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Bioética: justicia y vulnerabilidad.

Authors:
BIOÉTICA: JUSTICIA Y VULNERABILIDAD
Edición a cargo de Margarita Boladeras
BIOÉTICA: JUSTICIA Y VULNERABILIDAD
Edición a cargo de Margarita Boladeras
BIOÉTICA: JUSTICIA Y VULNERABILIDAD
Edición a cargo de Margarita Boladeras
Dirección editorial: Miquel Osset Hernández
Diseño editorial: Ana Varela
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del
«copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción par-
cial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos
la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de
ella mediante alquiler o préstamo públicos.
.
Primera edición: septiembre 2013
© de todos los autores
© Editorial Proteus
c/ Rossinyol, 4
08445 Cànoves i Samalús
www.editorialproteus.com
Depósito legal: B. 21565-2013
ISBN: 978-84-15549-95-6
BIC: PSAD
Impreso en España - Printed in Spain
El Tinter, SAL. - Barcelona
Empresa certificada EMAS
Impreso en papel 100% reciclado
Índice
Prólogo p.11
Margarita Boladeras
La medicina de «enhancement» y la cuestión
de la justicia y la vulnerabilidad p.19
Jean-Noël Missa
Vulnerabilidad: injusticias y cuidados p.49
María Xosé Agra
Vulnerabilidad de las mujeres, política
transnacional y justicia cosmopolita p.83
Neus Campillo
Nuevas maternidades: justicia social y
capacidad de elección p.107
Josefina Goberna Tricas
Vulnerabilidad de profesionales y usuarios en
el ámbito socio-sanitario p.121
M. Carmen Giménez Segura
El cuidado enfermero y la vulnerabilidad p.137
Montserrat Guillaumet
El anonimato en la donación de gametos p.157
Màrius Morlans Molina
Contra el anonimato de las donaciones en las
técnicas de reproducción asistida (TRA) p.175
Francesca Puigpelat Martí
La vulnerabilidad del embrión y del clon en
El futuro de la Naturaleza humana de J. Habermas p.191
Marcel Cano Soler
Vivir con justicia el proceso de morir p.211
Margarita Boladeras
Modelos de relación médico-paciente:
el papel de la autonomía, la vulnerabilidad
y las relaciones interpersonales p.233
Michelle Piperberg
Vulnerabilidad en los cuidados paliativos p.255
Macarena Cabrera Pajarón; Pilar Sales Moreno
¿Respetamos la dignidad del paciente frágil
o en fase terminal? p.271
Hortensia Marcos Tocino
Los documentos de información clínica
en la atención domiciliaria, un instrumento
útil en el cuidado de final de vida p.281
Pilar Loncán; Xavier Busquet; Carlos Monsó;
Eulàlia Cladelles; Cesca Zapater; Dolors Gascón
Equidad de los recursos sociosanitarios
dirigidos a las personas mayores p.295
Julia Gallo Estrada; Jesús Molina Mula; Alejandro
Miquel Novajra; Carmen Touza Garma
El estigma y la discriminación en la
esquizofrenia: ¿dónde incide, cómo y por
qué es necesario combatirlo? p.311
Sergio Ramos Pozón
El olvido del sufrimiento en la práctica
psicológica asistencial p.327
Jordi Cabòs Teixidó
La vulnerabilidad como indicador de la
injusticia social. La enfermedad y la
discapacidad a través de la teoría de las
capacidades de Amartya Sen p.345
Tamara Palacio Ricondo
Discapacidad intelectual y el procedimiento
de incapacitación civil. Protección para la
vulnerabilidad p.359
Rosa Mª Pérez Pérez; Gracia Peiró, J.; Segura Baeza, A.;
Ramos Montes, J.
Prostitución y legalidad. ¿Abolicionismo o
regulación? p.369
Olga Domínguez Sorribes
Medicalización del antes, durante y después
del embarazo. Experiencias de vulnerabilidad
frente al sistema biomédico p.383
Serena Brigidi
Vulnerabilidad, alteridad y responsabilidad p.395
Janet Delgado Rodríguez
El principio de respeto de la vulnerabilidad
humana: una herramienta de apoyo para
realizar propuestas de mejora en la atención
sanitaria desde la óptica principialista p.409
Josué Molina Neira
11
Prólogo
Margarita Boladeras
La justicia es una de las aspiraciones humanas más funda-
mentales, una cuestión decisiva en la historia de la huma-
nidad y, por ello mismo, objeto de estudio continuado por
parte de lósofos, juristas y profesionales de distintos ám-
bitos y de todas las épocas. La justicia tiene una dimensión
política, vinculada a los órdenes sociales y a las legislacio-
nes que les han dado existencia; ésta debe distinguirse, pero
también relacionarse, con la dimensión individual de las
relaciones e intercambios entre personas. La ética losóca
ha profundizado en ambos sentidos.
En los tratados de Chaïn Perelman, De la justicia (1945)
y La idea de justicia y el problema de la argumentación (1963)
encontramos una relación de las concepciones clásicas: 1) a
cada uno lo mismo, 2) a cada uno según sus méritos, 3) a
cada uno según sus obras, 4) a cada uno según sus necesi-
dades, 5) a cada uno según su rango, 6) a cada uno según lo
atribuido por la ley. Sin embargo, la reexión sobre cada uno
de estos enunciados presenta más preguntas que respuestas:
¿cómo debe entenderse la igualdad entre personas que son
distintas en muchos sentidos? La naturaleza nos hace diver-
sos en capacidades, la «lotería social» sitúa a los individuos
en contextos y condiciones muy diferentes; las necesidades
humanas varían enormemente de unos lugares a otros, de
un estatus a otro; la capacidad de obrar tiene límites muy
precisos que vienen determinados por múltiples factores ex-
12
ternos que se entrecruzan y pesan en las decisiones indivi-
duales; los méritos no solo dependen de la excelencia de cada
uno, sino del reconocimiento social establecido; las leyes
otorgan atribuciones y rangos según convenciones sociales
que pueden ser más o menos arbitrarias…
Hans Kelsen, en su texto ¿Qué es justicia? (1953), nos re-
cuerda que la máxima «la justicia consiste en dar a cada
cual lo que le corresponde», se atribuye a uno de los sie-
te sabios de Grecia y, aunque muchos juristas y lósofos
la adoptan como propia, él la considera una fórmula vacía
porque el dilema está en saber qué pertenece a cada cual,
cómo determinar lo que es debido a cada uno.
Más recientemente, John Rawls, Jürgen Habermas y
otros autores han propuesto diversas teorías sobre la justi-
cia. En el ámbito de la Bioética, desde el Informe Belmont
(1978) y el libro de Beauchamp y Childress Principios de
ética biomédica (1979), el principio de justicia ha jugado
un papel importante. En este último texto podemos leer:
«Los términos equidad ( fairness), mérito (desert) (lo que es
merecido) y titularidad (entitlement) (a lo que uno tiene de-
recho) han sido usados por varios lósofos en su intentos de
explicar la justicia. Todas estas explicaciones interpretan la
justicia como trato igual, equitativo y apropiado a la luz de
lo que se debe a las personas o es propiedad de ellas. Una si-
tuación de justicia se presenta siempre que las personas son
acreedoras de benecios o cargas a causa de sus cualidades o
circunstancias particulares, tales como causar daño o haber
sido dañado por los actos de otra persona. uien tiene una
exigencia válida basada en la justicia tiene un derecho y, por
tanto, se le debe algo. Así pues, una injusticia implica un
acto erróneo u omisión que niega a las personas benecios
a los que tienen derecho o que falla en la distribución justa
de las cargas».1
1 Beauchamp y C hildress Principios de ética biomédica, Barcelona, Ma sson, 1999, p. 312.
13
Las aportaciones que presentamos en este libro no se
mueven en el terreno de la teoría abstracta, sino en la consi-
deración de la relación entre justicia y vulnerabilidad en las
situaciones de la vida real de nuestros días. Se analizan los
problemas bioéticos relativos a la justicia/injusticia, a la es-
pecial vulnerabilidad de ciertas personas o grupos sociales,
y a la manera de orientar las decisiones que hay que tomar
ante ellos. La aplicación del principio de justicia no siempre
es fácil; a menudo deja mucho que desear y requiere una
reexión crítica permanente, que no siempre se lleva a cabo
con el rigor y el sentido práctico necesarios. Por ello el gru-
po de investigación bioética de la Facultad de Filosofía de
la Universidad de Barcelona (REDIB, Red de Investigación
Bitica)2 consideró oportuno dedicar un congreso a esta
problemática, con especial atención a determinados tipos
de vulnerabilidad característicos de nuestro tiempo. Este
volumen recoge los materiales que se presentaron en el «III
Congreso Internacional de Bioética. Justicia y vulnerabi-
lidad», que tuvo lugar en Barcelona, el 29 y 30 de octubre
de 2012, con la presencia destacada de Jean-Noël Missa,
profesor de Historia y Filosofía de las Ciencias Biomédicas
de la Universidad Libre de Bruselas, director del Centro de
Investigaciones Interdisciplinarias en Bioética (CRIB), di-
rector de investigación del Fonds Nacional de la Recherche
Scientique y miembro del Comité Consultivo de Bioéti-
ca de Bélgica, que dio la conferencia inaugural sobre «La
medicina de “enhancement” y la cuestión de la justicia y la
vulnerabilidad», en la que explicó los avances y las posibi-
lidades de la medicina de mejora, con especial referencia a
sus aplicaciones a los problemas del envejecimiento, entre
otros casos. En su opinión, «la biomedicina contemporá-
2 Son miembros de es te grupo: M. Car men Giménez Segura , Jose na Gob erna, Mont-Son miembros de es te grupo: M. Car men Giménez Segura , Josena Gober na, Mont-
serrat Gui llaumet, Marc el Cano, Michelle Piper berg, Sofía Ma lagón, Anna Sa rsane-
das y Margarita Boladeras.
14
nea, los nuevos medicamentos y tecnologías terapéuticas
pueden ser utilizados no solo para cuidar al enfermo sino
también para mejorar o transformar algunas capacidades
humanas» y «esta evolución representa un cambio de pa-
radigma en la práctica médica».
Otros conferenciantes invitados suscitaron gran interés
por el carácter incisivo y crítico de sus exposiciones: Ma-
ría Xosé Agra, catedrática de Filosofía Moral y Política de
la Universidad de Santiago de Compostela habló sobre la
«Vulnerabilidad: injusticias y cuidados», con el ambicioso
objetivo de penetrar en la ontología de lo humano que ex-
plica en profundidad el sentido de su existencia vulnerable.
Para ello recoge las distinciones de diversas autoras entre
vulnerabilidad y precariedad, precariedad y “precaridad”,
diferentes formas de fragilidad, dependencia, exclusión,
agresión y violencia; después de citar a Kelly Oliver, que
insiste en la necesidad de imaginar la humanidad «deni-
da no en términos de su poder de herir sino en términos
de su poder de curar»,3 se introduce en la temática de la
vulnerabilidad de la mano de J. Butler, armando que ésta
exige, además de reconocimiento, «estructuras de justicia
y protección ante la violencia»; su objetivación deviene
imprescindible «para interrogarse sobre la necesidad de
condiciones que hagan posible que una vida sea “vivible”».
Después de exponer distintas formas de injusticia y de re-
ferirse ampliamente al trato dispensado a las personas con
discapacidad a lo largo de los últimos años, termina con
estas palabras: «Frente a un individualismo productivis-
ta, un yo narcisista, invulnerable, autosuciente, racional,
frente a una visión competitiva de la sociedad, frente a las
fantasías derivadas de métodos tecnociencos de mejorar
la vida, se impone la necesidad de articular justicia y cuida-
3 Oliver, K.: Women as weapons of war, Nueva York, Columbia University Press,
2007, p. 138.
15
dos en modos y condiciones sociales de vida que nos permi-
tan vivir y un “mejoramiento” que descanse en y reconozca
que todos somos vulnerables, dependientes e interdepen-
dientes, que somos seres relacionales. No se trata solamente
de reconocer que somos seres frágiles, nitos, ni de tomar
en consideración la “vida en sí”, más bien se exige algo más,
como pone de relieve el problema de la discapacidad».
Neus Campillo, catedrática de Filosofía y miembro del
Instituto Universitario de Estudios de la Mujer de la Univer-
sidad de Valencia, nos proporciona una investigación sobre
la «Vulnerabilidad de las mujeres, política transnacional y
justicia cosmopolita». La propia autora nos indica: «me pro-
pongo hacer una reexión sobre este problema de la persis-
tencia de la vulnerabilidad de las mujeres en el mundo actual
considerando la necesidad de responsabilidad política por
parte de los estados y de la ciudadanía para eliminarla. Mi
hipótesis es que en un mundo globalizado se acrecienta esa
vulnerabilidad histórica porque la globalización incide en
ella y la amplía. La forma de contraponerse y luchar contra
esa situación entiendo que ha de ser, no la de renunciar a un
mundo global sino contemplar y poner en marcha políticas
transnacionales y tener en el horizonte una justicia cosmopo-
lita. Aludiré a varias de estas propuestas realizadas desde la
losofía política y la crítica feminista para poder determinar
mediante ese debate las formas de contraponerse a las injusti-
cias globales que hacen más vulnerables a las mujeres».
La referencia al mundo de las mujeres se aborda en clave
más especíca en el trabajo de Josena Goberna (profeso-
ra titular de Enfermería de la Universidad de Barcelona y
del Máster y del Doctorado de «Ciudadanía y Derechos
Humanos») titulado «Nuevas maternidades: justicia so-
cial y capacidad de elecció. Los procesos de gestación y
procreación son aún motivo de muchas desigualdades y si-
tuaciones de vulnerabilidad. En 2008, en el mundo murie-
ron 358.000 mujeres como consecuencia del proceso de em-
16
barazo, parto y puerperio. Las distintas dicultades y los
problemas que se plantean en estas situaciones se pueden
afrontar de manera muy diversa en los distintos países y so-
ciedades, pero siempre se producen conictos en la toma
de decisiones porque la autonomía de la mujer se encuentra
limitada por distintas causas de carácter social, económico
y de dependencia personal.
M. Carmen Giménez, profesora emérita de Psicología
de la Universidad de Barcelona, codirectora del Máster de
Psicoterapia Psicoanalítica Orientada a la Red Pública, tra-
ta de la «Salud Mental: Vulnerabilidad de profesionales y
usuarios en el ámbito socio-sanitario», mostrando las di-
cultades de los profesionales de la salud para no caer en
el síndrome de desgaste profesional o en el síndrome del
profesional quemado; «se necesita mucha fortaleza y mu-
cha vocación para asumir la responsabilidad de velar por la
salud ajena, dedicar toda la jornada laboral y a menudo más
allá de ella a aliviar el sufrimiento, curar las heridas y las
enfermedades que les aigen, escuchar sus quejas, atender
sus demandas, contener sus ansiedades y hasta cierto punto
sostenerlos moralmente. Más aún por cuanto a ese esfuerzo
se une el deber de investigar y actualizar constantemente
conocimientos y técnicas». La autora ofrece un recorrido
por distintos tratamientos de este problema y considera la
situación actual en España y los posibles enfoques prácticos
para salir adelante. También Montserrat Guillaumet (pro-
fesora titular de Enfermería y responsable de área docente
de la Escuela Universitaria de Enfermería del Hospital de la
Santa Creu i Sant Pau) aborda la problemàtica del «El cui-
dado enfermero y la vulnerabilidad», pero en este caso la
aportación se centra en el concepto de cuidado enfermero
y las distintas formas de vulnerabilidad ante la salud de di-
versos grupos sociales, haciendo referencia a varios estudios
internacionales y catalanes; un adecuado cuidado enferme-
ro debe tener en cuenta estas situaciones personales y no li-
17
mitarse tan solo a los aspectos meramente siológicos e im-
personales. En las conclusiones podemos leer: «la relación
entre el cuidado y la vulnerabilidad requiere de un modelo
holístico que implica tener competencia en integrar en la
práctica profesional los aspectos biológicos, psicológicos y
sociales de la salud, tener en cuenta las necesidades cam-
biantes de la persona a lo largo de su vida y ofrecerle una
atención continuada y adaptada a través de los distintos ni-
veles y servicios del sistema sanitario.4 Todo ello desde un
enfoque de práctica ética donde nuestra preocupación se
centre no ya en qué cuidados dar, sino en el porqué cuidar,
y porqué cuidar así y no de otra forma o porqué actuar de
una determinada manera, lo que según Kant es un “deber,
por el respeto que toda persona merece”.5 El cuidado a la
vulnerabilidad adquiere, en ese sentido, un matiz humano
y ético, responsable, comprometido, reexivo y social».
Desde una perspectiva losóca y sociológica, Marga-
rita Boladeras (catedrática de Filosofía Moral y Política
de la Universidad de Barcelona, miembro del Comité de
Bioética de Cataluña) reexiona sobre «Vivir con justicia
el proceso de morir» y Marcel Cano, profesor de Filosofía
de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona,
sobre «La vulnerabilidad del embrión y del clon en El fu-
turo de la Naturaleza humana de J. Habermas», uno de los
libros más leído, citado y criticado del autor de la Escuela
de Fráncfort.
Dada la discusión actual sobre las disposiciones legales
acerca del anonimato de las donaciones, se organizó un
debate sobre «El anonimato en la donación de gametos»,
con las intervenciones de dos ponentes: Francesca Puigpe-
4 Escuredo, B.; Limón, E.: «Enfoque personal y familiar en atención primaria de sa-Escuredo, B.; Limón, E.: «Enfoque personal y familiar en atención primaria de sa-
lud», en: Martín y Jodar (ed.): Atención familiar y salud comunitaria, Barcelona,
Elsevier, 2011, p. 21.
5 Román, B.: «Ética de la decisión para las prácticas del cuidado», en: Boladeras, M.
(ed .): Bioética: la toma de decisiones, Cànoves, Proteus, 2011, p. 300 .
18
lat, catedrática de Filosofía del Derecho de la Universidad
Autónoma de Barcelona y miembro del Comité de Bioética
de Cataluña y Màrius Morlans, médico nefrólogo, miem-
bro del Comité de Bioética de Cataluña y de la Comisión
Deontológica del Colegio de Médicos de Cataluña. Éste
expone el estado de la cuestión y las razones por las que se
considera pertinente el anonimato, mientras que Francesca
critica las debilidades de esta posición, aunque sea la mayo-
ritaria en estos momentos. En su opinión, «lo que carac-
teriza a esta solución [la del anonimato] es que es la más
idónea no solo para preservar un modelo de relación fami-
liar tradicional, pese a que aparentemente es contraria a los
principios de verdad biológica e indisponibilidad de estado,
sino también para favorecer el individualismo y el mercado
como formas de interacción personales».
En este volumen se incluyen también los textos de las
comunicaciones presentadas, que abarcan diversos aspectos
de la vulnerabilidad de los enfermos, de los profesionales
de la salud y de personas de diferentes ámbitos sociales, las
discriminaciones de género y de otros grupos humanos.
Finalmente cabe reseñar que los grupos de investigación
en «Ética y Filosofía Contemporánea» y «Maternidad,
tecnología y relación asistencial» de la Universidad de Bar-
celona colaboraron en la organización del congreso. Asi-
mismo debemos agradecer la ayuda económica de la Co-
misión de Investigación de la Facultad de Filosofía para la
celebración del mismo.
19
La medicina de «enhancement»
y la cuestión de la justicia
y la vulnerabilidad*
Jean-Noël Missa
Leyendo El amor en tiempos del cólera de Gabriel García
Márquez se me ocurrió la idea de ilustrar la cuestión de la
vulnerabilidad en bioética eligiendo el tema de la medici-
na de mejora y, más especialmente, la búsqueda místico-
cientíca de la prolongación de la vida. Por una parte, uno
de los protagonistas del libro, el doctor Juvenal Urbino,
redactó una tesis sobre la posibilidad de modicar biológi-
camente el cuerpo del ser humano, tema central de la me-
dicina de enhancement y del transhumanismo. Citemos a
García Márquez: «Sí: podía ser más simple y por lo mismo
menos vulnerable. Concluyó: “Es algo que solo puede ha-
cer Dios, por supuesto, pero de todos modos sería bueno
dejarlo establecido en términos teóricos”».1 Veremos que
el hombre de hoy, gracias a la tecnociencia biomédica, tie-
ne el poder de «jugar a Dios», y especialmente poniendo a
punto tecnologías que permiten prolongar la vida. El tema
de la prolongación de la vida es, pues, el que voy a utilizar
para ilustrar el de la vulnerabilidad. Estudiaré primero los
desarrollos cientícos en el campo de la biología del enve-
jecimiento, así como las esperanzas que engendran en quie-
nes desean hacer al hombre menos vulnerable a los efectos
del envejecimiento. Terminaré analizando el debate ético
* Traducción y adaptación de las citas a las versiones españolas a cargo de Manuel
Serrat Crespo.
1 García Márquez, G.: El amor en tiempos del cólera, Barcelona, Bruguera, 1985, p.
235.
20
y losóco sobre la medicina de mejora, y estudiando de
modo crítico la losofía transhumanista, uno de cuyos ob-
jetivos centrales es permitir que el hombre viva más tiempo.
En las últimas páginas de su Esquisse d’un tableau his-
torique des progrès de l’esprit humain, Condorcet llega a la
conclusión de que la perfectibilidad del hombre es inde-
nida pero admite que solo le ha supuesto al hombre las mis-
mas facultades naturales, la misma organización. «Cuáles
serían pues para el hombre la certidumbre, la extensión de
sus esperanzas si pudiera creerse que estas mismas faculta-
des naturales, esta organización son también susceptibles
de mejora».2 Esta cuestión abre el camino a la mejora física,
intelectual y moral del hombre y, especialmente, al aumen-
to de la esperanza de vida del ser humano. «¿Sería absurdo,
ahora, suponer que este perfeccionamiento de la especie
humana debe ser visto como susceptible de un progreso in-
denido, que deba llegar un tiempo en el que la muerte no
sería ya más que el efecto de accidentes extraordinarios o
de la destrucción, cada vez más lenta, de las fuerzas vitales
y que, por n, la misma duración del intervalo medio entre
el nacimiento y esta destrucción no tiene término asigna-
ble alguno? Sin duda el hombre no va a ser inmortal; ¿pero
no puede hacerse sin cesar mayor la distancia entre el mo-
mento en que comienza a vivir y la época común en la que,
naturalmente, sin enfermedad, sin accidente, experimenta
la dicultad de ser?».3 Gracias a los recientes trabajos en
biología del envejecimiento, las predicciones de Condorcet
referentes a la posibilidad de prolongar la vida gracias a la
medicina tal vez estén en vías de realización. El tema de la
prolongación de la vida constituye una buena ilustración
del carácter ambivalente de los progresos realizados en
2 Condorcet, J.A.: Esquisse d’un tableau historique des progrès de l’esprit humain.
Décima época: Des progrès futurs de l ’esprit humain, 1793-179 4.
