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El desarrollo de la huelga ilegal en el Chile contemporáneo (1990-2009)

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Abstract

Tradicionalmente, los análisis existentes sobre sindicalismo en Chile se han enfocado en la huelga legal registrada por instituciones estatales como la Dirección del Trabajo. Sin embargo, con la literatura contemporánea de sociología del trabajo y sindicalismo, los investigadores han mostrado la emergencia de una nueva ola de protesta sindical, la que es caracterizada como huelga ilegal llevada a cabo por sindicatos de trabajadores del sector primario exportador. Con el objetivo de analizar este fenómeno, se han compilado datos tanto de huelgas legales e ilegales entre 1990 y 2009. Basado en este conjunto de datos originales, este paper presenta una actualizada radiografía del movimiento sindicalista chileno a partir del desarrollo de las huelgas laborales en las últimas décadas y, en particular, del desarrollo de la huelga ilegal. Específicamente, se testean tres hipótesis que han sido ampliamente debatidas en la literatura laboral chilena: i) la huelga ilegal se ha vuelto gradualmente más frecuente en términos de número de trabajadores involucrados, que la huelga legal: ii) la huelga ilegal se han vuelto más común fuera de la Región Metropolitana (donde se encuentra la capital); y iii) la huelga ilegal ha aumentado su peso en el sector terciario de la economía. Con base en este análisis preliminar, el trabajo analiza si es posible argumentar a favor de una nueva forma de sindicalismo que se caracteriza por un creciente número de trabajadores implicados, más huelgas ilegales que legales, y la sustitución de los sindicatos vinculados a los sectores de la industria y de la construcción por los sindicatos de los nuevos sectores económicos, en el liderazgo del movimiento sindical chileno.
El desarrollo de la huelga ilegal en el Chile contemporáneo (1990-2009)
Domingo Pérez1
Rodrigo Medel
Diego Velásquez
LASA International Congress 2015
Working paper
Abstract
Traditionally, extant analyses on trade unionism in Chile have focused on legal strikes
registered by state institutions such as the Dirección del Trabajo. However, within the
contemporary literature on sociology of labor and trade unions, scholars have showed the
emergence of a new wave of trade union protest, which is characterised by illegal strikes
staged by contract workers’ unions of the primary export sector. With the aim of analysing
this phenomenon, we have compiled data on both legal and illegal strikes between 1979
and 2014. Based on this original data set, this paper presents an updated “radiography” of
Chile’s trade union movement during the last decades. Specifically, we test three
hypotheses that have been widely debated in the literature on Chilean labor: i) illegal strikes
have gradually become more frequent in terms of number of workers involved than legal
strikes; ii) strikes have increasingly become more common outside the Metropolitan Region
(where the capital city of Santiago is located); and iii) participation in strikes has
augmented in tertiary economic sectors. Based on this preliminary analysis, the paper
discusses whether we can argue for a new form of trade unionism characterised by an
increasing number of workers involved, more illegal strikes than legal strikes, and the
replacement of trade unions linked to the industry and construction sectors by trade unions
from new economic sectors in the lead of the Chilean trade union movement.
1 Domingo, Rodrigo y Diego son investigadores del Observatorio de Huelgas Laborales (OHL), del
Centro de Estudios del Conflicto y Cohesión Social (COES).
!
Resumen
Tradicionalmente, los análisis existentes sobre sindicalismo en Chile se han enfocado en la
huelga legal registrada por instituciones estatales como la Dirección del Trabajo. Sin
embargo, con la literatura contemporánea de sociología del trabajo y sindicalismo, los
investigadores han mostrado la emergencia de una nueva ola de protesta sindical, la que es
caracterizada como huelga ilegal llevada a cabo por sindicatos de trabajadores del sector
primario exportador. Con el objetivo de analizar este fenómeno, se han compilado datos
tanto de huelgas legales e ilegales entre 1990 y 2009. Basado en este conjunto de datos
originales, este paper presenta una actualizada radiografía del movimiento sindicalista
chileno a partir del desarrollo de las huelgas laborales en las últimas décadas y, en
particular, del desarrollo de la huelga ilegal. Específicamente, se testean tres hipótesis que
han sido ampliamente debatidas en la literatura laboral chilena: i) la huelga ilegal se ha
vuelto gradualmente más frecuente en términos de número de trabajadores involucrados,
que la huelga legal: ii) la huelga ilegal se han vuelto más común fuera de la Región
Metropolitana (donde se encuentra la capital); y iii) la huelga ilegal ha aumentado su peso
en el sector terciario de la economía. Con base en este análisis preliminar, el trabajo analiza
si es posible argumentar a favor de una nueva forma de sindicalismo que se caracteriza por
un creciente número de trabajadores implicados, más huelgas ilegales que legales, y la
sustitución de los sindicatos vinculados a los sectores de la industria y de la construcción
por los sindicatos de los nuevos sectores económicos, en el liderazgo del movimiento
sindical chileno.
*
I.- INTRODUCCIÓN
De un tiempo a esta parte, numerosos análisis del sindicalismo chileno han ido
incorporando en su observación y reflexión el fenómeno de la huelga laboral para dar
cuenta de la conflictividad laboral del mismo. Clásicamente, el análisis de la huelgas a nivel
nacional –información cuantitativa y en series temporales extensas– bien se llevaba a cabo
a partir de las estadísticas de huelgas legales registradas por los organismos oficiales
(Dirección del Trabajo, Gobierno de Chile), asegurándose así la rigurosidad de la
información y posibilitando con ello un estudio sistemático (Dussaillant, 2008; López,
2009; Salinero, 2006).
No obstante, un trabajo de recopilación de huelgas que se venía realizando desde el
año 1961 por A. Armstrong (Armstrong, 1997; Armstrong y Águila, 2006), no restringido a
la versión legal de la misma –como lo hacía la estadística de gobierno– y apoyándose para
ello en los medios de prensa a fin de lograr una observación más completa del fenómeno
social, desembocaba en una base estadística de huelgas de una cualidad superlativa en
comparación a la estadística oficial (Guzmán, 2004), lo cual amplió por completo la
reflexión de este evento: cualquiera hayan sido las tendencias anteriormente verificadas, el
panorama cambiaba drásticamente en medidas claves de medición y el fenómeno pasaba a
ser estadísticamente más significativo en atención a la conflictividad laboral. El análisis de
allí derivado era relevante sobre todo en atención al profuso y hasta entonces desconocido
crecimiento que manifestaban las huelgas ilegales (Armstrong, 1997; Armstrong y Águila,
2006), lo cual también fue un rasgo destacado en otros trabajos derivados de los mismos
datos (Guzmán, 2004a; Pérez, 2014).
De allí que en la sociología del trabajo y del sindicalismo en Chile, diversos autores
han consolidado su tesis de la emergencia de un nuevo ciclo o tipo de lucha en el
movimiento de trabajadores, fundamentalmente, tras la explosiva coyuntura generada por el
sindicalismo subcontratista de los sectores primario-exportadores (años 2006-2007) y su
uso particular de la huelga ilegal. Más en específico, se debate aquí si nacen o no nuevas
formas de sindicalismo: más amplias en términos de trabajadores involucrados, con un
paulatino remplazo de la huelga legal por la ilegal y con participación creciente de sectores
económicos no tradicionales en términos de organización sindical (Armstrong y Águila,
2006; Aravena y Núñez, 2009; Echeverría, 2010; Aguiar, 2011; Pérez, 2014).
No obstante, y en consecuencia, aún está poco problematizado y menos aún
profundizado empíricamente: el por qué de tal dinámica en el quehacer huelguista chileno
y cómo ha sido el desarrollo particular de las huelga ilegal. Águila y Armstrong (2011)
han planteado la hipótesis de que, en la práctica, la regulación del conflicto laboral
huelguita en Chile la está imponiendo más el mercado que las leyes laborales y que, en ese
sentido, es plausible plantear que empleadores y trabajadores han ido optando por
modalidades de resolución de conflicto ajenas al código laboral del país, ampliamente
cuestionado por su elevada “procedimentaización” para con el derecho a huelga (Ugarte,
2009). A la mano desde una perspectiva teórica, también se problematizado más
ampliamente que la huelga se ha ido flexibilizando según también se han flexibilizado y
transformado las relaciones de trabajo y producción, apareciendo así nuevas formas atípicas
de huelgas y las cuales no siempre están de la mano de la regulación jurídica propia de
escenarios productivos anteriores (Ermida, 1999). Así con todo, no se ha explotado la
información de huelgas disponible en Chile para explicar la realidad de las huelgas no
legales y discutir sobre la importancia que han adquirido los conflictos laborales fuera de la
institucionalidad dominante.
En este sentido, a fin de revertir ese vacío y dar cuenta de las condiciones sociales
que implica el fenómeno de la conflictividad laboral, la pregunta de investigación que se
plantea en la presente investigación es: ¿por qué las huelgas ilegales en el quehacer sindical
chileno y cómo ha sido particularmente el desarrollo de las huelgas ilegales en el Chile
1990-2009? Nuestra investigación tiene tres hipótesis: (i) la huelga ilegal ha ido acentuando
su predominio en términos de “trabajadores involucrados”, por sobre la huelga legal; (ii) la
huelga ilegal ha aumentado su peso fuera de la Región Metropolitana del país; y (ii) la
huelga ilegal ha aumentando su presencia en sectores terciarios de la economía.
Analíticamente, el fenómeno de la huelga laboral será nuestra unidad de análisis,
pues es el método e instrumento de conflicto colectivo más desarrollado por los sindicatos;
aunque no toda huelga, a decir verdad, es generada siempre por un sindicato formal.
Por la extensión del artículo y por nuestro objetivo de ahondar en la historia
reciente, obviaremos una contextualización histórica mediante una presentación de
antecedentes sindicales del periodo anterior -dictadura militar. Sin embargo, carecer de
dicho análisis no es algo forzosamente restrictivo para poder entender suficientemente el
periodo actual, lo que es decir, que las dos décadas en estudio son también significativas
por sí mismas según que “el actual panorama de dispersión y debilidad en las filas del
sindicalismo encuentra explicaciones plausibles mucho más en la naturaleza del proceso de
transición política y restablecimiento del régimen democrático (a partir de 1989) que en la
propia dictadura” (Guzmán, 2002:18)2.
