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Nuevas perspectivas en el estudio de la "tierra sigillata" hispánica

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No cabe la menor duda de que en los últimos años se han producido impor-
tantes avances en el campo de la sigillata hispánica. Lejos quedan los años sesenta
cuando cualquier fragmento de sigillata se atribuía a los alfares sudgálicos, o en su
caso al alfar de Bronchales dado a conocer por P. Atrián en 1958, mientras que a
partir de la segunda mitad de los años setenta todo parecía proceder de los alfares
riojanos de Tricio o de Andújar dados a conocer por Garabito/Solovera en 1975 y
Roca en 1976, respectivamente. Bronchales quedaba entonces relegado a un segun-
do término, limitando su ámbito de distribución a lo estrictamente local, hipótesis
que se está replanteando de nuevo ante la serie de descubrimientos que en los últi-
mos años se han efectuando en la Meseta y el Levante.
Los trabajos más recientes han modificado sustancialmente este panorama,
por otra parte bastante simplista. No cabe duda que los trabajos que numerosos
investigadores están realizando sobre las producciones locales y regionales de sigi-
llata hispánica han aportado una serie de datos que han modificado y enriquecido
notablemente el panorama.
Ya no podemos hablar de dos únicos grandes centros de producción, uno
Tricio, o mejor dicho el valle del Najerilla, que se encargaría del abastecimiento de
sigillata al centro y norte peninsular y el otro Andújar que se haría cargo del sur,
especialmente de la Bética y norte de África. En su entorno deberemos situar una
compleja y densa red de alfares regionales y locales con vinculaciones más o menos
directas que posteriormente iremos desglosando.
No cabe duda que en distintos lugares del valle del Ebro, debido a su alta tra-
dición alfarera, debieron surgir en un primer momento pequeños alfares que con el
paso del tiempo, y tras una breve y limitada producción, desaparecieron. Un claro
ejemplo de ello son algunos de los talleres descubiertos en Bezares y Arenzana que
CÆSARAUGUSTA 78
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Cæsaraugusta, 78. 2007, pp.: 387-394
ISSN: 0007-9502
Nuevas perspectivas en el estudio
de la terra sigillata hispánica
J. Carlos SÁENZ PRECIADO
CÆSARAUGUSTA 78 J. Carlos SÁENZ PRECIADO
dejaron de fabricar cerámica hacia finales del siglo I o inicios del siglo II absorbidos
en el gran centro de Tricio.
Muy probablemente detrás de estos alfareros debiéramos buscar alfareros galos
que se desplazaron a la Península con moldes propios con la finalidad de buscar
una zona que reuniese las condiciones necesarias para instalar en ella su industria
(arcilla, agua, madera, etc.) y abastecer el mercado de una forma más directa. Hasta
que se alcanzó este objetivo en el valle del Najerilla, tuvieron que realizar durante
unas décadas, posiblemente a lo largo del reinado de Claudio, numerosas pruebas
en distintos lugares del valle del Ebro y Meseta. Dentro de estas pruebas se encon-
trarían las producciones precoces de alfareros como M.C.R., Maternus, Asiaticus,
Urne, etc., algunos de los cuales debieron trabajar en la meseta. Otra de las zonas
que se constituyó como lugar de prueba o experimentación debió ser la situada en
Herrera de Pisuerga, según ha podido constatar Pérez González, continuando una
tradición alfarera ya iniciada por L. Terentius figlinarius de la Legio IIII Macedónica.
Los alfares situados en el complejo de Tritivm en ningún momento pudieron
cubrir en su totalidad la demanda de vajillas que el mercado generaba, ni siquiera
a inicios del siglo II, época en la que alcanzaron sus mayores cuotas de mercado.
Detrás de ellos posiblemente se encuentre la reestructuración de la industria alfare-
ra que se aprecia a finales del siglo I, cuando muchos de los alfareros que habían
estado trabajando en los centros de Bezares o Arenzana de Arriba, se trasladan a las
inmediaciones de Tricio, momento en el que comienzan a aparecer las asociaciones
que hasta aquel momento eran desconocidas.
Este aumento de la producción supuso un considerable esfuerzo que terminó
por resentirse en la calidad final, pero que posibilitó el poder abarcar casi todo el
mercado peninsular, aunque nunca logró hacer desaparecer alfares como el de
Villarroya de la Sierra (Zaragoza), por citar tan sólo un ejemplo, que dentro de su
modestia, había logrado copar parte del mercado de su ámbito más inmediato.
