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Mujeres y adicciones
Editores
Martha P. Romero Mendoza
María Elena Medina-Mora
Carlos José Rodríguez Ajenjo †
Mujeres y adicciones
Corrección de estilo de lenguaje incluyente
Mtra. Silvia Loggia y Lic. Gabriela Luna, INMUJERES
Coordinación de la edición: Dra. Martha Romero
Coordinación de producción: Dr. Victor Manuel Guisa Cruz
Segunda edición, septiembre de 2011
© CENADIC
ISBN: 978-607-460-177-0
Impreso y hecho en México
Printed and made in Mexico
Directorio
Secretaría de Salud
Dr. José Ángel Córdova Villalobos
Secretario de Salud
Dra. Maki Esther Ortiz Domínguez
Subsecretaria de Integración y Desarrollo del Sector Salud
Dr. Mauricio Hernández Ávila
Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud
Lic. Laura Martínez Ampudia
Subsecretaria de Administración y Finanzas
Mtro. Salomón Chertorivski Woldenberg
Comisionado Nacional de Protección Social en Salud
Lic. Mikel Andoni Arriola Peñalosa
Comisionado Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios
Dr. Germán Fajardo Dolci
Comisionado Nacional de Protección Social en Salud
Dr. Carlos Tena Tamayo
Comisionado Nacional contra las Adicciones
Lic. Carlos Olmos Tomasini
Director General de Comunicación Social
Lic. Bernardo Emilio Fernández del Castillo Sánchez
Coordinador General de Asuntos Jurídicos y Derechos Humanos
Instituto Nacional de Psiquiatría
Ramón de la Fuente Muñiz
Dra. María Elena Medina-Mora
Directora General
Dr. Francisco Pellicer
Director de Investigaciones en Neurociencias
Dr. Carlos Berlanga
Subdirector de Investigaciones Clínicas
Mtra. En Psic. Guillermina Natera
Directora de Investigaciones Epidemiológicas y Psicosociales
Dr. Armando Vázquez López-Guerra
Director de Servicios Clínicos
Dr. Héctor Sentíes
Director de Enseñanza
Instituto Nacional de las Mujeres
C. María del Rocío García Gaytán
Presidenta
Mtra. Silvia Loggia Gago
Subdirectora de Educación y Salud
Lic. Gabriela G. Luna Sánchez
Jefa de Departamento de Salud
CENADIC
Mtra. Celina Alvear Sevilla
Directora General
Mtro. Alejandro Sánchez Guerrero
Director General Adjunto
Mtra. Maria José Martínez Ruiz
Directora de la Oficina Nacional para el Control del Consumo de Alcohol y Drogas Ilícitas
Dr. Justino Regalado Pineda
Director de la Oficina Nacional de Control de Tabaco
Lic. Monserrat E. Lovaco Sánchez
Directora de Coordinación de la Estrategia Nueva Vida
Índice
Agradecimientos 7
Mensaje 9
Lic. Margarita Zavala
Presidenta del DIF Nacional
Prólogo 11
Rocío García Gaytán
Presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres
Introducción 13
Ma. Elena Medina Mora
Mujeres y adicciones 19
Reflexiones desde una perspectiva de género
Martha Romero Mendoza
I. Panorama Actual 37
¿Cómo son las mujeres que pasan la barrera social?
Un análisis de mujeres usuarias de drogas y alcohol en México.
Resultados de la Encuesta Nacional de Adicciones 2008
María Elena Medina-Mora, Jorge Villatoro, Claudia Rafful,
María de Lourdes Gutiérrez, Midiam Moreno, Miguel
Ángel López, Carlos Rodríguez Ajenjo
II. Capítulos de revisión bibliográfica 71
La mirada hacia el consumo de alcohol y drogas
en las jóvenes en cuatro décadas de investigación
Jair Hernández, Jorge Galván
Consumo de drogas en trabajadoras sexuales, 83
niñas de calle, migrantes e indígenas
Eva María Rodríguez, Leticia Vega,
Rafael Gutiérrez
Mujeres, prisión y drogas 101
Martha Romero Mendoza, Mónica Martínez Arroyo
El consumo de drogas en el embarazo en México 117
Énfasis en el alcohol
Francisco Páez Agraz
Codependencia: una revisión de sus distintas 127
aproximaciones en México
Rodrigo A. Marín Navarrete, Liliana B. Templos Núñez,
Lorena Larios Chávez
Sobre la atención a mujeres usuarias de drogas: 160
cifras, barreras y modelo de tratamiento
Jorge Galván, Rodrigo Marín
III. Capítulos de metanálisis 179
Consumo de alcohol y servicios de urgencias
en mujeres mexicanas
Guilherme Borges
Consumo de alcohol y drogas en la población femenina: 193
un análisis de los componentes sociales y de género
a través de las encuestas nacionales
Clara Fleiz, Jorge Villatoro, María Elena Medina-Mora,
María de Lourdes Gutiérrez, Midiam Moreno, Michelle Bretón,
Natania Oliva, Marycarmen Bustos, Miguel Ángel Brambila
El consumo de heroína en mujeres de Ciudad Juárez: 221
una aproximación cualitativa a su trayectoria,
consecuencias y tratamiento
Patricia Cravioto, María Elena Medina-Mora,
Ingris Peláez, Rebeca Robles y Martha Romero
IV. Nueva investigación 251
Barreras a tratamiento que enfrentan las mujeres:
una aproximación émica y ética
Martha Romero, Jorge Galván, Mónica Martínez, Eva María Rodríguez.
Una propuesta de capacitación para la intervención 266
en mujeres con adicciones
Patricia Fuentes de Iturbe
V. Conclusión general 291
Editores y Autores 292
Mujeres y adicciones
7
Agradecimientos
Nuestro gratitud y respeto a todas las mujeres que con problemas de abuso de sustancias
psicoactivas, generosa y anónimamente compartieron su vida. Este esfuerzo está dedicado a
Ustedes. El grupo de investigadores que colaboraron en la realización de esta obra, desean expresar
su sincero agradecimiento y reconocimiento a las siguientes instituciones y a los profesionistas
que trabajan en ellas, por haber participado en las diversas actividades que se derivaron de este
proyecto y que, sin su apoyo, no habría sido posible llevar a buen término este libro.
Instituto Nacional de Psiquiatría
Clínica de Adicciones
Clínica de Adolescentes
Dirección de Investigaciones Epidemiológicas y Psicosociales
Instituciones gubernamentales
Centro de Atención al Alcohólico y sus Familiares (CAAF)
Centro de Atención Toxicológica (CAT):
•VenustianoCarranza
•Xochimilco
Centro de Atención Integral de Adicciones
Centro de Prevención y Atención de Adicciones (CEPREAA), UNAM
Centro de Internamiento para Adolescentes
Centros Nueva Vida (CNV)
Centros de Integración Juvenil (CIJ)
Comité Municipal Contra las Adicciones
Consejo Nacional Contra las Adicciones (CONADIC). Línea telefónica
Consejos Estatales contra las Adicciones (CECA)
Gobierno del Distrito Federal (GDF):
•CentrodeAtenciónIntegral(CAI)
•CentrodeMejoramientodeCalidaddeVida
•ProcuraduríaGeneraldeJusticia
•SubdireccióndeSalud
•SubsecretaríadelSistemaPenitenciario
Hospital General Chalco
Hospital Psiquiátrico Infantil Juan N. Navarro
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
8
Instituto de Asistencia e Integración Social (IASIS)
Instituto de Salud del Estado de México (ISEM)
Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE)
Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS)
Instituto Politécnico Nacional (IPN)
LOCATEL
Secretaría de Salud
Secretaría de Salud Yucatán
Secretaría de Seguridad Pública
Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF)
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM):
•FacultaddePsicología
•FacultaddeMedicina
Unidad de Atención Integral a las Adicciones del Estado de Sonora (UNAIDES)
Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC)
Alcohólicos Anónimos (AA)
Cáritas, Arquidiócesis de México
Casa Alianza
Casa Lois
Centro de Atención Especializado en Drogodependencias, AC (CAEDRO)
Centro Initziare A.C
Comunidad Terapéutica Casa Nueva
Fundación Ama a la Vida
Fundación Reintegra
Fundación Renace
Jóvenes en Acción ALFA 4
Juventud Luz y Esperanza
Matamoros AC
Misericordia y Vida para el Enfermo con Sida A.C.
Picas y Pláticas
Programa Compañeros, A.C.
TRAD AC. Tratamiento en Recuperación de Alcoholismo y Drogadicción
Mujeres y adicciones
9
Mensaje
El consumo de drogas es uno de los mayores retos que afronta nuestro país y el
mundo entero. Muchos de los problemas sociales que actualmente padecemos
están estrechamente vinculados con ese consumo, así como con la producción y
distribución de drogas.
La droga desarrolla las adicciones, enriquece a los narcotraficantes, roba los
sueños y desaparece el futuro de las personas; amenaza a las familias y nos destruye
como sociedad. La droga mata en su consumo y en su distribución.
Hoy, los jóvenes tienen un acceso a las drogas que nosotros los adultos nunca
tuvimos, y el número de mujeres jóvenes que las están consumiendo ha crecido
considerablemente en nuestro país en los últimos años.
Es verdad que la adicción no distingue género. Sin embargo, la mujer adicta enfrenta
un mayor rechazo social y sus pérdidas y consecuencias siempre son más graves.
Como madres, esposas o compañeras de adictos, asumen el rol de ser
cuidadoras y estabilizadoras de la relación y de la familia. Pero cuando son ellas
las que tienen una adicción, sus problemas son mayores: rechazo, abandono,
violencia, discriminación, falta de atención, rompimiento de vínculos y destrucción
de la familia.
Aprecio este esfuerzo de profesionales y expertos para ampliarnos el
conocimiento y sensibilizarnos hacia el fenómeno de las adicciones en el género
femenino. Sin duda también contribuirá al desarrollo de programas adecuados de
carácter correctivo y, sobre todo, preventivo.
El Gobierno Federal, a través del Sistema Nacional DIF y el Consejo Nacional
contra las Adicciones, desde junio de 2008 está trabajando en la Campaña Nacional
de Información para una Nueva Vida, sumando esfuerzos de todos los sectores de
la sociedad en favor de la prevención de las adicciones.
Este libro y los folletos que se han elaborado con enfoque de género, son una
importante aportación a esa tarea. Una esperanza para las nuevas generaciones,
una esperanza para cada papá, para cada mamá y para toda la sociedad.
Si bien este libro que se presenta está orientado a la mujer, indiscutiblemente
tiene por meta sumarse a los esfuerzos por lograr una sociedad que ofrezca un
futuro cierto para niñas y niños.
Queremos ver a nuestros jóvenes caminar libres y dueños de su futuro. Porque
cada niña, cada niño, cada joven es una historia en proceso de construcción, y de
nosotros depende que cada historia tenga la mejor de las posibilidades.
Lic. Margarita Zavala
Presidenta del DIF Nacional
Mujeres y adicciones
11
Prólogo
El uso de sustancias adictivas, legales e ilegales, representa un problema de salud
pública que puede afectar a personas de cualquier edad, sexo o estrato social.
Históricamente, el consumo de drogas se ha considerado como un fenómeno en el
que predomina el elemento masculino.
Esta visión en parte es propiciada por la vigencia que aún tiene en la sociedad
el modelo tradicional de roles y estereotipos de género, que percibe el consumo
de drogas en las mujeres como inaceptable o inadecuado. La mujer es juzgada con
menos indulgencia que el hombre, se considera más grave su degradación moral
y se contempla con mayor severidad la alteración de su papel en la familia. Al
presentarse una adicción en la mujer, se trastornan completamente sus funciones
de ama de casa, madre y esposa.
Este modelo está hoy día superado por la realidad. Las experiencias cotidianas
de las mujeres han dejado de vincularse exclusivamente con el ámbito de la familia,
la maternidad y la crianza: se han incorporado a la vida pública mediante el empleo
retribuido y participan en las esferas económica, social y política.
En el tema que nos convoca, la perspectiva de género ha permitido comprender
también las relaciones específicas que mujeres y hombres mantienen con las drogas,
sus semejanzas y diferencias. Si bien el consumo de drogas ilegales es mayor en
los hombres, en la última década se ha duplicado su uso entre las mujeres. Por
estas razones, es necesario replantear las estrategias de prevención y atención
en función de las necesidades de mujeres y hombres, así como la elaboración
de manuales de sensibilización en cuanto al género para quienes se encargan de
desarrollar acciones en este ámbito.
Mujeres y Adicciones muestra cómo los factores de riesgo, patrones de
consumo, causas y consecuencias físicas, psicológicas y sociales relacionadas con
el consumo de alcohol y drogas, son diferenciados para hombres y mujeres. La
investigación representa una piedra angular basada en evidencia científica, para
delinear cambios en las políticas públicas de salud desde una perspectiva de género.
Esta obra es una importante contribución que aporta un análisis exhaustivo de
la situación de las mujeres en materia de adicciones y nos ofrece recomendaciones
con las que podremos construir políticas públicas, con equidad de género, más
sólidas y eficaces.
Rocío García Gaytán
Presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres
Mujeres y adicciones
13
Introducción
Ma. Elena Medina Mora
En todo el mundo las mujeres, por el hecho de serlo, están en riesgo especial de desarrollar
problemas derivados del abuso de sustancias tóxicas; estos riesgos se relacionan, por un lado,
con factores biológicos y psicológicos que hacen a la mujer más vulnerable a los efectos de las
drogas; por otro, con normas socioculturales que establecen marcadas diferencias en la conducta
esperada en hombres y mujeres, con tendencias hacia mayores sanciones para las segundas
cuando no se sujetan a dichas normas.
La discriminación contra la mujer sigue siendo parte de nuestra realidad. Lo explica la
existencia de dobles parámetros: se tolera más que el hombre beba o use drogas y se rechaza más
a la mujer que viola las normas, aunque su conducta al buscar drogas y durante la intoxicación
no difieran de la del hombre. Estas condiciones motivan que las mujeres experimenten más
problemas y con frecuencia oculten su consumo, lo que dificulta una detección e intervención
tempranas. Así, puede decirse que la sociedad protege a la mujer del abuso de estas sustancias,
pero la rechaza más cuando desarrolla problemas.
La incorporación de la mujer al ámbito del consumo de drogas es más reciente que en los
hombres; aunque ellos continúan usándolas con más frecuencia, las distancias que separaban
a los dos grupos parecen estarse desvaneciendo en las generaciones jóvenes. Aparecen nuevos
riesgos como embarazos tempranos, exposición a sustancias en el embarazo y el posparto; se
modifican las prácticas de crianza, y surgen problemas sociales y de salud como alteraciones en
el ciclo menstrual, cáncer de mama, victimización y depresión, entre otras.
A pesar de que la mujer requiere mayor atención a sus problemas, y que sus necesidades
sociales son diferentes a las de los varones, los programas de tratamiento siguen enfocados a los
hombres. Este volumen analiza la situación de las mujeres y sus necesidades y hace una serie de
propuestas para incorporar o fortalecer un enfoque de género en los programas de prevención y
tratamiento.
El libro acoge el interés ya tradicional del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente
por conocer los problemas que enfrentan las mujeres y por desarrollar y evaluar modelos de
atención acordes con las necesidades de cada grupo de población; del Consejo Nacional contra
las Adicciones, representado por el doctor Carlos Rodríguez Ajenjo †, quien impulsó y apoyó el
desarrollo de la investigación para definir políticas y toma de decisiones y, asimismo, del Instituto
Nacional de las Mujeres que tiene como misión “dirigir la política nacional para lograr la igualdad
de oportunidades entre mujeres y hombres, a través de la institucionalización y transversalización
de la perspectiva de género en las acciones del Estado mexicano”.
El libro consta de varias secciones en las que investigadoras e investigadores presentan sus
estudios sobre la mujer bajo la coordinación de la doctora Martha Romero. Abordan aspectos
de género y la manera como el problema afecta a la mujer, presentan información no publicada,
así como resultados de un metanálisis y una metasíntesis —con enfoque de género— de la
literatura derivada de investigaciones realizadas en el país. Se describen las barreras para la
atención, se propone un modelo de capacitación que integre este enfoque y se recomiendan
políticas públicas.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
14
Aquí se estudia la evidencia científica nacional sobre el consumo de sustancias entre mujeres
a lo largo de su ciclo vital, incluyendo investigaciones generadas desde diferentes aproximaciones
sobre prevalencia, factores de riesgo, consecuencias y barreras de atención a las adicciones. Se
presenta, pues, la investigación en la materia que se considera necesaria para sustentar programas
encaminados a mejorar la respuesta al problema, sin olvidar revisiones de la literatura científica
nacional, análisis secundarios de bases de datos existentes en el Instituto Nacional de Psiquiatría
Ramón de la Fuente Muñiz y nuevos trabajos de campo diseñados ex profeso para la optimización
del diseño de estrategias preventivas y de tratamiento del problema en nuestro país.
El lector podrá conocer la prevalencia en el consumo de alcohol y drogas en diferentes grupos
de mujeres; el impacto del consumo en la población femenina, particularmente vulnerable
biológica y socialmente; así como las barreras para la atención y las modalidades de tratamiento
disponibles para las mujeres; encontrará un espacio de reflexión y una oportunidad, con base en
la evidencia, para diseñar mejores programas y derivar políticas que consideren las necesidades
especiales de las mujeres.
Las mujeres y las adicciones en México
La primera sección aborda el tema de la mujer y las adicciones en México y el enfoque de género.
Las autoras describen cómo el consumo de drogas legales e ilegales se ha incrementado en las
últimas décadas, sobre todo entre las más jóvenes con mayor probabilidad de caer en el uso y
la dependencia. Ello no implica que el problema de abuso de sustancias en los hombres haya
disminuido. Sin embargo, el área de oportunidad para intervenir con políticas públicas adecuadas
entre las mujeres se ha incrementado.
Esto se debe en gran medida a que dado que históricamente este problema de salud ha sido
y sigue siendo más frecuente entre varones, los programas de prevención y tratamiento se han
diseñado para el género masculino, tomando en cuenta sus necesidades específicas.
Desde una perspectiva de género resulta obvia la necesidad de acciones futuras producto
del reconocimiento de las diferencias entre hombres y mujeres, y encaminadas a resolver las
necesidades femeninas. De ser así, las políticas públicas en la materia, al igual que los programas
de prevención y tratamiento que de éstas se deriven, incorporarán elementos tendientes a una
mayor equidad y efectividad para resolver el lastre social que implica el abuso de sustancias
tóxicas.
El aumento del consumo en las mujeres amplifica el espectro de inequidades que padecen,
incluyendo violencia y pobreza; y todo lo que es inherente a su género, como problemas durante
el embarazo y la crianza, aumentan las consecuencias familiares y sociales relacionadas con el
estigma del consumo. La solución a la situación de las mujeres debe ser integral, dirigida a la
prevención, tratamiento y desarrollo social; no es sólo un asunto de salud, sino que requiere la
intervención en los ámbitos político, social y económico. Dirigir políticas públicas para prevenir y
tratar las adicciones desde una perspectiva de género es un buen punto de partida para reconocer
y resolver estas históricas inequidades.
Después del análisis general de los determinantes sociales para la salud de las mujeres, que
juegan un papel importante en la particular expresión del problema de abuso de sustancias, se
ofrece un panorama de la situación actual al presentar los hallazgos epidemiológicos resultantes
Mujeres y adicciones
15
de un análisis secundario de la última Encuesta Nacional de Adicciones (2008). Queda claro que
el uso de drogas en las mujeres se ha modificado en el transcurso de las últimas décadas; cada
vez más mujeres consumen todo tipo de drogas y el del alcohol está aumentando en número
de copas por ocasión de consumo. Los cambios en estos patrones exigen modificaciones en la
forma en que se enfrenta el problema.
Se muestran también las variaciones en las prevalencias acumuladas del uso de alcohol y
drogas por entidad. Ello permite focalizar las acciones de prevención y tratamiento de adicciones
a entidades especialmente vulnerables, como son las situadas en el centro-occidente del país,
donde más mujeres reportaron haber tenido alguna vez trastornos por uso de alcohol, drogas
ilegales y abuso de drogas médicas.
Además, el estudio compara hombres y mujeres consumidores e intenta responder a la
pregunta de cómo son las mujeres que han pasado la barrera social y consumen drogas. Nos
muestra la relación entre consumo de sustancias, depresión, inseguridad y experiencia de
violencia, pero también la conducta antisocial de las mujeres. Pone de manifiesto el rezago en
la atención de las adicciones. Es un hecho que las mujeres acuden menos a tratamiento por
consumo de alcohol o drogas, aunque al hacerlo reportan mejores resultados que los hombres.
Rumbo a una política pública basada en evidencia científica local
El texto incluye un amplio apartado de capítulos de revisión de la literatura mexicana en torno
a las adicciones en la mujer. Se inicia con los grupos más vulnerables: i) jóvenes, entre quienes
se ha incrementado el consumo; ii) trabajadoras sexuales, niñas en situación de calle, migrantes,
indígenas y mujeres en prisión, a las que se ha prestado poca atención en sus adicciones y iii)
embarazadas, cuya conducta adictiva puede repercutir de forma importante en la vida de su
descendencia.
Se resume entonces la evidencia generada en torno a la codependencia de las mujeres, pues
este fenómeno abarca tanto el consumo de drogas como el vivir con alguien que abusa de las
mismas. Muchas mujeres —madres, esposas, hijas, novias o amigas— enfrentan las vicisitudes
de la convivencia con alguien que abusa de sustancias. Ellas también requieren de atención en
salud física y mental y muchas veces son el impulso para que los seres amados que lo requieran
acudan y se mantengan en tratamiento de adicciones.
Esta sección de revisión de la literatura afín termina con la reseña de los estudios de atención a
mujeres usuarias de drogas. Se aportan las cifras y se analizan los modelos de atención existentes,
así como las barreras de tratamiento a superar.
En términos generales, la literatura nacional sobre el tema nos revela que el aumento del consumo
de drogas entre mujeres adolescentes y jóvenes es atribuible en buena medida a los cambios en el
contexto sociocultural que, si bien abrió nuevas posibilidades de desarrollo para las mujeres, también
ha favorecido su exposición a otro tipo de riesgos como el uso de sustancias tóxicas.
EnladécadadelosochentadelsigloXX,lasmujerescomienzanaadquiriralgunasconductas
de riesgo tradicionalmente consideradas como masculinas, lo que se tradujo en un incremento del
consumo de alcohol y drogas entre ellas. Así, en la década de los noventa, el consumo de drogas
en las mujeres comienza a ser considerado en la gran mayoría de las publicaciones nacionales
como un problema importante de salud pública; las encuestas nacionales en hogares y los
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
16
estudios en población escolarizada mostraban el paulatino incremento en el uso de drogas entre
mujeres adolescentes y jóvenes, así como una disminución en la percepción del riesgo asociado
a dicho uso. A partir del año 2000, resulta claro que el patrón de consumo de las mujeres es cada
vez más semejante al de los varones, pasando del uso experimental al abuso habitual.
Respecto a las mujeres dedicadas a la prostitución, adolescentes en la calle, indígenas,
migrantes y mujeres en prisión, la recopilación de investigaciones que se han publicado en México
da cuenta de la escasez de información sobre sus particulares patrones de consumo, problemas
y consecuencias asociadas, y de las estrategias de intervención efectivas para su tratamiento. Se
requiere más y mejor investigación en este campo, aunque con los datos disponibles es claro que
la droga se encuentra disponible para niñas y mujeres. Así, por ejemplo, en el caso de quienes se
dedican a la prostitución, el alcohol parece ser una “droga de trabajo”. A finales de los noventa,
Rodríguez reportó que casi todas estas mujeres consumían entre media y una botella diaria de
alcohol. Se propone entonces el primer programa de intervención para reducir los daños en esta
población, con un enfoque de género y desde una perspectiva integral.
Por otra parte, un estudio de trabajadores infantiles realizado por DIF, DF y UNICEF, reportó
que el alcohol y el tabaco son las sustancias legales más consumidas por las menores de edad,
y las drogas ilegales más frecuentemente consumidas son inhalables, mariguana y cocaína; las
razones por las que se inicia su consumo son variadas; van de la curiosidad y la búsqueda de
aceptación de los pares a la imposición de terceros, el maltrato infantil y el abuso sexual, que
lamentablemente son frecuentes en esta población. Preocupa que las instituciones no consideran
a estas niñas como poblaciones meta de sus programas de intervención. La situación no es más
alentadora para las mujeres migrantes, indígenas y en prisión, tan vulnerables por su situación de
marginalidad, pobreza y/o violencia cotidiana les impone.
A lo largo del ciclo vital, no sólo las niñas en situación de calle y las adolescentes se encuentran
en posición especialmente vulnerable para el abuso de drogas; durante el embarazo, las mujeres
pueden impactar sustancialmente la vida de otros si ingieren drogas legales o ilegales. Este libro
destaca el uso del alcohol, pues puede repercutir gravemente en el desarrollo del bebé, generando
el denominado síndrome de alcohol fetal.
Los esfuerzos sanitarios en países que han avanzado en este terreno van dirigidos, incluso, a
lograr el cero por ciento de consumo de esta sustancia durante el embarazo; en México, algunos
de nuestros profesionales de la salud aún no llevan a cabo la vigilancia y recomendación de no
uso de alcohol en esta etapa de reproducción femenina.
El impacto negativo de las adicciones sobre otros, particularmente la familia, representa un
problema en sí mismo. Este fenómeno se ha denominado “codependencia”. Su tratamiento ha
incluido tanto a grupos de ayuda-mutua como a intervenciones basadas en evidencia científica.
En México, país en donde la codependencia es un estilo relacional profundamente arraigado
—sobre todo en las mujeres, con un claro papel de cuidadoras—, resulta de indudable valor la
implementación de intervenciones sistemáticas para reducir en lo posible los efectos de convivir
con un adicto a sustancias psicoactivas, sean sobre la dinámica familiar, la salud de sus miembros
o la forma en que éstos hacen frente a las adicciones y su tratamiento.
Un planteamiento integral del fenómeno incluiría entonces a la familia, tanto para promover
que el usuario de drogas inicie y culmine exitosamente un tratamiento, como para solucionar los
problemas de la propia familia.
Mujeres y adicciones
17
Metanálisis y metasíntesis con enfoque de género
En el tercer apartado del texto se ofrece un grupo de reanálisis con perspectiva de género
de investigaciones nacionales consideradas de relevancia para destacar los determinantes y
consecuencias del abuso de drogas en mujeres mexicanas. Inicialmente, estos estudios analizaron
el fenómeno incluyendo a hombres y mujeres como un solo grupo. Esto ocurre en buena parte de
la investigación científica generada en la materia. Ahora los datos que se presentan dan cuenta
de la situación específica de las mujeres, en lo relativo a consumo de alcohol y uso de servicios de
urgencia; componentes sociales del consumo de drogas, y trayectoria, consecuencias y barreras
de tratamiento particulares al consumo de heroína en mujeres que habitan en el norte del país.
Se seleccionaron estos estudios en virtud de que:
i) Las salas de urgencias resultan escenario importante para llevar a cabo intervenciones
efectivas para reducir el consumo de drogas —particularmente de alcohol—, ante la
disposición para analizar y modificar el patrón de consumo de las no poco frecuentes
usuarias; entre 8.6% y 39.4% de mujeres que ingresan a un servicio de urgencias en
México, son bebedoras y su consumo se asocia con un muy elevado riesgo de requerir
atención de urgencia, especialmente por traumatismos por violencia;
ii) Las variables socioculturales como edad, estado civil, religión y escolaridad, juegan un papel
importante en la expresión y mantenimiento del problema, con lo que su análisis permite
vislumbrar a los grupos más vulnerables (ahora sabemos que en México las mujeres de 18
a 24 y de 25 a 30 años de edad, que no cuentan con una pareja —divorciadas, solteras,
separadas—, no profesan una religión y tienen niveles más altos de instrucción educativa,
son las que más consumen alcohol y drogas médicas e ilegales); y
iii) El estudio de las trayectorias, consecuencias y barreras de tratamiento de poblaciones
femeninas específicas permite diseñar intervenciones focalizadas en quienes la marginalidad
y la violencia han trastocado sus vidas y las de sus seres queridos, como mujeres de la frontera
norte de nuestro país, usuarias de drogas duras como la heroína desde muy temprana edad
y que carecen de opciones adecuadas de tratamiento.
Aportaciones para hacer frente al problema de manera efectiva
El cuarto apartado del libro presenta la nueva investigación en torno a las barreras de tratamiento
que enfrentan las mujeres mexicanas y las necesidades de capacitación del personal de salud
para lograr su adecuada atención. Se trata de dos estudios de campo necesarios para llenar los
huecos de información local necesaria para la implementación de intervenciones efectivas.
El primero, desde una aproximación cualitativa, aborda las dificultades de las mujeres para
iniciar y culminar exitosamente la utilización de servicios de atención. De acuerdo con los
profesionales de la salud mental, una de las barreras de tratamiento es la falta de identificación
del abuso de sustancias como un problema de salud mental; por su parte, las usuarias, que
reconocen la negación del problema como un elemento que dificulta su atención oportuna,
destacan la importancia de otros factores: el estigma, la discriminación —incluso por clase social
y preferencias sexuales—, la insistencia de los varones en el consumo y no tratamiento y el
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
18
temor a perder a los hijos; asimismo, barreras institucionales que incluyen falta de disponibilidad
y/o desconocimiento de la ubicación de los centros atención, carencia de efectividad de las
estrategias terapéuticas empleadas, alejadas de una aproximación de género, así como la violencia
de la que pueden ser objeto en muchas ocasiones.
Los autores concluyen que la poca comprensión y la falta de capacitación de algunos
profesionales de la salud respecto a los problemas que presentan las mujeres consumidoras
de drogas, impide que se les brinde una atención adecuada o que no sean aceptadas para el
tratamiento.
El segundo estudio, de corte cuantitativo, se enfocó al diseño de una estrategia de capacitación
en la materia que integre la perspectiva de género para resolver necesidades particulares de las
mujeres consumidoras. Esta propuesta es producto del análisis de modelos basados en evidencia
científica y de un estudio exploratorio sobre necesidades de capacitación en México —el primero
en su tipo—. Sin duda, nuestro país tiene profesionales de la salud con el perfil apropiado para el
aprendizaje de intervenciones con perspectiva de género para mujeres con adiciones. Cubrir las
necesidades de capacitación más importantes, como las estrategias de tratamiento integral de
adicciones (incluyendo intervenciones psicosociales para disminuir la violencia y la atención a la
comorbilidad de trastornos de ansiedad y afectivos, de género y adicciones), permitirá responder
más adecuadamente ante el problema.
Sumando estos esfuerzos de tratamiento con las políticas públicas preventivas con
intervenciones focalizadas en grupos vulnerables que se sintetizan en el último apartado del
texto, los autores del libro esperamos contribuir a la respuesta organizada, basada en evidencia
y sensible al género y la cultura que se requiere, para lograr un México libre de adicciones, uno
mejor para todos y todas.
Mujeres y adicciones
19
Mujeres y adicciones
Reflexiones desde una
perspectiva de género
Martha Romero Mendoza
Introducción
En todo el mundo, las personas socialmente desfavorecidas tienen menos acceso a los recursos
básicos de atención y a los sistemas de salud. Sin embargo, estos grupos son los que enferman
y mueren con mayor frecuencia que personas pertenecientes a grupos que ocupan posiciones
sociales más privilegiadas. Estas diferencias se han denominado inequidades y aumentan a pesar
de que nunca como en la actualidad hay tanta riqueza, conocimientos, sensibilidad e interés por
los temas que atañen a la salud (WHO, 2005).
La mayor parte de los problemas de salud se pueden atribuir a las condiciones socio-económicas
en que viven las personas. Sin embargo, en las políticas de salud han predominado las soluciones
centradas en el tratamiento de las enfermedades, sin incorporar adecuadamente acciones sobre las
“causas de las causas”, como, por ejemplo, sobre el entorno social. En consecuencia, los problemas
de salud subsisten, las inequidades en salud y atención aumentan y los resultados obtenidos con las
intervenciones en salud centradas en lo curativo resultan insuficientes (WHO, 2005).
Paradójicamente, hay suficiente evidencia —proveniente de países desarrollados—de
muy diversas acciones posibles para disminuir dichas inequidades, principalmente mediante
la implementación de políticas e intervenciones de salud que actúen sobre los determinantes
sociales.
En cuanto al consumo de sustancias adictivas, es un hecho conocido que el problema del
abuso de drogas está en crecimiento: se modifican las sustancias que se consumen y los patrones
de uso; los grupos de población que las consumen tambien cambian, con mayor participación
de las mujeres y sobre todo de las generaciones más jovenes. Esta transición afectará más a las
mujeres por su mayor vulnerabilidad a los efectos de las drogas y ser objeto de mayor rechazo
social. Las mujeres llegan al tratamiento con más pérdidas que los hombres, con muchas más
consecuencias derivadas de su consumo, aunque finalmente el comportamiento en hombres y
mujeres adictos sea el mismo. Como madres, esposas o compañeras de adictos, asumen también
el papel de cuidadoras, enferman y afectan el ambiente familiar cuando esto ocurre.
Las modificaciones en el fenómeno requieren cambios en la manera de enfrentar el problema.
En el país se ha realizado una cantidad considerable de investigación que debe reunirse a fin de
sustentar programas encaminados a mejorar la respuesta y cambios en las políticas públicas.
El objetivo de este capítulo es reflexionar en cómo los determinantes sociales de la salud —
en particular el género y los conceptos de igualdad y equidad— intervienen en la expresión del
problema del abuso de sustancias en mujeres, y revisar los trabajos realizados en México sobre el
tema desde una perspectiva de género.
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20
Determinantes sociales de la salud
De acuerdo con la comisión de la Organización Mundial de la Salud (2008) los determinantes
de la salud incluyen ambientes sociales, físicos y económicos, así como las características y
conductas individuales. El contexto de la vida de las personas determina su salud, no menos que
la herencia y la genética, elecciones personales y forma de vida. Así, culpar a las personas por
tener una salud pobre es algo inapropiado (UNESCO, 2009). En muy diversas circunstancias,
las personas son incapaces de controlar directamente los determinantes sociales de la salud.
Éstos incluyen factores como:
Ingreso y estatus social: a mayor ingreso y estatus social mejor salud. Entre mayor la brecha
entre la gente rica y la gente pobre, mayores las diferencias en la salud.
Educación: bajos niveles de educación están ligados a una salud pobre, mayor estrés y
menor autoconfianza.
Ambiente físico: agua segura y aire limpio; lugares de trabajo saludable, casas seguras,
comunidades y vías de comunicación contribuyen a la buena salud.
Empleo y condiciones laborales: las personas empleadas son más sanas, particularmente
quienes tienen control sobre sus condiciones laborales.
Apoyo social de redes: a mayor apoyo de las familias, amigos/as y comunidades, mejor
salud.
Cultura: las costumbres y tradiciones, las creencias de la familia y la comunidad afectan la
salud.
Genética: la herencia juega una parte al determinar la vida, la salud y la probabilidad de
desarrollar ciertas enfermedades.
Conducta personal y habilidades de afrontamiento: la alimentación balanceada, el mantenerse
activo, beber, y cómo se enfrentan las tensiones y retos de la vida, afectan a la salud.
Servicios de salud: el acceso y el uso de servicios que prevengan y traten la enfermedad,
influyen en la salud.
Género: hombres y mujeres sufren diferentes tipos de enfermedades en diferentes edades.
Estos determinantes sociales producen, propician, favorecen y crean desigualdades e
inequidades que se manifiestan en el estado de la salud y la enfermedad de una población.
¿Pero qué es la igualdad y la equidad?
Igualdad y equidad
La igualdad y la equidad a pesar de que son términos comunes y se utilizan indistintamente,
representan conceptos diferentes. La desigualdad y la igualdad son conceptos dimensionales que
pueden referirse a cantidades medibles. La inequidad y la equidad son por otro lado, conceptos
políticos que expresan un compromiso moral con la justicia social (Kawachi y cols., 2002).
La igualdad es un concepto que implica un vínculo y significa una relación entre pares o entre
iguales. En la igualdad lo importante es evitar ser tratado o considerado como diferente, mientras
que en la justicia lo relevante es enfrentar lo que de hecho nos hace diferentes.
Mujeres y adicciones
21
La equidad por otro lado se define como un principio asociado a valoraciones éticas, morales
y políticas sobre la idea de lo justo. La equidad orienta una acción consciente y deliberada
dirigida a impactar los determinantes sociales, culturales, políticos, económicos e institucionales
que producen tratos, condiciones y/o posiciones injustas vistas como innecesarias, evitables así
como inaceptables en la vida concreta de las personas dentro de cada sociedad y cada cultura;
por consiguiente, factibles de ser resueltas o superadas por la intervención de la misma sociedad
mediante recursos legales, políticos e institucionales, materiales o no materiales (D’Elia y
Maingon, 2004).
La equidad es un concepto ético que se constituye como un reto para definir su sinónimo
más cercano, justicia social, que puede significar diferentes cosas para diferentes personas, en
diferentes sociedades y en diferentes tiempos. La inequidad no se refiere a todas las desigualdades
sino a las consideradas como injustas y evitables. La equidad implica la necesidad más que el
privilegio, de ser considerado en la distribución de recursos.
En particular, las desigualdades en salud son las diferencias en materia de bienestar físico
entre los grupos de población, definidos por factores socioeconómicos, demográficos o
geográficos. Entre los más importantes han sido descritos por Evans y Browns (2003): Lugar
de residencia (urbano/rural); Raza/etnicidad; Ocupación; Género; Religión; Educación; Estatus
socioeconómico y Capital social/recursos. Las diferencias en la salud no derivan únicamente
de los sistemas sino de la calidad, el acceso y la capacidad de pago del cuidado. Esta compleja
interacción de los determinantes de la salud lleva a las desigualdades. Sin embargo, se estima
que las conductas individuales sólo dan cuenta de 25% de las desigualdades (Marmot, 2006).
¿Y el género?
El género puede ser principio organizador, fuente de desigualdad e inequidad y elemento en las
diferencias de poder entre hombres y mujeres. El efecto perjudicial del género hace que la mujer
se encuentre en mayor desventaja social debido a que predominan estructuras que privilegian a
los varones (Sen, Östlin, George, 2007).
Las diferentes posturas teóricas en torno al concepto género, la categoría género, el enfoque
y/o la perspectiva de género, han generado confusión, diferencias, distancias entre investigadores.
Por ello se dificulta brindar una definición abarcadora y justa (Guzmán y Pérez, 2007). Entre
otros, de Barbieri (1997) y Rodríguez (2008) han dado cuenta de ello.
El género ha sido considerado una categoría de análisis de índole relacional sobre la cual inciden
diversas visiones y modalidades de hacer ciencia. En tanto que categoría de análisis multidisciplinario,
el género marcó la ciencia social y la investigación en las décadas de 1960/1970.
A su vez, el género puede considerarse una perspectiva analítica que torna imprescindible la
connotación relacional. Es un marco aglutinador de investigaciones de índole multidisciplinaria
que hace que se sobrepasen los atributos de una categoría aislada y sirve como un parámetro
orientado para la acción (Salles, 1997). Busca principalmente desnaturalizar, comprender,
identificar y visibilizar las diferencias entre mujeres y hombres que limitan el acceso equitativo a
los recursos económicos, políticos y culturales (PNUD, 2006, INMUJERES, 2008).
Género es un concepto que incorpora los factores sociales y culturales asociados
con los diferentes patrones de socialización de hombres y mujeres, que a su vez, tienen que
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
22
ver con los roles familiares, las expectativas laborales, los tipos de ocupación y la cultura social
que, a su vez, afecta el proceso de salud y enfermedad. Es importante señalar que un enfoque
de género, sin embargo, no puede reducirse a los roles de género debido a que éstos remiten a
conductas individuales que pueden interpretarse erróneamente si no se analiza el contexto donde
se expresan (véase figura 1).
“MASCULINIDAD” Y “FEMINIDAD”
(ROLES DE GÉNERO)
Roles, estado,
normas, valores
Responsabilidades,
Necesidades, expectativas
Sexualidad y
comportamiento sexual
GÉNERO
DISTRIBUCIÓN DE RECURSOS
Y RECOMPENSAS
DIVISIÓN DE TRABAJO, PODER
Y RESPONSABILIDADES
Figura 1.
Autorizado por la OPS; Gender, Ethnicity and Health
Como fenómeno social, el género impone relaciones desiguales de poder entre hombres
y mujeres mediante normas y valores culturales simbólicos. Además, el género impregna las
instituciones sociales porque no sólo se refiere a relaciones entre los sexos en el ámbito individual,
sino también a una compleja gama de estructuras, prácticas y comportamientos que definen los
sistemas de organización que constituyen las sociedades humanas (Sen, George y Östlin, 2005)
(véase figura 2).
Mujeres y adicciones
23
ACCESO Y CONTROL DE RECURSOS
RECURSOS
FAMILIARES
RECURSOS
ECONÓMICOS
Y SOCIALES
RECURSOS
POLÍTICOS
INFORMACIÓN
Y
EDUCACIÓN
TIEMPO
PODER Y TOMA DE DECISIONES
Figura 2. El género interactuando con otras variables define
Autorizado por la OPS; Gender, Ethnicity and Health
En palabras de Bourdieu y Wacquant (1992) el género es “una institución que ha estado inscrita
por milenios en la objetividad de las estructuras sociales y en la subjetividad de las estructuras
mentales” (p. 171).
En este trabajo utilizaremos el concepto de género citando a Ettore (2004): “Género es un
proceso y una institución[…] Como un proceso, el género es una parte de todas las interacciones
humanas. El género moldea el significado de “mujer “y “hombre” así como el de “masculinidad”
y “femineidad” en los niveles económicos, culturales y políticos. Como una institución, el género
es parte de la cultura, tanto como otros componentes de la misma como los símbolos, el lenguaje,
las costumbres, las normas, los valores y así podríamos seguir. El género es una forma “estable” de
inequidad estructurada y que está incrustada en la cultura” (p. 329).
Resumiendo, el género es cultural, relacional, histórico, político, social y sobre todo implica
relaciones de poder inequitativas entre hombres y mujeres.
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El género es
cultural
•Generacional
•Histórico
El género habla
de relaciones
hombre-mujer
•Relaciones cambiantes
•Relaciones que evolucionan
Implica relaciones
de poder
•Poder individual
•Poder colectivo
Género y salud
Si bien mujeres y hombres comparten retos similares en la salud, la forma en que viven y solucionan
sus problemas en esta área son muy diferentes. Tal diferencia ha llevado a la Organización Mundial
de la Salud (2009) a realizar esfuerzos para dar cuenta de las desigualdades e inequidades y
sugerir recomendaciones. Entre los hallazgos más importantes que la OMS (2009) señala en el
reporte titulado “Mujeres y Salud” se encuentran:
1. Las inequidades persistentes y ampliamente difundidas, hacen que las mujeres tengan en
general peor salud que los hombres, y estos problemas se ven agravados por las desigualdades
en educación, ingresos y empleo.
2. Las mujeres enfrentan mayores problemas en el periodo de sus años fértiles, entre los 15 y
49 años y ello también tiene un impacto en la salud además del desarrollo de las siguientes
generaciones. Entre los retos que tienen que enfrentar se encuentran embarazos no deseados,
abortos no seguros, complicaciones del embarazo y parto, infecciones de transmisión sexual
incluyendo el VIH además de la violencia.
3. Los problemas de salud crónicos degenerativos son muy importantes, tales como la pérdida
de la visión que provoca cada año que más de 2.5 millones de mujeres se queden ciegas.
Además, son relevantes los problemas de salud mental como la depresión que es causa de
discapacidad de mujeres en todas las edades.
4. Un gran número de problemas de salud de las mujeres tiene su origen en la infancia, debido
a inadecuada nutrición, abuso sexual y negligencia en su cuidado, que lleva implícito la falta
de un ambiente de apoyo para adquirir un desarrollo físico social y emocional adecuado. Esta
carencia puede ser el origen de trastornos en la salud mental y de abuso de sustancias en
épocas posteriores en la vida.
5. Los sistemas de salud con frecuencia fallan en reconocer las necesidades particulares de las
mujeres.
Mujeres y adicciones
25
Desde una mirada social los aspectos de género en la salud influyen de forma diferenciada y
desigual en hombres y mujeres condicionando diferentes:
Necesidades.
Riesgos.
Percepción de la salud.
Evolución de la enfermedad.
Tipo y satisfacción de la demanda al sistema de salud.
Grado de acceso a recursos básicos de salud.
Control de recursos de salud en el ámbito familiar, comunitario e institucional.
Las diferencias y desigualdades en el campo de la salud se manifiestan no sólo por la forma
en que la salud y la enfermedad se distribuyen entre la población, sino también en la forma en
que se promueve la salud, se previene y controla la enfermedad, se cuida a los pacientes. Se
manifiesta, además, en los modelos adoptados para estructurar los sistemas de salud y seguridad
social (Sojo, 2002).
En realidad, aunque se trate de diferencias biológicas específicas de uno u otro sexo en
problemas de salud específicos y pareciera que no existen connotaciones de género, hay que
preguntarse cómo y cuándo son tratadas por el sistema de salud, y cómo son tratadas por la
sociedad las personas que presentan los síntomas de enfermedad.
Un ejemplo de las diferencias en México lo dan Langer y Catino (2007) al señalar que, con
frecuencia, las necesidades de las mujeres mexicanas como consumidoras de cuidados de la salud
son desatendidas; y como proveedoras de salud tienen un papel no valorado pero imprescindible
a nivel privado y profesional, debido a que satisfacen una carga desproporcionada de cuidados
informales de salud en los hogares y las comunidades.
Estas diferencias genéricas también han podido medirse. El Foro Económico Mundial (2010)
ha publicado, cada año, un reporte respecto a la brecha de género de 134 países con la finalidad
de capturar la magnitud de las disparidades. El índice se basa en las brechas genéricas, en criterios
económicos, políticos, de educación y salud, además de brindar un puntaje para cada país que
permite comparaciones efectivas entre regiones y grupos de ingreso a lo largo del tiempo. No
se basa en el nivel de desarrollo del país (Hausman y cols., 2010). México ocupa el lugar 91 de
134 países. En comparación con el año 2009, México ganó siete lugares, principalmente por el
efecto combinado de ligeros aumentos en la participación de las mujeres en la fuerza laboral (44
a 46%), el aumento de los ingresos (de 7 311 a 8 375 dólares) además del aumento en el
ingreso a educación terciaria (26 a 27%). Sin embargo, con apenas la mitad de las mujeres en
la participación de los ingresos, México permanece en la parte baja de los puntajes, debajo de El
Salvador y sólo un lugar arriba de Guatemala.
Género y adicciones
Para algunos autores el predictor más importante del consumo de alcohol y el daño asociado
es el género (Schmidt y cols., 2010). Wilsnack y cols. (2004) han señalado tres razones
importantes para esta diferencia genérica:
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1. A nivel mundial, comparados con las mujeres, los hombres tienen mayor probabilidad de
beber, de consumir más alcohol y de tener más problemas al hacerlo. Las diferencias se
muestran en las tasas de abstinencia, en el consumo riesgoso, los periodos de intoxicación y
en los trastornos por el abuso. Muy diversas explicaciones se han dado respecto a esta brecha
en las diferencias genéricas. Van desde la genética y el metabolismo hasta la inhibición en las
mujeres, el goce y el control social.
2. La segunda razón es que el género interactúa con el consumo de alcohol y provoca diferencias
culturales. El alcohol diferencia, distingue, simboliza y regula los roles de género. En décadas
recientes ha existido una preocupación constante porque la brecha en el consumo de hombres
y mujeres ha disminuido, surgiendo así la hipótesis de la convergencia, donde se afirma que
el aumento en las oportunidades de la mujeres de llevar a cabo roles masculinos tradicionales
(como el trabajo) ha favorecido el aumento del consumo con mayores consecuencias para
ellas. Esta disminución en la brecha del consumo es más evidente en las mujeres adolescentes
y jóvenes.