II.- SINDICALISMO CHILENO EN PERIODO DE DEMOCRACIA Y
NEOLIBERALISMO: ANTECEDENTES Y TESIS EN CUESTIÓN
A) Tesis generales sobre el sindicalismo chileno
Abierto el periodo desde 1990 al presente (i.e., régimen político democrático y
acumulación económica neoliberal), las primeras tesis relativas al sindicalismo nacional
debieron posicionarse en relación al discurso liberal de creciente hegemonía mundial que
postulaba la obsolescencia contemporánea del sindicato y su camino a la extinción; lo que
respondía al contexto del triunfo mundial del capitalismo y específicamente a las distintas
versiones de la tesis sobre el “fin del trabajo” (De la Garza, 2009:132).
En Chile, una de las primeras tesis relativa a una lectura amplia del sindicalismo,
que vino a frenar y desplazar la lectura más neoliberal, fue aquella de Espinoza (1997) que
postulaba la debilidad crítica del sindicato, pero aún así su necesidad y sobrevivencia. Para
la autora, el sindicato, actor que se encontraba funcionalmente en sus objetivos con los
empresarios, manifestaba una crisis de su carácter político “hacia afuera” (manifestada en
la Central Unitaria de Trabajadores3) pero no en su condición de sindicalismo de empresa
“hacia dentro”. Por lo anterior, el sindicalismo estaba jugando en consecuencia un rol
corporativo, de integración y de relaciones laborales cooperativas, siendo aún necesario y
no avanzando entonces hacia su mera disolución, extinción u ocaso (1997:99). “Ni ocaso ni
crisis terminal” del sindicalismo, como la autora titulaba a su libro.
Historizando estos datos, también es ampliamente compartida la tesis de que nuestro
actual sindicalismo en fase neoliberal es fundamentalmente el producto del “sindicalismo
2 Otros autores plantean lo opuesto (Arrieta 2003:2), mencionando que es posible explicar las bajas tasas de
afiliación del periodo presente por hechos restringidos al periodo anterior: específicamente, la represión anti-
sindical de la dictadura. Promoviendo, a nuestro parecer, una mirada ahistórica para con la actualidad.
3 CUT (1988-), órgano de continuación y ruptura de la ex CUT (Central Única de Trabajadores, 1953-1973).
clásico”4, quién, más por tradición que por acción, es el que ha retenido cierta presencia en
el segmento “más protegido” de los trabajadores, o sea, entre “los ocupados en los sectores
público y municipal y en grandes empresas estatales o privadas con empleo directo y
estable” (Agacino, 2007:3); mientras que no hay corrientes sindicales instaladas a nivel
nacional para el resto de grupos laborales.
Radrigán (1999:89), buscando la marca distintiva del ‘movimiento obrero’ por cada
periodo, en pregunta análoga a nuestra búsqueda por los “ciclos de lucha”, plantea que la
característica central del movimiento sindical del periodo actual es la “fragmentación”;
diagnóstico que nos parece bastante correcto (también en parte Julián, 2012a; Gutiérrez,
2013), aunque para nosotros la característica central es más bien la «desorganización» del
sindicalismo. Lo anterior obedece a que la primera lectura pone el eje de análisis
exclusivamente en el mundo sindical, más fragmentado en relación a sí mismo y al pasado;
mientras que la segunda lectura pone el eje de análisis en la masa trabajadora y su pequeño
mundo sindical, ambos ilustrativos de la débil organización. Ello se traduce prácticamente
en que, a nivel general, el principal problema del sindicalismo actual es su alta
desestructuración organizativa, desconstituyéndose como movimiento de trabajadores, y no
su desarticulación, pues poco hay por articular –algo plausible en pocos sectores
particulares.
La discusión del mundo sindical en Chile, así entonces, pocas veces explicita
acabadamente la inserción de éste en el mundo del trabajo que lo cobijaba: sucede que
cuando se habla de sindicalismo en Chile, se está haciendo mención implícita a una
inmensa minoría de trabajadores. Indicadores clásicamente citados para estos balances son,
por ejemplo, la tasa de sindicalización promedio sobre la fuerza de trabajo ocupada, de un
11,4% entre los años 1994 y 2005; la tasa de asociatividad promedio (sector público y
privado) sobre la fuerza de trabajo ocupada, de un 18,2% en los mismos años; o la
disminución en la tasa de cobertura de la negociación colectiva en trabajadores con derecho
a huelga, pasando de 11,7% en 1991 a un 8,1% el 2012; entre múltiples indicadores más
(Gutiérrez, 2013; Julián, 2012a; Dussaillant, 2008; Salinero, 2006; Radrigán, 1999).
El panorama de debilidad sindical en Chile se acentúa aún más cuando se constata
que, producto del giro económico y empleabilidad hacia el sector terciario de la economía y
las nuevas condiciones de trabajo que allí operan, el proletariado ya alejado de los sectores
económicos primario y secundario explica la desestructuración y desorganización del
sindicalismo allí sobreviviente. El caso más nítido podría ser el de la industria, que ve
expulsada su fuerza de trabajo en una medida tal, que se llega a afectar de lleno al conjunto
del sindicalismo nacional (dada su baja extensión y heterogeneidad sectoriales). Eso lo
demuestra por ejemplo Dussaillant (2008) al analizar la densidad sindical por rama de
actividad económica, considerando allí (i) la densidad sindical y (ii) el tamaño de fuerza de
trabajo. Su conclusión es que:
4Movimiento sindical característico del patrón de acumulación desarrollista que, en lo central, representó a
la franja de trabajadores estatales y de las grandes empresas de la minería, industria, el comercio y los
servicios” (Agacino, 2007:3).
“La caída en la densidad sindical en Chile entre 1995 y 2004, de algo más de un
punto porcentual, se explica en un 123% por el comportamiento de la industria. Es
decir, la caída tanto en el tamaño como en la tasa de sindicalismo de este sector
explica más que la totalidad de la caída en la tasa de sindicalización en el país. Este
efecto es principalmente explicado por el cambio en la tasa de sindicalización: si
dejamos constante el tamaño de la industria, la sola caída en esta tasa explica el
95% de la caída en la densidad sindical a nivel país. De hecho, los movimientos en
sectores como el de servicios y el de construcción por solos hubieran
incrementado la densidad sindical en el período” (Dussaillant, 2008:132).
Así entonces, en el Chile del periodo presente, al momento actual del sindicalismo
nacional convergen distintas fuerzas: por un lado, su alto grado de transformación
(composición de la fuerza de trabajo, creciente fragmentación productiva), y por otro, la
arraigada persistencia de sus características históricas clásicas (baja tasa de sindicalización
y de negociación colectiva, predominio sindical de los sectores clásicos, como minería y
empleados públicos). Es la expresión de la nueva morfología de la clase-que-vive-del-
trabajo (Antunes, 2005), que también ha ido mutando la nueva estructuración del
sindicalismo y sus expresiones de conflicto laboral (Ermida, 1999; Edwards, 1990).
No obstante, es desde aquella perspectiva donde comienza a cobrar sustancia el
elemento de la huelga ilegal, que puede trastocar en parte el panorama hasta aquí esbozado.
Ahora bien, lo anterior debe contextualizarse bajo el entendido de que no es un mero
fenómeno organizacional ni económico-productivo, sino uno también referido a las
corrientes político-sindicales que han coexistido en este largo movimiento de
desestructuración.
B) Politización/despolitización
El correlato político de la conflictividad laboral es que, en el contexto generalizado de
despolitización de la sociedad chilena, donde los partidos políticos ciertamente siguen
representando a la “clase política” pero ésta cada vez menos a la sociedad (Garretón, 2007),
ciertamente el sindicalismo chileno experimentó una despolitización y sobre todo una
descomposición orgánica general (Radrigán, 1999), situación que se constata en las cifras
ya citadas de su baja tasa de sindicalización y otras relativas; en la escasa o nula relevancia
del sindicalismo en la escena nacional; en las centrales sindicales débiles y con bajo poder
de convocatoria; y en el débil o nulo debate político, ideológico y educativo general en las
bases laborales, muy profusamente en las desafiliadas (Frías, 2008). Sin embargo, también
es cierto que la despolitización en las bases laborales la sufrió principalmente la izquierda
nacional y no tanto así otros sectores que todavía tienen a sus partidos instalados y
operando allí. De forma sucinta: la autonomización del sindicalismo, aunque predominante,
no es completamente hegemónica.
Aparte de este “cuadro general de despolitización sindical”, bastante compartido,
acompaña un cuadro específico de despolitización sindical de la «izquierda» por un lado y
de politización de «centro-izquierda y centro» por otro5; lo cual refleja el mantenimiento
estrecho, por reducido y focalizado, pero también sostenido y concreto, de la Concertación
de Partidos por la Democracia6 hasta avanzado el periodo. Ha solido ser un segmento
político-social que no destaca, pues la línea de dicha coalición partidista no ha sido
potenciar los sindicatos como actor de masas: esa no es su política general7; sino
mantenerse en un nivel necesario y estable –aunque sea reducido– y concentrar esfuerzos
en: electoralismo dirigencial, apoyo al conglomerado político respectivo, y socavamiento
de conflictos laborales colectivos. Es decir, es en las Centrales sindicales donde los partidos
concertacionistas operan y se focalizan en el plano sindical.
Por ello, al contrario de aquella lectura que constata despolitización completa por
todos los sectores sindicales, de forma absoluta y transversal, problematizamos desde la
mirada opuesta: ¿son estos segmentos de delegados concertacionistas un grupo
simplemente “despolitizado”? ¿No se aprecian partidos de la Concertación operando con
poder y programas a lo largo del periodo, en el plano sindical? La lectura teórica del
sindicalismo despolitizado debe rebalancearse. De allí que la cúpula de la CUT, la máxima
instancia de representación de trabajadores, consecuentemente sea un espacio bajo control
de la Concertación y el Partido Comunista de Chile (Plaza y Carrasco, 2013; Gutiérrez,
2013), hoy reunidos en un nuevo conglomerado gobernante.
En la Central, la hegemonía a lo largo del periodo ha sido del Partido Socialista
(mayormente) y luego del Partido Demócrata Cristiano (al inicio del periodo y
posteriormente no), los partidos ejes de la Concertación. Luego de aquellos partidos, la
hegemonía ha recaído en el Partido Comunista (única alternativa partidaria aunque débil y
en busca de alianza con la misma coalición mencionada, sobre todo por fuera del mundo
sindical). De esta manera, todas las anteriores son las orgánicas partidarias que marcan las
tendencias político-sindicales más expresivas de la Central en el período (Frías, 2008), al
igual como, por cada rama económica, se encuentra una confederación o federación
controlada porcada uno de estos partidos (Arrieta, 2003:3). En la CUT (débil
representativamente para con las bases laborales, tanto con los sectores desestructurados
5 Para Agacino (2007), el “sindicalismo clásicose compone de la corriente social-concertacionista por un
lado y a la clasista por otro; por lo que, sobre tal diagnóstico, queremos explicitar la primacía de la primera y
la gran debilidad de la segunda, aún cuando ambas estén complicadas en este cuadro general de
despolitización.