3 Condorcet, J.A .: op. cit.
21
biomedicina y de las variadas reacciones que suscitan estos
avances en una sociedad postmoderna. Desde hace unos
veinte años, la búsqueda de la prolongación de la vida no
pertenece ya al campo reservado de los charlatanes. Algu-
nos ciencos, profesores en Harvard, en el MIT o en la
UCLA, consideran que la comprensión de la biología del
envejecimiento tendría que permitirnos prolongar la vida
del ser humano. Steven Austad, profesor de Biogerontolo-
gía en la Universidad de Texas, en San Antonio, arma in-
cluso que la primera persona que vivirá 150 años ha nacido
ya. Esta búsqueda cientíca de la prolongación de la vida
se inscribe en un contexto más amplio, el del advenimien-
to de una nueva medicina, la «medicina de mejora».4 La
desaparición de las fronteras entre medicina terapéutica
clásica y medicina de mejora constituye una de las carac-
terísticas principales de la biomedicina del siglo XXI. En
la biomedicina contemporánea, los nuevos medicamentos y
tecnologías terapéuticas pueden ser utilizados no solo para
cuidar al enfermo sino también para mejorar o transformar
algunas capacidades humanas.
Esta evolución representa un cambio de paradigma en la
práctica médica. En 2003, un documento contribuyó a le-
gitimar este nuevo campo de la actividad biomédica, la me-
dicina no terapéutica o medicina de mejora. Se trata de un
informe del President’s Council on Bioethics (el comité de
bioética de los Estados Unidos), enteramente consagrado
a la medicina no terapéutica. La aparición de este informe
titulado Beyond therapy: Biotechnology and the pursuit of
happiness muestra claramente que estas cuestiones vincula-
das a la medicina de mejora y a la transformación biológica
del ser humano no son, solo, cosas de biología-cción sino,
4 Para utilizar un término más neutro, podríamos también hablar de «medicina de
transformación».
22
también, de la realidad de la tecnociencia contemporánea.5
El informe considera cuatro temas: la selección y la modi-
cación genética de los embriones (capítulo segundo, titula-
do «Better children»), la mejora de las marcas atléticas (ca-
pítulo tercero: «Superior performance»), la prolongación
de la vida (capítulo cuarto: «Ageless bodies»), la modica-
ción del humor y las funciones cognitivas (capítulo quinto:
«Happy souls»). Las tecnologías de mejora (enhancement
technologies) conciernen hoy a casi todos los campos de la
biomedicina: diseño genético, modicación de las funcio-
nes cognitivas y emocionales, mejora de las marcas depor-
tivas, aumento de la duración de vida… Es preciso pues
considerar la biología del envejecimiento y sus aplicaciones
biotecnológicas potenciales en el marco más general de una
medicina de transformación que podría modicar en pro-
fundidad la estructura biológica del ser humano. Antes de
abordar los aspectos éticos y losócos de esta «medicina
de mejora» es útil dar una visión de los descubrimientos
tecnociencos realizados en el campo de la biología del
envejecimiento y de las nuevas posibilidades de ralentizar
un proceso que durante mucho tiempo pareció inexorable.
INVERTIR EL PROCESO DE ENVEJECIMIENTO EN LOS RATONES
En 2010, Ronald De Pinho y su equipo de investigadores de
la Universidad de Harvard mostraron el carácter reversible
del proceso de envejecimiento. Ronald De Pinho puso a
punto ratones genéticamente modicados sobre los que es
posible modular la actividad del gen responsable de la pro-
ducción de telomerasa, una enzima que permite la repara-
ción de las extremidades de los cromosomas, los telómeros.
5 The President’s Council on Bioethics: Beyond therapy: Biotechnology and the pur-
suit of happiness, Nueva York, Dana Pres s, 2003.
23
Las células se dividen para renovarse. Pero, a cada división,
los telómeros se acortan. Al cabo de cierto número de di-
visiones, el telómero se atroa y la célula deja de dividirse,
entra en senescencia o se autodestruye. Esta muerte celu-
lar disminuye la reproducción de los tejidos y contribuye
al envejecimiento. En la experimentación realizada por el
equipo de De Pinho, el gen del ratón transgénico puede ser
colocado en posición activa (producción de la enzima telo-
merasa) o inactiva (sin producción). Cuando el gen está en
posición «o», el envejecimiento de los ratones se acelera.
Su cognición se ve alterada, los pelos se vuelven grises. Los
animales pierden su energía y no son fértiles ya. Al reactivar
el gen de la telomerasa, De Pinho tuvo la sorpresa de com-
probar una inversión del proceso. Los ratones rejuvenecen.
Los signos de envejecimiento desaparecen: el cerebro re-
cupera su tamaño anterior, la cognición mejora, los pelos
vuelven a ser negros y sedosos, los animales recuperan su vi-
gor y su fertilidad. En resumen, el proceso de envejecimien-
to se invierte hasta un regreso a un estadio de joven adulto.
Es la primera vez que investigadores establecen que el en-
vejecimiento es reversible en un organismo tan complejo
como un ratón. Este experimento demuestra que viejos te-
jidos conservan la posibilidad de renovarse y que el enveje-
cimiento no es una fatalidad.6 Ronald De Pinho habla de
un «efecto Ponce de León» para calicar el sorprendente
resultado de sus investigaciones, aludiendo al conquistador
español Juan Ponce de León que, según la leyenda popular,
descubrió Florida cuando estaba buscando la fuente de la
Eterna Juventud. El experimento realizado por De Pinho
hace pensar en el relato de Fitzgerald en el que el personaje
6 El 28 de noviembre de 2 010, esos trabajo s fueron objeto de una publica ción en línea
en la revista Nature: Ca llaway, E.: «Telomera se reverses ageing process», en: Natu-
re, doi:10.1038/news.2010.635. Véase también: Jaskelioff, M. et al.: «Telomerase
reactivation reverses tissue degeneration in aged telomerase-deficient mice», en:
Nature, vol . 469, 2011, pp. 102-106; Vey, T.: «Des sour is rageunies en lab oratoire»:
http://www.lefigaro.fr/sciences/2010/11/29.
24
de Benjamin Button nace viejo y rejuvenece con el tiempo.7
No obstante, utilizar la telomerasa como cura de juventud
en clínica humana será delicado, en la medida en que esta
enzima puede favorecer el crecimiento de cánceres. De Pin-
ho estima sin embargo que la pista merece ser explorada.8
LA TEORÍA EVOLUCIONISTA DEL ENVEJECIMIENTO Y LOS DROSÓFILOS DE
MICHAEL ROSE
¿Cómo explicar las causas del envejecimiento? Para respon-
der a esta pregunta es preciso invocar a Darwin o, más bien, a
sus discípulos que elaboraron la teoría evolucionista del en-
vejecimiento. No todos los organismos mueren. El envejeci-
miento es una característica opcional de la vida seleccionada
por la evolución. La especialización de los organismos en
soma y germen nos convirtió en mortales. El germen siguió
siendo inmortal puesto que asegura el paso de una genera-
ción a otra. El soma, nuestro cuerpo, por su parte, es mortal.
Para decirlo sencillamente, la evolución es responsable del
envejecimiento. En efecto, se desinteresa del cuerpo de los
viejos porque han procreado ya y no tienen ya interés en una
perspectiva evolucionista. La selección natural ha moldea-
do el conjunto del genoma, dando prioridad al desarrollo
del cuerpo hasta el estadio de la madurez reproductiva y sal-
tándose la suerte postrera de este soma después de la repro-
ducción. Según la teoría evolucionista del envejecimiento
formulada por Georges C. Williams, la mayoría de los genes
implicados en el envejecimiento coneren cierta ventaja a
7 Fitzgerald, F.S.: The Curious Case of Benjamin Button and Other Jazz Age Stories,
Reino Unido, Peng uin Classics, 2008.
8 «This has implications for thinking about telomerase as a serious anti-ageing in-
tervention» (De Pinho, R. citado en: Callaway, E.: op. cit.). Ronald De Pinho es
actua lmente presidente del Centro de Invest igaciones sobre el cánc er de la Universi-
dad de Texas, en Houston .
25
los organismos cuando son jóvenes para permitirles repro-
ducirse ecazmente. La selección natural aumenta la ecacia
con la que un organismo engendra descendientes capaces
de sobrevivir tiempo bastante como para dejar descendien-
tes a su vez. Genes que son ventajosos en la juventud, sobre
todo acrecentando la capacidad reproductiva, se verán muy
favorecidos por la selección natural, aunque tengan efectos
deletéreos más tarde, a una edad avanzada del organismo,
disminuyendo por ejemplo la capacidad de mantenimiento
y de reparación, la supervivencia, por lo tanto. Los mismos
genes pueden tener efectos distintos en función de la edad.
Estos genes son favorables al organismo cuando el organis-
mo es joven (y la selección es fuerte), y nocivos cuando el
organismo es viejo (y la selección es débil). Si se actúa ar-
ticialmente sobre las fuerzas de selección natural, es po-
sible pues, en teoría, modicar la duración de vida de or-
ganismos biológicos. Michael R. Rose, profesor de biología
evolucionista (University of California, Irvine), ha puesto a
prueba esta hipótesis realizando un ingenioso experimento
sobre la drosóla. Rose intervino activamente en el ciclo de
reproducción de la drosóla, conservando solo los huevos
producidos por adultos de edad madura al nal del ciclo de
reproducción. Los huevos puestos por hembras jóvenes son
eliminados. Esta operación se renueva a cada generación.
Tra s 80 generaciones, Rose consiguió así doblar la esperanza
de vida de los drosólos. Su longevidad se multiplicó por
cuatro tras 160 generaciones. Estos animales de prolongada
duración de vida fueron bautizados como «drosólos Ma-
tusalén» (Methuselah ies). Experimentos análogos se han
realizado con ratones. Las manipulaciones de Rose sobre el
ciclo de reproducción de la drosóla muestran que es posi-
ble modular la duración de vida de organismos modican-
do articialmente las fuerzas de la selección natural. Rose
extrae de sus experimentos la siguiente lección: controlar el
envejecimiento no requiere la violación de las leyes de la na-
26
turaleza. uerer prolongar la duración de vida de los seres
humanos no es una empresa comparable a la puesta a punto
de una máquina en perpetuo movimiento o la creación de
una nave espacial que se desplace a mayor velocidad que la
luz. Es cientícamente razonable probarlo. No hay barreras
vinculadas a leyes de la naturaleza que nos impidan prolon-
gar la vida de ciertas especies. Si es posible alargar articial-
mente la duración de vida de ratones, la misma operación
debe ser realizable con el ser humano. Partidario de la teoría
evolucionista del envejecimiento, Rose tiene la convicción
de que la selección natural constituye la causa fundamen-
tal de la senescencia y que la biología evolucionista tiene las
claves que nos permitirán descubrir los secretos de la longe-
vidad. Para Michael Rose, la duración de vida es por com-
pleto modulable: «En mi laboratorio, podemos alargarla o
acortarla a voluntad».9 Los resultados obtenidos por Rose
pueden hacernos pensar en las mujeres lanzadas a carreras
profesionales que solo a una edad avanzada dan a luz. Si una
mayoría de mujeres adoptan un comportamiento compara-
ble a estas mujeres de negocios, abogadas o médicos que es-
peran a estar bien instaladas en su carrera antes de tener un
hijo, y este comportamiento se reproduce de generación en
generación, tendrá ciertamente efectos sobre la longevidad.
Pero sería necesario aguardar siglos antes de poder observar
estos efectos. Michael Rose estima que dispondremos muy
pronto de herramientas tecnológicas que nos permitan ob-
tener articialmente este resultado.10
A pesar del optimismo mostrado por ciencos como
Rose, es preciso advertir que no disponemos hoy todavía
9 «Life span is totally tunable. In my lab, we tune it up and down all the time», es-
cribe Mic hael Rose, que nos ofrece e l relato de la evolución de sus investi gaciones en
una obra titu lada The Long Tomorrow: How Advances in Evolutionary Biolog y Can
Help Us Postpone Aging, Ox ford University Pre ss, 2005.
10 Dreifus, C.: «Live Longer With Evolution? Evidence My Lie in Fr uit Flies - A con-
versation with Michael R . Rose», en: New York Times, 6 de diciembre de 20 05.
27
de medios farmacológicos o biotecnológicos para prolongar
la vida del ser humano. La única técnica que parece ecaz
para atenuar los efectos del envejecimiento es el régimen
hipocalórico.
RESTRICCIÓN CALÓRICA Y GENES DE LONGEVIDAD
Para hacer más lento el envejecimiento, existe un método
sencillo, pero no es demasiado atractivo. Se trata de aplicar
un régimen que disminuya la aportación calórica. En la le-
vadura, la lombriz, el ratón y el mono se observa el mismo
fenómeno, reduciendo del 30% al 40% la aportación calóri-
ca, la longevidad del animal se ve aumentada. En 1989, Ri-
chard Weindruch (University of Wisconsin) publica un estu-
dio sobre el mono rhesus.11 Los simios tienen una duración
media de vida de 27 años y una duración máxima de 40 años.
Weindruch sometió a los animales a regímenes hipocalóri-
cos (una reducción del 30% con respecto a la aportación or-
dinaria). Con respecto a los del grupo control, los monos
que siguen el régimen tienen una mejor tasa de vida. Sufren
con menos frecuencia diabetes, cáncer y enfermedad cardía-
ca. Presentan signos de envejecimiento menos marcados.
¿Pueden extrapolarse estos resultados al hombre? Estu-
dios de longevidad en el humano son, evidentemente, di-
fíciles de realizar dados los plazos necesarios para obtener
resultados. No es seguro por lo tanto que el régimen per-
mita ralentizar el envejecimiento en el humano. Lo que no
impide a algunos intentarlo, evidentemente. Una sociedad
de restricción calórica (CR Society International) vio así la
luz en 1994, en los Estados Unidos. Los miembros de la CR
11 Colman, R.J.; Anderson, R.M.; Johnson, S.C.; Kastman, E.K.; Kosmatka, K.J.;
Beasley, T.M.; Allison, D.B.; Cruzen, C.; Simmons H.A.; Kemnitz, J.W.; Wein-
druch, R.: «Caloric restriction delays disease onset and mortality in rhesus mon-
keys», en: Science, vol. 325, 200 9, pp. 201-204.
28
Society son por lo general muy delgados, casi caquécticos,
y se reúnen para intercambiar recetas bajas en calorías. Su
esperanza es vivir más de cien años. Pero para quienes no
desean vivir mucho tiempo sin privaciones, tal vez exista
un método más sutil: dar al cuerpo la impresión de que
está en restricción calórica actuando farmacológicamente
sobre los genes de la longevidad. Podríamos entonces vivir
más tiempo sin tener que imponernos penosos regímenes
hipocalóricos o agotadoras sesiones de ejercicio. Para Leo-
nard Guarante (director del MIT’s Glenn Laboratory for
the Science of Aging), la restricción calórica prolonga la es-
peranza de vida de la levadura por medio de la activación
de un gen de longevidad. En caso de restricción calórica, el
gen es activado y produce una proteína de la familia de las
sirtuinas que tendría como consecuencia demorar el enve-
jecimiento orquestando diversos procesos celulares.
Fenómenos similares que implican genes de longevidad
actúan en organismos más complejos, incluso en el hom-
bre. Inuyendo directamente en el sistema de las sirtuinas
o en otras vías biológicas orquestadas por genes de longevi-
dad, algunos investigadores esperan hoy poder ralentizar el
envejecimiento del ser humano. Al comienzo de su carrera,
Leonard Guarante piensa, como la mayoría de los cientí-
cos de aquella época, que el envejecimiento es un fenómeno
que acontece de modo inevitable. Sus investigaciones sobre
la levadura permiten descubrir la existencia de genes de
longevidad vinculados a la vía de la restricción calórica.12
Guarante inicia sus estudios sobre el genoma de la levadura
a comienzos de los años 1990. Sus primeros trabajos le lle-
van a identicar un gen de longevidad en la levadura: el gen
SIR2. La activación de este gen aumenta la duración de la
vida de la levadura. El gen SIR2 interviene en la producción
12 Guarante, L.: Ageless Quest: One Scientist’s Search for Genes that Prolong Youth,
Cold Spring Harbor Laboratory Press, 2003; Sinclair, D.; Guarante, L.: «Unlock-
ing the secrets of longevit y genes», en: Scientific American, 2006, pp. 48-57.
29
de una proteína (sir2) de la familia de las sirtuinas que re-
gula las respuestas celulares al estrés. Estos genes de longe-
vidad se vuelven activos cuando las condiciones medioam-
bientales son malas, por ejemplo cuando el organismo no
encuentra suciente alimento en el entorno. La restricción
calórica actúa como un estrés que induce una respuesta bio-
lógica de defensa que acrecentará las posibilidades de su-
pervivencia del organismo. Hasta hoy, se han identicado
cuatro vías metabólicas distintas que desempeñan un papel
en la longevidad: la vía de la restricción calórica, la vía de la
insulina, la vía de los procesos de reproducción y la vía del
metabolismo mitocondrial. Algunos genes de longevidad
(SIR2, DAF-2, NHR 80…) implicados en estas distintas vías
han sido puestos de relieve y su manipulación ha permitido
ralentizar el envejecimiento de diversos organismos (leva-
dura, gusano, drosólo, ratón…). La esperanza de cientí-
cos como Guarante es poder prolongar la vida actuando di-
recta o indirectamente sobre los «directores de orquesta»
de estas vías, los genes de longevidad.
En 1993, Cynthia Kenyon (University of California, San
Francisco) identica un gen de longevidad en el gusano C.
Elegans, un gen implicado en la vía de la insulina. DAF-2
codica para un receptor que es similar al receptor de la
insulina y del IGF-1 en el humano. Kenyon demuestra ex-
perimentalmente que una mutación del gen DAF-2 dobla la
duración de vida del gusano al tiempo que ralentiza el en-
vejecimiento.13 El gusano portador de la mutación vive 34
días, el equivalente a una edad de 160 años en el humano.
Otro gen DAF-16 que favorece la longevidad es un factor de
transcripción que controla un centenar de genes distintos.
Según Cynthia Kenyon, los genes DAF-2 y DA F-16 consti-
tuyen los «directores de orquesta» de la vía de la insulina.
13 Kenyon, C.; Cha ng, J.; Gensch , E.; Rudner, A.; Tabtia ng, R.: «A C . elegans mutant
that lives t wice as long as wild type», en: Nature, vol. 366 , 1993, pp. 461-46 4.
30
La vía de los procesos de reproducción fue descubierta
al mostrar que la supresión de los tejidos reproductores au-
mentaba considerablemente la duración de vida de la dro-
sóla o del nematodo.14 El gen NAR-80 interviene en esta
vía.15 La idea de investigadores como Hugo Aguilaniu (Es-
cuela Normal Superior, Lyon) es comprender el papel de los
genes implicados en este proceso para activarlo, y combatir
así el envejecimiento sin afectar la reproducción.
Genes de longevidad se han descubierto en el hombre.
SIRT1, el equivalente humano del gen SIR2, codica para
la proteína Sirt1, una enzima que desempeña un papel
crucial en los efectos anti-edad de la restricción calórica.
Existen en el ser humano varios genes que ejercen una in-
uencia sobre la capacidad para alcanzar una edad extre-
madamente avanzada. Un gen homólogo del gen DA F-16
del nematodo C. Elegans se ha identicado en el hombre:
se trata del gen FOX-O-3 que codica para un regulador de
la vía insulina-IGF1. Ciertas formas del gen FOX-O-3A se
asocian a una gran longevidad. Están a menudo presentes
en los centenarios.16
Los cientícos implicados en la investigación sobre los
genes de la longevidad están convencidos de que el enveje-
cimiento no es algo ineluctable. Están persuadidos de que
las investigaciones sobre los genes de la longevidad nos per-
mitirán algún día prolongar de modo signicativo la vida
humana. Cynthia Kenyon: «Cuando cambias genes indi-
viduales en el gusano, puedes doblar la esperanza de vida.
14 Hsin, H.; Kenyon, C.: «Signals from the reproductive system regulate the lifespan
of C. elega ns», en: Nature, vol. 39 9, 1999, pp. 362-366.
15 Gouldeau, J.; Bellemin, S.; Toselli-Mollereau, E.; Shamalnasab, M.; Chen, Y.; et
al.: «Fatty Acid Desaturation Links G erm Cell Loss to Lon gevity Throug h NHR-
80/HNF4 in C. elegans», en: PLoS Biology, 9(3): e10 00599. doi:10.1371/journa l.
pbio.100599, 2011.
16 Willcox, B.J.; Donlon, T.A.; He, Q.; Chen, R.; Grove, J.S.; Yano, K.; Masaki, K h.;
Willcox , D.C.; Rodríg uez, B.; Curb, J. D.: «FOXO3A genotyp e is strongly assoc iat-
ed with huma n longevity», en: Proc Natl A cad-sci, EEUU, sept iembre, 16, 105(37),
2008 , pp. 13987-13992.
31
Si modicas varios, el animal puede vivir hasta seis veces
más tiempo, el equivalente a 500 años para un ser huma-
no. Se ha conseguido doblar la duración de vida de ratones.
Es razonable pensar que, en un futuro próximo, podremos
prolongar la duración de vida del ser humano, tendremos,
por lo menos, la posibilidad de prolongar la juventud y de
prevenir las enfermedades a partir de un mejor conoci-
miento de los sistemas bioquímicos de pequeños organis-
mos como la levadura o el gusano».17 Leonard Guarante:
«Yo pensaba que el envejecimiento era sencillamente algo
que te sucedía, un fenómeno en el que no se podía interve-
nir. Los trabajos sobre pequeños animales como la levadura
o el gusano mostraron que los genes pueden tener un efec-
to importante sobre la duración de vida. Viven dos veces
más tiempo pero tienen también una mejor salud. Esto nos
enseña que el envejecimiento es un fenómeno mucho más
plástico y modulable de lo que creíamos antes de empren-
der estas investigaciones».18
Al modicar la actividad de estos genes de longevidad
es teóricamente pensable prolongar la vida de los humanos.
DAVID SINCLAIR Y EL RESVERATROL
Uno de los primeros a quienes se les ocurrió la idea de retra-
sar el envejecimiento actuando farmacológicamente sobre
los genes de longevidad es David Sinclair, profesor de biolo-
gía en Harvard y cofundador de la rma biotecnológica Sir-
17 «You look at these worms and think, oh my God, these worms should be death.
But they’re not. They’re moding around… Once you get your brain wrapped
around that… then you start thinking, oh my godness so lifespan is something you
can change-it’s plastic. Then who knows what the limit is?» (Cynthia Kenyon,
citada en: O’Neill, B.: «In Methuselah’s Mould», en: PLoS Biology, 2(1): e12.
doi:10.1371/journal.pbio.0020012, 200 4.
18 Guarante , L.: Ageless Qu est, one Scientis t’s Search for Genes that Pr olong Youth, Cold
Spring Harbor Laborator y Press, 2003.
32
tris.19 Para prolongar la vida, la idea de Sinclair, un antiguo
colaborador de Leonard Guarante, es actuar directamente
sobre los genes que son los «directores de orquesta» de la
vía de restricción calórica. Sinclair emite la hipótesis de que
las sirtuinas —es decir las proteínas producidas por los genes
de la longevidad— ralentizan el envejecimiento. La idea bá-
sica es ralentizar el proceso de envejecimiento en el humano
activando farmacológicamente las sirtuinas. Estas proteínas
existen desde hace millones de años y se encuentran en todas
las formas de vida, vegetales y animales. Sinclair descubrió
que era posible activar el sistema de las sirtuinas gracias a una
molécula que se encuentra en la piel de la uva, el resveratrol.