3. La construcción de la masculinidad y la feminidad en algunas culturas está ligada al consumo
de alcohol. Beber se asocia a mostrar camaradería entre varones provocando que éstos
nieguen o minimicen los problemas resultantes de su consumo. O aceptando esta conducta
como normal o permisible, aun cuando en muchos casos los lleve a la violencia. Por otro lado,
el consumo en la mujer provoca en quienes la rodean estigma, enojo, castigo y coerción a fin
de detener su consumo de alcohol.
Las drogas médicas psicotrópicas, por otro lado, han sido consideradas necesarias y una parte
esencial en el trabajo médico. El discurso que subyace es que son una herramienta valiosa para
el paciente que sufre ansiedad e insomnio y necesita apoyo farmacológico. El problema sin duda
alguna NO es el medicamento, sino su utilización diferenciado por género. Son pocos los estudios
que explican las razones complejas de por qué a las mujeres les son más prescritas y existen casi
nulas investigaciones sobre los daños a su salud (Ettore, 1995).
Desde esta óptica, las mujeres forman una categoría escondida en la mayoría de los estudios
sobre alcohol y sustancias psicoactivas o, en el mejor de los casos, su consumo no se reconoce
como importante y con menores riesgos que los varones.
En el área social de la adicción sigue prevaleciendo la idea de que los hombres poseen un papel
social dominante y activo en el consumo de sustancias y que las mujeres se limitan a ser pasivas y
subordinadas en la cultura del uso. Ello ha ocasionado que las experiencias, problemas, situaciones
y necesidades de las mujeres no hayan sido reconocidas de manera importante dentro de los
campos de la investigación y el tratamiento.
Algunos autores asumen que “el peso social y en la salud por el consumo de alcohol es
sustancialmente menor que en los hombres” (Schmidt y cols., 2010, 17), por lo tanto niegan
indicadores que podrían dar cuenta de la especificidad del daño en mujeres ignorándolos y
excluyéndolos de los análisis, como podría ser el consumo durante el embarazo.
Las mujeres que abusan de sustancias son vistas y retratadas como fuera de control y/o
en necesidad de control. Es ya un clásico el libro de Burín y cols. (1990) sobre la “tranquilidad
recetada”, refiriéndose al uso de drogas médicas como estabilizador del estado de ánimo de las
mujeres (necesidad de control) o el consumo de las mujeres como muestra de disidencia a los
Mujeres y adicciones
27
roles tradicionales (fuera de control) y, por lo tanto, una conducta muy estigmatizada socialmente
(Romero, 1999).
Pero, ¿qué problemas comparten las mujeres adictas? Hace algunos años las Naciones Unidas
(UNODC, 2004) publicó una monografía respecto al tratamiento de las mujeres adictas en el
mundo. En la reunión de expertos realizada en Viena, surgieron temas que las mujeres enfrentan
y que fueron generalizables:
1. Vergüenza y estigma.
2. Abuso físico y sexual.
3. Relaciones afectivas.
3.1 Miedo a perder a los hijos.
3.2 Miedo a perder a la pareja.
3.3 La necesidad de obtener el permiso de la pareja para acceder a tratamiento.
4. Problemas en el tratamiento.
4.1 Falta de servicios para las mujeres.
4.2 La no comprensión de las necesidades de las mujeres.
4.3 Largas listas de espera.
4.4 Falta de servicios donde pudiesen llevar a sus hijos.
5. Problemas sistémicos.
5.1 Falta de recursos financieros.
5.2 Falta de instituciones limpias y adecuadas.
6. Reconocimiento de la asociación entre la adicción y todas las formas de violencia interpersonal
en la vida de las mujeres (física, sexual y emocional) el trauma subsecuente y la co-morbilidad
psiquiátrica.
7. Embarazo asociado a un alto riesgo de pobreza, infecciones frecuentes y VIH/Sida.
Sin duda alguna, estos problemas se originan, al menos en parte, en falta de autonomía de las
mujeres para acceder a tratamiento, la carga de sus roles sociales; la falta de oferta de servicios que
comprendan las necesidades específicas de las mujeres y el pobre acceso a recursos económicos.
Revisión de los trabajos en México sobre el tema
El surgimiento de los trabajos de investigación y la reflexión en torno al tema del abuso de
sustancias en mujeres desde una perspectiva de género, florece a finales de la década de los
años ochenta y las primeras publicaciones a principios de la década de los noventa. En esta
sección únicamente serán reseñados aquellos trabajos que incursionaron en miradas específicas
del consumo de sustancias en mujeres con aportaciones teóricas y/o metodológicas ad hoc para
el tema y cuyos aportes no estuvieran incluidos en otros capítulos de este libro.
Publicados en literatura científica, casi de manera simultánea, se encuentran la tesis de
doctorado de Medina-Mora (1993) y el primer artículo que se refiere exclusivamente al consumo
de alcohol en mujeres.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
28
El artículo escrito por Casco y cols. (1993) describe la realización de un estudio cualitativo
con mujeres alcohólicas en periodo de abstinencia, y que acudieron a un Centro especializado de
ayuda para alcohólicos de un área del centro de la ciudad de México. Utilizaron entrevistas semi-
estructuradas como aproximación metodológica en 12 mujeres, indagando además de los datos
sociodemográficos, la historia familiar de alcoholismo, violencia doméstica, percepción de relación
con los padres, alcoholismo de la pareja, consecuencias del consumo. También utilizó dos escalas
de depresión, una de autopercepción del consumo de alcohol, estados emocionales positivos y
negativos.
Entre sus principales resultados se encuentra que 91.5% de las mujeres reportaron alcoholismo
en la familia de origen: ocho padres alcohólicos, dos madres alcohólicas y en un caso ambos padres.
Cuando la madre era alcohólica, las mujeres expresaron sentir un profundo resentimiento y coraje,
incluso odio, por el abandono afectivo al que estuvieron sujetas durante la infancia. Por otro lado,
las mujeres reportaron haber crecido confundidas respecto a la permanencia de la madre al lado
del padre a pesar del alcoholismo y la violencia. En todos los casos prevalecía la violencia en el
ambiente familiar y nueve de las mujeres vivían o habían vivido con alguna pareja cuyo consumo
de alcohol era excesivo. El inicio del consumo se ubicó entre siete y 11 años.
Una conclusión importante a la que llega la autora, es que las diferencias en las características
de historia de vida entre hombres y mujeres alcohólicos, es más resultado del tipo de interacción
de los padres con sus hijos hombres y mujeres, lo cual hace presumir una diferenciación de tipo
cultural en relación con la conducta de género en México.
Medina-Mora (1993) en su trabajo de tesis doctoral estudió las diferencias por género
respecto a conducta de consumo de alcohol, consecuencias del abuso y diferencias psicosociales
asociadas con esta práctica. El estudio fue llevado al cabo en el estado de Michoacán. Entre los
resultados más relevantes estuvieron que la mujer presentaba índices más altos de depresión que el
hombre y el consumo de alcohol fortalecía el nivel de depresión, siendo elementos importantes la
desesperanza, baja escolaridad, estrés, poco ingreso y finalmente el consumo de alcohol. Respecto
al género, señala que el consumo de alcohol está regulado por normas estrictas sobre quién puede
beber, siendo evidentes los dobles parámetros que señalan que pueda parecer adecuado que el
hombre beba en exceso y la mujer abstenerse. Desde este año se muestra que las mujeres jóvenes,
con mayores niveles de ingresos y actitudes liberales hacia el consumo son el grupo de mujeres
que más bebe.
El consumo de alcohol y la opresión de las mujeres fue tema abordado por Medina-Mora
(1994) en una revista internacional. En este artículo se pone énfasis en los roles y los estereotipos.
Menciona como puntos principales el machismo y las actitudes que genera hacia las mujeres,
además del síndrome de la “mujer que sufre” como un culto a la espiritualidad femenina superior
en comparación con los hombres que lleva aparejada la sumisión como valor.
Señala que en México las mujeres beben menos que los hombres y cuando lo hacen es
en menores cantidades y menos ocasiones. Por otro lado, a las mujeres se les asigna la tarea
de controlar el consumo de los varones. Respecto a la educación, las mujeres más jóvenes y
educadas, que trabajan fuera del hogar, beben más. Como en otras partes del mundo las
mujeres, continúa la autora, han sufrido de doble forma el alcoholismo: la primera cuando se
llega a tener una pareja alcohólica y se sufren los problemas por el exceso en el consumo, lo
que la autora señala como una opresión de género. Por otro lado, siendo las mujeres las más
Mujeres y adicciones
29
pobres, constituyéndose la pobreza como la segunda opresión de género; finalmente, dado que
el consumo de alcohol está considerado como un privilegio masculino, cuando una mujer bebe
se entra en un tercer elemento de opresión. Desde este año se señala que son pocas las mujeres
que llegan a tratamiento: una mujer por cada 16.7 hombres de acuerdo con la encuesta nacional
de adicciones de 1988 y que las opciones de tratamiento disponibles en otros países como el
movimiento de Alcohólicos Anónimos para mujeres no estaban accesibles para las mujeres en la
década de los noventa.
Romero (1995) escribe un ensayo en torno a la necesidad de conceptualizar el género en
el estudio de adicciones dando cuenta de los estereotipos ligados al consumo de sustancias por
las mujeres y de un grupo de problemas vinculados al tema: carencia de estudios enfocados
exclusivamente a las mujeres; falta de inclusión del tema de la violencia; co-morbilidad psiquiátrica;
migración; falta de acceso al tratamiento; problemas de salud asociados al consumo en las mujeres
y, finalmente, el trabajo.
Desde una aproximación metodológica cualitativa, Romero (1998) realizó en su tesis doctoral
realizó 18 historias de vida de mujeres ubicadas en tres contextos diferentes para comprender el
uso de sustancias psicoactivas y su relación con otros problemas de salud mental. La utilización de
las narrativas personales se consideró como herramienta valiosa al darle voz a las usuarias de drogas
para hablar como sujetos pensantes y actuantes, como seres ordinarios y racionales y no como
gente desviada. Las vertientes analíticas utilizadas fueron la perspectiva de género y en particular
la condición y situación de la mujer; la opresión de género, el poder, la sexualidad incluida la
maternidad y la violencia. Además tuvo como objetivo explorar y describir el impacto de ciertos
elementos en el consumo, entre ellos la etapa del ciclo de vida, la clase social, el abuso y la
preferencia sexuales, la familia, el contexto social. En este estudio se recalcó la relación recíproca
entre la influencia cultural y el desarrollo individual en la comprensión de una trayectoria adictiva.
Uno de las mayores esfuerzos para aproximarse al tema del vínculo existente entre la
violencia de género y el consumo de drogas lícitas y/o ilícitas, fue coordinado por el Programa de
las Naciones Unidas para la Fiscalización Internacional de Drogas (1998) con la participación
de 12 instituciones y 23 profesionistas de muy diversas disciplinas; abordaron el tema citado
desde una perspectiva teórica hasta los resultados de investigaciones epidemiológicas y clínicas.
Así, Romero y Medina Mora (1998) presentan una reflexión teórica y un panorama global del
problema; Gutiérrez y Vega (1998) trataron el tema de las niñas que subsisten en las calles y el
uso de inhalables y los factores que lo propician; y Hernández (1998) brinda un acercamiento
sobre las familias expulsoras de niñas de la calle.
Moreno (1998) sistematizó una visión de las y los jóvenes de la ciudad de México y propuso
un modelo de prevención. Balanzario y Gutiérrez (1998) analizaron el perfil de la población
femenina usuaria de sustancias psicoactivas atendidas por Centros de Integración Juvenil desde
1990 hasta 1997. Sauri (1998) reflexionó en torno a los delitos contra la salud cometidos por
mujeres y los posibles factores causales. Olamendi (1998) comenta sobre la triada-violencia-
consumo de drogas-delincuencia, a partir de una recopilación de los datos estadísticos publicados
por instancias gubernamentales.
Ortiz, Magis, Ruiz, Pedroza y Uribe (1998) ofrecen un trabajo por demás relevante: como
especialistas en prevención y control del sida describen factores de riesgo específicos de mujeres
usuarias de drogas inyectables. Colín y Colimoro (1998) y Ramos, Pinto y Ramos (1998)
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
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recuperan testimonios de mujeres adictas, haciendo especial énfasis en la vivencia de las maternidades
y la violencia que se ejerce en la vida de las mujeres que son parejas sexuales de usuarios de drogas
inyectables en la zona fronteriza del país. Finalmente, respecto al área terapéutica, Rosas (1998)
revisa conceptos de mujeres consumidoras y Castro y colaboradores (1998) presentan resultados
de mujeres entre 15 y 18 años. Zepeda (1998) propone un enfoque de género sistémico.
Los resultados a profundidad de cada una de estos/as autores/as están distribuidos a lo largo
del libro en capítulos específicos. Sin embargo, podemos afirmar después de su lectura, que los/
las autores/as coinciden en varios temas: las mujeres consumidoras de sustancias psicoactivas
además de ser consideradas transgresoras de roles tradicionalmente asignados, han sufrido de
manera reiterada abusos físicos, emocionales y sexuales en contextos familiares y comunitarios;
es mayor su vulnerabilidad cuando se encuentran en relaciones afectivas y entornos violentos,
situación de calle y pobreza. Son receptoras de violencia por ser parejas de consumidores,
tienen riesgos específicos cuando utilizan drogas inyectables y se dedican a actividades como la
prostitución. El descrédito moral y el estigma por ser usuarias es un hallazgo repetido y constante
en este grupo de trabajos.
Este rechazo al consumo de alcohol/drogas por mujeres tiene historia. Ramos (2001) brinda
unestudiodefuenteshistóricassobreelconsumodealcoholenlamujerdelsigloXIXysobrelas
conductas ejemplares y normas de vida de este siglo que rechazan los excesos. La mujer ideal en
este siglo era virtuosa y prudente, educada en el hogar y con limitaciones sólo con la finalidad
de sostenerse con decoro, si llegaba a requerirlo. La autora describe que ya desde esas épocas
las cifras oficiales sobre mujeres con consumo de alcohol eran invisibles. Registra que de 1 139
pacientes hospitalizados en un año en el hospital general de la ciudad de México, no se menciona
a ninguna mujer. Como origen del consumo de alcohol en mujeres se hacía referencia al carácter,
educación, celos y trastornos de orden moral, y se observaba en cierto tipo de mujeres. La autora
describe que, como se pensaba que el sexo femenino, por estar dotado de mayor sensibilidad
y susceptibilidad, era afectada con neurosis relacionadas con el sexo. Las mujeres con delirium
tremens, en las que había una pasión dominante como celos, los expresaban en cada acceso
delirante. En las mujeres la dipsomanía se manifestaba en la menopausia: “La enfermedad oculta
cuidadosamente su vergonzosa pasión, su familia lo ignora, su posición social la pone al abierto de
la sospecha, todo ocurre al engañar al médico, sobre todo si ignora la posibilidad de perturbaciones
intelectuales” (p. 27).
Finaliza la autora afirmando que la represión social obligaba a las mujeres de esta época a
emborracharse en forma oculta.
Respecto al tratamiento y los programas de intervención dirigidos a mujeres con problemas
de adicciones en países en desarrollo, Medina-Mora (2001) concluye que deben desarrollarse
tomando en cuenta sus necesidades especiales, entre ellas: riesgo elevado por la comorbilidad
psiquiátrica y la vulnerabilidad fisiológica; condición social y finalmente su nivel de rechazo social
expresado en el aislamiento y la culpa. Deben considerarse los servicios fuera de las instituciones
para sobrepasar las barreras a tratamiento que sufren las mujeres, además de que los servicios
también deberán proveerse a mujeres que no beben pero son afectadas por el consumo y
problemas de otros.
En el año 2003 se publicó un libro generado por un seminario titulado “Género y política
en salud” (López y cols., 2003) cuyo fin último fue trascender el mero ejercicio analítico de los
Mujeres y adicciones
31
problemas de salud desde una perspectiva de género para acercase al plano de la acción política.
En este libro María Elena Castro, Guillermina Natera y Elena Azaola se acercaron al problema de
las adicciones para hacer recomendaciones puntuales en particular sobre carencias específicas,
como eran entonces, la falta de instituciones y programas especializados para brindar atención
y protección a mujeres con problemas de adicciones y para niños víctimas de explotación sexual.
Fernández y colaboradores (2004) publican la obra titulada Mujer y drogas. El texto muestra
los resultados de un trabajo multidisciplinario, donde el género se aplica transversalmente de
manera importante. Los/las autores/as brindan información documentada y actual sobre
la relación de las mujeres con las drogas. Su población objetivo son, particularmente, padres y
madres de familia, maestras y maestros, y orientadoras y orientadores. En la obra se asume y se
demuestra que la adicción en mujeres es diferente a la de los hombres, tanto en los motivos que
la originan, como en las drogas que consumen y, por lo tanto, en las especificidades a considerar
para intervenciones integrales.
Desde la visión de la prensa y respecto a la situación de adicción entre las mujeres mexicanas,
1997-1999, (Peimbert, 2006) revisa y presenta la información difundida por once periódicos
mexicanos respecto a la situación de adicción de las mujeres durante los años citados. En su
trabajo señala que la prensa advierte siete hechos fundamentales:
1. El acelerado incremento de mujeres consumidoras.
2. Los hombres ocupan la mayor incidencia.
3. Las drogas médicas son las más consumidas por mujeres.
4. Entre los argumentos para explicar las causas de consumo en las mujeres fueron las diferencias
biológicas, la violencia, el estrés y la multiplicidad de roles.
5. La disminución del sistema inmunológico es la consecuencia físico-emocional que más se
mencionó, además de depresión, ansiedad, inseguridad.
7. Sólo en una ocasión una mujer adicta publicó su experiencia.
8. Se condena el hecho de que las mujeres utilicen drogas estando embarazadas.
Más importante aún, la autora señala que los periódicos manifestaron su rechazo porque las
mujeres mexicanas fumen, consuman alcohol o estupefacientes. “Los argumentos utilizados
para mostrar su postura fueron los siguientes: incorporar cifras sobre el número de mujeres
adictas, número de muertes; recurrir a argumentos que resaltaban elementos emocionales:
¿con qué derecho enfermamos a un ser antes de nacer? Y hasta se apeló a los elementos
tradicionales (culturales y sociales) que iban asignados a las mujeres…” (p. 158). El artículo
concluye afirmando que la prensa debe abordar el tema de la adicción con más responsabilidad.
Finalmente y respecto al grupo poco estudiado de las mujeres que trabajan en ambientes
extradomésticos, Alonso y cols. (2006) realizaron un estudio cuyo propósito fue explorar el
consumo de drogas y violencia laboral en una muestra de 669 mujeres mayores de edad, que
trabajaban y vivían en 13 Áreas Geoestadísticas Básicas de Monterrey, Nuevo León, México.
Se adoptó un diseño descriptivo y correlacional con aproximación cualitativa. Los resultados
revelaron que 37.1% de las mujeres consumió alcohol, 29.1% tabaco, 0.4% marihuana, 0.1%
inhalables y, entre las drogas médicas, 5% consumió tranquilizantes y 1.0% otras sustancias
(barbitúricos, antidepresivos, Tylenol/codeína). La prueba chicuadrada no encontró diferencia
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
32
significativa de los factores sociodemográficos y laborales con el consumo de drogas (p>.05), a
excepción de la forma de trabajo (x2=18.08, gl=4, p=.001). Sin embargo, el índice de violencia
mostró asociación positiva con el consumo de drogas (p<.05). Se encontraron 126 casos que
experimentaron violencia, de las cuales 34 narraron su experiencia. La percepción del consumo
de drogas y violencia se identificó en dos categorías: La Conceptualización de la Violencia Laboral
y la Relación entre la Violencia y el Consumo de Drogas.
Conclusiones
En las últimas décadas se han registrado grandes avances en lo que respecta a los compromisos en
favor de los derechos de la mujer, tanto en el ámbito nacional como en el mundial. No obstante,
tales compromisos no siempre han estado acompañados de políticas claras y de acciones prácticas.
Desde la perspectiva sobre los derechos de la mujer, en el reporte del Progreso de las Mujeres
en el Mundo 2008/2009 (2008), se afirma que la rendición de cuentas se cumple cuando
todas las mujeres están en condiciones de obtener explicaciones sobre quienes ejercen el poder,
acerca de las acciones que las afectan, y pueden poner en marcha medidas correctivas cuando los
responsables incumplen la obligación de promover sus derechos.
Los defensores de la igualdad de género han liderado las acciones para democratizar las
relaciones de poder en instituciones privadas y no gubernamentales, así como en las del ámbito
público. Esto entraña introducir cambios sensibles al género en los mandatos, las prácticas y
la cultura de estas instituciones, para garantizar que existan incentivos y consecuencias por el
cumplimiento o incumplimiento de los compromisos en favor de los derechos de la mujer. En
México todavía debemos trabajar en ello.
Diversas reflexiones se derivan de lo hasta aquí expuesto para favorecer una perspectiva
sensible, específica y en respuesta al género femenino con problemas de adicciones:
1. Reconocer la diversidad femenina respecto determinantes sociales como edad, orígenes étnicos,
dualidad urbano-rural, clase social y preferencia sexual en el abuso de sustancias a fin de evaluar
como estas desigualdades afectan la investigación, la práctica clínica, las instituciones de
tratamiento y la mirada social de este grupo de mujeres desde una perspectiva de género.
2. Poco sabemos en México de las experiencias adictivas de mujeres que viven en zonas
fronterizas, de mujeres mayores de 65 años, de mujeres ubicadas en ambientes laborales
extradomésticos, por lo tanto deben realizarse estudios especiales con estos grupos para
darles visibilidad.
3. Develar las experiencias colectivas compartidas por mujeres dependientes de sustancias,
como estigma y rechazo social, a fin de superar una mirada individualista que no permite
comprender a profundidad, por qué las mujeres tienen estilos de vida que dañan su salud.
4. Crear ambientes terapéuticos no confrontativos con enfoques holísticos y que consideren
comorbilidad del consumo con temas como violencia, depresión, culpa, vergüenza, estigma,
estrés postraumático, relación de pareja, embarazo y sexualidad, VIH/SIDA, convirtiéndolos en
elementos de intervención, sin desechar la posibilidad de ambientes exclusivos para mujeres.
5. Crear la posibilidad de que las mujeres con problemas de abuso de sustancias tengan voz en
los servicios que se deseen crear para cubrir sus necesidades.
Mujeres y adicciones
33
6. Sin duda, la complejidad de la problemática de las mujeres implica la capacitación en
perspectiva de género y en las intervenciones para el tratamiento de las consecuencias de la
violencia, del personal a cargo del tratamiento de la población femenina.
7. La concientización de la población general sobre este problema de salud de las mujeres y la
capacitación de los medios masivos de comunicación a fin de desmantelar los prejuicios y el
estigma además de asumir su responsabilidad en la creación de estereotipos que dañan a las
mujeres.
8. Favorecer la autonomía de las mujeres y apoyar la prevención, las intervenciones tempranas
y el tratamiento, en lugar del castigo.
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Mujeres y adicciones
37
I. Panorama actual
¿Cómo son las mujeres que pasan la barrera social?
Un análisis de mujeres usuarias de drogas y alcohol en México.
Resultados de la Encuesta Nacional de Adicciones 2008
María Elena Medina-Mora, Jorge Villatoro,
Claudia Rafful, María de Lourdes Gutiérrez,
Midiam Moreno, Miguel Ángel López,
Carlos Rodríguez Ajenjo†
Introducción
Grandes transiciones sociales que involucran debilitamiento de los cánones sociales;
despersonalización de las relaciones sociales; creciente incertidumbre y poca confianza en el futuro,
han afectado de manera radical a las mujeres, especialmente adolescentes.
Las barreras sociales que las han protegido del uso de drogas y alcohol se han debilitado. Diversos
estudios realizados en las últimas cuatro décadas documentan cómo en el imaginario social se
esperaba que las mujeres se abstuvieran de beber alcohol o bebieran menos que los hombres. Además,
cuando ellas desarrollaban problemas con su forma de beber, eran más rechazadas, experimentaban
más problemas y, como respuesta común ocultaban su condición, lo que dificultaba la detección
temprana y el tratamiento (Medina-Mora, 2001).
Tradicionalmente y como consecuencia de estas barreras sociales, las mujeres, en comparación
con los hombres, han bebido menos y consumido drogas en menor proporción (Medina-Mora,
Borges, y Villatoro, 2000). Sin embargo, en ciertos grupos de población como estudiantes de
las grandes metrópolis, estas diferencias han desaparecido (Villatoro, Gutiérrez, Quiroz, Moreno,
Gaytán, Gaytán, Amador y Medina-Mora, 2009).
Dados los cambios de la situación de hombres y mujeres en las nuevas generaciones y del
aumento en el consumo de sustancias en el país, cabe preguntarse si ha cambiado la posición de las
mujeres y aún más, analizar la situación de la mujer que ha decidido usar sustancias psicoactivas en
la sociedad mexicana moderna.
En el reporte de la Encuesta Nacional de Adicciones 2008 (ENA, Consejo Nacional contra
las Adicciones, Instituto Nacional de Psiquiatría, Instituto Nacional de Salud Pública, Secretaría de
Salud, 2008) se publicaron algunas de las diferencias en el consumo de drogas entre hombres
y mujeres. En este trabajo se avanza en el análisis y se describe la situación de la mujer frente al
consumo de sustancias, determinantes, consecuencias y uso de servicios; se pretenden definir sus
necesidades de atención. Con el fin de documentar el cambio, se hacen comparaciones con la
posición de los hombres y se hacen recomendaciones para una política más equitativa.
El capítulo inicia con una sección de antecedentes en la que se resumen los hallazgos ya publicados
de la encuesta (ENA, 2008). En la segunda parte, se presenta información que compara la posición
de hombres y mujeres frente al consumo, se describen tendencias de consumo y variaciones
estatales. Esta segunda sección sirve de marco para profundizar en el estudio de las mujeres que han
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
38
pasado la barrera y se han convertido en usuarias de drogas. Se analiza la forma en que la mujer
consume, la relación que guardan los factores de riesgo ambientales, interpersonales, familiares
y personales con la experimentación, así como el uso habitual y el uso problemático de drogas y
alcohol en mujeres. Se busca identificar los estados de mayor riesgo en relación con el problema
del consumo de drogas en las mujeres. Se pretende conocer la relación que existe entre uso
de drogas, conductas antisociales, violencia, y sintomatología depresiva. Dado que la violencia
y la conducta antisocial se han atribuido a los hombres y la depresión a las mujeres, se hacen
comparaciones entre sexos para definir si estas diferencias se mantienen hoy en día.
Antecedentes
Los estudios realizados en México y en otros países son consistentes en reportar diferencias en
los índices de consumo y problemas entre hombres y mujeres. En la base de estas diferencias
encontramos una construcción cultural de género que norma roles y conductas que colocan a la
mujer en situación de desventaja; desventaja que se manifiesta en: 1) la madre y en la esposa del
adicto, 2) en la adicta y 3) en forma creciente, en la mujer adolescente. Para ilustrarlo tomamos
un texto de Guillermina Natera sobre la primera categoría (Natera, Mora, y Tiburcio, 2002).
En sus estudios transculturales de familias con integrantes adictos/as, ha encontrado que el
fenómeno del consumo de alcohol o drogas en el núcleo familiar afecta principalmente a la mujer,
ya que se espera que ella sea la cuidadora y responsable de formar a las y los integrantes de la
familia, preserve la salud y educación de cada uno/a, además de generar la cohesión en la familia.
En México, predomina el sentimiento de vergüenza asociado con el estigma que rodea a la
enfermedad. Al ocultarlo se genera violencia física y psicológica dirigida a la mujer, principalmente
cuando el usuario es la pareja. La mujer prefiere enfrentar de manera tolerante e inactiva y
guardar silencio ante estas conductas para evitar conflictos mayores, disculpando y encubriendo
a su pareja, lo que incrementa su estrés. Su papel de cuidadora la lleva a tratar de controlar el
consumo y a sentirse responsable de convencer a su pareja de buscar soluciones o acompañarlo a
tratamiento. El estrés que enfrenta la mujer va desde el sufrimiento por la salud y el daño que se
hace el adicto, hasta los efectos negativos del consumo en la economía familiar. Aunado a esto, se
encontró que las mujeres tienen un gran desconocimiento de los lugares a los que pueden acudir
para que se atienda al adicto o donde ellas mismas pueden recibir apoyo, independientemente de
que el consumidor acuda o no a tratamiento.
Estudios realizados en otras culturas coinciden en esta mayor vulnerabilidad de la mujer.
Por ejemplo, en Estados Unidos se ha reportado que las mujeres consumidoras tienen más
antecedentes de consumo en su familia, sucesos traumáticos, predisposición genética, mayor
tendencia a desarrollar trastornos afectivos y sufrir violencia de pareja que los hombres
consumidores (Tuchman, 2010).
De los tres tipos de violencia que la OMS clasifica (Dahlberg y Krug, 2002), en este trabajo
se abordarán la interpersonal y colectiva, ya que en publicaciones anteriores se ha analizado la
autoinfligida (Borges, Medina-Mora, Orozco, Oueda, Villatoro y Fleiz, 2009; Borges, Orozco,
Benjet, y Medina-Mora, 2010). Quienes son consumidores tienen mayor riesgo tanto de ser
víctimas como perpetradores, mientras quienes han sido víctimas tienen más riesgo de consumir
drogas (Atkinson, Anderson, Hughes, Sumnall, y Syed, 2009), comparados con la población
Mujeres y adicciones
39
general. En las y los adolescentes, la violencia se ha relacionado con el uso de alcohol y drogas
(Ellickson, Saner, y McGuigan, 1997; Reyes, Robles, Colón, Negrón, Matos, Calderón, y Pérez,
2008; Walton, Cunningham, Goldstein, Chermack, Zimmerman, Bingham, Shope, Stanley, y
Blow, 2009). Específicamente si parte de la criminalidad que hay en la colonia está relacionada
con la venta de drogas en la vía pública, ésta favorece a que tanto la percepción negativa y la
percepción de riesgo por el consumo, disminuyan (Lambert, Brown, Phillips, y Lalongo, 2004).
El consumo de drogas, tanto de la mujer como de su pareja, son predictores de la violencia que
puede haber entre ambos (Golinelli, Longhsore, y Wenzel, 2008). Datos de encuestas previas
revelan que alrededor de 45% de las mujeres con pareja sufren violencia; de ellas, más de 50%
reportan presencia de consumo de alcohol al momento de la violencia física y verbal (Natera,
Juárez, Medina-Mora, y Tiburcio, 2007). Los principales factores de riesgo de depresión en
las mujeres, independientemente de las variables socioeconómicas, son consumo de alcohol,
violencia en la familia de origen, así como violencia física y verbal de la pareja estando presente
el alcohol (Natera, 2007).
La comparación del consumo de sustancias entre sexos arroja datos que, con otros análisis, no
sería posible obtener: factores sociales y biológicos, progresión a la dependencia, consecuencias
médicas, comorbilidad con otros trastornos psiquiátricos y tratamiento específico de cada sexo
(Tuchman, 2010). Es importante identificar los factores de riesgo de las mujeres debido a varias
razones, la primera es que, de acuerdo con el reporte de la Encuesta Nacional de Adicciones
2008 (ENA, 2008), ha habido un incremento en su patrón de consumo, específicamente entre
adolescentes. Asimismo, los problemas de salud aparecen en menos tiempo y en niveles más
altos en las mujeres consumidoras que en los hombres consumidores (Kay, Taylor, Barthwell,
Wichelecki, y Leopold, 2010; Tuchman, 2010). Dentro de estos problemas se encuentran
hipertensión y anemia, trastornos gastrointestinales, infertilidad y problemas del hígado;
además de otros padecimientos que incrementan en las usuarias en comparación con las no
consumidoras, como son las infecciones vaginales y los abortos (Kay, 2010; Nelson-Zlupko,
Kauffman, y Morrison, 1995). Ademas las consumidoras tienden a padecer más problemas de
salud que los consumidores (Tuchman, 2010), resienten a una progresión más rápida a los
trastornos por consumo de sustancias (Kuhn, Johnson, Thomae, Luo, Simon, Zhou, y Walker,
2009; Ridenour, Lanza, Donny, y Clark, 2006) y acuden menos a los servicios de tratamiento
(Villatoro, Medina-Mora, Cravioto, Fleiz, Galván, Rojas, Kuri, Castrejón, Vélez, y García, 2002).
Todo ello representa un foco de atención que todavía no se ha abordado desde una perspectiva
de salud pública.
Los estudios realizados en las últimas cinco décadas muestran también que, a pesar de que
las mujeres consumen menos sustancias que los hombres y se comportan igual bajo los efectos
de la intoxicación, tanto el rechazo social como las consecuencias del consumo son mayores
hacia ellas (ENA, 2008; Medina-Mora y Rojas, 2004a; Medina-Mora y Rojas, 2004b; Romero,
Medina-Mora, Villatoro, y Durand, 2005). Adicionalmente, en épocas recientes las diferencias
entre hombres y mujeres se han reducido, especialmente entre las más jóvenes, las diferencias
son inexistentes (Villatoro, 2009). Estos antecedentes son consistentes en señalar los índices
de menor consumo entre mujeres, pero también la disminución de las diferencias entre ellas.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
40
¿Qué nos dice la Encuesta Nacional de Adicciones de 2008?
En el Reporte de la Encuesta indicamos cómo el porcentaje de hombres que consumen alcohol
y drogas es mayor para cualquier tipo de prevalencia (Apéndice A) y están más expuestos a
la oferta de consumo de mariguana, previamente reportada como la droga de mayor consumo
tanto en el nivel nacional (Medina-Mora, Tapia, Sepúlveda, Otero, Rascón, Solache, Lazcano,
Villatoro, Mariño, y Lopez, 1989; Rojas, Fleiz, Villatoro, Gutiérrez, y Medina-Mora, 2009) como
internacional (United Nations Office on Drugs and Crime [UNODC], 2009). Sin embargo,
a pesar de que la diferencia de consumo entre sexos es notoria, una vez que se presenta la
oportunidad de uso, dicha diferencia tiende a desaparecer; 58% de hombres y 53.1% de mujeres
que han estado expuestos a la venta o compra de mariguana u otras drogas las han consumido.
Esta encuesta también mostró la más reciente incorporación de la mujer en el consumo que se
refleja, por ejemplo, en que el índice de consumo en las mujeres entre 12 y 17 años (1.29%), es
ligeramente superior al observado entre las que tienen entre 18 y 34 años (1.02%) (ena, 2008).
Conocemos las diferencias en prevalencias de consumo con índices mayores entre los
hombres. En este análisis damos un paso adelante, comparamos prevalencias de consumo por
entidad, las tendencias por género y diferencias entre hombres y mujeres a partir de prevalencias
condicionadas. Es decir, similitudes y diferencias una vez que el consumo se ha iniciado como base
para un análisis de las implicaciones para los programas de atención.
Gráfica 1. Diferencias en el consumo entre hombres y mujeres
0
2
4
6
8
10
U. cual. droga ilegalUsan mariguana 0
10
20
30
40
50
Mariguana y otras
drogas regaladas
y compradas
Mariguana y
otras drogas
regaladas
Mariguana
regalada
7.2
1.4
9.1
2.6 14.7 12.7
38.8
33.5
58.0
53.1
Proporción que usa Proporción que usa
dada la exposición
a la oportunidad
Mujeres y adicciones
41
Objetivos
Analizar tendencias del consumo por sexo.
Describir variaciones estatales en prevalencias del consumo por sexo.
Analizar la forma en que las mujeres consumen drogas.
Evaluar la relación de los factores de riesgo ambientales, interpersonales, familiares y
personales con la experimentación, el uso habitual y el uso problemático de drogas y alcohol
en las mujeres.
Conocer la relación que existe entre uso de drogas, conductas antisociales, violencia y
sintomatología depresiva en las mujeres.
Identificar los estados de mayor riesgo en relación con el problema de consumo de drogas en
las mujeres.
Gráfica 2. Prevalencia anual de consumo de drogas por grupos de edad y sexo
0.0
0.5
1.0
1.5
2.0
2.5
3.0
3.5
35 años o más18-34 años12-17 años
2.1
3.4
1.0
0.4
1.7
1.3
Hombres Mujeres
El consumo en el último año en las
adolescentes (12-17) es mayor que
en el de adultas jóvenes (18-34)
Método
El Consejo Nacional contra las Adicciones de la Secretaría de Salud, a través del Instituto Nacional
de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz (INPRFM), que tuvo a su cargo las secciones de drogas y
alcohol, y del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), que tuvo a su cargo la sección de tabaco,
llevó a cabo la Encuesta Nacional de Adicciones 2008 (ENA, 2008). En este esfuerzo, el INPRFM
se encargó del diseño conceptual, la elaboración y la validación del cuestionario en las secciones de
su competencia, la capacitación de las y los encuestadores y la supervisión de campo en los aspectos
técnicos conceptuales, así como el análisis y el reporte. El diseño logístico, el diseño de muestra y la
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
42
recolección de datos estuvieron a cargo del INSP (ENA, 2008). Fue una encuesta de hogares con
representatividad nacional y estatal, que incluyó poblaciones rurales y urbanas. El diseño muestral
fue probabilístico, polietápico, estratificado y por conglomerados. Para el proceso de selección, se
utilizaron datos del Conteo de Población y Vivienda de 2005. El esquema de selección dependió
del estrato que se observe. La información detallada acerca del procedimiento para seleccionar a
los/las encuestados/as se encuentra en el Reporte Nacional (ENA, 2008).
Tamaño de la muestra
La asignación del tamaño de la muestra para cada estrato se hizo de manera proporcional al
número de habitantes dentro del estrato. El tamaño de la muestra en el ámbito nacional fue de
50 688 viviendas, a partir del cual se pudieron estimar proporciones mayores o iguales a 0.43%
en el ámbito nacional con la misma precisión y confianza que en las estimaciones estatales.
La tasa de respuesta fue de 78 por ciento.
Variables
Para este informe, se utilizó la información referente a:
Datos sociodemográficos: sexo, edad, estado civil y ocupación.
Consumo alguna vez, en el último año y en el último mes de alcohol. El uso de alcohol se
dividió en: leve/moderado (<5 copas por ocasión de consumo) y alto (>5 copas por ocasión
de consumo).
Consumo alguna vez, en el último año y en el último mes de drogas médicas sin prescripción e
ilegales. En las drogas médicas se incluyeron opiáceos, tranquilizantes, anfetaminas o estimulantes
y sedantes/barbitúricos; en las drogas ilegales se incluyeron mariguana, cocaína, alucinógenos
inhalables, heroína y otros derivados del opio y los estimulantes de tipo anfetamínico (ESTA).
Dependencia y abuso al consumo de alcohol y drogas de acuerdo con los criterios diagnóstico
del dsm-iv. Se preguntó por estos trastornos alguna vez en la vida y en el último año.
Dificultades por el uso y trastornos por uso de alcohol en tareas domésticas, trabajo, relaciones
interpersonales y vida social.
Tratamiento alguna vez por consumo de drogas. Esta variable incluyó los efectos en el
consumo (abstinencia total, consumo en menor cantidad, menos días, disminución de los
problemas por el consumo).
Conducta antisocial: leve (tomar dinero o cosas valiosas que no le pertenecen y participar en
riñas o peleas) y grave (atacar a alguien usando algún objeto como arma, vender drogas y
usar un arma para obtener algún objeto de otra persona).
Sucesos en la colonia: venta de drogas en las escuelas o afuera de ellas, amenazas con
armas, abuso sexual, ataques con violencia, venta de drogas en la vía pública o en tienditas,
actividades que amenazan la propia seguridad y la de familiares y vecinos.
Mujeres y adicciones
43
Formación de clusters
Para el análisis estadístico, además de comparar las prevalencias entre hombres y mujeres,
comparamos las siguientes categorías:
Por edad: 12 a 17 años, 18 a 34 años y 35 a 65 años.
Por consumo de drogas: consumo de mariguana, consumo de cualquier droga ilegal (incluye
drogas médicas fuera de prescripción) y no consumo.
Por consumo de alcohol: consumo leve/moderado, consumo alto y no consumo.
Por regiones del país: por entidades federativas y por zonas: norte (Baja California, Baja
California Sur, Coahuila, Chihuahua, Durango, Nuevo León, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora
y Tamaulipas), centro (Aguascalientes, Colima, Distrito Federal, Guanajuato, Hidalgo,
Jalisco, Estado de México, Morelos, Nayarit, Puebla, Querétaro, Tlaxcala y Zacatecas) y sur
(Campeche, Chiapas, Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Quintana Roo, Tabasco, Veracruz y
Yucatán).
Por tipo de consumo: alguna vez en la vida, durante el último año y durante el último mes.
Por estado civil: casado-a/unión libre, separado-a/viudo/divorciado-a y soltero-a.
Por ocupación: como variables laborales se consideraron trabajador-a, ama de casa y
desempleado/a. Además, se incluyó como otra variable el ser o no estudiante.
Consideraciones éticas
Todas las personas que participaron leyeron, aceptaron y firmaron una carta de consentimiento
informado. En el caso de los/las adolescentes, las madres y los padres o tutores/as también
firmaron una carta de consentimiento previo a la participación del/a menor. El consentimiento
informado incluyó datos acerca del carácter voluntario y confidencial de la información
proporcionada.
Resultados
¿Cómo ha evolucionado el uso de drogas en las mujeres?
Tendencias en el consumo
Para evaluar las tendencias observadas en las encuestas realizadas desde 1988 en la población
urbana, mostramos los datos en el cuadro 1. Los índices de consumo han aumentado en forma
importante entre nuestro grupo de interés. Desde 1988 se observa un crecimiento consistente.
Sin embargo, entre 2002 y 2008 el crecimiento fue más marcado: prácticamente se duplicó el
número de mujeres que han usado una o más sustancias con efectos psicoactivos.
En la gráfica 3, mostramos las tendencias para alcohol. De 2002 a 2008 disminuyó la
proporción de quienes beben bajas cantidades; tanto hombres como mujeres incrementaron el
número de copas que consumen por ocasión.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
44
Gráfica 3. Número de copas de alcohol consumidas por ocasión. Tendencias
0
20
40
60
80
100
2008
2008
2002
2002
24 +12-23 copas8-11 copas5-7 copas1-4 copas
¿El consumo sigue siendo mayor en los hombres?
Variaciones regionales en el consumo de drogas en hombres y mujeres
Las gráficas 4 a 6 muestran las variaciones en prevalencias acumuladas del uso de
alcohol y drogas por estado. Como puede verse en la gráfica 4, los trastornos por
uso de alcohol son un problema especialmente en los hombres. Sin embargo, en
algunas entidades, principalmente en los estados del centro-occidente, más mujeres
reportaron haber tenido alguna vez trastornos por uso de alcohol. Los estados que
presentaron más trastornos por consumo de alcohol fueron Nayarit para los hombres
(17.2%) y Querétaro para las mujeres (3.7%).
Es interesante el caso del Distrito Federal: mientras para las mujeres ocupa el
segundo lugar de trastornos por uso de alcohol (3.2%), en los hombres está dentro
del grupo de entidades con incidencia menor a la media (8.3 por ciento).
Mujeres y adicciones
45
Cuadro 1. Tendencias del consumo de drogas en mujeres, población urbana entre 12 y 65 años
1988 1998 2002 2008 2002-2008
Mariguana 0.4 0.7 0.8 1.7 1:2.1
Cocaína 0.0 0.3 0.5 0.9 1:1.8
Alucinógenos 0.0 0.1 0.1 0.2 1:2.0
Inhalables 0.1 0.1 0.1 0.2 1:2.0
Drogas ilegales 0.2 0.9 1.2 2.3 1:1.9
Cualquier droga* 1.9 2.0 2.4 3.1 1:1.3
* Incluye el consumo de drogas médicas.
Las entidades en las que las mujeres reportaron mayor uso de drogas ilegales (gráfica
5) fueron nuevamente estados del centro, Chihuahua, Quintana Roo y, al igual que
los hombres, la península de Baja California, Sinaloa, Nayarit. En el estado de Baja
California las mujeres reportaron mayor consumo de drogas ilegales (4.6%). En los
hombres su uso también es predominante en algunos estados del norte del país, y
Tamaulipas es donde mayor consumo se reportó (19.1%). En comparación con
las drogas ilegales, el consumo indebido de drogas médicas es mucho menor tanto
en hombres como en mujeres (gráfica 6). Nuevamente, el consumo en hombres
es mayor que el de las mujeres; los estados en los que más mujeres reportaron
consumo de drogas médicas fueron los de la península de Yucatán, centro-occidente,
Chiapas, Veracruz, Baja California Sur, y de la frontera norte Chihuahua y Tamaulipas.
Michoacán fue el estado donde mayor prevalencia reportaron los hombres (4.2%) y
Quintana Roo en el caso de las mujeres (1.5 por ciento).
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
46
Gráfica 4. Abuso en dependencia de alcohol por entidad
17.2
15.7
14.9
14.8
14.2
14.1
13.6
13.2
12.2
12.0
11.