En cambio, alfares como el de Bronchales y posiblemente el recientemente
constatado en Bilbilis, desaparecieron tras la competencia del complejo de Tritivm,
que mediante el aumento masivo de producción y descenso de la calidad, había
abaratado considerablemente su coste final. De pervivir los alfares locales, éstos lo
debieron hacer limitando su producción a cerámicas comunes, de almacenaje o
materiales de construcción, ya que su importación encarecería de tal forma su costo
que lo hacía inviable.
Esta reestructuración del mercado queda perfectamente reflejada en el hecho
de que durante los inicios de la fabricación de sigillata en la Península los alfares
presentan una gran diversificación, con una producción temporal muy limitada,
siendo meros tanteos en búsqueda de zonas óptimas de trabajo. Este hecho explica
el que la Península se viese salpicada de pequeños talleres, la mayor parte descono-
cidos, de ubicación incierta, pero que hoy en día podamos ir conociendo a través
de sus propietarios, algunos de ellos ya mencionados (M.C.R., Maternus, Asiaticus,
Urne, etc.) que fabricaron sigillata en época temprana, pero que por lo limitado de
sus hallazgos nos hacen pensar en una política de distribución muy limitada.
La procedencia o el lugar de ubicación de los alfares precoces nos es descono-
cida, al estar sus firmas ausentes en los alfares riojanos ya que los hallazgos de éstas
firmas se han producido en la Meseta y en la zona noroeste de la Península, de ahí
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que pensemos que la localización de estos primeros talleres alfareros pudo ubicar-
se en la Meseta y su presencia en otros yacimientos como Bilbilis y Arcobriga, ser una
consecuencia del eje comercial en que se había convertido el valle del Jalón.
Tampoco tenemos que descartar que estos alfareros también tuviesen a
Caesaraugusta como mercado, ya que aunque el estudio de la sigillata hispánica apa-
recida en el transcurso de las excavaciones realizadas en la ciudad está todavía por
realizar, se ha podido documentar la presencia de sellos de alfareros como T.L.S., G.
Scribonius o Brito que corresponden a la etapa inicial de la industria alfarera, con lo
que no sería extraño que también atestiguásemos la presencia de alfareros precoces,
ya que no hay que olvidar la presencia en Santacara (Navarra) de una firma de
M.C.R., así como de otra del mismo alfarero en Tarazona, ciudades muy próximas
a la capital del conventus.
La reciente lectura propuesta por Blanco y Tovar para las firma de M.C.R. como
M (arcus) Cor(nelius) R(eburrus) y el hecho que el cognomen lo tengamos recogido
en la epigrafía deTritium, abre una nueva vía de investigación a la hora de ubicar su
taller, que como vemos, no hay que descartar que se encuentra en el valle del
Najerilla, posiblemente en la zona de Arenzana de Arriba, donde se sitúan los talle-
res de cronología más antigua.
El problema de la ubicación de los talleres precoces queda abierto hasta que se
documenten con seguridad sus firmas en Tritium y se amplíe el número de hallaz-
gos que posibiliten establecer su ámbito comercial. No podemos descartar el origen
riojano de las producciones de estos alfareros ya que hay que tener muy en cuenta
el error cometido por F. Mayet, cuando situó en Mérida los talleres de Valerius
Paternus y Lapilius debido a la alta concentración de sus firmas en esta zona, hoy en
día perfectamente atestiguada su presencia en talleres situados en Tricio.
El aumento de la producción por parte de los alfares riojanos supuso acaparar
la casi totalidad del mercado peninsular, aunque nunca logró hacer desaparecer al
resto de alfares, que dentro de su modestia, habían logrado acaparar una parte del
mercado más próximo, aunque de forma muy restringida, y siempre con porcenta-
jes muy por debajo de los que presentan los centros riojanos, ya que sus costes fina-
les debieron ser bastante competitivos.
