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Perfiles Latinoamericanos, 24(48)
2016 | pp. 213-241
: 10.18504/pl2448-009-2016
Fronteras simbólicas y clases medias.
Movilidad social en Chile
Mayarí Castillo*
Resumen
A más de tres décadas de la aplicación de las políticas de ajuste estructural en Chile, las clases
medias han aumentado su peso en la estructura social y han cambiado su sector económico,
empleo y trayectorias de movilidad social. Este artículo analiza la percepción de las fronteras
simbólicas que, emergentes de estos procesos macrosociales, van moldeando las subjetividades
de los sujetos pertenecientes a las clases medias en procesos de movilidad social ascendente y se
relacionan con las percepciones sobre la desigualdad. Para esto se presenta un análisis cualitati-
vo de casos, en los que destacan componentes discursivos como la meritocracia, el esfuerzo y la
idea de “barreras/obstáculos” como ejes discursivos claves. Este artículo se inscribe dentro de los
recientes estudios sobre clases medias para el caso chileno, enfocados en los aspectos culturales
tras la reproducción de la estratificación y desigualdad en Chile.
Abstract
After more than three decades of the implementation of the policies of structural adjustment in
Chile, the middle classes increased their weight in the social structure and changed their eco-
nomic sector, occupation and trajectories of social mobility. This article analyzes the perception
of symbolic boundaries, which emerging of these macro-processes and shapes the subjectivity of
middle class subjects into upward mobility processes and modifies their perceptions of inequality.
Whit this objective the paper presents a qualitative analysis of cases in which discursive compo-
nents like meritocracy, the effort and the idea of “barriers/obstacles” became a key discursive axis.
This article is inscribed within the recent studies on middle classes for the Chilean case, which
focus specially on the cultural aspects after reproduction of stratification and inequality in Chile.
Palabras clave: clases medias, movilidad social ascendente, desigualdad, metodología cualitativa,
discursos, fronteras simbólicas, Chile.
Keywords: Middle classes, upward social mobility, inequality, qualitative methodology, discourses,
symbolic boundaries, Chile.
* Doctora en Sociología, Freie Universität Berlin. Académica Escuela de Antropología, Universidad Aca-
demia de Humanismo Cristiano.
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Introducción1
Uno de los sectores clave para la comprensión de las transformaciones de
la sociedad chilena en los últimos treinta años son las clases medias. A casi
más de tres décadas de la aplicación de las políticas de ajuste estructural, ese
sector ha mostrado cambios relevantes en la franja económica en que se en-
cuentran, en tipo de relación laboral y empleo, así como en sus trayectorias
de movilidad social. Sobre estos tres puntos se ha agrupado buena parte de la
investigación en el tema durante las últimas décadas, casi siempre desde una
perspectiva cuantitativa (León & Martínez, 2001; Cerda, 1998; Martínez &
Tironi, 1982, 1985; Portes & Hoffmann, 2003; Barozet & Espinoza, 2008;
López, Rigolini & Torche; López & Juárez, 2012, 2012b; Méndez & Gayo,
2007; Solimano, 2005). Sin embargo, y a pesar de lo que se ha avanzado en el
estudio de estos sectores en el país en las últimas décadas, la investigación sobre
las transformaciones identitarias que estos cambios implican recién ha adquirido
alguna notoriedad (Silva, 2005; Méndez, 2009a, 2009b; Méndez & Barozet,
2012; Stillerman, 2010b, 2010a). En esta línea, este artículo busca aportar,
desde esta perspectiva, enfocándose a un análisis de la construcción simbólica
de las posiciones de clase media en el marco de los procesos de movilidad
social ascendente, a través de los discursos de sus protagonistas.
Los cambios en los patrones de movilidad social han sido uno de los fenóme-
nos que han transformado más contundentemente a la sociedad chilena en las
últimas décadas. Las reformas económicas aplicadas a principios de los ochenta
modificaron el régimen de empleo y la orientación de la economía nacional, re-
dujeron el sector público de manera importante y acrecentaron la importancia
del sector privado en el país.
A partir de estas modificaciones, y a raíz de un importante aumento de la
movilidad social ascendente y horizontal, las capas medias se volvieron más im-
portantes y heterogéneas (Torche, 2005; Torche & Wormald, 2007; Torche &
López-Calva, 2012). Todo esto encuentra también un importante marco de re-
ferencia en los cambios observados en los sectores en la base de la estratificación
social, a partir de la década de los ochenta, en tanto que forman parte de estos
procesos de movilidad y les otorgan sentido en el marco de sus biografías y de
una reestructuración de su relación con la política y la sociedad en su conjunto
1 Investigación financiada por el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (), código de
proyecto: 15110006; Proyecto Conicyt no. 79130004 y de Iniciación 11140008. Se
agradecen los comentarios de Emmanuelle Barozet a la versión preliminar del texto que dio origen
a este artículo.
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(Campero, 1987; Cabalin, 2012; Portes & Hoffman, 2003; Posner, 1999; Cas-
tillo, 2009).
Pese a la trascendencia de estos procesos de movilidad, los aspectos sub-
jetivos involucrados han sido escasamente abordados. Como señala Méndez
(2002: p. 27) —uno de los pocos estudios de carácter cualitativo que se puede
encontrar sobre este tema para el caso chileno—, aunque se han incorporado
a estos análisis algunas variables orientadas a medir percepciones, el interés
predominante de los investigadores en los cambios en patrones generales de la
movilidad, a partir de las políticas de ajuste estructural, ha dejado un espacio
marginal a la comprensión de cómo estos procesos afectan la configuración
sociocultural de las sociedades contemporáneas.
Sin embargo, la forma en que los procesos de movilidad social son experi-
mentados y significados por las sociedades no es un tema menor: a nivel mi-
cro, los patrones de movilidad modifican la percepción del espacio social en
los sujetos, sobre todo en el caso de sociedades altamente desiguales, como la
chilena, en las que el peso diferenciado de la adscripción o el logro impacta
en las expectativas de los individuos y sus biografías personales, conformando
con el tiempo grupos con identidades distintas y disposiciones diferenciadas
(Arellano, 2010; Sánchez, 2007).
A nivel macro, estos patrones de movilidad modifican las dinámicas del
campo político, los niveles de conflicto y la configuración de actores en deter-
minadas coyunturas en una sociedad (Londoño, 2011). Para el caso chileno
en particular, Espinoza (2006) ha destacado el papel de este fenómeno en la
configuración de actores políticos y señalado que las tendencias de movilidad
social ascendente observadas en las últimas décadas han desencajado las posi-
ciones históricas de los sujetos, disminuyendo su posibilidad de acción colec-
tiva debido a que ha aumentado la distancia simbólica entre clases medias y
trabajadores no calificados (Espinoza, 2006).
En una dirección similar, se ha indicado que una mayor fluidez entre posi-
ciones en sentido ascendente parece fortalecer el ideal meritocrático y favorecer
una apuesta por la acción individual para la obtención de la posición deseada
(Bengoa, Márquez & Aravena, 1999). En Chile, el aumento de la movilidad so-
cial ascendente y horizontal coincidió durante un periodo con una disminución
de la protesta social, un deterioro de los indicadores de participación política y
con una heterogenización de identidades sociales, por lo que se especuló acerca
de una relación con este fenómeno, sobre todo para el caso de las clases medias
(Balbontín, 2007a, 2007b). Sin embargo, la reciente conflictividad social y la
emergencia de nuevos grupos sociales parecen apuntar más bien a la necesidad
de relativizar estos supuestos y fortalecer la investigación empírica respecto de
sus efectos a nivel sociocultural.
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En esta línea, resulta relevante considerar dos elementos propios de las diná-
micas de movilidad social en Chile: en primer lugar, el patrón chileno muestra
un aumento importante de los niveles de fluidez en las dos últimas décadas,
donde el movimiento ascendente y horizontal es el más relevante, focalizado en
particular en los segmentos medios (Torche, 2005; Torche & Wormald, 2007;
Torche & López-Calva, 2012). Esto es central, pues uno de los grandes cam-
bios socioculturales ha tenido relación con la producción discursiva de la idea
de Chile como una “sociedad de clase media”, orientado a destacar el carácter
“nuevo” o “emergente” de estos segmentos.
En segundo lugar, las percepciones sobre movilidad social se han construi-
do en el contexto de un crecimiento sostenido en las últimas tres décadas, que
contrasta con los niveles de desigualdad observados en el país, uno de los más
altos de la región. Así, el aumento de la fluidez entre posiciones no necesaria-
mente ha afectado la distribución del ingreso en el país, que se ha mantenido
relativamente estable en las últimas décadas y que ha llevado a Torche (2005)
a referirse a la estructura social chilena como “desigual pero fluida”.