11.6
11.2
11.1
10.9
10.4
10.2
9.7
9.7
9.7
9.3
9.2
9.1
8.6
8.9
8.2
7.7
7.5
6.1
4.6
4.5
4.3
2.4
3.7
3.2
3.0
3.0
2.8
2.5
2.3
2.2
2.1
2.1
2.1
2.1
2.0
1.8
1.8
1.7
1.7
1.7
1.5
1.5
1.5
1.4
1.1
1.1
1.0
1.0
1.0
0.8
0.6
0.6
0.6
0.5
0.3
Nayarit
Zacatecas
Morelos
Puebla
Michoacán
Querétaro
Aguascalientes
Campeche
Hidalgo
Quintana Roo
San Luis Potosí
Tamaulipas
Tlaxcala
Durango
Oaxaca
Guerrero
Veracruz
Estado de México
Nuevo León
Nacional
Jalisco
Tabasco
Sinaloa
Chihuahua
Distrito Federal
Baja California Sur
Sonora
Coahuila
Yucatán
Colima
Chiapas
Guanajuato
Baja California
Querétaro
Distrito Federal
Campeche
Nayarit
Morelos
Aguascalientes
Jalisco
Estado de México
Baja California Sur
Guerrero
Hidalgo
Zacatecas
Michoacán
Quintana Roo
Tabasco
Durango
Sonora
Nacional
Coahuila
Colima
Veracruz
Puebla
Chihuahua
Tlaxcala
San Luis Potosí
Tamaulipas
Yucatán
Sinaloa
Baja California
Chiapas
Oaxaca
Guanajuato
Nuevo León
Mujeres y adicciones
47
Gráfica 5. Incidencia acumulada del uso de drogas por entidad
Tamaulipas
Quintana Roo
Hidalgo
Baja California
Durango
Chihuahua
Distrito Federal
Querétaro
Zacatecas
Baja California Sur
Nayarit
Tabasco
Campeche
Sinaloa
Nacional
Sonora
Aguascalientes
Morelos
Guerrero
Michoacán
Guanajuato
Estado de México
Jalisco
Nuevo León
Oaxaca
Yucatán
San Luis Potosí
Puebla
Veracruz
Coahuila
Colima
Tlaxcala
Chiapas
Baja California
Sinaloa
Distrito Federal
Guanajuato
Baja California Sur
Quintana Roo
Hidalgo
Durango
Jalisco
Nayarit
Chihuahua
Querétaro
Nacional
Tamaulipas
Yucatán
Estado de México
Guerrero
Tabasco
Sonora
Aguascalientes
Coahuila
Nuevo León
Puebla
Zacatecas
Michoacán
Oaxaca
Veracruz
Morelos
Campeche
Tlaxcala
Colima
San Luis Potosí
Chiapas
19.1
16.9
14.5
13.3
13.4
12.7
12.2
12.1
11.5
10.8
10.6
9.7
8.8
8.8
8.7
8.6
8.3
8.1
8.0
7.9
7.7
7.5
6.9
6.6
6.2
6.0
5.8
5.1
5.0
4.5
4.1
3.3
4.3
4.0
3.9
3.9
3.2
3.1
2.7
2.6
2.5
2.5
2.4
1.9
1.9
1.8
1.8
1.7
1.6
1.5
1.3
1.3
1.3
1.2
1.2
1.1
0.6
0.6
0.5
0.5
0.4
0.4
0.3
0.3
0.1
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
48
Gráfica 6. Incidencia acumulada del uso de drogas médicas por entidad
Michoacán
Chihuahua
Tamaulipas
Distrito Federal
Quintana Roo
Baja Califdornia Sur
Hidalgo
Sonora
Aguascalientes
Nayarit
Zacatecas
Nacional
Colima
Sinaloa
Coahuila
Yucatán
Guanajuato
Jalisco
Tlaxcala
Estado de México
Tabasco
Campeche
Durango
Baja California
Nuevo León
Veracruz
Guerrero
San Luis Potosí
Puebla
Morelos
Chiapas
Oaxaca
Querétaro
Quintana Roo
Guanajuato
Hidalgo
Yucatán
Distrito Federal
Chihuahua
Tlaxcala
Tabasco
Tamaulipas
Baja California Sur
Chiapas
Jalisco
Michoacán
Veracruz
Nayarit
Baja California
Coahuila
Sonora
Nacional
Campeche
Durango
Morelos
Nuevo León
Guerrero
Sinaloa
Colima
San Luis Potosí
Zacatecas
Aguascalientes
Estado de México
Oaxaca
Puebla
Querétaro
4.2
3.6
2.8
2.6
2.2
2.1
1.7
1.5
1.4
1.4
1.3
1.3
1.2
1.2
1.1
1.1
1.0
1.0
1.0
0.9
0.9
0.8
0.8
0.7
0.7
0.7
0.6
0.5
0.4
0.3
0.2
0.1
0.1
1.5
1.4
1.4
1.4
1.3
1.2
1.2
1.1
1.1
1.0
1.0
1.0
1.0
1.0
0.9
0.8
0.8
0.8
0.8
0.7
0.7
0.7
0.7
0.6
0.6
0.5
0.5
0.5
0.3
0.3
0.2
0.2
0.0
Mujeres y adicciones
49
Una vez iniciado el consumo ¿cuáles son las diferencias entre hombres
y mujeres?: continuidad en el consumo y prevalencias condicionadas
Del total de mujeres que han consumido cualquier droga alguna vez en la vida, 32.3% consumieron
durante el último año; de ellas, 47.2% consumieron durante el último mes; comparado con 27.2%
y 66.4% de los hombres, respectivamente (gráfica 7). Esto es, si bien el consumo de cualquier
droga alguna vez en la vida es mayor en los hombres que en las mujeres (con una proporción de
4.5 hombres por cada mujer), una vez que se ha consumido cualquier droga, prácticamente no hay
diferencias en la proporción de quienes habiendo usado drogas alguna vez en la vida continuaron
consumiendo durante el último año. Las diferencias nuevamente son evidentes en el consumo
durante el último mes dado el consumo en el último año.
Gráfica 7. Prevalencias condicionadas de consumo de cualquier droga por sexos
0
10
20
30
40
50
60
70
80
Último mes dado
el uso en el último año
Último año dado
el uso alguna vez
Alguna vez
9.1
2.6
66.4
32.3
27.2
47.2
La información es consistente con lo encontrado en otros estudios: el consumo de drogas es
significativamente menor en las mujeres. Como ya se mencionó, nos interesa ahora conocer
cómo son las mujeres que deciden consumir sustancias psicoactivas. Para ello, se estiman las
prevalencias condicionadas —esto es, se analiza cómo se distribuye el consumo de las drogas
estudiadas tomando como denominador sólo la proporción que ha usado drogas alguna vez—.
Este análisis, que ya no considera a las no usuarias en el denominador, arroja porcentajes de
consumo muy superiores que cuando se considera a las no usuarias, cuya proporción es
considerablemente mayor. Las cifras que se presentan a continuación no deben confundirse con
prevalencias en cuya estimación se usa la población total.
Los resultados indican que en ambos grupos, el mayor consumo ocurre para la mariguana,
80% de los usuarios de una o más drogas ilegales la han consumido; 82% en el caso de
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
50
los hombres y 73% en el caso de las mujeres, quienes tienden a distribuir su consumo en
mayor número de sustancias. Los opiáceos y los sedantes/tranquilizantes, son consumidos
por una mayor proporción de mujeres que de hombres; las anfetaminas, los estimulantes tipo
anfetamínico EsTA y los alucinógenos, tienden a ser consumidos en forma similar por hombres
y mujeres; mientras que mariguana, cocaína, inhalables y heroína son consumidas por una
proporción mayor de hombres (cuadro 2).
Cuadro 2. Prevalencia condicionada del consumo de drogas entre hombres y mujeres
Drogas
Hombres
36 093 396
Mujeres
39 031 641
Población
total
Población
usuaria
Población
total
Población
usuaria
N % % n % %
Opiáceos 50 058 0.14 1.52 56 942 0.15 5.68
Tranquilizantes 269 043 0.75* 8.17 164 924 0.42 16.44
Sedantes 88 633 0.25 2.69 45 674 0.12 4.55
Anfetaminas 158 704 0.44* 4.82 67 040 0.17 6.68
Mariguana 2 594353 7.19* 78.74 552 443 1.42 55.06
Cocaína 1 496 144 4.15* 45.41 282 153 0.72 28.12
Alucinógenos 211 321 0.59* 6.41 54 403 0.14 5.42
Inhalables 460 718 1.28* 13.98 73 079 0.19 7.28
Heroína 97 222 0.27* 2.95 9 717 0.02 0.97
EsTA 286 203 0.79* 8.69 81 433 0.21 8.12
Cualquier droga 3 294 638 9.13* 100 1 003 274 100%
*Diferencias significativas entre hombres y mujeres (p<0.05); EsTA= Estimulantes tipo anfetamínico.
Cuando en el denominador se incluye el consumo de drogas médicas usadas fuera de prescripción
además del uso de drogas ilegales, encontramos que entre los hombres poco menos de cuatro
quintas partes del consumo sigue siendo mariguana (79%); pero en las mujeres la proporción de
consumo de esta sustancia baja a la mitad (55%), con una proporción mayor que reporta el uso
de drogas médicas usadas sin la indicación de un facultativo o usadas de una manera diferente a
la indicada (mayor dosis, tiempo o por razones diferentes a la indicada).
¿Varía la proporción de hombres y mujeres
usuarios que desarrollan abuso/dependencia?
A pesar de que las diferencias entre hombres y mujeres están disminuyendo, encontramos
que la probabilidad de desarrollar dependencia sigue siendo mayor en los hombres (gráfica 8).
Una tercera parte de los hombres entre 12 y 65 años (29%) que alguna vez usaron drogas,
Mujeres y adicciones
51
continuaron haciéndolo hasta desarrollar abuso/dependencia, en tanto esto sólo ocurrió en poco
menos de una quinta parte de las mujeres (18.4%). Esta diferencia es considerablemente mayor
en el caso del alcohol, mientras que 20% de los hombres que bebieron alguna vez llegaron a
desarrollar dependencia, esto sólo ocurrió en 7% de las mujeres.
Analizamos también la probabilidad de que una mujer entre 12 y 65 años desarrollara
dependencia si sólo consumía mariguana y la comparamos con la probabilidad de que esto
ocurriera cuando se usaban otras drogas: las poliusuarias que usaron mariguana y otras drogas
quedaron incluidas en este segundo grupo. Como en otros casos, comparamos esta información
con lo que ocurrió en los hombres. No encontramos diferencias significativas en el reporte de
abuso/dependencia en usuarios sólo de mariguana en comparación con los usuarios de cualquier
droga, ni en hombres ni en mujeres (en mujeres sólo mariguana, 43.36% vs. otras drogas,
incluida la mariguana, 33.59%; en hombres 35.18% y 39.57% respectivamente).
Gráfica 8. Proporción de hombres y mujeres consumidores que desarrollaron dependencia
0
5
10
15
20
25
30
AlcoholDrogas
28.6
20
18
6.8
Estas diferencias ¿se mantienen en todos los grupos de población?
Variaciones por subgrupos de la población
Tanto el consumo de drogas alguna vez como alto consumo de alcohol, se analizaron a partir de
las siguientes variables sociodemográficas: edad, estado civil, ocupación y región del país en la
que residían al momento de la encuesta.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
52
Gráfica 9. Continuidad de la dependencia. Proporción que alguna vez cumplió con el criterio
de dependencia y que lo mantiene en el último año
0
10
20
30
40
50
Cualquier drogaMariguana
35.18
20
43.36
39.57
33.59
En el cuadro 3, analizamos la distribución del uso sólo de mariguana y el uso de cualquier droga
por variables sociodemográficas en hombres y mujeres mediante los intervalos de confianza (IC),
considerando el diseño muestral del estudio. Éstos, nos permiten comparar no sólo entre hombres
y mujeres sino también entre grupos de consumo. En el análisis entre hombres y mujeres, el
traslape de los ic sugiere que no hay diferencia entre sexos en el consumo de mariguana o
cualquier droga alguna vez. Los y las adolescentes de ambos grupos tienen una corta historia de
consumo que la población mayor de 18 años. El mayor consumo en ambos grupos se observa
en el grupo de 18 a 34 años.
Cuadro 3. Consumo sólo de mariguana y cualquier droga según sexo y diversas variables
sociodemográficas
Hombres Mujeres
N % IC 95% N % IC 95%
Consumidores/as de Mariguana
N=1 283 753 N=338 543
Edad
12-17 98 997 1.46 1.07-2.01 50 388 0.73 0.46-1.16
18-34 626 074 4.24 3.55-5.05 182 093 1.13 0.82-1.56
35-65 558 682 3.84 3.33-4.42 106 062 0.66 0.44-1.00
Mujeres y adicciones
53
Hombres Mujeres
N % IC 95% N % IC 95%
Estado civil
Casado(a)/Unión
Libre 754 634 3.82 3.36-4.34 166 018 0.78 0.57-1.07
Separado(a)/
Viudo(a)/
Divorciado(a) 68 306 5.79 3.80-8.74 26 509 0.79 0.33-1.91
Soltero(a) 460 813 3.04 2.44-3.79 146 016 1.02 0.72-1.44
Estudia actualmente
Sí 153 626 2.01 1.46-2.78 71 289 0.91 0.54-1.55
No 1 130 127 3.97 3.53-4.46 267 254 0.86 0.67-1.10
Trabaja actualmente
Sí trabaja 1 049 113 3.96 3.51-4.46 150 729 1.10 0.77-1.56
Hogar 691 0.23 0.03-1.61 118 991 0.71 0.48-1.04
No trabaja 233 949 2.52 1.94-3.27 68 823 0.82 0.53-1.25
Regiones del país
Norte 333 629 3.61 2.96-4.41 84 806 0.89 0.60-1.34
Centro 666 095 3.80 3.21-4.50 206 856 1.07 0.78-1.47
Sur 284 029 3.04 2.49-3.70 46 881 0.46 0.29-0.72
Consumidores/as de cualquier droga
N=2 010 885 N=664 731
Edad
12-17 149 266 2.21 1.73-2.82 91 850 1.33 0.98-1.80
18-34 1 167 757 7.90 7.07-8.82 344 463 2.13 1.75-2.59
35-65 693 862 4.77 4.20-5.41 228 418 1.43 1.16-1.77
Estado Civil
Casado(a)/Unión
Libre 1 161 487 5.88 5.28-6.54 350 773 1.64 1.36-1.98
Separado(a)/
Viudo(a)/
Divorciado(a) 124 497 10.56 8.02-13.78 78 898 2.36 1.71-3.24
Soltero(a) 724 901 4.78 4.18-5.46 235 060 1.64 1.32-2.04
Estudia actualmente
Sí 201 411 2.64 2.07-3.37 85 602 1.09 1.79-1.51
No 1 809 474 6.36 5.82-6.94 579 129 1.86 1.60-2.15
Trabaja actualmente
Sí trabaja 1 635 145 6.17 5.62-6.77 322 532 2.35 1.92-2.86
Hogar 12 494 4.10 1.28-12.31 220 546 1.31 1.04-1.65
No trabaja 363 246 3.92 3.27-4.69 121 653 1.45 1.10-1.89
Cuadro 3. Consumo sólo de mariguana y cualquier droga según sexo y diversas variables
sociodemográficas
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
54
Hombres Mujeres
N % IC 95% N % IC 95%
Regiones del país
Norte 670 128 7.25 6.40-8.21 177 602 1.87 1.51-2.31
Centro 933 800 5.33 4.66-6.09 357 758 1.86 1.50-2.29
Sur 406 957 4.36 3.61-5.25 129 371 1.26 0.96-1.66
IC = Intervalos de confianza.
Hay pocas diferencias entre mujeres que reportaron usar mariguana entre los diferentes grupos
de población, probablemente por representar un número reducido. Son similares en cuanto a
edad, estado civil, situación escolar y laboral. La única diferencia que se encontró es en la región
del país en que habitan: la prevalencia es significativamente inferior si viven en el sur del país.
Este hallazgo contrasta con lo que se observa entre los hombres. En éstos, hay diferencias
importantes, es más frecuente que usen sólo mariguana si son mayores de 18 años, si están
separados viudos o divorciados, si no estudian actualmente, si trabajan. En el caso de las mujeres,
la mayor prevalencia se observa en el sur del país. De esta comparación llama la atención el que,
tanto en hombres como en mujeres, esto sea menos frecuente entre las generaciones más jóvenes.
Cuando se analizan todas las drogas empezamos a ver diferencias. Es más frecuente que
una mujer entre 18 y 34 años haya consumido drogas, si está separada, viuda o divorciada,
si no estudia, si trabaja y si no vive en el sur del país. Estas mismas diferencias por grupos
sociodemográficos se observan para los hombres.
¿Ocurre lo mismo en el caso del alcohol?
En el cuadro 4 mostramos los datos sociodemográficos de hombres y mujeres a partir de grupos
de consumo de alcohol: leve/moderado, alto y no consumo. A partir del análisis por sexos,
vemos que hay más traslape de los ic en el consumo leve/moderado que en el consumo alto.
En el consumo leve/moderado no hay diferencias entre hombres y mujeres en la mayoría de las
categorías excepto en las edades adultas, siendo los hombres de 35 a 65 años, las mujeres de
18 a 34 y las amas de casa quienes reportan más consumo de este tipo. Para el consumo alto en
todas las categorías excepto en los hombres que reportaron no trabajar ni estudiar y dedicarse al
hogar, éstos reportaron mayor consumo que las mujeres. Analizando las variaciones entre grupos
de consumo, se observa que el consumo de las mujeres es principalmente leve/moderado y el
de los hombres alto.
Cuadro 3. Consumo sólo de mariguana y cualquier droga según sexo y diversas variables
sociodemográficas
Mujeres y adicciones
55
Cuadro 4. Variables sociodemográficas de bebedores de alcohol por sexo
Hombres Mujeres
N % IC 95% N % IC 95%
Consumo leve/moderado de alcohol.
N=8 865 276 N=9 843 794
Edad
12-17 1 015 464 15.01 13.71-16.41 871 184 12.62 11.39-13.96
18-34 3 174 832 21.48 19.89-23.15 4 411 312 27.30 25.91-28.74
35-65 4 674 980 32.14 30.46-33.87 4 561 298 28.56 27.16-30.01
Estado Civil
Casado(a)/
Unión Libre 5 605 717 28.38 26.87-29.95 6 108 513 28.60 27.36-29.87
Separado(a)/
Viudo(a)/
Divorciado(a)
379 555 32.18 27.77-36.94 1 026 506 30.68 27.90-33.61
Soltero(a) 2 880 004 18.99 17.66-20.39 2 708 775 18.91 17.53-20.37
Estudia Actualmente
Sí 1 254 906 16.45 14.96-18.07 1 290 132 16.49 14.95-18.15
No 7 610 370 26.73 25.46-28.05 8 553 662 27.41 26.35-28.49
Trabaja Actualmente
Sí trabaja 6 997 293 26.39 25.14-27.68 3 897 003 28.34 26.75-29.98
Hogar 50 986 16.72 11.39-23.86 4 515 553 26.78 25.40-28.21
No trabaja 1 816 997 19.60 17.99-21.31 1 431 238 17.00 15.52-18.59
Regiones del país
Norte 1 779 696 19.26 17.94-20.66 2 035 901 21.45 19.97-23.00
Centro 4 800 051 27.41 25.52-29.38 5 513 802 28.58 27.06-30.16
Sur 2 285 529 24.47 22.98-26.03 2 294 091 22.38 20.87-23.98
Consumo alto de alcohol
N=14 129 563 N=5 886 475
Edad
12-17 744 541 11.01 9.844-12.28 488 323 7.07 6.13-8.15
18-34 7 251 386 49.05 47.37-50.74 3 167 231 19.60 18.25-21.03
35-65 6 133 636 42.17 40.51-43.84 2 230 921 13.97 12.90-15.11
Estado Civil
Casado(a)/
Unión Libre 8 971 371 45.43 43.96-46.90 3 174 018 14.86 13.83-15.95
Separado(a)/
Viudo(a)/
Divorciado(a)
521 009 44.17 39.31-49.16 499 045 14.92 12.83-17.27
Soltero(a) 4 637 183 30.58 28.96-32.25 2 213 412 15.45 14.21-16.78
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
56
Hombres Mujeres
N % IC 95% N % IC 95%
Estudia Actualmente
Sí 1 547 050 20.29 18.48-22.22 917 025 11.72 10.27-13.35
No 12 582 513 44.20 42.95-45.46 4 969 450 15.92 15.05-16.84
Trabaja actualmente
Sí trabaja 12 040 193 45.41 44.11-46.71 2 953 474 21.48 20.06-22.97
Hogar 36 208 11.87 7.37-18.58 1 979 583 11.74 10.66-12.92
No trabaja 2 053 162 22.14 20.54-23.84 953 418 11.33 9.97-12.84
Regiones del país
Norte 3 627 957 39.27 37.47-41.09 1 100 935 11.60 10.51-12.79
Centro 7 237 824 41.32 39.59-43.08 3 444 047 17.85 16.59-19.19
Sur 3 263 782 34.95 32.96-36.98 1 341 493 13.09 11.70-14.62
IC = Intervalos de confianza.
En las mujeres el consumo de alcohol, excluyendo el que ocurre en grandes cantidades por ocasión
de consumo, es más frecuente entre las que han alcanzado la mayoría de edad y viven en la zona
centro del país y es menos frecuente entre solteras, estudiantes y quienes no trabajan.
El mayor consumo de grandes cantidades de alcohol por ocasión o consumo alto ocurre en
las mujeres entre 18 y 34 años, indistintamente de su estado civil, que no estudian, trabajan
y viven en la zona centro del país.
En los hombres, no estudiar y trabajar son variables asociadas con mayor frecuencia de
consumo elevado, entre ellos quienes viven en la zona norte y centro son quienes más consumen,
el estado civil sí impacta, con menores índices entre solteros.
¿Qué tan inseguras se sienten las mujeres en la zona en donde viven?
Para identificar la violencia en el contexto social y la relación de ésta con el consumo de sustancias,
preguntamos acerca de la venta de drogas, amenazas con armas, violaciones sexuales y ataques
con violencia en el año previo a la encuesta. Los datos muestran interesantes variaciones en el
impacto de la exposición a la inseguridad.
Las mujeres sienten mayor inseguridad en sus colonias que los hombres. Cuando han
consumido sólo mariguana o cualquier droga, esta percepción de inseguridad se incrementa y
perciben significativamente más venta de drogas en las escuelas y sus inmediaciones, así como
mayor índice de ataque con armas que los hombres.
Cuadro 4. Variables sociodemográficas de bebedores de alcohol por sexo (continúa)
Mujeres y adicciones
57
Respecto a la percepción de violencia en la colonia en cuanto a grupos de consumo de alcohol,
las únicas diferencias entre hombres y mujeres sugeridos por los IC, es que las mujeres de los grupos
de consumo leve/moderado y alto perciben más inseguridad que los hombres. En el análisis por
grupos de consumo, encontramos que las mujeres no bebedoras perciben menos violencia que las
que consumen alcohol, excepto en la variable de abuso sexual.
Cuadro 5. Violencia en la colonia percibida por grupos de consumo de drogas
Hombres Mujeres
N % IC 95% N % IC 95%
Consumidores de mariguana
N=1 283 753 N=338 543
Inseguridad en la colonia 330 969 26.94 20.47-34.56 171 317 46.02 30.15-62.74
Venta de drogas en las
escuelas o afuera de
éstas
410 482 44.53 36.48-52.87 164 729 62.85 46.34-76.83
Amenazas con armas 304 869 34.33 26.82-42.71 158 925 48.38 31.19-65.97
Abuso sexual 136 504 15.86 10.04-24.15 39 248 15.58 6.44-33.12
Ataque con violencia 388 960 40.99 33.02-49.45 101 268 39.78 25.27-56.33
Venta de drogas en
la vía pública o en
tienditas
460 809 47.19 38.86-55.67 141 415 54.20 37.42-70.07
Consumidores de cualquier droga
N=2 010 885 N=664 731
Inseguridad en la colonia 617 045 29.56 24.82-34.77 228 632 33.78 24.68-44.26
Venta de drogas en las
escuelas o afuera de
éstas
797 726 48.26 41.56-55.03 296 442 54.88 43.82-65.48
Amenazas con armas 665 598 39.58 33.44-46.05 254 606 43.43 32.97-54.50
Abuso sexual 296 143 17.85 13.03-23.95 123 864 22.22 13.71-33.93
Ataque con violencia 812 283 45.43 39.47-51.52 289 171 46.91 36.08-58.03
Venta de drogas en
la vía pública o en
tienditas
981 069 55.92 49.48-62.18 267 944 48.22 37.78-58.83
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
58
Hombres Mujeres
N % IC 95% N % IC 95%
No consumidores de drogas
N=32 798 758 N=38 028 367
Inseguridad en la colonia 5 863 663 18.15 16.71-19.69 8 660 020 22.52 21.01-24.11
Venta de drogas en las
escuelas o afuera de
éstas
5 646 247 22.39 20.62-24.28 6 178 646 21.32 19.55-23.21
Amenazas con armas 5 018 321 18.75 16.91-20.74 5 794 995 18.49 16.78-20.35
Abuso sexual 1 491 289 5.67 4.45-7.19 2 158 870 6.87 5.32-8.83
Ataque con violencia 5 738 763 21.24 19.53-23.05 6 576 368 20.51 18.79-22.35
Venta de drogas en
la vía pública o en
tienditas
5 483 721 20.88 19.14-22.75 6 143 104 20.15 18.52-21.88
IC = Intervalos de confianza.
¿Las diferencias en el índice de conductas antisociales entre hombres y mujeres
se mantienen una vez que las mujeres han cometido el primer acto antisocial?
Se preguntó también acerca de las conductas antisociales durante el año previo a la encuesta.
Éstas se dividieron en actos leves (tomar dinero o cosas valiosas que no le pertenecen y participar
en riñas o peleas) y graves (atacar a alguien usando algún objeto como arma, vender drogas y
usar un arma para obtener algún objeto de otra persona).
Cuadro 6. Violencia en la colonia percibida por grupos de consumo de alcohol
Hombres Mujeres
N % IC 95% N % IC 95%
Consumo leve/moderado de alcohol.
N=8 865 276 N=9 843 794
Inseguridad en la colonia 1 685 319 19.13 16.45-22.14 2 586 462 25.85 23.11-28.79
Venta de drogas en las
escuelas o afuera de
éstas
1 744 400 26.84 23.47-30.50 1 943 271 26.19 22.96-29.70
Amenazas con armas 1 599 463 22.34 19.07-25.98 1 840 124 22.51 19.71-25.58
Abuso sexual 563 872 8.17 5.77-11.44 648 078 7.99 6.28-10.12
Ataque con violencia 1 772 082 24.29 21.06-27.84 2 087 671 25.04 22.36-27.93
Venta de drogas en la vía
pública o en tienditas 1 750 047 24.56 21.24-28.21 2 016 805 25.72 22.35-29.40
Cuadro 5. Violencia en la colonia percibida por grupos de consumo de drogas
Mujeres y adicciones
59
Hombres Mujeres
N % IC 95% N % IC 95%
Consumo alto de alcohol
N=14 129 563 N=5 886 475
Inseguridad en la colonia 2 593 307 19.05 16.95-21.35 1 582 381 27.29 23.81-31.08
Venta de drogas en las
escuelas o afuera de
éstas
3 046 524 28.77 25.98-31.73 1 389 354 34.34 29.96-39.00
Amenazas con armas 2 656 454 23.67 21.03-26.52 1 337 677 28.84 24.38-33.75
Abuso sexual 796 859 7.27 5.64-9.33 483 090 10.67 7.19-15.56
Ataque con violencia 3 239 460 28.35 25.75-31.10 1 342 521 28.29 24.38-32.55
Venta de drogas en la vía
pública o en tienditas 3 265 956 29.73 27.02-32.60 1 408 771 32.08 28.06-36.38
No bebedores de alcohol
N=13 098 557 N=23 301 372
Inseguridad en la colonia 2 533 051 19.18 17.19-21.34 4 891 126 20.64 19.02-22.36
Venta de drogas en las
escuelas o afuera de
éstas
2 063 531 19.29 17.01-21.79 3 307 192 18.06 16.24-20.04
Amenazas con armas 1 732 871 15.83 13.78-18.11 3 030 725 15.59 13.86-17.51
Abuso sexual 563 205 5.14 3.93-6.69 1 190 814 6.08 4.52-8.13
Ataque con violencia 1 928 464 17.47 15.43-19.72 3 536 615 17.82 15.55-20.34
Venta de drogas en la vía
pública o en tienditas 1 909 596 17.55 15.27-20.09 3 126 887 16.39 14.74-18.19
IC = Intervalos de confianza.
Se observó que por cada mujer que comete un acto antisocial hay 2.02 hombres y que estas
diferencias son más pronunciadas para los actos antisociales leves (cuadro 7). Los datos también
muestran que cuando se consideran sólo mujeres que han cometido actos antisociales y tomando
como denominador el número de respuestas, poco menos de la mitad (44%) reporta actos graves;
en tanto que en el mismo análisis para los hombres, sólo una tercera parte (29%) de los hombres
que reportaron estas conductas, fueron de carácter grave.
Cuadro 6. Violencia en la colonia percibida por grupos de consumo de alcohol
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
60
Cuadro 7. Actos antisociales en hombres y mujeres de 12 a 65 años
Actos antisociales Hombres Mujeres Razón M:H
Leves 1 629 678 (80.7%)* 599 910 (60.0%)* 1:2.72
Graves 655 807 (32.5%)* 467 040 (46.7%)* 1:1.40
Cualquier acto 2 019 866
1 000 318 1:2.02
*Tomando el total que ha reportado haber cometido al menos un acto antisocial por sexo.
¿Las diferencias en el índice de conductas antisociales entre hombres y mujeres se
mantienen cuando analizamos sólo a las consumidoras?
En el cuadro 8 se muestran los datos de la conducta antisocial en cada grupo de consumo de
hombres y mujeres. Los datos muestran que las mujeres consumidoras de drogas, como ocurre
entre los hombres, cometen más actos antisociales que las no consumidoras. Cuando se analizan
las diferencias en consumidores de mariguana, estas diferencias entre hombres y mujeres
desaparecen.
Cuadro 8. Conducta antisocial por grupos de consumo de drogas
Hombres Mujeres
N % IC 95% N % IC 95%
Consumidores/as de mariguana
N=1 283 753 N=338 543
Actos Leves 160 129 13.03 9.16-18.21 35 293 9.48 3.62-22.60
Actos Graves 56 093 4.57 2.08-9.73 4 885 1.31 0.18-8.79
Actos
Antisociales 184 737 15.03 10.72-20.68 40 178 10.79 4.49-23.74
Consumidores/as de cualquier droga
N=2 010 885 N=664 731
Actos Leves 451 036 21.60 17.30-26.63 79 340 11.72 6.43-20.42
Actos Graves 234 654 11.24 7.91-15.73 33 458 4.94 2.22-10.63
Actos
Antisociales 512 806 24.56 19.83-30.00 89 530 13.23 7.65-21.90
Mujeres y adicciones
61
Hombres Mujeres
N % IC 95% N % IC 95%
No consumidores/as de drogas
N=32 798 758 N=38 028 367
Actos Leves 1 018 513 3.15 2.72-3.66 485 277 1.26 1.00-1.60
Actos Graves 365 060 1.13 0.70-1.81 428 697 1.12 0.85-1.46
Actos
Antisociales 1 322 323 4.09 3.46-4.84 870 610 2.26 1.87-2.73
IC = Intervalos de confianza.
¿Hay variaciones en la conducta antisocial en mujeres de acuerdo con sus niveles de
consumo de alcohol?
El consumo de alcohol, independientemente de su nivel, no modifica la relación entre sexo y
conducta antisocial reportada en otros estudios: las mujeres cometen menos actos antisociales
que los hombres. Sin embargo, entre éstas, el consumo alto de alcohol aumenta significativamente
el índice de conductas problemáticas como ocurre entre los hombres.
Cuadro 9. Conducta antisocial por grupos de consumo de alcohol
Hombres Mujeres
N % IC 95% N % IC 95%
Consumo leve/moderado de alcohol
N=8 865 276 N=9 843 794
Actos leves 369 015 4.19 3.27-5.35 117 135 1.17 0.75-1.83
Actos graves 138 891 1.58 1.07-2.32 105 867 1.06 0.58-1.91
Actos antisociales 432 731 4.91 3.92-6.14 205 470 2.05 1.36-3.08
Consumo alto
N=14 129 563 N=5 886 475
Actos leves 934 833 6.87 5.80-8.12 234 854 4.05 2.92-5.60
Actos graves 362 658 2.66 1.63-4.33 109 726 1.89 1.13-3.16
Actos antisociales 1 116 149 8.20 6.72-9.97 313 535 5.41 4.04-7.21
Cuadro 8. Conducta antisocial por grupos de consumo de drogas (continúa)
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
62
Hombres Mujeres
N % IC 95% N % IC 95%
No bebedores de alcohol
N=13 098 557 N=23 301 372
Actos leves 325 830 2.47 1.94-3.14 247 921 1.05 0.73-1.49
Actos graves 154 258 1.17 0.78-1.74 251 447 1.06 0.76-1.49
Actos antisociales 470 986 3.57 2.89-4.40 481 313 2.03 1.57-2.63
IC = intervalos de confianza.
¿Participan en peleas las mujeres que consumen drogas y alcohol?
Se preguntó también acerca de problemas por uso de alcohol y drogas. Las peleas son poco
frecuentes entre mujeres que no consumen drogas; cuando sólo consumen mariguana, este
índice aumenta, pero es menor que el que reportan quienes además de consumir mariguana
ingieren otras drogas. Las peleas entre mujeres usuarias fueron menos frecuentes que las que
reportan los hombres usuarios de drogas.
Cuadro 10. Peleas por consumo de drogas en consumidores de sólo mariguana y en consumidores
de drogas por sexo
Hombres Mujeres
N=1 283 753 N=338 543
Variables N % IC 95% N % IC 95%
Consumo de cualquier droga 474 036 23.86 20.7-27.34 75 661 11.49 7.74-16.73
Sólo mariguana 53 321 4.17 2.77-6.24 4 121 1.22 0.46-3.20
¿Esta relación entre el consumo de drogas y la participación en peleas y riñas,
se mantiene cuando sólo se considera al alcohol?
El análisis de los problemas relacionados con el alcohol en grupos de consumo de alcohol, se
presentan en el cuadro 11. Las mujeres que beben con niveles altos de alcohol se involucran seis
veces más en peleas que las que beben en niveles moderados o bajos. Aun así, esta conducta en
ellas sigue siendo menos frecuente que la que manifiestan los hombres, con cuatro veces más
frecuencia en ellos.
Cuadro 9. Conducta antisocial por grupos de consumo de alcohol
Mujeres y adicciones
63
Cuadro 11. Problemas por uso de alcohol por grupos de consumo
Hombres Mujeres
N % IC 95% N % IC 95%
Consumo leve/moderado de alcohol
N=8 865 276 N=9 843 794
Abuso dependencia
alcohol 72 884 0.82 0.58-1.16 42 473 0.43 0.27-0.68
Peleas por consumo de
alcohol 493 548 5.88 4.90-7.03 41 069 0.44 0.25-0.77
Consumo alto de alcohol
N=14 129 563 N=5 886 475
Abuso dependencia
alcohol 3 425 062 24.24 22.75-25.79 627 644 10.66 9.17-12.37
Peleas por consumo de
alcohol 1 417 657 10.06 9.00-11.22 159 151 2.71 2.00-3.67
IC = Intervalos de confianza.
¿La depresión co-ocurre más frecuentemente con el consumo de drogas y alcohol en
la mujer que en el hombre?
Se preguntó acerca de la sintomatología de depresión mediante el CSD, escala de 20 reactivos
en escala Likert que va de cero a tres; a partir de 22 puntos se considera como posible depresión.
Al ser el alcohol un depresor del sistema nervioso central, buscamos si habría alguna diferencia en
la sintomatología depresiva a partir de los grupos de consumo de dicha sustancia (cuadro 12).
Encontramos que las mujeres que no beben alcohol presentan menos síntomas de depresión
que quienes sí beben, sea consumo moderado o alto. Esto mismo se observó en los hombres. En
ambos grupos no se observaron diferencias significativas entre depresión y nivel de consumo de
alcohol. En todos los casos las prevalencias de depresión fueron significativamente más altas en
las mujeres.
Cuadro 12. Depresión en hombres y mujeres por grupos de consumo de alcohol
Hombres Mujeres
N % IC 95% N % IC 95%
Consumo leve/
moderado N=8 865 276 N=9 843 794
Posible depresión 343 319 3.90 2.93-5.18 1 105 870 11.05 9.45-12.89
Consumo alto N=14 129 563 N=5 886 475
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
64
Hombres Mujeres
N % IC 95% N % IC 95%
Posible depresión 522 833 3.84 3.02-4.88 719 170 12.40 10.03-15.21
No consumo de alcohol N=13 098 557 N=23 301 372
Posible depresión 241 988 1.83 1.32-2.54 1 701 721 7.18 6.14-8.39
IC = Intervalos de confianza.
¿Lleva a las mujeres menos tiempo desarrollar dependencia una vez que están
bebiendo?
Otra diferencia interesante a analizar entre hombres y mujeres referente a la dependencia de
sustancias, son los años de consumo en los que se desarrollan los síntomas de dependencia
(gráfica 10). Los resultados confirman la mayor vulnerabilidad de las mujeres. Quienes
presentaron dependencia alguna vez en la vida reportaron significativamente menos años de
consumo que los hombres (IC 95% 13.70-16.02 hombres; 8.90-12.46 mujeres).
Gráfica 10. Años de consumo en quienes presentaron dependencia alguna vez
0
3
6
9
12
15
14.86
10.68
Hombres Mujeres
Cuadro 12. Depresión en hombres y mujeres por grupos de consumo de alcohol
Mujeres y adicciones
65
¿Hay variaciones en la proporción que llega a tratamiento?
Por último, se analizaron las diferencias en el acceso a tratamiento entre hombres y mujeres. Los
tipos de tratamiento son diversos y se agrupan en cuatro conjuntos: tratamiento de calidad, de
calidad parcial, de autoayuda y otros.
Gráfica 11. Consumidores/as de alcohol y drogas que han asistido a algún tipo de tratamiento
por consumo de sustancias
0
3
6
9
12
15
Drogas alguna vezConsumo actual de alcohol
2.6
..
0.5
12.8
5.1
Para propósitos de este trabajo no se diferenciará entre los tipos de tratamiento, pero sí en los
diversos resultados obtenidos por el tratamiento de uso de alcohol (abstinencia, disminución
de consumo, consumo menos frecuente y disminución de problemas). En general, las mujeres
acuden menos a tratamiento por consumo de alcohol o drogas (gráfica 11). Sin embargo, en
la gráfica 12 mostramos que las mujeres que acuden a tratamiento por consumo de alcohol
reportan mejores resultados que los hombres.
Limitaciones
Las principales limitaciones de este análisis es que al estudiar a la población general, es difícil
llegar a conocer directamente el uso de sustancias, por lo que se recurre al auto-reporte. Además,
esta encuesta es de hogares y no incluye poblaciones vulnerables como las que se encuentran en
prisión y viviendo en la calle.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
66
Gráfica 12. Resultados de tratamiento en consumidores/as de drogas alguna vez en la vida
0
20
40
60
80
100
Disminución de
problemas
por consumo
Disminución
de días de consumo
Disminución de
consumo
Abstinencia
9.1
53.6
60.8
32.3
88.4
74.8
60.6
90.5
65 67.2
Conclusiones
Diversas investigaciones buscan los rasgos de personalidad relacionados con el uso de sustancias
y otras conductas de riesgo (Miller y Quick, 2010). Este trabajo contribuye a la búsqueda de
características sociales y ambientales relacionadas con el consumo de alcohol y drogas, diferenciando
entre consumo sólo de mariguana o cualquier droga, y entre consumo moderado y dañino de
alcohol.
En este análisis se encontró que el uso tanto de alcohol como de drogas en las mujeres
ha cambiado en el transcurso de las últimas décadas. Específicamente en los años más
recientes vemos que cada vez más mujeres han consumido todo tipo de drogas y que el
consumo de alcohol aumenta en número de copas por ocasión de consumo.
En este trabajo se consideró el consumo alto para hombres a partir de cinco copas por
ocasión de consumo y en mujeres a partir de cuatro. A pesar del aumento en el uso de
sustancias, los hombres siguen siendo los principales consumidores. Sin embargo, es en las
prevalencias condicionadas donde vemos detalladamente las semejanzas en el consumo de
hombres y mujeres. Si bien es cierto que es menor la proporción de mujeres que llegan a
consumir drogas, cuando consumen tienen un consumo durante el último año similar al de los
hombres.
Es importante que el análisis por sexos no se limite a establecer que los hombres tienen más
problemas por consumo de sustancias, sino que se aborde a las mujeres que están atravesando
la barrera social. Ellas no sólo cometen más actos antisociales como encontramos y coincide con
lo reportado en la literatura sobre el tema, sino que, por el ambiente desfavorecedor, también
Mujeres y adicciones
67
presentan más problemas emocionales (Goldstein, Compton, Pulay, Ruan, Pickering, Stinson, y
Grant, 2007), y rechazo social. Por ello, es de extrema importancia que al analizar el consumo
de sustancias en diferentes grupos, se consideren prevalencias condicionadas para detectar con
mayor precisión los grupos vulnerables.
No encontramos diferencias significativas en la proporción de hombres y mujeres que una
vez expuestas al consumo de drogas, experimentan con ellas. Esto significa que las diferencias
en las prevalencias encontradas entre uno y otro grupo se debe a que las mujeres siguen menos
expuestas a las drogas.
Por cohortes encontramos mayor consumo en mujeres adolescentes que en adultas, lo
que refleja un inicio más reciente de las mujeres en el consumo de drogas. Esto coincide con
observaciones previas que indicaban que la brecha entre hombres y mujeres estaba desapareciendo
(Villatoro et al., 2009).
La percepción que tienen las mujeres de su entorno es diferente al de los hombres. En
general, las mujeres perciben más inseguridad en el área en donde viven que los hombres y las
que han consumido drogas y alcohol en altas cantidades perciben aún más violencia que las no
consumidoras.
En cuanto a los actos antisociales, son los hombres quienes principalmente los comenten, pero
la diferencia disminuye al analizar únicamente los actos graves. Las mujeres que han consumido
cualquier droga reportan más conductas antisociales, principalmente actos leves. El alcohol en
altas cantidades también se relaciona con el aumento en la conducta antisocial, tanto de hombres
como de mujeres. Otros estudios han profundizado en la posible explicación de estos hallazgos; por
ejemplo, en México, se ha encontrado que la conducta antisocial se relaciona con maltrato familiar
(Quiroz, Villatoro, Juárez, Gutiérrez, y Amador, 2007). Hicks et al. (Hicks, Blonigen, Kramer,
Krueger, Patrick, Iacono, y McGue, 2007), encontraron que, principalmente entre mujeres, la
conducta antisocial está relacionada con factores ambientales, mientras en los hombres con
factores biológicos.
Las mujeres que reportan conducta antisocial tienden a presentar más problemas de salud
mental que las que no tienen conducta antisocial (Pajer, Stouthamer-Loeber, Gardner, y Loeber,
2006). Las mujeres con trastornos por uso de alcohol tienen mayores niveles de co-morbilidad
que los hombres en conducta antisocial (Goldstein, 2007). Las mujeres antisociales con AUD
presentan problemas más severos en las relaciones interpersonales —incluyendo cuestiones
parentales— laborales, habilidades vocacionales (Grella, Stein, Weisner, Chi, y Moos, 2010).
Todos estos factores causan demasiados problemas en las mujeres antisociales con AUD, lo cual
las lleva a incrementar su consumo (Goldstein, Dawson, y Grant, 2010).
Los datos también coinciden con otros estudios, en los grupos de consumo leve/moderado y
alto de alcohol: más mujeres que hombres presentaron posible depresión (Medina-Mora, Borges,
y Benjet, 2007; Medina-Mora, Borges, y Lara, 2005). Sin embargo, no encontramos diferencias
entre mujeres que consumen alcohol moderadamente y quienes lo consumen en mayor cantidad.
Este factor es importante porque puede ser que los problemas por uso de sustancias se escondan
detrás de otro tipo de trastornos, como puede ser la depresión, de los trastornos más comunes en
las mujeres.
Respecto a la dependencia, se encontró que los hombres tienen mayor probabilidad que las
mujeres de desarrollar dependencia tanto al alcohol como a las drogas una vez que comienzan
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
68
el uso. Sin embargo, si sólo se considera a los usuarios de drogas, vemos que la proporción de
mujeres que cumplieron con los criterios de abuso/dependencia es similar a la de hombres.
Son más los hombres consumidores de alcohol y drogas quienes llegan a cualquier tipo
de tratamiento, comparados con las consumidoras. No obstante, fueron las mujeres que sí han
llegado a tratamiento las que reportaron más mejorías en su situación de consumo. Berenzon et al.
(Berenzon, Medina-Mora, y Lara, 2003), han reportado que hay pocos programas de tratamiento
diseñados especialmente para las mujeres con trastornos por uso de sustancias. Como se mencionó
previamente, las barreras sociales que han hecho que el consumo de sustancias en las mujeres sea
menor al de los hombres han ido desapareciendo, especialmente entre la población urbana joven.
Sin embargo la situación de las mujeres que inician el consumo y desarrollan dependencia es de más
desventaja respecto a la que presentan los hombres. Las mujeres que se iniciaron en el consumo y
que pueden llegar a la dependencia, no cuentan con un sistema de tratamiento que considere estos
cambios sociales ni las necesidades específicas de las consumidoras. Si a esto se agrega que a las
mujeres les lleva menos tiempo desarrollar dependencia a las sustancias, es importante que tengan
el acceso a los servicios de tratamiento en donde puedan ser atendidas sin ser estigmatizadas.
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Mujeres y adicciones
71
II. Capítulos de revisión bibliográfica
La mirada hacia el consumo de alcohol y drogas
en las jóvenes en cuatro décadas de investigación
Jair Hernández, Jorge Galván
Introducción
El consumo de drogas en las y los jóvenes constituye en la actualidad un problema de salud
pública, debido a los altos índices de consumo de algunas sustancias ilegales —como la mariguana
y la cocaína— al creciente aumento de otras —como las metanfetaminas— y también por las
consecuencias físicas, psicológicas y sociales que representan para su vida actual y futura.
El fenómeno más claramente observado en todos los estudios epidemiológicos es el aumento
del consumo de drogas entre mujeres adolescentes y jóvenes, que en opinión de varios expertos
es atribuible en buena medida a los cambios en el contexto sociocultural: si bien éste abrió
nuevas posibilidades de desarrollo para las mujeres, también ha favorecido su exposición hacia
otro tipo de conductas tal como el uso de sustancias (Villatoro y cols., 2006; Ortiz y cols., 2008;
ENA, 2008).
Esta situación también ha sido ampliamente reseñada por algunos/as estudiosos/as de las
culturas juveniles, quienes consideran que las jóvenes en las últimas décadas han cambiado su
imagen, sus actitudes y han asumido un nuevo rol y experimentado nuevas formas de integrarse
y hacerse notar en la sociedad (Feixa, 1998; Urteaga, 2008).
El consumo de drogas entre las jóvenes ha sufrido importantes transformaciones en las
últimas cuatro décadas, según información proveniente fundamentalmente de encuestas en
hogares y población escolar, con cambios que han perfilado hoy en día un escenario diferente
y más complejo que el existente durante los años setenta del siglo XX cuando se realizaron las
primeras evaluaciones de esta problemática.
Por lo anterior, este capítulo tiene como propósito documentar grosso modo la evolución
del consumo de drogas en el grupo de las adolescentes y las jóvenes. Para cumplir con este
objetivo se realizó una búsqueda y revisión de escritos publicados por autores/as mexicanos/
as en periodo comprendido entre los años 1970-2010, identificándose un total de 48 trabajos
en su mayoría de tipo epidemiológico. Las palabras clave utilizadas para la búsqueda fueron:
jóvenes, adolescentes, mujer y drogas.
Panorama general
Los resultados de la revisión documental que a continuación se presentan se basaron en su
gran mayoría en la información reportada en estudios descriptivos de tipo epidemiológico, Ello
con el propósito de identificar cuáles han sido los cambios más significativos relacionados con
el consumo de drogas entre el grupo de mujeres adolescentes y jóvenes y reflexionar sobre
aspectos que pudieran explicar el estado actual de esta problemática.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
72
Década de los setenta: Se observa que el consumo de sustancias vigente en nuestra
sociedad hasta comienzos de los años setenta se caracterizaba por el uso de alcohol y drogas,
fundamentalmente circunscrito a la población masculina. El contexto cultural de entonces
contribuyó en parte a que el consumo entre mujeres se mantuviera en niveles muy bajos,
sensiblemente inferiores a los de hombres. Durante este periodo el uso de drogas en mujeres
adolescentes y jóvenes es muy bajo, quizás por ello la gran mayoría de estudios publicados
no proporcionan datos desagregados por sexo, lo que impide conocer en detalle el patrón de
consumo específico de este grupo. Los estudios realizados durante estos años destacaban:
Mayor consumo de sustancias en hombres que en mujeres.
Mayor consumo de drogas médicas, específicamente de tranquilizantes, entre personas de 12
a 18 años entrevistados en el Distrito Federal en 1979, así como un consumo de mariguana
importante entre las drogas ilegales (Terroba y cols., 1979 en cemef).
Menor consumo de bebidas alcohólicas en la mujer, estimándose entonces una proporción de
20 hombres por cada mujer en la República Mexicana y para el Distrito Federal de cinco a una
(Natera y cols., 1979)
Bajas prevalencias de uso de sustancias entre jóvenes estudiantes, con un patrón preferente
de consumo experimental (Cabildo, 1974, Castro, 1976, Chao, 1976, en cemef)
Uso preferencial entre mujeres de drogas médicas sobre todo de anfetaminas (Cabildo, 1974).
En 1976, mayor consumo de mariguana (1.6%) e inhalables (0.85%) entre estudiantes de
enseñanza media y media superior en la ciudad de México, drogas cuyo consumo registraría
un aumento significativo en 1978 (citado por Medina- Mora y cols., en 1993 y Lara y cols.).
Una percepción alta de riesgo hacia el consumo de drogas asociada fundamentalmente con
daño a la salud y reportada en su gran mayoría por varones (Cabildo 1974 en cemef).