Aunque los centros riojanos tuvieron que cubrir grandes distancias hasta alcan-
zar sus mercados, en ningún momento ello supuso una desventaja frente a una serie
de talleres comarcales o regionales, que como los de Villarroya o Bronchales1dista-
ban muy pocos kilómetros, algunos de ellos apenas sólo una jornada de viaje, de la
ubicación de sus potenciales mercados. Éste es un hecho que se puede constatar en
la totalidad de los yacimientos peninsulares, en los que en ninguno de ellos los
talleres riojanos son minoritarios, todo lo contrario. Incluso en el sur de Hispania
y norte de África, en donde la sigillata tritiense entró en competencia directa con la
elaborada en el complejo de Andújar, mantiene unos porcentajes muy altos, aun-
1. Para Beltrán Lloris, este centro sería la voluntad de un rico propietario, aunque creemos que su pro-
ducción iría más allá del simple autoabastecimiento para cubrir las necesidades de su villa, ya que
la presencia en lugares tan distantes como en Valentia, parece indicar que parte de la producción era
destinada a la venta conjunta con otros productos, posiblemente agrícolas, peso siempre como pro-
ducto secundario.
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que bien es cierto, que en algunos de ellos, casi se equilibran con las producciones
béticas2.
La explicación de tal predominio de las producciones tritienses sobre las
demás, sólo puede entenderse si relacionamos entre sí dos fenómenos muy claros:
— La relación existente entre centros alfareros y la red de calzadas que se
extienden por toda la Península.
— La posible dependencia o relación entre los diversos centros alfareros,
aspecto ya planteado en algunas partes de esta comunicación y que, hasta que no se
avance en la investigación, queda expuesto como hipótesis, aunque no hay que
olvidar que en los recientes trabajos de M.ª P. Sáenz Preciado3(1994; 1996 e.p.) se
exponen las coincidencias existentes entre algunas de las firmas aparecidas en mol-
des, como las de C.A.P. y L.A.C., tanto en talleres de Arenzana de Arriba como de
Andújar, que parece indicar por lo menos un comercio de moldes.
En primer lugar, hay que resaltar el papel fundamental jugado por la amplia
red de calzadas del valle del Ebro a lo largo de su historia como eje principal por el
que se comercializó, no sólo la sigillata de origen hispano, sino también el resto de
importaciones extrapeninsulares, así como la distribución de cualquier otro tipo de
cerámica o producto.
Juan Tovar planteó hace pocos años la incidencia que pudieron tener las vías
de comunicación en la elección del lugar de ubicación de los alfares como factor
económico, unido a la presencia de materias primas, para el desarrollo de los cen-
tros4. No cabe la menor duda que una asequible red de calzadas por la que distri-
buir rápida y cómodamente los productos, pudo ser una de las causas que motivó
el desarrollo del complejo alfarero Tritium, en cuyo período de máxima producción
vio cómo sus talleres se extendieron por la mayor parte del valle del río Najerilla.
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2. El estudio de las sigillatas hispánicas aparecidas en las excavaciones de Baelo Claudia han permitido
comprobar cómo los productos riojanos llegaron a suponer casi la mitad del mercado en el sur
peninsular, donde la presencia del Complejo de Andújar hacía suponer lo contrario.
Concretamente, tomando como ejemplo la ciudad de Baelo, frente al 45,87% de Andújar, Tritium
representa el 54,13% del total. Porcentajes similares se han documentado en las excavaciones de la
villa de San Cucufate en el sur de Portugal, en donde los talleres de Tritium representan el 43,23% y
los de Andújar el 41,82%, contabilizándose un 14,95% de indeterminados. Del mismo modo, los
trabajos de Boube sobre la terra sigillata hispánica aparecida en Mauretania Tingitane no hacen más
que confirmar y refrendar este aspecto. En cambio, el estudio de los materiales aparecidos en
Represas (Beja-Portugal) ha atribuido a los centros o talleres riojanos un 76,3% de la sigillata hispá-
nica aparecida. No cabe duda que los productos provenientes deTritium alcanzaron en el sur penin-
sular una distribución mucho más amplia de lo que pudiéramos pensar.
3. SÁENZ PRECIADO,M.ª P., «Marcas y grafitos del centro alfarero de La Cereceda (Arenzana de Arriba,
La Rioja)», Berceo, 127, 1994, pp. 79 ss; (1997 e.p): «Nuevo centro alfarero de época romana en
Arenzana de Arriba (La Rioja): La Cereceda», II Congreso de la Asociación de Ceramología, Rev. Forum
Cerámico, abril de 1996.