Se advierte que el patrón de movilidad en Chile, pese al aumento de la fluidez
entre posiciones, exhibe una relativa estabilidad en la distribución de recursos y
niveles de desigualdad, que a la larga va delimitando grupos relativamente esta-
bles en el tiempo y con cierta homogeneidad interna. En esa línea, este artículo
se orienta a documentar y analizar la percepción, construcción y reproducción
de estas fronteras simbólicas que, emergentes de estos procesos macrosociales,
moldean las subjetividades de los sujetos de clases medias en procesos de mo-
vilidad social.
En estos casos, los sujetos han reescrito su relato biográfico a la luz de este
tránsito, por lo que a través de este análisis se busca aportar con evidencia empí-
rica, a la discusión sobre la importancia de los aspectos subjetivos de la movili-
dad social, presentando el análisis de dieciocho casos de individuos clasificados
como clases medias, todo ellos residentes en la región metropolitana.
En este artículo se toma como base teórica para la definición de la idea de
clases el trabajo de Pierre Bourdieu (2007, 2000), en tanto este permite enten-
der la estrecha relación entre la estructura de relaciones objetivas delimitada
a partir de la distribución de los distintos tipos de capital y la producción
simbólica imbricada en el proceso de constitución y construcción de una
clase social. En su texto clásico, “Cómo se hace una clase social”, Bourdieu
(2000) refiere al estrecho vínculo entre ambas dimensiones y menciona el
rol sumamente relevante que la dimensión simbólica tiene en el caso de las
posiciones intermedias, dada su mayor heterogeneidad y carácter contradic-
torio. Pese a que Bourdieu no desarrolló trabajo específico bajo la noción
de clases medias o posiciones intermedias, la fuerte preocupación del autor
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sobre las nociones de clase y estatus, producto de la influencia de los autores
clásicos sobre su pensamiento, lo llevaron a conducir investigaciones empíri-
cas en las cuales el papel de los sectores intermedios, su constitución simbó-
lica, sus trayectorias de movilidad y su carácter contradictorio está presente,
como es el caso de La distinción y Los herederos (Bourdieu, 1979; Bourdieu &
Passeron, 2003).
Es precisamente a partir del carácter contradictorio de las posiciones de cla-
ses medias el punto central que utiliza Erik O. Wright (2009) para su trabajo
orientado a la reelaboración de la tradición de los estudios de estratificación,
tributarios del concepto marxista de clase social. Intentando resolver uno de las
principales falencias de este concepto en el marco de la tradición marxista —la
ausencia de reflexión sobre los grupos intermedios o clases medias—, Wright
desarrolla un esquema que recoge la influencia weberiana y que se orienta a la
delimitación de posiciones de clase a partir de elementos ubicados fuera de los es-
quemas clásicos del marxismo, como la organización, autonomía laboral y los
niveles de formación, sumamente relevantes en las sociedades contemporáneas
y presentes también en el pensamiento de Bourdieu.
Así, Wright desarrolla un esquema basado en la distribución desigual de
tres tipos de capital: de producción, de organización y de cualificación, a par-
tir de cuya combinatoria genera doce grupos teóricos que permiten visibilizar
a las clases medias, situándolos en los pequeños empleadores y la pequeña
burguesía en el polo de los propietarios y en los directivos titulados, directi-
vos no titulados, supervisores expertos y no directivos expertos, en el polo de
los no propietarios. A partir de este esquema, el autor muestra la diversidad
de las clases medias y su carácter contradictorio, entregando así herramien-
tas específicas para un análisis desde el concepto de clase social enfocado a
estos segmentos.
Por tal razón, para este artículo se recupera el trabajo de estos autores. Con
el fin de generar una definición para la selección de una muestra teórica de
casos, se consideraron cuatro grupos dentro de las clases medias: pequeños
propietarios, directivos no profesionales, técnicos en cargos de responsabili-
dad —supervisión (con al menos una persona a su cargo)—, y profesionales
autónomos o asalariados. Para la selección de la muestra, se cuidó la inclusión
de sujetos de cada uno de estos grupos ocupacionales. En tanto que para dar
cabida a la dimensión de consumo y estilo de vida —tan relevante en el tra-
bajo de Bour dieu sobre producción simbólica de clases sociales—, se intro-
dujo la variable ingreso en los criterios de selección de casos, ya que a pesar de
compartir un determinado tipo de capital, de calificación y de control sobre
el proceso laboral, las diferencias en términos de ingreso implican diferencias
sustantivas entre las clases medias. Se generaron así tres grupos de ingreso a
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considerar en la selección de los entrevistados.2 Finalmente, en atención a la
complejidad del tratamiento del fenómeno de movilidad social en los estudios
de estratificación, se buscó introducir criterios de selección de casos que per-
mitieran, desde un punto de vista operativo, distinguir sujetos involucrados
en procesos de movilidad social intergeneracional.
Así, se seleccionaron entrevistados que proviniesen de hogares cuyo jefe de
hogar tuviera una ocupación principal de clase trabajadora, la cual fue delimi-
tada a partir de los grandes grupos del código .3 Mediante la combinatoria
de estos atributos, se conformó una muestra de dieciocho casos, diez mujeres y
ocho hombres, a quienes se aplicaron entrevistas en profundidad sobre percep-
ciones de estratificación social, desigualdad y participación política.
Este trabajo se basa en el análisis del material cualitativo agrupado en tor-
no al primer eje temático de las entrevistas y fue llevado a cabo mediante el
software Nvivo, herramienta orientada a la sistematización y generación de
esquemas complejos de análisis cualitativo en una segunda etapa de trabajo.
Para el análisis con dicho software, se utilizó la teoría fundamentada de Glaser
(1998) con la que se generaron categorías teóricas de alcance intermedio que
permitieran el análisis de los procesos de movilidad social en términos subjeti-
vos. Se realizó primero una codificación libre y luego, en una siguiente etapa, se
agruparon las principales categorías emergentes, para establecer las principales
dimensiones o subcategorías a considerar en los elementos teóricos que debían
elaborarse en una tercera etapa.
En este tercer momento, se agruparon las categorías de abstracción baja en
las categorías teóricas principales expuestas en este artículo como herramientas
interpretativas: el movimiento ascendente, la noción de mandato y las barreras.
El resultado final del proceso se presenta en calidad de esquema teórico de al-
cance intermedio, susceptible de ser aplicado en casos similares, previo ajuste
y revisión de pertinencia.
2 Se introdujo la variable ingreso a partir de lo estimado por de los grupos C2 (ingreso promedio por
hogar de 1 073.000 pesos chilenos-2217 ) y C3 (ingreso promedio por hogar de 517.000 pesos chile-
nos-1068 ). Sin embargo, y dada la definición de clase media utilizada, sectores limítrofes del segmento
ABC1 y D también debían ser considerados, en función del tipo de empleo, años de estudio y patrimo-
nio. Dado que el promedio de ingreso de un hogar ABC1 asciende a los 2. 866.000 pesos chilenos-5924
y de un hogar perteneciente al segmento D a 292.00 pesos chilenos-603 , se estableció un límite
inferior de 350 000 pesos chilenos-723.469 por hogar y de 3 000 000 pesos chilenos-6201 en
el caso del límite inferior. Con base en esto, se establecieron tres intervalos para la selección de entrevista-
dos: ingreso alto (723.469-1033 ); ingreso medio (1035-2067 ) e ingreso bajo (2069-6201 ).
3 Las ocupaciones incluidas en los grupos 5 (trabajadores de los servicios y vendedores de comercios y
mercados), 6 (grupo 6: agricultores y trabajadores calificados agropecuarios y pesqueros), 7 (oficiales,
operarios y artesanos de artes mecánicas y de otros oficios (calificados), 8 (operadores de instalaciones
y máquinas y montadores (calificados/semicalificados) y 9 (trabajadores no calificados), fueron califi-
cados como clase trabajadora.
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Las marcas de la movilidad social ascendente. Relatos desde el tránsito
Me gustaba que se llamase Yasna, me gustan los
nombres que avisan la pobreza, esos nombres
como Jhonatan y Jenifer, esos nombres que dicen
cuidado con el perro quiltro, que marcan terreno,
que avisan la selva. La clase media hace chiste con
esos nombres, les parecen ridículos y graciosos
sobre todo cuando son deformaciones anglo que se
mezclan con un pobre Pérez o un pobre Carrasco,
se ríen y en la noche se van a la fiesta kitsch de La
Blondie. Se llamaba Yasna y la amé tanto.