Década de los ochenta: En estos años, producto de la transformación de la sociedad, las mujeres
comienzan a adquirir conductas de riesgo consideradas como típicamente masculinas, lo que se
tradujo en un incremento del consumo de alcohol y drogas entre mujeres. Se reporta asimismo
consumo de sustancias a edades muy tempranas, esto es, entre 12 y 17 años. El incremento del
uso de sustancias en mujeres adolescentes y jóvenes empieza a ser evidente en la Encuesta de
Hogares de 1988 y varios estudios en la comunidad escolar:
A nivel nacional, las drogas de mayor consumo en mujeres de 12 a 34 años son los estimulantes
(0.70%), tranquilizantes (0.59%) y mariguana (0.37) (ena, 1988).
En este mismo estudio, entre mujeres de 12 a 34 años de edad se reporta una alta
disponibilidad de tabaco, alcohol y tranquilizantes (ena, 1988).
En jóvenes universitarias, la edad de inicio en el consumo es más frecuente entre 19 y 21
años (Guimaraes, 1987).
Entre los estudiantes, a partir de 1980, se observa un consumo generalizado de inhalables en
todos los niveles sociales y en ambos sexos. (Medina-Mora y cols., 1980)
Década de los noventa: El consumo de drogas comienza a considerarse en la gran mayoría
de las publicaciones nacionales como un problema importante de salud pública; no sólo por
Mujeres y adicciones
73
el incremento en el consumo de drogas en general, sino también por la presencia de nuevas
sustancias como metanfetaminas y uso de drogas médicas, que previamente no habían sido
utilizadas con fines de intoxicación, como “Refractyl Ofteno“ y flunitrazepam (Rohypnol).
Las encuestas nacionales en hogares de 1993 y 1998, así como estudios en población
escolarizada revelaban el paulatino incremento de uso de drogas entre mujeres adolescentes
y jóvenes, así como una disminución en la percepción del riesgo asociado al uso de sustancias.
Entre lo más destacado sobre este particular se identificó que:
Entre los/las menores de 18 años, poco más de 200 000 en todo el país habían probado
alguna droga ilícita (ena, 1993).
En mujeres de 12 a 17 años las drogas ilegales de mayor consumo eran la mariguana
(0.45%), cocaína (0.22%) e inhalables 0.20 por ciento (ENA, 1993).
El consumo en mujeres por lo general era menor que el de hombres; sin embargo, en 1998 se
triplicó la proporción de usuarias, especialmente entre las de 12 y 17 años, que representaba
al grupo mayoritario de consumidoras en el último mes.
En 1993, las drogas de mayor uso en estudiantes del Distrito Federal eran los solventes
inhalables (4.82%), mariguana (3.58%) y cocaína (1.66 por ciento).
El uso de anfetaminas era más recurrente en mujeres estudiantes (3.62%) que en hombres
(3.15 por ciento).
Las diferencias por sexo en los índices de experimentación en alcohol, tabaco y mariguana
son similares entre los/las estudiantes (78% varones y 70% mujeres).
Para 1997, el consumo en estudiantes del Distrito Federal registraba un incremento siete
veces mayor en relación al reportado en el estudio de 1993.
Se observan bajos niveles respecto a la percepción de riesgo sobre el uso de drogas
especialmente en relación con el consumo de tabaco y alcohol en estudiantes del Distrito
Federal.
Año 2000 a la fecha: El inicio de esta década y nuevo siglo refrenda la problemática del incremento
de uso de alcohol y drogas entre mujeres adolescentes y jóvenes respecto al observado en años
anteriores; ello reveló no sólo un patrón de consumo cada vez más semejante al de los varones,
sino también consecuencias en salud física y mental y en el contexto social, derivados de esta
conducta. Las encuestas nacionales de adicciones en hogares de 2002 y 2008 destacan lo
siguiente:
En el país, 215 634 adolescentes entre 12 y 17 años (77.7% varones y 22.3% mujeres)
habían usado drogas alguna vez. De este grupo, más de la mitad (55.3%) continuó usándola
en el último año y, de éstos, sólo 37% las ha usado en el mes previo a la encuesta. La relación
por sexo era de 3.5 hombres por cada mujer para este grupo etario (ENA, 2002).
Las drogas de mayor consumo entre mujeres adolescentes son mariguana, cocaína,
estimulantes de tipo anfetamínico e inhalables (ENA, 2002).
Así, 795 573 adolescentes entre 12 y 17 años que aún no habían alcanzado la edad legal
para beber, lo hacían con patrones de riesgo, siendo más frecuente esta conducta entre los
adolescentes hombres (27.7%) que en las mujeres (5.99%) (Medina-Mora y cols., 2003).
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
74
Una alta tolerancia de la población ante el consumo de las drogas legales (tabaco y alcohol)
y una baja percepción del riesgo asociada al daño que éstas ocasionan.
Para 2008, se reporta que si bien el consumo de drogas ilegales es mayor en hombres, el
índice de crecimiento es mayor en mujeres entre las cuales el consumo de drogas ilegales se
duplicó, aumentando de 1% en 2002 a 1.9% en 2008.
En este mismo estudio de 2008 se destaca que los/las adolescentes y jóvenes de hoy están
más expuestos a la oportunidad de usar drogas que las generaciones anteriores. Entre las
mujeres, la exposición ocurre a edades más tempranas y es más frecuente entre las de 12 a
25 años (10.7 por ciento).
Las encuestas en población escolarizada en el Distrito Federal de 2003 y 2006 indican que:
En 2003, la mariguana (5.8%) ocupaba el primer lugar de preferencia, seguido del consumo
de cocaína (5.2%), tranquilizantes (4.8%) e inhalables (4.3 por ciento).
En este mismo estudio ya se observaba un diferencia pequeña en el consumo general de
drogas de las mujeres (4.4%) en comparación con el de hombres (6.2%).
En cuanto a las preferencias del uso de drogas, las jóvenes estudiantes reportaban preferir
tranquilizantes (5.8%), mariguana (3.3%), inhalables (3.1%) y cocaína (2.9 por ciento).
Para 2006, la prevalencia total del consumo en la población estudiantil del Distrito Federal
fue de 17.8%, porcentaje estadísticamente mayor (2.6%) al registrado en 2003.
Las preferencias de consumo reportadas por mujeres en 2006 son mariguana (6.4%),
inhalables (6.2%), tranquilizantes (5.8%) y anfetaminas (3.4 por ciento).
Respecto a la percepción, se observa que los adolescentes consideran en su mayoría (74.2%),
muy peligroso el consumo de sustancias como mariguana o cocaína. Porcentaje que es mayor
en los hombres (69.9%) en relación con las mujeres (78.4%) (Villatoro y cols., 2000)
Sin embargo, esta percepción de riesgo disminuye notablemente cuando la sustancia es
alcohol (sólo 55.1% considera muy peligroso su consumo frecuente) o para fumar cigarrillos
diariamente (48.6%). Para el alcohol y el tabaco, los porcentajes de los hombres y las mujeres
son muy similares.
Recapitulación
Como se ha podido constatar en esta revisión documental hay variaciones importantes respecto
al consumo de drogas en mujeres adolescentes y jóvenes, variaciones que hoy podemos
documentar gracias al seguimiento que se ha hecho de este fenómeno por más de 40 años.
Uno de los aspectos más significativos observados en este periodo es, sin duda, el incremento
constante y paulatino de uso de drogas en este grupo, que actualmente es motivo de gran
preocupación entre especialistas y sociedad en general. Dentro de este rubro hemos podido
observar claramente cambios en cuanto al tipo de drogas y al patrón de consumo: en la actualidad,
las adolescentes reportan consumos importantes de alcohol y drogas ilegales en comparación
con décadas pasadas en que era más frecuente el uso de drogas médicas. Asimismo se ha pasado
de un patrón de uso experimental más característico de los años setenta a patrones de uso
habituales y problemáticos más frecuentes hoy en día.
Mujeres y adicciones
75
Entre los factores que más han contribuido a una mayor vulnerabilidad hacia el uso de drogas
en mujeres en general y adolescentes y jóvenes en particular, destaca sin duda el cambio de
normas, valores y costumbres tradicionales, que ha situado a las mujeres en mayor riesgo frente
al abuso de sustancias, cuando antes ser mujer era en sí mismo un factor de protección.
Especialistas en el campo de las adicciones han demostrado, en los diferentes estudios
revisados, que aspectos como alta disponibilidad y menor percepción de riesgo atribuible al uso
de drogas, se correlacionan con altas prevalencias de uso.Esto fue claramente observado en este
análisis, pues durante los años setenta y ochenta la percepción de riesgo era más elevada que
en los años noventa y 2000, lo que también pudiera ser otra explicación del incremento del
consumo en este grupo
Se observó en los estudios más recientes una gran preocupación por la gravedad que
representa el incremento del consumo de sustancias entre mujeres, así como también un mayor
reconocimiento de las diferencias en este consumo y sus consecuencias entre los géneros.
Finalmente, si bien es importante conocer las cifras del número de jóvenes que están
involucrados en el consumo de drogas, es igual de importante saber qué motivos los están
llevando a consumos más elevados; pero, sobre todo, y específicamente en las mujeres, qué las
está llevando a la adicción, pues cada vez es mayor su participación en este aspecto. Es necesario
considerar otras metodologías que nos permitan, en el campo de la investigación, conocer más a
fondo el problema de las drogas entre los jóvenes y no solamente identificar cifras que, aunque
importantes en el diagnóstico, no son la solución a este problema social.
Recomendaciones
Después de haber revisado 42 artículos referidos que corresponden a las investigaciones
realizadas en jóvenes sobre el consumo de drogas en México, se observó lo siguiente:
Se identificó que la mayoría de las encuestas realizadas con jóvenes tienden a ofrecer una visón
superficial respecto a las motivaciones de hombres y mujeres para iniciarse en el consumo de
distintas drogas, aun cuando éstas no siempre son coincidentes. Por esta razón, se propone
que este tipo de estudios debieran integrar una perspectiva de género que pudiera dar cuenta
de las motivaciones específicas de las jóvenes que las vinculan con el uso de sustancias en
general o de una droga en particular y que, por lo general, son poco exploradas en este tipo
de estudios.
Los datos más recientes indican un incremento importante en el consumo de drogas ilícitas,
principalmente entre las adolescentes. Por ello es de primera importancia promover estudios
que nos aporten información sobre estilos de vida y contextos en los que se desenvuelven
actualmente las jóvenes. Se tendrá así un mayor conocimiento de los valores y significados
asociados al uso de drogas que las han conducido a desarrollar patrones de uso similares a los
de los hombres.
Promover estrategias de atención oportuna para adolescentes experimentadoras o
consumidoras habituales, tomando en consideración lo que la mayoría de la literatura
nacional e internacional ha señalado respecto a que el consumo de drogas y alcohol tiene un
mayor impacto físico y psicológico en mujeres adolescentes.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
76
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población de jóvenes estudiantes y no
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que estudiaban y 58 que no estudiaban.
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Estudiantes de 4 facultades de CU,
161 en total, 94 mujeres
Entre los 19 y 21 años inician su consumo.
Serna J., Rojas E., Miguel
Ángel Estrada, Medina-
Mora, M.E.
Medición del uso de drogas en
estudiantes de educación media y media
superior del Distrito Federal y zona
conurbada, 1989.
1991
Uso de sustancias y problemas
legales asociados.
Estudiantes de Bachillerato
303 Mujeres.
Castro-Sariñana E., Rojas E.,
Serna J.,
Estudio epidemiológico sobre uso de
drogas y problemas asociados entre la
población estudiantil que asiste a los
colegios de bachilleres.
1991 Uso de sustancias y problemas
legales asociados.
Estudiantes de Bachillerato
303 Mujeres.
SecretarÍa de Salud. Encuesta Nacional de Adicciones. 1993 Consumo de drogas a nivel nacional. Se encuestó una población de 18 737.
Medina-Mora M.E., Rojas E,
Juárez F, Berenzon S.
Consumo de sustancias con efectos
psicotrópicos en la población estudiantil
de enseñanza media y media superior de
la República Mexicana.
1993
Problemas asociados al consumo.
Amenazadas o arrestadas.
Tranquilizantes y sedantes como
drogas utilizadas por las mujeres.
Estudiantes:
32 015 hombres
29 124 mujeres.
La siguiente tabla nos muestra las diferentes investigaciones realizadas respecto al consumo de drogas en mujeres jóvenes.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
80
Autor Título Año Temática Población
Nazar-Beutelspacher A.,
Tapia-Conyer R., Villa-
Romero A., León-Álvarez
G., Medina-Mora M.E.,
Salvatierra-Izaba B.
Factores asociados al consumo de drogas
en adolescentes de áreas urbanas de
México.
1994 Factores asociados al consumo de
sustancias. Muestra de 784 mujeres.
Berenzon S., Medina-Mora
M.E., Carreño Silvia., Juárez
Francisco, Rojas E., Villatoro
J.,
Los factores relacionados con el uso y
el abuso de sustancias psicoactivas en
estudiantes de enseñanza media y media
superior de la República Mexicana.
1996 Factores asociados al consumo de
sustancia.
Se encuestaron 61 779 estudiantes, el
47.1% eran mujeres.
Rojas E.,Medina-Mora M.E.,
Villatoro J., Juárez Francisco,
Carreño Silvia, Berenzon S.
Prevalencia del consumo de drogas en
población escolar. 1998 Evolución del consumo de drogas. Se encuestó una población de 10 879
estudiantes.
Secretaria de Salud. Encuesta
Nacional de Adicciones Encuesta Nacional de Adicciones 1998. 1998 Consumo de drogas a nivel nacional. Se realizaron 12 015 entrevistas 3 882 fueron
hechas a jóvenes.
Ramos-Lira L, Saldívar-
Hernández G., Medina-
Mora M.E., Rojas-Guiot E.,
Villatoro-Velázquez J.
Prevalencia de abuso sexual en
estudiantes y su relación con el consumo
de drogas.
1998
Abuso sexual y relación con el
consumo de drogas. 61 779 alumnos encuestados, 47.1%
mujeres.
Rojas-Guiot E., Fleiz-Bautista
C., Medina-Mora Icaza M.E.,
Morón M.A., Domenech-
Rodríguez M.
Consumo de alcohol y drogas en
estudiantes de Pachuca, Hidalgo. 1998 Consumo de alcohol y drogas.
Relación con alguna actividad.
Muestra representativa de 1 929 estudiantes,
52% mujeres.
La siguiente tabla nos muestra las diferentes investigaciones realizadas respecto al consumo de drogas en mujeres jóvenes.
Mujeres y adicciones
81
Autor Título Año Temática Población
Villatoro J.A., Medina- Mora
M.E., Cardiel H., Fleiz C.,
Alcantar E., Hernández S.,
Parra J., Néquiz G.
La situación del consumo de sustancias
entre estudiantes de la ciudad de México,
medición otoño 1997.
1998
Consumo de tabaco, bebidas
alcohólicas, sustancias psicoactivas,
problemas emergentes,
disponibilidad de sustancias,
ambiente escolar como agente
protector, percepción de la tolerancia
del docente ante el consumo de
drogas, inseguridad social en torno a
la escuela, características percibidas
del maestro.
Muestra 10 173 estudiantes, (51.9%
mujeres).
Fleiz-Bautista C., Villatoro-
Velázquez J., Medina-Mora
M.E., Alcántar-Molina E.N.,
Navarro-Guzmán C., Blanco-
Jaimes J.
Conducta sexual en estudiantes
de la Ciudad de México 1999 Conductas sexuales de riesgo en
estudiantes.
Población: 10 173 estudiantes.
Villatoro J., Medina-Mora
M.E., Rojano C., Fleiz B.,
Bermúdez P.,Castro P., Juárez
F.
¿Ha cambiado el consumo de drogas
de los estudiantes? Resultados de la
encuesta de estudiantes. Medición otoño
del 2000.
2002 Cambio en el consumo de
sustancias.
Población de 10 570 estudiantes, 50.2%
mujeres.
SecretarÍa de Salud. Encuesta Nacional de Adicciones 2002. 2002 Consumo de drogas a nivel nacional. Población total: 14 020 entrevistados.
Medina-Mora M.E., Cravioto
P., Villatoro J., Fleiz, C.,
Galván-Castillo F., Tapia.
Conyer R.
Consumo de drogas entre adolescentes:
resultados de la Encuesta Nacional de
Adicciones, 1998.
2002 Consumo de drogas entre
adolescentes y factores asociados.
Se realizaron 12 015 entrevistas, 3 882 a
jóvenes (Datos de la ENA 1998).
La siguiente tabla nos muestra las diferentes investigaciones realizadas respecto al consumo de drogas en mujeres jóvenes.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
82
Autor Título Año Temática Población
González M.P., Rey L.
La escuela y los amigos: factores que
pueden proteger a los adolescentes del
uso de sustancias.
2006
Influencia de los amigos para no
hacer uso de sustancias adictivas.
La escuela para mantenerlos
lejos de las drogas a pesar de su
disponibilidad.
Participantes en los grupos focales: 57
Edades entre 12 y 17 años de edad.
Arellanez-Hernández J.L.,
Díaz-Negrete D.B., Wagner-
Echegaray F., Pérez-Islas V.
Factores psicosociales asociados al
abuso y dependencia de drogas entre
adolescentes.
2004
Población: 116 consumidores de drogas y 102
casos de dependencia.
Sólo 17.7% eran mujeres.
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Expectativas relacionadas con el
consumo de alcohol. Predicción del abuso
en el consumo en jóvenes.
2005 Prevalencia del consumo de alcohol
y drogas.
Población total 678 estudiantes, 52%
mujeres.
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Ávila M., Hernández B.
Consumo de tabaco y alcohol en jóvenes
de zonas urbanas marginadas de México. 2006 Encuesta de Evaluación de los
Hogares Urbanos. Jóvenes de 16 a 21 años.
La siguiente tabla nos muestra las diferentes investigaciones realizadas respecto al consumo de drogas en mujeres jóvenes.
Mujeres y adicciones
83
Consumo de drogas en trabajadoras sexuales,
niñas de calle, migrantes e indígenas
Eva María Rodríguez, Leticia Vega, Rafael Gutiérrez
Introducción
La vulnerabilidad es una situación producto de la desigualdad en que por diversos factores o
determinadas circunstancias se encuentran grupos en mayor medida expuestos a exclusión,
pobreza y efectos de la inequidad; ello les impide aprovechar las riquezas del desarrollo humano
y las posibilidades de acceder a servicios de salud, educativos, laborales, etc. Esto se relaciona con
la ausencia de poder de elección y decisión, capacidad legal o habilidad para comprender, como
sucede con las personas que tienen alguna enfermedad mental (Diccionario de la Lengua Española,
2001).
Incluir a las mujeres como población “especial” o “vulnerable” tiene el registro de una
discriminación, ya que esto hace que ese estatus se deba en parte a que las investigaciones realizadas
generalicen los resultados y sólo se vea el aspecto de salud derivada de su papel reproductivo.
El consumo de drogas en las mujeres había sido considerado un fenómeno con menos prevalencia
que en los hombres; por ello las prácticas de intervención tendían a homogeneizar tratamientos
para hombres y mujeres como si unos y otras tuvieran los mismos problemas. Sin embargo, la
experiencia dentro del campo de las adicciones y el tratamiento, reflejan que existe la necesidad
de desarrollar intervenciones terapéuticas diferenciadas, según las características de la población
atendida, que se considere además del nivel de severidad, aspectos cualitativos y de contexto de
poblaciones con características específicas. En este capítulo se tratará a las mujeres que se dedican
a la prostitución, adolescentes en la calle, indígenas y migrantes, entre otras.
Metodología
Este trabajo se realizó con base en la recopilación de investigaciones y artículos publicados en
México de 1980 a 2009 donde el tema principal fuera al consumo de drogas en mujeres dedicadas
a la prostitución, indígenas y niñas de calle. Para ello se realizó una búsqueda bibliográfica en
diferentes Centros de Documentación e Información pertenecientes a UNAM, FLACSO, El Colegio
de México, UAM, y el Instituto Nacional de Psiquiatría Dr. Ramón de la Fuente Muñiz. Esto nos
permitiría tener un panorama de lo que se ha hecho en torno a estas poblaciones que consumen
drogas, conocer sus necesidades de atención y hacer algunas recomendaciones. Por lo tanto los
estudios descritos en este artículo sólo abordan el tema del consumo de drogas y muy pocos si las
mujeres han recibido algún tipo de tratamiento.
Prostitución
Al hacer una revisión internacional sobre prostitución se encontró que existe una gran cantidad
de información sobre este tema, la explotación sexual y el tráfico de mujeres donde se abordan
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
84
el consumo problemático de drogas, los riesgos asociados al consumo, otros problemas como
violencia y VIH principalmente. En nuestro país, las investigaciones con esta población son escasas.
Los temas más investigados principalmente se refieren a aspectos históricos, tipos de prostitución,
aspectos psicológicos, sociológicos y el VIH/SIDA. Sin embargo, en cuanto al consumo de drogas
en esta población había un desconocimiento sobre patrones de consumo, problemas asociados,
consecuencias y todavía menos información en cuanto a estrategias de intervención con estas
mujeres, ya que son poblaciones con necesidades particulares respecto a las de la población general.
Conceptos
Existen diferentes enfoques para abordar a estas poblaciones por lo que es importante contar con
definiciones para entenderlas. Empezaremos definiendo a la prostitución.
El diccionario señala: “Las putas o rameras son mujeres que se entregan al comercio carnal por
interés” (Casares 1986). De Zalduono, Hernández-Ávila, Uribe y Zúñiga, (1992) han definido a la
prostitución como “la actividad en la que alguien intercambia servicios sexuales a cambio de dinero
o cualquier otro bien”. Para sociólogos como Gómezjara (1988) es una forma de organización del
comercio sexual extraconyugal que la sociedad menosprecia y tolera.
En estas definiciones hay que destacar la referencia a una relación mercantil que aunque no
siempre pública, también puede ser privada, donde existe un pago; y la mercancía es el cuerpo
humano que se alquila con fines sexuales por un tiempo determinado mediante una retribución.
Dentro de los primeros estudios, en 1974 Souza y Machorro hace en su tesis un acercamiento a
la prostitución como problema social y en las conclusiones sólo menciona que las mujeres dedicadas
a esta actividad probablemente pueden llegar a consumir alguna droga porque en el contexto donde
se ejerce está disponible, pero no hace referencia a los patrones de consumo ni a los problemas que
pudiera representar.
En 1977 Romero y Quintanilla realizaron una investigación en cuatro ciudades de la República
Mexicana (México D.F., Ciudad Juárez, Acapulco y Mérida) con metodología cualitativa haciendo
referencia al consumo de drogas y su actividad. Los resultados que encontraron fue que en el medio
de la prostitución la droga se encuentra disponible; las drogas más consumidas eran mariguana,
pastillas e inhalantes y, en mayor medida alcohol, que parece ser más una “droga de trabajo”, y esto
no ha cambiado en los estudios posteriores.
Después de estas investigaciones y a partir de los ochenta los estudios que se hicieron fueron
respecto al tema de VIH/SIDA y, en algunos, tan sólo mencionan que se presenta consumo de
drogas pero no dan datos. Es importante resaltar que hasta los noventa empiezan nuevamente
investigaciones que abordan el consumo de drogas, en mujeres adultas y adolescentes.
En 1995 un estudio realizado por el Centro de Derechos Humanos Agustín Pro, reporta que
en zonas militares y destacamentos de las regiones indígenas oaxaqueñas se han originado zonas
de tolerancia (conjunto de cantinas, bares y prostíbulos) para “relajamiento” de los militares; y con
ello aumento de alcoholismo y prostitución, incluida la de personas menores de edad retenidas bajo
amenazas, privación de la libertad, violencia y obligadas a consumir drogas y alcohol.
Azaola, Negrete y Angoa (1996, 1999) realizaron un estudio en la zona de La Merced
y encontraron que las mujeres que ejercían la prostitución eran de origen indígena (mazahuas,
otomíes, nahuas y totonacas); muchas de ellas eran inducidas al consumo de inhalables por los
Mujeres y adicciones
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“padrotes”, con el propósito de provocarles adicción para que no pudieran salir de la prostitución
y ellos no dejaran de obtener ganancias económicas. Uno de los hallazgos más relevantes de esta
investigación fue que estas mujeres consumían principalmente inhalables, ya que es fácilmente
accesible en la zona; y había venta clandestina de tolueno puro en envases de plástico de un
cuarto de litro o menos llamados “mamilas”.
También es importante resaltar que al consumo de drogas se encuentra asociada otra
problemática, como lo señalan varios/as autores/as con esta población: el hecho de que las
niñas “de la calle” pueden verse obligadas a desarrollar sus estrategias de subsistencia dentro de
la industria del sexo, específicamente en prostitución y pornografía para adultos. El fenómeno
parece más común en la industria sexual de zonas turísticas de distintos municipios y ciudades
(plazas, playas, malecón, zona de antros, etcétera). En estos casos, las niñas tienen relaciones
sociales utilitarias con hombres adultos ajenos a la banda, en las cuales quedan obligadas a tener
actividades sexuales a cambio de dinero, drogas, ropa o viajes. La explotación sexual comercial
de niñas está a cargo de clientes, la mayor parte de las veces de sexo masculino y delincuentes
organizados que producen y venden pornografía (EDIAC, CDHDF y UNICEF, 1996; Azaola,
2000; Ruiz, 2003).
A finales de los noventa, Rodríguez, en la investigación realizada en la misma zona y cuyo
tema principal era conocer el consumo de drogas en mujeres que se dedicaban a la prostitución,
reportó que casi todas las mujeres consumían media o una botella de alcohol (ron y brandy de los
más baratos, incluso había marcas que en algunos supermercados ya estaban descontinuados y
en la zona se podían adquirir) y drogas como mariguana, inhalables y cocaína (que empezaban
a aparecer en la zona), así como la venta por parte de las trabajadoras sexuales. Los resultados
también aportaban información sobre las consecuencias a nivel físico y los problemas asociados
al consumo, y se proponía un programa de intervención para reducir los daños con enfoque de
género.
Este programa se basa en un modelo donde se hace énfasis en trabajar bajo cinco vertientes:
depresión, VIH/SIDA, consumo de drogas, alcohol y violencia, ya que se interrelacionan con el
trabajo sexual y no se puede abordar un problema sin tomar en cuenta los demás (Rodríguez,
2005).
En 2003 Morales Santiago, en su investigación sobre la articulación de las organizaciones
de sexoservidoras con las políticas de salud en la misma zona, a pesar de que habla de políticas
en salud, sólo señala que las mujeres tienen tasas más altas de infecciones de trasmisión sexual
así como depresión, intento de suicidio y que, es de esperarse, tengan un mayor consumo de
drogas, además de las repercusiones de salud que tengan los que están a su alrededor (hijos/as).
Cuando hace las propuestas de las políticas en salud específicamente para esta población, enfatiza
que es necesario que se deriven desde la perspectiva de género, se haga una revisión jurídica,
se prevengan las diversas enfermedades y riesgos a la salud, se les proporcione información y
educación sobre la prevención del VIH/SIDA, y que la atención y el tratamiento médico sea
integral, pero nunca hace énfasis en una propuesta de atención al consumo de drogas, lo cual es
de llamar la atención ya que pareciera que cuando se jerarquizan las necesidades esta parte no
es tomada en cuenta.
En 2007 aparece otro estudio referente al VIH/SIDA y las prácticas sexuales en poblaciones
vulnerables. A diferencia de otras investigaciones sí abordan el consumo de drogas en las
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
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trabajadoras sexuales. Entrevistaron a 603 trabajadoras sexuales en Acapulco y Monterrey y el
27% refirió haberse inyectado vitaminas un año antes de la investigación, 3.4% había compartido
jeringas, 2% se había inyectado drogas alguna vez en la vida, aunque ninguna refirió haber
compartido jeringas la última vez que se había inyectado drogas (Gayet, Magis, Scknoff, Guli,
2007).
Es importante resaltar que en las investigaciones revisadas con esta población, el consumo de
drogas no era importante y no se investigaba; sin embargo aparecía de manera constante y después
se empezaba a relacionar el VIH/SIDA; con el consumo de drogas inyectadas ya que esto tampoco
se investigaba como otro factor de riesgo. Lo que llama la atención es que a pesar de que existe
mucha información al respecto, tampoco hay una propuesta de intervención donde se conjunten
estas dos problemáticas ya que en ninguna aportan datos de cuántas han tenido tratamiento para
el consumo de drogas relacionado con el VIH/SIDA. Sin embargo, éste ha sido un tema prioritario
a nivel nacional e internacional en cuanto a proponer políticas de salud y obtener financiamientos.
Debido al contexto en que ejercen su actividad, existe una relación entre ésta y el consumo. Es
necesario tomarlo en cuenta porque estas mujeres tienen necesidades diferentes de salud que los
de la población general y menos oportunidad de acceso a servicios especializados y de tratamiento
en instituciones de salud, ya que no cuentan con ello y muy pocas llegan a grupos de autoayuda.
Niñas en situación de calle
Las investigaciones realizadas con esta población se iniciaron a mediados de los setenta, con
investigadores como Hernández Leal y cols., y Fidel de la Garza en la ciudad de Monterrey. Desde
su inicio se ha utilizado tanto metodología cualitativa como cuantitativa, lo que ha permitido
obtener conocimientos sobre las situaciones que ponen en riesgo la salud mental de niños/as en
las calles, estrategias que utilizan para hacerle frente a las adversidades, el significado específico
que tiene para ellos/ellas la droga, y entender su realidad social y cultural.
Por otra parte, los términos que hacen alusión a la condición del/a “niño/a callejero/a”
conceptúa a todos/as los/las menores de 18 años que usan las calles para subsistir, como
niños/as “callejeros/as” (“de” y “en” la calle) o “en situación de calle”. Esta terminología se
usa al hablar de niños/as hambrientos/as, sucios/as, solitarios/as, menor infractor/a, niño/a
maltratado/a que deambulan sin objetivo, que piden dinero en la calle y duermen en banquetas
o en alcantarillas. Todos estos rasgos representan la imagen del/a “niño/a abandonado/a”,
totalmente “desamparado/a” sin un lugar en la familia o en la sociedad (Gutiérrez y Vega, 1993).
Estas definiciones sólo se refieren a un aspecto parcial de la condición del/a “niño/a callejero/a”.
Una de las más recientes estimaciones señala que en el año 2002 (DIF-UNICEF, 2005)
se identificaron 94 795 niños y niñas trabajadores en las calles de cien ciudades mexicanas. Se
considera que 52.1% de niñas y niños trabajadores tienen menos de 14 años de edad y el sector
de las niñas de 6 a 17 años es el único grupo de la población infantil trabajadora que aumenta
entre los años 1997 y 2002. En 1997 la proporción entre niñas y niños trabajadores era de 3
niñas por cada 7 niños; en 2002 la proporción es de 3 niñas por cada 6 niños.
Al hacer la revisión sobre consumo de drogas se observa que éste aumenta significativamente
tanto en hombres como en mujeres.
Mujeres y adicciones
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En 1997 se encontró que siete de cada 100 niños y tres de cada 100 niñas habían probado
alguna droga al momento de la encuesta. En el Estudio de 2002 (DIF-UNICEF, 2005), el consumo
de drogas se incrementó a casi 11 de cada 100 niños y cuatro de cada 100 niñas. Los resultados de
la encuesta indican que 8.8% de la población infantil trabajadora aceptó haber consumido alguna
sustancia; esto representa un total de 1 762 niñas y adolescentes de seis a 17 años de edad.
Respecto a la edad, el estudio señala que el patrón es consistente ya que conforme aumenta la edad
de las niñas, se incrementa el consumo de drogas.
En esta década se realizó una investigación sobre la situación de las adolescentes “de la calle”
que utilizaban inhalantes con entrevistas a profundad y grupos focales. Se trataba de conocer cómo
percibían desde su punto de vista el consumo, las prácticas sexuales, el embarazo y el parto, así como
la autoatención y el apoyo institucional. De 18 adolescentes que participaron 10 habían o estaban
embarazadas, cinco vivían con su pareja y las otras cinco no tenían familia; ocho ya tenían hijos/as
y dos se encontraban embarazadas, por primera vez. El uso de inhalables lo experimentaban como
un gusto irresistible y una costumbre, sus prácticas sexuales carecían de todo tipo de protección,
sus embarazos no eran planeados y tenían antecedentes de violencia en los abortos así como partos
riesgosos. No había orientación y sensibilización de las adolescentes embarazadas en cuanto a las
ventajas y beneficios que representa la atención médica prenatal, la carencia de programas de
atención para las adolescentes que consumen sustancias. Esto es importante, ya que muchas no
suspenden el consumo durante su embarazo y hay pocas investigaciones sobre los problemas que
pueden llegar a presentar los bebés (Vega 1998) .
Al finalizar los años noventa y principios de 2000, el fenómeno estaba integrado en su mayoría
por jóvenes adolescentes de 12 a 17 años de edad (75% del universo total). La prevalencia en el
consumo es significativamente mayor en niños que en niñas; mientras 83.9% son niños, sólo 16%
son niñas; sin embargo, es importante resaltar que es mayor el porcentaje de niñas (36.7%) que
consume drogas de vez en cuando; esta diferencia se invierte entre los consumidores cotidianos.
En las niñas, es relativamente más importante la búsqueda de aceptación por los/las amigos/as
(72.1%) que la curiosidad (23.4%) lo que las motivó a consumir sustancias. Al preguntarles a
las niñas cuántos tipos de drogas habían consumido reportaron que alcohol, mariguana y thinner,
activo, cemento, gasolina, pastillas y resistol tóxico; pero también otro tipo de sustancias cuyo costo
puede representar una buena parte de su ingreso, como cocaína, crack o éxtasis.
Otro trabajo es el de Medina-Mora (2000), en este estudio de trabajadores/as infantiles,
realizado por DIF, D.F. y UNICEF reportó que alcohol y tabaco son las sustancias más consumidas
por las menores de edad encuestadas; 14% de las mujeres reportaron fumar; 26% dijo haber
consumido bebidas alcohólicas y 3% señaló haber bebido seis o más copas por ocasión de consumo.
Las drogas ilegales más frecuentemente consumidas fueron inhalables (3.9% entre mujeres),
seguidas por la mariguana (3 y 1.5% respectivamente) y la cocaína (2 y 1.3%) y, en menor
proporción el uso de pastillas psicotrópicas (0.8 y 0.3 por ciento).
De acuerdo con dicho informe, la mayoría de las niñas y adolescentes que trabajaban en las calles
(93%) no residían ahí, se trataba de muchachas que trabajaban y estudiaban en las calles y la mayor
parte de las veces residían en el hogar de su familia. Además de este gran grupo, el estudio dejó ver la
existencia de otras poblaciones minoritarias que también trabajaban en las calles, destacan las niñas
trabajadoras y la población indígena de la que se sabe poco en cuanto al consumo de drogas.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
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Entre los factores por los que las niñas se inician en el consumo de drogas se encuentran:
curiosidad o saber qué se siente (74.2%), la búsqueda de aceptación por los/las amigos/as
(22%), y en un rango menor por imposición de terceros (3.8%); maltrato infantil y abuso
sexual son experiencias comunes en un número importante de niñas, las han vivido en su propio
hogar, en la banda y en el barrio. Estos factores son importantes de tomar en cuenta para dar
atención a las niñas y muchas veces no se exploran, sólo se trata el problema de la adicción. Un
aspecto importante es que las niñas, para reducir el consumo de drogas, tratan de ejercer algún
control grupal sobre todo para el consumo de inhalables, ya que procuran por su propia voluntad
dejar de inhalar por algunos días o meses, o juran para lograrlo y otras se institucionalizan o
regresan a sus casas.
Lo que resaltan los/las autores/as es que es preocupante que las instituciones dejen de
nombrar a las niñas, ya que esto significa que han dejado de ser parte de las poblaciones meta de
sus programas de intervención. De hecho, los programas gubernamentales de atención a niñas
“callejeras” o de la calle han dejado de ser gradualmente prioritarios durante los últimos años en
México.
La Red por los Derechos de la Infancia (2005:178), señala que el número de niños (as) “de
la calle” atendidos por instituciones gubernamentales disminuyó de 3 642 a 2 563 del año 2000
al 2001. En el periodo 2002-2005 no se reportó a ninguna niña (o) “de la calle” atendido/a, ya
que a partir de 2001 se homogenizaron en una categoría denominada “menores en riesgo”. Esto
nos haría pensar que se trata de etiquetas problemáticas, ya que estigmatizan y homogenizan la
diversidad de niñas; pero el uso entrecomillado nos ayudaría a recordar que no debemos dejar de
ver que debajo de esas etiquetas hay niñas que tienen derecho a una vida digna, a libertad, salud,
educación, protección, atención y a opinar sobre todos los asuntos que las afecten.
Bajo estas condiciones las niñas “callejeras” con problemas de adicción a drogas no cuentan
con espacios de tratamiento especializados; la única opción son los llamados “anexos” que las
privan de la libertad, carecen de personal profesional, usan la violencia como parte de su atención
técnica y ofrecen un trato degradante. Por ello sería importante que los/las responsables de
estos lugares estuvieran capacitados/as para dar una atención más digna y humana.
Migrantes
En la literatura que habla de mujeres migrantes, generalmente se hace referencia a problemas
emocionales; algunos estudios analizan diferentes problemáticas como violencia, depresión,
angustia y malestar emocional asociado a la migración que se presentan cuando las mujeres
se quedan solas, ya que en ellas recae toda la responsabilidad y tienen que responder ante las
necesidades del hogar o las contingencias que se presentan, generalmente en salud y educación
de los/as hijos/as, así como el cuidado de las y los integrantes de la familia al estar enfermos/
as (Romero y cols., 2004).
Es importante señalar que el consumo de drogas en estas poblaciones no es un fenómeno
aislado, además se relaciona con otros factores como violencia, depresión, pobreza, etcétera, lo
que hace que estas mujeres sean más proclives al consumo.
Salgado N. y cols. (1995), en un trabajo realizado con mujeres mexicanas de origen rural
(200 mujeres casadas que vivían en poblaciones rurales del estado de Jalisco y 100 originarias
Mujeres y adicciones
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de comunidades rurales mexicanas, pero que vivían en Los Ángeles, California) cuyo objetivo
era identificar el nivel de sintomatología depresiva, el uso de servicios de salud mental o fuentes
alternativas de ayuda, también incluyó el consumo de medicamentos y las razones por las que
los consumen. Las autoras señalan que 50% de las mujeres del estado de Jalisco y 25% de las
mujeres que vivían en Los Ángeles, California, reportó haber usado algún medicamento como
tranquilizantes y la razón principal era por padecer de los nervios.
En lo que respecta al consumo de alcohol encontraron que 46% de las mujeres de Jalisco no
consumían; sin embargo, entre las de Los Ángeles California, 38% consumía menos de una vez al
año y lo que prefieren son tres y cuatro cervezas por ocasión, y sólo 3% reportó que el consumo
había afectado su actividad. Lo que es importante notar es que en las poblaciones rurales tienen
carencias de servicios especializados en salud mental y mucho menos para adicciones, ya que
aquí debe considerarse que el consumo muchas veces es tolerado por los usos y las costumbres.
Otra investigación realizada por Sánchez Huesca y cols. en 1996 sobre la relación entre
consumo de drogas y migración a la frontera norte de México con Estados Unidos, en la que
entrevistaron a 92 usuarios de drogas migrantes que asistían a los CIJ-46; usuarios migrantes y
46 no migrantes, los resultados reportan que 97.8 hombres, con edad promedio de 26 años, las
drogas que más consumían eran cocaína, mariguana, solventes, metanfetaminas y sedantes y, en
una sola línea, mencionan que las drogas de preferencia para ambos grupos fueron mariguana y
cocaína. Pero no hacen referencia al consumo de drogas en mujeres por separado.
Arellanes y cols., en 2008, en estudio realizado con mujeres migrantes y consumo de drogas,
reportaron que más de la mitad de la muestra (18 mujeres) habían consumido alcohol antes de
migrar; dos mencionaron haber aumentado el consumo durante su estancia en Estados Unidos
debido a la soledad, la tristeza y la escasa supervisión de padres y madres; 23 nunca habían
consumido alguna droga, las ocho restantes habían consumido alguna vez en la vida al menos
una droga, siendo las principales causas de ello: curiosidad, ofrecimiento de parte de amigos/
as, agrado o gusto por los efectos que genera, soledad y necesidad de relajarse. De las ocho que
habían consumido, cinco reportaron haberse iniciado en México y dos en Estados Unidos y una
cuando regresó.
Las drogas que usaron por primera vez estando allá fueron: cocaína, crack, éxtasis, hongos,
PCP y heroína, pero al regresar a México disminuyó el consumo de algunas y desapareció el
de otras o cambiaron el tipo de sustancia. Resalta el hecho de que las mujeres que ya habían
consumido drogas antes de migrar agudizaron su consumo durante su estancia en EUA. Sin
embargo, en ninguno de los trabajos se mencionan datos de cómo las mujeres solicitan ayuda
para dejar de consumir o si cambian sus patrones de consumo o drogas consumidas cuando van
o regresan, lo cual es importante tomar en cuenta.
Uso de drogas en comunidades indígenas
La mayoría de los estudios que describen el uso de sustancias adictivas en grupos indígenas
se han centrado en el consumo de alcohol en dichas comunidades, como lo señalan Moreno
Castillo y Puente Silva (1984), García Zavala y Rascón (1986), Menéndez (1988), Natera
y Tiburcio (2007) y Berruecos (2006), por lo que el estudio de otro tipo de drogas aún se ve
como objetivo alejado.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
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No obstante, diversos trabajos muestran que niñas y adolescentes indígenas radicados en
ciudades tienen diversos problemas similares a los que ocasionaron la deserción de la familia de
las niñas que viven en la calle; son pocos los estudios que buscan explorar el uso de sustancias
inhalantes en estas comunidades (Mendoza, 2006; Gutiérrez, Vega y Juárez, 2005). Parte de
la ausencia de estudios en estos temas se debe a consideraciones que deben tomarse en cuenta
al investigar este tipo de poblaciones. (Natera, Romero, Juárez, Carreño, García-Andrade, López
y Aguilera, 2003).
Como ejemplo de esto, encontramos datos recabados de diferentes fuentes que se reportan
en Primera Infancia y Migración en México; señalan que la tasa de mortalidad por infecciones
respiratorias es de 24.7%, 23.7% presentan anemia, 32.2% de niñas de seis años sufren
maltrato dentro de su ambiente familiar. Chiapas, Guerrero y Oaxaca ocupan los primeros lugares
en maltrato(insultos, golpes y abuso) tanto en la familia como en la escuela; una cuarta parte
de las jornaleras migrantes son niñas menores de 14 años, 48% son de origen indígena; lo que
llama la atención es que a pesar de que reportan datos de salud, en ninguno aparece cuántas
niñas indígenas consumen alcohol o drogas, como si no existiera el problem en esta población.
En el Informe Alternativo para el Comité de los Derechos del Niño de la ONU, 1999-
2004, hay un apartado sobre el derecho a la protección integral contra el uso y la explotación
relacionada con estupefacientes. Reportan que cada vez se consume drogas a más temprana
edad y dan porcentajes de la ENA (2002) de manera general y sólo mencionan que 25% de
la población femenina consume alcohol, que sería 1.4 varones por cada mujer. En la población
rural el índice de consumo es menor a 18% en las mujeres. Al hacer recomendaciones señalan
que es un hecho preocupante y que hay que tomar medidas para atacar este incremento, ya que
violan los derechos de la infancia y que no hay estudios sobre los niveles de involucramiento de
niñas adolescentes en la venta y distribución de drogas, pero tampoco proponen atención para el
consumo de drogas a estas niñas, sobre todo en el medio rural.
Sin embargo, Moreno Castillo en los años ochenta, en investigaciones realizadas con población
mazahua, reportó que quienes más consumían alcohol combinado con éter eran mujeres de 35
años, 47% era analfabeta, y el tiempo que llevaban en el consumo era de 11 años. Estos datos
eran importantes, ya que no se había reportado este consumo combinado desde principios de
siglo; probablemente esto era reciente en la población y se hace énfasis en que se deberían hacer
campañas preventivas con las mujeres.
Por otro lado, hay una ausencia de estudios relacionados con el uso de drogas, como ya se
mencionó anteriormente, pero tampoco en cuanto al consumo de inhalables en estas poblaciones
indígenas. De acuerdo con las encuestas a nivel estatal en algunas entidades de México, se
pueden elaborar algunas inferencias. Los datos obtenidos por la Encuesta Estatal de Adicciones
de Yucatán reportan que 0.39% de la población encuestada aceptaba que había utilizado alguna
vez inhalables (SSY, 2005), tomando en cuenta que aproximadamente 30% de la población del
estado es hablante de Maya, se puede sospechar que cerca de 12 000 personas indígenas han
consumido alguna sustancia inhalable deliberadamente.
Finalmente, es importante realizar estudios sobre consumo de drogas, ya que esto permitirá
tener conocimientos sobre estas poblaciones en su identidad y valores culturales (Gutiérrez,
Vega, Juárez y Rendón, 2008).
Mujeres y adicciones
91
Conclusiones
Como puede observarse en la revisión realizada, es notorio que en esta última década se han
incrementado las investigaciones con mujeres y específicamente sobre consumo de drogas a
nivel nacional. Aunque pocos estudios hacen sugerencias para realizar intervenciones específicas,
los datos muestran que para realizarlas con mujeres es importante tomar en cuenta el enfoque de
género, patrones de consumo de drogas, tipo de drogas y problemas asociados, ya que afecta de
manera diferente a las mujeres. Por lo que es importante que las intervenciones sean específicas
tomando en cuenta estos factores.
También se requiere hacer más investigaciones con población migrante e indígena para
identificar necesidades, patrones de consumo y formas de analizar, para ofrecerles tratamientos
específicos y acordes con lo que necesitan.
Sin embargo, es importante considerar también factores como: tensiones dentro del hogar,
violencia en la familia o con la pareja, el que no se valore su aporte social, ubicarse en un lugar
secundario; temas que adquieren gran importancia dentro de su proceso de consumo y que
generalmente no son considerados en su proceso de tratamiento lo que muchas veces las llevan
a tener un consumo problemático de drogas.
Por otra parte, las mujeres normalmente no cuentan con la misma red de apoyo y comprensión
o acompañamiento familiar que los hombres; incluso, en algunos casos hay oposición de la
familia y/o pareja para que reciba algún tipo de atención. Esto se ve reforzado por el hecho de
que las mujeres con dependencia están mucho más expuestas a ser sancionadas y criticadas
socialmente: en nuestra sociedad consumir drogas o alcohol con otras conductas transgresoras
están más asociadas con lo masculino.
Lo anterior hace que las mujeres se aislen para no ser estigmatizadas y oculten su consumo,
lo que las lleva a no pedir ayuda o a postergar el pedirla.
Por otra parte, los recursos disponibles para las mujeres que se dedican a la prostitución, así
como para las niñas de calle, migrantes e indígenas son escasos y, para el caso de víctimas de
tráfico con fines de explotación sexual prácticamente no existen.
En general, los recursos específicos son aportados por organizaciones no gubernamentales,
que ofrecen atención y asistencia directa a estas poblaciones; las necesidades más importantes
son de tres tipos: atención psicológica, acceso al mercado de trabajo, necesidades relacionadas con
la salud (centros de salud, asistencia psiquiátrica, enfermedades de transmisión sexual, etcétera).
Como lo señala Madrigal (2004), la estrategia de intervención social más adecuada no se
centraría en generar recursos “aparte”, lo que tendría una consecuencia estigmatizadora, sino que
se tomara en cuenta la especificidad de estas mujeres y se pudieran coordinar dichos recursos
para lograr un tratamiento integral al problema.
Recomendaciones para poblaciones especiales
Algunas medidas para orientar políticas gubernamentales que respondan a las necesidades de las
poblaciones especiales (trabajadoras sexuales, niñas en situación de calle, mujeres migrantes e
indígenas), deben realizarse con un enfoque de género para hacer frente a la discriminación y la
estigmatización que existe a su alrededor.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
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Sería necesario disponer servicios de salud que cuenten con servicios de atención prenatal y
de salud mental donde haya atención a problemas como depresión, estrés postraumático y el
riesgo de suicidio, adicciones y violencia.