6 Coalición que ahora sobrevive bajo una nueva forma, según las eventualidades del ciclo político abierto en
el país, según ha integrado al Partido Comunista de Chile (PCCh) a un nuevo proyecto suyo: la denominada
“Nueva Mayoría”.
7 Y sí específicamente en lugares acotados donde tiene histórico control. Por ejemplo, sectores de empleados
públicos (Asociación Nacional de Empleados Fiscales [ANEF] clásicamente) que son los pocos espacios más
de masas con que la Concertación cuenta (Guzmán, 2002). No obstante su política general, al contrario, no es
abarcar extensivamente más: ninguna de sus reformas y agendas laborales ha apuntado a los múltiples
trabajadores de los pequeños centros productivos (Feres, 2008), donde convive la mayoría de la fuerza de
trabajo del país.
organizativamente como con los pocos sectores organizados8) la presidencia ha sido
controlada en cuatro ocasiones por el PS y en dos ocasiones tanto por el PDC como por el
PC9. Esta tendencia expresa a nivel de periodo una hegemonía sindical de la coalición
gobernante del país (Concertación) y un asenso últimamente mayor pero subordinado del
PC10.
Citando uno de las pocas referencias estadísticas a la CUT, se aprecia cómo el PS
fue desplazando paulatinamente al PDC en los votos agrupados de listas al transcurrir los
años y cómo iba posicionando de esta forma su hegemonía sindical11:
Tabla 1.
Porcentajes de votaciones CUT por listas de partidos políticos(2)
1988
1992
1996
1998
2000
PDC
38.4
34.4
25.8
8.8
15.62
PC
22.2
20.3
28.1
35.5
24.72
PS(1)
24.1
34.1
34.1
44.2
39.88
MAPU
5.3
MOC
2.3
1.7
1.7
1.1
PR
3.7
3.7
7.5
7.2
4.96
Otros
1.1
5.2
3.4
4.4
5.3
Fuente: Arrieta (2003:15)12.
1.- Se agrupan todas las alas y tendencias del Partido Socialista, habidas en cada evento.
2.- En 1988, los datos son de del Congreso Constituyente. Para 1992, los resultados de su Primer Congreso
Ordinario. Para 1996, II Congreso Ordinario. Para 1998, los resultados están distorsionados por el retiro de
tres listas, previo a la elección. Los resultados del 2000 son con votación universal de los dirigentes sindicales
de todas las organizaciones afiliadas.
Toda esta interpretación hace girar la mirada y hace darle más importancia a cómo
se ha desarrollado políticamente el sindicalismo (más que hablar puramente de cómo no se
8 E inclusive, a veces, con los mismos sindicalistas militantes de partidos políticos propios de la Central,
cuando carecen de sentido de representación e identificación con ésta (Gutiérrez, 2013). Cualquiera sea el
caso, la multisindical en el mundo del trabajo vive una caída de su afiliación, que pasaba de 422.585 socios en
el 2000 a 352.121 en el 2006 (Frías, 2008:168). En efecto, existe un 66,1% de sindicatos del sector privado no
inscritos en ninguna central (Gutiérrez, 2013).
9 Elecciones que se acompañan de numerosas controversias respecto a la representatividad de las bases en las
formas de votación vigentes (Frías, 2008:133; Plaza y Carrasco, 2013).
10 En este cuadro de análisis de los 20 años transcurridos, claramente el PDC ha ido perdiendo su 2do lugar en
la hegemonía de la Central ante el PC, pero igualmente éste se subordina a la coalición del primero en su línea
de inserción a la institucionalidad dominante (frenar candidaturas de dirigentes díscolos, subordinarse
programáticamente, moderar sus críticas).
11 Donde no coincide necesariamente la mayor votación de la Tabla en cuestión, en un año particular, con el
partido que obtuvo la presidencia de la Central; dado que se elige el candidato con primera mayoría individual
a nivel nacional.
12 En una suerte de sobre-interpretación de las cifras, el autor titula la Tabla como “Composición política del
movimiento sindical chileno”, característica que nos parece más amplia que aquella evidenciada por los datos
mismos.
ha desarrollado) y qué papel (conciliador) ha tenido en su panorama general. Es sobre este
diagnóstico de contexto es que debemos indagar sobre cómo se ha desplegado la lucha
huelguista de los trabajadores, que no se desenvuelve desde el vacío ni ajeno a estas
condiciones histórico-sociales.
Las fuerzas ideológicas que acompañan estos conflictos de minoritaria politización
y mayoritaria despolitización son, al contrario de éstos, leídas con mayor consenso por
parte de la discusión académica. Lo que parece ser hegemónico en la década de los 90 en el
estrecho sindicalismo existente, es el llamado “sindicalismo sociopolítico”: corriente
asumida por los dirigentes sindicales una vez instalada la Concertación en el gobierno,
centrada en “un discurso de colaboración entre capital y trabajo, en la dirección de
promover y conseguir la concertación social, complemento necesario de la ya lograda
concertación política”, tanto para asegurar la gobernabilidad democrática como para
desarraigar el papel central de los trabajadores en la abolición de la sociedad de clases, ante
la nueva hegemonía de la modernización neoliberal (Guzmán, 2002, 2004b). En lo nodal y
básico, es una política sindical de concertación entre trabajo y capital (Agacino, 2007;
Aguiar, 2011). Aquí, en consecuencia, no hay total desarticulación entre sindicato y
partido o despolitización plena de lo social13. Siendo el sindicato un agente de regulación y
control social, era consecuentemente una apuesta sindical y una posibilidad de vinculación
orgánica para con la Concertación14.
Pero al transcurrir las décadas, el rol del débil actor sindical se fue desanclando
incluso para con esta misma línea de concertación social, que inició un proceso de desgaste
desde mediados de la década de 199015 y uno más acentuado desde el 2000 (Julián, 2012a;
Gutiérrez, 2013; Aguiar, 2011), manifestando así una pérdida de hegemonía y causando por
ello una potencial inflexión del carácter que asumían las coyunturas sindicales dentro del
periodo. Tal carácter, ¿refiere necesariamente al desarrollo de las huelgas ilegales? Es
posible que la autonomización del sindicalismo en general no tenga la fuerza que se le suele
imputar, mas en lo referido a la autonomización de sus formas de protesta en particular,
13 Aguiar, al contrario de la tesis levantadas por “intelectuales de la Concertación y el PC”, plantea que en el
contexto actual “no hay una separación entre lo social y lo político, sino que una rearticulación que resulta en
la configuración específica de un nuevo ciclo político que abarca los cuatro gobierno de las Concertación”
(2011:5). Su tesis es bastante similar a la nuestra. No obstante, nosotros planteamos que en la mayoría de los
sectores efectivamente hay profunda descomposición organizativa, por lo tanto desarticulación entre “lo
social y lo político”, mientras que al contrario, en otros sectores escasos, sí hay articulación entre dichas
esferas.
14 Campero y Falabella, analizando el papel del sindicalismo en la transición a este periodo y en su inicios, lo
denominan “sindicalismo consolidador” (1991). Agacino, como dijimos, lo denomina “corriente social-
concertacionista” (2007). Nosotros lo llamamos simplemente “sindicalismo concertacionista”.
15 La debilidad del movimiento sindical “se tradujo en una parálisis de la CUT […]. La situación se fue
agudizando hasta las elecciones de la CUT realizadas en abril de 1996, en las que se produce el primer
quiebre público importante del movimiento sindical chileno contemporáneo. La situación fue tan delicada,
que debieron intervenir los aparatos sindicales de todos los partidos políticos para buscar una salida” (Arrieta,
2003:4). El mismo autor, junto a un equipo de consultoría sindical, en otro texto más abierto -fuente original
de esta publicación citada-, plantea que la manifestación de ese quiebre “fue la ruptura de la alianza de la
Concertación” (CIASI, s.f.), es decir, primer síntoma de una hegemonía que comenzó un desgaste.
como ha ocurrido en la generalidad de los movimientos sociales (Somma y Bargsted,
2014).
Aunque sea cierto el hecho de que “en un principio la mayoría de los dirigentes
sindicales concordaba con la moderación de las demandas sociales” y también el que ello se
desgastó a los años siguientes, cabe preguntarse, como continúa la cita referida:
¿efectivamente “al poco andar esta percepción cambió radicalmente” (Guzmán, 2002:23)?
Lo que es preguntarse también, en otras palabras, ¿las bases sociales cambiaron del
consenso hacia la radicalidad? A nuestro parecer, si nadie ha evidenciado un “nuevo ciclo
de lucha de trabajadores” marcado por un carácter tal, hay que sostener que la posición de
este sindicalismo de fuerzas concertacionistas, aunque esté en creciente declive, es de todas
formas hegemónico en la década de los 90 y en parte de la siguiente, en el estrecho mundo
sindical. En síntesis, nadie hacía peso para reemplazarlo en tal posición. Por lo tanto, su
crisis no es sinónimo de reemplazo por otro actor constituido, pues no hay tal.
Más correcta es la tesis del mismo autor en otra instancia cuando postula que, si ha
crecido efectivamente algún tipo de sindicalismo al declinarse este sindicalismo
sociopolítico, sólo podría ser aquél “sindicalismo corporativo, técnico, recluido a la
empresa y despojado de connotaciones políticas” (2004b:205). Más en detalle, no debe
olvidarse que es problemático dilucidar si el sindicalismo corporativo es resultado político
deliberado del sindicalismo concertacionista –con el cual converger o no–, o es más bien un
sindicalismo despolitizado que acompaña –y que probablemente se acopla– a este único
pero estrecho sindicalismo político existente. Las centrales y fuerzas sindicales que fueron
tomando cuerpo a la par de la CUT a lo largo de todo este proceso (Guzmán, 2002), aún no
son parte del escenario nacional.
Cualquiera sea el caso, estos análisis respecto de las corrientes sindicales en
situación de crisis, estancamiento, o asenso, han carecido de una consolidación de su
lectura a partir de un análisis acabado del quehacer huelguista en Chile y particularmente de
la huelga ilegal que ha acompañado subterráneamente a toda esta dinámica. Este podría ser
el nuevo eje de análisis para dilucidar una mejor radiografía del sindicalismo en Chile. La
huelga ilegal aparece en 1989 como forma de convocatoria contra la dictadura cívico-
militar en Chile y se instaló ante el cambio en la estructura de oportunidades políticas allí
sucedido, vale decir, el actor sindical puso atención a la falla del “enemigo” (terminaba la
dictadura) en cuanto “oportunidad” para él y ponía atención a las nuevas condiciones donde
se desenvolvería a futuro (democracia y neoliberalismo). Es en ese nuevo contexto donde
no se ha estudiado qué sucedió en general con las huelgas y en particular con el desarrollo
de la huelga ilegal.