Probó este producto en ratones, demostrando que un trata-
miento con resveratrol aumentaba la duración de vida del
ratón obeso y permitía contrarrestar los efectos deletéreos
de un régimen rico en grasa. Sinclair deende hoy la tesis
de que el envejecimiento es una enfermedad. Está convenci-
do de que el tratamiento de esta patología será descubierto
rápidamente. Para convencer a sus interlocutores, recurre
a una experimento mental. Imaginen que en otro planeta,
seres humanos similares a nosotros viven trescientos años
en buena salud. Nos descubren en el planeta tierra. Para
estos seres humanos llegados de otra parte, degeneramos a
una edad precoz y morimos prematuramente. Tal vez este
punto de vista sea el sentimiento de los humanos de na-
les del siglo XXI cuando se interesen por la vida de nuestros
contemporáneos. Sinclair piensa que somos probablemente
19 En 2004, Sinclair le expresaba su esperanza de descubrir remedios contra el enve-
jecimiento al periodista Bill O’Neill: «Before the 1990s, “people thought that we
were a lot like cars, that we would just rust and breakdown —nothing we could
do about it. The new idea is that there are pathways that can boost our defences
against ageing— the ‘ageing-can-be-regulated’ discovery… that genes can control
ageing [and] t hat there are pathways that [we can u se to] s low down the process”, he
says. “If t hat’s true —and it real ly seems to be true for a lot of orga nisms— if it’s true
for us, it really means that there is hope that we will be able, one day, to find small
molecules that can alter these pathways.» (O’Neill, B.: «Methuselah’s Mould»,
en: PLoS Biolog y, 2(1): e12. doi:10.1371/journal.pbio.002 0012).
33
la última generación de seres humanos que deba sufrir un
rápido envejecimiento. Nuestros hijos se beneciarán de las
herramientas que permiten prolongar la vida. A pesar de los
resultados favorables obtenidos en los animales, la ecacia
del resveratrol no ha sido todavía demostrada en el hombre.
Sinclair hace auto-experimentación con el resveratrol (toma
cada día sus comprimidos), admitiendo que los efectos de
esta molécula sobre el envejecimiento solo constituyen una
hipótesis de trabajo. En 2008, la compañía de Sinclair, Sir-
tris Pharmaceuticals, fue comprada por Glaxo-Smithkline.
Los investigadores de Glaxo utilizan hoy el resveratrol con
nes terapéuticos clásicos, para luchar contra la diabetes,
por ejemplo. Pero Sinclair piensa que esta molécula debe
de ser activa en el tratamiento de otras enfermedades (cata-
ratas, enfermedades cardiacas, enfermedades degenerativas
del cerebro…) ralentizando el proceso general de envejeci-
miento. La versión humana del gen de longevidad llamado
gen SIRT1 es ahora el blanco de varios medicamentos que
están desarrollándose para tratar las enfermedades del enve-
jecimiento como la diabetes, las enfermedades cardiovascu-
lares y el alzheimer. Otros genes están implicados en la vía
de la restricción calórica (FOX-A, TOR, NRF-2). Se ha de-
mostrado que la rapamicina podía prolongar la vida de rato-
nes inhibiendo el mTOR pathway. David Harrison (Jackson
Laboratory, Maine, EEUU), Randy Strong & Dave Sharp
(e University of Texas Health Science Center at San An-
tonio) publicaron los resultados de un estudio que muestra
que la rapamicina, introducida en el alimento de ratones de
nueve meses, alarga signicativamente la duración de vida
de los roedores.20 Actuando farmacológicamente sobre las
vías dependientes de los genes de longevidad, la esperanza
de algunos investigadores en biología del envejecimiento es
20 Harrison, D.; Strong, D.; Sharp, Z.D.; et al.: «Rapamycin fed late in life extends
lifesp an in genetical ly heterogeneous mice», en: Nature, vol. 46 0, 2009, pp. 392-395.
34
prolongar la vida del humano por el descubrimiento de un
tratamiento horizontal que permitiera la prevención de las
enfermedades vinculadas a la edad ralentizando el proceso
de envejecimiento. En vez de una consideración vertical,
apuntando a algunos órganos o enfermedades particulares,
se actuaría sobre las causas comunes de estas distintas enfer-
medades y del envejecimiento. Esta estrategia revoluciona-
ria nos permitiría envejecer más lentamente y, por lo tanto,
gozar de una vida más larga conservando la salud.21
La biología del envejecimiento es hoy un campo de in-
vestigación en plena efervescencia. Uno de los desarrollos
recientes más importantes es el descubrimiento de las claves
del rejuvenecimiento celular. Kazutoshi Takahashi y Shinya
Yamanaka (Universidad de Kioto) han logrado transfor-
mar células de la piel de ratones adultos en células madre
embrionarias «pluripotentes», capaces de engendrar las
diversas células especializadas del organismo.22 Insertando
en broblastos de ratón cuatro factores genéticos activos en
las células madre embrionarias (Oct3/4, Sox, Myc y Klf4),
han demostrado que estas células de la piel podían ser repro-
gramadas y comportarse como células madre embrionarias.
Bautizaron estas células reprogramadas como induced pluri-
potent stem cells (iPS cells). Un año más tarde, el laboratorio
de Yamanaka y otro equipo reprodujeron este trabajo so-
bre células humanas.23 Las células madre reprogramadas, o
iPSC (induced pluripotent stem cells) ofrecen la esperanza de
múltiples aplicaciones potenciales en medicina regenerativa.
21 Algunos científicos han expresado recientemente su escepticismo en lo referente al
papel de las sirtui nas en la ralentizac ión del envejecimiento (Wade, N.: «Long evity
Gene Debate Opens Trans-Atlantic Rift», en: New York Times, 21 de septiembre
de 2011) .
22 Ta kahashi , K.; Yamanaka , S.: «Induction of plurip otent stem cells from mous e em-
bryonic and adult fibroblast cultures by defined factors», en: Cell, 126(4), 2006,
pp. 663-676.
23 Taka hashi, K. et al.: «Induction of pluripotent stem cells from adult human fibro-
blasts by defined fac tors», en: Cell, 131(5), 2007, pp. 861-872.
35
En la línea de estas investigaciones, el equipo de Jean-
Marc Lemaître (Universidad de Montpellier) ha consegui-
do rejuvenecer células de centenarios reprogramándolas in
vitro.24
Conscientes de los envites vinculados a la medicina an-
ti-edad, la mayoría de las rmas farmacéuticas ha creado
o remodelado su departamento de envejecimiento durante
los últimos cinco años. Apuestan a que próximamente una
molécula que tendrá el potencial de aumentar la duración
de vida podría ser puesta en el mercado. Esa substancia será
comercializada contra las enfermedades vinculadas al en-
vejecimiento, pues las rmas no se lanzarán a ensayos sobre
la longevidad, largos y costosos por esencia. Encontramos
aquí el tema de la desaparición de las fronteras entre medi-
cina terapéutica y medicina de mejora.
EL DEBATE ÉTICO Y FILOSÓFICO SOBRE LA PROLONGACIÓN DE LA VIDA Y LA
MEDICINA DE MEJORA
Cuando da conferencias sobre el envejecimiento, el bio-
gerontólogo Steven Austad, profesor en la Universidad de
Texas, en San Antonio, suele hacer preguntas a sus oyentes.
A la pregunta «He descubierto un medicamento capaz de
tratar la enfermedad de Alzheimer. ¿Piensan ustedes que
eso es bueno?», todo el mundo responde «Sí». Cuando
les pregunta «He descubierto un tratamiento revolucio-
nario para curar el cáncer de colon. ¿Piensan ustedes que
es bueno?», obtiene la misma respuesta. Pero cuando
hace la pregunta «He descubierto una molécula que per-
mite tratar la enfermedad de Alzheimer, distintas formas
de cáncer, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y
24 L apasset, L.; M ilhavet, O.; et al.: «Rejuvenating senescent and centenarian human
cells by reprogramming through the pluripotent state», en: Genes and Develop-
ment, vol. 25, núm. 21, doi: 10.1101/gad.173922.111, 2011.
36
que prolonga también la vida. ¿Piensan ustedes que esto
es bueno?», los oyentes vacilan más y numerosas personas
responden negativamente.
uienes son hostiles o reticentes a la idea de la prolon-
gación de la vida utilizan por lo general los siguientes ar-
gumentos:
1.: El argumento inspirado en «Tithon», este personaje
de la mitología griega a quien Zeus concedió la vida
eterna olvidando ofrecerle también la eterna juven-
tud: al aumentar la duración de vida, se prolongarán
los sufrimientos de la vejez.
2.: El argumento naturalista: querer prolongar la vida no
es natural, por lo tanto no está bien.
3.: La cuestión de la injusticia: los ciudadanos más ricos
tendrán acceso privilegiado a los medicamentos o tec-
nologías de prolongación de la vida cuando estén ya
disponibles.
4.: La cuestión de la limitación de los recursos. Si se pro-
longa la vida, la población mundial aumentará, lo que
corre el riesgo de acrecentar los problemas ecológicos.
5.: La cuestión de las actitudes ante la procreación y de las
relaciones entre generaciones: si se prolonga la vida,
será necesario adoptar una política coercitiva de limi-
tación de los nacimientos.
6.: La cuestión del aburrimiento: una vida más larga solo
puede aumentar la sensación de estar ocioso.
Para comprender mejor los orígenes de estas reticencias,
es necesario analizar los envites ético-losócos de la pro-
longación de la vida en el marco más general del debate so-
bre la medicina de mejora. Desde hace unos quince años,
primero en los Estados Unidos y luego en Europa, numero-
sos autores se han interesado por el tema de las tecnologías
de mejora. Esquemáticamente, es posible dividir a los pro-
tagonistas del debate ético y losóco sobre la cuestión en
37
tres grupos: los bioconservadores, los pensadores liberales y
los transhumanistas.
En los bioconservadores, domina el sentimiento de mie-
do, se inquietan ante los riesgos para la salud y las conse-
cuencias sobre la justicia social, evocando el espectro de la
emergencia de una «aristocracia biotecnológicamente me-
jorada». Las tecnologías de lo vivo podrían restringir las
libertades individuales instaurando un conformismo so-
cial con respecto a las modicaciones hechas posibles por
la nueva medicina. Algunos bioconservadores —como el
bioético Leon R. Kass que dirigió los trabajos del President’s
Council on Bioethics cuando se redactaba el informe Be-
yond therapy— piensan que las biotecnologías de mejora
plantean problemas éticos más fundamentales que afectan
a la propia esencia del ser humano. Estos problemas se re-
eren a la cuestión de la naturaleza y de la dignidad huma-
nas que serían puestas en peligro por las biotecnologías. La
idea central de los bioconservadores es que debe respetarse
lo «dado natural». En esta perspectiva, la búsqueda de la
prolongación de la vida corre el riesgo de hacernos perder la
coherencia del orden natural.25 Lo «dado natural» sería así
amenazado por la desmesura de un hombre convertido en
dueño y poseedor de su propia naturaleza. La evocación de
una alteración de la naturaleza humana puede engendrar en
el bioconservador un sentimiento de asco o de revulsión —
25 Este punto de vista es defendido en el cuarto capítulo titulado «Ageless Bodie
del informe Beyond Therapy: «Contemplating the speculative prospect of altering
the human l ife cycle brings u s to the crucial quest ion: Is there a goodness a nd mean-
ing in life so fundamental that it is too wide to be grasped by our scientific vision
and too deep to be plumbed by the imperious exigencies of our natural desire? If
we go with the grain of our desires and pursue indefinite prolongation and ageless
bodies for ourselves, will we improve the parts and heighten the present, but only
at the cost of losing the coherence of an ordered and integrated whole? Might we
be cheating ourselves by departing from the contour and constraint of natural life
(our frailty and finitude), which serve a s a lens for a larger vision that might give all
of life coherence a nd sustaining sig nificance?» (Beyond therapy: Biotechnolog y and
the pursuit of happiness, The President’s Council on Bioethics, Washington D.C.,
octubre 20 03, cap. 4: «Ageles s Bodies»).
38
bautizado como «yuck factor» por Leon R. Kass— que le
incita a desconar de tecnologías que hacen posible la auto-
transformación del humano. No es posible apreciar la fuer-
za de la resistencia social con respecto a la prolongación de
la vida o la ingeniería genética sin comprender cuáles son las
raíces de la objeción de principio. Esta objeción se expresa
en la metáfora muy a menudo utilizada de modo negativo o
peyorativo «Playing God», jugar a ser Dios.26 La resisten-
cia depende de una distinción que se hace entre lo que no
depende de nosotros (nuestra condición morta l, nuestro pa-
trimonio genético que Dios o la naturaleza nos han dado)
y lo que depende de nosotros. Es la frontera entre destino y
libertad, chance and choice. Gracias o a causa de los progre-
sos de la biomedicina, lo que era cosa del destino depende
ahora (o, más bien, sin duda dependerá pronto) de nosotros.
La recombinación del ADN podría transformar la lotería
genética en una elección genética. El envejecimiento y la
muerte nos parecían fenómenos ineluctables que no depen-
den de nosotros. La cosa puede cambiar. Todo indica que
pronto tendremos la posibilidad de ralentizar el envejeci-
miento y, por lo tanto, de hacer que retrocedan las fronteras
de la muerte. Esta ampliación de nuestro poder de acción
es el fundamento de los temores de los bioconservadores.27
Los pensadores liberales no comparten las reservas de
los bioconservadores. Estiman que la decisión de utilizar
tecnologías de mejora depende ampliamente de la libertad
individual. El principio que se encuentra en el núcleo de la
ética liberal se toma de John Stuart Mill. Se trata del prin-
26 Ver a este respecto el artículo de Ronald Dworkin, «Playing God: Genes, Clones
and Luck», en: Dwork in, R.: Sobe reign Virtue. Th e Theory and Practi ce of Equality,
Harva rd Un iversity Press, 2002, pp. 427-452.
27 Durante estos últimos años, numerosos filósofos han propuesto variaciones sobre
estos temas bioconservadores. Mencionemos los libros Our Posthuman Future de
Francis Fukuyama, El futuro de la naturaleza humana de Jürgen Habermas, The
Case against Perfection de Michael J. Sandel , Enough de Bill McKibbe n, Life, liberty
and the Defense of Dignity de Leon R . Kass.
39
cipio del daño (harm principle) o principio de no-perjuicio.
Visto este principio, la moral solo interviene cuando un
daño concreto, injusticado, es decir un perjuicio, se ini-
ge a otro. Se trata primero de un antiguo principio de éti-
ca médica, el nil nocere, la idea de que ante todo hay que
evitar dañar. En esta perspectiva, las decisiones referentes
a la medicina de mejora descansan sobre los hombros del
individuo. La libertad individual debe poder expresarse
en la medida en que no se inige a otro un perjuicio. En la
concepción liberal, las personas tienen la plena libertad de
utilizar las biotecnologías para prolongar su vida. Esta con-
cepción es defendida, por ejemplo, por Miroslav Radman,
profesor de biología celular de la Universidad París Descar-
tes y especialista en la biología del envejecimiento. Radman
considera que en el porvenir se podría utilizar la ingeniería
genética para prolongar la vida. En la línea de la teoría del
gen egoísta de Richard Dawkins y de la teoría evolucionis-
ta del envejecimiento de G.C. Williams, considera que el
hombre tiene la posibilidad de rebelarse contra su destino
genético privilegiando articialmente genes que favorecen
la supervivencia del organismo tras el período de reproduc-
ción. «Following Richard Dawkins, we would like to reas-
sert that we indeed live as disposable somas, slaves of our
germline genome, but could soon start rebelling against
su ch s laver y». 28 En la perspectiva de la teoría del gen egoísta
de Dawkins, el cuerpo del hombre es una máquina efímera
utilizada por los genes para asegurar su supervivencia. Para
Dawkins, los seres humanos como individuos son receptá-
culos temporales que contienen una mezcla de genes salidos
de diferentes fuentes.29 Los cuerpos solo son «máquinas
28 Weill, J.C.; Radman, M.: «How good is my genome?», en: Philosophical Transac-
tions of the Royal Society, 2003. Véase también: Radman, M.: Au delà de nos limites
biologiques, Plon, 2011.
29 Durante un ba nquete de clausura de un con greso, Richa rd Dawkins resum ió su teo-
ría en un corto poema: «Un gen egoísta itinerante decía: “Cuerpos, he visto tantos
40
desechables» que permiten asegurar la supervivencia de los
genes. Una vez cumplida nuestra función, somos dejados de
lado. Los genes, en cambio, pertenecen al tiempo geológico.
Son «eternos». Al sugerir que se estudien las posibilidades
de actuar directamente sobre el genoma humano para pro-
longar la vida, Miroslav Radman invita al hombre a tomar
su revancha contra los genes egoístas.
Durante estos últimos años, las tomas de posición libera-
les favorables a las tecnologías de mejora se han multiplica-
do. En 2002, Gregory Stock, lósofo en UCLA, publica una
obra titulada Redesigning Humans: Our Inevitable Genetic
Future. En un texto titulado «Playing God: Genes, Clones,
and Luck», Ronald Dworkin, profesor de losofía del dere-
cho en New York University, se interroga en una perspectiva
liberal sobre los problemas que plantean las biotecnologías
aplicadas al ser humano. Rechaza el argumento principal de
quienes piensan que las biotecnologías de mejora plantean
preguntas metafísicas fundamentales que afectan la propia
esencia del ser humano. En 2007, en su obra Enhancing Evo-
lution, John Harris, profesor de bioética de la Universidad
de Manchester, responde a los argumentos de los biocon-
servadores y deende también él posiciones favorables a la
utilización de las biotecnologías para prolongar la vida.30
Para Harris, existe un imperativo moral en utilizar estas
tecnologías. En la medida en que salvar una vida está em-
parentado con prolongar esta vida, no hay diferencias que
hacer, desde un punto de vista moral, entre las tecnologías
que permiten salvar vidas y las que hacen posible la prolon-
gación de la vida.31 Arthur Kaplan, biotécnico en la Uni-
y más. Tú te crees fuerte, pero yo viviré eternamente. Tú eres solo una máquina de
sobrevivir”». (Dawkins, R.: Il était une fois nos ancêtres. Une histoire de l’ évolution,
París, L affont, 2007, p. 90).
30 Harris, J.: Enhancing Evolution: the Ethical Case for Making Better People, Prince-
ton University Press, 200 7.
31 «When we save a life, by whatever means, we simply postpone death. Since life-
saving is just death-postponing with a positive spin, it follows that life-extending
41
versity of Pennsylvania, presenta argumentos a favor de las
«enhancement technologies» en diversos artículos. Al igual
que Harris, rechaza los argumentos de quienes se oponen a
la prolongación de la vida: «Despite a lot of han-wringing
and nger-pointing, it is not obvious that wanting to live
a lot longer is evil or inmmoral. e case against trying is
not convincing».32 En la concepción liberal, la sociedad
debe aceptar una gran diversidad de lo que es la vida buena y
admitir que cada individuo tiene derecho a defender su pro-
pia concepción del desarrollo personal, incluso cuando esta
concepción es favorable a la prolongación de la vida. Para los
liberales, siempre será posible tomar medidas de regulación
para atenuar las eventuales consecuencias negativas sobre
la sociedad de tomas de decisión individuales y encontrar
soluciones racionales y ecaces para resolver las eventuales
consecuencias negativas de las tecnologías de prolongación
de la vida (superpoblación, décit de la seguridad social,
conictos intergeneracionales…).
Aunque estén dispuestos a defender la idea de una modi-
cación biotecnológica del ser humano, algunos pensadores
liberales como John Harris y Arthur Kaplan no se adhieren
por ello al movimiento utopista e hipertecnólo que repre-
senta el transhumanismo. Los pensadores transhumanistas
proponen la adhesión a un programa de modicación tec-
nocientíca del ser humano. Las defensas más argumenta-
das del transhumanismo se encuentran en los textos de los
therapies are , and must always be, li fesaving therapies and must share whatever pri-
ority lifesaving has in our morality and in our social values. So long as the life is
of acceptable quality (acceptable to the person whose life it is) we have a powerful
—and many wou ld claim overriding— moral imperative to save the life, because to
fail to do s o when we can would make us re sponsible for the resulti ng death». (Har-
ris, J.: Enhancing Evolution: The Ethical Case for Making Better People, Princeton
University Press, 200 7, p. 61).
32 Kaplan, A.: It’s not immoral to want to be immortal, http://www.msnbc.msn.com/
id/23562623/ns/health-aging/t/its-not-immoral-want-be-immortal/
42
lósofos Nick Bostrom,33 Julian Savulescu34 y James Hug-
hes.35 El transhumanismo es un movimiento que se ha de-
sarrollado durante los dos últimos decenios. Nick Bostrom,
que toma de Condorcet el concepto de perfectibilidad del
ser humano, arma que el transhumanismo debe conside-
rarse como una prolongación del humanismo de las Luces.
El objetivo transhumanista es que cada persona pueda be-
neciarse de un uso racional de las tecnologías de mejora.
Si se aplica su proyecto, los transhumanistas nos prometen
una salud mejor, una vida más larga, un intelecto mejorado,
emociones enriquecidas y, claro está, una inefable felicidad.
Su programa, que puede resumirse en el eslogan «Living
longer. Healthier, smarter and happie, es trascender las
formas actuales del ser humano. Para mejorar el ser humano
y hacerlo más feliz, son convocadas todas las tecnociencias: la
ingeniería genérica, las tecnologías de intervención en el ce-
rebro, la inteligencia articial, las nanotecnologías, así como
una tecnociencia prospectiva que el ingenio del hombre no
dejará de poner a punto en su búsqueda de perfección. Nick
Bostrom deende la idea igualitaria de un amplio acceso a
estas tecnologías. Cada individuo debería tener la libertad
de utilizar estas técnicas. Bostrom distingue libertad mor-
fológica (morphological eedom), la libertad de transformar-
se recurriendo a la tecnociencia, y libertad reproductora (re-
productive eedom), la libertad de los padres para recurrir al
diseño genético y a las técnicas de reproducción que elijan.
Para los transhumanistas, la actitud más prudente consiste
pues en abrazar el progreso tecnológico defendiendo los de-
rechos del hombre y la libertad de elegir.
33 Nick Bostrom es director del Future of Humanity Institute y profesor de filosofía
en Oxford University. La mayoría de sus artículos están disponibles en su página:
www.nickbostrom.com.
34 Julian Savu lescu es director del Oxford Uehiro Center for Practica l Ethics y profe-
sor de Filosofía y de Ética Aplic ada en la Universidad de Oxford.
35 Hughes, J.: Citizen Cyborg: why democratics societies must respond to the redesigned
human of the future, Cambridge, M.A., Westv iew Press, 2004.
43
La cuestión de la prolongación de la vida y de la inmor-
talidad constituye uno de los temas centrales de la losofía
transhumanista. Varias instituciones que gravitan alrede-
dor del transhumanismo convierten la prolongación de la
vida en su objetivo prioritario: Life Extension Foundation,
Extropy Institute, Foresight Institute, Immortality Institute,
Humanity+, Singularity Institute For Articial Intelligence,
Methuselah Foundation… «e Holy Grail of enhancement
is immortality» advierte acertadamente John Harris en su
obra Enhancing Evolution.36 La búsqueda de la inmortalidad
es la primera preocupación de los pensadores transhumanis-
tas. «Death is de big problem», arma regularmente Nick
Bostrom.37 Para Bostrom, la muerte no debe ser examinada
desde un punto de vista existencial. Se trata sencillamente
de un problema tecnológico que debe resolverse. En Letter
om Utopia, Bostrom describe las tres etapas del programa
que debe llevarse a cabo para realizar las transformación del
hombre: 1. Secure life!; 2. Upgrade cognition! 3. Elevate well-
being! La prolongación de la vida constituye, pues, el zócalo
del proceso de auto-transformación del humano.38
36 Harris J.: Enhancing Evolution: The Ethical Case for Making Better People, Prince-
ton University Press, 200 7, p. 59.
