Con el paso del tiempo, las prácticas restaurativas han cobrado mayor importancia ene el campo investigativo a nivel internacional (Watchel, 2013), (McCold y Wachtel, 2016), (Schmitz, 2018) y nacional (Britto, Ordóñez y Díaz, 2006), (Britto, 2010), (Puj y Fundación Paz y Bien, 2007), (OIM y Fundación Paz y Bien, 2015). Son varios los motivos por los que distintos grupos de investigadores de diferentes campos disciplinarios, indaga sobre nuevas prácticas que puedan ser calificadas de restaurativas y entendidas como acciones llevadas a a cabo por dos o más personas, necesarias para subsanar los conflictos y humanizarlas. En este sentido, el conflicto es visto como una oportunidad para fortalecer los lazos afectivos y construir comunidades, gracias a que dichas prácticas han sido diseñadas especialmente para territorios cuya historia ha estado marcada por la guerra, la violencia y la rivalidad de unos contra otros (Schmitz, 2018)
Por consiguiente, la intención de producir prácticas con valor social, se ha visto entrenadas por devenires del contextos, que ubican su necesidad en la restructuración de un tejido social fragmentado por prácticas contraproducentes para la población, las cuales en vez de beneficiar a una colectividad o a una mayoría, terminan por favorecer a unos pocos.
Sobre la base de lo anterior y de los planteamientos que aseguran que mediante políticas contra hegemónicas puede lograrse una reestructuración social, se hace pertinente preguntarnos cuáles son las prácticas restaurativas no formales. Claro está, que para resolver dicho interrogante es preciso especificar qué son las prácticas restaurativas, cuál ha sido su devenir, de dónde provienen y por qué su relevancia social y académica en la actualidad. Además, es menester determinar su relación con la justicia restaurativa y su importancia de aplicación mediante proyectos investigativos, educativos, sociales y culturales, los cuales han impregnado de paz a sociedades caracterizadas por el conflicto-
Por tanto, este capítulo busca reflexionar sobre la incursión de las prácticas restaurativas no formales en el medio social y sus modos de aplicación en territorios de vulnerabilidad social, específicamente en la ciudad De Santiago de Cali, ubicada al Uroccidente de Colombia, ciudad que se ha caracterizado por altas cifras de violencia y criminalidad. Según el Consejo Ciudadano de Seguridad y Justicia de México, Cali se ubica en el puesto 26 a nivel mundial, con una tasa de 1,176 homicidios en el último año (Seguridad, Justicia y Paz, 2020). Por ello, se tomaron en consideración seis investigaciones con perspectivas psicosociales desarrolladas desde 2016, en le marco de la implementación de los acuerdos de paz firmados en Colombia, en escenarios sociales, educativos, y comunitarios.