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BSEHP
BOLETÍN INFORMATIVO DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA
Nº 52
v/2014
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lugio programable y sin vida. Esta idea sería
retomada luego por Jacques de Vaucan-
zon, quien creó un pato mecánico en 1739
dotado de un aparato digestivo completo.
La intención de un pato mecánico en 1739
dotado de un aparato digestivo completo.
La intención de este inventor era construir
toda una serie de autómatas capaces de
realizar funciones biológicas básicas: la
digestión, la respiración, la circulación de la
sangre, etc.
Es cierto que Descartes tuvo una hija.
Pero no es algo que se precie mucho en su
biografía “ocial”, dado que la concibió con
su criada en Amsterdam, Helena Jans van
der Strom. La pequeña Francine fue bauti-
zada el 7 de agosto de 1635. Para evitar el
escándalo, el lósofo la hizo pasar por su
sobrina. La vida de Francine coincidió con
la redacción del célebre Discurso del
método, pero la muerte le llegó en plenas
Meditaciones. En efecto, cinco años
después de venir al mundo, en la fecha del
7 de septiembre de 1640 moría la pequeña
Francine a causa de la escarlatina. Descar-
tes, que la quería con locura, se obsesionó
tanto con su pérdida que mandó hacer una
reproducción el de la niña, hasta el punto
de que, según cuenta García, viajó con “ella”
en barco con rumbo a Suecia, donde fue
reclamado por la reina Cristina como
docente personal.
El capitán del barco, ávido de las
posibles riquezas que un hombre sabio
pero algo pirado pudiera llevar consigo a
bordo, se coló en el camarote del lósofo y
abrió el cofre que contenía el cuerpo sin
vida de Francine. Cuando hubo forzado el
candado de la improvisada “tumba”, el
hombre quedó asombrado por la perfec-
ción antropomórca de aquella muñeca
La incierta historia de Francine
Descartes, o un autómata en el
fondo del mar
Iván Sánchez-Moreno
UNED
En El coleccionista de almas perdidas,
Irene García (2006) fabula con el origen de
la tesis freudiana de lo siniestro
(unheimliche). Según la autora, Freud se
encaprichó de un autómata que se aseme-
jaba al lósofo René Descartes, que le
inspiró no pocas inquietudes por la viveza
de su ciega mirada. Lo más probable, sin
embargo, es que el padre del psicoanálisis
se basara para su teoría en su particular
lectura de El hombre de arena, extraído de
entre los cuentos de E.T.A. Homann que
Jacques Oenbach convirtió en ópera en
1879. En dicho libreto se entrelazan varias
historias, entre las que destaca la del perso-
naje de Olimpia, una muñeca mecánica de
la que se enamora perdidamente el prota-
gonista. Ésta es, probablemente, la posible
conexión entre la teoría freudiana y estos
seres automáticos con nes lúdicos.
De hecho, Irene García relata entre las
páginas de su citada novela que el propio
Descartes encargó una reproducción
idéntica de su hija Francine, capaz de imitar
sus movimientos con total autonomía.
Dicha autómata rompía con el axioma de
que tan sólo los seres humanos presumie-
ran de estado mental. La “falsa” Francine era
la clara demostración de que un autómata
no sólo actúa determinado por su propia
supervivencia y que su organismo funcione
exclusivamente por la mecánica de un arti-
el desván de psi
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inerte, que Descartes guardaba allí como su
más preciado tesoro. Pero al verla de repen-
te alzarse, girar su cabeza, mirarle jamente
y dirigirle unas programadas palabras de
cortesía, el capitán fue preso de un ataque
de paranoia. Arremetió contra la niña-robot,
salió disparado del camarote y lanzó por la
borda a Francine, que se hundió para
siempre en el fondo del mar, para nuevo
disgusto del lósofo.
Su aaire con la reina Cristina de Suecia
no le fue mucho mejor. La prima de Isabel de
Bohemia no demandaba más que sus
servicios para practicar el francés y el griego,
y no tanto para debatir sobre la naturaleza
del cogito y esas cosas. Para mayor desgra-
cia, la estancia del lósofo no cumplió ni
medio año entre el mes de octubre de 1649
y febrero de 1650, cuando se le diagnosticó
una pulmonía que iba a llevarle denitiva-
mente a la muerte.
Si alguien decidió de veras hacer una
reproducción de Descartes animado por
algún motor mecánico oculto en su interior
es algo de lo que no tenemos constancia.
Que dicho autómata llegara a manos de
Freud es aún más improbable, por más que
lo asegure Irene García en su aclamada
novela. Pero en caso de ser así, la historia
bien merece un hueco en las estanterías de
este polvoriento desván.
Bibliografía
García, I. (2006). El coleccionista de almas
perdidas. Barcelona: Círculo de Lectores.
Fe de erratas
Respecto al artículo titulado El largo
periplo del higo pródigo incluido en la sección
El Desván de Psi del pasado B-SEHP nº 51(i), el
Dr. Héctor García de Frutos nos hizo llegar
una serie de observaciones que corrigen
sustancialmente algunos aspectos del citado
texto.
Jacques Lacan conoció a Sylvia Bataille en
1934, y no sería hasta 1938 que consumarían
su relación sentimental cuando hacía ya
cuatro años que ella vivía separada de su
marido, Georges Bataille. No es hasta 1941
que Lacan se divorciara de su esposa Marie-
Louise, cuando ésta ya hacía tiempo que sa-
También resultan osadas algunas aprecia-
ciones como son la infundada tendencia
voyeurística de Lacan sin apoyo referencial y
la calicación de abandono respecto a la
separación con Marie-Louise. Por último, se
atribuye equivocadamente una frase a Lacan:
“La mirada es la erección del ojo”. No obstan-
te, éste únicamente evocó a la erección en su
Seminario XI al hablar del fenómeno de la
anamorfosis, y no en tales términos. La causa
de la confusión quizá se encuentre en un
texto de Jean Clair (El desnudo y la norma) que
relaciona arte y psicoanálisis.
Desde estas páginas queremos agradecer
al Dr. García de Frutos sus pertinentes
puntualizaciones y disculparnos por los
errores cometidos.
bía de su romance con Sylvia. Finalmente,
Lacan y Sylvia se casarían en 1953. Es de
relevancia señalar que Lacan no pudo llevar
antes a su amante a Guitrancourt porque
compró la casa de campo en 1951. Asimismo,
debe subrayarse que la compra del cuadro de
Courbet sobre el que versa el citado artículo
fue en 1955. En cuanto al supuesto embargo
de los bienes materiales de Lacan tras su
muerte no fue tal y como se apunta. El cuadro
fue donado al Estado francés en 1993 como
pago de los derechos de sucesión de la
familia doce años después del deceso de
Lacan. Por ende, éste no dejó deudas a su
mujer precisamente, sino todo lo contrario.