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Símbolos inadvertidos en "El almohadón de plumas" de Horacio Quiroga

Authors:
El Cuento en Red
No. 14 / Otoño 2006
Universidad Autónoma Metropolitana
Símbolos inadvertidos en ‘El almohadón de plumas’
de Horacio Quiroga
Patricia G. Montenegro Cheyney University of Pennsylvania
Al terminar “El almohadón de plumas”, el narrador establece una
indiscutible relación entre Jordán y el insecto monstruoso refiriéndose,
aparentemente en un descuido, que más bien resulta intencional, a la “boca” del
insecto, para después corregirse señalando: “su trompa, mejor dicho”. Con este
aparente error, se le proporcionan al lector las herramientas inequívocas para la
interpretación del insecto al cual se le identificade inmediato con Jordán que, a
diferencia del insecto, sí tiene boca. Como el mismo narrador nos provee las claves
para la interpretación del parásito, todo propósito contrario parecería inútil. Sin
embargo, la asociación que se establece entre el parásito y Jordán, identificando a
éste último como único responsable de la muertede Alicia, no es definitiva. Al
terminar el cuento, en el párrafo final el narrador afirma: “estos parásitos de las
aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones
proporciones enormes.”1
Cabe preguntarse entonces cuáles son las condiciones que permiten ese
desarrollo monstruoso. Entre la multitud de factores que pueden mencionarse, uno
de ellos nos ofrece una explicación bastante convincente: se trata de una sociedad
victoriana que ha perfilado el carácter de Alicia y el de Jordán creando un conjunto
de condiciones apropiadas para el desenlace fatal. Ella, una mujer frágil, angelical,
soñadora, sumamente sensible, dependiente de su esposo, incapaz de expresar su
necesidad afectiva, queda reducida a un objeto de placer. Él, un hombre alto,
fuerte, sostén de su hogar, reservado hasta la mudez, se mantiene duro, egoísta,
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insensible: ambos, aceptables para los estándares victorianos: y su mutuo,
incuestionable consentimiento a éstos, la otra causa de la muerte de Alicia.
Desde un principio, se presenta una serie de señales que aluden a una
mentalidad victoriana plasmada enel ambiente que rodea a los dos personajes
principales: Alicia y Jordán. La casa de los recién casados no es el hogar acogedor,
repleto de colores y sensaciones que puedan despertar la pasión de un amor
romántico. Por el contrario, la descripción de la casa devela rigidez, puritanismo,
frialdad; tanto, que el narrador mismo se refiere a ella como un “palacio
encantado”. El únicio color incluido en la descripción de la casa es el blanco que,
por lo general, se asocia con la pureza en la sociedad occidental. Las directrices de
un puritanismo victoriano que exige orden,2 buena conducta, rectitud y honestidad,
aunque, en muchos casos fueran sólo para simular, como en el de Alicia y Jordán,
cristalizan en una casa donde las apariencias vencidas por su propia inconsistencia,
irónicamente, producen lo contrario: un vampiro y un insecto monstruoso.
Uno de los materiales de construcción a los que se alude en la descripción de
la casa es el mármol, caracterizado por su dureza y por su frialdad. El narrador no
se limita a hacer referencia a esta cualidad una sola vez, sino que reitera el carácter
frío de la atmósfera con el uso de un epíteto exagerado, “glacial,”3 que le añade un
tono mórbido al relato, pues el hogar, que debiera ofrecer calor asus residentes
para fomentar la vida, se insinúa como lo opuesto, un espacio frío, propio de los
muertos, un mausoleo. Otro de los atributos de la casa que la presenta como una
tumba de proporciones inmensas es el abandono. Ninguna tumba está
continuamnte cuidada. El cuidado, sinónimo de amor, como se verá más adelante,
ciertamente existe en el hogar de Alicia y Jordán, aunque sofocado por las
convenciones sociales. Con dichos atributos en su descripción, el narrador ha
trazado ya el derrotero de la trama que se va a desarrollar dentro de los límites de
esta atmósfera mortal para Alicia:
La casa en que vivían influía no poco en sus estremecimientos. La blancura
del patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una
otoñal impresión de palacio encantado.
Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas
paredes, afirmabaaquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una
pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo
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abandono hubiera sensibilizado su resonancia. (Quiroga 71)
Como al otoño se le asocia con la muerte, esta misma descripción en que la
“casa producía una otoñal impresión”, prefigura el fallecimiento de Alicia. No
sorprende entonces que al lugar se le identifique con un “palacio encantado”, es
decir, con un espacio irreal y, por ende, muerto. De ahí también el frío que
proviene no sólo de las paredes, sino de la falta de contacto humano, de la
incomunicación entre Alicia y Jordán. Por otra parte, cuando el narrador crea en el
lector la imagen de un espacio irreal, sienta los precedentes para que al final resulte
fantásticamente lógico el desenlace donde se descubre el insecto monstruoso.
Dentro de este espacio fantástico, es posible encontrarse un monstruo igualmente
fantástico. Esta consistencia de elementos fantásticos contribuye, en gran medida, a
mantener la verosimilitud hasta el final del cuento.4
Con respecto a otros estilos literarios, se puede observar un cambio en la
selección de elementos: la rigidez plasmada en el mármol, la pureza del color
blanco y la exagerada frialdad del estuco no encajan ya en el sensualismo del
ambiente romántico ni tampoco en el modernismo. Las descripciones carecen del
oropel preciosista asociado con este último movimiento. Se trata de una transición
al naturalismo con su intento de análisis científico, como ya lo han señalado
algunos críticos5 lo cual deja su huella en Quiroga quien, al desarrollar a su
personaje Alicia, establece una serie de factores, causas, efectos, condiciones
sociales y circunstancias de su enfermedad y de su muerte.
