Available via license: CC BY-NC-ND 4.0
Content may be subject to copyright.
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
RESUMEN
Objetivo: determinar las aplicaciones clínicas de la tomografía axial computarizada (TAC) y la
resonancia magnética (RM) en el diagnóstico y manejo de algunas patologías frecuentes de órbita
y vía óptica. Materiales y métodos: se realizó una revisión bibliométrica empleando estrategias
de búsqueda en las bases de datos Pubmed y Medline, entre otras. Resultados y discusión: con la
presente revisión se identificó el examen de preferencia por ciertos autores entre el 2009 y el 2012
para patologías frecuentes de órbita y vía óptica. Sin embargo, en el proceso de búsqueda se evi-
denció que algunas presentaron frecuencias similares durante un periodo determinado, mientras
que otras demostraron cambios significativos en el examen de elección a través de los años, lo que
permitiría asegurar que ambas técnicas son complementarias para el diagnóstico, el tratamiento
y el seguimiento de la patología. No obstante, es indispensable reconocer las manifestaciones
clínicas, puesto que tendrán un valor predictivo al elegir el examen diagnóstico; asimismo, es
importante hacer hincapié en el beneficio de la detección precoz de patologías mortales, lo cual
ha favorecido la investigación de la medicina preventiva, puesto que la imaginología es crucial
en la valoración de la extensión de la enfermedad ocular, la extensión retrobulbar y la metástasis
intracraneal en determinados casos.
La tomografía computarizada y la resonancia
magnética en patologías frecuentes de órbita
y vía óptica. Una revisión
Computed Tomography (CT) and Magnetic Resonance Imaging (MRI)
in Frequent Orbital and Optical Path Pathologies. A Review
Lina Marcela Acuña Bedoya*
Sara Viviana Angulo Sánchez*
*Estudiantes del programa de Optometría, Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad de La Salle.
Palabras clave: TC, RM,
contraste, neuroimagen,
selar, paraselar, neopla-
sias orbitarias, neuritis
óptica, oftalmopatía ti-
roidea, fistula carótido-
cavernosa, retinoblasto-
ma, celulitis.
ABSTRACT
Objective: To determine the clinical applications of the computed axial tomography (CAT) and the
magnetic resonance imaging (MRI) in the diagnosis and management of some frequent orbit and
optical path pathologies. Materials and Methods: A bibliometric review was conducted by using
search strategies in the Pubmed and Medline databases, among others. Results and Discussion:
With this review, the preferred exam for some authors between 2009 and 2012 for frequent orbital
and optical path pathologies was identified. However, during the search process, it became evident
that some of them showed similar frequencies during a determined period, while others showed
significant changes in the test of choice through the years, which would make it possible to ensure
that both techniques are complementary for the diagnosis, the treatment and the follow-up of the
pathology. Nevertheless, it is necessary to recognize the clinical manifestations, because they would
have a predictive value when choosing the diagnostic exam; it is likewise important to highlight the
benefit of early detection of mortal pathologies, which has favored research in preventive medici-
ne, given that imaging is crucial in the assessment of the extension of ocular disease, retrobulbar
extension and intracranial metastasis in certain cases.
Keywords: CAT, MRI,
contrast, neuroimaging,
sellar, parasellar, orbital
neoplasm, optical neu-
ritis, thyroid ophthalmo-
pathy, carotid-cavernous
fistula, retinoblastoma,
cellulitis.
94
Acuña Bedoya, L. M.; Angulo Sánchez, S. V.
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
INTRODUCCIÓN
La radioimagen ha recorrido un largo camino des-
de el descubrimiento de los rayos X en 1895 hasta el
desarrollo de sofisticadas técnicas de imagen como
la tomografía computarizada (TC) y la resonancia
magnética (RM) (Gandhi y Nair, 2011). En con-
secuencia, han sido métodos de gran utilidad para
el diagnóstico de lesiones estructurales, orbitarias
e intracraneales.
La RM se basa en las propiedades de la interacción
entre campos magnéticos y eléctricos (Pedrosa,
2009). Durante las últimas décadas sus aplicacio-
nes han tenido una rápida expansión. Por su parte,
la TC se basa en el principio de atenuación de los
rayos X en los tejidos que poseen diferentes densida-
des o valores de atenuación (Rojas, Prada y Araque,
2005). Cada uno de estos métodos diagnósticos
tiene tanto especificidad como sensibilidad para
el diagnóstico precoz de patologías orbitarias y de
la vía óptica que han sido ampliamente discutidas
en investigaciones; sin embargo, las indicaciones
para algunas patologías no han sido específicas,
pues la TC y la RM son procedimientos de diag-
nóstico complementarios y pueden ser utilizados
conjuntamente en algunas circunstancias (Bila-
niuk y Farber, 1992).
La Ley 372 de 1997, que rige la actividad profesio-
nal del optómetra en Colombia, incluye “acciones
de prevención y corrección de las enfermedades
del ojo y del sistema visual por medio del examen,
diagnóstico, tratamiento y manejo que conduzca
a lograr la eficiencia visual y la salud ocular” (Mi-
nisterio de Educación Nacional, 1997). De este
modo, la integralidad de la optometría les exige a
los profesionales del área de la salud visual tener
el conocimiento acerca de la anatomía, la patolo-
gía y los avances en neuroimagen que les permita
realizar una evaluación óptima de los desórdenes
orbitarios y de la vía visual o incluso realizar la
remisión pertinente, asumiendo como objetivos
primordiales la excelencia clínica y el bienestar
del paciente, objetivos estos obtenidos a través de la
transdisciplinariedad médica y de otros profesiona-
les de salud. No obstante, es evidente el descono-
cimiento por parte de los optómetras con respecto
a las técnicas de neuroimagen, por lo cual surge la
necesidad de dar a conocer los principios básicos
de funcionamiento y las indicaciones específicas
para las patologías más frecuentes, teniendo en
cuenta los hallazgos semiológicos que se pueden
presentar durante la consulta optométrica. El pre-
sente trabajo determinó las aplicaciones clínicas
de la imagenología como apoyo para el diagnós-
tico y manejo de algunas patologías orbitarias y
lesiones de la vía óptica a partir de una revisión
bibliométrica.
METODOLOGÍA
Se realizó una revisión bibliométrica empleando
estrategias de búsqueda en las bases de datos Pub-
med y Medline, entre otras. Inicialmente se llevó a
cabo la búsqueda de artículos publicados respecto
a las generalidades de las técnicas de neuroima-
gen, sus principios físicos, indicaciones clínicas y
contraindicaciones; posteriormente, la revisión se
orientó a la exploración de publicaciones acerca
del uso de la TC y de la RM en el diagnóstico
de patologías específicas. En este caso los ítems
fueron buscados en inglés; estos fueron: magnetic
resonance imaging, orbit computed tomograpy,
diagnostic imaging, neuro-ophtalmic desorders,
imaging retinoblastoma, imamging techniques,
macromolecular MRI contrast agents, cavernous
hemangioma, carotid cavernous fistula, Graves`s
orbitopathy, optic glioma, optic neuritis y orbital
cellulitis. Los artículos fueron seleccionados con
base en su aplicabilidad directa en el tema, y la
estrategia de búsqueda estuvo limitada por año de
publicación (2009-2012). Adicionalmente, se reu-
nió información de revistas electrónicas y de libros
de neurorradiología especializados en el tema.
ANTECEDENTES
Es fundamental comprender los principios físicos,
las indicaciones y las contraindicaciones de las dos
95
La tomografía computarizada y la resonancia magnética en patologías frecuentes de órbita y vía óptica
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
técnicas de imagen (TC y RM) para seleccionar
el método diagnóstico adecuado o realizar la re-
misión pertinente.
Tomografía computarizada
La TC es una modalidad de radiología empleada
para evaluar una variedad de trastornos que afectan
la cabeza y el cuello, entre otras partes del cuer-
po. Aparece por primera vez en 1972, basado en
el estándar de rayos X, con la atenuación por los
tejidos de diferentes densidades. La presencia de
los rayos X significa exposición a la radiación, a
diferencia de la RM. Las imágenes se adquieren
por la rotación rápida de un tubo de rayos X. La
radiación transmitida se mide por un anillo detector
situado en el gantry y los datos obtenidos por este
son analizados por un ordenador. Se calculan la
densidad o el valor de atenuación del tejido en
cada punto. La imagen se reconstruye de acuerdo
con elementos de esta denominados pixeles, a cada
píxel se le asigna un valor numérico. Estos valores
se comparan con el valor de atenuación del agua,
asignado por sir Gordfrey Hounsfield, quien fue
pionero de la TC, y se muestran en una escala de
unidades arbitrarias llamadas unidades Hounsfield,
La de Hounsfield es una escala cuantitativa que
describe el radio de densidad. En ella se asignan
diferentes valores de atenuación: por ejemplo, para
el agua el valor de atenuación es cero, mientras
que materiales más densos como el plomo ate-
núan o bloquean el haz de rayos X, mientras que
el material menos denso permite que el haz pase
a través de los detectores. Así, por convención, los
materiales densos como los huesos aparecen más
brillantes (unidades positivas de Hounsfield) en
la TC y los que son menos densos, como el aire,
aparecen más oscuros (unidades negativas Houns-
field) (Murray, 2008).
Durante la década de 1980 con los avances técnicos
se habilitó el tubo de rayos X para girar continua-
mente en una dirección alrededor del paciente.
Esto condujo a la introducción en 1989 de la TC
de tipo helicoidal (o espiral), lo que favoreció el
que las grandes regiones anatómicas del cuerpo
lograran estar menos expuestas a la radiación glo-
bal; así mismo, se incrementó el rendimiento del
paciente (Murray, 2008).
El multicorte o multidetector para la exploración
de TC es la actual generación de escáneres dispo-
nibles en el mercado. Estos no solamente emplean
el principio de escáneres helicoidales, sino que
incorporan varias filas de anillos detectores (de 4
a 64) y por tanto pueden adquirir múltiples cortes
por rotación del tubo y mayor superficie cubierta
en un tiempo determinado por el haz de rayos X,
lo cual ofrece una imagen muy clara de la órbita,
el tejido circundante y el cerebro. Este procedi-
miento dura aproximadamente una hora (Mukherji
et ál., 2010; Murray, 2008). El examen estándar
debe consistir en la adquisición de imágenes en
el plano axial, y cuando se utiliza un escáner
multidetector se reconstruye en el plano coronal.
En ausencia de cualquier contraindicación, el
contraste por vía intravenosa debe administrarse
en la evaluación de neoplasias, enfermedades in-
flamatorias y lesiones vasculares; no obstante, las
imágenes con precontraste son necesarias cuando
se intenta identificar calcio en entidades como el
retinoblastoma (Dolinskas, 2008).
En el plano axial las secciones contiguas o super-
puestas deben ser obtenidas de la parte superior
del seno frontal, y después es necesario continuar
inferiormente a través del paladar duro, mientras
que en el plano coronal las secciones contiguas o
que se superponen se deben obtener del reborde
orbitario de la silla turca. En ambos casos el grosor
del corte de la pantalla no debe exceder los tres mi-
límetros. Cuando se evalúan los pequeños cuerpos
extraños, el grosor de los cortes en la pantalla no
debe exceder los 1,5 milímetros (Dolinskas, 2008).
RESONANCIA MAGNÉTICA
La RM es una herramienta útil en la medicina de
diagnóstico y en la investigación preclínica. Utiliza
los protones de agua del tejido para visualizar las
estructuras anatómicas con alta resolución espacial.
La primera imagen de este tipo fue publicada en
96
Acuña Bedoya, L. M.; Angulo Sánchez, S. V.
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
1973 por Paul Lauterbur. Posteriormente, los es-
tudios iniciales fueron realizados en humanos y se
publicaron en 1977. La primera publicación de la
utilización de agentes de contraste paramagnéticos
apareció en la década de 1980. Durante las últimas
décadas, las aplicaciones de la RM en la clínica
han ido en rápida expansión (Tan y Lu, 2011).
