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Revista Latinoamericana de Derechos Humanos
Vol. 22 (1): 105, enero-junio, 2011 (ISSN: 1659-4304)
BACKLASH Y ABUSO SEXUAL
INFANTIL: LA EMERGENCIA DE
NUEVAS AMENAZAS A LA PRO-
TECCIÓN DE LOS DERECHOS
HUMANOS DE LAS PERSONAS
MENORES DE EDAD
lIC. anDrés CastIllo vargas*
lICDa. IvannIa CHInCHIlla BaDIlla**
Resumen
El presente artículo se propone como una disertación en torno al fenómeno del abuso sexual in-
fantil y el Backlash, comprendiendo a este último como un contra-movimiento social que busca
legitimar diversas manifestaciones de violencia en contra de las mujeres y las personas menores
de edad. En aras de alcanzar dicho propósito, el artículo parte de la conceptualización del término
abuso sexual infantil, resaltando sus principales características y consecuencias, continúa con una
discusión conceptual en torno al Backlash y sus principales derivaciones y concluye con una reflexión
respecto a la relación entre este y el abuso sexual infantil. Producto del recorrido emprendido se
afirma que, si bien el Backlash nace como una respuesta contraria y contestataria al éxito obtenido
por el movimiento de mujeres, ha evolucionado e incursionado en otras áreas temáticas, como lo es
el abuso sexual infantil, cuya comprensión y atención se ha visto influenciada por teorías “pseudo
científicas” como el síndrome de alienación parental y el síndrome de falsas memorias, desde las
cuales se desacredita la revelación de las víctimas. En tanto el uso de teorías compatibles con el
Backlash en procesos de custodia y juicios por denuncias de abuso sexual se encuentra en aumento
vertiginoso, se concluye que el movimiento de derechos humanos debe fortalecer una respuesta
conjunta y sólida frente a esta reacción extrema.
Palabras clave: Backlash, abuso sexual infantil, síndrome de alienación parental, síndrome de falsas
memorias.
* Costarricense, licenciado en psicología por la Universidad de Costa Rica. Egresado de la Maestría en Estudio de
la Violencia Social y Familiar de la Universidad Estatal a Distancia. Se ha desempeñado como consultor en temas
relacionados con la violación a derechos humanos de las personas menores de edad y como profesor en la Carrera
de Psicología de la Sede de Limón de la Universidad de Costa Rica. Actualmente es docente e investigador del
Instituto de Investigaciones Psicológicas en esta misma Universidad.
** Costarricense, licenciada en psicología por la Universidad de Costa Rica. Egresada de la Maestría en Estudio de
la Violencia Social y Familiar de la Universidad Estatal a Distancia. Se ha desempeñado en labores de atención
psicológica de primer y segundo nivel en la Caja Costarricense de Seguro Social, así como en calidad de consul-
tora del Instituto Interamericano de Derechos Humanos. Actualmente, labora como fiscal auxiliar en el Colegio
Profesional de Psicólogos de Costa Rica.
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Vol. 22 (1): 106, enero-junio, 2011 (ISSN: 1659-4304)
Andrés Castillo Vargas e Ivannia Chinchilla Bonilla
Introducción
El abuso sexual infantil (ASI) es conside-
rado como una violación a los derechos
humanos de las personas menores de edad,
por afectar directamente el derecho de
todo niño, niña y adolescente a vivir libre
de maltrato. Sin embargo, a pesar de su
reconocimiento como una de las principa-
les formas de violencia hacia las personas
menores de 18 años, el abuso sexual sigue
siendo uno de los delitos que más se come-
te en todas las latitudes (Palacios, 2008;
Pereda, 2009).
La alta prevalencia y la creciente incidencia
de este fenómeno originó un movimiento
social que buscaba la protección integral y
el reconocimiento de los derechos humanos
(DDHH) de todos los niños, niñas y adoles-
centes; los cuales finalmente se vieron plas-
mados en la Convención sobre los Derechos
del Niño (Asamblea General de la ONU,
1989). De esta manera, nace el enfoque de
derechos de las personas menores de edad,
el cual pretende que todo niño, niña y
adolescente sea reconocido como sujeto de
derechos humanos; independientemente de
su situación social, familiar o económica.
Valga acotar que el surgimiento del movi-
miento a favor de la niñez y las personas
adolescentes se origina en el abuso reiterado
contra ambos grupos generacionales. Más
aún, este abuso, se enmarcó tradicional-
mente en un enfoque que no visualizaba los
derechos sino las necesidades de esta pobla-
ción
1
, el cual consideraba que las personas
menores de edad podían ser divididas en dos
grupos: los niños, niñas y adolescentes que
requerían la intervención judicial y estatal;
y los niños, niñas y adolescentes que se en-
contraban amparados por la tutela parental.
1 Conocido como la doctrina de la situación irregular
o enfoque de necesidades, el cual, siguiendo a Cla-
ramunt (2005) designa como “menores” a quienes
experimentan cualquier tipo de problemática social,
considera a la familia como responsable de la “situa-
ción irregular del menor” y con base en ello la cata-
loga como “disfuncional, abandónica o expulsiva”,
defiende la institucionalización como única solución
a los problemas sociales, entre otras características
que le configuran como una barrera para la inclusión
del enfoque de derechos humanos en la atención de
niños, niñas y personas adolescentes.
Abstract
The present article is a dissertation proposal regarding the child sexual abuse phenomenon and the Backlash,
being the last a social countermovement which pretends to legitimize various manifestations of violence
towards women and underage people. The article starts from the conceptualization of the term child sexual
abuse, highlighting its key characteristics and consequences, moving on to a conceptual discussion concern-
ing Backlash and its main derivations, and ending in a reflection about its relationship with child sexual
abuse. From the research undertaken it is stated that, while Backlash started out as a counter response to
the success achieved by the women movement, it has evolved and moved into other thematic areas, such
as child sexual abuse, which understanding and focus have been influenced by pseudoscientific theories like
the parental alienation syndrome and the false memory syndrome, from which the victims’ declarations are
discredited. While the use of Backlash compatible theories in custody processes and sexual abuse accusation
trials shows an accelerated increase, it is concluded that the human rights movement needs to build up a
solid and joint answer against this extreme response.
Keywords: Backlash, child sexual abuse, parental alienation syndrome, false memories syndrome.
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Backlash y abuso sexual infantil: la emergencia de nuevas amenazas a la protección de los derechos humanos de las personas (...)
Afortunadamente, el reconocimiento
de los derechos humanos de la niñez y la
adolescencia ha contribuido a que muchos
de estos preceptos hayan sido superados.
No obstante, en la actualidad converge
un nuevo reto, a saber, hacer frente a un
movimiento que pretende legitimar y justi-
ficar las situaciones de abuso y violencia en
contra de los niños, niñas y adolescentes;
conocido como Backlash (Faludi, 1991).
El Backlash es una reacción extrema (Faludi,
1991; Pauluzzi, 2007; Claramunt, 2009)
que se ha extendido rápidamente y que
ha encontrado apoyo en diversos grupos
organizados que avalan mitos y estereotipos
en relación con las mujeres, el abuso y la
violencia (Batres, 2010). Para ello, se han
afiliado políticamente y han buscado incidir
en distintos ámbitos sociales, como el judi-
cial, para lograr la impunidad en relación con
la violación de múltiples garantías humanas.
Por lo anterior, esta reacción ha afectado
nocivamente a muchas personas menores de
edad víctimas de violencia sexual, ya que por
medio de sus derivaciones o manifestaciones,
los y las defensoras del Backlash, han contri-
buido a que muchos hombres abusivos hayan
quedado libres de sanción (Faludi, 1991;
Pauluzzi, 2007; Claramunt, 2009).
