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Con-Ciencia Social, nº 19 (2015), pp. 49-62 - 49 -
El conocimiento escolar en el centro
GHOGHEDWHGLGiFWLFR5HÁH[LRQHVGHVGH
la perspectiva docente
)UDQFLVFR)*DUFtD3pUH]
Fedicaria-Sevilla
RESUMEN
El debate sobre el conocimiento escolar es un tema central de la didáctica. En el artículo se
DQDOL]DGLFKRDVXQWRUHÁH[LRQDQGRVREUHFLQFRFXHVWLRQHVTXHKDQVLGRUHOHYDQWHVHQODWUD\HFWRULD
profesional del autor, y en general de los docentes, en las tres últimas décadas: la propia existencia
del conocimiento escolar; su diferencia con respecto a otros tipos de conocimiento; su validez en
FRQWH[WRVQRHVFRODUHVVXJpQHVLVHQODVGLVFLSOLQDVHVFRODUHV\ÀQDOPHQWHVXSURFHVRGHFRQV-
trucción en la escuela trabajando sobre problemas sociales relevantes, vinculados a la educación
ciudadana.
PALABRAS CLAVE: Conocimiento escolar; Disciplinas escolares; Perspectiva sociogenética; Aprendiza-
je; Problemas sociales relevantes; Educación para la participación ciudadana.
ABSTRACT
6FKRRONQRZOHGJHLQWKHFHQWHURIGLGDFWLFGHEDWH5HÁHFWLRQVIURPWKHWHDFKLQJSHUVSHFWLYH
The debate on school knowledge is a central subject of didactics. The article discusses this
PDWWHUUHÁHFWLQJRQÀYHLVVXHVWKDWKDYHEHHQLPSRUWDQWLQWKHDXWKRU·VFDUHHUDQGLQJHQHUDOLQ
that of other teachers, in the last three decades: the existence of school knowledge itself; the diffe-
rence between this and other kinds of knowledge; its validity in non-school contexts; its genesis in
VFKRROVXEMHFWVDQGÀQDOO\LWVFRQVWUXFWLRQSURFHVVDWVFKRROE\ZRUNLQJRQUHOHYDQWVRFLDOLVVXHV
linked to citizen education.
KEYWORDS: School knowledge; School disciplines; Sociogenetic perspective; Learning; Relevant
social problems; Education for citizen participation.
La cuestión del conocimiento escolar es
XQDVXQWR FODYH GH ODGLGiFWLFD\ WDPELpQ
lo ha sido en el debate didáctico que se ha
venido desarrollando en Fedicaria a lo lar-
JRGHVXWUD\HFWRULDORTXHVHKDSODVPDGR
en aportaciones con cierta diversidad, de
acuerdo -como se recuerda en el editorial
de este número- con el propio carácter, poco
programático, de este colectivo. De entre
esas aportaciones, resultan especialmente
relevantes, en una primera aproximación,
el libro de conclusiones (Mainer, 2001a)
del Encuentro de Fedicaria en el año 2000
en Zaragoza. Ahí Raimundo Cuesta (2001)
presentaba el ámbito del conocimiento esco-
lar como una de las líneas de investigación
´IHGLFDULDQDVµ \ \R PLVPR *DUFtD 3pUH]
UHDOLFp ²FRPRRWURVFROHJDV² DOJXQDV
UHÁH[LRQHVVREUHHVWHWHPDHQHOPDUFRGH
una didáctica crítica. Buscaba, en ese mo-
PHQWRXQDFRQÁXHQFLDHQWUHODSHUVSHFWLYD
crítica con mirada socio-histórica, que se ha-
bía desarrollado con fuerza en Fedicaria y
constituía ya una de sus señas de identidad,
Artículo recibido el 20 de julio de 2015 y aceptado el 10 de agosto de 2015.
EL CONOCIMIENTO ESCOLAR EN EL CENTRO DEL DEBATE DIDÁCTICO. REFLEXIONES DESDE LA PERSPECTIVA DOCENTE
Con-Ciencia Social, nº 19 (2015) pp. 49-62 / Francisco F. García Pérez
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\ODSHUVSHFWLYDGHPHMRUDGHODHQVHxDQ]D
procedente de los movimientos de renova-
ción pedagógica, y más concretamente del
proyecto IRES1. Allí defendía la necesidad
de mantener esa doble mirada, que combine
el análisis crítico del conocimiento escolar
´GHKHFKRµHO TXHUHDOPHQWHFRQRFHPRV\
TXHKHPRVKHUHGDGRDWUDYpV GHXQD ODUJD
tradición) y la realización de propuestas de
FRQRFLPLHQWRHVFRODU´GHVHDEOHµDPRGRGH
hipótesis de intervención didáctica2.
Quiero volver ahora sobre el tema re-
visitando –además de otras aportaciones
relevantes sobre el mismo– aquella mi pro-
puesta y explicitando los rasgos de mi pro-
pia trayectoria en relación con este asunto,
QR²OyJLFDPHQWHSRUHOLQWHUpVTXHSXHGDQ
WHQHUPLVYLYHQFLDV\UHÁH[LRQHVSURIHVLRQD-
les, sino porque considero que las preguntas
y las consideraciones que hago conectan con
las preocupaciones profesionales de muchos
docentes de una generación que ha conocido
el renacer de los movimientos de renovación
pedagógica, las expectativas y desencantos
JHQHUDGRVDOKLORGHOGHVDUUROORGHOD´UHIRU-
PDµHQODVHJXQGDPLWDGGHORV\HQORV
años 90 del siglo pasado (con el hito de la
/2*6(HQ\HOUHÁXMRQHRFRQVHUYDGRU
de los últimos tiempos.
Por eso creo que es pertinente regresar a
este asunto, que sigue siendo para los profe-
sionales de la docencia una cuestión –la de
ORVFRQWHQLGRV HVFRODUHV HQGHÀQLWLYD²D OD
que nos enfrentamos a diario, pues es la ma-
WHULDFRQODTXHWUDEDMDPRVDXQTXHQRVLHP-
SUHWHQJDPRVXQDFRQFLHQFLDVXÀFLHQWHGH
su relevancia.
