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Cazadores de la Puna Seca y Salada del Area Centro Sur Andina (norte de Chile)

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A comienzos del Holoceno, cerca de los 11000 años AP, habrían arribado los primeros cazadores andinos a los auspiciosos pero no exuberantes territorios de la Puna Seca y Salada, al sur oeste del plateau andino. Esta área de estudio comprende en la actualidad el sur de Perú, norte de Chile y suroeste de Bolivia.En esta oportunidad presentamos una versión resumida de los datos e hipótesis que han explicado el proceso de adaptación y cambio de las poblaciones de cazadores localizados en las regiones puneñas meridionales, cuyas diferencias han sido descritas previamente por nosotros. La Puna Seca, ubicada al norte de la localidad de Lirima, habría sido favorable para los asentamientos basados en actividades de caza y recolección en torno a pisos altoandinos, accesibles durante todo el año. La ausencia de una marcada estacionalidad en la distribución y disponibilidad de los recursos no habría determinado patrones de movilidad regulares o cíclicos como ocurre con los grupos trashumantes adaptados a zonas de marcada variación estacional. Esta última condición persiste en la Puna Salada, donde la disponibilidad estacional de los recursos de caza y recolección y la imposibilidad de ocupar los pisos más altos durante el invierno habría incentivado patrones de asentamientos que se ajustan al modelo clásico de trashumancia. En efecto, muchos de los trabajos previos en el área se han caracterizado por una aplicación general del modelo de trashumancia, sin atender las condiciones y particularidades de ambas punas. Los datos que se presentan a continuación forman parte de un corpus de hipótesis de trabajo que deberán ajustarse en el futuro en relación al avance de los estudios de caza y recolección en los Andes. Es por ahora una primera líneadatum que integra a los principales episodios arcaicos con controles cronoestratigráficos en las tierras altas del norte de Chile, como referencia general para las actuales investigaciones en curso.
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Estudios Atacameños Nº 9, pp. 13-65 (1988)
RESUMEN
A comienzos del Holoceno, cerca de los 11000 años AP,
habrían arribado los primeros cazadores andinos a los aus‑
piciosos pero no exuberantes territorios de la Puna Seca y
Salada, al sur oeste del plateau andino. Esta área de estudio
comprende en la actualidad el sur de Perú, norte de Chile
y suroeste de Bolivia.
En esta oportunidad presentamos una versión resumida de los
datos e hipótesis que han explicado el proceso de adaptación
y cambio de las poblaciones de cazadores localizados en las
regiones puneñas meridionales, cuyas diferencias han sido
descritas previamente por nosotros. La Puna Seca, ubicada
al norte de la localidad de Lirima, habría sido favorable
para los asentamientos basados en actividades de caza y
recolección en torno a pisos altoandinos, accesibles durante
todo el año. La ausencia de una marcada estacionalidad en
la distribución y disponibilidad de los recursos no habría
determinado patrones de movilidad regulares o cíclicos como
ocurre con los grupos trashumantes adaptados a zonas de
marcada variación estacional. Esta última condición persiste
en la Puna Salada, donde la disponibilidad estacional de los
recursos de caza y recolección y la imposibilidad de ocupar
los pisos más altos durante el invierno habría incentivado
patrones de asentamientos que se ajustan al modelo clásico
de trashumancia. En efecto, muchos de los trabajos previos
en el área se han caracterizado por una aplicación general
del modelo de trashumancia, sin atender las condiciones y
particularidades de ambas punas.
Los datos que se presentan a continuación forman parte
de un corpus de hipótesis de trabajo que deberán ajustarse
en el futuro en relación al avance de los estudios de caza y
recolección en los Andes. Es por ahora una primera línea
datum que integra a los principales episodios arcaicos con
controles cronoestratigráficos en las tierras altas del norte
de Chile, como referencia general para las actuales inves‑
tigaciones en curso.
División ecológica y recursos
a) Características generales
En el perfil ecológico entre la costa y la Puna se yux-
taponen varios nichos que integran las dos ecozonas
ecológicas mayores de este estudio (Figura 1). La
drástica zonación vertical no ocurre en el sentido
longitudinal a lo largo de los Andes (Hester 1966:
378). Sin embargo, Troll (1958) reconoció sensibles
variaciones que le permitieron definir diferentes
enclaves. Conciernen en este caso las zonas Puna
Seca y Puna Desértica o Salada, cuyas características
se describen y discuten a continuación.
De acuerdo a la clasificación de Troll, la Puna Seca
comparte rasgos con la Puna normal y se distinguen
porque esta última presenta una mayor carga de
humedad y la posibilidad de actividades agrícolas
sobre los 4000 m. Comparten un nivel de 5000 m para
las nieves eternas y la posibilidad de asentamientos
extremos hasta 5200 m, constituyendo poblaciones
a base de pastos. Mientras que en la Puna Desértica
o Salada descienden considerablemente los límites
de la agricultura y con ello las poblaciones con
instalaciones permanentes (Troll 1958: 24).
En el clásico mapa ecológico de Troll, toda la región
alta del Norte Grande de Chile, hasta el límite con
Perú, queda incluida dentro de la Puna Salada. Una
revisión más cuidadosa de las condiciones de esta zona
permiten colocar el límite norte de la Puna Salada
más hacia el sur, en las inmediaciones de la localidad
de Lirima (ca. 20º Lat. S). El área entre Lirima y la
frontera de Chile con Perú queda así mejor acotado
esta vez formando parte de la Puna Seca.
Hacia el sur, en lo que corresponde a la Puna Salada,
hasta el Salar de Atacama (20° 26’ Lat. S) las
condiciones de temperatura y sequedad se tornan
drásticas, impidiendo una permanencia de año
completo. Se accede, en consecuencia, a un nivel
de alta Puna (sobre 4000 m), en territorios que sólo
pueden ser usados en estaciones cálidas, a base de
Cazadores de la Puna Seca y Salada del
Area Centro Sur Andina (norte de Chile)
L N1  C S2
1 Instituto de Investigaciones Arqueológicas R. P. Gustavo Le
Paige. s.j., Universidad del Norte, San Pedro de Atacama,
CHILE.
2
Facultad de Estudios Andinos, Universidad de Tarapacá,
Arica, CHILE.
LAUTARO NUÑEZ, CALOGERO SANTORO
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Figura 1. Mapa del área de estudio (norte de Chile), donde se destaca la Puna Seca y Salada, las referencias geográficas más relevantes y
los sitios arcaicos señalados en el texto.
CAZADORES DE LA PUNA SECA Y SALADA DEL AREA CENTRO SUR ANDINA (NORTE DE CHILE)
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actividades de caza o pastoreo estacional (Bowman
1924: 244-247, 277-278). Más hacia el sur, en lo
que corresponde al norte semiárido, el límite de la
agricultura desciende a 2000 m, entonces: “la mon-
taña como tal, es ya campo de lucha y no espacio
nuclear y de sustento de culturas humanas como en
los trópicos” (Troll 1958: 24).
Aparte de las diferencias climáticas, es importante
anotar las diferencias ecológicas. Mientras que en la
Puna Seca hay un rico ambiente forrajero apto para
camélidos, complementado con animales menores,
aves y roedores y ausencia de plantas con frutos
comestibles; en la Puna Salada de Atacama, el am-
biente forrajero es más deprimido, complementado
de árboles (algarrobo y chañar) con producción para
recolección y molienda en el piedemonte. Como el
mayor recurso forrajero es la alta Puna y aquí no hay
adaptación invernal, la avifauna presenta patrones
de movilidad estacional, estimulando las prácticas
trashumánticas. Estas condiciones climáticas, florís-
ticas y faunísticas, no sólo se deben a la ubicación
longitudinal, sino también influye la geomorfología
vertical, cuyos perfiles ofrecen diferencias sustan-
ciales (Figura 2). Probablemente, estas condiciones,
incluyendo la frontera Cariquima-Isluga, comenzaron
a estabilizarse desde el Holoceno Temprano, lo que
coincide con la aparición de campamentos ubicados
en espacios sobre 4000 m en la Puna Seca, mientras
que en la Puna Salada éstos aparecen, sensiblemente
en alturas más moderadas en pisos de oasis y que-
bradas (ca. 3000 m).
Ciertamente, la adaptación a las ecologías de la Puna
Seca y Salada imprimieron condiciones particulares
a los patrones de asentamiento y circuitos trashumán-
ticos. Por ejemplo el nivel de base regional, bajo la
Puna Seca, se localiza en la cuenca de la Pampa del
Tamarugal (ca. 1000 m). Allí se agolpan las aguas
subterráneas, dando lugar a los bosques de Prosopis
sp. (algarrobos y tamarugos), de modo que se sitúa a
algo más de 150 km, quedando fuera de un alcance
cercano de la ocupación de las tierras altas.
En reversa, el nivel de base regional, bajo la Puna
Salada, se sitúa en el borde oriental de la cuenca de
Atacama, a ca. 2300 m, con aguas subterráneas que
estimulan el crecimiento de bosques de algarrobos
y chañares, más cercanos a las ocupaciones de las
quebradas y Puna Salada. El uso de sus recursos
fue más inmediato, estimulando más el acceso
trashumántico.
Figura 2. Transecto ecológico oeste-este, con los principales recursos vegetacionales
de secciones representativas de la Puna Seca (A) y Salada (B)
LAUTARO NUÑEZ, CALOGERO SANTORO
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Por otro lado, debido a la distribución y cantidad de
precipitaciones, la franja de vegetación de las tierras
altas tiende hacia el sur a replegarse en altura en la
medida que los márgenes del desierto absoluto pene-
tran más y más hacia el interior. De esta manera, en
la Puna Seca la vegetación comienza a los 1500 m
mientras que en la Puna Salada ésta comienza a los
2600 m. La incidencia de pastos más estacionales,
dependientes de las lluvias de verano, también se
incrementa hacia el sur (Villagrán et al. 1982: 15).
Igualmente, es notorio un descenso gradual de la
temperatura en la misma dirección, incrementando
su efecto en sectores sobre 4000 m; a la latitud de
la Puna Salada las temperaturas se mantienen bajo
el punto de congelación a lo largo del invierno. En
la Puna Seca, en cambio, el período de heladas es
más corto y desaparece durante el día, permitiendo
la sobrevivencia de densas comunidades de plantas
y animales.
b) Puna Seca
Morfológicamente se distinguen tres pisos eco-
lógicos verticales en la Puna Seca (ver Figura 2):
a) valles precordilleranos y praderas de interflu-
vio ubicados al pie del gran macizo montañoso
andino (ca. 2000-3000 m); b) valles cordilleranos
(ca. 3000-4000 m) y, c) alta Puna (ca. 4000-5000 m)
o plateau altiplánico alterado por volcanes y montañas
aisladas de hasta 6000 m. En estos pisos altos des-
aparecen las estrictas condiciones áridas de la costa
con el aumento gradual de la pluviosidad en sentido
vertical oeste-este, partiendo de 50 mm de promedio
anual en el piso precordillerano hasta alcanzar en la
alta Puna promedios de 300 a 350 mm. Esto define
en el área condiciones marginales de desierto en
oposición a las condiciones de desierto absoluto
vigente en las zonas bajas costeras. Se asocian a los
pisos mencionados tres zonas vegetacionales que
acusan una drástica zonación vertical de acuerdo
a un transecto realizado en la latitud 18° 28’ S
(Villagrán et al. 1982).
Estas tres zonas vegetacionales se traslapan, pero
no son completamente coincidentes con los pisos
ecológicos definidos más arriba. Presentan las si-
guientes características:
1) Valles cordilleranos y praderas de interfluvio
(2000-3000 m). Este piso está asociado con la
“Formación Desértica” caracterizada por matorra-
les y arbustos tales como Atriplex microphyllum y
Ambrosia artemisloides; suculentas como cactus
columnares Browningia candelaris y cactus de
menor tamaño (Opuntia sp.), y algunas especies
de hierbas Coldenia paronichiodes y Philippiamra
fastigiata, que se ubican entre 1540-2800 m. Las
precipitaciones alcanzan hasta promedios de 50 mm
anuales (Villagrán et al. 1982).
A pesar que varias de aquellas especies tienen
valores forrajeros su escasa cobertura (10%) atrae
pocos animales en la actualidad y la actividad pas-
toril es muy deprimida. Sin embargo, la presencia
de ocupaciones arcaicas supondría la existencia de
condiciones suficientemente favorables para caza-
dores recolectores, que consumieron camélidos,
roedores y algunos tubérculos, como ha sido cons-
tatado en la cueva de Patapatane desde el Holoceno
Temprano (ca. 8000-3500 AP) (Santoro y Chacama
1982, 1984).
2) Valles cordilleranos (3000-4000 m). Se asocia a
este piso la “Formación de Tolar” con varias comu-
nidades exclusivas, destacando la riqueza de arbustos
y subarbustos “siempre verdes” y cadulifolios (tolas,
tolillas o tolar) con predominio de Fabiana densa
y Baccharis boliviensis, alcanzando un 50% de
cobertura, con precipitaciones anuales promedio de
100 a 300 mm. Esta formación vegetacional se ubica
entre 2800-3800 m (Villagrán et al. 1982).
3) Alta Puna (4000-5000 m). Se asocia a la alta Puna
la “Formación de Pajonal” dominada por gramíneas
perennes de crecimiento en champas, paja o ichu
(Festuca orthophylla); formaciones intrazonales
de vegas o bofedales (Oxychloe andina y Distichia
muscoides); bosquecillos discontinuos de queñoales
(Polylepis tarapacana) y agrupaciones de llaretales
(Azorella compacta). En promedio presenta 26%
de cobertura, pero llega excepcionalmente a 70%
en los bofedales, en torno a los cuales se desarrolla
una importante vida animal. Tal como ocurre en los
pisos anteriores, muchas plantas son exclusivas, lo
que junto a los factores de temperatura y altitud,
definen una fauna especializada, con varias espe-
cies que pueden organizar su vida estable en torno
a estas cuencas, constituyendo una fuente segura
de subsistencia.
Actualmente, es posible encontrar en los bofedales,
durante todo el año, grupos de vicuñas (Vicugna vi
cugna). En especial piños familiares, que comparten
pequeños espacios dentro del bofedal como parte de
CAZADORES DE LA PUNA SECA Y SALADA DEL AREA CENTRO SUR ANDINA (NORTE DE CHILE)
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un territorio mayor que tienen bajo control. Otros
animales se asocian a las áreas rocosas en torno al
bofedal como las vizcachas (Lagidium viscacia).
Tórtolas o tortolitas bolivianas (Metropelia ceciliae),
pato jergón chico (Ana flacirotis) concurren entre
una larga lista de roedores y aves. En las praderas
adyacentes se encuentra el cholulo (Ctenomys),
el ñandú (Pterocnemia pennata tarapacensis), la
kiula o perdiz de la Puna (Tinamotis pentlandii),
cuya recolección de huevos ofertaron un recurso
adicional (Lynch 1980).
De esta manera, los bofedales con su alta concen-
tración de recursos de fácil explotación aparecen
como un medio “eficiente” que no demandaba gran
actividad humana. Este valor se incrementa si se
considera que sus mejores posibilidades se encuentran
en invierno (junio-septiembre), porque es el único
lugar húmedo que conserva pastos apropiados para
los herbívoros. En los pisos más bajos de precordillera
y valles cordilleranos los pastos se secan durante el
invierno; mientras que las praderas altas adyacentes
a los bofedales no son afectadas por la sequedad y
bajas temperaturas.
Debe considerarse que las temperaturas bajas extre-
mas, incluso en invierno, no inhiben la supervivencia
de hombres, animales y plantas; de modo que se
puede concluir que estos factores pudieron provocar
e incentivar, más que limitar, la convergencia de
cazadores recolectores, desde épocas tempranas
para establecer campamentos en cualquier época
del año.