En este sentido, el presente trabajo pre-
tende reconocer el impacto que ha tenido
el Backlash en la detección, atención y
sanción de los casos de abuso sexual in-
fantil, con el fin de lograr desmitificar sus
planteamientos y colaborar con la protec-
ción integral de las personas menores de
edad y sus derechos. Con tales propósitos,
se realizará inicialmente un recorrido por
la conceptualización del término abuso
sexual, sus características y consecuen-
cias. Posteriormente, se definirá qué es el
Backlash identificando dos de sus princi-
pales derivaciones, a saber: el síndrome de
alienación parental (SAP) y el síndrome
de falsas memorias (SFM); para concluir
con algunas reflexiones en torno a posibles
maneras de contrarrestar su influencia.
Características del abuso sexual
infantil
El abuso sexual infantil es de las formas de
maltrato más antiguas que se ejercen en
contra de los niños, las niñas y las perso-
nas adolescentes. Esta forma de violencia
tiende a constituirse como una experiencia
prolongada acaecida mayoritariamente en
el seno del hogar, cometida bajo el man-
dato explícito o implícito del secreto o
el silencio, debido a que gran parte de los
agresores poseen un contacto cercano con
sus víctimas (Finkelhor, 1991; Naranjo &
Villalobos, 1996; Claramunt,1997; Save
the children, 2001; Palacios, 2008; Batres
2010). En este sentido, las investigaciones
estipulan que la mayoría de las víctimas de
abuso sexual infantil son niñas y la mayoría
de sus abusadores son hombres adultos con
los cuales éstas poseen un vínculo de con-
fianza: padres, tíos, abuelos, primos, entre
otros (Claramunt, 1997).
De esta manera, puede definirse el abuso
sexual infantil como
Cualquier contacto sexual entre un niño
o una niña y una persona adulta. El
contacto sexual puede ser directo como
por ejemplo, la penetración, las caricias,
los besos y el sexo oral. Pero también
puede ser indirecto, es decir, sin mediar
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colocándoles en un mayor riesgo y facili-
tando su desprotección.
En este sentido, siempre que existan adul-
tos interesados en violentar sexualmente a
niños y niñas, existirán también personas
menores de edad vulnerables. Esta razón,
debe impactarse tanto en la prevención
como en la sanción de este problema y
no trabajar solamente en la atención de
las víctimas.
Resulta igualmente preciso reconocer que
el abuso sexual de niños y niñas es un pro-
blema bastante frecuente y que una de sus
formas más representativas es el incesto,
el cual puede ser definido como “el abuso
sexual que se comete contra una niña o un
niño por una persona adulta con quien la
víctima mantiene una relación de confian-
za, dependencia y vínculo afectivo. Esta
persona adulta tiene la obligación de cuidar,
proteger, amar, dar seguridad y nutrir a la
niña/o” (Claramunt, 1996: 4).
Además, es importante considerar que el
abuso sexual ocurre en todos los sectores
sociales y que puede presentarse acompaña-
do por otras manifestaciones de violencia,
tales como el abandono, la negligencia, la
violencia intrafamiliar, el trabajo infantil,
entre otras (Forward, 1991; Claramunt,
1997); las cuales afectan la respuesta que
las familias, las madres y las instituciones
sociales pueden brindar frente al mismo. En
palabras de Palacios (2008: 100):
El abuso sexual a niñas, niños y ado-
lescentes es quizás el secreto mejor
guardado por las familias centroame-
ricanas, lo que imposibilita conocer a
ciencia cierta su magnitud; es además
el contacto físico, tal como ocurre en el
exhibicionismo, el voyerismo, las frases
sexualizadas y la utilización del cuerpo
de la niña o niño en fotografías y pelícu-
las pornográficas (Claramunt, 1996: 3).
Como puede notarse, el abuso sexual se
presenta de varias maneras, unas incluyen
el contacto físico y otras utilizan formas
más indirectas de acción, como el uso
de imágenes o palabras; no obstante, el
impacto que posee este tipo de maltrato
en la vida de los niños y las niñas siempre
es perjudicial, más allá de que aún existan
gran cantidad de mitos, estereotipos e ideas
erróneas. Algunas de estas ideas falsas se
reseñan a continuación:
Tabla 1
Principales mitos en torno al abuso
sexual infantil
Los abusos sexuales sólo los sufren las
niñas
Quienes cometen abusos sexuales son
enfermos psiquiátricos
Los niños y niñas en este caso no dicen
la verdad
Los niños y niñas a veces pueden evitar
el abuso sexual
Los agresores sexuales son casi siempre
desconocidos
Los abusos sexuales siempre van acom-
pañados de violencia física
Los abusos sexuales son poco frecuentes
Fuente: Save the Children (2001: 20-21).
Justamente, esta serie de creencias y tergi-
versaciones en torno al abuso sexual, han
perpetuado la vulnerabilidad de los niños
y las niñas frente a los abusadores sexuales,
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una problemática multicausal; aunque
de acuerdo con expertos y expertas en la
prevención y atención del abuso sexual,
entre esas múltiples causas destacan: los
roles de poder en una familia, la negli-
gencia y descuido de padres, madres o
responsables de la protección de las y
los menores de edad, el machismo, la
discriminación de género, la falta de
oportunidades educativas y la pobreza.
Teniendo en consideración este panorama,
una de las reacciones más comunes de las
madres ante el abuso sexual de sus hijas/os es
la incredulidad, el estupor, el dolor, la nega-
ción y la culpa (Yerly, 1985; Palacios, 2008);
ya que en la mayoría de las ocasiones, ellas
se encuentran debilitadas producto de una
historia pasada o actual de violencia que las
ha agobiado y hecho pensar que su valía y
poder personal se encuentran fuertemente
disminuidos o anulados. Tal sensación se
suma a la dependencia económica que mu-
chas experimentan respecto a sus parejas,
contribuyendo a que en diversas ocasiones
no puedan brindar una protección inme-
diata a sus hijas/os.
Al respecto, Claramunt (1997) y Yerly
(1985) argumentan que otras de las razo-
nes por las cuales las figuras femeninas se
encuentran debilitadas incluyen el que las
madres experimentan miedo al proceso
legal, se creen culpables del abuso de sus
hijas/os y poseen creencias conservadoras
que las limitan en su toma de decisiones,
por ejemplo: “las familias deben permane-
cer siempre unidas”, “los hombres pueden
cambiar”, entre otras.
Esta culpabilización de las figuras femeni-
nas es reforzada culturalmente por diversas
instancias sociales, al depositar la respon-
sabilidad del abuso a la falta de cuidados de
las madres, eximiendo de culpa a los agre-
sores sexuales y obviando que la violencia
ejercida por una persona es unidireccional,
es decir, solamente es responsable de un
acto violento la persona que lo ejecuta
(Claramunt, 1996). En este sentido, “las
madres son un recurso vital para fortalecer
y desarrollar mecanismos de detección,
prevención y protección de abuso sexual;
ya que ellas son las receptoras principales
de todas las preocupaciones y problemas
de sus hijos e hijas. Estas acciones deberían
complementarse con procesos que tengan
como fin lograr que las madres alcancen
la independencia económica de la figura
masculina” (Palacios, 2008: 110).
En relación con el impacto y el trauma del
abuso sexual en los niños y niñas víctimas,
cabe citar una investigación realizada por
Naranjo y Villalobos (1996) en el ámbito
costarricense, en la cual se recopilaron y
analizaron las características psicológicas y
sociales de un grupo de adolescentes víctimas
de incesto, así como la percepción que estas
poseían de su grupo familiar y de la figura
materna. Como parte de los principales
hallazgos de esta investigación se identificó
el temor de las víctimas de ser culpadas o
sancionadas si revelaban la situación de
abuso; por tal motivo ellas desarrollaban una
dificultad para intimar, confiar y autovalo-
rarse. En este sentido, una reacción común
en la mayoría de los casos de abuso sexual es
el deseo de olvidar la situación abusiva bajo
la fantasía de que lo pueden lograr y con
ello sentirse mejor; sin embargo, otras de las
consecuencias del abuso sexual pueden ser
también miedo, fobias, tendencia al retrai-
miento, sentimientos de culpa, depresión,
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cambios en los hábitos alimentarios, pesa-
dillas, entre otros (Forward, 1991).