La clase media se ríe en función de los nombres
connotadores de pobreza, ahí intentan marcar
su diferencia, sus privilegios, su idílico origen
común. Pero la clase media omite los apellidos,
ellos también son Martínez y Hernández, aunque
antecedidos por Camilos, Ignacios y Franciscas.
P P,
Cuidado con el perro quiltro
Todo proceso de movilidad social es relativamente doloroso en términos sub-
jetivos y los casos analizados no son la excepción. Todos vienen de hogares
susceptibles de ser clasificados como “clase trabajadora”, buena parte de estos
sujetos han sido marcados por experiencias de vulnerabilidad y discriminación
y, si bien todos residen en la región metropolitana, muchos de ellos tienen
trayectorias familiares vinculadas a las dinámicas de migración campo-ciudad
prevalentes desde los años sesenta en Chile.
En el marco del proceso de movilidad social en el que se ven envueltos, estos
sujetos han debido abandonar un “lugar” que les resulta familiar y acostumbrarse
a otro, seleccionando en el camino lo que deben conservar y lo que es preciso
adquirir para legitimar su nueva posición. En términos de Bourdieu (2000),
estos sujetos han tenido que modificar sustancialmente su habitus mediante
la adquisición de nuevos elementos que les han permitido desenvolverse en su
nuevo espacio y —pese a la dificultad que esto implica— no se observan casos
de habitus desgarrados, sino más bien reconfiguraciones reflexivas a partir de las
experiencias cotidianas. Lejos de una adaptación preconsciente, se asiste a un
proceso en el que el sujeto se torna creativo y flexible en el momento en que
se enfrenta a la situación y reflexivo al momento de evaluarla a largo plazo. Las
articulaciones identitarias (Hall, 2000) de estas clases medias se van modifican-
do y adaptando contextualmente y los elementos que constituyen su discurso
adquieren peso diferenciado, dependiendo de quiénes son los interlocutores,
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quiénes son los pares y las características del espacio donde se está actuando.
Un ejemplo de esto se observa a continuación:
Yo era bien matea4 cuando chica, pero me sentía mal en mi nuevo colegio. Yo las
veía como más cuicas,5 esa era mi percepción, que habían tenido otro colegio,
quizás de niñas, que siempre habían estudiado en colegios como de monjas y yo
venía de un colegio súper rasca,6 sentí que las niñas eran distintas y nada que ver,
me sentía más pobre. A mi mamá le pasó lo mismo en las reuniones de padres y
también se adaptó. Yo también me adapté. Mis mejores amigas son de ahí ahora
y me di cuenta que yo las veía distinto de lo que eran en verdad. (Profesional di-
rectivo en cargo de responsabilidad, 32 años, ingreso alto).
Así, todo proceso de movilidad —ascendente, descendente u horizontal—
implica pérdida de redes y conocimiento práctico si se evalúa el plano de lo
negativo. Implica también la generación de nuevas formas de sociabilidad y
adquisición de conocimientos, si se observa el plano de lo positivo. En el caso
de la movilidad ascendente, este proceso no es menos difícil, ya que los indi-
viduos deben situarse en un espacio que sienten como ajeno y validarse ante
otros (Svampa, 2003), a la vez que deben reelaborar la narrativa sobre su pro-
pia trayectoria a la luz de este nuevo habitus.
En todos los casos analizados, los individuos han lidiado con lo que per-
ciben como desventajas derivadas de su origen social, generalmente identifi-
cadas con los diferenciales de capital cultural, social y económico. También
han debido lidiar con una serie de dinámicas de diferenciación que, inscritas
en el orden de lo simbólico, establecen las distancias sociales entre sujetos que
coexisten en el mismo espacio y remarcan las diferencias entre ellos de ma-
nera constante.
Los relatos analizados muestran particularidades en la forma en que este pro-
ceso ha sido incorporado en la narrativa biográfica: en algunos casos, la sensación
de haberse “salvado” de la “mala pata colectiva” que supone haber nacido en un
contexto empobrecido —parafraseando a Bourdieu (1999)— es procesada de
tal manera que la creencia meritocrática se constituye en uno de los principales
componentes de la articulación identitaria de clase media. En otros casos, la per-
cepción de permanente desventaja se sitúa al centro de la construcción y fortalece
la percepción de desigualdad.
4 Coloquial: estudiosa.
5 Coloquial: de clase alta.
6 Coloquial: pobre.
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Construyendo significados para una movilidad ascendente
Los discursos analizados otorgan un lugar central al proceso de movilidad en
la construcción de su percepción del espacio social. A tal proceso se le relata a
partir de sus significados en términos biográficos, ilustrándolo como una línea
que va de menos a más, cuyo punto de inicio se encuentra en la infancia del
hablante y cuya consolidación se proyecta en la generación siguiente. Los su-
jetos se sitúan como punto crítico de partida y punta de lanza de la movilidad
del grupo familiar, entendiendo que este incluye no solo la familia conforma-
da a partir de su adultez, sino también a los miembros del grupo familiar del
hogar de origen. En ese marco, la movilidad ascendente es vista como un pro-
ceso que paso a paso empuja no solo la propia trayectoria, sino también la de
la familia y pares de origen.
A pesar de la heterogeneidad de los sujetos entrevistados, es posible distinguir
una estructura común en los discursos sobre la movilidad, la cual se compone de
tres categorías teóricas que han de desarrollarse en este artículo (el movimiento
ascendente, el mandato y las barreras) y de tres tipos de interlocutores (los im-
pulsores, los obstaculizadores y los pares legitimadores). Pero en ese tronco común
también se observan variaciones que provienen de las características que deli-
mitan la heterogeneidad de la clase media en términos de ocupación, ingreso
y consolidación de la posición, y que se focalizan en la importancia otorgada
a los objetivos y el bienestar individual durante el proceso de movilidad. Esas
variaciones se relacionan, a su vez, con los niveles de vulnerabilidad de las dis-
tintas posiciones de clase agrupadas bajo la noción de clase media, en la que
existen percepciones distintas respecto de la distribución de la vulnerabilidad:
la clase media de ingreso medio y la clase media de ingreso bajo son las que
perciben un mayor riesgo.
Cabe señalar que, en el contexto de un relato sobre la movilidad vinculada a
las trayectorias familiares, surge la noción de mandato como una de las principales
categorías extraídas del análisis. Dicha noción —la cual se revisa extensamente
más adelante— articula el discurso biográfico de los entrevistados a partir de la
permanente interlocución con la familia y pares de infancia, lo que condensa
así todos los elementos surgidos en el análisis que refieren a las demandas que
el sujeto considera que se dirigen a él durante la obtención y consolidación de
la posición de clase media.
A través del mandato, el hogar de origen se convierte en un acreedor imagina-
rio del “éxito” del individuo: este compromiso implica para los entrevistados la
obligación moral de contribuir al mejoramiento de la calidad de vida del hogar
de origen y de impulsar —con el ejemplo o de maneras más directas, como el
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apoyo monetario o educacional— a quienes se encuentran en la consolidación
de un proyecto similar.
La centralidad del mandato en la construcción de los significados de la mo-
vilidad social hace imprescindible la inclusión del rol de la familia y de los pares
de origen como interlocutores en este proceso, como señala Bertaux (1997). La
evidencia recopilada en esta investigación muestra que estos significados toman
forma y significado a partir de esta interlocución permanente, estructurando
relaciones que incluyen dinámicas de motivación, obstaculización o retribución,
para citar las más relevantes. Estos y otros elementos se analizan con detalle en
los siguientes apartados.
“Salir” de la pobreza: el movimiento ascendente como dirección
de la movilidad social
La primera categoría extraída del análisis alude a la percepción de la trayectoria
del sujeto en el espacio social en forma de una línea que va de menos a más,
que sitúa la clase baja en el polo inferior y a la clase alta en el polo superior.
En este movimiento ascendente, los entrevistados comparten una visión ne-
gativa de la clase baja, realizando un ejercicio constante dirigido a establecer
una diferencia del hogar de origen respecto del contexto de clase baja en el
que se inserta.
En este elemento es central recordar que los sujetos provienen de espacios
que se han transformado de manera importante en las últimas décadas (Portes
& Hoffman, 2003), transformaciones que han dado lugar a espacios organiza-
cionalmente atomizados y, en muchos casos, estigmatizados. Tal estigmatización
permea de manera profunda la mirada de los entrevistados, como se advierte
en las citas siguientes:
Yo estudié en un colegio que era muy, muy peligroso, donde asaltaban y todo eso,
con todo lo que pasaba en los colegios de allá de La Florida, en algunos como más
marcados, como más estigmatizados. Los chicos me decían: “Yo no tengo para la
micro,7 no tengo para almorzar hoy día. Tengo que juntar las monedas con mi
mamá,” cosa que yo también viví cuando chico. Pero tú no ves que mis compañe-
ros estaban interesados en salir de eso y no me refiero a salir de eso en tener más
plata, sino en tener un nivel de conocimientos mayor frente a la vida, al mundo.
