Considerando los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, en concreto, el objetivo cuatro, garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos, es un hecho que desafía a los sistemas educativos a trabajar desde el profesionalismo colaborativo (Hargreaves y O ́Connor, 2018) entre: profesores, familias, comunidades y estudiantes. Esta colaboración es esencial para garantizar una educación equitativa y de calidad que contribuya al desarrollo sostenible.
Del mismo modo, Organismos Internacionales como UNESCO, en 2021, aludió la necesidad de nuevas escuelas y nuevas exigencias a los gobiernos con fines de dinamizar y unificar comunidades de individuos con conocimientos compartidos y compromisos hacía mejorar la calidad y equidad de la educación (de La Hoz- Ruíz, et al., 2024). Para dichos fines, es preciso acciones de liderazgo que promuevan el trabajo en comunidad, el apoyo y la confianza como valores principales de las relaciones profesionales y un fuerte capital social. Al hilo de lo expuesto y según Romanowski (2022), el capital social contribuye a la reducción de la pobreza, repercute positivamente en las escuelas y favorece los resultados escolares. A la vez, invoca redes de colaboración, comunicación y un liderazgo compartido desde posiciones centrales (Rincón, 2019). Con estas premisas, es preciso detenerse en el capital social cuyo origen se remite a finales de los años 80 con las teorías de los sociólogos Bourdieu (1986) y Colemann (1988). El capital social se compone de: redes, confianza, normas y sanciones (Halpern, 2005; Scott, 2000; Putnam, 1995). Así como, ejerce tres funciones a partir de sus características y vínculos: bonding, bridging y linking (Halpern, 2005; Putman, 2000; Woolcock, 2001).
Es evidente que una red es el componente principal para el desarrollo del capital social. Por tanto, es oportuno dejar claro que una red es el conjunto de actores (personas, equipos, organizaciones, etc.,), los cuales están conectados por determinados vínculos (Daly, 2010). El análisis de estas redes permite explorar diferentes aspectos, en relación a la colaboración profesional, el tipo de liderazgo, la construcción de redes comunitarias y formaciones para mejorar el desarrollo profesional, etc.,