4XLHUR HQ GHÀQLWLYD SODQWHDU DOJR DVt
como lo que yo he ido descubriendo acer-
FDGHOFRQRFLPLHQWRHVFRODUGLFKRFRQRWUDV
SDODEUDV GLÀFXOWDGHV \ REVWiFXORV SDUD LU
construyendo una idea sobre el mismo. Una
FXHVWLyQ SRU WDQWR FRPSOHMD SXHV SRVHH
ante todo, una dimensión epistemológica
WLHQHTXHYHUFRQODJpQHVLVGHOFRQRFLPLHQ-
to, con los tipos de conocimiento, con sus
WUDQVIRUPDFLRQHV SHUR WDPELpQ XQD GL-
PHQVLyQSVLFROyJLFDSRUUHIHULUVHDOVXMHWR
que conoce, al alumno en este caso, y a sus
PHFDQLVPRVGHDSUHQGL]DMHJHQpWLFDSXHV
el conocimiento se gesta históricamente), so-
ciológica (pues el conocimiento que se pro-
SRQH FRPR REMHWR GH HQVHxDQ]D VH SURGX-
ce en el contexto social) e ideológica (pues,
HQ~OWLPRWpUPLQR HVLGHROyJLFRSROtWLFDOD
opción por un tipo de conocimiento u otro
como el más adecuado para educar a los
alumnos). Y desde la perspectiva didáctica
–que ha de ser necesariamente integradora–
HVREOLJDGRWHQHUHQFXHQWDFRQMXQWDPHQWH
todas esas dimensiones para analizar el co-
nocimiento escolar tradicional y para propo-
ner, en su caso, un conocimiento alternativo
*DUFtD3pUH]D
(QODVGpFDGDV GH ORV \ GHO VLJOR
pasado, quizás urgidos por la necesidad
de cambio, el centro de las preocupaciones
para muchos docentes estuvo en los intentos
de proponer un conocimiento escolar alter-
QDWLYRDOWUDGLFLRQDO$OKLORGHHVWHREMHWL-
vo se plantea cómo tendría que ocurrir ese
FDPELRTXpWHQtDTXHVHUVXVWLWXLGRDGDS-
tado o reformulado, con el consiguiente de-
bate en torno a la transposición didáctica
o a otros mecanismos que se suponía que
tenían que garantizar que un conocimiento
FRPSOHMR\HODERUDGRSXGLHVHVHUOOHYDGRD
las aulas. Pero para muchos de nosotros, las
1 Sobre el Proyecto IRES (Investigación y Renovación Escolar) y sobre la actual Red IRES de profesores
(http://www.redires.netSXHGHYHUVH*DUFtD3pUH]\3RUOiQ6REUHHOPRGHORGLGiFWLFRGHO,5(6HO
´0RGHORGH,QYHVWLJDFLyQHQOD(VFXHODµSXHGHFRQVXOWDUVH*DUFtD3pUH]
2 Para mí, particularmente, este tema ha sido recurrente, ya con anterioridad a mi integración en Fedicaria,
desde los primeras propuestas realizadas en el marco del proyecto IRES (en especial, Grupo Investigación
HQOD(VFXHOD\FRPRSUHFHGHQWH*DUFtD'tD]\*DUFtD3pUH]\HQORVGHEDWHVVREUHGLGiFWLFD
de la Geografía y de la Historia que promoví en el ICE de Sevilla en el curso 1990-1991 (recogidos en Gar-
FtD3pUH](QPLWHVLVGRFWRUDOHOHVWXGLRGHODVFRQFHSFLRQHVGHORVDOXPQRVWHQtDWDPELpQFRPR
finalidad última fundamentar posibles propuestas de un conocimiento escolar sobre el medio urbano (vid.
HQ*DUFtD3pUH](QHVDWUD\HFWRULDFRQVLGHURDVLPLVPRIXQGDPHQWDOODVtQWHVLVUHDOL]DGDVREUHHO
tema por J. Eduardo García Díaz (1998), de cuyas ideas me declaro deudor.
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nuevas perspectivas de interpretación del
DSUHQGL]DMHUHSUHVHQWDGDVSRUORVHQIRTXHV
FRQVWUXFWLYLVWDVWUDMHURQDOFHQWURGHOGHEDWH
ODFXHVWLyQGHODSUHQGL]DMHGHOFRQRFLPLHQ-
to escolar y, por tanto, las ideas o concep-
ciones de los alumnos como un elemento
fundamental en ese proceso, una temática
a la que he dedicado gran parte de mis es-
fuerzos de innovación y de investigación.
Claro que pronto aparecieron ante nuestra
vista otros elementos, ineludibles, que obli-
gaban a abordar la cuestión de una manera
diferente: el estudiante no es meramente un
VXMHWRTXH DSUHQGHVLQR XQ´DOXPQRµTXH
es pieza de un sistema, el escolar, que cons-
WLWX\HXQHQWUDPDGRFRPSOHMRHQHOTXHORV
contenidos tampoco son simplemente co-
QRFLPLHQWR VLQR ´FXOWXUDµ FXOWXUD HVFRODU
con su formato y su lógica peculiares. Y el
entendimiento de esa cultura no podía ha-
cerse –como ya venían argumentando con
claridad algunos colegas fedicarianos– pres-
FLQGLHQGR GH OD SHUVSHFWLYD VRFLRJHQpWLFD
para poder comprender sus códigos, las cla-
YHVGHVXSHUPDQHQFLDODVGLÀFXOWDGHVGH
su transformación.
Tal como hoy puedo reconstruirlo –con la
FDUJDGHVXEMHWLYLGDGTXHHOORFRQOOHYD²HQ-
tramos en este siglo con la clara consciencia
de la fuerza de una cultura escolar gestada
sólidamente en un tiempo largo y arraigada
HQHOVLVWHPDFRQWDOHVDQFODMHVTXHVXWUDQV-
formación se nos presenta como un proceso
lento y laborioso, frente a una concepción,
gestada en el contexto de los movimientos
GHUHQRYDFLyQTXHSRQtDHOpQIDVLVHQHOYR-
luntarismo y consideraba que los procesos
podían ocurrir con una mayor velocidad…
y facilidad. Y ante esto surge uno de los di-
lemas que considero importantes –aunque
quizás poco explicitado– en la trayectoria
fedicariana: ¿el papel de la didáctica crítica
se debe centrar básicamente en desvelar los
FyGLJRVGHODFXOWXUDHVFRODUVXJpQHVLVVX
lógica, sus contradicciones con respecto a los
propósitos de cambio o se puede compatibi-
lizar ese análisis crítico con el planteamiento
de hipótesis de proposición de conocimien-
to escolar considerado –desde un proyecto
dado– como deseable?
Como acabo de expresar más arriba, al
DERUGDUHVWHGLOHPDRSWpSRUODVHJXQGDKL-
pótesis, la de compatibilizar ambas miradas,
DXQDULHVJRGHGHULYDUKDFLDHO´LGHDOLVPR
SHGDJyJLFRµWDQGXUDPHQWHFULWLFDGRGHV-
de Fedicaria, y mirando más hacia metas
utópicas, a las que nunca hemos querido
UHQXQFLDU FRPR FROHFWLYR SXHV HQ GHÀQL-
tiva, habíamos iniciado en su momento un
HVIRU]DGR H LOXVLRQDGR YLDMH KDFLD QXHVWUD
SDUWLFXODU,FDULD&XHVWDYLGWDPELpQ
Gimeno Lorente, 1994), y la transformación
de la escuela, y de la sociedad, estaba dibu-
MDGDHQHVDPHWD
(Q OD ~OWLPD GpFDGD KH LQWHQWDGR YLQ-
cular más estrechamente la cuestión del co-
nocimiento escolar con la construcción de
la ciudadanía –el Encuentro fedicariano de
Sevilla en 2008 y el nº 12 de Con-Ciencia So-
cial son representativos de este momento–,
siendo consciente, asimismo, del terreno
movedizo en que se adentra uno cuando
VH UHODFLRQD FRQ OD SROLVpPLFD ´HGXFDFLyQ
SDUD OD FLXGDGDQtDµ FRQ VXV GLYHUVRV VHV-
gos y connotaciones. Educar para la parti-
cipación ciudadana comprometida con los
problemas del mundo me sigue pareciendo
una meta no sólo deseable sino irrenuncia-
EOH<HOPDQHMRGHXQFRQRFLPLHQWRHVFRODU
estructurado en forma de problemas socia-
les relevantes se me representa, asimismo,
como la opción más adecuada para quienes,
desde la docencia y desde la investigación
didáctica, seguimos intentando (contribuir
a) transformar la enseñanza.
5HDOL]DUpDKRUDXQEUHYHDQiOLVLVGHHVWH
UHFRUULGRTXHDFDERGHHVER]DU<ORKDUpHQ
cinco pasos, partiendo de una primera cues-
tión –que se podría considerar como previa–
y abordando luego otras que han supuesto
un enriquecimiento progresivo de mis re-
ÁH[LRQHVVREUHHVWHDVXQWR
¿Existe un “conocimiento escolar”?
Pero ¿hay un conocimiento que se pueda
FRQVLGHUDU FRPR HVSHFtÀFDPHQWH ´HVFRODUµ
RHVTXHVLPSOHPHQWH´HOµFRQRFLPLHQWRHV
adaptado para ser utilizado en el sistema es-
colar?