En contraste, Herman (1992) identifica
como reacciones comunes a la experiencia
de abuso, la alerta helada (término utilizado
para denotar la ausencia de expresión), la
obediencia absoluta y automática (debi-
do a que muchos niños y niñas víctimas
creen que sus abusadores tienen poderes
sobrenaturales), la elaboración de defensas
disociativas (las cuales pueden conllevar al
desarrollo de personalidades múltiples), el
desarrollo de una identidad fragmentada
(interiorización de la maldad de los abu-
sadores) y la regulación patológica de los
estados emocionales por medio de conduc-
tas autodestructivas como las automutila-
ciones. Al respecto, la automutilación debe
ser diferenciada de la tentativa de suicidio,
ya que en la primera, la víctima no trata de
matarse sino de aliviar un dolor emocional
insoportable (Claramunt, 1996; 1997).
En la dimensión psicológica, el abuso sexual
constituye una experiencia traumagénica
(Finkelhor, 1991), es decir, una situación
que sobrepasa la capacidad de respuesta de
cualquier ser humano. Por esta razón, siem-
pre va a conllevar un impacto en la dinámica
psicológica y conductual de las víctimas.
Teniendo en cuenta esta premisa, Finkelhor
(1991) desarrolló una propuesta teórica que
buscaba identificar las secuelas del abuso
sexual en los niños y las niñas. Esta teoría
es conocida como la teoría de las dinámicas
traumagénicas, en la cual se identifican
cuatro áreas afectadas por el trauma del
abuso, a saber, la confianza, la autoeficacia,
la sexualidad y la autoestima. Siguiendo a
Claramunt (1997) cada una de estas esferas
puede perturbarse de la siguiente manera:
1. Sexualización traumática: la niña o
el niño es premiado por un compor-
tamiento sexual inapropiado para su
nivel de desarrollo (lo cual puede con-
llevar actividad sexual precoz, disfun-
ciones sexuales, conducta promiscua,
por ejemplo).
2. Traición: los/as niños/as aprenden que
quienes deben protegerles les causan
daño (esto conlleva aferramiento,
aislamiento, delincuencia, conducta
agresiva).
3. Impotencia: falta de poder personal para
detener la agresión (facilitando el desa-
rrollo de fobias, pesadillas o depresión).
4. Estigmatización: daño a la autoestima,
la víctima adquiere una autoimagen
negativa, se creen malas y culpables,
con vergüenza (sentimientos que
pueden conllevar conducta criminal,
aislamiento, abuso de drogas, suicidio,
automutilación, entre otras expresiones
conductuales).
En última instancia, es importante men-
cionar que:
todas estas manifestaciones son reac-
ciones defensivas al trauma y tienen
como propósito además de intentar dar
sentido a la experiencia, la protección
al sufrimiento y a los nuevos ataques.
Estas respuestas no son “anormales”, en
el sentido de la clasificación tradicional
de los trastornos psicológicos, por el
contrario, son el resultado de vivir una
“experiencia anormal”, para la cual los
seres humanos no estamos preparados
(Claramunt, 1996: 13).
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Con base en esta articulación de procesos
personales, familiares y colectivos, el impac-
to sociocultural del abuso sexual infantil ha
sido una de las principales preocupaciones
que el movimiento por el reconocimiento
de los derechos humanos de las personas
menores de edad ha expresado pública-
mente, ya que a pesar del aumento en las
denuncias de este delito y de los procesos
de sensibilización y capacitación implemen-
tados, aún persiste esta forma de violencia
dentro del tejido social perpetuando conse-
cuencias devastadoras en la vida de muchos
niños y niñas.
Backlash: concepto y premisas
De acuerdo con Faludi (1991), Backlash es
un término utilizado para describir un mo-
vimiento político que nace como respuesta
a los logros alcanzados por el feminismo
en el reconocimiento de los derechos de
las mujeres y en la visibilización y sanción
pública de la violencia basada en género. En
otras palabras, sobresale como una reacción
tendiente a mantener el status quo promo-
vido por la ideología patriarcal empleando
para ello el cuestionamiento de las garantías
otorgadas al género femenino.
Siguiendo a Claramunt (2009) este término
fue creado por Susan Faludi y fue ella la
primera mujer feminista en utilizarlo en
uno de sus libros. El término nace, ya que
producto del avance de las luchas de las
mujeres a nivel político, se gesta un con-
tra movimiento o una reacción extrema,
encabezada por un grupo de hombres que
declaraban que la mujer no debía tener
acceso al voto, que tenía que mantenerse
en la esfera del hogar, que las denuncias por
violencia física y sexual eran una forma de
lucha y desprestigio hacia los varones; entre
otras premisas.
Para Faludi (1991), el Backlash constituye
una reacción extrema, un contra-movi-
miento que nace alrededor de los años 1980,
producto del descontento de ciertos grupos
de hombres ante los cambios producidos por
el feminismo en torno al rol tradicional de
las mujeres. Esta reacción influye -y es pro-
movida o reforzada- en la moda, el concepto
de belleza y la industria cinematográfica,
entre otros ámbitos sociales con el fin de
impactar sobre la mente, el trabajo y los
cuerpos de las mujeres. De esta manera,
debe comprenderse el Backlash como una
forma de resistencia ante el reconocimiento
social de los derechos de las mujeres, ya que
nace frente a las luchas por la emancipación
femenina y en respuesta al problema, tanto
de la violencia basada en género, como del
abuso sexual infantil. Tales características
permiten denominarle como una “guerra
no declarada” contra la mujer moderna y
las personas menores de edad consideradas
víctimas de figuras masculinas.
Por su parte, Pauluzzi (2007) coincide en se-
ñalar el Backlash como una fuerte reacción
adversa a un movimiento político encabe-
zado por las mujeres feministas, así como
una respuesta negativa a un paso positivo
y constructivo en relación con la equidad
genérica. De acuerdo con dicha autora,
tal reacción se encuentra principalmente
representada por un grupo organizado de
hombres, entre los cuales sobresalen abo-
gados de familia, asociaciones de padres se-
parados, profesionales en ciencias médicas
y sociales que consideran como científica
la bibliografía producida por el Backlash,
a pesar de no ser reconocida como tal por
Backlash y abuso sexual infantil: la emergencia de nuevas amenazas a la protección de los derechos humanos de las personas (...)
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organismos y asociaciones internacionales
de reconocida trayectoria.
En el caso particular del abuso sexual in-
fantil, Finkelhor (citado por Batres, 2010),
también comparte la apreciación de que
en la década de los años 1990, en Estados
Unidos se consolidaron una serie de posi-
cionamientos ideológicos reaccionarios a
la defensa de los derechos humanos de los
niños/as (Backlash), cuya presentación y
cualidades divide en dos grupos:
El primer grupo que integra el backlash
incluye a padres que han sido acusados
de abuso sexual, a algunos peritos ex-
pertos, especialmente del área privada
y a padres divorciados. También se
encuentran aquí algunos abogados que
reciben altas sumas de dinero por reunir
literatura y argumentos que apoyen sus
razonamientos y les permitan defender
a los abusadores […] El segundo grupo
que integra el backlash está compuesto
por algunos “expertos” que han reunido
alguna literatura no científica (argu-
mentos estandarizados) pero ven esos
razonamientos como científicos (Batres,
2010, 2 - 9).
Así, en calidad de denominadores comunes
que podrían citarse para los/as partidarios/as
del Backlash, en sus diferentes agrupaciones
y énfasis, Pauluzzi (2007) apunta el defender
el mantenimiento de los roles tradicionales
de género, invalidar la denuncia en casos de
violencia o abuso, convertir en sospechosas
a las madres denunciantes, provocar que
los límites entre las víctimas y victimarios
se vuelvan difusos y desacreditar a todos/
as aquellos/as profesionales que busquen
la protección integral de las mujeres y las
personas menores de edad
2
.