En contraste con la abundante vida animal, la
Puna Seca ofrece un reducido número de plantas
de recolección. Tanto los reportes botánicos como
etnográficos reconocen que un alto porcentaje de
la flora tiene funciones forrajeras, en cualquiera de
los tres pisos (Van Kessel 1980; Kalin et al. 1982;
Castro et al. 1982; Villagrán et al. 1982). Las pocas
plantas de consumo humano, bayas de cactáceas
y algunas hierbas del bofedal, no susceptibles de
molienda, fueron posiblemente, un recurso secun-
dario y temporal. Esto coincide con la ausencia de
elementos de molienda: metates, morteros y manos,
mientras no hubo productos cultivados. Estos rasgos
florísticos y culturales contrastan con la situación
descrita para la Puna de Atacama, donde en el
Período Arcaico Tardío y Medio las actividades
de molienda juegan un rol destacado en el patrón
de asentamiento y actividades de subsistencia.
Esto parece vincularse en lo que concierne a la
recolección de vainas de algarrobo (Prosopis sp.)
y frutos de chañar (Geoffrea decorticans), recursos
localizados cerca de las quebradas con intensa ocu-
pación arcaica al pie de la alta Puna de Atacama, y
en reversa, a la lejanía de estos recursos en relación
al ambiente de la Puna Seca.
En suma, las características ecológicas y culturales
de la Puna Seca contrastan con la situación de la Puna
Salada, donde desde épocas arcaicas tempranas la
caza y recolección estacional tuvo un rol determinante
en la definición de los patrones de asentamiento y
actividades de subsistencia.
c) Puna Salada
En la Puna Salada se distinguen, morfológicamente,
tres pisos ecológicos (ver Figura 2): oasis y Salares
(2100-3100 m); quebradas intermedias en el plateau
riolítico (3100-3850 m) y alta Puna (3850-4250 m).
Estos pisos presentan algunas diferencias con sus
homólogos descritos para la Puna Seca. La primera
diferencia corresponde a los límites verticales de la
distribución zonal de las plantas que se concentran
esta vez entre 3100 a 4380 m. Bajo el límite inferior
la vegetación prácticamente es ausente y, sobre el
límite superior la cobertura vegetal aparece pobre-
mente desarrollada en lo que corresponde al nivel
subnival. Los tres pisos mencionados abarcan dos
zonas climáticas: a) Subandina con precipitaciones
ocasionales durante el verano y, b) Andina o “alta
cordillera”, con precipitaciones más regulares
(Villagrán et al. 1981: 5-6). Coincide, con la Puna
Seca, la existencia de especies exclusivas para cada
piso, muchas de las cuales se repiten, pero se distin-
guen en su concentración y distribución (Villagrán
et al. 1981).
A continuación se presentan las formaciones vegeta-
cionales asociadas a los tres pisos mencionados:
1. Oasis y salares (2100-3100 m). Este piso corresponde
al Salar de Atacama propiamente tal. La vegetación
consiste en arbustos xerofíticos de distribución es-
paciada con una cobertura de 2.5% (Villagrán et al.
1981: 6). Las principales asociaciones vegetacionales
incluyen: Acantholipia deserticola, Ambrosia arte
misloides, Helogyne macrogyne, Helioanthrocereus
atacamensis (Villagrán et al. 1981).
LAUTARO NUÑEZ, CALOGERO SANTORO
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2. Quebradas intermedias en el plateau riolítico
(3100-3850 m). Estas quebradas presentan 43.8%
de cobertura vegetacional, ofreciendo las mejores
potencialidades para hombres y animales dentro de
la zona. Arbustos, subarbustos y especies forrajeras
constituyen los componentes más destacados de la
vegetación de tolar en este sector. Las principales
asociaciones vegetacionales son: Fabiana densa,
Baccharis boliviensis, Baccharis incarum, Junelia
y Seriphioides, Lampaya medium (Villagrán et al.
1981).
3. Alta Puna (3850-4250 m). A pesar de que este
piso presenta mayores precipitaciones en relación
a los dos anteriores, a raíz de las lluvias de verano
(200-250 mm promedio anual), ofrece una escasa
cobertura vegetacional (10%), debido a que las bajas
temperaturas inhiben el crecimiento de las plantas
durante el invierno. De modo que hay pastos dispo-
nibles sólo en el verano (diciembre-marzo) y éstos
constituyen la vegetación dominante y extensiva.
Hacia los sectores altos de este piso se agregan
plantas en cojín (Villagrán et al. 1981).
Los patrones de asentamiento en la Puna Salada
debieron organizarse en torno a los recursos
concentrados a lo largo de las quebradas, oasis pie-
montanos y vegas de la playa del Salar de Atacama.
Las evidencias arqueológicas demuestran, desde
épocas tempranas, un uso importante del piso de
quebradas intermedias, quedando los pisos extremos
como zonas complementarias de uso más estacional,
situación que en general contrasta sustancialmente
con la Puna Seca.
Para los efectos de comprender más localmente las
variaciones de recursos vegetacionales y la distri-
bución de fauna asociada, se debe considerar como
indicador el transecto de la cuenca Tarajne-Tulan, en
el extremo más meridional de la vertiente occidental
de la Puna Salada o atacameña.
Mientras en las vegas y bordes del Salar de Atacama
hay evidencias de capturas arcaicas de camélidos y
roedores (Ctenomys fulvus), en las quebradas inter-
medias que inician el ascenso del plateau riolítico,
junto a los camélidos abundan roedores como vizcacha
y chinchilla. Pero en la medida que se asciende a
las cubiertas vegetacionales estacionales de mayor
extensión, la avifauna es más significativa, tal como
ocurre en la alta Puna (camélidos, aves acuáticas,
aves corredoras, etc.).
El examen del transecto Tulan es entonces muy útil
para atender el uso complementario de pisos vegeta-
cionales y faunísticos en términos del desarrollo de
un patrón trashumántico más estricto que los casos
posibles de la Puna Seca (Figura 3).
En términos de sustentación de un régimen tras-
humántico es conveniente conocer los indicadores
ecológicos que contrastan cada piso altitudinal. En
general, el área se considera como un semidesierto de
altura con arbustos caducifolios de sequía, arbustos
siempre verdes de hojas xerofíticas, gramíneas en
champa y plantas en cojín. Globalmente la cobertura
vegetacional no supera el 50%, con un clímax por
los 3800 m de altura (Villagrán et al. 1981). Así,
bajo los 3850-3150 m dominan los arbustos y subar-
bustos. Las gramíneas en champa se disponen entre
los 3800-3700 m. Sobre los 3900 m las gramíneas
tienden a combinarse con las plantas en cojín. En
el transecto Tulan se reconocen cuatro pisos con
sus respectivos asentamientos arcaicos, asociados
a recursos vegetacionales y faunísticos típicos.
A continuación se resumen sus características de
oeste a este:
Piso Tilocalar (2300‑2380 m). Corresponde al borde
oriental del Salar de Atacama, donde se localizan
lagunetas con concentraciones de aves (flamencos),
playas con colonias densas de cholulos (Ctenomys
fulvus) y vegas extensas en las playas del Salar,
tipificadas por una cobertura vegetacional de coji-
netes o champas en las zonas más húmedas (vegas
de Tilocalar). Pero en los alrededores de las zonas
húmedas, la vegetación es menos continua con una
amplia cobertura de arbustos que crecen en las
planicies marginales del Salar: rica rica, cachiyuyo,
pingo pingo, brea, etc.
Algunos rasgos típicos son el déficit de lluvias, más
altas temperaturas, afloramientos de aguas salobres
y costras, ausencia de árboles (chañar y algarrobo),
la imposibilidad de implantar algún régimen de
cultivos y su riqueza forrajera asociada a reducidas
vertientes de agua potable. La presencia de densos
depósitos de huesos de camélidos en el sitio Tambillo,
ubicado en este ambiente, aunque algo más al norte,
señala que existió en el pasado una relación entre
estas vegas y la sustentación de camélidos. En la
actualidad las vegas de Tilocalar son ocupadas por
ovejeros de la localidad de Peine.
CAZADORES DE LA PUNA SECA Y SALADA DEL AREA CENTRO SUR ANDINA (NORTE DE CHILE)
19
El forraje disponible en las vegas del Salar aunque
es estable, tiende a ser más óptimo entre los meses
de octubre, noviembre y diciembre, cuando ocu-
rren temporadas secas que crean etapas críticas,
como aquella recurrente en octubre que afecta el
forraje en pisos tan ricos como Socaire; de modo
que los recursos “bajos” de las vegas del Salar
fueron alternativas tan importantes que dieron
lugar al hábitat de Tilocalar, de larga duración en
términos de secuencia. De acuerdo a estos recur-
sos, la concentración de sitios en torno a la vega
de Tilocalar se explica sólo en términos de caza y
crianza de llamas.
Piso Tilomonte (2380‑2750 m). Se corresponde con
un sector ecológico y poblacionalmente bien acota-
do donde se combina el recurso inferior del arroyo
Tulan y su desagüe en torno al oasis de Tilomonte
con su peculiar arboleda de chañares y algarrobos
y actividades agrícolas con regadío.
El uso del espacio se orientó a las arboledas y
vegas locales forrajeras, sólo como recurso alter-
nativo en períodos de crisis de pastos al interior
del transecto.
No obstante, fuera del oasis y de las vegas del arroyo
la cobertura vegetacional es pobre, de carácter
subandino, con evidencias de arbustos leñosos y
secos, más dispersos, la que pudo ser utilizada por
manadas y/o rebaños de paso.
Piso Tulan (2750‑3500 m). Se trata de un sector con
recursos bien focalizados en el curso del estrecho
arroyo de Tulan asociado a un locus poblacional
arcaico bien definido, en especial aguas abajo de
la vertiente que origina al arroyo.
Sobre los 3000 m comienza a observarse una cobertura
vegetacional equivalente al “piso andino inferior”
(Villagrán 1981), con arbustos, subarbustos, camé-
fitas, equivalente a la formación del tolar andino
(Fabiana densa, Baccharis boliviensis).
El tolar concentra el mayor potencial de forraje
puesto que algo más del 80% de sus plantas son
útiles a los camélidos, pero como su crecimiento
es estacional el uso del tolar es flexible de acuerdo
a las condiciones climáticas (pingo pingo, chaca
chaca, añawa, etc.).
Figura 3. Croquis del transecto Tulan: Salar de Atacama - cerro Meniques.
LAUTARO NUÑEZ, CALOGERO SANTORO
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El acceso al tolar ocurre después de las lluvias estivales
porque sus recursos forrajeros (plantas anuales de
desarrollo estacional) son efímeros en términos de
depender de más o menos lluvias locales. A juzgar
por la evidencia de Toconce, es probable que aquí
más de 10 especies forrajeras fueron útiles para los
camélidos (Aldunate et al. 1981).
En los alrededores de la quebrada Tulan se desarrollan
cuencas reducidas, quebradas y altiplanicies inclinadas
de este a oeste con forraje estacional de baja densidad,
de naturaleza seca y leñosa, aunque hay depresiones
y colinas con sectores de mayor significado forrajero.
Estas pampas fueron utilizadas como recurso com-
plementario a las quebradas y constituyeron el talaje
del paso obligado desde las quebradas hacia las vegas
de mayor altura (piso Meniques).
El piso Tulan contaba a fines del Período Arcaico
con los siguientes recursos forrajeros locales: pingo
pingo (Ephedra), cortadera (Cortadera sp.), totora
o juncos (Scirpus sp.), ojalar o chokel (Atriplex
microphylla Phill) y brea (Tessaria absinthioides).
Y con los siguientes recursos foráneos: paja brava
(Festuca sp.), pajonal (Stipa sp.) traída desde los
3000 a 4000 m, pajas (Cyperaceae), común en la
alta Puna, asociada a la alimentación de camélidos y
frutos de chañar (Geoffrea decorticans) y algarrobo
(Prosopis sp.).
Piso Meniques (3500‑5650 m). Los recursos forra-
jeros se sitúan en el drenaje de Tarajne a lo largo
de quebradas y pampas aledañas con algo más de
potencia en relación al distrito anterior. Hay quebradas
y cursos de aguas que sostienen vegetación arbustiva
permanente que aún sirven como estancias. Pero en
general, en el plano inclinado ignimbrítico que as-
ciende hasta la alta Puna los recursos de quebrada son
de baja densidad porque gradualmente la cobertura
vegetal de interfluvio se incrementa hasta alcanzar
un área de forraje sostenido, con más incremento
de lluvia estival.
El componente típico de este piso son las lagunas
Miscanti y Meniques en donde la población arcaica
también configuró un locus relevante. No se ha
realizado una prospección intensa en este piso, pero
las evidencias señalan que los sitios se ubican en
quebradas con recursos forrajeros, como estaciones
de paso entre los hábitats más eficientes en torno
a la aguada Tulan (2900 m) y las lagunas referidas
(4200 m).
Domina el régimen de la alta Puna (estepario de
altura) con alta fluctuación de temperatura entre el
día y la noche, bajo registros de hasta –10, –20°C,
con días despejados y asoleados. Las lluvias ocurren
en verano (ca. 200 mm anuales), dando lugar a una
cubierta esteparia de pastos duros (ichus) y tolares
(Baccharis sp.). Estos recursos asociados a vertientes
potables dispuestas en el paisaje altoandino permiten
hasta hoy el acceso de pastores a las lagunas y vegas
forrajeras, donde practican la recolección de huevos
de parina y caza eventual en las estaciones cálidas.
Tal situación no debió ser muy distinta al modo de
ocupar temporalmente la alta Puna por los cazadores
arcaicos de los pisos más bajos, en torno a la caza
de camélidos, suris, etc., puesto que aquí existe
una cobertura de gramíneas dominante a través de
extensivos pajonales estacionales. No obstante, sobre
los 4250 m los recursos se debilitan y se transforma
el paisaje en un semidesierto de altura.
En términos generales, los recursos de este piso
mantienen una biomasa mayor comparada con los
anteriores en relación a la sustentación de avifauna.
El listado más útil para el consumo es el siguiente:
Mamíferos: vicuña (Vicugna vicugna), guanaco (Lama
guanicoe), zorro (Pseudalopex culoacus), vizcacha
(Lagidium viscacia), chinchilla (Chinchilla chinchilla),
sarteneja (Ctenomys sp.), gato montés (Oreaylurus
jacobita). Aves: suri o avestruz (Pterocnemia pennata
tarapacensis), kiula (Tinamotis pentlandi) o perdiz
grande, tórtola cordillerana (Metriopelia melanop‑
tera melanoptera), canarios de cordillera, chorlo
de la Puna, etc. Aves acuáticas: parina o flamenco
(Phoenicopanus sp.), guayata (Chloephaga mela‑
noptera), ajoya o tagua gigante (Folica gigantea),
huairavo (Nycticorax N. tayazuguira) y gaviota
andina (Larus serranus). Como estas comunidades
no tienen capacidad de hibernación, deben alejarse
de sectores más altos.
Entre los pisos Tulan y Meniques y sus zonas
aledañas, los recursos forrajeros que nuclean las
labores de caza están en quebradas, vegas y pampas
de interfluvio con concentraciones en los abreva-
deros. Es probable que al igual que en Toconce
(Aldunate et al. 1981), más del 60% de las especies
vegetales sean forrajeras, concentradas mayormente
en la formación del tolar y en menor grado en los
estrechos recursos de las quebradas. Así, la mejor
vía posible para sostener poblaciones arcaicas con
alta densidad, como ocurre en este transecto era
a través de una fina percepción de la variabilidad
CAZADORES DE LA PUNA SECA Y SALADA DEL AREA CENTRO SUR ANDINA (NORTE DE CHILE)
21
estacional y la consecuente disposición de recursos
en distintas estaciones a lo largo de todo el perfil
entre los 2300 a 5000 m.
