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Del eLearning al Blended Learning: nuevas acciones educativas.
Julio Cabero Almenara
M. Carmen Llorente Cejudo
(Universidad de Sevilla –
http://tecnologiaedu.us.es).
Hace no mucho que debatíamos sobre las posibilidades y limitaciones que el eLearning
suponía para la formación, aportando una diversidad de pros y contras, la mayoría de las veces,
respondiendo más a los objetivos y beneficios que los responsables de dicha formación
obtenían, en vez de tener en cuenta lo que realmente suponía aplicar esta modalidad formativa
para los verdaderos actores de dicho proceso de enseñanza/aprendizaje: los alumnos. Y es desde
esta perspectiva, desde la que aparece esta nueva estrategia de aplicación de los recursos
telemáticos a la formación, el denominado Blended Learning (B-Learning) o Aprendizaje
Mezclado o Híbrido, intentando dar respuesta a muchas de las limitaciones que, a lo largo de
estas últimas décadas, han ido manifestándose en diversidad de estudios e investigaciones al
respecto, de las que podríamos destacar algunas como: competencias tecnológicas necesarias
para el manejo de la plataforma, adaptación a nuevos métodos de aprendizaje, costos en la
adquisición de la infraestructura necesaria, o sensación de pérdida y aislamiento en diferentes
momentos del proceso formativo, entre otras. Bien es cierto que, muchos autores apuntan a la
aparición de dicha modalidad bajo la idea del fracaso del eLearning, a finales de los noventa,
después de una época de entusiasmos iniciales y de grandes expectativas entorno al mismo;
afirmaciones desmentidas, evidentemente, por los agentes implicados en el desarrollo de dichos
procesos formativos. Creemos, desde nuestro punto de vista, que el eLearning no ha fracasado,
sino que quizás las expectativas iniciales resultaron ser demasiado altas. Sin olvidarnos que,
posiblemente, no se atendieron lo que son las variables críticas a contemplar para su
incorporación a los procesos de formación, y se centraron más en acciones instrumentales y
técnicas, como son la capacidad tecnológica de la banda, el LMS que debería utilizarse, o si éste
último debía ser libre o propietario.
Lo que sí resulta evidente es que, es en esta época en la que aparecen nuevas respuestas
a demandas que todavía no habían sido cubiertas bajo las modalidades completamente online, y
que como declara Bartolomé (2004), no surge del eLearning, sino desde la enseñanza
tradicional ante el problema de los elevados costos. Para dicho autor, resulta sencillo realizar
una primera aproximación a la definición del mismo, describiéndolo como “aquel modo de
aprender que combina la enseñanza presencial con la tecnología no presencial”, y cuya idea
clave es la “selección de los medios adecuados para cada necesidad educativa”. Queremos
señalar que, en estos comienzos, es de destacar que resultó ser un término que generó en torno a
él grandes controversias, tal como afirman Jiménez, Estupinyá y Mans (2006), entre los
profesionales de la empresa y los de las instituciones universitarias, a través de sus diferentes
interpretaciones.
Del mismo modo, así como el término fue haciéndose popular, comenzaron a proliferar
cada vez más combinaciones referidas al B-Learning: por ejemplo, combinaciones en la
variedad de tecnologías, en la diversidad de metodologías, en las experiencias de aprendizaje, o
diversidad en la localización de los eventos del aprendizaje. Desde la conceptualización del
término, nos gustaría destacar la que realiza Shank (2003), cuando afirma que: “El aprendizaje
mezclado parece significar, si lo he entendido correctamente, la combinación entre la
enseñanza online y la enseñanza tradicional. Está en boga por una razón muy simple: nadie
quiere gastar demasiado en elearning, y las personas en general, quieren conservar lo que
tienen realizado ya, así que han establecido este bonito nombre para no cambiar mucho, y
llamarlo blended learning”.
Estas fueron algunas de las primeras concepciones que se desarrollaron en torno a dicha
modalidad, que más bien hacían alusión a la terminología, sin realizar una análisis más en
profundidad de lo que en realidad venía a significar dicha modalidad de aprendizaje; en estos
inicios, la equivocación consistió en considerar esta modalidad formativa simplemente como
una combinación de modalidades (presencial y online) en el aula, o si se quiere, combinación de
diferentes tipos de aulas: analógica y virtual, hecho que evidentemente, resulta ineficiente.