37 En un cuento fi losófico titulado The Fable of the Dragon-Tyrant, Bostrom nos ofrece
su posición moral sobre la búsqueda de la inmortalidad: «We have compelling moral
reasons to get rid of human senescence. (…) The argument is in favor of extending,
as far as possible, the human health-span. By slowing or halting the aging process,
the healthy human life span would be extended. Individua ls would be able to remain
healthy, vigorous, and productive at ages at which they would otherwise be dead».
(Bostrom, N.: «The Fable of the Dragon-Tyrant», en: Journal of Medical Ethics, vol.
31, núm. 5, 2005 , pp. 273-277; http://w ww.nickbostrom .com/fable/dragon.html)
38 The First Transformation: Secure life! Your body is a deathtrap. (…) You are lucky
to get seven decades of mobility; eight if you be fortune’s darling. That is not suf-
ficient to get sta rted in a serious way, much les s to complete the journey. Matur ity of
the soul ta kes longer. (…) You must seize the biochemica l processes in your body in
order to vanquish, by and by, ill ness and senescence. In time, you wi ll discover ways
to move your mind to more durable media. Then continue to improve the system,
so that the risk of death and disease continues to decline. Any death prior to the
heat death of the universe is premature if your life is good». (Bostrom, N.: Studies
in Ethics, Law, and Technology, vol. 2, núm. 1, 2008, pp. 1-7; http://www.nickbos-
trom.com/utopia.html)
44
Para realizar la transformación del ser humano en post-
humano, los transhumanistas contemplan dos vías distin-
tas y eventualmente complementarias, la «vía IA/singula-
ridad» y la «vía biológica».
La «vía IA/singularidad» se basa en las aportaciones
de la robótica y de la inteligencia articial para crear má-
quinas nuevas dotadas de sensibilidad y de conciencia que
podrían suceder al ser humano. En esta vía, la búsqueda de
la inmortalidad debe pasar por una transformación radi-
cal del substrato corporal. Telecargando su espíritu en una
máquina consciente (uploading) el hombre se convertirá en
inmortal. Esta tesis, digna de las novelas de ciencia-cción,
es defendida por pensadores como Ray Kurzweil.39
La «vía biológica», más creíble, cuenta con los progre-
sos de las tecnologías de lo vivo (biotecnología, genética,
nanotecnología, neurociencia…) para prolongar la vida. La
búsqueda de la inmortalidad constituye la obsesión del bió-
logo transhumanista Aubrey de Grey. Antiguo informáti-
co de la Universidad de Cambridge que se recicló en el cam-
po de la biogerontología, de Grey se ha convertido en una
especie de profeta que interviene en la Red y en los medios
de comunicación para compartir su fe en la inmortalidad
del hombre. Ha desarrollado el proyecto SENS (Strategies
for Engineered Negligible Senescence) que pretende poner
a punto una estrategia dirigida a reparar los tejidos de los
deterioros del envejecimiento para extender la esperanza de
vida. Es también el cofundador de la Methuselah Founda-
tion que convoca el Mprize (Methuselah Mouse Price), un
premio destinado a catalizar las investigaciones en bioge-
rontología recompensando a los investigadores que crean
ratones que baten récords de longevidad.40 A causa de los
39 Kurzweil, R .: The Singularity is Near, Viking Press, 2 005.
40 Los últimos galardonados con el premio son Dave Sharp por sus trabajos sobre el
efecto de la rapamicina sobre la longevidad de los ratones (Harrison, D.E.; Strong,
D.; Sharp, Z.D.; et al.: «Rapamycin fed late in life extends lifespan in genetically
45
progresos ya realizados y por venir en la comprensión y en
el dominio tecnocientíco del envejecimiento, Aubrey de
Grey estima que es razonable pensar que «el primer huma-
no que viva mil años ha nacido ya».41
El entusiasmo tecnólo de los transhumanistas es ilimi-
tado. Aun admitiendo los peligros referentes a la utiliza-
ción de las tecnologías de mejora y la necesidad moral de
identicar y prevenir los riesgos, los transhumanistas con-
sideran que las tecnologías proporcionarán incomparables
ventajas a los humanos modicados del futuro. Aceptan
la idea de que el programa transhumanista basado en la li-
bertad individual de auto-transformarse pueda algún día
desembocar en la creación de un «posthumano». Desde
este punto de vista, el progreso técnico se convierte en una
especie de dogma religioso de carácter cienticista y pro-
meteico. El transhumanismo es una utopía tecnocientíca,
una religión del progreso basado en el imperativo técnico y
la idea de la remodelación de la naturaleza y del humano.
Más allá de estas diversas concepciones losócas (bio-
conservadoras, liberales, transhumanistas) sobre la trans-
formación tecnocientíca del hombre y la prolongación de
la vida, se tiene la sensación de que será difícil renunciar a
nuevas tecnologías posibles. Es la impresión que da la lectu-
ra de testimonios de los expertos invitados a informar a los
miembros del President’s Council on Bioethics en el marco
de la preparación del informe Beyond erapy consagrado
a la medicina de mejora. La mayoría de los cientícos in-
terrogados no se interesan realmente por la posibilidad de
utilizar con nes de mejora medicamentos o tecnologías
heterogeneous mice», en: Nature, vol. 460, 2009, pp. 392-395) y Bartke, A. por
la creación de un ratón transgénico GHR.KO 11C (Grawth Hormone Receptor
Knockout) que vivió 1819 días.
41 Véase la exposición que Aubrey de Grey hizo en julio de 2005 en el marco de las
TED Conferences, http://ww w.te d.com/talks/aubrey de gre y says we can avoid ag-
ing.htm l; véase De Grey, A. ; Rae, M.: End ing aging: the Re juvenation Brea kthroughs
That Could R everse Human Aging in Our Lifetime, St. Mar tin’s Press, 20 08.
46
cuyos objetivos de partida eran terapéuticos. Pero casi to-
dos están convencidos de que su utilización para nes de
mejora es inevitable.
Volvamos un momento a García Márquez. Los per-
sonajes del escritor colombiano se asustan a menudo por
el aumento de la vulnerabilidad vinculado a la edad. Las
estrategias para afrontar el envejecimiento dieren según
cada cual. Algunos quieren suicidarse para conservar una
especie de paradójico dominio sobre el declive del cuerpo.
Así Jeremiah de Saint-Amour: «“Nunca seré viejo”. Ella lo
interpretó como un propósito heroico de luchar sin cuar-
tel contra los estragos del tiempo, pero él fue más explícito:
tenía la determinación irrevocable de quitarse la vida a los
sesenta años».42 Otros, como el doctor Juvenal Urbino, re-
curren a productos para contrarrestar los efectos de la edad
sobre el organismo: «Tomaba algo cada hora, siempre a
escondidas, porque en su larga vida de médico y maestro
fue siempre contrario a recetar paliativos para la vejez: le
era más fácil soportar los dolores ajenos que los propios».43
Esta voluntad de querer luchar contra la mayor vulnerabi-
lidad vinculada al envejecimiento está extremadamente ex-
tendida. El hombre defendió durante mucho tiempo la idea
de que «losofar es aprender a morir» porque, hasta hoy,
el envejecimiento era considerado como un proceso inevi-
table. Si la tecnología biomédica hacía posible en un futuro
más o menos cercano una ralentización de este proceso, la
actitud del hombre con respecto a la muerte evolucionaría
muy probablemente. Si medicamentos o tecnologías eca-
ces y ables que permitan prolongar la vida son puestos a
disposición, no se ve en absoluto cómo sería posible evitar
su utilización en una sociedad democrática. Tanto más
cuanto estos medicamentos o tecnologías se presentarán
42 García Márquez, G.: op. cit., p. 31.
43 García Márquez, G.: op. cit., p. 21.
47
como medios para prevenir las enfermedades vinculadas a
la edad. Aunque alguien se oponga a la utilización de esas
tecnologías de mejora, los ciudadanos encontrarán los me-
dios de evitar las prohibiciones. Como arma el escritor
ciberpunk William Gibson, «la calle encuentra su pro-
pio uso para todas las cosas».44 Medicamentos destinados
a curar las enfermedades del envejecimiento se utilizarán
«of label» para prolongar la vida. En esta hipótesis de un
inevitable paso de lo terapéutico a lo mejorativo, el hom-
bre sufrirá una modicación tecnocientíca progresiva que
afectará al cuerpo y al espíritu. La prolongación de la vida
será solo uno de los aspectos de esta mutación. Se quiera o
no, el ser humano se ha convertido en el terreno de juego de
la tecnociencia.
44 Gibson, W.: «Burning chrome», en Gibson, W.: Burning chrome, Londres, Graf-
ton Books, 1988, pp. 195-220 (citado por Den Tandt, C.: «Cyberpunk», en: Hot-
tois, G.; M issa, J.N.; Perba l, L.: Lhomme et ses préfixes, París, Vrin, 2012).
49
Vulnerabilidad: injusticias y
cuidados
María Xosé Agra Romero
Somos inmortales todos los días de nuestra vida, excepto uno.
Ramón Eder, Aforismos
INTRODUCCIÓN
En una primera aproximación, la relación entre justicia y
vulnerabilidad nos remite a los problemas y controversias
sobre la libertad, autonomía y dignidad de la persona, sobre
la vida y la muerte, que constituyen una parte importan-
te de la reexión bioética (aborto, eutanasia, enfermedad,
prolongación de la vida…). Asimismo nos puede llevar al
terreno de la justicia social y política, de la justicia distri-
butiva, en tanto ésta persigue, en buena medida, proteger a
los débiles y vulnerables, o remover las bases para que éstos
dejen de serlo, examinando de qué orden son las injusticias
y cuáles los remedios. A mayores, permeando, atravesando
ambas aproximaciones, hay que contemplar el cuidar, los
cuidados. Dicho de otro modo, importan las cuestiones del
curar/cuidar, y resuenan las aportaciones e implicaciones
del conocido debate sobre justicia y cuidado. Inicialmente,
pues, las reexiones sobre justicia y vulnerabilidad apuntan
a situaciones, más o menos transitorias o permanentes, en
las que se encuentran o pueden encontrar personas o gru-
pos, en tanto generan o son debidas a injusticias sociales y/o
estructurales.
50
Si justicia y vulnerabilidad, en las direcciones indicadas,
ya de por sí nos sitúa ante una relación compleja o compli-
cada, los enfoques desarrollados en las últimas décadas en-
torno a la discapacidad, en los que —al igual que en el alu-
dido debate Ética de la justicia/Ética del cuidado— la teoría
feminista juega un papel fundamental, la irrupción de la
cuestión de la «deciencia», de la «diversidad funcional»,
de las discapacidades físicas y mentales, además de añadir,
si cabe, un mayor grado de problematicidad, va a dar lugar
a que pase a un primer plano la vulnerabilidad humana, la
interrogación sobre dependencia/independencia/interde-
pendencia, llevándonos de las injusticias/cuidados respecto
de grupos vulnerables a la interrogación sobre la vulnerabi-
lidad humana misma, es decir, sobre la vulnerabilidad como
condición humana. En términos generales, hay que adver-
tir, en las ciencias sociales la vulnerabilidad ha ido tomando
fuerza desde los años setenta. En el debate losóco entra
más tarde y de modo más lento, aunque va cobrando cada
vez más centralidad. En el campo biomédico vemos como
aparece, asimismo, la «vulnerabilidad genética».
El paso a primer plano de la vulnerabilidad puede consta-
tarse también en los últimos tiempos, y no deja de llamar la
atención, en el vocabulario de los medios de comunicación,
e incluso acaba de estrenarse una película titulada Vulne-
rables. ¿Responde esta progresiva presencia al hecho de que
hoy somos o nos sentimos más vulnerables? En cualquier
caso, ¿cuáles son los registros en los que la vulnerabilidad
está en primera plana? Resulta bastante evidente que en un
contexto de crisis tan brutal como la que estamos «sufrien-
do», la apelación a la vulnerabilidad reenvíe a las situaciones
de serias injusticias económicas y sociales. Se trata de aludir
a los sufrimientos, desgracias, tragedias que, conviene resal-
tar, no son debidas a causas naturales, ni al azar, a la mala
suerte o a un accidente, sino a las injusticias fruto de las con-
diciones económicas y sociales actuales y, por consiguiente,
51
no valen las excusas que intentan convencer de su inevitabi-
lidad. Otro de los registros en los que la vulnerabilidad ad-
quiere visibilidad es en el de los problemas ecológicos, de los
desastres «naturales», de los riesgos medioambientales, de
la inseguridad alimentaria, epidemias…, es decir, también
en un contexto de crisis, en este caso, ecológica, sanitaria,
alimentaria. No obstante, cuando la vulnerabilidad ha sal-
tado a la primera página mediática de una forma muy paten-
te ha sido a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2002
y, por tanto, situándonos en el registro de la inseguridad en
relación con la violencia, el terrorismo y la guerra. En todos
estos registros vulnerabilidad viene a referir inseguridad,
riesgo, siendo su reverso la seguridad, pero como veremos,
no se agota aquí su signicado. En general, y en primera ins-
tancia, parece que ser vulnerable, es sinónimo o puede ser
intercambiable por víctima, volveré sobre ello. Ahora bien,
junto a la constatación de la vulnerabilidad en la primera
plana, contrasta el que algunas noticias pasen desapercibi-
das. A modo de ejemplo, la perplejidad de un comentarista
radiofónico ante la constatación de que los medios y una
buena parte del país difundían y manifestaban una gran
preocupación por Cristiano Ronaldo, que no era feliz y, sin
embargo, no se reparaba en noticias como que un anciano
mata a su hijo, enfermo mental, y se suicida delante de la
tumba de su mujer.
Basten estos preliminares para dar cuenta de que ya en
el título he pretendido recoger, justo, la idea de abordar jus-
ticia y vulnerabilidad pasando a primer plano, más allá de
la primera plana mediática, a la vulnerabilidad. Desde esta
perspectiva, así como resultaba relativamente fácil respecto
de los grupos vulnerables poner el énfasis, más que en la
justicia, en las injusticias, se me planteó un interrogante al
intentar buscar un término o términos que diesen cuenta
del reverso, de lo contrario del cuidar/cuidado, ¿cómo lo
denominamos?: ¿Descuido?, ¿desamparo?, ¿abandono?,
52
¿indefensión? Indagar en la vulnerabilidad conlleva la ne-
cesidad no solo de poder precisar los términos, los concep-
tos, sino sobre todo de profundizar en la reexión sobre
el cuidado/los cuidados, el curar/cuidar, las injusticias, la
inseguridad, la indefensión, la privación, el abandono, y sus
distintos registros. Así pues, atendiendo a lo dicho, el enfo-
que de partida para abordar la justicia y la vulnerabilidad
será pasar a primer plano la vulnerabilidad para examinar
y reexionar sobre las injusticias y los cuidados. Yendo de
la primera plana al primer plano, en lo que sigue me de-
tendré en primer lugar en la vulnerabilidad como condi-
ción; en segundo lugar, en la distribución diferencial de la
vulnerabilidad, y, pasando ahora a primer plano la justicia
en relación con los grupos vulnerables, introducir el debate
en torno a la «discapacidad» más allá del modelo médico.
Para concluir armando la necesidad de estructuras de jus-
ticia y de cuidados que respondan a la condición humana
de vulnerabilidad, a las vulnerabilidades.
VULNERABILIDAD Y HUMANIDAD: INERMES, PRECARIOS
Para los seres humanos, que no son omnipotentes, el poder solo pue-
de estribar en una de las muchas formas de la pluralidad humana,
en tanto que toda forma de singularidad humana es impotente por
denición.
H. Arendt, Algunas cuestiones de losofía moral.
La vulnerabilidad salta a primera plana, decíamos, a raíz
de la violencia de los atentados del 11 de septiembre de
2002 y posteriores. La vulnerabilidad humana tiene una
estrecha vinculación con la violencia y la guerra, no resul-
ta pues extraño que ante situaciones graves no solo entre
con fuerza en el vocabulario sino que además sea objeto
de reexión losóca en relación con las formas de la vio-
53
lencia contemporánea. En general, y como han puesto de
maniesto algunos autores, la historia de la losofía desde
Platón ignora la «vulnerabilidad humana»,1 lo que lleva a
que nos preguntemos por ello. En particular, y derivado de
prestar atención a las razones de tal ignorancia, surge la ne-
cesidad de aclarar y comprender si la vulnerabilidad es una
«condición humana» y, entonces, si la vinculación con
la violencia es inherente, constitutiva de la misma o no.
O si cabe, mejor, referirse a situaciones de vulnerabilidad.
Es preciso detenernos en dicha vinculación para explorar
y examinar los signicados y efectos de la vulnerabilidad,
las cuestiones ontológicas, éticas y políticas implicadas, en
denitiva si es una condición inherente, y de ser así, si la
vulnerabilidad puede sustraerse de su vinculación con la
violencia.
Inermes: la herida y la cura
Nacimiento, infancia, enfermedad, vejez, muerte, remiten
a la vulnerabilidad humana. En las acepciones que se reco-
gen en los diccionarios bajo la entrada «vulnerabilidad»,
ser vulnerable es ser herido, dañado, golpeado, física o mo-
ralmente.2 Ahora bien, ser vulnerable reere también a he-
rir, dañar, es decir, no solo en términos de recibir herida,
daño, sino de producirlo. En su indagación sobre las nue-
vas modalidades de la violencia contemporánea, Adriana
1 La cita de referencia obligada en este caso es: MacIntyre, A.: Animales racionales y
dependientes, Barcelona, Paidós, 2 001.
2 Así, en el Diccionario de uso del español, María Moli ner: Vulnerabilidad: cualid ad de
vulnerable.
Vulnerable: susceptible de ser herido o vulnerado, en cualquier acepción, de re-
cibir un daño o perjuicio, o de ser afectado, conmovido, convencido o vencido por
algo que s e expresa. (V.: Asequib le, Atacable, Sen sible). En el Diccionario d e la RAE :
vulnerable. (Del lat. vulnerabĭlis). 1. adj. ue pue de ser herido o recibir lesión, f ísica
o moralmente.
54
Cavarero, prosiguiendo, asumiendo la centralidad ontoló-
gica y política de la categoría de nacimiento de H. Arendt,
sostiene la existencia de una alternativa esencial, que está
inscrita en la, para ella, condición de vulnerabilidad, a sa-
ber: la herida (vulnus) y la cura. Esto es, hay dos polos en la
alternativa, ambas respuestas son posibles y el cuerpo sin-
gular se maniesta en ambas en cuanto vulnerable, expues-
to al otro, inerme. Propone pasar a primer plano la vulne-
rabilidad tomando como gura fundamental al inerme, si
bien vulnerable e inerme no son, a su juicio, sinónimos:
Vulnerable es el ser humano en cuanto cuerpo singular abier-
to a la herida. No hay sin embargo ninguna necesidad en el
vulnus que el término menciona, sino solo la potencialidad
de una herida siempre inminente y ligada a la contingencia
(…) en cuanto cuerpo, el vulnerable permanece tal mientras
vive, entregado, en cualquier momento al vulnus. La misma
potencialidad lo entrega así mismo a la cura y a la ontolo-
gía relacional que decide el sentido. Irremediablemente en-
treabierto a la herida y a la cura, el vulnerable está por com-
pleto en la tensión de esta alternativa.3
Desde esta perspectiva, vulnerable e inerme no son sinó-
nimos, con ello se quiere incidir en que la vulnerabilidad es
una condición, que vulnerable se es siempre, mientras que
inerme «solo alguna vez, según los casos y con un grado
variable de intensidad». Dicho de otro modo, la herida es
una de las posibilidades y, en tanto tal, siempre puede darse,
mas es algo contingente. Lo que se subraya es la tensión de la
alternativa que constituye el núcleo de la ontología relacio-
nal, es ésta la que decide el sentido. La ontología relacional
se contrapone a la ontología de la desvinculación. Según
3 Cavarero, A.: Horrorismo. Nombrando la violencia contemporánea, Barcelona,
Anthropos, 2009, p. 58.
55
Cavarero, la vulnerabilidad es constitutiva del ser humano,
es una condición, no una circunstancia, y como tal donde
mejor se reconoce es en la infancia, en la que vulnerabilidad
e inermidad van unidas, para ir separándose con posterio-
ridad. Señalando que aquí radica la «gran intuición» de
Hannah Arendt sobre la centralidad ontológica y política
de la categoría de nacimiento, arma:
El infante, el niño (…) anuncia ciertamente la relación como
condición humana, no solo fundamental, sino estructural-
mente necesaria. Lo que signica que, como criatura total-
mente entregada a la relación, el niño es el vulnerable por
antonomasia y constituye el paradigma primario de todo
discurso sobre la vulnerabilidad, siendo con mayor razón,
y al mismo tiempo, también el paradigma primario de todo
discurso sobre el inerme. Como sugiere la raíz etimológica,
el inerme es quien no tiene armas y, por lo tanto, no puede
ofender, matar, herir. En el uso de la lengua común, más que
esta incapacidad de ofensa, el término tiende a indicar sobre
todo a quien, atacado por otro con las armas, no tiene ar-
mas para defenderse. Indefenso y bajo el dominio del otro,
inerme es sustancialmente quien se encuentra en una con-
dición de pasividad y sufre una violencia a la que no puede
escapar ni responder. Toda la escena está desequilibrada por
una violencia unilateral. No hay ni simetría, ni paridad, ni
reciprocidad. Como en el caso ejemplar del infante, el otro
está en una posición de omnipotencia. Si bien es ejemplar, el
caso del infante tiene, sin embargo, un carácter peculiar que
lo distingue de todos los otros casos: el ser inerme del niño
no depende de las circunstancias. Dicho en otros términos,
la infancia no es una circunstancia sino una condición, o sea,
el modo esencial con que el ser humano hace su ingreso en el
mundo y lo habita por algún tiempo.4
4 Ibid., p. 59.
56
Importa reparar en que lo que es estructuralmente nece-
sario es la relación y que ésta se anuncia en el infante. La vul-
nerabilidad primaria que aparece en la escena natal no puede
ser leída únicamente en términos de exposición a la herida,
a la violencia unilateral del otro, de indefensión, pasividad,
asimetría, no reciprocidad. En dicha escena el infante es el
inerme, el que no puede defenderse ni causar daño, pero al
mismo tiempo lo muestra abierto a «una mano que cura,
nutre y acude». Así, la escena natal contrasta y se opone a
la ontología individualista, haciendo especial hincapié en
la ontología de la desvinculación de Hobbes,5 por cuanto
rechaza la dependencia y la relación en aras de mantener la
imagen de un sujeto autónomo, soberano, racional; contra,
pues, la ilusión de un yo autosuciente, omnipotente y «sus
perversos efectos políticos». Indefensión, abandono, iner-
me, vulnerable, son los nombres para una violencia unilate-
ral producida en aras de la seguridad y la omnipotencia. Sin
embargo, armar el carácter constitutivo de la condición de
vulnerabilidad implica, entre otras cosas, que la invulne-
rabilidad no viene dada por naturaleza sino que «necesita
producirse articialmente».6 Partiendo de que ser vulnera-
ble es un estatuto permanente en el ser humano, mientras
que el ser inerme reere a situaciones, a circunstancias (sal-
vando, como acabamos de citar, la infancia y en algún caso
de extrema vejez), Cavarero prosigue sus reexiones inda-
gando, justo, en los diversos tipos de circunstancias: tortu-
ra, lager, terrorismo suicida, puesto que su interés se centra
en la violencia y la crueldad contemporáneas, una violencia
5 En este sentido , Cavarero llama la atenc ión sobre la lucidez de Hobbes al de scribir la
escena nata l, tomando una cita de El ementos de derecho n atural y político: «El t ítulo
de dominio sobre un niño no procede del hecho de la generación, sino de mante-
nerlo, y por tanto en el estado de naturaleza la madre en cuyo poder está salvarlo
o destruirlo tiene derecho a ello (…) si la madre decide abandonarlo o exponerlo a
morir, cualquier hombre o mujer que encuentre al niño así abandonado tendrá el
mismo derecho que a ntes tenía la madre». Ibid., p. 47.