Sería conveniente que los/las profesionales de la salud sean sensibles para dar atención a
estas mujeres y niñas con respeto, comprendiendo sus necesidades, tratando de eliminar
en lo posible los obstáculos que las mujeres y niñas pongan para buscar atención; y
ofrecerles todas las alternativas posibles para enfrentar sus problemas, ayudándolas a
elegir de manera responsable lo que sea mejor para ellas. Esto se lograría si estuvieran
capacitados/as.
Sería importante darles información y educación sobre la prevención de las Infecciones de
transmisión sexual y el vih/sida; proporcionarles el acceso a materiales para el sexo seguro y
anticoncepción, orientación sobre los riesgos que implica no tener un lugar fijo de residencia
y cómo afecta esto su salud física y mental.
Proporcionarles otras opciones a los valores de su cultura callejera y a la visión que tienen
acerca de la represión de las instituciones.
Promover que la atención a estos grupos vulnerables sea dentro de su propio contexto.
Que se les proporcione información sobre ubicación de los servicios que necesitan, ayuda que
pueden darles y horarios de atención, que muchas veces no son los más adecuados para estas
poblaciones, así como los costos que muchas veces rebasan sus posibilidades económicas y
no los consideran.
Que las instituciones tengan programas que ofrezcan capacitación laboral y de habilidades
para el futuro, que tengan continuidad y sus objetivos se enfoquen a sus necesidades.
Que existan programas de reducción del daño para una mejor calidad de vida; que se les
eduque e informe que las drogas no son la única forma de adaptarse y enfrentar sus problemas,
de esta manera dejar el consumo de drogas sería de manera paulatina. Estos programas son
importantes sobre todo en la Frontera Norte por las características de los/las usuarios/as de
drogas inyectadas.
Para los/las que trabajan en comunidades rurales, es importante sensibilizar a las instituciones
tanto de salud como OSC para que el equipo de salud trabaje en conjunto con personal médico
indígena, esto porque no se valora ni reconoce y mucho menos se respeta su conocimiento;
son designados con calificativos poco respetuosos a pesar de que su práctica es una alternativa
para dar atención. Asimismo es importante que personal médico tenga conocimiento de la
respectiva lengua indígena para dar una mejor atención y modificar sus prejuicios.
Finalmente, en cuanto a la prostitución, es necesario revisar la legislación y tratar, en lo
posible, de que no se cometan abusos y extorsiones tanto de clientes como de la misma
autoridad, que se les brinde orientación en cuanto a los derechos que tienen como cualquier
ciudadana sin estigmatizarlas ni culpabilizarlas y proporcionales un trato justo con enfoque de
Derechos Humanos.
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Variables culturales relacionadas con prácticas de consumo
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Conocer patrones de
consumo, problemas
asociados con la ingesta
y variables sociales que
moldean el consumo.
Encuesta H y M
Romero M., Rodríguez E.,
Durand A., Aguilera R.
Veinticinco años de investigación cualitativa en salud
mental y adicciones con poblaciones ocultas. Primera parte. 2003 Poblaciones ocultas
y adicciones. Revisión bibliográfica. M
Romero M., Rodríguez E.,
Durand A., Aguilera R.
Veinticinco años de investigación cualitativa en salud
mental y adicciones con poblaciones ocultas. Segunda parte. 2004 Poblaciones ocultas
y adicciones. Revisión bibliográfica. M
Sánchez Huesca R., Arellanes
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exposfacto. H y M
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internacional urbana: algunas reflexiones. 2007 Migración, género
y envío de remesas.
Observación participante,
entrevistas abiertas y
estructuradas, y grupos
focales.
M y H
Arellanes J.L., Sánchez Huesca
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Migración femenina a Estados Unidos y consumo de
drogas. 2008 Migración, consumo
de drogas, salud mental.
Investigación de tipo
exploratorio a través
de un muestreo no
probabilístico, intencional.
Mujeres
migrantes
entre
12 y 45
años
Mujeres y adicciones
97
Prostitución
Autor Título Año Temática Método Población
Souza y Machorro M. La prostitución: un problema psicosocial. 1974 Prostitución como problema social.
Aplicación de
instrumento de
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Mujeres
Romero L.M., Quintanilla
Prostitución y drogas: Estudio psicosociológico
de la prostitución en México y su relación
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1977 Prostitución y consumo de drogas. Entrevistas. Mujeres
Negrete N.
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Rodríguez E. Consumo de drogas ¿Convergencia de problemáticas? 2000 Consumo de drogas. Entrevistas a
profundidad.
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trabajadoras
sexuales.
Rodríguez E., Gutiérrez R.,
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Consumo de drogas en mujeres dedicadas a la Prostitución: la
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Metodología cualitativa
y entrevistas a
profundidad.
Mujeres
trabajadoras
sexuales.
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Formas de trabajo de organizaciones
de sexoservidores en cuanto
a políticas de salud.
Revisión.
Trabajadoras
sexuales de
La Merced.
Romero M., Rodríguez E,
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Veinticinco años de investigación cualitativa en salud mental
y adicciones con poblaciones ocultas. Primera parte. 2003 Poblaciones ocultas y adicciones. Revisión bibliográfica. Mujeres
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
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Autor Título Año Temática Método Población
Romero M., Rodríguez E,
Durand A., Aguilera R.
Veinticinco años de investigación cualitativa en salud mental
y adicciones con poblaciones ocultas. Segunda Parte. 2004 Poblaciones ocultas y adicciones. Revisión bibliográfica. Mujeres
Checa Ruiz M.A., Basulto J. Entorno, experiencias sexuales e imagen corporal de sexo
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de la imagen corporal.
Observaciones
etnográficas y
entrevistas a
profundidad.
Mujeres
Olvera Maldonado, B.G.
Bailando noche tras noche alrededor del tubo: Algunas
características de las condiciones de trabajo en los
table dance
de la zona metropolitana de Guadalajara.
2006 Condiciones de trabajo de las mujeres
que trabajan en
tables dance
.
Entrevistas
estructuradas,
observación, entrevistas
a profundidad.
Mujeres
Gayet C., Magis C.,
Sacknoff D., Guli L.
Prácticas sexuales de las poblaciones vulnerables
a la epidemia de VIH/SIDA en México. 2007 Prácticas sexuales, uso de drogas
inyectadas y VIH/SIDA. Investigación.
Mujeres
trabajadoras
sexuales,
hombres que
tienen sexo
con hombres
y usuarios
de drogas
inyectadas
Rodríguez E. Prostitución y Drogas. Intervención
para la reducción del daño. 2007 Consumo de drogas en trabajadoras
sexuales.
Cuestionarios, grupos
focales. Mujeres
Prostitución
Mujeres y adicciones
99
Niñas de calle
Autor Título Año Temática Método Población
Leal H., Mejía L., Gómez L.,
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Estudio naturalístico sobre el fenómeno del consumo
de inhalantes en niños de la ciudad de México. 1977 Consumo de inhalantes
en niños de calle.
Observación
participante.
Niños y niñas
en la calle
De la Garza F., De la Vega
B., Zúñiga V.
Control social y uso de drogas en menores que trabajan
en la vía pública (caso de Monterrey). 1985 Uso de drogas.
Observación
participante,
entrevistas.
Niños y niñas
Vega L., Gutiérrez R. La construcción social de los drogadictos:
el caso de los niños callejeros. 1993
Categorización del significado
de niño callejero, niño de la
calle y niño en la calle.
Revisión de
reportes de
investigación.
Niños callejeros
Gutiérrez R., Vega L
Interpretaciones, prácticas y las reacciones sociales del
uso de solventes inhalables entre los llamados niños
“de la calle”.
1995 Descripción del contexto social en
que se da el uso de inhalables.
Observación
participante y
entrevistas.
Niños, niñas,
adolescentes
y jóvenes.
Vega L, Gutiérrez R
La inhalación deliberada de hidrocarburos
aromáticos durante el embarazo de adolescentes
consideradas como de la calle.
1998 Uso de solventes durante
el embarazo.
Entrevistas,
grupos focales.
Niñas
adolescentes.
Domínguez M.,
Romero M., Paul G.
Los “Niños Callejeros”. Una visión de sí
mismos vinculada al uso de las drogas. 2000 Condiciones de vida y
vida cotidiana.
Entrevistas a
profundidad. Niños
Gutiérrez, Leticia Vega
Las investigaciones psicosociales sobre la
subsistencia infantil en las calles desarrolladas
en el INP durante los últimos 25 años.
2003 Revisión de los 25 años de
investigación con la población.
Revisión de
investigaciones.
Niños y niñas
de la calle.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
100
Indígenas
Autor Título Año Temática Método Población
Angoa A. Viaje sin retorno. Prostitución de indígenas migrantes en la zona
del mercado de la Merced. 1999 Migración, prostitución,
consumo de drogas. Entrevistas Mujeres
Douglas C. N.
Depression, alcohol abuse,
And generational differences
In mazahua women in a rural Mexican village.
2004
Abuso del alcohol y la
depresión en una zona
mazahua.
Entrevistas Mujeres y
hombres
Natera G. Percepción del consumo de alcohol por hombres y mujeres en las
comunidades indígenas. 2006 Problemas asociados al
consumo de alcohol.
Entrevistas a
profundidad.
Hombres y
mujeres
Berruecos L. El consumo de bebidas alcohólicas y el alcoholismo en la población
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alcohol. Investigación. Hombres y
mujeres
Gutiérrez R., Vega L., Juárez A.,
Rendón E.
La investigación de las trayectorias interculturales en las
comunidades indígenas migrantes en el Distrito Federal. 2008
Mujeres y adicciones
101
Mujeres, prisión y drogas
Martha Romero Mendoza, Mónica Martínez Arroyo
Introducción
Abordar el tema de las mujeres en prisión y el consumo de drogas implica el reto de realizar una
reflexión cuidadosa de creencias, mitos, estereotipos y prejuicios, que en torno a este grupo de
mujeres se ha construido a lo largo de los años.
El tema ha sido de interés en muy numerosas series televisivas, novelas, ensayos, reportes
periodísticos e incluso en escritos realizados por las mismas mujeres en reclusión, quienes
comparten sus vivencias de la estancia en prisión (DEMAC 2000, 2007, 2010; Pérez-Reverte
2002, Scherer 2001, Torres 2008). Pero ha sido una línea de investigación poco estudiada en
el área de la investigación científica dentro del campo de la salud mental.
La delincuencia femenina ha sido abordada en el área de criminología, de la cual existen
trabajos relevantes enfocados a estudiar las teorías y reacción social (Lima Malvido, 1998).
De igual manera ha sido tratada con un enfoque psicoanalítico buscando dar cuenta de los
psicosíndromes de la diversidad de mujeres que cometen actos ilícitos (Cuevas, 1992).
Desde la perspectiva de género, la criminología crítica y la antropología social destacan los
trabajos de Makowsky (1994, 1995) y Azaola (1996, 1998, 2005, 2007), quienes abordan
el problema de las instituciones penitenciarias donde se encuentran ubicadas las mujeres que
delinquen.
Particular señalamiento merece el trabajo de Núñez (2004), quien realizó un estudio sobre
mujeres indígenas presas por delitos contra la salud y que posteriormente, se convirtió en un
documental titulado Deshilando condenas, bordando libertades, premiado por el Instituto
Nacional de las Mujeres y la UNAM (Núñez, 2005).
Pocos son los trabajos desde el área de la salud mental en México que abordan el consumo
de sustancias psicoactivas en la población de mujeres que se encuentran recluidas en prisiones.
El presente capítulo tiene como objetivo realizar una revisión de los trabajos que sobre el tema
dentro del área de la salud mental se han realizado en México.
Delincuencia femenina y uso de drogas
Una de las investigaciones pioneras en este campo fue realizada por Mier y Terán y colaboradores
(1974), cuya finalidad fue indagar sobre la adecuada socialización de las mujeres y las
características de personalidad de aquellas mujeres que son delincuentes usuarias de drogas
psicoactivas, estudiando además la estructura familiar de origen. Para ello realizaron un estudio
con 300 mujeres divididas en tres grupos: el primero estuvo constituido por 100 mujeres ubicadas
en un centro de reclusión; el segundo por mujeres que tuviesen características semejantes a las
mujeres presas pero ubicadas fuera del penal, y el tercero constituido por mujeres que viviesen un
una colonia con alto grado de delincuencia y adicción entre adolescentes, pero que no tuviesen
dichas características.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
102
Dentro de sus principales resultados los autores mencionan la relación entre
farmacodependencia y tabaquismo/alcoholismo, pues el grupo de mujeres usuarias de
drogas presentó un mayor consumo y la edad de inicio fue más temprana. En segundo lugar
mencionaron que la farmacodependencia se iniciaba en la adolescencia como motor de
búsqueda de identidad sexual, laboral y social, así como tratar de ganar prestigio en el grupo.
Finalizan reflexionando respecto a la socialización de las mujeres usuarias y afirman que es
inadecuada, pues provenían de hogares de uniones inestables.
Romero (1998), como parte de su tesis doctoral en antropología, realizó un estudio
de 21 historias de vida de niñas menores infractoras, mujeres ubicadas en prisión, mujeres
en centros de tratamiento y mujeres en grupos de autoayuda. Los relatos de este grupo
de mujeres pertenecientes a un grupo social no dominante, constituyó una fuente rica de
conocimiento de valores contra-hegemónicos, porque revelan la realidad de las vidas que
desafían o contradicen las reglas genéricas. Asimismo, la autora menciona que no sorprende
que la negación al derecho a la salud en este grupo de mujeres las haya llevado a construir una
gran desconfianza en las autoridades médicas y gubernamentales. Tampoco debe sorprender
que la desconfianza sea importante por ser usuarias de drogas, pues han tenido que contender
con múltiples estigmas de género, clase y “desviación”. Concluye la autora afirmando que las
mujeres usuarias y que además han delinquido son disidentes sociales.
Un estudio pionero dedicado al consumo de heroína fue realizado por Cravioto y cols.
(2003), realizado en el CERESO de Ciudad Juárez, Chihuahua. Emplearon un muestreo
aleatorio simple en los identificados como usuarios de drogas incluidos en un listado médico:
se realizó una entrevista semi-estructurada para la cual se diseñaron dos instrumentos, uno
de tamizaje y uno final. Se contó con una muestra final de 1 208 sujetos, cuya prevalencia
de consumo de drogas alguna vez en la vida fue de 69.8%; de ellos 26.4% con consumo
de heroína en los últimos seis meses, de estos últimos sólo 6.5% (n=19) fueron mujeres
usuarias fuertes de heroína.
Las mujeres usuarias de heroína tuvieron una edad promedio de 32 años, con primaria
(47.4%), seguido por secundaria (36.8%) y sin ningún estudio (15.8%).Respecto al estado
civil, reportaron estar casadas (47.4%), solteras (42.1%) y separadas (10.5%); además,
68.4% con alguna ocupación.
La edad promedio de inicio de consumo fue de 24 años + 8.1; en particular, para las que
iniciaron por vía intravenosa, la edad promedio de inicio fue de 23 + 7.5. Su primera inyección
fue realizada por un amigo, en una razón de 5 por cada 10. Las vías de administración
principalmente reportadas fueron la intravenosa en 73.7% (n=14), seguida por la fumada
con 21.1% (n=4), con un uso diario en 94.7% (n=18). La gran mayoría eran poli-usuarias,
combinando el consumo con cocaína en 52.6% (n=10), con marihuana en 10.5% (n=2) y
con cocaína y marihuana en 10.5% (n=2), el resto eran mono-usuarias 26.3% (n=5).
Respecto al tiempo de exposición, se reportó que 31.6% (n=6) tenían menos de tres años,
mismo dato para las de 6 a 10 años de exposición, seguido por aquellas con consumo mayor
a 11 años, 26.3% (n=5) y de 3 a 5 años en 10.5% (n=2). Para conseguir la sustancia el
100% la compraba, al 15.8% se la regalaban, también se reportó la venta y el intercambio por
objetos en el 10.5% para cada una, respectivamente. Abstinencia, sobredosis y dependencia
estuvieron presentes en estas usuarias, refiriendo abstinencia al menos una vez (47.4%, n=9)
Mujeres y adicciones
103
y de 2 a 5 veces (5.2%, n=1); además de episodios de sobredosis (36.8%, n=7); y en su
totalidad cumplieron con criterios de dependencia.
A principios de la década del año 2000, un grupo de investigadores del Instituto Nacional de
Psiquiatría iniciaron una investigación en torno al consumo de sustancias adictivas en mujeres
ubicadas en centros de reclusión y la relación que podría tener con otros problemas de salud
mental, con la finalidad última de crear una intervención desde la perspectiva de la reducción del
daño y de género (Romero, 2001).
El estudio inició con una revisión de la literatura que permitiera conocer las razones que llevan a
las mujeres a delinquir, revisando marcos teóricos tradicionales y, después, delinear cuales vertientes
analíticas existían desde la perspectiva de género (Romero y Aguilera, 2002; Romero, 2003).
Además, el estudio contempló antes del trabajo de campo, la capacitación del personal
técnico penitenciario y directoras de las prisiones sobre los temas de género y adicciones a fin de
sensibilizar al personal sobre temas tales como déficit de atención, explotación laboral infantil,
depresión en mujeres, maltrato de la mujer por su pareja íntima, sexualidad en prisión, abuso
sexual, abuso de sustancias y reducción del daño y por ser la estrategia utilizada en el estudio. De
este curso se derivó un libro (Romero, 2004).
La investigación se realizó en dos Centros de Readaptación Social Femenil ubicados en la
ciudad de México a lo largo de cinco años, y un Consejo de Menores para mujeres en un centro
de tratamiento.
En la primera fase del estudio se entrevistaron a 213 mujeres con la finalidad de obtener
un diagnóstico acerca del consumo de sustancias adictivas a lo largo de la vida y dentro de
las prisiones, además de problemas asociados entre ellos: familia, educación, vida en la calle,
maltrato familiar, maltrato en la relación de pareja, depresión, angustia, violencia física, emocional
y sexual; estrés postraumático, salud reproductiva, ambientes en prisión, violencia delictiva y
estado de salud física en general.
Posteriormente, basado en resultados de la primera fase y con la colaboración de las mujeres
presas se diseñó una intervención cuya finalidad fue reducir las consecuencias negativas del
consumo.
De ambas fases del proyecto se generaron alrededor de 10 publicaciones que a continuación
serán descritas de manera cronológica:
1. Durand (2004), realizó su tesis de licenciatura tomando como base una submuestra
del estudio general. Estudió una muestra de 170 mujeres presas, de las cuales, 78.2%
residían en la ciudad de México, 20.6% de algún estado de la República y el resto fueron
extranjeras. El objetivo fue identificar la prevalencia de abuso sexual, características y su
relación con consumo de sustancias y tipo de delitos cometidos. Se encontró que 50% había
experimentado abuso sexual, con 63.7% previo a sus 16 años de edad, de forma sexual
forzada (9%), como relación sexual forzada (10%) y de ambos tipos (31 por ciento).
Respecto a las características del agresor, en particular en las que el suceso se registró
antes de los 16 años, el agresor fue el padrastro (17.6%) y el tío (17.6%). En las
mujeres forzadas a una relación sexual, los agresores fueron la pareja/novio (25%) y un
desconocido (25%). En aquellas con ambos tipos, los agresores con mayor frecuencia
fueron desconocidos.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
104
En el caso de mujeres abusadas después de 16 años, en quienes hubo contacto sexual
forzado, los agresores eran amigos (50%) y la pareja (50%); en las forzadas a una relación
sexual el principal agresor fue la pareja (50%). Cuando el abuso fue de ambos tipos, es decir,
contacto sexual forzado y relación sexual forzada, los agresores eran desconocidos (42.9%
y 57.1%, respectivamente). La frecuencia del abuso fue en una ocasión (21.2%), más de
una ocasión (19.1%) y de 2 a más de 20 veces (19.1%). Respecto al lugar donde sucedió
el abuso, hubo gran omisión de respuesta; sin embargo, en el 17.6% sucedió en casa de la
entrevistada.
En mujeres abusadas y no abusadas se identificó que sobre todo era la madre quien
aplicaba estilos de crianza violentos. Pero fue en mujeres sin abuso donde se registró mayor
frecuencia de estilos no violentos en padre (41.7%) y madre (29.2%).
2. Galván y cols. (2006), estudiaron el apoyo social y su relación con el bienestar físico y
psicológico. Dentro de sus resultados más importantes estuvo el que gran número de mujeres
en prisión, no recibe visitas de sus familiares o amigos, siendo sólo un pequeño número las
visitadas por familiares a diario. Principalmente, refieren no recibir visita de la pareja (60%)
y los hijos (46.2%) ambos en el último mes. El 63.7% de la muestra refirió experimentar
frecuentemente sentimientos de soledad en el último año, siendo sólo 10% las que nunca
se han sentido solas. Un número muy bajo (2.8%) cuentan con seis o más personas que les
brindan la confianza para hablar, en comparación con las internas que no cuentan con ninguna
persona para hacerlo (30%) y las que cuentan con una o tres personas (60 por ciento).
Sobre la cercanía de los familiares, en términos de distancia, un gran número de ellos
viven en la misma ciudad (70%) y la misma colonia (17%). Al relacionar la frecuencia
de visitas y la presencia o ausencia de la depresión, a pesar de no ser significativo el dato,
se encontró que las que no recibieron visitas en el último mes presentaron más episodios
depresivos (72.7%). En mujeres que no recibieron visitas en el último mes se mostró una
tendencia mayor a valorar de manera negativa la salud física (43.5%), a diferencia de las que
sí reciben visitas (37.9%); lo mismo se observó en la valoración de la salud mental (47.8%
y 45.3%, respectivamente).
3. En el mismo año, Rodríguez y cols. (2006), publicaron resultados de violencia, mencionando
que de 213 mujeres participantes, 161 mencionaron haber recibido violencia por parte de su
pareja. Refirieron frecuencia de actos violentos, agrupados en tres rangos de 1 a 5 eventos
(29.2%), de 6 a 10 (23.4%) y de 11 a 17(23.4%). Se reportó mayor violencia en mujeres
que habían vivido en la calle.
4. Saldívar y cols. (2006), estuvieron encargados de investigar la violencia de pareja recíproca
en los últimos dos años. El 75.6% (n=161) de la muestra de trabajo refirieron haber
experimentado violencia física infringida por su pareja, alguna vez en la vida. Del total de
las mujeres entrevistadas, 28.6% (n=61) refirió haber sufrido el mayor suceso de agresión
física por sus parejas en los últimos dos años previos a la entrevista.Se midió la severidad de
estos actos: 43.6% (n=24) los calificó como severos, 34.6% (n=19) como moderados y
21.8% (n=12) como ligeros. Se indagó cómo se sentían las mujeres después del suceso,
calificándolo como perturbada, enojada y espantada. Como resultado, se observó que 53.6%
se sintió perturbada después del acto calificado como severo, mientras 66.1% utilizó el
mismo término para describir su enojo y 46.4% para definir su miedo.
Mujeres y adicciones
105
Hubo reporte de consumo de alcohol previo o durante el suceso violento: 67.3% mencionó
que el agresor no había ingerido bebidas alcohólicas, 14.5% dijo que sólo el agresor había
consumido, 5.5% de las entrevistadas lo habían consumido al momento del suceso y 12.7% dijo
que ambos lo habían hecho al momento del incidente. De la misma manera, se reportó consumo
de drogas antes del evento 61.8% comentó que ninguno de los dos habían consumido, 16.4%
sólo lo había hecho el agresor, 7.3% de las entrevistadas reportó consumo, y 14.5% que fueron
ambos. En 59.3% de los casos, la pareja cometió la agresión. Después del incidente, sólo 21.8%
solicitó asistencia médica.
5. Romero (2007), desarrolló un trabajo cuyo objetivo fue conocer el consumo de alcohol en este
grupo de mujeres en prisión. Así, fue consumido el día en que se cometió el crimen (9%), algunas
otras con otro consumo además del alcohol, llegando a estado inconsciente por el consumo
(2.9%). Se detectó que la mayoría de la población ha consumido alcohol alguna vez en su vida
(91.5%) y también hubo casos que reportaron nunca haberlo hecho (8.5%). En este último
caso, la razón para la abstención fue que “no era importante” (4.7%). A través de este estudio
confirmamos la baja disponibilidad de alcohol en las prisiones, pues en el último año 70% afirmó
no haberlo consumido.
Antes del ingreso al reclusorio, sin embargo hubo mujeres que cumplieron con criterios de
dependencia a la sustancia: 13 (6.1%) con uno o dos criterios de dependencia, 140 (65.7%)
con consumo de alcohol pero sin criterios de dependencia, 42 (19.7%) con tres o más criterios
de dependencia. Entre otros aspectos, se preguntó sobre las expectativas por el consumo de
alcohol. Los resultados mostraron que las mujeres sentían ser más abiertas con otras personas
como la expectativa de mayor frecuencia y no estar preocupada por lo que la gente espera o
quiere de ella.
En cuanto a los problemas relacionados con el consumo, previo a su ingreso en la cárcel,
los más importantes fueron los familiares (14.6%), físicos (13.7%) y problemas con la pareja
(11.3%). Los relacionados con su salud física fueron gastritis (26.3%), desnutrición (19.7%) y
problemas de presión arterial (16.9 por ciento).
De manera preocupante 33.6% de las mujeres aceptaron haber consumido alcohol durante
el embarazo. Mencionaron haber sido maltratadas físicamente por su consumo (39.2%). Casi
dos tercios de la muestra al momento del estudio, tenía episodio depresivo mayor (62%). En
aquellas con depresión (n=132), la frecuencia de dependencia al alcohol fue de 23.5% (n=31).
Se encontraron diferencias estadísticamente significativas en la frecuencia de dependencia al
alcohol y depresión por rangos de edad, siendo más alta en el grupo de 18 a 27 años (61.3 por
ciento).
En el año 2007, la revista Género y Salud en Cifras dedicó la totalidad del volumen a la
divulgación de resultados de investigación con mujeres marginales. Este número fue presentado
por Uribe (2007) como un esfuerzo por seguir documentando el fenómeno de las adicciones.
6. En este volumen, Romero y Durand (2007) publicaron los problemas en el estudio de
poblaciones marginales. Ante este dilema, sugieren dos tipos de muestreo para dar alcance a
estas poblaciones. El muestro por conveniencia y el muestreo bola de nieve. Ambos tipos de
muestreo, señalan las autoras, pueden ser combinados e indican que el tema de las drogas es
dinámico,por lo que se requiere sofisticar los diseños de investigación para dar cuenta y voz
a las mujeres con problemas de adicciones. Entre las recomendaciones enumeran los
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
106
estudios de seguimiento; de largo plazo; estudios sobre la historia natural; proyectos diseñados
para mujeres embarazadas; mujeres con orientaciones sexuales diversas y mujeres indígenas.
Finalizan el trabajo señalando que para abatir la marginalidad, se requiere de proyectos
multidisciplinarios que incluyan la diversidad de elementos involucrados en el problema.
7. Colmenares y cols. (2007) elaboraron un artículo sobre niñas del Consejo de Menores
Infractores. Este grupo contaba con escolaridad secundaria como la más reportada (58.9%),
un promedio de edad de 15.9 años, con hijos (37%); su estado civil fue predominantemente
casadas (37%) y en unión libre (20%). Los tipos de delitos cometidos más reportados por
las menores fueron robo (61.6%) en cualquiera de sus modalidades; daños contra la salud
(12.3%), homicidio (8.2%), tentativa de homicidio (6.8%), privación ilegal de la libertad e
infanticidio (1.4%); además, 8.2% con antecedentes de problemas legales.
Este grupo de menores refirieron uso de sustancias adictivas alguna vez en la vida, en el
último año y en los últimos 30 días; uso de tabaco con mayor frecuencia (46.6%, 37% y
21.9% respectivamente), seguido de inhalables (31.5%, 20.5% y 10.7% respectivamente);
cocaína (30.1%, 17.8% y 9.6%), marihuana (26.0%, 16.4% y 9.5% respectivamente), y
sedantes (12.3%, 6.8% y 4.1% respectivamente). La edad promedio de inicio fue 14 años,
mientras de 12 y 13 para consumo de alucinógenos o inhalables. Con mayor frecuencia se
ubicó al tabaco como sustancia de primer uso, seguida por inhalables, cocaína, marihuana,
drogas médicas y drogas no especificadas. En el caso de los inhalables, las vías de administración
reportadas fueron por inhalación o aspirado (91.2%), fumado (4.4%) e inyectado (4.4%).
Entre otros datos, no se encontró el uso compartido de jeringas relacionado con uso de
sustancias.
8. Romero y cols. (2007) con el mismo grupo de mujeres en prisión refieren los delitos por los
cuales las mujeres ingresaron, entre ellos, los delitos contra la salud y robo inespecífico/simple.
Sobre el uso de sustancias en el último mes se reportó consumo de sustancias nunca antes
probadas como marihuana (55.6%), anfetaminas (11.1%), tranquilizantes (11.1%) y otras
drogas médicas (22.2%). El 41.4% con consumo de sustancias al momento del delito, entre
las más comunes cocaína y sus combinaciones con alcohol, marihuana o solventes (27.7%);
seguido por flunitrazepam (3.4%), “pastillas” (3.4%), marihuana (2.9%), alcohol (2.9%),
solventes inhalables (1%) y anfetaminas (0.5%).
Como problemas asociados, 74.8% mostró tres o más síntomas de dependencia, 7.6%
de uno a dos síntomas y 17.6% sin síntomas. Del total de las que al momento del delito
estaban bajo el efecto de sustancias, 92% calificó positivamente en tres o más indicadores
de dependencia. Del total de la muestra, 8.1% reportó antecedentes de uso compartido de
jeringas para administración de drogas.
9. En el mismo número de Género y Salud en Cifras, Medina-Mora (2007) realiza una serie de
recomendaciones para las políticas públicas sobre abuso de sustancias psicoactivas en mujeres
marginales. Entre ellas menciona la necesidad de incluir la perspectiva de género en el estudio
del abuso de sustancias psicoactivas; resalta la doble marginalidad de este grupo de mujeres:
por su condición de género y alta marginación. Por otro lado sugiere que deben reforzarse los
programas comunitarios dirigidos a niñas en riesgo de salir de o abandonar sus hogares, actuar
sobre los condicionantes que propician su salida a las calles, en especial la violencia doméstica
y malas prácticas de crianza.
Mujeres y adicciones
107
Continúa Medina-Mora afirmando que una vez en las calles, las niñas deben ser protegidas
de la violencia y del abuso; que las organizaciones gubernamentales y de la sociedad civil deben
acercarse a ellas para prevenir el abuso de sustancias psicoactivas, la exposición a la violencia
y su eventual detención. Deja clara la necesidad de establecer programas orientados a atender
a estos grupos, que contemplen tratamiento comunitario, ambulatorio e internamiento para la
atención de las adicciones y de otras co-morbilidades médicas y psiquiátricas.
Finaliza la autora resaltando la necesidad de revisar las leyes que rigen a las menores
infractoras, y contar con mejores propuestas que consideren los derechos humanos.
10. Como resultado de la investigación y de los hallazgos reportados en los diferentes artículos de
investigación, se elaboró una Manual de Capacitación para el personal técnico penitenciario
titulado Mujeres, prisión y drogas. Intervención desde la perspectiva de género y reducción
del daño (Romero y Durand,2007), cuya finalidad fue proveer herramientas para lograr una
intervención dirigida a las mujeres que consumen sustancias adictivas en prisión en cuatro
temas que resultaron prioritarios: consumo de alcohol y drogas con énfasis en el embarazo;
violencia, depresión y consumo de crack.
El manual Mujeres, prisión y drogas está descrito ampliamente en el capítulo de capacitación de
este mismo libro. Baste decir aquí que fue diseñado para capacitar al personal técnico penitenciario
a fin de darles herramientas para evaluar a la población femenina que cuidan y brindarles estrategias
de intervención breves, sencillas y útiles.
Martínez y cols. (2008), llevaron a cabo un estudio no experimental, transversal, descriptivo
y correlacional. Se realizó en el Centro de Rehabilitación Social (CERESO) del estado de Morelos
(México) para establecer relaciones causales de las conductas delictivas en mujeres.
La muestra se integró con 200 mujeres recluidas en un rango de edad de 19 a 75 años, cuya
media fue de 36.7 años. El 86% de las mujeres tenían hijos, de las cuales 18.7% tuvo o había
tenido a sus hijos en el cErEsO. El perfil criminológico de acuerdo con este grupo de investigadores,
incluyó el tipo de delito cometido y la sentencia dictada. Con mayor frecuencia las mujeres
cometieron daños contra la salud (51%), seguido por secuestro (13%), robo (9%), homicidio
(8%), violación (4%), falsificación de documentos (1%) y de otro tipo (10 por ciento).
Se determinó un perfil psicológico, en el que se incluyó la problemática familiar, presencia de
depresión y violencia. Sobre la problemática familiar reflejaron adicción dentro de la familia (25%),
agresión física o verbal (17%), desempleo o falta de dinero (40%) y celos o infidelidad (18 por
ciento).
Las mujeres presentaban depresión severa (20%), moderada o leve (33%) y depresión alta
(47%). Además niveles muy altos de violencia intrafamiliar (78%) y ellas mismas habían sufrido
violencia grave (22%). También se encontró historia de consumo de alcohol y drogas previo al
encarcelamiento, con consumo abusivo de alcohol (33%), y consumo de drogas (71%). En
estas usuarias de drogas, se detectó consumo excesivo (42%), y las sustancias fueron analgésicos
(40.5%), la cocaína (9.5%) y tranquilizantes (7 por ciento).
Respecto a factores clínicos, se encontró que a mayor presencia de síntomas de depresión, se
cometían delitos contra la salud que iban de 49 a 61% en los diferentes niveles de depresión. Ésta
variaba en aquellas con hijos que convivían con ellas y las que no los tenían, siendo mucho mayor
en las mujeres que reportaron no tenerlos.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
108
El más reciente estudio es la investigación de Pulido y cols. (2009),quienes realizaron una
investigación con el fin de determinar la frecuencia de los síntomas depresivos en una muestra de
mujeres recluidas en dos prisiones del estado de Veracruz: los penales de Pacho Viejo y Fortaleza
San Carlos, a fin de identificar factores sociodemograficos asociados con estos síntomas.
Realizaron un estudio exploratorio y descriptivo en mujeres de 18 a 50 años, aplicando la escala
de depresión de Hamilton y su puntaje se relacionó con las características sociodemograficas de
las participantes (edad, estado marital, número de hijos, actividad laboral dentro del penal y
número y frecuencia de visitas que recibía) y su situación jurídica, tipo de delito y tiempo de
sentencia. Entre sus resultados más importantes se encuentran que todas las mujeres estudiadas
en ambos penales presentaron síntomas depresivos. Se encontró un mayor puntaje de depresión
en las mujeres con hijos que en las que no los tenían (25.3 ± 0.9 frente a 21.8 ± 1.3; P <
0.05); el grupo de mujeres que recibía visitas semanalmente presentó un puntaje (15.0 ±
1,3) significativamente menor que los grupos restantes (F[4.46] = 30.7; P < 0.0001). No se
encontraron diferencias significativas asociadas con estatus marital, situación laboral, la edad,
tipo de delito y tiempo de sentencia.
Entre sus principales conclusiones se encuentran que los programas de readaptación social
deben fomentar el contacto permanente de estas mujeres con hijos, familiares y amigos.
Conclusiones
Las diferencias por género en experiencias de hombres y mujeres en prisión y el acceso a servicios
y actividades, generalmente muestra discriminación hacia las mujeres presas. Un tema que resalta
y es evidente es que las condiciones de las prisiones de mujeres son peores que las deplorables
condiciones de las prisiones de varones. Ya sea al medir la proximidad de la familia y de los seres
queridos, o el acceso a la salud, recreación, educación, estatus de la infección del VIH, distribución
de drogas psicotrópicas o la probabilidad de ser violada por algún custodio, las mujeres en prisión
parecen tener, por mucho, peores condiciones que los varones en los reclusorios. La presencia en
sus historias de vida de abuso sexual reiterado, desde la infancia hasta la vida adulta coloca a las
mujeres en mayor riesgo de presentar síndromes de estrés postraumático, además de la presencia
crónica de síntomas depresivos o el abuso de sustancias para aminorar el malestar provocado por
las experiencias violentas recibidas.
Recomendaciones
La estancia de las mujeres en prisión debe considerarse como un espacio privilegiado de
intervención para disminuir riesgos y daños por el consumo de sustancias adictivas. Basándonos
en las recomendaciones propuestas por el National Institute of Drug Abuse (NIDA; 2007)
podemos concluir que:
1. El abuso de sustancias psicoactivas es un problema de salud que afecta funciones cognitivas,
conductuales y fisiológicas que contribuyen a su uso continuado y por tanto, requiere de
ayuda para superar el consumo, más aún en la población que se encuentra en prisiones.
2. La recuperación de la adicción requiere tratamiento efectivo y evaluado.
Mujeres y adicciones
109
3. El tratamiento deberá durar lo suficiente a fin de que la mujer, en este caso, pueda aprender
nuevas habilidades para evitar el uso de las sustancias y no reincidir en la conducta que la llevó
a la prisión.
4. Es necesario que en todos los centros de readaptación social femeniles en México se realicen
evaluaciones rutinarias en torno al consumo de sustancias. Además, hay que valorar los
problemas que la literatura nos reportó vinculados con el uso tales como: depresión, violencia
en todas sus manifestaciones, estrés postraumático, impulsividad, pero también déficits que las
mujeres pueden venir arrastrando a lo largo de la vida como el déficit de atención, impulsividad
y carencia de un entorno saludable.
5. La intervención en las prisiones podría incluir la reducción del daño como estrategia, dado que
en un gran porcentaje las mujeres de los estudios revisados han iniciado su consumo antes de
ingresar y éste puede agravarse simplemente como consecuencia del encierro.
6. El personal técnico penitenciario podría trabajar con el personal de salud de las prisiones a fin de
monitorear y coadyuvar en la prevención de recaídas.
7. El espectro de problemas en salud mental que presentan las mujeres en prisión de manera
comórbil con el abuso de sustancias, requiere de un enfoque de tratamiento integrado donde
el uso de medicamentos no sea desechado, pero si cuidadosamente vigilado para evitar nuevas
dependencias a sustancias.
8. Se necesitan nuevas investigaciones en donde se incluya también al personal que labora en las
prisiones, tomando en consideración que no sólo las mujeres presas pueden presentar problemas
con el abuso de sustancias y la salud mental, sino todas las personas que comparten el ambiente
carcelario. De esta manera el ambiente de prisión podría, en la medida de lo posible, contar con
condiciones más favorables.
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Autor Título Año Temática Método Población
Mier y Terán
C., Schnaas
K.,Vargas
G.,Belsasso G.
Farmacodependen-
cia en una cárcel
de mujeres en la
ciudad de México.
1974
Conocer el panorama de la farmaco-
dependencia en mujeres delincuentes;
movilidad social, ingresos personales y
familiares; estabilidad de estructura fa-
miliar y características de personalidad.
Investigación cuantita-
tiva realizada a través
de cuestionarios y
pruebas psicológicas.
24 mujeres adictas de un cen-
tro penitenciario y dos grupos
control con características se-
mejantes al grupo de interés.
Azaola Garrido
E., José Yacamán
C.
Las mujeres olvi-
dadas. Un estudio
sobre la situación
actual de las cárceles
de mujeres en la
República Mexicana.
1996
El delito y las circunstancias bajo las
cuales lo cometieron; el trato que reci-
bieron ella y sus familiares por parte de la
policía en el momento de la detención.
Combinación de técnicas
de trabajo derivadas de
las ciencias sociales que
abarca desde el análisis
de documentos hasta la
investigación de campo
(observación, grupos
focales) y la aplica-
ción de cuestionarios,
entrevistas abiertas y
el análisis estadístico.
2 424 mujeres.
Estudio sobre los establecimientos
penitenciarios del Distrito Federal;
la zona norte (Tijuana, Reynosa,
Matamoros, Monterrey) zona sur
(Tuxtla Gutiérrez, Morelia, Jalapa y
Veracruz, Acapulco); zona centro
(Puebla, Cuernavaca, Nezahualcó-
yotl, Tlalnepantla), Guadalajara.
Azaola
Garrido E.
El delito de ser mujer.
Hombres y mujeres
homicidas en la ciu-
dad de México.
1996 Relatos de vida. Historias de Vida. Hombres y mujeres que han
cometido homicidios.
Mujeres y adicciones
113
Autor Título Año Temática Método Población
Romero M. 1998
Relatos de mujeres pertenecientes a un
grupo social no dominante; constituyó
una fuente rica de conocimiento de va-
lores contra hegemónicas porque reve-
lan la realidad de las vidas que desafían
o contradicen las reglas genéricas.
Historia de vida.
21 niñas menores infractoras,
mujeres ubicadas en prisión, mu-
jeres en centros de tratamiento y
mujeres en grupos de autoayuda.
Romero M.,
Aguilera R.
¿Por qué delinquen
las mujeres? Parte I.
Perspectivas teóricas
tradicionales.
2002
Conocer qué tipo de delitos e infracciones
prevalecen más en las mujeres y revisar el es-
tado de conocimiento en torno a las teorías 0.
Revisión documental.
Ensayo. Mujeres delincuentes.
Romero M.
¿Por qué delinquen
las mujeres? Parte II.
Vertientes analíticas
desde la perspectiva
de género.
2003
El objetivo del presente trabajo es des-
cribir y analizar de qué forma se puede
comprender, desde la perspectiva de
género, la criminalidad femenina, al tomar
en consideración cuatro ejes analíticos:
poder, controles, violencia y equidad.
Revisión documental.
Ensayo. Mujeres delincuentes.
Cravioto P.,
Medina-Mora
ME., De la Rosa
B.,Galván F.,
Tapia-Conyer R.
Patrones de con-
sumo de heroína
en una cárcel de la
frontera norte de
México:Barreras de
acceso a tratamiento.
2003 Se describieron características socio demo-
gráficas y patrón e historia de consumo.
Investigación cuantitativa,
transversal por encuesta.
Mujeres usuarias de heroína del CE-
RESO de Ciudad Juárez, Chihuahua.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
114
Autor Título Año Temática Método Población
Romero M.
(compiladora).
Libro.
Autores de
capítulos:
Ortiz.,
Rodriguez E.,
Galván J.,
Colmenares E.,
Ramos L.,
Arango de
Montis I.,
Durand A.,
Medina-Mora
M.E.,
Romero M.
Mujeres en prisión:
una mirada a su
salud mental.
2004
El objetivo del libro es dar cuen-
ta de diversos temas vinculados
con la delincuencia femenina:
•Trastorno por déficit de atención e hipe-
ractividad y el desarrollo infantil.
•Diversas formas de explotación infantil y
su impacto en la salud mental.
•Las mujeres y la depresión.
•La mujer maltratada por su pareja íntima.
•La sexualidad de las mujeres en prisión.
•Abuso sexual y sus consecuencias en la
salud mental.
•Las mujeres y el abuso de sustancias
•La reducción del daño por el abuso de
drogas en mujeres .
Revisión documental y
ensayos. Mujeres en prisión.
Rodríguez E.,
Romero M.,
Durand A.,
Colmenares E.,
Zaldívar G.
Experiencias de vio-
lencia física ejercidas
por la pareja en muje-
res en reclusión.
2006
Describir los tipos de violencia física ejercida
por la pareja sentimental antes de ingresar al
reclusorio en un grupo de mujeres ubicadas
en prisión.
Estudio transversal,
cuestionario y entrevista
semi-estructurada.
213 mujeres del Centro Preventivo Fe-
menil Oriente y el Centro de Readapta-
ción Social Femenil Tepepan.
Galván J.,
Romero M.,
Rodríguez E.,
Durand A.
La importancia del
apoyo social. 2006
Identificar las principales fuentes de apoyo
social en las mujeres presas de dos centros
penitenciarios e indagar si la presencia o au-
sencia de apoyo social tiene un impacto sobre
el bienestar físico y mental.
Estudio transversal,
cuestionario y entrevista
semi-estructurada.
213 mujeres del Centro Preventivo Fe-
menil Oriente y el Centro de Readapta-
ción Social Femenil Tepepan.
Mujeres y adicciones
115
Autor Título Año Temática Método Población
Zaldívar G.,
Romero M.,
Rodriguez E.,
Durand A.,
Colmenares E.
Perception of mutual
violence in incarcera-
ted women’s intimate
partner relationships
in Mexico City.
2006
El propósito de este artículo fue de-
terminar el grado de violencia física
recibida e infringida en sus relaciones
de pareja en los últimos dos años en
una muestra de mujeres en prisión.
Más de la mitad de mujeres reportaron
haber sufrido algún tipo de violencia a
manos de sus parejas alguna vez en la
vida. En los dos últimos años, una de cada
cuatro vivió episodios de violencia.
Estudio transversal,
cuestionario y entrevista
semi-estructurada.
213 mujeres del Centro Preventi-
vo Femenil Oriente y el Centro de
Readaptación Social Femenil Tepepan.
Colmenares
E., Romero
M., Rodriguez
E., Durand A.,
Zaldívar G.
La doble margina-
lidad: niñas infrac-
toras y consumo de
sustancias adictivas.
2007
Descripción de las causas o motivos por
los cuales las menores infractoras pier-
den su libertad, describir la frecuencia del
consumo de sustancias psicoactivas.
Estudio transversal,
cuestionario y entrevista
semi-estructurada.
73 menores infractoras.
Romero M.,
Rodríguez E.,
Durand A.,
Colmenares E.,
Zaldívar G.
Mujeres en prisión y
abuso de sustancias
adictivas.
2007
Describir la frecuencia y el patrón de
consumo de drogas médicas e ilegales,
alguna vez en la vida y actual. Además se
describen los delitos cometidos, los proble-
mas asociados con el consumo, la depen-
dencia y el uso de drogas intravenosas.
Estudio transversal,
cuestionario y entrevista
semi-estructurada.
213 mujeres del Centro Preventi-
vo Femenil Oriente y el Centro de
Readaptación Social Femenil Tepepan.
Romero M.
Women in prison with
alcohol problems:
why gender responsi-
ve policies matter.
2007 Describir el consumo de alcohol de
un grupo de mujeres en prisión.
Estudio transversal,
cuestionario y entrevista
semi-estructurada.
213 mujeres del Centro Preventi-
vo Femenil Oriente y del Centro de
Readaptación Social Femenil Tepepan.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
116
Autor Título Año Temática Método Población
Martínez P.,
Carabaza R.,
Hernández A.
Factores de riesgo
predisponentes
a la delincuencia
en una población
penal femenina.
2008 Establecer las relaciones causales de las con-
ductas delictivas en mujeres.
Estudio no experimental,
transversal, descripti-
vo y correlacional.
200 mujeres del Centro de Re-
habilitación Social (CERESO) del
estado de Morelos (México).
Pulido-Criollo F.,
Rodriguez-Landa
J.F., Colorado-
Martínez M.P.
Factores sociodemo-
gráficos asociados
con los síntomas
depresivos en una
muestra de mujeres
recluidas en dos
prisiones de México.
2009
Determinar la frecuencia de los síntomas
depresivos.los factores sociodemográ-
ficos asociados con estos síntomas.
Estudio exploratorio y
descriptivo.
Mujeres en prisiones del estado
de Veracruz: los penales de Pacho
Viejo y Fortaleza San Carlos.
Mujeres y adicciones
117
El consumo de drogas en el embarazo en México
Énfasis en el alcohol
Francisco Páez Agraz
Introducción
Los procesos de concepción, gestación y parto experimentados por la mujer, así como el desarrollo
fetal y la transición de la situación intra a extra uterina vivida por el producto, son complejos.
Todos están sujetos a una interacción de factores biológicos, psicológicos y sociales que distan
mucho de ser entendidos con base en la evidencia científica disponible.
