemas que no siempre se ciñen a la regla general. Pero
sobre todo, la inestabilidad climática en Loja ha sido una constante
a la que los grupos humanos de todos los tiempos históricos se han
sabido adaptar. De todas formas, no resulta aventurado afirmar que
la mayor presión agrícola y pecuaria del presente acentúan la inesta-
bilidad, poniendo en riesgo aquel equilibrio que el “hombre primiti-
vo” supo guardar con su entorno.
En conclusión, el territorio lojano se define por una marcada
dualidad climática y ecológica; el oeste de la provincia –tanto más si
nos acercamos al sur– se caracteriza por la escasa humedad y la pro-
longada sequía; son predominantes las especies vegetales xerofíticas
y los cultivos de caña de azúcar, arroz, café, maní, y en las partes más
húmedas, los frutos de régimen tropical. El este de la provincia es
más húmedo y frío –tanto más si nos acercamos al norte– y se carac-
teriza por la frecuencia constante de lluvias. Predominan los cultivos
de maíz, trigo y hortalizas, a más de la ganadería lechera. Las cimas
montañosas que se aproximan a los 3 000 metros están dominadas
por páramos, situación única en estas latitudes puesto que al norte
los mismos no inician, como promedio, sino a 3 500 metros de altura.
Ahora bien, en el afán de entender e interpretar de mejor
manera los fenómenos naturales y sociales propios de este espacio,
varios autores han utilizado el término de
“Andes Bajos” para referirse a la región comprendida entre
el nudo del Azuay (2º 30 minutos de latitud sur) hasta Cajamarca
en territorio peruano (7º de latitud sur), región desprovista de los
glaciares tan característicos del centro y norte ecuatoriano y al sur de
Cajamarca en el Perú. Sin embargo, es en Loja donde las particula-
ridades de los Andes Bajos se acentúan todavía más: las elevaciones
31
Espacialidad y temporalidad temprana
son notablemente menos altas; los páramos apenas rozan la corona
de las cumbres más elevadas de la provincia. Por el poniente, la cor-
dillera Occidental casi llega a fenecer, al punto que instalados sobre
una de sus estribaciones resulta difícil definir si estamos en la Sierra
o en una zona costera de colinas, de hecho, la vegetación y el paisaje
lucen muy similares al interior montañoso de Manabí. En resumen, a
su paso por Loja las grandes cordilleras andinas, verdaderas murallas
interregionales, se debilitan marcadamente, permitiendo un tránsito
más fluido entre región y región, tanto de personas y productos cuan-
to de influencias climáticas.
Gráfico 1.
Perfiles altitudinales andinos
Fuente: Alba Moya, 1995
A partir de lo expuesto cabe señalar que cualquier aproxima-
ción a los factores de espacialidad en territorio lojano no pueden
guiarse por los mismos criterios con los que usualmente analiza-
mos la relación del ser humano con su medio ambiente en el resto
de los Andes ecuatorianos. Por lo general, dicho criterio sigue una
32
El pueblo Palta en la historia
orientación meridional o vertical, segmentando el territorio en tres
regiones naturales claramente demarcadas y definidas: Costa, Sierra y
Amazonía. En cambio, para comprender de mejor manera la relación
histórica, sociológica, psicológica y cultural entre el ser humano y el
medio ambiente en territorio palta, también es preciso y fundamental
un enfoque transversal, siguiendo un itinerario este-oeste y viceversa.
Gráfico 2.
Perfiles Este-Oeste del Ecuador
Fuente: Salomon, 2011
33
Espacialidad y temporalidad temprana
Precisa subrayarse que la transversalidad espacio-cultural
no es exclusiva de la zona de los Andes bajos puesto que el con-
junto general de los pueblos andinos llegó a establecer relaciones
multidireccionales con los territorios circundantes, sin embargo, es
precisamente en Loja donde la transversalidad se revela vital, colo-
cándose en el plano de un verdadero primer orden. En el caso de los
Andes septentrionales o Andes de páramo, la transversalidad espa-
cial trascordillerana fue sin duda mucho más activa en comparación
con la región de la puna meridional (Andes del sur). Si en el Perú
y en Bolivia la anchura promedio de la cordillera andina es de 500
a 600 km, en la zona ecuatorial ésta se estrecha considerablemente,
reduciéndose a un promedio de tan solo 150 km entre cordillera y
cordillera. La consecuencia lógica es que la relación entre los andinos
y las poblaciones del litoral pacífico y de la cuenca amazónica tuvo
mayor fluidez en la región de los Andes septentrionales. Además,
el imbricamiento de paisajes y microverticalidades propias de los
Andes de páramo se tradujo en determinadas estrategias adaptativas
al medio, naturalmente diferentes a las adoptadas en la zona de Puna,
espacio en el que las grandes distancias y la homogeneidad ecológica
de enormes extensiones de territorio produjo formas culturales y tec-
nológicas particulares, y donde las relaciones políticas transversales
tuvieron menos importancia respecto a las entabladas, negociadas, o
en su defecto batalladas de sur a norte.
Análisis diacrónico temprano: en búsqueda de
los orígenes
El estrechamiento y debilitamiento de las barreras divisorias
andinas, y su posición central en una región que por tratarse de un
punto de transición ecológica también se presenta como una zona
activa de intercambios, colocan a la actual provincia de Loja en una
encrucijada histórica y cultural como escenario de tránsito y asenta-
miento de tempranos flujos migratorios multidireccionales; los datos
34
El pueblo Palta en la historia
arqueológicos nos informan que ya desde el Paleolítico el norte de la
provincia se hallaba habitado por bandas de cazadores-recolectores
hace remotos diez o doce mil años atrás.
Para las primeras sociedades agro-alfareras las dataciones
más antiguas nos retroceden a casi cuatro mil años a partir del pre-
sente, época en la posiblemente se produjeron nuevos movimientos
migratorios, tanto de tránsito como de asentamiento permanente. El
territorio lojano “se dibuja además como un lugar de contactos entre
dos regiones claramente marcadas en el panorama cultural andino, a
saber: las de Azuay-Cañar en el Ecuador y la de Piura-Túmbez-Lam-
bayeque en el Perú” (Idrovo y Gomis, 1997: 5).
La arqueología ha echado alguna luz sobre el tipo de organi-
zación social característico de los primeros pueblos que se asentaron
en la zona, pero sobre todo, en los últimos treinta años ha logrado
aclarar notablemente su cronología. Los asentamientos más tardíos, en
el periodo inmediatamente anterior a las conquistas inca y española,
alcanzaron un grado de cohesión cultural y lingüístico dentro de un
rango territorial lo bastante amplio como para afirmar la existencia de
unidades socio-culturales articuladas en mayor o menor grado entre sí
bajo una misma identificación común. Estas organizaciones socio-cul-
turales se reunieron bajo la denominación colectiva de Paltas.
El origen de estas poblaciones ha despertado el interés de
varios observadores y estudiosos; de primera mano, los cronistas
recogieron valiosa aunque escasa información sobre el pueblo Palta,
la que en ocasiones adolece de contradicciones entre uno y otro escri-
tor. En tiempos posteriores y valiéndose de aquellas primeras fuentes
documentales, varios autores han interpretado de diferente manera la
información presentada, priorizando algunas teorías.
Los precursores
El padre Juan de Velasco fue quien primero se encargó de sis-
tematizar las fuentes y ofrecer una visión general sobre los Paltas. En
el afán de sostener su –hoy controvertida– tesis histórica, localiza al
35
Espacialidad y temporalidad temprana
“Estado Palta” entre los trece pueblos meridionales que conformaban
el Reino de Quito.
10. Paltas, pequeño, con las tribus de los Carriochambas, Chaparras
y Saraguros. Las dos primeras tribus se han extinguido, o se hallan
con otros nombres.
11. Zarza, grande, con numerosas tribus, como son: Cariamangas,
Catacochas, Catamayus, Chapamarcas, Chantacos, Colambos,
Gonzanamaes, Guachanamaes, Malacatos, Piscobambas,
Vilcabambas, Yunganas y Zarumas (Juan de Velasco [1788] 1978:
435).
Sin embargo, en opinión de Hernán Gallardo Moscoso (1991:
20): “No han existido nunca los Zarsas, ha sido una ocurrencia histó-
rica del Padre Juan de Velasco, en sustitución de otras parcialidades
que no menciona: los Ambocas y los Garrochambas en el valle de
Catamayo”. Otros autores por su parte niegan que los Saraguro sean
un grupo de filiación étnica paltense, pues para algunos se trataría
de un pueblo extranjero de origen mitimae que habría sido instalado
en la región en tiempos del incario, en tanto que otros sostienen su
raigambre cañari.
Un siglo posterior a la obra del Padre Velasco, el arzobispo
Federico González Suárez dedica unas pocas líneas de su monumen-
tal obra al pueblo Palta (1890), aunque de manera poco integrada y
tautológica, sin agregar información a más de la ya proporcionada
por su antecesor. Pero los estudios avanzan al inaugurarse el siglo
XX: en 1901 llegó al país la Segunda Misión Geodésica Francesa,
entre cuyos miembros contaba el insigne antropólogo Paul Rivet,
quien, en colaboración con René Verneau publica en 1912 la obra
Etnographie Ancienne de l’Equateur. En este trabajo y pese a que la
información que consignan sobre los Paltas es limitada, los autores
proponen por primera vez una tesis que será retomada por varios
estudios posteriores y que hoy por hoy cuenta con muy amplio con-
senso: el origen amazónico del pueblo Palta.
Más tarde, el territorio lojano atrae la atención de otro célebre
estudioso, el americanista Max Uhle, llegado al país gracias a una
36
El pueblo Palta en la historia
invitación que le fuera extendida por Jacinto Jijón y Caamaño (1919).
Adscrito a la corriente de la época, la obra de Uhle es marcadamen-
te difusionista; sin más elementos de juicio por aquel entonces, los
hallazgos cerámicos se clasificaba de acuerdo a la tipología de las altas
culturas americanas, las que se suponía irradiaron su influencia técni-
ca y cultural a las demás regiones del continente. Analizando los res-
tos arqueológicos que Uhle halló en territorio ecuatoriano, el arqueó-
logo alemán creyó haber identificado parentescos cercanos con la
cultura maya, una teoría que a la postre habría de ser desvirtuada.
Por su parte, Jijón y Caamaño no abandona la lógica difusio-
nista heredada de Uhle, sin embargo, su análisis de las poblaciones
lojanas se aleja de la propuesta mayoide y afirma –al igual que Rivet–
sus raíces amazónicas. Los Paltas serían un grupo de origen proto-
jíbaro que se habrían instalado en territorio lojano tras romper la
unidad Puruhá-Mochica durante la época de Tiwanaco. A su enten-
der, la cerámica rústica que se encuentra en los sitios arqueológicos
más antiguos de la provincia guardan relación con la tipología y las
técnicas cerámicas de los pueblos jibaroanos. De igual manera, Jijón
y Caamaño acude a los estudios etnolingüísticos para argumentar su
teoría (en contados casos acertados de acuerdo a Idrovo y Gomis,
mientras que para Taylor su aporte es concluyente). En expresiones
de Jijón y Caamaño –recogidas por Aquiles Pérez –:
El Jíbaro, Palta o Malacato. Los Paltas y los Malacatos ocupaban
la actual provincia de Loja, y por el sur llegaban hasta Jaén… La
cerámica del último periodo preincaico de Puruhá revela una fuerte
penetración amazónica… No solo la provincia de Loja está llena de
topónimos y apellidos Puruhá-Mochichas (47,84%) sino también
el territorio donde hoy viven los Jíbaros – el Vicariato de Méndez
y Gualaquiza– (12,71%); la cerámica de Loja es de factura jíbara, a
partir de un tiempo posterior a la irradiación septentrional del arte
tihunaquense (Pérez, 1984:33).
Jijón y Caamaño también recibió el influjo de Donald Collier
y Jonh Murra, dos investigadores norteamericanos llegados en la
década del cuarenta, quienes portaban consigo un nuevo bagaje
37
Espacialidad y temporalidad temprana
arqueológico adscrito a un difusionismo más matizado. Por entonces,
las investigaciones se caracterizaban por su carácter especulativo,
pues los hallazgos arqueológicos se presentaban desarticulados y
descontextualizados por cuanto no se contaba con un principio orga-
nizador consensuado. Todos los autores hasta ahora mencionados
desconocían el contexto formativo de la costa ecuatoriana y carecían
del esquema propuesto por Estrada, Meggers y Evans en la década
del cincuenta3, de acuerdo con el cual se definen cuatro periodos
clasificatorios que permiten enmarcar de mejor manera el pasado
precolombino del Ecuador, a saber: Periodo Paleolítico o Precerámi-
co, Periodo Formativo, Periodo de Desarrollo Regional y Periodo de
Integración4.
Ya para la época comprendida entre finales de la década de los
setenta e inicios de los ochenta los estudios arqueológicos en la pro-
vincia se tornaron más sistemáticos, llegando a organizar los hallaz-
gos de forma más integral dentro de un esquema local y regional que
poco a poco fue adquiriendo claridad. Los trabajos de Matilde Tem-
me en Cubilán y la llegada de la Misión Arqueológica Francesa, en
cooperación con el Banco Central, inician el estudio los yacimientos
arqueológicos de la provincia contando ya con un principio organi-
zador definido y mejor consensuado; de su trabajo surge una nueva
periodización, adscrita a la vez al desarrollo endógeno de las culturas
3 Basado en el esquema presentado por Steward (1948) para la clasificación de las
altas culturas americanas.
4 Hasta la primera mitad del siglo XX, los investigadores sostenían que Chavín
en el Perú y Olmeca en México eran los centros cerámicos más antiguos del
continente americano, por lo tanto, en ellos habría que buscar tanto el origen
como la irradiación de esta técnica a otras regiones de América. Sin embargo, las
investigaciones de Estrada, Meggers y Evans ponen de manifiesto que la cultura
Valdivia, en el litoral ecuatoriano, es más antigua que aquellas y por lo tanto se
perfila como una de las primeras del continente. A continuación, los estudios
sobre Machalilla, Chorrera, Narrío, etc., llevan el eje de atención puertas aden-
tro de nuestro propio territorio. Surge entonces la referida clasificación.
38
El pueblo Palta en la historia
como a un contexto regional de mayor amplitud. A continuación
pasamos revista de la referida periodización en su escenario lojano.
Periodo Paleoindio o Precerámico
Las excavaciones realizadas por el equipo de Mathilde Temme
en el sector de Cubilán (1978-1980), localizado en la zona fronteriza
entre las provincias de Loja, Azuay y Zamora Chinchipe, sacaron a
la luz los restos de cultura material de un asentamiento primitivo de
cazadores y recolectores nómadas que habitaron esta zona en tiem-
pos muy remotos. Este periodo se caracteriza por la práctica de una
economía de apropiación: para la caza y la faena de las presas obte-
nidas, los hombres de Cubilán fabricaron y utilizaron herramientas
líticas de diverso tipo, también se practicaba la recolección de frutos
silvestres. Las técnicas y los conocimientos agrícolas y alfareros se
ignoraban en este primer periodo, de hecho, su descubrimiento y
desarrollo marcan el paso al Periodo Formativo, del cual nos ocupa-
remos en el siguiente subtítulo.
La datación más antigua asignada por Temme al sitio de Cubi-
lán se remonta a 10 500 años antes del presente, o sea, al 8 500 a.C.
Asimismo, se definió una continuidad de mil años en la ocupación
de los sitios estudiados. Las evidencias de tales ocupaciones se hallan
en restos de carbones y cenizas dejados por las fogatas, así como en
las aglomeraciones de objetos líticos y de canteras de extracción de la
materia prima. Los habitantes de Cubilán habrían estado organizados
en hordas o bandas compuesta por no más de cien miembros unidos
por lazos de parentesco, un tipo de organización social muy básico
en cuyo seno: “no existe especialización del trabajo ni hay lugar para
excedentes, por lo que las actividades eran más bien comunitarias”
(Almeida, 2000: 51).
Los restos descubiertos en Cubilán parecen guardar un paren-
tesco muy laxo con los otros dos sitios precerámicos del Ecuador; el
Inga y Chobshi. En cambio, Temme encuentra similitudes con otros
yacimientos peruanos del mismo periodo:
39
Espacialidad y temporalidad temprana
Un vistazo a sitios en el vecino Perú donde existen bifaces y que
pueden tener un origen similar… demuestran que probablemente
Chivateros I y II… y Cuchimachay y Acomachay en la zona de
San Pedro de Cajas/Junín…son los únicos que pueden tener un
parentesco muy cercano con el material de Cubilán (Temme, 1982:
160).
Entretanto en la Costa, las evidencias paleolíticas nos llevan
un milenio más atrás, donde desde el 9500 a.C. ya se registran los
vestigios más antiguos de Amotape (9500-6000 a.C), sucedido por
asentamientos posteriores; Siches (6000-3500 a.C) y Honda (3500-
2600 a.C), así como otros asentamientos precerámicos en la penín-
sula de Illescas, todos ellos ubicados en las costas de Piura y Tumbes
(Ramón, 2008).
Periodo Formativo (3600 a. c – 500 a. C.)
La indefinición del pasado arqueológico lojano incentivó a
que el Banco Central del Ecuador, en convenio con el IFEA (Insti-
tuto Francés de Estudios Andinos), llevara a cabo una investigación
científica más sistemática sobre el centro y sur de la provincia (1979-
1981). Estas regiones son las que permanecían más incógnitas puesto
que el norte lojano ya había sido inspeccionado arqueológicamente
por Uhle en un primer momento, y más tarde por Collier y Murra.
Es así que los arqueólogos franceses Jean Guffroy, Patrice Lecoq y
el arqueólogo ecuatoriano Napoleón Almeida realizan excavaciones
en diversos sitios de la provincia y presentan sus informes parciales
(recomiendan realizar más estudios). En uno de ellos, publicado en
la Revista Cultura Nº 15 del Banco Central del Ecuador, Guffroy se
encarga de sistematizar el Periodo Formativo, Lecoq hace lo propio
con los Desarrollos Regionales, mientras que Almeida reseña el
Periodo de Integración.
El Periodo Formativo está signado por el incipiente desarrollo
de la agricultura y del arte de la cerámica, los que se combinan con la
caza y la recolección heredadas del Precerámico, configurando así el
40
El pueblo Palta en la historia
advenimiento de una economía de subsistencia basada en el manejo
antropogénico de los recursos naturales. También se distingue por el
incipiente proceso de sedentarización de las sociedades. En la pro-
vincia de Loja, los vestigios cerámicos más antiguos se registran en el
valle de Catamayo5, cuya datación se remonta al 1700 a.C. aproxima-
damente. Guffroy ensaya una aproximación al modo de vida dentro
de estos primeros asentamientos:
Los primeros grupos de agricultores sedentarios se asentaron en
la región de Catamayo, con toda probabilidad, hace más de 3500
años. Practicaban una agricultura elemental cuyas características
están por denirse, y estuvieron viviendo agrupándose en pequeños
asentamientos instalados en los alrededores del valle e integrados
por varias construcciones con cimientos de piedra. Se puede
suponer que tenían contactos con otros grupos, de nivel cultural
comparable, asentados en zonas vecinas: existen testimonios de
intercambios a larga distancia, en particular con la Costa, pero no
nos esposible determinar si estos se efectuaban directamente, o a
través de otros grupos poblacionales desconocidos hasta la fecha
y que desempeñaban un papel de intermediarios. Talesculturas
parecen haber evolucionado in situ, integrando y difundiendo
inuencias cuyo origen varía en cada fase (Guroy, 1983: 63).
5 Localizados en los siguientes sitios del referido valle: Trapichillo, El Tingo, Gua-
yabal, Los Cuyes I y III, La Vega y Pucará.
41
Espacialidad y temporalidad temprana
Gráfico 3.
Periodo Formativo
42
El pueblo Palta en la historia
Un aura de misterio envuelve el contexto de estos primeros
hallazgos cerámicos, ya que los mismos presentan una notable evo-
lución tanto en la técnica como en los detalles decorativos; extraña,
pues, que por detrás de ellos no se hayan podido identificar las hue-
llas de un antecesor que produjera una cerámica menos elaborada.
Los milenios comprendidos entre el Paleolítico al norte de la provin-
cia –en el sector de Cubilán– y el comienzo del Formativo en el valle
de Catamayo, no han dejado evidencia alguna de sucesión, mientras
que las evidencias del Precerámico al sur de la provincia se revelan
muy tenues. Guffroy anota:
Se desconoce el origen de los primeros grupos de agricultores
sedentarios que se asentaron en la provincia. En la actualidad,
podemos admitir dos hipótesis generales: la una postularía un
desarrollo autóctono, que pueda resultar o no de contactos con el
exterior, a partir de grupos poblacionales asentados en la región
en la época anterior llamada precerámica o también paleoindia.
La segunda hipótesis vincularía la aparición de la cerámica y de las
prácticas agrícolas con la llegada masiva o puntual de migradores
oriundos de otras zonas.
En el sur de la provincia de Loja, el periodo anterior –prece-
rámico– queda prácticamente desconocido. Los grupos de cazadores
recolectores nómadas o seminómadas que hubieran podido recorrer
aquel territorio no dejaron sino contados vestigios y los escasos asen-
tamientos descubiertos han sufrido una erosión muy fuerte como
para que su estudio permita caracterizar con precisión el medio de
vida de aquellos cazadores. El período que dista entre ellos y los pri-
meros agricultores es de todas formas considerable, y ningún dato
nos permite, hoy día, colmar un vacío que cubre varios milenios
(Gufroy, 1983: 59, 60).
Desde las primeras fases de ocupación, parece ser que las
poblaciones se agruparon en pequeños asentamientos ubicados en las
zonas periféricas del valle. Las construcciones –con capacidad para
albergar una o más familias nucleares– tenían plantas rectangulares y
semicirculares. Las mismas estaban construidas con tapias pequeñas
43
Espacialidad y temporalidad temprana
de piedra que en ocasiones iban unidas por un componente arcilloso,
en otras formando una suerte de graderíos, y a veces simplemente
superpuestas. Las techumbres habrían sido elaboradas en paja o de
enramados. En algunos asentamientos se ha determinado una ocupa-
ción a lo largo de todo el periodo Formativo, es decir, unos mil años
aproximadamente.
Los estudios sobre Catamayo revelan una sucesión de cuatro
fases en las que es posible percibir la influencia de otras regiones
ecuatorianas y peruanas: Valdivia, Machalilla, Chorrera, Cerro Narrío
y la fase amazónica de Chiguiza, presentes en el primer país; y en
territorio peruano Kotosh Waira-Jirca, Tutishcainyo, Pacopamba, a
más de una cierta influencia de las regiones de Piura y Chira, a través
de las tradiciones Negritos y Paita. En opinión de Idrovo y Gomis, los
parentescos más claros se establecen con las tradiciones amazónicas
de ambos países (Guffroy, 1982; Idrovo y Gomis, 1997; Almeida,
2000). Además, de esta misma época, más concretamente de Catama-
yo B, datan los primeros hallazgos del tráfico de concha spondylus,
producto aureolado con un alto prestigio ritual que estaba vinculado
a la existencia de macro redes de intercambio a largas distancias.
Catamayo, epicentro de la alfarería lojana, guarda relación y
se evidencian los contactos con otras zonas de la provincia, las mis-
mas que en ocasiones se presentan estrechas, ya otras veces difusas.