Para la caracterización más inclinada a lo científico, las descripciones que
pretenden ser más objetivas y las tramas que proponen nexos de causalidad entre
algunos hechos o circunstancias y observaciones influídas por teorías
experimentales, el naturalismo jugó un papel preponderante. Habiendo establecido
las diferencias entre distintas especies y la frecuente supervivencia del más fuerte
en el reino animal, esta doctrina dio origen al evolucionismo que, apoyado en ella,
legitimaba el abuso de los más débiles perpetrado por los más fuertes. Una vez
sentadas las bases de una “verdad científica” y echando mano de la autoridad que
les confería el discurso de esta índole, los evolucionistas justificaron todo tipo de
ultrajes: que las fábricas explotaran a los niños, que los blancos esclavizaran a los
negros o que los hombres denigraran a la mujer por considerarla un ser inferior. Al
final, terminaron concibiendo “la sociedad victoriana como la culminación del
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proceso evolutivo”.6
Durante el siglo XIX, el naturalismo ejerció una gran influencia sobre la
sociedad inglesa; su importación y la acogida de ésta y otras teorías afines en
Argentina (lugar donde vivió Quiroga), se llevó a cabo gracias a Bartolomé Mitre
(presidente del país gaucho), quien para impulsar la economía y el desarrrollo
social de dicha nación, abrió las puertas a la inversión inglesa. Aunque en el
terreno literario, el naturalismo hubiera llegado a la Argentina por medio de la
infuencia de Zolá, a quien siguió el argentino Eugenio Cambaceres cuya obra tuvo
una gran acogida en el país, las relaciones económicas con Inglaterra dejaron una
influencia bastante profunda en las tradiciones familiares donde prevalecían los
patrones sociales de corte victoriano. Quiroga debió observar con una perspectiva
crítica el perjuicio del modelo victoriano familiar en la mujer.7Es en este marco
de evolucionismo, tradiciones victorianas y naturalismo, combinado con resabios
románticos y modernistas,8 donde se desarrollan los personajes de “El almohadón
de plumas”. La caracterización de Alicia como una mujer hipersensible, frágil y
vunerable a la que bastaba acariciar para que se desvaneciera, pertenece aún, como
una última pincelada antes de su desaparición, al estilo romántico: “de pronto,
Jordán con honda ternura le pasó muy lento la mano por la cabeza y Alicia rompió
en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente, todo su
espanto callado, redoblando el llanto a la más leve caricia de Jordán” (Quiroga 72).
Sin embargo, la secuencia de descripciones que siguen al decaimiento de
Alicia están desprovistas del alambicado sentimentalismo predominante en los
relatos románticos y que, en este caso, el narrador substituye con una observación
de tono naturalista en la cual se mezclan términosque bien podrían formar parte
de un historial clínico (síncope, delirio, anemia, alucinaciones). El enfoque no se
encuentra ya en la pasión, en los sentimientos, ni en el paroxismo del dolor de
ninguno de los personajes principales, sino en la enfermedad, en el esfuerzo por
establecer las causas de ésta: interés propio del naturalismo.
A los rasgos anteriores se añade la dependencia de Alicia cuya vida ha
pasado de una irrealidad a otra. Presa de sus sueños, había vivido primero
esperando que Jordán le demostrara su cariño: “sin duda hubiera ella deseado
menos severidad en ese rígido cielo de amor; más expansiva e incauta ternura”
(Quiroga 71). Decepcionada, después de tres meses en espera inútil de un Jordán
más tierno y emotivo, sustituye ahora la irrealidad de sus sueños, despierta, con el
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abandono de sí misma, de todo pensamiento y de la vida cotidiana a la ilusión de la
llegada de su esposo que ella se había forjado en la imaginación: “y aún vivía
dormida en la casa hostil sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido”
(Quiroga 72).
Con el abandono de sí misma, su dependencia de Jordán y su ensoñación,
Alicia ha cavado su propia tumba; ha muerto antes de morir. A lo largo del cuento,
el espacio narrativo dentro del cual este personaje sucede, se limita a su casa;
jamás se la ve salir, visitar o recibir amigos ni relacionarse con el mundo extrerno,
ni siquiera con su familia. Su debilidad comienza con la falta de contacto con la
realidad. En ese aislamiento se inicia su muerte, en su mente, cuando no vive por
ideal propio alguno, sino que gira única y exclusivamente en torno ala presencia
de Jordán otro ser mortal- como si éste fuera un dios. Esta es la muerte
psicológica de la mujer victoriana: estar confinada al ámbitodoméstico, sin voz ni
voto, deificando a su esposo. Pero a la vez, al ser idealizada por las clases altas que
la ven como un ser angelical, aunque sea sólo para mantenerala al servicio del
hombre, se la elevaa un plano sobrenatural. En su calidad de ángel, se espera que
cultive virtudes de manera absoluta como la “incorruptibilidad” y la “infabilidad”.
