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iltoniopsis
La historia de hoy es la historia de nuestro
pasado reciente, es la historia de nuestro
próximo futuro. Yo no estuve allí y ni si-
quiera me la contaron, pero no es difícil
imaginar lo que sucedió. Fue en el sur de
México, en la frontera con Guatemala.
Allá, donde la campiña hace imaginar lo
que fue el paraíso terrenal.
En la región de los Lagos de
Montebello, el azul del cielo es intenso, y
su reflejo en los lagos hace todo un es-
pectáculo indescriptiblemente hermoso.
Allá en la cima de un cerro, sobre una de
las ramas de un añoso árbol vive una re-
ina del bosque, la Lycaste lasioglossa.
Sus flores grandes y hermosas
han llamado la atención desde siempre,
del tal manera que las otras plantas de su
especie han sido recolectadas indiscrimi-
nadamente, y ahora es la última de su
linaje. Para su desgracia, el bosque tam-
bién se ha reducido en los últimos años.
Antes la humedad que los árboles retenían
y capturaban de la
niebla generaban un
mecanismo de retroali-
mentación positiva, y
el agua permanecía
todo el tiempo en el
bosque. Pero ahora ya
no es así, y lo que
debía ser una refres-
cante brisa de prima-
vera, se ha vuelto un
cálido y desecante
viento.
La Lycaste
lasioglossa, al ser una
orquídea simpodial,
tiene el potencial de la
eterna juventud al renovarse cada año a
través de los brotes nuevos que surgen
desde la base de la planta. Sin embargo,
cada año le es más difícil su existencia y
siente que sus fuerzas se acaban junto
con el cada día más reducido bosque.
Nuestra Reina ya parece más bien una
diva otoñal. Ante esto,
siente que tiene que
tomar una acción
desesperada, no hay
mañana para esperar
más. Lleva varios
años sin poder flore-
cer y la última vez
que lo hizo ningún
polinizador la visitó,
pues también ellos se
acabaron. Esta Reina
de las flores no está
acostumbrada a vivir
sin su corte. Quiere
volver a ser el centro
de atención, aunque
sea por una última vez.
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Ella lleva algún tiempo movilizan-
do sus reservas nutricionales y desarro-
llando un solo botón floral. Le ha susurrado
al bosque sus intensiones y todo estará
listo para el amanecer. De tal forma, que
ya incluso antes de salir el sol, la orquesta
filarmónica de aves ejecuta su más com-
pleja melodía sólo para ella. La Reina es
una verdadera hija del sol, no sólo tiene
sus colores, sino que hasta algunos rayos
le ha sacado al astro rey. Esta faraóna en
tierras mayas descubre su belleza con los
primeros rayos solares. Es de una majes-
tuosidad que deja atónito: su gran tamaño,
su forma triangular y sus colores brillantes
que se funden entre las líneas de luz y la
penumbra del bosque. Las gotas de rocío
sobre sus pétalos difractan la luz del sol,
ella siente que son su mejores perlas, para
los demás son destellos radiantes que
engrandecen su insuperable hermosura.
Sus segmentos florales se abren, extendi-
dos como quien dirige a la orquesta, espe-
rando las reverencias. En las frescas y
húmedas horas de la mañana, el señor
viento es más que bienvenido y juntos
bailan de nuevo su seductor vals. La Reina
se deja consentir, se balancea rítmicamen-
te de un lado al otro, lo etéreo y lo sublime
se funden en un instante mágico. Ella re-
cuerda los viejos tiempos, se emociona y
deja escapar su imaginación. Sueña que
vendrá su Valentino polinizador y sus se-
millas volarán por todo el bosque, repo-
blando los árboles con su estirpe y su re-
ino será otra vez de ensueño. Ella sueña
despierta, no pide mucho, simplemente
sueña con lo que debió ser.
Prácticamente al mismo tiempo,
Lycaste lasioglossa, la ultima flor!
por Eduardo Alberto Pérez
Boletín 128
Eduardo A. Pérez García
Departamento de Ecología y Recursos
Naturales
Facultad de Ciencias
Universidad Nacional Autónoma de
México
Circuito Exterior s/n.