4. Es interesante esta hipótesis de Juan Tovar según la cual los centros de producción, por lo menos los
más importantes, como en el caso del de Tritium, sirviesen de estímulo para la apertura de nuevos
caminos o potenciación de los ya existentes, como se puede apreciar en los talleres gálicos con rama-
les y vías propias para acceder hasta las vías principales. El principal problema que encontramos para
dar respuesta a esta hipótesis radica en el desconocimiento o pérdida de muchos tramos de red, o
incluso miliarios, que imposibilitan reconstruir principalmente los ramales secundarios mediante los
que se distribuyó gran parte de la cerámica hasta las pequeñas ciudades, aldeas, villas, etc.
Ya anteriormente expusimos la errónea ubicación en esta ciudad de los talleres
de Valerius Paternus y Lapilius, hoy en día perfectamente documentados en Tricio,
aunque ello no es obstáculo para situar en esta ciudad un gran centro de redistri-
bución de estos alfareros para la Lusitania. Que ambas ciudades estuviesen unidas
por una densa y compleja red de calzadas no hace más que indicar la importancia
que estas vías de comunicación debieron tener para el comercio cerámico5, de ahí
que no haya que descartar que Caesaraugusta desarrollase en la Tarraconense el
mismo papel económico que Emerita para la Lusitania.
Dejando aparte la elección del medio de transporte elegido, la clave de todo
este entramado de rutas comerciales es Caesaraugusta, en torno a la que se estructu-
ró una compleja red de calzadas que se extendió no sólo por todo el valle del Ebro,
sino también por gran parte de la Meseta hasta enlazar, según el Itinerario Antonino
a través de cuatro grandes rutas, con el otro gran nudo de comunicaciones de la
Península, Emerita, estando ambas colonias dotadas de un complejo sistema de
comunicaciones que les permitió relacionarse no sólo con gran parte de las ciuda-
des hispanas, sino también con la mayoría de las regiones económicas y estratégi-
cas de la Península.
El importante papel que debió ejercer esta vía para la comunicación y el
comercio de la zona queda perfectamente refrendado por el estudio de la sigillata
que estamos realizando en Aragón, ya que hemos constatado cómo a lo largo de
todo la vía del Jalón hay una sorprendente homogeneidad de materiales, aspecto
éste que no debe sorprendernos ya que desde Caesaraugusta se abasteció parte de la
Meseta al ejercer, por su importancia administrativa, como foco aglutinador del
comercio de la zona. Indudablemente en ella tuvieron que residir la mayor parte de
los negotiatores que controlaban el comercio de la cerámica, ya que de hacerlo desde
el mismo Tritium se dificultaría notablemente sus actuaciones al encontrarse aleja-
dos de los principales centros urbanos, y por consiguiente, de decisión de la época.
Como podemos apreciar la ruta seguida por la cerámica de Tritium, sea terres-
tre o fluvial, es sobre todo rápida y segura6al verse favorecida por unas vías de
5. Es improbable que las cerámicas llegasen a Emerita a través de las calzadas que la unían con
Caesaraugusta, más bien hemos de pensar en una procedencia vía Asturica que actuaría como redis-
tribuidor hacia el noroeste peninsular y de ella por la Vía de la Plata (Ab Emerita Asturicam) hasta
Mérida. Es muy esclarecedor comprobar la distribución de los hallazgos de las producciones de
Valerius Paternus y Lapilius situados casi siempre en las proximidades de la Vía de la Plata o de sus
ramales, aunque en los últimos años se ha ampliado el número de hallazgos, especialmente del pri-
mero de ellos, pero en el caso de Lapilius su ámbito de comercialización es todavía más claro, apre-
ciándose cómo sus producciones avanzan hacia la Meseta y la Bética pero siempre desde las vías que
parten de Emerita.
6. No cabe la menor duda que la poderosa industria alfarera de Tritium influyó en el doble trazado que
presenta la vía Ab Asturica Caesaraugustam entre Virovesca y Var eia, entendiéndose esta bifurcación
como un intento de dotar de mejores comunicaciones a esta zona industrial, facilitando su acceso
directo al puerto fluvial de Var eia. De ser así, puede entenderse que el establecimiento de una guar-
nición de la Legio VII Gemina en Tritium no fuese ajeno a la importancia alcanzada por la industria
alfarera. No faltan ejemplos fuera de la Península que reafirman la hipótesis planteada por Juan
Tovar, principalmente en la Galia, en donde los grandes complejos alfareros de La Graufesenque,
Montans o Benassac poseían excelentes comunicaciones, al igual que talleres de menor identidad
como Le Rozier, Bram, Valery o los talleres de sigillata del centro y este de la Galia y del Rhin, en
torno a los cuales se estructuraba una compleja red de comunicaciones con la exclusiva función de
facilitar un acceso cómodo, rápido y seguro a las principales vías de comunicación.