En Catacocha el poblamiento parece haber tenido lugar a finales del
Periodo Formativo; su alfarería se emparenta con las fases C y D del
Formativo catamayense y con las fases I y II del Desarrollo Regional
en la misma región (Catamayo). En cuanto a las regiones sureñas
de Cariamanga y Macará, la ocupación parece haber sido más tar-
día, y además, las formas y técnicas cerámicas de su primer periodo
presentan caracteres propios, presuntamente desvinculados con las
tradiciones cerámicas del Valle de Catamayo (Guffroy, 1982).
El inicio del Formativo lojano (1700 a.C.) es más tardío res-
pecto a otras regiones del Ecuador (Valdivia 3600 a.C / Narrío 2500
a.C) y en sus primeras etapas se presenta desvinculado de ellas; los
lazos más tempranos revelan parentesco con las culturas del norte
44
El pueblo Palta en la historia
peruano. Así, Catamayo A (1700-1300 a.C) presenta semejanzas con
las regiones del sur y del sur-este (Kotosh Waira-Jirca), difusión que
habría tomado la ruta del valle del Chinchipe. Posteriormente, en la
fase Catamayo B las influencias técnicas y estilísticas provienen de la
costa norperuana, al tiempo que aparecen las primeras señales de un
influjo de las culturas Chorrera y Narrío entre el 1500 y 1100 a.C.,
influencia que se acentúa en Catamayo C (1100-800 a.C), siguiendo
seguramente la ruta de los valles del Jubones y del Paute. En cuanto a
Catamayo D la orientación de las influencias recibidas retoma la vía
del sur, siendo muy evidente la influencia estilística Kotosh-Paucar-
tambo-Chavín (Taylor, 1988).
Desarrollo Regional (500 a.C. – 500 d.C.)
Fue estudiado por Patrice Lecoq, autora que determina dos
fases para este periodo: Desarrollo Regional 1 (DR 1) y Desarrollo
Regional 2 (DR 2) fases que por cierto están presentes en varios
puntos de la provincia: Catamayo, Catacocha y Cariamanga. Cata-
mayo continúa dominando por el número de sitios identificados,
Catacocha le sigue en segundo lugar, en tanto que Cariamanga es
la que cuenta con el menor número de asentamientos registrados.
A más de eso, las evidencias arqueológicas demuestran la existencia
de contactos entre Catamayo y Catacocha, en cambio, Cariamanga
se revela como una zona aislada, con un desarrollo en apariencia
independiente, lo que eventualmente podría explicarse porque esta
tradición acaso pertenece a otro horizonte cultural, posiblemente
ligado al norte peruano, en especial en el valle Piura-Chira, de la Fase
Paita C (Idrovo y Gomis, 1997).
45
Espacialidad y temporalidad temprana
Gráfico 4.
Secuencia de los desarrollos regionales
Fuente: Idrovo, Gomis, 1997
El periodo de Desarrollo Regional se caracteriza por el creci-
miento demográfico, hecho que en los asentamientos lojanos podría
explicarse a partir del análisis del engrosamiento de las paredes de los
recipientes, así como del mayor tamaño que éstos alcanzan, lo que
respondería a la necesidad de un aumento en las actividades produc-
tivas y de almacenamiento. También se habría producido una mayor
centralización del poder político y religioso, el cual iba aparejado a
una mayor dispersión geográfica de los asentamientos con el fin de
explotar de mejor manera los diferentes nichos ecológicos.
En los Desarrollos Regionales aparece por primera vez la meta-
lurgia, el territorio que nos ocupa no fue la excepción; las evidencias
muestran que esta técnica tuvo un desarrollo concomitante al de las
áreas vecinas. Sucede igual con la pintura negativa que se imprime a
la cerámica, técnica que por su complejidad requiere de habilidades y
conocimientos desarrollados.
46
El pueblo Palta en la historia
Asimismo, los contactos con otras regiones se fortalecen y se
renuevan. La relación con Narrío se mantiene, aunque de manera más
difusa conforme avanza este periodo. En cambio, parece ser que con la
Costa los contactos se estrechan, especialmente con la cultura Jambelí.
También es perceptible un influjo de las culturas del norte peruano.
Periodo de Integración (500 d.C. – 1470 d.C.)
En el Periodo de Integración, correspondiente al último mile-
nio antes de la conquista inca, las sociedades agroalfareras asentadas
en los distintos territorios llegaron a alcanzar una identificación cul-
tural común supralocal, aunque parece ser que las alianzas y acuerdos
políticos entre las diferentes parcialidades indígenas no habría tenido
tanta fuerza como para conformar “reinos” o “naciones”, conforme a
la tesis de Juan de Velasco. Con todo, estas identificaciones comunes
se traducen en rasgos compartidos como idioma, estructura social
similar, tradiciones, cosmovisiones y creencias, formas cerámicas
y arquitectónicas, etc. Es en este periodo donde identificamos las
diferentes etnicidades indígenas de que hablan los cronistas: Puru-
háes, Caranquis, Tallanes, Cañaris… y desde luego, los Paltas. De
acuerdo con Taylor, la emigración de los “paltajíbaros históricos”
se habría producido hacía el siglo V de nuestra era. Éstos, al dejar
la selva oriental iniciaron un movimiento migratorio y colonizador
de las tierras altas, desplazando a las poblaciones que ya se hallaban
emplazadas en su interior. Es decir, desde esta emigración hasta la
conquista inca, los Paltas fueron dueños autónomos de este territorio
por aproximadamente mil años.
Napoleón Almeida analiza este periodo a la luz de los descu-
brimientos arqueológicos y de las fuentes documentales legadas por
los cronistas, administradores, clérigos e historiadores. Se define que
habría existido un patrón de asentamiento nucleado bajo el cual se
reunía a un conjunto de población, pero al mismo tiempo una buena
parte de ella se encontraba dispersada, junto a sus tierras de cultivo.
En todo caso, al hablar de núcleos poblacionales nos estamos refirien-
47
Espacialidad y temporalidad temprana
do a la existencia de aldeas, pues el modelo “urbano” propiamente
dicho fue una imposición de los conquistadores españoles. La exis-
tencia de estas poblaciones es referida por Pedro Cieza de León, en su
inspección tras pocos años de fundada la ciudad de Loja:
A una parte y a otra de donde está fundada esta ciudad de Loja
hay muchas y muy grandes poblaciones, y los habitantes dellas casi
guardan y tienen las mismas costumbres que usan sus comarcanos;
y para ser conocidos tienen sus llautos o ligaduras en la cabeza
(Cieza de León [1550 1971: 224).
Al sur de la provincia, las prospecciones arqueológicas ponen
de manifiesto la existencia de terrazas agrícolas en las montañas,
en tanto que los poblados; “casi siempre construidos en las partes
altas, serían salvo excepciones como los sitios 99 en Catacocha y
214 en Cariamanga, de poca extensión” (Idrovo y Gomis, 1997: 26).
Estas tierras estaban habitadas por grupos de diversa filiación étni-
ca, unidos por diferentes grados de parentesco y de identificación
común: Paltas, Malacatos, Ambocas, Saraguros, Calvas… Empero,
según la apreciación de varios observadores de inicios de la colonia,
los Paltas formaban una provincia mayor, la cual era sin duda el
denominador común que aunaba a una parte de estas poblaciones.
Cieza de León anota:
Estando fuera de los términos destos indios cañares se llega a
la provincia de los Paltas, en la cual hay unos aposentos que se
nombran en este tiempo de las Piedras, porque allí se vieron muchas
y muy primas, que los reyes ingas en el tiempo de su reinado habían
mandado a sus mayordomos o delegados, por tener por importante
esta provincia de los Paltas, se hiciesen estos tambos, los cuales
fueron grandes y galanos ([1553] 1971: 223).
48
El pueblo Palta en la historia
Gráfico 5.
Área aproximada de las etnias de la zona andina ecuatoriana
en la época pre-incaica.
Fuente: A.C. Taylor, 1988
49
Espacialidad y temporalidad temprana
Al referirse al territorio de los Paltas como una provincia, Cie-
za no parece hacer referencia a una sola parcialidad étnica presente
en un retazo del territorio que nos ocupa, sino a un sentido de iden-
tificación espacial mucho más amplio, dentro del que posiblemente
se llegaban congregar varios señoríos étnicos, entre los que contamos
a los Paltas propiamente dichos, los Chaparras, los Garrochambas,
los Ambocas, los Calvas y los Malacatos. Garcilaso de la Vega hace
alusión al territorio palta en términos parecidos:
Túpac Inca Yupanqui fue a la provincia Cañari, y de camino
conquistó la que hay antes, que Llaman Palta, de donde llevaron
al Cuzco o a sus valles calientes la fruta sabrosa y regalada que
llaman palta; la cual provincia ganó el Inca con mucha facilidad,
con regalos y caricias más que no con las armas, aunque es gente
belicosa, pero puede mucho la mansedumbre de los Príncipes.
Esta nación traía por divisa la cabeza tableada, que, en naciendo
la criatura, le ponían una tabilla en la frente y otra en el colodrillo
y las ataban ambas, y cada día las iban apretando y juntando
más y más, y siempre tenían la criatura echada de espaldas y no
les quitaban las tablillas hasta los tres años; sacaban las cabezas
feísimas; y así, por oprobio a cualquier indio que tenía la frente
más ancha que lo ordinario o el cogote llano le decían Palta uma
que es cabeza de Palta6. Pasó el inca adelante dejando ministros para
el gobierno espiritual y temporal de aquella provincia (Garcilaso de
la Vega, [1553] 1967: 23).
Así pues, la cultura y el pueblo Palta se dibujan como un
importante eje poblacional e histórico en el territorio de la actual
provincia de Loja; ellos conforman el primer grupo humano identi-
ficado, con nombre propio, por los estudios etnohistóricos. Segura-
mente, sus antepasados más remotos se encontraban en las primeras
6 Cabalgando entre dos mundos –el inca y el español– es posible que el juicio de
Garcilaso encierre cierta dosis de entoncentrismo. La costumbre de deformar la
cabeza, registrada por primera vez en la cultura Machalilla y extendida a varias
culturas precolombinas, era considerado un símbolo de estatus y de estética, y
no precisamente de oprobio.
50
El pueblo Palta en la historia
sociedades líticas y alfareras que se asentaron en este territorio, a las
que se unieron oleadas migratorias procedentes de la Amazonía. Los
contactos con esta última región parecen ser el caldo de cultivo más
importante de la identificación étnica paltense.
Denominación y liación lingüística
De acuerdo con las crónicas, los Paltas practicaban la defor-
mación intencional del cráneo de los niños antes de que cumplieran
tres años de edad. A más de fines estéticos, esta práctica podría estar
ligada a concepciones religiosas particulares. Para Garcilaso de la
Vega, la denominación palta habría sido un “apodo” atribuible a la
similitud que guardaban sus cabezas con la fruta palta o aguacate
(Percea americana). Por lo demás, no está claro si se trata de una
autodenominación o la misma les fue atribuida por los conquistado-
res incas. Continuando con la tradición iniciada por Rivet y Jijón y
Caamaño, Gnerre (1983) sostiene que esta denominación étnica es
de origen jíbaro, la cual designaría unidad de parentesco –y por con-
siguiente, no estaría vinculada con la mencionada fruta–. Propone
encontrar en ella una metátesis del término “patal”, la forma arcaica
de la voz “patan” que en la actualidad designa, entre los Achuar y
los Aguaruna, al grupo de los parientes próximos, en tanto que el
término “Shuar” designa a “la gente” en general, es decir, a una iden-
tificación colectiva como grupo mucho más amplia. Sea como fuere,
la teoría del origen amazónico del pueblo Palta es lugar común entre
muchos autores, corriente a la que se adhiere Gnerre quien afirma
que el shuar fue el idioma pretérito de los paltas y los malacatos.
Anne-Marie Hocquenghem boga también a favor de esta tesis,
pues a su parecer: “los Malacatos, Paltas y Guaycundos, entre éstos
Calvas, Ayabacas y Caxas, eran étnicas afiliadas al grupo jíbaro”
(Hocquenghem, s/f: 48). De su lado, Anne-Christine Taylor sostiene
que los Paltas son grupos que en un primer momento se habrían esta-
blecido en el valle de Cuxibamba, asiento de la actual ciudad de Loja,
51
Espacialidad y temporalidad temprana
y más tarde se habría producido su dispersión al resto de la provincia
y a la región de Piura, en el Norte peruano. Estos grupos, a la postre,
identificados como Paltas, Malacatos y Guaycundos, tras abandonar
la Amazonía y sus formas culturales de origen, se habrían integrado
a la cultura quechua andina durante el Horizonte Medio peruano, es
decir, entre los 400-1000 d.C.
El territorio lojano fue el crisol de mezclas étnicas y culturales
producidas entre los emigrantes llegados de la región oriental y los
grupos humanos que ya se hallaban establecidos en su interior. Este
encuentro dio lugar a la conformación de una nueva identidad étnica
particular en la que sería posible identificar las influencias de la cultura
de la selva húmeda, así por ejemplo: el patrón de asentamientos organi-
zado en una partición territorial por familias extendidas –característico
entre las actuales poblaciones shuar– el hábitat disperso o mediana-
mente concentrado en torno a colinas o elevaciones fortificadas, la
jefatura puesta en manos de líderes guerreros y la cultura material
limitada (Idrovo, 1997). Esta afirmación pone en entredicho que la
organización paltense haya correspondido al sistema de señoríos étni-
cos o cacicazgos característica del Periodo de Integración en el mundo
andino, y es coincidente con las tesis de Taylor respecto a que su orga-
nización siguió el modelo de behetrías, ya llegaremos a ello.
Un texto particularmente rico para el análisis etnohistórico
es el informe publicado en 1571 por Juan de Salinas Loyola, en este
documento de carácter administrativo se recogen valiosos datos para
la indagación de las formas culturales propias del pueblo Palta, y de
su resignificación en el marco de la nueva estructura social impuesta
por los conquistadores hispanos. Este texto fue escrito tan solo una
veintena de años posteriores a la fundación de la ciudad de Loja,
es decir, en un momento coyuntural de cambio social, económico,
político, religioso y cultural, y de sedimentación paulatina del mode-
lo colonial. Respecto a las poblaciones nativas de la región que nos
ocupa, Salinas Loyola escribe:
151. En términos de la dicha ciudad hay tres diferencias de gentes,
naciones o lenguas. La una se dice cañar, y la otra palta, y la otra
52
El pueblo Palta en la historia
Malacatas (así), que estas dos últimas, aunque dieren algo, se
entienden…
152. Que las dos naciones dichas tenían su término donde se
dividían las poblaciones y provincias de los unos y de los otros (RGI
2 [1571] 1965: 301).
La descripción de esta distribución etno-espacial data del
mismo periodo de implantación de los repartimientos y encomien-
das, instituciones instauradas por el régimen colonial de las que nos
hemos de ocupar más adelante. Por lo pronto y en raíz de este texto
identificamos lo que claramente aparece como una filiación étnica
común entre los Paltas y los Malacatos, cuyos idiomas si bien difieren
se entienden; no sucede igual con los Cañaris, pueblo con el que se
establece una alteridad étnica y lingüística más marcada. En cambio,
los contornos que delimitan la ateridad tienden a difuminarse cuan-
do ponemos en relación a los paltas con los grupos de filiación étnica
y lingüística jibaroana, ya que la propia lengua palta estaría estrecha-
mente emparentada con el tronco shuar.
El tema de la liación lingüística del shuar se encuentra en mora
–por así decirlo– y se lo retoma con mucho pudor y prudencia a la
hora de las conclusiones. Ello no impide reconstruir su recorrido
histórico, según tradición muy armada desde Rivet (1910), Jijón y
Caamaño (1941) y últimamente por Gnerre (1983), la que establece
que el shuar ha sido la lengua preterida de los Paltas y Malacatos y
su punto inicial de expansión el Sur Andino ecuatoriano, la actual
provincia de Loja y la parte meridional del Valle del río Upano
(Juncosa, [1999] 2005: 29).
En su viaje exploratorio por tierras amazónicas –hacia donde
ingresó por la cuenca del río Paute– Hernando de Benavente nos
brinda un importante testimonio que deja fuera de toda duda el men-
cionado enparentamiento lingüístico. Hablando en su propio idioma,
los guías paltas de la expedición pudieron entenderse con unas muje-
res shuar que se tomaron de un cierto bohío de las tierras bajas.
[…] llegué a un río muy grande que me dijeron que era el de
Tomebamba [Paute] y el de las Minas de Santa Bárbola, el cual no
53
Espacialidad y temporalidad temprana
pude pasar sino fue en balsas que allí hicimos, e lo pasamos sin que
nadie peligrase. Todo hasta allí no fue sino montañas e muy grandes.
E como digo, después de pasado el río, torné a marchar, e dos leguas
de ahí allé un bohío de indios, en el cual se tomaron ciertas indias
que la lengua y habla dellos era como la de los Malacatos que están
cabe los Paltas, porque unos indios que iban consigo las entendían
(RGI 3 [s/f] 1965: 174).
En lo concerniente a la filiación lingüística del shuar chicham
y haciéndose eco de Jijón y Caamaño, varios investigadores le atribu-
yen un probable parentesco con el macro-arawak (toma de posición
que, para José Juncosa, se debe sobre todo a la autoridad del multi-
facético investigador quiteño), aunque hoy por hoy es punto común
clasificarlo como una lengua aislada7. De acuerdo con Gnerre (1983)
al grupo jíbaro pertenecen el shuar, el achuar, el huambisa y el awa-
jun (esta última es la que más se diferencia del resto), lenguas muy
parecidas entre sí pese a ser habladas en un rango geográfico muy
amplio y disperso8. Tales, pues, las lenguas vivas de filiación jíbaro;
a ellas hemos de agregar el palta y el malacato como las lenguas
muertas que un día pertenecieron a este extenso universo lingüístico
y cultural.
Pasando ahora al aspecto arqueológico, en una nota fugaz
Pedro Porras afirma que los hallazgos realizados demuestran evi-
dencia de contactos entre los pueblos shuar con las provincias de
Loja y el Azuay. Los estudios de Porras estuvieron principalmente
orientados a demostrar –con éxito– el manifiesto flujo cultural entre
los pueblos Quijos y los Panzaleos, definiendo la clara transversalidad
en el área Cosanga-Píllaro. Por su parte y en la misma región norte,
Frank Salomon estudió profusamente el intercambio con los Yumbos
7 Las tres lenguas predominantes –y por tanto matrices– en la Amazonía prehis-
tórica fueron el arawak, el caribe y el tupí-guaraní.
8 De acuerdo con varios autores, los grupos de lengua candoa en el Perú (kandos-
hi y shapra) también pertenecen al universo cultural y lingüístico Shuar.
54
El pueblo Palta en la historia
en el noroccidente de Pichincha y con los pueblos amazónicos de la
región de Quijos.
Volvamos ahora a tierras surandinas donde los Saraguros, ubi-
cados en el intersticio entre dos mundos, son colocados por algunos
estudiosos en la parte de los Cañaris, puesto que a más de la similitud
en la producción cerámica:
[…] debe incluirse el manejo del espacio en idénticos términos:
áreas aterrazadas, elevada producción agrícola, acceso a diferentes
pisos ecológicos en las vertientes Occidentales y Orientales de
la Cordillera, más concentraciones poblacionales próximas a
elevaciones apiramidadas, de función religiosa y demarcatorias
de los territorios étnicos. Se suman además la identidad entre el
quichua del Azuay-Cañar con el de la región de Saraguro, música
tradicional de idéntico ritmo y contenido, costumbres, mitos y
leyendas similares, etc. (Idrovo y Gomis, 1997: 116).
Independientemente de cuál sea el origen de los Saraguros, lo
que sí parece claro es la efectiva penetración cultura cañari en el norte
lojano. El siguiente testimonio de fray Gregorio García –recopilado
por Aquiles Pérez– así lo permite suponer:
Los ociales que hay en esta Provincia de los Paltas son de la
provincia de Quito o de la de los Cañares: solamente sirven los
Paltas de hacer adobes para las obras de los españoles, porque otros
son los que los ponen, llamados Ambocas, que son Cañares (Pérez,
1984: 44-45).
Nuevos avecindados en la región, parece ser que poco a poco
los Ambocas se “palteizaron”, llegando a estrechar lazos y establecer
alianzas matrimoniales con los grupos mayoritarios en el territorio
de acogida y adoptando una identificación cercana con ellos. En
cambio, una rápida mirada a los Saraguros revela el proceso con-
trario, pues a través de los siglos este pueblo ha logrado remarcar
su identidad particular en un proceso de largo alcance, el cual se
extiende hasta el presente.
55
Espacialidad y temporalidad temprana
Una continuidad espacial transversal
Hoy por hoy, el consenso sobre el origen protojíbaro de los
Paltas es prácticamente unánime. La coincidencia a la que sobre
este punto han llegado de manera independiente tanto la etnohisto-
ria como la arqueología y la lingüística, y desde luego, los estudios
interdisciplinares que conjugan estas ciencias, ponen punto a esta
cuestión de manera concluyente. Los Paltas pertenecen a un amplio
horizonte cultural definido por un continuum que los enlaza con
los grupos shuar de la Amazonía, particularmente con los bravos
Bracamoros con quienes las tesis de Taylor establecen un parentesco
directo, apenas separados por una frontera espacial e identitaria muy
débil. Asimismo, los hallazgos arqueológicos determinan la existen-
cia de macro redes de intercambio tempranas entre la Costa, la Sierra
y la Amazonía que datan de por lo menos cuatro mil años atrás, época
en la que posiblemente los chorreranos introdujeron el cultivo del
maíz en los Andes, al tiempo que desde la Amazonía recibieron la
yuca, adaptándola maravillosamente al clima cálido de la Costa. La
ruta de esta macro red de intercambios sentaba en Narrío su cruce
privilegiado, emporio arqueológico que ha permitido seguir el rastro
a estos tempranos circuitos interregionales.
Pero más allá de los estudios hasta ahora mencionados, exis-
ten otras pistas que nos permiten vislumbrar una continuidad espa-
cial y cultural entre las tres regiones, siendo particularmente muy
activa en los Andes Bajos; una de ellas es la presencia de petroglifos y
piedras tácitas (piedras con perforaciones cóncavas) en ambos terri-
torios. Sustentando su afirmación en la revisión de varios autores,
Galo Ramón anota que el origen más remoto de este arte rupestre
se debe buscar en los pueblos de foresta tropical amazónica, más
concretamente, hasta la fecha se han localizado dos núcleos prin-
cipales; los pueblos protoquixos, habitantes de la ceja selvática del
Napo, y los pueblos protoshuar o protojívaros, en la ceja de la selva
de Morona Santiago.
56
El pueblo Palta en la historia
Pero bien, en opinión de Ramón, los petroglifos (entre los que
incluye a los tacines) están relacionados a un sistema de concepciones
rituales para el manejo del territorio, la fertilidad, la caza, la humedad,
la salud y la relación con los dioses; su carácter se iría adaptando al
medio que los acogió e inscribiría dichas concepciones rituales a las
necesidades y la cosmovisión de cada espacio regional. En tierras loja-
nas los encontramos en zonas donde la variabilidad climática impone
su tiranía. Además, varios petroglifos están ubicados siguiendo las
líneas rituales que conectaban los diferentes lugares sagrados, así por
ejemplo, en Catacocha se localizan sobre la línea ritual que une al
cerro Pisaca (Pisaca en quichua significa “perdiz”, precisamente, la
divinidad que hacía llover) con el cerro Cango. Ramón además anota
que hasta el presente existe un ritual cristiano, en la segunda semana
de enero de cada año, durante el cual se intercambian la virgen de
Catacocha con la de Cangonamá para propiciar la lluvia, manteniendo
vigente hasta la actualidad aquella línea ritual. La otra línea ritual liga-
ba a la divinidad Pisaca con el lugar de residencia del cacique Acaro.