La RM es un método de imagen multiplanar ba-
sado en la interacción entre la radiofrecuencia
(RF), los campos electromagnéticos y algunos
núcleos del cuerpo (por lo general los núcleos de
hidrógeno). La RM es un examen sensible para
detectar patologías. Esta sensibilidad se da gracias
a variaciones en las propiedades de relajación
magnética de los diferentes tejidos, tanto normales
como patológicos, y la dependencia de la señal de
RM en estas propiedades de los tejidos. Los puntos
fuertes de la RM son la alta resolución espacial
(< 0,1 mm), la resolución temporal, la ausencia de
radiación ionizante, la penetración a los tejidos y
los múltiples mecanismos de contraste (Demer
y Dushyanth, 2011; Fischera y Kempkesb, 2010;
Golding, 2010).
La RM genera imágenes de tejidos mediante la
medición de la interacción entre campos eléctri-
cos, campos magnéticos externos y el momento
magnético de protones de agua. Cualquier átomo
que tenga un número impar de protones (como
es el caso del átomo de hidrógeno) posee la ca-
pacidad de comportarse como un pequeño imán
en presencia de un campo magnético (momento
magnético) y de generar otro campo magnético
al serle aplicada una onda eléctrica o de radiofre-
cuencia (Tan y Lu, 2011). El ser humano adulto
normal tiene aproximadamente 60 % del peso
corporal compuesto de agua. Los protones de agua
tienen un momento magnético y las orientaciones
de estos son aleatorias en la ausencia de un campo
magnético externo. Cuando el paciente se coloca
en un equipo de RM, los momentos magnéticos se
alinean con los protones a lo largo (baja energía)
o en contra (alta energía) del campo magnético
estático (B0) del escáner y crean una magnetiza-
ción neta que apunta en la dirección del princi-
pal campo magnético. El número de protones en
estado de energía más baja es ligeramente mayor
que aquellos en el campo de energía más alto
(Tan y Lu, 2011).
La RM posee tiempos de relajación. Este fenómeno
se debe a una serie de procesos físicos en los cuales
los hidrogeniones se excitan y, luego, al cesar la
excitación, vuelven a la situación original (Pedrosa,
2009). Estos momentos de relajación se clasifican
en: el tiempo de relajación T1, definido como el
tiempo requerido después de la excitación de 63 %
de la magnetización longitudinal para recuperar su
magnitud original, y el tiempo de relajación T2,
que se define como el tiempo requerido después
de la excitación de la magnetización para reducir-
se al 37 % de su valor inicial a través de procesos
irreversibles. La relajación es fundamental para el
contraste de una imagen de RM ya que los tejidos
tienen características diferentes de relajación. Los
tejidos con poco tiempo de relajación T1 dan una
fuerte señal de RM, lo que resulta en imágenes
brillantes en T1; es decir, contraste positivo de la
imagen. Asimismo, visualizan bien la grasa y la ana-
tomía, mientras que los tejidos con poco tiempo de
relajación como los T2 presentan una débil señal
de RM, lo que resulta en imágenes oscuras en T2;
es decir, contraste negativo de la imagen. Este es
el caso de muchos tumores malignos (Fischera y
Kempkesb, 2010; Frullano y Caravan, 2011; Tan
y Lu, 2011).
Neuroimagen (TC y RM) con contraste
El contraste de la imagen puede lograrse mediante
la adición de un compuesto paramagnético de-
nominado “agente de contraste”. Estas molécu-
las actúan como catalizadores, por ejemplo para
acortar los tiempos de relajación de las moléculas
de agua que se generan como resultado de los
cambios de la señal en RM (Frullano y Caravan,
2011). Los contrastes tienen potencial para detectar
los biomarcadores relacionados con la patología
en correlación con su localización anatómica
precisa. El uso de agentes de contraste ha creci-
do considerablemente en los últimos años, han
97
La tomografía computarizada y la resonancia magnética en patologías frecuentes de órbita y vía óptica
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
sido ampliamente aplicados en la clínica para la
detección de tumores cerebrales, aneurismas y
obstrucciones arteriales, y la perfusión de órganos,
por nombrar unas pocas aplicaciones (Fischera y
Kempkesb, 2010; Frullano y Caravan, 2011; Tan
y Lu, 2011). Por lo general se emplea una dosis
de 0,05 mmol/kg de gadolinio inyectado por vía
intravenosa, y se obtienen seis series consecutivas
de tres imágenes en el plano coronal cada diez
segundos (Chaudhary y Bano, 2011; Kadom y
Sze, 2008). La gran mayoría de agentes se basan
en Gd (III); sin embargo, también se han utilizado
otros iones paramagnéticos tales como Mn (II) y
Fe (III) (Lu y Wu, 2010).
En el caso de la TC el material de contraste em-
pleado es el yodado; en general, el uso de contraste
mejora la sensibilidad y la especificidad de la TC,
así como su interpretación y análisis. Sin embargo,
es necesario tener en cuenta las reacciones adver-
sas que se puedan presentar como las reacciones
alérgicas al yodo. Asimismo, es necesario tener
presentes los antecedentes de insuficiencia renal
o contraindicaciones para el uso de contraste en
la TC (Pedrosa, 2009).
En cuanto a la RM, es necesario un campo local
magnético de tipo fluctuante para inducir la relaja-
ción de los protones del agua. El Gd (III) tiene siete
electrones no apareados y genera un campo local
grande, ya que cae en la solución. Sin embargo,
el Gd (III) con iones de agua no puede utilizarse
debido a que forma un fosfato insoluble, carbonato
y/o complejos de hidróxido en sangre a un pH de
7,4; además, se ha demostrado en experimentos
in vitro e in vivo en ratas que el Gd (III) es tóxico
para las células humanas, probablemente debido a
la inhibición de canales transmembranales a través
de Ca (II) o mediante la formación de agregados de
sal inorgánicos insolubles tales como los aniones
de fosfatos (Frullano y Caravan, 2011).
Una forma evidente de reducir la toxicidad de los
iones de Gd (III) es administrar en forma de un
complejo estable mediante el uso de un ligando
multidentado para quelar los iones de Gd (III).
Diferentes estudios describen ligandos de Gd (III) y
la mayoría son ligandos poliamino-policarboxilato.
El diseño de agentes de contraste para RM debe
equilibrar la necesidad de una alta estabilidad
termodinámica e inercia cinética con respecto a la
liberación de Gd (III) (seguridad del agente) con
un efecto de relajación intenso en los protones del
agua (eficacia del agente) (Frullano y Caravan,
2011; Tan y Lu, 2011).
RESULTADOS
Con base en la revisión de la muestra bibliométrica
se identificaron una serie de situaciones clínicas
que por sus índices de prevalencia se destacan en el
estudio imagenológico. Cada una de ellas mostró
una variación en las frecuencias de las publicacio-
nes a lo largo de tiempo en el cual se delimitó la
búsqueda (2009-2012) (tabla 1). Aunque algunas
patologías mostraron cambios significativos en
cuanto a la técnica de elección, otras mantuvieron
frecuencias similares durante el mismo periodo
de tiempo, lo cual corrobora las afirmaciones de
algunos autores, quienes aseguran que son técni-
cas complementarias, y la preferencia por algún
procedimiento está supeditada a múltiples factores.
La tabla 1 permite reconocer la RM como el exa-
men de elección para la mayoría de indicaciones
neurooftálmicas; esta es la que tiene mayor fre-
cuencia de elección, con independencia de la
patología por evaluar. Sin embargo, hay casos
como en las celulitis pre y postseptal, en las cuales
la técnica de elección es la TC.
DISCUSIÓN
Los beneficios de la detección precoz de enfer-
medades mortales han promovido el cambio de
la investigación biomédica en el ámbito de la me-
dicina predictiva y preventiva. La imagen no solo
desempeña un papel confirmatorio en el proceso
98
Acuña Bedoya, L. M.; Angulo Sánchez, S. V.
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
Tabla 1. Frecuencias de las publicaciones durante el periodo de recolección de datos (2009-2012)
Año IndIcAcIón clínIcA
FrecuencIA
(número de Autores)
tc rm
2009
Neoplasias orbitarias y del nervio óptico
Hemangioma cavernoso 3 5
Glioma de nervio óptico 0 3
Neuropatías del nervio óptico Neuritis óptica 0 5
Alteraciones vasculares Fistula carótido-cavernosa 2 3
Trastorno endocrino Oftalmopatía tiroidea 2 4
Causa de leucocoria Retinoblastoma 4 3
Alteraciones de senos paranasales
Celulitis orbitaria o postseptal 3 1
Celulitis periorbitaria o preseptal 7 1
2010
Neoplasias orbitarias y del nervio óptico
Hemangioma cavernoso 1 6
Glioma de nervio óptico 1 4
Neuropatías del nervio óptico Neuritis óptica 0 7
Alteraciones vasculares Fistula carótido-cavernosa 2 2
Trastorno endocrino Oftalmopatía tiroidea 3 4
Causa de leucocoria Retinoblastoma 3 4
Alteraciones de senos paranasales
Celulitis orbitaria o preseptal 5 0
Celulitis periorbitaria 3 1
2011
Neoplasias orbitarias y del nervio óptico
Hemangioma cavernoso 3 5
Glioma de nervio óptico 2 6
Neuropatías del nervio óptico Neuritis óptica 0 6
Alteraciones vasculares Fístula carótido-cavernosa 3 5
Trastorno endocrino Oftalmopatía tiroidea 5 3
Causa de leucocoria Retinoblastoma 6 7
Alteraciones de senos paranasales
Celulitis orbitaria 2 1
Celulitis periorbitaria 3 1
2012
Neoplasias orbitarias y del nervio óptico
Hemangioma cavernoso 0 3
Glioma de nervio óptico 2 4
Neuropatías del nervio óptico Neuritis óptica 1 8
Alteraciones vasculares Fistula carótido-cavernosa 2 1
Trastorno endocrino Oftalmopatía tiroidea 1 5
Causa de leucocoria Retinoblastoma 1 7
Alteraciones de senos paranasales
Celulitis orbitaria o preseptal 6 3
Celulitis periorbitaria 3 1
Fuente: elaboración propia.
99
La tomografía computarizada y la resonancia magnética en patologías frecuentes de órbita y vía óptica
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
de diagnóstico, sino que es crucial en la evaluación
de la extensión de la enfermedad ocular, en la ex-
tensión retrobulbar y en la metástasis intracraneal.
La TC, aunque es poco utilizada para la evaluación
de lesiones selares y paraselares, es un examen
útil que muestra las calcificaciones de los tejidos
blandos y la anatomía ósea; adicionalmente, es
la modalidad de neuroimagen de primera línea
para la evaluación orbitaria en la fase aguda, pues
ofrece un registro de adquisición de imágenes
rápido y de mayor resolución espacial, que en
muchos casos es superior a la observada con la
RM; asimismo, es adecuada para la evaluación de
fracturas, calcificaciones y presencia de cuerpos
extraños, especialmente aquellos de los cuales no se
conocen sus propiedades ferromagnéticas, puesto
que la presencia de un cuerpo extraño metálico
en órbita, de marcapasos cardíacos, de ciertos
implantes cocleares y dispositivos electrónicos son
contraindicaciones para la RM, debido al riesgo de
migración del cuerpo extraño con daño resultante
en las estructuras oculares. De igual manera, la
TC es útil para la valoración de infecciones loca-
lizadas, como puede ser una infección agresiva en
los senos adyacentes, mientras que la RM es en
general el procedimiento de elección para obtener
imágenes orbitarias y de tejidos blandos, debido
a su ausencia de radiación ionizante, la delinea-
ción de detalle altamente definido y la excelente
demostración de patología intracraneal asociada
(Brown, 2011; Pedrosa, 2009).