Las diferencias que se han reseñado entre ambas
punas ejerce una notable influencia en la definición
de los patrones de asentamiento. Estas distinciones
afectaron el énfasis en el tipo de actividad de subsis-
tencia, la organización de los circuitos y patrones de
asentamiento con diferentes centros gravitacionales.
El primer autor (1980b y 1981) usando datos arqueo-
lógicos, climáticos y zoológicos ha documentado,
para el Arcaico Tardío, la hipótesis de un modelo
de trashumancia de caza y recolección, netamente
estacional entre el Salar y la Puna alta de Atacama,
con hábitats permanentes en el piso de quebradas
intermedias, con desplazamientos estacionales hacia
el piso de la alta Puna, sobre los 3800 m. Así, se
ampliaron considerablemente los postulados de
Niemeyer y Schiappacasse (1976). Mientras que
en las tierras altas de Arica hemos sugerido como
hipótesis, un patrón de caza con hábitats perma-
nentes en el piso alto andino (4000-4500 m), con
menor presión o determinación estacional (Santoro
y Chacama 1984).
Sin embargo, estas diferencias ecológicas y sus posi-
bles patrones de asentamiento no repercutieron en las
respuestas tecnológicas. Schiappacasse y Niemeyer
ya señalaron que la Puna es un factor de unificación
cultural, basados en: “la semejanza tipológica del
material lítico del salar de Surire con los materiales de
los salares más meridionales” (1975: 55). Otro tanto
ha ocurrido con ciertos tipos de puntas tempranas,
recogidas en la Puna de Arica, de formas similares
a las registradas en los Andes Centrales (Santoro y
Chacama 1982; Lynch 1986: 155).
Podría sugerirse que la unidad ambiental de los
Andes en los términos expresados por Hester (1966)
habría incentivado tempranamente a cazadores de
los Andes Centrales a explorar estas punas meridio-
nales de aspecto parecido. Estos mismos cazadores
o sus descendientes aprendieron rápidamente las
particularidades de la Puna Seca y Salada, por lo
que readaptaron sus patrones de asentamiento más
que sus respuestas tecnológicas.
Condiciones paleoclimáticas
Mientras en la costa las condiciones de aridez se
han mantenido por varios millones de años (Craig
1982), en la Puna la situación ha sido más dinámica
no sólo durante el Pleistoceno sino también en el
Holoceno (Craig 1985). Los ambientes andinos
variaron sustancialmente cuando las masas de hielo
se replegaron a los niveles actuales, habilitando
amplias praderas donde se concentraron plantas
y animales. Esto ocurría al final del Pleistoceno y
Holoceno Temprano, atestiguado por campamentos
de cazadores que adoptaron como propias, distintas
regiones a lo largo de los Andes.
Las imágenes satelitales analizadas a la luz de mode-
los teóricos climáticos generales y la correlación de
datos correspondientes a otras regiones, constituyen la
fuente principal con que se han intentado reconstruir
las fluctuaciones climáticas locales.
De esta manera, se ha sugerido que un dominio
climático más húmedo y frío hacia el final del
Pleistoceno y comienzo del Holoceno habría sido
causado por un desplazamiento latitudinal de
masas de aire dominantes o por migraciones del
frente polar. De esta manera, el clima del norte de
Chile habría sido favorecido por condiciones más
húmedas y frías, comparables al régimen de lluvias
que hoy existen en la latitud de La Serena (Lynch
1986: 148). Otros autores señalan que la falta de
hielos continentales en Sudamérica habría inhibido
fenómenos de ese tipo, por lo tanto, el modelo de
circulación atmosférica durante el último glacial fue
igual que en el presente (Nogami 1982: 47). El clima
del Pleistoceno fue, en consecuencia, el efecto de
un enfriamiento atmosférico que habría provocado
una disminución de la evaporación, aumentando las
posibilidades de humedad para el suelo y la flora
(Nogami 1982: 45).
Por otra parte, se han observado niveles más altos en
los lagos pleistocénicos andinos que no reflejarían la
existencia de verdaderos “pluviales” en condiciones
climáticas distintas a las actuales. Esto más bien
podría interpretarse como una intensificación de las
lluvias de verano dentro de condiciones similares
a las del presente. Esta situación, a su vez, se vio
favorecida por el régimen de temperaturas más bajas
que habrían mantenido una mayor disponibilidad de
agua sin necesidad que ocurrieran cambios climáticos
mayores (Ochsenius 1986: 40).
Las condiciones finipleistocenas en la Puna Seca
y Salada parece que sostuvieron ciertos locus de
megafauna eventualmente asociados a cazadores
LAUTARO NUÑEZ, CALOGERO SANTORO
22
paleoindios aún no identificados (Núñez 1983a;
Santoro 1987). Por otro lado se sabe que ciertos
équidos hoy extintos existían en la Puna de Jujuy
(Barro Negro) por los 12000 AP (Fernández
1986). De acuerdo a los estudios polínicos en
El Aguilar (Markgraf 1985), existieron eventos
pa leobotánicos localizados en la Puna argentina
(4000 m). Estos señalan que antes de los 10000 años
AP las cubiertas de herbáceas y compuestas eran
más diversas, constituyendo una vegetación de tipo
páramo, es decir, con más potencial forrajero que la
vegetación tipo Puna.
De acuerdo a Markgraf (1985), durante el Holoceno
se distinguen tres fases paleoclimáticas. Entre
10000 a 7500 AP se advierte una alta proporción de
gramíneas, pero menos frecuencia de compuestas
y herbáceas, similando a la vegetación altoandina.
Tal situación plantea un incremento de continenta-
lidad con inviernos más fríos que antes. Entre 7500
a 4000 AP los componentes prepuna aumentan
(Ephedra, Chenopodineae/Euphorbiaceae y otros),
lo cual sugiere un incremento del régimen de aridez
en relación a la fase anterior (disminución de las
lluvias de verano). Entre 4000 AP a tiempos recientes
las condiciones modernas se establecen con ciertos
componentes de páramo, es decir, con más humedad
en relación a la fase anterior, pero se plantea que los
componentes de prepuna estaban lo suficientemente
presentes como para advertir que continuaban las
sequías de verano.
La referencia paleoclimática más cercana a nuestra
área de estudio proviene de Sajama (4650 m) (Ybert
y Miranda 1984). Sus resultados sugieren un clima
frío y seco para una primera fase datada entre
ca. 7500 a 6000 AP. La segunda fase datada entre
ca. 6000-3500 AP presentaría condiciones más frías
y húmedas. La tercera fase entre ca. 3500-2000 AP
presentaría un clima frío y seco, seguido de condi-
ciones climáticas como las actuales.
Esta secuencia se contrasta con los diagramas de
polen obtenidos a 50 km de Escona al noreste del
lago Titicaca, en el borde de Perú con Bolivia. Se
sugieren condiciones secas y frías entre 10000 a
6500 AP, en un contexto de calentamiento lento con
lapsos de sequías durante la Fase I. En la Fase II, por
los 6000 AP siguió un incremento de la temperatura
y mayor humedad. Desde 5500 AP al presente se
dispone la tercera fase con la extensión de la estepa
altoandina, correspondiente a un clima de alta montaña
más húmedo, lo que se podría identificar con las
características de la Puna normal (Graf 1981: 367).
No obstante, esta tercera fase postglacial, de acuerdo
a la recurrencia de polen correlacionado en la zona
de Paniri (Loa Superior), admite la posibilidad de
que la III Fase de Graf pueda tener vigencia en el
extremo más septentrional de la Puna Salada (C.
Villagrán com. pers.).
Probablemente el esquema obtenido por Graf tiene
mayor validez para la Puna Seca y Salada, puesto que
por sobre las diferencias climáticas graduales que
ocurren en el presente, entre la Puna normal (área
del Titicaca) y las punas del norte de Chile, el clima
en el pasado debió depender de los mismos factores
generales que hoy día determinan el clima en toda
esta región. Estos factores son: a) la corriente de
convergencia intertropical, situada en latitudes del
Ecuador, responsable de la humedad procedente del
noreste y, b) un frente polar que trae precipitacio-
nes desde el suroeste (Gomes y Little 1981, cit. en
Kalin et al. 1988). Sin embargo, la referencia local
de Sajama perturba el intento de definir secuencias
paleoclimáticas regionales.
Al disponer los escasos datos paleoclimáticos locales
con aquellos provenientes de regiones relativamente
limítrofes, no se advierte una distribución homogénea
o equivalencia de eventos y condiciones ambientales
(Tabla 1). En efecto, la carencia de columnas locales
con registros geocientíficos y polínicos, de valor
cronoestratigráfico, no nos permite correlacionar
con más confiabilidad la ocupación de las primeras
fases arcaicas en relación a eventos paleoclimáticos
específicos.
Es probable que los primeros poblamientos arcaicos
(Fase Tuina) accedieron al territorio in toto cuando
aún prevalecían las condiciones de páramo y mayor
cobertura forrajera (Holoceno Temprano). Las fases
siguientes debieron reajustarse a los cambios pos-
teriores al décimo milenio AP, con la instauración
de la vegetación altoandina, con frío invernal y
condiciones de calentamiento gradual e interferencia
de lapsos de sequías. El aumento de un régimen de
aridez entre 7500 a 4000 AP pudo incentivar las
labores de caza y colecta más especializada, en
un marco de mayor confiabilidad en términos de
domesticación de plantas del complejo cordillera-
no y control inicial de camélidos. Así, cuando las
condiciones modernas fueron establecidas por los
5500 a 4000 AP, ya se habrían arraigado los primeros
CAZADORES DE LA PUNA SECA Y SALADA DEL AREA CENTRO SUR ANDINA (NORTE DE CHILE)
23
Años AP
Centro-Norte chileno
(Quereo-Tierras Bajas)
(Núñez et al. 1983)
Sajama, borde Bolivia y
extremo norte de Chile
(4650 m)
(Ybert y Miranda 1984)
Puna argentina (Jujuy/
Aguilar-Barro Negro)
Puna Salada
(Fernández 1986;
Markgraf 1987)
Altiplano peruano-
boliviano. (Escona/NE
Lago Titicaca)
Puna normal (Graf 1981)
2000 cálido-seco
condiciones áridas
condiciones modernas
3000 frío seco condiciones modernas con
componentes de páramo
(más humedad) asociado a
componentes de prepuna
(recurrencia de sequías
estivales)
templado seco
condiciones fluvialpalustres
frío húmedo
(condiciones de Puna
normal)
4000
más frío y húmedo
5000 cálido seco
condiciones áridas
condiciones de incremento
componentes prepuna
(incremento de aridez,
menos precipitación
estival)
6000 cálido - húmedo
7000 frío seco
frío lluvioso
condiciones palustres
8000
condiciones de vegetación
altoandina (incremento de
continentalidad e inviernos
más fríos)
frío - seco
condiciones de
calentamiento gradual con
lapsos de sequías
9000
10000 cálido seco
condiciones áridas
11000 condiciones de dominio de
páramo
frío lluvioso
condiciones fluvial-lagunares
12000
Tabla 1. Comparación de registros paleoclimáticos.
brotes de producción de alimentos cárneos y culti-
vados (tuberosas y Chenopodium en lo principal).
Estas proposiciones deben ser comprendidas como
hipótesis tentativas.
En consecuencia, de los factores que pudieron influir
en los cambios climáticos postglaciales pueden espe-
rarse distintos patrones de fluctuaciones climáticas,
en términos de cambios de temperatura y humedad,
de acuerdo a las particularidades de cada región,
tal como ocurre en el presente entre la Puna Seca y
Salada. Mientras tanto es preferible esperar datos
provenientes de estas áreas para análisis paleocli-
máticos más concluyentes (Tabla 1).
Historia de la investigación
Hace poco más de 40 años Bird (1943: 183, 186)
sugería que los cazadores recolectores de esta
LAUTARO NUÑEZ, CALOGERO SANTORO
24
región seca y Salada de los Andes habrían tenido
posibilidades de vida a lo largo de la costa y desem-
bocadura de ríos. Más aun, supuso que herbívoros
como el guanaco debieron estar confinados a los
valles bajos y, por esta razón habrían tenido escasas
posibilidades de sobrevivir ante la aparición de
los cazadores.
Actualmente, a pesar que no existe un conjunto
suficiente de datos ecológicos, culturales y pa-
leoecológicos se han avanzado varias hipótesis y
sugerencias para explicar la adaptación y dominio
de las sociedades de cazadores recolectores sobre
las tierras altas de los territorios actuales del norte
de Chile y sur de Perú.
Los datos estudiados por el primer autor (1981) per-
mitieron sugerir un modelo de ocupación estacional
que ha denominado “proceso de andinización” para
referirse a la adaptación creciente a los ambientes
de tierras altas de Atacama, desde el Holoceno
Temprano, a base de una evaluación cronoestrati-
gráfica. Esto representa un avance respecto de las
interpretaciones y periodificaciones basadas en el
estudio de colecciones de superficie bajo el supuesto
errado que tipología es cronología (Le Paige 1970;
Johnson 1978; True y Crew 1980).
Por su parte, más recientemente el segundo autor
(1986) ha señalado que las particularidades de los
componentes ecológicos y culturales que estructuran
el modelo de “andinización” implica mayor variabili-
dad, en donde el rol estacional fue más significativo
en la Puna Salada. En la Puna Seca, en cambio, en
la parte más extrema del norte de Chile (18-20º
Lat. S) aquellos componentes habrían estructurado
un modelo adaptativo algo distinto al mencionado
anteriormente, es decir, con más estabilidad ocupa-
cional en las tierras altas.
El análisis comparativo presentado ha servido de
base para subdividir las tierras altas occidentales
del Area Centro Sur Andina en dos zonas: la Puna
Seca y la Puna Salada o Desértica de acuerdo a las
categorías de Troll (1958). Desafortunadamente,
Troll excluyó la Puna Seca de esta región de los
Andes, clasificando todo el norte de Chile dentro
de la categoría de Puna Salada o Desértica. Este
criterio ha sido erróneamente reiterado en la litera-
tura arqueológica, lo que ha llevado, salvo algunas
excepciones, a la tendencia de considerar el área
de estudio como una sola subárea ecológica. Las
diferencias entre la Puna Seca y Salada se deben al
efecto de una mayor pluviosidad en la primera y la
ausencia de temperaturas extremas durante el invier-
no, favoreciendo ambientes más ricos y auspiciosos
en comparación con la mayor inhospitabilidad de
la segunda. Así, por ejemplo, la existencia de un
rico piso de pastizales soporta una mayor densidad
y más estable población de camélidos en la Puna
Seca durante todo el año, lo que no ocurre en la
Puna Salada.
Los primeros estudios arqueológicos de adaptaciones
arcaicas en las tierras altas no sólo consideraron a
esta región como una unidad ecológica, sino también
como zona complementaria para adaptaciones cen-
tradas alrededor de las tierras bajas, especialmente
la costa. Esta visión queda sugerida en las interpre-
taciones de las pioneras excavaciones estratigráficas
de Ravinés (1967, 1972) en Toquepala y Caru en
la sierra sur de Perú. Más tarde se postuló que los
cazadores andinos habrían derivado hacia adaptacio-
nes costeras especializadas, de acuerdo a un sitio de
la costa del extremo norte de Chile (Alvarez 1980:
1029; Dauelsberg 1982: 38).