Hoy esta pregunta nos puede parecer
ingenua, cuando no fuera de lugar. Pero
quizás debamos recordar que, en el contexto
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social, subyace, no explicitada, una confusa
LGHDGHTXHH[LVWH´HOFRQRFLPLHQWRµ\TXH
ese conocimiento está en el mundo cientí-
ÀFR FRPSOHWR \ WHUPLQDGR KDVWD TXH ´VH
GHVFXEUDµ RWUR PHMRU« \ SRU OR WDQWR HV
preparado –resumido, seleccionado, adap-
WDGR² SRU DOJXLHQ FRPR HO PHMRU FRQRFL-
miento posible, para ser enseñado no sólo
HQHOVLVWHPDXQLYHUVLWDULRVLQRWDPELpQHQ
los niveles escolares anteriores.
La existencia de esa concepción es una
mera hipótesis, pero, si no es así, ¿cómo es
posible que tanta gente crea que la historia
TXHVHLPSDUWHHQODVHVFXHODVHVHOPHMRUUH-
ODWRSRVLEOHGH´ORTXHUHDOPHQWHRFXUULyµ\
que se mutila gravemente el pasado si no se
dan algunas de las lecciones de un temario
tan parcial y sesgado como el de la llamada
´KLVWRULDXQLYHUVDOµ"R¢SRUTXpVHFRQVLGH-
UDTXHHVSUHIHULEOHHQVHxDUODGHÀQLFLyQGH
FOLPD\ VXVFODVLÀFDFLRQHVWDO FRPRQRVOR
vienen transmitiendo los manuales, en vez
de afrontar el debate sobre el problema del
cambio climático?...
Lo preocupante es que una parte impor-
tante del profesorado comparte –quizás he-
mos compartido– esta representación social,
TXHHQ~OWLPRWpUPLQRKXQGHVXVUDtFHVHQ
la consideración absolutista del conocimien-
to propia del positivismo. En efecto, aunque
SDUH]FDSDUDGyMLFROD UHODFLyQGHOSURIHVR-
UDGRFRQHOFRQRFLPLHQWRTXHPDQHMDDGLD-
rio no siempre es una relación profunda, ni
siquiera demasiado interactiva, sino unidi-
UHFFLRQDO \ EDVWDQWH VXSHUÀFLDO TXHGDQGR
constreñida a un contexto cristalizado por
años de tradición y a unas reglas consolida-
das por la rutina3. Ello viene determinado
SRUGLYHUVRVIDFWRUHV0HUHIHULUpDDOJXQRV
que me parecen más decisivos (cfr. García
3pUH]ESS
(O FXUUtFXOXP ²FRQVLGHUDGR² RÀFLDO \
PiV HVSHFtÀFDPHQWH VX SODVPDFLyQ HQ ORV
libros de texto, actúa como una primera
constricción que, al tiempo que representa
el conocimiento supuestamente obligatorio
y, por tanto, el único que pareciera posible,
libera al docente de tener que pensar sobre
los contenidos que serían más adecuados
para la enseñanza de su materia. El conoci-
miento recogido en los libros de texto, con
su formato y organización peculiares, apa-
UHFH DVt WDQ DMXVWDGR D ORV UHTXHULPLHQWRV
GHH[SOLFDFLyQUHDOL]DFLyQGHHMHUFLFLRVUH-
paso y sometimiento a examen que resulta
EDVWDQWHFyPRGR\PDQHMDEOHSDUDODWDUHD
cotidiana del profesor. Además, este tipo y
formato de conocimiento recuerda tanto al
recibido por el propio profesor en su forma-
ción universitaria que es casi imposible que
VXUMD OD GXGD GH VL HO FRQRFLPLHQWR GH ORV
PDQXDOHV \ HO FRQRFLPLHQWR FLHQWtÀFR VRQ
realmente diferentes. Bien es verdad que el
encorsetamiento del conocimiento en el pe-
culiar marco cronoespacial de la escuela lo
PROGHD\UHDMXVWDGHWDOIRUPDTXHHQRFD-
siones pudiera parecer una caricatura del
FRQRFLPLHQWRFLHQWtÀFRRULJLQDULRSHURFRQ
mirada benevolente, se tiende a disculpar
ese moldeamiento como una adecuación ne-
cesaria para el funcionamiento del sistema.
El alumnado y sus familias, por otra par-
te, como otras piezas más de ese sistema,
muestran, habitualmente, unos comporta-
mientos en relación con el conocimiento re-
cogido en los libros de texto que convalidan
y respaldan socialmente su valor, contra-
rrestando las dudas acerca de dicha validez
TXHSXGLHUDQHVWDUSXJQDQGRSRUDÁRUDUHQ
el profesor.
Además, el implacable mecanismo de
acreditación que el propio sistema escolar
representa termina por convencernos de
que el conocimiento escolar con el que ha-
bitualmente nos relacionamos es, si no el
PHMRUVtHOPiVDGHFXDGRDTXt\DKRUD$Vt
HOFRQRFLPLHQWRPDQHMDGRHQODHVFXHODHQ
GHÀQLWLYDHOTXHVHUHFRJHHQORVOLEURVGH
WH[WRSDUD SRGHUVHUREMHWR GHVLVWHPiWLFDV
explicaciones y paciente estudio para aca-
EDUVLHQGRREMHWRGHH[DPHQ«WHUPLQDSRU
VHUFRQVLGHUDGRFRPRHOFRQRFLPLHQWR´QD-
WXUDOµHQHOVLVWHPDHVFRODUVLQTXHVHKD\D
llegado a percibir que tiene unos rasgos ab-
solutamente peculiares, muy diferentes, en
WRGRFDVRGHORVGHOFRQRFLPLHQWRFLHQWtÀFR
3 Con un sentido más general, R. Cuesta (2003) ha señalado, muy acertadamente, el peculiar carácter de la
LGHQWLGDGSURIHVLRQDOGHORVGRFHQWHVFRPR´JXDUGLDQHVGHODWUDGLFLyQ\HVFODYRVGHODUXWLQDµ
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GHUHIHUHQFLDSHURWDPELpQGHORVGHOFRQR-
cimiento experiencial que, fuera del contex-
WRHVFRODUPDQHMDHODOXPQDGR\HOSURSLR
profesorado.
(QGHÀQLWLYD SRGHPRVGHFLU TXHHOFR-
QRFLPLHQWR´VHHVFRODUL]DµHVGHFLUVHFRQ-
vierte en un producto apto para sobrevivir
y desarrollarse en el sistema escolar, pero
UHDOPHQWH PX\ DOHMDGR GHO FRQRFLPLHQWR
FLHQWtÀFR (O SUREOHPD HV TXH HQ PXFKDV
ocasiones no hemos sido conscientes de esa
distancia. Precisamente –como veremos más
DEDMR²IXH OD SHUVSHFWLYDGH HVWXGLR GHODV
disciplinas escolares la que vino en nuestra
ayuda para mostrar cuán diferente y pecu-
liar era el conocimiento que se transmitía en
el sistema escolar.