C) La huelga laboral y el estado del arte de la huelga ilegal en Chile
Sociológicamente, la huelga es la manifestación más visible de un conflicto colectivo
abierto en el espacio laboral -pero dentro de las empresas se producen otros, mucho menos
notorios- (Águila y Armstrong, 2011); como al revés, ausencia de huelga no significa
armonía laboral ni tampoco conformismo de los trabajadores (Guzmán, 2004a).
La huelga como demostración de “posición de fuerza” objetiva de los trabajadores
(Womack, 2007) se ha reposicionado en los estudios chilenos gracias a las coyunturas de la
lucha de algunos segmentos de trabajadores/as, como en los subcontratados obreros
exportadores fundamentalmente (Aravena y Núñez, 2009; Julián, 2012a; Echeverría, 2010),
no obstante el estado de arte respecto a su análisis a nivel cuantitativo –series
temporalmente extensas y a nivel nacional, típicamente– abre un debate en un sinfín de
características asociadas a este evento que exceden tales peculiaridades.
La tesis transversal de Armstrong y Águilar (2006) es que, en función del
sindicalismo actual, se está frente al “paulatino reemplazo de la huelga legal por la ilegal”.
Podríamos decir que todos los análisis sobre las huelgas en Chile, considerando legales e
ilegales, devienen de la base de datos de Armstrong, pues es la única que ha contabilizado
ambos tipos de eventos.
Guzmán (2004a), además de analizar sólo las huelgas legales (y por ello sólo
privadas) en base a la estadística de la Dirección del Trabajo, analiza por otro lado el
conjunto de huelgas legales e ilegales aunque sólo del sector privado. Allí expone el
número de huelgas, los “trabajadores comprometidos” (TC) y los “días-hombre trabajo
perdidos” (DHTP), entre 1989 y 1999. Otro estudio análogo es el de Espinoza (2007)
quien, para los años 1985-2006, analiza el porcentaje de legalidad/ilegalidad de huelgas, el
porcentaje de huelgas por sector público y privado, la cantidad de huelgas y los TC por año.
Suma otros análisis puntuales relativos a las 6 huelgas más potentes por año, en razón de
los días DHTP.
Así entonces, podríamos plantar que la variable legalidad/ilegalidad es la que más
produce diferenciación entre estos trabajos y otros sobre huelgas en Chile, y no tanto otras
características ya cuantificadas (rama económica, existencia de trabajadores sindicalizados
o no, extensión del evento, etc.). “Huelgas legales” por un lado y “huelgas ilegales” por
otro, las denominaremos aquí, aunque también estas últimas son denominadas como paros,
huelgas de hecho, paralización.
En este sentido, hay estudios, como el excelente trabajo de Dussaillant (2008) y el
profundo trabajo de Salinero (2006), que sólo se refieren con base empírica cuantitativa a
las huelgas legales y sus derivados. También hay literatura que expone las estadísticas de
las huelgas legales y suman los comentarios y análisis sobre la existencia de las huelgas
ilegales, por la relevancia que han ido adquiriendo en el país contemporáneamente (López,
2009; Daroch, 2007). Y otros estudios, finalmente, reposicionan la significancia cualitativa
de las huelgas ilegales más emblemáticas de este periodo, particularmente la de los
subcontratados extractivo-exportadores en la coyuntura 2006-2007, ya sea enfocándose
únicamente en aquellas, como Aravena y Núñez (2009), o para incluirlas como
determinantes en un análisis del cuadro general del sindicalismo chileno actual, como
Agacino (2007), Aguiar (2011)16 o Julián (2012a).
Por último, respecto a nuestras hipótesis de investigación, precisamos que estudios
sobre la distribución de huelgas por localización geográfica no existen, más que el
avanzado por nuestra parte (Pérez, 2014). Respecto al fenómeno de la huelga ilegal en
particular, como corolario, el panorama de investigación es embrionario.
III.- METODOLOGÍA
Para llevar a cabo este análisis, se trabajará con un análisis descriptivo en base a la
información estadística construida por A. Armstrong entre los años 1990-2009, la cual
cuenta con 8 mil huelgas registradas por la Dirección del Trabajo y prensa nacional. El
alcance descriptivo del estudio responde a indagar en las formas generales de la huelga en
Chile, para posteriormente avanzar en estudios de mayor profundidad según los elementos
significativos aquí encontrados en primera instancia.
Sobre aquella base estadística, fue agregado por parte nuestra un finiquito y/o
consolidación de la codificación de las “ramas de actividad económica” para los años 2005-
2009, que estaba incompleta17. Para completar el código de rama de actividad económica
para aquellos años, nos guiamos, por un lado, según las codificaciones que podían inferirse
desde el trabajo estadístico original del autor sobre los años previos (o sea, en huelgas que
apuntaban a la misma rama y sector económico tipificado); y también, por otro, haciendo
confección propia para los casos con códigos incompletos (revisando, en caso de dudas, el
RUT de la empresa y consultando con éste la situación tributaria de terceros en el Servicio
de Impuestos Internos [SII], para estimar su actividad económica principal).
Asimismo, ordenamos la variable “localización” que estaba tipificada en forma
heterogénea, limpiando la información de ‘región’ que estaba disponible, para los fines de
mapeo.
IV.- ANÁLISIS: LA DINÁMICA GENERAL DE LAS HUELGAS Y EL
DESARROLLO DE LA HUELGA ILEGAL
Fuera de ser una mera formalidad de la lógica jurídica, la distinción entre huelgas legales e
ilegales se torna sustancial hoy por hoy, toda vez que las formas de ilegalidad en el
conflicto laboral pueden conllevar un germen que pudiese producir una nueva ola de lucha
16 Este autor también hace un análisis cuantitativo y cualitativo sobre todas las huelgas en Chile, para el año
2012, con registro propio y también en base a la Dirección del Trabajo (Aguiar y Mujica, 2013).
17 El aporte estadístico que montamos sobre su base de datos, lo realizamos en el marco del Fondecyt
Nº1110973, investigador responsable Miguel Urrutia, Universidad de Chile.
sindical, según a qué respondan y cómo se utilicen. Lo mismo puede suceder con la utilidad
específica de la huelga legal.
No obstante, ante un cuadro donde dicha novedad de la huelga ilegal no está
instalada, no debe perderse de vista que ella no es signo necesario de radicalidad, como
asimismo, legalidad no es signo necesario de baja radicalidad ni ausencia de conflicto
antagónico. Las opciones de legalidad/ilegalidad son un instrumento para la huelga según
sus objetivos desenvueltos, no necesariamente sus elementos sustanciales (Pérez, 2014).
La importancia última de esta sustancialidad que conllevan la una y otra forma de
conflicto en relación a la institucionalidad laboral, es que, de estar efectivamente
consolidada la tendencia de la huelga ilegal, cabe cuestionarse que ésta responda
meramente a una falta de oportunidad de los trabajadores producto del deficiente Código
del Trabajo del país, pues también puede explicarse por constituir una forma de conflicto
propia de los trabajadores que han sabido darse para sí, ensayando su propio estilo de
acción y organización.
A) Ciclos y masas huelguistas
En primer lugar, intentemos captar cómo los numerosos ciclos (valle y cimas) van
caracterizando tendencialmente los ciclos de lucha huelguista (Gráfico 1)
Vemos claramente tres etapas o partes: las 1ra y 2da de un ciclo de huelgas central y la 3era
de un posible nuevo ciclo. Primera parte, donde comienza un ascenso general de la lucha de
huelgas desde inicios del periodo hasta 1995, año punta (fecha peak de todo el ciclo) pero
también año de inflexión a partir del cual comienza a detenerse el alza18. Segunda parte,
donde, posterior a la inflexión, empiezan a decaer sostenidamente la cantidad de huelgas,
sin parar hasta el año 2005 -año más bajo de todo el ciclo, el piso. Y tercera parte, donde se
detiene la larga tendencia decreciente de las huelgas cumplido aquel año y comienza
posteriormente un ascenso y un ritmo de crecimiento radicalmente distinto de la lucha
huelguística (curva más empinada) que empieza a escalar sostenidamente, aunque con
cierto contragolpe en el año 2009 que desconsolida la tendencia. Justamente esta tercera
etapa habla sobre lo que apunta nuestra tesis presente: el posible inicio de un nuevo ciclo
que no despega o no se consolida. Es imperativo, eso sí, una estadística actualizada con
más años, para ver la posible tendencia futura del último movimiento de huelgas: hasta el
año 2009, no era evidente aún si la última alza de la frecuencia de huelgas respondía a la
emergencia de un nuevo ciclo huelguístico o a una anómala fase del ciclo anterior.
18 “Las primera movilizaciones de importancia en el periodo se inician en 1990 […]. [En 1991] se
incrementan las críticas de los trabajadores ante las malas relaciones laborales vigentes en las empresas
estatales”; “de allí que”, sobre todo desde 1993, se vayan incrementando “los conflictos entre las diversas
tendencias político-ideológicas existentes en el seno de la CUT” (Frías, 2008:120-121). Lo anterior son
conflictos que juegan, entonces, un rol crítico en la naturaleza del ciclo medio de lucha sindical.
Gráfico 1.
Fuente: elaboración propia a partir de base de datos de A. Armstrong.
En segundo lugar, en estas tres etapas hay una dinámica de legalidad/ilegalidad
específica que se puede apreciar en el gráfico 2.
Aquí podemos ver cómo una curva “persigue” a la otra y viceversa. En la primera
etapa de lucha de huelgas, según la frecuencia de huelgas por cada opción, existe una
tendencia al divorcio entre legalidad e ilegalidad hasta 1992 (año de máxima separación;
periodo de máxima hegemonía sindical concertacionista podría plantearse), para
posteriormente comenzar a reconciliarse y encontrarse mutuamente con iguales
proporciones en el cierre de la etapa, i.e., 1994. Desde allí hasta el año 2003 esto cambia y
comienza la etapa de la tendencia creciente al paulatino reemplazo de la huelga legal por
la ilegal, la tesis de Armstrong y Águila (2006). Luego, en la etapa siguiente, esta tendencia
es frenada desde el 2004 y en toda la tercera parteen general, por una leve superioridad de
la huelga legal; aunque, centralmente, lo que caracteriza a esta última parte es un encuentro
entre ambas formas de huelgas que se “coordinan” para crecer por igual, contra la
tendencia a desajustarse. Y finalmente, sin embargo, sí emerge un desajuste significativo en
el último año consignado y ello hace caer la tasa de crecimiento total de huelgas -que vimos
en el Gráfico anterior. Estadísticamente, queda claro que la ausencia de información (sea
por la academia o por organismos oficiales) limita nuestra observación: faltan datos de los
años últimos para saber la trayectoria tendencial que irán a marcar estos numerosos ciclos
específicos finales.