Hipótesis y planteamientos más críticos se debatieron
en los 60 (Montané 1972; Núñez 1980a; Lynch 1983)
a pesar de la incidencia de los estudios orientados
a determinar secuencias tipológicas de industrias
superficiales. Estas nuevas hipótesis se centraron en
torno al patrón de movilidad tras-humántico, esbo-
zado preliminarmente para los Andes por Lanning
(1963: 262) y más claramente definido por Lynch
(1967a, 1967b, 1971, 1973).
Con anterioridad y en forma independiente, Nie-
meyer y Schiappacasse (1963: 142-143) habrían
sido los primeros en Chile en sugerir los factos
involucrados con la definición de un modelo re-
gional de trashumancia, partiendo de evidencias
etnográficas (Davis 1963). En un territorio que hoy
reconocemos como ideal para el desarrollo de un
estilo de caza y recolección más regulado por las
variaciones estacionales (Puna Salada), los autores
antes citados (1975, 1977) sugirieron la posibilidad
de conexiones trashumánticas entre la alta Puna y
los oasis piemontanos.
Más recientemente, con datos más elaborados,
Niemeyer y Schiappacasse (1984: 176-177) han
tratado de explicar un modelo alternativo, vincu-
lado con elementos traídos desde las tierras altas,
CAZADORES DE LA PUNA SECA Y SALADA DEL AREA CENTRO SUR ANDINA (NORTE DE CHILE)
25
encontrados en sitios de la costa (quebrada de
Camarones), de acuerdo a la propuesta de Cashdan
(1983) basada en el “control social de la territo-
rialidad”. Los autores aplicaron este modelo para
postular un eventual intercambio de territorios
entre grupos distintos de cazadores recolectores
adaptados a tierras altas y bajas, respectivamente,
lo que permitió a cada uno de ellos el acceso directo
a recursos localizados en espacios alejados de sus
hábitats originales.
Aunque la hipótesis es plausible, se debe ser prudente
ante la aplicación de modelos etnográficos africanos
para interpretar y reconstruir sociedades andinas
tempranas (Lee y Devore 1968).
Para la interpretación de datos arqueológicos a
través de “principios generales de organización”
(Bailey 1983: 4) obtenidos de fuentes etnográficas,
el caso de los grupos ona y yámana de Tierra del
Fuego presentan tal vez más ventajas metodoló-
gicas y teóricas para el estudio de los estilos de
caza y recolección entre la sociedad arcaica del
norte de Chile (Santoro 1987: 12-13; Gusinde
1920: 9-10). Tal acercamiento será expuesto en
estudios posteriores.
El modelo de trashumancia en los Andes fue su-
gerido sobre la base de la variedad de recursos
complementarios jalonados en sus dos vertientes,
alternados estacionalmente, entre el llamado “in-
vierno” andino entre octubre a abril (húmedo entre
enero a marzo), versus la temporada húmeda-brumosa
de la costa entre mayo a septiembre. Se asumió, en
consecuencia, que los cazadores ubicaron sus cam-
pamentos base en la costa entre mayo a septiembre
y subieron, temporalmente, a la Puna durante el
verano o “invierno andino”. También se supuso que
las condiciones de la Puna fueron extremadamente
drásticas durante el invierno (mayo-septiembre),
para permitir la permanencia de hombres y animales
(Lynch 1967a, 1980).
Con el inicio de estudios locales, surgieron observacio-
nes y ajustes al modelo general (Le Paige 1975; Núñez
1975; Núñez et al. 1975). Sin embargo, el concepto
continúa usándose en sus términos fundamentales, a
pesar que no sólo ha sufrido modificaciones (Lynch
1980: 4-5, 1981: 223-224), sino también ha permitido
el desarrollo de posiciones teóricas opuestas que
han enriquecido la discusión y análisis del problema
(Cardich 1980; Rick 1980-1983).
En este contexto, desde la perspectiva de los Andes
Centrales se ha sugerido que áreas periféricas como
el sur de Perú y norte de Chile, con marcados ciclos
estacionales habrían incentivado el desarrollo de
patrones de trashumancia estacional entre la costa
y la Puna. Sin embargo, aunque el balance general
de los estudios de trashumancia tiende a confirmar
dicha hipótesis en sus términos generales, un análisis
detallado de los datos demuestra la necesidad de
establecer ciertas limitaciones “locales”.
Primeramente, pueden señalarse las reales y hasta
escépticas conclusiones publicadas en los años 70,
que señalaron la dificultad de comprobar arqueoló-
gicamente patrones de movilidad entre la costa y la
Puna. Esto se debió, por un lado, a la incompatibilidad
de comparar los tipos de instrumentos producidos
en ambas zonas. Se reconoció también que no se
contaba con suficiente información contextual y
cronológica en los pisos altos. En consecuencia se
estableció que la hipótesis de un patrón de trashu-
mancia de largo aliento requería del acopio y análisis
de nuevos datos (Núñez 1975; Núñez et al. 1975;
Schiappacasse y Niemeyer 1975; Serracino 1975
ss.; Niemeyer y Schiappacasse 1977). Al mismo
tiempo, se planteó la hipótesis involucrada con
el desarrollo de patrones de movilidad estacional
restringidos al interior de zonas ecológicas mayores,
como la costa, considerando su amplia variedad de
recursos complementarios disponibles horizontal-
mente, como en los oasis aledaños contrastados
más verticalmente.
De esta manera, se han reconocido varios circuitos
de trashumancia al interior de áreas ecológicas
mayores, con recursos complementarios, tanto en
términos de subsistencia como de obtención de
materias primas, donde los campamentos bases
pudieron ubicarse a no más de uno o dos días de
camino de los campamentos temporales. Esto podría
corresponder, por ejemplo, a los circuitos de Tiliviche-
Pampa del Tamarugal y costa inmediata (Núñez
y Moragas 1977-78), costa-quebrada Camarones
(Schiappacasse y Niemeyer 1984), alta Puna-
quebradas-oasis de la Puna de Atacama (Núñez 1980b,
1981), quebrada Tarapacá-Pampa del Tamarugal-
Pisagua (Núñez et al. 1975; True y Crew 1980;
True y Gildersleeve 1980), y quebradas o valles cor-
dilleranos (3000-4000 m) en relación a la alta Puna
(seca) (Santoro y Chacama 1984). Los intentos de
explicar los patrones de asentamientos de cazadores
recolectores tienen como denominador común la idea
LAUTARO NUÑEZ, CALOGERO SANTORO
26
de desestimar la potencialidad y hospitabilidad de la
Puna Seca (extremo sur de Perú y extremo norte de
Chile) como hábitat de ocupación de año completo
(True 1975), al confundirla con las condiciones de las
tierras altas de la Puna Salada, donde es imposible
vivir durante los meses de invierno –mayo, septiembre
(Bowman 1924; Núñez 1980b, 1981).
La diversidad de argumentos desprendidos de un
cuerpo de datos todavía no muy denso demuestra
que los intentos por comprender los modos de vida
de los cazadores recolectores en “las punas” (Seca
y Salada) del Area Centro Sur Andina descansan
sobre hipótesis plausibles que requieren de mayor
acopio y análisis de datos no sólo arqueológicos
sino también faunísticos, florísticos, climáticos y
ecológicos. A continuación se presentan en forma
sumaria, las evidencias arqueológicas locales para
continuar avanzando en la hipótesis de la existencia
de patrones de trashumancia nucleados dentro de
subáreas ecológicas más acotadas como la Puna Seca
y Salada, quedando como elemento secundario en el
análisis la interacción entre estas zonas y aquéllas
más distantes que, en conjunto, requieren de mayor
contrastación empírica.
Secuencia cronológica-cultural y patrones de
asentamiento
Se presenta a continuación una descripción sumaria
de los sitios conocidos y publicados con excavaciones
estratigráficas y dataciones radiocarbónicas de la
Puna Seca y Salada. Se ordenan en una secuencia que
incluye los períodos Paleoindio, Arcaico Temprano,
Arcaico Medio y Arcaico Tardío (Tabla 2).
a) Período Paleoindio (12500?-11000 AP)
Hasta la fecha no se han registrado ocupaciones
para este período. Se han encontrado restos de un
milodontino en la Puna de Arica (Santoro y Chacama
1982: 31) pero sin ningún tipo de asociación humana.
Este tipo de megafauna, probablemente, no tuvo un
gran impacto entre los cazadores paleoindios de los
Andes, quienes prefirieron los camélidos (Craig
1985). Sin embargo, se ha sugerido para las tierras
altas la existencia de enclaves potenciales como
hábitats para cazadores paleoindios de reducida
magnitud demográfica (Núñez 1983a).
Futuras exploraciones arqueológicas en la Puna
Seca deberán concentrarse en cuencas de alturas
moderadas dentro de la alta Puna (ca. 4000 m) como
el Salar de Surire, Pampa Paquisa, etc. (Craig 1984).
En tanto que, para la Puna Salada, la experiencia
parece indicar que deberá continuarse explorando
pisos más bajos en ambientes de Salares, oasis y
quebradas, no olvidando las grandes cuencas bajas
asociadas a bosques de Prosopis a nivel del territorio
árido in toto.
b) Período Arcaico Temprano (ca. 11000-
8000 AP)
Hemos definido dos fases o patrones adaptativos
para este período. El más antiguo está representado
en la Puna Salada y se denomina Fase Tuina (Núñez
1983b). El otro, más reciente, se localiza en la Puna
Seca, denominado Fase Patapatane (Santoro 1986).
Estos dos momentos están desfasados en el tiempo,
lo que puede deberse más a limitaciones de las ocu-
paciones registradas que a condiciones particulares
de los propios patrones de asentamiento (Tabla 3).
Puna Salada. Fase Tuina 11000-9500/9000 AP
Esta fase se ha localizado, hasta el momento, sólo
en la Puna Salada, en sitios de alturas moderadas
(ca. 3000 m): Tuina, San Lorenzo y Chulqui. Se
caracteriza por un patrón de asentamiento de mo-
vilidad moderada (trashumancia inicial) adaptado a
los ambientes holocénicos tempranos de la vertiente
occidental de los Andes, bajo un patrón de asenta-
miento cuya movilidad representaría tal vez un nivel
“semitrashumántico”.
En la vertiente oriental de la Puna Salada, grupos de
baja densidad explotaron desde quebradas abrigadas
distintas ecozonas de altura, incluyendo la alta Puna y
la selva oriental, dándole una mayor amplitud inicial al
patrón trashumántico. Estas evidencias corresponden
a los habitantes de la cueva de Huachichocana III
(3400 m) quienes, aunque cazaban roedores y gua-
nacos, intensificaron la recolección de bulbos, raíces,
tuberosas, leguminosas, gramíneas, etc. Utilizaron arte-
factos como raspadores, unifaces y puntas triangulares
asociadas a escasas foliáceas datadas en 10200-8420
AP. También destacan artesanías complejas de cuero
y fibra vegetal (Fernández Distel 1974).
Otra ocupación, de esta misma naturaleza, se reconoce
en Inca Cueva 4 (3600 m) en el área de Jujuy. Se
repiten las puntas triangulares, raederas y raspadores
de cuero, junto a sofisticadas artesanías de fibras
CAZADORES DE LA PUNA SECA Y SALADA DEL AREA CENTRO SUR ANDINA (NORTE DE CHILE)
27
Años AP Períodos
Puna Seca Puna Salada
Patrón de
asentamiento
Fase
cultural
Patrón de
asentamiento
Fase
cultural
2000 Formativo
Transicional
4000
Arcaico
Tardío
Campamentos semiper-
manentes.
Caza especializada
Posible domesticación
Hakenasa
Cazadores recolectores
de movilidad
trashumántica madu ra,
campamentos semiper-
manentes
Puripica (caza-domes-
ticación)
Tulan (caza especia-
lizada)
6000
Arcaico
Medio
Asana?
Cazadores recolectores de
movilidad trashumántica.
Campamentos expuestos
semipermanentes.
Tambillo
8000
10000
Arcaico
Temprano
Cazadores semitrashu-
mantes nucleados en torno
a la ecozona de Puna en
refugios restringidos.
Patapatane
Tuina?
Cazadores rccolectores,
movilidad trashumán-
tica inicial, en refugios
restringidos.
Tuina
11000
Paleoindio ? ?
Tabla 2. Secuencia cronológica resumida del Período Arcaico de la Puna Seca y Salada.
para cordelería y cestos plaited. La presencia de
arte rupestre, como expresión de un alto desarrollo
creativo, está mejor documentado que en Toquepa-
la, con fechas que también se remontan al noveno
milenio AP (Aschero 1985).
El sitio Tuina 1, alero ubicado en la serranía del
mismo nombre cerca de Calama (2800 m), presenta
fechas de 10820 AP, procedente del estrato IV o
inicio de ocupación y 9080 AP (sin referencia, pro-
bablemente del estrato II) obtenida por la misión de
la Universidad de Columbia-Universidad del Norte
(Tablas 2, 3 y 8). Correspondería a cazadores que
ocuparon serranías de alturas moderadas, con posibles
desplazamientos estacionales hacia la alta Puna que
incluían la obtención de obsidiana. La ocupación,
probablemente, ocurrió bajo un clima seco que fue
haciéndose más cálido; datado por Graf-Meir (1977)
entre 10000-8200 AP, en las turberas postglaciales
de la Cordillera Real y Tres Cruces en el altiplano
boliviano. La serranía y pampas de Tuina presentan
abundante forraje andino y varias vertientes que
concentraban fauna herbívora (camélidos) y roedores.
Por otro lado, se ha observado que la línea de nieve
y de precipitaciones locales eran más bajas que las
actuales. Ambos factores habrían presionado a los
cazadores a radicarse temporalmente en torno a estos
enclaves de alturas tenues, restringiendo la ocupación
de la alta Puna atacameña (Núñez 1984 Ms).
Los artefactos fueron elaborados en pequeños talleres
cercanos a las vertientes, utilizando especialmente
toba desvitrificada y felsita local. La escasa presencia
de artefactos de obsidiana intrusiva habla a favor de
ciertos desplazamientos estacionales hacia la alta Puna,
donde se localizan los únicos recursos disponibles en
el transecto. Estos movimientos debieron ocurrir en
primavera y verano pero nunca en invierno debido a
las bajas temperaturas (Núñez 1984 Ms).
El asentamiento se estableció en torno a un gran
bloque caído, detectándose un depósito de desper-
dicios bajo el alero y otro inmediatamente afuera,
en el límite norte. Se identificaron cuatro estratos,
con una profundidad de 35 cm promedio, que con-
tienen huesos de camélidos y roedores, fogones,
desechos de percusión, artefactos usados y algunas
preformas. Los estratos IV (inicio ocupación) y II
corresponderían a un mismo patrón ocupacional,
dada la presencia de artefactos similares, separados
LAUTARO NUÑEZ, CALOGERO SANTORO
28
Sitio Hábitat Elevación
(m. snm.)