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comunicación, en torno a la que se desarrolló la mayor parte del comercio del valle
del Ebro y que motivó que rápidamente por ella viajasen las producciones más tem-
pranas de sigillata, no sólo destinadas al abastecimiento de esta zona, sino a la
exportación, vía marítima, a otras partes de la Península o del Imperio, ya que no
hay que olvidar su aparición, aunque anecdótica, en el puerto de Ostia.
El motivo de la proliferación de pequeños talleres a partir de la segunda mitad
del siglo I, la mayoría de ellos simplemente con un carácter local o regional, tiene
que entenderse como una respuesta a la alta demanda de vajilla de mesa que desde
el complejo de Tritivm en ningún momento pudo cubrirse en su totalidad. Además,
el transporte a grandes distancias de un producto que debía competir con las
importaciones gálicas y posteriormente africanas, de mejor calidad, nos hace pen-
sar si muchos de estos pequeños talleres no fueron más que sucursales con el fin de
abaratar los costes de producción, distribución y transporte.
La similitud existente entre los punzones decorativos y las composiciones que
los alfares regionales presentan con respecto a las producciones de Tritium nos hace
plantearnos la hipótesis de talleres dependientes o sucursales, como se viene cons-
tatando en la producción itálica y actualmente se plantea para la hispánica del sur,
como es el caso del taller de La Cartuja (Granada) y del Albaicín de Granada res-
pecto del Complejo de Andújar. De todos modos es difícil precisar el carácter de
dependencia, si la hubo, entre los distintos talleres de sigillata conocidos, ya que no
podemos descartar un comercio de moldes o incluso de punzones decorativos, ante
la gran homogeneidad de la producción hispánica, con muy pocas variantes en la
composición decorativa.
Si tomamos el ejemplo de los moldes descubiertos en Bronchales, podemos
apreciar cómo un grupo de ellos son de muy buena factura y elaboración, mientras
otros son de fabricación «deleznable» como así son definidos por Atrián. No cabe
duda que nos encontramos con un doble proceso. En un primer momento, parece
indiscutible, por la gran similitud de los moldes, y en concreto por sus pastas y deco-
raciones, que la mayor parte procedan del Complejo de Tritium, de ahí la gran seme-
janza existente entre las vajillas de los alfares que trabajaron en la segunda mitad del
siglo I, tal es el caso de Bronchales y Villarroya. En un segundo momento, ante el
rápido desgaste de los moldes, los mismos talleres comenzaron a fabricar los suyos
propios, perdiendo progresivamente calidad en la ejecución de las decoraciones.
Más problemático es saber si estos moldes son vendidos a los talleres, con lo
que habría que pensar en una independencia de éstos, o cedidos a modo de sucur-
sal. Tampoco hay que olvidar la repetición de punzones que originan nuevas com-
posiciones, lo que indica también la existencia de un importante comercio de pun-
zones y moldes, siendo ésta la causa de la existencia de la gran homogeneidad en
estilos y composiciones decorativas.
Tal vez la respuesta la encontremos en un doble proceso: talleres regionales,
más o menos dependientes de los grandes núcleos alfareros de la Península, que
progresivamente irán alcanzando su independencia, y talleres locales, indepen-
dientes desde un principio, con una explotación que podemos denominar como
«familiar» que indistintamente comprarían o fabricarían sus moldes.
En este grupo posiblemente podemos situar los moldes hallados en villas,
como los aparecidos en Cabañas de Ebro (Zaragoza), Fuenmayor (La Rioja), Villa
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del Velòdrom (Mont-Roig del Camp, Tarragona) por citar tan sólo tres ejemplos,
con la clara función de cubrir las necesidades propias de una explotación de carác-
ter agrícola, de ahí que se comprasen unos pocos moldes para uso propio7.
Es significativo que en el fondo de muchos de estos moldes encontremos gra-
badas letras incisas que no quedan reflejadas en el vaso al ser eliminadas durante la
elaboración del pie/fondo de la pieza8. Como bien han señalado Garabito y
Solovera la mayor parte de los moldes firmados pertenecen a talleres del siglo I o
inicios del siglo II, mientras en alfares de cronología posterior no aparece un solo
molde firmado.