La situación de gestación para la mujer implica actualmente, por un lado, el reconocimiento
de que requiere de niveles de soporte social variable para garantizar acceso a servicios médicos,
adecuada alimentación, niveles mínimos de seguridad social que favorezcan el desarrollo óptimo
del producto y bienestar de la madre. Este escenario deseable está limitado por desventajas
económicas, sociales y culturales.
Al mismo tiempo, la responsabilidad del resultado del proceso y de la gestación, ha sido
transferida a la mujer en lo individual. El énfasis en el cuidado de la propia salud como deber, tiene
serias implicaciones y consecuencias que pueden ocurrir por conductas o riesgos ejecutados
durante el embarazo, exista o no conocimiento de una relación causa-efecto negativo, que le son
adjudicados a la mujer como individuos.
Estos aspectos son particularmente relevantes cuando se pretende proponer políticas
públicas relacionadas con el consumo de alcohol y drogas ilícitas en el embarazo (Lemus,
2009).
Consumo de drogas y alcohol en el embarazo
El consumo de productos naturales o derivados artesanales con efectos psicotrópicos (alcohol,
tabaco, marihuana, opio, hoja de coca y hongos, entre muchos) ha sido demostrado a partir del
estudio del desarrollo de la humanidad en su fase civilizada, estimada en un periodo de 20 000
años. No es fácil descartar la probabilidad de su consumo en épocas anteriores.
En la época moderna, con el desarrollo de la ciencia y la tecnología, se aislaron las moléculas
que producen en forma directa el efecto psicotrópico. Además, la misma tecnología para
desarrollar nuevos medicamentos ha sido utilizada para diseñar nuevas drogas psicotrópicas, con
fines lícitos o no (Villanueva, 2001).
El consumo de sustancias psicoactivas se ha incrementado en mujeres en los últimos 50 años
y esta tendencia parece continuar. Otros capítulos de este libro abordan el fenómeno de manera
más amplia.
El sustento científico de las consecuencias del consumo de otras sustancias psicoactivas
(sobre todo ilegales) en el embarazo es limitado por razones metodológicas. En la tabla 1 se
describen los efectos de las drogas ilegales más utilizadas sobre la gestación o el desarrollo del
producto (Greenough y Kassim, 2005).
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
118
La evidencia científica para la persona que consume estas sustancias es más limitado que
para el alcohol, debido al consumo múltiple de éste y a la mayor dificultad para establecer la
asociación específica entre exposición al agente y efecto.
El consumo de alcohol en el embarazo es un fenómeno frecuente que se asocia con
consecuencias documentadas sobre la salud en el proceso de embarazo y parto en la mujer, así
como defectos congénitos al nacer y alteraciones en el neuro-desarrollo del/a recién nacido/a.
Tabla 1. Drogas y Embarazo
Droga Efectos sobre
el embarazo Efectos sobre el producto
Marihuana Parto prematuro.
• Fertilidad disminuida (por el consumo masculino).
• Bajo peso al nacer.
• No se ha demostrado que se asocie a mayor número de
defectos al nacer.
• Puede asociarse a efectos de supresión perinatal.
• Puede tener consecuencias en el desarrollo posterior.
Cocaína
• Parto prematuro.
• Desprendimiento
de placenta.
• Riesgo
incrementado de
aborto.
• Bajo peso al nacer.
• Síndrome de supresión al nacer.
• Reducción en diámetro craneal.
• Defectos congénitos (anormalidades cerebrales, deformidad
craneal, facial, ocular, cardiaca, en extremidades, intestinos,
genitales y tracto urinario). Ninguna específica descrita para
el consumo de ésta sustancia.
• Problemas en el desarrollo ulterior.
Anfetaminas
y Extasis
• Aborto.
• Parto prematuro.
• Bajo peso al nacer
• Síndrome de supresión neonatal
• No se ha asociado a defectos congénitos al nacer
• Problemas en el desarrollo a largo plazo.
Opioides
• Síndrome de
abstinencia en el
parto.
• Bajo peso al nacer.
• Síndrome de supresión neonatal.
Fuente: Greenough y Kassim, 2005.
La teratogénesis: descripción
Los efectos que produce un elemento del medio ambiente sobre el embarazo y el producto son
difíciles de establecer de manera definitiva. Su estudio científico serio arrancó a nivel mundial con
el caso de la Talidomida; este medicamento fue comercializado como hipnótico-sedante, pero a
la postre produjo un cuadro de malformación congénita serio, caracterizado por la aplasia de las
extremidades superiores e inferiores. Más de 20 000 recién nacidos/as resultaron afectados/as
(Mc Bride, 1961). A partir de entonces los agentes que pueden afectar el desarrollo del producto
(medicamentos, alimentos, productos químicos, emisiones de energía, entre otros muchos)
reciben una evaluación y seguimiento para detectar teratogénesis por parte de entidades públicas,
educativas o asociaciones científicas.
Mujeres y adicciones
119
Las limitaciones metodológicas para el estudio científico del tema que nos ocupa, requieren
una breve descripción para sustentar el discurso.
En primer término, la mayoría de los embarazos en el mundo se producen de manera fortuita
y la mujer puede exponerse a múltiples sustancias antes de saber de su estado gestante. Se
estima que 86% de las mujeres consumen por lo menos un medicamento durante el embarazo.
El control de la exposición a factores de otra índole (contacto con contaminantes ambientales,
metales pesados, infecciones, etcétera) es todavía más difícil de estimar.
En México, está reportado que la mujer gestante consume “remedios” dirigidos a molestias
generales y asociadas con el embarazo en particular. Entre éstas se mencionaron las siguientes:
manzanilla, romero, hierbabuena, té de las siete flores, albahaca, comino, limón, orégano, hojas
de guayaba, té de maíz, ruda, flores de noche buena y poleo ingeridas solas o combinadas.
La manzanilla contiene proazulenos, terpenos, flavónicos, taninos, alcanfor, y cumarinas,
sustancias de reconocidos efectos antiinflamatorios, antisépticos y antiespasmódicos. En algunas
literaturas se recomienda su uso moderado durante el embarazo, y en otras se menciona como
contraindicada durante el embarazo (Villanueva, 2001).
Entre 3 y 5% de embarazos terminan con algún defecto al nacimiento. Para establecer la
asociación causal de un factor con defectos en el nacimiento se requiere cumplir con criterios
mínimos. En la tabla 2 se describen los principios aceptados que rigen la teratología como rama
de la ciencia (Wilson, 1977).
Tabla 2. Principios de la Teratología
La susceptibilidad a la teratogénesis depende del genotipo de individuo y la manera en la que interactúa con
factores ambientales.
La susceptibilidad a agentes teratogénicos varía de acuerdo con el estado de desarrollo en el momento de la
exposición.
Los agentes teratogénicos actúan sobre vías específicas (mecanismos) sobre células y tejidos para iniciar una
embriogénesis anormal (patogénesis).
Las manifestaciones finales del desarrollo anormal son la muerte, la malformación, el retardo en el crecimiento
y el trastorno funcional.
El acceso de influencias ambientales adversas a los tejidos, depende de la naturaleza de las influencias (del
agente).
Las manifestaciones de un desarrollo anormal se incrementan de acuerdo con el incremento en la dosis, desde
una ausencia de efecto al nivel letal total.
* Fuente: Wilson, 1977
No es ético hacer investigación con el objetivo de establecer los efectos de una molécula o
intervención sobre el proceso de embarazo y/o sus efectos sobre el producto. La investigación
clínica con fines de autorización, enfatiza que la participación de mujeres en investigación
clínica requiere el uso de métodos anticonceptivos eficaces (para la consulta de los
procedimientos aprobados para la investigación clínica de nuevas drogas, en donde se advierte
este asunto: http://www.fda.gov/BiologicsBloodVaccines/DevelopmentApprovalProcess/
InvestigationalNewDrugINDorDeviceExemptionIDEProcess/ucm094300.htm).
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
120
Espectro de trastornos por alcohol sobre el feto (ETAF):
Descripción (Hoyme, May, Kalberg y cols., 2005).
Los efectos del consumo de alcohol en el embarazo sobre el/la recién nacido/a se encuadran
bajo el concepto de “Espectro de trastornos por alcohol sobre el feto” (ETAF). Las condiciones
que incluye, de acuerdo con la clasificación del Instituto de Medicina de Canadá modificados,
son:
Síndrome por alcohol fetal (SAF) CON exposición materna al alcohol confirmada.
Síndrome por alcohol fetal (SAF) SIN exposición materna al alcohol confirmada.
Síndrome por alcohol fetal parcial (SAFP) CON exposición materna al alcohol confirmada.
Defectos congénitos relacionados con el alcohol (DCRA)
Trastornos en el neuro-desarrollo relacionados con el alcohol (TNRA)
El SAF es la variante más fácil de reconocer clínicamente y es la principal causa no genética de
discapacidad intelectual en el mundo occidental. Además del consumo confirmado de alcohol
por parte de la madre debe haber:
a) Evidencia de un patrón característico de anormalidades faciales menores, incluyendo al
menos 2 de las siguientes:
Acortamiento de la fisura palpebral (≤Percentil 10).
Borde del mermix labial superior delgado (de acuerdo con la guía labio/filtrum)
Filtrum suave (de acuerdo con la guía labio/filtrum)
b) Evidencia de retraso en el crecimiento prenatal y/o posnatal:
Talla o peso en percentil ≤10, ajustado para normas raciales si están disponibles.
c) Evidencia de crecimiento cerebral deficiente o morfogénesis anormal, incluyendo ≥1 de los
siguientes:
Anormalidades cerebrales estructurales.
Circunferencia craneal ≤10 percentil.
Cuando se cumplen los criterios anteriores pero no se confirma el consumo de alcohol se asigna
el diagnóstico de sAf sin consumo confirmado. El SAFP requiere diagnostico cuando se cumple
el criterio “a”, y al menos uno de los criterios” b” o “c”, o bien un patrón de alteraciones en la
conducta o en el desempeño de funciones neuropsicológicas específicas.
Para diagnosticar DCRA, debe estar presente el criterio “a” y una de las malformaciones
congénitas asociadas con el alcohol (consultar la bibliografía fuente para mayor especificidad).
Finalmente, el diagnóstico de TNDrA debe estar cumplido el criterio “b” y el patrón de
alteraciones en la conducta o en el desempeño de funciones neuropsicológicas específicas.
Consumo de alcohol en el embarazo y epidemiología del ETAF en población mexicana.
El consumo de alcohol durante el embarazo es variable de acuerdo con patrones sociales y
culturales de diversa índole. En las naciones islámicas prácticamente no se da porque la religión
prohíbe el consumo de alcohol. Por otro lado, en ciertos países el consumo de alcohol en el
embarazo acarrea problemas legales a las mujeres que lo hacen (Badry, 2009).
Mujeres y adicciones
121
En México no existe regulación explícita al respecto. El estudio científico del tema es limitado,
con predominio de análisis de sub poblaciones dentro de las encuestas nacionales de adicciones.
Aunque se investiga sobre el resultado del parto, es difícil construir bajo esta metodología una
aproximación a la incidencia y prevalencia del ETAF.
Destaca el estudio de Borges, López-Cervantes, Medina-Mora, Tapia-Conyer y cols. (1993),
quienes encontraron que de un total de 7 710 mujeres entrevistadas, 16.8% refirió haber consumido
alcohol durante su último embarazo. Respecto al resultado del embarazo, 3.8% terminó en aborto
espontaneo, 1.2 en muerte intrauterina y 1.1% en malformaciones congénitas. La presencia de
indicadores de dependencia al alcohol durante el embarazo tuvo una razón de momios de 4.51 para
predecir parto prematuro y 16.29 bajo peso al nacer.
Otro estudio de Berenzon, Romero, Tiburcio, Medina-Mora y cols. (2007) reseña a mujeres
que acudieron a centros de tratamiento para el consumo de alcohol; encontraron que el parto
prematuro y las malformaciones congénitas fueron significativamente más frecuentes en mujeres
que aceptaron haber consumido alcohol durante el embarazo.
Montesinos, Altuzar y Benitez (2004) reportaron el resultado de la exploración del consumo de
alcohol en dos unidades de medicina familiar del iMss en Tapachula, Chiapas. Entrevistaron a 132
mujeres embarazadas de las cuales 45.5% reportó haber consumido bebidas alcohólicas. El dato
no fue identificado en ningún caso por el médico familiar. No se reporta el resultado del embarazo.
Otra publicación, más distal del tema, es el estudio de Borges, Garrido, Cárdenas, Ibarra y cols.
(1993): exploró la relación entre consumo de alcohol parental y muerte posneonatal. En este
estudio, el consumo de alcohol de la madre durante el embarazo, la lactancia o en el último año no
se asociaron con la muerte del/a niño/a en la edad definida.
En estudio Backstrand, Goodman, Allen y Pelto (2004) encontraron que el consumo de pulque
en comunidades rurales durante el embarazo se asoció con un disminución en el crecimiento de
talla y peso del mes 1 al 57. No especifican la presencia de ETAf.
Aunque el síndrome de abstinencia neonatal no se incluye entre los ETAf, constituye sin duda
un problema asociado al consumo de sustancias en el embarazo, sobre todo cercano al momento
del parto. Gutiérrez-Padilla, González-Garrillo, Gómez-Velazquez, De la Torre-Gutiérrez y cols.
(2008) evaluaron la frecuencia del síndrome en una unidad de cuidados intensivos neonatales en
hijos/as de madres con dependencia a sustancias en Guadalajara, Jalisco. De 2 628 neonatos/as
ingresados/as en el periodo de evaluación, 92 (3.5%), desarrollaron el síndrome.
Se han publicado también estudios cualitativos relacionados con el consumo de alcohol en la
gestación (Romero y Gómez, www.infoadictos.net; Vega y Gutiérrez, 1998) así como artículos de
revisión relacionados indirectamente con el tema (Katz y Lascano-Ponce, 2008).
No se encontró algún estudio que evaluara explícitamente la prevalencia de ETAF en México.
Conclusiones
Propuesta de políticas públicas
De todas las acciones que pueden implementarse y afectan a la mujer que utiliza drogas, en de-
finitiva la atención al consumo de alcohol y la identificación de sus consecuencias sobre los/as
neonatos/as, es la más factible de ser implementada. Existen formas confiables para la medición
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
122
de la magnitud de sus efectos y cuentan con una adecuada relación costo efectividad a nivel
social (Bhuvaneswar, Chang, Epstein y Stern, 2007).
Recomendaciones generales y acciones específicas (Tabla 3).
Prevención antes de la gestación: Campañas informativas y atención a mujeres con consumo
problemático de alcohol que desean embarazarse (Elliott, Coleman, Suewongpat y Norris, 2008).
Prevención durante el embarazo (Hicks, Sauve, Lyon, Clarke y cols., 2003): escrutinio
clínico y de marcadores biológicos, así como tratamiento del consumo de alcohol durante la
gestación.
Dos instrumentos han mostrado detectar de manera más adecuada el consumo de alcohol en el
embarazo. El TWEAK (del inglés, tolerancia, preocupación, descubriendo el problema, amnesia
e interrupción del consumo) y el TACE (Del inglés, Tolerancia, disgusto, interrumpir el consume
y descubriendo el problema). La Organización Mundial de la Salud acepta que no existe una
evaluación clínica óptima, pero sí que es importante explorar el consumo en el embarazo para
facilitar el tratamiento.
Los marcadores biológicos del consumo de alcohol en el embarazo son complicados para
implementar de manera generalizada.
Prevención durante el parto: Equipo preparado para el nacimiento de un bebe con problemas
congénitos potenciales
Evaluación de presencia de etaf en el/la neonato/a: Entrenamiento de profesionales en la
detección del etaf. Se requiere capacitación técnica específica para el reconocimiento de las
entidades, no sólo al nacer sino a lo largo del desarrollo.
Seguimiento del desarrollo de niños y niñas con etaf: Proveer los niveles de soporte necesarios
para un adecuado desarrollo de niños y niñas con ETAF.
I ntervención posterior al parto sobre problemas relacionados con el alcohol en la madre para
favorecer una mejor crianza.
En México existe la Norma Oficial Mexicana NOM-007-SSA2-1993, dirigida a la atención de la
mujer durante embarazo, parto y puerperio y del/a recién nacido/a. Criterios y procedimientos para
la prestación del servicio. En ningún apartado de la misma se hace referencia al consumo de drogas
ilícitas, alcohol o tabaco, aunque sí hace referencia a la valoración del riesgo-beneficio al prescribir
medicamentos.
Por otro lado en la Norma Oficial Mexicana NOM-028-SSA2-1999, para prevención, tratamiento
y control de adicciones, se menciona sólo marginalmente el síndrome de alcohol fetal; pero no hace
referencia específica a las acciones de información e intervención cuando una mujer que consume
drogas o alcohol resulta embarazada ni de las consecuencias que puede acarrear sobre el producto.
El consumo de alcohol y drogas suele estar asociado (consumo múltiple), Sin embargo, él énfasis
en el objetivo de limitar en consumo de alcohol en la gestación, supera los beneficios de dirigirse en un
mensaje público a todas las drogas.
Mujeres y adicciones
123
No está demostrado que exista una cantidad de alcohol mínima o tiempo de consumo, por lo que
el mensaje debe dirigirse a la abstinencia total del consumo en el embarazo.
La creación de un centro o unidad de estudio y seguimiento de mujeres gestantes con consumo
de sustancias para México es importante para documentar variaciones poblacionales.
Los estudios de seguimiento de neonatos/as expuestos/as a drogas y/o alcohol en el embarazo
en el proceso de desarrollo ulterior aportan información que favorece la prevención y también pueden
permitir la intervención oportuna sobre los hallazgos que se encuentren.
Proponer que sea incluido de manera explícita en la Norma Oficial Mexicana NOM-007-
SSA2-1993 (Atención de la mujer durante el embarazo, parto y puerperio y del/a recién nacido/a.
Criterios y procedimientos para la prestación del servicio) la exploración sobre consumo de alcohol,
tabaco y drogas ilícitas antes y durante la gestación y de ser afirmativo canalizar a servicios de atención
a estas condiciones. De la misma manera, establecer la detección y reporte de los ETAF con fines de
atención y prevención de complicaciones en el desarrollo.
Tabla 3. Propuesta de políticas públicas en México
Recomendación General Acciones específicas
Prevención previa a la gestación
• + Campañas informativas.
• + Atención a mujeres con consumo problemático de alcohol que
desean embarazarse.
Prevención durante el embarazo
• Tamizaje clínico.
• Detección de marcadores biológicos.
• Tratamiento del consumo de alcohol durante la gestación.
Prevención durante el parto • Equipo preparado para el nacimiento del producto con problemas
congénitos potenciales.
Evaluación de presencia de ETAF
en el/la neonato/a • Entrenamiento de profesionales en la detección del ETAF.
Seguimiento del desarrollo de niños
con ETAF
• Proveer los niveles de soporte necesarios para adecuado desarrollo
de niños y niñas con ETAF.
Intervención posterior al parto en
la mujer
• Tratamiento de problemas relacionados con el consumo
problemático de la madre, observando necesidades para una mejor
crianza de su hijo/a.
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Mujeres y adicciones
125
Autor Título Año Temática Método Población
Borges y cols.
Alcohol consumption, low birth
weight, and preterm delivery in the
national addiction survey (Mexico).
1993 Consumo de alcohol y efectos
perinatales.
Cuantitativo.
Reanálisis de la encuesta
nacional de adicciones.
5 234 mujeres mexicanas
mayores de 18 años.
Borges y cols.
Parental Alcohol Consumption
and Postneonatal Mortality.
Journal of Community & Applied
1993 Consumo de alcohol en padres
y mortalidad de 1 a 56 meses.
Cuantitativo.
Casos y controles
Recién nacidos mexicanos:
157 casos y 468 controles.
Romero
La mujer embarazada con
problemas de adicciones:
consideración de género,
investigación y tratamiento.
**** Testimonio de vida de una
mujer-adicta-madre.
Cualitativo.
Estudio de caso. Una mujer mexicana.
Vega y cols.
La inhalación deliberada de
hidrocarburos aromáticos durante
el embarazo de adolescentes
consideradas “de la calle”.
1998
Consumos de inhalables en
adolescentes en situación de
calle.
Cualitativo.
Entrevistas a profundidad y
grupos focales.
84 adolescentes mexicanas en
situación de calle.
Backstrand y
cols.
Pulque intake during pregnancy
and lactation in rural Mexico:
alcohol and child growth
from 1 to 57 months.
2004
Relación entre ingesta de
pulque y crecimiento/
peso en niños.
Cuantitativo.
Descriptivo.
58 duplas madre/hijo
mexicanos habitantes de zonas
rurales.
Borges y cols.
Alcohol consumption, low birth
weight, and preterm delivery in the
national addiction survey (Mexico).
1993 Consumo de alcohol y efectos
perinatales.
Cuantitativo.
Reanálisis de la encuesta
nacional de adicciones.
5 234 mujeres mexicanas
mayores de 18 años.
Borges y cols.
Parental Alcohol Consumption
and Postneonatal Mortality.
Journal of Community & Applied
1993 Consumo de alcohol en padres y
mortalidad de 1 a 56 meses.
Cuantitativo.
Casos y controles
Recién nacidos mexicanos: 157
casos y 468 controles.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
126
Autor Título Año Temática Método Población
Romero
La mujer embarazada con problemas
de adicciones: consideración de
género, investigación y tratamiento.
1997 Testimonio de vida de una
mujer-adicta-madre.
Cualitativo.
Estudio de caso. Una mujer mexicana.
Berenzon y
cols.
Riesgos asociados al consumo de
alcohol durante el embarazo en
mujeres alcohólicas de la ciudad de
México.
2007
Patrones de consumo de alcohol
en mujeres y consecuencias en
sus hijos.
Cuantitativo.
Descriptivo.
200 mujeres que solicitaron
tratamiento por consumo de
alcohol.
Katz y cols.
Intellectual disability: definition,
etiological factors, classification,
diagnosis, treatment and prognosis.
2008 Identificación de discapacidad
intelectual. Revisión de la literatura. No aplica.
Gutiérrez-
Padilla y cols.
Hijos de madres adictas con
síndrome de abstinencia en terapia
intensiva neonatal.
2008
Síndrome de abstinencia
neonatal en hijos de madres
consumidoras de drogas.
Cuantitativo.
Descriptivo.
2 628 neonatos de madres
consumidoras de drogas.
Vega y cols.
La inhalación deliberada de
hidrocarburos aromáticos durante
el embarazo de adolescentes
consideradas “de la calle”.
1998
Consumos de inhalables
en adolescentes en
situación de calle.
Cualitativo.
Entrevistas a profundidad
y grupos focales.
84 adolescentes mexicanas
en situación de calle.
Backstrand y
cols.
Pulque intake during pregnancy and
lactation in rural Mexico: alcohol and
child growth from 1 to 57 months.
2004 Relación entre ingesta de pulque
y crecimiento/peso en niños.
Cuantitativo.
Descriptivo.
58 duplas madre/hijo
mexicanos habitantes de zonas
rurales.
Montesinos y
cols. Alcoholismo durante el embarazo:
un problema de salud subestimado. 2004 Confirmación de uso de alcohol
en mujeres embarazadas.
Cuantitativo.
Descriptivo.
132 mujeres mexicanas
mayores de 18 años.
Nota: Sólo se incluyen los artículos dirigidos específicamente al tema de estudio en población mexicana. No se incluyen los artículos mexicanos que mencionan de manera distal la
relación entre alcohol y embarazo. Las referencias de artículos internacionales sobre el tema se incluyen en el apartado de referencias bibliográficas del texto.
Mujeres y adicciones
127
Codependencia: una revisión de sus distintas
aproximaciones en México
Rodrigo A. Marín Navarrete,
Liliana B. Templos Núñez, Lorena Larios Chávez
Introducción
El panorama nacional e internacional reporta el crecimiento epidemiológico del consumo de
sustancias psicoactivas y con éste el aumento en la prevalencia de trastornos relacionados con
su consumo. Las implicaciones de los trastornos por uso de sustancias han sido durante mucho
tiempo estudiadas por diversos grupos de investigadores/as en el mundo, dando así apertura a
distintas líneas que pretenden indagar etiología, prevención, diagnóstico y pronóstico de estos
padecimientos. Aunado a ello, se ha vislumbrado un fenómeno concomitante que no sólo impacta
directamente a la rehabilitación del/a paciente adicto/a, sino que representa un problema en sí
mismo ya que merma la salud integral de las personas que conviven y/o han convivido con una
persona consumidora de sustancias. A este fenómeno se le ha llamado “codependencia”.
El fenómeno de la codependencia es por demás complejo y, al igual que el alcoholismo y la
adicción a sustancias, puede analizarse desde diversas perspectivas o aristas; por ejemplo, desde
la filosofía de los Doce Pasos y los Grupos de Ayuda-mutua hasta enfoques basados en evidencia
científica, que inclusive denominan de distinta forma este fenómeno.
Asimismo, la relevancia de realizar una investigación documental en este tema, no solamente
se circunscribe a la descripción y análisis del material publicado respecto a este fenómeno, sino
también al desarrollo de una sensibilización con respecto al impacto en la salud pública que
puede llegar a tener la no prevención y la no atención oportuna de las personas que conviven y/o
convivieron con una persona consumidora de sustancias psicoactivas.
En virtud de lo expuesto anteriormente, se pretende desarrollar un análisis documental
alrededor del concepto de codependencia y sus distintas aproximaciones, considerando para el
desarrollo de éste: evolución histórica, origen de los grupos de ayuda-mutua para la atención de
la codependencia, introducción del concepto en México, perspectiva de género, análisis de sus
distintas aproximaciones científicas y, finalmente, se proponen recomendaciones y necesidades.
Desarrollo histórico del concepto de codependencia
El uso del término codependencia se ha incrementado en los últimos años y es difícil saber
con precisión el momento en que se inician las relaciones codependientes; sin embargo, se ha
observado que personas que se crían en familias disfuncionales donde predominan actitudes
inadecuadas de padres y madres como sobreprotección o rechazo hacia algún hijo/a o hijos/
as, dificultades conyugales que repercuten en los/las hijos/as con carencias afectivas y además
tienen algún familiar con abuso de sustancias psicoactivas —cualquiera que sea— tienden a
desarrollar conductas codependientes. En éstas la persona se involucra de manera obsesiva en
tratar de resolver los problemas del/a otro/a, invirtiendo toda su energía en controlar la vida de
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
128
los/las demás perdiendo el control de su propia vida, de la cual sí tiene control (Lisansky, 1989;
Frank y Kadison, 1992; Miller, 1994; Delgado, Pérez. 2004).
El origen del fenómeno de la codependencia tiene lugar tras la creación del primer grupo de
Alcohólicos Anónimos (AA) en 1935 en Akron, Ohio. Las esposas de los integrantes de AA
esperaban a que sus esposos salieran de sus juntas; al estar reunidas se percataron de su necesidad
de hablar, dando origen al grupo de Al-Anon y al concepto de “co-alcoholismo” que más tarde
evolucionaría al término de codependencia (Edmundson, Byrne y Rankin, 2000).
En un inicio, los programas de tratamiento de sustancias psicoactivas se centraron y dirigieron
principalmente a la persona adicta dejando de lado a la familia, impidiendo obtener un tratamiento
óptimo y exitoso. En un estudio con familiares cercanos a usuarios y usuarias de sustancias
psicoactivas se encontró que éstos poseen mayor vulnerabilidad a presentar problemas de
salud (Natera, Mora y Tiburcio, 1999), situaciones que se manifiestan a través de sufrimientos
intangibles ante entornos de tensión y desesperanza. Por ello autores/as como Guevara (1993)
sugieren que la inserción del concepto de codependencia se utiliza para calificar el padecimiento al
que la familia de un/a alcohólico/a se ven expuestos. Asimismo, dicho/a autor/a hace hincapié
en el cuidado del manejo de los términos, ya que éstos estructurarán el pensamiento y la conducta.
Por ello, el término “co-alcoholismo” resulta estar ligado exclusivamente a los y las integrantes
de la familia que también son alcohólicos/as. No obstante, lo que muchas veces la familia comparte
con el/la alcohólico/a es la dependencia; por lo tanto, ambos/as son dependientes: el/la adicto/a
a la sustancia psicoactiva y el o la integrante de la familia al adicto o a la adicta, surgiendo así la
relación codependiente (Zerwekh y Michaels, 1989). Sn embargo las relaciones codependientes
no se presentan exclusivamente en los trastornos relacionados con el consumo de sustancias: se
pueden presentar en la interacción con diversas enfermedades como diabetes, retraso mental,
otro tipo de conductas compulsivas e impulsivas, cáncer, Virus de Inmunodeficiencia Humana
(VIH) y trastornos de conducta alimentaria, entre otros (Blanco-Picabia y Antequera-Jurado,
1999 y Fuller y Warner, 2000).
Tabla de definiciones
Para desarrollar esta aproximación al término “codependencia” se realizó una recopilación de
algunas definiciones obtenidas de las diferentes publicaciones revisadas, las cuales son condensadas
en una tabla de definiciones de dicho concepto que se presenta a continuación (véase tabla 1).
Origen de los grupos de ayuda-mutua para la atención
de la codependencia
Se menciona que, cuando las esposas de los miembros que iniciaron Alcohólicos Anónimos
se reunían para esperar a sus esposos que asistían a las reuniones, se percataron de su propia
necesidad de buscar un cambio.
Mientras esperaban, conversaban sobre sus propias dificultades y trataban de ayudarse
mutuamente para buscar soluciones mediante la aplicación de los Doce Pasos de AA a sus propias
vidas, dando apertura a formar otros grupos de ayuda-mutua (Central Mexicana de Servicios
Generales de los Grupos de Familiares Al-Anon, A.C., 2005).
Mujeres y adicciones
129
Tabla 1. Tabla de definiciones del término “codependencia”
Autor Algunas definiciones de “codependencia”.
Cermak (1986) La codependencia es una enfermedad de las relaciones intra o interpersonales.
Robert Subby
(1991)
La codependencia es un estado emocional, psicológico y conductual desencadenado
cuando un individuo ha estado expuesto prolongadamente a una serie de reglas
opresivas, mismas que limitan la abierta expresión de sentimientos al igual que la
expresa discusión de problemas personales e interpersonales.
Larsen (1984) Son conductas aprendidas, autoderrotantes, o defectos de carácter que producen una
disminución en la capacidad de iniciar o de participar en relaciones amorosas.
Haaken (1990)
La codependencia es un término diagnóstico que ha aumentado su uso en
el ambiente clínico y de autoayuda; generalmente se refiere a una entidad
particularmente común entre mujeres, basado en el cuidado y una excesiva
responsabilidad por los/las demás.
Kellogg (1990)
La codependencia se distingue por la falta de relación con uno mismo, es por ello
que la persona busca relacionarse de una manera enfermiza con los/las demás. En el
fondo de la codependencia, como en el fondo de todas las adicciones hay un inmenso
vacío.
Beattie (1991)
La codependencia es la manera en que la enfermedad afecta a otros miembros de la
familia.
Una persona codependiente es quien ha permitido que la conducta de otra persona le
afecte y está obsesionada con controlar la conducta de esa persona.
Pérez y Delgado
(2003)
La codependencia es un patrón de comportamiento que se caracteriza por mantener
una relación con dependencia afectiva hacia una persona, la cual a su vez depende de
otro objeto sea o no de tipo afectivo.
Hollis (1985) El codependiente es la persona que es adicta a la adicción de otra persona.
Lois W. y su amiga Anne B., esposas de miembros fundadores de AA, se convirtieron en
cofundadoras de la hermandad para las y los familiares y amigos/as de los/las alcohólicos/
as. Junto con la ayuda de otros/as miembros pioneros/as, lograron consolidar estos grupos y
brindar orientación, guía y servicio bajo el nombre de “Grupos de Familia Al-Anon”. Su literatura
menciona que adaptan los Doce Pasos de AA, con el objetivo de ayudar al alcohólico y a sí
mismas. Por otro lado, al ser una hermandad joven e inexperta recapitulan las Tradiciones de AA
ajustadas a las necesidades de Al-Anon para regirse bajo determinadas guías que consolidan a
la hermandad (Central Mexicana de Servicios Generales de los Grupos de Familiares Al-Anon,
A.C., 2005).
Los Doce Pasos fueron formulados de manera clara, asertiva y precisa; utilizan el tiempo
pasado para compartir experiencias y brindar guía continua para la recuperación actual (Central
Mexicana de Servicios Generales de los Grupos de Familiares Al-Anon, A.C., 2005). La literatura
de Al-Anon explica que en los tres primeros Pasos, se trabaja la necesidad de aceptar e
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
130
incorporar la ayuda de un Poder superior externo a la persona que guía sus pensamientos y
acciones. Asimismo, estos tres pasos demuestran mantener una asociación activa y factible para
incorporar dicho poder. Del Cuarto al Séptimo Paso se señala la manera de superar las faltas
personales promotoras de la mayoría de los problemas. El Octavo y Noveno Paso buscan la
reparación, aliviando los sentimientos de culpa y confusión. El Décimo Paso refuerza el auto-
conocimiento para continuar el reconocimiento de las faltas personales y el trabajo sobre ellas,
considerando el esfuerzo en los Pasos anteriores. El Undécimo Paso profundiza en la relación
con el poder superior mediante la oración y meditación. Por último, el Duodécimo Paso fomenta
la práctica y aplicación de los Pasos, así como transmitir el mensaje a otras personas que se
encuentren en situaciones similares extendiendo la ayuda (Central Mexicana de Servicios
Generales de los Grupos de Familiares Al-Anon, A.C., 2005).
Ante la necesidad de mantener relaciones dependientes afectivas que obstaculizan la
rehabilitación de la persona que depende de otro objeto, el programa de los Grupos de Familia
Al-Anon es una fuente de inspiración para que surjan diversos grupos de ayuda-mutua que, en
su mayoría, se rigen bajo los Doce Pasos y las Doce Tradiciones adaptados a sus respectivas
finalidades. En la tabla 1 del anexo se presentan organizaciones de ayuda-mutua que de alguna
forma están basadas en el programa de los Doce Pasos. Cada una de estas organizaciones, ofrece
reuniones con otras personas con los mismos problemas; en sus sesiones los integrantes reportan
compartir experiencias personales y trabajar bajo el programa de los Doce Pasos. Así se brindan
un apoyo y comprensión de la enfermedad familiar, dando oportunidad a la recuperación a través
del cambio de juicios y actitudes que favorezcan el crecimiento de su autoestima, desarrollando
relaciones sanas y satisfactorias con las personas que les rodean.
Los grupos de Al-Anon y Alateen mencionan que su objetivo principal radica en ayudar,
comprender, animar y ofrecer consuelo a familiares y amigos/as de alcohólicos/as, practicando
como ya se ha dicho los Doce Pasos y las Doce Tradiciones. De esta forma, al menos estas
dos organizaciones pioneras postulan no estar aliadas a ninguna religión, secta, entidad política,
institución u organización, no apoyan ni combaten ninguna causa, y no existe cuota alguna para
hacerse miembro. Esta situación ayuda a la organización a mantener intacta su razón de ser: “la
ayuda-mutua”.
Por todo lo anterior, se puede concluir que los grupos de ayuda-mutua se formaron ante la
necesidad real de compartir de manera personal las experiencias de vivir con un/a alcohólico/a
manteniendo relaciones codependientes. No obstante, se revisaron las páginas web oficiales de
otras organizaciones de ayuda-mutua cuyos objetivos también se encuentran centrados en la
atención del familiar de la persona consumidora de sustancias, así como en la promoción de
relaciones sanas: Adult Children of Alcoholics, Familias Anónimas, Codependientes Anónimos,
Sin Relaciones Destructivas y Divorciados Anónimos (véase Figura 2).
Mujeres y adicciones
131
Figura 1. Evolución histórica de grupos de ayuda mutua para la codependencia
Estados Unidos
México
AA
1935
1939
Libro Grande
1946
AA en México
1965
Al-Anon
1968
Alateen
1986
Familias Anónimas
Finales de los 80
Codependientes
Anónimos
1991
Sin relaciones
destructivas
1979
Libro Grande
en español
1951
Al-Anon
1951
Alateen
1971
Familias Anónimas
1978
Adult Children
of Alcoholics
1986
Codependientes
Anónimos
OtrosOtros
Al-Anon, Alateen
Al-Anon está dirigido a las y los familiares más cercanos del alcohólico. A nivel mundial cuenta
con 26 000 grupos en 131 países y en más de 34 idiomas (Al-Anon Family Group, 2004).
Reportan que el primer grupo de Al-Anon que se forma en México es en 1965 por un miembro de
AA en Mérida, Yucatán. En la actualidad existen 3 500 grupos oficiales de Al-Anon diseminados
alrededor de la República Mexicana y se constituye como Asociación Civil bajo el nombre de
Central Mexicana de Servicios Generales de los Grupos Familiares Al-Anon, A.C., en septiembre
de 1973.
En Al-Anon, según la experiencia que reportan los y las miembros, se aprende a enfrentar
la obsesión, la angustia, la ira, la negación y los sentimientos de culpa que la familia de las y los
alcohólicos/as experimenta. Asimismo, refieren que al acudir al grupo, los y las miembros aligeran
las cargas emocionales al compartir experiencias, fortalezas y esperanzas con el grupo. Dejan
así de centrarse en la o el familiar alcohólico/a para ocuparse de sí mismos/as, descubriendo
sentimientos de autoestima, amor y crecimiento espiritual. Ello genera un cambio en la actitud
que beneficia la vida propia sobre la cual sí se tiene autoridad (Central Mexicana de Servicios
Generales de los Grupos Familiares Al-Anon, A.C., comunicación personal, 11 de mayo, 2010).
Ante el éxito y aceptación de los grupos Al-Anon, en 1957 la literatura de Alateen menciona
que un estudiante de secundaria de California, EUA, sintió la necesidad de compartir sus
experiencias con otros jóvenes instaurando los grupos de “Alateen” (Central Mexicana de
Servicios Generales de los Grupos de Familiares Al-Anon, A.C., 2005). Esta hermandad se integra
con adolescentes de 12 a 18 años cuyas vidas han sido afectadas por el consumo excesivo de
alcohol de un/a familiar o un/a amigo/a íntimo/a (Al-anon, Family Group, 2004). Se reporta
en la actualidad la existencia de 2 300 grupos Alateen en el mundo; en México, el primer grupo
se creó en 1968.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
132
Dentro de la República Mexicana refieren contar con 600 grupos activos con una asistencia
promedio de cinco miembros por cada grupo, aproximadamente; sin embargo destacan que este
número varía debido a lo fluctuante que puede llegar a ser la población (Ayllón, 1998). Las
reuniones de Alateen siguen el programa de los Doce Pasos y las Doce Tradiciones de AA, ya
que aseguran que la solución de los problemas es su objetivo primordial. A través de compartir
experiencias, fortalezas, esperanzas y dificultades, los y las jóvenes Alateen reportan enseñarse
solidariamente nuevas estrategias eficaces para confrontar sus problemas a través de la ayuda y
comprensión mutua de los y las integrantes. Además, refieren aprender que no son responsables
ni del alcoholismo ni del comportamiento de nadie; que no pueden cambiar ni controlar a nadie,
excepto a sí mismos; se saben responsables de desarrollar sus propias aptitudes a pesar de lo
que ocurra en el hogar, y que tienen el poder para empezar a construir una vida de experiencias
satisfactorias y provechosas. Al lograr este aprendizaje, lo que esperan los miembros Alateen es
una modificación en patrones de conductas codependientes aprendidas en el núcleo familiar y
remplazarlas por otras más adaptativas (Al-Anon Family Group, 2004).
Adult Children of Alcoholics (ACA o ACoA)
Se trata de una fundación establecida en Nueva York en el año de 1978 por Tony A. y otros/
as miembros del grupo Alateen, encaminada a promover la recuperación de personas adultas de
los efectos de haber crecido en una familia disfuncional, donde el consumo de alcohol estaba
presente. Esta recuperación se logra a través de compartir información y experiencias entre los
y las integrantes del grupo y al aplicar a sus vidas, en parte o completamente, los Doce Pasos
de Alcohólicos Anónimos, reconociendo asimismo que existe un Poder Superior que puede
introducir a los miembros del grupo hacia la recuperación.
Dentro de las características que estos/as miembros reportan, está el tener una personalidad
dependiente y estar dispuestos a todo por mantener una relación a cambio de no sentirse
abandonados/as emocionalmente. Las y los miembros de ACoA plantean que estas relaciones
suelen ser inseguras como las que de niños/as mantuvieron con sus padres/madres alcohólicos/
as. Estas características se enlistan en un documento conocido como Laundry List (creado por
Tony A.) que fue posteriormente redactado como un texto de auto-ayuda por Jack E. Dicho
documento es rector, ya que en él se plasma su filosofia y sus principios de recuperación, de
tal suerte que es empleado en cada reunión de ACoA (http://www.adultchildren.org/). Cabe
mencionar que dentro de la investigación realizada no se encontró reporte alguno de actividad
de esta organización en México.
Familias Anónimas
Familias Anónimas es un grupo de ayuda-mutua que surge ante la preocupación de un grupo de
familiares que se ha visto seriamente afectado en sus habilidades para funcionar adecuadamente,
ante los problemas de alguien cercano a ellos.
El primer grupo nace en 1971 y en la actualidad cuentan con un estimado de 500 grupos
distribuidos en 21 países aproximadamente. Manifiestan que la República Mexicana cuenta
con 180 grupos. No obstante, reportan no poseer datos estadísticos referentes al número de
Mujeres y adicciones
133
miembros, por lo que se denomina población flotante. El primer grupo de Familias Anónimas en
México surge en 1986; mencionan que las y los miembros de estos grupos buscan aprender a partir
de las experiencias propias y compartidas de las y los miembros ante los intentos que han hecho
para lidiar con alguna problemática. A decir de las y los miembros, compartir miseria, errores e
intentos fallidos para una supuesta solución, les ayuda a sentirse mejor con ellos/ellas mismos/as,
emprendiendo el camino hacia la recuperación, mediante estrategias que facilitan la convivencia
con quien tenían el conflicto (http://familiasanonimas.org.mx; http://familiesanonymous.org)
Codependientes Anónimos
En 1986 nace Codependientes Anónimos (CoDa), dirigido a hombres y mujeres que necesitan
desarrollar relaciones sanas y satisfactorias. Refieren utilizar e introducir en sus vidas el programa
de los Doce Pasos y Doce Tradiciones para forjar relaciones honestas y libres con ellos/as mismos/
as y con los/las demás, experimentando, de este modo, una liberación del estilo autodestructivo
por el que se regían. Indican que cuentan con 1235 grupos de Codependientes Anónimos en
el mundo, donde enseñan cómo vivir la vida mediante un proceso de crecimiento individual en
el cual cada persona va creciendo a su propio paso. De esta foma, las y los miembros reportan
que, al reunirse, se apoyan y comparten el proceso de autodescubrimiento que cada persona va
consiguiendo en cada reunión, al punto de aprender a amarse a sí mismos/as y aceptando su
historia personal y sus conductas codependientes. Según refieren al incorporar el programa de
Codependientes Anónimos, se puede alcanzar un nuevo nivel de dicha, aceptación y serenidad
(http//www.coda.org).
Por otra parte mencionan que el primer grupo de CoDa en México se ubicó en la colonia
Mixcoac, Distrito Federal a finales de los años ochenta del siglo xx, sin embargo, se cree que
hubo otros grupos en otras colonias, pero es difícil corroborar dicha información. Según reporta la
oficina de Codependientes Anónimos en México, en nuestro país existen 43 grupos registrados
a nivel nacional. Reportan no conocer la cantidad de personas que acuden a cada grupo, ya
que tal información, según la organización, no se considera necesaria para el funcionamiento
del programa, además de que la población asistente es fluctuante (Codependientes Anónimos,
comunicación personal, abril, 2010).
Sin Relaciones Destructivas
En una publicación, Rodiles (2001) refiere que los orígenes de los grupos de Sin Relaciones
Destructivas “Escuela para la vida” surgen en octubre de 1987, bajo el nombre de Adictos a las
Relaciones Destructivas y con la participación de Guadalupe González Macías. Ella aprovechó su
experiencia y necesidad de detener el patrón de relaciones posesivas, demandantes y culpígenas
que mantenía con sus parejas, fundando una red de apoyo, que brindaba atención a mujeres
que tendían a relacionarse de forma autodenigrante y progresivamente dañina, proporcionando
un esquema de recuperación. Asimismo, argumenta que los patrones conductuales de las y los
adictos/as a las relaciones destructivas se asemejan a las conductas de las y los dependientes
de sustancias, de tal forma que incorpora el modelo de los Doce Pasos de Alcohólicos Anónimos
(AA) como método de recuperación (Rodiles, 2001). En su página oficial de Internet,
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
134
mencionan que la asociación ha tomado diversos nombres con el paso de los años. En la
actualidad se conoce como Sin Relaciones Destructivas A.C. “Escuela para la vida”, en ella se
proporciona un espacio de apoyo, comprensión y respeto que favorece el desarrollo integral de
cada uno de las y los integrantes, brindándoles orientación y apoyo psicológico para dicho
desarrollo, por lo que el servicio grupal es gratuito y representa la razón de ser de esta asociación
(http://sinrelacionesdestructivas.com).
Divorciados Anónimos
Divorciados Anónimos sigue el programa de los Doce Pasos de Codependientes Anónimos. Por
lo tanto, es un puente de comprensión en el proceso de recuperación de la enfermedad de la
codependencia; está dirigido a cualquier persona divorciada, en proceso de divorcio, separada,
viuda, madre soltera o soltera mayor sin importar su edad, etnia, preferencia sexual, credo o
religión. Divorciados Anónimos, refiere que le interesa saber qué quiere hacer la persona con su
problema y cómo puede ayudarle el grupo. El compartir experiencias permite la identificación y
ayuda a liberase de las ataduras emocionales del pasado y del control compulsivo en el presente
(http://www.divorciadosanonimos.org.mx).
Tras haber consultado artículos científicos, páginas de Internet y literatura oficial de las
distintas agrupaciones de ayuda-mutua; incluso contacto telefónico, electrónico y personal con
sus respectivas oficinas, resulta evidente que, al menos en México, ha habido una evolución en
la conceptualización del constructo de codependencia. Si bien todos/as parten de la filosofía de
los Doce Pasos y Doce Tradiciones originalmente creada por Alcohólicos Anónimos en 1935,
es notoria la aplicación frecuente de los principios de dicha filosofía a los grupos de ayuda-
mutua para la atención de la codependencia. Sin embargo, en esta evolución se observa que los
grupos actualmente no se centran exclusivamente en atender el fenómeno entre una persona
codependiente y un/a adicto/a a sustancias, cualquiera que éstas sean. Además de ello, buscan
un autoconocimiento sobre necesidades y conflictos no resueltos, que obstaculizan el desarrollo
y trascendencia como persona.
Asimismo, es posible inferir que estos grupos de ayuda-mutua para la atención de la
codependencia resultan ser un movimiento de la sociedad civil, ante la necesidad de responder a
una serie de aspectos que giran alrededor de la enfermedad de la adicción. Impactan de manera
directa la salud biopsicosocial de las personas involucradas, de tal forma que se constituye una
opción factible y económica.
Saber si estas agrupaciones son efectivas y eficaces en cuanto a su intervención no es objetivo
central de este análisis, ya que se carece de evidencia suficiente para realizar comparaciones con
apego a metodología científica.
Introducción del concepto en México
Diversos autores mexicanos (Espinoza de los Monteros, 1994 y Guevara Pérez, 1993) han
identificado que la codependencia es un estilo profundamente arraigado de relacionarse en
cuestiones socioculturales, donde los roles de género han jugado un papel sumamente importante.