Periodo Arcaico
Muestra Tipo de sitio
Temprano Medio Tardío
Puna Seca:
Caru precordillera 2500 ×n.d.* pequeño refugio
Patapatane precordillera 2600 ×××5 m2cueva
Toqucpala precordillera 2800 ×?×n.d. cueva grande
Tojo Tojone valles cordilleranos 3500 ××3 m2pequeño refugio
Asana valles cordilleranos 3450 × × 36 m2campamento expuesto
Guañure valles cordilleranos 3600 ×2 m2dos pequeños refugios
Puxuma valles cordilleranos 3600 ×3 m2cuatro pequeños refugios
Piñuta valles cordilleranos 3600 ×4 m2pequeño refugio
Las Cuevas alta Puna 4000 × 6 m2cueva pequeña
Hakenasa alta Puna 4000 ×?×1 m2cueva pequeña
Pukara alta Puna 4000 ×1.5 m2dos pequeños refugios
Lipiche alta Puna 4440 ×2 m2varias cuevas
Puna Salada:
Tambillo vegas Salar 2300 ×42 m2campamento expuesto
Isla Grande valles precordilleranos 2300 ×n.d. campamento expuesto
Chiu Chiu valles precordilleranos 2300 ×n.d. 70 campamentos pequeños expuestos
Confluencia valles precordilleranos 2500 ×n.d. campamento expuesto
Calarcoco quebrada intermedia 2500 ×ca. 48 m2campamento expuesto con estructuras
San Lorenzo quebrada intermedia 2500 2 m2cueva
Tuina quebrada intermedia 2800 × 10 m2pequeño refugio
Tulan 51 quebrada intermedia 2925 ××4 m2campamento taller expuesto
Tulan 52 quebrada intermedia 2925 ×28 m2campamento expuesto con estructuras
Kalina / Los Morteros quebrada intermedia 3100 ×n.d. campamento expuesto con estructuras
Puripica quebrada intermedia 3200 ×35 m2campamento expuesto con estructuras
Toconce / Confluencia quebrada intermedia 3200 ×5.5 m2pequeña cueva
Chulqui quebrada intermedia 3280 ×××ca. 3 m2cueva
n.d. = no se dispone de data.
Tabla 3. Indice de sitios arcaicos de la Puna Seca y Salada.
CAZADORES DE LA PUNA SECA Y SALADA DEL AREA CENTRO SUR ANDINA (NORTE DE CHILE)
29
por un micro depósito de cenizas (estrato III) sin
ocupación. En tanto que las evidencias del estrato
I se han contaminado con depósitos recientes
y excrementos de roedores. La base estéril en
ambos sectores fue socavada para establecer un
espacio resguardado con fines residenciales. Este
procedimiento, de acondicionar espacios más
deprimidos dentro de cuevas, se observa en Las
Cuevas (Santoro y Chacama 1984) e Inca Cueva
en el Noroeste Argentino.
Un registro de 71 artefactos líticos, sujetos a clasifi-
cación, constituyen la industria lítica. Se caracteriza
por el uso predominante de raspadores de dorso alto,
raederas, artefactos cortantes, yunques y puntas
triangulares presionadas de pequeña factura (Tabla 4,
Figuras 4 y 5).
En la serranía de Tuina se han ubicado otros aleros
con ocupaciones similares a la descrita, vinculados
a vertientes y actividades de talla lítica en un taller
ubicado justo abajo del sitio estudiado. Este sitio
repite el mismo tipo de materias primas y artefactos
detectados en Tuina 1, en términos de preformas
y desechos de talla. De esta manera se pueden re-
construir los circuitos locales entre los aleros altos,
vertientes y campamentos al aire libre, dedicados
a la talla lítica. El acceso a las quebradas más altas
del pie de la Puna y más transitoriamente a la alta
Puna fue parte de los circuitos iniciales de mayor
alcance territorial (Núñez 1984 Ms).
San Lorenzo, cueva ubicada en uno de los cañones
secos que descienden desde la alta Puna hacia el
oasis de Toconao, presenta tres fechas tempranas,
una de 10400 AP, y otra de 9960 AP, obtenidas por
el primer autor (1983a: 59). Una tercera fecha de
10280 AP, corresponde a una perforación hecha
por Spahni, sin contexto publicado (Núñez 1983a;
Tabla 8). De nuevo se advierte una ocupación aleja-
da de los territorios altos, orientada a la captura de
camélidos, roedores y actividades de recolección,
Rasgos
Sitios
Tuina San Lorenzo Chulqui
PUNTAS
triangular, base redondeada ×– –
RASPADORES
dorso alto ×××
dorso bajo ×– –
raedera en lasca fina ×– –
raedera discoidal ×– –
raedera con un lado cóncavo ×
LASCAS
hojas ×– –
no modificados c/uso ×– –
triangulares retocadas × ×
OTROS
yunques ×– –
pomez con estriaciones ×
huesos de camélidos ×××
lana de camélidos ×
Lagidium chinchilla × ×
Lagidium viscacia – – ×
fragmentos de palos cavadores ×
bulbos y tubérculos silvestres × ×
aves ×
Phyllotis ×
Tabla 4. Artefactos diagnósticos e indicadores culturales de la Puna Salada, Período Arcaico Temprano, Fase Tuina.
LAUTARO NUÑEZ, CALOGERO SANTORO
30
Figura 4. Artefactos indicadores del sitio Tuina (Fase Tuina), Período Arcaico Temprano, de la Puna Salada: a) hoja triangular bifacial de
obsidiana (S3W1-E IV); b) hoja triangular bifacial de base redondeada (N1W4-E II); c) raspador elipsoide (C1-E Ia); d) raspador en bordo
curvo (S2E1-E IV); e) raspador en un lado curvo (C1-E IV); f-g) raspadores convergentes (N2W2-E IV)-(N7W4-IV).
CAZADORES DE LA PUNA SECA Y SALADA DEL AREA CENTRO SUR ANDINA (NORTE DE CHILE)
31
Figura 5. Artefactos indicadores del sitio Tuina (Fase Tuina), Período Arcaico Temprano, de la Puna Salada: a) raspador unilaterial recto
(N2W2-E IV); b) raspador discoidal (C1-E Ia); c) raspador tabuliforme de dorso alto en bordo curvo (C1-E IV).
LAUTARO NUÑEZ, CALOGERO SANTORO
32
en un territorio de elevación moderada (2500 m)
y bajo condiciones ambientales similares a las de
Tuina. Se detectaron nueve estratos en un depósito
de 120 cm de profundidad y un área de ocupación
de 25-30 m2. Los estratos I, II y III corresponden a
ocupaciones tardías datadas desde 1355 DC (estra-
to III). Los estratos IV al IX dan lugar a los episodios
tempranos, cuyos artefactos e indicadores culturales
se presentan en la Tabla 4. Se puede demostrar que
se implantó un régimen de subsistencia apropiado al
medio de quebrada y relieve de alturas moderadas,
con recursos más adecuados para hábitats de roedores
que de camélidos (Núñez 1984 Ms).
El abrigo Chulqui, ubicado aguas abajo del pueblo
de Toconce (3280 m), presenta niveles precerámicos
(estratos V y VIa) datados en 9590 AP. Una segun-
da ocupación en los estratos superiores, sector B,
determinó 2130 AP (Sinclaire 1985: 75) (Tabla 8).
El momento de ocupación temprana se vincula con
residuos de caza: Lama guanicoe, Lagidium visca‑
cia y recolección de vegetales locales, corno raíces
alimenticias con bulbos que aún se recolectan en el
perfil de Toconce (Sinclaire 1985). El material lítico
reúne a 80 especímenes entre artefactos, desechos,
tallados en basalto local, de formas burdas para
funciones de corte, raspado y raído (ver Tabla 4).
Estos componentes aunque escasos (excavación
en proceso) se comparan coherentemente con los
artefactos de Tuina 1, coincidiendo, además, el tipo
de fauna cazada y la recolección de raíces detectado
en Tuina y San Lorenzo.
Considerando que la fecha de Chulqui es más tardía
en relación a los sitios mencionados y que el sitio
se ubica en un régimen de mayor altitud, se acepta,
siguiendo a Sinclaire (1985) que se trata de episodios
tardíos del “patrón Tuina” (Núñez 1984 Ms).
Tuina, San Lorenzo y Chulqui representarían tem-
pranas ocupaciones bajo un patrón de moderada
movilidad o trashumancia inicial, circunscrito a
la vertiente occidental de la Puna atacameña, in-
cluyendo desde la cuenca media del Loa, oasis y
quebradas del Salar de Atacama hasta el valle alto
andino del Loa.
Las evidencias aisladas de Tojo Tojone se postularon
como un ejemplo de la continuación del modelo de
alta movilidad esta vez en la Puna de Arica (Núñez
1983a: 60). Esta interpretación todavía podría mante-
nerse en pie si Tojo Tojone se continuara analizando
en forma aislada en relación a la costa inmediata y,
de esta manera, la hipótesis de alta movilidad en
avanzadas edades del Holoceno Temprano tendería
a reforzarse.
Si se integran las evidencias del territorio alto andino
peruano-chileno, con sitios como Las Cuevas,
Hakenasa, Toquepala y Caru, se podría sostener,
como alternativa, la hipótesis de que a partir de
ca. 9500 AP, en la Puna Seca se organizaron circuitos
más regularizados de asentamientos que incluyeron
distintos enclaves dentro de la Puna, entre los que
se incluye Tojo Tojone.
En efecto, al final de la Fase Tuina, en el Período
Arcaico Temprano, los patrones de moderada mo-
vilidad semitrashumante tienden a desaparecer para
dar paso a patrones de definitiva menor movilidad
y de carácter menos estacional, lo que marcaría el
inicio de la segunda fase del Arcaico Temprano para
la cual se ha propuesto el nombre de Patapatane, a
base de ocupaciones constatadas al norte de la Puna
Salada (Santoro 1986).
Puna Seca. Fase Patapatane ca. 9500-8000 AP
Esta fase está documentada por los sitios Las
Cuevas, Hakenasa, Toquepala, Caru, Patapatane y
Tojo Tojone. Las Cuevas y Hakenasa son campa-
mentos localizados en la alta Puna representando
una diferencia sustancial respecto de la Fase Tuina
en la Puna Salada (ver Tabla 3). Los otros sitios de
esta fase se sitúan en los pisos precordilleranos y
valles cordilleranos.
Las dataciones radiocarbónicas de la Fase Patapatane
se polarizan entre 9500 y 8000 AP sin dataciones
intermedias (ver Tabla 8). Las evidencias tempranas
de esta fase se representan en los niveles iniciales
de los estratos de Toquepala (Ravinés 1967, 1972),
Tojo Tojone (Alvarez 1980; Dauelsberg 1983) y Las
Cuevas (Santoro y Chacama 1984). Los principales
indicadores culturales se resumen en la Tabla 5.
El sitio Tojo Tojone (ca. 9500 AP) se caracteriza
por sus puntas lanceoladas espesas, que han sido
comparadas con formas parecidas datadas 3000
años más tarde en la costa de Camarones; para
sugerir un flujo trashumántico desde la sierra hacia
los valles y costa específica. También se sugirieron
CAZADORES DE LA PUNA SECA Y SALADA DEL AREA CENTRO SUR ANDINA (NORTE DE CHILE)
33
Rasgos
Sitios
Toquepala Tojo Tojone Las Cuevas Patapatane Hakenasa Caru
PUNTAS
Puntas lanceoladas:
doble punta × × ––––
base redondeada × × ––––
aserrada c/aletas laterales × × –3––
Puntas triangulares:
pedúnculo paralelo × × 2–––
pedúnculo convergente 1 2
pedúnculo largo ×–––––
isósceles – – 1 – –
Romboidales: ––––
con pedúnculo ancho ×–––––
con aletas laterales 3 ×
CUCHILLOS (retocados)
lanceolado ancho 1
lanceolado estrecho de sección
espesa –
×–1––
lanceolado base redondeada
1–2–
lanceolado monofacial
base recta
1–––
hoja triangular
2–––
hoja ovoidal
2–––
CUCHILLOS (lascas con uso)
lascas de hoja semicircular
–11–
lascas no modificadas con uso
×–––
RASPADORES
––––
dorso alto
––1–
semicirculares dorso bajo
2–1–
OTROS
fragmentos de Choromytilus con uso
×
×
retocadores de hueso 1
×
pigmento rojo
×
× ×
×
Tabla 5. Artefactos diagnósticos e indicadores culturales de la Puna Seca, Período Arcaico Temprano, Fase Patapatane.
movimientos entre la sierra y la alta Puna (Dauelsberg
1983: 14-17).
Debe agregarse como nuevo elemento diagnóstico en
Tojo Tojone la presencia de puntas triangulares con
pedúnculo, similares a las de Las Cuevas (Figura 6: 1
y 2). Estas fueron encontradas en una ampliación
de la excavación, cuyos materiales se encuentran en
proceso de estudio. Este modelo de punta triangular
se recuperó en el estrato más profundo, donde no se
hallaron las puntas lanceoladas espesas reportadas
anteriormente (Dauelsberg 1983).
En niveles más tardíos, aparecen hojas lanceoladas
más delgadas y anchas, similares a las encontradas en
los estratos del Arcaico Tardío en el sitio Hakenasa
(Figura 11: 48 y 49).
En Las Cuevas el depósito temprano de ocupación
está sellado por espesos bloques de roca liparítica
LAUTARO NUÑEZ, CALOGERO SANTORO
34
caídos desde el techo de la cueva (Santoro y Chaca-
ma 1982, 1984). El depósito de ocupación temprano
(Las Cuevas 1) ocupaba 20-25 cm de espesor y fue
dividido en tres niveles arbitrarios. El nivel superior
presenta la mayor concentración de restos culturales
y una datación de 9540 años AP. Los niveles medio
e inferior representan ocupaciones más tempranas
con escasos restos culturales.
Se excavaron 6 m
2
con un inventario de 2227 artefactos
clasificados, de los cuales 1771 (79.5%) pertenecen
a los niveles de la Fase Patapatane.
Considerando los niveles en conjunto se destaca
una alta proporción y diversidad de artefactos líti-
cos. Huesos y otros restos orgánicos son escasos.
Se distinguieron 16 agrupaciones de instrumentos
clasificados en puntas, raspadores y cuchillos. Como
rasgos miscelánicos se registraron piedras pintadas
sin diseños definidos, pigmentos de color rojo y un
diente de tiburón, evidenciando cierto tipo de contacto
con la costa (ver Tabla 5 y Figura 6).
El sitio Las Cuevas representaría un típico campa-
mento temporal en el borde del bofedal orientado a
la explotación eficiente de sus recursos concentrados.
Pudo ser una banda pequeña de cazadores, si se
considera el reducido espacio interior de la cueva
y la baja densidad de los restos de ocupación. La
alta incidencia de lascas y desechos de percusión y
presión demostraría que la gente se instalaba, en el
interior de la cueva, a preparar sus instrumentos de
caza y faenamiento.
Considerando el tamaño de epífisis y diáfisis se
hizo una segregación tentativa de los huesos en
animales pequeños (roedores y aves) y animales
mayores (camélidos y venados), lo que demostraría
preliminarmente, un nivel de caza diversificada que
se corresponde con la variedad de instrumentos
empleados. Señalaría, también, un manejo especia-
lizado e integral de la ecozona. Tomando en cuenta
su posición en un nivel bajo dentro de la Puna
(ca. 4000 m), se sugiere que era un campamento
reservado para el invierno (mayo-septiembre), cuando
las condiciones son más inhóspitas en cualquier otro
nivel dentro o fuera de este piso.
El conjunto tardío de la Fase Patapatane del Período
Arcaico Temprano, compromete los estratos inferio-
res de los sitios Patapatane, Hakenasa y Caru. Para
este último, Ravinés (1967: 46) obtuvo una fecha
de 8190 AP, cercana a la fecha en el sitio Patapatane
de 8160 AP y a la segunda muestra de Las Cuevas,
de 8270 AP (ver Tabla 8).
El depósito excavado en Patapatane presenta una
profundidad promedio de 123 cm y fue subdividido
en 12 niveles. Los componentes correspondientes
a esta época tardía de la Fase Patapatane provie-
nen de los niveles más profundos J, K, L y M
(Patapatane 1) y cubren un espesor de 5-35 cm.
Se inventariaron 284 artefactos, para esta fase que
representan el 11.73% en relación a la muestra total
del sitio. La mayor cantidad son líticos: lascas, mi-
crolascas, desechos e instrumentos (uno de hueso).
Destacan como rasgos miscelánicos fragmentos de
Choromytilus, uno con señal de uso, pigmento rojo
y un fragmento de arenisca rebajada (ver Tabla 5
y Figura 7).