Estos tipos de técnicas de imagen han dado lugar
a mejorías en el diagnóstico y el tratamiento de
numerosas enfermedades; sin embargo, los posi-
bles efectos adversos asociados con la exposición
a la radiación constituyen un factor importante
que considerar cuando se selecciona la técnica
de imagen. En los Estados Unidos, la Food and
Drug Administration (FDA) ha buscado apoyar
los beneficios de estos exámenes de imagenolo-
gía médica reduciendo al mínimo los riesgos; por
ejemplo, a través de la iniciativa para reducir la
exposición innecesaria a la radiación a partir de
imágenes médicas, la FDA está abogando por la
adopción universal de los dos principios de pro-
tección radiológica: justificación adecuada para
ordenar cada procedimiento y optimización cui-
dadosa de la dosis de radiación utilizada durante
cada procedimiento (Gandhi y Nair, 2011).
Con la revisión de la muestra se ha evidenciado la
existencia de múltiples factores que intervienen
en la elección de la técnica imagenológica para el
diagnóstico y seguimiento de las patologías orbita-
rias y de la vía óptica; sin embargo, se debe tener
en cuenta que la TC y la RM son técnicas com-
plementarias, que al usarse en conjunto proporcio-
nan una imagen más completa de la naturaleza,
la extensión y las repercusiones de la lesión; esto
aplica particularmente para lesiones que generan
alteración tanto ósea como de tejidos blandos.
A continuación se mencionan las características
de las imágenes diagnósticas correspondientes a
algunas patologías, los avances recientes en las
técnicas de diagnóstico y el seguimiento de cada
una de ellas.
NEOPLASIAS ORBITARIAS
Y DEL NERVIO ÓPTICO
El hemangioma cavernoso y el glioma del nervio
óptico fueron las condiciones que se revisaron en lo
referente a neoplasias orbitarias y del nervio óptico.
Hemangioma cavernoso
Los hemangiomas cavernosos son malformaciones
vasculares benignas que hacen parte de los tumo-
res primarios de la órbita en adultos y representan
el 80 % de las lesiones angiomatosas de la órbita;
son la segunda causa más frecuente de proptosis
unilateral indolora (Acciarri, Giulioni, Padovani,
Gaist, Pozzati y Acciarri, 1995; Locatelli, Carrabba,
Guastella, Gaini y Spagnoli, 2011) y generalmente
se manifiestan entre la cuarta y la quinta década
de la vida (Acciarri et ál. 1995; Orcuitt, Wulc,
Mills y Smith, 1991). Aunque los signos clínicos
son inespecíficos ya que dependen del tamaño y
100
Acuña Bedoya, L. M.; Angulo Sánchez, S. V.
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
la extensión de la lesión, esta se caracteriza por
presentar proptosis de progresión lenta, deterioro
de los músculos extraoculares y alteración de la
función visual (Acciarri et ál., 1995; Wilms, Raat,
Dom, Carlo, Philippe, Godelieve et ál., 1995; Xian,
Zhang, Wang, Li, Yang, Chen, Chang y He, 2010) .
Tanto la TC como la RM se han empleado para
el diagnóstico de estas alteraciones; sin embargo,
teniendo en cuenta que la TC muestra lesiones
isodensas más discretas que la RM, en los últi-
mos años la resonancia ha sido establecida como
la mejor técnica imagenológica para realizar el
diagnóstico y el seguimiento de dicha patología.
La RM muestra una lesión redonda u ovalada
que se encuentra encapsulada y genera una señal
isointensa en T1 e hiperintensa T2, además de
un llenado completo tras la inyección del medio
de contraste (Omodaka, Fujimura, Endo, Inoue,
Shimizu y Tominaga, 2010), como se observa en
la figura 1.
Los hemangiomas cavernosos y los schwannomas
comparten muchas características clínicas y radio-
lógicas, por lo cual es necesario distinguirlos. La
importancia de esta diferenciación radica en que
los tratamientos varían para una u otra patología
(Akiyama, Tsutsumi, Suga, Abe, Yasumoto, Ito,
2009; Arora, Prat, Kazim, 2011; Locatelli et ál.,
2011). La RM desempeña un papel fundamental
en el diagnóstico diferencial de los hemangiomas
cavernosos y schwannomas; los segundos muestran
una masa heterogénea isointensa frente al músculo
en T1 y ligeramente hiperintensa en T2, localizada
en el espacio intraconal o extraconal (Nagashima,
Yamamoto, Kawamura, Nagashima, Nomura y
Yoshida, 2012; Weir, Evans, Hajdu y Potts, 2009).
Al administrar el gadolinio, en el hemangioma se
produce inicialmente el realce de una porción
del tumor, que se va llenando progresivamente;
al final muestra un llenado total y homogéneo. A
este proceso se le denomina “patrón de realce pro-
gresivo” (Boari, Gagliardi, Castellazzi y Mortini,
2011; Nagashima et ál., 2012). En comparación,
los schwannomas se llenan a partir de un área más
amplia y posteriormente generan un realce hetero-
géneo, convirtiendo el patrón de realce progresivo
en el signo patognomónico de los hemangiomas
diagnosticados con RM (de Jong, Demaerel, Sciot
y Van Calenbergh, 2010; Tokunaga y Date, 2011;
Xian et ál., 2010).
Figura 1. Imagen de RM axial que muestra masa tumoral
multilobuloar en la órbita izquierda. A) La imagen en T1
muestra una masa isointensa extendida desde la región
frontal de la órbita hasta su región posterior, cercana al nervio
óptico. B) En T2 la imagen muestra la masa como una lesión
hiperintensa y heterogénea. C) La imagen en T1, con medio de
contraste, muestra el anillo hipointenso alrededor de la masa
tumoral. D) Masa tumoral parcialmente realzada.
Fuente: Omodaka et ál. (2010).
Glioma del nervio óptico
Se clasifica como un astrocitoma pilocitico juvenil
y supone dos tercios de todos los tumores prima-
rios del nervio óptico: del 1,5 al 3 % de todos los
tumores de la órbita y hasta el 1,5 % de todos los
tumores intracraneales (Kline y Laning, 2009).
Según la OMS, los gliomas de bajo grado, también
llamados gliomas de la vía óptica (astrocitomas
pilocíticos juveniles grado 1 y 2) son los tumores
más comunes en niños (Avery, Liu, Fisher, Quinn,
Belasco, Phillips, Maguire y Balcer, 2011). Los
gliomas ópticos aparecen a una edad promedio de
8,5 años (cinco años en neurofibromatosis tipo 1, y
doce años en ausencia de neurofibromatosis), con
más del 80 % antes de los veinte años de edad. A
diferencia de los niños en los que las lesiones son
de crecimiento lento y benignas, el infrecuente
glioma de nervio óptico en el adulto suele ser ma-
ligno, con extensión intracraneal frecuente y mal
pronóstico. Los pacientes pueden ser asintomáti-
cos. Los que tienen síntomas presentan estrabismo,
pérdida de agudeza visual tardíamente y defecto
pupilar aferente seguido de exoftalmos. En el 25 %
de los casos hay una relación con neurofibroma-
101
La tomografía computarizada y la resonancia magnética en patologías frecuentes de órbita y vía óptica
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
tosis tipo I NF-1, en cuyo caso el glioma puede
ser bilateral. Aproximadamente un cuarto de los
gliomas de la vía óptica están limitados al nervio
óptico intraorbitario; el resto afecta las porciones
intracraneales del nervio óptico, el quiasma o el
resto de la vía óptica (Avery et ál., 2011; Kline y
Laning, 2009).
Con base en la revisión bibliométrica, la RM es
la técnica de elección para el diagnóstico, la pla-
nificación de los tratamientos (cirugía y radiotera-
pia) y el monitoreo de la respuesta al tratamiento
del glioma de nervio óptico (Frazier, Johnson,
Burger, Weingart y Quinones-Hinojosa, 2010;
von Hornstein, Kortmann, Pietsch, Emser, War-
muth-Metz, Soerensen, Straeter, Graf, Thieme
y Gnekow, 2011). La secuencia FLAIR es la que
mejor delimita los márgenes del tumor. La imagen
característica es una lesión intraaxial redonda u
ovalada, con hipointensidad en T1 (figura 2-A) e
hiperintensidad en T2 y en FLAIR, que mejoran
con contraste, como se observa en la figura 2-B
(Bommakanti, Panigrahi, Yarlagadda, Sundaram,
Uppin y Purohit, 2010; Rueda, Sierra, Infante,
Berciano, Vázquez-Barquero, Ciordia y Martino,
2011). Algunos autores mencionan que el uso de
contraste permite hacer diagnóstico diferencial
entre los gliomas de bajo orden grado I y II, ya que
la ausencia de captación de contraste se considera
un signo muy característico de los gliomas de bajo
orden -grado II (Rueda et ál., 2011), mientras que
los grado I mejoran intensamente con el contraste,
debido a la vascularización abundante del tumor
(Bommakanti et ál., 2010).
Aunque para el diagnóstico tradicionalmente se
han utilizado la TC (Hosoda, Takeuchi, Hashi-
moto, Kitai, Arishima, Kodera, Higashino, Sato y
Kikuta, 2011) y la RM (Skogen, Ganeshan, Good,
Critchley y Miles, 2011; Van Cauter, Veraart, Sij-
bers, Peeters, Himmelreich, De Keyzer, Van Gool,
Van Calenbergh, De Vleeschouwer, Van Hecke y
Sunaert, 2012), que brindan información sobre la
localización exacta, ambas fallan en delimitar la
extensión precisa del tumor y en la diferenciación
de la recidiva, la fibrosis posquirúrgica, la radione-
crosis y el edema, razón por la cual recientemente
se han mejorado las técnicas de neuroimagen para
el diagnóstico preciso de los tumores, lo cual se
evidencia en las publicaciones de 2011 y 2012 en
las que se menciona la tomografía por emisión de
positrones (PET) acompañada ya sea del radiotra-
zador 18F- fluorodexiglucosa (18F-FDG) o del
11C-metionina (11C-MET) como una modali-
dad de imagen útil para la detección de tumores
cerebrales, que puede ser combinada con la TC
o la RM (Li, Xu, Wang, Wu y Li, 2012; Santra,
Kumar, Sharma, Bal, Kumar, Julka y Malhotra,
2012). Teniendo en cuenta que el radiotrazador
se acumula fisiológicamente en el tejido cerebral
normal, es posible detectar tumores con actividad
iso e hipometabólica como los gliomas de bajo or-
den (figura 2C) (Li et ál., 2012; Roselli, Pisciotta,
Aniello, Niccoli-Asabella, Defazio, Livrea y Rubini,
2011; Santra et ál., 2012). Cabe mencionar que
en el presente artículo no se hace hincapié en las
técnicas más recientes, ya que ellas no pertenecen
al objetivo de estudio.
Figura 2. A) RM que muestra una lesión temporal izquierda
hipointensa y sin captación de contraste en secuencia
potenciada en T1, compatible con un glioma de bajo orden
grado II. B) RM axial en T1 que muestra una masa tumoral
isointensa adyacente al nervio óptico derecho, el cual se
encuentra desplazado lateralmente. C) Imagen PET con
acumulación de (18F-FDG) fusionada con RM en T1 con
contraste, la cual muestra la alta actividad del glioma del
quiasma óptico
Fuente: Mumoli (2009), Rueda (2011) y Li et ál. (2012).
NEUROPATÍAS DEL NERVIO ÓPTICO
La neuritis óptica fue la patología investigada den-
tro de las neuropatías del nervio óptico.
102
Acuña Bedoya, L. M.; Angulo Sánchez, S. V.
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
Neuritis óptica
Es una enfermedad inflamatoria aguda causada por
la desmielinización del nervio óptico. Su etiología
generalmente se asocia a la esclerosis múltiple,
aunque se han reportado otras enfermedades que
la producen con menor frecuencia como la vas-
culitis, el lupus eritematoso sistémico y la infec-
ción viral (Choi, Kim, Chang, Kim y Yu, 2012).
Se presenta con dolor, disminución súbita de la
agudeza visual, anomalías de visión cromática y
defecto pupilar aferente. Está presente en el 87 %
de los pacientes con esclerosis múltiple (EM) y
puede ser su primera manifestación clínica en el
20 % de los casos (Kline y Laning, 2009).