En este sentido, Claramunt (2009) con-
sidera que estos grupos basan sus acciones
en la percepción de ser perjudicados por
el movimiento feminista, primero a nivel
político y luego a nivel legal, al aprobarse
tantas leyes que protegen los derechos de las
mujeres. De acuerdo con su percepción, los
representantes de dicho contra-movimien-
to desean que “todo sea como antes”, para
lo cual utilizan muchas veces un discurso
basado en la Biblia para justificarse y tratar
de influenciar diversos ámbitos sociales.
Otro ejemplo del uso -e impacto- que ha
tenido el Backlash en la esfera pública es el
surgimiento de diversa literatura que busca
legitimar sus planteamientos u ejemplo de
ello es el libro escrito por Da Firenze (1997)
“La conspiración femenina”, el cual es con-
siderado la obra prohibida del feminismo,
por cuanto expone que la reivindicación e
igualdad feminista, en realidad constituyen
una forma de venganza por parte de las
mujeres hacia los hombres, la familia y el
género masculino en general.
En resumen, la conceptualización del Bac-
klash evidencia cómo este movimiento nació
en calidad de efecto boomerang al cambio
producido inicialmente por los movimientos
de mujeres; no obstante, ha evolucionado y
ha impactado también en la vida de muchas
personas menores de edad, ya que varias de
sus derivaciones, tal como describiremos a
continuación, han legitimado la violencia
2 Postulados, todos, que son defendidos desde los
presupuestos de base, tanto del síndrome de alinea-
ción parental (SAP) como del síndrome de falsas
memorias (SFM).
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sexual en contra de los niños, las niñas y las
personas adolescentes.
Las manifestaciones del Backlash y
su relación con los casos de abuso
sexual infantil
Como se mencionó en líneas anteriores, el
Backlash posee diversas variantes que han
afectado directamente a los niños y niñas
víctimas de la violencia sexual. En palabras
de Claramunt (2009), tal posicionamiento:
posee diversas manifestaciones, ya que
con el aumento de las denuncias por
violencia y abuso, muchos grupos de
hombres se estaban viendo directamen-
te afectados, no sólo los hombres pobres,
sino hombres que ostentaban cierto tipo
de poder social. Los temas en los cuales
se veían afectados mayoritariamente
eran abuso sexual y violencia domés-
tica. Es por ello que aparecen diversas
agrupaciones de varones -Asociaciones
de Padres Separados-, y comienzan a
surgir estudios que afirman que todo lo
que dicen las mujeres en torno a estos
temas es mentira. Éste es uno de los
primeros ejemplos del Backlash, ya que
estos hombres buscan la unión de la
familia -a cualquier costo- y consideran
que los grupos feministas se encuentran
en contra de la estructura familiar y de
los varones, es así que crean el concepto
de “feminazi”.
Así, el Backlash se ha expandido por medio
de diversas derivaciones, algunas de ellas
son: el surgimiento de las asociaciones de
padres separados, el síndrome de alienación
parental (SAP) y el síndrome de falsas me-
morias (SFM); estas dos últimas variantes
han incursionado en la esfera judicial de
muchos países (Batres: 2010), originando
gran confusión en los casos de abuso sexual
y culminando en muchas ocasiones tanto en
la desestimación, como en la absolución de
los ofensores sexuales (Bruch, 2002; Rivera
& Fields, 2003, Pauluzzi, 2007; Ministerio
Público de Costa Rica, 2008; Paz, 2008;
Claramunt, 2009).
Tal relación entre el Backlash y el abuso
sexual, ha originado asimismo que en
muchos países las denuncias por abuso
sexual infantil se vean disminuidas (Cla-
ramunt, 2009), ya que algunos sectores de
este contra-movimiento consideran “que
el abuso sexual es necesario y que el sexo
entre adultos y niños/as es bueno
3
, y que
más bien lo que debe comprobarse es que
la niña o niño no se encuentre alienado/a
o influenciado/a por su madre” (Pauluzzi,
2007; Claramunt, 2009).
Para Pauluzzi (2007), la relación entre Bac-
klash y abuso sexual infantil nace desde el
momento en que las denuncias por abuso
comenzaron a evidenciar que este tipo de
maltrato no solo ocurría en sectores pobres
o populares. Según sus planteamientos, es
precisamente en este momento coyuntural
que inicia todo un retroceso en la sanción de
este delito, ya que muchos jueces y abogados
de familia, acompañados por los denuncia-
dos, inician una campaña de desestimación
de los peritajes psicológicos, argumentando
que los mismos se encuentran equivocados,
manipulados o falseados, ya sea por los/as
profesionales o por las madres de las víctimas.
3 Planteamientos de Richard Gardner (Dallam, 1999;
Hoult, 2006; Paz, 2008) y de Underwager & Wake-
field (Dallam, 1997; Dallam, 1999).
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Vol. 22 (1): 114, enero-junio, 2011 (ISSN: 1659-4304)
Como resultado evidente, aquellos argu-
mentos y fallos que liberan de sanción
a muchos ofensores sexuales por duda u
otros motivos atinentes, generan un efecto
negativo en la promoción de la denuncia de
los delitos sexuales, ya que los grupos fami-
liares, instituciones y/o personas allegadas
al niño o niña enfrentan la disyuntiva de
elegir entre denunciar, brindar tratamiento
a las personas menores de edad o reproducir
la conspiración del silencio (Blanco, 2007)
que tiende a recubrir, minimizar y negar los
actos de abuso sexual.
Otra de las consecuencias que han producido
los planteamientos del Backlash en relación
con la violencia sexual, es el cuestionamien-
to de las denuncias y de las madres denun-
ciantes, ya que se ha debatido directamente
la autenticidad de los hechos por medio del
uso de teorías pseudocientíficas, según las
cuales los contactos sexuales entre niños/
as y adultos son una forma de asegurar la
perpetuación de la especie o que las madres
vengativas “lavan el cerebro” de sus hijas/
os para que éstas/os inventen situaciones de
abuso (Pauluzzi, 2007; Claramunt, 2009).
Pauluzzi (2007) también apunta que una
manifestación más del Backlash en este tipo
de juicios -y delitos-, es la creencia en una
construcción conjunta del abuso entre el
niño o la niña y el adulto, es decir, muchos
niños y niñas “buscan y desean” el abuso,
por lo que construyen las circunstancias
idóneas para ello (el abuso acontecería de
manera bidireccional). O, en su defecto,
esta construcción conjunta también puede
ser impuesta por un adulto/a significativo/a
en la vida de la persona menor de edad,
generalmente la madre, para hacer pensar
al niño/a que el contacto sexual se dio y que
es negativo, sucio o malo; razón por la cual
debe odiar a su padre. La influencia de este
adulto/a significativo/a hace que el niño o la
niña desarrolle una antipatía hacia el padre
y comience a creer en lo que le dicen, a tal
punto de llegar a presentarse una denuncia
penal, denuncia que -según los defensores
del Backlash y de los abusadores- es una
denuncia falsa.
De manera expresa o encubierta, estas
posiciones han brindado un fuerte apoyo
a la conducta pedofílica, por cuanto sus
formulaciones permiten defender que dicho
comportamiento es muestra de la diversidad
sexual y de una forma distinta de amar,
que aún nuestra cultura no comprende por
cuanto se trata de una manifestación del
“deseo polimórfico humano”
4
. Así, algu-
nos sectores de este movimiento afirman
que “los pedófilos necesitan volverse más
positivos y proclamar que la pedofilia es una
expresión aceptable de la voluntad de Dios
por amor y unidad de los seres humanos”
(Pauluzzi, 2007: 11).
En relación con el impacto de estas posturas
del Backlash, Claramunt (2009) considera
que “en Latinoamérica, el país más afectado
es Argentina, y en el resto de países, incluida
Costa Rica, lo que más impacto y desarrollo
ha tenido es la aparición de las Asociaciones
de Padres Separados”. En este sentido, dicha
autora también aclara que muy pocas perso-
nas conocen el Backlash como tal y su rela-
ción con el abuso infantil, ya que lo que se
conoce son sus principales manifestaciones,
específicamente el síndrome de alienación
parental y el síndrome de falsas memorias.