Podríamos comenzar a realizar una primera aproximación, desde la perspectiva que
plantea que el B-Learning, combina la eficacia y la eficiencia de la clase presencial con la
flexibilidad del eLearning, sin que con ello queramos decir que la aplicación del éste último en
si mismo sea ineficaz. Así pues, sin entrar en el debate interno establecido entre los conceptos
de enseñanza vs. aprendizaje, las mayores implicaciones del término B-Learning son:
1. Diversidad de oportunidades para presentar los recursos de aprendizaje y vías de
comunicación entre tutor-estudiante y estudiante-estudiante, que llegarán a ser más
flexibles. Muchas de las experiencias bajo dicha modalidad han atribuido su éxito a
la comunicación interactiva entre sus participantes (Garrison y Cleveland-Innes,
2003; Swan, 2001).
2. Los aprendices podrán, si se interesan en formar parte activa de su propio proceso
de aprendizaje, seleccionar los recursos formativos de diferentes medios, teniendo
en cuenta que sean los más convenientes y apropiados para su situación personal
(Mason y Rennie, 2006).
De acuerdo con Mason y Rennie (2006), una descripción sistemática sobre el concepto de
B-Learning la podemos observar a través de la figura que mostramos a continuación:
Aprendizaje Online Blended
Learning Aprendizaje Offline
Completamente online sin
componentes presenciales
Alto uso de la
tecnología
Poco uso de la
tecnología
Aprendizaje en clases
tradicionales
Incremento del uso de la tecnología y de los componentes online
Curso desarrollado
completamente a través de
plataforma de formación.
P.e.:VLE
Escasa o nula
utilización de la
tecnología
elearning
Figura nº 1. Descripción esquemática del B-Learning (Mason y Rennie, 2006).
En definitiva, podríamos definir algunos de los componentes más esenciales en procesos
de formación a través de la modalidad mixta, traduciéndose en la convergencia entre lo
presencial y lo virtual a distancia, donde se combinan espacios (clases tradicionales y virtuales),
tiempos (presenciales y no presenciales), recursos (analógicos y digitales), donde los
protagonistas modifican sus roles en los procesos de enseñanza/aprendizaje, y donde los
cambios también afectan, de manera ineludible, a los modelos organizativos. Básicamente,
podemos considerar que tres son los elementos básicos que determinan el desarrollo y puesta en
práctica de una experiencia formativa semipresencial, y que quedan recogidas en la siguiente
figura:
Figura nº 2. Componentes para el desarrollo del B-Learning.
A éstas, nosotros añadiríamos una más, y es la que se refiere a la posibilidad de establecer
diferentes tipologías de comunicación más allá de la que se genera a través de las herramientas
de comunicación sincrónicas y asincrónicas disponibles en los entornos para la formación en
red, y que se verá reforzada a través de las tutorías presenciales como apoyo de las establecidas
a través de la red.
Al mismo tiempo, desde nuestra forma de ver el espacio del B-Learning, podría ser
matizado, o estratificado, en función de la mayor o menor utilización de herramientas de
comunicación sincrónicas y asincrónicas en la misma, así como por la amplitud de
comunicación textual, auditiva, visual, o audiovisual utilizada. Dicho en otros términos, para
nosotros, dentro del B-Learning se podría establecer una diferenciación en función de dos
variables: sincronía/asincronía de la herramienta de comunicación movilizada, y grado de
iconicidad de los materiales utilizados. En la figura nº 3 presentamos lo que queremos decir.
Contenido
Información
medio/código/canal
Distribución
Construcción
Individual
Cooperativa
Comunicación
local-remota
de igual a igual
alumno-tutor
Blended Learning
Sincronía (Correo
electrónico)
Asincronía (Chat)
Incremento temporalidad en las herramientas de comunicación telemáticas
Nivel icónico alto
(documento audiovisual)
Nivel iónico bajo (pdf)
Incremento grado de iconicidad en los materiales y medios empleados.
Figura nº 3. Utilización de herramientas de comunicación, y medios y materiales en acciones de
B-Learning.