La RM ha sido la técnica que reporta mayor fre-
cuencia de elección en las publicaciones revisadas.
Permite la observación de una elongación focal o
difusa del nervio e hiperintensidad anormal de
este en T2 (tal como se observa en figura 3A);
sin embargo, es necesario tener en cuenta que
dichas lesiones no son visibles en las imágenes
de RM de rutina; para apreciarlas, los autores han
recomendado emplear supresión grasa en T2 y
contraste en T1 (como se observa en figura 3B-F)
(Oreja-Guevara, Noval, Álvarez-Linera, Gabaldón,
Manzano, Chamorro y Díez-Tejedor, 2012; Shams
y Plant, 2009). No obstante, en las publicaciones
más recientes (Choi, Kim, Chang, Kim y Yu,
2012; Kline y Laning, 2009), se ha determinado
que la secuencia de pulso con recuperación de la
inversión de ruido atenuado FLAIR (empleada
para suprimir la señal del líquido cefalorraquídeo-
LCR), permite obsevar la hiperintensidad anormal
del nervio, acentuando la inflamación perivenosa
y, consecuentemente, generando el realce, visible
en el 50 % pacientes con neuritis óptica (Fuglø,
Kallenbach, Tsakiri, Simonsen, Sander, Hansen,
Rostrup, 0Frederiksen y Larsson, 2011; Kline y
Laning, 2009; Plant, Sibtain y Thomas, 2011). Así
pues, la RM se ha convertido en un estudio esencial
para la evaluación de pacientes con sospecha de
EM (Borhani-Haghighi, Ghodsi, Razeghinejad,
Mardani, Mardani, Nikseresht Safari y Bagheri,
2012; Choi et ál., 2012).
En 2002 Riozzo y Lesell informaron que la neuritis
óptica isquémica anterior no arterítica (NOIA-NA)
tiene múltiples perfiles clínicos que dificultan su
diferenciación de la neuritis óptica; sin embargo,
mencionaron que la RM posibilita el diagnóstico
diferencial (Choi et ál., 2012; Demer y Dush-
yanth, 2011). En un reporte realizado en el 2012
acerca de neuritis óptica en pacientes mayores de
cincuenta años se confirmó que la RM permite
diferenciarlas, ya que la mayoría de pacientes con
neuritis óptica muestran en la RM con contraste
una anormalidad en la intensidad de señal del
nervio, mientras que en la NOIA-NA son pocos
los pacientes que reflejan anormalidades en la RM
(Choi et ál., 2012). Por otro lado, en varias publi-
caciones de 2011 y 2012 se estableció que la RM
permite confirmar la presencia de neuritis óptica
aguda (caracterizada por dolor al realizar movi-
mientos oculares) que antecede la pérdida visual
y se muestra como hiperintensidad de los nervios
ópticos en T1 poscontraste (Gal, Vedula y Beck,
2012; Jo, Kim, Chae y Yu, 2010; Plant, Sibtain
y Thomas, 2011) Adicionalmente, en la misma
época se determinó que el estudio con RM es el
principal predictor de esclerosis múltiple posterior
a la neuritis óptica aguda (Costello, Hodge, Pan,
2011; Mamarabadi, Razjouyan, Mohammadi y
Moghaddasi, 2011; Mounahc y Houmadi, 2009).
Figura 3. RM de nervio óptico. A) Aumento de intensidad
de señal en T2; B) Realce de la imagen en T1 poscontraste;
C-F) Muestra la expansión y aumento de intensidad en T1 y
posgadolinio
Fuente: Jo et ál. (2010).
103
La tomografía computarizada y la resonancia magnética en patologías frecuentes de órbita y vía óptica
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
ALTERACIONES VASCULARES
La fístula carótido-cavernosa se ubica dentro de las
alteraciones vasculares. A continuación se describe
el resultado de la búsqueda bibliométrica.
Fístula carótido-cavernosa
La fístula carótido-cavernosa (FCC) es una comu-
nicación anormal directa entre la porción intraca-
vernosa de la arteria carótida y el seno cavernoso
(Kim, Shin, Chang y Lee, 2011). Se clasifica de
acuerdo con su etiología (traumática o espon-
tánea), la anatomía (directamente de la arteria
carótida o de sus ramas durales) y hemodinámi-
camente (de alto flujo o de bajo flujo) (Karadag,
Bayraktar, Kirbas y Durmus, 2011). Generalmente
es el resultado de un trauma intenso, de la rotura
espontánea de un aneurisma carotídeo cavernoso.
Las manifestaciones clínicas son exoftalmos pul-
sátiles, soplo orbitario, alteración de la motilidad
con vasos conjuntivales dilatados y glaucoma; la
fístula produce aumento de tamaño de los múscu-
los extraoculares y dilatación de la vena oftálmica
superior secundaria a congestión y edema por
hipertensión venosa orbitaria (Kline y Laning,
2009). En la semiología también se ha reportado
quemosis, diplopía, parálisis de los nervios y pér-
dida visual progresiva causada por los cambios
hemodinámicos (Karadag, Bayraktar, Kirbas y
Durmus, 2011; Yu, Hwang, Sheen y Cho, 2011).
La TC muestra dilatación de la vena oftálmica
superior, hipertrofia de los músculos orbitarios
y hemorragia intraocular; también puede verse
edema periorbitario y difuso relacionado con el
edema conjuntival o las pulsaciones (Kline y La-
ning, 2009; Korn y Zhang, 2011). La RM muestra
hallazgos similares y acompañada de técnicas de
flujo puede indicar la presencia o ausencia de la
alteración de la vena oftálmica superior o inferior
(como se observa en la figura 4A). La dilatación
venosa se observa en T2 con una hiperintensidad
marcada, pero se refuerza la imagen T1 con supre-
sión grasa y contraste (Chaudhry, Elkhamry et ál.,
2009; Fernández, Murias, Vega et ál., 2010; Kato,
Ikegame, Toyoda, Ogura, Kitajima, Yoshimura
e Iwama, 2009; Kline, 2009; Sharma, Kumar,
Nanda y Moses, 2009). Con base en la revisión,
en la mayoría de artículos publicados entre 2009
y 2010 los autores destacan la importancia de la
TC y la RM en la confirmación del diagnóstico
de la fístula y en la determinación de una posible
intervención, ya que permiten detectar la proptosis
del ojo afectado, la alteración venosa y la atrofia
muscular; sin embargo, las últimas publicacio-
nes mencionan la angiografía carotidea como
gold standard para el diagnóstico de las fístulas
carotideo-cavernosas debido a que muestra tanto la
anatomía de la fístula como el flujo arteriovenoso
(Ishihara, Ishihara, Okawara, Suzuki, Kanazawa,
Kohyama, Yamane y Uchino, 2009; Mohammad-
Reza y Mansooreh, 2011; Ruff, Strozyk, Rahman,
Szeder, Pile-Spellman y Marshall, 2010). A partir
del año 2010, aproximadamente, se empieza a
mencionar el uso de nuevas técnicas; entre ellas la
CT dinámica mejorada (CT-DE), una herramien-
ta de diagnóstico inicial, ya que muestra el alto y
bajo flujo de la FCC, y la angiografía por RM, que
permite detectar la dirección y magnitud de las
circulaciones colaterales, evidenciando con ello
el alto flujo de algunas fístulas (como se describe
en la figura 4B), aunque carece de los detalles
necesarios para realizar la evaluación completa
(Asai, Hasuo, Hara, Miyagishima y Terano, 2010).
Cabe mencionar que en el presente artículo no
se hace hincapié en las técnicas más recientes, ya
que estas no pertenecen al objetivo de estudio.
Figura 4. Presencia de fístula carotídeo-cavernosa. A) La
RM indica una vena oftálmica superior prominente compatible
con FCC; B) Angiografía por RM con secuencia de contraste
de fase (3D-PC) donde se observa “arterialización” de la vena
oftálmica superior izquierda
Fuente: Asai et ál. (2010) y Li et ál. (2012).
104
Acuña Bedoya, L. M.; Angulo Sánchez, S. V.
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
TRASTORNO ENDOCRINO
Dentro de los trastornos endocrinos se abordó el
tema de la oftalmopatía tiroidea.
Oftalmopatía tiroidea (oftalmopatía
de Graves)
Es un trastorno inmunológico mediado por células
humorales, asociado con enfermedad tiroidea que
afecta el espacio retroocular (Pieroni, Gebrim y
Monteiro, 2012). Las características clínicas son
secundarias a sobreproducción de glicosaminogli-
canos producidos por los fibroblastos estimulados,
que realizan una reacción cruzada de antígenos
y liberación de citosinas. La producción excesiva
de glicosaminoglicanos se localiza en la región
perivascular de los músculos extraoculares, lo
cual resulta en la fibrosis endomisial secundaria
a depósitos de mucopolisacáridos (Hasso, Dra-
yer, Anderson, Braffman, Davis, Deck, Johnson,
Masaryk, Pomeranz, Seidenwurm, Tanenbaum y
Masdeu, 2010). Los signos clínicos son retracción
del párpado superior, edema conjuntival difuso,
inyección vascular en la inserción de los múscu-
los rectos, proptosis, oftalmoplejía, conjuntivitis y
quemosis (Hasso et ál., 2010; Latchow, 2000). Su
diagnóstico se basa en la coexistencia de síntomas
oculares y síntomas típicos de hipertiroidismo, al-
teración de las pruebas funcionales de la tiroides y
aumento de anticuerpos (Pieroni et ál., 2012). Es
la principal causa de proptosis bilateral (Latchow,
2000), representando el 85 % de los casos; el 5 %
presenta afectación unilateral y el 10 % normali-
dad muscular.
Las imágenes neurorradiológicas permiten apreciar
el aumento de la grasa orbitaria, incremento del
tamaño de la glándula lagrimal, edema palpebral
y angulación posterior del globo ocular. Además,
tanto en la TC como en la RM, se observa au-
mento de volumen de uno o más de los múscu-
los rectos extraoculares; por lo general, el recto
inferior es el más afectado, seguido por el recto
medial, el superior y el lateral (Latchow, 2000).
Es importante mencionar que ambas técnicas de
neuroimagen son importantes para determinar el
grado de compresión del nervio óptico en el vértice
orbitario (Dodds, Atcha, Birchall y Jackson, 2009;
Hasso et ál., 2010).
La RM permite diferenciar entre la fase inflama-
toria aguda (activa) y la fase fibrótica (inactiva) de
la patología. La fase aguda se caracteriza por un
edema intersticial de los músculos extraoculares
(como se observa en la figura 5A) y de los tejidos
orbitarios causado por la inmunosupresión, mien-
tras que el estadio final de la enfermedad presenta
fibrosis muscular. En 2009 se determinó que las
secuencias de T2 con supresión grasa permiten
detectar el edema característico de la inflamación
(observar la figura 5B), lo cual tiene importantes
implicaciones terapéuticas, puesto que la fibrosis
no responde al tratamiento inmomodulador (Du-
casse, 2009; Kirsch, Hammer y Von Arx, 2009;
Krisch, Kaim, De Oliveira y My Von Arx, 2010).
Estos resultados son confirmados en un estudio
realizado en 2012, en el cual se estableció que la
intensidad de señal en STIR (supresión de señal
grasa) se relaciona directamente con el incremen-
to del tiempo de relajación en T2 causado por la
presencia de mayor contenido acuoso en los teji-
dos, propio de la actividad inflamatoria (Dumont,
Bouletreau y Guyot, 2012; Stan, Garrity y Bahn,
2012). En las imágenes T1 el realce con contras-
te, en combinación con la saturación grasa, son
herramientas útiles para la detección de una señal
hiperintensa de los músculos extraoculares o del
párpado, que caracterizan la fase aguda; sin embar-
go, otros autores establecen que las imágenes en
T1 sin supresión grasa son útiles en la detección
de la degeneración muscular (como se observa
en la figura 5C), la cual no genera aumento de
contraste en T1 con supresión grasa.