(OFDVRHVTXHHVHFRQRFLPLHQWR´HVFROD-
UL]DGRµWDQHVSHFtÀFR\WDQVXSXHVWDPHQWH
adecuado a su contexto, tampoco sirve para
ayudar a comprender y actuar en el mundo
en que vivimos, no respondiendo, así, a los
REMHWLYRV HGXFDWLYRV TXH VH VXHOHQ SURFOD-
PDURÀFLDOPHQWH
El conocimiento escolar es diferente
de otros conocimientos
Sin duda, el punto de partida para supe-
rar la confusión que acabamos de exponer
WHQGUtDTXH VHUXQD PtQLPDUHÁH[LyQHSLV-
temológica –lo que, a su vez, exige un dis-
tanciamiento, que los profesores no solemos
DGRSWDU² VREUH HO FRQRFLPLHQWR SHUR WDP-
poco nos ayuda mucho en eso la formación
recibida. Hemos terminado nuestra forma-
ción universitaria no sólo con escasa prepa-
UDFLyQGLGiFWLFDVLQRWDPELpQFRQFDVLQXOD
UHÁH[LyQVREUHHO FRQRFLPLHQWRHQTXHQRV
hemos estado formando, es decir, sin for-
mación epistemológica. A este respecto, es
inevitable que nos venga a la mente la idea
de Edgard Morin (2001) de proponer, para
la formación universitaria (general, no sólo
GHO SURIHVRUDGR XQD HVSHFLH GH ´GLH]PR
HSLVWHPROyJLFRµHVGHFLUJDUDQWL]DUTXHDO
PHQRVXQGHORVFUpGLWRVGHODVPDWH-
rias de la formación de cualquier futuro pro-
IHVLRQDOHQVXSDVRSRUODXQLYHUVLGDGHVWpQ
GHGLFDGRV D OD UHÁH[LyQ HSLVWHPROyJLFD H
histórica sobre su campo de conocimiento.
(OORD\XGDUtDDHQWHQGHUODFRPSOHMLGDGGHO
conocimiento, sus procesos de construcción,
las relaciones entre campos diversos, los in-
tereses vinculados a los mismos, etc.
En todo caso, en un momento deter-
minado muchos docentes comprendimos
–y este es un segundo paso en nuestra re-
ÁH[LyQ²TXHHOFRQRFLPLHQWRHVFRODUHVGLV-
WLQWRGHOFRQRFLPLHQWRFLHQWtÀFRGHUHIHUHQ-
cia, aunque no siempre se han obtenido, de
forma sosegada, las implicaciones que de
aquí se deberían derivar. En efecto, los pri-
PHURVDERUGDMHVHQODGpFDGDGHORV\ORV
90 estuvieron muy marcados por el deseo de
´SURSRQHUµFRQWHQLGRVHGXFDWLYRVDOWHUQDWL-
vos a la enseñanza tradicional, en el contex-
to de efervescencia de los movimientos de
renovación pedagógica, renacidos ya en la
GpFDGDDQWHULRUORV\ GH OD LOXVLRQDGD
oleada de experimentaciones que precedie-
URQDOD/2*6(XQFRQWH[WRHQHOTXH
VHSURGXMROXHJRHOQDFLPLHQWRGH)HGLFDULD
DSDUWLUGHODFRQÁXHQFLDGHJUXSRVTXHSUR-
poníamos en aquel momento proyectos cu-
rriculares innovadores.
Las propuestas siguieron, a grandes ras-
gos, dos rutas: en la educación primaria pre-
dominaron los intentos de convertir en co-
nocimiento escolar el conocimiento directa-
mente inspirado en la realidad circundante
y en las experiencias vividas, es decir, hubo
un sesgo hacia el conocimiento cotidiano
como referencia básica para el conocimiento
escolar. En la educación secundaria fue más
frecuente el intento de adaptación del cono-
FLPLHQWRFLHQWtÀFRDXQIRUPDWRPiVDVHTXL-
ble para el alumnado.
La primera vía, con una mirada básica-
PHQWH SDLGRFpQWULFD SURSLFLy XQ ´DFWLYLV-
PRµSHGDJyJLFR TXH FRQIUHFXHQFLD VHHV-
WUHOODEDFRQWUDHOPXURGHODFRPSOHMLGDGGH
lo que se pretendía enseñar4. Volver la mira-
4 (QWRGRFDVRKDEUtDTXHKDFHUOHVMXVWLFLDFRQPiVFDOPD D WRGDVHVWDVLQLFLDWLYDVDFWLYLVWDV\HVSRQWD-
neístas, aunque sólo sea por su función de caldo de cultivo de propuestas educativas posteriores, más
elaboradas.
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da hacia los alumnos y su mundo puso de
UHOLHYHHOLQWHUpVGHOFRQRFLPLHQWRPDQHMDGR
por los aprendices en su contexto cotidiano,
no escolar. Esta perspectiva se vio respalda-
da por la aparición del constructivismo en el
iPELWRDFDGpPLFRORTXHVLQHPEDUJRQR
caló en profundidad en el mundo del acti-
vismo y del espontaneísmo, teniendo por el
FRQWUDULR PHMRU UHFHSFLyQ SRU SDUWH GH ODV
propuestas, más elaboradas, que se estaban
desarrollando en la innovación vinculada
a las disciplinas (ante todo en las Ciencias
Naturales), y recibiendo, desde luego, pro-
moción, como bandera, por parte de la ad-
ministración educativa que diseñó y aplicó
la LOGSE.
Desde mi punto de vista –y más allá del
campo de debate tradicional en torno al
FRQVWUXFWLYLVPR ´GLGiFWLFRµ² HVWD DPSOLD
perspectiva innovadora, básicamente relati-
vista, es interesante desde el punto de vista
epistemológico, pues pone en valor los di-
versos tipos de conocimiento, superando el
absolutismo epistemológico imperante en
HO PXQGR DFDGpPLFR« \ HQ HO HVFRODU (Q
ese sentido, tomar en consideración el co-
nocimiento de los aprendices no es sólo, ni
tanto, un asunto que afecte a la metodología
didáctica –ámbito al que se le suele reducir–
VLQRVREUHWRGRDOFRQWHQLGRTXHHVREMHWR
de enseñanza, es decir, al conocimiento. Así,
el conocimiento del alumno se constituye
HQXQR²QRHQ HO ~QLFR KH DKt RWUR GH ORV
sesgos del momento– de los referentes para
GHÀQLUHOFRQRFLPLHQWRHVFRODUDHQVHxDU\
VREUHWRGR SDUD´DMXVWDUµVX QLYHOGHSUR-
IXQGLGDGDODVSRVLELOLGDGHVGHDSUHQGL]DMH
de los alumnos, teniendo en cuenta aspectos
FRPRODVGLÀFXOWDGHVHVSHFtÀFDVTXHDIHFWDQ
a la progresión de las ideas de esos alumnos,
el carácter más o menos compartido (en el
aula) de determinadas concepciones o sis-
temas de ideas, etc. (Giordan y De Vecchi,
$VWROÀ
En todo caso –y a la experiencia de la eta-
pa de la generalización de la LOGSE nos po-
demos remitir– el riesgo es evidente: tomar
como referencia casi exclusiva las aportacio-
nes de la psicología nos puede hacer olvidar
–como más arriba se decía– que el alumno
QRHVVLPSOHPHQWHXQ´VXMHWRµHVGHFLUXQ
DSUHQGL] HQ FRQGLFLRQHV ´QDWXUDOHVµ VLQR
XQ´HVFRODUµHQXQFRQWH[WRFRQXQDVUHJODV
HVSHFtÀFDVTXHFRQGLFLRQDQ\FRQVWULxHQHO
DSUHQGL]DMH
¿Sirve el conocimiento escolar en
otros contextos no escolares?