Evidentemente, es difícil creer que sea una mera coincidencia el comienzo de
los talleres locales y regionales con la presencia de moldes firmados, más teniendo
en cuenta que en aquellos talleres que mantienen la producción durante la segun-
da mitad del siglo II y siglo III, los moldes nunca se encuentran firmados y son
siempre de peor calidad, evidenciando una elaboración propia.
La presencia de alfares que fabricaban sigillata en numerosos núcleos urbanos,
viene siendo constatada de manera gradual en los últimos años, tal es el caso de
Tiermes (situado cronológicamente entre mediados del siglo I y mediados del siglo
II), Talavera de la Reina (finales del siglo I y segunda mitad del siglo II), Ilerda (fina-
les de los siglos I-III), etc. La cronología de la mayor parte de ellos se inicia a fina-
les del siglo I, no siendo más que la respuesta a una demanda que no podía ser
cubierta totalmente desde Tritivm, como parece quedar constatado por los fragmen-
tos de moldes aparecidos en ciudades como Vareia, Calagurris o Pompaelo situadas
en las proximidades del complejo alfarero.
De la misma manera, en la Bética nos encontramos con una serie de alfares en
las provincias de Granada (La Cartuja y El Albaicín) y en Málaga (Singilia Barba,
Antikaria, Alameda y Teba) estudiados por Serrano Ramos quien los ubica en la
segunda mitad del siglo I y establece sus estrechas vinculaciones con el complejo
alfarero de Andújar. Como vemos se trata de un esquema similar al que hemos esta-
blecido para el norte peninsular. Una red de talleres locales/regionales vinculados
de una manera u otra a un complejo alfarero central.
Paralelo a esta red de pequeños talleres, ya sean de carácter local o regional, se
desarrolló otra producción que hemos de poner en relación con la sigillata y con la
7. No todos los moldes debieron ser utilizados para fabricar sigillata, como se aprecia entre los materia-
les procedentes del yacimiento de Labitolosa (La Puebla de Castro, Huesca), en donde junto a Drag. 37
engobadas se ha constatado la presencia de un alto volumen de Drag. 15/17, 27, 44 e H.4, así como
en Libia (Herramélluri) donde se hallaron varias Drag. 37 engobadas procedentes, posiblemente por
su proximidad, de alguno de los talleres situados en Tritium, siendo éstos unos pocos ejemplos de los
muchos que se están documentado en los últimos años en Caesaraugusta, Bilbilis, etc.
8. La presencia de moldes firmados no es anecdótica, como se puede apreciar ante los hallazgos en los
alfares riojanos: GARABITO, T. y SOLOVERA, M.ª E., «Las firmas de los fabricantes de moldes de Tritivm
Magallvm», Estrato, n.º 4, Logroño, 1992, pp. 9-16: QLM, SIIV, AEM, M, V, en Tricio; MII L M, MII,
M, E, en Bezares; M, [...]TIO en Manjarrés; a los que hay que añadir los moldes firmados por Segivs,
Valerivs, Firmvs, Brito, Vettivs, Lvcivs Clodivs, Aemilivs Maternvs y Severvs. Los conjuntos más interesan-
tes de cuantos se han localizado y estudiado corresponden a los de Segivs Tritiensis: GARABITO, T.,
SOLOVERA, M.ª E. y PRADALES, D., «El alfarero Segivs Tritiensis», Anejos Gerion II, Homenaje al profesor
Montero Díaz,Madrid, 1989, p. 441 ss. y a los aparecidos en el alfar de La Cereceda (Arenzana de
Arriba, La Rioja) en donde los moldes se encuentran firmados como TA, V, DI, STIR y CAP, grafito este
último idéntico al aparecido en moldes de Andújar (SÁENZ PRECIADO, M.ª P. (1994), op. cit., 79 ss.).
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que guarda estrechas relaciones. Nos estamos refiriendo a las producciones engo-
badas, así como a las de imitación.
La existencia de centros como el de Tarazona (Zaragoza), uno de los mejor cono-
cidos a pesar de haberse estudiado tan sólo materiales procedente de un testar, debió
ser más habitual de lo que pudiera pensarse, más si tenemos en cuenta el tipo de cerá-
mica fabricada, de menor calidad y sobre todo con un coste en mercado muy inferior.