Adviértase que, si todos los elementos hasta ahora expuestos resultan significativos para
su incorporación en los procesos de formación bajo dicha modalidad, existe uno que, desde
nuestro punto de vista, hace distintivo a éste frente o otras metodologías de aprendizaje, y es el
que se refiere a los encuentros presenciales, fundamentalmente por los siguientes factores:
a. Facilitan información imprescindible sobre el uso y sobre la utilización de la
tecnología y las herramientas.
b. Fomentan el conocerse unos a otros (incluyendo el personal y los tutores).
c. Se configuran los grupos y se establecen las normas de trabajo.
d. Se llevan a cabo exámenes y evaluaciones.
e. Se aportan los elementos paralingüísticos que lo virtual no puede por si mismo
aportar.
f. Ayuda a superar el aislamiento (Llorente, 2008).
Creemos conveniente, sin embargo, detenernos en reflexionar en torno a varias
cuestiones que, consideramos, resultan necesarias tener definidas antes de adentrarnos en un
proceso de formación híbrido, y que proponemos al lector a través de las siguientes preguntas:
a. ¿Incrementa los resultados del aprendizaje esta nueva aproximación metodológica?
b. ¿Es la modalidad semipresencial apropiada para mis destinatarios?
c. ¿Encaja con la cultura de mi organización?
d. ¿Tenemos los recursos suficientes para llevarla a cabo?
e. ¿Nuestra infraestructura da soporte a los recursos en línea?
f. ¿La semipresencialidad es escalable?
g. ¿Es sustentable dicha modalidad?
Si realmente somos capaces de responder estas cuestiones afirmativamente, es cuando
será posible diseñar una solución B-Learning, y donde podremos comenzar a tener en cuenta los
diferentes criterios para integrarlos, en la medida de lo posible, en la acción formativa a llevar a
cabo. Dicho en otros términos, lo que debe efectuarse en primer lugar, es decidir qué tipo de
aprendizaje es el que quiero establecer, acudiendo a la diversidad de propuestas en torno al
mismo (Bloom, Gagne, Mager, Jonnassen, etc.). Posteriormente, será necesario realizar un
análisis de los destinatarios de dicho proceso, determinando las competencias básicas
imprescindibles que serán convenientes tener, tanto tecnológicas como didácticas para
garantizar de partida el éxito de la acción formativa. A continuación determinaremos las
propuestas de diseño de materiales que se especifiquen y las estrategias metodológicas concretas
que se movilizaran. Y por último, conocer los elementos organizativos en los cuales se va a
incorporar dicha acción, como por ejemplo, la ratio profesor-alumno, etc. En definitiva, y tal
como afirma Thorne (2003), los diferentes criterios o principios para desarrollar una experiencia
formativa de carácter semipresencial, son los siguientes:
1. Identificar las necesidades de aprendizaje.
2. Establecer los niveles de demandas.
3. Reconocer los diferentes estilos de aprendizaje.
4. Conocer las diferentes formas de aprendizaje y el potencial creativo de cada una de
ellas.
5. Trabajar con los proveedores actuales, internos y externos, para identificar los
objetivos de aprendizaje y asegurar y asegurar que la formación garantiza las
necesidades actuales.
6. Emprender el proceso educativo y desarrollar una demostración amigable para ilustrar
el potencial del B-Learning.
7. Estar preparado para ofrecer un apoyo y seguimiento constante.
8. Preparar un proceso de seguimiento para evaluar la efectividad del desarrollo.
Básicamente, los aspectos fundamentales en un proceso de formación B-Learning,
estarían definidos en tres grandes momentos: sesión inicial presencial, desarrollo a través de la
red, y sesión final presencial, tal como establecemos en la siguiente figura (nº 4, adaptada de
Martyn, 2003), y que pasamos a describir a continuación:
Figura nº 4. Modelo híbrido online.
Tal como queda expuesto en la figura anterior, se iniciaría el proceso a través de un
primer e inicial encuentro presencial, para familiarizar a los estudiantes con la tecnología, así
como facilitarles la oportunidad de crear una sensación de comunidad que continuará
desarrollándose a través del curso y aclarar las posibles dudas organizativas que puedan tener.