La segunda vía –arriba citada– de bús-
queda de alternativas, aun sin perder de
vista al alumno, se resistía a distanciarse del
referente disciplinar, lo que parecía otorgar
más rigor a su propósito. Pero un problema
que se halla en el trasfondo de los intentos
DOWHUQDWLYRVGHHVWDVHJXQGDYtD²\WDPELpQ
HQSDUWHGHODSULPHUD²HVHQTXpPHGLGDHV
posible o no la transición de un tipo de co-
QRFLPLHQWRDRWURGLFKRFRQRWUDVSDODEUDV
si resulta factible o no transferir un conoci-
miento elaborado en un contexto (como es el
escolar) a otro contexto diferente (la vida co-
tidiana). Es este un asunto, asimismo, clave
SDUDODGLGiFWLFD\HQ~OWLPRWpUPLQRSDUD
la educación, y por tanto merecedor de un
debate, que quizás haya estado demasiado
centrado en el campo de la psicología. Me
detengo en el mismo como tercer paso de
HVWDVUHÁH[LRQHV
Hay quienes piensan que no es posible
la transferencia del conocimiento entre con-
textos muy diferentes, considerando que
pueden coexistir, de forma independiente,
en un individuo, distintas formas de conoci-
miento, que se habrían generado en contex-
tos diversos y que se activarían, asimismo,
de manera diferencial, dependiendo del tipo
GHFRQWHQLGRWUDEDMDGR\GHOWLSRGHFRQWH[-
to. Según lo cual, la aplicación de lo aprendi-
do en la escuela a la vida cotidiana resultaría
PX\GLÀFXOWRVDSHURHQWRGRFDVRQRVHUtD
estrictamente necesaria, pues se dispondría
GHXQFRQRFLPLHQWR´GXDOµSDUDFRPSUHQ-
der la realidad habitual con la que se rela-
ciona el alumno (lo que podríamos llamar
´PHVRFRVPRVµ VHUYLUtD HO FRQRFLPLHQWR
cotidiano, mientras que para comprender
otros niveles de organización de la reali-
GDG ²VHD HO ´PDFURFRVPRVµ SRU HMHPSOR
los ecosistemas, las sociedades humanas...),
VHD HO ´PLFURFRVPRVµ SRU HMHPSOR HO QL-
YHOFHOXODUODV EDVHVÀVLROyJLFDVGH OD FRQ-
ducta humana...)– la escuela tomaría como
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UHIHUHQWH HO FRQRFLPLHQWR FLHQWtÀFR YpDVH
más ampliamente, Rodrigo y Arnay, 1997).
Ambos tipos de conocimiento podrían, así,
coexistir, sin graves interferencias, de forma
que el individuo los iría activando, de for-
PDGLIHUHQFLDOFRPRVLDFXGLHUDD´GLYHUVRV
UHJLVWURVµ GH SHQVDPLHQWR \ DFWXDFLyQ HQ
distintas situaciones vitales, en el ámbito fa-
miliar, en el profesional, en el escolar... (cfr.
*DUFtD3pUH]DSS\PiVDP-
pliamente, García Díaz, 1998).
Es difícil asumir esa interpretación del
IXQFLRQDPLHQWRGHODSUHQGL]DMHQRVyORSRU
UD]RQHV FLHQWtÀFDV ²TXH ODV KD\² VLQR SRU
razones que tienen que ver con las propias
ÀQDOLGDGHVGHOD HGXFDFLyQ HVFRODU HQ HVH
sentido, la visión que ofrece el conocimiento
cotidiano habitual –tan determinado por el
pensamiento social dominante– sobre cues-
tiones tan relevantes como las relaciones
humanidad-medio, el modelo de sociedad,
el concepto de lo público y lo privado, las re-
laciones interpersonales, las desigualdades,
HWFVHQRV SUHVHQWD FRPR PDQLÀHVWDPHQWH
PHMRUDEOH'HIRUPDTXHXQDHGXFDFLyQHV-
colar que se pretenda transformadora ten-
dría algo que decir al respecto, y habría de
hacerlo con un conocimiento alternativo que
VXSHUHHVDSHUVSHFWLYD VLPSOLÀFDGRUDTXH
en la práctica, reproduce y legitima el orden
VRFLDOGRPLQDQWH/RTXHQRVLJQLÀFDTXHHO
conocimiento cotidiano no tenga que ser, en
todo caso, un referente –no el único, desde
luego– del conocimiento escolar que se pro-
SRQJDFIU*DUFtD3pUH]DS
Por el contrario, es mayoritaria la opinión
TXHGHÀHQGHODSRVLELOLGDGGHWUDQVLFLyQGH
un tipo de conocimiento a otro y de transfe-
rencia de lo aprendido en un contexto a otro
distinto. En ese sentido, para determinadas
posiciones dentro de esta opinión general, la
IXQFLyQEiVLFDGHOD´LQVWUXFFLyQµ²FRQFHSWR
TXHFRUUHVSRQGHUtDFRQPD\RUMXVWH]DDHVWD
argumentación– escolar sería la sustitución
del conocimiento cotidiano propio de los
alumnos (considerado epistemológicamen-
WH LQIHULRU SRU HO FRQRFLPLHQWR FLHQWtÀFR
que sería la meta de referencia para la edu-
FDFLyQ (OOR LPSOLFDUtD XQ FDPELR ´IXHUWHµ
HQ HO SURFHVR GH DSUHQGL]DMH TXH SRU OR
demás, se produciría en el dominio concreto
GH FDGD FRQRFLPLHQWR FLHQWtÀFRGLVFLSOLQDU
FIU*DUFtD3pUH]DSS\PiV
ampliamente, García Díaz, 1998).
Esta hipótesis suele resultar atractiva
para el profesorado de secundaria, inserto
en su propia disciplina, y tendente a consi-
GHUDUHOFRQRFLPLHQWRGLVFLSOLQDUDFDGpPLFR
como una meta deseable, aunque sea de di-
fícil consecución. El formato más frecuente
en el que se ha plasmado esta posición es la
´WUDQVSRVLFLyQGLGiFWLFDµ5, entendida como
el proceso de reelaboración del conocimien-
WR FLHQWtÀFRGLVFLSOLQDU HO GHQRPLQDGR
savoir savant) para transformarlo en conoci-
miento escolar a enseñar (savoir à enseigner)
y, posteriormente, en conocimiento enseña-
do (savoir enseigné). La transposición se cen-
tra, pues, en las adaptaciones necesarias que
ha de sufrir el conocimiento, que tiene que
SDVDUGHO FRQWH[WR FLHQWtÀFR HQ TXHVHKD
generado, a un contexto de características
muy diferentes, el escolar. Y precisamente
esa focalización en la relevancia de los con-
textos de generación de los conocimientos
constituye, en mi opinión, la principal apor-
tación de la teoría de la transposición al de-
bate didáctico.
En cualquier caso, sin poner en duda la
contribución de la transposición didáctica
DODUHÁH[LyQVREUHHO FRQRFLPLHQWRHVFRODU
\SRU DxDGLGXUD DODFRQÀJXUDFLyQGH ODV
GLGiFWLFDVHVSHFtÀFDVFRPRFDPSRKD\EDV-
tantes peros que poner a esta teoría. Ante
todo, se le ha achacado el mantener una vi-
VLyQ´LQWHOHFWXDOLVWDµ\´DFUtWLFDµHQFXDQWR
TXHQRSRQHHQFXHVWLyQHOFDUiFWHUREMHWLYR
\VXSHULRUGHOFRQRFLPLHQWRFLHQWtÀFRFRPR
referente prácticamente único del conoci-
miento escolar. A. Luis Gómez (1998) la ha
FULWLFDGRSRUVXHQIRTXH ´UHGXFFLRQLVWDµ \
´QHRDFDGHPLFLVWDµ GH ORV FRQWHQLGRV HVFR-
5 /D´WUDQVSRVLFLyQGLGiFWLFDµHVXQFRQFHSWRGHVWDFDEOHGHVGHVXLQWURGXFFLyQHQHOFDPSRGHOD'LGiFWLFD
GHODV0DWHPiWLFDVHQHOiPELWRIUDQFpVVREUHWRGRDWUDYpVGHODREUDGH<YHV&KHYDOODUG'HDKt
pasó a la Didáctica de las Ciencias Naturales y a la Didáctica de las Ciencias Sociales, generando, en su
PRPHQWRDFDORUDGRVGHEDWHVFRPRPXHVWUDSXHGHYHUVHSRUHMHPSOR/XLV*yPH]\3DJqV
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lares. Para R. Cuesta (1999, p. 78), por su
SDUWHFRQVWLWX\HXQHMHPSORSDUDGLJPiWLFR
GH ODV GRV ´LOXVLRQHVµ TXH KDQ DIHFWDGR D
los procesos de innovación de ese momen-
WROD´LOXVLyQHSLVWHPROyJLFDµ\OD´LOXVLyQ
SVLFROyJLFDµHQHVHVHQWLGRODGLGiFWLFDVH
concebiría como una simple operación ins-
trumental destinada a regular las formas
de relación de la disciplina (tal y como está
FLHQWtÀFDPHQWHFRQVWLWXLGD \ HO ´VXMHWR GH
DSUHQGL]DMHµHVGHFLUODVFRQGLFLRQHV\FD-
SDFLGDGHVLQGLYLGXDOHVSDUDDSUHQGHUHOOR
VXSRQGUtD SRU XQD SDUWH XQD ´UHLÀFDFLyQ
HVHQFLDOLVWDGHODVGLVFLSOLQDVµFRPRVDEH-
res consagrados y acabados) y, por otra, una
´SVLFRORJL]DFLyQGH ORV SURFHVRV GHDSUHQ-
GL]DMHµHVGHFLUODFRQVLGHUDFLyQGHODOXP-
QRFRPRXQVXMHWRLQGLYLGXDOTXHDSUHQGH
según sus capacidades, el saber considerado
legítimo).