Los restos de huesos, correspondientes a esta época,
señalan importante actividad de faenamiento de
animales llevados por presas desde los sitios de
matanza. También sugiere que las condiciones
ecológicas del piso precordillerano, donde se
ubica el sitio, debieron ser menos áridas que las
actuales, para ofrecer una alternativa a los cazado-
res en la búsqueda de recursos complementarios.
Análisis preliminares de los restos óseos sugieren
una alta proporción de camélidos entre los restos
identificados (Denis 1987 Ms). La elaboración de
artefactos fue una actividad secundaria, a juzgar por
los escasos desechos de percusión. Ambos factores
señalarían que Patapatane fue, principalmente, una
estación de caza de baja densidad ocupacional.
Estos datos permiten sugerir que Patapatane I
sería un campamento transitorio correspondiente
a cazadores de camélidos, roedores y aves. La
presencia de camélidos y roedores sugieren que
el área pudo estar disponible en cualquier época
del año, pero seguramente fue más propicia en
verano y parte del otoño (octubre-abril), cuando
los pastos han crecido con las lluvias y ocurren
las pariciones de los camélidos. De esta manera,
se complementaban los campamentos-bases de in-
vierno localizados alrededor de los bofedales de la
Puna. El último sitio con evidencias estratigráficas
para la Fase Patapatane es Hakenasa donde se ha
excavado un pozo de sondeo de 1 m2 y 2.23 m de
profundidad.
Los episodios correspondientes a la Fase Patapatane del
Período Arcaico Temprano comprometen los niveles
CAZADORES DE LA PUNA SECA Y SALADA DEL AREA CENTRO SUR ANDINA (NORTE DE CHILE)
35
Figura 6. Artefactos indicadores del sitio Las Cuevas. Fase Patapatane del Período Arcaico Temprano de la Punta Seca.
LAUTARO NUÑEZ, CALOGERO SANTORO
36
Figura 7. Artefactos indicadores del sitio Patapatane. Fase Patapatane. Componente Patapatane I del Período Arcaico Temprano
de la Puna Seca. El artefacto nº 16 corresponde al Período Arcaico Medio del Componente Patapatane II.
21 al 24, con baja densidad de ocupación (Hakenasa
I) (ver Tabla 5 y Figura 8: 22-25, 29 y 30). Los pocos
restos de hueso señalarían un ligero predominio de caza
de animales mayores (posiblemente vicuña, guanaco
o venado), complementado con animales menores
(aves y roedores).
Hakenasa I fue un campamento temporal para apro-
vechar el refugio cerrado de la cueva y los estables
recursos ofrecidos por los bofedales de Anco-pujo
y Cosapilla (Santoro Ms). Pudo ser ocupado en
cualquier época del año incluyendo el invierno por
las mismas razones sugeridas para la ocupación de
Las Cuevas I.
El uso estacional de las praderas y pendiente occi-
dental andina dado actualmente por los pastores de
Cariquima (Van Kessel 1980) podría ilustrar el patrón
de comportamiento de los cazadores del Período
Arcaico Temprano. En efecto, los cariquimeños
CAZADORES DE LA PUNA SECA Y SALADA DEL AREA CENTRO SUR ANDINA (NORTE DE CHILE)
37
Figura 8. Artefactos indicadores del sitio Hakenasa. Hakenasa I (Período Arcaico Temprano): 22 a 25, 29, 30.
Hakenasa II (Período Arcaico Medio): 26 a 28, 31 a 33. Hakenasa III (Período Arcaico Tardío): 34.
LAUTARO NUÑEZ, CALOGERO SANTORO
38
actuales reservan las praderas altas (sobre 4000 m)
para el verano (diciembre-marzo) y las bajas
(ca. 3700-4000 m) para el invierno (junio-septiembre).
Un patrón similar de uso del bofedal durante el
invierno (estación seca) combinado con el traslado
a zonas de pastos más bajos en el verano (estación
húmeda) ha sido descrito en la localidad de Espinar,
zona alta de Arequipa (Orlove 1977: 91). Este patrón
podría estar representado por los campamentos de
Las Cuevas y Hakenasa, ubicados en niveles bajos
dentro de la Puna. Por su parte, Caru, Toquepala y
Patapatane ubicados en el piso precordillerano y
Tojo Tojone en el piso de valles cordilleranos, podría
corresponder a otro segmento del patrón estacional
de Cariquima y Espinar, que representan distintas
combinaciones espaciales, teniendo como elemento
común la concentración de los campamentos de
invierno en torno a los bofedales.
En el marco de las hipótesis, en la Fase Patapatane
se destaca la notable aparición de varios paraderos
de cazadores tempranos en una zona restringida de
la Puna Seca, lo que señalaría que las condiciones
climáticas fueron favorables para animales y ca-
zadores andinos que adoptaron como propio esta
auspiciosa región. Sin embargo, los datos arqueo-
lógicos disponibles para este período no permiten
aclarar de qué manera los enclaves de la alta Puna
–bofedales– se combinaron durante el invierno
con los recursos de caza disponibles en verano en
los pisos precordillera y valles cordilleranos. Si
nuestras deducciones ecológicas y etnográficas son
correctas es posible que un patrón estacional de caza
ocurrió en las tierras altas de la Puna Seca, donde
los campamentos de invierno localizados en la alta
Puna pudieron alternarse con campamentos más
transitorios en los pisos más bajos (precordillera y
valles cordilleranos).
El panorama es más complejo aún si se intenta
explicar la presencia de conchas de Choromytilus
en Patapatane y el diente de tiburón en Las Cuevas.
Patapatane se encuentra a 60 km en línea recta de
la costa, mientras que Las Cuevas se encuentra al
doble de esta distancia. El primer autor (1984) ha
sugerido, siguiendo su experiencia de la Puna Salada,
que estos elementos corresponden a una temprana
expresión del modelo de movilidad trashumántica
inicial sugerido para la Fase Tuina de la Puna ata-
cameña. Pero, esta evidencia costera tiene la misma
fuerza para sostener que los cazadores habrían
alcanzado hasta el litoral o que habrían obtenido
estas conchas y quizás otros materiales a través de
trueque, o sistemas más complejos de interacción,
como intercambios territoriales entre grupos distintos
que tenían residencias relativamente permanentes en
las tierras altas o bajas, tal como ocurre entre los
ona. Evidentemente, definiciones más detalladas de
los patrones de asentamiento de las sociedades de
cazadores recolectores del Período Arcaico Temprano
requieren claramente del acopio de nuevos datos
culturales, geológicos, paleoecológicos y cronoló-
gicos para esclarecer las conexiones entre las tierras
altas y el litoral. Hasta ahora el litoral fue ocupado
inicialmente, tanto en la sección árida como en las
bocas de los ríos ca. X milenio AP, mientras que en
las tierras altas las ocupaciones comienzan ca. en el
undécimo milenio AP. La diferencia de un milenio
sugiere que algún rol posible debieron cumplir los
cazadores andinos en término de “descubrir” los
recursos del litoral.
c) Período Arcaico Medio (ca. 8000-5500 AP?)
Los registros muestran una tendencia al “silencio
arqueológico” durante este período por desvíos de
exploración u otras causas involucradas con cam-
bios ambientales. Por esta razón no se definen fases
específicas. Todos los sitios tempranos reseñados
muestran en este período un marcado descenso de
actividades e incluso largos abandonos, con cortos
y esporádicos retornos. Este “abandono” de los
ambientes de la alta Puna corresponde al Optimum
climaticum, un estadio de eventual clima seco y
cálido de acuerdo al esquema de Núñez y colabo-
radores (1983). Mientras tanto Ybert y Miranda
(1984) documentan un clima frío y seco entre 6000 y
7500 AP en la zona de Sajama. Este episodio
pudo afectar la disponibilidad de recursos de la
Puna presionando a los cazadores a buscar fuentes
complementarias con recursos más estables como
la costa, donde, coincidentemente, se iniciaron
ocupaciones más intensivas y permanentes (p.e.,
Quiani, Camarones 14, Camarones Punta Norte,
Quiani 9, entre otro; Bird 1943; Willey 1971:
199; Niemeyer y Schiappacasse 1977; Dauelsberg
1982; Muñoz y Chacama 1982; Schiappacasse y
Niemeyer 1984).
Puna Seca
Las escasas evidencias del Arcaico Medio recupe-
radas en Patapatane corresponden a los niveles H
e I (Patapatane II) sin dataciones radiocarbónicas
CAZADORES DE LA PUNA SECA Y SALADA DEL AREA CENTRO SUR ANDINA (NORTE DE CHILE)
39
por la falta de carbones concentrados en situación
estratigráfica. Estos estratos se asignaron al Período
Arcaico Medio debido a su ubicación relativa entre
los niveles correspondientes a los niveles arcaicos
tempranos y tardíos. Los artefactos diagnósticos
encontrados en los niveles H e I incluyen puntas
lanceoladas con pequeñas aletas cerca de la base,
continuadas del Arcaico Temprano (Figura 7: 16)
y un punzón de hueso menos elaborado que los del
período anterior. Los restos óseos señalan una caza
diversificada, con mayor incidencia de camélidos
sobre roedores, entre los que se identifican Lagidium
viscacia y Galea musteloides (cuy de la Puna).
También se identificó restos de un cérvido adulto
(Denis 1987 Ms).
En Hakenasa los niveles 15 al 19 asignados al Período
Arcaico Medio (Hakenasa II) se ubican igualmente
entre los estratos del Período Arcaico Temprano y
Tardío. Tampoco ha sido acotado con dataciones
absolutas. Entre los escasos restos de ocupación se
cuentan puntas, cuchillos y preformas (Figura 8:
26-28 y 31-33).
En ambos sitios las formas de los instrumentos
derivan de las tradiciones tempranas, lo que podría
indicar que se trataba de grupos relictuales quienes,
esporádicamente, retornaban a los pisos de la Puna;
sin que se pueda establecer con claridad, ahora, si
sus campamentos-base estuvieron en la costa, o
en algún nicho de la Puna que todavía no hemos
localizado.
Esta situación de aparente “silencio arqueológico”
en la región podría variar de acuerdo a los novedosos
datos recientemente descubiertos por Aldenderfer
(1988) en el sitio Asana, en el río Osmore, Moquegua
(3450 m). Se trataría de un campamento abierto ubi-
cado en el piso de valles cordilleranos con evidencias
de estructuras habitacionales correspondientes al
Arcaico Medio (ca. 6000-6500 AP; ver Tabla 8).
Los restos de ocupación señalan intensas prácticas
de caza de camélidos complementadas con una baja
proporción de venados. También se han recuperado
semillas no identificadas. De esta manera, el sitio
representa la primera evidencia de estructuras ha-
bitacionales en las tierras altas (Puna Seca), cuyos
componentes en proceso de estudio entregarán una
mejor comprensión de los patrones de asentamiento
de las sociedades arcaicas.
Puna Salada
Otros campamentos se han ubicado en las playas
del Salar de Atacama (2300 m) y en torno a los
oasis piemontanos, vegas y microlagos. Así, la
concentración de avifauna andina y roedores locales
en las vegas y lagunas del salar estimuló el acceso
estacional, surgiendo sitios anteriores a Tulan como
Tambillo, donde se registró un cementerio con crá-
neos dolicoides asociados a morteros. Es probable
que estas agrupaciones provenían de quebradas más
altas (estaciones cálidas), de lugares como Calarcoco
datado más tardíamente hacia 5120 AP, al interior
de Toconao, otro transecto que presenta un patrón
trashumántico típico (Serracino y Pereyea 1977;
Núñez 1980) (ver Tablas 3 y 8).
La ocupación de Tambillo, un campamento expuesto
en el borde del Salar de Atacama, se ha fechado re-
cientemente a los 8590 AP (Núñez Ms; ver Tabla 8).
Presenta el primer conglomerado habitacional
asociado a un reducido cementerio. Son recintos
circulares socavados, con morteros cónicos y una
típica industria de hojas triangulares, raspadores chatos
de uña, perforadores finos de obsidiana y ganchos
de hueso para propulsores (Figuras 9 y 10).
Se correspondería con las ocupaciones ancestrales
del poblamiento arcaico con morteros de la Puna
Salada. Se trata de la primera ocupación que inicia
el Período Arcaico Medio. Después se establecen
los episodios Confluencia (5380 AP) e Isla Grande
(6008 AP) (ver Tablas 3 y 8), donde los cazadores
recolectores con similares morteros cónicos y puntas
lanceoladas se instalaron en campamentos expuestos,
también en cotas sensiblemente bajas, esta vez en
torno a las vegas del río Loa Medio. Pero en ge-
neral, no hay evidencias de un activo poblamiento
en este período, a lo largo de las tierras altas (entre
los 2500 a 4000 m) de la vertiente occidental de
la Puna Salada. ¿Qué pudo ocurrir si es cierto que
hubo una eventual desocupación sobre los 2500 m?
Independientemente de una disminución de los
recursos forrajeros por pulsaciones de regímenes
secos, aún no evaluados con análisis de polen in
situ, se deben considerar las alteraciones volcáni-
cas. En efecto, recientes estudios han probado que
a lo menos el volcán Socompa, ubicado al sureste
de San Pedro de Atacama, provocó una avalancha
catastrófica que cubrió un área de 490 km2 (activi-
dad magmática). Este colapso fue acompañado por
erupciones de flujo piroclástico pumisítico que en
LAUTARO NUÑEZ, CALOGERO SANTORO
40
Figura 9. Industria lítica del sitio Tambillo 1 (comienzo de ocupación): Diversas categorías de hojas triangulares bifaciales retocadas
(obsidiana dominante), con funciones de cuchillos y puntas típicas del sitio. El artefacto X corresponde a un posible gancho
de propulsor de hueso, artefacto común en el sitio.
CAZADORES DE LA PUNA SECA Y SALADA DEL AREA CENTRO SUR ANDINA (NORTE DE CHILE)
41
Figura 10. Industria típica del sitio Tambillo 1 (comienzo de ocupación: A) Perforadores de lascas de obsidiana;
B) Raspador semidiscoidal; C) Raspador frontal; D) Artefactos óseos con extremo distal agudo o romo.
LAUTARO NUÑEZ, CALOGERO SANTORO
42
conjunto hicieron poco tolerable la ocupación del
flanco occidental del área afectada.
Dataciones de maderos carbonizados (depósitos
piroclásticos) señalan una edad máxima de la ava-
lancha del orden de 7220±100 AP y una mínima
de 1860±60 AP (Francis et al. 1985). Estos datos
hablan a favor de una etapa holocénica cercana a los
7000 AP, en donde toda ocupación humana empla-
zada en la pendiente occidental de la alta Puna pudo
afectarse sensiblemente si estos eventos fueron más
generalizados. Esto podría explicar el incremento de
la ocupación de los pisos más bajos, incluido el litoral.
Si estos episodios ocurrieron también en torno a la
Puna Seca, la posibilidad de comprender eventuales
descensos, ausencias o abandonos de ocupaciones
en las tierras altas durante este período, sería útil
para desarrollar otras hipótesis de alternativa y no
excluyentes con la tesis de un déficit de recursos.
También en la Puna Seca otros estudios geoló-
gicos recientes documentan una gran actividad
volcánica de tipo catastrófico ocurrido el final del
Pleistoceno (ca. 13000 AP) y que continuó durante
el Holoceno. Esto incluye, por ejemplo, el colapso
y erupción magmática del volcán Parinacota, cuyos
materiales habrían provocado la formación del lago
Chungará, lagunas de Cotacotani y laguna-bofedal
de Parinacota (H. Moreno, com. pers.; Craig 1984).