La montaña Pisaca era la deidad que hacía llover en la zona. Un
mito muy popular en Catacocha nos conrma este papel. El mito
nos cuenta que el cerro Pisaca tenía un hijo, el “torito Cango, que
pastaba en el cerro y que sólo podía alimentarse del pasto que crecía
en estos sitios. Este torito tenía la virtud de que al mugir hacía llover
y él mismo era un gran reproductor, de manera que mientras vivió
en la zona había agua y prosperidad. Cabe observar que el mito ha
sido ambientado a la presencia del ganado vacuno que trajeron los
españoles, pero conserva la antigua tradición de relacionarlo con la
lluvia y la fertilidad. Cualquiera sea el animal, la pertenencia al cerro
y su nombre “Cango”, lo relacionaban con la línea ritual que va desde
Pisaca a Cangonamá: el toro se llamaba precisamente “Cango”, en
tanto que el sujo “namá” siempre se reere a lugar. El mito continúa
señalando que, en diversos momentos, shamanes Guayacuntu,
primos, amigos y rivales de los Paltas, quisieron robarse al toro
(desde Huancabamba-Ayabaca), pero el toro regresó, herido, atacado
por las eras, el a su tierra. Hoy los campesinos de la zona explican
57
Espacialidad y temporalidad temprana
Todo parece indicar que los Paltas utilizaban los petroglifos
como un elemento propiciador de la lluvia, seguramente unido a
ritos particulares oficiados por shamanes, quienes, a su tiempo y por
vía de la liturgia lograban afirmar su poder, dando lugar a un sistema
en el que posiblemente los conocimientos shamánicos y la jefatura se
encontraban indisolublemente ligadas.
Una segunda pista de la continuidad transversal quizá la
encontremos en la alfarería. Uno de los métodos de la arqueología
–tal vez el más aventurado– es el de las llamadas pervivencias, por
cuyo medio el arqueólogo intenta encontrar en algunas prácticas del
presente determinados vestigios del pasado. En cuanto a la cerámica,
es largamente conocido que la técnica del golpeado tuvo una amplia
difusión en territorio cañari, donde la arqueología ha identificado
los antiguos restos de los “martillos” o “wactanas”, herramientas
utilizadas en dicha técnica consistente en golpear el barro por dentro
y por fuera del cuerpo de las vasijas en producción –con la wactana
macho (convexa) y la wactana hembra (cóncava)– para darle su forma
redondeada al “estómago” de la vasija. Inútil sería discutir –qué duda
cabe– que la técnica del golpeado, común en el sur del Cañar (Jatum-
pamba), en el Azuay (Sérrag, Tunzha, Las Nieves) y en el norte de Loja
(Saraguro, Cera) es una pervivencia precolombina de origen cañari.
La pervivencia temporal de esta técnica permite al etnohisto-
riador realizar un mapeado de las áreas de influencia cañari, refor-
zando las tesis sobre su penetración cultural en el norte de Loja. Una
pista parecida podría ofrecernos la otra técnica cerámica que hasta
hace poco era común en el resto de la provincia –antes de que el
plástico haga su irrupción en escena–:
la sequía, la pérdida de las lagunas y de las quebradas por el robo
nal del torito hijo de Pisaca. Mitos similares se cuentan para el cerro
Tarimo, para el cerro Cango, mostrándonos una enorme profusión de
estas concepciones (Ramón, 2008: 98).
58
El pueblo Palta en la historia
En todo caso, la tecnología cerámica moderna en el norte de Loja es
la misma que en la zona cañari, mientras que en el sur de la provincia
encontramos una técnica distinta –el acordelado– (Sjömann, 1992:
49).
Curiosamente, el acordelado es una técnica de amplia difusión
en toda la cuenca amazónica; consiste en realizar una especie de
cuerdas de arcilla (o “roscas”) y sobreponerlas una sobre otra, para
modelarlas y alisarlas posteriormente ya sea con las manos y con
pedazos lisos de madera, hojas de maíz, o cortezas de calabaza. Tanto
en Loja como en la Amazonía las piezas de cerámica son quemadas
en hornos al aire libre. Sin ánimos de pretender alcanzar una conclu-
sión definitiva, resulta cuanto menos interesante notar una aparente
continuidad espacial (y transversal) entre el desarrollo de esta técnica
tanto en la cuenca amazónica como en dos de las cuatro provincias
andinas para las cuales se ha definido con claridad la continuidad
transversal, a saber, Loja e Imbabura. En esta última provincia, el
acordelado se combina con la técnica del molde invertido.
Hacia el medio día, en tierras lojanas la continuidad de esta
técnica se extiende hasta la Costa, pues los alfareros de la provincia
de El Oro también se revelan expertos el arte del acordelado, donde es
combinado con las técnicas del modelado y del paleteado (Sjömann,
1992). La certeza de que la técnica del golpeado proviene de la tradi-
ción cultural del pueblo cañar, y la incertidumbre de no poder definir
con seguridad si el acordelado en Loja tiene o no su origen en la Ama-
zonía, puede explicarse a partir de la notable sucesión de etapas que
caracteriza a las tradiciones cerámicas cañaris, claramente continua-
das y encadenadas desde Narrío Temprano (de innegable filiación
Chorrera) hasta incluso más allá de Cazhaloma, desembocando en el
estilo conocido como Inka-Cañari. En cambio, tanto en Loja como
en la Amazonía las tradiciones cerámicas se presentan discontinuas y
muy variables, dificultando la tarea de seguir sus pasos cronológicos
sin correr el riesgo de desviarse del camino.
Por lo demás, en nuestro medio, la huella más antigua de la
técnica del acordelado no se encuentra en la Amazonía sino en la
59
Espacialidad y temporalidad temprana
mismísima cultura Valdivia, una de las más célebres y antiguas de
todo el continente americano cuyo asiento fue el territorio de la
actual provincia de Santa Elena. Sin embargo, si hemos de hacernos
eco de las tesis de Lathrap, las raíces más remotas de Valdivia se han
de buscar en la cuenca amazónica (y no en Homon como lo afirma-
ban Estrada, Evans y Meggers), con lo que nos devolvemos nueva-
mente al este, a tierras amazónicas.
Gráfico 6.
Técnicas alfareras y de petroglifos
Fuente: Elaboración propia
La fractura parcial de la transversalidad
Muy conocida es la historia de la estruendosa derrota sufrida
por Wayna Kapak cuando en un temerario pero desatinado intento
* Área de Petroglifos
/ Técnica del Acordelado
+ Técnica del Golpeado
0 40 80 100 KM
60
El pueblo Palta en la historia
quiso someter a los Bracamoros de las tierras bajas. Ante la furiosa
arremetida de los cazadores de cabezas, al Inca no le quedó otra
opción sino recoger sus pasos a toda prisa antes de que su mas-
kapaicha –cabeza incluida– le quedase como trofeo de guerra a los
“salvajes”. La enorme humillación intentó disimularse tras el velo
del desprecio y la desacreditación del rival. Taylor anota que a partir
de entonces los Incas incluyeron a los Bracamoros, junto con los
Chunchos, en el “bestiario” de gentes indignas de ser incorporadas al
Tawantinsuyo. El nombre Bracamoros proviene del quechua paka-
muru que significa “cara pintada” apelativo que les fuera conferido
por los cuzqueños.
A partir de entonces los Incas clausuraron parcialmente la
frontera oriental, edificando fortificaciones sobre los límites mon-
tañosos de Loja y en el valle de Cuyes, e instalando poblaciones de
origen mitimae en los valles que dominan la Amazonía. Al parecer,
el manejo vertical de los archipiélagos se orientó en dirección oeste,
donde a más de obtener productos de régimen tropical y subtropical
no se corría el mismo riesgo de encontrar tribus tan hostiles como en
los valles orientales. De todas formas, el cierre de la frontera orien-
tal tan solo llegó a ser parcial puesto que las relaciones sociales y de
intercambio entre las tierras altas y bajas continuaron, sin que ello
comportara el establecimiento de alianzas políticas, ya que presumi-
blemente éstas habrían de ser coartadas por la presencia de grupos
mitimaes de frontera. Pero aun así, si bien el territorio allende la
línea de montaña oriental era considerado “salvaje” y la rivalidad de
sus pobladores con los incas permanecía latente, Taylor afirma que
estos últimos no solo autorizaron sino incluso impulsaron los inter-
cambios como una manera de complementar la economía vertical
de archipiélagos que se habría organizado en la frontera occidental.
En cuanto a los españoles, el espejismo minero y el aspecto de
una tierra que a primera vista luce exuberante atrajeron su atención,
motivando las tempranas expediciones y asentamientos en la zona. Sin
embargo, la hostilidad tanto de la selva húmeda como de la población
nativa refrenaron buena parte de sus impulsos colonizadores, impo-
61
Espacialidad y temporalidad temprana
niendo un límite a su expansión. En efecto, las primeras fundaciones
españolas en la Amazonía tuvieron una duración muy efímera y a
duras penas logran ser recordadas; la voracidad de la selva ha borrado
los vestigios de aquellos primeros poblados. Pese a todo, la Corona
concedió encomiendas en esta región a los pioneros exploradores, de
entre quienes la mayoría nunca llegó a establecer morada permanente
en ella. Los pocos que sí lo hicieron –junto con un puñado de vecinos
españoles– no tardaron en averiguar que sus aspiraciones de prestigio
simbólico y acumulación material mediante el servicio de la población
nativa encomendada apenas podrían caber dentro la dialéctica del amo
y del esclavo, o mejor dicho, aceleraría el proceso de emancipación
éste: En situación de aislamiento en medio a la espesa selva ambos
(encomenderos y encomendados) se veían avocados a una economía
de supervivencia sin que entre ellos mediare una muy marcada asi-
metría en su nivel de vida, y en donde los españoles se encontraban
en situación de dependencia de los conocimientos nativos para poder
sobrevivir. A lo sumo, se llegaron a constituir en campesinos ermitaños
que apenas producían para su sustento diario, y cuyos bienes y presti-
gio locales no diferían notablemente del de sus sirvientes.
Otro fue el caso de los asientos mineros, los que en el corregi-
miento de Loja –a diferencia de otros lugares de la Real Audiencia–
colmaron en buena medida las expectativas de los primeros coloniza-
dores. Si bien es cierto que minas de Zamora abrieron ampliamente
la frontera oriental, no es menos remarcable que al mismo tiempo
destruyeron y desarticularon las redes de intercambio y los circuitos
sociales de inveterada memoria entre las dos regiones; las altas tasas
de mortalidad, producto de las epidemias y los maltratos, y el retro-
ceso de la población nativa hacia el interior de la selva, vaciaron a la
región de sus habitantes originales y los reemplazaron con migrantes
y colonos que no lograron echar raíces permanentes en estos terri-
torios, fluctuando su número en función de las crisis y los auges
mineros. En su época dorada, las tierras al este de Loja conformaron
la célebre gobernación de Yaguarzongo, importante jurisdicción
política que no pocos notables aspiraban presidir.
62
El pueblo Palta en la historia
Pese a su parcial apertura, la “frontera jívara” siempre repre-
sentó para los españoles un territorio de riesgo, en donde el precario
equilibrio entre la paz y las expediciones guerreras podía romperse en
cualquier momento. De hecho, en los Andes Bajos una buena parte de
la crisis minera responde a la aterrorizada huída de los trabajadores
por protegerse de las incursiones de los bravos guerreros amazónicos
que constantemente y con gran violencia hostilizaban las tierras altas.
Incluso en una región doblemente protegida por dos sendas murallas
(la cordillera Oriental y frente a ella la alta meseta del Collay) la suerte
de las minas de Santa Bárbara, en la jurisdicción de Gualaceo, fue sen-
tenciada luego de que las incursiones jíbaras las arrasaran hacia 1579.
A lo largo de toda la etapa, la frontera jíbara fue mirada con una fasci-
nación sólo comparable al temor que de ella también emanaba.
La remembranza del año 1599 habría de ser un fantasma
que constantemente rondaría en la memoria de los conquistadores.
Aquel año fue protagonista de la más grande rebelión indígena que
se recuerda en la Amazonía. Bajo el mando del cacique Kirrúba se
consiguió confederar a los grupos jíbaros del Santiago y del Morona
y a un contingente de veinte mil mitayos serranos de las minas; en
una centellante arremetida los indios borraron del mapa todos los
asentamientos y ciudades españolas de la región. De nada sirvieron
los contraataques que desde 1600 lanzó la Real Audiencia de Quito;
hasta por lo menos la segunda mitad del siglo XVIII, la región no
llegó a ser completamente sometida9. En vista de estas circunstancias,
9 Siguiendo a Juan de Velazco, Félix Paladines recoge el relato del inicio de la
sublevación: “El jefe principal Quiruba, que había hecho todas las disposiciones
con gran arte, ocupó la casa en que estaba el Gobernador (don Juan de Alderete,
cuñado y sucesor de don Juan Salinas de Loyola). Sitiada esta por fuera, entró
con bastante gente, conduciendo todo el oro que había juntado su nación para
las fiestas; y, al mismo tiempo, los instrumentos para fundirlo. Mataron toda la
gente que estaba dentro a excepción del Gobernador, mal vestido con la sorpre-
sa. Dijéronle que era ya tiempo que recibiese el oro de la contribución, mandado
prevenir por él. Lo desnudaron enteramente, y lo ataron de pies y manos…;
plantaron los demás en el patio una gran fragua, donde fundieron el oro. Estan-
63
Espacialidad y temporalidad temprana
la minería se volcó hacia Zaruma, donde sin tardar alcanzaron fama
sus célebres minas de oro, aunque experimentando altas y bajas a lo
largo de su devenir histórico10.
do ya prevenido en los crisoles, le abrieron la boca con un hueso, diciéndole que
querían ver si alguna vez se saciaba de oro. Se lo fueron echando poco a poco”
(Paladines, 2006: 63).
10 Se mantuvo una importante producción hasta 1625, año en el que se hicieron
sentir los primeros síntomas de un sostenido decaimiento. Luego, de 1863 hasta
1820, se experimentó otro periodo de bonanza (Ramón, 2008).
Capítulo II
Transformaciones y continuidades
durante las conquistas
No existe un documento de la civilización que no sea al mismo tiempo
un documento de la barbarie
(Walter Benjamin).
El pueblo Palta tras las conquistas: continuidad
histórica y cambio estructural
Tras controlar por varios siglos un área activa de intercambios
y de llevar una existencia independiente, en menos de una centuria
los Paltas experimentaron dos procesos de sometimiento y conquista
que cambiarían para siempre su nivel autónomo de organización.
Primero, procedentes del Cuzco, llegaron las huestes conquistadores
de Túpac Inka Yupanki, tras cuya imposición los Paltas fueron absor-
bidos al enorme imperio del Tawantinsuyo; podemos figurarnos
fácilmente el interés de los cuzqueños por controlar este codiciado
territorio de encrucijada. Tan solo siete décadas más tarde los Paltas
sufren nuevamente un proceso de sometimiento forzoso, esta vez
más radical y violento y cuya acción afectó con mayor fuerza su pro-
pia organización social; la conquista española.
Ambos procesos –mucho más la segunda conquista– son
comúnmente asimilados como un movimiento de destrucción y
dispersión del pueblo Palta, el que habría sucumbido ante los meca-
66
El pueblo Palta en la historia
nismos de dominación extranjera y de mestizaje tanto biológico como
cultural. A esto debemos sumar la presencia “visible” de la identidad
indígena saraguro en la provincia de Loja, la misma que, en vista de la
conservación de sus diacríticos étnicos, de cierto modo “opaca” e “invi-
sibiliza” a los demás grupos que podrían reclamar un origen indígena,
si no es que en su relación comparativa con los otros habitantes de la
provincia, termina por afirmar la identidad “mestiza” de aquellos.
Pero bien, cabe ahora preguntar: ¿Qué sucedió con el pueblo
Palta luego de las conquistas? ¿Cómo llegaron a desaparecer del
territorio lojano? ¿Adónde fueron? ¿Dónde están sus descendientes?
¿Qué queda de la memoria histórica de este pueblo? El afirmar que
el cantón Saraguro y San Lucas son los únicos núcleos indígenas de
la provincia de Loja que sobrevivieron a ambas conquistas se contra-
dice con el testimonio de los archivos históricos, los cuales guardan
una copiosa cantidad de documentos que dan fe de la persistencia
de varios pueblos indígenas a lo largo y ancho del territorio lojano
durante todo el periodo colonial y los primeros años de la República.
Es durante este último periodo que las identidades indígenas tien-
den a diluirse en mayor medida como consecuencia de las nuevas
políticas republicanas de corte liberal tendientes a la homologación
social bajo un solo modelo, pero este proceso también responde a
una estrategia colectiva autogenerada al interior de las comunidades
originarias, las que optaron por “blanquearse” social y culturalmente
para liberarse de las onerosas cargas tributarias y laborales que pesa-
ban sobre el indígena.
Así pues, la tesis medular de este trabajo es que tras los pro-
cesos de conquista y sometimiento los Paltas no fueron eliminados
físicamente de su territorio, sino por el contrario, su etnicidad se
vio sujeta a un proceso de recomposición por cuyo medio ésta fue
reelaborada y reestructurada con el fin de tornase funcional a los
intereses de las nuevas clases dominantes, pero también fue instru-
mentalizada en respuesta a las necesidades locales de adaptación y
resistencia desarrolladas por la población nativa. Esta dinámica tuvo
lugar dentro de un proceso de negociación no igualitaria en el que
67
Transformaciones y continuidades durante las conquistas
los conquistadores permitieron la permanencia de las comunidades
indígenas y conservaron parte de su propia organización, a cambio
de lo cual recibían beneficios y dones –siempre asimétricos– que de
todas formas cabían dentro de los modelos organizativos locales, solo
que ahora mediados por un fuerte y agravado intercambio desigual.
Naturalmente, esta negociación no estuvo libre de conflictos en los
que estallaron las contradicciones y se evidenciaron las ambigüeda-
des de los pactos establecidos.
El sol y la cruz se imponen
Dos décadas después de haberse descentrado del Cuzco, allá
por los 1440, y de llevar adelante la gran expansión territorial de su
imperio, los Incas ya se encontraban hostilizando y pactando con los
pueblos más meridionales del actual Ecuador. Pese a su notoriedad
como grandes guerreros, los cuzqueños preferían agotar todos los
recursos diplomáticos antes de acudir a las armas, las que tarde o
temprano terminaban por inclinar la balanza a favor suyo. A este
respecto, no existe consenso sobre del papel jugado por los Paltas
de cara a la conquista inca, pues algunos cronistas sostienen que su
resistencia fue enconada, para otros en cambio, su sometimiento tuvo
lugar en un contexto más bien pacífico y diplomático. De acuerdo a
Garcilaso de la Vega:
Túpac Inca Yupanqui fue a la provincia Cañari y en el camino
conquistó la que hay antes, que llaman Palta, de donde llevaron al
Cuzco o a sus valles calientes la fruta sabrosa o regalada que llaman
Palta; la cual provincia ganó el Inca con mucha facilidad, con regalos
y caricias más que no con las armas, aunque es gente belicosa, pero
puede mucho más la mansedumbre de los Príncipes (Garcilaso de la
Vega, [1609] 1967: 23).
De su parte, Cieza de León refiere:
En los Paltas y en Huacabamba, Caxas y Ayabaca y sus comarcas, tuvo
gran trabajo en sojuzgar aquellas naciones, porque son belicosas y
robustas, y tuvo guerra con ellos más de cinco lunas; mas, al n, ellos
68
El pueblo Palta en la historia
pidieron la paz, y se les dio con la condición que a los demás; y la
paz se asentaba hoy y mañana estaba la provincia llena de mitimaes
y con gobernadores (Cieza de León, [1550] 1971: 211).
Haya sido trabajosa y violenta o no, lo cierto es que luego de
su sojuzgamiento la organización social interna se vio afectada por
las nuevas instituciones y autoridades impuestas desde el incario,
así lo deja ver el texto de Cieza al referirse a los gobernadores que se
implantaron en la provincia. De igual modo y en consonancia con lo
recogido por el cronista, el territorio palta vio un nuevo proceso de
recomposición poblacional con la llegada de una importante corrien-
te migratoria; se trata de los mitimaes, poblaciones desplazadas por la
política inca en razón de cuatro fines principales:
a) los colonos enviados desde el centro del imperio a las zonas
recientemente conquistadas, para civilizar a los nativos y
colaboradores en su control; b) las guarniciones fronterizas que al
cesar la expansión imperial tendieron a convertirse en asentamientos
permanentes; c) los cultivadores, especialistas en técnicas agrícolas,
particularmente el riego, enviados a regiones escasamente pobladas,
particularmente para incrementar de modo especial la producción
del maíz; d) nalmente, los ex rebeldes, poblaciones conquistadas y
otros sectores excedentes, alejados de su hábitat original y utilizados
en la región nuclear del imperio, en tareas muy variadas (Oberem,
1988: 151).
Más tarde, con la caída del Tawantinsuyo en manos de los
españoles, el territorio palta queda desligado de la red política y del
modo de producción asiático propio de la organización socio-econó-
mica del incanato, para, luego de casi quince años a partir de la muer-
te de Atahualpa, pasar a formar parte de un importante eje poblacio-
nal-administrativo hispano que se materializó con la fundación de la
ciudad de Loja. Parece ser que la referida fundación, llevada a cabo
69
Transformaciones y continuidades durante las conquistas
por el capitán Alonso de Mercadillo el 8 de diciembre de 154811,tuvo
como aliciente principal la pacificación de la comarca que por aquel
entonces se encontraba asaz agitada. Así lo pone en evidencia el
informe de Salinas de Loyola que en su numeral primero refiere:
La ciudad de Loja se pobló en el camino real que va de la ciudad
de Quito à la del Cuzco, a causa de estar desviados los naturales
de aquella provincia de las demás ciudades pobladas, e hicieron
muchos robos y mataban los españoles que pasaban por el camino
de suerte que no se podía caminar si no era cantidad de españoles
juntos; y a esta causa se pobló por el capitán Alonso de Mercadillo,
en n del año de cuarenta y seis , o en principio del de siete; con que
se pacicaron y quietaron los naturales, que estaban alterados por
los daños que habían hecho (RGI 2, [1571] 1965: 291).
En rigor, el capitán Alonso de Mercadillo, oriundo de Loja en
Granada, efectuó tanto una segunda fundación cuanto un despla-
zamiento territorial del primer asentamiento español en la región;
se trataba del pueblo de la Zarza12, localizado en el alto valle del
Catamayo. Este traslado se dio en vista de que aquel primer asiento
se encontraba en “tierra caliente y no tan fértil”, lo que movió a Mer-
cadillo a elegir el valle de Cujibamba como nuevo lugar de acogida
de la naciente ciudad. Salinas también reporta que la ciudad se pobló
con cien soldados “poco más o menos”.
11 La primera fundación de Loja tuvo lugar en 1546, para luego, en 1548, ser tras-
ladada a su actual emplazamiento.