Desde nuestra perspectiva, cuestiona-
mos, en todo caso, que el conocimiento cien-
WtÀFRGLVFLSOLQDU WHQJD TXH VHU HO UHIHUHQWH
~QLFRRSULQFLSDO GHOFRQRFLPLHQWRHVFRODU
sin que ello implique la minusvaloración de
su papel en la escuela. En ese sentido, J.Mª.
Rozada, al plantearse la aportación que el
conocimiento disciplinar podría hacer a la
consecución de las metas educativas, preci-
saba, con claridad, que deberíamos enseñar
´XQFRQRFLPLHQWR WDQGLVFLSOLQDU FRPRVHD
necesario para que no sea meramente vul-
gar, pero a la vez tan «indisciplinado» como
sea preciso para que llegue a conectar con
ORVDOXPQRV\VXPXQGR\DOPLVPRWLHP-
po, tan práctico como haga falta para que no
VHDVyORUHSHWLGRHQVLWXDFLRQHVGHH[DPHQµ
(1991, p. 5).
En este debate, desde el Proyecto IRES,
venimos manteniendo que es posible la tran-
sición desde unos conocimientos a otros, así
como la transferencia de lo aprendido en un
contexto a otro contexto, si bien con determi-
nados matices que conforman una hipótesis
diferente de las expuestas. Consideramos
²FRPR YHUHPRV PiV DEDMR² TXH HO FRQRFL-
PLHQWRGHODOXPQDGR\DHQVtFRPSOHMRSRU
los componentes que lo integran: experien-
cias vividas en su mundo cotidiano, con el
correspondiente conocimiento elaborado en
ese contexto, retazos de conocimiento esco-
lar en sus diversas etapas, mal soldados con
los constructos cotidianos, algunos conoci-
PLHQWRVDSUHQGLGRVHQFRQWH[WRVHVSHFtÀFRV
GHDSUHQGL]DMH«SXHGH´HQULTXHFHUVHµ HQ
OD HVFXHOD KDFLpQGRVH PiV FRPSOHMR \ YD-
lioso.
En todo caso, el debate didáctico no se
puede sesgar hacia la programación y de-
sarrollo de las propuestas de conocimiento
a enseñar, pues resulta indispensable un
análisis adecuado de aquello que tiene tanta
fuerza y arraigo en la escuela, el conocimien-
to escolar real, inserto en la cultura escolar
dominante. Sin tomar como base ese análi-
sis, es difícil que se puedan fundamentar las
propuestas alternativas. Y ese va a ser otro
SDVRGHFLVLYR²HOFXDUWR²HQPLVUHÁH[LRQHV
sobre el conocimiento escolar.
Una perspectiva sociogenética de la
cultura escolar
En efecto, no se puede plantear sólo lo
deseable, sin tener en cuenta el peso y el ori-
gen de lo real: el conocimiento escolar que
de hecho existe y, por tanto, la cultura esco-
lar que nos envuelve (vid., más detenida-
PHQWH*DUFtD3pUH]DSS'H
ahí que convenga enmarcar el análisis de di-
cho conocimiento en la más amplia cuestión
de la cultura escolar, entendida como la cul-
tura que englobaría todos los conocimientos
que se entrecruzan y operan en el contexto
HVFRODU3pUH]*yPH]6LJXLHQGRD$
Viñao (2001, p. 31), se puede entender la cul-
WXUDHVFRODU FRPR ´XQ FRQMXQWRGHWHRUtDV
ideas, principios, normas, pautas, rituales,
inercias, hábitos y prácticas –formas de ha-
cer y pensar, mentalidades y comportamien-
tos– sedimentadas a lo largo del tiempo en
forma de tradiciones, regularidades y reglas
GH MXHJR QR SXHVWDV HQ HQWUHGLFKR \ FRP-
partidas por sus actores en el seno de las
LQVWLWXFLRQHVHGXFDWLYDVµ/RVUDVJRVFDUDF-
WHUtVWLFRVGHGLFKDFXOWXUDVRQSXHV´ODFRQ-
tinuidad y persistencia en el tiempo, su ins-
titucionalización y una relativa autonomía
TXHOHSHUPLWHJHQHUDUSURGXFWRVHVSHFtÀFRV
²SRUHMHPSORODVGLVFLSOLQDVHVFRODUHV²TXH
ODFRQÀJXUDQFRPRWDOFXOWXUDLQGHSHQGLHQ-
te. La cultura escolar sería, en síntesis, algo
que permanece y que dura [...], un sedimen-
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WRIRUPDGRHQHOWLHPSRµ\TXHODVUHIRUPDV
apenas consiguen erosionar.