Ciudad Universitaria,
Coyoacán, México D.F., Cp. 04510
México
Correo:
encyclia_nizandensis@yahoo.com.br
Lycaste lasioglossa, con su color “normal”
iltoniopsis
Boletín 128
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extendió desde el invierno de 1997 hasta el
verano de 1998. Gran parte de la superficie
forestal del sur, sureste y del occidente del
país se quemaron en ese período. Entre
estos se quemó el único hábitat de Lycaste
en la periferia del bosque una gran trage-
dia se perfila, alguien prende un cerillo y
el bosque se empieza a quemar. Confor-
me el día avanza, el calor reseca todo y
el fuego se vuelve imparable. Estos bos-
ques hiperhúmedos nunca se habían
quemado, pero la sequía de este año y lo
aclarado del bosque los hicieron muy
vulnerables. El fuego se extiende rápida-
mente, del sotobosque pasa a la copa de
los árboles y todo se carboniza. Las aves,
que poco antes cantaban, tienen que
volar despavoridas a buscar un nuevo
hogar. Las ranas, lagartijas, salamandras
y otros animales pequeños tienen una
peor suerte. Los afortunados mueren
sofocados, los otros sienten lo que es
quemarse vivo; aterrados intentan trepar
a los árboles, pero sólo logran prolongar
su agonía, al final la muerte es para to-
dos. El fuego sube por la colina, y poco a
poco se acerca al trono de la Reina. El
calor se intensifica, primero evapora el
rocío y la deja desprovista de sus perlas.
Antes de poderlo lamentar, el abrazador
fuego marchita sus pétalos, y poco a po-
co va consumiendo a todo su ser. En
poco tiempo la Reina literalmente se ex-
tingue, se vuelve una bruma gris, que se
va, sin recuerdo, sin reino, sin nada.
Nadie supo decir exactamente
cómo se originó el fuego, ni por qué ocu-
rrió esta fatalidad. Quizás una mala prác-
tica agrícola o una perversa intensión
para destruir al bosque y así convertirlo
en potrero. Posteriormente vino lo de
siempre. El leñador le echó la culpa al
agricultor, y éste culpó al ganadero. El
ganadero se la aventó al político porque
no generó oportunidades, ni trabajo ni
educación. El político, al final, simplemen-
te le agradeció al indiferente, pues allí
siempre se ahogan las culpas.
En 1998, se conjugaron una
serie de factores que ocasionaron una de
las peores tragedias ecológicas en los
bosques mexicanos. Entre 1997-1998
ocurrió un cambio en las corrientes mari-
nas conocido como el fenómeno del Niño,
lo cual trajo como consecuencia un cam-
bio en el régimen de precipitación pluvial
en nuestro país. Este fenómeno generó
un gran periodo de sequía, que se
lasioglossa en México. Infelizmente, en
esos incendios se perdieron también las
únicas poblaciones conocidas de Lycaste
dowiana, Mormodes breedlovei, Rossio-
glossum williamsianum y de otras veinte
especies de orquídeas. Ninguna de estas
24 especies han vuelto a ser encontradas
por los científicos en México. A más de una
década de estos incendios, estas especies
tendrán que ser borradas de nuestros in-
ventarios bióticos. Es muy lamentable que
ni siquiera en nuestra mayor colección bo-
tánica, el Herbario Nacional (MEXU), exis-
tan ejemplares herborizados de L. lasio-
glossa; hasta parece que quisiéramos ne-
gar su propia presencia en nuestro país.
Más tristemente, es que seguramente en
esos incendios también se perdieron para
México otras especies de plantas y anima-
les de quienes nunca sabremos su existen-
cia, simplemente por no ser tan carismáti-
cos.
Afortunadamente, L. lasioglossa y otras de
las especies que se perdieron para México
todavía se encuentran de forma silvestre en
Guatemala. Ojalá estas especies allá no
corran con la misma suerte que de este
lado de la frontera. Por lo pronto, se podría
aprovechar que aún existen allá para tratar
de generar un banco de germoplasma en
México, y eventualmente re-introducirlas en
ciertos puntos específicos y bajo un esque-
ma bien planeado.
Ahora conocemos la fecha en que
desapareció la última flor silvestre de Ly-
caste lasioglossa en México. Si seguimos
así de indiferentes, será cuestión de tiempo
para poner una fecha para la desaparición
de otras especies de orquídeas, de otras
plantas y de animales, para despedir a los
últimos bosques y arrecifes de coral, y
eventualmente, para documentar la extin-
ción de nuestra propia especie. ¡Ojalá aún
estemos a tiempo de evitar estos eventos!
Agradezco a Carlos Higashida
(Asociación Mexicana de Orquideología),
Bernd Martin (Asociación Guatemalteca de
Orquideología) y Tomasz Szewerniak
(Asociación de Orquideología de Varsovia,
Polonia) por facilitarme las fotos para ilus-
trar esta nota. Al Dr. Juan José Morrone
por las sugerencias para mejorar este tex-
to.
Lycaste lasioglossa con un color mas palido
Lycaste lasioglossa con una combinación
de colores muy llamativos, aquí el color rojo
intenso sobre el fondo verde produce sepa-
los de color marron
El labio de Lycaste lasioglossa esta relati-
vamente corto y angosta y su característi-
ca es el velo muy denso