(Profesional asalariado, 33 años, ingreso medio).
7 Coloquial: transporte público.
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El pobre quiere seguir siendo pobre, yo creo que por ahí va la cosa. Porque si tú
miras a un pobre, el pobre tiene todo lo de una persona que trabaja, porque tiene
salud gratis, tiene beneficios gratis, tiene lucas8 que le dan con bonos, entonces
realmente se le da la vida fácil y ellos no tienen como la capacidad de decir que el
camino son los estudios, entonces dejan que el hijo haga lo que quiera, total des-
pués todo se lo van a dar y va a ser fácil para él todo. (Trabajador administrativo
y de servicios en cargo de responsabilidad, 38 años, ingreso alto).
Por esta razón, el primer elemento discursivo contenido en el concepto de
movimiento ascendente es la diferenciación del hogar de origen respecto al con-
texto de clase baja, lo que se realiza a partir de la identificación retrospectiva
de tres fenómenos: el fomento de la educación/el acceso a cultura, una ética del
trabajo y el deseo de superación.
Todos los conceptos anteriores se entrelazan en una narrativa que relata cómo
los padres o adultos cercanos establecieron, pese a sus escasas herramientas, la
importancia de estudiar en el hogar, marcando la finalización de los estudios
como uno de los objetivos mínimos a alcanzar por los sujetos. Acá se alude tam-
bién a la presencia de un fuerte discurso normativo acerca del valor del trabajo
y de la necesidad de “salir adelante”, pese a todas las dificultades:
Yo tuve la suerte de que, si bien vengo de una familia muy pobre, es una familia que
leía mucho, entonces tuve mucho acceso a libros cuando chica, libros de mierda
de repente, pero en mi casa había libros y estaba la importancia de estudiar, la im-
portancia de la lectura, porque tengo vecinos que en la misma situación, un papá
mecánico y la mamá con un negocio en la casa, son tipos con arresto domicilia-
rio por microtráfico de cocaína. (Profesional asalariado, 33 años, ingreso medio).
Estos tres elementos que el individuo identifica como diferenciados en el ho-
gar de origen, constituyen ejes clave alrededor de los cuales los sujetos ar ticulan
su pertenencia a las clases medias, adquiriendo un peso diferenciado en rela-
ción con la heterogeneidad en términos ocupacionales: quienes se ubican en el
grupo de los pequeños propietarios y directivos no profesionales enfatizan el com-
ponente “deseo de superación” por sobre los otros componentes; mientras que
los profesionales recalcan la importancia del “fomento a la educación” como
prioritario. Estas mismas diferencias se observan en el grupo de los trabajadores
administrativos y servicios calificados, para quienes el componente de “ética del
trabajo” adquiere una mayor centralidad.
8 Coloquial: dinero.
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El segundo elemento discursivo contenido en el concepto de movimiento
ascendente es la proyección intergeneracional: se considera que el punto máximo
de esta trayectoria no es posible que lo alcance el sujeto que la inicia, deposi-
tando en la siguiente generación la responsabilidad de consolidarla.
El objetivo definido por los sujetos, en el marco de esta trayectoria, no es
llegar a formar parte de la clase alta, sino integrarse a lo que perciben como clase
media “pudiente”, que se encuentra en una posición menos vulnerable que la
identificada como propia.
Esta proyección intergeneracional articula tres elementos discursivos: la as-
piración sobre el futuro de los hijos/la ausencia de privaciones en la crianza/el man-
tenimiento de la formación ética del hogar de origen. Estos elementos estructuran
un relato en torno al deseo manifestado, en todos los casos, de que los hijos sean,
al menos, profesionales destacados: “Yo quiero que estudie, porque yo sé que
los estudios por lo menos te da un título, no importa que no tenga pega, pero
tiene un título y eso le abre más puertas” (Trabajadores administrativos y servi-
cios calificados en cargo de responsabilidad, hombre, 38 años, ingreso bajo).
Esta importancia de la educación en las estrategias para la consolidación de
las clases medias no es para nada nueva en términos históricos y no se ha modi-
ficado de manera sustantiva en las últimas décadas. Como se ha señalado en los
estudios para el caso argentino, una de las principales estrategias de consolidación
de las posiciones de clase media hoy sigue siendo una alta inversión en educa-
ción para los hijos. Para el caso chileno, pese a que la educación va poco a poco
perdiendo fuerza como herramienta de movilidad (Espinoza, 2006), las clases
medias siguen apostando por la obtención de credenciales educativas para sus
hijos, lo que se manifiesta en que buena parte del ingreso familiar se destina a
este ítem, sobre todo considerando la estructura del sistema educacional en Chile,
en el que la educación pública muchas veces no es una opción deseable para este
segmento. La justificación de este gasto no solo radica en que sus hijos accedan
en el largo plazo a una profesión mejor que la que ellos tienen, sino también en
que accedan a un capital cultural al que ellos no tuvieron acceso y a un círculo
social que facilitará su consolidación como sujetos de clase media.
En ese sentido, si bien la educación ha perdido fuerza como herramienta
de movilidad en el marco de un proceso de “salida” de la pobreza en el caso
chileno, se identifica como una de las estrategias fundamentales para la con-
solidación de esta “salida” ya realizada en la generación anterior, y como una
estrategia protectora ante una posible “caída”.
Otra idea asociada a esta proyección intergeneracional es la idea de la au-
sencia de privaciones en la crianza. Este es uno de los elementos más polémicos
del discurso, pues se liga al “que no les falte nada” a los hijos y se vincula direc-
tamente con patrones de consumo que, como se ha recalcado en los estudios
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sobre el tema para el caso chileno, es uno de los espacios claves en los que se
consolidan las fronteras simbólicas dentro de los distintos segmentos de las clases
medias (Ariztía, 2009; Stillerman, 2010a, 2010b). En estos estudios se destaca
la importancia de las diferencias en el volumen, dirección y espacios de consu-
mo para cada segmento de clase media, lo que es particularmente importante
para el análisis de las clases medias “emergentes”, para las cuales el consumo
representa una herramienta fundamental de diferenciación.
En esta línea, los sujetos entrevistados establecen modelos de parentalidad
que muchas veces asocian la carencia material y desprotección/negligencia, que
se remite a su propia experiencia de infancia, que en muchos casos les lleva a
un consumo superior a sus posibilidades en relación con los hijos: se establece
como necesario que los hijos no conozcan los rigores y carencias de su infancia;
asimismo, se busca restablecer las cosas “como deberían ser”, a modo de relec-
tura de la propia narrativa biográfica. Esto resulta sumamente contradictorio
como guía para la acción en relación con los hijos, pues entra en conflicto con
lo que ellos mismos han identificado como central en su propia narrativa bio-
gráfica: el esfuerzo y el trabajo.
Cuando era chico, yo llegué a cuidar mi casa y cuidar mi hermana y cuando era
niño no tenía muchos amigos, porque tenía que llevar a mi hermana chica al co-
legio, tenía que hacer el aseo, llegaba del colegio y tenía quehacer […]. Mi viejo,
como trabajaba tanto, no me pescaba mucho, nunca me llevó a un parque a jugar
a la pelota. Yo tengo pocos recuerdos de que jugara conmigo. Me gustaría que mi
hijo sea inquieto, que tenga hartas inquietudes, que pruebe hartas cosas, que si
quiere ser deportista que pruebe, que si le gusta la lectura que lea harto. Que pue-
da hacer todas esas cosas que yo no pude. (Directivo no profesional, hombre, 36
años, ingreso alto).
En el marco de la idea de “que no les falte nada”, se da una permanente rees-
tructuración de los límites: si se les compra un juguete, se les impone una tarea;
se les compra algo que “todos los compañeros de clase tienen”, pero solo como
forma de protección, una estrategia protectora frente a las dinámicas de discri-
minación, basada en la proyección de la experiencia de los individuos que se han
visto expuestos a estas durante el transcurso de su proceso de movilidad.