La frecuencia de evolución temporal de las publi-
caciones revisadas permitió observar una marcada
preferencia por la RM, sobre todo en los últimos
años, posiblemente debido a que permite identi-
ficar los cambios inflamatorios de la patología y la
respuesta al tratamiento inmunomodulador (Bloi-
se, Mimura, Moura y Nicolau, 2011; El-Kaissi y
105
La tomografía computarizada y la resonancia magnética en patologías frecuentes de órbita y vía óptica
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
Wall, 2012; Harris, Realini, Hogg y Sivak-Callcott,
2012; Jiang, Wang, Xian, Li, Chen, y Ai, 2012;
Kikkawa, 2010; Tachibana, Murakami, Noguchi,
Noguchi, Nakashima, Ohyabu y Noguchi, 2010);
sin embargo, vale la pena mencionar que actual-
mente la TC está indicada en la planificación y se-
guimiento de la cirugía de descompresión orbitaria
ya que permite definir los parámetros morfológicos
orbitarios (ver figura 5D) que podrían influir en
el resultado de determinada técnica para la des-
compresión orbitaria. Además, se ha indicado en
los casos en los cuales no haya acceso a la RM (Al-
suhaibani, Carter, Policeni y Nerad, 2011; Bloise
et ál., 2011; Kamer, Noser, Schramm, Hammer y
Kirsch, 2010; Liao y Huang, 2011; Lukas, Hansru-
di, Alexander, Beat y Eberhard, 2009; Regensburg,
Wiersinga, Berendschot, Saeed y Mourits, 2011).
Figura 5. A) Imagen en T1 con gadolinio y supresión grasa.
Muestra aumento de tamaño bilateral de los rectos inferior
y medial. B) Imagen en T2 con supresión grasa. Muestra
aumento voluminoso de los músculos orbitarios con cambios
edematosos. C) Imagen en T1 sin contraste o saturación
grasa muestra alteración de los rectos. D) Imagen de TC
axial y coronal. Muestra apiñamiento apical de los músculos
extraoculares
Fuente: Lukas et ál. (2013).
CAUSA DE LEUCOCORIA
La leucocoria es un signo clínico inespecífico que
se presenta en patologías como el retinoblastoma,
la enfermedad de Coats, la toxocariasis, las drusas
del nervio óptico, la retinopatía de la prematuri-
dad, el vítreo primario hiperplásico persistente y
la ptisis bulbi.
Retinoblastoma
El uso de imágenes diagnósticas (TC o RM) no
solo permite confirmar el diagnóstico presuntivo,
sino que también es crucial en la evaluación de
la extensión de la patología, la propagación retro-
bulbar y la existencia de metástasis (Berrington de
González, Mahesh y Kim, 2009).
Teniendo en cuenta que las calcificaciones in-
traoculares están presentes en más del 90 % de los
casos de retinoblastoma, se ha establecido que la
TC es la mejor herramienta para la detección de
dicho signo (ver figura 6) (Chawla, Sharma y Sen,
2012; Chraibi y Bhallil, 2011; De Graaf, Göricke
y Rodjan, 2012; Mafee, 2008; Mahajan y Crum,
2011; Malhotra, Minja y Crum, 2011; Mireskan-
dari y Tehrani, 2011; Prabhakar, Rath y Haresh,
2011; Sachdeva y Schoenfield, 2011). Aunque la
RM permite la evaluación de metástasis a lo largo
de la vía óptica, tiene una especificidad limitada,
debido a la dificultad para identificar calcifica-
ciones. No obstante, es indispensable resaltar que
los pacientes con un diagnóstico confirmado de
retinoblastoma deben someterse a RM para rea-
lizar el seguimiento de la patología (Arif, Iqbal y
Zia-ul, 2009; De Graaf, Pouwels y Rodjan, 2012;
Galluzzi, Hadjistilianou y Cerase, 2009; Jurkiewi-
cz y Pakuła-Kos´ciesza, 2010; Nikièma, Wencesla
Diallo, Daboué et ál., 2009; Ray y Gombos, 2012;
Shrestha, Adhikari y Saiju, 2010).
En la RM el uso de contraste y supresión grasa
es la modalidad preferida para la evaluación de
la invasión del nervio óptico, el compromiso ex-
traocular, subaracnoideo e intracraneal, y el diag-
nóstico de casos raros de retinoblastoma trilateral.
También es eficaz en el diagnóstico diferencial
de retinoblastoma con la enfermedad de Coats,
entre otras. La masa en la RM aparece isointensa
o ligeramente hiperintensa al vítreo en secuen-
106
Acuña Bedoya, L. M.; Angulo Sánchez, S. V.
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
cias ponderadas T1 (como se observa en la figura
7), con una señal hipointensa ponderada en T2
(Galluzzi, Hadjistilianou y Cerase, 2009). Las
calcificaciones tumorales se presentan como un
vacío de señal y no suelen visualizarse; puede ha-
ber desprendimiento de retina de tipo exudativo;
se presenta una señal moderada a hiperintensa en
la zona de mayor declive. El tumor puede invadir
la esclerótica, la papila óptica, la cápsula de Tenon
y la órbita extraocular (Brennan, Wilson y Kaste,
2012; Ghosh, Mukhopadhyay y Dutta, 2010; Ka-
se, Yoshida y Suzuki, 2011; Khetan, Al-Kharusi y
Ganesh, 2011; Malhotra, Minja y Crum, 2011;
Mehta, Sethi y Pushker, 2012; Vajzovic, Murray
y Aziz-Sultan, 2011).
La especificidad de la RM en el diagnóstico de
retinoblastoma es menor que la de la TC debido
a la dificultad de identificación de calcificaciones
que pueden representar con diversos grados de
hipointensidad de señal en todas las secuencias de
impulsos. Sin embargo, la RM diferencia mejor el
retinoblastoma de otras lesiones similares. Con res-
pecto al tamaño, el límite inferior para la detección
de lesiones RM retinoblastoma se considera que es
de dos a tres milímetros (Abdel Razek y Elkhamary,
2012; Aikena y Mukherjee, 2011; Chaudhry, Al-
Rashed y Arat, 2012; De Graaf, Pouwels y Rodjan,
2012; Douira-Khomsi, Korchane y Louati, 2009;
Friedman y Neil, 2010; Razek y Elkhamary, 2011;
Rodjan, De Graaf y Moll, 2010; Saket y Mafee,
2009; Smith, Williams y Ratchford, 2011).
Figura 7. RM con gadolinio ponderada en T1 (se muestra un
realce de la masa intraocular y el nervio óptico)
Fuente: Galluzzi, Hadjistilianou y Cerase (2009).
ALTERACIONES DE SENOS
PARANASALES
Las celulitis periorbitaria y orbitaria fueron inclui-
das en esta investigación.
Celulitis periorbitaria
La celulitis periorbitaria es un proceso inflamato-
rio-infeccioso que implica a las estructuras de los
tejidos subcutáneos palpebrales y periorbitarios
anteriores al tabique orbitario. El septo orbitario es
una lámina fibrosa que se extiende desde el perios-
Figura 6. TAC de retinoblastoma bilateral sin contraste (evidentes calcificaciones del tumor en ambos ojos)
Fuente: De Graaf, Göricke y Rodjan (2012).
107
La tomografía computarizada y la resonancia magnética en patologías frecuentes de órbita y vía óptica
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
tio del hueso de la órbita y se inserta en los tejidos
palpebrales a lo largo de los tarsos, constituyendo
una barrera efectiva que evita la diseminación de
la infección a la órbita (Antonio y de Mier, 2009;
Capps, Kinsella y Gupta, 2010; Cueto, Sánchez y
Refolio, 2011; González y Durairaj, 2010; Ludwig,
Foster y Saito, 2010; Rudloe, Harper y Prabhu,
2010; Sepahdari, Aakalu y Kapur, 2009; Smith,
Williams y Ratchford, 2011). La inflamación an-
terior al septum orbitario o celulitis preseptal se
presenta con frecuencia de 85 %, generalmente en
niños menores de cinco años (Clarke, 2004; Ozka-
vukcu, Fitoz y Yagmurlu, 2007; Parvizi, Choudhury
y Singh, 2012; Pham Dang, Bouchet y Mondie,
2011; Saldana, Gupta, Khandwala y Weir, 2010;
Smith, Williams y Ratchford, 2011). No presen-
ta proptosis, se conserva la motilidad ocular y la
agudeza visual, no hay presencia de dolor orbita-
rio, la reacción pupilar es normal y la quemosis
es de leve a moderada. Es importante distinguir
entre celulitis preseptal y celulitis orbitaria, lo
cual se hace con métodos de radioimagen. Estas
manifestaciones suelen ocurrir secundarias a un
traumatismo periorbitario o por la propagación de
la infección contigua (de cara, dientes o anexos
oculares). En caso de traumatismo se debe pensar
en una infección por Staphylococcus (Beech, Ro-
binson, McDermott et ál., 2009; Caulley, Corsten
y Hong, 2012; Lakshmanan, Bala y Belfer, 2009;
Smith, Williams y Ratchford, 2011).
Con la TAC se observa una imagen difusa que
demuestra el engrosamiento de los tejidos blandos
por delante del septum orbitario, sin formación de
abscesos. Es importante el empleo de la técnica
de supresión grasa, acompañada de un agente de
contraste (como se observa en la figura 8) (Anto-
nio y de Mier, 2009; Pantoja, Luis, Benítez et ál.,
2011; Parvizi, Choudhury, Singh, 2012).
Celulitis orbitaria
La celulitis orbitaria involucra a los tejidos blandos
postseptales, que pueden ser divididos en intra-
conal (en el cono, el cual incluye los músculos
extraoculares y la fascia [membrana intermuscu-
lar]), extraconal (fuera del cono muscular, entre
el hueso orbital y la membrana intermuscular)
y localización subperióstico. La celulitis orbita-
ria ocurre comúnmente secundaria a la sinusitis
paranasal con la propagación de la infección pe-
rivascular. Los abscesos subperiósticos se ven a
menudo en jóvenes y adultos jóvenes, y se asocian
frecuentemente con sinusitis etmoidal en el 84 %
de los casos reportados (Pantoja, Luis, Benítez et
ál., 2011; Porter, Kaplan y Homeier, 2010; Tsironi,
Zacharaki, Grivea et ál., 2012); también pueden
deberse a una infección esfenoidal, maxilar o fron-
tal. Los patógenos aislados con mayor frecuencia
son Streptococcus y Staphylococcus (Forcada,
2009; Martins da Silva, Santello et ál., 2009; Se-
pahdari, 2009; Tsironi et ál., 2012).
Presenta disminución de la agudeza visual, quemo-
sis conjuntival, cefalea, diplopía, proptosis, tume-
facción palpebral, limitación de los movimientos
extraoculares, defecto pupilar aferente relativo y
asociación sistémica (Forbes, 2009; Forcada, 2009;
Pérez, Castro, Mansilla et ál., 2012; Rovira, 2010;
Sepahdari, 2009). Es necesario realizar el diagnós-
tico diferencial con oftalmopatía tiroidea, inflama-
Figura 8. TAC en el que se observa celulitis periorbitaria
con edema en párpado izquierdo. La imagen requiere
contraste para demostrar la inflamación de los tejidos blandos
preseptales, en este caso que recubren al ojo izquierdo
Fuente: Capps, Kinsella y Gupta (2010).
108
Acuña Bedoya, L. M.; Angulo Sánchez, S. V.
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
ción orbitaria idiopática, absceso subperióstico,
neoplasia orbitaria (rabdomiosarcoma) vasculitis
orbitaria, traumatismo, fístula carotidocavernosa y
trombosis del seno cavernoso, así como de procesos
inflamatorios tales como seudotumor orbital y mio-
sitis orbitaria, y de tumores extra e intraorbitarios.
Las complicaciones de la celulitis orbital incluyen
trombosis de la vena oftálmica superior y del se-
no cavernoso, meningitis y absceso intracraneal.