La cultura escolar, en todo caso, no se-
ría algo monolítico, sino un conglomerado,
constituido, a su vez, por una diversidad de
culturas: la cultura del alumnado –a la que
KHKHFKRUHIHUHQFLD²ODFXOWXUDHVSHFtÀFDGH
ORVSURIHVRUHVODFXOWXUD´DFDGpPLFDµGHODV
GLVFLSOLQDV HVFRODUHV R OD FXOWXUD ´SROtWLFR
LQVWLWXFLRQDOµ SURGXFLGD HQ ORV HQWRUQRV
administrativos y burocráticos (Escolano,
2000). En ese sentido, la escuela puede ser
HQWHQGLGD²FRPRGHVWDFD$,3pUH]*yPH]
S ² D PRGR GH ´XQ HVSDFLR HFR-
lógico de cruce de culturas cuya responsa-
ELOLGDGHVSHFtÀFDTXHODGLVWLQJXHGHRWUDV
instituciones e instancias de socialización y
OHFRQÀHUHVXSURSLDLGHQWLGDG\VXUHODWLYD
autonomía, es la PHGLDFLyQUHÁH[LYD de aque-
OORVLQÁXMRVSOXUDOHV TXHODVGLIHUHQWHVFXO-
WXUDVHMHUFHQGHIRUPDSHUPDQHQWHVREUHODV
nuevas generaciones, para facilitar su desa-
UUROORHGXFDWLYRµ
(VHFRPSOHMR\GLQiPLFR´FUXFHGHFXOWX-
UDVµHVHQ~OWLPRWpUPLQRHOFRQWH[WRHQHO
que se desarrolla la educación escolar. Así, se
SRGUtDGHFLUTXH´ODFXOWXUDRIUHFHVLHPSUH
XQHVSDFLRGHQHJRFLDFLyQGHVLJQLÀFDGRV\
se recrea constantemente como consecuencia
GHHVWHPLVPRSURFHVRGH QHJRFLDFLyQµHQ
HVHVHQWLGR´ORVLQGLYLGXRVSDUWLFLSDQFUHD-
doramente en la cultura al establecer una re-
ODFLyQYLYD\GLDOpFWLFDFRQODPLVPDµ3pUH]
Gómez, 1992, pp. 71-72). Sin embargo, ese
SURFHVRVHGDFRQPXFKDGLÀFXOWDGHQODFXO-
tura escolar, y más aún en relación con aquel
componente de la misma más cerrado y co-
GLÀFDGRFRPRHVHOFRQRFLPLHQWRHVFRODUGH
forma que, dada la brecha existente –cada
vez mayor– entre la cultura del alumnado y
OD FXOWXUD DFDGpPLFD FRQVLGHUDGD GHVHDEOH
por el profesorado, se podría entender la en-
señanza, en su versión convencional, como
un cierto proceso que pretende imponer al
DOXPQDGRFRQHVFDVRp[LWRXQDFXOWXUD´VX-
SHULRUµ*DUFtD'tD]HWDO
Desde esta perspectiva, pues, la cultura
escolar puede ser considerada como una
cultura dinámica, como un producto so-
cial que, al tiempo que va constituyendo
un sedimento estable y duradero, se halla,
de hecho, en constante transformación, es
decir, está siendo reconstruida en el marco
escolar a partir de las diversas culturas que
DOOtFRQÁX\HQ'HDKtTXHHQHVHSURFHVRGH
FRQÀJXUDFLyQUHVXOWHHVSHFLDOPHQWHVLJQLÀ-
FDWLYR HO IDFWRU VRFLRKLVWyULFR GH GRQGH D
su vez, la necesidad de incorporar el análisis
VRFLRJHQpWLFR FRPR SHUVSHFWLYD HVSHFLDO-
PHQWHLOXPLQDWLYDSDUDOOHJDUDOVLJQLÀFDGR
profundo de dicha cultura (Cuesta, 1999).
Y esta ha sido la gran aportación que en
ODVGRV ~OWLPDV GpFDGDV QRV KD D\XGDGRD
contemplar el conocimiento escolar con una
escala más amplia y, por lo tanto, nos ha per-
mitido combinar la mirada propositiva (ha-
cia el futuro) con la mirada analítica (hacia
el presente y el pasado).
Esta perspectiva nos ha llegado a la
didáctica, y concretamente a la didáctica
crítica, desde la historia de las disciplinas
HVFRODUHVXQFDPSRGHLQYHVWLJDFLyQFRQÀ-
gurado a partir de los años 70 del pasado si-
glo, sobre todo en Gran Bretaña, entre otros
SRU,YRU)*RRGVRQEDMRODLQÁXHQFLDGHOD
´QXHYD VRFLRORJtD GH OD HGXFDFLyQµ LQJOH-
VD\GHORV´HVWXGLRVGHOFXUUtFXOXPµ\HQ
)UDQFLD HQWUH RWURV WDPELpQ SRU 'RPLQL-
TXH-XOLD\$QGUp&KHUYHOHQHOPDUFRHQ
HVWHFDVR GH OD ´KLVWRULDFXOWXUDOµ\GH OD
KLVWRULD GH OD ´FXOWXUD HVFRODUµ FIU 9LxDR
2006). La recepción en España de esta nue-
va mirada sobre las disciplinas escolares se
produce en los pasados años 90, y el papel
de las aportaciones fedicarianas ha sido re-
levante6, empezando por la obra seminal
de Raimundo Cuesta sobre la historia como
disciplina escolar7, en la que acuña el con-
FHSWR GH ´FyGLJR GLVFLSOLQDUµ \ FRQ RWURV
estudios, como el de Julio Mateos sobre el
código pedagógico del entorno8, el de Javier
Merchán sobre la producción el conocimien-
6 Puede verse un cierto panorama de estas aportaciones en Cuesta, 2008.
7 Vid. las principales aportaciones de su tesis doctoral en Cuesta, 1997 y 1998.
8 Vid. las aportaciones básicas de su tesis doctoral
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to en la clase de Historia9, el de Alberto Luis
Gómez y Jesús Romero Morante (2007) so-
EUH HO FRQRFLPLHQWR JHRJUiÀFR HO GH -XDQ
0DLQHUVREUH OD FRQÀJXUDFLyQ GHODGLGiF-
tica de las ciencias sociales como campo10 o
el de R. Cuesta y J. Mainer (2015) sobre el
cuerpo de catedráticos de instituto.
La investigación desarrollada desde la
SHUVSHFWLYDVRFLRJHQpWLFDQRVKDSHUPLWLGR
pues, poner en cuestión el carácter del cono-
FLPLHQWR FLHQWtÀFRGLVFLSOLQDU FRQVROLGDGR
a lo largo de los siglos XIX y XX, como único
conocimiento valioso y referente legitimado
de la actividad educativa (Mainer, 2001b),
desvelando que los conocimientos formali-
zados en las disciplinas escolares tradicio-
nales son una construcción social, productos
GH XQD pSRFD \ FLUFXQVWDQFLDV GHWHUPLQD-
GDVTXHSHUYLYHQPHUFHGDODFRQMXQFLyQGH
toda una serie de factores sociales, políticos
e ideológicos (Gurpegui y Mainer, 2013).
Asimismo, este enfoque de investigación ha
demostrado que las disciplinas escolares no
FRLQFLGHQFRQHOVXSXHVWRVDEHUFLHQWtÀFRGH
referencia sino que han seguido su proceso
peculiar de construcción histórica (cfr. Gar-
FtD3pUH]DSS
Construir el conocimiento escolar
trabajando en torno a problemas
relevantes
Con esta visión más amplia y comple-
MD VREUH HO FRQRFLPLHQWR HVFRODU VLJR FUH-
yendo, como anunciaba más arriba, que es
posible compatibilizar el análisis crítico de
FDUiFWHU VRFLRJHQpWLFR GHO FRQRFLPLHQWR
HVFRODU ´UHDOµ FRQ OD FRQWHPSODFLyQ FRPR
UHIHUHQFLD KLSRWpWLFD GH XQ FRQRFLPLHQWR
HVFRODU´GHVHDEOHµ(OORVLJQLÀFDUtD DVXPLU
una posición determinada acerca de cómo
se construye, y reconstruye, el conocimien-
to escolar, así como una hipótesis acerca del
tipo de currículum deseable, que, en nues-
tro caso, sería un currículum organizado en
torno a problemas sociales y ambientales
relevantes. Veamos ambas cuestiones, con
las que cierro –como quinto paso– este reco-
UULGRUHÁH[LYR
Respecto a la construcción del conoci-
PLHQWRPH DFRMR²GHVGHHO PDUFRGHO SUR-
yecto IRES, antes citado– a la hipótesis de
un conocimiento escolar que, siendo distin-
WRGHOFRQRFLPLHQWRFLHQWtÀFRGLVFLSOLQDUGH
UDLJDPEUH DFDGpPLFD HV DVLPLVPR VXSH-
rador del conocimiento cotidiano más habi-
WXDOUHÁHMRHQGHÀQLWLYD GHOSHQVDPLHQWR
social dominante. Sería un conocimiento
peculiar elaborado en el contexto escolar11 y
construido por la interacción de los diversos
agentes implicados en el mismo, cuya meta
QRKDEUtDGHVHUHOFRQRFLPLHQWRFLHQWtÀFR
VLQRHOHQULTXHFLPLHQWR\ODFRPSOHML]DFLyQ
del propio conocimiento de los alumnos, en
su interacción con otros conocimientos. En
ese sentido, se debería fomentar la madura-
ción hacia formas autónomas y críticas de
pensamiento, en un intento de incardina-
FLyQGLDOpFWLFDHQORVSURFHVRVGH´UHÁH[LyQ
FUtWLFDµ GHO SHQVDPLHQWR KXPDQR *DUFtD
3pUH] D SS \ PiV DPSOLD-
mente, García Díaz, 1998).