Finalmente, el tercer elemento contenido en esta proyección intergenera-
cional refiere al deseo de que los hijos no pierdan lo distintivo en la formación
de sus padres: mantener la formación ética del hogar de origen:
Me gustaría darle las oportunidades que yo no tuve, eso sí con esfuerzo. No ser
una mamá de “te lo doy todo” porque tiene que costar, o sea “yo te lo doy, pero
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tú también […]”. Una vez me dijeron un dicho muy sabio. Una persona mayor
que yo, me dijo: “Ayúdate, que yo te ayudaré. Si tú te ayudas, yo también te voy a
ayudar”, entonces creo que hay que ser así, estar ahí presente, pero también hacer
que se esfuercen más, que trabajen más, que también si quieren salir, carretear, que
se lo costeen. (Pequeño empresario, mujer, 30 años, ingreso medio).
A pesar de los esfuerzos de los entrevistados, ellos reconocen que deben en-
frentar cotidianamente la dificultad de mantener esta formación ética, en un
contexto en el que no encuentran un terreno factible para su aplicación y deben
observar cómo esta se va perdiendo en sus hijos:
Él me ve a mí como el que le puedo dar todo económicamente. Pide muchas co-
sas, entonces de cien cosas que me pide, yo le digo 98 cosas que no. El otro día
conversé con él y me dijo que yo soy un papá muy clásico, porque no lo dejo de-
sarrollarse. “¿Pero por qué?. —Sí, porque yo quiero jugar tenis y tú no me dejas”.
Le pagué una escuela de kárate, le pagué una escuela de fútbol y no le puedo pagar
una escuela de tenis porque yo trabajo y no puedo acompañarle”. (Directivo no
profesional, hombre, 36 años, ingreso alto).
“Ser más que tus padres”. El mandato de la movilidad social
La importancia otorgada al hogar de origen en los aspectos subjetivos de la
movilidad social aparece con fuerza en el segundo de los elementos comunes
que componen la estructura discursiva, la idea de mandato. Este refiere a que
el individuo se percibe como depositario de un proyecto cuyos objetivos le son
impuestos a corta edad por un otro externo, ya sean los padres, tíos o abuelos.
Las narrativas tienden a encajar reiteradamente el proyecto individual en uno
de carácter familiar, en el cual la trayectoria individual se constituye en una
estrategia orientada a generar mejores condiciones de vida para la familia en
su totalidad. En ese marco, la movilidad es un proyecto a largo plazo que se
proyecta a nivel intergeneracional, asumido a una edad muy temprana y rara
vez cuestionado en la etapa de madurez. Esto tiene implícita la exigencia de
responder a las expectativas del contexto en el que se insertan.
Este concepto de mandato involucra la necesidad de devolver o retribuir el
apoyo recibido a partir del hogar de origen: contiene un componente de re-
tribución/deuda, que representa, en la mayoría de los casos, la prioridad de los
individuos en cuanto acceden a una posición de clase media, constituyéndo-
se en el primer proyecto personal que emprenden en cuanto tienen la libertad
suficiente para hacerlo.
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Este elemento es notable si se quiere cuestionar las teorías que han recalca-
do el énfasis en el carácter individual de la movilidad en Chile en las últimas
décadas, en desmedro de un modelo más colectivo, característico de la movi-
lidad de la clase media en el periodo del desarrollismo (Bengoa et al., 1999).
Así, mientras que la literatura sobre el tema ha destacado el peso de los procesos
de individualización en la forma de afrontar y significar la movilidad social,
la evidencia recabada en esta investigación matiza tal fenómeno, mostrando
cómo los individuos intentan conciliar el imperativo de éxito individual con
elementos más colectivos, marcados por la preservación del hogar de origen
como interlocutor y espacio referencial permanente.
Esta idea de retribución/deuda presenta expresiones concretas. La primera y
más evidente es la económica: los entrevistados buscan traspasar parte de su pa-
trimonio a su hogar de origen en cuanto les es posible, incrementando su aporte,
a medida que aumenta su ingreso y se consolida su posición. Este traspaso de
recursos busca compartir parte de los beneficios del “éxito” de los entrevistados
con quienes identifican como impulsores de la movilidad y artífices relativos de
la actual posición del sujeto. En ese marco, se financian bienes de consumo,
viajes, invitaciones a cenar y otras actividades recreativas:
Siempre les di, desde que empecé a trabajar, obviamente mientras más iba ga-
nando, más les iba dando y cuando me fui mi mamá me dijo: “No, nos des más
porque ahora tú vas a tener tus gastos, tu casa”, pero yo no quise, me las arreglé
para poder hacer las dos cosas, porque la verdad es que ellos están acostumbrados
a que mi papá gana 170 mil pesos, y mi mamá debe ganar como lo mismo, por-
que mi mamá tiene talleres de aeróbica por el barrio y gana por hora, entonces
no es un pega que pueda […] entre los dos no gastan mucho, pero a uno como
hija les gusta que estén bien, que si quieren salir a comer algo rico se lo coman”.
(Directivo profesional, mujer, 33, ingreso alto).
Una segunda dimensión discursiva de esta retribución/deuda se vincula con
la reducción de la vulnerabilidad objetiva del hogar de origen. En la medida de sus
posibilidades, los entrevistados relatan acciones suyas con ese objetivo, las más
comunes son la compra de inmuebles en barrios más seguros, la adquisición
de mejores seguros médicos o su apoyo para el retiro de los miembros del hogar de
trabajos asociados al desgaste físico, el peligro o los bajos sueldos.
Estas acciones que reducen la vulnerabilidad implican la adopción de un
rol parental hacia el hogar de origen, lo cual se relaciona con una tercera for-
ma de expresión de la retribución/deuda: la protección frente a la vulnerabi-
lidad subjetiva del hogar de origen. Esta se refiere a todas las acciones que los
entrevistados señalan como destinadas a proteger el hogar de origen de su ex-
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posición a las dinámicas de discriminación, abuso y privación que ha debido
experimentar el sujeto a lo largo de su proceso de movilidad social. En función
de esta protección, los individuos asumen un papel activo en la toma de deci-
siones del hogar de origen y se constituyen en su interlocutor en situaciones
identificadas por el sujeto como difíciles de afrontar: adquisición de bienes,
reclamos, quejas o trámites, situaciones médicas o legales de complejidad. Esto
tiene que ver con un traspaso del conocimiento que el individuo ha adquirido
durante el proceso de movilidad hacia el hogar de origen —el “saber mane-
jarse”—, en función de la protección de este y sus miembros. Dicho traspaso
no se produce solo por la acción unilateral del sujeto, sino también por la cons-
tante interpelación del hogar de origen.
Por otro lado, la idea de mandato encuentra una connotación negativa en
el discurso de los sujetos: la permanente presión a la que se sienten sometidos.
Por parte de los sujetos, existe una continua evaluación del cumplimiento del
mandato del hogar de origen, lo cual se relaciona directamente con los niveles
de satisfacción personal expresados: si bien la evaluación retrospectiva arroja un
balance positivo, en varios de los casos se alude a un esfuerzo insuficiente o a la
falta de ciertas metas consideradas clave, como la obtención del título univer-
sitario. Cuando dichas expectativas no se han cumplido, la idea de “haberle
fallado” al hogar de origen es una fuente de gran frustración para los indivi-
duos y sitúa el imperativo del logro de estas metas como una tarea urgente
en el corto plazo. Ello deriva en que, para los entrevistados, la posibilidad de
pensar en la realización de un proyecto individual libremente se inaugura con
el cumplimiento del mandato:
Espero en diez años más haber ido a Europa, pero me interesa ir, conocer, conocer
y ojalá en diez años más habiéndole pagado un viaje a mis papás. Creo que no se
han tomado vacaciones nunca en la vida más que tres días al año. Eso son como
los proyectos que tengo ya a más corto plazo, y lo de Europa, ojalá el otro año,
ojalá en invierno y después pagarles un viaje a mis papás, y después de eso como
olvidarlos un poco, o sea no olvidarlos, pero ya como decir: “Ya cumplí, ya se fue-
ron de vacaciones a una parte que ellos quieran”. (Profesional asalariado, 34 años,
mujer, ingreso medio).
“Ser como ellos”/“No ser como ellos”. Las barreras y la discriminación
en los procesos de movilidad social
El tercer eje conceptual emergente del análisis del discurso de los sujetos es el
de barrera, que remonta al pasado del sujeto y constituye un recurso narrativo
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destinado a significar el proceso de movilidad como una hazaña, enfatizando
y recalcando los elementos adversos que el sujeto debió sortear para que esta
se produjera. Tal concepto pretende matizar el peso de la noción de mandato
sobre la narrativa de movilidad, relevando el rol de la agencia individual en la
dirección y velocidad del proceso de movilidad social, lo que se expresa en dos
formas: 1) mostrando las diferencias con sujetos insertos durante su infancia
en situaciones similares, y 2) a través de un relato detallado de los obstáculos
impuestos en el pasado a la movilidad:
Yo sé lo que es pasar hambre, yo lo sé, he visto a mi mamá llorar porque no tienes
para comer. O que te van a cortar la luz, el agua. Una vez casi se nos incendió la
casa por estar colgados9 y después me fui a vivir sola por primera vez. Ahí con
mi amiga no teníamos plata ni para calentarnos, ni para comer, ni para la micro.