Los mismos estudios han podido determinar que
la formación del actual volcán Parinacota habría
ocurrido durante el Holoceno en época que no
ha sido definida con precisión (H. Moreno, com.
pers.). Sin embargo, considerando los datos de la
Puna de Atacama, probablemente esta actividad
volcánica pudo haber tenido un carácter regional
afectando en épocas relativamente sincrónicas a la
Puna Salada y Seca.
d) Período Arcaico Tardío (5500?-4000 AP)
Este período correspondería al clímax de ocupa-
ción de los cazadores arcaicos con uso extensivo
de una mayor diversidad de enclaves dentro de las
ecozonas de la Puna, con patrones de asentamien-
tos particularizados tanto en la Puna Seca como
en la Salada.
Puna Seca
Varios sitios documentan este período: Patapatane
(precordillera), Puxuma, Piñuta, Guañure y Tojo
Tojone (valles cordilleranos) (Santoro y Chacama
1982, 1984; Dauelsberg 1983) y Hakenasa, Lipiche
y Pukara en el piso alta Puna (Santoro Ms). Se
propone el nombre de Fase Hakenasa, considerando
que este sitio representa en mejor forma al Período
Arcaico Tardío.
La explotación más especializada del área queda
evidenciada por la amplia utilización de artefactos
más diversificados; algunos continúan o recuerdan
tradiciones anteriores evolucionadas en diversos
sentidos. En términos generales, se observa una
reducción del tamaño de los instrumentos, como
reflejo de nuevas tecnologías o por la simple adop-
ción de nuevas formas de instrumentos, destinadas
a la misma actividad: caza de camélidos, venados,
roedores y aves.
Este tradicional énfasis cazador representaría un nivel
de caza especializada, acentuado por las condiciones
de la Puna Seca, como lo fue la ausencia de plantas
de recolección susceptibles de molienda versus el
dominio de plantas forrajeras que soportan diversas
e importantes presas de caza.
Esta situación no se repite con el mismo acento en
la Puna Salada (transecto oasis piemontanos-alta
Puna) donde la recolección de frutos de Prosopis,
bulbos, gramíneas, raíces silvestres suculentas, énfa-
sis en caza menor, jugaron un significativo rol en la
definición del patrón de asentamiento trashumante,
circunscrito al perfil occidental de la Puna de Atacama,
que incluía la cuenca del Loa, quebradas, oasis y
vegas de la cuenca del Salar y la alta Puna, como
un territorio con pisos complementarios explotados
estacionalmente.
El sitio Hakenasa presenta para el Arcaico Tardío, en
la Puna Seca, una fecha de 4380 AP (ver Tabla 8),
obtenida en el estrato intermedio del depósito co-
rrespondiente a esta época y que representa el clímax
de ocupación (Hakenasa III). Se recuperó una gran
cantidad de puntas de proyectil, cuchillos, raederas,
raspadores, un perforador cilíndrico, un afilador,
sobadores de cuero, percutores, una cuenta de
collar, pigmentados de color rojo y un canto rodado
con señas de uso y dos machacadores (Tabla 6 y
Figuras 11, 12, 13).
Se asocian formas triangulares de cuchillos (Figura 13:
79-80) y los primeros ejemplares de puntas triangula-
res escotadas (Figura 13: 81-83). Estos nuevos tipos
triangulares, con o sin escotadura, reemplazan en
el período siguiente (Formativo) a las tradicionales
CAZADORES DE LA PUNA SECA Y SALADA DEL AREA CENTRO SUR ANDINA (NORTE DE CHILE)
43
Rasgos
Sitios
Hakenasa Puxuma Piñuta Tojo Tojone Patapatane
PUNTAS
Romboidal 1 1 1
Pentagonal c/aletas laterales
Triangular pequeña 3
aserrada con pedúnculo redondeado o
convergente 5 – – ×
pedúnculo ancho 4
isósceles 1
pentagonal con aletas laterales 3 1
hoja larga c/pedúnculo convergente 1
Lanceoladas
hoja larga y angosta 1
hoja medianamente angosta 2 1
hoja grande y ancha 1
hoja media doble punta 1
hoja media base redondeada 4 1 1
pequeñas doble punta 1
pedúnculo insinuado redondeado 1
pedúnculo insinuado largo 1
base recta a suavemente convexa 2
con aletas basales 1
pedúnculo levemente escotado y aletas 1
pedúnculo y aletas 1
CUCHILLOS lanceolados
hoja grande y ancha 1
hoja medianamente ancha ambos
extremos redondeados 6 2 1
foliácea base medianamente ancha 4 1 1 1
ovoidal 3 2 3
semicircular 4 1
triangular 2
pentagonal 1
triangular alargada 1
RASPADORES
discoidales pequeños 2
OTROS
perforador 1
retocadores de hueso 1 1
concha Choromytilus –––× ×
cuentas collar 1 1
pigmentos color × × ×
Tabla 6. Artefactos diagnósticos e indicadores culturales de la Puna Seca, Período Arcaico Tardío, Fase Hakenasa.
LAUTARO NUÑEZ, CALOGERO SANTORO
44
Figura 11. Artefactos indicadores del sitio Hakenasa, Componente Hakenasa III del Período Arcaico Tardío de la Puna Seca.
CAZADORES DE LA PUNA SECA Y SALADA DEL AREA CENTRO SUR ANDINA (NORTE DE CHILE)
45
Figura 12. Artefactos indicadores del sitio Hakenasa, Componente Hakenasa III del Período Arcaico Tardío de la Puna Seca.
LAUTARO NUÑEZ, CALOGERO SANTORO
46
Figura 13. Artefactos indicadores del sitio Hakenasa, Componente Hakenasa III del Período Arcaico Tardío de la Puna Seca.
CAZADORES DE LA PUNA SECA Y SALADA DEL AREA CENTRO SUR ANDINA (NORTE DE CHILE)
47
formas foliáceas, ovaladas y triangulares con pe-
dúnculo. Los cambios tecnológicos mencionados,
parecen formar parte de un proceso de cambios
socioculturales mayores, cuyos indicadores como
algunos fragmentos de cerámica con desgrasante
vegetal y una plaquita de oro datados en 2850 AP,
aparecen bien representados en los estratos postar-
caicos tardíos.
Tanto la cerámica con desgrasante vegetal como
las puntas triangulares escotadas son comparables
a similares registros obtenidos en Wankarani (Walter
1966: Figura 7a; Ponce 1970: 23 y 44, Figura 16).
También las puntas son muy semejantes a aquellas
obtenidas en Ichuña y Arcata, cuyas típicas formas
se repiten en otros sitios de los Andes, no obstante
que éstas provienen de una discutible excavación de
prueba (Menghin y Schroeder 1957: 44).
En Hakenasa III el recuento general de los huesos
señala un mayor predominio de animales mayores
sobre los menores, en una proporción de dos a uno,
aproximadamente. La presencia de abundantes dese-
chos de percusión, instrumentos como perforadores
y objetos de adornos (p.e., cuentas), indicaría que
el sitio fue mucho más que paradero transitorio de
caza. Se trataría más bien de un campamento semi-
permanente de cazadores, que viviendo una buena
parte del año allí pudieron sumar a la elaboración
de los instrumentos de caza, actividades artesanales
que incluían la fabricación de collares y trabajo en
cuero (perforadores). Articularon temporalmente los
otros pisos de la Puna durante las estaciones más
cálidas y húmedas (octubre-abril).
Distinta situación presentan una serie de ocupaciones
más temporales en refugios y cuevas excavados en
el piso de valles cordilleranos, entre los que se regis-
tran Puxuma, Piñuta, Guañure y Tojo Tojone. Con
excepción de Tojo Tojone, las evidencias del Arcaico
Tardío representan estratos de inicio de ocupación.
Esta situación puede indicar una innovación de
las estrategias adaptativas de los cazadores de este
Período Arcaico Tardío, quienes comenzaron el uso
intensivo de enclaves ecológicos que en los períodos
anteriores fueron escasamente explotados.
Los tradicionales enclaves de la alta Puna y pre-
cordillera se continuaron ocupando incluyéndose
el fondo de las profundas quebradas del piso de
valles cordilleranos. Se recordará que en el Período
Arcaico Temprano ocupaciones de este tipo no
fueron constatadas.
Puxuma 1 forma parte de una serie de aleros ubica-
dos en el fondo de la quebrada del mismo nombre,
presenta dos fechas casi contemporáneas controladas
del mismo nivel a comienzo de ocupación: 4010 AP
y 4240 AP (ver Tablas 3 y 8). Los instrumentos diag-
nósticos y otros indicadores culturales se presentan
en la Tabla 6. Los escasos restos de huesos señalan
un predominio de animales mayores sobre animales
menores. Hay pigmentos de color rojo y amarillo
obtenidos de óxido de fierro y negro de manganeso (L.
Figueroa, com. pers.), los que probablemente fueron
usados durante el Período Arcaico Tardío para pintar
las figuras que se encuentran más desdibujadas en las
paredes del alero, cubiertas con una pátina de polvo,
lo que indicaría una larga exposición a la intemperie.
Entre las figuras que podrían corresponder al Arcaico
Tardío se pueden mencionar algunas naturalistas de
camélidos y la posible representación de un perro,
ambas de color negro. Pigmentos de este color no
se repiten en los estratos tardíos que se vinculan con
el Período Incaico. Figuras naturalistas de caméli-
dos de color rojo y amarillo aparecen superpuestas
alternadamente, pero estos pigmentos se registran
hasta épocas tardías, lo que dificulta su identificación
cultural y cronológica.
Los escasos rasgos de este pequeño alero re-
presentarían un campamento temporal, para el
aprovechamiento de recursos localizados de caza,
con grupos conectados probablemente con algún
campamento-base en la alta Puna.
Los otros tres aleros de Puxuma también presentan
evidencias de arte rupestre. Recientes excavaciones
practicadas en el alero Puxuma 2 arrojaron escasos
restos de ocupación en un depósito de no más de
10 cm de espesor. Sin embargo, se obtuvieron allí las
primeras evidencias de enterratorios en sitios arcaicos
en las tierras altas de la Puna Seca, correspondientes
a dos párvulos. El primero corresponde al cráneo
aislado de un individuo de 5-6 años, basado en la
dentadura (L. Vega, com. pers.). Fue sepultado con
un collar de conchas de Oliva peruviana; conchas
del mismo tipo fueron introducidas en los orificios
de la nariz y un puñado de ellas fue colocado bajo su
parietal izquierdo. Sobre el parietal derecho se ubicó
una lasca grande de cuarzo. La cara está orientada
hacia la costa. Entre las pocas rocas que formaban
parte de la tumba, merece destacarse la presencia
de un mortero invertido, lo que denota el carácter
temporal y estacional de la ocupación. La misma
orientación presenta el segundo individuo, de pocos
meses de edad. Al contrario del anterior, el cuerpo fue
LAUTARO NUÑEZ, CALOGERO SANTORO
48
enterrado sin la cabeza, en posición decúbito dorsal,
con las piernas flexionadas, sobre una camada de
vegetales. Una camada similar cubría el enterratorio
apisonado con una mano de moler. Otros elementos
diagnósticos asociados a estos enterratorios incluyen
un pendiente de collar semicircular, de cobre no
fundido, una punta pequeña triangular y una punta
pequeña pentagonal, similar esta última a las de
Patapatane y Hakenasa (Figura 11: 37 y 38). Una
muestra de carbón obtenida de la superficie donde
yacía el cráneo aislado, arrojó una fecha 3510 AP
(ver Tabla 8).
Piñuta, una pequeña cueva en el piso valles cordi-
lleranos, tiene una fecha de 3750 AP (ver Tablas 3
y 8) obtenida a comienzos de ocupación. Al igual
que en Puxuma 1, pocos elementos diagnósticos
están asociados con la ocupación arcaica tardía,
presentados en la Tabla 6.
El recuento de huesos muestra una leve superioridad
de animales mayores (camélidos y venados) sobre
los menores (roedores y aves).
También se registraron pigmentos de color amarillo
y rojo, usados para pintar algunas de las figuras
del panel localizado en la pared de la cueva. Se ha
sugerido que una hilera de figuras humanas que
corona el panel podría corresponder al Arcaico
Tardío, representando el patrón de caza colectiva de
arrinconamiento de animales (Santoro y Chacama
1982: Lám. 2; Santoro y Dauelsberg 1985).
Considerando la baja densidad de ocupación en el
reducido espacio de la cueva, los episodios arcaicos
tardíos ocurridos en Piñuta podrían corresponder a
un campamento temporal usado para explotar los
restringidos recursos de caza localizados en el cañón
del piso cordillerano donde se ubica el sitio.
En Piñuta no hay una clara transición en la forma
de los instrumentos como ocurre en Hakenasa,
pero tampoco hay una clara interrupción entre los
estratos arcaicos tardíos y los estratos siguientes
correspondientes al Período Formativo Temprano.
Sin embargo, la presencia de cerámica con desgra-
sante vegetal en los niveles correspondientes al
Formativo Temprano, datados en 2540 y 2520 AP,
muestran la culminación del proceso de cambios
ocurridos durante el Arcaico Tardío.
Guañure corresponde a una ocupación de corta dura-
ción, en un pequeño alero localizado en un estrecho
cañón del mismo nombre, en el piso de valles cordi-
lleranos (ver Tablas 3 y 8). Se obtuvo una fecha de
4380 AP asociada a pigmentos rojos, que podrían
datar las mal conservadas pinturas de las paredes
del alero. Aunque no hay instrumentos de formas
diagnósticas, la presencia de lascas y desechos de
percusión y algunos huesos de animales mayores y
menores demuestran que éste fue un refugio de uso
temporal, correspondiente a un grupo muy reducido
de cazadores de camélidos y venados, que todavía
es posible encontrar en el área.
Un segundo sector excavado en Tojo Tojone
(Dauelsberg 1983: 12) parece corresponder a otro
campamento temporal de cazadores arcaicos tardíos,
que aprovecharon la disponibilidad de venados,
guanacos, roedores y roca volcánica del lugar (ver
Tabla 6). La fecha radiocarbónica de 3740 AP no
tiene asociaciones culturales (Dauelsberg 1983).
En las excavaciones practicadas recientemente en
el sitio, a cargo del segundo autor, se ha identifi-
cado una punta lanceolada similar a aquéllas del
Arcaico Tardío del sitio Patapatane. Esta punta
junto a otra triangular con pedúnculo convergente
y dos fragmentos de Choromytilus proviene de un
estrato superior de la excavación que corresponde a
una leve ocupación enrolada en el Período Arcaico
Tardío (ver Tabla 6). Carbones obtenidos a este nivel
entregaron una fecha de 2590 AP (ver Tabla 8), lo
que representaría el límite tardío de este período
(Santoro Ms).
Finalmente, los estratos superiores de la parte cen-
tral de la estratigrafía de Patapatane (niveles F y G)
representan el último sitio, bien documentado con
ocupación arcaica tardía en la Puna Seca, con una
fecha radiocarbónica de 4890 AP (Patapatane III)
(ver Tablas 3 y 8). En la Tabla 6 se presentan los
artefactos diagnósticos e indicadores culturales aso-
ciados a estos niveles en conjunto con los elementos
de los demás sitios de esta época presentados en
este capítulo.
Como en los sitios anteriores la proporción de
huesos de animales mayores de Patapatane tardío
supera en cantidad a aquéllos de especies menores.
Se identificaron camélidos y una baja proporción de
venados (Denis 1987 Ms). Estas evidencias sugie-
ren que, durante el Arcaico Tardío, Patapatane fue
probablemente un campamento estacional para el
aprovechamiento de los recursos de caza de pradera
y quebradas en el piso precordillera. Al igual que
CAZADORES DE LA PUNA SECA Y SALADA DEL AREA CENTRO SUR ANDINA (NORTE DE CHILE)
49
en Tojo Tojone, los restos de Choromytilus señalan
algún tipo de contacto con la costa.