12 Sobre este primer asiento, el padre José María Vargas menciona: “A la actual
ciudad de Loja precedió un ensayo de población en el valle de Cangocham-
ba-Catamayo, por orden de Gonzalo Pizarro, en cuyo nombre se llamó la
Zarza, en recuerdo del caserío que poseían los Pizarro en Trujillo de España”
(Vargas, 1991: 17). Ha sido lugar común localizar al asiento de la Zarza en el
emplazamiento de la actual ciudad de Catamayo, sin embargo, las investigacio-
nes de Chantal Caillavet y de Galo Ramón dejan claro que su localización real
se encontraba en el alto valle del Catamayo y no en su parte baja (Ver Ramón,
2008: 68-72).
70
El pueblo Palta en la historia
Gráfico 7.
La Real Audiencia de Quito
Fuente: Poloni-Simard, 2006
71
Transformaciones y continuidades durante las conquistas
Con la fundación de la ciudad de Loja la población palta se
adhiere a un nuevo sentido de espacialidad dado por la centralidad
político-administrativa propia del modelo urbanístico español, siste-
ma que hasta entonces les había sido desconocido en el ámbito sus
asentamientos de tipo disperso. La ciudad de Loja, cabeza del corre-
gimiento homónimo creado en 1547, será entonces el escenario de
actos administrativos y jurídicos que competen a todo el territorio
que quedó adscrito a su jurisdicción. A la cabeza de esta jurisdicción
político administrativa estaba el corregidor, poderoso funcionario
sobre quien únicamente mandaban el Rey, el Virrey y el Presidente
de la Real Audiencia; evidentemente su cargo estaba aureolado de
gran prestigio.
72
El pueblo Palta en la historia
El corregimiento de Loja comprendía el territorio de la actual
provincia de Loja y parte de las jurisdicciones de El Oro y Zamora
Chinchipe, en tierras litoral y amazónica respectivamente. A su vez,
el corregimiento de Loja estaba supeditado a la competencia y la
autoridad de la Real Audiencia de Quito, sede que también ejerció
un efecto centrípeto sobre el poder y la autoridad de las comunida-
des locales que vieron minada su capacidad de autodeterminación y
soberanía, pero que al mismo tiempo encontraron una instancia por
medio de la cual podían acceder con mayor facilidad a las esferas más
altas del poder político colonial. En efecto, sorprende que muchas de
las querellas, juicios, demandas y consultas fueran elevadas a las auto-
ridades coloniales en la ciudad de Quito, sede de la Real Audiencia y
localizada a lejanas “80 leguas”13 de la ciudad de Loja.
La instauración de este cuadro administrativo también trajo
consigo la creación de nuevas autoridades, algunas con el encargo
de mediar la relación entre la población indígena y española como
es el caso de los jueces protectores de naturales. Vale decir que a lo
indígenas, incluidos los caciques, no les estaba permitido represen-
tarse a sí mismos ante las autoridades centrales; cualquier pedido o
proceso judicial tenía que pasar por mano de dichos jueces, a quienes
–teóricamente– se encomendaba la defensa de los intereses de las
comunidades originarias. En gran medida, la necesidad de media-
dores se afincaba en la concepción de “minoría de edad” atribuida
a los indígenas, lo que les “incapacitaba” para emprender cualquier
proceso por cuenta propia. Con este trasfondo, cuando en 1759 un
vecino español invadió las tierras de Juan Mateo Vivas, indio natural
de Loja, el juez protector de naturales alega que:
Y siendo assi que al ignorante no le corre termino ni para perjuicio,
aun siendo mayor de veinte y cinco años, es evidente que este
miserable, por el privilegio que gosa de la menor edad, aun tiene el
13 En términos de hoy, la distancia que separa a Loja de Quito son 640 km
aproximadamente.
73
Transformaciones y continuidades durante las conquistas
benecio de la restitución (ANH/Q Indígenas (1759) C. 72. Exp.19.
Fol. 2).
Si bien de la revisión documental de los juicios y querellas
representadas por los protectores de naturales queda la impresión
de que, en realidad, durante su gestión militaban a favor de la clase
indígena, también es posible que en ocasiones, acaso de manera sote-
rrada, hayan podido favorecer los intereses de sus pares –los vecinos
españoles– a quienes por otra parte les podían atar vínculos de amis-
tad y relaciones de parentesco.
Un nuevo sentido de organización socio-política
Los Andes de la época preincaica estaban regidos por señoríos
o cacicazgos, un tipo de organización socio-política en donde no
existía división entre sociedad civil y Estado, aunque más acertado
sería afirmar que no existía Estado puesto que se trataba de socie-
dades organizadas en torno a un sistema colectivista-comunal. Las
jefaturas (curacas o caciques) no se encontraban por encima de la
sociedad sino que eran parte integrante de ella, a la que se encontra-
ban indisolublemente ligadas y obligadas por lazos de parentesco y
mecanismos de reciprocidad.
Si bien la jefatura –que era hereditaria– comportaba el bene-
ficio de un mayor estatus simbólico y concedía el privilegio de gozar
de prestaciones personales a cambio de la labor administrativa que
los curacas realizaban, éstos cimentaban su poder en los sistemas de
redistribución y reciprocidad andinos, lo que les obligaba a sostener
y justificar su autoridad mediante la justa repartición de los recursos
dentro de un sistema de generosidad institucionalizada; se trataba por
tanto de señores redistribuidores. En términos antropológicos, este
tipo de organización corresponde al de sociedades de rango, en cuyo
seno se presentan; “diferencias formales de prestigio, pero sin que
existan restricciones importantes en cuanto al acceso a los recursos
74
El pueblo Palta en la historia
básicos. Existe una posición hereditaria de jefe y su prestigio queda
vinculado a la redistribución de los bienes” (Nanda, 1994: 184).
El debate en torno a la dicotomía de sociedades con y sin Esta-
do ha dado lugar a diferentes categorizaciones y comparaciones cul-
turales que buscan determinar las características y naturaleza de cada
una de ellas. Algunos autores como Salomon (1980) han adoptado
una posición ecléctica bajo el paradigma de sociedades intermedias;
sociedades sin Estados cristalizados pero que ya presentaban un
determinado rango de centralidad y jerarquías sociales claramente
visibles. Se trataría del caso de sociedades estatales en pleno pro-
ceso de gestación: un buen campo de estudio para quienes deseen
comprender la dinámica de la constitución y emergencia del poder
centralizado.
Si bien, como en el resto de los Andes, el sistema de señoríos
o cacicazgos también era característico de la organización social
paltense, en opinión de Anne C. Taylor la asunción de este modelo
habría sido tardía, dándonos más bien una pista del fuerte grado de
“incaización” alcanzado por este pueblo tras la conquista cuzqueña.
Partiendo del corolario sobre su origen amazónico, las investiga-
ciones de Taylor revelan un fuerte parentesco lingüístico y cultural
entre los Paltas andinos y los Bracamoros, tanto así que se refiere a
aquellos como los “jibaros andinos”, y supone que su organización
social habría guardado gran similitud con la de los pueblos indígenas
del piedemonte y la montaña amazónica. Básicamente, su forma-
ción social característica habría sido la behetría; una organización
desprovista de autoridad reconocida y centralizada, regida más bien
–en lugar de caciques– por great men (o big men en otra literatura
antropológica), cuya autoridad era dispersa y solo parcialmente con-
cedida y reconocida por el conjunto de su sociedad, principalmente
en el marco de campañas guerreras. También se caracterizaban por
la notoria falta de instituciones políticas y supralocales visibles (para
algunos estudiosos –Pierre Clastres por ejemplo– representarían el
modelo ideal de sociedades anarquistas). De más estaría afirmar que
carecían de organización estatal.
75
Transformaciones y continuidades durante las conquistas
Estos grupos constituían, a mi modo de ver, un ejemplo sino único,
al menor raro en los Andes de una sociedad acéfala, desprovista
de instituciones políticas cristalizadas, muy alejadas de la idea que
uno se hace habitualmente de las culturas andinas tradicionales; si
nuestras hipótesis respecto a los Paltas son exactas, esta población
representaba en suma la penetración de un tipo de formación social
típicamente “amazónica” en el corazón de la Sierra (Taylor, 1988:
221).
Chatal Caillavet y Anne Marie Hocquenghem también son
coincidentes con esta apreciación:
Su organización social y política (i.e. la de los Paltas) resulta adaptada
a este medio ambiente: se trata de pequeños grupos muy móviles,
acéfalos (“behetría”) o de cacicazgos poco complejos (Caillavet,
1989: 150).
El control de cada grupo local se ejercía por medio de un jefe de
guerra desprovisto de privilegios socioeconómicos y de autoridad,
salvo durante los conictos (Hocquenghem, s/f: 131)14.
La autoridad del big man15 tenía carácter informal y no prove-
nía de la sucesión por herencia, sino que dependía de su capacidad
individual para hacerse con una cuota de poder cuyo equilibrio siem-
pre resultaba precario y difuso, ya que por un lado podría ser contes-
tado por otros individuos, y de otra parte se trataba de un poder tan
solo parcial y estrechamente limitado. El big man se apoyaba en sus
capacidades personales de persuasión y “sabiduría” para establecer
“clientelajes” y lealtades a su favor, los que encontraban el resorte
principal que los catapultaba en la guerra y la oposición con otros
grupos. En efecto, las estructuras sociales de los grupos jíbaroanos
14 En rigor, esta descripción de Hocquenghem se refiere a la estructura social de
los Bracamoros, sin embargo, la autora en cuestión supone que la misma “debía
ser similar a la de los Malacatos, Paltas y Guayacundos antes de la conquista
inca” (Hocquenghem, s/f: 130).
15 Término acuñado por Marshall Sahlins en sus estudios sobre el sistema de auto-
ridad en las sociedades melanesias y polinesias.
76
El pueblo Palta en la historia
calzan muy bien en el modelo descrito: “Las casas vecinas, ocupadas
de ordinario por gentes vinculadas por la sangre, forman la tribu que
reconoce un jefe, el más valiente, cuya autoridad sólo se extiende a
los casos de guerra, o a la organización de las grandes fiestas” (Jijón y
Caamaño [1919] 1986). La “Relación de la Gobernación de Yaguar-
zongo y Pacamurus” de Juan de Alderete confirma esta información:
Los naturales de esta cibdad de Valladolid viven en lomas y lugares
fuertes, por ser gentes muy belicosa y gente de behetría, que según
dizen desbarataron muchas veces los capitantes del Inga que a
subjetarllos entraron. Sus armas son unas lanzas de palma de más
de veinte e cinco palmos e piedras, e hachas e dardos. No tienen
caciques, sino el más valiene elligen por principal (Jiménez de la
Espada, [1586] 1965: 51).
Pues bien, la homologación de las estructuras socio-culturales
paltas con las jibaroanas parece encontrar apoyo en los relatos de
varios cronistas y observadores tempranos de la conquista española;
los rasgos de su organización social y de su cultura material se descri-
ben como menos desarrollados y más “toscos” respecto a sus vecinos
cañaris. Salinas, por ejemplo, afirma:
[…] y así son diferentes en hábitos y en trajes, y aun en condiciones,
porque la gente cañar es gente más doméstica y de más razón que
no la palta.
160. Los naturales dichos son muy bien agestados y los de la nación
palta más bien dispuestos, aunque no de tanta razón y policía como
los cañares, ni de tanta habilidad e ingenio para cualquier cosa;
aunque los unos y los otros a cualquier ocio que se ponen lo toman
bien, aunque los cañares en todo hacen ventaja (RGI 2 [1571] 1965:
137, 138).
En cuanto respecta a la cultura material, no existen indicios de
una especialidad productiva diferenciada ni de cuerpos de artesanos
expertos (Kamayuk), ni tampoco sobre la existencia de bienes sun-
tuarios y de prestigio elaborados en metales preciosos, a la manera
como se identifican en territorio cañari. La anteriormente presen-
77
Transformaciones y continuidades durante las conquistas
tada descripción de fray Gregorio García parecería corroborar esta
observación:
Los ociales que hay en esta Provincia de los Paltas son de la
provincia de Quito o de la de los Cañares: solamente sirven los
Paltas de hacer adobes para las obras de los españoles, porque otros
son los que los ponen, llamados Ambocas, que son Cañares (en:
Pérez, 1984: 44,45).
Salinas también pone de manifiesto la falta de oficios espe-
cializados, y aporta datos sobre un modelo cultural que bien habría
podido inspirar a Rousseau, en el sentido que no se habían impuesto
grandes necesidades materiales ni enmarañadas jerarquías sociales:
166. Que solamente entre ellos tenían repartidos los ocios que eran
necesarios para sustentar la vida humana.
170. Que no es gente de alaxes (alajas) ni adornan las casas sino de
muchas vasijas de ollas y cántaros grandes y pequeños, para hacer el
brebaje de // maíz que llaman chicha. Y también dentro de sus casas
tienen sus comidas y algodón y lana, que es todo su ajuar (RGI 2
[1571] 1965: 138, 139).
De su lado, Hocquenghem encuentra una continuidad lógica
entre la poca compleja estructura social y el escaso desarrollo de la
cultura material:
La ausencia de sitios arqueológicos, con templos y plazas, de tipo
centro administrativo-ceremonial y la poca importancia de los ritos
funerarios, del culto a los ancestros, como la ausencia del calendario
ceremonial andino se entiende: no se necesitaba, para asegurar la
reproducción social, imponer al nivel ideológico un orden que no
se mantenía a nivel material (Hocquenghem, s/f: 134).
Escasa cultura material y escasa especialización productiva. A
ello se suma la apariencia de una cultura eminentemente guerrera.
Tomando como punto de partida un texto de Cieza que trata sobre
la característica belicosidad de los paltas, Caillavet (1983) analiza tres
condiciones ecológicas determinantes que les permitía mantener una
autonomía territorial y organizarse en pro de su defensa: un clima
78
El pueblo Palta en la historia
templado; tierras fértiles; y una geografía compleja que les permiten
defenderse de los conquistadores. Ciertamente y de acuerdo con el
modelo característico de las behetrías regidas por big men, la guerra
entre las distintas parcialides paltenses parece haber sido una práctica
corriente. Echemos nuevamente un vistazo al informe de Salinas de
Loyola:
176. Que ya no hay guerra entre ellos, porque no las osan tener
después que se conquistaron, por haberles prevenido que han de
vivir como hermanos, ni se han de matar y robar como solían. Y así,
si no es rebelándose alguna provincia, que para pacicarla manda la
justicia a los caciques que están de paz que junte cada uno de ellos
indios de guerra que vayan con los españoles que envía a pacicar la
tal provincia o pueblos, fuera de esto no hay….
Tienen en mucho el ser valientes, que hayan señalado en guerras
(RGI 2 [1571] 1965: 139).
En consecuencia, la muy temida y eficaz resistencia palta a los
diferentes conquistadores (una de las razons principales por la que se
fundó la ciudad de Loja) no partiría de la improvisación, sino que una
característica inherente a su cultura habría sido la guerra intergrupal,
tal vez en un ciclo de arremetidas y vendettas al modo como la etno-
logía las ha registrado en las sociedades amazónicas. Guerra armada,
y sin duda también guerra shamánica, en la que el poder y las alianzas
debieron ser móviles y muy fluctuantes.
Frente a las tesis que presentan a la organización social pal-
tense como cercana a las behetrías amazónicas, la opinión de Ramón
(2008) es contraria, pues considera que la adopción del modelo del
tipo cacicazgo andino habría sido temprana entre los Paltas. El mane-
jo vertical del territorio, y de manera particular la compleja técnica de
construcción y manejo de humedales y cochas de altura denota una
organización social centralizada, esto en vista de que dichos adelan-
tos técnicos sólo serían posibles dentro de una formación social que
ya haya alcanzado un complejo grado de organización y desarrollo
político.
79
Transformaciones y continuidades durante las conquistas
Si bien es cierto que la rigurosidad del clima lojano se ha acen-
tuado más desde la conquista española tras la excesiva presión sobre
el medio ambiente y los recursos naturales, no podemos pasar por
alto que la inestabilidad climática siempre –aunque ahora más que
antes– presentó un reto a los pobladores de este territorio. Nunca
está de más traer a colación la famosa tesis de Troll (1958) de acuerdo
con el cual la adversidad del medio ecológico desafía la inventiva y la
creatividad humana, empujando a los habitantes de dichos espacios a
inventar y desarrollar nuevas estrategias culturales y tecnológicas de
adaptación al medioambiente que los acoge, lo que en último término
se traduce en una organización social más compleja y avanzada.
La emigración de la selva húmeda a las zonas más occidentales
de Loja, territorios afectados por ciclos de sequía y de inestabilidad
climática, implicó, sin lugar a dudas, la adaptación a un medioam-
biente desafiante y difícil de dominar; los conocimientos y las destre-
zas necesarios para manejar el medio ecológico de selva húmeda cier-
tamente no resultaron adecuados a una región de clima seco como
es el interior de Loja. Los Paltas tendrían, pues, que “esforzarse”: la
construcción de cochas de altura parecería efectivamente delatar un
notable adelanto tecnológico y social, avances que fueron el reflejo y
la respuesta al constreñimiento del medioambiente regional.
En suma, no cabe duda que en los momentos culminantes de
su historia antigua el pueblo Palta contaba ya con cacicazgos cristali-
zados, sin embargo, la cuestión de fondo y que permanecerá irresuel-
ta –con muy pocos visos de solución– es determinar cuán antigua fue
la adopción de este sistema político y cuáles fueron sus características
propias y autogeneradas, de manera particular si tenemos en cuenta
la continuidad que los Incas buscaron dar a los señoríos ya existentes
en épocas anteriores a su imposición (cuando existían), respetando el
ordenamiento político ya instaurado y, a la vez, poniéndolo a trabajar
en beneficio de la centralidad del poder cuzqueño. Infelizmente, la
tarea se torna más complicada por cuanto: “no hay datos de los seño-
ríos norandinos en un estado prístino antes de la llegada de los incas,
80
El pueblo Palta en la historia
sino más bien de formaciones que en algún grado llevan el sello de la
hegemonía cusqueña” (Salomon, [1980] 2011: 216).
Pasando a otro aspecto, sobre la organización económica del
preincario, en un trabajo sobre los Cañaris en el mismo periodo –
extensible a los Paltas– anoté (junto a su coautora) que la economía
en el Periodo de Integración:
Se ajustaba a los parámetros de la llamada “economía sustantivista”;
una economía de subsistencia que no delira por la acumulación
de excedentes. Las comunidades cañaris aunque producían bienes
suntuosos y contaban con un consumo diferenciado de prestigio,
vivían su cotidianidad en un régimen de autarquía, es decir,
producían y consumían en su propia tierra lo que les era necesario y
suciente para vivir (Brito y Cuesta, 2011: 49).
Lo dicho no quiere significar la ausencia de comercio y de
intercambio, ya que estas actividades se encontraban bastante desa-
rrolladas en este territorio de múltiples transiciones, sin embargo, las
transacciones estaban ligadas sobre todo a bienes rituales (metales
preciosos, concha spondylus, coca, plumas de aves, etc.) y a aquellos
productos estrictamente escasos como la sal. Lo más seguro es que las
transacciones comerciales no hayan sido impersonales ni puramente
“mercantilistas”, sino que por medio de ellas se establecían relaciones
sociales a largas distancias, más o menos cercanas al modelo de corte
sustantivista descrito por Thurnwald: “El comercio es importante tan
solo porque logra crear unas relaciones entre un lugar y otro, mien-
tras que asume un significado poco importante bajo el punto de vista
de la organización económica” (en: Ferraro, s/f: 45).
Ahora bien, esta organización social autónoma se vería pertur-
bada por las invasiones cuzqueña y castellana y cuyo efecto inmediato
sería la internalización de un modelo de sociedad estratificado y esta-
mental que habría de socavar la autoridad de los señoríos locales (o
quizá de los big men entre los paltas), aunque en grado e intensidad
diferente. Así, los invasores del sur, artífices de una de las primeras y
más complejas formaciones estatales del planeta y –como fue dicho–
hábiles en la diplomacia, lograron imponer su hegemonía dentro de
81
Transformaciones y continuidades durante las conquistas
un determinado rango de tolerancia y mantenimiento de las forma-
ciones socio-políticas autónomas, aunque exigiendo vasallaje y sumi-
sión a la casta de los hijos del Sol. Cabe indicar que Taylor (1988)
sostiene que la relativa facilidad de la asunción del modelo cultural
inca entre los Paltas se debió a la débil institucionalización de sus
estructuras sociales y de sus estatutos políticos aborígenes. En otras
palabras, el vacío de una compleja institucionalidad social habría sido
colmado con el sustrato institucional incaico de longeva tradición,
del que dejando de lado su carácter estatalizado guardaba un cierto
paralelismo con el modelo social de los señoríos andinos.
Por su parte, los españoles introdujeron cambios mucho más
profundos y radicales en la ideología y las relaciones de producción
en las comunidades andinas, sin destruirlas ni desestructurarlas por
completo, pues su mantenimiento se tornó funcional a su maquinaria
de dominación. Es importante subrayar que para la Corona española
el estatuto de indígena y su conservación poco tenía que ver con el
interés de preservar la diferencia y la pluralidad, ni tampoco obedecía
a una política respetuosa de la alteridad; más bien el indígena era,
ante todo, una categoría tributaria y una fuente de aprovisionamiento
de mano de obra, y como tal su clase pasó a ser el principal sustento
del Estado colonial a nivel económico.
El imperio inca era heredero de las formas comunitarias de
tenencia y uso de la tierra y sus productos, sistemas que sobrevivieron
al Estado a pesar de la marcada estratificación social que lo caracte-
rizó. El Inca, las panakas, los sacerdotes y otros estamentos sociales
pasaron a ejercer la hegemonía sobre los runa, esto es, el pueblo
común que debió someterse al control y la obediencia de un soberano
y todo su séquito de jefaturas seculares y religiosas. Por lo demás, la
autoridad del Sapa Inka se justificaba en su naturaleza divina como
hijo del Sol, lo que condujo a una particular formación social que
acertadamente ha sido llamada por Benjamín de la Cadena (1984) de
“teocracia inca”.
82
El pueblo Palta en la historia
Sometido al incario, la estructura del ayllu16, célula de la socie-
dad andina, sufrió una modificación que lo refuncionalizó a la lógica
del Estado, aunque sin llegar a destruirlo ni dispersarlo. En primer
lugar, la fórmula allyu-parentesco, en cuya base se normaba el acceso
a la tierra, cambió tras la introducción de nuevos grupos socio-cultu-
rales en el territorio de las comunidades (los ya referidos mitimaes).
En la cita de Cieza de León se puso de manifiesto su presencia en el
territorio palta. Asimismo, se crearon nuevas clases sociales como los
yanaconas, al servicio de las élites, y las acllas para los templos, grupos
de hombres y mujeres que fueron desarraigados de sus comunidades
de origen y que quedaron supeditados de forma directa a relaciones
de dominación estatales, por fuera de las relaciones de parentesco.
En segundo lugar, el Estado inca, aun respetando la existencia
de las comunidades y manteniendo sus autoridades tradicionales,
intentó aglutinar las identidades y acaparar las lealtades a su favor por
sobre las identificaciones y lealtades comunitarias. Las relaciones de
producción nos permiten comprender cómo el Estado refuncionalizó
los sistemas de reciprocidad y de redistribución y cómo las comuni-
dades indígenas lo aceptaron como parte de un sistema que ya les era
conocido y practicado y al que se le dio continuidad.