4 Planteamientos de Underwager & Wakefield (Dal-
lam, 1997; Dallam, 1999).
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Vol. 22 (1): 115, enero-junio, 2011 (ISSN: 1659-4304)
En síntesis, a pesar de que el Backlash nace
como una respuesta extrema al éxito obte-
nido por el movimiento de mujeres, ha evo-
lucionado e incursionado en dimensiones
de estudio como el abuso sexual infantil;
al ser también una de las temáticas en las
cuales los hombres -con una masculinidad
hegemónica que se erige alrededor de un
ideal androcéntrico, sexista, misógino y
opresivo (Kaufman, 1989; Salas & Cam-
pos, 2004)- se ven mayormente implicados
o “afectados” -según el lenguaje que se
emplearía desde el Backlash mismo. Esta
situación conlleva a pensar que el Backlash
podrá eventualmente desarrollar o apoyar
nuevas teorías respecto a cualquier escena-
rio que pretenda detener el abuso de privi-
legios, que busque eliminar la tolerancia
cultural ante la violencia o que reconozca
los derechos humanos de grupos específicos
históricamente discriminados, tal como lo
son las personas menores de edad.
El síndrome de alienación parental
Tal y como se ha indicado en líneas ante-
riores, una de las principales derivaciones
del Backlash que ha influido negativamente
en la atención y sanción de los casos de
abuso sexual es el denominado síndrome
de alienación parental (SAP).
Dicho síndrome fue creado por el psiquiatra
norteamericano Richard Gardner
5
en el
año de 1985 para referirse a la alienación,
sometimiento o “lavado de cerebro” que
sufren los niños y niñas por parte de un
5 De acuerdo con Escudero, Aguilar & De la Cruz
(2008: 285) “La difusión y defensa del SAP fue
la principal actividad intelectual de este autor. Su
principal actividad pública fue como psiquiatra
contratado en litigios por la custodia de los hijos”.
adulto significativo en sus vidas, el cual,
generalmente es la madre (Gardner citado
por Dallam, 1999; Blanco, 2007, Pauluzzi,
2007; Claramunt, 2009). Más concreta-
mente, fue definido como
un trastorno de la infancia que aflora
casi exclusivamente en el contexto de
disputas de custodia de niños. Su ma-
nifestación principal es la campaña del
niño de denigración contra un progeni-
tor bueno y amoroso, una campaña que
no tiene justificación [lo cual] resulta de
la combinación de una programación
(lavado de cerebro) de adoctrinamiento
parental y de las propias contribuciones
del niño en el vilipendio del padre ob-
jetivo (Escudero, Aguilar & De la Cruz,
2008: 283-284).
Según Gardner (citado por Pauluzzi, 2007),
este ‘trastorno’ se presenta en situaciones
de divorcio mayoritariamente, ya que es
en la lucha por la custodia de los hijos/as
que las madres utilizan todo un arsenal de
estrategias para desmentir la bondad de
los padres. Más aún, de acuerdo con los
presupuestos de su precursor, este puede
presentarse en tres niveles: leve (la aliena-
ción es superficial), mediano (los/as niños/
son hostiles producto de una campaña de
denigración continua ejercida por un adulto
cercano) o severo (los/as niños/as son tan
agresivos que ni siquiera quieren ver a su
padre) (Claramunt, 2007; Pauluzzi, 2007).
Ahora bien, el carácter de síndrome que su
creador le otorga, se acompaña de la des-
cripción de ocho síntomas presentes en la
persona menor de edad e interpretados por
Gardner como señal inequívoca de dicho
“trastorno infantil” (Escudero, Aguilar &
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Vol. 22 (1): 116, enero-junio, 2011 (ISSN: 1659-4304)
De la Cruz, 2008: 287-288), a saber:
1. Una campaña de denigración. 2.
Racionalizaciones débiles, absurdas,
o frívolas para la desaprobación. 3.
Ausencia de ambivalencia. 4. El fenó-
meno del «pensador-independiente».
5. Apoyo reflexivo al padre alienante
en el conflicto parental. 6. Ausencia de
culpa sobre la crueldad y/o explotación
hacia el padre alienado. 7. La presencia
de escenarios prestados. 8. Extensión de
la animosidad hacia los amigos o familia
extendida del padre alienado.
Con base en tales presupuestos se recrea la
imagen de un niño o niña con rasgos per-
versos, que no experimenta culpa y quien
intencionalmente elabora elucubraciones y
argumentos para desacreditar el lazo afecti-
vo con la figura paterna, a la cual aliena a
partir de dicha estrategia o “campaña”. Más
aún, la “existencia de este vínculo amoroso
ofrecido por el padre alienado se da como
hecho objetivo (y premisa incuestionable)”
(Escudero, Aguilar y De la Cruz, 2008: 291).
De acuerdo con Escudero, Aguilar y De
la Cruz (2008: 292), Gardner afirma que
“Los niños con SAP actúan muchas veces
como psicópatas y muchos de ellos son
psicopáticos. Este es especialmente el caso
con respecto a la ausencia de culpa hacia
los sentimientos del padre objetivo”.
Este último grupo de autores/as agrega
además que tal listado de presuntos in-
dicadores se apoya en el supuesto de que
los/as niños/as no son meros receptores/
as de un “lavado de cerebro” por parte
de sus madres, sino que existen otros
“factores que surgen dentro del niño
–independiente de las contribuciones
paternales [y] que contribuyen al desa-
rrollo del síndrome” (Escudero, Aguilar
y De la Cruz, 2008: 292).
En estrecha articulación con estas descrip-
ciones, una de las estrategias propuestas
por Gardner para “curar” a las personas
menores de edad de este síndrome, es dar la
custodia al padre, con la idea de recuperar
el vínculo perdido (Pauluzzi, 2007). Así, tal
custodia debería prolongarse al menos por
3 meses, tiempo en el cual el niño o la niña
no podrá ver por algún motivo a su madre,
hasta que un/a profesional experto/a en
SAP no argumente lo contrario. En otras
palabras, la estrategia aspira a lograr la “des-
programación” que las madres originaron
en sus hijos/as (Dallam, 1999; Bruch, 2002;
Pauluzzi, 2007; Escudero, Aguilar & De la
Cruz, 2008) y forma parte de un abordaje
denominado por Gardner como “terapia
de la amenaza” (Escudero, Aguilar & De
la Cruz, 2008; Asociación Española de
Neuropsiquiatría, 2010).
Siguiendo a Escudero, Aguilar y De la Cruz
(2008: 287), la ‘terapia de la amenaza’, fin
último del SAP, es justificada como acción
«terapéutica» indivisible del diagnóstico”,
a partir de la cual se fuerza tanto al niño/a
como a la madre a romper su vínculo
afectivo, ello bajo la intimidación de su-
frir alguna sanción mayor si incumple los
términos de la custodia establecidos por la
sentencia judicial, tal como sería “períodos
de prisión u hospitalización tanto para la
madre como para el niño”, además de otras
acciones punitivas recomendadas por el/
la terapeuta especialista en SAP. Para el
caso de tal profesional, no se determina
una formación de preferencia, pero sí se
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Vol. 22 (1): 117, enero-junio, 2011 (ISSN: 1659-4304)
le autoriza a emplear amenazas para ha-
cer cumplir sus sugerencias y romper los
límites de la confidencialidad tradicional
en aras de alcanzar tales fines (Escudero,
Aguilar y De la Cruz, 2008).