Hallazgos en la TC incluyen la opacificación del
seno, trenzado retrobulba y colección de fluido
extraconal adyacente a la pared orbital (como se
observa en la figura 9), con efecto de masa sobre
los músculos extraoculares (Forbes, 2009; Péreza,
2012; Sepahdari, 2009).
Figura 9. TAC con contraste (demuestra inflamación del
tejido blando postseptal que recubre el globo izquierdo)
Fuente: Clarke (2004).
Aunque la RM con contraste y supresión grasa en
T1 es elegida como el gold standard en la detec-
ción y caracterización de la patología orbitaria, las
imágenes ponderadas en T2 con supresión grasa
tienen una sensibilidad similar para la detección
de lesiones orbitarias y la fácil localización de
patologías postseptales (figura 9), por medio del
realce de contraste; sin embargo, es esencial para
distinguir un absceso de un edema. Por tanto, este
método es fiable en la identificación de absceso
orbitario. El aspecto inicial del edema y la celulitis
es el de una infiltración mal definida, hipointen-
sa en T1 e hiperintensa en T2, que del espacio
preseptal o de la pared interna de la órbita pasa
a la grasa peri y retroorbitaria (Emmett Hurley y
Harris, 2012; Mouriaux, Rysanek, Babin et ál.,
2012; Oester, Sahu, Fowler et ál., 2012; Slavsky,
Fraga, González et ál., 2010).
A pesar de que en la actualidad sea evidente la
preferencia de una técnica con respecto a otra para
una alteración orbitaria o de la vía óptica especí-
fica, la selección del procedimiento se encuentra
limitada en muchos casos por las particularidades
del sistema tradicional de salud colombiano, por
el acceso a cada procedimiento (ya sea por factores
económicos, limitaciones tecnológicas o disponi-
bilidad del examen).
Si bien existe una gran variedad de técnicas de
neuroimagen, es esencial solicitar el procedimien-
to apropiado, ya que muchos diagnósticos son
dependientes de la técnica que se emplee; adicio-
nalmente, es indispensable mantener la comuni-
cación constante con el neurorradiólogo u otros
profesionales de la salud, constituyendo relaciones
de transdisciplinariedad claves para el diagnóstico
y el seguimiento adecuados de cada patología. A
pesar de que la neuroimagen puede ayudar a la
localización de una lesión, los estudios radiológi-
cos deben ser solicitados con prudencia y nunca
pueden sustituir un examen clínico completo.
AGRADECIMIENTOS
Dr. Alfonso Martínez Flechas, médico radiólogo,
Universidad Militar Nueva Granada. Dr. Héctor
Pérez Estepa, optómetra, Ms. en Ciencias de la
Visión, docente investigador, Programa de Opto-
metría, Facultad de Ciencias de la Salud, Univer-
sidad de La Salle.
REFERENCIAS
Abdel Razek, A. y Elkhamary, S. (2012). Correlation of
apparent diffusion coefficient at 3t with prognostic
parameters of retinoblastoma. Americal Journal of
Neuroradiology, 8-10.
Acciarri N., Giulioni, M., Padovani, R., Gaist, G., Pozzati,
E. y Acciarri, R. (1995). Orbital cavernous angiomas:
109
La tomografía computarizada y la resonancia magnética en patologías frecuentes de órbita y vía óptica
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
Surgical experience on a series of 13 cases. Journal
of Neurosurgical Sciences, 39, 203-209.
Aikena, A. y Mukherjee, P. (2011). Imaging of optic neu-
ropathy with extended echo-train acquisition fluid-
attenuated inversion recovery. Americal Journal of
Neuroradiology, 32, 301-305.
Akiyama, O., Tsutsumi, S., Suga, Y., Abe, Y., Yasumoto,
Y. e Ito, M. (2009). Orbital cavernous hemangioma
presenting with atypical appearance: case report.
Neurologia Medico-Chirurgica, 49 (5), 209-212.
Alsuhaibani, A., Carter, K., Policeni, B. y Nerad J. A. (2011).
Effect of orbital bony decompression for Graves’ or-
bitopathy on the volume of extraocular muscles. The
Britihs Journal of Ophthalmoly, 95 (9), 1255-1258.
Antonio, M. y de Mier, M. (2009). Celulitis periorbitaria
y celulitis orbitaria. Form Medical Atention Primary,
14, 483-484.
Arif, M., Iqbal, Z. y Zia-ul, I. (2009). Retinoblastoma in
NWFP, Pakistan. Journal of Ayub Medical Collage,
Abbottabad, 21 (4), 60-62.
Arora, V., Prat, M. C. y Kazim, M. (2011). Acute presen-
tation of cavernous hemangioma of the orbit. Orbit,
30 (4), 195-197.
Asai, K., Hasuo, K., Hara, T., Miyagishima, T. y Terano,
N. (2010). Traumatic persistent trigeminal artery
- Cavernous sinus fistula treated by transcatheter
arterial embolization. Interventional Neuroradiology,
16 (1), 93-96.
Avery, R. A., Liu, G. T., Fisher, M. J., Quinn, G. E., Belasco,
J. B., Phillips, P. C., Maguire, M. G. y Balcer, L. J.
(2011). Retinal nerve fiber layer thickness in chil-
dren with optic pathway gliomas. American Journal
of Ophthalmology, 151 (3), 542-549.
Beech, T., Robinson, A., McDermott, A. et ál. (2009).
Paediatric periorbital cellulitis and its management.
Rhinology, 45 (1), 47-49.
Berrington de González, A., Mahesh, M. y Kim, K. (2009).
Projected cancer risks from computed tomographic
scans performed in the United States in 2007. Ar-
chives of Internal Medicine, 169 (22), 2071-2077.
Bilaniuk, L.T. y Farber M. (1992). Imaging of develop-
mental anomalies of the eye and the orbit. American
Journal of Nreuroradiology, 13 (2), 793-803.
Bloise, W., Mimura, L., Moura, J. y Nicolau, W. (2011).
Treatment of mild to moderate Graves’ ophthalmo-
pathy with sodium diclofenac: A pilot study. Archives
of Internal Medicin, 55 (9), 692-695.
Boari, N., Gagliardi, F., Castellazzi, P. y Mortini, P. (2011).
Surgical treatment of orbital cavernomas: Clinical
and functional outcome in a series of 20 patients.
Acta Neurochirurgica, 153 (3), 491-498.
Bommakanti, K., Panigrahi, M., Yarlagadda, R., Sunda-
ram, C., Uppin, M. S. y Purohit A. K. (2010 ). Optic
chiasmatic-hypothalamic gliomas: Is tissue diagnosis
essential? Neurology India, 58 (6), 833-840.
Borhani-Haghighi A., Ghodsi, M., Razeghinejad, M. R.,
Mardani, S., Mardani, M., Nikseresht, A. R., Safari,
A. y Bagheri, M. H. (2012). Erythropoietin for acute
multiple sclerosis in patients with optic neuritis as
a first demyelination event. Neurosciences, 17 (2),
151-155.
Brennan, R., Wilson, M. y Kaste, S. (2012). US and MRI
of pediatric ocular masses with histopathological
correlation. Pediatric Radiology, 42 (6), 738-749.
Brown J. J. (2011). ACR practice guideline for performing
and interpreting magnetic resonance imaging (MRI).
Performing and Interpreting MRI. Journal of the
American College of Radiology, 3 (9), 665-76.
Capps, E., Kinsella, J. y Gupta, M. (2010). Emergency
imaging assessment of acute, nontraumatic condi-
tions of the head and neck. Radiographics, 30 (5),
1335-1352.
Caulley, L., Corsten, G. y Hong, P. (2012). Recurrent
periorbital cellulitis in a very young child: A case
report and review of literature. International Jour-
nal of Pediatric Otorhinolaryngoly, 76 (4), 606-608.
Chaudhary, V. y Bano, S. (2011). Imaging of the pituitary:
Recent advances. Indian Journal Endocrinoly and
Metabolism, 15 (Supl. 3), S216-S223.
Chaudhry, I., Al-Rashed, W. y Arat, Y. (2012). The hot
orbit: Orbital cellulitis. Middle East African Journal
of Ophthalmoly, 19 (1), 34-42.
Chawla, B., Sharma, S. y Sen, S. (2012). Correlation bet-
ween clinical features, magnetic resonance imaging,
and histopathologic findings in retinoblastoma: A
prospective study. Ophthalmology, 119 (4), 850-856.
110
Acuña Bedoya, L. M.; Angulo Sánchez, S. V.
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
Choi J., Kim, S. J., Chang, J. W., Kim, J. H. y Yu, Y. S.
(2012 ). Clinical characteristics of optic neuritis in
koreans greater than 50 years of age. Korean Journal
of Ophthalmology, 26 (2), 111-115.
Chraibi, F. y Bhallil, S. (2011). Hyphema revealing retino-
blastoma in childhood. A case report. Bulletin de la
Societè Belge d`Ophtalmologie, 318, 41-43.
Clarke, W. (2004). Periorbital and orbital cellulitis in chil-
dren. Paediatrics and Child Health, 9 (7), 471-472.
Costello, F., Hodge, W. y Pan, Y. I. (2011). Exploring the
Association between retinal nerve fiber layer thic-
kness and initial magnetic resonance imaging fin-
dings in patients with acute optic neuritis. Multiple
Sclerosis International, 10, 1155-1158.
Cueto, L., Sánchez, L. y Refolio, F. (2011). Fracturas
y procesos infecciosos de la cara. Radiologia, 53
(Supl. 1), 23-29.
De Graaf, P., Göricke, S. y Rodjan, F. (2012). Guidelines for
imaging retinoblastoma: Imaging principles and MRI
standardization. Pediatric Radiology, 42 (1), 2-14.
De Graaf, P., Pouwels, P. y Rodjan, F. (2012). Single-shot
turbo spin-echo diffusion-weighted imaging for re-
tinoblastoma: Initial experience. American Jornal of
Neuroradiology, 33 (1), 110-118.
de Jong, L., Demaerel, P., Sciot, R. y Van Calenbergh F.
(2010 ). A patient with swelling of the eyelid: Ancient
schwannoma of the supraorbital nerve (2010: 6b).
European Radiology , 20 (9), 2301-2304.
Demer, J. y Dushyanth, A. (2011 ). T2-weighted fast spin-
echo magnetic resonance imaging of extraocular
muscles. Journal of American Association for Pedia-
tric Ophthalmology and Strabismus, 15 (1), 17-23.
Dodds, N., Atcha, A., Birchall, D. y Jackson, A. (2009). Use
of high-resolution MRI of the optic nerve in Graves’
ophthalmopathy. The Bristih Journal of Radiology,
82 (979), 541-544.
Dolinskas, C. A. (2008). Practice guideline for the perfor-
mance of magnetic resonance imaging (MRI) of the
head and neck. American College of Radiology, 1-6.
Douira-Khomsi, W., Korchane, N. y Louati, H. (2009).
MRI exploration for the evaluation of orbital im-
plant biocolonization in children enucleated for
retinoblastoma. Journal Francais d`Ophtalmologie,
32 (8), 540-543.
Ducasse, A. (2009). Practical management of proptosis.
Journal Francais d`Ophtalmologie, 32 (8), 581-588.
Dumont, N., Bouletreau, P. y Guyot, L. (2012). Reopera-
tion after orbital decompression for Graves’ ophthal-
mopathy. Revue de Stomatologie et de Chirurgie
Maxillofaciale, 113 (2), 81-86.
El-Kaissi, S. y Wall, J. (2012). Determinants of extraocu-
lar muscle volume in patients with graves’ disease.
Journal of Thyroide Research, 2012, 368536. doi:
10.1155/2012/368536. Epub 2012 Feb 15.
Emmett Hurley, P. y Harris, G. (2012). Subperiosteal abs-
cess of the orbit: duration of intravenous antibiotic
therapy in nonsurgical cases. Ophthalmology Plastic
Reconstructon Surgical, 28 (1), 22-26.