No hay que olvidar que la tradición victoriana gravitaba en derredor de un orden
absolutista que para preservar los principios liberales de la burguesía que la
sostenían, debía emitir reglas de la misma naturaleza: absolutas.9 Es interesante
observar que la terminología de los ensayos victorianos incluye una serie de
palabras acordes. En su ensayo, “Sesame and Lilies”, John Ruskin coloca a la
mujer en un pedestal y la deifica exigiendo de ella que se comporte como una diosa
pero, al hacerlo, la deshumaniza: “she must be enduringly, incorruptibly good;
instinctively, wise wise, not for self development, but for self-renunciation; wise,
not that she may set herself above her husband, but that she never fail from his
side.10 (el subrayado es mío)
 No se cuestionan las virtudes en sí, sino el grado exagerado, extremo de tal
exigencia: su excesiva rigidez. ¿Quién puede dudar de la incorruptibilidad si ésta
constituye un fundamento esencial tanto para el matrimonio como para la
sociedad? Lo que se pone en tela de juicio es el uso de términos tan categóricos
para decretar que la mujer nunca (never) se aparte del hombre, elevándolo así a la
categoría de dios lo cual augura el malogrodel matrimonio que, fundado sobre
ideales extremos, difícilmente puede sostenerse. Los ideales absolutos, sin Dios
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que es el absoluto, a duras penas pueden perdurar. De ahí que las relaciones
interpersonales basadas en esta manera de pensar estén condenadas al fracaso, por
estar cifradas en la mutua mitificación de los miembros, en el mito del hombre y la
mujer perfectos. El apego absoluto a un ser mortal no puede perdurar, ése es el otro
motivo del fracaso de la relación entre Alicia y Jordán: su irrealidad. No extraña
que esta relación se halle inscrita en un “palacio encantado;” con ello Quiroga
logra crear una excelente simetría entre la irrealidad de los personajes y la de su
medio ambiental.
Cuando el narrador dice que Alicia rehusaba pensar en nada hasta que
llegaba su esposo, nos revela el parasitismo de ésta. Sin vida ni ideales propios,
girando única y exclusivamente en torno a su esposo, Alicia quiere extraer de
Jordán la vida de la cual carece. Sin embargo, debido a su propio distanciamiento
impuesto por patrones culturales, éste no se presta a dicho juego. Lógicamente, las
repercusiones físicas no se hacen esperar y Alicia empieza a enfermar. La
correlación que establece elautor entre la enfermedad de Alicia y su dependencia
de Jordán por medio de la contigüidad textual es bastante clara: “y aún vivía
dormida en la casa hostil sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.
No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que arrastró
insidiosamente días y días” (Quiroga 72). Situada dentro de una temática
naturalista, esta estructuración le permite a Quiroga conectar una secuencia de
hechos para construir la trama a manera de “estudio cientifico” sobre las causas
invisibles, pero reales de la enfermedad de Alicia.
El otro miembro de la pareja, Jordán, también se perfila como una figura
victoriana, excepto que no sólo aparece como un hombre de familia respetable,
honorable, sino que manifiesta dos extremos. Por un lado, encarna la aparente
solidez de las convenciones e ideales victorianos en su aspecto exterior al cual
difícilmente le podría reprochar algo la sociedad en que vive. El hecho de ser
reservado, duro, imperturbable lo afirma en su posición de hombre venerable que,
para las exigencias victorianas, resulta el perfecto espécimen. Basta echar un
vistazo a una descripción histórica de la época vitctoriana para constatar que varios
de los rasgos característicos de Jordán coinciden con ésta:
Una gran rigidez moral caracterizó a la sociedad de dicho periodo
histórico. La época victoriana tenía sed de vigor, de corrección, de
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dignidad y aspiraba a la estabilidad moral humana de manera que el
romanticismo, los sentimientos, las emociones, es decir, las “aventuras”, no
provocaban sino desconfianza y desprecio. El buen burgués soñaba con el
orden absoluto, con una sociedad donde las emociones y los sentimientos
debían ocultarse. (Rigamonti)
Se puede observar la “rigidez moral” de Jordán en las imágenes que usa el
narrador para aludir a la atmósfera creada por éste y por sus reacciones ante las
expectativas afectivas de Alicia: “sin duda hubiera ella deseado menos severidad
en ese rígido cielo de amor; más expansiva e incauta ternura; pero el impasible
semblante de su marido la contenía siempre” (Quiroga 71).
En este pasaje, dentro de una caracterización naturalista que intenta ceñirse a
tendencias cientificistas, apenas si se puede percibir la dimensión afectiva de
Jordán, quien carece de rasgos románticos y peoraún, de sentimientos y
emociones, como lo subraya la descripción histórica. Este personaje parece estar
deshumanizado ya que ha perdido la capacidad de ser libre y espontáneo para
demostrar su amor lo cual se observa en las expectativas frustradas de Alicia. Y al
carecer de ese elan vital constitutivo e imprescindible a todo ser humano que, no
obstante, aflora distorsionado sólo de noche para extraerle la vida a su mujer,
Jordán deja de estar vivo en su tipo particular de dependencia o parasitismo; de ahí
que Quiroga lo haya convertido en símbolo de un vampiro.11
El amor difícilmente puede desarrollarse sobre las premisas cientificistas
adoptadas por la ideología victoriana que sugieren la cantidad de emoción que se
debe sentir o aconsejan tener precaución al demostrar ternura, incluso dentro del
matrimonio. Al elegir este léxico que interpreta el pensamiento de Alicia, Quiroga
logra socavar la supuesta validez de normas tan rígidas que despojan a cualquier
matrimonio de una dinámica emocional-afectiva e interpresonal necesarias para
florecer y dar fruto. Precisamente, el efecto que produce en Alicia la actitud
indiferente y represiva de su amado esposo suspende su relación, la aniquila
levantando un muro impenetrable que impide entre ambos la comunicación
amorosa.