Al respecto, la Asociación Española de
Neuropsiquiatría (2010: 2) critica cómo
tal intervención y presupuestos “cierra[n]
cualquier salida a un niño/a víctima de
abusos de escapar de la situación temida”,
a la vez que impiden la posibilidad de
defensa de la figura parental designada
como “alienadora”, al catalogar cualquier
reacción de esta como prueba del SAP. De
igual modo, reprocha el reduccionismo y
profundos sesgos de género que subyacen a
sus planteamientos:
El SAP supone un grave intento de
medicalizar lo que es una lucha de poder
por la custodia de un hijo. Se pasa así,
a explicar las complejas dinámicas de
interacción familiar en base a la “progra-
mación” del niño que hace el cónyuge
denominado “alienador” con objeto de
denigrar al cónyuge “alienado”. Supone
un abuso de la utilización de lo “psiquiá-
tricopsicológico” que evita, así, consi-
derar el papel que también juega en el
conflicto el cónyuge que es considerado
“víctima” del “alienador” (Asociación
Española de Neuropsiquiatría, 2010: 2).
En este punto, es importante mencionar
que el SAP no constituye un síndrome
reconocido por organizaciones internacio-
nales como la Asociación Americana de
Psicología (American Psychological Asso-
ciation, 2008) o la Asociación Americana
de Psiquiatría (Asociación Española de
Neuropsiquiatría, 2010), ya que no posee
estudios sistemáticos reconocidos por la
comunidad científica que respalden su uso
(Dallam, 1999; Bruch, 2002; Rivera &
Fields, 2003; Paz, 2008; Claramunt, 2009;
Asociación Española de Neuropsiquiatría,
2010). Si bien, la popularidad del mismo
se debe a que su autor ha publicado más
de 30 libros, producto de su experiencia
y anécdotas personales, estos documentos
fueron producidos y divulgados por una
casa editorial que el mismo Gardner creo
con tal fin (Dallam, 1999; Paz, 2008)
6
,
ello en respuesta a la negativa de diversas
empresas editoriales de publicar sus escritos
(Claramunt, 2007).
A pesar de que el síndrome de alienación
parental ha sido cuestionado por diversos
especialistas en salud mental y por un grupo
importante de profesionales en derecho y
psicología (Dallam, 1999; Bruch, 2002;
Rivera & Fields, 2003; Claramunt, 2009;
Asociación Española de Neuropsiquiatría,
2010), este es frecuentemente utilizado
por muchos abogados de familia tanto en
los juicios por la custodia de los hijos/as
como en los juicios por sospechas de abuso
sexual infantil (Dallam, 1999; Bruch, 2002;
Blasco, 2007; Claramunt, 2009; Asociación
Española de Neuropsiquiatría, 2010). En
calidad de posible explicación de tal empleo
habitual, se perfila no solo el hecho de que
brinda una explicación a la reconocida
lucha de las figuras parentales por el afecto
6 Al respecto, Paz (2008: 135) anota cómo “Gardner
difundió su planteamiento del SAP a través de su
propia editorial, “Creative Therapeutics”. Fue su
propio editor de los 30 libros que publicó desde
entonces, incluyendo Parental Alienation Syndrome”.
A ello, Dallam (1999: 16) agrega que “en lugar de
someter sus teorías a revisión científica, la mayoría
de los escritos de Gardner se publicaron a través
de su propia editorial o en revistas no científicas”
[Traducción libre].
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del hijo/a en los procesos legales por su
custodia (Dallam, 1999), sino también
el que proporciona una respuesta “simple
(y simplista) […] facilitando argumentos
seudo-psicológicos o pseudo-científicos”
(Asociación Española de Neuropsiquiatría,
2010: 1). Más allá de tales factores intervi-
nientes, Paz (2008: 136) también apela a
razones ideológicas de fondo que inducen
y coinciden con la elección de tal postura:
Gran parte de la popularización del SAP
se debe a que sus postulados coinciden
con el imaginario colectivo sobre la
familia y la paternidad y se apoyan en
prejuicios muy arraigados en nuestra
sociedad. Pero también es cierto que se
ha realizado toda una tarea de difusión
sesgada y “propaganda” por parte de
sectores interesados.
Retomando su relación con el abuso sexual,
cabe mencionar que en sus primeros escritos
sobre el SAP, Gardner definió este síndro-
me como “el responsable de la mayoría de
las acusaciones sobre abuso sexual infantil
que se planteaban en las disputas por la
custodia parental [argumentando que] la
gran mayoría de niños que declaraban el
abuso sexual, lo inventaban” (Dallam,
1999: 1)
7
. Asimismo, este precursor del
SAP propone que en muchas ocasiones los
niños/as pueden seducir a los adultos con
la clara intención de concretar un contac-
to sexual; lo cual “no está mal”, ya que la
sexualidad infantil puede comprenderse
con fines “procreativos” (Dallam, 1999;
Hoult, 2006; Paz, 2008), además de que un
grupo considerable de personas menores de
edad “disfruta” de las respuestas sexuales
al resultarles gratificantes y placenteras
7 Traducción libre del autor y de la autora.
(Dallam, 1999; Hoult, 2006; Claramunt,
2007; Pauluzzi, 2007).
Aunado a lo anterior, Gardner (citado por
Pauluzzi, 2007) expuso que la obligación de
informar el abuso sexual ha dado por resul-
tado la denuncia de “las más frívolas y absur-
das acusaciones de niños y niñas, ex esposas
vengativas, madres histéricas de niños/as
de edad pre escolar y/o escolar, y mujeres
severamente alteradas contra sus ancianos
padres o esposos”. De este modo, se reiteran
premisas que revelan no solo un alto grado
de relativismo en la conceptualización de
lo que es y no es permitido socialmente,
sino también una descalificación masiva
de lo femenino, así como una campaña de
desprestigio y violencia simbólica en contra
de la mujer como figura materna. Siguiendo
a Escudero, Aguilar y De la Cruz (2008), en
calidad de principales falacias y falencias
del SAP, cabe citar la univocidad en la
interpretación del síntoma, la omisión del
papel del desarrollo infantil en la expresión
de las conductas, la evaluación del síntoma
aislado del contexto, negar el papel del
progenitor designado como alienado en el
propio rechazo y el designar a la mujer como
causa principal del síndrome.
La descripción realizada hasta este momento,
vislumbra al SAP como una teoría pseudo-
científica (Dallam, 1999; Bruch, 2002; Rivera
y Fields, 2003; Hoult, 2006; Pauluzzi, 2007;
Escudero, Aguilar &y De la Cruz, 2008; Paz,
2008; Claramunt, 2009; Asociación Española
de Neuropsiquiatría, 2010) que ha tenido
acogida en grupos diversos
8
con intereses afi-
nes a la involución de los derechos humanos
de las mujeres y de las personas menores de
edad. Esta teoría es, en este sentido, misógina
8 Muchos de los cuales son definidos como “neoma-
chistas” por Paz (2008).
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y perversa, ya que deposita en los/as niños/as
o en sus madres la responsabilidad del abuso,
esto en desconocimiento del principio de pro-
gresividad de los derechos humanos (Nikken,
1994) y de la vasta bibliografía en la materia
que ha documentado las características, di-
námicas y manifestaciones del abuso sexual
infantil (Coulbourn, 1991, Finkelhor, 1991;
Naranjo & Villalobos, 1996; Claramunt,
1997; Save the children, 2001; Palacios, 2008;
Batres, 2010).
De esta manera, la teoría de alienación
parental, además de carecer de sustento
científico, es altamente sexista, adultista y
opresiva ya que visualiza a los/as niños/as
como objetos manipulables, no como suje-
tos de derechos. Esta posición supone que
las personas menores de edad involucradas
en procesos de custodia parental son entes
pasivos fáciles de influenciar, sin caracterís-
ticas diferenciales en razón de sus procesos
de desarrollo, pero con rasgos perversos que
deliberadamente emplean en una alianza
con un “adulto vengativo”. El profundo
carácter lesivo que tales formulaciones
conllevan para los derechos humanos de las
personas menores de edad, se acompaña de
una alarmante preocupación al reconocer
el uso frecuente del SAP en los casos de
abuso sexual infantil; razón por la cual de-
ben desmitificarse imperiosamente aquellos
argumentos que le sustentan.