Históricamente, con su arribo a América los españoles introdujeron un nuevo orden social por
Mujeres y adicciones
135
el que la mujer fue responsabilizada del bienestar familiar, siendo ejemplo de comprensión y
apoyo para el esposo. De este modo, la forma de crianza y los rituales en hombres y mujeres son
diferentes desde su nacimiento en cuanto a las conductas que se espera de ambos para mediar el
orden social y económico, lo cual hace una diferencia en el estilo de vinculación que cada persona
mantiene con otras.
Haaken (1993) hace un análisis crítico sobre la literatura contemporánea de la codependencia,
donde define el rol “caregiving” (dar-cuidados) como una situación patológica que se presenta
principalmente en las mujeres, sin ser exclusivo de ellas. Al ser el consumo de sustancias
psicoactivas predominante en varones, Collins, citado por Favorini (1995) sugiere que el
término “codependencia” se aplica, en su mayoría, a las mujeres como una manera de sobrevivir
en una familia disfuncional o que presenta conductas adictivas por parte de algún/a integrante
de la familia. Ello porque en el núcleo familiar aprenden que, para ser “reconocidas”, “alabadas”
y sentirse integradas a la familia, deben cumplir expectativas puestas en el rol de la mujer
tradicional. Estas expectativas se basan en su mayoría en hacerse cargo de cumplir con el ideal de
una “familia feliz”, haciéndose responsables de tareas que van desde guisar hasta buscar y traer
a casa al/a padre/madre, esposo/a o hermano/a que no hubiese llegado (Black, 1981; Nor-
wood, 1985). Invierten la mayor parte de su energía en mantener relaciones libres de conflicto,
sin importar lo que esto cueste repitiendo esta actitud en todas sus relaciones futuras.
A pesar de los argumentos planteados podemos suponer que el término “codependencia”
surge en México junto con la aparición del grupo de ayuda a los familiares y amigos/as Al-
Anon, sin embargo las relaciones codependientes se habían instaurado en México en los núcleos
familiares desde muchos años atrás. Se remontan al momento en que la mujer pierde poder
en la toma de decisiones sociales, económicas e incluso políticas, hasta el momento en que
se consideran los conflictos maritales y familiares como la “cruz que tiene que cargar”, al ser
las supuestas responsables del buen funcionamiento y unión familiar (Guevara, 1993). Sin
embargo, con el desarrollo social y los movimientos ideológicos feministas se ha logrado abrir
temas a la discusión como la codependencia. Ello permite hacer un análisis exhaustivo de
conductas disfuncionales que etiquetan a las mujeres, abriendo nuevos panoramas que ofrecen
un espacio de ayuda, como los grupos de ayuda-mutua que basan su filosofía en los Doce Pasos
y Doce Tradiciones de AA, con sus respectivas modificaciones.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
136
Al-Anon
Alateen
Adult Children of Alcoholics
¿A QUIÉN ESTA
DIRIGIDO?
A hombres y mujeres que son
cónyuges, parientes o amigos
de personas con problemas
con el consumo de alcohol.
¿CUÁL ES EL OBJETIVO? ¿CÓMO LO LOGRAN? ¿CUÁL ES EL
RESULTADO FINAL?
Ayudar a los familiares y
amigos de los alcohólicos,
mediante el programa de los
Doce Pasos de Al-Anon.
Al acudir al grupo los
miembros aligeran las cargas
emocionales al compartir
experiencias, fortalezas y
esperanzas con los demás
miembros del grupo; dejando
de insistir en el alcohólico para
insistir en sí mismo.
El miembro de Al-Anon
aprende a tener
responsabilidad de sí mismo,
descubriendo sentimientos
de autoestima, amor y
crecimiento espiritual que
crean un cambio en su actitud,
benefi ciando su vida propia de
la cual si se tiene autoridad.
A jóvenes entre 12 y 18
años de edad que tienen
algún familiar o amigo con
problemas relaionados al
consumo de alcohol.
Ayudar a los jóvenes a
recuperarse de los efectos
ocasionados por vivir con
un pariente o amigo con
problemas de alcoholismo.
Los jóvenes comparten sus
experiencias, fortalezas,
esperanzas y difi cultades
recibiendo de manera
solidaria nuevas estrategias
para confrontar sus
problemas a través de
la ayuda y comprensión
mutua de la hermandad.
Saberse responsable de
desarrollar sus propias
aptitudes a pesar de lo que
ocurra en el hogar, y tener
el poder para empezar
a construir una vida de
experiencias satisfactorias y
provechosas.
Se infi ere que los miembros
ACA logran recuperarse
de los efectos aversivos de
haberse criado en una familia
disfuncional donde predominó
el consumo de alcohol y otras
sustancias psicoactivas.
Hombres y mujeres con
personalidades dependientes a
otra persona.
Promover la recuperación
de personas adultas de los
efectos de haber crecido en
una familia disfuncional donde
el consumo de alcohol estaba
presente.
A través de compartir
información y experiencias
entre los miembros del grupo
y al aplicar a sus vidas los
Doce Pasos de A.A.
A hombres y mujeres que
están siendo afectados por los
problemas de alguien cercano
a ellos.
Hacer algo constructivo, para
acercarse al problema del otro,
facilitando la convivencia.
Buscan la recuperación a través
de compartir la miseria, errores
e intentos fallidos para una
supuesta solución, ayudando a
los miembros a sentirse mejor
con ellos mismos, empleando
estrategias que facilitan la
convivencia interpersonal.
Personas con mayor
conocimiento de sí mismos,
capaces de utilizar estrategias
que optimicen las relaciones
interpersonales problemáticas.
A hombres y mujeres. Aprender a amarse a sí
mismos aceptando la historia
personal y las conductas
codependientes.
Compartiendo y
apoyando el proceso de
autodescubrimiento que cada
persona va consiguiendo en
cada reunión.
Hombres y mujeres libres del
estilo autodestructivo por
el que se regían; gozando
de nuevos niveles de dicha,
aceptación y serenidad para
forjar relaciones honestas y
libres con ellos mismos y con
los demás.
Personas desarrolladas en
diversos ámbitos de su
vida aplicando habilidades
aprendidas dentro del grupo.
A mujeres y hombres, jóvenes
y personas mayores; solteros,
parejas, casados, separados o
divorciados con problemas al
relacionarse consigo mismos,
con otros, que no pueden
lograr relaciones duraderas y
estables.
Servir y brindar la oportunidad
de aprender a vivir sin
relaciones destructivas a todos
aquellos que lo necesiten
y deseen, proporcionando
orientación y apoyo
psicológico para su desarrollo
integral.
Proporcionando un espacio
de apoyo, comprensión
y respeto que favorezca
el desarrollo integral de
cada uno de los miembros
brindándoles orientación y
apoyo psicológico para dicho
desarrollo.
A personas divorciadas o
en proceso, madres solteras
y solteras, mayores de 18
años y personas casadas con
problemas en su relación de
pareja.
Fomentar la integración
familiar, que las personas
aprendan a estar bien consigo
mismas para establecer
relaciones positivas.
Compartiendo experiencias
promueven la identifi cación
y liberación de las ataduras
emocionales del pasado y
del control compulsivo en el
presente.
Personas capaces de saber
qué hacer con sus problemas,
reconociendo las ventajas que
el grupo les aporta.
Familias Anónimas
Codependientes Anónimos
Sin Relaciones Destructivas
Divorciados Anónimos
Figura 2. Síntesis de objetivos y tareas de grupos para la atención de la codependencia
Mujeres y adicciones
137
Perspectiva de género
Diversos autores han señalado que la familia es el valor más importante dentro de la cultura
mexicana y, en este sentido, la mujer es un elemento crucial para mantenerla unida. De tal forma
que la mujer es un agente de socialización, integración y “proveedora de cuidado”, características
que la llevan a consolidar su identidad femenina mediante el ejercicio de su maternidad, que
implica responsabilidades tradicionalmente consideradas el fin último de su existencia. Una
existencia ambivalente que en primera instancia se define a través de la admiración de su
sufrimiento y abnegación ante su rol femenino y las adversidades de la vida. Al mismo tiempo,
refleja evidente inequidad en cuanto a las oportunidades de crecimiento en diversos aspectos
como educación y trabajo, de donde se han visto relegadas y excluidas (Natera, Mora y Tiburcio,
1997; Medina-Mora, 2001; DiGirolamo y Salgado, 2008).
De esta forma, la identidad femenina es generalmente concebida como un agente proveedor
de cuidado y crianza, en ella se deposita la responsabilidad de atender las necesidades de su
familia y de resolver las problemáticas que se le presentan. Cuando existe consumo de sustancias
en el núcleo familiar, la responsabilidad de la mujer se extiende a mantener el equilibrio de la
familia a través de diversos mecanismos. Estos esfuerzos constituyen estereotipos femeninos
de conducta ampliamente aceptados, difundidos y promovidos socialmente a pesar de las
implicaciones en la salud física, mental y emocional de las mujeres (Favorini, 1995; Roehling,
Koelbel y Rutgers, 1996).
Es importante señalar que estas características femeninas de sensibilidad, emocionalidad y
cuidado podrían ser comparadas e inclusive equiparadas a aquellas características que poseen las
personas codependientes, en el sentido de que ambas posturas parecen estar al pendiente de las
necesidades del/a otro/a, anteponiéndolas a las propias y llegando entonces a un nivel de olvido
de sí mismas (Haaken, 1993). Quizá es la razón principal por la cual comúnmente se considera
que la codependencia es un estilo de relacionarse particular del sexo femenino: cuando existe un
consumidor de sustancias, la mujer es quien generalmente asume la responsabilidad de cuidar,
proteger y ayudar al/a usuario/a volcando toda su atención en éste/ésta, fracturando así la
homeostasis y la estructura familiar, situación que amenaza a las y los integrantes de la familia.
Con lo anterior resulta importante hacer la distinción entre cuidado normal y patológico. Si
se piensa que dar cuidado forma parte de las características femeninas, entonces se podría llegar
a la conclusión que la conducta codependiente es un comportamiento típico de las mujeres y,
más aún, este comportamiento podría ser transmitido a los/las hijos/as, repitiéndose entonces
dichos patrones de relación (Fuller y Warner, 2000). Se ha investigado que los/las hijos/as de
consumidores/as de alcohol tienden a asumir el papel de progenitores/as de los/las hermanos/
as más pequeños/as, adquiriendo responsabilidades propias de un/a adulto/a, modificando su
desarrollo (Cleaver, Unell y Aldgate, 1999). Por otro lado, se ha documentado que estos/as
hijos/as presentan alcoholismo y abuso o dependencia a otras sustancias, tales como el tabaco
y otras drogas ilegales en la etapa adulta (Sher, 1997). Es importante mencionar que, aunque
la evidencia no es contundente, existen datos significativos que indican que los/as hijos/as de
padres/madres alcohólicos/as presentan mayor prevalencia de síntomas de depresión, ansiedad,
trastorno oposicionista desafiante, trastorno antisocial de la personalidad y trastorno por déficit
de atención con hiperactividad que la población en general (Sher, 1997; Lewis, 2000).
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
138
Roehling, Koelbel y Rutgers (1996) sugieren que la codependencia es una forma de
afrontar el consumo de sustancias de un/a integrante de la familia por parte de las mujeres;
ya que a través de estas conductas buscan subsanar el equilibrio y los efectos negativos del
consumo de sustancias. No obstante, en otro estudio se encontró que haber tenido padre/
madre que ejercieran una autoridad de forma coercitiva anteponiendo las necesidades de
terceros a las propias, explicaba, desde otra perspectiva, las conductas codependientes donde
el sexo no hacía una diferencia significativa (Delgado y Pérez, 2004). Por lo tanto, es posible
ver la codependencia como una conducta compensatoria, con el fin de proteger el entorno y
la dinámica familiar de situaciones adversas, más que un signo y/o síntoma de psicopatología
propio de las mujeres.
Con base en esta información, podría plantearse la interrogante sobre si tener patrones
de relación codependientes son estilos aprendidos por las mujeres debido a que la sociedad
los promueve; o se trata de una forma de conducta y de relacionarse en la cual el sexo no
desempeña un papel importante. De ahí la importancia de llevar a cabo estudios que aborden
dicha cuestión.
Aproximaciones científicas del fenómeno de la codependencia
Hasta aquí se ha abordado el fenómeno de la codependencia a partir de los enfoques de ayuda-
mutua, que se han caracterizado por tener una amplia difusión y aceptación. No obstante, debe
mencionarse que existen otras aproximaciones cuyo sustento científico ha permitido conocer de
forma más clara, sistemática y ordenada cuáles son los efectos de convivir con un/a usuario/a
de sustancias psicoactivas (alcohol y otras drogas). Dichos enfoques, aun sin emplear el término
“codependencia”, ofrecen un panorama de este fenómeno apoyado en evidencia empírica, que
sustenta la idea de que interactuar con un/a consumidor/a de sustancias ejerce un efecto
significativo en las vidas de quienes tienen una relación con dicho/a usuaria/o.
A continuación se abordan los efectos que la conducta adictiva tiene en la dinámica familiar,
en la salud de los miembros y en la forma de enfrentamiento de los familiares; las barreras a los
que éstos se enfrentan para solicitar ayuda ante su situación; su papel dentro de la recuperación
del consumidor y los esfuerzos realizados por operacionalizar y medir la codependencia.
Efectos en las personas con algún familiar consumidor de sustancias
En los últimos años ha surgido una amplia literatura respecto a los efectos del consumo de
sustancias psicoactivas en el núcleo familiar. Estos/as autores/as han documentado que las
personas que viven en un ambiente familiar donde el consumo de sustancias está presente,
tienen mayores dificultades para adaptarse social y psicológicamente a su entorno, además de
generar deterioro, estrés y tensión constante en el interior de la familia (James y Goldman, 1971;
Filstead et al., 1981; Montgomery y Johnson, 1992; Orford, Natera, Davies, Nava, Mora, Rigby,
Bradbury, Copello y Velleman, 1998; Hurcom, Copello y Orford, 2000; Orford, Natera, Copello,
Atkinson, Mora, Velleman, Crundall, Tiburcio, Templeton y Walley, 2005).
Al respecto, Orford et al. (2005), mencionan que además del estrés que experimentan las
personas que viven con un/a consumidor/a, también hay una constante preocupación debido a
Mujeres y adicciones
139
que el consumo representa una amenaza para su familia, tanto en cuestiones económicas como
en relaciones intra e interpersonales con ellos/as mismos/as y con el/la consumidor/a. Estas
relaciones se presentan en cuatro facetas que se describen a continuación:
Faceta 1. Estrés
En la interacción existe agresividad y, en algunos casos, violencia. Es común que el familiar
tenga incertidumbre acerca de cómo serán las reacciones del/a consumidor/a, ya que éste/a
presenta variaciones constantes en el estado de ánimo y existen manifestaciones de violencia
y agresividad a través de gritos, insultos, golpes e inclusive amenazas de muerte.
Discusiones sobre dinero y bienes materiales. El/la consumidor/a suele pedir a sus familiares
dinero prestado o regalado. Cuando la ayuda económica se le niega, la o el familiar se
preocupa porque aquél/aquélla pueda robar para conseguirlo generándole problemas de tipo
legal. También se hace presente en los familiares la preocupación de no saber para qué el/la
consumidor/a empleará el dinero prestado.
Incertidumbre sobre el paradero del/a consumidor/a y sobre su hora de llegada a casa. Esta
situación se experimenta por parte del/a familiar al pensar que el/ la usuario/a se encuentra
en peligro por las calles, bajo los efectos de la sustancia; vulnerable y relacionándose con
personas peligrosas, sin saber cuándo llegará o en qué condiciones lo hará.
Faceta 2. Preocupación por el familiar consumidor
Salud física y mental. Las y los familiares se preocupan por padecimientos que pueden llegar a
afectar al/a consumidor/a, tales como sobredosis, cambios de peso, hipertensión, problemas
en el hígado y pulmones entre otros órganos, alucinaciones, ansiedad, ideación e intentos
suicidas, síndrome de abstinencia, etcétera.
Abandono de sí mismo/a. Esta preocupación por parte del familiar se presenta ante el
descuido del/a consumidor/a de sí mismo/a, de su propia salud y seguridad física, de su
apariencia, de sus actividades y de sus posesiones.
Educación y trabajo. Esta área implica intranquilidad del familiar ante la posible pérdida de
trabajo, ausentismo e inestabilidad laboral y escolar de quien hace uso de la sustancia.
Asuntos financieros. El familiar siente preocupación ante deudas, falta de liquidez monetaria,
robo, prostitución para obtener dinero y gastos excesivos del/a consumidor/a.
Frecuencia, cantidad y forma de consumo. Incluye inquietud ante la constante intoxicación
en el/la consumidor/a; y al observar señales que indican que hubo consumo, así como no
poder predecirlo y que el único interés del/a usuario/a sea el tomar alcohol o usar drogas.
Faceta 3. La vida familiar es amenazada por el consumo
Cuando existe consumo, la dinámica familiar cambia por completo, afectando las áreas
económica y comunicativa, o la integridad física y psicológica de las y los integrantes. Puede
presentarse mayor estrés y preocupación cuando el consumo ocurre en casa, causando
cambios que restringen las relaciones sociales de la familia.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
140
Faceta 4. Signos de tensión para las y los miembros de la familia
Estos signos de tensión se aprecian en diferentes áreas de la vida del familiar del consumidor y
comprenden:
Afectaciones en la imagen y autoestima de las y los familiares, sentimientos de minusvalía.
Ansiedad, preocupación, mal humor, nerviosismo.
Sentimientos de depresión, infelicidad, ideación suicida, pérdida de confianza.
Culpabilidad y autodevaluación.
Ira, sentimientos de haber sido traicionados/as, sentimientos mezclados de amor y odio y
rechazo hacia el/la consumidor/a.
Miedo y soledad.
Figura 3. Efectos en las personas con algún familiar consumidor de sustancias
Nota: Elaborada con fundamento en la teoría de Orford, Natera, Copello, Atkinson, Mora, Velleman, Crundall,
Tiburcio, Templeton, Walley. 2005
Faceta 1: Estrés
Faceta 2: Preocupación
por el familiar
Faceta 3: La vida familiar
es amenazada por el
consumo
Faceta 4: Signos de
tensión para los miembros
de la familia
Efectos
Como resultado del estrés crónico y de la preocupación provocada al vivir con un/a consumidor/a,
se presenta un cambio de roles en la familia, modificándose las interacciones de las y los
integrantes, significando ese nuevo orden una forma de lidiar con la preocupación y las tensiones
(Herold, Beckham y McEnry, 1991).
De acuerdo con la evidencia otorgada por diversos/as autores/as, los efectos negativos se
presentan universalmente, independientemente de la cultura y el nivel de desarrollo económico
(Orford, et al., 1998; Orford, Natera, Velleman, et al., 2001). Estos/as autores/as han
conducido estudios tanto en Inglaterra como en la ciudad de México y Australia (Orford et al.,
2005) replicándose la evidencia antes descrita.
Mujeres y adicciones
141
Hasta este punto se ha hablado sobre cómo la conducta adictiva impacta el ambiente
y las relaciones familiares, pero existen otros enfoques que analizan el papel que la familia
puede jugar como favorecedora del consumo de sustancias; no obstante, esta información
no se incluye en este documento debido a que se encuentra fuera de los objetivos del mismo
(véase Steinglass, 1980).
Como se puede apreciar y de acuerdo con los puntos tratados anteriormente, el consumo
de una sustancia, y en general las conductas adictivas, no solo afectan a la o al consumidor/a
como tal, sino que representa un conjunto de consecuencias que van aumentando y afectando
a diversos sectores de la sociedad, marcando en definitiva a las personas que sufren de dichas
consecuencias. De esto se desprende la pregunta de cómo las familias hacen frente a estos
efectos adversos de la conducta adictiva, cuestionamiento que se intentará resolver en la
siguiente sección del presente documento.
Estilos de enfrentamiento
La forma en que las familias han de sobrellevar estos efectos negativos es fuertemente
influida por el ambiente en que se encuentran. Natera, Orford, Tiburcio y Mora (1998)
han desarrollado un modelo de enfrentamiento en el que plantean 8 estilos diversos (véase
figura 4 y tabla 2 del anexo). Cada uno de estos estilos tiene diversas características y son
mediados por el ambiente en que cada familia está inmersa.
La sociedad mexicana ha sido considerada colectivista en el sentido de que “se valora la
seguridad, la obediencia, el sacrificio, y en condiciones adversas se transforman a sí mismos
para adaptarse a las situaciones…” (Natera, Orford, Copello, Mora, Tiburcio y Velleman,
2003, p. 9). Quizá esta aseveración puede dar la pauta de cómo la familia y principalmente
las mujeres en ella, la madre y/o la esposa, se enfrentan ante el consumo, propiciando de
esta forma estilos codependientes de relacionarse, debido a que se espera que sepan cómo
resolver el problema o por lo menos lleven a cabo acciones que sostengan de alguna forma
la dinámica familiar.
Herold, Beckham y McEnry (1991) apuntan que en las familias disfuncionales, como
aquellas donde existe el consumo, los integrantes suelen responder actuando radicalmente,
es decir, en ocasiones niegan por completo el problema y cualquier tipo de ayuda que se
les pueda ofrecer. En el otro extremo están quienes aceptan la problemática, pero no son
capaces de enfrentarse a ella de modo que ésta sea resuelta. Estos estilos traen consigo caos
y un sentido de desesperanza, de no saber qué sucederá.
De lo expuesto hasta aquí surgen las preguntas de qué puede hacer el familiar para mejorar
su situación y de qué recursos echar mano para contrarrestar los efectos negativos de tener
un/a pariente con un problema de uso de sustancias. En la siguiente sección se exploran
las barreras por las cuales las personas generalmente no piden ayuda para sobrellevar dicha
problemática.
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142
Figura 4. Estilos de enfrentamiento
Nota: Elaborada con fundamento en la teoría de Orford, Natera, Copello, Atkinson, Mora, Velleman, Crundall,
Tiburcio, Templeton, Walley. 2005
Estilos de
enfrentamiento
Evitador
Controlador
Inactivo
Confrontativo
Apoyador
Independiente
Emocional
Tolerante
Barreras de tratamiento para familiares
de consumidores/as de sustancias
Cuando existe una situación de consumo en la familia pueden presentarse diversas barreras en la
búsqueda de apoyo para tratar esta problemática. Natera, Mora y Tiburcio (1999) mencionan
que éstas pueden abarcar desde lo familiar y microsocial hasta lo macrosocial. Dentro del nivel
familiar se incluyen creencias y valores de la propia familia del consumidor, el miedo y la vergüenza
experimentados ante la problemática, aunados a la carencia de información.
Dentro del micronivel se encuentran elementos como amigos, vecinos y obligaciones laborales
y productivas que impiden acudir a tratamiento.
En el nivel macrosocial se sitúan la cultura, los mitos, los valores y las creencias. Desde esta
perspectiva, se considera que la mujer es quien debe absorber los efectos negativos del consumo
en actitud abnegada, sumisa e inclusive culpable de las conductas del consumidor, al fallar quizá, en
su papel como elemento socializador, cuidador y dador de seguridad y estabilidad. La madre y/o
la esposa, ante esta situación deben ocultar la problemática para evitar ser juzgadas. La mujer es,
desde este punto de vista, responsable del cuidado del usuario de sustancias; se debe a él y hará
lo posible por ayudarlo y si no puede solucionar el problema del consumo, debe sobrellevarlo. Si a
todos estos factores se añade la baja efectividad en la respuesta de los servicios de salud de nuestro
país, encontramos un panorama falto de recursos de apoyo social.
Si bien es cierto que las mujeres se pueden enfrentar a diversos estereotipos y preconcepciones,
también se ha dicho que son capaces de desarrollar fortalezas que les permiten emerger como
fuente de bienestar, protección y cuidado para sus familias (DiGirolamo y Salgado, 2008).
Mujeres y adicciones
143
Se podría entonces dar un giro en el sentido de que las adversidades pueden asimismo dar poder y
decisión a las mujeres.
Otro significativo
Hasta aquí se han expuesto primordialmente los efectos que el consumo trae para las y los familiares,
así como la forma en que éstos/as los enfrentan. Pero también es necesario mencionar que el familiar
y en general el otro significativo (persona o personas que aunque no tengan un parentesco directo
con la consumidora están involucradas en su problemática y rehabilitación) pueden representar un
apoyo clave en las intervenciones destinadas al tratamiento del uso de drogas.
El hecho de que los otros significativos participen en el tratamiento del/a usuario de sustancias,
se asocia con mejores resultados para el/a consumidor/a (Azrin, 1976; Hunt y Arzin 1973; Azrin
et al., 1982; Sisson y Azrin, 1986).
La literatura reporta que la inclusión de otros significativos y familia puede mejorar su propia
situación, así como su relación con quien hace uso de la sustancia (Cheek, et al., 1971; Cutter y
Cutter, 1987).
Existen diversas intervenciones que involucran a los otros significativos (Copello, Velleman y
Templeton, 2005); se pueden dividir en tres (véase figura 5) y se describen a continuación:
1. Intervenciones destinadas a promover que el/la usuario/a empiece un tratamiento
Se ha demostrado que la familia y las conductas que ésta lleve a cabo pueden ayudar a la y al/
usuario/a de sustancias a iniciar un tratamiento para abandonar el consumo (Liddle, 2004).
Por ejemplo, en el modelo desarrollado por Barber y Crisp (1995), llamado “presiones para
el cambio” se busca cambiar la conducta de los miembros de la familia, haciendo que el/la
usuario/a de alcohol inicie un tratamiento. En la propuesta del Reforzamiento Comunitario y
Entrenamiento Familiar (craft por sus siglas en inglés) se propone enganchar al/a usuario/a
al tratamiento a través del trabajo con los otros significativos y de fuentes de reforzamiento
ambientales para éstos/as y el/la consumidor/a mismo/a (Azrin, 1976; Azrin, Sisson, Meyers
y Godley, 1982; Hunt y Azrin, 1973).
2. Intervenciones destinadas a solucionar las propias necesidades
de las y los familiares del/a consumidor/a
Con el fin de apoyar a las y los familiares de consumidores/as de sustancias, se han desarrollado
diversas intervenciones que se centran en las necesidades del/a familiar. Tienen como objetivo
reducir los efectos negativos de vivir con un/a consumidor/a, a través del entrenamiento
en habilidades y estilos de afrontamiento que permiten al/a familiar adquirir conductas más
eficientes. (Dittrich et al., 1984; Copello, Orford, Velleman, Templeton y Krishnan, 2000,
Fairbairn, 2002; Copello, Velleman y Templeton, 2005). Estas intervenciones han demostrado
ser efectivas al reducir los efectos negativos de convivir con quien usa alguna droga o alcohol.
Sin embargo, son menos comunes en comparación con las destinadas a impactar directamente
en el consumo del/a usuario/a (Copello et al., 2009).
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
144
En este tipo de intervenciones se encuentra el modelo de Natera, Orford, Tiburcio y Mora
(1998), mencionado con anterioridad. Se basa en la aproximación estrés-enfrentamiento-
salud, enfocado en propiciar que las y los familiares identifiquen y reflexionen respecto a
las formas en que han hecho frente al problema del consumo y a sus consecuencias para
reaccionar de formas más efectivas que ayuden a reducir su tensión.
Otro modelo es la aproximación planteada por Cruz, Gaona y Sánchez-Sosa (2006).
A través de un abordaje cognitivo conductual, se busca identificar sesgos cognitivos y proveer
estrategias de regulación emocional y habilidades interpersonales a parejas de consumidores
de alcohol, impactando directamente en la autoestima, las estrategias de afrontamiento,
asertividad e incomodidad ante situaciones intimidantes.
3. Intervenciones que involucran la participación tanto de las y los familiares
como del/a consumidor/a en el tratamiento de este/a último/a
En estas intervenciones se involucra a la familia dentro del proceso de modificación del
consumo, promoviéndose beneficios en diferentes áreas de la vida del/a consumidor/a y
sus familiares, así como la relación que existe entre ellos/as. Algunos elementos de estas
intervenciones pueden ser el consejo marital y el entrenamiento en habilidades sociales
(Copello, Velleman y Templeton, 2005).
Figura 5. Tipos de intervención que incluyen al “otro significativo”
Nota: Elaborado con fundamento en la teoría de: Copello, Velleman & Templeton (2005)
1
2
3
Intervenciones destinadas
a promover que el usuario
empiece un tratamiento.
Intervenciones destinadas
a solucionar las propias
necesidades de los familiares
del consumidor.
Intervenciones que involucran
la participación tanto de los
familiares como del consumidor
en el tratamiento de este último.
Presiones para el cambio: cambia la conducta de los
familiares facilitando el ingreso al tratamiento del
usuario de alcohol (Barber y Crisp, 1995).
Reforzamiento Comunitario y Entrenamiento Familiar
(CRAFT): engancha al consumidor al tratamiento
trabajando con los otros significativos y con los
reforzadores ambientales (Arzin, 1976; Arzin, Sisson,
Meyers & Godley, 1982; Hunt & Arzin, 1973).
Entrenamiento en habilidades y estilos de enfrentamiento:
reduce los efectos negativos de vivir con un consumidor
de sustancias (Dittrich et al., 1984; Copello, Orford,
Velleman, Templeton y Krishnan, 2000, Fairbairn, 2002;
Copello, Velleman y Templeton, 2005).
Análisis del estilo de enfrentamiento: permite decidir si se
continúa o se modifica el estilo de enfrentamiento (mo-
delo de Natera, Oford, Tiburcio y Mora, 1998).
Cognitivo conductual: identifica sesgos cognitivos y
provee estrategias de regulación emocional y habilidades
interpersonales (Cruz, Gaona y Sánchez-Sosa, 2006).
Involucra a la familia dentro del proceso de modifi-
cación del consumo, como el consejo marital y
entrenamiento en habilidades sociales (Copello,
Velleman y Templeton, 2005).
Mujeres y adicciones
145
Escalas de evaluación de la codependencia
Tradicionalmente el término “codependencia” se ha utilizado en un nivel teórico dejando
hasta cierto punto de lado su operacionalización y aproximación psicométrica, elementos que
constituyen sin duda alguna el comienzo para su estudio de manera científica al proporcionar una
visión medible y objetiva de este término (O’Brien y Gaborit, 2006).
En la tabla 3 del anexo se presentan instrumentos elaborados en distintas culturas para
tener una aproximación psicométrica del concepto. El Instrumento de Codependencia (ICOD)
realizado por Gloria Noriega Gayol y Luciana Ramos Lira con mujeres mexicanas en 2002, es un
instrumento de tamizaje utilizado para detectar casos de codependencia en la relación de pareja.
Cuenta con un total de 30 reactivos con respuestas de tipo ordinal (3= “no” 0= “mucho”)
autoaplicable. Tiene una confiabilidad de Alpha de Cronbach de 0.9201, una validez Kappa de
0.8409 y una varianza explicada de 50.8 por ciento.
Su estructura se compone de cuatro factores: 1. Mecanismo de negación, 2. Desarrollo
incompleto de la identidad, 3. Represión emocional y 4. Orientación rescatadora. Las autoras
del instrumento concluyen que el icOD posee adecuadas características psicométricas y es
efectivo al detectar casos de codependencia en mujeres mexicanas que podría ser empleado con
la finalidad de ofrecer tratamiento a quien lo requiera.
Holyoake Codependency Index (HCI) es otra prueba realizada por Greg E. Dear, Clare y M.
Roberts en Australia en el año 2000, la cual mide la codependencia vista como un constructo con
cuatro características: Enfoque Externo (External Focusing), Auto-Sacrificio (Self-sacrificing),
Control Interpersonal (Interpersonal control), Supresión Emocional (Emotional Supresion). Fue
aplicada en clientes de orientación psicológica (counseling) en familias con problema de abuso
de sustancias, mujeres de la comunidad y estudiantes universitarios. Cuenta con 13 reactivos
con respuestas en escala Likert (1. “completamente en desacuerdo”; 2. “en desacuerdo”; 3.
“indeciso”; 4. “de acuerdo”; 5. “completamente en desacuerdo”); con una confiabilidad de 0.83
de Alpha de Cronbach y 0.84 de validez de constructo al correlacionar con otras variables. Su
estructura factorial se conforma de tres subescalas: 1. External focus, 2. Reactivity y 3. Self-
sacrifice. Los/las autores/as del instrumento señalan que la validez de constructo en éste
es difícil de determinar debido a la escasez de estudios en que se ha utilizado. No obstante,
mencionan que sus propiedades psicométricas son mejores que las de otros instrumentos que
miden la codependencia.
Por último, Augusto Pérez Gómez y Diana Delgado Delgado, en el año 2003, realizaron el
Instrumento de Codependencia en Colombia, para medir la codependencia con base en tres
subescalas: 1. Focalización en el otro / Negligencia de sí mismo; 2. No Afrontamiento y 3.
Sobrecontrol; se aplicó a dos grupos de personas. El primero se conformaba con un/a familiar
consumidor/a de sustancias, mientras que el segundo grupo se constituía de personas en general
de la comunidad. Cuenta con 45 reactivos y confiabilidad de Alpha Cronbach por subescalas: 1.
Focalización en el otro: 0.85; 2. No afrontamiento: 0.76 y 3. Sobrecontrol: 0.85. La estructura
factorial se obtiene al superponer el factor Sobrecontrol con el de Focalización en el otro
formando un nuevo factor llamado “La necesidad compulsiva de ayudar”. Los/las autores/as,
como parte del mismo estudio en que probaron este instrumento, se propusieron determinar
si las personas que sostenían una relación afectiva con un/a consumidor/a de sustancias
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
146
psicoactivas o con alguien afectado/a por un desorden compulsivo, presentaban en mayor grado
las características asociadas a la codependencia. Encontraron que las personas definidas como
codependientes presentaron mayores puntajes en las escalas de la prueba. Los/las autores/as
concluyen que el instrumento es adecuado para medir la codependencia y se puede utilizar en los
países de habla hispana.
Recomendaciones y necesidades
De la revisión de las distintas aproximaciones en nuestro país a la codependencia, se derivan una
serie de recomendaciones y propuestas para modificar y mejorar las actuales políticas, planes y
programas de tratamiento. A continuación, se detalla lo más relevante:
Comprender que la codependencia es un fenómeno existente, a pesar de no estar catalogada
como una entidad mórbida bien difinida dentro de los sistemas de clasificación diagnóstica de
enfermedades mentales conocidos como la CIE o el DSM.
Hacer conciencia de que a pesar de no tener una definida clasificación de la codependencia como
enfermedad, las personas que la padecen, presentan cuadros sindromáticos caracterizados por
conductas compulsivas, pensamiento obsesivo, alteraciones en el estado de ánimo, alteraciones
del sueño, alteraciones de la conducta alimentaria, rasgos pasivo-agresivos, exacerbación
de problemas psicosomáticos, alejamiento de la vida social, tolerancia al abuso físico y/o
emocional, entre otras, mismas que requieren atención médica-psiquiátrica integral.
Concientizar en que el fenómeno de la codependencia no es ajeno a la enfermedad de la
adicción, sino que son fenómenos que se presentan con alta correlación, misma que hay que
atender de forma integral.
Promover e incentivar el desarrollo de investigaciones científicas que evidencien la problemática
de las familias mexicanas involucradas con alguna enfermedad adictiva que complementen a
las pocas existentes.
Lograr la adherencia del programa de detección de codependencia a programas matrices
similares, que están incluidos en el Sector Salud y que cuentan con subsidio del Seguro Popular.
Crear estrategias de detección temprana del fenómeno entre familiares y figuras significativas
de la persona en que recae la atención.
Fomentar la búsqueda propositiva de casos, candidatos a recibir intervenciones a través de
instrumentos sensibles y estandarizados aplicados por personal de salud.
Prodigar servicios asistenciales oportunos sensibles a las necesidades del sector solicitante,
como perspectiva de género, antecedentes de abuso, violencia, estigma y apoyo social.
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Mujeres y adicciones
149
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Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
150
Tabla 2. Cuadro Comparativo de Grupos de Ayuda-mutua
Mundial Nacional
Organización Número de
centros Miembros
Población a
la que está
dirigido
Objetivo
Año en
que se
fundó
Número
de
centros
Miembros
Población a
la que está
dirigido
Objetivo
Año en
que se
fundó
Al-Anon 26 000 en
131 países
Con un pro-
medio de 13
miembros
Hombres y
mujeres que
son cónyuges,
parientes o
amigos de
personas con
problemas con
el consumo de
alcohol.
Ayudar a los familiares
de los enfermos alco-
hólicos, practicando
un programa de los 12
pasos de ayuda-mu-
tua, comprendiendo
y estimulando a los
familiares aquejados
por la enfermedad del
alcoholismo.
195113 0002
No estimado
debido a la
naturaleza
flotante de los
miembros.2
Hombres y
mujeres que
son cónyuges,
parientes o
amigos de
personas con
problemas con
el consumo de
alcohol
Ayudar a los
familiares y
amigos de los
alcohólicos,
mediante el
programa
de los Doce
Pasos.
19652
Alateen 2 300
No estimado
debido a la
naturaleza
flotante de
los miem-
bros.2
Jóvenes entre
12 y 18 años
de edad que
tienen algún fa-
miliar o amigo
con problemas
relacionados
al consumo de
alcohol.
Como parte de Al-
Anon, Alateen ayuda
a que los jóvenes
se recuperen de los
efectos ocasiona-
dos por vivir con un
pariente o amigo con
problemas de alcoho-
lismo. Se basa en los
Doce Pasos, las Doce
Tradiciones y los Doce
Conceptos de Servicio.
195716002
Con una media
aproximada de
5 miembros
por grupo.2
Jóvenes entre
12 y 18 años
de edad que
tienen algún
familiar o
amigo con
problemas
relacionados
al consumo de
alcohol.
Como parte de
Al-Anon, Ala-
teen ayuda a
que los jóvenes
se recuperen
de los efectos
ocasionados
por vivir con
un pariente
o amigo con
alcoholismo. Se
basa en el pro-
grama de los
Doce Pasos.
19682
Mujeres y adicciones
151
Mundial Nacional
Organización Número de
centros Miembros
Población a
la que está
dirigido
Objetivo
Año en
que se
fundó
Número
de
centros
Miembros
Población a
la que está
dirigido
Objetivo
Año en
que se
fundó
Adult Children of
Alcoholics (ACA o
ACoA).
No se
cuenta con
informa-
ción.
No se cuenta
con informa-
ción.
Hombres y
mujeres con
personalidades
dependientes a
otra persona6.
Promover la recupe-
ración de personas
adultas de los efectos
de haber crecido en
una familia alcoholica
y disfuncional.
19786
No existe
en Méxi-
co.
No existe en
México.
No existe en
México.
No existe en
México. No aplica.
Familias
Anónimas
500 aprox.
en 21
países.
No estimado
debido a la
naturaleza
flotante de la
población3.
Hombres y
mujeres que
están siendo
afectados por
los problemas
de alguien cer-
cano a ellos
Hacer algo construc-
tivo, para acercarse
al problema del otro.
Facilitando la convi-
vencia
19713180
No estimado
debido a la
naturaleza
flotante de la
población3.
Hombres y
mujeres que
están siendo
afectados por
los proble-
mas de al-
guien cercano
a ellos.
Hacer algo
constructivo,
para acercar-
se al proble-
ma del otro.
Facilitando la
convivencia.
19863
Codependientes
anónimos 1 2354
Mínimo 2
personas en
cada grupo,
sin límite de
cupo
Hombres y
mujeres
Desarrollar relaciones
sanas y satisfactorias 19864
43
registra-
dos4.
Mínimo 2
personas en
cada grupo,
sin límite de
cupo
Hombres y
mujeres
Desarrollar re-
laciones sanas
y satisfactorias
A finales
de los
ochenta4.
Tabla 2. Cuadro Comparativo de Grupos de Ayuda-mutua
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
152
Mundial Nacional
Organización Número de
centros Miembros
Población a
la que está
dirigido
Objetivo
Año en
que se
fundó
Número
de
centros
Miembros
Población a
la que está
dirigido
Objetivo
Año en
que se
fundó
Divorciados anóni-
mos
No se cuenta
con informa-
ción.
No se cuenta
con la infor-
mación.
Personas
divorciadas,
en proceso
de divorcio,
separadas,
viudas, madres
solteras, mayo-
res de 18 años
y personas
casadas con
problemas de
pareja.
Fomentar la integra-
ción familiar, que las
personas aprendan
a estar bien con-
sigo mismas para
establecer relaciones
positivas.
No se cuenta
con
información.
No se
cuenta con
informa-
ción.
No se cuenta
con informa-
ción.
Personas
divorciadas o
en proceso,
madres solte-
ras, mayores
de 18 años
y personas
casadas con
problemas en
su relación de
pareja.
Fomentar la
integración
familiar, que
las personas
aprendan a
estar bien
consigo
mismas para
establecer
relaciones
positivas.
No se
cuenta con
la informa-
ción
Tabla 2. Cuadro Comparativo de Grupos de Ayuda-mutua
Mujeres y adicciones
153
Mundial Nacional
Organización Número de
centros Miembros
Población a
la que está
dirigido
Objetivo
Año en
que se
fundó
Número
de
centros
Miembros
Población a
la que está
dirigido
Objetivo
Año en
que se
fundó
Sin
relaciones destruc-
tivas A.C.
“Escuelas para la
vida”
No se
cuenta con
la informa-
ción.
No se
cuenta con
la informa-
ción.
Mujeres y
hombres, jóve-
nes, adultos y
personas ma-
yores; solteros,
parejas, casa-
dos, separados
o divorciados
con problemas
al relacionarse
consigo mis-
mos, con otros,
que no pueden
lograr relacio-
nes duraderas
y estables.
Servir y brindar la
oportunidad de
aprender a vivir sin re-
laciones destructivas
a todos aquellos que
lo necesiten y deseen,
proporcionando
orientación y apoyo
psicológico para su
desarrollo integral5.
No se
cuenta
con la
informa-
ción.
No se
cuenta
con
informa-
ción.
No se cuenta
con la informa-
ción.
Mujeres y
hombres, jó-
venes, adultos
y personas
mayores;
solteros, pare-
jas, casados,
separados o
divorciados
con proble-
mas al relacio-
narse consigo
mismos, con
otros, que no
pueden lograr
relaciones
duraderas y
estables.
Servir y
brindar la
oportunidad
de aprender
a vivir sin
relaciones
destructi-
vas a todos
aquellos que
lo necesiten y
deseen, pro-
porcionando
orientación
y apoyo psi-
cológico para
su desarrollo
integral5.
1991
1 Ayllón, C. (1998). Factores de riesgo que mantienen la codependencia en la conducta alcohólica. Tesis de licenciatura, Universidad Autónoma de México, México, D.F.
2 Comunicación personal Al-Anon, Alateen, 11 de mayo de 2010.
3 Comunicación personal Familias Anónimas, abril de 2010.
4 Comunicación personal Codependientes Anónimos, abril de 2010.
5 http://www.relacionesdestructivas.org
6 http:www.adultchildren.org/
Tabla 2. Cuadro Comparativo de Grupos de Ayuda-mutua
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
154
Tabla 3. Estilos de enfrentamiento
Tipo de
enfrentamiento Características Ventajas Desventajas Sentimientos relacionados
Emocional
Expresión abierta y directa de emociones.
Pérdida de control emocional del familiar quien
actúa impulsivamente y recurre a golpes o
insultos.
El familiar actúa de forma na-
tural, sintiendo alivio al liberar
tensión.
El familiar puede sentir culpa al pensar
que con dichas reacciones promueven el
consumo; desgaste emocional.
Es posible que el usuario haga lo contrario
de lo que le pide el familiar.
Enojo, sensación de haber
sido lastimado, sentirse
perturbado, confusión.
Tolerante Aceptación por parte del familiar, disculpando
y encubriendo la conducta del consumidor.
Se evitan discusiones y se re-
duce aparentemente la tensión,
creando un mejor clima para los
demás.
El familiar puede sentir que abusan de él,
que no está enfrentando la situación y que
favorece el consumo.
Impotencia, preocupación y
culpabilidad.
Evitador Conductas con el objetivo de establecer
distancia física y emocional del consumidor.
Puede contribuir a que los
familiares sientan menos
tensión al percibir que tienen
control.
El consumidor se puede sentir aislado,
agravando su consumo. Puede
experimentarse desunión familiar.
Dolor, amargura, rencor,
tristeza.
Controlador
El familiar intenta controlar el consumo,
limitando el dinero, vigilando al consumidor
y haciéndole prometer que no usará más la
sustancia.
Ayuda a que el familiar tenga
la sensación de hacer algo
positivo y que hay esperanza de
cambiar.
En el usuario puede causar resentimiento.
Para el familiar puede ser muy estresante
tratar de controlar la conducta del usuario
y muy frustrante cuando esto no se logra.
Preocupación, desesperación,
cansancio extremo, sentirse
responsable por el otro.
Inactivo
Falta de acción del familiar, éste no actúa por
temor al usuario o porque no quiere involucrar-
se en el problema.
Puede ser una forma de enfren-
tar más apegada a la realidad
y ayudar a los familiares a ser
más independientes.
Los familiares siguen experimentando
descontento con la situación al percibir
que no hacen nada por cambiarla.
Desesperanza, indiferencia,
confusión, temor,
perturbación.
Mujeres y adicciones
155
Tipo de
enfrentamiento Características Ventajas Desventajas Sentimientos relacionados
Confrontativo
El familiar da a conocer al consumidor
tranquila y abiertamente su postura respecto
al consumo, le aclara que no está dispuesto
a tolerarlo. Trata de hacer entrar en razón al
usuario.
Da la sensación a los familiares
de no dejarse manipular.
Es un método más eficaz para
ayudar al usuario a controlar el
consumo.
El usuario puede reaccionar
desfavorablemente.
El familiar puede pensar que está en riesgo
de alejar al consumidor o de perderlo todo.
Sensación de fuerza y
tranquilidad.
Apoyador
Apoyo directo al usuario para modificar sus
hábitos de consumo, impulsarlo hacia sus
objetivos o ayudarlo a entrar en tratamiento.
Puede representar una
asistencia más eficaz para que
el usuario cambie su forma de
consumo al aceptarlo en vez de
rechazarlo.
Si el usuario no responde, los familiares
pueden sentir que pierden el tiempo.
Dificultad para distinguir entre apoyo y
excesiva tolerancia.
Amor por el usuario,
optimismo.
Independiente
Se busca fortalecer el bienestar del familiar al
continuar con las actividades normales en la
dinámica familiar.
Puede representar una ayuda
para manejar la tensión y
ansiedad y proteger a otros
miembros de la familia
alejándolos de la preocupación.
Los familiares pueden sentir que están
rechazando al usuario y que no están
ayudándolo.
Auto confianza, autoestima,
respeto y afecto hacia sí
mismos y hacia el usuario.
Tomado de: Natera, G., Orford, J., Tiburcio, M. y Mora, J., Prevención del consumo de Alcohol y Drogas en el Trabajador y sus Familiares. Manual para el orientador: Instituto
Nacional de Psiquiatría, México; 1998.
Tabla 3. Estilos de enfrentamiento
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
156
Tabla 4. Instrumentos que miden la codependencia
Nombre
de la
prueba
Autores, país
y año Número de reactivos Características
y población con la que se probó Confiabilidad Validez Estructura factorial y va-
rianza explicada
Instrumento
de
Codependen-
cia (ICOD)
Gloria Noriega
Gayol y Luciana
Ramos Lira
México
2002.
30 reactivos (respuestas: 0
“no”, 3 “mucho”)
Autoaplicación.
Instrumento de tamizaje para detectar
casos de codependencia en la relación de
pareja.
Mujeres mexicanas.
Alpha de Cronbach
: 0.9201
Kappa: 0.8409
Criterio
externo: sen-
sibilidad 76%,
especificidad de
69.05%
Cuatro factores: mecanismo de
negación, desarrollo incompleto
de la identidad, represión emo-
cional y orientación rescatadora.
50.8% de varianza explicada.
Holyoake
Codepen-
dency Index
(HCI)
Greg E., Dear
Clare M., Roberts
Australia
2000.