Actualmente conocemos una serie de talleres como el de La Maja (Calahorra),
El Coscojal (Traibuenas, Navarra) o el de la C/ Predicadores en Zaragoza, que bus-
caban cubrir una demanda muy concreta estrechamente relacionada con un gran
centro urbano, o conjunto de villas, que posibilitaban el poder absorber la mayor
parte de su producción, ya que ampliar su mercado de lo estrictamente comarcal
encarecería notablemente el producto, haciéndolo poco competitivo, especialmen-
te si se trata de cerámicas comunes y engobadas cuyo coste final debía ser muy bajo,
si se pone en relación con las importaciones.
Nos encontramos por lo tanto con una vajilla de mesa más barata que la sigi-
llata, a la que podían acceder más fácilmente todas las capas sociales9. Si la sigillata
no es más que la sustitución de la vajilla metálica por su alto coste, la cerámica
engobada lo pudo ser de la sigillata, aunque hay que tener en cuenta un factor que
ha pasado bastante desapercibido y es que la mayor parte del repertorio de la cerá-
mica engobada son jarras o recipientes para contener agua. Si lo comparamos con
lo limitado del repertorio de jarras en sigillata, y sobre todo de los mínimos por-
centajes que éstas representan en el cómputo general del material de un yacimien-
to, nos planteamos la posibilidad de si la cerámica engobada buscó una especiali-
zación en jarras de agua para mesa, conviviendo con el resto de la vajilla de sigilla-
ta, aunque el motivo de ello nos es hasta el momento desconocido.
Tal vez esta primacía de las jarras engobadas sobre las de sigillata, radique en la
resistencia del pigmento o del barniz al agua, así como por la porosidad de la pasta,
reservándose las jarras de sigillata para ocasiones muy concretas, celebraciones, fes-
tividades, etc.
Como conclusión final, hemos de exponer que el panorama no está cerrado,
todo lo contrario. A medida que avanzan los estudios de sigillata o se completan los
corpus cerámicos especializados de los diversos yacimientos peninsulares, vemos
cómo el panorama expuesto anteriormente se confirma. Los complejos alfareros del
valle del Najerilla y el Andújar actuarían como aglutinadores o centralizadores de
una compleja y rica red de talleres locales y regionales con los que mantienen estre-
chas relaciones, de ahí el comercio de moldes y punzones existente en la época, lo
que explicaría la sorprendente homogeneidad de formas, decoraciones y composi-
ciones en la sigillata hispánica.
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9. No hay que olvidar que las cerámicas engobadas tuvieron un carácter casi regional, estando prácti-
camente restringidas al valle del Ebro y en especial a su parte central (Navarra, Aragón y La Rioja).
Hoy en día los alfares que conocemos que produjeron este tipo de cerámica, son los ya menciona-
dos de Tarazona, La Maja, Traibuenas (Navarra), Caesaraugusta, algunos de los cuales llegaron a imi-
tar formas de sigillata, como el que debió existir en Labitolosa (La Puebla de Castro-Huesca) que ha
proporcionado un importante volumen de imitaciones de sigillata, en especial Drag. 15/17, 27, 35,
36 44 y 37, cuya pasta se diferencia de la utilizada en los alfares conocidos, lo que nos hace pensar
en la existencia de un alfar próximo.
Chapter
La alta presencia de productos de terra sigillata hispánica en los yacimientos de la provincia de Ciudad Real y SW de Albacete, refleja la existencia de dinámicas comerciales que tuvieron por objeto, la implantación de modelos de dependencia tecnológica y comercial hacia los refinados productos cerámicos manufacturados en los alfares de la meseta norte, así como los producidos en la Bética
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El presente trabajo da cuenta de los resultados de la VI Campa?a de Prospecciones Arqueol?gicas llevada a cabo en el marco del Plan de Investigaci?n de la Fundaci?n Uncastillo en la ciudad romana de Los Ba?ales. A partir de la presentaci?n de siete nuevos yacimientos de car?cter rural y de la revisi?n intensiva del territorio circundante a los mismos se realiza un an?lisis de los patrones del poblamiento rural en tornoa la ciudad romana a partir de delimitar los que ?entre la ?poca de Augusto y la Tardoantig?edad? debieron ser los elementos dinamizadores del poblamiento y los que, por el contrario, explicar?an la aparente marginalidad ?respecto de la ciudad? de algunos enclaves como el del posible uicus romano de El Zatic?n de Biota y otros de la margen izquierda del curso del r?o Arba.
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