Un día no pudimos ni ir a trabajar porque no teníamos ni para comer, ni para la
micro,10 nadie fió, nos fuimos a vivir a Puente Alto, del 36 para dentro a una villa,
nadie nos dio un pan. O sea ¡nos cagamos de hambre! Y no le puedes decir a tu jefe
que estás cagada de hambre. (Pequeña empresaria, 34 años, mujer, ingreso alto).
Yo siempre dije: el que quiere ser pobre, va a ser pobre toda su vida. Si yo lo digo
es porque yo crecí, tuve una infancia bien especial. Éramos cinco hermanos, mi
padre solamente trabajaba, no tuve una infancia de grandes lujos, todo lo contra-
rio, entonces va en ti en cierta medida el querer doblegarle la mano al destino y
decir: “Yo no quiero eso para mí, yo no quiero ser pobre. ¿Y qué hago? Me supe-
ro, ¿y cómo? Consigo trabajo”. Al menos yo lo hice así, trabajé, me dediqué dos
o tres años a trabajar y traté de estudiar y no se me cayó el pelo, no me morí, en-
tonces, creo que también va en la persona, en el espíritu y lo que tú quieras tener.
(Pequeño empresario, 35 años, ingreso medio).
En el pasado reciente y en el presente, esta categoría se relaciona con la
exposición de los entrevistados a las fronteras entre grupos sociales y las diná-
micas de discriminación, rechazo y aceptación, las que hacen de la movilidad
ascendente un proceso en el que los entrevistados deben abandonar parte de
lo que les constituye para adoptar los elementos que los configuran como una
persona “de clase media”.
Esto se realiza a partir del discurso estructurado en dos polos en tensión: ver-
güenza del origen/orgullo del origen, cuyo mayor o menor peso orienta la acción
de los individuos en cada situación contingente. El primero se asocia a la ver-
9 Coloquial: conectarse ilegalmente a las redes de tendido eléctrico.
10 Coloquial: bus de transporte público.
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güenza y timidez narrada por los entrevistados durante los primeros contactos
que marcan la salida del hogar de origen, hacia espacios de clase media y que
acompañan al sujeto durante su experiencia de movilidad. En este elemento se
han condensado todas las experiencias asociadas a la exposición de su origen en
circunstancias o maneras que les resultan incómodas y que les impulsan a modi-
ficar ciertos aspectos de su acción cotidiana: lo inadecuado de su forma de hablar
en determinados grupos o momentos, su forma de vestir, su falta de conocimien-
to o capacidad de desenvolverse, la conciencia de sus propias marcas corporales:
No sé por qué me junté con compañeras pitucas,11 no sé por qué, como que caí en
ese grupo. Llegó otra compañera de curso, provinciana, en el primer día de clases:
“Oye, ¿y tú de dónde eres? De Temuco, ¿y tú? De Talca”. Es una gran amiga hasta
ahora, pero es una chica acomodada. Después me hice amiga de otra chica tam-
bién de plata y todas como con casas bonitas, ellas muy bonitas, con caras bonitas,
con un pasado de colegio, no de liceo, con viajes y yo nada. Yo tratando de pasar
piola12 y dándome cuenta de “¡dónde me vine a meter!”. Tuve una crisis de que
no quería ir más a la universidad, algo fuerte, cuando pasé a segundo año. Me fui
a Talca en las vacaciones y no quería volver a la universidad, decía: “No quiero,
no quiero, no quiero ver a esa gente de nuevo, no quiero”. Horrible. Tanto que
mis papás me dijeron: “Si estás tan mal, no vayas”, con todo el esfuerzo que yo
sabía que significaba para ellos mantenerme en Santiago. (Profesional asalariada,
32 años, mujer, ingreso medio).
En términos prácticos, esto se traduce en tres tipos de reacciones que, según
lo señalado por los entrevistados, son contingentes a elementos contextuales:
la automarginación, el encubrimiento o la conformación de grupos referenciales si-
milares. La primera se refiere a cuando los entrevistados perciben entre ellos y
quienes comparten su posición de clase media una distancia insalvable, frente
a la cual los sujetos prefieren mantener solo las relaciones estrictamente ne-
cesarias con quienes forman parte de este espacio, evitando la posibilidad de
profundizar el vínculo.
En el segundo caso, los sujetos intentan encubrir aquello que los delata en su
origen social, adoptando e imitando de manera sistemática las pautas de com-
portamiento del grupo de referencia y remitiendo el conocimiento de su origen
social solo a relaciones de extrema confianza.
En el tercer caso, los individuos optan por establecer vínculos con sujetos
que poseen una trayectoria similar, estableciendo una suerte de espacio protec-
11 Coloquial: de clase alta.
12 Coloquial: pasar inadvertido.
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tor frente a un contexto adverso. Estas tres actitudes no son excluyentes entre
sí: en varios de los casos analizados, los entrevistados aluden a una o más acti-
tudes de manera simultánea, otorgando un mayor o menor peso a cada una en
determinados contextos y coyunturas de la propia biografía.
El segundo polo (orgullo de los orígenes) se configura a modo de respuesta
frente a las dinámicas de discriminación a las que se ven expuestos los sujetos
en el marco de su inserción paulatina en espacios de clase media. En este polo
se reúnen las experiencias relacionadas con una integración del reconocimiento
de la particularidad del lugar de origen y la revaloración del conocimiento que
allí se obtuvo, lo que se traduce en tres reacciones: la reafirmación meritocrática,
el resentimiento y la exposición voluntaria.
El primer elemento señala una actitud que relaciona directamente el logro
de la posición del individuo con las características particulares identificadas
en la idea de hazaña, por lo que se le concibe como una posición merecida en
función de las capacidades desarrolladas y la actitud del sujeto:
Por ejemplo, [lugar de trabajo] tenía un par de gerentes que se creían la raja. Yo
nunca les bajé la vista, ni los dejé mirarme en menos porque tenía más estudios,
yo me sentía más preparado que los tipos. El tipo tenía la oficina llena de diplomas
enmarcados de cursos de [lugar de trabajo]… Nunca en mi vida yo voy a enmar-
car un curso de [lugar de trabajo]. Es demasiado mediocre. (Profesional en cargo
directivo, 36 años, hombre, ingreso alto).
Esta reafirmación meritocrática también se manifiesta en relación con la clase
trabajadora y los cercanos del hogar de origen, pues su propia experiencia en
el sorteo de obstáculos genera un discurso fuertemente castigador hacia estos
segmentos, en los que se identifica una actitud pasiva y apática en el mejora-
miento de su calidad de vida.
La segunda reacción (el resentimiento) se relaciona directamente con las per-
cepciones de desigualdad de los entrevistados, que identifican como injusto el
excesivo costo tras el logro de la posición de clase media, en contraposición con
quienes la obtienen sin mayor esfuerzo y que la comparten hoy día. Tras esta
actitud hay una cierta amargura por lo sacrificado en el proceso, por la relectu-
ra del pasado de largo plazo, a la luz de la comparación con otros sujetos y con
las facilidades que estos otros poseen en un contexto similar. Esta sensación de
injusticia se manifiesta muchas veces en una actitud de rabia hacia quienes han
tenido mayores facilidades en el logro de la posición de clase media:
Te da rabia porque uno, independiente de la situación que viva, encuentra que esa
desigualdad no corresponde. Si fuera Opus Dei quizás creería que la movilidad
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social no existe y diría: “Yo soy pobre porque dios cree que yo soy pobre y bien”.
Pero, en general, no creo que sea así. Tú te encuentras en realidades súper con-
trapuestas, tanto en la universidad como en un lugar de trabajo, donde tú estás
trabajando y eres el vendedor, y va un cliente que tiene mucha plata, y te compra
miles de cosas y te trata pésimo y tú estás diciendo ahí: “Sí, sí” y tienes que agachar
la cabeza porque él es el que tiene la plata para hacerlo. Siendo que tú no pediste
estar donde estás y él no pidió estar donde está. La diferencia es que él si quiere
está ahí, si quiere está allá o si quiere está en otro lado. Él hace lo que quiere y uno
no. (Profesional asalariado, 33 años, hombre, ingreso medio).