Se realizarán actividades tales como, emplear el software que formará parte de la experiencia, la
plataforma, emplear las herramientas de comunicación, así como comprobar como funcionan
los mecanismos de evaluación. Asimismo, también resulta conveniente dar a conocer a los
estudiantes los objetivos del curso, las evaluaciones, y las tareas o proyectos a realizar. En
definitiva, de lo que se trata es de construir un sentido de comunidad en este primer encuentro,
que facilita y garantiza, en la mayoría de las ocasiones, el que los alumnos participen y finalicen
la acción formativa. Posteriormente, el curso será llevado a cabo a través del entorno virtual de
formación, y la utilización de las diferentes herramientas disponibles en las mismas, sea chat,
correo electrónico, foros de discusión, etc., para finalizar con una última sesión presencial que
podrá plantearse el realizar una valoración final, donde además los alumnos podrán plantear las
diferentes consultas que no hayan podido realizar al profesor antes de la evaluación. Puede
considerarse que, el realizar la valoración de forma presencial, garantiza para muchos
Profesor
Chat, correo electrónico,
foros de discusión
Estudiante
Chat, correo electrónico,
foros de discusión
Compañeros
Primera Clase:
presencial
(orientación)
Última Clase:
presencial (clausura)
estudiantes, una sensación más agradable y menos tensa que si lo hacen vía Internet, hecho que
creemos también es viable en este tipo de modalidad formativa.
Digamos también que, al igual que ocurre con otros aspectos de la enseñanza, la
planificación de este sistema se ha realizado en las instituciones educativas bajo diversos grados
de institucionalización, por lo que podemos encontrarnos desde propuestas efectuadas y
desarrolladas casi de manera individual por parte de los profesores, así como algunas otras que se
caracterizan por la centralización casi absoluta, pasando por modelos compartidos. Lo que
queremos decir con ello, y a pesar de no tener una visión estratégica en la mayoría de los casos,
es que muchas de nuestras universidades, en los momentos actuales, están comenzando el proceso
de adopción de la modalidad mixta. Para ello, comienzan a establecer procesos de planificación,
diseño, y transformación de cursos y asignaturas, desarrollando estrategias de comercialización y
organización interna nuevas, etc. En este sentido, estamos de acuerdo con Rodríguez Illera (2006)
cuando declara que, al igual que ocurre en las universidades presenciales más tradicionales -las
cuales representan casi la totalidad de la oferta universitaria-, la enseñanza y aprendizaje
presencial acabará convirtiéndose, a corto y mediano plazo, en una enseñanza de tipo mixta; es
decir, de lo que él denomina las universidades tradicionales o “brick universities”, a las
universidades híbridas o “brick and clic universities”. Básicamente, espacios de formación donde
se combinen diversidad de lugares para el encuentro (aulas, laboratorios, plataformas, etc.), y
donde los profesores puedan facilitarle a los alumnos la mayor variedad de metodologías de
aprendizaje posible.
Queremos finalizar señalando una serie de aspectos en torno a su incorporación: por una
parte, que las modalidades de B-Learning se nos presentan para nuestros centros (sobre todo para
los universitarios, y los que se dedican a la formación de adultos y capacitación permanente),
como una opción interesante desde la que aplicar la formación en redes, ya que facilita la
descolonización de la formación de contextos únicos que supone, y porque además, implica la
superación del efecto del aislamiento que tanto ha significado para el fracaso de la incorporación
del eLearning; por otro lado, porque es una vía por la cual las Universidades que se denominan
presenciales, y teniendo en cuenta el miedo que para muchas autoridades académicas supone
perder ese control (claro ejemplo es como, en tiempos de formación flexible, se plantean que los
profesores firmen la asistencia a clase, o que un sacrosanto inspector supervise que el profesor
“x” a la hora “y” se encuentre en el aula “z”, anteponiendo por encima de la calidad la
presencialidad), puedan incorporarse a planes de innovación a través de trabajo soportado en
redes; o para finalizar, las nuevas exigencias que nos reclama la convergencia europea, para crear
escenografías de aprendizaje más flexible, más interactivas, de trabajo más independiente y al
mismo tiempo colaborativo del estudiante, y con una diversidad de recursos puestos a disposición
de los estudiantes.
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