Al no haber comunicación verbal entre Alicia y Jordán, el diálogo entre
ambos, como elemento narrativo, es escaso, casi nulo, y cuando se llega a dar es
breve, tan lacónico como Jordán; sólo existe durante las alucinaciones de Alicia,
!
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por la noche, tiempo en que cobran vida los vampiros. Con todo, la función de
estos diálogos consiste en revelarle al lector la imagen inconsciente que Alicia se
ha formado de su propio esposo: un monstruo. Este es el otro extremo de la
personalidad de Jordán: su monstruosidad que, aunque oculta a los ojos de la
sociedad, no deja de tener efectos nocivos y trágicosen la vida de Alicia. El
carácter veladamente monstruoso de Jordán sienta uno de los precedentes que
refuerzan la figura de Jordán como vampiro. De día permanece oculto a los ojos de
la sociedad que lo rodea cumpliendo con el protocolo y las normas de ésta; tal
personalidad se manifiesta en la presencia de los doctores ante quienes Jordán no
despierta ni la menor sospecha. De noche, libre de las normas, deja aflorar su otro
“yo”:
-¡Jordán! ¡Jordán! clamó rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.
Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia lanzó un alarido de
horror.-¡Soy yo, Alicia, soy yo!Alicia lo miró con extravío, miró la
alfombra, volvió a mirarlo y después de largo rato de estupefacta
confrontación, volvió en sí. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su
marido, acariciándola por media hora temblando. (Quiroga 73)
Por el contrario, en el ámbito social, representado por los doctores de Alicia
(si se considera la corta extensión del cuento), el diálogo entre éstos y Jordán es
más extenso y excede, en número, a los de la pareja. Lo mismo sucede con otro
personaje secundario, la empleada doméstica. Cuando ésta descubre el insecto
monstruoso al final del relato, el diálogo entre ella y Jordán es más largo. Ello se
podría explicar a la luz del utilitarismo victoriano para el cual tanto los servicios de
los médicos como los de la sirvienta tienen valor económico y primacía sobre la
relación de la pareja debido a la utilidad social que pueden aportar a un mayor
número de personas. Irónicamente, la armonía automática tan predicada por
Jeremy Bentham, entre el interés propio, individualista y el interés general, a la
larga, no habría de producir sino lo contrario: una serie de conflictos entre los
intereses de distintos grupos sociales. De la misma manera, estas ideas utilitarias
terminan por disolver el matrimonio de Alicia y Jordán entre quienes el interés
propio no alcanza a volverse ni siquiera interés matrimonial, lo cual también
explica la ausencia de diálogo entre ellos. El fracaso de esta teoría puede predecirse
desde un principio pues si los intereses personales no confluyen espontánea y
“mágicamente” en la familia, que es el núcleo de la sociedad, mucho menos habrán
!
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de coincidir en ésta los intereses múltiples de diversos miembros.12
Por lo tanto, la comunicación entre Alicia y Jordán, desprovista de intereses
comunes y, por ello, del fundamento básico para desempeñar una función inscrita
dentro de un marco institucional, carecede significado social. En cambio, su
incomunicación exacerbada hasta la muerte, se convierte en una construcción
hiperbólica que invita al lector a cuestionar los efectos negativos de una
mentalidad victoriana cristalizada en el comportamiento rígido y anómalo de la
pareja.
Es imposible vivir sin comunicación alguna y, como la comunicación verbal
entre Alicia y Jordán permanece escasa y breve, se desarrrolla entre ellos otro
medio de contacto, de entendimiento: el de las señales de un lenguaje no verbal.
De este modo, aunque Alicia no reciba contestaciones verbales por parte de Jordán
cuando espera que éste le demuestre su amor, de todas maneras recibe oscuras
“respuestas” determinantes que proceden del lenguaje del cuerpo de su esposo:
“pero el impasible semblanate de su marido la contenía siempre” (Quiroga 71).
En su inconsciente, Alicia codifica el lenguaje evasivo y controlador de
Jordán y, frente a la represión13 de su marido para compartir sus sentimientos y
amarla libre y espontáneamente, su alma se derrumba y termina por enfermarle el
cuerpo. Su anemia física fue antes una anemia del espíritu hambriento de afecto y
vida marital profunda. De este modo, a la naturaleza imprecisa y confusa de las
reacciones de Jordán corresponden los desvaríos, no menos oscuros, de Alicia:
“pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones confusas, flotantes al principio, y
que descendieron luego a ras de suelo” (Quiroga73). A las deficiencias de
comunicación de Jordán corresponde una figura igualmente deficiente y deforme:
un antropoide que es el mismo Jordán verbalmente evasivo, pero visiblemente
presente, “entre las alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide apoyado en la
alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos” (Quiroga 73).
En el texto, no se sabe si los doctores han sido informados acerca de las
alucinaciones de Alicia, lo único que sabemos los lectores es que para ellos la
condición de Alicia resulta un misterio absoluto, indescifrable.
Independientemente de que los doctores discutan la enfermedad de Alicia con su
esposo, no consiguen dilucidar sus causas. Su incapacidad final para establecer los
motivos de la dolencia de Alicia y, por consiguiente, para curarla es tan lógica
!
10!
como su origen.