6 Ibid., p. 66. Cavarero se ref iere en este sentido a los lager.
57
para la que acuña la denominación de «horrorismo», argu-
mentando la necesidad de adoptar la perspectiva del iner-
me, explorando la inhumanidad, el crimen ontológico de la
singularidad humana y defendiendo así mismo la necesidad
de respuestas del lado de la cura en un escenario horrorista.
Conviene indicar algunos puntos que exigirían un es-
crutinio crítico más demorado del que puede darse en es-
tas páginas. Primero, me parece importante retener que el
reconocimiento de la condición de vulnerabilidad conlleva
suscribir una ontología relacional frente al individualismo
moderno basado en el yo soberano e independiente, que nie-
ga la relación y la dependencia, la interdependencia, y que, en
denitiva, se expresa con toda su radicalidad del lado de la
crueldad, la violencia y la guerra. Segundo, y derivado de lo
anterior, hay que plantear si, como señala Kelly Oliver, dado
que la violencia va ligada a la vulnerabilidad, de ahí se sigue
necesariamente que la violencia es constitutiva de la humani-
dad. A su juicio, la noción de vulnerabilidad, en su historia,
está inherentemente vinculada con la violencia, sin embargo
para ella es, justo, la capacidad de superar la violencia lo que,
en denitiva, dene a la humanidad y no la violencia.7 Por
último, además de tener que profundizar en el nexo entre el
reverso de la vulnerabilidad, esto es, la seguridad o, mejor,
los miedos, temores de la inseguridad y la fantasía de invul-
nerabilidad, de invencibilidad, que acompañan y derivan en
la violencia, el militarismo y la guerra, de momento quedé-
monos con que la perspectiva que aquí interesa no persigue
un análisis sobre la motivación, ni sobre la compasión, la
simpatía o cualquier otro sentimiento a desarrollar frente a
la violencia. Es suciente con retener que en la vulnerabili-
dad, como ya vimos con Cavarero, hay un polo alternativo
en la cura. Kelly Oliver, por su parte, insiste en la necesidad
7 Oliver, K.: Women as weapons of war, Nueva York, Columbia University Press,
2007, p.137.
58
de imaginar la humanidad «denida no en términos de su
poder de herir sino en términos de su poder de curar».8 En
todo caso, tras estos apuntes, poner la vulnerabilidad en pri-
mer plano nos va a conducir a prestar atención a su relación
con la(s) estructura(s) de la justicia y de los cuidados.
Precarios: vidas vivibles
De la precariedad también oímos hablar mucho últimamen-
te.9 La precarización del empleo, sobre todo, está en primera
plana. En este sentido la precariedad apunta a situaciones,
circunstancias fundamentalmente relacionadas con el traba-
jo, con el empleo, a su inestabilidad o también a la carencia
de recursos, situaciones o circunstancias que o bien se perci-
ben como transitorias, o bien como parte de una estructura
económica y social injusta. Precariedad laboral que, cada vez
más, se extiende a sectores no tradicionales, que va convir-
tiéndose en una condición estructural del capitalismo en su
fase actual, con una evidente deriva hacia la exclusión social,
uno de los nombres del abandono. En este contexto el cui-
dar, los cuidados entran de lleno en el terreno de los graves
problemas a afrontar. En general, la precariedad reere a in-
seguridad y riesgo, a vulnerabilidad, en gran medida así es
considerada por los movimientos sociales y políticos y desde
el ámbito de las ciencias sociales.10 No obstante, retomando
el hilo de la vulnerabilidad, vienen al caso las reexiones de
Judith Butler quien, como Cavarero, va a cuestionar la onto-
logía individualista, si bien desde la precariedad constitutiva,
desde la precariedad de la vida, desde la interrogación sobre
8 Ibid., p. 138 .
9 Precario, de nuevo según la acepción del Diccionario de la RAE: «De poca estabili-
dad o duración»; «ue no posee los medios o recursos suficientes» y en su última
actua lización incorpora : «Docente que ocupa un cargo prov isionalmente».
10 Sobre la vu lnerabilida d en las ciencias soci ales y en los estudio s sobre desarrollo, véa-
se: Pérez de Ar miño, K.: «Vulnerabilid ad», en: Diccionario de Acción Humanitaria
y Cooperación al Desar rollo, Hegoa. Accesible en http://dicc.hegoa.efaber.net.
59
qué vidas son vivibles y lloradas, qué pérdidas reciben due-
lo. En especial a raíz de los acontecimientos del 11-S y de la
«war on terror», Butler se interroga sobre la vulnerabilidad
y los marcos interpretativos de lo humano y lo inhumano
para llegar a proponer una ontología social de la interdepen-
dencia y una ética de la no violencia, una ética-política que se
basa en la noción de «precariedad», frente a:
la idea de un sujeto que tiene autonomía o control sobre sí
mismo que necesita protegerse a través de sus propios lími-
tes, etc. Siempre estamos un poco más allá de nuestros lími-
tes y precisamente a causa de esa vulnerabilidad necesitamos
cierto tipo de reconocimiento, ciertas estructuras de justicia,
necesitamos protección ante la violación, ante la violencia de
diversos tipos…11
Para Butler la vulnerabilidad es constitutiva y exige,
como vemos, además de reconocimiento, estructuras de
justicia y protección ante la violencia. Parte de la vulnerabi-
lidad como condición para interrogarse sobre la necesidad
de condiciones que hagan posible que una vida sea «vivi-
ble». En su aproximación, la vulnerabilidad viene al hilo de
la violencia, en Vida Precaria lo expresa así:
Hablo de violencia, de vulnerabilidad y de duelo, pero estoy
hablando de trabajar con una concepción más general de lo
humano por la cual estamos desde el comienzo entregados
al otro —entregados a un conjunto primario de otros previo
a cualquier individuación y a causa de necesidades corpora-
les: esta concepción signica que somos vulnerables frente a
todo aquel que no podemos conocer ni juzgar por ser dema-
siado jóvenes y, por ende, más expuestos a la violencia; pero
11 Soley-Beltran, P.; Preciado, B.: «Abrir posibilidades. Una conversación con Judith
Butler», en: Lectora, núm. 13, 20 07, p. 232.
60
también estamos expuestos a otra escala de contactos que va
de la eliminación de nuestro ser al sostén físico de nuestras
vidas.12
Butler remite a la escena natal, primaria, armando que
la vulnerabilidad surge con la vida y que la fuente de la vul-
nerabilidad precede a la formación del «yo», la presenta así:
Se trata de una condición —una condición de despojo inicial
que no podemos discutir porque sería necio hacerlo, cuando
no peligroso. Con esto no quiero sugerir que las necesida-
des de un recién nacido estén siempre aseguradas. Está claro
que no es así, y que para muchos esta escena primaria es una
escena de abandono, de violencia o de hambre, que sus cuer-
pos están abandonados a la nada, a la violencia o a la falta de
sustento.
Sin embargo, no podemos comprender la vulnerabilidad
como privación sin entender qué necesidad permanece in-
satisfecha. Tales infantes tienen que llegar a percibirse como
abandonados a la nada o a un sustento insuciente, o entre-
gados al abandono. Sería difícil si no imposible comprender
el modo como los humanos sufren una opresión sin percibir
cómo se explota y puede explicarse esta condición primaria,
cómo se frustra y se reprime. Esta condición de vulnerabili-
dad original, de depender del contacto con el otro, incluso
si no hay allí ningún otro ni ningún sustento para nuestras
vidas, signica un desamparo y necesidad original por el que
la sociedad debe responder. La vida se cuida y se mantiene
diferencialmente, y existen formas radicalmente diferentes
de distribución de la vulnerabilidad física del hombre a lo
largo del planeta.13
12 Butler, J.: Vida Prec aria. El pode r del duelo y la vi olencia, Ba rcelona, Paidós, 20 06, p.
57.
13 Ibid., p. 57-58.
61
Vulnerabilidad original que en el contexto de reexión
de Butler en «Violencia, duelo y política»,14 reere a que
hay unas vidas que son «altamente protegidas» mientras
que otras vidas no valen la pena, no cuentan, no son llora-
das, de ahí el que insista en la distribución diferencial de
la vulnerabilidad física. Tal reparto diferencial descansa
en nociones normativas de lo humano, «de lo que debe ser
un cuerpo humano» y, por tanto, al trazar los contornos
culturales de lo humano, se deshumanizan, se excluyen
cuerpos y vidas. A propósito de esta noción normativa de
lo que debe ser un cuerpo humano alude a «la morfología
y la capacidad normativa que condena o borra a personas
físicamente discapacitadas», sin embargo no se centra en
ello sino que viene al caso, al igual que el género, la sexua-
lidad o la raza, de una concepción restrictiva de lo humano
que comporta violencia. La distribución diferencial de la
vulnerabilidad física depende, según Butler, de normas de
reconocimiento existentes y variables. No voy a detenerme
en su propuesta de una insurrección ontológica, de una on-
tología corporal, ni en su lectura de la «lucha por el reco-
nocimient, por más que sean importantes a la hora de
examinar su concepción de la vulnerabilidad. De momento
me interesa que se repare en que la vulnerabilidad aparece
bajo el prisma de la violencia y, en este sentido, Butler viene
a situar la vulnerabilidad del lado del sobrevivir y a abogar
por formas y vínculos de protección de la vida, por lazos
relacionales que rompan con el círculo de la violencia.15 No
14 Cap. 2, Vida precaria, op. cit., pp. 45-78.
15 Así a firma: «Lo que premat ura o tardíamente se d enomina “yo” se encuentra, des de
el inicio, cautivo, aunque más no sea de la violencia, del abandono o de un meca-
nismo. Sin duda, en ese punto parece mejor estar sujeto a la pobreza o al abuso que
no estar sujeto a nada, perdiendo de este modo la propia condición de ser. En esto
consiste el lazo de protección radicalmente inadecuado, esto es, cuando del vínculo
crucial para sobrevivir se da en relación con personas y condiciones instituciona-
les que bien pueden ser violentas, empobrecedoras e inadecuadas. Un infante que
carece de vínculos está amenazado de muerte, pero bajo ciertas condiciones, aun
contando con este v ínculo, corre idéntico peligro de no sobrevivir». Ibid., p.73.
62
obstante, en Vida Precaria, vulnerabilidad y precariedad,
de acuerdo con Fuster,16 parecen ser sinónimos. En Marcos
de guerra matiza más y diferencia entre «precariedad» y
«precaridad»,17 entre la condición existencial y la noción
«más especícamente política». La precariedad es una
condición compartida y la precaridad una condición polí-
ticamente inducida que responde a una asignación diferen-
cial. Así:
Más allá y en contra de un concepto existencial de nitud,
que singulariza nuestra relación con la muerte y con la vida,
la precariedad subraya nuestra radical sustituibilidad y nues-
tro anonimato con relación tanto a ciertos modos socialmen-
te facilitadores de morir y de muerte como a otros modos so-
cialmente condicionados de persistir y prosperar. No es que
primero nazcamos y luego nos volvamos precarios, sino, más
bien, que la precariedad es coincidente con el nacimiento
como tal (el nacimiento es, por denición, precario), lo que
signica que importa el hecho de que un niño pequeño vaya
a sobrevivir o no, y que su supervivencia depende de lo que
podríamos llamar una «red social de manos». Precisamente
porque un ser vivo puede morir es necesario cuidar de ese ser
a n de que pueda vivir.18
Para nuestra autora, la condición de precariedad es una
condición generalizada que más que remitir a fragilidad o
nitud, responde a las dimensiones irreductibles del carác-
ter social y dependiente, de ahí que el valor de la vida esté
16 Fuster, À. L.: «A pesar del t ítulo de su libro, Vida Precaria, Butler reduce el concep -
to de precariedad a un sinónimo poco problemático del concepto de vulnerabili-
dad», «¿ué has vi sto, mon amour? Fragmentos sobre violencia», en: Molas Font,
M.D. (ed.): De las m ujeres, el poder y l a guerra, Barce lona, Icaria, 2012 , pp. 163-164.
17 Según la traducción de Bernardo Moreno: «precarity»/«precaridad» y «preca-
riousness»/ «precariedad», Butler, J.: Marcos de guerra. Las vidas lloradas, Barce-
lona, Paidós , 2010. Véase N. del t., p. 14.
18 Ibid., p. 32 , cursiva n.
63
en relación con aquellas condiciones en las que la pérdida
puede ser llorada, de modo que el presupuesto para toda
vida que importe descansa en la capacidad de ser llorado.
Dada esta condición generalizada, la precariedad exige
pensar en términos de igualdad, de patrones igualitarios
para que una vida sea «vivible». Con otras palabras, no
es «simplemente un rasgo de esta o esa vida» ni tampoco
de la «vida como tal», sino que la idea de precariedad re-
ere a las condiciones sociales de vida y a la dependencia
de redes sociales, entendiendo «la vida como algo que exi-
ge unas condiciones para llegar a ser una vida “vivible” y,
sobre todo, para convertirse en digna de ser llorada».19 A
partir de la base de esta condición generalizada surgen las
obligaciones sociales positivas de minimizar la precariedad
y su distribución diferencial, desigual, demandando apoyos
básicos.20 La obligación de conservar la vida, entonces, no
viene dada sin más como un impulso, emana del hecho de
que somos «seres sociales desde el principio, dependientes
de lo que está fuera de nosotros, de los demás, de institu-
ciones y de entornos sostenidos y sostenibles, por lo que,
en este sentido, somos precarios». La vulnerabilidad, en este
sentido, adquiere carácter social, no es algo contingente, ni
una disposición subjetiva, Butler la vincula con la precarie-
dad como condición generalizada, compartida, así:
La vida precaria implica una vida como proceso condicionado
y no como el rasgo interno de un individuo monádico o de
cualquier otro constructo antropocéntrico. Nuestras obliga-
ciones son tales, precisamente, para con las condiciones que
hacen posible la vida, no para con la «vida en sí»: mejor di-
cho, nuestras obligaciones surgen de la idea de que no puede
19 Ibid., p. 4 2.
20 Según Butler: «a saber: la comida, el cobijo, el trabajo, la atención sanita ria, la edu-
cación, el derecho a la movilidad y a la expresión, y la protección contra los daños y
contra la opresión». Ibid., p. 41.
64
haber una vida sostenida sin esas condiciones sostenedoras y de
que esas condiciones son, a la vez, una responsabilidad política
nuestra y la materia de nuestras decisiones éticas más arduas.21
Somos precarios, las vidas son precarias, en el sentido
en que precariedad y precaridad van de la mano, intersec-
cionan. Si la precariedad implica que no hay forma, más
que alimentando la fantasía, de erradicarla; la precaridad,
en tanto políticamente inducida reere a la vulnerabilidad
diferencial, a su distribución desigual, es decir, a la carencia
de redes sociales y económicas, de falta de apoyos, que hace
que unas poblaciones estén más expuestas «a los daños, la
violencia y la muerte».22 De ahí que más que erradicarla, lo
que es necesario, lo que impone obligaciones éticas y políti-
cas, es protegerla.
En resumen, y sin adentrarnos en la complejidad de su
pensamiento, Butler, como antes veíamos con Cavarero,
está cuestionando la ontología del individualismo y sus ilu-
siones de un yo autosuciente, invulnerable. Vulnerabili-
dad reere, aunque con matices importantes en ambas, a
nuestra dependencia radical, a una existencia, a una onto-
logía relacional.23 Expuestos o entregados al otro, inermes,
precarios, vulnerables.24 En denitiva poner en primer pla-
21 Ibid., p. 43.
22 Ibid., p. 46. En «Capacidad de supervivencia, vulnerabilidad, afecto», cap. 2 de
Marcos de gu erra, op. cit, continua esta preocupa ción por el sobrevivir, por la muer te
y la violencia , como fundamental.
23 Sobre las concepc iones de A. Cavarero y J. Butler pue de verse Bernini, L .; Guaraldo ,
O. (a cura di): Differenza e relazione. L’ontologie dell’umano nel pensiero di Judith
Butler e Adriana Cava rero, Verona , Ombre corte, 2009.
24 Antonio Mad rid desarrolla u na concepción de la vulne rabilidad como ras go esencial
de la condición humana vinculada con el sufrimiento, incidiendo en el lado de la
herida, del daño, sosteniendo que hay unos sufrimientos que cuentan y otros no, es
decir, el suf rimiento es socia l y relacional, por ta nto, reclamando atenc ión y reflexión
sobre la desigual distribución del sufrimiento. Desborda nuestros objetivos el poner
en relación su v isión de la vulnerabi lidad y el sufr imiento con la de Cavarero y Butle r,
apenas indicar que, además de defender la inevitabilidad de que la política aborde el
sufrimiento, resulta muy interesante su visión del derecho en relación con el sufri-
miento. Véase, La p olítica y la justic ia del sufrimi ento, Madrid, M ínima Trotta, 2010.
65
no la vulnerabilidad conduce a pensar, desde bases iguali-
tarias, la cura, los cuidados, y la justicia, y en consecuencia,
a poner ahora en primer plano la justicia social y política y
los cuidados.
VULNERABILIDADES: JUSTICIA Y CUIDADOS
No puedo negar que yo misma seré una persona mayor, pero eso sig-
nica mi muerte; por lo tanto, aparto mi mirada de la persona ma-
yor, o la trato como a una niña, y quiero alejarme de su presencia
lo antes posible. Mi relación con la gente discapacitada tiene una
estructura similar. La única diferencia entre yo misma y la persona
que está en una silla de ruedas es mi buena suerte. El encuentro
con la persona discapacitada produce otra vez la ambigüedad de
reconocer que la persona a la que proyecto como tan diferente, tan
otra, es sin embargo como yo.
I.M. Young, Justicia y política de la diferencia.
Poner en primer plano la vulnerabilidad supone reconocer
lo común y nos permite abordar ahora su distribución di-
ferencial, esto es, la cuestión de las vulnerabilidades, de los
grupos vulnerables, de la justicia. Tal vez, en este sentido,
sea más pertinente hablar de «vulnerables» y «vulnera-
bilidades» para dar cuenta de que a lo que nos referimos
es al ser vulnerable a (la opresión, marginación…), es de-
cir, a aquello de lo que se ocupan las teorías de la justicia
social y política. Nos situamos, pues, en un terreno en el
que, en una primera aproximación, podemos entender que
ser vulnerables implica ser víctimas de injusticias. Ahora
bien, esto no signica que ser vulnerable y ser víctima sean
sinónimos, como bien indica Judith Shklar.25 Desde esta
25 J. Shklar defiende la necesidad de colocar en primer lugar la crueldad, en este con-
texto afirma que «el ser víctimas es una cosa que nos ocurre, no es una cualidad» y
refiriéndose a la crueldad con seres indefensos como niños y animales hace alusión
66
perspectiva, es pertinente advertir que ser víctimas no es
una cualidad, es algo que puede ocurrir a cualquiera y que,
partiendo de la vulnerabilidad primaria, común, haya que
atender a situaciones, posiciones, procesos, estructuras, a
vulnerabilidades, a personas y grupos vulnerables. Herida,
daño, sufrimiento, dolor, crueldad, abandono, indefensión
suelen ser fruto de injusticias y, por tanto, caerían del polo
que vincula vulnerabilidad con violencia, pero en el otro
polo, el de la cura o, mejor, en el de los cuidados, podemos
encontramos también con «víctimas» y con violencia,
lo cual exige una rearticulación de justicia y cuidado bajo
el prisma de la distribución desigual de la vulnerabilidad.
Dicho de otro modo, y como han puesto de relieve diver-
sas autoras, el cuidado, los cuidados, pueden ser fuente de
opresión y de injusticias.
No cabe duda de que, como señaló S. Benhabib, la obra
de C. Gilligan In a Dierent Voice (1982)26 marca el punto
decisivo en torno a las relaciones entre feminismo y teoría
moral, abriendo una línea de discusión importante sobre
las tesis morales y políticas del liberalismo, para comple-
mentarse con una crítica más radical de las categorías bá-
sicas, de su conceptualización y práctica: la concepción del
yo, la fórmula contractual, la distinción público-privado,
las dicotomías razón/sentimiento, reproducción/produc-
ción y distribución, justicia y vida buena. Traer a colación
el debate Ética de la justicia/Ética del cuidado viene al caso
en tanto se pone en cuestión, desde la teoría feminista, el
énfasis casi exclusivo en la justicia y en los derechos, en la
autonomía individual asociada al predominio masculino,
a un yo narcisista, soberano, racional y, en consecuencia,
a la vul nerabilidad en rela ción con la infancia: «el hec ho de que todos fuimos ni ños
un día y recordamos nuestra vulnerabilidad», «Primero la crueldad» en Vicios or-
dinarios, Méx ico, F.C.E ., 1990, p. 36 y 47.
26 Benhabib, S.: «Una revisión del debate sobre las mujeres y la teoría moral», en:
Isegoría, núm . 6, 1992, pp. 37-64.
67
demandando una necesaria reconceptualización de la sub-
jetividad, poniendo el énfasis en la vulnerabilidad y la in-
terdependencia humana.27 Los ecos del debate se dejan sen-
tir, pero sobre todo conviene retener que en buena medida
a éste se debe un replanteamiento de la oposición justicia/
cuidado que conduce a una reconsideración de ambos y a
su articulación con la vulnerabilidad y las vulnerabilidades.
Dicho de otra forma, las cuestiones de justicia y cuidado
ni son opuestas ni tampoco simplemente complementarias.