Fischera, M. y Kempkesb, U. (2010). Recurrent orbital
myositis mimicking sixth nerve palsy: Diagnosis with
MR imaging. American Journal of Neuroradiolody,
31, 275-276.
Forbes, B. (2009). Diagnóstico microbiológico. Edición
Médica Panamericana.
Forcada, E. (2009). Guía MIR: las claves de la preparación.
Ediciones Díaz de Santos.
Frazier, J. L., Johnson, M. W., Burger, P. C., Weingart,
J. D. y Quinones-Hinojosa, A. (2010). Rapid ma-
lignant transformation of low-grade astrocytomas:
report of 2 cases and review of the literature. World
Neurosurgery, 73 (1), 53-62.
Friedman, N. J. (2010). Manual ilustrado de oftalmología.
España: Elsevier.
Frullano, L. y Caravan, P. (2011). Strategies for the pre-
paration of bifunctional gadolinium (III) chelators.
Current Organic Synthesis, 8 (4), 535-565.
Fuglø, D., Kallenbach, K., Tsakiri, A., Simonsen, H., San-
der, B., Hansen, A. E., Rostrup, E., Frederiksen, J.
y Larsson, H. B. (2011). Retinal atrophy correlates
with fMRI response in patients with recovered optic
neuritis. Neurology, 77 (7), 645-651.
Gal, R. L., Vedula, S. S. y Beck, R. (2012). Corticosteroids
for treating optic neuritis. Cochrane Database Of
Systemic Review, 18, 4, CD001430.
Galluzzi, P., Hadjistilianou, T. y Cerase, A. (2009). Is
CT still useful in the study protocol of retinoblas-
toma? American Journal of Neuroradiology, 30 (9),
1760-1765.
111
La tomografía computarizada y la resonancia magnética en patologías frecuentes de órbita y vía óptica
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
Gandhi, R. A. y Nair, A. G. (2011). Role of imaging in the
management of neuro-ophthalmic disorders. Indian
Journal of Ophthalmology, 59, 111-116.
Ghosh, S., Mukhopadhyay, S. y Dutta, S. (2010). Diagnos-
tic accuracy in retinoblastoma. Journal of the Indian
Medical Association, 5, 509-511.
Golding, S. J. (2010). Radiation exposure in CT: What is
the professionally responsible approach? Radiology,
255, 683-686.
González, M. y Durairaj, V. (2010). Understanding pedia-
tric bacterial preseptal and orbital cellulitis. Midd-
le East African Journal of Ophthalmology, 17 (2),
134-137.
Harris, M., Realini, T., Hogg, J. y Sivak-Callcott, J. (2012).
CT dimensions of the lacrimal gland in Graves or-
bitopathy. Ophthalmic Plastic and Reconstructive
Surgery, 28 (1), 69-72.
Hasso, A. N., Drayer B. P., Anderson R. E., Braffman, B.,
Davis P. C., Deck, M., Johnson, B. A., Masaryk, T.,
Pomeranz, S. J., Seidenwurm, D., Tanenbaum, L. y
Masdeu, J. C. (2010). Orbits, vision, and visual loss.
American College of Radiology. ACR Appropriateness
Criteria. Radiology, 215, 579-587.
Hosoda, T. Takeuchi, H., Hashimoto, N., Kitai, R., Arishi-
ma, H., Kodera, T., Higashino, Y., Sato, K. y Kikuta,
K. (2011). Usefulness of intraoperative computed
tomography in surgery for low-grade gliomas: A com-
parative study between two series without and with
intraoperative computed tomography. Neurología
Medico-Chirurgica, 51 (7), 490-495.
Ishihara, H., Ishihara, S., Okawara, M., Suzuki, M., Ka-
nazawa, R., Kohyama, S., Yamane, F. y Uchino, A.
(2009). Two cases of a dural arteriovenous fistula
mimicking a brain tumor. Interventiolnal Neurora-
diology, 15 (1), 77-80.
Jiang, H., Wang, Z., Xian, J., Li, J., Chen, Q. y Ai, L.
(2012). Evaluation of rectus extraocular muscles
using dynamic contrast-enhanced MR imaging in
patients with Graves’ ophthalmopathy for assessment
of disease activity. Acta Radiology, 53 (1), 87-94.
Jo, D. H., Kim, S. J., Chae, J. H. y Yu, Y. S. (2010 ). The
clinical characteristics of optic neuritis in Korean
children. Korean Journal of Ophthalmology, 25 (2),
116-120.
Jurkiewicz, E. y Pakuła-Kos´ciesza, I. (2010). Trilateral
retinoblastoma: An institutional experience and
review of the literature. Childs Nervus System, 26
(1), 129-132.
Kadom, N. y Sze, R. (2008). Radiological reasoning: Leu-
kocoria in a Child. American Journal of Radiology,
191 (3), S40-S44.
Kamer, L., Noser, H., Schramm, A., Hammer, B. y Kirsch,
E. (2010). Anatomy-based surgical concepts for indi-
vidualized orbital decompression surgery in gravesor-
bitopathy. I. Orbital size and geometry. Ophthalmic
Plastic and Reconstructive Surgery 26 (5), 348-352.
Karadag, R., Bayraktar, N., Kirbas, I. y Durmus M. (2011).
Unilateral, indirect spontaneous caroticocavernous
fistula with bilateral abduction palsy. Indian Journal
of Ophthalmology , 59 (4), 336-337.
Kase, S., Yoshida, K. y Suzuki, S. (2011). Diffuse infiltra-
ting retinoblastoma invading subarachnoid space.
Clinical Ophthalmology, 5, 861-863.
Kato, M., Ikegame, Y., Toyoda, I., Ogura, S., Kitajima,
H., Yoshimura, S. e Iwama, T. (2009). Hemisphe-
ric laminar necrosis as a complication of traumatic
carotid-cavernous sinus fistula. Neurologia Medico
Chirurgica, 49 (1), 26-29.
Khetan, V., Al-Kharusi, N. y Ganesh, A. (2011). Diffu-
se infiltrating retinoblastoma with central nervous
system metastasis. Archives of Ophthalmology, 129
(3), 375-377.
Kikkawa, D. (2010). Histopathologic analysis of palpebral
conjunctiva in thyroid-related orbitopathy (an Ame-
rican Ophthalmological Society thesis). Transactions
of the American Ophthalmology Society, 108, 46-61.
Kim, C. K., Shin, J. Y., Chang, J. Y. y Lee, S. H. (2011).
Spontaneous carotid cavernous fistula in a case with
protein S deficiency that newly developed ophthal-
moplegia after embolization. Journal Clinical of
Neurology, 7 (3), 164-167.
Kirsch, E., Hammer, B. y Von Arx, G. (2009). Graves’
orbitopathy: Current imaging procedures. Swiss
Medical Weekly, 139 (43-44), 618-623.
Kline L. y Laning, B. (2009). Neuroftalmología. Curso de
Ciencia Basicas y Clínicas. España: Elsevier.
Korn, B. S. y Zhang, K. (2011). Images in clinical medi-
cine. Carotid-cavernous sinus fistula. New England
Journal Medical, 364 (8), 15.
112
Acuña Bedoya, L. M.; Angulo Sánchez, S. V.
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
Krisch, E., Kaim, A., De Oliveira, M. y Von Arx, G. (2010).
Correlation of signal intensity ratio on orbital MRI-
TIRM and clinical activity score as a possible pre-
dictor of therapy response in Graves’ orbitopathy--a
pilot study at 1.5 T. Neuroradiology, 52 (2), 91-97.
Lakshmanan, A., Bala, S. y Belfer, K. (2009). Intraorbital
organic foreign body - A diagnostic challenge. Orbit,
27 (2), 131-133.
Latchow, R. (2000). Diagnóstico por imagen en resonancia
magnética y tomografía computarizada de cabeza,
cuello y columna. España: Mosby.
Li, D. L., Xu, Y. K., Wang, Q. S., Wu, H. B. y Li, H. S.
(2012 ). ¹¹C-methionine and ¹
8
F-fluorodeoxyglucose
positron emission tomography/CT in the evaluation
of patients with suspected primary and residual/
recurrent gliomas. Chinese Medical Journal, 125
(1), 91-96.
Liao, S. y Huang, S. (2011). Correlation of retrobulbar
volume change with resected orbital fat volume
and proptosis reduction after fatty decompression
for Graves ophthalmopathy. American Journal of
Ophthalmology, 151 (3), 465-469.
Locatelli, M., Carrabba, G., Guastella, C., Gaini, S. M. y
Spagnoli, D. (2011). Endoscopic endonasal remo-
val of a cavernous hemangioma of the orbital apex.
Surgical Neurology International, 2, 58.
Lu, Z. y Wu, X. (2010). Polydisulfide based biodegrada-
ble macromolecular magnetic resonance imaging
contrast agents. Israely Journal of Chemestry, 50
(2), 220-232.
Ludwig, B., Foster, B. y Saito, N. (2010). Diagnostic ima-
ging in nontraumatic pediatric head and neck emer-
gencies. Radio Graphics, 30, 781-799.
Lukas, K., Hansrudi, N., Alexander, S., Beat, H. y Eberhard,
K. (2009). A step towards individualized, anatomy-
based surgical concepts for orbital decompression in
Graves’ orbitopathy. Orbit, 28 (4), 237-240.
Mafee, M. (2008). Medical imaging in pediatric ophthalmo-
logy. Pediatric Clinics of North America, 50, 259-286.
Mahajan, A. y Crum, A. (2011). Ocular neoplastic disease.
Semiminars in Ultrasound CT, and MR, 32 (1), 28-37.
Malhotra, A., Minja, F. y Crum, A. (2011). Ocular anatomy
and cross-sectional imaging of the eye. Semiminars
in Ultrasound CT, and MR, 32 (1), 2-13.
Mamarabadi, M., Razjouyan, H., Mohammadi, F. y
Moghaddasi M. (2011). Assessment of outcome
predictors after first attack of optic neuritis. The
Canadian Journal of Neurological Sciences, 38 (6),
887-895.
Martins, M., da Silva, J. y Santello, P. et ál. (2009). Orbi-
tal abscess secondary to acute dacryocystitis: Case
report. Arquivos Brasileiros de Oftalmología, 71, 4.
Mehta, M., Sethi, S. y Pushker, N. (2012). Retinoblastoma.
Singapore Medical Journal, 53 (2), 128-135.
Ministerio de Educación Nacional (1997). Página web.
Recuperado el 3 de abril del 2012, de http://www.
mineducacion.gov.co/1621/articles-105003_archi-
vo_pdf.pdf.
Mireskandari, K. y Tehrani, N. (2011). Anterior segment
imaging in pediatric ophthalmology. Journal of Ca-
taract and Refractive Surgery, 37 (12), 2201-2210.
Mohammad-Reza, R. y Mansooreh, J. T. (2011). Sudden
onset and blinding spontaneous direct carotid-caver-
nous fistula. Journal of Ophthalmic Vision Research,
6 (1), 50-53.
Mounahc, J. y Houmadi, A. (2009). Macular tuberculoma
and optic neuritis: Rare association with tuberculosis
meningoencephalitis. Journal Frances de Ophtalmo-
logía, 32 (9), 673-678.
Mouriaux, F., Rysanek, B., Babin, E. et ál. (2012). Orbital
cellulitis. Journal Francais de Ophtalmologie, 35
(1), 52-57.
Mukherji, S. K. et ál. (2010). Treatment response as-
sessment of head and neck cancers on CT using
computerized volume analysis. American Journal
of Neuroradiology, 31(9), 1744-1751.
Murray, T. G. (2008). Retinoblastoma. The National Re-
tinoblastoma Research and Support Foundation, 1
(2), 167-172.
Nagashima, H., Yamamoto, K., Kawamura, A., Nagashima,
T., Nomura, K. y Yoshida M. (2012). Pediatric orbital
schwannoma originating from the oculomotor nerve.
Journal of Neurosurgical Pediatrics, 9 (2), 165-168.
Nikièma, Z., Wencesla Diallo, J. y Daboué, A. et ál. (2009).