Para la ciencia médica del siglo XIX, la causa sociológica, es decir, la
ideología victoriana encarnada en una serie de hábitos, costumbres,
comportamientos individuales y sociales, resulta invisible. Más aún, si se considera
que los mismos médicos practican los principios victorianos que forman parte de
su vida diaria así como de la de los esposos, como pilares del funcionamiento de la
sociedad en que viven, no tan fácilmente pueden detectar en ellos el origen
inmediato de la enfermedad de Alicia. O, si se quiere, la comodidad que ofrecen
estas costumbres al facilitar y garantizar la interacción entre los miembros de una
sociedad y su subsistencia raras veces se pone en duda. El entorno social con sus
reglas, principos e instituciones victorianos acolchona, adormece o sirve de
silenciador para todo tipo de rebeldía: los obreros en las fábricas, la mujer en el
hogar, para mencionar sólo algunos casos.
En el cuento, el almohadón representa ese entorno social intangible, pero
inexorable en su sentencia. Así como la comodidad de una serie de costumbres,
instituciones y convenciones sociales llevadas al extremole entorpreció a la pareja
la capacidad de detectar en el ambiente social la causa de la destrucción de su
matrimonio, a pesar de proporcionarles una comodidad aparentemente inocua, el
almohadón adormece tanto a Alicia y a Jordán que no logran darse cuenta de que
ahí se encierra el agente de la muerte de ella. Quiroga pareciera decirnos: la
sociedad con sus objetos, costumbres y reglas, instituciones, aunque insospechados
o invisibles, es una entidad destructiva. En su estudio de otro cuento de Quiroga,
“Polea loca”, L. Martul Tobío y Kathleen N. March, interpretando elpensamiento
del cuentista y su oposición a la sociedad, nos hacen notar la postura tan radical de
éste que hasta desprecia las ventajas que pueden ofrecer las instituciones sociales:
El ser humano ya no es irremplazable en su particularidad, ahora se reduce a
una rueda cuya incidencia es tan nula para ese mecanismo fantasmagórico
llamado sociedad, que este (sic) puede prescindir de él. Incluso Quiroga
acentúa esa visión alucinada del aparato estatal cuando le niega la existencia
de un orden, es una gran máquina que alberga el caos más intenso, el
desorden más frío e irracional.14
Al volverse una mujer absolutamente dependiente, apegándose y deificando
a Jordán, Alicia sucumbe a la “normativa victoriana”. Sólo así se explica que haya
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11!
sido ella misma quien impidiera que le quitaran la causa de su enfermedad: “desde
el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza.
No quiso que le tocaran la cama, ni aun que le arreglaran el almohadón” (Quiroga
74). Su actitud se debe a que tanto la causa inmediata, el insecto, como la
mediatizada la causa victoriana- son invisibles. Alicia se niega a perder la base de
su estabilidad social, el entorno sobre el cual descansan sus ideas y su conducta, se
niega a que le quiten la comodidad del almohadón de reglas en las cuales se apoya
su vida. Ella misma se ha convertidoen las reglas: son su identidad. Deshacerse de
ellas, sería desaparecer. Por ello, es muy significativo que su cabeza descanse
sobre el almohadón, pues en la cabeza reside la capacidad de reflexión, ahora,
literalmente atrofiada por la anemia y, en sentido figurado, anulada por las reglas
sociales.
El entorno social se puede concebir también como un agente imperceptible
comparándolo con la noche, periodo durante el cual se agravaba la enfermedad de
Alicia y momento en que aflora el vampiro en Jordán. En su carácter de tal, Jordán
se apoya en las convenciones sociales y principios victorianos igual de intangibles
que la noche para oprimir y usar a Alicia como objeto sexual, práctica que se
colige del momento en que ocurren los episodios: “parecía que [a Alicia]
únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas oleadas de sangre” (Quiroga 74).
De ahí que también se pueda establecer una analogía entre la noche y el
almohadón: ni uno ni otro despiertan sospechas acerca del mal que se cierne en
ellos, sin embargo, ambos ocultan uno de los agentes de la muerte.
Subrepticiamente, en su papel de vampiro, Jordán actúa desde la ideología
victoriana que le confiere derechos absolutos sobre su mujer para sacarle provecho
hasta dejarla sin vida, es decir, sin sangre. A pesar de todo, el narrador nunca nos
habla del grado de conciencia o inconciencia de éstecon respecto a su
vampirismo, símbolo de su egoísmo o ceguera, aunque tampoco lo caracteriza en
blanco y negro. Más bien, sucede lo contrario: por un lado, se le delínea como un
personaje indiferente ante la solicitud de afecto de Alicia; severo, rígido y frío. Por
el otro, no se puede ignorar ese gesto de ternura innegable, el intenso amor que
apenas asoma en su continua preocupación por Alicia a lo largo de su enfermedad:
Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase
sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra
!
12!
ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo
vaivén a lo largo de la cama, deteniéndose un instante en cada extremo a
mirar a su mujer. (Quiroga 73)
Habiendo interiorizado el ethos victoriano que propone un modelo de
hombre insensible y deshumanizado, Jordán no logra demostrarle su amor a Alicia,
ni siquiera mientras ésta yace en el lecho de muerte. Tal como el almohadón ha
inmobilizado a Alicia mediante el insecto que le extrae la sangre, la alfombra
sofoca la capacidad de expresión de Jordán. En ambos casos, se anula la vida:
Alicia muere literalmente al perder la sangre; Jordán queda sofocado anímicamente
al no poder expresar sus sentimientos, debido a que “la alfombra ahogaba sus
pasos”. El almohadón y la alfombra que les debieran haber proporcionado una
mejor y más cómoda forma de vida, irónicamente, los privan de ella. En
consecuencia, se puede establecer una estrecha correlación entre el ethos
victoriano, los objetos de su civilización y la muerte física de Alicia y psicológica
de Jordán.