Gráfico 2.
Cantidad de huelgas, legales e ilegales, 1990-2009
Fuente: elaboración propia a partir de base de datos de A. Armstrong.
Esto acontece, entonces, con los ciclos de lucha, en relación a los eventos de
huelgas. No obstante, las masas trabajadores de las huelgas no suelen ser muy analizadas
cuando se ve la estadística de estas acciones colectivas. ¿Qué acontece allí? La cantidad de
“trabajadores comprometidos” (“TCdesde ahora en adelante) en las huelgas, como se les
denomina en la literatura especializada (vale decir, el número de trabajadores que
participaron o se movilizaron en la huelga), difieren en una medida bastante mayor a la de
los gráficos anteriores, que exhiben relativo equilibrio (Tabla 3).
Esta información plantea algo opuesto a la tesis de Armstrong y Águila del
paulatino reemplazo de la huelga legal por la ilegal (2006): si el eje de medición se
traslada de la acción huelguista a la masa trabajadora que participa allí, pues existe –y más
acentuadamente desde 1995– un amplio y largo predominio de la huelga ilegal por sobre
su contraria (Pérez, 2014). En efecto, en los años referidos la huelga ilegal convoca 25
veces más que la huelga legal. La huelga legal es muy estrecha como instrumento de
conflicto. Cuestión que, en un país de baja conflictividad social, pareciera hablar más de un
estrecho «derecho a huelga» por parte del Código del Trabajo del país (Ugarte, 2008), que
de un desbordamiento subversivo del mismo: la institucionalidad laboral se ha desbordado
espontáneamente desde hace varios años y sin antagonismo (Pérez, 2014).
No obstante lo anterior, sucede que el 48% de toda la masa trabajadora involucrada
de todos los años pertenece a la rama Gobierno Central, Regional y Municipal (que tiene el
99% de sus TC en huelgas ilegales)19: claramente, éste es un sector punta de la fuerza
sindical nacional.
Tabla 2.
Trabajadores comprometidos (TC), en huelgas legales e ilegales, 1990-2009
Año
TC
legales
%
Nº TC
ilegales
%
Nº Total
1990
24.284
29,5
58.154
70,5
82.438
1991
45.298
12,6
314.607
87,4
359.905
1992
28.016
24,6
85.642
75,3
113.658
1993
24.988
23,1
83.227
76,9
108.215
1994
16.295
14,4
97.024
85,6
113.319
1995
20.184
4,8
403.452
95,2
423.636
1996
24.809
5,7
411.348
94,3
436.157
1997
21.922
6,7
307.703
93,3
329.625
1998
12.173
2,9
406.007
97,1
418.180
1999
10.293
9,8
95.209
90,2
105.502
2000
13.386
7,0
177.747
93,0
191.133
2001
13.262
11,3
104.135
88,7
117.397
2002
14.463
3,3
422.350
96,7
436.813
2003
10.399
2,4
425.627
97,6
436.026
2004
13.013
6,2
196.680
93,8
209.693
2005
11.209
15,8
59.860
84,2
71.069
2006
15.436
4,7
315.670
95,3
331.106
2007
17.583
3,5
478.018
96,5
495.601
2008
17.473
1,1
1.563.832
98,9
1.581.305
2009
21.915
1,4
1.581.195
98,6
1.603.110
Prom.:
18.820
4,7
379.374
95,3
398.194
Fuente: elaboración propia a partir de base de datos de A. Armstrong.
Si descontamos esta rama para hacer el ejercicio de mirar con claridad la mitad
restante de la masa de TC, el promedio de éstos en los años 1990-2009 sigue una tendencia
análoga a la antes revisada: 18.806 trabajadores para las huelgas legales y 187.978 para las
huelgas ilegales. La huelga ilegal sigue convocando y movilizando por lejos más
19 Le sigue: educación (privada, pública y municipalizada) acumulando un 16%; luego Salud (privada, pública
y municipalizada) con un 14%; Transporte y comunicaciones, con un 7%; y luego todas varían entre 0,36% y
3%.
trabajadores que la huelga legal. Ergo, la huelga ilegal no es monopolio de los empleados
públicos20, al contrario, es hegemónica en el conjunto de rubros.
B) Geografía de la huelga
Si insertamos la variable legalidad para analizar la dinámica de huelgas según región
administrativa del país, aparecen tendencias descriptivas significativas (Pérez, 2014).
Veamos primero por frecuencia de huelgas (tabla 3), luego por TC (tabla 4).
Tabla 3.
Localización regional según legalidad (%) de la frecuencia de huelgas,
promedio de años 1990-2009
Localización regional
Legal (%)
Ilegal (%)
I - De Tarapacá
43,0
57,0
II - De Antofagasta
37,7
62,3
III - De Atacama
51,0
49,0
IV - De Coquimbo
35,1
64,9
V - De Valparaíso
32,6
67,4
VI - Del Lib. Gral. B. O'Higgins
56,0
44,0
VII - Del Maule
57,2
42,8
VIII - Del Bío-Bío
55,6
44,4
IX - De La Araucanía
46,0
54,0
X - De Los Lagos
32,7
67,3
XI - Del Gral. Carlos Ibáñez del C.
22,6
77,4
XII - De Magallanes y la Antártica Ch.
21,5
78,5
RM - Metropolitana
71,9
28,1
Promedio:
43,3
56,7
Fuente: elaboración en base a Armstrong y ordenamiento nuestro.
Agrupando las regiones, podemos ver que existe un grupo dominantemente ilegal
compuesto por seis regiones (todas de ciudades intermedias como unidades máximas):
Antofagasta, Coquimbo, Valparaíso, Los Lagos, General Carlos Ibáñez y Magallanes.
Luego, un grupo de relativo equilibrio entre legalidad e ilegalidad, compuesto por seis
regiones (donde están aquellas de las dos grandes ciudades que le siguen a Santiago):
Tarapacá, Atacama, Lib. Gral. B. O’Higgins, Maule, Bío-Bío y Araucanía. Lo anterior
deriva en la existencia de una solitaria zona marcada por la huelga legal: la Región
Metropolitana.
20 Este es uno de los pocos sectores laborales que tienen tipificado explícitamente en el Código del Trabajo
cuándo es ilegal su ejercicio huelguístico (siempre).
Este último grupo es muy significativo o determinante: la Región Metropolitana es
la única región donde, en términos de frecuencia de la acción social, predomina con
claridad la huelga legal. Si antes preguntábamos ¿cuál es la utilidad específica de la huelga
legal, menormente utilizada?, pues aquí se ofrece una primera respuesta: los trabajadores la
utilizan mucho más en la región central del país, que en otras regiones. Habría que
investigarse si ello responde a su sistema productivo, a la institucionalidad del Estado, o al
tamaño de las empresas.
Ahora, con el eje puesto en los trabajadores movilizados, esto se acentúa en general
pero cambia con respecto a la Región Metropolitana (tabla 4).
Tabla 4.
Localización regional según legalidad (%) de los TC,
promedio de años 1990-2009
Localización regional
Legal
(%)
Ilegal
(%)
I - De Tarapacá
1,3
98,7
II - De Antofagasta
3,9
96,1
III - De Atacama
18,1
81,9
IV - De Coquimbo
7,3
92,7
V - De Valparaíso
6,8
93,2
VI - Del Lib. Gral. B. O'Higgins
27,8
72,2
VII - Del Maule
35,3
64,7
VIII - Del Bío-Bío
19,3
80,7
IX - De La Araucanía
24,3
75,7
X - De Los Lagos
0,7
99,3
XI - Del Gral. Carlos Ibáñez del C.
31,2
68,8
XII - De Magallanes y la Antártica Ch.
9,6
90,4
RM - Metropolitana
18,1
81,9
Promedio:
15,7
84,3
Fuente: elaboración en base a Armstrong y ordenamiento nuestro.
Esta Tabla y la anterior detallan algo respecto a nuestra segunda hipótesis: fuera del
centralismo general de las huelgas, sucede que la huelga ilegal tiene una hegemonía
indiscutida fuera de la RM –y relativa dentro de ella.
Nuevamente, la ilegalidad en las masas movilizadas es mayor que la ilegalidad en
las huelgas, precisamente porque las huelgas ilegales son más masivas que las legales y no
por una frecuencia desbalanceada entre ambas necesariamente. Esto provoca, asimismo,
que la Región Metropolitana ya no destaque en términos de huelgas legales como vimos
anteriormente. Por último, permite concluir algo muy particular de esta Región, según
derivamos del cambio tan significativo de su carácter entre uno y otro eje analítico: que las
huelgas legales en aquella Región son muy numerosas pero diminutas a la vez, mientras
que las ilegales son pocas pero convocantes; cuestión que sucede a nivel nacional, pero que
es aquí donde se da más agudamente21.
Ahora, fuera de que no exista un grupo de regiones con hegemonía de legalidad
huelguista, ni tampoco un grupo con relativo equilibrio entre legal e ilegal, sucede que sí es
significativo que hayan regiones profusamente ilegales en sus masas huelguistas: es el caso
de la Región de Tarapacá, de Antofagasta, de Coquimbo, de Valparaíso, de Los Lagos y de
Magallanes y la Antártica Chilena; sólo por contabilizar aquellas donde el indicador se
eleva por sobre el 90%. Las más potentes y absolutas, De Tarapacá y De Los Lagos, son
dos casos donde la conclusión es simple: en aquellas zonas geográficas, la tendencia es que
no existe la huelga legal a nivel de trabajadores movilizados. El Código del Trabajo no
hegemoniza aquí, en lo relativo al derecho social de huelga.
C) Rama de actividad económica
Para el análisis sectorial, primero haremos una introducción donde ponderaremos la
actividad huelguista según los distintos pesos por rama económica y ello en dos formas:
para controlar por tamaño entonces, en primer lugar analizaremos la tasa o porcentaje de
acumulación de huelgas por rama según el total nacional de las mismas,
(1) = !"#$%#&'%()*+#,-.#.*/*#%0-!1/20*
!"$%#&'%()*+#3-3*(#,*4+ ;
Lo que denominaremos “fuerza” sectorial.