El soberano inca reivindicó para sí la propiedad de todas las
tierras del Tawantinsuyo, las que se concedían en usufructo a las
comunidades a cambio del servicio que éstas debían rendir al Estado
en forma de trabajo obligatorio. Por otra parte, la frontera agrícola
llegó a extenderse gracias a las tecnologías introducidas por la inge-
niería inca, ya sea en forma de terrazas de cultivo o en admirables
sistemas de riego (aunque sobre este último, los Paltas se revelaron
verdaderos expertos). En retribución, parte del plusproducto debía
ser entregado al Estado, pero en una medida que no resultara extre-
mamente gravosa a la población. A este propósito Udo Oberem
16 En términos de la Antropología del Parentesco, corresponde a la familia
alargada.
83
Transformaciones y continuidades durante las conquistas
refiere (1985: 166): “En el Imperio Incaico, por ejemplo, la remesa de
productos desempeñaba un papel muy pequeño frente a la prestación
de ciertos trabajos y por eso algunos etnohistoriadores desechan el
concepto de tributo en su aplicación al tiempo incaico”.
La figura del Estado como ente recíproco y redistribuidor
encontraba soporte en las categorías socio-culturales previas al incario.
Así, Godelier (1971) pone de manifiesto que la obligación de acudir en
84
El pueblo Palta en la historia
traje de fiesta para trabajar las tierras del Estado y del Sol, y, en retri-
bución, la provisión de comida y bebida a cargo del Estado, se apoyaba
en formas de producción basadas en obligaciones recíprocas que ya
eran conocidas y comprendidas por todos. De igual modo, la obligato-
riedad del trabajo en homenaje al Sol era típica entre las comunidades
que rendían el mismo servicio a sus divinidades locales, las que ahora
se vieron relegadas a una segunda posición, por detrás del Astro Rey.
Estado redistributivo y Estado tributario
De lo expuesto se desprende que la dominación inca y la
imposición de su modelo estatal fueron asimiladas a una continuidad
operativa y lógica dentro de los mecanismos de redistribución y reci-
procidad andinos. Tanto el Inca como las demás jefaturas estatales
siguieron cumpliendo el rol de señores redistribuidores, aunque esta
vez dentro de un sistema social que no solo se construía en torno a
las relaciones de parentesco, sino que también estaba dado por un
macrocentralismo y por una muy marcada estratificación social.
Galo Ramón pone en evidencia la noción de Estado redistribu-
tivo que se generaron los indígenas respecto al incario; un Estado del
que “recibían bienes, protección y servicios entregándole a cambio
energía humana” (Ramón, 1991: 421). En definitiva, las prestaciones
y contraprestaciones llamadas a regular las obligaciones, responsabi-
lidades y derechos entre el Estado y la gente del común hallaron lugar
en este Estado de corte “social”.
Por el contrario, la articulación con el Estado colonial español
estuvo signada por la extrema precariedad de las relaciones de pro-
ducción a las que los indígenas fueron subyugados. Ramón (1991)
considera que se produjo un salto de un Estado redistributivo que solo
exigía energía humana a un Estado tributario que además exigía pro-
ductos y metálico. Bajo el peso de las espadas castellanas las exacciones
tributarias fueron mayores y la redistribución recibida a cambio por las
comunidades indígenas menguó, y con ello la brecha de las asimetrías
sociales y de las relaciones de explotación se ensanchó aun más.
85
Transformaciones y continuidades durante las conquistas
En esta nueva formación social los excedentes producidos por
los indígenas eran expropiados por el Estado colonial y sus beneficia-
rios; lo que para aquellos era asumido como un contradon dentro de
la lógica de los mecanismos de reciprocidad, para éstos implicaba el
reconocimiento del vasallaje que los indígenas les debían como parte
de sus consabidos “derechos de conquista”.
Principales cacicazgos paltas
El testimonio de los cronistas y funcionarios coloniales per-
mite visualizar el régimen territorial de los cacicazgos paltas en los
momentos culminantes de su historia precolombina. De manera más
nítida identificamos seis cacicazgos en el área serrana, a saber: Cha-
parras, Ambocas, Garrochambas-Paltas, Malacatos, Calvas y Saragu-
ros. Hacia el oeste y de manera muy difusa se registra el grupo Yaz-
nes, en la actual Zaruma, y los cacicazgos de los Bracamoros y Xiroa
hacia el Oriente, en la región que hoy en día corresponde a Zamora
Chinchipe. La duda permanece latente respecto a la identidad étnica
de los Saraguros y la existencia o no de una parcialidad étnica llamada
Palta, la que a su vez haría parte del conjunto palta regional. Sobre los
primeros, la posición más aceptada y difundida acepta su origen miti-
mae, a pesar de que hasta la fecha no se ha identificado algún docu-
mento que así lo confirme. También se los suele identificar como un
grupo étnico cañari, ya que en la división dual del territorio de este
pueblo en dos mitades (Hanan/Hurin) la región de los Saraguros
pertenecía –de acuerdo a Caillavet– de la mitad de arriba o Hanan,
de la que también hacían parte Cañaribamba y Leoquina (actual San
Fernando). Ya otros cronistas e investigadores los presentan como
un grupo de filiación étnica paltense. Así por ejemplo, en la crónica
de Miguel Cabello de Balboa: “los Saraguros quedan incluidos en los
Paltas ya que escribe que los Paltas atrincherados en fortalezas en
las sierras de Saraguro, resistieron firmemente a las tropas del inca
Túpac Yupanqui” (Caillavet, 1989: 151).
86
El pueblo Palta en la historia
La resistencia ofrecida por los Saraguros a la conquista hispana
marca un claro punto de ruptura con los cañaris, quienes por el con-
trario pactaron con los españoles tan pronto como éstos llegaron a
Tumbes a través del cacique Vilchumlay. Esta es una clara diferencia
respecto a su posición en el tablero geopolítico en pleno proceso de
rápidos y bruscos cambios. Su misión como emisarios del imperio –y
tal vez partidarios de Atahualpa– explicaría su resistencia a los caste-
llanos, lo que a su vez les colocó en una situación de frontal oposición
con los Cañaris.
Por cuanto respecta a los Paltas como parcialidad territorial,
Caillavet afirma que con dicho nombre se identifica al conjunto gene-
ral de las etnias que habitaban la actual provincia de Loja. En cambio,
Galo Ramón, sin ser contrario a esta afirmación, sí sostiene que con el
nombre Paltas también se identifica a una parcialidad –valga el pleo-
nasmo– de los Paltas en cuanto confederación étnica. Ellos habrían
ocupado el territorio más grande de la actual provincia de Loja,
extendiéndose a través de los cantones de Olmedo, Chaguarpamba,
Paltas, Celica, Pindal, Puyango y Zapotillo.
El tema de que los Paltas llegaron en un determinando momen-
to a establecer una verdadera confederación parece quedar largamen-
te confirmado por las evidencia documentales. Debemos considerar
que para alcanzar una unidad supralocal deben por lo menos existir
tres elementos mínimos que reafirmen simbólica y materialmente
su cohesión, a saber: un parentesco lingüístico-cultural, un acuerdo
político pactado y preferentemente centralizado, y una conciencia
de territorialidad diferenciada, pero articulada a la vez. Ya en lo que
atañe a los aspectos culturales, Cieza manifiesta:
A una parte y a otra de donde está fundada esta ciudad de Loja
hay muchas y muy grandes poblaciones y los naturales dellas casi
guardan y tienen las mismas costumbres que usan sus comarcanos;
y para ser conocidos tienen sus llautos o ligaduras en las cabezas
(Cieza de León, [1553] 1971: 224).
Se identifica, pues, una real unidad cultural en el área que nos
ocupa. Salinas de su lado reporta que los idiomas hablados por los
87
Transformaciones y continuidades durante las conquistas
Paltas y Malacatos se entienden entre sí, no así el cañari, idioma que
hace parte de un horizonte cultural y lingüístico diferente. En lo que
toca a los aspectos políticos de su organización, es posible reconstruir
parte de sus características a través de dos documentos, uno de ellos
es la probanza de Baltazar de Calderón de 1573:
[…] y este testigo se halló con el dicho Baltazar Calderón en la toma
de un cacique llamado Chungacaro que decían aver sido capitán
de todos aquellos Paltas y sus provincias… f. IIV: estando toda la
tierra alçada y muy apretados los españoles una noche subió en un
cerro muy alto donde estaba forticado un cacique que se llamaba
Chungacaro…; f. 15r: avía preso al cacique principal de aquel valle
(en: Caillavet, 1989: 154).
Si hay un gran ausente en la historia de la resistencia andina
es justamente el cacique palta Chunga Acaro, injustamente ignorado
en los textos tradicionales de historia, pero cuya figura precisa ser
colocada en el sitial de honor que se merece. Su resistencia no sólo fue
efectiva, sino que además es la que más tiempo tomó en ser abatida en
los andes ecuatoriales (1573). La referencia a que Chunga Acaro fue
capitán de todos los Paltas y sus provincias es una clara muestra de la
existencia de una confederación étnica regional, la cual es posible que
se activase y reafirmase con más fuerza en tiempos de guerra. Y tam-
bién es una señal del grado de complejidad política que los señoríos
étnicos paltenses lograron consolidar con el tiempo, ya que se habría
alcanzado un nivel de centralidad tanto en la jefatura cuanto en una
territorialidad confederada que sentaba sus cimientos en el valle de
Cuxibamba. Ello también se trasluce de otro documento recopilado
por Chantal Caillavet (1989: 81): “en términos de la dicha ciudad de
Loxa el repartimiento e yndios de Garruchamba de que es cacique
don Diego Caro y los indios del valle de Changacaro junto a la dicha
ciudad de Loxa de que fue cacique Chungacaro”. En consecuencia, el
asiento principal del cacique Chunga Acaro fue el mismo valle donde
actualmente se asienta la ciudad de Loja. La centralidad política asen-
tada en el valle de Cuxibamba también es visible a través del lente de
Salinas de Loyola:
88
El pueblo Palta en la historia
159. Que en el valle donde está poblada la dicha ciudad (i.e. Loja)
hay algunos indios naturales de él, y asimismo todos los caciques de
todas las provincias y pueblos tienen allí poblados indios, por ser la
tierra fértil; y tienen sus heredades que siembran y benecian, de
que les sigue mucho provecho, y asimismo a la dicha ciudad, para
su sustento; los cuales indios así poblados se llaman mitimaes17, que
quiere decir tanto como advenedizos (RGI 2 [1571] 1965: 137).
Tierra fértil, pero también centro político regional. Y quién
sabe desde cuándo; Taylor (1988) afirma que las primeras migra-
ciones amazónicas echaron cimientos, precisamente, en el valle de
Cuxibamba. De ser así, la posición central del asiento donde yace la
actual ciudad de Loja, como núcleo provincial, va más atrás de la ins-
tauración de los marcos políticos y administrativos coloniales, pues
en realidad, se perdería en la oscuridad de los tiempos. Algo que de
todas maneras inquieta es la falta de referencias a la parcialidad étnica
palta que habitó este valle de manera permanente. ¿Se trataba quizá
de un enclave central donde todas las parcialidades estaban presentes
con iguales derechos territoriales? ¿Era un espacio simbólico y políti-
co que reafirmaba la unidad interregional? ¿Se trataba de un Estado
central en gestación, o quizá ya en mieses? Y la inevitable: ¿Cuán
presente está la influencia incaica en este ordenamiento?
Tampoco hay indicios respecto a una centralidad en el inter-
cambio, asunto que para Salomon ocupa un primer orden en la
estructura socio-cultural de los cacicazgos quiteños. La figura del
tianguez (mercado) habría tenido una importancia política vital en
cuanto sistema de regulación del poder caciquil y conformación de
17 Si bien –como lo manifiesta Cieza– existieron implantaciones mitimaes de
imposición cuzqueña en Loja, en este caso, Salinas obviamente se refiere a
pueblos conformados por indígenas provenientes de la circunscripción de la
ciudad, quienes, según se colige del texto, se implantaron de manera autónoma
bajo la autoridad de sus caciques. Al parecer, el término quichua mitimae tam-
bién habría tomado una connotación genérica de emigrante, o “advenedizo”,
para utilizar las palabras de Salinas.
89
Transformaciones y continuidades durante las conquistas
clases sociales especializadas como los mindalaes (comerciantes).
Con todo, los informes tempranos nada dicen respecto a la existencia
de mercados centrales en tierras paltenses, y por el contrario: “115.
No hay día señalado para mercados: cada día se compra y se vende”
(RGI 2 [1571] 1965: 137) Es probable que la ausencia de un día de
mercado fijo refleje la falta de centralidad en el intercambio interre-
gional. Tal vez el intercambio tenía lugar dentro de redes y alianzas
fijas predeterminadas, y no en un sistema de transacciones comercia-
les impersonales de las que no se aprovechaban relaciones sociales.
Pasemos ahora a analizar, a la luz de los conocimientos actua-
les, cuál habría sido la conformación territorial de los cinco cacicaz-
gos paltas que se hallan más claramente identificados en las fuentes y
los estudios etnohistóricos regionales.
Chaparras
La resistencia de los Chaparras a la conquista explica el porqué
su nombre figura entre los primeros en aparecer en las tempranas
fuentes coloniales. De acuerdo con Cieza de León, los Chaparras
asaltaban a los viajeros que transitaban por el camino real o incásico
(Ingañán) entre las poblaciones de Tumbes y Saraguro. Su ubicación
al norte de Loja es confirma por Caillavet a través de fuentes docu-
mentales, una de ellas es la “Información de los méritos y servicios de
Ginés Hernández” en la que se lee:
Si saben que el dicho Ginés Hernandez… salió a servir a su
Magestad con el factor Pedro Martin Montanero que iba apacigoar
la provincia de Cañaribamba… en la cual estaban rebelados los
naturales, porque en aquella sazón los indios de la provincia de
Chaparra y de Virianyaca que eran comarcanos y agora son de la
jurisdicción de la ciudad de Quito que era en aquella sazón camino
real (Caillavet, 1989: 152).
Entonces, el territorio Chaparra se localizaba al sur de Cañari-
bamba. Aun otra pista: en la atribución de doctrinas a los Francisca-
nos de Loja se les confirma un conjunto de etnias situadas al norte,
90
El pueblo Palta en la historia
entre ellas la de Chaparra. Caillavet supone que su territorio iniciaba
en el límite sur de Saraguro. Félix Paladines los sitúa junto al nudo de
Guagrahuma, en las campiñas de Saraguro y Paquishapa hasta el río
Oña. Y hacia el Occidente en las actuales poblaciones de San Pablo
de Tenta, El Paraíso de Celén y Manú, hasta San Sebastián de Yúluc.
Ambocas
Aunque ubicados en territorio paltense, las fuentes etno-
históricas coinciden en afirmar la filiación cañari de los Ambocas.
Dado que el territorio cañari se constituyó en un espacio central del
imperio y que por tanto su población se encontraba más incaizada,
es probable que los Ambocas hayan sido introducidos en el corazón
territorio palta con el fin de “aculturizar” a la población nativa y per-
mitir su incorporación política al imperio. Podemos localizar a los
Ambocas en el espacio intermedio entre el territorio de los Chaparras
y los Garrochambas. Para Ramón se habrían asentado en San Pedro
la Bendita, Paladines en cambio los ubica: “a lo largo de la cuenca
del río Ambocas (cuenca alta del río Pindo); de aquí, continuando el
curso de este río, aguas arriba, sigue por las actuales poblaciones de
Ambocas, Santa Teresita y Poullo, hasta dar con el Cisne y San Pedro
la Bendita” (Paladines, 2006: 56).
Garrochambas
Al igual que los Chaparras, los Garrochambas también hosti-
lizaban a los viajeros del camino real. Es quizá por esta razón que, en
castigo por su tenaz resistencia, en 1592 se les destinó a la lamentable
mita minera en Zaruma, acaso también por su ubicación geográfica
muy cercana a este asentamiento minero. De hecho, el territorio de
los Garrochambas se ubicaba al sureste de Zaruma, siguiendo el curso
inferior del río Taquil y el río Trapichillo hasta las cercanías del valle
de Catamayo.
91
Transformaciones y continuidades durante las conquistas
Gráfico 8.
Señoríos Paltas
Fuente: Caillavet, 1989
92
El pueblo Palta en la historia
Malacatos
Hacia el centro y sureste del territorio palta, confinando con
los Bracamoros amazónicos, localizamos al grupo étnico de los Mala-
catos. Paladines afirma que habitaban el extenso valle de Piscobamba,
desde Palanda y Valladolid hacia Yangana, la Palmira, Vilcabamba,
Malacatos, y en su parte más occidental, Taxiche, Landangui y Rumi-
shitana, famosos estos últimos por ser los lugares de producción de la
célebre cascarilla lojana.
Calvas
La provincia de Calvas es mencionada muy a menudo en
los documentos coloniales. De acuerdo con Caillavet, su territorio
corresponde sin duda al de Gonzanamá, Cariamanga, Colambo, y a
una región muy accidentada irrigada por los ríos Pindo y Catamayo.
Su territorio fue en realidad muy dilatado; correspondería a la tercera
parte de la actual provincia de Loja. Según Paladines éste abarcaría el
territorio de los actuales cantones de Gonzanamá, Quilanga, Espín-
dola, Calvas, Sozoranga y Macará.
Para Hocquenghem, el grupo étnico calvas estaba más empa-
rentado con los Guayacundos de la sierra piurana que con los Paltas
lojanos, aunque reconoce que los Paltas, junto con los Guayacun-
dos, los Caxas y los Ayabacas, estaban fuertemente unidos a partir
de un tronco jíbaro común. Como dato confirmatorio presenta un
documento de 1557, se trata de la “Información sobre la ascenden-
cia, liniaxe y servicios al rey de don Diego de Figueroa Caxamarca,
cacique de los mitimaes guayacundos de Quito y alcalde mayor de los
naturales de la misma ciudad”:
3. Si saben, etc… que los dichos padre y abuelo del dicho don Diego
de Figueroa Caxamarca, antes y después que los yngas los sujetasen,
sus antepasados y ellos fueron señores y mandaban los dichos
pueblos, y especial el dicho Apaguacall, abuelo del dicho don Diego
de Figueroa Caxamarca, y era señor fesde la puente de Ichogan o
93
Transformaciones y continuidades durante las conquistas
Yanamayo que esta en el Pirú, hasta el río Catamayo, que es mucha
tierra, más acá, y todos son guayacundos (Hocquenghem, s/f: 45).
A partir de otros documentos y relaciones coloniales, afirma
que los Caxas, Ayabacas y Calvas, todos subgrupos de la etnia gua-
yacunda, llegaron a crear una confederación en contra de los cuz-
queños. Su territorio se extendería desde la margen izquierda del río
Catamayo, al norte, hasta la cabecera de los afluentes de la margen
derecha del río Piura.
Consolidación del régimen colonial
El “desvío de los naturales” de que hablara Salinas al mencionar
los robos y los asesinatos de españoles son una muestra de la ague-
rrida resistencia ofrecida por parte del pueblo Palta a la presencia de
los colonizadores europeos. Fueron los pueblos palta-garrochamba y
chaparras quienes se mantuvieron en una constante rebelión que se
prologó por más de diez años. Ramón (2008) afirma que se trató de
una verdadera guerra de guerrillas orquestada alrededor de la figura
del Cacique Chunga Acaro, líder que –como hemos visto– consiguió
reestructurar la confederación palta y ofrecer una resistencia que no
pocas fatigas y peligros opuso a los conquistadores, tal y como a su
momento lo habrían de sufrir Mercadillo y Salinas.
Una vez desmovilizada la resistencia, los conquistadores pro-
cedieron a reestructurar las sociedades sojuzgadas dentro de un nue-
vo marco administrativo que les permitiese extraer de mejor manera
el plusproducto indígena, tanto en forma de tributos como en fuerza
de trabajo. A la consecución de este fin, la Corona siempre estuvo
interesada en demarcar las fronteras étnicas de manera clara y defi-
nida puesto que la conservación del estatuto de “indio” o “natural”
también implicaba la conservación de población tributaria y mano de
obra mitaya. El hecho colonial, en definitiva, no solo permitió sino
que promovió la reproducción cultural indígena.
94
El pueblo Palta en la historia
Sin embargo, en este proceso se eliminaron muchas de las
identidades regionales al abreviar a las diferentes naciones particu-
lares, cada una poseedora de su cultura, identidad y denominación
propia, bajo la categoría genérica de “indios”. A guisa de ejemplo,
sobre los vecinos Cañaris Poloni-Simard refiere:
[…] la expresión –cañari– desaparece en la documentación colonial,
y sobre todo en la transcripción escrita de las quejas, declaraciones y
otros testimonios que emanaban los indígenas. El sustantivo, como
armación de una identidad étnica, no se utiliza… Lo sustituye el
término “indio”, haciendo de la obligación del tributo la marca y el
rasgo de uno de los componentes (Poloni-Simard, 2006: 91).
Los particularismos no comportaban ningún interés para la
Corona puesto que nada aportaban a sus requerimientos administra-
tivos, por el contrario, la homogeneización de la sociedad indígena
resultaba funcional a sus intereses. Es largamente sabido, por citar
tan solo un ejemplo, que varias lenguas indígenas regionales sobrevi-
vieron a la conquista inca; la gran difusión del quichua –en desmedro
de las lenguas locales– fue obra de los curas doctrineros con fines de
evangelización.
Algunas naciones, no obstante, lograron conservar interna-
mente sus denominaciones de manera “no oficial”. En otros casos en
cambio, éstas fueron totalmente suplantadas por el término “indio”
como atributo de identidad. En el caso lojano, aunque el nombre pal-
ta corrió la misma suerte que las demás denominaciones que pronto
se extinguieron, podría haber permanecido latente en la región –jun-
to con su idioma– hasta las segunda mitad del siglo XVI. Todavía en
1571 Salinas se refiere con este nombre a las naciones que poblaban
el territorio circunstante a la ciudad de Loja:
151. En términos de la dicha ciudad hay 3 diferencias de gentes,
naciones o lenguas. La una se dice cañar, y la otra palta, y la otra
Malacatas (así), que estas dos últimas, aunque dieren algo se
entienden (así): y así son diferentes en hábitos y en trajes, y aun en
condiciones, porque la gente cañar es gente más doméstica y de más
razón que no la palta (RGI 2 [1571] 1965: 301) .
95
Transformaciones y continuidades durante las conquistas
La lógica administrativa a la que el régimen colonial acudió
fue la racialización de la sociedad18 mediante su división en dos repú-
blicas: la república de españoles y la república de indios o naturales,
ambas constituidas en conjunto con los sistemas políticos, adminis-
trativos, económicos, religiosos, ideológicos y simbólicos que permi-
tiesen su articulación y el dominio de la una sobre la otra. La republi-
ca de españoles dependía de la republica de indios para su servicio y
su funcionamiento, en tanto que los indígenas acudían a la legislación
y a las altas esferas del poder administrativo para disminuir las pre-
siones coloniales, además de desarrollar estrategias informales que les
permitieron sacar provecho de las oportunidades que la republica de
españoles les podía presentar.
