Existe escasa evidencia reportada, en tiempo real, durante los entrenamientos y la competición, referente a las demandas fisiológicas y mecánicas (aceleraciones), que acontecen en el juego del voleibol de élite. Esta carencia es todavía aun mayor desde que se modificaron las reglas en el año 1999. La principal modificación es la introducción del líbero y la sustitución del central cuando llega a la zona defensiva por el líbero. De esta manera mientras un central está en la red (en ataque), el otro central, que fue sustituido por el líbero al llegar a la zona defensiva, se encontrará descansando. Generándose de esta manera una sustancial mejora en la capacidad de recepción y de defensa de los equipos. Esta modificación reglamentaria indujo un cambio en los aspectos tácticos y físicos del juego que devino a acciones más explosivas y de menor duración, al mismo tiempo, además, generaron una mayor especialización en los jugadores, por lo que generó un impacto en su perfil fisiológico y neuromuscular (Sheppard et al., 2009).
Gran parte de los estudios de análisis de tiempo-movimiento durante el entrenamiento y la competición se centran en la cantidad de saltos y la frecuencia con la que estos ocurren (Sheppard et al., 2009), comparados por puesto y nivel de calificación (Sheppard et al, 2007; Sheppard et al., 2009; Hasegawa et al., 2002). Por otro lado muchos estudios analizan en forma aislada la biomecánica del salto, sobre todo la técnica, la cinemática y la cinética durante la caída (Tillman et al., 2004; Bisseling y Hof, 2006; Suda et al., 2007; Cronin et al., 2008; Wagner et al., 2009; Marquez et al., 2009; Hughes et al., 2010; Hsienhand y Huang, 2012), así como su relación con mecanismos de producción de lesión (Niell et al., 2007; Bisseling et al., 2008; Janssen et al., 2013; Taylor et al., 2011; Bates et al., 2013; Kulig et al., 2015). Sin embargo, no hemos encontrado estudios que reporten la altura de los saltos durante el entrenamiento y la competición y la carga mecánica que representan los mismos en relación a los procesos de fatiga y lesión por sobreuso.
Respecto a las respuestas fisiológicas, los escasos estudios que abordan esta problemática fueron realizados con las reglas antiguas, cuando los partidos tenían una duración superior, con una carga de saltos aún mayor. Hasta la fecha, hemos encontrado un estudio que analizó la evolución de la frecuencia cardíaca durante el entrenamiento y la competición, para permitir estimar la carga del entrenamiento y obtener valores que sirvan como parámetros de control de las sesiones de entrenamiento (Berna Jimenez, 2014). Sin embargo, en este estudio, no utilizaron dispositivos que permitiesen cuantificar, a la vez, la solicitación del aparato cardiovascular y las solicitaciones mecánicas.
Existe suficiente evidencia sobre modelos subjetivos de cuantificación de la carga en deportes de equipo tales como el baloncesto (Foster et al., 2001; Anderson et al., 2003; Manzi et al., 2010, Moreira et al., 2012), fútbol (Impellizzeri et al., 2004; Little y Williams, 2007; Alexiou y Coutts, 2008; Coutts et al., 2009; Casamichana et al., 2013; Scott et al., 2013; Fanchini et al., 2015), rugby (Gabbett y Domrow, 2007; Elloumi et al., 2012; (Moreira et al., 2015) y voleibol (Berna Jimenez, 2014; Rodríguez-Marroyo et al., 2014; Freitas et al., 2014). Las herramientas de medida más utilizadas para controlar la carga del entrenamiento se basan en el registro de la frecuencia cardíaca (FC) y la percepción subjetiva del esfuerzo (RPE) . Por medio de la frecuencia cardiaca, por ejemplo, se puede establecer el denominado impulso del entrenamiento (TRIMP) (Banister, 1991), o bien cuantificar la carga en función del tiempo empleado en cada zona de intensidad (Berna Jimez, 2014).
Medios actuales más sofisticados utilizando GPS y/o acelerómetros permiten cuantificar la carga del entrenamiento a partir de las velocidades y/o aceleraciones y las distancias recorridas en franjas de velocidad o de aceleración. El GPS no es un instrumento adecuado para el control de las variables mecánicas durante el voleibol porque se juega en estadio cubierto (indoor) impidiendo la correcta señal del GPS. Sin embargo, los acelerómetros permiten cuantificar, las aceleraciones y desaceleraciones producidas durante el entrenamiento y la competición en cualquier terreno de juego.
El dispositivo comercial ZephyrTM BioharnessTM, permite monitorizar en tiempo real la carga fisiológica y mecánica del entrenamiento y la competición. Este dispositivo es relativamente nuevo y no existen trabajos publicados en la literatura científica respeto a la utilización del mismo como método de control del voleibol. Teniendo en cuenta esta carencia y el interés del estudio, parece interesante explorar la utilización del ZephyrTM como una herramienta de valoración de la carga de entrenamiento de los jugadores de voleibol.
Debido a la escasa fuente de información existente sobre las manifestaciones fisiológicas y mecánicas en el entrenamiento y la competición del voleibol, y la importancia que puede tener contar con mecanismos de control de la carga durante los entrenamientos, el objeto del presente trabajo, ha sido estudiar y comparar, las respuestas fisiológicas y mecánicas de los jugadores de voleibol masculino de elite, durante el entrenamiento y la competición, durante cuatro semanas previas a la celebración del campeonato del mundo de la categoría sub-23.