Trilateral retinoblastoma in Burkina Faso: Three
cases. Sante, 19 (4), 185-188.
Oester, A., Sahu, P., Fowler, B. et ál. (2012). Radiographic
predictors of visual outcome in orbital compartment
113
La tomografía computarizada y la resonancia magnética en patologías frecuentes de órbita y vía óptica
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
syndrome. Ophthalmic Plastic Reconstructive Sur-
gery, 28 (1), 7-10.
Omodaka, S., Fujimura, M., Endo, T., Inoue, T., Shimi-
zu, H. y Tominaga T. (2010). De novo formation
of orbital cavernous malformation 9 years after sur-
gical management of dural arteriovenous fistula in
the anterior middle fossa: Case report. Neurologia
Medico-Chirurgica, 50 (4), 324-327.
Orcuitt, J. C., Wulc, A. E., Mills, R. P. y Smith, C. H.
(1991). Asymptomatic orbital cavernous hemangio-
mas. Ophthalmology, 98, 1257-1260.
Oreja-Guevara, C., Noval, S., Álvarez-Linera, J., Gabaldón,
L., Manzano, B., Chamorro, B. y Díez-Tejedor E.
(2012). Clinically isolated syndromes suggestive of
multiple sclerosis: An optical coherence tomography
study. PLoS One, 7 (3), e33907.
Ozkavukcu, E., Fitoz, S. y Yagmurlu, B. (2007). Orbital
wall infarction mimicking periorbital cellulitis in a
patient with sickle cell disease. Pediatric Radiology,
37 (4), 388-390.
Pantoja, O., Luis, M., Benítez, D. et ál. (2011). Celulitis
orbitaria como forma de presentación de la sinusitis
complicada en el niño. Revista Cubana de Pedria-
tría, 84 (1), 112.
Parvizi, N., Choudhury, N. y Singh, A. (2012). Complicated
periorbital cellulitis: Case report and literature re-
view. Journal of Laryngol and Otology, 126 (1), 94-96.
Pedrosa, C. (2009). Diagnóstico por imagen. España: Mar-
ban.
Péreza, G., Castrob, G., Mansilla. C. et ál. (2012). Celulitis
orbitaria neonatal por Staphylococcus aureus meti-
cilinorresistente de la comunidad. Archivo Argentino
de Pediatría, 7, 1.
Pham Dang, N., Bouchet, A. y Mondie, J. (2011). Frontal
sinusitis, mucocele and subperiosteal superolateral
orbit abscess. Revue de Stomatologie et de Chirugie
Maxillofaciale, 112 (1), 47-50.
Pieroni, A., Gebrim, E. y Monteiro, M. (2012). Ima-
ging studies for diagnosing Graves’ orbitopathy
and dysthyroid optic neuropathy. Clinics, 67 (11),
1327-1334.
Plant, G. T., Sibtain, N. A. y Thomas, D. (2011). Hypera-
cute corticosteroid treatment of optic neuritis at the
onset of pain may prevent visual loss: a case series.
Multiple Sclerosis International, 10, 1-8.
Porter, R., Kaplan, J. y Homeier, B. (2010). Manual Merk
de signos y síntomas del paciente. Diagnóstico y tra-
tamiento. Editorial Médica Panamericana.
Prabhakar, R., Rath, G. y Haresh, K. (2011). A study on
the tumor volume computation between different
3D treatment planning systems in radiotherapy. Jour-
nal of Cancer Reearch Therapeutics, 7 (2), 168-173.
Ray, A. y Gombos, D. (2012). Retinoblastoma: An overview.
Indian Journal of Pediatry, 8-10.
Razek, A. y Elkhamary, S. (2011). MRI of retinoblastoma.
British Journal Radiology, 84 (1005), 775-784.
Regensburg, N., Wiersinga, W., Berendschot, T., Saeed,
P. y Mourits, M. (2011). Densities of orbital fat and
extraocular muscles in graves orbitopathy patients
and controls. Ophthalmic Plastic Reconstructive
Surgery, 27 (4), 236-240.
Rodjan, F., De Graaf, P. y Moll, A. (2010). Brain abnor-
malities on MR imaging in patients with retino-
blastoma. American Journal of Neuroradiology, 31
(8), 1385-1389.
Rojas L., Prada, R. y Araque J. (2005). Imagenes diagnós-
ticas de la vía visual. Manual de correlación clínico
radiológico. Colombia: Universidad Nacional de
Colombia, Schandinavia Pharm.
Roselli, F., Pisciotta, N. M., Aniello, M. S., Niccoli-Asabe-
lla, A., Defazio, G., Livrea, P. y Rubini G. (2011). Bra-
in F-18 Fluorocholine PET/CT for the assessment
of optic pathway glioma in neurofibromatosis-1.
Clinical Nuclear Medicine, 35 (10), 838-839.
Rovira, A. (2010). Radiología de cabeza y cuello. Madrid:
Editorial Médica Panamericana.
Rudloe, T., Harper, M. y Prabhu, S. (2010). Acute pe-
riorbital infections: Who needs emergent imaging?
Pediatrics, 125 (4), e719-2.
Rueda, E., Sierra, M., Infante, J., Berciano, J., Vázquez-
Barquero, A., Ciordia, R. y Martino J. (2011). Con-
troversial aspects in WHO grade II gliomas ma-
nagement: Review of recent literature. Revista de
Neurología, 53 (12), 747-757.
Ruff, I., Strozyk, D., Rahman, C., Szeder, V., Pile-Spell-
man, J. y Marshall, S. (2010). Clinical reasoning:
A 21-year-old woman with right eye swelling and
bruising. Neurology , 75 (22), 2039-2043.
114
Acuña Bedoya, L. M.; Angulo Sánchez, S. V.
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
Sachdeva, R. y Schoenfield, L. (2011). Retinoblastoma with
autoinfarction presenting as orbital cellulitis. Journal
of American Association for Pediatric Ophthalmology
and Strabismus, 15 (3), 302-304.
Saket, R. y Mafee, M. (2009). Anterior-segment retinoblas-
toma mimicking pseudoinflammatory angle-closure
glaucoma: Review of the literature and the important
role of imaging. American Journal of Neuroradiology,
30 (8), 1607-1609.
Saldana, M., Gupta, D., Khandwala, M. y Weir, R. (2010).
Periorbital necrotizing fasciitis: Outcomes using a
CT-guided surgical debridement approach. Euro-
pean Journal of Ophthalmoly, 20 (1), 209-214.
Santra, A., Kumar, R., Sharma, P., Bal, C., Kumar, A.,
Julka, P. K. y Malhotra, A. (2012). F-18 FDG PET-
CT in patients with recurrent glioma: comparison
with contrast enhanced MRI. European Journal of
Radiology, 81 (3), 508-513.
Sepahdari, A., Aakalu, V. y Kapur, R. (2009). MRI of orbital
cellulitis and orbital abscess: The role of diffusion-
weighted imaging. American Journal Roentgenology,
193 (3), W244-50.
Shams, P. N. y Plant, G. T. (2009). Optic neuritis: A review.
International MS Journal, 16 (3), 82-89.
Sharma, S., Kumar, S., Nanda, A. y Moses, E. (2009). Case
report: Carotid-cavernous fistula due to aneurysmal
rupture in a case of aortoaortitis with bilateral giant
internal carotid artery aneurysms. Indian Journal of
Radiology & Imaging, 19 (4), 308-310.
Shrestha, A., Adhikari, R. y Saiju, R. (2010). Retinoblastoma
in a 37 years old man in Nepal: A case report. Kath-
mandu University Medical Journal, 8 (30), 247-250.
Skogen, K., Ganeshan, B., Good, T., Critchley, G. y Mi-
les, K. A. (2011). Imaging heterogeneity in gliomas
using texture analysis. Cancer Imaging, 11 Spec
No A: S113.
Slavsky, A., Fraga, J., González, G et ál. (2010). Fractura
de etmoides como diagnóstico diferencial de celulitis
orbitaria en pediatría. Caso clínico. Archivos Argen-
tinos de Pediatría, 108 (5), e118-e120.
Smith, S., Williams, Z. y Ratchford, J. (2011). Diffusion
tensor imaging of the optic nerve in multiple scle-
rosis: Association with retinal damage and visual
disability. American Journal of Neuroradiology, 32
(9), 1662-1668.
Stan, M., Garrity, J. y Bahn, R. (2012). The evaluation and
treatment of graves ophthalmopathy. Medical Clinic
of North America, 96 (2), 311-328.
Tachibana, S., Murakami, T., Noguchi, H., Noguchi, Y.,
Nakashima, A., Ohyabu, Y. y Noguchi, S. (2010).
Orbital magnetic resonance imaging combined with
clinical activity score can improve the sensitivity of
detection of disease activity and prediction of res-
ponse to immunosuppressive therapy for Graves’
ophthalmopathy. Endocrinology Journal, 57 (10),
853-861.
Tan, M. y Lu Z. (2011). Integrin targeted MR imaging.
Theranostics, 1, 83-101.
Tokunaga, K. y Date I. (2011). Clinical features and ma-
nagement of cavernous and venous angiomas in the
head. Brain and Nerve, 63 (1), 17-25.
Tsironi, E., Zacharaki, F., Grivea, I. et ál. (2012). European
ST80 community-associated methicillin resistant
Staphylococcus aureus orbital cellulitis in a neonate.
BMC Ophthalmol, 12 (1).
Vajzovic, L., Murray, T y Aziz-Sultan, M. (2011). Supra-
selective intra-arterial chemotherapy: Evaluation
of treatment-related complications in advanced re-
tinoblastoma. Clinc of Ophthalmology, 5, 171-176.
Van Cauter, S., Veraart, J., Sijbers, J., Peeters, R. R., Him-
melreich, U., De Keyzer, F., Van Gool, S. W., Van
Calenbergh, F., De Vleeschouwer, S., Van Hecke,
W. y Sunaert, S. (2012). Gliomas: Diffusion kurtosis
MR Imaging in grading. Radiology, 263 (2), 492-501.
.
von Hornstein, S., Kortmann, R. D., Pietsch, T., Emser,
A., Warmuth-Metz, M., Soerensen, N., Straeter,
R., Graf, N., Thieme, B. y Gnekow, A. K. (2011).
Impact of chemotherapy on disseminated low-grade
glioma in children and adolescents: Report from the
HIT-LGG 1996 trial. Pediatric Blood and Cancer,
56 (7), 1046-1054.
Weir, R. E., Evans, S., Hajdu, S. D. y Potts, M. J. (2009).
The convex retina: Optical coherence tomography
in hypermetropic shift, without choroidal folds,
from intraconal cavernous haemangioma. Orbit,
28 (6), 398-400.
Wilms, G., Raat, H., Dom, R., Carlo, T., Philippe, D.,
Godelieve, D. et ál. (1995). Orbital cavernous he-
mangioma: Findings on sequential Gd-enhanced
MRI. Journal of Computer Assisted Tomography,
19, 548-551.
115
La tomografía computarizada y la resonancia magnética en patologías frecuentes de órbita y vía óptica
cien. tecnol. salud. vis. ocul. / vol. 11, no. 1 / enero-junio del 2013 / pp. 93-115 / issn: 1692-8415
Xian, J., Zhang, Z., Wang, Z., Li, J., Yang, B., Chen,
Q., Chang, Q. y He, L. (2010). Evaluation of MR
imaging findings differentiating cavernous haeman-
giomas from schwannomas in the orbit. European
Radiology, 20 (9), 2221-2228.
Recibido: 3 de marzo del 2013
Aceptado: 22 de marzo del 2013
correspondencia
Lina Marcela Acuña Bedoya
lacuna42@unisalle.edu.co
Sara Viviana Angulo Sánchez
sangulo24@unisalle.edu.co
Yu, J. K., Hwang, G., Sheen, S. H. y Cho, Y. J. (2011).
Bilateral visual loss as a sole manifestation compli-
cating carotid cavernous fistula. Journal of Korean
Neurosurgical Society, 49 (4), 229-30.