Dentro de la república de españoles estaban incluidas las deno-
minadas “castas”; mestizos, mulatos, zambos, etc. exentos de tributo
y de servicio. A la base de la estamentada sociedad colonial española
se ubicaban los esclavos, presentes también en el corregimiento de
Loja y cuya participación fue activa en las haciendas cañicultoras.
Aunque en teoría los indígenas eran considerados “vasallos libres de
su Majestad” y tanto el tributo como el servicio se presentaban como
formas de reconocimiento de su dominio y vasallaje, la Corona debía
recordar constantemente –signo de su no observancia– que las leyes
prohíben el maltrato y el abuso contra la población nativa, y que los
servicios deben respetar los límites de tiempo establecidos y los pagos
estipulados. En realidad ello nunca ocurrió y por el contrario: “la fic-
ción de la legalidad amparaba al indio; la explotación de la realidad
lo desangraba” (Galeano, [1971] 2008: 59).
Esta situación se presentó agravada en Loja en vista de la escasa
población indígena, menguada por las epidemias y las fugas; la pre-
sión minera en franca competencia con la producción hacendataria
por acaparar la poca mano de obra disponible; las notables distancias
que la separaban de los centros principales de administración colo-
18 Algunos autores hablan de una verdadera “pigmentocracia”.
96
El pueblo Palta en la historia
nial; y la constante resistencia ofrecida por la población indígena
local a reducirse al servicio. La realidad de sobrexplotación en Loja se
patentiza en una queja que el común de indios de este corregimiento
elevó a las autoridades en 1692, llegando incluso a afirmar que su
situación es peor que la de los esclavos:
…que los que an quedado en sus pueblos de ninguna manera
gosan de descanso que les conceden las leyes, Cedulas Reales y
Ordenanzas, estando en perpetua y mas lamentable servidumbre
que la que tienen los negros esclabos porque a estos a mucha costa
los visten sustentan y curan sus amos, y con los yndios nada desto se
haze (ANH/Q Indígenas. (1692) C. 20. Exp.14. Fol. 1).
Siguiendo a Solórzano, Juan Chacón (1981) anota que los
indígenas fueron los “pies” de la sociedad colonial, esto en vista de la
relación económica de explotación del trabajo indígena, y por cuyo
medio se consiguió toda la riqueza de Indias, puesta al servicio de una
metrópoli extranjera.
Primeras estrategias socio-culturales de resistencia
En el citado informe de 1692 se lee: “que los que an quedado
en sus pueblos”. Precisamente, una de las principales estrategias de
resistencia desarrollada por los Paltas contra la sobrexplotación fue
su dispersión mediante la huida hacia otras regiones, adquiriendo el
carácter de “prófugos” ante las autoridades españolas dada la impo-
sibilidad de sujetarlos al servicio de mitas y percibir sus tributos.
Cabe señalar que esta estrategia inició en el alba del periodo colonial
y continúo hasta su ocaso; a lo largo de toda la etapa los documentos
repiten cuan común fue este movimiento. Tal el caso en 1667 cuando
don Diego de Vaca, tesorero de las Cajas Reales, sujetó con violencia
a los indios de Chuquiribamba a su servicio personal. Éstos elevan
una queja contra el mencionado funcionario, quien:
[…] nos hase y a echo muchos agravios y bejaciones en tal manera
que estan los mas dellos para despoblarse e yrse a otras partes
97
Transformaciones y continuidades durante las conquistas
remotas por no padecerlos como lo estan padeciendo assi por el
dicho tesorero como por sus mayor domos (ANH/Q. Indígenas
[1667] C. 9. Exp. 4. Fol. 1).
Años antes, en 1573, se determina la existencia de un polo
intermedio que acogía a quienes huían de Loja y de Piura. Hocquen-
ghem recoge la siguiente cita documental:
El rio abajo de alva (Calva) entre Loxa y Piura ay cantidad de yndios
paltas y guaycundos huydos ques gran ladronera y acogida para los
yndios que huyen del servicio de Loxa y Piura (Hocquenghem, s/f:
47).
Ya en el anochecer colonial, un documento de 1795 relata la
situación de los indios de Celica y del general del Corregimiento, se
trata de un marco donde el escenario sigue siendo el maltrato y la
respuesta la huida:
Y atendiendo al modo con que caritativamente miran a los naturales
en otras provincias se han ausentado muchísima parte de la jente, de
esta ciudad, con notable quebranto de los reales tributos pues andan
exparramados, y dispersos foraneamente… las grabes extorciones,
ultrajes, y maltratos que sufren los yndios continuamente de los
curas, corregidores y tenientes pedaneos de aquel departamento,
como tambien de los vecinos blancos, quienes sin excepcion alguna
de casiques, gobernadores, y principales, los tiranizan y castigan
azotandolos cruelmente y con exceso, por cuyo motivo desamparando
sus labores y sembrados, se há ausentado la mayor parte de aquellos
yndios, y andan prófugos con perjuicio del real ramo de los tributos
(ANH/Q. Indígenas [1795] C. 140. Exp. 10. Fol. 1).
Con la certeza de que los Paltas estaban estrechamente empa-
rentados con los grupos de la selva húmeda, es altamente problable
que en su estrategia de huída hayan visado las tierras del este, con
las cuales seguramente aún permanecían en vigencia ciertos vínculos
sociales que de larga memoria emparentaban a los Paltas con los
Bracamoros:
La precoz desaparición de los Paltas andinos sugiere en efecto la
eventualidad de una fuga masiva hacia zonas de refugio, y nada
98
El pueblo Palta en la historia
tendría de sorprendente encontrarlos de nuevo instalados en
territorio bracamoro (Taylor, 1988: 217).
Al recurso del escape se suma el de la “ladinización”19, enten-
diéndose por tal el desprendimiento de la identificación indígena y
la aproximación cultural al mundo hispano. Para ello apenas basta-
ba con desprenderse del ropaje, la lengua y la identificación con el
espacio indígena, y a la par, adquirir el vestido, la lengua castellana
y la identificación con los elementos culturales españoles. El paso
del tiempo vio el acrecentamiento de este proceso a tal grado que a
finales de la colonia devino en estrategia masiva, adoptado en unos
lugares más que en otros; mientras que muchos indígenas intentaron
echar mano de esta maniobra, la Corona resistió a sus propósitos,
buscando mecanismos de delimitación de los espacios y las identida-
des étnicas. Poco a poco, a lo largo de este trabajo, iremos deshilva-
nando este asunto.
Situación demográfica en los siglos XVI y XVII
No resulta fácil llegar a establecer con certeza cuál fue la situa-
ción demográfica de la población indígena lojana durante estos dos
siglos, toda vez que los datos se presentan dispersos y poco sistemá-
ticos. En lo referente el siglo XVI Galo Ramón recoge dos fuentes: el
censo realizado por el primer Marqués de Cañate en 1548 y la rela-
ción de Morales Figueroa de 1575.
El censo de 1548 arroja el dato de 3 647 tributarios, esto es,
una población indígena total de 9 482 personas aproximadamente.
Sin embargo, para 1575 se observa un notable descenso, producto
muy seguramente de las epidemias, las muertes en las minas y las
19 “La palabra Cholo en la época de la colonia, en América, se aplicaba al ladino
(el que habla latín) por su aprendizaje de la lengua española. Y antes de llegar a
América se había llamado así a los árabes (moros que aprendían la lengua de los
cristianos)” (Álvarez, 1997: 90).
99
Transformaciones y continuidades durante las conquistas
deserciones. La relación de Morales de Figueroa menciona que para
dicho año el Corregimiento de Loja tiene una población tributaria de
2 849 personas, o sea, unas 7 407 personas aproximadamente. Estas
evidencias dejan sin sustento la apreciación “conforme a lo que se
puede acordar a la vista” hecha por Salinas en 1571, estimación que
infla la cifra de indígenas a 15 o 16 mil personas.
Respecto al siglo XVII Minchom anota que: “prácticamente no
existen fuentes para la historia demográfica de la provincia” (Min-
chom, 1983: 150). Sabemos en todo caso que en 1618 se efectuó la
más importante visita y repartición de mitas de aquel siglo llevada
a cabo por Diego de Zorrilla, oidor y visitador de Loja y Cuenca.
Lamentablemente y como lo confirma Poloni-Simard (2006: 58), esta
numeración “no ha dejado huellas en los documentos”20. A pesar de
aquello, una nota fragmentaria en un documento de 1717 hace men-
ción a la referida numeración, efectuada “sien años atrás”, y en la que
se presentan datos demográficos comparativos entre 1618 y 1717:
A que se añade los pocos yndios que an quedado ques de ocho
cientos en todo el dicho Corregimiento, siendo aun quantiosos
pueblos, abiendo sido el numero de mas de dies mil yndios
tributarios a tiempo de sien años en que se reconocio la visita y
numeracion que ejecuto el señor Licenciado Diego de Sorrilla, del
Consejo de su Magestad, oydor que fue en esta Real Audiencia
(ANH/Q. 1717 Indígenas, C. 35. Exp. 11. Fol.1, énfasis mío).
Estas cifras desconciertan, a todas luces parece exagerado el
número de diez mil tributarios en la provincia en 1618, y la escasa
cifra de apenas ochocientos indios en el total del Corregimiento para
1717. Antes que tomar estas cifras al pie de la letra, debemos advertir
que cuando no se trata de los padrones oficiales, la amplificación
20 Salvo que, para el caso de Loja, existe una muy resumida y parcial copia hecha
en 1654 del documento original (de 1618) que reposa en el Archivo Nacional de
Historia (ANH/Q. 1654 Indígenas, C. 22. Exp.19.) al que nos referiremos más
adelante. En ella, sin embargo, no se presentan datos demográficos ni mayores
detalles sobre la composición poblacional del Corregimiento.
100
El pueblo Palta en la historia
de los datos demográficos al asignar un número mucho mayor de
habitantes a un determinado punto parecería haber sido cosa común.
Para la segunda mitad del siglo XVIII, por ejemplo, el padre Juan
de Velasco y un informe colonial21 asignan, tan solo a la ciudad de
Loja, una población de diez mil habitantes, cuando de acuerdo con
los padrones oficiales de la misma época la población apenas supera
las tres mil personas. Sin duda, el citado informe sobredimensiona el
número de pobladores al tiempo de la numeración de Zorrilla y mini-
miza su número para 1717; quizá lo haga con fines instrumentales,
en el empeño de llamar la atención de las autoridades respecto a la
manifiesta falta de servicio. Y por otro lado, en los censos de la segun-
da mitad de este siglo la población indígena total del Corregimiento
supera los 10 000 habitantes, con lo que se desvirtúa el dato de que
para la primera mitad del siglo XVIII su población apenas alcanzaba
la cifra de 800 personas; para la época, sin que exista una razón de
peso –que por supuesto sería visible y de la que se tendría noticia– un
aumento del 1250% en cuarenta años resulta sencillamente imposi-
ble. Si bien es cierto que a partir de 1740 se activó la economía cas-
carillera y, a la par, la crisis de los obrajes en el norte de la audiencia
quiteña produjo masivas migraciones a Loja, estas tuvieron un ritmo
progresivo y paulatino, sin producir un estallido demográfico de
grandes proporciones en el corto plazo.
21 ANH/C. Fondo Muñoz Vernaza, Documentos de la colonia. [1752] Lib. 6. Fol.
41-43.
Capítulo III
El pueblo Palta y el
régimen colonial
Sociedad y economía
Mitas y Tributo
Como quedó sentado, si por un lado el imperio inca se estruc-
turó dentro de la lógica del Estado redistributivo, la imposición espa-
ñola, en cambio, llegó a asentarse sobre la base del Estado tributario.
El derecho de conquista y el reconocimiento de vasallaje fueron los
justificativos del sistema tributario español que gravó a los indígenas
varones, en la edad comprendida entre los dieciocho y los cincuenta
años, al pago de tributos y al servicio obligatorio de mitas o trabajo
por turnos. Estas obligaciones se imponían solamente a la república
de indios, estando exentos de ellas los españoles y los miembros de las
“castas”. No obstante, en el desarrollo de este capítulo veremos que
el paulatino incremento de los procesos de mestizaje amplió el rango
de tributario según determinadas normativas.
Los tributos no sólo se constituyeron en un sistema simbólico
de dominio y vasallaje sino que a nivel económico representaban la
primera fuente de ingresos para los gastos de la administración públi-
ca. Y aunque en teoría el pago de este gravamen libraba a los indí-
102
El pueblo Palta en la historia
genas de cualquier otra responsabilidad fiscal, en la práctica debían
cargar con ulteriores exacciones en dinero y en productos, de manera
particular a favor de la Iglesia.
Los tributos eran cobrados ya sea directamente por la admi-
nistración estatal o por un encomendero, éste era alguien con los
méritos suficientes para que la Corona depositase en sus manos la
cura material y espiritual de los indígenas, a cambio de lo cual se
beneficiaba de prestaciones personales de servicios y de los cobros
tributarios. Por lo regular, las autoridades se servían de los caciques
para recolectar el tributo y reunir la mano de obra de mitas, práctica
que para las autoridades étnicas se tradujo en una fuerte presión con
la que constantemente debieron lidiar.
La mita, una institución de origen incaico, fue reelaborada a
favor de los encomenderos españoles, la Iglesia, las autoridades loca-
les y el servicio público. En el territorio de la Real Audiencia de Quito,
el entero de una mita correspondía a la quinta parte de los “indios
útiles”, esto es, los varones presentes que se encontraban dentro del
rango de los dieciocho a los cincuenta años. El “turno” de una mita
correspondía a un año entero de servicio. Exentos de mita estaban
los enfermos y lisiados –situación que debían demostrar documen-
talmente–, algunos artesanos y los miembros de la nobleza indígena,
amén de los prófugos y ausentes quienes, cuando menos en teoría,
no debían ser numerados. Además, los caciques y sus hijos primo-
génitos también estaban exonerados del pago de tributos y servicios
personales, una prerrogativa que no siempre se respetó. En ocasiones,
ni siquiera las mujeres y los niños gozaron de la exención laboral y
tributaria reconocida por la ley, debiendo cargar a cuestas con los
deberes de quienes fugaban:
Por cuios rigores andan de tierra en tierra desamparando a sus
pobres mujeres e yjos pues asta estas no estan seguras, pues biendo
que sus maridos no parezen aunque perezen; las llevan a sus
haziendas para que ellas y sus yjos les asistan a la cultivazion de
sus labranzas. Y aun las castigan severamente para que conesen y
103
El pueblo Palta y el régimen colonial
digan adonde estan sus maridos (ANH/Q. Indígenas [1716] C. 34.
Exp. 13. Fol. 5).
En el corregimiento de Loja y en vista de los constantes atrope-
llos a la letra de la ley, un documento de 1732 recuerda las tres cua-
lidades que deben convergir para la repartición de mitas, la primera
es que:
[…] haya suciente numero de yndios en el pueblo de adonde se
hisiere dicho repartimiento, y previniendose por la orden 3. Tit. 13.
Lib. 2. que en esta provincia se repartan yndios de los que cupieren
en la quinta parte, de suerte que para que se reparta vn yndio es
nesesario que ayga cinco, y para dos, diez, correspondiendo a esta
regulacion el mas numero de yndios que se repartieren desde edad
de dies y ocho años hasta la de cinquenta en que estan obligados a
estos servicios como se colije de la ley 7. Tit. 5. Li. 6. Porque hasi
no se les reparta mas numero de mita que el que les toca a dichos
yndios (ANH/Q. Indígenas [1732] C. 44. Exp. 23. Fol. 7).
Un funcionario real, el juez numerador, era el encargado de
levantar los censos de población indígena y de realizar el repartimien-
to de mitas y rebajas de acuerdo al número de quintos disponibles.
De tanto en tanto se realizaban las denominadas “revisitas” en las que
los padrones eran renovados en función de los decesos, del número
de ausentes, lisiados o enfermos y los ingresos y salidas del padrón en
función de la edad. No faltaban quienes eran removidos del padrón
al alegar y demostrar su pertenencia a las “castas”, declarándose por
mulatos o mestizos.
Retomando ahora la revisión de los condicionamientos para la
entrega de mitayos, la segunda observancia es que:
[…] de los pueblos a las hasiendas donde an de haser la mita no
aya mas de diez leguas de distancia, y aunque por la Cedula del
Servicio Personal ti. 18. Li. 2 de las Ordenansas num. 19 dize que a
los obrajes, se manda que se repartan los yndios de solas dos leguas
en contorno; Pero la ley 3. zitada se estiende alas dies leguas con
tal que se les pague la yda y buelta, y quando estan contrarias las
ordenanzas a las Leyes debe prevaleser lo dispuesto por las leyes,
104
El pueblo Palta en la historia
como expresa y literalmente se ordena en la Lei. 37. Tit. 1. Li. 2. dela
Recopilacion de Yndias. (ANH/Q. Indígenas [1732] C. 44. Exp. 23.
Fol. 7).
Antes que nada, dejemos claro que existían varios tipos de
mita: la más común era llamada ordinaria y estaba sobretodo ligada a
las faenas agrícolas y ganaderas; resulta evidente que este servicio lle-
gó a constituirse en la savia vital del sistema hacendatario. También
se implantó la abominable mita minera –sin lugar a dudas, la más
cruel de todas– por cuyo medio los imperialismos europeos iniciaron
su proceso de acumulación primitiva de capital, germen y preludio
del capitalismo, a costa del sacrificio de varias vidas humanas y la
expropiación de los recursos naturales del mal llamado Nuevo Con-
tinente. La mita minera fue abolida en Loja el 17 de septiembre de
1700, a partir de entonces los intereses de los hacendados se impusie-
ron sobre los intereses de los mineros, cuya actividad ya no reportaba
mayores beneficios para la dinamización de la economía interna ni
estimulaba otras actividades productivas. Otro tipo de servicio, oyari-
cos, pongos y huasicamas, estaban sujetos a las actividades domésticas
en la haciendas y los centros urbanos. El resultado de esta proximidad
e integración al espacio español fue una fuerte ladinización de los
indígenas adscritos a este tipo de servicio doméstico. Para ejemplifi-
carlo baste citar el siguiente documento de 1783: “que por quanto los
yndios en los pueblos de españoles se suelen hallar disfrasando sus
naturalesas, fugitivos de sus Casiques, ala sombra de barios vecinos
110: 6. (ANH/Q. Indígenas [1783] C. 110. Exp. 6. Fol. 15).
Aun cuando las mujeres indígenas estaban libres de la mita, la
huasicamía también hizo extensivo a ellas el servicio, un servicio que
por su naturaleza y denominación correspondía de manera inma-
nente y exclusiva a su “clase”. La huasicamía puso un sello distintivo
a su identidad, marcando su reconocimiento colectivo como grupo y
determinando su segregación social hacia el exterior.
Concluyamos con la mita de obraje, mecanismo de apropiación
del trabajo indígena en la producción de excedentes en forma de teji-
dos. Los talleres obrajeros de la Real Audiencia de Quito producían
105
El pueblo Palta y el régimen colonial
gran cantidad de textiles que se exportaban a Europa y a los florecien-
tes centros mineros de América, como Potosí y Huancavelica (muy
renombrados eran los paños azules de Quito). Empero, los obrajes
solo tuvieron importancia al centro y al norte de la Real Audiencia,
siendo su punto más meridional Alausí con sus talleres ubicados en
el sector de Tixán. Al sur del nudo del Azuay la producción de tejidos
no estuvo ligada a los obrajes sino, más bien, se realizaba dentro de
los círculos domésticos particulares. Los hacendados tenían poca par-
ticipación en los circuitos productivos, salvo en los contados casos en
que de su cuenta corría la provisión de algodón (Palomeque, 1983).
En definitiva, el obraje prácticamente revistió nula importancia en lo
que hoy es el Austro ecuatoriano.
Sumada esta constatación a las provisiones dictadas en Loja
para la movilidad de trabajadores mitayos, sorprende que pese a
la inexistencia de obrajes en la región el rango espacial de servicio
nunca llega a las diez leguas (distancia estipulada para las mitas de
hacienda). Aunque los datos a este respecto a lo largo de la época
colonial a veces se presentan contradictorios y varían en el tiempo
y en el espacio, los documentos confirman que la movilidad de ser-
vicio en Loja se acerca a las distancias estipuladas para los obrajes.
Cuando don Felipe Tamayo solicita en 1704 la entrega de mitayos
del pueblo de Celica para llevarlos al valle de San Antonio, el protec-
tor de naturales pide a las autoridades que: “no permitan sean obli-
gados los yndios de dicho pueblo de Selica y sus anejos, ni los de los
demas que distaren de las haziendas y estancias mas de dos leguas, i
en que mediaren rios peligrosos” (ANH/Q. Indígenas [1704] Ca. 28.
Exp. 2. Fol. 2).
De forma parecida, en 1724 don Andrés Masa y don Jerónimo
Chamba, mandones del pueblo de Colambo, recuerdan que por dis-
posición los indígenas: “no deben hazer la mita que estan privilegiada
ni en mas distançia de doz leguas” (ANH/Q. Indígenas [1724] Ca. 38.
Exp. 17. Fol. 2). En 1750 los caciques de Saraguro apelan a la petición
de enviar doce indios de sus parcialidades a la ciudad de Loja, entre
otras cosas alegan: “no pueden ser sacados los yndios en distancia de
106
El pueblo Palta en la historia
mas de tres leguas de sus naturalesas” (ANH/Q. Indígenas [1750] Ca.
63. Exp. 3. Fol. 2).
A estos condicionamientos en la entrega de mitas se suma un
tercero, el de los “temples”, entendiéndose por tal el medio climático
y medioambiental:
La terzera que el temple de la hacienda donde se repartieren los
yndios no sea notablemente contrario al temperamento de su
pueblo, y lo mismo de manda en dicha cedula del servicio personal
num. 8. Que à las labores, y esta informado el scal protector que
en la dicha provincia de Loxa se hasen barios repartimientos de
yndios sin observarse estas calidades, llebandolos de temples frios
a calientes y emfermisos contra la expresa prohivicion de la lei 13.
Tit. 1. Lib. 6 en que asi se ordena aunque sea en la mesma provincia,
por que esta diferencia es mui nosiba ala salud y vida, y con efecto
sea experimentado mui grabe daño y mortandad de yndios de
que a resultado vna notable diminucion de estos, de suerte que ya
no caben en la quinta parte los yndios que con efecto se reparten
(ANH/Q. Indígenas [1750] Ca. 63. Exp. 3. Fol. 2).
La última parte del texto es bastante explícita: la inobservancia
de las leyes, ordenanzas y provisiones que amparaban al indio era el
pan del día en el corregimiento de Loja. El cambio de medio ambien-
te para el servicio de mitas, sumado a otros atropellos que se come-
tían contra la población nativa, provocaron un drástico descenso
demográfico que terminó por fracturar el sistema de repartimientos
por quintas partes, no siendo éste suficiente para cubrir las exigencias
de mano de obra requerida por los hacendados. Todo esto desembo-
có en un juego de fuerzas en el que los terratenientes pugnaban por
extender la cuota de mitas, contra una población nativa que se había
tornado hábil en el manejo de las leyes y que las sabía instrumentali-
zar a su favor, o que en su defecto optaba por la huida y el destierro
voluntario como medio de resistencia a la férula colonial y sus parti-
culares exigencias.