El síndrome de las falsas memorias
Otra de las derivaciones del Backlash que
ha aportado ambigüedad, confusión y des-
protección a la víctima en el abordaje de
las situaciones de abuso sexual infantil es el
síndrome de falsas memorias (SFM), el cual,
si bien ha sido utilizado para situaciones
diversas, en la gran mayoría de los casos, se
ha empleado en los juicios por denuncias de
abuso sexual infantil (Claramunt, 2007).
Tal categoría fue incluso calificada por Ri-
chard Gardner como un recurso de apoyo
para complementar el SAP en el análisis de
la verdad o la falsedad del “maltrato, abuso
sexual o negligencia” por parte de una figura
parental (Escudero, Aguilar & De la Cruz,
2008: 293).
Si bien, la enunciación inicial de tal
síndrome se ha atribuido tanto a Ralph
Underwager y Hollida Wakefield
9
(Dallam,
1997; Dallam, 1999), como a Elizabeth
Loftus (Diges, 1997), todos/as los/as cua-
les le formularon originalmente para el
contexto particular de abuso sexual y las
experiencias traumáticas respectivamente;
definiciones más generales y englobadoras
han sido desarrolladas por otros autores/
as, tal y como Pope (1996) lo señala al
reseñarle como “una condición en la cual
la identidad de una persona y sus relaciones
interpersonales se centran alrededor del
recuerdo de una experiencia traumática que
es objetivamente falsa, pero en la cual, la
persona cree profundamente”.
Remontándose a los orígenes del término,
cabe referir a Underwager y Wakefield
9 De acuerdo con Dallam (1997, 1999) Ralph Un-
derwager, psicólogo estadounidense con un posgrado
en divinidad por la Universidad de Minnesota, so-
bresale como miembro tanto del Consejo Nacional
de Derechos de la Niñez, como de la Asociación
Americana de Psicología, la Academia Luterana
para Becas y la Sociedad para el estudio científico
del sexo. Por su parte, Hollinda Wakefield es referida
como la esposa de Underwager, con quien comparte
la autoría de diversas publicaciones. Siguiendo a Da-
llam (1997), el primero se desempeñó como testigo
experto en centenares de casos por denuncia abuso
sexual infantil, tanto en los Estados Unidos, como
en Canadá, Inglaterra, Australia y Nueva Zelanda.
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(citados por Dallam, 1997), quienes son
reconocidos por sus reiteradas afirmaciones
-desde la década de los años 1980 en Esta-
dos Unidos- referentes a que las denuncias
por abuso sexual formaban parte de una
conspiración -en gran parte feminista- que
aspiraba a “destruir las familias” y como
parte de la cual, tanto investigadores/as,
como terapeutas “lavaban el cerebro” de
los niños/as (Dallam, 1997). Siguiendo a
esta última autora, Underwager y Wake-
field crearon una revista propia denomi-
nada Issues in Child Abuse Accusations
10
,
en la cual publicaron numerosos artículos
y afirmaban que “la mayoría de las acu-
saciones por abuso sexual contra niños y
adultos proceden de memorias implantadas
por técnicas clínicas falsas, más que de un
contacto sexual real”
11
(Dallam, 1997), a
lo cual agregaban que “en tanto los niños
son inmaduros en términos de su desarro-
llo, sus alegatos de abuso sexual tienen
reducida confiabilidad”
12
(Dallam, 1997).
Más allá de tales afirmaciones, Underwager
y Wakefield (citados por Dallam, 1997)
también defendían que no debía ignorarse
la sexualidad infantil, así como la ternura,
amor y placer que un niño/a podía ex-
perimentar con la estimulación genital,
aspectos todos que, desde su óptica, serían
desconocidos y desvirtuados al definir dicha
relación como abusiva, traumática, estre-
sante y negativa. Como respuesta a éstas
y otras consideraciones, desde las cuales,
Underwager -especialmente- (citado por
10 “Temas en las acusaciones de abuso sexual” [traduc-
ción libre del inglés al español]. Valga anotar que,
según Dallam (1999), Richard Gardner publicó
sus artículos en esta revista fundada y editada por
Underwager y Wakefield.
11 Traducción libre del autor y de la autora.
12 Traducción libre del autor y de la autora.
Dallam, 1997) signaba incluso la pedofilia
como “una manifestación del deseo de
libertad con que Dios creó al ser huma-
no”; las críticas a esta serie de postulados
denunciaron no solo la parcialización de
sus argumentos, sino también el empleo de
afirmaciones contradictorias (Chadwick
citado por Dallam, 1997), la tergiversación
intencional de información recabada y el
uso equívoco de resultados de investigación
(Peters citado por Dallam, 1997).
Partiendo de estos referentes, Underwager
y Wakefield cofundaron en 1992 la Funda-
ción del Síndrome de las Falsas Memorias,
con sede en Estados Unidos (Pope, 1996;
Dallam, 1999; Batres, 2010), la cual sobre-
sale como un gremio integrado por antago-
nistas a la existencia del abuso sexual, que
se propone apoyar a padres denunciados por
este hecho (Dallam, 1997; Dallam, 1999;
Batres, 2010).
Ahora bien, en lo que respecta a los plan-
teamientos de Loftus, Diges (1997) apunta
cómo dicha psicóloga les elabora a solici-
tud de la Asociación de Padres Acusados
de Incesto, refiriéndose a la implantación
de recuerdos sobre experiencias pasadas,
que llegan a revivirse como ciertas pero
que en realidad nunca ocurrieron. En pa-
labras de Batres (2010, 24), dicha autora
“basada en sus investigaciones sobre acci-
dentes, propone que la memoria traumá-
tica no necesita mecanismos explicativos
especiales, es susceptible de no ser exacta
y se puede sugestionar”.
Si se analiza con detalle la definición ofre-
cida por Loftus (citada por Diges, 1997),
sobresale cómo el síndrome de falsas memo-
rias refuta la autenticidad de las denuncias
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en situaciones de abuso sexual e invalida
la terapia para recobrar memorias como
estrategia de sanación a traumas infantiles
(Claramunt, 2007), ya que considera que
los recuerdos no solamente pueden ser ol-
vidados, sino también cambiados, añadidos
o incluso inventarse completamente.
Esta teoría, no reconocida por la Asociación
Americana de Psiquiatría
13
, considera que
la memoria es un proceso psicológico básico
cuya principal característica es la de ser ma-
leable, por lo que la influencia del entorno
o de personas significativas en la vida de los
niños y las niñas, pueden imponer recuerdos
falsos en relación con cualquier situación,
incluida la experiencia de abuso sexual (Di-
ges, 1997). Al respecto, Loftus publicó una
serie de experimentos que clasificaban a las
memorias en dos tipos: memorias espontá-
neas y memorias impuestas (o implantadas),
últimas que consideraba evidencia de que la
memoria de un individuo podía ser alterada
y convertirse en el recurso menos confiable
para la toma de decisiones legales (Diges,
1997; Mojardín, 2008).
A manera de síntesis, Mojardín (2008: 41)
destaca que las investigaciones efectuadas
por Loftus exponen:
que la contaminación de la memoria en
testigos se da en la mayoría de los casos
sobre información literal. Al momento
del evento, la información literal se co-
13 A modo de ilustración, en la propuesta de elabora-
ción de la última versión del Manual Diagnóstico y
Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-V por su
nombre en inglés) por publicarse en el año 2013, la
Asociación Americana de Psiquiatría no contempla
ninguna referencia al denominado síndrome de
las memorias falsas o implantadas (Disponible en:
http://www.dsm5.org/Pages/Default.aspx).
difica de manera no significativa, com-
parada con la información relacional y
eso abre la posibilidad de que se pierda
rápido. Por ello, las personas aceptan
con facilidad información nueva y la
reportan como si fuera real. Sobre todo
cuando la información nueva es con-
gruente con el hecho real presenciado.