En la preocupación losóca, ética y política entorno
a la vulnerabilidad, y también en el ámbito de las ciencias
sociales, la losofía feminista ha jugado un papel funda-
mental en la medida en que emprende una interrogación
crítica y somete a escrutinio las premisas y presupuestos,
las visiones de la tradición losóca para dar cuenta de los
mecanismos y conceptualizaciones de la exclusión, inferio-
rización, minorización de las mujeres y de sus experiencias;
contribuyendo decisivamente a poner el foco sobre el esen-
cialismo, la naturalización, las diferencias y desigualdades
derivadas de una comprensión masculina de lo humano,
del individuo y ciudadano normal, que las oculta, invisi-
biliza, estigmatiza, excluye, imponiendo patrones norma-
tivos y normalizadores. Persiguiendo una mejor fundada y
argumentada investigación losóca, el feminismo losó-
co abre y transforma los debates, muy en particular y por
lo que aquí nos concierne, en el ámbito de las teorías de la
27 Eva Feder Kittay, sinte tiza así los valores y prá cticas asoci ados a una ética del cu idado:
prestar atención a otros; atención al contexto; la concreta especificidad de los ind ivi-
duos; sensibi lidad a las necesid ades del otro; énfasi s en la vulnerabil idad y dependen-
cia humana ; y una comprensión relaciona l del yo. En «T he Global Heart Transpl ant
and Caring across National Boundaries», en: The Southern Journal of Philosophy,
vol. XLVI, 2008, p. 155. Introduce en este texto también una distinción pertinen-
te entre «trabajo de dependencia» y «responsabilidades de dependencia», p. 139 y
nota 6, p. 161. Kittay exa mina los retos de una ét ica pública del cuidad o atendiendo a
«la cadena g lobal del cuidado», segú n la denominación de A. Hochschild. Para una
visión de las diferentes dimensiones de «care», véase, Arnlaug Leira, A.; Saraceno,
C.: «Care: actors, relationships and contexts», en: Hobson, B.; Lewis, J.; Siim, B.:
Contested Concepts in Ge nder and Social Politics, Edwa rd Elgar, 2002 , pp. 55-83.
68
justicia, adquiriendo un papel prominente a la hora de to-
mar en serio la reexión losóca, ética y política entorno
a la discapacidad.28 Dado que de lo que se trata ahora es de
pasar a primer plano la justicia nos aproximaremos a ella de
la mano de dos autoras destacadas en el debate contempo-
ráneo como son I.M. Young y M. Nussbaum.
Distribución diferencial de la vulnerabilidad: grupos vulnerables, norma-
lidad e injusticias
Si en lo que hemos venido insistiendo es en que vulnerabi-
lidad no es sin más sinónimo de precario, ni de víctima, y a
los efectos que en este contexto importa, tampoco se debe
colapsar desgracia e injusticia; como apunta J. Shklar, las
víctimas de las injusticias no aceptan excusas que apelan a
la «inevitabilidad» o a la «necesidad»; la cuestión que
está implicada es si podemos hacer una clara demarcación
entre desgracia, accidente, mala suerte e injusticia.29 La de-
marcación no es fácil y es objeto de lucha social y políti-
ca; distinguir entre mala suerte o infortunio inmerecido e
injusticia es fundamental, no solo porque hay variaciones
históricas en su percepción,30 sino sobre todo porque las
injusticias remiten a las personas vulnerables en términos
de opresión, dominación, explotación, exclusión, margi-
nación, privación, que derivan de condiciones y procesos
socio-estructurales, colocando a ciertas personas y grupos
de personas en posiciones de ser vulnerables a, dando lugar
28 A. MacIntyre destaca la contribución de la f ilosofía feminista sobre la di scapacidad
en Animales, op. cit., p. 17. Para una buena síntesis, Silvers, A.: «Feminist Perspec-
tives on Disabi lity», en: Stanford Encyclopedia of Philosophy, 2009 [on line].
29 Shklar, J.: Los rostros de la injusticia, Barcelona, Herder, 2010, p. 30. Sobre las teo-
rías del igualitarismo de la suerte y sus críticas, véase, Young, I.M.: «De la respon-
sabilid ad personal a la respon sabilidad pol ítica», en: Responsabil idad por la justic ia,
Madrid , Morata, 2011, pp. 27-60.
30 Como bien observa Shkla r, algunas desg racias del pasado hoy se consideran injusti-
cias, así: «Ser mujer una vez fue una desventura y ahora es una injusticia». Ibid., p.
118. Otro ejemplo son las hambrunas .
69
a que ciertas vulnerabilidades sean objeto de injusticias.
De acuerdo con Young, con bastante frecuencia cuando se
habla de injusticias sociales más bien hay que hablar de in-
justicias estructurales, en tanto que generadas por procesos
sociales que «sitúan a grandes grupos de personas bajo la
amenaza sistemática del abuso o de la privación de los me-
dios necesarios para desarrollar y ejercitar sus capacidades,
al mismo tiempo que estos procesos capacitan a otros para
abusar o tener un amplio espectro de oportunidades para
desarrollar y ejercitar capacidades a su alcance», por ello
se reere a la «injusticia estructural» como «un tipo de
agravio moral distinto de la acción agravante de un agente
individual o de las políticas represivas de un Estado. La in-
justicia estructural ocurre como consecuencia de muchos
individuos e instituciones que actúan para perseguir sus
metas e intereses particulares, casi siempre dentro de los
límites de normas y leyes aceptadas».31
A pesar de reconocer cierto grado de dicultad a la hora
de denir la noción de estructura, no abandona la noción
de estructura social, incidiendo más en los procesos socio-
estructurales con el objetivo de contemplar la importancia
de la acción y sus consecuencias no intencionadas, de dar
cabida a la responsabilidad individual y, ante todo, escapar
del determinismo de lo dado y abrir posibilidades de trans-
formación social. Aunque muy crítica con la teoría de la
justicia de J. Rawls, sin embargo de su argumentación in-
teresa destacar que, siguiéndolo en esto críticamente, con-
sidera que la estructura básica de la sociedad es el objeto
primario de la justicia,32 en cuanto supone el conjunto de
condiciones de origen social que posicionan a un gran nú-
mero de personas en lugares similares, en tanto condiciones
31 Responsabilidad, op. cit., p. 69.
32 Véanse sus últimos escritos, en particular «La estructura como objeto primario de
la justicia» en ibid., pp. 61-88.
70
de vida y acción, de desarrollo y ejercicio de las capacidades
de las personas que se ven capacitadas o limitadas por otras
sin reciprocidad, de forma que unas están en posiciones
aventajadas, privilegiadas y otras menos aventajadas; la ma-
yoría de las encuadradas en estas últimas sufren privación
o dominación, desigualdades estructurales, es decir, in-
justicias. Desde esta perspectiva, entonces, hay grupos es-
tructuralmente desaventajados que son los vulnerables. De
estas vulnerabilidades y limitaciones, de los ejes que con-
dicionan que unos grupos de personas estén posicionados
como privilegiados y otros como desaventajados —debido
a la organización social del trabajo, a la normalización— es
de lo que tiene que ocuparse la justicia social y política. Esos
grupos en posición desaventajada sufren injusticias, fruto
de una desigualdad estructural, desigualdad que no es re-
ductible a atributos personales, sea el caso del género, del
de la discapacidad, o ambos, por señalar dos de los ejes de
las injusticias estructurales. En términos de justicia social,
Young sostiene que la discapacidad no ha de situarse en los
atributos de las personas, más bien hay que comenzar por
las estructuras y las barreras estructurales, lo que la lleva,
además de a prestar atención a la discapacidad, a conside-
rarla no como algo excepcional sino como paradigmática de
la injusticia estructural.33 A través de procesos normativiza-
dores, normalizadores, de normas y leyes, de instituciones
públicas y procesos sociales se sustenta y sitúa la discapaci-
dad en los atributos individuales de las personas, cuando el
problema no está ahí sino en «el desencaje entre los atribu-
tos de ciertas personas y las estructuras, prácticas, normas y
estándares estéticos que dominan en la sociedad».34
33 Young, I.M.: «Structural Injustice and the Politics of Difference», en: Appiah,
K.A .; Benhabib, S.; Young, I .M.; Fraser, N.: Justice, Governance, Cosmopolitanism,
and the Politics of Difference. Reconfigurations in a transnational world. Distin-
guished W.E.B. Du B ois Lectures 20 04/2005, Berlín, 20 07, p. 85.
34 Ibid., p. 86.
71
Martha Nussbaum, decíamos, es otra de las teóricas
que se ocupa de la justicia social y política en la senda de J.
Rawls, en parte muy próxima a su concepción pero igual-
mente muy crítica en cuestiones importantes, tal es el caso
de su visión de la dignidad humana y del «ciudadano nor-
mal» que se desmarca del contractualismo y de su imagen
de la sociedad, en aras de una visión aristotélica de la digni-
dad y de la defensa de un liberalismo político inserto en la
corriente de las capacidades. Los seres humanos, para esta
autora, somos seres vulnerables y limitados, capaces y ne-
cesitados, con diferenciales de capacidades y necesidades.
Partiendo de aquí, avanzará una «psicología política» y
propondrá cambios en la estructura teórica de la justicia.
Precisamente porque no somos omnipotentes, ni autosu-
cientes, ni invulnerables, dice, necesitamos reconocer la
propia humanidad y leyes que nos protejan de nuestra vul-
nerabilidad a daños y perjuicios, acordes con el reconoci-
miento de la «igual dignidad de cada individuo y las vulne-
rabilidades inherentes a una humanidad común».35 Desde
esta perspectiva analiza dos emociones, la vergüenza y la
repugnancia, pues, a su juicio, ocupan un lugar destacado
en la vida diaria y en el derecho, para explorar la humilla-
ción y la estigmatización social que acompaña a grupos que
sufren exclusión. En este contexto reclama atención sobre
las personas discapacitadas, y arma:
Un discapacitado no existe simplemente «por naturaleza»,
si esto signica independientemente de la acción humana.
Podríamos decir que un impedimento en algún área o áreas
de la función humana puede existir sin la intervención hu-
mana, pero solo se convierte en discapacidad cuando la socie-
dad lo considera de cierta manera. Los seres humanos son, en
general, discapacitados: mortales, cortos de vista, de piernas
35 Nussbaum, M.C.: El ocultamiento de lo hu mano, Buenos Aires, K atz, 2006, p. 31.
72
débiles, con serios problemas de espalda y cuello, escasos de
memoria, etc. Pero cuando una mayoría (o el grupo más po-
deroso) tiene tales discapacidades la sociedad se adapta para
atender a ellas.36
Tal vez, una primera lectura del texto, podríamos con-
venir, nos lleva a pensar que, en efecto, todos somos dis-
capacitados en el sentido en que todos somos vulnerables
y que todos tenemos algunas incapacidades. Ahora bien,
la pregunta es ¿todos vulnerables, todos discapacitados?,
la ecuación ni es tan simple, ni viene dada por naturale-
za. La discapacidad, para Nussbaum también, se sitúa en
términos sociales, de grupos mayoritarios o minoritarios,
más poderosos o menos poderosos, no de atributos indivi-
duales, poniendo en cuestión la «normalidad»: «Al de-
nir a cierto tipo de personas como completas y buenas,
y rodearse de ellas, los normales se sienten reconfortados
y tienen la ilusión de la seguridad. La idea de la normali-
dad es como un útero sustitutivo, que anula estímulos in-
trusos del mundo de la diferencia».37 Ilusión de seguridad,
de control, y ocultamiento de lo humano se parapetan en
lo «normal» produciendo al mismo tiempo la estigmati-
zación de algunos grupos de personas. Si en Young la ca-
tegoría de «abyecto», basándose en J. Kristeva, da cuenta
de la contrucción del par normalidad/discapacidad, de los
estereotipos y la estigmatización, Nussbaum siguiendo a
Gomann, sostiene que las normas sociales de lo normal,
lejos de referir a las debilidades del hombre medio, ree-
ren a una noción «completamente normativa» y a «una
especie de perfección o invulnerabilidad sustituta», cuya
contrapartida, el estigma, opera deshumanizando a las víc-
timas. Las personas con discapacidades físicas y mentales
36 Ibid., p. 350.
37 Ibid., p. 256.
73
son, arma, el grupo social que más ha sufrido la estigma-
tización. Esta cción de normalidad —y las subsecuentes
de seguridad, control, invulnerabilidad— es la que, a su
juicio, está inuyendo en las teorías de la justicia social,
lo que la lleva a ponerla bajo examen crítico, a demandar
un cambio de imagen de la sociedad y de la ciudadanía, a
cambios en la estructura teórica que rompan con las fron-
teras tradicionales de la justicia social, en particular la de
normal/discapacitado, adecuados al reconocimiento de la
humanidad y de las vulnerabilidades inherentes a ella. Tal
reconocimiento, entonces, emana de la exigencia de asumir
la vulnerabilidad en tanto que seres contingentes y morta-
les, limitados, dotados de «frágiles cuerpos animales»38 y,
a la hora de crear instituciones para la vida común, admitir
que «somos niños y que en muchos sentidos no controla-
mos el mundo»;39 además de sustraerse de fantasías y c-
ciones que alimenten la idea de que, con medios cientícos
y técnicos, podremos eliminar la enfermedad y la muerte.
Nussbaum aboga por «una imagen más compleja de un ser
tanto capaz como necesitado, que pasa de la indefensión a
la “interdependencia mutua” y, a menudo, desgraciadamen-
te, nuevamente a la indefensión».40
Así pues, en tanto que capaces y limitados, con capacida-
des y necesidades diferenciales, la exclusión y las injusticias
no derivan de la naturaleza, no somos todos discapacitados,
tenemos que reconocer nuestras incapacidades y limitacio-
38 Es preciso apuntar que Nussbaum entiende que hay un continuo animal-humano,
de ahí que incida en la necesidad de romper con esta otra frontera de la justicia.
39 Ibid., p. 30 .
40 Ibid., p. 357. Nussbaum, conviene indicar, dedica una importante reflexión a la es-
cena natal de la mano de Lucrecio, Freud y la teoría de las relaciones objetales, en la
que no podemos detenernos y comparar con las de Cavarero y Butler. No obstante
es importante señalar que considera que el recién nacido, el niño pequeño, no está
únicamente indefenso, pues «desde el comienzo existen agentes en el medio que
atienden sus nec esidades, sum inistrándole aquel lo que no puede adquiri r por sí mis-
mo. (…): comodidad, al imento, protección», véase en esp. «L a vergüenza prim itiva,
el narcisismo y la “Edad de oro”», ibid., pp. 210-223.
74
nes, que somos seres dependientes, interdependientes, y
en este sentido la «discapacidad» no es una característica
esencial o constitutiva del ser humano sino que reere a vul-
nerabilidades, a grupos vulnerables y a injusticias sociales, a
necesidades y cuidados, a cómo ciertas limitaciones o impe-
dimentos se convierten en «discapacidad». Esto es, hay una
distribución desigual, diferencial de la vulnerabilidad, de lo
humano. La vinculación, la relación entre justicia y vulnera-
bilidad, pasando a primer plano la justicia, requiere que no se
nieguen, que no se pretendan trascender o se intenten elimi-
nar los límites corporales, la contingencia, la mortalidad.41
De la mano de Young y de Nussbaum, al pasar la jus-
ticia a primer plano vemos como, salvando las diferencias
teóricas entre ambas y sin entrar en ellas, reenvían a la vul-
nerabilidad común y a las vulnerabilidades a su necesaria
articulación con estructuras y procesos sociales, leyes y
normas, instituciones públicas, que respondan a unas con-
diciones sociales sustentadoras de una vida digna y vivible,
a la interrelación justicia y cuidados. ue ambas hayan he-
cho contribuciones importantes a la justicia como teóricas
feministas y pongan así mismo el foco en la discapacidad,
no ha de pasarse por alto, en este sentido es bien signica-
tivo y nos permite comprender la desigual distribución de
la vulnerabilidad, la vinculación entre justicia, vulnerabili-
41 Así, creo, hay que entender a Rosamarie Garland-Thomson cuando afirma, en uno
de los textos pioneros sobre la teoría feminista de la discapacidad: «I would argue
that disability is perhaps the essential caracteristic of being human», sin embargo
en lo que realmente insiste es en el carácter dinámico del cuerpo que está interac-
tuando constantemente con la historia y el medioambiente, de ahí que no haya que
negar o tra scender los límites cor porales sino, jug ando un importante p apel la teoría
feminista de la discapacidad , acomodarlas individual y colectivamente. Se entiende
mejor también a la luz de su afirmación, unas páginas antes, de que los estudios
feministas sobre la discapacidad se refieren a nuestra comprensión de qué es lo
humano, no solo a las mujeres con discapacidades: «disability is the most human
of experiences, touching every family and —if we live long enough— touching us
all». «Integrating disability, transforming feminist theory» en: Hall, K.Q. (ed.):
Feminist Disability Studies, Blooming ton & Indianapol is, Indiana Uni versity Press,
2011, pp. 34 y 17 respectivamente.
75
dad y vulnerabilidades, así como sus distintos ejes e inter-
secciones. uizás también nos ayude a comprender mejor
por qué Mª Rita Iglesias, miembro del Foro Vida Indepen-
diente, activista de la diversidad funcional, tras señalar que
en el año 2006 se establece la Convención Internacional de
los Derechos de las Personas con Discapacidad, ironice y
se pregunte: «¿en qué parte del universo de los derechos hu-
manos reconocibles en 1948 no encajamos hasta 2006?», ar-
mando que «Discapacidad remite al mundo en el que se
nos mide y pesa en función de rendimientos competitivos,
esos que sí sirvieron para situarnos casi como subespecie».42
Detengámonos, aunque sea brevemente, en las injusticias y
en los cuidados, en la articulación de justicia y vulnerabili-
dad, respecto de la discapacidad, ampliando el alcance de
las cuestiones éticas y políticas, y de las bioéticas.43
Discapacidad: justicia y cuidados
Como decía, y no por casualidad, la teoría feminista ha pro-
porcionado un impulso importante, aportando herramien-
tas teóricas y propiciando debates, para poner la discapacidad
en la agenda de los problemas losócos, éticos y políticos,
propiciado en parte por los paralelismos entre la opresión
de las mujeres y la de las personas discapacitadas, ambas se-
gregadas a las esferas privada y médica, y en parte también
por la reexión sobre el cuidado y la dependencia, sobre el
42 Mª Rita Iglesias, en un entrevista en el periódico digita l prazapública.com en octu-
bre de 2012. En su caso, estamos ante una poliomielítica, debido a una vacuna en
mal esta do que se suministró en 1960 a cientos de niños y ni ñas. Cursiva n.
43 Vehmas, S.; Kristiansen, K.; Shakespeare, T. (eds.): Arguing about disability. Philo-
sophical perspectives, en su Int roducción: «The inavoida ble alliance o f disabilit y stu-
dies and philosophy», indican que la mayor parte de la literatura filosófica sobre la
discapa cidad es sobre ética y especialmente sobre bio ética, subrayando que, a su vez,
el tratam iento bioético de la discap acidad se ha centrado en el «m atar» (killing), to-
mando la discapacidad como un factor que puede justificar la permisibilidad moral
de la muerte ac tiva o pasiva de gente con deficie ncias o para prevenir la e xistencia de
tales personas. Londres, Nueva York, Routledge, 20 09, pp. 7-8 .
76
trabajo y las responsabilidades del cuidado de personas con
discapacidades, esto es, sobre la atribución «normal», «na-
tural» del cuidar a las mujeres. Así mismo hay que destacar
el debate que se va a producir entre las propias aproximacio-
nes feministas entorno a la invisibilización y opresión de las
mujeres con discapacidades. Con otras palabras, en tanto la
discapacidad también tiene género y una historia atravesada
por él, no ha de privilegiarse, todo lo contrario, una visión
desde las mujeres «normales», reproduciendo estigmas y
estereotipos, sino asumir una compleja interconexión entre
género y discapacidad.44 Tal impulso y preocupación no pue-
de desmarcarse de la puesta en cuestión del modelo médico
e individualizante predominante en el tratamiento de la dis-
capacidad hasta la década de los ochenta.
La discapacidad entendida en términos de grupo o co-
lectivo, siguiendo a A. Silvers,45 se introduce en la primera
parte del siglo XX, aplicando el término «disabled» para
referirse de forma conjunta a individuos con deciencias físi-
cas, sensoriales y cognitivas, mientras que antes las personas
eran descritas como sordas, ciegas, cojas, locas. A partir de los
años setenta se comienza a analizar como categoría de opre-
sión, pero sobre todo en la década de los ochenta surge un
movimiento por parte de las propias personas con discapa-
cidad46 que va a obligar a los cientícos sociales y a la loso-
fía a revisar sus presupuestos teóricos y epistemológicos para
44 Véase, Silvers, A.: Feminist Philosophy, art. cit., p. 10; Licia Carlson: The Faces of
Intelectual Disability. Philosophical Reflections, Bloomi ngton & Indianap olis, Indi-
ana University Press, 2010.
45 Silvers, A.; Wasserman, D.; Mahowald, M.B.: Disability, Difference, Discrimina-
tion. Perspectives on justice in bioethics and public policy, Lanham, Rowman & Lit-
telfield P ublishers, 1998, p. 54 .
46 No es posible dar cuenta de la historia del activismo político de las personas con
discapacidad, de sus orígenes en el siglo XIX, de las luchas contra la instituciona-
lización, y del creciente incremento desde finales de los sesenta, ni de movimientos
como el Disability Rights Movement, o de, en 1990, la consecución de Americans
with Disabilities Act. Véase, entre otros, Barton, L. (comp.): Superar las barreras de
la discapacidad, Madrid, Morata, 2 008.
77
abordarla como problema social, ético y político de primer
orden, sometiendo a escrutinio crítico el modelo médico que
achaca al individuo, sea por accidente, mala suerte, prácticas
de salud inadecuadas o por sus genes, las deciencias o disca-
pacidades. Es decir, no aceptando que la «discapacidad» sea
inevitable debido a décits biológicos, a enfermedad o a de-
terminadas características o atributos del individuo; no redu-
ciéndola a una tragedia personal derivada de una condición
patológica del individuo.47 En contraposición al modelo mé-
dico, desde nales de los años sesenta va tomando cuerpo el
denominado modelo social, cuestionando las nociones esen-
cialistas y los presupuestos sobre los que descansa el modelo
médico, discutiendo el asumir como dado y aceptables como
normales, naturales y deseables ciertos cuerpos y formas de
existencia humana, desarrollando una visión estructural, so-
cial, no individual, de la discapacidad, tratándola como un
problema social y demandando cambios sociales y políticos
y, cómo no, cambios también en el propio lenguaje, en el de-
nir y nombrar.48 En denitiva, como bien puntualiza Licia
Carlson, la discapacidad no se localiza en el individuo como
un rasgo estático particular, es un término relacional y un
concepto distinto de una condición médica particular.49
Situándonos ahora en el marco del modelo social de la
discapacidad, una vez puesta de relieve la distribución dife-
rencial, desigual, de la vulnerabilidad, la reexión, los pro-
blemas y debates apuntan a las distintas interpretaciones del
modelo social y se focalizan en las diferentes aproximacio-
47 Hay que indicar que, en la cultura occidental, otro de los modelos de discapacidad
es el modelo mora l, que hace recaer las def iciencias en el indiv iduo o en sus progeni-
tores debido a sus pe cados o fallos mora les. Véase, Silvers, A .: op. cit., p. 56; Vehmas,
A.; Kristiansen, K.; Shakespea re, T. (eds.): Arguing about Disability, op. cit., p. 2.
48 Tampoco es posible atender aquí a las luchas por nombrar, por definir o redefinir
la discapacidad, baste señalar que hay que distinguir entre deficiencia, minusvalía,
discapacidad, e indicar la introducción de limitaciones funcionales, disfuncionali-
dad lim itativa, diversidad funciona l.