Para este período Patapatane III se han observado
paneles de arte rupestre, entre los que se destaca un
bloque asociado a la fecha señalada, con un diseño
de tres figuras humanas en hileras, similares a los
del sitio Piñuta. El desarrollo de estas expresiones,
posiblemente de tipo mágico-religioso, mostraría
parte de la complejidad de estas sociedades de ca-
zadores tardíos en la Puna Seca, en sus expresiones
transicionales tardías.
Los sitios arcaicos tardíos de la Puna Seca parecen
representar un uso más intensivo en la utilización de
diferentes enclaves en los tres pisos ecológicos. Si
asumimos, a modo de hipótesis, que las condiciones
climáticas en esa época (ca. 6000-4000 AP) fueron
similares a las actuales, se podría esperar que durante
las épocas normales de humedad los cazadores
pudieron establecer sus patrones de movilidad sin
fuerte presión estacional, ya que cada uno de los
pisos ecológicos presentaba recursos favorables
en cualquier época del año. Sin embargo, durante
épocas de sequía, normales en el sistema climático
actual, la situación debió ajustarse de manera más
estacional, con campamentos de invierno proba-
blemente localizados en la alta Puna (zona de
bofedales), quedando reservado para la primavera
y verano el acceso a los pisos de precordillera y
valles cordilleranos.
En este contexto, los pequeños campamentos en los
fondos de quebradas del piso de valles cordilleranos,
orientados a la explotación temporal de recursos
muy localizados de caza, y obtención de materias
primas, podrían formar parte de una compleja red
de campamentos con distintos tamaños y funciones,
distribuidos a través del territorio, controlado por
estos cazadores andinos del Arcaico Tardío típicos
de la Puna Seca. A nivel de datos y conclusiones
se deberán lograr nuevas tácticas metodológicas y
teóricas para explicar en mejor forma la complejidad
adaptativa y el desarrollo cultural alcanzado por estas
sociedades de cazadores recolectores.
Puna Salada
Varios sitios de la Puna Salada correspondientes a
cazadores tardíos documentan este período tardío.
Se ha reconocido un patrón especializado de tras-
humancia estacional entre la alta Puna, quebradas
intermedias y los oasis junto a las vegas del Salar
de Atacama incluyendo el curso medio del río Loa
(Núñez 1981, 1983 a y b) (ver Tablas 3 y 8). Los
artefactos diagnósticos e indicadores culturales de
estos sitios no son presentados en tablas como ocurrió
con los sitios de la Puna Seca, ya que sus contextos
son más conocidos y han sido recientemente revisa-
dos por el primer autor (1983 a y b). Sin embargo,
los aspectos más significativos de aquellos sitios
serán discutidos en esta sección incluyendo algunos
datos que aún no han sido publicados. Las Tablas 3
y 8 presentan una lista completa de las dataciones
radiocarbónicas y los sitios asociados al Período
Arcaico Tardío.
De la quebrada y cerros de Tulan procedía una típica
industria de láminas de datación, incierta, asociada
superficialmente a morteros de hueco cónico (Le
Paige 1970). En el borde sur de esta quebrada,
siempre en cercanía a la vertiente homónima, a
2955 m de altura (flanco occidental de la Puna),
hemos identificado varias ocupaciones arcaicas que
se manifiestan a través de estructuras habitacionales
disgregadas (emplantillados) y sectores con concen-
tración de tallado lítico. En uno de estos sectores
(locus de 200 m
2
), con preformas y desechos líticos,
se registró un depósito estratigráfico con escasos
implementos de molienda (morteros cónicos) y una
densa acumulación de actividad de talla lítica. El sitio
Tulan 51 presenta en el estrato I sedimentos eólicos
mezclados con artefactos y desecho lítico, sin restos
de fogones. El estrato II, se presenta con lentes de
fogones, depósitos de cenizas, sedimentos eólicos,
reflejando asentamientos leves y discontinuos, sobre
la base estéril. Estos lentes contienen huesos muy
fragmentados e industria lítica significativa. La base
estéril fue socavada en varios sectores conformando
bolsones que contienen fogones (carbón vegetal),
huesos y artefactos predominantes de láminas (estrato
III). A juzgar por el contenido del bolsón principal
se advierte una clara asociación entre restos de ca-
mélidos, carbones y láminas líticas en proceso de
elaboración y usadas, por lo que se puede sugerir
que en torno a estas depresiones se realizaron acti-
vidades de cocina con preparación y utilización de
artefactos in situ. Una muestra del fogón principal
se dató a los 4990 AP (ver Tabla 8), tiempo en que
determinamos la utilización de un conjunto de
artefactos típicamente laminadores elaborados en
toba desvitrificada o Tulan (Figura 14).
El test estratigráfico proporcionó 411 artefactos sujetos
a clasificación mezclados con 2600 gr de fragmentos
laminares no modificados y desechos de percusión
LAUTARO NUÑEZ, CALOGERO SANTORO
50
Figura 14. Industria del sitio Tulan 51 (comienzo de ocupación): A) Raedera-muesca en lámina de toba Tulan;
B) Cuchillo bilateral en lámina de toba Tulan; C) Preforma de raspador en tres lados; D) Lámina con modificación distal de toba Tulan;
E) Raedera foliácea en lámina de toba Tulan.
CAZADORES DE LA PUNA SECA Y SALADA DEL AREA CENTRO SUR ANDINA (NORTE DE CHILE)
51
sobre láminas, y en menor proporción, desperdicios
de lascas finas de sílice, cuarzo y obsidiana. Se cuan-
tificaron 600 gr de restos óseos con predominio de
camélidos sobre roedores. Se clasificaron 29 rasgos
líticos diferenciados que a continuación se reseñan.
En general, es común el uso de láminas, recuperadas
desde las canteras situadas al norte de la quebrada
y de algunos afloramientos locales. La relativa
ausencia de núcleos sugiere que eran trasladadas
a manera de preformas para ser finiquitadas en los
talleres-campamentos y campamentos específicos
como Tulan 52. Junto a esta industria se destaca con
menor frecuencia el uso de obsidiana, cuarzo, sílice
y basalto, orientados a elaborar implementos sobre
lascas refinadas, entre los que se destacan los típicos
microlíticos similares al Complejo Chiu Chiu (2705-
1675 AC), aunque éstos se recobraron sobre el bolsón
fechado. En términos generales, los registros líticos
similan a los ubicados en el campamento cercano
(Tulan 52), pero la predominancia de abundante talla
de láminas se explica a raíz del carácter de sitio-taller,
más que un campamento propiamente habitacional
(ausencia de estructuras), especializado en la labor
de reducción de láminas preformas. Estas actividades
reflejan un alto índice de piezas líticas rechazadas,
al tanto que los escasos restos óseos demuestran el
carácter transitorio del establecimiento. Las eviden-
cias de conchas de mar y de microlíticos, similares
a los registrados en el río Loa Medio, caracterizan
una situación de contacto con otros ambientes más
bajos, otorgando otra similitud con el yacimiento
Tulan 52. Para los efectos de secuencia se atribuye
a esta estación-taller, como uno de los momentos
iniciales del Complejo Tulan que a continuación se
presenta (patrón de caza especializada).
Dentro del Período Arcaico Tardío se destaca ahora
al campamento Tulan 52, con dos fechas cercanas
a 4340 y 4270 AP (ver Tablas 3y 8). De acuerdo al
total de artefactos clasificados se observa el predo-
minio de puntas lanceoladas o foliáceas de diversos
tamaños. Estas coexisten con puntas tetragonales o
de pedúnculo agudo y aleta desde el comienzo de
ocupación, aunque obviamente el patrón peduncu-
lado en general es de muy baja frecuencia. El total
de puntas es del orden de los 586 especímenes,
segregadas en los siguientes grupos: a) Puntas
lanceoladas con 17 subtipos (556 especímenes); b)
Puntas triangulares con tres subtipos (cinco especí-
menes); c) Puntas pedunculadas con cuatro subtipos
(25 especímenes).
El total de los instrumentos cortantes apoya las acti-
vidades de caza inferidas por las puntas a raíz de una
profusa actividad de faenamiento que arroja un total
de 1175 especímenes, segregados en los siguientes
grupos: a) Cuchillos bifaciales en lascas rebajados
a presión con 17 subtipos (461 especímenes);
b) Cuchillos en láminas modificados a presión (111
especímenes); c) Cuchillos en láminas no modifica-
dos con uso en filos naturales (498 especímenes);
d) Cuchillos en lascas no modificados con filos
naturales cortantes y usados (105 especímenes).
Las raederas cubren 20 subtipos (273 especímenes),
al tanto que los cuchillos-raederas con seis subtipos
(83 especímenes), demuestran cifras menores a las
precedentes. Los perforadores grandes con cuatro
subtipos (28 especímenes), y los perforadores micro-
líticos con dos subtipos (69 especímenes), sugieren
actividades vinculadas con el subproducto de la caza
con un rango menor en popularidad, sumando un
total de 97 especímenes. Los perforadores aquillados
microlíticos, tanto preformas como terminados en sus
dos subtipos, totalizan 113 especímenes, sugiriendo
actividades regulares y significativas en torno a los
subproductos de caza.
Los raspadores y muescas con 14 subtipos totalizan
175 especímenes, al tanto que otros microlíticos
cortantes, para raer y raspar (algunos retomados
de otros artefactos), a través de tres subtipos tota-
lizan 98 especímenes, reforzando lo anteriormente
expuesto.
Los tajadores y percutores con dos subtipos totalizan
29 especímenes, cifra que parece bastante baja en
lo que respecta a la presencia de percutores en tra-
bajos de terminación de preformas, pero el registro
de múltiples huesos con estriamientos a manera de
retocadores equilibra de algún modo esta cifra.
Los implementos de molienda muestran siete subtipos
en manos que totalizan 57 especímenes, vinculados
con los morteros de hueco cónico (12 especímenes),
por lo que las prácticas de molienda, ya sea para
preparación de alimentos, o como maceración de
pinturas y huesos, alcanza una representación re-
gularmente destacable.
Considerada la industria del Complejo Tulan
como un todo, se advierte el uso predominante de
más del 50% de artefactos elaborados en láminas
Tulan, trasladadas al campamento, donde se tallaron
LAUTARO NUÑEZ, CALOGERO SANTORO
52
Figura 15. Industria lítica del sitio Tulan 52 (comienzo de ocupación): A) Puntas bifaciales foliáceas; B) Cuchillos bifaciales asimétricos;
C) Puntas bifaciales pequeñas; D) Perforadores de cuerpos estrechos, sección triangular; E) Perforador de cuerpo extendido.
CAZADORES DE LA PUNA SECA Y SALADA DEL AREA CENTRO SUR ANDINA (NORTE DE CHILE)
53
implementos de mayor tamaño, mientras que con
lascas de cuarzo, calcedonia, sílice y vidrio volcá-
nico, se prepararon instrumentos más pequeños y
refinados (Figura 15).
Entre los materiales misceláneos se registran es-
feroides pulidos, fragmentos basálticos pulidos,
trozos de piedras pómez con estrías vinculadas
con el proceso de rebajamiento de los bordes de
los instrumentos líticos. Se encuentran, además,
pequeños depósitos cilíndricos de piedra pómez,
micromorteros de granito y pómez, piedras con
estrías para afilar o pulir, recipientes cilíndricos
de hueso y diversas conchas del Pacífico (Oliva
peruviana, Pectén, Concholepas concholepas,
Semele y Choromytilus). Es destacable el hecho de
que estas conchas demuestran valores de estatus
a través de su uso en cuentas de collares, aspecto
que se enfatiza con el uso de cuentas de mineral
de cobre y líticas (hay registros de mica brillosa
con fines seguramente similares).
En términos generales existe una continuidad de la
industria lítica entre la Zona Temprana, Intermedia
y Tardía, constituyendo un desarrollo tecnológico
funcional homogéneo, incluso durante la Zona
Tardía cuando las habitaciones se habían cubierto
de desperdicios. De modo que es probable que las
últimas ocupaciones de este mismo patrón hayan
utilizado viviendas más superficiales que se observa-
ron a través de concentraciones de bloques, industria
lítica e implementos de molienda dispuestos sobre
la superficie. Precisamente la tradición lanceolada
y los implementos de molienda perduran en todo
el depósito. Algo similar ocurre con los típicos
instrumentos lanceolados.
En suma, el campamento-taller Tulan 51 y Tulan 52
(conglomerado residencial) como ejemplo este
último de asentamiento más sedentario, con vivien-
das circulares aglutinadas, concentraron cazadores
recolectores que explotaban los recursos de la
quebrada Tulan, la cual conecta la alta Puna con el
oasis de Tilomonte. En la industria lítica destaca
el uso de obsidiana andina para la elaboración de
finos instrumentos y bloques con ranuras como
afiladores. Elemento distintivo ausente en la Puna
Seca son los típicos morteros de hueco cónico con
varios tipos de manos usados eventualmente tras la
preparación de alimentos, molienda de pigmentos
y huesos. A pesar que no se registraron restos de
plantas en las excavaciones, se lograron recuperar
con técnicas de flotación evidencias de semillas de
quínoa (Chenopodium sp.), que por su analogía a las
actuales se trataría tentativamente de alguna especie
doméstica (Núñez Ms).
El intenso uso de obsidiana andina en estos sitios
asegura que la explotación de la alta Puna fue cons-
tante, a través de campamentos de verano (Meniques y
Miscanti; Niemeyer y Schiappacasse 1976), mientras
que los desechos de camélidos adultos sugiere que
los hábitos de vida semisedentarios se apoyaban
en cacerías especializadas, recurrentes en el fondo
de la quebrada (chacu), suplementados de roedores
locales: Lagidium sp., Ctenomys sp., Chinchilla sp.
y aves (Núñez 1986 Ms).
Estas agrupaciones articulaban los ambientes de
oasis (Tilomonte) y las vegas del Salar (Tilocalar),
con artefactos típicos procesados con toba Tulan,
procedente de las canteras localizadas al norte de
quebrada Tulan.
En general, el esquema de trashumancia propuesto
para el transecto Tulan (ver Figura 3) sugiere que los
cazadores recolectores del Período Arcaico Tardío
de la Puna Salada ubicaron sus campamentos-bases
en la quebrada intermedia cerca del curso de agua.
Durante el verano habrían subido a la alta Puna para
cazar y obtener obsidiana por los campamentos de
Miscanti y Meniques (Niemeyer y Schiappacasse
1968). Otro tanto habría ocurrido al final del verano,
en la desembocadura de la quebrada, en torno a la
recolección de algunos frutos de chañar y Prosopis
sp. Este esquema habría permitido sostener los
campamentos de vida semipermanente localizados
en las quebradas que unen a la alta Puna, y en las
vegas y lagunetas del Salar de Atacama (Núñez
1981, 1983 a y b).
En coexistencia con el Complejo Tulan se dispone
Puripica, con indicadores muy singulares, datado
entre 4815-4050 AP (ver Tablas 3 y 8). La industria
de Puripica se caracteriza por el empleo de lascas
más que láminas, alternándose diversas preformas
con instrumentos terminados a consecuencia de los
trabajos de finiquito de herramientas in situ. La
abundante presencia de materia prima de basalto
y en menor proporción de sílice, cuarzo y vidrio
volcánico, acentúan con mayor rigor la utilización
de lascas, puesto que el área es potencialmente rica
en depósitos basálticos (Figura 16). En términos ge-
nerales, los artefactos de Puripica son más reducidos
que los de Tulan y no hay cambios tecnológicos ni
funcionales a través de los estratos, por lo que se