La excepción de la conclusión a la que llega Noé Jitrik sosteniendo que
Quiroga no utiliza símbolos, confirma la regla en el caso de “El almohadón...”15
Ya anteriormente se señaló cómo la casa representa una gran tumba. Pero ahora se
puede ver la manera en que el almohadón y la alfombra, como enseres domésticos,
simbolizan una forma de vida cómoda con la cual se está tan familiarizado que no
se cuestiona su función ni sus beneficios, ni tampoco se imagina que puedan ser
causa de algún mal. Jordán y Alicia han encarnado en grado tan hiperbólico las
costumbres victorianas que al formarparte integral de su identidad ni siquiera se
les ocurrre cuestionarlas. En ambos casos, el del almohadón y la alfombra, por un
lado, y el de las costumbre victorianas, por el otro, los efectos nocivos de estos
elementos pasan inadvertidos, operando veladamente bajo apariencias benéficas.
Cada uno a su manera ha sido víctima y verdugo de dichas costumbres
llevadas a tal extremo que los han despojado de una parte primordial de su
dignidad humana; ambos sucumben por falta de conocimiento de los efectos
dañinos de éstas. La dependencia absoluta de Alicia la induce a llevar una vida de
parásito. A la larga, durante su enfermedad, habrá de lograr su deseo absorbiendo
toda la atención de Jordán, su tiempo, su vida. Éste, a su vez, en su papel de
vampiro, no puede sobrevivir sino de noche, extrayéndole la vida a Alicia. Por lo
!
13!
tanto, el insecto monstruoso es una metáfora doble que simboliza tanto a Jordán
como a Alicia. Su parasitismo representa la dependencia de Alicia y el vampirismo
de Jordán; su monstruosidad, el grado grotesco16 y exagerado, casi instintivo, al
que ambos viven los principios victorianos. Los dos se comunican mediante estos
principios que, simbolizados por el almohadón y la alfombra, acolchonan, pero
también acaban con sus vidas. Alicia, por ser la más débil, termina literalmente
muerta.
Por tanto, las costumbres sociales o ideología victoriana representadas por el
almohadón y la alfombra es lo que se interpone entre los esposos impidiéndoles
vivir: una vida independiente a ella; y a él, la libertad para demostrar su amor, es
decir, la vida que, reprimida, lo induce a volverse vampiro. Esta “preceptiva
victoriana” se erige como una institución más importante que el amor mismo entre
los esposos e, irónicamente, con su rigidez, su represión, su corrección, termina
destruyendo aquello que quería preservar: la familia.
Un comentario más: el fruto del matrimonio son los hijos. El hijo que
debieron haber concebido Jordán y Alicia no fue sino el producto grotesco de una
relación anómala: un parásito monstruoso.
NOTAS
1 Horacio Quiroga, Cuentos de amor de locura y de muerte. 3a ed. (México:
Grupo Editorial Tomo, 2002) 76.
2 “En el establishment victoriano: el desorden y la rebeldía eran
considerados anarquía, pues constituían una forma de cuestionar el modo en que la
burguesía industrial británica expresaba su visión del mundo, por lo que ésta debía
ser reprimida a cualquier costo. Y como toda sociedad autoritaria, la burguesía
industrial británica del siglo XIX vivía angustiada por impedir el desorden
[.................................................]
La familia consituía la base fundamental. El padre era el genio tutelar, pero
“terrible, infalible y despiadado;” la mujer esposa y madre, no tenía ni voz ni voto;
se encontraba, al igual que en el resto del mundo, relegada al trabajo hogareño:
!
14!
debía cuidar de la casa y de los hijos. Era mal
visto que una mujer pretendiera ejercer una profesión universitaria. En las clases
elevadas, la mujer era considerada más angelical que humana”. Analía Rigamonti,
“Era victoriana (1819-1901)” Rincón del vago. 25 mar. 2006
<http://html.rincóndelvago.com/era-victoriana- 1819-1901.html>.
3 También se puede colegir de aquí que, in uido por el método cientí co,
Quiroga usara etetipo de léxico, pues según Robert M. Sacar: “Quiroga suponía
que debía actuar en forma enteramenteobjetiva mediante la ‘observación fría’”,
“Horacio Quiroga y los fenómenos parapsicológicos”, Cuadernos
Hispanoamericanos 397 (1983): 126. En el análisis de otro de sus cuentos, “Una
bofetada”, César Leante llega a una conclusión similar: “Igualmente, Quiroga va a
contar una histoira muy cruel, casi brutal, y tal vez de ahí que la cuente con
aparente suma frialdad, sin acentuar en ningún momento su dramatismo y
distanciándose en lo más posible”. “Un cuento perfecto”, Cuadernos
hispanoamericanos 443 (1987): 90. A su vez, la rigidez misma de la mentalidad
victoriana se puede interpretar como otra forma de frialdad: “Una gran rigidez
moral caracterizó a la soceidad de dicho periodo histórico. La época victoriana
tenía sed de vigor, de corrección, de dignidad y aspiraba a la estabilidad moral
humana”, Rigamonti.
4 Re riéndose a la aparición del insecto al nal del cuento, Manuel Antonio
Arango concluye: “el acontecimiento descrito por Quiroga, tanto en los detalles
com en su conjunto, se mantiene dentro de una verosimilitud incontrovertible”.
“Lo fantástico en el tema de la muerte en dos cuentos de Horacio Quiroga: ‘El
alomohadón de plumas y ‘La insolación’”, Explicación de textos literarios 8
(1979-80): 187.