Sobresale, en este punto, que los plantea-
mientos de Loftus (citada por Batres, 2010)
coinciden en aportar material documental
desde el cual desacreditar los recuerdos
sobre abuso sexual, de manera que estos
no puedan ser empleados en calidad de ele-
mentos probatorios. Con ello, se promueve
la descalificación del relato del niño/a, su
desprotección (Batres, 2010), así como el
desconocimiento de las características de
desarrollo, factores individuales, familiares,
comunicacionales, entre otros, que inter-
vienen en su relato de la experiencia y en
el procesamiento de la vivencia traumática.
Aunado a lo anterior, cabe acotar, siguiendo
a Poper (1996) y a Batres (2010), la variedad
de críticas con que diversos sectores de las
ciencias sociales y de los movimientos de
derechos humanos han reaccionado ante el
llamado síndrome de las memorias falsas. Así,
valga referir su consideración de término no
psicológico enunciado por una fundación
privada cuyo propósito es la defensa de padres
acusados (Poper, 1996); además de la poca
claridad respecto al protocolo seguido en la
validación de los resultados investigativos
(Poper, 1996), así como sus fines ideológicos
encubiertos (Batres, 2010), desde los cuales
aspira a reproducir la impunidad de los actos
de abuso cometidos por figuras masculinas.
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En este sentido, es evidente la relación
entre el Backlash, el SAP y el síndrome de
falsas memorias, ya que estos tres plantea-
mientos revictimizan a las personas menores
de edad víctimas de abuso y depositan la
responsabilidad de la violencia recibida
tanto en ellos/as mismos/as, como en el
entorno que impone falsos recuerdos o en
la influencia que las madres poseen sobre
sus hijos/as.
Al respecto, el empleo de teorizaciones
como las analizadas, cuyo origen y funda-
mentos resultan absolutamente cuestiona-
bles y contrarios al principio del interés
superior del niño/a, debe convocar la pre-
ocupación y respuesta del movimiento por
el reconocimiento de derechos humanos
de la niñez y la adolescencia, ya que cada
vez son más las posturas pseudocientíficas
que buscan cuestionar la credibilidad de los
relatos infantiles en situaciones de abuso
sexual. De igual modo, nuestros estrados
judiciales se debaten con mayor frecuencia
entre la disyuntiva de aceptar o rechazar
este tipo de formulaciones (Claramunt,
2007; Ministerio Público de Costa Rica,
2008; Batres, 2010), en especial, cuando
se desconocen las bases históricas, políti-
cas e ideológicas que les sustentan. Cabe
destacar en este punto la observación de
Batres (2010) de que tanto el síndrome
de alienación parental, como el síndrome
de falsas memorias son promovidos funda-
mentalmente en sus orígenes por autores/as
estadounidenses y que dicha nación no ha
ratificado, a la fecha, la Convención sobre
los Derechos del Niño (aprobada por la
Asamblea General de las Naciones Unidas
el 20 de noviembre de 1989).
Reflexiones finales
El análisis del Backlash y sus manifestaciones
devela una intencionalidad no científica en
sus argumentaciones y presupuestos, sino
más bien ideológica, detractora y sesgada,
orientada a desacreditar aquellas premisas y
recursos desde los cuales se aspira a la pro-
tección de mujeres y personas menores de
edad violentadas en sus derechos. Tal y como
Batres (2010, sección de Un contramovi-
miento, 12) lo expresa, se trata de ataques
no inocuos que “causan un daño enorme
al sistema de protección y a los derechos
humanos”, en tanto socavan la credibilidad
de la denuncia, del relato de la víctima y
de cualquier acción que persiga su defensa.
En este contexto, los recursos discursivos de
quienes defienden el SAP y el SFM, muchas
veces amparados en el supuesto carácter
científico y actual de sus planteamientos,
se suman a la desinformación de muchos/
as profesionales que desconocen los fines
políticos e ideológicos a los cuales responde
la creación de tales teorizaciones. Como
consecuencia, la no capacitación en el tema
funge en calidad de aliado estratégico pasi-
vo de la revictimización de muchos niños,
niñas, adolescentes y mujeres.
Ante tales circunstancias, emerge la im-
periosa necesidad de crear movimientos
organizados que busquen desmitificar el
uso de todos estos planteamientos teó-
ricos estigmatizantes, así como procesos
continuados de diseminación del enfoque
de derechos humanos y la doctrina de la
protección integral, con el fin último de
lograr un mayor respeto de las garantías fun-
damentales de las mujeres y de las personas
menores de edad.
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Otras conclusiones y lecciones aprendidas
que se derivan del recorrido realizado y se
perfilan asimismo como retos por asumir,
tanto por parte de gremios profesionales,
como sectores sociales e instancias estatales
y judiciales, se esbozan a continuación:
• La ausencia de capacitación o cono-
cimientos en torno al tema del Bac-
klash y su relación con el síndrome
de alienación parental y el síndrome
de las memorias falsas, ha sentado
el terreno fértil para que no se ob-
serve espontáneamente su sentido
contrario a los derechos humanos
de las mujeres y de las personas
menores de edad, contribuyendo
así a generar una respuesta social
omisa, ambigua e incluso favorable
hacia sus presupuestos. Respuesta
favorable que, en otros casos, sí ha
sido apoyada con conocimiento de
causa por grupos de hombres para
quienes el movimiento de mujeres
se encuentra abiertamente en con-
tra de la familia y de todo aquello
considerado masculino.
• Es imperante el trabajo con psicó-
logos/as, trabajadores/as sociales,
peritos/as, jueces, abogados/as de
familia, psiquiatras, entre otros pro-
fesionales, en relación con el origen
del Backlash y de sus derivaciones.
Ello por cuanto la contextualiza-
ción de estas teorías, así como el
análisis de la forma en que fueron
acuñadas, pueden facilitar la cons-
trucción de un posicionamiento
crítico y fundamentado frente a
éstas; de manera que se identifique
su carácter pseudocientífico, las
carencias investigativas que poseen,
así como su profunda negación
de los principios básicos de los
derechos humanos y de aquellas
garantías específicas determinadas
por la comunidad internacional
para reparar la discriminación de
colectivos históricamente vulne-
rados. Asimismo, el conocimiento
de la biografía de los precursores/
as del Backlash, puede contribuir a
desarrollar una posición más crítica
frente a las expresiones y conse-
cuencias de esta contra-reacción.
• Una mayor investigación a pro-
fundidad respecto a este contra-
movimiento y sus características, así
como una mayor divulgación de re-
visiones, ensayos y análisis alusivos,
constituyen iniciativas que deben
ser impulsadas; de manera que se
fortalezcan los referentes concep-
tuales para identificar aquellos
entramados ideológicos y políticos
que subyacen a estas teorías. En este
sentido, la investigación científica
puede desmitificar los argumentos
empleados en tales posturas.
• Resulta posible afirmar que el
Backlash, el SAP y el SFM son
expresiones actuales o evidencias
contemporáneas de que el enfoque
de la situación irregular ha evolu-
cionado y se resiste a ser extinto; de
tal modo que estas teorías o movi-
mientos son ejemplos fidedignos del
legado misógino, sexista, adultista,
androcéntrico y ginope
14
que el
14 Ginope: adjetivo derivado del sustantivo “ginopia”,
entendido como la imposibilidad de ver lo femenino
o invisibilización de la experiencia femenina (Dis-
ponible en http://www.fao.org/DOCREP/x0220s/
x0220s01.htm).
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enfoque de la situación irregular y
la ideología patriarcal han impreg-
nado en el entramado social.
En conclusión, la revisión emprendida evi-
dencia cómo los posicionamientos teóricos
analizados constituyen una grave amenaza
a todos los logros alcanzados a favor de la
dignidad del ser humano, amparándose para
ello en artificios argumentativos, procesa-
les y en un manejo sesgado e intencional
de evidencias recreadas al servicio de los
propios intereses. Ante la acrecentada
vulnerabilidad social que ello recrea para
las mujeres y las personas menores de
edad, resulta urgente la concertación de
esfuerzos comunales, sociales, gremiales
e institucionales que se opongan a este
amordazamiento y violentamiento atroz del
derecho a vivir una vida libre de maltrato.
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