49 Carlson, L.: The Faces of Intelectual Disability, op. cit., pp. 5- 6.
78
nes a la justicia social en el tratamiento de la discapacidad.50
La necesidad de hacer justicia a los discapacitados físicos
y psíquicos tiene consecuencias teóricas y prácticas, de ahí
que haya que romper, de acuerdo con Nussbaum, la fronte-
ra de lo que se entiende por normal/discapacitado, lo cual
no resulta fácil. En términos de justicia social y política, el
debate se produce en torno a cómo tratar el «problema»
de la discapacidad, si distributivamente, formalmente; si
es una cuestión de «necesidades especiales», de «recursos
extra», de protección y asistencia especial, de derechos, de
igual trato, de reconocimiento de ciudadanía; si como gru-
po menos aventajado su desventaja está o no causada úni-
camente por injusticias sociales y económicas, si es cuestión
también de agencia, autonomía e identidad, de repensar las
implicaciones del cuestionamiento del par normal/discapa-
citado, es decir, las consecuencias de no asumir el mode-
lo normal de ciudadanía. Surgen, como vemos, difíciles y
complicados problemas de la integración de la discapacidad
en las teorías de la justicia y del reto de transformación que
conlleva. Cómo se integra y qué transformaciones teóricas
y prácticas son necesarias para avanzar en unas relaciones
sociales más justas e igualitarias, partiendo de que la «ciu-
dadanía normal» y la competencia no se mide y pesa en
función de rendimientos competitivos, como armaba la
activista del Foro de Vida Independiente antes citada.
La discapacidad en general y la mental, cognitiva o inte-
lectual de forma especial, plantean serios y arduos problemas
éticos y políticos aún para aquellas aproximaciones que, dis-
tantes de Rawls en cuanto a que su concepción de la justicia
básica no contempla la discapacidad sino que la deriva a la
etapa legislativa, intentan pensar e integrar la discapacidad
en sus concepciones de la justicia social. En este sentido, po-
50 Véase, Smith, S .R.: «Socia l justice and disabi lity. Competing inter pretations of the
medical and socia l models», en: Arguing…, op. cit., pp.15-29.
79
demos tomar como referencia y convenir con Nussbaum en
su crítica a las teorías del contrato social, en la medida en que
parten del ciudadano «normal», operan con una «igualdad
aproximada» (circunstancias de justicia) y el benecio mu-
tuo como base de la cooperación social «normal». Tales su-
puestos responden a lo que denomina el mito del ciudadano
independiente y productivo. En Fronteras de la justicia,51 son
dos los problemas que destaca al respecto: uno, cuál sería el
trato justo para las personas con deciencias, asumiendo que
muchas de ellas necesitan una asistencia «atípica» para vi-
vir una vida plenamente integrada y productiva. Aquí lo que
importa es no estigmatizar ni bloquear su desarrollo; dos,
hay que contemplar las cargas que soportan quienes cuidan
de las personas dependientes, el trabajo y la responsabilidad
del cuidado, que en su mayor parte recae en las mujeres y que
no es remunerado ni reconocido en el mercado de trabajo.
Nussbaum somete a las teorías contractualistas de la justi-
cia al test de la discapacidad cognitiva, mostrando que no lo
superan. Con todo, esto no es suciente, como bien indica,
queda aún por afrontar la difícil cuestión de qué requiere
el igual respecto, la dignidad de los ciudadanos, como per-
sonas y en qué medida, con discapacidades cognitivas.52 A
nadie se le escapa que además de suponer un reto, reto que,
51 Nussbaum, M.C.: Fronteras de la justicia. Consideraciones sobre la exclusión, Barce-
lona, Paidós , 2007, Cap. III «Capacida des y discapacidades», pp. 263-225.
52 Véase, además de Fronteras, «The capabilities of people with cognitive disabili-
ties», en: Kittay, E.F.; Carlson, L . (ed.): Cognitive Disability and its Challenge to
Moral Philosophy, Malden, MA, Oxford, Wiley-Blackwell, 2010. Uno de los focos
de interés y de preocupación de Nussbaum respecto de las discapacidades es la edu-
cación, en Fronteras de justicia examina la Ley de Educación de individuos disca-
pacitados aprobada por el Congreso en 1997, aquí se refiere también, aunque ya lo
había hecho en Ocultamiento, a la «discapacidad de aprendizaje» indicando que
responde a un ma rco conceptual poco seg uro y que hay una amplia va riedad, p. 210.
No quisiera deja r pasar la ocasión, a l hilo de ello, y ll amar la atención sobre el hecho
del incremento en los ú ltimos años de los «niños hiperactivos», del diagnóstico del
TDAH, en el que aparecen problemas de medicación, de trastorno neurogenético,
sentimiento de culpa en los padres, sobre todo en las madres, y afirmaciones como
que «es un trastorno diez veces más frecuente en los varones», entre otras, que de-
mandan u n examen crítico.
80
por otra parte, debe asumir plenamente la losofía, nos en-
frentamos a difíciles y complejas cuestiones éticas y políticas.
uedará para otra ocasión examinar y valorar críticamente
las propuestas teóricas y prácticas, los cambios de imagen de
la sociedad y de la ciudadanía, las políticas públicas, de las
diversas concepciones que conguran el debate actual. Sim-
plemente incidir en que los debates sobre la discapacidad, en
especial la cognitiva o intelectual, nos obligan a pensar sobre
graves injusticias, sobre la vulnerabilidad y los problemas de
deshumanización y con ello de abandono, indefensión, des-
amparo, exclusión, opresión.
BREVE REFLEXIÓN FINAL
Tanto si ponemos en primer plano la vulnerabilidad como
si ponemos la justicia nos topamos con la necesaria articu-
lación de lo constitutivo de lo humano, la vulnerabilidad,
con las condiciones sociales sostenedoras de una vida vivi-
ble, digna, con la necesidad de estructuras de justicia y cui-
dados que hagan posible sustraer la vulnerabilidad del polo
que la vincula con la violencia y que hagan posible avances
del lado del otro polo de la alternativa, del curar/cuidar.
Frente a un individualismo productivista, un yo narcisista,
invulnerable, autosuciente, racional, frente a una visión
competitiva de la sociedad, frente a las fantasías derivadas
de métodos técnocientícos de mejorar la vida, se impo-
ne la necesidad de articular justicia y cuidados en modos
y condiciones sociales de vida que nos permitan vivir y un
«mejoramiento» que descanse en y reconozca que todos
somos vulnerables, dependientes e interdependientes, que
somos seres relacionales. No se trata solamente de recono-
cer que somos seres frágiles, nitos, ni de tomar en consi-
deración la «vida en sí», más bien se exige algo más, como
pone de relieve el problema de la discapacidad.
81
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83
Vulnerabilidad de las mujeres,
justicia cosmopolita y política
transnacional1
Neus Campillo
La vulnerabilidad de las mujeres se presenta de forma acu-
ciante en un mundo globalizado. Es un hecho histórico
que las mujeres han logrado salir de la exclusión de la ciu-
dadanía en el mundo occidental. Desde que Mary Wolls-
tonecra escribiera su Vindications of the Rights of Women
(1792) en la Inglaterra del siglo XVIII hasta principios del
siglo XXI en que una mujer preside uno de los más potentes
países del Mundo ha habido un largo recorrido hasta ocu-
par diversos ámbitos del «espacio público». Sin embargo,
hay que preguntarse si eso signica que haya desaparecido
la vulnerabilidad de las mujeres. Sin duda alguna, no. Po-
demos armar que estructuralmente hay una mitad de la
humanidad que por razón de su sexo es más vulnerable que
la otra mitad incluso en el mundo occidental.
En este escrito, me propongo hacer una reexión sobre
este problema de la persistencia de la vulnerabilidad de las
mujeres en el mundo actual considerando la necesidad de
responsabilidad política por parte de los estados y de la ciu-
dadanía para eliminarla. Mi hipótesis es que en un mundo
globalizado se acrecienta esa vulnerabilidad histórica por-
que la globalización incide en ella y la amplía. La forma de
1 Este esc rito forma parte del Proye cto de Investigac ión I+D de l Ministerio de E cono-
mía y Competitividad: nº FFI 2012-30645: Filósofas del s. XX . Maestros, víncu los
y divergencias; IP Rosa Rius Gatell. Universitat de Barcelona 2013-2015.
84
contraponerse y luchar contra esa situación entiendo que
ha de ser, no la de renunciar a un mundo global sino con-
templar y poner en marcha políticas transnacionales y tener
en el horizonte una justicia cosmopolita. Aludiré a varias
de estas propuestas realizadas desde la losofía política y la
crítica feminista para poder determinar mediante ese deba-
te las formas de contraponerse a las injusticias globales que
hacen más vulnerables a las mujeres.
LA INJUSTICIA ESTRUCTURAL SEGÚN IRIS M. YOUNG
En el número 4 de la revista Hypatia, (2011) Serena Parekh
llamaba la atención sobre la falta de ecacia por parte de
los organismos internacionales para evitar la violación de
los derechos humanos de las mujeres. Ella considera que la
clave está en el sentido restringido que se ha hecho de la res-
ponsabilidad frente a esas violaciones, que se ha desarrolla-
do fundamentalmente sobre un modelo de no discrimina-
ción.2 Sin embargo, sostiene que habrá un cambio a partir
de que la «Convención sobre la eliminación de toda forma
de discriminación contra las mujeres» (CEDAW) ha man-
tenido que: «como añadido a cambiar las leyes discrimina-
torias, los estados deben cambiar los patrones de conducta
entre individuos privados que rebajan a las mujeres».3
¿Qué es lo que significa esta propuesta? La petición inicial
de las demandas de derechos humanos para las mujeres,
contra la feminización de la pobreza, las violaciones, los
llamados «feminicidios», o asesinatos en masa contra
mujeres, etc., fue la de potenciar que se eliminaran las leyes
discriminatorias. O sea, la lucha contra la vulnerabilidad se
2 Parekh, S .: «Getting to the Root of Gender Inequa lity: Structural Injustice and Po-
litical R esponsability», en: Hypatia, 2n Fe ast, vol. 26, núm. 4 , otoño 2011, p. 673.
3 Pareckh,S., op. cit., p. 673.
85
hacía a partir de la eliminación de las leyes discriminatorias.
Además se pensaba que solo podían ser consideradas
violaciones contra los derechos humanos aquellos actos que
fueran cometidos por el Estado, que ocurrían en el espacio
público y que, además, constituyeran una degradación de
los seres humanos. Así, la violencia contra las mujeres en la
familia por mucho tiempo no fue contemplada como una
genuina violación de los derechos humanos porque no eran
cometidas por el Estado y ocurrían en el espacio privado.
En general, las violaciones de la dignidad de las mujeres,
apoyándose en que era propio de la tradición o costumbre,
si eran cometidas por actores que no eran el estado y ocu-
rrían en la esfera privada, no se consideraban violaciones de
los derechos humanos. Por lo tanto, hay que entender que
una tradicional concepción de los derechos humanos no
era, pues, suciente para proteger plenamente la dignidad
de las mujeres.
Pero esa tradicional forma de entender la aplicación de
los derechos humanos cambió. En principio, con las críticas
feministas y la introducción de esa idea del feminismo de
los años 70 del siglo XX, que armaba que «lo personal es
político». Pero también, por ejemplo, con propuestas como
la que se hizo en la convención aludida. En concreto, en su
5º artículo se arma que el estado puede considerarse res-
ponsable de violaciones en la esfera privada y que se debe:
«modicar los modelos de conducta sociales y culturales de
los hombres y mujeres con la perspectiva de conseguir la eli-
minación de los prejuicios y costumbres y otras prácticas que
estén basadas sobre la idea de la inferioridad o superioridad
de cualquiera de los dos sexos o sobre roles estereotipados para
hombres y mujeres». 4
Por lo tanto, se trataba no solo de eliminar leyes discri-
minatorias sino de luchar con acciones y políticas especí-
4 Citado y comentado por Parekh, S., op. cit., p. 675.
86
cas contra «la injusticia estructural» que se da en las cos-
tumbres y tradiciones determinadas que van en detrimento
de la salud y el bienestar de las mujeres.
Sin embargo, había otro debate sobre si era correcto o
legítimo que el Estado tuviera que encargarse de ello, lo que
pone en consideración el problema de la responsabilidad
política. ¿ué se entiende por «responsabilidad»? ¿Cómo
puede ser que el Estado sea responsable de la violencia de
género? ¿En qué sentido se puede decir que lo es?
En su última obra, titulada Responsabilidad por la Jus-
ticia (2011), la lósofa política y socióloga Iris M. Young
habla de «injusticia estructural» como un concepto clave
para poder explicar determinadas vulnerabilidades. El con-
cepto de «injusticia estructural» señala las diferencias en-
tre las injusticias en «actos individuales» y políticos y otro
tipo de injusticia, con un sentido moral que sería caracte-
rística de la «injusticia estructural». Ella pone como un
ejemplo de injusticia estructural, que clarica lo que quiere
introducir, el problema para madres solteras del acceso a la
vivienda. Entendiendo que, en general, la accesibilidad a
las viviendas se puede convertir en un problema especíco
para las mujeres.
El punto de análisis de Young parte de considerar que el
objeto primario de la justicia es la estructura.5 De ahí con-
sidera que los procesos socio-estructurales que se dan de
forma difusa contribuyen claramente a esa vulnerabilidad.
Habría que preguntarse, por ejemplo, ¿cuál es la situación
en la que se encuentra una mujer, como la del ejemplo de la
madre soltera, que necesita una vivienda cerca del trabajo
y que es desahuciada de los edicios en los que vivía con
un bajo alquiler? Por la situación en la que se encuentra,
separada o soltera, con hijos en edad escolar, que tiene un
5 Esta es un a tesis de J. Rawls que I ris M. Young matiza y convier te en clave para poder
atribuir la vulnerabilidad de las mujeres a un problema de injusticia estruct ural.
87
trabajo de servicio precario es vulnerable a quedarse sin ho-
gar caso de que su arrendador decida vender el piso a una
promotora inmobiliaria.
Lo que Young enfatiza es que esa vulnerabilidad es de-
bida a una situación socio-estructural. O, dicho de otra
manera: ser vulnerable a la falta de vivienda es una situa-
ción socio-estructural que da cuenta de una injusticia es-
tructural. ¿Pero, no puede encontrarse cualquiera en una
situación de falta de vivienda equivalente? ¿Se produce
esa situación solo para las mujeres? Está claro que se pue-
de dar esa situación para cualquier persona, pero lo que
quiere dejar claro al respecto es que, a una mujer como la
del ejemplo citado, o a cualquier persona en una situación
de injusticia estructural equivalente, el quedarse sin techo
le resulta más altamente probable. La clave está en «la si-
tuación de injusticia estructural equivalente». Haciendo
lo mismo, teniendo una suerte equivalente a cualquier per-
sona, de injusticia estructural, en la que entra su pertenen-
cia a un grupo determinado, hace más altamente probable
quedarse sin hogar. No se trata de «agravios de interac-
ción individual». Al contrario, podemos sostener que to-
dos, desde el arrendador hasta el agente inmobiliario, en
el ejemplo aludido, actúan correctamente. No se produce
ningún tipo de agravio, no sufre un agravio individual.
Sin embargo, se puede armar que sufre una injusticia:
«La injusticia estructural existe cuando los procesos sociales
sitúan a grandes grupos de personas bajo la amenaza siste-
mática del abuso o de la privación de los medios necesarios
para desarrollar y ejercitar sus capacidades, al mismo tiempo
que estos procesos capacitan a otros para abusar o tener un
amplio espectro de oportunidades para desarrollar y ejerci-
tar capacidades a su alcance».6
6 Young, I.M.: Responsabilidad por la Justicia, Madrid, Ediciones Morata y Funda-
ción Paideia, 2011, p. 69.
88
El «agravio moral» de la injusticia estructural es distin-
to del «agravio de un agente individual» o del que pueden
provocar las políticas represivas de un Estado. Ocurre la in-
justicia estructural como consecuencia de muchos indivi-
duos e instituciones que actúan para perseguir sus metas e
interés particular, casi siempre dentro de los límites de leyes
y normas aceptadas. Sin embargo hay también un matiz di-
ferente entre «agravio moral» e «injusticia estructural».
La diferencia entre ambos radica precisamente en que esta
última depende del entramado institucional que actúa y
funciona dentro de los límites de las leyes, por lo que es más
difusa y además no atribuible a ningún agente concreto sea
individuo o políticas de Estado.7
Young deende que las instituciones son un medio ne-
cesario para fomentar la justicia. «El fomento de la justicia
requiere acción colectiva y esto requiere organización».8
Pero no por ello olvida la interrelación inmediata de los in-
dividuos. Es imprescindible, pues, distinguir entre un pun-
to de vista estructural de otro que se centra en la interac-
ción individual. Por lo que sostiene que hay que reformular
la armación de que la estructura es el objeto primario de
la justicia y rearticular la diferencia entre la estructura y la
interacción individual a ambos niveles. Para Young lo im-
portante es distinguir los juicios normativos en relación a
la estructura que acepta una visión más amplia de los pro-
cesos sociales, de los juicios normativos en relación a las
interacciones individuales que considera las cuestiones en
cuanto a cómo se trata de forma más directa a las personas.
7 Young, I.M ., op. cit., pp. 80-88. Young ex pone una amplia dis cusión al respecto a p artir
de la concepción de Rawls. Las razones de Rawls son que la estructura básica influye
profunda mente en la perspectiva de vida de las persona s en la sociedad y los principios
de la justicia deben aplicarse a las condiciones de origen en lugar de a las transacciones
individuales. La familia es para R awls una de las instituciones que comprometen la es-
tructu ra básica. Ese compromiso está depend iendo más de prácticas y de convencione s
informa les que profesan las pe rsonas por responsabi lidad, hábito, cost umbre.
8 Young, I.M., op. cit., p. 84.
89
Entiende que aún siendo ambos juicios morales asumen di-
ferentes puntos de vista sobre las relaciones sociales.
Es importante señalar la relevancia que da Young a las
interacciones directas como necesarias para producir cam-
bios en las situaciones injustas. Piensa, en efecto, que las
interacciones directas tienen un papel fundamental para
el cambio de las injusticias estructurales. Por ello entiende
que deberíamos juzgar nuestros propios actos y los de los
demás, según cómo tratamos a las personas con las que in-
teractuamos directamente. Por ejemplo, ¿somos honestos,
ejercemos poder sobre los otros? O preguntas semejantes
son pertinentes en las consideraciones sobre justicia. Debe-
ríamos preguntarnos si contribuimos y de qué manera con
nuestras acciones a los procesos estructurales que producen
vulnerabilidad, procesos que van desde privación a domi-
nación para algunas personas.
Es partidaria de una perspectiva dual para tratar de pa-
liar las vulnerabilidades provocadas por las injusticias. Se
trataría de dos puntos de vista diferentes e irreductibles: el
interaccional y el individual. Es fundamental aclarar la eva-
luación de la acción que contribuye a los procesos estructu-
rales y a sus resultados justos e injustos. Si todos podemos
de una u otra forma con nuestras acciones individuales
contribuir a procesos estructurales, que pueden ser justos o
injustos, hay que precisar, delimitar y denir ese tipo de res-
ponsabilidad que se derivaría de las acciones individuales,
pero que contribuyen a formar un entramado susceptible
de dar lugar a una situación injusta.
Aquí necesitamos de la responsabilidad. ¿ué tipo de
responsabilidad demandan las injusticias estructurales?
Mientras que el concepto de responsabilidad más están-
dar deriva de la evaluación de la interacción simplemente,
Young quiere contribuir a aclarar la forma de responsabi-
lidad que concierne cuando se contribuye con la acción a
procesos estructurales y a resultados justos e injustos.
90
Por ello decimos que el problema se traslada al concepto
de responsabilidad para vincularlo a la injusticia estructural.
Young está interesada en claricar la responsabilidad
que se deriva de una injusticia estructural porque aunque
aparentemente con nuestra acción individual parece que
no contribuyamos a un hecho injusto, sin embargo, habría
que ver qué responsabilidad tenemos en ello. En concreto,
habrá que preguntar cómo deberíamos pensar como agen-
tes morales sobre nuestra responsabilidad en relación a la
injusticia social-estructural.
RESPONSABILIDAD POLÍTICA PARA ATAJAR LA VULNERABILIDAD
La tesis que quiero defender es que para atajar la mayor vul-
nerabilidad de las mujeres en la mundialización, se
requiere lo que Young denomina responsabilidad política
de los actores como una condición necesaria. Hemos
destacado que la mayor vulnerabilidad de las mujeres en
el proceso de mundialización se da como una injusticia
estructural, respecto de la cual podemos afirmar que
tenemos una «responsabilidad política». Pero ¿qué
significa exactamente o cómo debemos entender esa
responsabilidad política?
Aclararé, en primer lugar, el significado de
«responsabilidad política» en un sentido que entiendo
que hace posible que este concepto sea el hilo conductor de
la lucha contra las injusticias que ha generado la
globalización. Y, en segundo lugar propondré que esa
mayor vulnerabilidad de las mujeres necesita de la
imaginación feminista. Es decir, las mujeres necesitan
respuestas políticas globales y de justicia cosmopolita.
Dicho de otra manera, si «otro cosmopolitismo» ha de
ser posible, determinar su significado comienza por
precisar el sentido de la responsabilidad política.
Para abordar el problema de precisar el significado de
responsabilidad, Iris Young parte de la distinción de Han-
91
nah Arendt entre culpa y responsabilidad.9 Pero, mientras
que Arendt señala que la responsabilidad política deriva
simplemente de la pertenencia común a una nación y al he-
cho de tener que asumir la responsabilidad por el mal he-
cho en su nombre, Young la desvincula de esa pertenencia
a la nación. Reformula, pues, la denición de Arendt, aun-
que mantiene su distinción entre culpa y responsabilidad.10
Así se entiende que la «responsabilidad política» es:
«Un deber en el que los individuos asumen una postura
pública mediante acciones y eventos que afectan a grandes
masas de personas y organizan una acción colectiva para
prevenir el perjuicio masivo o promueven cambios institu-
cionales para mejor». «Ser responsables» es una cuestión
política distinta de «ser culpables». Un colectivo será res-
ponsable políticamente pero no lo será en términos morales
ni desde luego legales.
Young intenta claricar el signicado de «responsabili-
dad política», que está intuido por Arendt, más allá de esa
referencia a la pertenencia a la comunidad y lo centra en el
hecho de que «participo en los procesos estructurales que
tienen unas consecuencias injustas».11
Me parece que este signicado de responsabilidad polí-
tica que propone es idóneo para denir el tipo de responsa-
bilidad que nos incumbe respecto de la mayor vulnerabili-
dad de las mujeres como consecuencia de la globalización.
9 Iris M. Young se basa para el análisis en los artícu los de H. Arendt: «Culpa orga ni-
zada y respon sabilidad un iversal» y «Respons abilidad colect iva». Además aplica la
distinción al libro: Ei chmann en Jerusale m. Sobre la banalid ad del mal.
10 La polémica entre Jaspers y Arendt estaría en el fondo de la distinción. Culpa se
aplicaría, según Arendt, a individuos y no a colectivos. Se trataría de deudas in-
dividuales porque «Cuando todos son culpables, nadie lo es» o «Cuando todos
son culpables, en última instancia, nadie puede ser juzgado». Por eso rechaza la
excusa de Ei chmann de que cua lquier alemán, en su ca so, hubiera hecho lo mismo.
Incluso rechaza el que llama «recurso sentimental» a sentirse culpable por los
pecados de los padres, porque entiende que eso enmascara el significado político
de responsabi lidad.