El cambio de medio ambiente que debieron padecer los
indígenas lojanos se debió en gran medida al tipo de explotaciones
características de la región: la minería y la producción cañícola se
107
El pueblo Palta y el régimen colonial
desarrollaban en lugares donde el clima es caliente y “malsano”. Las
principales minas de la región se ubicaban en Zaruma y en Zamora;
las haciendas de caña emplazadas en los cálidos valles del Catamayo
y Malacatos. Pero a más del clima caliente (y húmedo en Zaruma y
Zamora) estas regiones eran asoladas por epidemias que dejaban tras
de sí oleadas masivas de decesos. El escalofriante escenario que Sali-
nas de Loyola detalló en su relación de Zamora y Zaruma lo resume
de manera bastate elocuente:
Entre las epidemias y las exacciones de los Españoles, 20 000 indios
habrían muerto en la región minera de Zamora-Nambija, que al
presente se encuentra totalmente desprovista de mano de obra; y
sólo quedan 20 Españoles en Zamora… En cuanto a la región de
Zaruma, casi desierta, la mayoría de los indios paltas y cañaris que
fueron enviados allí han muerto, y los encomenderos de Loja y de
Cuenca rehúsan enviar a sus indios a la mina, por temor a perder
el tributo y la mano de obra; de modo que sólo quedan 150 ó 200
indios a proximidad del cerro (RGI 2 [1592] 1965: 307 - 320).
A no dudarlo, los valles templados de la provincia también
sufrieron el azote de cruentas epidemias, especialmente aquellas
introducidas por los conquistadores y contra las cuales el sistema
inmunológico de la población nativa no había desarrollado anticuer-
pos. Con todo, el informe de Salinas describe al hermoso y templado
valle de Cuxibamba, lugar de asiento de la ciudad de Loja, como un
sitio apacible y sano:
23. El temple es bueno, como tengo dicho, y a esta causa se tiene por
sano y viven sanos los naturales de términos de ella y los españoles.
La enfermedad que más daño hace y se teme, son cámaras de
sangre22. Pestilencia nunca la ha habido ni saben los naturales qué
enfermedad sea.
24. La enfermedad de cámaras dicha, y calenturas y romadizos a
tiempos, ninguna contagiosa; aunque habrá 12 ó 13 años hubo
22 Cámaras, es decir, diarreas.
108
El pueblo Palta en la historia
enfermedad general entre los naturales y españoles de sarampión y
viruelas, que hizo daño (RGI 2 [1571] 1965: 292).
En vista de su localización en temples calientes, minas y trapi-
ches fueron considerados atentatorios contra la vida y la integridad
de la población indígena. De ahí que frente al pedido del mencionado
don Felipe Tamayo de llevar quintos a su trapiche en el valle de San
Antonio:
[…] cuyo temperamento es tan opuesto al natural origen de los
yndios, y al de los pueblos donde son llagtaios, que a mas de la
distançia en que no permite la lei, la mita, contraen tan agudos
achaques de calenturas que continuamente se mueren de ellas
(ANH/Q. Indígenas [1704] Ca. 28. Exp. 2. Fol. 1, 2).
Las autoridades resolvieron dictar una protección a favor de
los indios prohibiendo se efectúe dicho repartimiento.
Hasta 1618, en la quinta numeración y repartición de mitas
para Loja y Cuenca realizada por el oidor Diego de Zorrilla, se repar-
tieron para el servicio en el corregimiento lojano:
[…] los yndios delos pueblos de las provincias de Amboca, Celica y
Malacatos, y pueblos de San Joan del Valle que son de donde hasta
agora se an dado y rrepartido mitayos para la guarda de ganados y
servicio de estancias de los vesinos deste corregimiento (ANH/Q.
Indígenas [1654] Ca. 22. Exp. 19. Fol. 8. Es copia del doc. de 1618).
Esta quinta repartición de mitas estaba orientada sobre todo al
servicio en actividades agrícolas y pecuarias, las que en corregimiento
de Loja presentaban sus propias especificidades, únicas y diferentes
con respecto al resto del territorio de la Real Audiencia de Quito.
En lo concerniente a la mita minera, Ramón (2008) anota que 600
mitayos movilizados al servicio provenían de tres etnias: Ambocas,
109
El pueblo Palta y el régimen colonial
Garrochambas-Paltas y Malacatos23, un tipo de mita que como hemos
dicho, en Loja fue finalmente abolida en 1700.
Pocas líneas atrás mencionamos las condiciones medioambien-
tales como una causal de los mayores padecimientos de los indígenas
lojanos y, al propio tiempo, como una barrera para la adjudicación de
mitas a favor de los encomenderos; el movilizar a la población de un
lugar a otro a través de largas distancias, dentro de un medioambien-
te más o menos similar y homogéneo, era mayormente factible en las
fronteras al norte de Loja. En cambio, dentro de su propio territorio,
los cambios abruptos de ecosistemas y medios climáticos en cortas
distancias (microveticalidad) hacían que la movilidad intrarregional,
respetando los condicionamientos de los “temples”, no haya sido una
medida de fácil aplicación.
Quintos y forasteros
Aun abreviados y homologados dentro de la categoría genérica
de “indios”, la administración colonial realizó una categorización
dual de la población indígena de acuerdo a sus ya mencionados
intereses; el cobro de tributos y la apropiación de mano de obra. Así,
en una esfera estaban los quintos u originarios, población obligada a
la doble responsabilidad de pagar tributos y hacer servicio de mita.
Su denominativo deriva de la obligación que cada parcialidad tenía
de entregar la quinta parte de sus “indios útiles” para el servicio24.
Los quintos también eran conocidos con el nombre de llactayos; voz
quichua que hacía referencia a su estatus de autóctonos de la tierra
23 También se movilizaron indígenas de Cañaribamba y Pacaibamba (Girón),
lo que acarreó constantes conflictos con los hacendados y las autoridades
cuencanas.
24 En la Audiencia de Quito el entero de mitayos correspondía a la quinta parte de
la población “útil”, en el Perú y Bolivia la séptima parte, y en México, el “Cuate-
quil” –equivalente de la mita– correspondía a la cuarta parte (Oberem, 1985).
110
El pueblo Palta en la historia
donde habitaban. En algunos documentos coloniales –muy pocos sin
embargo– es posible localizar dicho término.
En otra esfera estaba los indios forasteros, que tal como su
nombre lo sugiere, se trataba de poblaciones de emigrantes que
pasaban a residir en otros lugares ajenos al de su origen, y que por
consiguiente veían debilitarse sus lazos de parentesco, con la conse-
cuente pérdida de derechos territoriales. Esta situación, empero, se
veía matizada con el tiempo puesto que el estatus de forastero era
hereditario, de manera que las sucesivas generaciones iban echando
raíces en los lugares de acogida a la vez que tejían nuevas redes de
parentesco, aunque con muy menguados derechos sobre la tierra.
Los descendientes de los forasteros poco a poco se tornaban
cuasi nativos del terruño que los vio nacer, llegando en ese caso a
ser conocidos como “connaturalizados” o “agregados”. De hecho,
la estructura organizativa de los forasteros guardaba paralelismo
con el sistema de gobierno de los quintos, puesto que contaban con
su cacique y cabildo, además de ser numerados en los padrones de
población indígena. Otro tipo de forasteros, baladis o peinadillos, al
parecer no establecían ni morada permanente ni estrechaban alianzas
matrimoniales, y tampoco respondían a la autoridad de un encomen-
dero ni tenían cacique, se trataba, pues, de “indios vagabundos”. En
algunos lugares de la Real Audiencia de Quito –por ejemplo Alausí–
se reporta su presencia, no así en el corregimiento de Loja donde al
parecer ningún documento utiliza los mencionados términos.
Es probable que aquí también nos encontremos frente a otro
patrón de continuidad entre la concepción tripartita25 del mundo
andino y su resignificación dentro del régimen colonial (si incorpora-
mos a los españoles y mestizos formamos este tríptico). Galo Ramón
refiere la existencia precolombina de la tripartición entre los grupos
collana, payán y cayao: los primeros eran los incas de privilegio, con
25 La dualidad, la tripartición y la organización decimal hacían parte de las concep-
ciones clasificatorias en mundo andino.
111
El pueblo Palta y el régimen colonial
el nombre de payán se identificaba a los grupos locales y los cayao
eran los forasteros. En los antiguos documentos y en varios lugares de
la geografía lojana (Cariamanga, Nambacola, Catacocha y Saraguro)
encontramos la toponimia Collana, lo cual es sin duda una impor-
tante pista de la implantación de grupos incaicos de privilegio en el
interior del territorio paltense. Luego, citando a Montesinos, Ramón
descubre la permanencia colonial de este patrón tripartito en la máxi-
ma expresión de la fe local, la peregrinación al santuario del Cisne:
…Celebrase su esta por diciembre, día de la concepción, habiendo
sido su aparición a doce de Octubre. Es la misa solemnísima y dura
tres días: el primero lo hacen los de Loja, el segundo los indios
naturales de aquella doctrina y el tercero los indios naturales de
toda la comarca, que vienen más de treinta leguas a dichos días…
(Ramón, 2008: 209).
En este caso, los vecinos provenientes de la ciudad de Loja
tomaron el lugar de privilegio que correspondía a los Incas, ahora
visualizado en la nueva expresión de fervor y de fe local. El segundo
día de la fiesta era propiedad de los llactayos del Cisne y el tercero
se reservaba para los forasteros provenientes de hasta treinta leguas
de distancia. ¿Podrá hablarse de una correspondencia entre collana/
españoles; payán/originarios; y cayao/forasteros? Es muy probable
que así sea, o que al menos los indígenas lo hayan asimilado como
una estructura lógica, comprensible y conocida dentro de las formas
organizativas que ya les habían sido impuestas desde el incario.
Ya en el régimen colonial, la contraparte de la mita era el acce-
so y derecho de uso de las tierras de comunidad, las mismas que eran
concedidas por el Rey únicamente a los quintos, pues más allá de las
concesiones territoriales que el Papa Alejandro VI hizo a los Reyes
Católicos sobre todos los “territorios descubiertos”, los quintos –ori-
ginarios–eran quienes ostentaban la posesión ancestral de las tierras
y normaban su utilización por la vía del parentesco. Al no poseer
tierras de comunidad, las cargas fiscales y laborales de los forasteros
disminuían de tal manera al punto de quedar exentos del servicio
de mita, y el tributo con el que fueron grabados equivalía, a grosso
112
El pueblo Palta en la historia
modo, a la mitad del que debían pagar los quintos. En suma, tierra y
obligaciones coloniales estaban muy estrechamente vinculadas.
Los forasteros también recibían el nombre de indios de la Coro-
na Real, o simplemente coronas. Esta denominación hacía referencia
al hecho de no depender de ningún encomendero sino al de estar ads-
critos, directamente, al poder de la Corona Real y permanecer bajo su
tutela. Los documentos coloniales del corregimiento de Loja utilizan
este término de manera muy corriente. Esta doble adscripción al
interior de la etnicidad indígena permitió una mayor fluidez dentro
del mundo amerindio, dando lugar a nuevas estrategias de movilidad
espacial y social como medio de evadir las obligaciones laborales y
tributarias del régimen colonial. Aunque, de todos modos, al echar
en juego esta carta –la de emigrar y tornarse forastero– los sistemas
sociales tradicionales, los mecanismos de reciprocidad y redistribu-
ción, el acceso a la tierra y el tejido del parentesco como red social se
veían minados y debilitados en sus propias bases.
Toda vez que el acceso a los recursos estaba ligado al paren-
tesco, la decisión de emigrar no debió resultar nada fácil; la palabra
quichua “huaccha” –para figurarnos una idea– tiene la doble acep-
ción semántica de “pobre” y “sin padres”, o en último término, “sin
lazos de parentesco”, lo que equivale a desheredado o desposeído.
Pese a todo, cabe preguntarse si los forasteros acaso conservaban
los lazos tradicionales con sus comunidades de origen, en donde se
podían haber servido de sus parientes para acceder a los sistemas de
producción y formar parte de un hilo, cuando menos periférico, del
tejido social.
De cualquier forma, pese a que los forasteros no fueron bene-
ficiados con el usufructo de las tierras de comunidad, podían acceder
a ellas mediante la compra o el arrendamiento privado, constituyén-
dose las mismas en el anclaje que los fijaba permanentemente en los
lugares de acogida. Además, el establecimiento de alianzas matri-
moniales con indígenas del quinto les permitía acceder a la tierra,
sin por ello perder su categoría ni el derecho de transmitirla a sus
descendientes (como veremos en el siguiente subtítulo).
113
El pueblo Palta y el régimen colonial
En todo caso, la estrategia de movilidad espacial no necesa-
riamente comportaba la migración a largas distancias; así cuando
menos lo sugiere un informe colonial que, sobre Loja, Martin Min-
chom (1983b: 32). recopiló en la Biblioteca Real de Copenhague:
“Se distinguen los quintos en que tienen tierras propias, y pagan de
tributo 5 pesos y los coronas 3 pero pasándose en un quinto de otro
pueblo ya se le estima por corona”
De manera ascendente, los indios de la Corona Real incremen-
taron su número en tal medida que, a finales de la colonia, superaron
largamente el número de quintos, pasando a constituir el grueso de
la población indígena lojana. En otros términos, la mayoría de indí-
genas lojanos estaban catalogados bajo la categoría de forasteros, y
aunque es verdad que a finales del XVIII la región albergó a varios
emigrantes del centro-norte de la Real Audiencia de Quito, muchos
de los forasteros provenían de migraciones internas dentro del mis-
mo corregimiento de Loja.
Por lo demás, es obvio que el predominio de indios coronas
modificó la estructura de tenencia de tierras con sus consecuentes
cambios en los sistemas productivos, reproductivos y socio-cultu-
rales; tenemos ante nosotros el espectro de una población indígena
mayormente desprovista de tierras “propias” y, en su mayoría, libre
del servicio de mitas, pero que en cambio vio el debilitamiento de sus
lealtades comunitarias internas y la reconfiguración de sus sistemas
de parentesco. Adelantemos desde ya que esta especificidad en el
corregimiento de Loja –difícilmente replicada en otros espacios– jue-
ga un papel preponderante el posterior proceso de “blanqueamiento”
de la provincia.
Parentesco, grupos de descendencia y
estructura social
El caso de los hermanos Lema, Juan, Lorenzo y Lucas, nos
brinda un claro ejemplo de la lucha de intereses, las posibilidades que
114
El pueblo Palta en la historia
presentaba y la naturaleza de esta doble categorización de la pobla-
ción indígena. Cuando en 1708 don Andrés Poma, cacique del pueblo
de Nambacola, intenta sujetar a los Lema –oriundos de San Juan del
Valle– al servicio de mitas y pago de tributos de quintos, éstos elevan
una protesta ante las autoridades pues afirman ser “como forasteros
de la Corona Real” ya que son hijos y bisnietos de indios forasteros, y
como tales, reclaman el derecho de excepción de mita. Contra dere-
cho, don Andrés Poma se sirvió de su mandón, Andrés Curucamiza,
para declarar a los hermanos Lema como indios del quinto de Nam-
bacola sin tener en cuenta:
[…] la relacion en tiempo que hiso numeracion del General don
Francisco Peres de Tagle, Corregidor que fue desta dicha ciudad su
anthesesor de Vmd, y asi junto a toda mi familia de madre Isabel
Lema, y a Miguel Lema mi padre difunto, y a mi muger Cathalina
Cuenca, y a los susodichos mis hermanos, quando el dicho mi padre
y madre fueron yndios dela Corona Real, conocidos en esta dicha
ciudad, y todos sus desendientes, y por averlo sido consta en la
numeraçion general que hiso la dicha esta ciudad y su jurisdiccion
el General don Juan Baptista de Bardaxi y Ascon, Corregidor que
fue de ella (ANH/Q. Indígenas [1708] C. 31. Exp. 3. Fol. 5,6).
Más allá del evidente abuso que pudo haber tenido lugar en
este caso, la situación de los quintos y coronas se presentaba ambigua
e imprecisa, ya que de una parte la legislación no era lo suficiente-
mente clara ni se hallaba bien sentada (la aplicación o no de la ley
siempre estuvo sujeta a los vaivenes de la necesidad de tributos y
mano de obra), y de otro lado la etnicidad activada como estrategia
permitía a la población indígena un rango de actuación y evasión cal-
culada de las obligaciones coloniales. En la sociedad indígena lojana,
las propias estructuras socio-culturales fueron temprana y constante-
mente modificadas e instrumentalizadas con fines de resguardo con-
tra las particulares condiciones de sobreexplotación que tenían lugar
en este corregimiento. Además, la estrategia de movilidad étnica iba
de la mano con la estrategia de movilidad territorial, operándose así
115
El pueblo Palta y el régimen colonial
una recomposición tanto en la forma de la sociedad indígena colonial
como en sus patrones de asentamiento.
Gracias a una consulta realizada por el doctor Gabriel Piedra-
hita, nombrado juez visitador y numerador del distrito de Loja, pode-
mos esbozar una idea de estas dinámicas a mediados del siglo XVIII.
El principal cometido de Piedrahita es que del resultado que arroje
su numeración aumente el ramo de los reales tributos y se corrijan
ciertos “abusos” que este juez visitador asegura haber constatado en el
tiempo que fue corregidor de Loja26. De sus tres preguntas sobre cómo
debería definirse el estatuto de quintos y coronas, la primera reza:
[…] y acontese que casandose yndio dela real corona con yndia del
quinto, y al contrario yndio del quinto con yndia de la real corona,
los hijos de estos no siguen regla si es dela clase del padre ni dela
madre, sino que los que quedan que son pocos se suxetan ala
parcialidad del quinto siguiendo unos al padre y otros ala madre,
y los mas el mismo dessorden se denominan dela real corona por
pagar menos tributo y por no hazer mitas, y esta es la causa por que
se va extinguiendo la clase delos yndios quintos y escasee mucho
el ramo de reales tributos como tambien las mitas, y asi es muy
combeniente estableser regla sierta y que para ello se sirva V.A. de
declarar en este asunto si deven seguir la naturalesa del padre o dela
madre (ANH/Q. Indígenas [1759] C. 74. Exp. 10. Fol. 1,2).
Es interesante notar que la estructura del parentesco se llegó a
reorganizar dentro de un sistema de descendencia bilateral; patrilineal
o matrilineal, tal parece ser, en respuesta a cada particular coyuntura.
Si uno de los progenitores –el padre o la madre indistintamente– era
del quinto, sus descendientes podían declararse como tales de con-
siderar que les era favorable unirse a este círculo de parentesco y así
poder usufructuar de las tierras de comunidad, a despecho de quedar
atados a la mita y al pago de un tributo más elevado. O bien adherir-
se al linaje del progenitor perteneciente a la Real Corona, y de esta
manera evadir las cargas laborales y disminuir las fiscales. De acuerdo
26 Gabriel de Piedrahita y Saavedra fue corregidor de Loja entre 1754 y 1755.
116
El pueblo Palta en la historia
al citado documento, ésta última era la estrategia más esgrimida por
la población indígena lojana, hecho que iba directamente en contra
del propósito de Piedrahita de aumentar el ramo de los reales tributos
y acrecentar la mano de obra para las mitas (que se encontraban muy
menguadas según la observación de este funcionario)
Así pues, en atención a la primera pregunta de esta consulta,
las autoridades de la Real Audiencia de Quito responden por medio
del protector general de naturales, quien:
Dice que ha reconosido la consulta hecha à V.A. en los puntos
siguientes. Primeramente que parcialidades deban seguir los yndios
que son havidos, siendo la madre del quinto, y el padre dela Real
Corona, ó al contrario, sobre que deberà tener dicho doctor presente
la disposicion dela Ley 1o. Tit. 1. Lib. 6. en la que se manda que los
hijos de yndias sigan el pueblo y ayllo de sus padres, y los de las
solteras de la madre, regulando por esta ley lo que deberán pagar
de tasa, o tributo, segun el que han pagado los de su ayllo (ANH/Q.
Indígenas [1759] C. 74. Exp. 10. fol. 3).
Es decir, para la progenie de los matrimonios indígenas la
Corona reconoce la descendencia patrilineal, lo que también conlle-
va la residencia patrilocal, pues éstos debían seguir “el ayllo de sus
padres”. En cambio, para los hijos e hijas de madres solteras se reco-
noce la descendencia matrilineal y la consecuente residencia matrilo-
cal. Con esto, si dentro de un matrimonio el padre era del quinto su
descendencia también lo debía ser, y viceversa si el padre pertenecía
al grupo de la real corona. La descendencia de una madre soltera –
lógicamente, por la ausencia de padre en el círculo domestico– debía
adscribirse al quinto si la madre era del quinto y a la real corona si
ésta pertenecía a tal categoría.
La segunda pregunta del doctor Piedrahita tiene que ver con
las estrategias de movilidad territorial, de donde se puede colegir que
habría existido un flujo migratorio recíproco entre Loja y Cuenca y
cuyo propósito principal parece haber sido la evasión de las cargas
coloniales:
117
El pueblo Palta y el régimen colonial
El segundo abuso que tengo experimentado que trasladandosse
mutuamente, algunos yndios de esta jurisdiccion ala de Cuenca,
y otros de Cuenca a esta, sucede que muchos se mantienen aquí
sin casarse dies, y veinte años, y otros se arraigan casandose con
yndias de esta jurisdiccion, y sindo estos que yo entiendo que deven
denominarse forasteros dela Real Corona, intentan asi los que se
mantienen muchos años solteros como los que se casan no pagar
tributos aquí con pretexto de que los deven pagar en Cuenca, lo
que nunca no se verica, como ni el que paguen aqui los de esta
jurisdiccion que se hallan en Cuenca, resultando de esto que dichos
yndios abesindados en esta jurisdiccion usurpan los reales tributos
no pagandolos aqui ni en Cuenca, pero lo mas admirable es que aun
los hijos de estos yndios forasteros en yndias de esta jurisdiccion,
nasidos y criados aqui, solo con el pretexto de que sus padres fueron
de Cuenca, o sus abuelos resisten pagar tributos aqui patrosinando
sus amos este fraude, tan perjudisial ala Real Hazienda (ANH/Q.
Indígenas [1759] C. 74. Exp. 10. fol. 2).
En teoría, los forasteros avecindados permanentemente en
cualquier parcialidad debían ingresar al padrón de los indios de la
corona real y pagar la tasa correspondiente. Cuando se trataba de
migraciones temporales los tributarios continuaban pagando en sus
pueblos de origen27. Pese a esta costumbre, en Loja y en Cuenca exis-
tían muchos forasteros que alargaban su estadía por muchos años sin
ser inscritos en el padrón de coronas, haciéndolo así incluso quienes
se arraigaban en las comunidades de acogida por vía del matrimonio.
Y lo que es más, hasta sus hijos se eximían del tributo escudándose
en la condición de sus padres.
El hecho de que éstos alegasen pagar sus tributos en Cuenca
(situación que nunca se verifica), y de la misma forma, el hecho de
no percibir localmente los tributos de los lojanos que residían en
Cuenca (quienes seguramente alegarían pagar sus tributos en Loja),
27 Aunque se presentan repetidos casos en que los forasteros con residencia pepe-
tua continuaban inscritos en el padrón de quintos y pagando la tasa correspon-
diente en sus pueblos de origen.
118
El pueblo Palta en la historia
da por lo menos que pensar sobre la existencia de una circuito social
solidario entre las parcialidades y las familias indígenas de estos dos
corregimientos, quienes probablemente llegaron a organizar una red
de intercambio poblacional y a estrechar ciertos vínculos sociales de
reciprocidad en cuanto a la acogida y el cuidado mutuo de los foras-
teros. Y una vez más, también demuestra la fragilidad de las leyes y
las dificultades manifiestas de someter a la población indígena a la
legislación y a la coacción de la administración colonial.