Y en segundo lugar, analizaremos el peso de la cantidad de huelgas según la
cantidad de trabajadores de la rama respectiva,
(2) = !"$%&'%()*+,-..*/*%0-!1/20*
5'%.6*#$%#3.*7*8-#,-.#.*/*#%0-!1/20*#90*$*#:;;#/2(< ;
Lo que denominaremos “potencia” sectorial22. Este cálculo es análogo al de
Dusaillant [2008], que realiza el mismo ejercicio pero para comparar países y en relación a
las huelgas legales, arrojando interesantes resultados23.
21 Es plausible esperar que ello sucede por los empleados públicos, al concentrarse allí el aparato político-
jurídico del Estado. Por ello mismo, un análisis donde medie la particularidad de los ciclos de huelgas,
justamente considerando esa variable, podría arrojar una mirada distinta.
22 Bajo la idea de que no es lo mismo que 80 mil trabajadores hagan 100 huelgas en 1 año, a que 300 mil
trabajadores hagan también 100 huelgas en igual tiempo.
23 Respecto a las huelgas legales, Dusaillant (2008) demuestra que Chile es el país con el mayor número de
huelgas por cada cien mil trabajadores -entre Perú, Panamá, xico, El Salvador y Brasil-, pero presentando
las huelgas menos masivas entre los mismos. Por la extensión del artículo, aqno calculamos el indicador
TC/fuerza-de-trabajo por sector de la economía.
En definitiva, uno es un indicador entre ramas, es decir, un análisis para (la rama
en contraste con lo nacional); el otro es un indicador por rama, es decir, un análisis en sí (la
rama en su dinámica interna; útil exclusivamente en términos comparativos con otras). Los
resultados se muestran en la tabla 5.
Tabla 5.
“Fuerza” y “Potencia” de la acción huelguista, por rama de actividad económica,
1990-2008(1)
Rama de Actividad
Económica
“Fuerza”
“Potencia”(2)
1990-
1999
2000-
2008
1990-1999
2000-
2008
Agricultura
4,02%
3,61%
1,5
1,1
Minería
4,60%
4,22%
15,3
11,2
Industria
36,03%
23,00%
13,2
6,6
Elec., gas y agua
1,62%
1,12%
14,3
9,3
Construcción
7,02%
10,07%
5,4
4,9
Comercio
5,02%
5,75%
1,7
1,2
Transp. ycomunic.
10,19%
15,45%
7,6
7,6
Serv. financieros
4,52%
8,24%
4,7
3,8
Serv.Com. Y Soc.
26,97%
28,54%
6,4
4,2
Nivel nacional
100%
100%
6,0
4,0
Fuente: elaboración propia a partir de “huelgas” (A. Armstrong y nosotros) y “Ocupados
por rama de actividad económica” (Instituto Nacional de Estadística)24.
1.- El año 2009 no es incluido pues no está publicado el dato de la fuerza de trabajo por rama de actividad
económica por parte del Instituto Nacional de Estadísticas, que tenga compatibilidad directa con la
nomenclatura de los años anteriores25.
2.- Tener en cuenta que en el índice “Potencia”, el máximo matemático es tendencia al infinito, o sea, más
huelgas que trabajadores; y el mínimo es 0, o sea, no hay huelgas realizadas. Vale decir: 0 n < .
En lo referido a la “fuerza” sectorial, vemos que en la primera década la rama con
mayor acumulación de huelgas es por lejos la Industria. Esta rama, sin embargo, perderá
muchísimo porcentaje llegada la 2da década, intercambiando puestos con la rama que le
seguía anteriormente, Servicios comunales y sociales, la cual se mantiene estable
porcentualmente entre ambas décadas y pasará así al primer lugar. Transporte y
comunicaciones, por su parte, mantiene el 3er lugar en ambas columnas. Y por último, la
24 En este análisis se pierde todo el análisis específico de los subsectores de la Salud; Educación; Gobierno; y
Servicios sociales y personales; por incompatibilidad de datos, al estar todos incluidos en la rama Servicios
Comunales y Sociales.
25 El INE utiliza actualmente, en la Nueva Encuesta de Empleo, el clasificador chileno de actividades
económicas y nomenclatura CIUU Rev. 3; a su turno, anteriormente, en la Encuesta de Empleo utilizaba el
clasificador chileno de actividades económicas y nomenclatura CIUU Rev. 2.
cuarta rama, que también se mantiene con este puesto en ambas décadas, es la
Construcción.
Ahora, al ponderar por la masa laboral, tenemos una diferenciación muy diferente.
En referencia a la “potencia” sectorial, el sector punta del sindicalismo pasa a ser, para
todo el periodo, el sindicalismo de la minería; rama que antes parecía mínima pero es, al
revés, un sector punta en cantidad de conflictos huelguísticos. Esto es conocido en la
literatura sindical y se condice con elementos como su tasa de afiliación (promedio de
49,2% entre 1990-2008, la más alta entre todas las ramas [Salinero, 2006:73]), tradición
organizativa histórica, entre otros.
Para la primera década, las ramas más potentes en este indicador eran aquellas del
sector secundario de la economía (y relativamente del primero): Minería, Industria, y se
suma Electricidad, gas y agua. Para la segunda década, desplegado el modo de
acumulación, el cuadro cambia: la Industria, sector punta en la acumulación de huelgas
pierde potencia (recuérdese Dussaillant [2008]); y las que no decaen con tanta rapidez
como ésta, parecieran ser las nuevas ramas del sector terciario o “sector servicios”. Al
revés, los sectores más débiles son la Agricultura por un lado y el Comercio por otro,
sectores de la más amplia masa laboral y también de bajísima cantidad de huelgas.
En conjunto, lo grave del cuadro es que ningún sector aumentó su potencialidad:
únicamente Transportes y comunicaciones se mantiene, por lo menos, y todos los demás
decaen. Así, el promedio nacional26 cae precisamente 1/3, cantidad altísima; o, en otras
palabras, el ritmo de crecimiento de la masa laboral supera al de producción de huelgas, por
lejos. Y este dato, que probablemente debe tener asociación positiva con otros indicadores
que también ilustran debilidad sindical, dice lo siguiente, otra vez: no se ha abierto un
nuevo ciclo de la lucha sindical.
Y ha de agregarse: no tiene por qué abrirse uno espontáneamente, como lo podría
plantear tanto una lectura ideologizada del sindicalismo, como así también una lectura
progresista o modernizante de la sociedad chilena27; confiadas ambas en que la inercia de
las puras relaciones laborales estructurales constituirá una nueva subjetividad sindical con
el paso del tiempo.
Tras este balance, analicemos la rama de actividad económica según su legalidad a
nivel de periodo (Pérez, 2014). En primer lugar, veamos los porcentajes de legalidad e
ilegalidad por sector de la economía, respecto a los eventos de huelgas (tabla 6)
26 Es decir, con las cantidades nacionales absolutas de huelgas y trabajadores, y no como promedio-columna
(lo que emparejaría ramas de distinto peso).
27 En pleno auge de las tesis sobre la modernización neoliberal chilena, “de 1992 a 1996, en oposición a todo
lo que se pensaba, el número de trabajadores sindicalizados disminuyó en forma significativa. En este periodo
aumento la producción, la ocupación y sin embargo, los trabajadores sindicalizados disminuyeron en cerca de
70 mil” (Radrigán, 1999:37).
Tabla 6.
Rama de actividad económica según legalidad (%) de la frecuencia de huelgas,
promedio de años 1990-2009
Rama de Actividad Económica
Legal
(%)
Ilegal
(%)
Agricultura
64,1
35,9
Minería
58,5
41,5
Industria Manufacturera
82,5
17,5
Electricidad, Agua y Servicios Sanitarios
22,9
77,1
Construcción
24,7
75,3
Comercio
82,6
17,4
Transporte y Comunicaciones
31,0
69,0
Bancos y Servicios Financieros
79,4
20,6
Gobierno Central, Regional y Municipal
1,5
98,5
Educación (privada, publica y municipalizada)
51,1
48,9
Salud (privada, pública y municipalizada)
14,4
85,6
Servicios Sociales y personales
54,2
45,8
Promedio:
47,6
52,4
Fuente: elaboración en base a Armstrong y consolidación nuestra (años 2005-2009).
Las ramas con mayor propensión a la legalidad de sus huelgas son, de mayor a
menor: (i) el Comercio, (ii) la Industria manufacturera, (iii) los Bancos y servicios
financieros y (iv) la Agricultura. Al revés, las ramas con mayor propensión a la ilegalidad
de sus huelgas son, de las más ilegal a la menos: (i) Salud (privada, pública y
municipalizada), (ii) Construcción, (iii) Electricidad, agua y servicios sanitarios y (iv)
Transporte y comunicaciones. Y las ramas con mayor equilibrio entre legalidad e ilegalidad
son: (i) la Educación (privada, pública y municipalizada), (ii) los Servicios sociales y
personales y finalmente (iii) la Minería.
Como promedio, por último, hay un empate respeto a la legalidad e ilegalidad en el
comportamiento agregado de las ramas: se refleja sin modificación el equilibrio entre
cantidad de huelgas legales e ilegales que vimos en la primera sección. Así entonces,
legalidad e ilegalidad se mueven con bastante disparidad dentro de cada uno de los sectores
económicos: primerio, secundario o terciario, que promedian respectivamente un 38,7%, un
52,9% y un 55% de huelgas ilegales.
El comportamiento a nivel de masas cambia una vez más el cuadro (tabla 7).
Tabla 7.
Rama de actividad económica según legalidad de los TC (%),
promedio 1990-2009
Rama de Actividad Económica
Legal
(%)
Ilegal
(%)
Agricultura
34,9
65,1
Minería
37,8
62,2
Industria Manufacturera
58,5
41,5
Electricidad, Agua y Servicios Sanitarios
4,4
95,6
Construcción
8,4
91,6
Comercio
76,8
23,2
Transporte y Comunicaciones
7,3
92,7
Bancos y Servicios Financieros
51,2
48,8
Gobierno Central, Regional y Municipal
~0,0
~100,0
Educación (privada, publica y municipalizada)
1,9
98,1
Salud (privada, pública y municipalizada)
1,0
99,0
Servicios Sociales y personales
7,4
92,6
Promedio:
24,9
75,1
Fuente: elaboración en base a Armstrong y consolidación nuestra (años 2005-2009).
Para analizar el dato más relevante, si se realiza el promedio simple por sector de la
economía, se obtiene lo siguiente: sector primario con un 63,7% de masas trabajadoras en
huelgas ilegales, sector secundario con un 72,7% y sector terciario con un 75,7%.