Mi típica frase es “malditos millonarios, malditos privilegiados”. Me da mucha
rabia. Cuando hablaba, cuando hablo con mis ex compañeros de trabajo también
me pasa. Hablábamos de cómo fue la infancia de cada uno, nada que ver, una
distancia enorme, enorme. Años luz. Yo encargada de hacer las cosas de mi casa
desde los nueve años, mientras mi mamá tejía en el taller, había que dividirse los
quehaceres y estas chicas no: estaban leyendo, haciendo tareas o en clases de pin-
tura y yo no tenía, no tuve esa posibilidad y claro que me da rabia. (Profesional
asalariado, 32 años, mujer, ingreso medio).
La tercera actitud del polo del “orgullo del origen” (la exposición voluntaria)
es una actitud complementaria a las otras dos arriba descritas y se relaciona con
el establecimiento de diferencias con quienes comparten la posición de clase
media, pero no el origen, mediante la exposición del origen y de los obstáculos
en el logro de la posición. Con el establecimiento de esta diferencia, los entre-
vistados, por un lado, reafirman su propia creencia meritocrática, a partir del
reconocimiento de su esfuerzo por parte de los pares y, por el otro, desarrollan
una estrategia protectora frente a las dinámicas de discriminación que operan
por la exposición del origen humilde de los entrevistados por parte de otros.
Esa estrategia interviene como una respuesta anticipada a los cuestionamientos
frente a la legitimidad de su condición de clase media:
Yo creo que hay que hablar de estas cosas en todas partes, hacerlo notar a los
otros. A mí nada de esto me va a desmoralizar, porque yo sé que voy a conse-
guir lo que quiero, no sé si a toda costa, porque no va a ser así, pero yo sé que se
puede, pero cuesta mucho más. A mí me costó estudiar también por lo mismo,
porque no tenía los recursos, tenía que estar perdiendo tiempo, no estudiaba
cien por ciento, porque tenía que trabajar, desde primero de la U. Desde antes
incluso, desde el colegio, vendía papas fritas en el recreo, pero te cuesta mucho
más todo si no eres hijo de alguien, porque yo me acuerdo, yo luchaba por mi
beca de almuerzo y después veía en el patio al hijo de un diputado con la beca de
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almuerzo. Qué tiene que hacer él con beca de almuerzo. Entonces, yo no tenía
problema en ir y decírselo: “Yo lo necesito y tú no”. (Profesional asalariada, 33
años, mujer, ingreso medio).
Los interlocutores
Como se ha referido anteriormente, el discurso de la movilidad social está
articulado en un permanente diálogo con varios interlocutores, frente a los
cuales el sujeto elabora explicaciones, justificaciones o dirige palabras de agra-
decimiento. El primero de los interlocutores —quizás el más relevante— es
la figura del impulsor, dentro del cual es posible distinguir dos versiones di-
ferenciadas: el impulsor del hogar de origen y el impulsor externo. El primero
se relaciona con una narrativa sobre la movilidad que, si bien involucra la to-
talidad del hogar, siempre identifica una figura clave que es la que imprime
el deseo de “salir” en los entrevistados, la que motiva y acompaña el proceso.
Este impulsor (mayoritariamente la madre, aunque no en forma exclusiva)
es una figura ambivalente: por un lado, es un sujeto idealizado y depositario
de agradecimiento, pero, por el otro, se le reconoce como un sujeto exigente,
implacable y, en algunos casos, torpe por falta de herramientas, tanto durante
el proceso como en la evaluación de resultados:
Mi papá no me dejaba juntarme con nadie. Yo tengo una hermana, que en ese
tiempo vivíamos todos juntos, y mi hermana era mayor y tampoco ella podía ju-
gar con ningún vecino, entonces, podíamos jugar no sé si media hora o una ho-
ra en la calle andando en bicicleta, y mi mamá nos miraba y de ahí entrábamos.
Entonces, tanto tiempo que teníamos sin hacer nada porque no podíamos jugar
con los otros niños, nosotros [...], bueno, leer, nos llevaba recortes, papeles de la
imprenta, entonces jugábamos a la oficina, como a eso. Me incentivó harto la
lectura y a él también le encantaba leer. Me llevaba El Mercurio los domingos, me
compraba El Mercurio para que yo lo leyera, y era terrible y me hacía leer el “Artes
y Letras”. (Profesional asalariado, 33 años, mujer, ingreso medio).
Por otra parte, el impulsor externo es la figura que condensa a aquellas
personas que, durante la trayectoria de movilidad social, se constituyen en un
apoyo adicional y decisivo para el proceso de movilidad. Los entrevistados son
conscientes de la falta de herramientas del impulsor del hogar de origen para
elaborar estrategias en el logro de este objetivo, dadas las condiciones de mar-
ginalidad, pobreza y escaso nivel educacional que poseen. En este contexto, el
impulsor externo adquiere sentido como el personaje que da forma y curso al
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impulso formado en el hogar de origen, marcando un punto de inflexión en la
trayectoria biográfica narrada por el sujeto. En la mayoría de los casos, remite a
la escuela pública, a partir de la figura de un profesor o director, generalmente
ligada al ingreso a un liceo público de tradición,13 que deviene como el impulso
definitivo para el acceso a la educación superior. En este punto, es relevante el
rol de familiares lejanos o amigos de la familia con una posición social y nivel
de ingreso mayor al del hogar de origen.
Este punto va en la línea de lo establecido por Espinoza (2006) cuando se
refiere al rol del capital social en el proceso de movilidad social, en tanto que
no solo otorga una cierta ampliación de las posibles trayectorias de vida imagi-
nadas por el sujeto, sino que también establece los pasos concretos en el marco
de la obtención de objetivos, instalando en el horizonte de lo posible cursos de
vida antes inimaginables.
El segundo sujeto es el obstaculizador, este también se encuentra diferen-
ciado en dos versiones en los discursos de los sujetos: el obstaculizador del hogar
de origen y el obstaculizador externo. En la figura del obstaculizador, los entre-
vistados condensan una serie de individuos o circunstancias que dificultan el
proceso de movilidad, desincentivándolo o directamente atentando contra él,
de manera voluntaria o involuntaria. El obstaculizador del hogar de origen co-
rresponde de forma predominante a los sujetos pertenecientes a la estructura
familiar que no creen que la movilidad sea posible, desincentivando al sujeto o
atentando contra sus esfuerzos.
En este punto es donde se sitúan dinámicas de maltrato, negligencia, alco-
holismo, drogadicción o desinterés en fomentar en los niños el proyecto de la
movilidad por la vía de la educación. La figura del obstaculizador del hogar de
origen, al igual que la figura del impulsor, tienen un carácter contradictorio: si
bien se relata con amargura la falta de preocupación o las dinámicas de maltra-
to, también existe un cierto sentido de condescendencia que remite a las pocas
posibilidades de ver otras alternativas de vida distintas a las del universo mar-
ginal. Si la relación que se establece con el impulsor es de retribución/deuda,
13 El modelo de escuela pública de tradición remite a los establecimientos gratuitos de secundaria que rea-
lizan un proceso de selección entre postulantes provenientes de diversos sectores del país, en función
de un buen rendimiento académico. Estos liceos tienen una extensa tradición en la preparación de es-
tudiantes para el ingreso al sistema universitario, e históricamente han sido cuna de numerosas figuras
connotadas en el ámbito de la ciencia y la política. Dichos establecimientos son apuntados como espa-
cios tradicionalmente vinculados a las clases medias. A la fecha, los estudiantes de estas instituciones son
casi los únicos provenientes del sistema público que acceden a las universidades de prestigio nacional,
y son también casi los únicos establecimientos públicos que figuran en los primeros puestos en lo que
refiere al Sistema de Medición de Calidad de la Educación (Simce). Entre los más antiguos y conoci-
dos, se hallan el Instituto Nacional, el Liceo no. 1 “Javiera Carrera”, el Liceo Manuel Barros Borgoño,
el Liceo Carmela Carvajal, por nombrar los más relevantes.
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la que se establece con este obstaculizador es la de demostración, a partir de la
cual los sujetos buscan probar que, a pesar de la actitud de este, el sujeto fue
capaz de lograr su objetivo:
Una vez me dijo mi papá: “Trabaja conmigo, métete en la construcción; te metes
a un curso de albañil y trabajas conmigo; te meto en un trabajo tranquilo”. Y yo:
“Es que yo quiero ir a la universidad”, y él: “No, seamos realistas, hijo”. Después,
cuando salí de la escuela, me dijo: “Yo ya cumplí, ahora si quieres algo más es
cosa tuya”, y yo le decía que quería entrar a la universidad y me decía: “Ya, pero
hablemos en serio”. “Papá, si yo quiero entrar a la universidad”. Y después uno
entró a la universidad, fue a la universidad y los papás están con el pecho inflado:
“Mi hijo estudió en la universidad y en la Universidad de Chile”. (Profesional
asalariado, 33 años, hombre, ingreso medio).