5 Especí camente, Veiravé obseva: Como quien concluyera un severo
estudio cientí co y no la espeluznante historia de este caso, dice en la frase nal: “La
sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en
los almohadones de pluma”. Esta referencia, llenade conciencia naturalista, tiende
a ampliar, una vez concluido el impacto oculto en el descubrimiento de aquella
causa realmente monstruosa, los límites imprevisibles del horror. “El almohadón
de plumas: lo ficticio y lo real”, Aproximaciones a Horacio Quiroga, ed. Angel
Flores (Caracas: Monte Ávila Editores) 210.
!
15!
6 Peisajovich, Bárbara, “La teoría de la evolución: una prouesta de abordaje
a la dimensión social de la biiología”, Correo del maestro, 116, enero 2006, 15
mar. 2006 <http://www.coreodel maestro.com/
anteriores/206/enero/2nosotros116.htm>.
7 De acuerdo con Constanza V. Meyer, varias mujers argentinas se habían
iniciado ya en el siglo XIX en la tarea de publicar en revistas o novelas para
protestar contra su situación en el ámbito doméstico, participandoen otros
ambientes que les habían sido vedados, “Cuerpo, sexo y comida: un triángulo
femenino”, Mujeres y cultura en la Argentina del siglo XIX, ed. Lea Fletcher,
1994, 25 jun. 2006 <www.feminaria.com.ar/colecciones/ archivos/008/008.pdf>.
Cabe mencionar aquí también la novela de Eduarda Mansilla, El médico de San
Luis que, según Halmfrídur gardardóttir, forma parte del “lazo entre lo victoriano y
lo confesional”, “Literatura argentina de dos épocas: Revisión histórica que altera
el lugar designado a la mujer”, “Revista electrónica discurso 1.2 (2002), 20 jun.
2006 <http://revista.discurso.org/arteiculos/Num2Art_Gardasdottir.htm>.
8 Veiravé nota los siguientes rasgos modernistas: la atmósfera de sombras
parnasianas en la que está envuelta la muerte de Alicia, “rubia, angelical y tímida”,
coloca al la protagonista desde su aparición en un marco de irrealidad y fantasía
rmemente trazado”, Aproximaciones, (213).
9 Este absolutismo se re ejó en la condición de semiesclava de la mujer: “so
that throughout the whole of our period the Victorian wife was legally
economically entirely at the mercy of her Lord and Master”, Katharine Moore,
Victorian Wifes (New York: St. Martin’s pres, 1974) xxii.
10 The Victorian Age: An anthology of sources and documents, ed.
Josephine M. Guy. (London: Routledge, 1988) 506.
11 Para la interpretación del papel de Jordán como vampiro, ver “Poe en
Quiroga”, Margo Clantz, Aproximaciones, 93-118.
12 Herbert Tingsten, Victoria and the Victorians, trans. David Grey and Eva
Leckström Grey (England: George Alen & Unwin, 1965) 153-167.
13 Ambos sexos terminaron siendo in uidos por las ideas victoiranas debido
al respaldo que éstas encontraban en la sociedad en general y, de manera muy
!
16!
determinante, en la prensa inglesa: “both men and women began to behave
according to a code of social respectability that entailed repression in language and
actions”. Joan N. Burstyn, Victorian Education and the Ideal of Womanhod
(London: Coom Helm, 1980) 34.
14 “Ejes conceptuales del pensamiento de Horacio Quiroga”, Cuadernos
hispanoamericanos,
443 (1987): 82-83. A su vez, Noé Jitrik atribuye la actitud de
Quiroga contra la sociedad tanto a su propio carácter como a la serie de tragedias
que éste vivió a lo largo de su vida y que se re ejan en su obra, “Soledad: Hurañía,
desdén y timidez”, Aproximaciones, 3-61.
15 Jitrik sostiene que “Quiroga no se maneja con símbolos para expresar la
soledad y el desencuentro. El gusano de Kafa es un símbolo, lo mismo que el
castillo, en cambio ni Rivet, ni Else, ni Yaguaí lo son. Pero no porque Quiroga no
utilice símbolos deja de expresar contenidos similares a los que hay en aquellos
símbolos”, Aproximaciones, 58.
16 Es de sobra conocida la in uencia que sobre Quiroga ejerció Edgar A. Poe
de quien heredóel uso de lo grotesco; sin embargo, queda sin resolver la cuestión
del motivo por el cual Quiroga crea el insecto grotesco al nal de “El almohadón...”
Entre las múltiples explicaciones a tal interrogante, se puede repetir lo que Paul
Barlow en su interpretación del arte del pintor Aubrey Beardsley, asevera: “for
Beardsley the grotesque offered a means to negate the domestic virtues proclaimed
in works like Civilization, to distance himself from Victorian identity”, “Grotesque
obscenities: Thomas Woolner’s Civilization and its discontents”, Victorian Culture
and the Idea of the Grotesque, ed. Trodd, Barlow & Amigoni (Vermont: Ashgate
Publishing Company, 1999) 98.
OBRAS CITADAS
Arango, Manuel A. “Lo fantástico en el tema de la muerte en dos cuentos de
Horacio quiroga: ‘El almohadón de plumas’ y “La insolación’”, Explicación
de textos literarios 8 (1970-80) 183-90.
Barlow, Paul. “grotesque obscenities: Thomas Woolmer’s Civilization and its
discontents”. Victorian Culture and the Idea of the Grotesque. Ed. Trodd,
Colin, Paul barlow, David Amigoni. Vermont: Ashgate Publishing
!
17!
Company, 1999. 97-113.