A nuestro parecer, aquí debemos apuntar una conclusión teórica-analítica: casos
muy cambiantes entre uno y otro tipo de análisis (entre “masa” y “acción”), expresivamente
como los de Educación o Servicios Sociales y personales, hacen dudar fuertemente de tener
a la "huelga" como el mejor indicador de la legalidad de un sector: en casos donde la masa
convocada es casi absolutamente ilegal, pues claramente el indicador anterior debe ser
relegado a un segundo lugar en su importancia descriptiva, dándole paso a la "masa"
convocada como el indicador descriptivo por excelencia de la legalidad o ilegalidad del
sector.
En efecto, tal como habíamos constatado anteriormente al analizar los TC por
legalidad, vemos que, haciendo un promedio simple de las ramas (i.e., sin consideración del
peso específico de cada una sobre la fuerza de trabajo nacional), ¾ de los casos de masas
huelguistas son del tipo ilegal. A decir verdad, sólo el sector del Comercio y ningún otro
tiene instalada una hegemonía de la legalidad respecto a las huelgas a nivel nacional.
Recordemos que en siete sectores de la economía predomina, por más del 90%, la masa
huelguista ilegal.
El sector donde siempre lleva la delantera la huelga ilegal es en el sector económico
terciario, no obstante, no tiene una diferencia incontrarrestable por el resto de sectores. Más
aún cuando a nivel de “potencia” la única rama de actividad económica con un
comportamiento alejado de la generalidad es la Minería, del sector primario.
V.- CONCLUSIONES
Con el presente queremos aportar conclusiones investigativas y también reflexiones y
propuestas para futuras investigaciones.
Respecto a nuestras hipótesis, se concluye que:
(i)!La huelga ilegal es cada vez más hegemónica en términos de acción y hace
varios años ya es hegemónica en términos de masas involucradas;
(ii)!La huelga ilegal es predominante fuera de la Región Metropolitana, pero lo es
por sobre todo o especialmente a nivel de masas convocadas; y
(iii)!La huelga ilegal es relevante en el sector terciario, más aún en términos de
masas involucradas, no obstante es más bien transversal a lo largo de toda la
economía.
Cabe agregar conclusiones de orden secundario, que son las siguiente. (i) El
sindicalismo nacional es característica y excesivamente desigual en su desarrollo por ramas
económicas, incluso divergente entre éstas. (ii) Importantes fuerzas sindicales relevantes
son de sectores secundarios de la economía, aunque éstas han ido perdiendo importancia al
desplegarse el modelo de acumulación vigente, pasando a ser significativas algunas nuevas
de las ramas del sector terciario (transportes y servicios financieros con alto crecimiento).
(iii) Sectores punta del sindicalismo nacional en términos de capacidad de conflictividad
laboral son el de minería y empleados públicos (sector primario y terciario,
respectivamente). Y por último, (iv) el sindicalismo subcontratista minero abrió las
posibilidades de instalar una nueva fase o ciclo de lucha sindical, particularmente al
estimular un sindicalismo de subcontratados en otros sectores económicos rentista-
exportadores, ejes del modelo económico de la Concertación, pasando a darle sustancia a la
huelga ilegal y abriendo paso a un sindicalismo más desalineado con la institucionalidad
laboral, no obstante ello aún no está instalado hasta el año 2009 y no ha trastocado el
cuadro general del sindicalismo nacional.
Si extendemos nuestra reflexión a partir de todos estos datos, podríamos postular
elementos significativos a nivel de periodo histórico para el movimiento sindical. Sucede
que los trabajadores podrían estar encontrando en los centros de trabajo un espacio de
escasísima libertad en Chile (Julián, 2012b; Ugarte, 2008), es decir, el lugar más adverso y
carente de democracia para poder organizarse en la sociedad chilena, lo que tiende a que
sea esquivado por el trabajador a la hora de plantearse objetivos de organización o a
ejecutar la huelga ilegal, en caso de necesidad de conflicto colectivo abierto. Dado entonces
que la democracia de hecho se encuentra altamente restringida en estos centros laborales, la
sección de trabajadores que no pueda allí levantar iniciativas de lucha a pesar de su intento,
probablemente sí lo hará como trabajadores fuera del espacio de trabajo (pobladores,
ciudadanos, consumidores), en los territorios que habitan y que a veces circunscriben sus
centros laborales28, donde es más fácil y posible su manifestación social; dejando para sus
organizaciones naturales de trabajo (sindicatos, comités paritarios) luchas menos
complejas. Es parte de la metamorfosis que puede sufrir la protesta laboral. En
consecuencia, la pregunta es, ¿qué posición y extensión ocupará esta franja de trabajadores
que lucha preferentemente por fuera de su empresa? Y por dentro, ¿qué rol irá adquiriendo
la huelga ilegal, frente a una institucionalidad del trabajo tan estrecha como la existente?
¿Qué utilidad irá adquiriendo la huelga legal, cada día más obsoleta a nivel de masas?
La duda es significativa no sólo con respecto al derecho a huelga sino con el
derecho del trabajo en su conjunto, pues la pregunta que emerge es, ¿tendrán los
trabajadores que superar el Código del Trabajo como objetivo estratégico fundamental para
recomponer su eventual organización sindical, en la situación vigente?29 El estrecho
margen de maniobra para los trabajadores es producto de la cerrada y clásica
institucionalidad chilena, que expresa, a nivel general, una histórica y efectiva
compatibilidad entre democracia y capitalismo (Borón, 2006). Y la huelga ilegal,
expresivamente, ha mostrado un instrumento de conflicto fuera de esta institucionalidad en
el mundo del trabajo; aunque ello no signifique que la misma sea “radical” ni menos
antagónica y ni siquiera que tenga definida una dirección respecto a su quehacer sustantivo:
puede pasar a ser parte de una nueva institucionalidad del mismo Estado según un cambio
de legislación, o puede llegar a ser una acción exclusiva y propia de los trabajadores (“la
huelga chilena”) para seguir conflictuando contra la institucionalidad dominante.
Esta táctica de ilegalidad la ejecutaron deliberadamente “los subcontratados”, pero
para ser precisos, sólo los subcontratados de ciertos sectores económicos (primario-
exportadores) y no a nivel general. ¿Qué posiciones estructurales generaron un clivaje entre
el segmento de los subcontratados por un lado y el conjunto restante de trabajadores por
otro, y además, para desembocar en tal cualidad de la huelga ilegal?
La subcontratación aquí es significativa también en cuanto los casos mencionados
tuvieron sus conflictos más álgidos en los sectores rentistas de la economía: minería,
forestal y pesca (Claude, 2006); justamente aquellos constituidos como ejes estratégicos del
modelo de acumulación rentista-financiero, en la reconversión primario-exportadora de la
Concertación para con el gran capital nacional y extranjero. Si teorizamos sobre las
condiciones de aquellos subcontratados, pareciera ser que fue justamente en el eslabón más
débil en la cadena de explotación en Chile (subcontratación), pero inmersos en sectores
28 Nos referimos a los eventos sucedidos de los últimos años en el país: protestas violentas, con masividad e
inesperadas, en Aysén, Freirina y Linares; u otros acontecimientos novedosos a nivel de masas, característicos
del nuevo ciclo político que acaece en el país.
29 Recordemos que sólo una porción minoritaria de trabajadores está facultada para instalar huelgas legales,
siendo un derecho laboral que ha ido mermándose al desplegarse el modelo vigente (Guzmán, 2004a; Ugarte,
2008).
puntas y dinámicos de la economía (ejes de acumulación), donde la contradicción se abrió
y generó un actor estratégico de condiciones relativamente antagónicas, cuando nadie lo
esperaba venir y se podría haber avizorado más bien al otro extremo de la cadena donde se
monopoliza el sindicalismo: en sectores de empleados con puestos laborales estables,
salarios más altos, contratados directamente por la empresa y trabajando en grandes o
medianos capitales de empresas privadas o del Estado. Es el caso de la minería de planta y
empleados públicos de planta, las fuerzas sindicales de mayor gravitación en el país.
En conclusión, con los subcontratados y otros actores laborales radicalizados ha
emergido la posibilidad de un nuevo ciclo o tipo de luchas de renovada ilegalidad pero que
no ha decantado, estando aún el sindicalismo y la organización de trabajadores en general
en una medida de actividad huelguista ampliamente desigual entre ramas económicas. Y es
que con la débil hegemonía sindical existente (concertacionista), la ausencia de propuestas
en las bases (despolitización general) y la desconstitución organizativa de los trabajadores
en general (desafiliación e inexistencia de sindicatos y negociaciones colectivas para la
pequeña o micro empresa), carentes de órganos de acción, poco podría esperarse de que
pasase otra cosa y de que, menos aún, cambiasen las subjetividades espontáneamente, se
peleasen demandas estructurales, o que simplemente se abra un nuevo ciclo o tipo de lucha
sindical, sea legal o ilegal.
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... La imbricación entre jornada productiva/reproductiva emerge por una necesidad de dañar la producción a fin de ganar demandas particulares, producto de que la distancia laboral con el centro productivo facilita golpearlo en ocasiones particulares con acciones más abruptas que la mera huelga. Inclus ive de forma más profunda: la huelga casi nunca suele realizarse por sí sola y se experimenta combinadamente con una paralización forzosa sobre el espacio de trabajo (Pérez, 2015). La prueba de lo anterior es el nivel más elevado y generalizado de esta conflictividad desde la jornada reproductiva, a saber, los paros generales, donde se plantean problemas que inclusive sobrepasan las demandas meramente laborales y ya apuntan a cuestiones que debe resolver el Estado capitalista mismo en relación a las empresas capitalistas y a otros elementos públicos. ...
... La burocracia de procedimientos es tan exigente que puede ser explicativa de las numerosas huelgas que son votadas positivamente para efectuarse y luego son canceladas en la segunda instancia de aprobación, en específico, aproximadamente un cuarto de las huelgas votadas son llevadas a cabo efectivamente (Dirección del Trabajo, 2015). Se ha indagado que la huelga legal posee mayor predominancia en sectores históricos del sindicalismo nacional, particularmente en la industria, y geográficamente en sectores próximos a la capital del país, decayendo fuera de estas zonas (Pérez, 2014;Pérez, Medel, Velásquez, 2015). Diversos casos de huelgas legales nos permiten comprender su fisonomía. ...
... Para una investigación sobre "secreto sindical" y poder laboral, véasePérez (2015), respecto al sindicalismo de minería y supermercado. 5 Sistema de transporte público de la capital en Chile, concesionado desde el Estado a capitales privados. ...