El conocimiento cotidiano sería, pues, un
punto de partida y un referente importan-
te en ese proceso de construcción, aunque
sea –como acabo de expresar– para ser su-
perado, en busca de un conocimiento más
FRPSOHMR12. A ese respecto, es urgente que
la educación haga un esfuerzo por superar
HO GHVDMXVWH TXH VH SHUFLEH FDGD GtD HQ OD
9 Vid. Merchán, 2001 y las aportaciones básicas de su tesis doctoral en Merchán, 2005.
10 Vid. las aportaciones básicas de su tesis doctoral en Mainer, 2009.
11 (QWHQGLHQGRODHVFXHODLQHTXtYRFDPHQWHFRPR´HVSDFLRS~EOLFRµHQODOtQHDHQTXHVHKDWUDEDMDGRHQ
)HGLFDULD1RVLHQGRSRVLEOHDERUGDUDTXtHVWHDVSHFWRUHPLWRDOPHQRVDO´7HPDGHODxRµGHOQGH
Con-Ciencia Social \HQHVSHFLDODODDSRUWDFLyQGH-0DUWtQH]%RQDIpVREUHHVIHUDS~EOLFD
conocimiento escolar y didáctica crítica.
12 8QSRVLFLRQDPLHQWRVLPLODUHVWiSUHVHQWHSRUHMHPSORHQHOSUR\HFWR*HD&OtR6RXWRDVtFRPRHQ
diversos proyectos del ámbito fedicariano.
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escuela: los educadores, amparándonos en
XQD FXOWXUD DFDGpPLFD TXH FRQVLGHUDPRV
VXSHULRU SRQHPRV HO pQIDVLV HQ HO FRQRFL-
miento que tenemos que transmitir, mien-
tras que los alumnos, inmersos en otra cul-
WXUDSLHQVDQHQWpUPLQRVGHODVDFWLYLGDGHV
que tienen que realizar. Poner a dialogar
estas dos visiones es un reto que habría que
asumir desde un proyecto educativo crítico.
(QWRGRFDVRHVHGHVDMXVWHDOÀQ\DOFDER
SXHGH VHU FRQVLGHUDGR FRPR HO UHÁHMR GH
RWUDV FRQWUDGLFFLRQHV TXH WDPELpQ VH GDQ
en la propia sociedad, sin que tengamos por
TXpFRQVLGHUDUTXHSRUHOORODHVFXHODHVWi
más en crisis que otros momentos.
(Q GHÀQLWLYD HVWD FRQVWUXFFLyQ PiV
FRPSOHMDGHOFRQRFLPLHQWRHVFRODUUHTXLHUH
una serie de referentes fundamentales: el
conocimiento cotidiano (presente en el me-
dio social y en las ideas de los alumnos13),
FRPRDFDERGHH[SRQHUHOFRQRFLPLHQWRGH
ODVGLVFLSOLQDVFLHQWtÀFDV\GHRWURVFDPSRV
GHOVDEHUVRFLDOPHQWHRUJDQL]DGRVORVSUR-
blemas sociales y ambientales de la realidad
(como campo, a la vez, de análisis y de apli-
FDFLyQGHODHGXFDFLyQ\XQFRQRFLPLHQWR
GH FDUiFWHU ´PHWDGLVFLSOLQDUµ TXH SHUPLWD
gestionar la diversidad de referentes cita-
GRV \ FRQVWLWX\D XQD FRVPRYLVLyQ TXH Gp
sentido a las intenciones educativas (García
Díaz, 1998).
Respecto a la segunda cuestión, arriba
planteada, opto con claridad por un currí-
culum integrado y estructurado en torno
a problemas relevantes (Beane, 2005), una
alternativa asumida por muchos proyectos
innovadores –y especialmente en el seno
de Fedicaria– frente a la práctica curricular
mayoritaria, que concibe la enseñanza es-
WUXFWXUDGD HQ ´WHPDVµ VHJ~Q OD WUDGLFLyQ
escolar. Esta opción puede ser defendida
con algunos argumentos básicos, que resu-
PRFIU*DUFtD3pUH]'HVGHXQDSHUV-
SHFWLYD FRPSOHMD ORV SUREOHPDV IDYRUHFHQ
un enfoque del conocimiento más abierto
\ OOHQR GH SRVLELOLGDGHV GHVGH XQD SHUV-
SHFWLYD FRQVWUXFWLYLVWD WUDEDMDU HQ WRUQR D
problemas es un planteamiento coherente
con los procesos de construcción del conoci-
PLHQWRGHVGHXQDSHUVSHFWLYDVRFLDOFUtWLFD
son los problemas sociales y ambientales los
TXHGHEHQVHUREMHWRUHOHYDQWHGHHQVHxDQ-
]DPDQWHQLpQGRVHHQWRGRFDVRHOFRQRFL-
PLHQWR FLHQWtÀFRGLVFLSOLQDU DO VHUYLFLR GHO
tratamiento de aquellos problemas.
Estructurar la enseñanza en torno a pro-
blemas constituye, así, una solución a la tra-
dicional dicotomía entre temas disciplinares
(con fuerte arraigo en la cultura escolar) y
HMHVWUDQVYHUVDOHV TXH SRQHQ HO pQIDVLV HQ
los valores). Los problemas permiten rom-
per la rígida estructura del conocimiento es-
colar tradicional, facilitando la integración
de conceptos, procedimientos de construc-
ción del conocimiento y valores vinculados
a la búsqueda de soluciones para dichos
problemas, propiciando la acción ciudada-
QDDWUDYpVGHODSDUWLFLSDFLyQ
Por lo demás, esta opción exige –en co-
herencia– un modelo de metodología de
´LQYHVWLJDFLyQHVFRODUµHVGHFLUGHVDUUROODU
el proceso de enseñanza partiendo del plan-
teamiento de dichos problemas, teniendo en
FXHQWDODVKLSRWpWLFDVLGHDVGHORVDOXPQRV
y aportando gradualmente informaciones
pertinentes que permitan la construcción de
conclusiones que respondan a lo planteado.
Ello es tanto más necesario en un mo-
mento como el actual, en que los gravísimos
problemas de nuestro mundo están exi-
giendo una respuesta en distintos niveles y
HVFDODVWDPELpQGHVGH OD HGXFDFLyQ FRPR
FRQWULEXFLyQ IXQGDPHQWDO D XQD DXWpQWLFD
IRUPDFLyQ FLXGDGDQD *DUFtD 3pUH] \ 'H
$OED 0HUFKiQ \ *DUFtD 3pUH]
*DUFtD3pUH] \ (Q HVHVHQWLGR
esta opción educativa puede proporcio-
QDUDODOXPQDGRHOEDJDMHFRQFHSWXDO\ORV
instrumentos intelectuales necesarios para
comprender la naturaleza de los problemas,
para saber afrontarlos y para buscar solucio-
nes, fomentando la participación social, el
FRPSURPLVRFROHFWLYR\HOWUDEDMRVROLGDULR
algo que la escuela tradicional, por sus ca-
racterísticas y por el modelo didáctico que la
caracteriza, es incapaz de realizar.
13 ,GHDVTXHLQHYLWDEOHPHQWHLQFOX\HQWDPELpQXQIXHUWHFRPSRQHQWHGHFRQRFLPLHQWRVWtSLFDPHQWH´DFD-
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(Q HVD OtQHD VHJXLPRV WUDEDMDQGR PX-
chos docentes, convencidos, hoy, de que un
riguroso análisis crítico del conocimiento es-
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ser realistas, no renuncien a la utopía.
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