11 You ng, I.M., op. cit., p. 12 0.
92
Y ello porque esa concepción de la responsabilidad respon-
de a un modelo de conexión social que traspasa fronteras y
no compete en exclusiva a los miembros de un Estado.
Lo interesante de la propuesta de una responsabilidad
política, en el sentido de Young es que: 1º, la intromisión
que supone esta responsabilidad a veces tiene implicaciones
globales; 2º, que la responsabilidad se comparte, por lo que
las personas diferentes no tienen distintos grados y tipos de
responsabilidad como contribuyentes a la injusticia estruc-
tural. Y, en 3º, que se comparta la responsabilidad no signi-
ca que no haya que establecer grados de responsabilidad
cuando se proponen acciones futuras.12
No se deende aquí que la losofía proporcione «recetas
para la praxis», sino solamente algo que sí que puede propor-
cionar la losofía, a saber: «parámetros de razonamiento a
los que los individuos y organizaciones pueden recurrir para
decidir lo que tiene más sentido para ellos en su esfuerzo
por remediar la injusticia, dado que existen numerosos pro-
blemas y limitados recursos y energías para afrontarlos».13
El modelo de conexión social de la responsabilidad es una
alternativa propuesta por Young que entiende que: «Todos
los que contribuyen con sus actos a los procesos estructura-
les que ocasionen alguna consecuencia injusta comparten
la responsabilidad de esa injusticia».14 Hay dos aspectos
claves en ese modelo: que mira al futuro, y no al pasado,
y que se tiene la obligación de unirse a otros para transfor-
mar los procesos estructurales para hacer menos injustas
sus consecuencias. De manera que podemos entender que
hay una propuesta de transformación social.
Desde mi perspectiva, la clave de la «responsabilidad
política» de Young está en que se aparta del modelo de la
12 Young , I.M., op. cit., p. 135 y ss.
13 Young, I.M., op. cit., p. 134.
14 You ng, I.M., op. cit., p. 108 .
93
obligación moral y legal. La responsabilidad política delan-
te de las situaciones de injusticia estructural es un tipo de
responsabilidad muy distinta de la culpa, la inculpación o
la obligación. En ese sentido es en el que entiendo que es
un tipo de responsabilidad idóneo para referirlo a las in-
justicias que sufren las mujeres en la globalización. Porque
no se dan en un mismo estado o nación, no tenemos en
principio ninguna obligación legal o moral al respecto. Es
por ello también que, al comparar este modelo con el de la
obligación moral y legal, advierte que tiene problemas para
adaptar un modelo de obligación moral o legal a la respon-
sabilidad política. La base de ello está en que entiende la
responsabilidad por la injusticia social como un tipo dis-
tinto de responsabilidad y no una variedad de la culpa, la
inculpación, la falta o la obligación.
Creo que esta es una cuestión básica para poder defen-
der este tipo de responsabilidad en las luchas feministas
contra la vulnerabilidad de las mujeres en un mundo glo-
balizado. En el sentido de que los grupos de mujeres que no
se encuentran en las mismas circunstancias, sin embargo,
puedan contribuir a la transformación de las injusticias.
Considero que una de las claves está en este concepto de
responsabilidad política frente a las injusticias que, según la
tesis de Young, clarica las diferencias entre la obligación y
la solidaridad: «mi tesis, dice, es que a veces ser responsa-
ble no signica ser culpable, sino partícipe junto con otros
en procesos estructurales que generan injusticia.15 Pero,
al mismo tiempo, encontramos que, habida cuenta que se
producen en el mundo global situaciones de vulnerabilidad
extrema para las mujeres, hay que considerar que un pensa-
miento feminista crítico ha de proponer la responsabilidad
política como base de las respuestas a ofrecer para la trans-
formación de esas situaciones de injusticia.
15 Young, I.M., op. cit., p. 111, nota 3.
94
VULNERABILIDAD DE LAS MUJERES EN EL NUEVO ORDEN DE GÉNERO EN LA
GLOBALIZACIÓN
En la globalización se han producido transformaciones en
las relaciones de género que no han sido siempre una mejora
para eliminar la desigualdad entre mujeres y hombres, sino
todo lo contrario. Por una parte, se mantienen elementos
culturales y religiosos de dominación masculina que impi-
den, por ejemplo, que las niñas puedan acceder a la escuela y
aprender a leer y escribir. O el que, al introducirse el elemen-
to de precarización en las relaciones de trabajo, por ejemplo,
se ha producido una mayor vulnerabilidad de las mujeres. Es
lo que ocurre con fenómenos como el de las «maquilas», o
el de los «sweetshops». Todas ellas situaciones en la globa-
lización que han supuesto a gran escala una reestructuración
del trabajo. Celia Amorós lo expresa de modo contunden-
te, así: «De este modo, la “economía del trabajo domésti-
co fuera del hogar” caracteriza de una manera metafórica
la naturaleza de los vínculos laborales para los varones en
la era de la globalización neoliberal: también ellos (aunque
en menor medida, ya que persiste la segmentación vertical
y horizontal) se han vuelto vulnerables, su trabajo se torna
discontinuo, precario, mal remunerado, con derechos labo-
rales recortados. Pero, en el caso de las mujeres, la acertada y
sugerente denominación se aplica en sentido literal: su traba-
jo asalariado, aun desempeñado fuera del hogar, lleva todas
las marcas de su trabajo doméstico con horarios sumamente
elásticos en función de los pedidos, no reconocimiento de la
cualicación, sirvientes, invisibles. En denitiva, un trabajo
asalariado pero con la marca de la servidumbre».16
Las industrias de la globalización, preferentemente la
automotriz, aparatos electrónicos, prendas de vestir, etc.,
16 Amorós, C .: «Globalización y orden del género», en: Historia de las Teorías Femi-
nistas. De la Ilustración a la globalización, Cátedra , Instituto de la Mujer, Universi-
tat de València, Ma drid, vol. 3, pp. 326 -327.
95
representa un 90% de trabajo a domicilio. La mayor vulne-
rabilidad de las mujeres en ese contexto hizo que desde el
feminismo se aportaran reexiones y propuestas. Se trata
de una injusticia estructural global que, como dice Young,
«requiere, en primer lugar, hacer esfuerzos especiales para
crear una grieta en el proceso, al involucrarse en debates pú-
blicos que reejan sus proyectos».17
La respuesta de Young se une a otras muchas, de las que
señalaré dos insertas dentro de la «teoría crítica de la socie-
dad»: la de Nancy Fraser, y la de Seyla Benhabib.18 Se trata-
ría de «reinventar el proyecto del feminismo para un mun-
do en globalización», como dice Fraser, porque «cambiar
los procesos estructurales que provocan injusticias debe ser
un proyecto social colectivo».19
Ahora bien, todo ello nos presenta enormes diculta-
des; no solo práctico políticas, cómo organizarse, cómo
establecer vínculos transnacionales, cómo acudir a legisla-
ción transnacional que lo contemple. Aparte de estas di-
cultades, encontramos dicultades teóricas de gran calado
y que se hace ineludible plantear. Mi objetivo es dar cuen-
ta de algunas de las reexiones que se dan en este debate.
Fraser con su propuesta de ir más allá de la redistribución
y el reconocimiento a una política de representación que
enmarque los asuntos de injusticia-justicia de forma que se
supere el corte entre el mundo globalizado y las acciones
y leyes dentro del estado nación y Seyla Benhabib con su
intento de «otro cosmopolitismo».
Veamos, en primer lugar, la propuesta de Fraser. En
«Mapa de la imaginación Feminista»,20 plantea cómo rein-
17 You ng, I.M., op. cit., p. 156.
18 En el feminismo español tanto Celia Amorós como Amelia Valcárcel han abordado
el problema de forma not able. Ver: Amorós , C.: Mujeres e imagi narios de la globali za-
ción, Homo Sapiens ediciones, Madrid, 2008. Valcárcel, A.: Feminismo en un mundo
global, Cátedra, I nstituto de la Mujer, Universitat de València, Madrid , p. 200.
19 Young, I.M., op. cit., p. 159.
20 Fra ser, N.: Escalas de Justicia, Herder, Barcelona , 2008.
96
ventar el proyecto del feminismo para un mundo en globa-
lización. Ella señala el cambio producido en la geografía de
las energías feministas desde el feminismo de la segunda ola
en los años 70 en EEUU y Europa al Foro Social Mundial.
Son transformaciones que tienen que ver con la forma como
percibieron las feministas la justicia de género en los años 70
y con los cambios en el imaginario feminista en relación a
otros cambios políticos en el capitalismo de postguerra. El
cambio en el imaginario feminista desde el interés por la re-
distribución y la igualdad social al interés por el cambio cul-
tural, o por el reconocimiento de las identidades diferentes,
tiene como consecuencia la autonomía del proyecto cultural.
Eso llegó a implicar una desvinculación de la transformación
social, de la política económica y de la justicia distributiva.
El problema, según ella, fue que ese giro hacia el reco-
nocimiento de las identidades encajó con el neoliberalismo.
Las discusiones entre esencialismo y antiesencialismo eran
el debate, y la subordinación se interpretaba como un pro-
blema de cultura sin nada que ver con la economía política.
Porque el problema fue que, si en la primera fase de la se-
gunda ola de feminismo se intentaba «generizar» el imagi-
nario socialista, en la segunda fase se pasó a la necesidad de
reconocer la diferencia. Ahora bien, el reconocimiento de la
diferencia supuso un «desdichado matrimonio entre cultu-
ralismo y neoliberalismo» según expresión de Fraser. Ella
piensa que se produjo un cambio en el imaginario feminista:
se pasó de la búsqueda de la igualdad social y política, de la
redistribución, al cambio cultural, al reconocimiento, Pero,
al producirse una relativa autonomía del proyecto cultural
como tal, hubo también una desvinculación con la transfor-
mación social, político-económica y de justicia distributiva.
Al mismo tiempo que se vinculaba con el neoliberalismo.
Los debates se centraron en problemas de esencialismo an-
tiesencialismo y se interpretaba la subordinación como un
problema de cultura sin nada que ver con la economía po-
97
lítica. A partir de ahí, en Estados Unidos después del 11-S,
entiende que se ocultaron unas políticas de redistribución
frente a las clases media y trabajadora con unas políticas de
reconocimiento que iban a ser antifeministas. El giro cul-
tural fue un éxito para la derecha, que ocultó sus políticas
regresivas de redistribución con sus políticas culturales. Se
las apañaban para que se considerase el matrimonio homo-
sexual y el aborto amenazas a su forma de vida y no la dismi-
nución de sus salarios y su bienestar. La sociedad de la inse-
guridad hereda el estado del bienestar en crisis: disminución
de prestaciones sociales, institucionaliza formas precarias de
trabajo asalariado, trabajo temporal, subcontratación, etc.
Mientras tanto, la religión ofrece a las mujeres, sobre todo,
una serie de prácticas con las que ellas puedan manejar su
inseguridad. Diríamos que la vulnerabilidad de las mujeres
tuvo respuestas desde la religión, lo que no les estaban pro-
porcionando los movimientos feministas.
Fraser había entendido que el reconocimiento era una
precondición subjetiva para eliminar, o al menos atenuar,
el menosprecio y la vulnerabilidad. Mientras que tener cu-
biertas las necesidades básicas para poder interactuar en
igualdad, era una precondición objetiva para que se diera
una «paridad participativa».21
En el momento actual, Fraser ve necesario ir más allá de
ese debate entre redistribución y reconocimiento y acudir
a lo que llama «una política de representación transnacio-
nal». ¿En qué consistiría? Las mujeres en los movimientos
feministas se han ido cada vez más haciéndose conscientes
de que el mantenimiento de las injusticias de género se debe
también a procesos transnacionales y que sus oportunida-
21 «La paridad participativa es una norma que se expresa así: la justicia requiere arre-
glos sociales, que permitan que todos los miembros (adultos) de la sociedad interac-
cionen entre ellos como iguales». Fraser, N.: «Redistribución y reconocimiento:
hacia una v isión integrada de justicia y género», en: Revista Internacional de Filoso-
fía Política, 8, 1996, pp. 18- 40, p. 32.
98
des para transformar sus vidas en situaciones más justas de-
penden de cuestiones internas pero, también, de procesos
transnacionales.
Por lo tanto, rechazan quedarse exclusivamente dentro
del marco estatal y piensan que la crítica ha de extenderse
a los controles de agentes externos de la dominación sexis-
ta. Si «los derechos de las mujeres son derechos humanos»
habrá que unir las luchas contra las prácticas patriarcales a
las campañas para las reformas de las leyes internacionales.
Por lo que Fraser propone una nueva fase de políticas femi-
nistas con un nuevo enmarque.
La propuesta es que se luche contra la mala redistribu-
ción-las injusticias económicas y sociales; contra el recono-
cimiento fallido y también contra el des-enmarque que sur-
ge cuando se impone un marco estatal territorial a lo que en
realidad son fuentes transnacionales de injusticia. La justi-
cia de género, pues, ha de introducir un nuevo elemento, lo
que llama la «representación», la cual exige re-enmarcar
los debates sobre justicia. Eso signicará que no queden
contenidos dentro de las sociedades políticas establecidas
sino en un contexto transnacional. En ese sentido, el femi-
nismo transnacional es presentado como una agenda que
recongura la justicia de género como redistribución y re-
conocimiento, pero también como representación. Se tra-
taría de integrar los tres niveles de un modo equilibrado.
FEMINISMO TRANSNACIONAL, AGENDAS GLOBALES Y NORMAS COSMOPOLITAS
Tenemos un diagnóstico del momento actual en el que se
subraya que la vulnerabilidad de las mujeres es una fuen-
te clara de injusticia; que desde el feminismo y otros mo-
vimientos debería plantearse la responsabilidad política
como una condición básica para contrarrestarla y que hace
falta un nivel transnacional, puesto que el enmarque de las
99
cuestiones de justicia de género, en un nivel nacional exclu-
sivamente, hace imposible abordarlas. Por ello, hace falta
un des-enmarque de ese nivel nacional-estatal: plantear
algunos problemas en el nivel transnacional, como es por
ejemplo el caso de las mujeres que realizan trabajos semi-
esclavos en las maquilas, o en las sweetshops,22 o el caso de la
violencia contra las mujeres.
La justicia de género está incorporando, pues, un nuevo
enmarque en un mundo globalizado.23 Así Fraser armará:
«Las feministas tienen también como objetivo una meta-
injusticia recientemente hecha visible, a la que he llamado
des-enmarque, des-enmarque que surge cuando se impone
el marco estatal territorial a las fuentes transnacionales de
la injusticia».24
Porque imponer un marco limitado territorial, el del
propio Estado, a lo que son fuentes transnacionales o glo-
bales de injusticia, impide que las mujeres puedan presio-
nar con reivindicaciones transnacionales. Por lo tanto, no
se puede luchar contra la mala redistribución o la falta de
reconocimiento solamente, sino que se hace necesario un
«des-enmarque». O dicho de otra manera, llevar más allá
de lo que es un marco estatal las reivindicaciones contra
las injusticias, porque estas son globales. En consecuencia,
habrá que introducir, es lo que hace Fraser, ese tercer nivel
en la justicia de género, al que llama de representación, des-
pués de los niveles de redistribución y el de reconocimiento.
22 Young, I.M.: 2011, p. 136, se reere a las sweetshops de la sig uiente manera: «El tér-
mino eng loba complementos, ropa, zapatos y otros a rtículos pequeños c uya produc-
ción requiere mucha mano de obra y tiene lugar en talleres relativamente pequeños
en países menos desarrollados (…) Las condiciones de estas instalaciones industria-
les varía , por supuesto, pero son típicas l as siguientes: La g ran mayoría de trabajado -
res son mujeres, y a menudo de trece o catorce años. Con frecuencia son tratadas de
manera abusiva y dominante por sus jefes y el acoso sexua l es algo común».
23 Ver, Escalas de Justicia, cap. 2, «Reenmarcar la justicia en un mundo en globaliza-
ción».
24 Fra ser, N.: Escalas de Justicia, op. cit., p. 206.
100
La forma que reviste ese «des-enmarque» es la forma
de la representación política. Por ella, no solo se trata de
garantizar derechos para las mujeres y participación políti-
ca, se trata, además, de garantizar un nuevo marco para los
debates sobre las vulnerabilidades y las situaciones injustas
para las mujeres. Es decir, re-enmarcar el debate en un ni-
vel transnacional puesto que el marco estatal se queda, o
puede quedarse corto para un debate que excede sus fron-
teras. Por ejemplo, cómo luchar contra la prostitución, las
violaciones, las mutilaciones corporales (ablación), la trata
de blancas, el trabajo esclavo, la violencia contra las muje-
res, etc., en un marco estatal exclusivamente, cuando son
fenómenos que traspasan fronteras, no solo porque se den
en todas partes sino porque tienen unas redes globalizadas
de injusticia estructural.
Fraser hablará de «espacios transnacionales» en los que
puedan proponerse estas nuevas políticas: el caso de Euro-
pa, pero también los situados en torno a organismos como
Naciones Unidas o, en otro nivel, el Foro Social Mundial.
Se trataría de plantear, y en su caso responder a la siguiente
pregunta: «¿Cómo podemos integrar las reivindicaciones
de redistribución, reconocimiento y representación para
desaar el amplio abanico de injusticias de género en un
mundo en globalización?».25
Hay, sin embargo, más allá de esta propuesta de Fra-
ser, un tema crucial para el problema que plantea: «la
claricación del estatus que ha de tener esa apelación a la
representación».26 Hace falta replantear el problema de la
ciudadanía cosmopolita, con todo lo que ello pueda impli-
car para la lucha de las mujeres frente a la mayor vulnera-
bilidad que sufren en la globalización. Hay que plantear el
25 Fraser, N.: Escalas de Justicia, op. cit., p. 208.
26 He tratado de esa cuestión en la comunicación «Cosmopolitismo y Feminismo»,
en: Congreso de Ética y Filosofía Política, Universidad de Murcia, 21-25 de Abril,
2009.
101
problema de las agendas globales y la necesidad de normas
cosmopolitas para lograr mantenerlas. Pero así como des-
de una perspectiva pragmatista, como la de Fraser, estas
agendas globales se implementan independientemente de
que existan leyes o normas cosmopolitas que las avalen, hay
propuestas, como la de Benhabib, que insisten más en el ni-
vel normativo. Mientras bastaría con un programa amplio
de lo que Fraser llama «feminismo transnacional» en el
primer caso, en la segunda de las propuestas que analiza-
mos se introduce un nuevo problema.
En consecuencia, hay que considerar que se producen
dos situaciones: Por una parte, la necesidad de atender, en
las agendas globales del feminismo, a problemas transna-
cionales, que no pueden atenderse desde un marco estatal
concreto: por ejemplo, el caso que citábamos de las indus-
trias textiles transnacionales, o, podríamos añadir otro
ejemplo, el caso de la explotación sexual de las mujeres en
países donde hay turismo sexual, o la trata de mujeres, etc.
Pero, otra cuestión se plantea cuando hay que redenir las
leyes concretas de un país, o dicho de otra manera, el pro-
blema de qué repercusión concreta en los estados territoria-
les tendrá normas como los derechos humanos. En nuestro
país, por ejemplo, se promulgó en 2007 la Ley de igualdad
de trato entre mujeres y hombres, o en 2003, la Ley contra
la violencia de género. Ambas leyes son una concreción cla-
ra de normas que provienen del universalismo moral y de
los derechos humanos. Pero, no en todos los países se dan
como normas concretas. Se han legislado aquí y, sin embar-
go, otros estados no las tienen incorporadas.
En consecuencia, tenemos el problema de cómo esa agen-
da feminista global tiene que introducir a nivel territorial las
normas cosmopolitas contenidas en los derechos humanos.
La propuesta de Seyla Benhabib de «otro cosmopo-
litismo» es una aportación clave para poder concretar el
sentido de un feminismo cosmopolita. Lo que pretendo de-
102
fender es que las vulnerabilidades de las mujeres en la mun-
dialización, sean del tipo que sean, de trabajo, de explota-
ción sexual, etc. requerirán no solo de una agenda feminista
global sino de alguna forma de articular el universalismo
moral con las leyes de cada estado. En ese sentido, acudo a
la forma de entender el cosmopolitismo de Benhabib para
que nos ayude en esa tarea.
Ella pone de relieve la dicultad que existe para que las
normas cosmopolitas de justicia universal contenidas en la
Declaración de los Derechos Humanos de 1948 puedan ser
aceptadas como legítimas por algunos países. Constata
que, de hecho, pueden entrar en conicto con las leyes de
un país en un momento determinado.
Aunque cree que esa tensión entre las normas universa-
les y las leyes particulares de un país nunca podrá llegar a
resolverse, sin embargo, piensa que sí que puede atenuarse.
Se trataría de que hubiera negociaciones y renegociaciones
entre los compromisos con los derechos humanos y la au-
todeterminación soberana. Los derechos cosmopolitas po-
drían ir surgiendo en la medida en que los principios de los
derechos humanos se fueran incorporando en el interior de
las leyes positivas de los estados democráticos.
¿Es posible que las normas universales que representan,
por ejemplo, los derechos humanos puedan llegar a tener
concreción en un estado territorialmente delimitado?
O, formulando la pregunta de forma más precisa: ¿cómo
relacionar las normas universales con la voluntad de las
mayorías democráticas? Su idea es que el surgimiento de
los derechos humanos está provocando tensiones entre
la particularidad de la ley positiva, que tiene autoridad y
fuerza por las instituciones de estados específicos y, por
otra parte, la universalidad de las obligaciones éticas que
están concebidas como sustentadas por cada una de las
personas. Hay una aspiración a que esas obligaciones éticas
se plasmen dentro de la forma de la ley.
103
Hay ahí una forma especíca de entender el cosmopo-
litismo, por parte de Benhabib. Ella no se reere con este
término a un ideal moral que mantuviera, por ejemplo, que
el amor a la humanidad siempre ha de estar por encima del
amor al propio país. Su cosmopolitismo radica más bien
en una losofía normativa que lleva las normas universa-
listas de la ética del discurso más allá de las fronteras de
una nación-estado concreto. Se trata de ampliar las normas
del discurso ético hacia una losofía política cosmopolita,
teniendo en cuenta las ambivalencias que se dan entre el
universalismo de las normas y su aplicación concreta. Su
pregunta es si el ámbito de la ética del discurso ha de limi-
tarse solo a fronteras nacionales determinadas, a Estados
concretos, y su respuesta es que no, porque entiende que no
es posible limitar la conversación moral a fronteras nacio-
nalmente reconocidas, antes al contrario, entiende la «con-
versación moral» como una conversación que incluye o ha
de incluir potencialmente a toda la humanidad.27
Su concepción queda denida así:
El cosmopolitismo no es equivalente a una ética global como
tal: ni tampoco es adecuado caracterizar el cosmopolitismo
mediante actitudes y elecciones culturales solamente (…):
Sigo la tradición kantiana al pensar el cosmopolitismo como
la emergencia de normas que deben gobernar las relaciones
entre individuos en una sociedad civil global.28
La peculiaridad de ese cosmopolitismo estriba en que las
normas no son solo morales o meramente legales. Su pro-
puesta es «tejer la moralidad de la ley» y ello en un contexto
global. Ese «tejer la moralidad de la ley» supone una trans-
27 Benhabib, S.: Another Cosmopolitanism, Ox ford, Oxford University P ress, 2006, p.
18.
28 B enhabib, S., op. cit., p. 20.
104
formación de