Chapter
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Resumen: El concepto de «huelga laboral» advierte una creciente complejidad a la hora de su aplicación empírica y su comprensión teórica, por cuanto ha ido perdiendo capacidad de diferen ciar las distintas formas de conflictividad laboral que se han ido estableciendo. Las transformaciones contemporáneas del capitalismo han abierto un enorme repertorio de fenómenos considerados " atípicos " , y que suelen ser catalogadas como formas flexibles de huelgas, lo que impide un entendimiento más fino de estos fenómenos. Para avanzar en una solución ante este escenario, y devolver al concepto de huelga su capacidad de contener y distinguir fenómenos, proponemos un esquema de la conflictividad laboral sobre la base de una teoría de la huelga. Para ello, hemos tomado cuatro casos de estudio que incluyen formas típicas y tradicionales de huelga que hemos llamado huelgas con adjetivo (huelga camuflada, huelga individual, huelga desde la jornada reproductiva, y huelga legal), y los hemos analizado a la luz de la metodología de análisis de conceptos. Los casos señalados se contrastan en base a los componentes ontológicos del concepto de huelga (a saber, la disrupción del trabajo, la organización de la acción y una demanda reivindicativa), mapeando así cada uno de ellos dentro de un esquema más amplio que tiene como centro gravitatorio el concepto raíz de huelga laboral. Se concluye respecto a cómo las transformaciones del trabajo y el capital han causado formas y relaciones particulares de acción conflictiva, cuyo centro nuclear sigue encontrándose en el objetivo ideológico de generar daño hacia la contraparte, actualizándose así una nueva estructura de la conflictividad laboral. 1. Introducción El concepto de huelga laboral se ha vuelto difuso. La huelga laboral en su definición " clásica " – aquella donde los trabajadores de una fábrica paralizan las faenas afectando la producción para exigir sus demandas (Novitz, 2003)– ha quedado cada vez más en desuso. En cambio, distintos estudiosos del fenómeno buscan definiciones más amplias, con el fin de incluir en ellas las nuevas modalidades de conflictividad laboral propias del capitalismo actual (Gamonal, 2013; Ermida, 1999; Castello, 2015).
... This coup was important for several reasons. First, it occurred in a country where collective bargaining has traditionally taken place at the firm level (Pérez et al., 2015). Second, it occurred with no support from the traditional mining federation, state officials or international actors (Calderón, 2008). ...
... In times when precarious workers' organisations are unable to win their demands by simply pledging political support, and in sectors where no international allies are strong enough to play meaningful roles, their success seems to depend on the resources offered by leftist organisations, even when they are small actors. It is striking that, despite Chile's reputation as one of the most 'institutionalised' societies in Latin America, the number of illegal strikes has far outstripped the legal ones over the last decade (Pérez et al., 2015). Although multiple factors can explain this, we should note that two of the most active sectors in terms of precarious worker mobilisations -forestry and portshave, as subcontracted miners, also organised through their links with Communist and anarchist organisations, respectively. ...
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Despite the poor working conditions, between 2003 and 2007 Chilean miners organised the longest and largest strikes in the country since the 1980s, obtaining one of the most important recent victories of the Latin American labour movement. This article uses this experience to illustrate the importance of the links between precarious workers and political activists. Drawing on 18 months of extensive fieldwork conducted at several mining sites in Chile, the article contends that the analysis of precarious workers’ organisations needs to consider workers’ access to different organisational resources, and the role that political parties’ militants play in such access, particularly in the Global South.
... Armstrong y Águila (2006) 209-253;Pérez et al. (2015), yMedel et al. (2016) 35-71. 68 Baltera (2016) 19-20.69 ...
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La negociación colectiva es un derecho débil en Chile y su cobertura es acotada. Con todo, en los últimos años, las cifras sobre cobertura de la negociación colectiva en Chile presentan dos novedades. Muestran un aumento sostenido desde el año 2006, y, hacia el año 2014, una cobertura que llega casi al 19%. En virtud de estos nuevos antecedentes es posible pensar que algo ha cambiado en Chile o funciona mejor. Sin embargo, como expondremos en este trabajo, la baja cobertura y un sindicalismo precario no han dejado de ser la regla en el caso chileno. A la luz de las especificidades de la realidad chilena, proponemos un mecanismo de cálculo que permite observar de mejor forma la cobertura de la negociación colectiva en el país. Los datos ajustados por esta corrección propuesta señalan que para 2015 ella alcanza a menos del 10% de los asalariados del sector privado. Consideramos que, de mantenerse el crecimiento promedio en la cobertura de la negociación colectiva de los últimos 25 años, Chile tiene escasas posibilidades de salir del bajo nivel que hoy exhibe en esta materia, siendo decisivo el cambio del contexto institucional neoliberal
... sindicalización (Campusano et al, 2017b). Esta legislación a consolidado un modelo de relaciones laborales bipartito y centrado en la empresa legal (Calderón, 2008), aunque con una serie de puntos de fuga, que se expresa en el creciente aumento de las "huelgas ilegales" (Armstrong & Águila, 2006;Pérez, Medel, & Velásquez, 2015) y de acomodaciones de los actores sindicales usando tácticas legales hacia la Dirección del Trabajo y los Tribunales Laborales (Gutiérrez, 2017). A estas transformaciones de las relaciones laborales a nivel colectivo se les suman las previas modificaciones del derecho de trabajo individual (1978), como la facilitación de los despidos para las empresas y la disminución del pago de indemnizaciones en caso de hacerlo (Aguilar, 2017). ...
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Se presenta y prueba empíricamente un marco analítico para estudiar “procesos de organización sindical”, los que pueden ser entendidos como un conjunto de estrategias llevadas a cabo por organizaciones de trabajadores (sindicatos) con el objetivo, y eventual efecto, de mejorar sus condiciones de trabajo (desprecarizarlas), desde determinadas posiciones estructurales en el trabajo. Este marco analítico sintetiza la segunda ola del enfoque de los recursos de poder, las teorías de la revitalización sindical, las de la precariedad laboral y la teoría marxista del proceso de trabajo. En base a una investigación mixta multicaso, se describen y analizan tres procesos contemporáneos ocurridos en los sectores del retail y del trabajo doméstico asalariado, cuyos trabajadores pueden ser considerados como “estructuralmente débiles” por sus bajas capacidades disruptivas, la descentralización territorial de sus trabajos y/o por sus formas de contratación precarias. En los resultados se analizan los principales poderes movilizados por las organizaciones sindicales en sus estrategias: político, social-sindical e internacional-institucional (SINTRACAP), institucional-asociativo, estructural y movimientista (FTW) y político e institucional-asociativo (SIL).
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En base a 53 entrevistas realizadas a trabajadores agroindustriales de cuatro empresas de la región del Maule (Chile), se busca comprender las razones del “desdoblamiento” entre los indicadores objetivos de precariedad laboral y los bajos niveles de conflictividad en el agro, a partir del análisis de la insatisfacción subjetiva de los asalariados con su empleo. Esto se explicaría por factores territoriales, por tradicionalismo de las relaciones laborales y por el miedo a sanciones de las empresas ante los conflictos. Los resultados enfatizan la necesidad de seguir profundizando en la precariedad subjetiva desde marcos conceptuales y metodológicos que enfaticen la trayectoria biográfica y laboral de los trabajadores.
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Este artículo tiene por objetivo presentar el estado del arte de la investigación académica sobre sindicatos, centrándose específicamente en el rol negociador de éstos. La información recopilada se complementa con análisis y datos sobre el estado del sindicalismo en Chile, comparándolo con el contexto latinoamericano e internacional.
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This paper presents an overview of different aspects and phenomena surrounding the current confi guration of Chilean union movement, in order to begin to be observed, questioned and rebuilt as part of a destructive and purposeful practice that is based on the current challenges for the unionism in Chile. We propose a general analysis of this articulation and its potential, and a particular analysis through the case of the history, continuity, wear and changes in the Central Unitaria de Trabajadores (CUT).
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Esta investigación pretende constituirse en un aporte en un ámbito de la historiografía en particular y de las ciencias sociales en general, que ha sufrido un cierto abandono durante los años noventa. Las preocupaciones de los investigadores no han estado puestas en la temática del sindicalismo, y si bien la cuestión de las nuevas formas de acción sindical ha generado un cierto interés en algunos ámbitos, todavía éste es un tema que se encuentra en etapas preliminares, donde la atención ha recaído básicamente sobre las denominadas “experiencias de base”. De tal modo, las estructuras sindicales de carácter nacional han quedado relegadas. Diversas pueden ser las explicaciones que pueden ensayarse para este hecho, pero aún constatando la fuerza con que la nueva historiografía –que ha relevado unos temas y soslayado otros– ha llegado a instalarse en los centros académicos de América Latina, la situación en Argentina es bastante diferente: parece claro que la condición histórica de “factor de poder” de los sindicatos, unido a las movilizaciones que han protagonizado durante los ochenta y noventa, y a la móvil dinámica interna que lo instala en un proceso de drástico reordenamiento, han confluido para que la atención de muchos analistas trasandinos permanezca en alto.
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The coup of 1973, begins a crisis on Chilean trade unionism: unionization rates decreases dramatically. However, the situation changes in the late 1990's and the unions regain a part of the lost quota. Unlike other tests that put the emphasis on purely political or economic factors, we argue that this is largely due to domestic factors. The increased visibility of the Central Unitaria de Trabajadores (CUT) alternative union models, has made unionism attractive for workers before distant. We try to demonstrate this hypothesis in two steps: 1. From the analysis of statistical data, we report the fragmentation of trade unions; 2. From the analysis of thirty interviews, we identified three models of unionism and the relationship between them. Finally, we try to expose some of the dangers of this trade union pluralism, to demonstrate that the regain of unionization, as it has been until now, has also serious costs for Chilean trade unionism.
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El presente ariculo analiza las principales características, tendencias y causas de las huelgas ocurridas en Chile durante el periodo 1979-1995 como así mismo las diferencias más importantes entre huelgas legales e ilegales.
Pasado y presente: los trabajadores una vez más
  • R Agacino
Agacino, R. (2007): "Pasado y presente: los trabajadores una vez más". Corporación Plataforma Nexos, Santiago. Disponible en: www.plataforma-nexos.cl/.
El ciclo de la hegemonía/dominio de la burguesía y la colaboración de clases: de la subordinación a la crisis de la subordinación
  • S Aguiar
Aguiar, S. (2011): La clase trabajadora en los gobiernos de la Concertación. El ciclo de la hegemonía/dominio de la burguesía y la colaboración de clases: de la subordinación a la crisis de la subordinación. Serie Estudios del Trabajo (EDT), Cuaderno Nº22. Disponible en: www.estudiosdeltrabajo.cl.