Frente a esta constatación del juez numerador, las autoridades
centrales aconsejan que:
[…] se observe la costumbre que ay en todas estas otras provincias,
de que los Caciques de Cuenca, pongan sus principales en Loxa, y
al contrario quienes hacen sus enteros alos cobradores de tributos
respectivamente, como sucede en esta ciudad, Tacunga, Riobamba,
que los cobradores de tributos suelen venderse mutuamente sus
intereses (ANH/Q. Indígenas [1759] C. 74. Exp. 10. fol. 4).
De modo que, frente a la estrategia de movilidad espacial de
la población nativa, la autoridad colonial propone armar una estra-
tegia parecida: movilizar físicamente a los principales y cobradores
de tributos a las diferentes parcialidades para recolectar las tasas. O
movilizar sus intereses mediante el intercambio de tributos, de mane-
ra que los cobradores de Cuenca reciban la autoridad de los de Loja
para cobrar sus cuentas, y viceversa.
De cualquier forma, esta solución no resultaba tan simple: la
escasa población tributaria en Loja no solo afectaba al servicio de
mitas, sino que también limitaba el número de autoridades étnicas
puestas al servicio de la administración, de tal suerte que colocar
principales en Cuenca para el cobro de tributos no parecería ser una
solución tan viable. Luce más viable el intercambio de intereses entre
los cobradores de los dos distritos, lo que sin embargo necesitaría de
acuerdos previamente pactados y de todo un andamiaje organizativo,
del que –por lo menos en este trabajo– no ha sido posible encontrar
constancia.
119
El pueblo Palta y el régimen colonial
Por cuanto respecta a los hijos de estos forasteros –quienes
también eludían el tributo– se manda que: “se observe la costumbre
de que siempre se an tenido por forasteros no solamente aquellos que
se an pasado de vnos lugares a otros, sino tambien los hijos de estos
aunque ayan nasido en los pueblos en que se pretende la naturaleza,
por estar declarado infinitas veces por V.A. deven seguir estos el
Ayllo y Parcialidad de sus antepasados (ANH/Q. Indígenas [1759]
C. 74. Exp. 10. fol. 4). Certificando una vez más que la naturaleza de
forasteros no solo provenía del hecho de haber nacido en una tierra
ajena al lugar de residencia, sino que la misma también se adquiría
por heredad de padres a hijos.
Pasemos finalmente al tercer punto de la consulta, en éste se
trata sobre las condiciones de mestizaje que empezaron a tener lugar
dentro de los pueblos de indios y que involucraban la movilidad étni-
ca hacia el lado de las castas:
El tercer abuso que he experimentado es que los hijos naturales de
yndias resisten pagar los reales tributos con el pretexto de que sus
padres son mestissos, mesti yndios, mulatos, o zambos, y siendo
cresido el numero de esta especie de yndios es grave el atraso que
se sigue ala real hazienda de que estos no se numeren ni paguen
tributos, y al mismo tiempo es este abuso perjudisial al publico,
por que se sigue la falta de servisio en la labor delas haziendas,
pues los que no estan suxetos a pagar tributos no se reducen
a consierto, ni trabajo; y hallándose dispuesto por la ley 8. Tit. 5
lib. 6 de las munisipales de estos reynos que los hijos de yndias,
aunque sus padres sean mulatos, y esemptos de tributos deven
pagarlos fundándose sin duda esta legal dispossision en la regla de
derecho que enseña que (partus uentren sequitur quo al estatum
et conditionem) se a de servir V.A. determinar en este asumto si
los hijos de yndias deven pagar tributos aunque sus padres sean
mestisos, mesti yndios, mulatos (ANH/Q. Indígenas [1759] C. 74.
Exp. 10. fol. 4).
Teniendo en cuenta que la mita y el tributo marcaban la
categorización de indio, la citada ley no toma en cuenta los factores
genéticos ni biológicos para definir el movimiento hacia dentro de las
120
El pueblo Palta en la historia
identidades indígenas. De acuerdo a la misma, los hijos de una mujer
india con un hombre mulato seguían la línea de descendencia matri-
lineal, siendo como tales reconocidos por indios tributarios.
Ante esta pregunta, el protector general de naturales responde
que esta no es una cuestión perteneciente a su protectoría por cuanto
trata sobre un asunto referente a las castas, deja abierto este punto
al criterio de la autoridad de la Real Audiencia aunque recuerda la
“costumbre antiquada que avido en contra de dicha ley” (ANH/Q.
Indígenas [1759] C. 74. Exp. 10. fol. 4). Irresolución ante la cual el
Fiscal declara: “los hijos naturales de yndias, mientras no justificaren
ser de la clase, que por derecho no estuvieren obligados à tributar,
siempre deben estar sujetos à la contribucion delos reales tributos,
que assi es de justicia” (ANH/Q. Indígenas [1759] C. 74. Exp. 10. fol.
4,5). Respuesta más bien evasiva que no cierra ni resuelve la cuestión.
Las regulaciones del mestizaje y su condicionamiento legal
La sociedad colonial ideal se organizaba en torno a la dicoto-
mía blanco-indio, deslegitimando y desconociendo la existencia de
los grupos intermedios que se generaron tras el encuentro entre cul-
turas. La desvalorización del mestizo encontró soporte en los nume-
rosos estigmas que lo construyeron como un sujeto social ambiguo
y dividido, difícil de clasificar en el maniqueista sistema estamental
de la colonia. La marca más indeleble que sobre él se imprimió fue el
calificativo –o descalificativo– de ilegalidad, por ser pretendidamente
el fruto de relaciones “ilícitas” y de “amancebamientos pecaminosos”
entre españoles e indias.
Su presencia cada vez más inexorable hizo necesario incor-
porarlo a alguno de los dos grupos o repúblicas creadas a efectos de
separación social y racial. La conformación de un tercer sector, el de
las castas, y la incorporación parcial de ésta a la república de españoles
resolvió en parte esta disyuntiva. Pero por otro lado, el tránsito hacia
el espacio de las castas amenazó la continuidad del sistema tributario
y del servicio de mitas, hecho que generó preocupación y resistencia
121
El pueblo Palta y el régimen colonial
por parte de amplios sectores de la sociedad dominante. Con el tiem-
po, determinadas medidas administrativas terminaron por adscribir a
un sector de los mestizos dentro de la categoría de indios tributarios,
legislando a favor de la continuidad de su herencia indígena.
En una verdadera sociedad de castas cual fue la colonial,
organizada en torno a diferentes posiciones jerárquica de acuerdo a
criterios de racialización, la estrategia del mestizaje permitía no solo
la exención de mitas y tributos, sino que también ofrecía la posi-
bilidad de movilidad social ascendente. Aun así, impregnados por
un weltanschauung (cosmovisión) particular, por su propio habitus
social y sus valores comunitarios, hay que relativizar la propensión de
muchos indígenas por emprender tal “escalada”. Con todo, el mayor
interés por este movimiento “ascendente” sería temporalmente
progresivo y espacialmente restringido: Temporalmente progresivo
puesto que con el paso de los años los procesos de mestizaje biológi-
co y cultural fueron en aumento debido a la mayor cercanía que los
indígenas establecieron con el mundo de los españoles y las castas:
Espacialmente restringido ya que en diferentes lugares las condicio-
nes de “aculturación” y mestizaje tuvieron un grado y una intensidad
diferente, y aunque por lo general fue así la siguiente no es una regla
invariable: las ciudades fueron el ámbito privilegiado del mestizaje,
mientras que por el contrario, las comunidades campesinas abriga-
ron por más tiempo a las identificaciones originarias. De otro lado,
en los diferentes espacios coloniales se produjeron procesos dife-
renciados tanto en el trato propinado a los indígenas, el sistema de
tenencia de tierras, la vitalidad comunitaria, el grado de dependencia
o autonomía alcanzados, todo lo cual, desde luego, generó respuestas
y procesos sociales diversos; del modo como algunos optaron por el
mestizaje, ya otros cerraron filas en defensa de sus identidades.
Volviendo al mestizo, hay que subrayar que su condición no
se reconocía a simple vista, antes bien, para reafirmar su identidad
había de remarcar y hacer flamear los estandartes de su posición.
De hecho, los indígenas también podían declararse como mestizos
si echaban mano de dichos estandartes. Ejemplifiquémoslo con el
122
El pueblo Palta en la historia
reclamo que por la rebaja en el entero de mitas se presentó contra
el corregidor de Loja (1712-1718) Clemente Sanchez de Orellana, a
quien se acusa de volver mestizos, e incluso españoles, a los indígenas
de su jurisdicción.
[…] a otros despachos de livertad de mitas y tributos declarandolos
por españoles, o mestisos; bistiendoles como a tales delos generos de
sus Grangerias para expender, con mas facilidad, los muchos paños
y ropa de Castilla que a yntrodusido en dicho Corregimiento y a
precios excesibos (ANH/Q. Indígenas [1717] C. 35. Exp. 11. Fol. 5).
Un juicio que en 1750 enfrentó a la familia Gómez con fray
Gregorio Duarte es una muestra de la manera como se llegaron a
objetivar las condiciones del mestizaje, pasado a constituirse en un
verdadero referente social. Los hermanos Antonio y Tomás eran
hijos de María Gómez, hija natural (no reconocida) del capitán
español Joseph Gómez Coello. Aun así, Fray Duarte denunció a los
hijos de estos dos hermanos (nietos de María y bisnietos del capitán
Gómez) por indios tributarios del quinto del partido de Celica, quie-
nes “maliciosamente” se habrían adjudicado el apellido Gómez cuan-
do en realidad se apellidarían Acaro. Además, con la misma “malicia”
se habrían mudado de traje y vestido con el fin –lo que se considera
peor– de usurpar los reales tributos pertenecientes a su Majestad.
La defensa de los Gómez –que por cierto no es el juez protector
de naturales– argumenta que:
Y no se puede desir que malisiosamente mis partes, an dejado
el sobrenombre de Acaro y an tomado del apellido de Gomes,
y mudado el traje de indios, porque mis partes, se an apellidado
siempre con el apellido de Gomes y no de Acaro, y por Gomes an sido
conosidos y reputados, toda su vida, y aunque Antonio y omas
Gomes sus padres estubieron en trajes de indios pensionados en
la mita y tributo como lo conesan por su escrito en que pidieron
la informacion, no haviendo sido indios sino mestizos, como se
declaro mudaron el traje correspondiente a su calidad y condision
el qual an seguido sus hijos, que son mis partes […].
Respecto a María Gómez se declara:
123
El pueblo Palta y el régimen colonial
[…] ni por el traje dejo de ser mestiza porque el haver usado de
dicho traje seria por su pobresa o porque su madre que la pario y
crio, la trajo desde su niñes enbuelta en el mesmo traje que tenia
la mesma madre, esto no aurguie que fuese india pues consta lo
contrario, dela informacion y dela declaracion de mestisa” (ANH/Q.
Indígenas [1750] C. 62. Exp. 11. Fol. 9.).
Cuando se enteraron de que el capitán Gómez Coello era su
padre y lograron obtener su reconocimiento oficial como mestizos
(en 1722), Antonio y Tomas adoptaron los símbolos de su posición
y los transmitieron como legado a sus hijos. A más del vestido, el
defensor de los Gómez argumenta que éstos se encontraban pagando
el impuesto de alcabalas, un gravamen al comercio que correspondía
únicamente a la república de españoles. Así pues, el pago de las alca-
balas en lugar del impuesto indígena fue otro factor que también se
constituyó en un vehículo de diferenciación social.
Otro detalle revelador es la declaración que se hace de los
Gómez como “mestizos finos” ya que descienden de un notable
español, razón que torna tanto más válida su demanda y el reconoci-
miento de su “calidad”. Se declara que María Gómez, a más de haber
sido hija natural del capitán Joseph Gómez, fue medio hermana del
también capitán –y también Joseph- Gómez, quien fuera alcalde
ordinario de la Villa de Zaruma. Tras todas estas consideraciones y
el examen de rigor de las pruebas, la autoridad central en Quito dictó
sentencia a favor de esta familia, declarándolos definitivamente por
mestizos y, a la vez, desplazándolos dos escalones más “arriba”: uno
por ser mestizos y otro por ser “finos”, de “noble estirpe”.
En fin, en la estamentada sociedad colonial incluso el mestizaje
estuvo sujeto a diferentes graduaciones: Piedrahita habla de mestizos
y mesti–indios; ¿acaso indígenas en proceso de ladinización? ¿O
quizá se refiere a los hijos naturales de mujeres indias? Esto último
resulta muy verosimil si tomamos en consideración que su situación
de “ilegalidad” los volvía tributarios, por lo tanto mestizos más cer-
canos al mundo indígena que al español. En la defensa de la familia
Gómez se acusa la categoría de “mestizo fino”. Los documentos
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El pueblo Palta en la historia
también hablan de “montañeses”, quienes eran mestizos que también
se encontraban más identificados con el mundo español, amén del
amplio y multisémico término de “cholo”. A la inicial negación del
mestizo le seguiría un periodo de complejas categorizaciones.
Ahora bien, en su estudio sobre las estrategias del mestizaje en
Quito, Alexia Ibarra menciona un documento expedido en 1764 al
que recurren de manera constante varios individuos que buscan ser
declarados por mestizos, algunos con éxito, otros sin lograr su come-
tido, mientras que de una gran parte la resolución final se desconoce.
El interés principal de este documento radica en que establece que
mestizos sí deben tributar como indígenas y quienes no. (Nótese que
por “hijos naturales” se entiende lo contrario de “hijos legítimos”):
Acerca de la clase de mestizos que deben tributar y hasta que grados
se entienda comprehendidos. Dice que habiendose dirigido igual
consulta en diversas ocasiones al Superior Gobierno resolvio en el
15 de septiembre de 764. Que quanto a los hijos de indios en blanca
se guardase la costumbre y si fuesen solo naturales de estas, no se les
obligue. Que los de indio con negra, ó mulata, ó de negro y mulato
con india devian tributar como indio y lo mismo a los de india soltera.
Que los naturales de Negra o Mulata se considerasen requinteros
que los legitimos de mestizo, ó blanco en india no devian tributar, y
los naturales de ella siguiesen el pueblo de la Madre previniendose
juntamente que la muger devia seguir el domicilio del marido, y
los hijos legitimos el del padre… La de hijos legítimos de indio en
blanca o mestiza precisamente había de pagar el tributo atendiendo
a la conclusión de la citada Superior Providencia, pues deviendo
seguir los hijos legitimos el domicilio del padre era consiguiente
que el mestizo hijo legitimo de indio pagase tributo como su padre.
Por el contrario, siendo solo natural en blanca, o mestiza, no se le
obligue como que hade seguir el pueblo y condición de la madre…
Dudavase en la práctica en cobrar a los hijos legítimos de indio en
blanca o mestiza y por no resultar costumbre uniforme se acordó
en Junta General de Rl Hazienda celebrada en 10 de enero del
presente año, que pagasen por aora en la propia conformidad que
los naturales de yndia. La otra clase de mestizos tributarios es de los
hijos de indio en negra o mulata, estos deven pagar indistintamente
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El pueblo Palta y el régimen colonial
por Ley Municipal, el Superior Gobierno dispuso con arreglo a ella
que siendo legitimos tributarios como indios y siendo solo naturales
se considerasen como requinteros. No estando en uso en estas
provincias el requinto se ordeno igualmente en la mamorada Junta
que paguen principiando con dos tercios de lo atrasado dandose
cuenta al Superior Gobierno (Ibarra, 2002: 63, 64).
Tenemos entonces varias posibilidades. Para empezar, son
contribuyentes:
• Los hijos legítimos de indio tributario con blanca o mestiza, quie-
nes heredan la condición del padre, pasando a ser ellos mismos
tributarios. Los hijos naturales (“ilegítimos”) de india con blanco
o mestizo, pues éstos heredan la condición de la madre.
No son contribuyentes:
• Los hijos legítimos de blanco o mestizo con india, heredando el
lugar social del padre.
• Los hijos naturales de blanca o mestiza, puesto que aunque el
padre sea indio, ellos heredan la condición de la madre.
Queda en evidencia que el lugar social provenía del estatus de
legalidad o ilegalidad de la descendencia, y esto no solo en el caso
de indios quintos y coronas –como hemos visto– sino que la misma
regla también se hacía extensiva a los mestizos, determinando a partir
de ella su posicionamiento étnico y social. En los matrimonios legal-
mente constituidos normaba la regla patrilineal y la descendencia
patrilocal, en un marco donde la condición de tributario o de exento
también era un legado paterno. Por el contrario, la prole natural
debía adscribirse al lugar de la madre, heredando todos los atributos
legales de su condición.
¿Y qué sucedía con los hijos de “mestizos tributarios”? ¿Here-
daban éstos la condición tributaria de sus padres? Alexia Ibarra
responde: “El mismo documento explica que los mestizos tributarios
no transferían su calidad de tributarios, por lo tanto las siguientes
generaciones ingresaban en la calidad de “exentos” (Ibarra, 2002: 72).
De lo que se desprende que con el paso de las sucesivas generaciones
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El pueblo Palta en la historia
el mestizaje llegó a fortalecerse antes que a debilitarse, delineando los
perfiles de un proceso social y cultural que hoy por hoy consideramos
mayoritario.
La combinación indio-blanco-mestizo permanecía sujeta a
la norma arriba citada. En cambio, otro era el caso para las combi-
naciones donde el elemento afro estaba presente. Tanto en el texto
presentado por Ibarra como en el de Piedrahita se hace referencia a
una ley municipal que obliga a los hijos de indio con negra o mulata,
o de negro y mulato con india (zambos) a pagar el impuesto indíge-
na. Indistintamente de que la línea de descendencia sea patrilineal
o matrilineal y de la existencia o no de vínculo matrimonial28. En el
caso de los zambos, si eran hijos de un matrimonio se consideraban
indios tributarios, y si se trataba de hijos naturales eran conocidos
como requinteros, quienes también eran tributarios. Por cuanto se
refiere a los “privilegios” concedidos a los mestizos (de españoles con
indígenas) éstos nacían a partir de una provisión eclesiástica. En el
texto de 1764 se informa:
Tratando los D.D. el punto de mezcla con motivo de los privilegios
que la Sta Sede concedio a los mestizos, y especialmente la disposicion
ampliada por Pavlo V y Urbano VIII para con los mestizos,
reputandolos neótos por la mezcla con indios, han trabajado en
averiguar los grados y clases en que pueden conceptuarse dicho
comixtion para adaptar sin abuso el privilegio (Ibarra, 2002: 65).
La cuestión étnica tampoco iba desasociada de las relaciones
de clase, pues ayer como hoy la pobreza tenía rostro indígena: Los
hermanos Josef y Pedro Fernández, hijos del blanco Pablo Fernández
y de la india Josefa Casagña, fueron anotados como tributarios en el
padrón de Chillogallo (corregimiento de Quito), esto en virtud de una
nueva ley que obligaba a los hijos de madre indígena y padre blanco
pobre a pagar el tributo de naturales (ANH/Q. Indígenas [1793] C.
28 De acuerdo a Piedrahita se trata de: “la ley 8. Tit. 5 lib. 6 de las munisipales de
estos reynos”.
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El pueblo Palta y el régimen colonial
135. Exp. 9). En el espíritu de esta ley, la esfera de la pobreza y de lo
indígena quedan empatados y homologados dentro de la misma cate-
goría, la que aunque muestra solamente un rostro tributario esconde
detrás de sí una profunda estructura socio-racial discriminatoria que
se enraíza en lo más profundo del ordenamiento colonial.
Si en Loja, el que los hermanos Gómez hayan tenido como
ascendiente a un español de noble linaje volvía más legítima su recla-
mación en cuanto a quedar libres del tributo, en Chillogallo los her-
manos Fernández se encontraban en la posición opuesta; la pobreza
de su progenitor deslegitimaba su derecho a la exención tributaria,
por lo que, de cierta manera, éstos se constituían en menos mestizos
y más indígenas respecto de aquellos.
En fin, todo lo expuesto hasta aquí nos habla de la natura-
leza abierta de la etnicidad, dentro de la que cabe la posibilidad de
movilidad al interior de las identidades indígenas y el salto hacia
otras adscripciones étnicas por fuera de la república de indios. En
esta dinámica la categorización de “indio” no siempre tuvo que ver
con factores genéticos ni biológicos sino que también respondió a
factores administrativos, funcionales al régimen colonial, y a una
estrategia de protección autogenerada por la población tributaria.
De la misma manera, la categorización étnica también iba muy de la
mano con determinados criterios de clase, de modo que el grado de
riqueza o pobreza de los ascendientes regulaban las condiciones de
la blanquitud, del mestizaje y de la indigeneización; un ordenamiento
social que respondía a un verdadero paradigma socio-racial.
El mestizaje y su contexto legal presentaron facetas muy abier-
tas y variadas. Los mestizos de primera generación heredaban la
condición de indígenas dependiendo del lugar de su descendencia,
en cambio, los descendientes de segunda generación en adelante se
reafirmaban como mestizos al quedar libres de los deberes coloniales
de la mita y del tributo. No sería de extrañar que en las estrategias
matrimoniales hayan calculado y establecido el tipo de alianzas que
liberarían a los suyos del servicio y del pago de tributos. Este movi-
miento resultaba más restringido a las uniones de indígenas con
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El pueblo Palta en la historia
negros o mulatos. Es como si la marca de la esclavitud a la que fue-
ron sometidos los afrodescendientes sumada a la categorización de
mitayos de su herencia indígena se perpetuaba en el mestizaje racial:
esclavitud y mita, sinergia negativa que perpetuaba a larga memoria
el sometimiento de su descendencia, un díptico del cual resultaba
muy difícil desprenderse. La pobreza y la ausencia de “nobleza” en
el linaje también eran otro signo que perpetuaba la condición de los
indígenas, con lo que queda claro que el fenómeno de la racialización
social también comportaba una dialéctica clasista.
Relación entre tributos y salarios
Otro de los efectos tanto de la mita como del tributo fue la
monetarización de las economías indígenas con el consecuente retro-
ceso del modelo autárquico de producción y consumo. La necesidad
de pagar tributos a la Corona y diezmos a la Iglesia también estimuló
las migraciones en busca de actividades remuneradas en moneda
corriente con la cual poder saldar las imposiciones fiscales. Como
consecuencia, el modelo económico sustantivista empezó a sufrir un
paulatino abandono.
Al igual que en tantos otros aspectos, los tributos también
dependían de las condiciones particulares de cada región y eran esti-
mados al momento de levantar los padrones in situ por el juez visita-
dor numerador, a cuyo parecer corrían las tasaciones según el análisis
de los recursos humanos y materiales de cada pueblo de acuerdo a lo
que la población estaba en condiciones de pagar, estipulándose una
cancelación mixta tanto en dinero como en productos. Ahora bien, si
se requería que la población indígena cumpliese con sus obligaciones
tributarias ante la Corona, también era imprescindible que su tiempo
y su trabajo fuesen debidamente remunerados por quienes se bene-
ficiaban de sus servicios; de ahí que la mita, si bien era un trabajo
de carácter obligatorio, de ninguna manera debía ser gratuita. En el
fondo, nos encontramos ante una doble exacción de los excedentes
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de producci