Una relación similar es la que se establece con el obstaculizador externo,
el que encarna a las personas fuera del hogar de origen que han dificultado o
dificultan voluntaria o involuntariamente el proyecto del sujeto. Cuando la na-
rrativa se remite al pasado de largo plazo, la figura remite a familiares lejanos,
grupos de pares y, en algunos casos, a educadores o personas ligadas a la escuela
pública que, a través de sus acciones, falta de motivación o apoyo, dificultan
el proyecto del sujeto.
Cuando la narrativa se sitúa en el pasado reciente y presente, este obstacu-
lizador se vincula a las barreras simbólicas y a las dinámicas de discriminación
con las que debe lidiar el sujeto en lo cotidiano, encarnadas en un sujeto que
en el marco de la competencia busca establecer una superioridad a partir del
menoscabo de los individuos con un origen de clase trabajadora, ya sean pro-
fesores universitarios, compañeros o jefes en el espacio laboral:
La gente se fija, se fija en las camisas que usas, en la ropa que estás usando, si tu
terno, si la camisa tiene tu nombre escrito o si usas lápiz Gross o Montblanc, se
fijan en todo eso. Yo, por lo menos, yo lo he visto y se fijan en cosas que son más
de embalaje, o sea, yo mido un metro y medio y soy morenito, eso también se
fijan, incluso hay algunos que te lo tiran encima, te lo dicen, porque son cosas de
origen. (Directivo profesional, 38 años, hombre, ingreso alto).
El tercer sujeto identificado en la narrativa son los pares significativos, los
cuales corresponden a personas frente a las que se busca un reconocimiento y
validación a lo largo del curso de vida. Estos pares significativos son diferen-
ciados en tres tipos: los pares de origen, los pares de movilidad y los pares de la
nueva posición. Los primeros son los individuos significativos de la posición
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de origen frente a los que los sujetos van desarrollando poco a poco una dife-
renciación y distancia, que se agranda a medida que el proceso de movilidad
se vuelve exitoso: el contexto se va perdiendo y lo que constituía puntos de
conexión se difumina paulatinamente. Pese a que en un primer momento los
individuos tratan de seguir participando en los distintos espacios compartidos,
prestando ayuda y apoyo a estos pares, en caso de ser necesario, en un momen-
to posterior, el contacto se vuelve más esporádico y estos pares se transforman
en pares “imaginados”.
Por otro lado, los pares de movilidad son las personas con las que el sujeto
genera una identificación, según aumente la distancia con los pares de origen.
Cruzados por un mandato común, se constituyen en aquellos con los que se
establece una mayor conexión en el contexto de extranjería en la que se ubican
estos sujetos, en relación con otros en el marco de su proyecto de movilidad.
Los pares de movilidad son con los que se establecen relaciones de complicidad
en el marco de un contexto sentido como adverso por el sujeto: “Mi mundo
personal principalmente está circunscrito a gente que es de esfuerzo, prime-
ra generación de profesionales en cada una de sus familias, la mayoría de mis
amigos, o sea, mis amigos no son hijos de médicos ni de ejecutivos exitosos,
mucho menos, son gente de esfuerzo no más.” (Profesional en cargo directivo,
36 años, hombre, ingreso alto).
Parte del imperativo de no perder la conexión con los orígenes implica la
conservación de este tipo de espacio: los entrevistados enfatizan que no han
cambiado lo esencial de su identidad, recalcando que “mantienen los mismos
amigos” y que “hacen las mismas cosas” que hacían antes con ellos, aun cuan-
do su posición en términos estructurales se ha modificado notoriamente a lo
largo del tiempo y aun cuando su grupo referencial no esté ya constituido por
los pares de origen, sino por los pares de movilidad.
Los pares de la nueva posición son los que otorgan al sujeto la posición de
interlocutor legítimo e integrante consolidado en la nueva posición. A lo largo
de la experiencia de movilidad social, los sujetos deben adquirir conocimien-
tos, modificar o desechar otros, y posicionarse como pares de otros sujetos de
clase media que no comparten su origen, pero que les reconocen como inter-
locutores válidos.
Este proceso se produce a partir de un sinnúmero de vías, entre las más
importantes se halla, en primer lugar, la experiencia educativa, que refiere no
solo a la adquisición de conocimientos formales y credenciales educativas que
le permiten introducirse en un mundo de clase media, sino también a toda
la experiencia que rodea la adquisición de esos conocimientos y credenciales,
que, en estos casos, está cruzada por la ruptura de la segregación espacial y el
contacto sistemático con personas provenientes de distintas posiciones en tér-
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minos estructurales, con los cuales el individuo debe relacionarse, competir y
validarse como un igual.
En segundo lugar, la inserción en el espacio laboral resulta también central,
en tanto constituye un proceso en el que el sujeto debe adquirir experticia labo-
ral mediante la acumulación de recursos a lo largo del tiempo y siendo validado
entre los de su misma posición:
Yo tengo dos grupos de la vida que frecuento ahora: uno de gente que sí ha tenido un
poco de apoyo económicamente en el ámbito familiar, normales. El otro es gente que
conozco ahora por donde, por donde frecuento, y todos ellos son: “Hola cómo estás,
yo soy apellido tanto y bla, bla, bla”, y la primera pregunta: “¿Y qué haces?, ¿dónde
trabajas? y ¿dónde vas de vacaciones?, ¿qué auto tienes?”… puras tonteras. No me
molesta, pero no soy parte de ellas. (Pequeña empresaria, 34 años, mujer, ingreso alto).
Conclusiones
En este artículo se analizaron discursos de los sujetos que se encuentran en-
vueltos en un proceso de movilidad social ascendente, el cual adquiere una
gran importancia en la construcción de sus relatos biográficos y en sus iden-
tidades como sujetos de “clases medias”. A partir de los relatos de los actores
analizados, mediante la metodología de la teoría fundamentada, se generaron
tres categorías teóricas de mediano alcance, orientadas a la interpretación del
significado que la experiencia de movilidad adquiere en términos subjetivos:
movimiento ascendente, el mandato y la idea de fronteras/barreras. Dichas
categorías de alcance intermedio constituyen un esfuerzo analítico en la com-
prensión de la dimensión cualitativa de estos procesos, hasta ahora relativa-
mente ausente en los análisis del campo de los estudios de estratificación social
en el caso chileno y latinoamericano.
La introducción de esta dimensión se relaciona con el hecho de que, si bien
estamos hablando de procesos de largo plazo y de carácter macrosocial, estos
modifican la experiencia cotidiana, la forma en que los sujetos estructuran su
percepción del espacio social y, con ello, la relación entre grupos, Estado y la
política. Resultan entonces fundamentales para comprender la sociedad con-
temporánea y la experiencia de vivir en Chile actual.
En este contexto, resulta particularmente interesante el rol que los interlo-
cutores y el grupo familiar adquieren en este contexto. La noción de mandato,
extraída del análisis del material cualitativo, habla de la dimensión más colectiva
de la movilidad social y discute con las tesis de la prevalencia de una apuesta
más individual en este proceso.
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Este fenómeno permite hipotetizar acerca de un desplazamiento de esta
dimensión más colectiva, desde un espacio organizacional a grupos referen-
ciales compuestos por la familia, pares de origen y otras redes. En ese senti-
do, esta transformación tendría impactos relevantes en el comportamiento de
estos grupos a nivel político y a nivel de percepciones de la sociedad, entre
otros aspectos. Queda abierta la posibilidad de probar esta y otras hipótesis
en un futuro.
Este artículo buscó avanzar en una reflexión en esta dirección, rescatando el
papel que las dinámicas de diferenciación y de recreación de fronteras simbóli-
cas cumplen en la configuración de la experiencia de habitar en Chile contem-
poráneo. A la vez que se mostraron caminos o vías para posibles aplicaciones
comparativas de estas categorías en el análisis cualitativo de otros casos similares
en la región, previo ajuste contextual de las categorías.
La importancia del desarrollo de esta mirada comparativa, en un contexto de
procesos similares de países de la región es invaluable, sobre todo si se considera
que Chile es uno de los países pioneros en ciertas transformaciones económicas
que han modificado los patrones de movilidad. Queda como tarea pendiente
para futuras investigaciones en este campo.
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