Burstyn, Joan N. Victorian Education and the Ideal of Womanhood. London:
Coom Helm, 1980.
Clantz, Margo, “Poe en Quiroga”. Flores, Aproximaciones a Horacio Quiroga.
Caracas: Monte Avila Editores, 1976. 93-118.
Flores, Angel. Ed. Aproximaciones a Horacio Quiroga. Caracas: Monte Avila
Editores, 1976.
Gardardóttir, Halmfrídur. “Literatura argentina de dos épocas: Revisión histórica
que altera el lugar designado a la mujer.” Revista electrónica discurso 1.2
(2202) ) jun. 2006 <http://revista. discurso.org/articulos/
Num2Art_Gardasdottir.htm>.
Guy, Josephine. Ed. The Victorian Age: An anthology of sosurces and documents.
London: Routhledge, 1988. 505-519.
Jitrik, Noé. “Soledad y hurañía, desdén, timidez”. Aproximaciones a Horacio
Quiroga. Caracas: Monte Avila Editores, 1976. 37-61.
Leante, César. “Un cuento perfecto”. Cuadernos hispanoamericanos 443 (1987):
89-97.
Meyer, Constanza V. “Cuerpo, sexo y comida: un triángulo femenino”. Ed. Lea
Fletcher. 1994. 25
jun.<www.feminaria.com.ar/colecciones/archivos/008/008.pdf>.
Moore, Catharine. Victorian Wives. New York: St. Martin’s Press, 1974.
Peisajovich, Bárbara. “La teoría de la evolución: una propuesta de abordaje a la
dimensión social de la biología”. Correo del maestro 116 (2206) 15 mar.
2006 <http://www.coreodelmaestro.com/anteriores/206/enero/2nosotros
116.htm>.
Quiroga, Horacio. Cuentos de amor de locura y de muerte. 3a ed. México: Grupo
Editorial Tomo, 2002.
!
18!
Rigamonti, Analía. “Era Victoriana (1819-1901)”. Rincón del vago (2002) 25 mar.
2006 <http://html.rincón delvago.com/era- victoriana- 1819-1901.html>.
Scari, Roberto. “Horacio Quiroga y los fenómenos parapsicológicos”. Cuadernos
hispanoamericanos 397 (1983): 123-132.
Tingsten, Herbert. Victorian and the Victorians. Trans. David Grey and Eva
Leckström Garey. England: George Alen & Unwin, 1965. 153-167.
Veiravé, Alfredo. “”El almohadón de plumas:’ lo ficticio y lo real”.
Aproximaciones a Horacio Quiroga. Caracas: Monte Ávila Editores, 1976.
209-214.
SINOPSIS
Aunque el narrador nos entregue las claves para la interpretación del insecto
monstruoso al final de “El almohadón de plumas”, a él mismo se le escapan
detalles importantes en el contenido de éste y otros símbolos como el almohadón y
la alfombra. A la base de la convivencia anómala que se crea en el matrimonio se
encuentra, de manera implícita y como trasfondo cultural, la ideología victoriana
cuyos principios Quiroga lleva al extremo mediante la caracterización exagerada
de algunos de los rasgos de sus personajes y del ambiente para demostrar los
efectos nocivos de tales ideas. El resultado es un insecto monstruoso que simboliza
no sólo la actitud de Jordán, sino la de Alicia y, de manera grotesca, lo que debiera
haber sido fruto de la unión conyugal: un hijo.
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so that throughout the whole of our period the Victorian wife was legally economically entirely at the mercy of her Lord and Master
  • Este Absolutismo Se Reflejó En La Condición De Semiesclava De La Mujer
Este absolutismo se reflejó en la condición de semiesclava de la mujer: " so that throughout the whole of our period the Victorian wife was legally economically entirely at the mercy of her Lord and Master ", Katharine Moore, Victorian Wifes (New York: St. Martin's pres, 1974) xxii. 10
éstas encontraban en la sociedad en general y, de manera muy determinante, en la prensa inglesa: " both men and women began to behave according to a code of social respectability that entailed repression in language and actions
Ambos sexos terminaron siendo influidos por las ideas victoiranas debido al respaldo que éstas encontraban en la sociedad en general y, de manera muy determinante, en la prensa inglesa: " both men and women began to behave according to a code of social respectability that entailed repression in language and actions ". Joan N. Burstyn, Victorian Education and the Ideal of Womanhod (London: Coom Helm, 1980) 34. 14 " Ejes conceptuales del pensamiento de Horacio Quiroga ", Cuadernos hispanoamericanos, 443 (1987): 82-83. A su vez, Noé Jitrik atribuye la actitud de Quiroga contra la sociedad tanto a su propio carácter como a la serie de tragedias que éste vivió a lo largo de su vida y que se reflejan en su obra, " Soledad:
Quiroga no se maneja con símbolos para expresar la soledad y el desencuentro. El gusano de Kafa es un símbolo, lo mismo que el castillo, en cambio ni Rivet, ni Else, ni Yaguaí lo son. Pero no porque Quiroga no utilice símbolos deja de expresar contenidos similares a los que hay en aquellos símbolos
  • Que Jitrik Sostiene
Jitrik sostiene que "Quiroga no se maneja con símbolos para expresar la soledad y el desencuentro. El gusano de Kafa es un símbolo, lo mismo que el castillo, en cambio ni Rivet, ni Else, ni Yaguaí lo son. Pero no porque Quiroga no utilice símbolos deja de expresar contenidos similares a los que hay en aquellos símbolos", Aproximaciones, 58.