13 reactivos (respuestas:
1 “completamente en
desacuerdo”; 2 “en
desacuerdo”; 3 “indeciso”;
4 “de acuerdo”; 5
“completamente en
desacuerdo”).
Codependencia vista como un constructo
con 4 características: External focusing,
Self-sacrificing, Interpersonal control,
Emotional suppression.
Clientes usuarios de counseling para
familias con problema de abuso de
sustancias, mujeres de la comunidad y
estudiantes universitarios.
Alpha de Cronbach:
0.83 a 0.84
Validez de
contructo al
correlacionar
con otras
variables.
Tres subescalas: External focus,
Reactivity, Self-sacrifice.
Instrumento
de
Codependencia
Augusto Pérez
Gómez y Diana
Delgado Delgado
Colombia
2003
45 reactivos.
Mide la codependencia con base en
tres subescalas: Focalización en el
otro / Negligencia de sí mismo; No
Afrontamiento; y Sobrecontrol.
Personas con un familiar consumidor de
sustancias y personas de la comunidad en
general.
Reporta Alpha
de Cronbach por
subescalas.
Focalización en el
otro: 0.85
No afrontamiento:
0.76.
Sobrecontrol: 0.85
No reporta.
El factor Sobrecontrol
se superpone con el de
Focalización mostrando uno
nuevo titulado “La necesidad
compulsiva de ayudar”.
Mujeres y adicciones
157
Apartado “Desarrollo histórico de codependencia”
Autor Título Año Temática Método Población
Guevara Pérez, M.
Un enfoque de la codepen-
dencia en las esposas de
enfermos alcohólicos.
1993
Ofrece un análisis acerca de la
codependencia, sus orígenes e
implicaciones
Tesina/ Investigación docu-
mental No aplica
Espinosa de los
Monteros, R.
Una propuesta de interven-
ción para la codependencia
alcohólica como fenómeno
multifactorial.
1994
Realiza la propuesta de un tratamiento
para abordar la codependencia en mujeres
y prevención primaria en población
femenina adolescente.
Tesina/ Investigación docu-
mental. No aplica
Ayllón, C.
Factores de riesgo que
mantienen la codependencia
en la conducta alcohólica.
1998
Enfatiza la necesidad de implementar
alternativas de tratamiento para familiares
de personas consumidoras de sustancias
psicoactivas que presentan conductas
codependientes
Tesis/Cuantitativo.
60 personas de distintas
instituciones (Al-Anon,
Insame DIF, cENcA y
Hospital Psiquiátrico Infantil
de la Secretaria de Salud).
Natera G., Mora J. y
Tiburcio M.
El rol de las mujeres
mexicanas frente al consumo
de alcohol y drogas en la
familia.
1997
Explora el papel que juegan las mujeres
mexicanas que se enfrentan con el
consumo de sustancias al interior de la
familia.
Cualitativo.
20 madres y 20 esposas de
un consumidor de sustancias
en tratamiento o en agencias
comunitarias.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
158
Apartado “Desarrollo histórico de codependencia”
Autor Título Año Temática Método Población
Orford J., Natera G.,
Davies J., Nava A.,
Mora J., Rigby K.,
Bradbury, C., Copello,
A. y Velleman R.
Stresses and strains for
family members living with
drinking or drug problems in
England and Mexico.
1998
Describe los estresores y tensiones que
experimentan las personas que tienen un
familiar consumidor de sustancias.
Cualitativo.
24 personas (12 inglesas, 12
mexicanas) en su mayoría
mujeres.
Natera G., Mora J. y
Tiburcio M.
Barreras en la búsqueda
de apoyo social para las
familias con un problema de
adicciones.
1999
Profundiza en las barreras por las cuales los
familiares no buscan ayuda para atender
los efectos adversos que el consumo de
sustancias de un miembro de la familia trae
para su salud física y psicológica.
Cualitativo.
100 personas (70 mujeres)
que tuvieran un familiar (es)
consumidor de sustancias.
Medina-Mora M. Women and alcohol in
developing countries. 2001
Descripción de la posición de la mujer y la
forma en que es afectada por el consumo
de alcohol en países en vías desarrollo.
Investigación documental. No aplica.
Orford J., Natera G.,
Velleman R., et al.
Ways of coping and the health
of relatives facing drug and
alcohol problems in Mexico
and England.
2001
Evaluó los estilos de afrontamiento, el
estrés familiar y la salud personal de
los participantes. Analizó la relación
entre salud y estrés familiar y el estilo
de afrontamiento, así como la acción
moderadora de éste último en la relación
entre el estrés y la salud.
Cualitativo y cuantitativo.
100 familiares de consumidores
de alcohol o drogas de la Ciudad
de México y 100 del suroeste
de Inglaterra.
Mujeres y adicciones
159
Apartado “Escalas de evaluación de la codependencia”
Autor Título Año Temática Método Población
Orford J., Natera G.,
Copello A., Atkinson
C., Mora J., Velleman
R., Crundall I., Tiburcio
M., Templeton L. y
Walley G.
Coping with alcohol and drug
problems: the experiences of family
members in three contrasting
countries
2005
Aborda las formas en las que los
familiares de consumidores de
sustancias hacen frente a la situación,
haciendo énfasis en Australia,
Inglaterra y México
Libro. No aplica.
Cruz M., Gaona-
Márquez L.. y Sánchez-
Sosa.
Empowering women abused by
their problem drinker spouses:
effects of a cognitive-behavioral
intervention.
2006
Evalúa la efectividad de una
intervención cognitivo-conductual en
la autoestima y asertividad de esposas
de consumidores de alcohol.
Cuantitativo.
18 mujeres cónyuges de bebedores problema
que sufrían de algún tipo de abuso por parte del
esposo.
DiGirolamo A., Salgado
V.
Women as primary caregivers in
Mexico: challenges to well-being. 2008
Revisión de la literatura de los últimos
veinte años con respecto al papel
de la mujer mexicana dentro de la
familia y descripción de los retos
psicosociales y de salud a los que se
enfrentan.
Investigación
documental. No aplica.
Noriega G. y Ramos L.
Construcción y validación del
instrumento de codependencia
(ICOD) para las mujeres
mexicanas.
1998
Muestra el proceso de construcción
y de validación del icOD, así como sus
características psicométricas
Cuantitativo.
1ª fase: 230 mujeres que acudían a consulta
a un centro de salud y que había vivido con
una pareja heterosexual por lo menos un
año.
2ª fase: 41 mujeres, 20 en psicoterapia por
primera vez, 21 que las acompañaban.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
160
Sobre la atención a mujeres usuarias de drogas:
cifras, barreras y modelos de tratamiento
Jorge Galván, Rodrigo Marín
Introducción
En México se reconoce cada vez más el hecho de que las mujeres con problemas de drogas
tienen necesidades especificas y que éstas precisan intervenciones especializadas; no obstante,
los servicios de tratamiento para mujeres consumidoras siguen siendo muy limitados con las
consecuencias negativas que esto representa para su salud física y mental. A lo anterior habría
que agregar la estigmatización que sufre este grupo, que por una parte favorece la ocultación del
problema y por otra retarda la solicitud de ayuda para superarlo.
Por lo anterior, este capítulo tiene como objetivo documentar y analizar la información existente
en nuestro país sobre algunos aspectos relacionados con el tratamiento a mujeres consumidoras
de drogas: estadísticas sobre ingreso, barreras y modalidades de tratamiento, todo ello con la
finalidad de identificar:
La situación actual de las mujeres consumidoras mexicanas y sus necesidades de tratamiento.
Las necesidades prioritarias que en materia de investigación sobre este tema sugieren los/las
autores/as de los trabajos compilados.
Las recomendaciones para modificar y mejorar los actuales programas de tratamiento.
A fin de cumplir este objetivo se realizó una búsqueda y revisión de trabajos publicados por
autores/as mexicanos/as en el periodo comprendido entre los años 1980-2009. Las palabras
clave utilizadas para la búsqueda fueron: mujer, drogas, modalidades de tratamiento, barreras
tratamiento.
La exposición de este capítulo se centrará en tres aspectos fundamentales: en primer lugar,
se abordará lo relacionado con la demanda de tratamiento; en segundo lugar, se describirán las
principales dificultades que enfrentan las mujeres respecto al tratamiento. Posteriormente se
expondrán algunos modelos de tratamiento existentes en el país y se analizarán con base en la
evidencia de si cubren las necesidades específicas de las mujeres. Finalmente, se proponen algunas
recomendaciones a partir de esta revisión.
Demanda de tratamiento
Los datos relacionados con las personas (cifras y características) que demandan tratamiento por
problemas de drogas son de suma utilidad, ya que representa la base para la planificación y gestión
del sistema de tratamiento.
Mujeres y adicciones
161
a) Cifras
La información acumulada por encuestas sobre consumo de drogas y reportes de instituciones de
tratamiento del país durante más de 20 años indica que el número de mujeres que abusan del alcohol o
las drogas y que demandan servicios de tratamiento es significativamente menor que el de los hombres.
Los diferentes estudios consultados señalan proporciones hombre-mujer que varían de 12.1 a 5.1, lo
cual es indicativo de que ha aumentado la demanda de tratamiento por mujeres en los últimos años.
Sin embargo, la solicitud de atención por parte de este grupo continúa siendo escasa. Ello refleja una
condición prevaleciente en nuestro país, tanto en el pasado como en el presente; esto es, un consumo
mayoritario de drogas entre varones y más dificultades para acceder a tratamiento en mujeres.
A continuación se presentan algunos datos de estudios que dan cuenta de la tendencia de la
demanda de tratamiento por mujeres en distintos momentos:
Un estudio realizado en 1988 con 548 miembros de Alcohólicos Anónimos mostraba que sólo
10% de la membresía eran mujeres y este porcentaje era inferior en la provincia y en el medio rural
(Rosovsky y cols., 1990). Actualmente la presencia de mujeres en los grupos AA sigue siendo menor,
según un informe de 2008.
En el año 2001, el Instituto Mexicano del Seguro Social reportaba que en general la demanda de
consultas por drogas era mayor en hombres que en mujeres. En los servicios de Medicina Familiar
de un total de 15 704 consultas relacionas con alcohol 13 921 correspondían a hombres y 1 783
a mujeres, lo que indicaba que los hombres acudían a consulta casi 8 veces más que las mujeres
(Córdova y cols., 2001).
En relación con la demanda de atención de la población usuaria a través de la línea telefónica, el
Servicio Telefónico de Orientación en Adicciones, TELciJ, en el periodo correspondiente a 1996-
2000, reportó 23 980 llamadas de consumidores hombres por sólo 6 702 mujeres. También se
reporta que de 88 547 llamadas que realizaron familiares y/o amigos/as en solicitud de atención
para un/a consumidor/a, 67 331 fueron hechas por mujeres. Este dato evidencia que la mujer, en la
mayoría de los casos, es un apoyo importante para personas que padecen este problema, lo cual no
sucede cuando ellas presentan este problema (Huesca y cols., 2001).
El Sistema de Vigilancia Epidemiológica de las Adicciones, refiere que en 2002 hubo una mayor
afluencia de hombres que de mujeres, tanto en organismos de tratamiento gubernamentales como
no gubernamentales (ONG; 10.1); y señala que la relación hombres-mujeres varía de acuerdo la
droga de inicio. Por ejemplo, en los Centros de Integración Juvenil (CIJ) la razón hombres-mujeres
para heroína, mariguana, alcohol, cocaína, inhalables y tabaco fue de 13.1, 12.1, 8.1, 7.1, 6.1 y 6.1,
respectivamente (Tapia-Conyer y Cols., 2002).
En ese mismo año (2002) los datos de la Encuesta Nacional de Adicciones mostraba que el
porcentaje de usuarios/as de drogas de 12 a 65 años que había solicitado ayuda en alguna institución
era muy bajo (4.9%), y destacaba lo siguiente: sólo 57 de cada 1 000 consumidores solicitan ayuda,
mientras que en las usuarias sólo 22 de cada 1 000 lo hacen. Asimismo, se señala en este mismo
estudio que sólo 1.4% de los/las bebedores/as solicitó algún tipo de ayuda por sus problemas de
consumo de alcohol durante el año anterior a la entrevista: la mayoría (98%) eran varones. Se
apunta que el género es una de las variables asociadas con la búsqueda de atención, y se hace evidente
que los hombres tienen una probabilidad ocho veces mayor de solicitar atención que las mujeres
(Secretaría de Salud, 2003).
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
162
Los Centros de Integración Juvenil reportan, en un periodo de 13 años, un incremento en
el número de mujeres que acuden a tratamiento por problemas relacionados con el uso de
sustancias, al pasar de una mujer por cada 12 hombres en 1990, a una mujer por cada cinco
hombres en 2003. En otro estudio de esta misma institución se señala que para 2005 esta
proporción fue de una mujer por cada cuatro hombres. En tanto que para 2006, de 83 999,
pacientes solicitantes sólo 10.3% correspondía a mujeres. Durante 2007, se reporta que de
cada 100 usuarios/as que solicitaron la atención, 83 fueron hombres y 17 mujeres.
Información reciente derivada de la Encuesta Nacional de Adicciones de 2008 mostró que,
sin incluir las necesidades de tratamiento para tabaco y alcohol, existen 428 819 personas
que requieren de atención especializada y 3 869 093 que requieren de intervenciones
breves. El 80.7% de la población requiere de prevención de drogas.
b) Características de las mujeres que solicitan tratamiento
El perfil de mujeres consumidoras es muy heterogéneo, según se demuestra en los reportes
de la principal institución de tratamiento en el país. Se identificó que existen marcadas
diferencias dependiendo del nivel socioeconómico y la edad de las usuarias. No obstante,
parece que las características más recurrentes en las mujeres que demandan tratamiento
son las siguientes: son más jóvenes y disponen de menos recursos en lo relativo a educación,
empleo e ingresos; tienen hijos/as que viven con ellas y conviven con un cónyuge o pareja
que consume sustancias. Las mujeres con problemas de consumo de sustancias tienen más
probabilidad de haber experimentado traumas que los hombres y de sufrir con más frecuencia
problemas psiquiátricos concomitantes.
c) Utilización de servicios y tipo de servicio demandado
En nuestro país son pocos los estudios que ofrecen información respecto a la utilización
de servicios por parte de personas con problemas de alcohol y drogas. En estos trabajos
se señala que la proporción hombre-mujer que solicita servicios de tratamiento es siempre
mayor a favor del sexo masculino y que existen diferencias en el servicio utilizado tanto si se
es hombre o mujer o si se abusa de las drogas o el alcohol.
En la literatura revisada se reporta que las personas que consumen drogas y alcohol se
apoyan principalmente en familiares, amigos/as o personal de ministerios religiosos, siendo
también una práctica frecuente el uso de remedios caseros y automedicación (Solís y cols.,
1994; ENA, 1998; Medina-Mora y cols., 2001).
En cuanto al tipo de servicio utilizado, hay diferencias importantes entre usuarios/as de
alcohol y de drogas y entre hombres y mujeres. Los hombres que reportaron consumir drogas
en la encuesta de 1988, recurrieron con mayor frecuencia a los programas especializados
(35.3%) y a los programas psiquiátricos (23.5%), mientras que las mujeres acudieron a
un dispensario (57.1%), hospital general (28.5%) o centro de salud (14.2%). En el caso
de consumo de alcohol, tanto hombres como mujeres asistieron a grupos de Alcohólicos
Anónimos y a consulta médica privada (59%). De acuerdo con lo reportado en 1998, este
patrón de utilización de servicios presentó variaciones importantes, ya que instituciones
Mujeres y adicciones
163
del sector salud y del sector privado representaron las principales opciones para usuarios
y usuarias de drogas. Mientras que los hombres con problemas de alcoholismo acudieron
principalmente a grupos AA y las mujeres a hospitales generales (ENA, 1988 y Solís y
Medina-Mora, 1994).
Recientemente, los resultados de la Encuesta Nacional de Adicciones 2008 confirman
lo señalado en estudios previos. Es decir sólo una pequeña proporción de los/las usuarios/
as (16.1%) acude a tratamiento; los grupos de ayuda mutua son recursos importantes
(11.6%), y los/las psicólogos/as (5.5%) y psiquiatras (4%) ocupan el segundo y tercer
lugar, respectivamente, como fuentes de ayuda.
Barreras al tratamiento
En la literatura sobre el tema destaca un aspecto de gran relevancia relacionado con las
mujeres consumidoras de drogas: las dificultades que enfrentan para acceder a tratamiento.
Estas barreras u obstáculos han sido definidos como “fenómenos subjetivos, que pueden
ser creencias o percepciones de la persona y/o fenómenos externos, como el sistema de
salud, características de los programas o factores socioculturales y ambientales y/o cualquier
aspecto que obstruya o restrinja la vía para recibir atención sobre un problema particular”
(Citado en Romero y cols., 2009).
Algunas situaciones inherentes a los programas y a los y las profesionales suelen constituirse
muy frecuentemente en barreras que impiden a las mujeres acceder a tratamiento. Algunas
de estas situaciones tienen que ver con: a) la gran mayoría de los programas de tratamiento
carecen de una perspectiva de género, lo que supone no tener presentes las necesidades
de las mujeres; b) detección tardía del problema del uso de drogas en las mujeres, ya que
por lo general existen muchas variables que dificultan su reconocimiento; c) la presencia
de problemas de salud mental que enmascaran el uso de drogas y no son identificados
por el personal médico de atención primaria; d) influencia de los estereotipos en los y las
profesionales sobre las mujeres con problemas de uso de drogas; e) ausencia de horarios
flexibles y capacidad de respuesta inmediata en los programas de tratamiento, entre otros.
En la literatura revisada se identificó que las barreras más frecuentes que encuentran las
mujeres para recuperarse de su dependencia a las drogas reside en dos tipos de factores:
Los que tienen que ver con los condicionantes sociales, personales y culturales de las
usuarias.
Factores relacionados con los programa de tratamiento
Solís y Medina-Mora, en un trabajo publicado en 1994, mencionan que muchas mujeres
alcohólicas no buscan ayuda porque tienen miedo al estigma social; temen que les pueda
quitar la custodia de los/las hijos/as; no tienen quien les cuide a los/las hijos/as; no saben
adónde ir; tienen culpa y vergüenza, y existe una fuerte oposición por parte de la familia
para que ellas acudan a tratamiento. Asimismo apuntan que las barreras más frecuentes
relacionadas con las instituciones de tratamiento son la composición del equipo terapéutico,
la distribución geográfica y otros factores como el costo.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
164
Otras circunstancias que dificultan la búsqueda y obtención de los servicios han sido planteadas
en varios trabajos, tales como: distancias que hay que recorrer para llegar a las instituciones,
problemas de transportación; trabas burocráticas para obtener el servicio como, por ejemplo, el
tener que esperar mucho tiempo para conseguir una cita, horarios poco convenientes y tener
que realizar muchos trámites para acceder al servicio (Padilla y Peláez 1985; Caraveo, González-
Forteza, Ramos y Mendoza, 1986; Caraveo y Mas, 1990; Tenorio, Natera y Cordero, 2000).
En un estudio con heroinómanos, Cravioto y cols. (2003) identificaron que el estigma es uno
de los principales aspectos que dificultan su rehabilitación e inserción social. Además, observaron
la influencia de otro tipo de variables que impiden que estos/estas usuarios/as lleguen a
tratamiento, como baja escolaridad, nunca haber tenido periodos de abstinencia, no haber sufrido
episodios de sobredosis, no presentar enfermedades de tipo crónico y tener más de cinco años de
estar expuesto a la heroína.
Belló y cols. (2008) señalan que al fenómeno de la estigmatización deben sumarse las
responsabilidades familiares, sobre todo respecto al cuidado de los/las hijos/as, lo cual se ha
notificado como un obstáculo muy importante para que las mujeres soliciten un servicio de
tratamiento. Asimismo, mencionan que existen factores socioeconómicos que pueden actuar
como barreras de acceso en las mujeres, quienes suelen tener menores niveles de ingreso que los
hombres o bien son económicamente dependientes de éstos.
En mujeres con problemas por consumo de alcohol se ha identificado que las principales
barreras para buscar tratamiento tienen que ver con la estigmatización y la vergüenza; con
aspectos concernientes a las relaciones de pareja y al entorno familiar, como el no contar con el
apoyo de sus parientes para buscar ayuda; por no comprender y aceptar que el alcoholismo es una
enfermedad y creer que pueden con el problema ellas mismas; así como con obstáculos relativos a
los servicios ofrecidos como falta de confianza en los tratamientos y la preocupación porque los/
las encargados/as de los servicios no comprendan sus problemas y necesidades como mujeres
(Berenzon y cols., 2008).
Hernández y Galván (2009) en un estudio realizado con 65 usuarios/as de drogas para
conocer la influencia de las redes sociales en la conducta de uso de drogas, señalan que las
barreras más importantes que obstaculizan el ingreso a tratamiento de mujeres se relacionan con
negación del problema, falta de apoyo familiar, convivencia con consumidores/as y el tratamiento
inadecuado y/o maltrato existente en algunas instituciones.
Información obtenida de mujeres consumidoras de drogas en prisión mostró que para las
mujeres los vínculos afectivos determinan en gran medida la no búsqueda de ayuda, como miedo
a no ser aceptada por la pareja y amigos/as y el temor de perder a los/las hijos/as. Asimismo
se señala que la desconfianza, el desconocimiento de la ubicación del servicio y la presencia de
varones fueron consideradas por estas mujeres como barreras importantes relacionadas con las
instituciones de tratamiento (Romero y cols., 2010).
La revisión de los trabajos muestra que existen importantes barreras que retrasan el acceso a
tratamiento de las mujeres. La mayor parte de la información proviene de encuestas que recogen
la opinión de mujeres que han tenido ya algún contacto con instituciones de tratamiento; por lo
que sería conveniente obtener información sobre mujeres que todavía no han accedido a centros
especializados mediante abordajes cualitativos.
Mujeres y adicciones
165
Comorbilidad psiquiátrico-adictológica en mujeres
La comorbilidad psiquiátrica es un fenómeno que se ha venido estudiando de varios años atrás.
Particularmente a la comorbilidad que existe entre los trastornos por consumo de sustancias
psicoactivas (abuso o dependencia) y otras entidades psicopatológicas (depresión, ansiedad,
etc.), se le ha dado un énfasis especial en los últimos 40 años debido a su impacto como problema
de salud pública (SAMHSA y CSAT, 2005; Nanni, 2009).
Dentro de la literatura especializada se han empleado distintos términos para nombrar a esta
comorbilidad. Los más empleados son: “Diagnóstico Dual”, “Trastorno Dual”, “Condición Dual”,
“Dualidad”, y “Trastorno Co-ocurrente”. Para fines del presente capítulo se empleará el término
Comorbilidad Psiquiátrico-Adictológica por ser el que más se adapta (SAMHSA y CSAT, 2005;
San Molina, 2007; Marín, 2009).
En una revisión del tema, Marín (2009) reporta que la Comorbilidad Psiquiátrico-Adictológica
en particular, ha despertado un interés significativo de los/las especialistas en este campo
de conocimiento científico ya que su impacto en la salud pública es amplio, pues se asocia al
incremento tanto de la severidad de la sintomatología adictiva, como de la depresiva, la ansiosa,
la psicótica y de conducta disruptiva según sea el caso; tal situación es susceptible de incidir en el
deterioro de la calidad de vida y del funcionamiento psicosocial del/a enfermo/a, aumentando
el riesgo de recaída y rehospitalización, así como de adquirir una enfermedad infectocontagiosa
como VIH y hepatitis B y/o C entre otras complicaciones.
Tal situación también se encuentra asociada con una historia de acercamientos terapéuticos
poco asertivos, ya que han carecido de óptica de atención integral que aborde tanto la
problemática adictiva como el trastorno mental comórbido, lo que los lleva a ser poco efectivos
y más costosos al atender las dos condiciones por separado (Marín, 2009; Nanni, 2009). Lo
anterior, probablemente es debido a una reducida capacidad de recursos humanos entrenados
y especializados ex profeso para la atención de las adicciones tanto en áreas médicas como en
áreas psicológicas, además de que en México hay una larga tradición basada en la filosofía de
modelos de ayuda mutua que incluso se han trasladado a escenarios de asistencia privada. Éstos
carecen de una óptica de rehabilitación psiquiátrica integral para la atención de las adicciones y
sus comorbilidades.
A pesar de la escasez de literatura nacional que reporta este fenómeno de comorbilidad,
destacan algunos estudios realizados en hogares, como el de Caraveo y Colmenares (2002),
quienes reportan que la severidad del consumo de sustancias aumenta el riesgo de desarrollar otros
trastornos mentales; también señalan que los trastornos afectivos resultaron los más prevalentes
en comorbilidad con trastornos por dependencia al alcohol y otras drogas, 18.2% y 34.7%,
respectivamente. No obstante la comorbilidad con los trastornos por ansiedad, igual presentaron
prevalencias significativas aunque menores que con los afectivos (Caraveo y Colmenares, 2002).
Por su parte, la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica (ENEP) reportó que los
trastornos prevalentes en una muestra probabilística de 2 500 personas fueron: ansiedad (14.3%
alguna vez en la vida), seguidos por trastornos de uso de sustancias (9.2%) y trastornos afectivos
(9.1%), con mayor prevalencia en mujeres los del tipo ansioso y afectivo, a diferencia de los
relacionados por consumo de sustancias en hombres (Medina-Mora y cols., 2003; Medina-Mora
y cols., 2005; Medina-Mora y cols., 2007).
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
166
Asimismo, en otra publicación de la ENEP se reporta que las personas que presentan episodios
depresivos durante la infancia y la adolescencia tienen 18.3 veces más probabilidad de desarrollar
dependencia a drogas (IC 95% 1.9-176.5, p= 0.013) que los/las que presentan episodios
depresivos en la vida adulta. Y nuevamente las mujeres presentan mayor vulnerabilidad que los
hombres bajo esta condición (Benjet y cols., 2004).
En otro estudio realizado con 231 mujeres convictas en dos centros penitenciarios del
Distrito Federal, se evaluó la prevalencia de la comorbilidad del Episodio Depresivo Mayor con
los Trastornos por Consumo de Sustancias (alcohol y otras drogas). Este estudio reporta que
cerca de dos terceras partes de la muestra de las entrevistadas (62%) cumplieron criterios
diagnósticos de haber experimentado al menos un Episodio Depresivo Mayor. Asimismo, 23.5%
de la población deprimida cumplió criterios de dependencia al alcohol, y 78% cumplió criterios
para dependencia a otras drogas. Lo cual indica que aproximadamente 50% de la población total
evaluada presenta comorbilidad psiquiátrico-adictológica (Colmenares y cols., 2007).
Un aspecto que parece ser concluyente en diversos estudios nacionales es que la proporción
del riesgo de desarrollar un trastorno por dependencia a sustancias es mayor en mujeres que en
hombres cuando preexistentemente se estableció algún trastorno mental afectivo y/o ansioso
(Caraveo y Colmenares, 2002; Medina-Mora y cols., 2003; Benjet y cols., 2004; Colmenares
y cols., 2007).
En particular, la comorbilidad psiquiátrico-adictológica en mujeres representa un gran reto ya
que los estudios reportan que, en comparación con los hombres, las mujeres con Trastornos por
Consumo de Sustancias presentan tasas más elevadas de trastornos psiquiátricos diagnosticados,
predominantemente de tipo ansioso, depresivo, de conducta alimentaria y de personalidad
limítrofe. Asimismo en algunos estudios se señala que las mujeres son más propensas que los
hombres a presentar pensamiento y conducta suicida (Leal y cols., 2002; ONUDD, 2005).
Recapitulando, es interesante que la condición comórbida entre trastornos por consumo de
sustancias psicoactivas (alcohol, tabaco, otras drogas) y otros trastornos mentales (depresión,
ansiedad, psicosis, etc.), resulta ser un reto para el diseño y establecimiento de programas de
rehabilitación profesional para esta población afectada, pues esto implica la integración de equipos
de trabajo interdisciplinario con alto nivel de entrenamiento clínico que implica un aumento en
los costos de operación. Aunado a esto tras valorar la información que la investigación reporta, es
claro que los programas para la atención de la comorbilidad psiquiátrico-adictológica en mujeres
demanda requerimiento extra que debe de contemplarse si se pretende asistir eficazmente a esta
condición, ya que implica aspectos de trauma derivados de violencia física, sexual y/o emocional.
Modelos de tratamiento
Partiendo de la complejidad de los supuestos y de las evidencias expuestas hasta ahora, resulta
muy difícil hablar de un tratamiento único e ideal para la atención de mujeres con trastornos
relacionados con sustancias. Los clínicos que diseñan y operan los algoritmos de atención deben
tomar en cuenta una diversidad de variables, todas ellas igual de importantes para alcanzar el
éxito de un programa de tratamiento que contemple los principios de costo-efectividad y costo-
beneficio.
Mujeres y adicciones
167
La literatura especializada en el campo es basta y de igual magnitud es la diversidad de
filosofías y definiciones existentes en relación con el término “tratamiento”; cada postura intenta
definirlo a partir del marco conceptual que promueve, lo cual puede verse sesgado a aspectos
morales, religiosos, existenciales, sociales, psicologisistas o extremadamente biologicistas.
Es así que, para ser congruente con las posturas internaciones, partiremos del modelo
biopsicosocial propuesto por la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2001). Ésta define
el término “tratamiento”, dentro del campo de las adicciones, como el proceso que se inicia
cuando un consumidor de sustancias psicoactivas entra en contacto con un centro sanitario u
otro servicio comunitario, proceso que debe continuar mediante la sucesión de intervenciones
específicas, en un intento por alcanzar el mayor grado de salud y bienestar posible (WHO, 1993;
1998).
De ahí que para hablar de tratamiento, sin importar que sean dirigidos a hombres, mujeres o
grupos mixtos, deben considerar características generales en tanto a configuración o diseño; es
decir, pueden ser de tipo residencial o ambulatorio, pero ambos deben tomar en cuenta las tres
fases básicas o estándar de todo tratamiento: Desintoxicación, Rehabilitación y Seguimiento –
Postratamiento– (WHO, 1993; UNODC; 2002). También se debe resaltar que los programas
residenciales pueden variar según el tiempo de la estancia: corta ( 2 a 3 semanas); mediana (4
a 6 semanas); larga (3 meses o más) y medio camino. Los de tipo ambulatorio pueden variar de
igual forma en su intensidad y tiempo: consulta externa y hospital de día.
Encontrar una taxonomía con descriptores precisos es una tarea difícil ya que hay que
contemplar además de lo ya mencionado, ciertas particularidades en tanto a modelos de
atención; de ahí que un programa de tratamiento para mujeres requiere predominantemente de
sensibilidad al género, además de cualquier posible combinación de los descriptores, de tal forma
que debe tomar en cuenta seis principios rectores:
1) reconocer que el género es un hecho diferencial (Género), 2) la creación de un entorno
basado en la seguridad, el respeto y la dignidad (Entorno), 3) elaboración de políticas, prácticas
y programas favorables a las relaciones personales y que promuevan vínculos sanos con los/las
hijos/as, las y los familiares, la pareja y la comunidad (Relaciones); 4) abordar las cuestiones
relativas al uso indebido de sustancias, traumas y comorbilidad psiquiátrica ofreciendo servicios
de amplio alcance, integrados y culturalmente adecuados (Servicios), 5) dar a la mujer
posibilidades de mejorar sus condiciones socioeconómicas mediante programas de reinserción
social (Situación económica y social); 6) finalmente, establecer un sistema de atención en la
comunidad que incluya servicios de amplio alcance, inspirados en la colaboración (Comunidad)
(UNODC; 2002).
Aunado a lo ya descrito, la literatura científica reporta que parte del perfil de las mujeres con
trastornos relacionados con sustancias sufren de comorbilidad psiquiátrica a la vez que un alto
porcentaje (55% a 99%) de ellas han reportado haber vivido en entornos violentos y haber
sufrido abuso sexual, físico y/o psicológico en algún momento de su vida (Morrissey y cols,
2005; Noether y cols, 2005; Chung y cols., 2009).
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
168
Cuadro 1. Descriptores básicos del tratamiento en adicciones
Principios rectores
del tratamiento
-Género
-Entorno
-Relaciones
-Servicios
-Situación
económica y social
-Comunidad
Residencial
-Estancia corta
-Estancia mediana
-Estancia larga
Ambulatorio
-Consulta externa
-Hospital de día
3 Fases de la rehabilitación
-Desintoxicación
-Rehabilitación
-Seguimiento
Intervención Médica
Intervención Médica-Psiquiátrica
Grupos de Ayuda Mutua
Intervenciones Psicosociales
Multimodal
-Individual
-Grupal
-Familiar
-Pareja
Multi-enfoque
- Cognitivo-Conductual
-Humanista
-Psicodinámico
-Otros
Es así que las mujeres, con esta constelación de experiencias, tienen más probabilidad de presentar
mayor severidad de adicción, lo que implicaría mayor índice de recaídas y rehospitalizaciones,
entre otras complicaciones. Con esto, se hace evidente la necesidad de tratamientos integrales y
diseñados ex profeso, que no sólo tomen en cuenta el género sino aspectos como la maternidad
(Morrissey y cols, 2005; Noether y cols, 2005; Chung y cols., 2009).
Los programas y servicios de atención para la mujer consumidora de drogas en México
representan uno de los mayores desafíos, ya que a la fecha la evidencia científica sobre
intervenciones terapéuticas dirigidas específicamente a mujeres y sus resultados continúa
siendo muy limitada.
El rezago en materia de tratamiento de mujeres, en opinión de especialistas nacionales
y extranjeros, se debe en parte a que durante mucho tiempo se ha considerado el abuso de
sustancias como un problema masculino. Por tanto, la mayoría de los programas de tratamiento
fueron concebidos pensando en varones, y también a que se asumió erróneamente que las
dinámicas del abuso de sustancias y sus tratamientos eran iguales para hombres y mujeres.
En México hay diversas perspectivas terapéuticas para atender a personas con problemas
relacionados con el uso de drogas. Las hay de tipo médico-psiquiátrico o psicológico, así como
agrupaciones de autoayuda o comunidades terapéuticas, entre otras, que varían respecto a sus
marcos teóricos y objetivos. No obstante, esta disponibilidad, se considera que ninguno de estos
servicios, hasta ahora, cubre totalmente las necesidades específicas de la mujer consumidora.
Mujeres y adicciones
169
Aunque se sabe de la existencia de instituciones o agrupaciones en nuestro país que atienden
sólo a mujeres, no se tiene conocimiento de los programas de tratamiento que siguen y sus
resultados; esta situación evidencia la necesidad de conocer qué tipo de servicios e intervenciones
están recibiendo las mujeres actualmente y sus resultados.
La literatura nacional sobre evaluación de resultados de tratamiento en población usuaria
es escasa. Aun cuando se incrementó paulatinamente a partir de los años noventa, entre los
estudios más destacados se encuentran: programa de autocontrol para bebedores problema, de
Ayala (2001); programa de tratamiento breve para adicción a la nicotina, de Lira (2002);
programa de intervención breve dirigido a adolescentes que se inician en consumo de alcohol y
otras drogas, de Martínez (2003) y el de Barragán, Morales y Ayala (2003) que desarrollaron
un modelo de tratamiento de reforzamiento comunitario dirigido a usuarios/as crónicos de
sustancias; el trabajo de Oropeza y cols., (2007) sobre evaluación de un tratamiento breve para
usuarios/as de cocaína y el de Martínez y cols., (2008) que evaluó un programa de consejo
breve para adolescentes que abusan del alcohol, son de los pocos estudios con población usuaria
donde se reseñan los resultados obtenidos con mujeres.
Otro aspecto que mostró esta revisión es que las publicaciones sobre intervenciones
específicas de tratamiento para mujeres y sus resultados son prácticamente inexistentes.
Destacan los trabajos de Romero y Durand (2007), que proponen una intervención desde la
perspectiva de género y la reducción de daño para mujeres usuarias de drogas en prisión, y el
de Rodríguez (2007), propuesta también de intervención de reducción de daño para atender a
mujeres usuarias dedicadas a la prostitución.
A manera de recapitulación podemos señalar que es necesario partir de la consideración de
que entre mujeres el abuso y la dependencia presenta problemas diferentes y requiere distintas
intervenciones terapéuticas; por tanto, es de primera importancia insistir en la necesidad de
integrar la perspectiva de género en los programas y servicios de atención ya existentes o bien,
promover el diseño y evaluación de intervenciones especificas acordes con las características y
necesidades actuales de la mujer usuaria de drogas.
Algunos aspectos que deja en claro esta revisión de la literatura nacional es que:
Se requiere mayor información acerca de los servicios e intervenciones que reciben
actualmente las mujeres usuarias y los resultados que obtienen.
No hay investigación que apoye la utilización de determinadas técnicas de intervención para
el tratamiento de la mujer usuaria.
Los modelos conductuales y cognitivo conductuales, aun siendo las intervenciones con
mejores resultados documentados en población usuaria mexicana, requieren demostrar con
mayor evidencia su utilidad y/o limitaciones en población femenina.
No hay estudios que documenten experiencias terapéuticas con mujeres usuarias
embarazadas o con orientación sexual distinta.
Atendiendo la evidencia científica mostrada en esta revisión documental, se reitera que no es
posible pensar en un tratamiento único para mujeres y tener presente que recibir atención,
cualquiera que esta sea, es mejor que no tenerla.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
170
Recomendaciones para el tratamiento de mujeres
consumidoras de drogas
De la revisión de los trabajos anteriores se derivan recomendaciones y propuestas para modificar
y mejorar las actuales políticas, planes y programas de tratamiento a mujeres consumidoras.
A continuación se detalla lo más relevante:
Implementación de estrategias para detectar oportunamente el consumo de drogas en
mujeres y motivar el ingreso a tratamiento, ya que los estudios muestran que la presencia
femenina en los distintos programas de tratamiento existentes en el país es escasa. Ello
representa una serie de repercusiones negativas para la salud física y mental de este grupo.
Opciones de tratamiento específicos para mujeres adolescentes y jóvenes adultas, ya que las
encuestas más recientes muestran un claro aumento de consumo en este grupo y evidencian
que sus patrones de consumo y condiciones de vida son diferentes al de otras mujeres.
Obtener información, mediante estudios cualitativos, sobre barreras al tratamiento, tanto en
mujeres en esta situación como en quienes no han accedido a estos servicios, ya que de esta
revisión se desprende que existe poca información basada en investigaciones sobre este tipo
de experiencias.
Asegurar que todo programa terapéutico en el país contemple las diferentes situaciones
presentes en las mujeres con problemas de abuso y adicción, porque se ha mostrado en los
diferentes estudios revisados que pueden ser un obstáculo para el inicio del tratamiento y
fracaso del mismo:
•Violencia.
•Abusosexual/físico,preferenciasexual.
•Estigmatización.
•Escaso/nuloapoyosocial.
Promover el tratamiento oportuno de problemas emocionales en la infancia y adolescencia,
ya que los datos de las encuestas de población muestran que esta medida podría disminuir
hasta la mitad los casos de dependencia entre las mujeres.
Incluir dentro de los modelos actuales de tratamiento, intervenciones terapéuticas específicas
para la atención de trastornos relacionados con la adicción, como depresión, ansiedad,
trastornos de la alimentación y estrés postraumático, entre otros, ya que los estudios
nacionales muestran que las mujeres que padecen este tipo de problemáticas, por lo general
recurren a las drogas para encontrar un alivio inicial a sus síntomas, que posteriormente se
revierten agravando su estado emocional.
Promover modelos de tratamiento sensibles al género: la gran mayoría de los trabajos
revisados destacan que los servicios de tratamiento no se han adecuado a las necesidades de
las mujeres.
De acuerdo con los resultados de investigación, se puede considerar que no hay un claro
consenso que permita afirmar qué programas son más adecuados para las mujeres. Por ello
es necesario fomentar la investigación en este campo a fin de obtener evidencia científica.
Mujeres y adicciones
171
Hasta el momento se ha señalado en algunos trabajos que las intervenciones cognitivo-
conductuales han demostrado una mayor efectividad que otro tipo de intervenciones en
personas con problemas de consumo de alcohol y drogas, pero no se han diferenciado por
sexo.
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Mujeres y adicciones
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Estadísticas sobre Demanda de Tratamiento
Autor Titulo Año Temática Método Población
Córdova A., Muñoz
O., Guarneros A.,
Camarena E.
Atención de los trastornos
relacionados con la
farmacodependencia y adicciones
2001
Estadísticas de derechohabientes que
solicitan atención por problemas relacionados
con el consumo de sustancias.
Cuantitativo Pacientes con problemas de uso de
drogas atendidos en al año 2000.
Huesca R., Guisa VM.,
Negrete R.
Servicio telefónico de orientación
en adicciones. TELCIJ. 2001
Estadísticas, características socio-demográficas
y datos de consumo de usuarios de drogas que
solicitan ayuda telefónica.
Cuantitativo 179 578 llamadas telefónicas.
Berenzon S., Medina-
Mora M.E., Lara M.A.
Servicios de salud mental: 25 años
de investigación 2003
Una revisión de las investigaciones que sobre
servicios de salud mental se han realizado a
lo largo de veinticinco años en la DIEPS del
INPRF.
Revisión Revisión
Castillo F. y A. Gutié-
rrez.
Consumo de drogas en mujeres
asistentes a centros de tratamien-
to especializado en la ciudad de
México
2008 Información estadística sobre ingreso de muje-
res a tratamiento. Cuantitativo 754 usuarias
Secretaria de Salud. Encuesta Nacional de Adicciones
2008. 2008 Datos sobre tratamiento y tipo de servicio
utilizado. Cuantitativo
Personas de ambos sexos de 12 a
65 años
Belló M., Puentes E.,
Medina-Mora M.E.
El papel del género en la demanda
de atención por problemas
asociados al consumo de alcohol en
México.
2008 Demanda de atención por consumo de alcohol
analizado desde la variable género. Cuantitativo 5,406 personas identificadas como
bebedores.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
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Barreras a tratamiento
Autor Título Año Temática Método Población
Solís L. y Medina-
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La utilización de los servicios de
atención para la salud mental de
mujeres mexicanas. Resultados de
dos encuestas Nacionales.
1994 Utilización de servicios de atención en salud
mental. Cuantitativo
ENA: 12 581 personas de 12 a 65
años de edad ENEp: 1 926 entrevistas
a personas entre 18 y 65 años de
edad.
Romero M., Gómez C.,
Ramiro M., Díaz A.
Necesidades de atención a la salud
mental de la mujer adicta. 1997
Análisis de narrativas de mujeres adictas para
comprender los obstáculos que enfrentan para
la atención de su salud.
Cualitativo
Mujeres adictas a sustancias psicoac-
tivas de diversas zonas urbanas de la
ciudad de México.
Tenorio R., Natera G., y
Cordero, M.
Mujer y alcohol: características
socio-demográficas de un grupo de
mujeres que acuden a tratamiento.
2000
Análisis del perfil sociodemográfico de mujeres
con problemas de alcohol que asisten a trata-
miento.
Cuanti/cuali. Mujeres consumidoras de alcohol.
De la Rosa B., Medina-
Mora M.E., Tapia-
Conyer R., Cravioto P.,
Galván F.
Patrones de consumo de heroína
en una cárcel de la frontera norte
de México: barreras de acceso a
tratamiento.
2003 Análisis sobre las barreras de acceso a trata-
miento de usuarios de heroína. Cuantitativo Usuarios de heroína
Romero M., Saldivar G.,
Rodríguez E., Galván J.
Iinequidades de género, abuso de
sustancias y barreras a tratamiento
en mujeres en prisión.
2009
Datos sobre los principales obstáculos a
tratamiento señalados por mujeres usuarias de
drogas en prisión.
Cuantitativo
213 mujeres usuarias de alcohol
y drogas recluidas en dos centros
penitenciarios.
Hernández A., Galván
J., García C.
Estudio sobre antecedentes y redes
sociales de un grupo de usuarios
de drogas antes del ingreso a
tratamiento.
2009
Descripción de las redes sociales de los
usuarios de drogas y barreras de acceso a
tratamiento
Cuantitativo 65 usuarios de drogas de ambos
sexos.
Mujeres y adicciones
177
Comorbilidad
Autor Titulo Año Temática Método Población
Caraveo J., Colmena-
res E.
Los trastornos psiquiátricos y el
abuso de sustancias en México:
Panorama Epidemiolóico.
2002 Epidemiología de los trastornos psiquiátricos y
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Medina-Mora M.E.,
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Prevalence of mental disorders
and use of services: Results from
the Mexican National Survey of
Psychiatric Epidemiology.
2003 Datos estadísticos sobre trastornos mentales y
uso de servicios. Cuantitativo Hombres y mujeres de 18 y 65 años
Medina-Mora M.E.,
Borges G., Benjet C.,
Lara C., Berglund P.
Psychiatric disorders in Mexico:
Lifetime prevalence in a nationally
representative sample.
2007 Prevalencia “alguna vez en la vida” de trastor-
nos psiquiátricos Cuantitativo
Colmenares.,
E., Romero., M.,
Rodríguez, E., Durand-
Smith A., Saldívar G.
Female depression and substance
dependence in the Mexico City
penitentiary system.
2007 Depresión y abuso de sustancias en mujeres
reclusas. Cuantitativo
213 mujeres usuarias de alcohol
y drogas recluidas en dos centros
penitenciarios.
Nanni R. Tratado de Patología Dual. 2009 Patología dual. Compendio Compendio
Marín R.
Comorbilidad Psiquiátrico-
Adictológica: Un Problema
Emergente.
2009 Comorbilidad psiquiátrico adictológica. Revisión Revisión
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
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Modelos de tratamiento
Autor Título Año Temática Método Población
Ayala H., Echeverría L.,
Sobell M., Sobell L.
Autocontrol dirigido. Interven-
ciones breves para bebedores de
alcohol en México.
1997 Intervenciones breves. Usuarios de alcohol
Barragán L., González
J, Medina-Mora M.E.,
Ayala H.
2005 Intervención cognitivo-conductual. Cuantitativo Usuarios dependientes al alcohol y
otras drogas 7 hombres y 2 mujeres
Barragán L., Flores M.,
Medina-Mora M.E.,
Ayala H.
Modelo integral de satisfacción
cotidiana en usuarios dependientes
de alcohol y otras drogas.
2007
Evaluar la solidez de un modelo conceptual
para explicar el consumo y la abstinencia en
usuarios con dependencia del alcohol y otras
drogas.
Cuantitativo
20 usuarios con dependencia de
consumo
Rodríguez E. Prostitución y Drogas. Intervención
para reducción del daño. 2007 Intervención de reducción del daño desde
perspectiva de género.
Cuanti/Cuali 80 adolescentes y jóvenes,
sexoservidoras consumidoras de
drogas.
Martínez K.I., Salazar
M.L., Pedroza F.J., Ruiz
G.M.
Resultados preliminares del
Programa de Intervención Breve
para adolescentes que inician el
consumo de alcohol y otras drogas.
2008 Programa de intervención breve para
adolescentes usuarios de alcohol y drogas. Cuantitativo
25 adolescentes (14-18 años) con
consumo fuerte de alcohol y drogas
(19 hombres y 6 mujeres).
Mujeres y adicciones
179
III. Capítulos de metanálisis
Consumo de alcohol y servicios de urgencia
en mujeres mexicanas
Guilherme Borges
Introducción
Los accidentes y la violencia ocasionan lesiones que se pueden presentar en diferentes grados
de severidad, desde aquellas en que individuo resulta, para efectos prácticos, básicamente ileso
hasta aquellas cuyo resultado es la muerte. Los servicios de urgencia (SU) captan una parte
pequeña de las lesiones leves y de las que ocasionan la muerte, pero estos servicios captan una
parte sustancial de las lesiones moderadas y severas. Estas últimas tienen un alto costo individual
y social por la atención especializada que requieren y por la discapacidad que muchas veces
producen. Un escenario importante para llevar a cabo intervenciones a fin de reducir el consumo
de alcohol son las salas de urgencia, ya que la prevalencia de problemas relacionados con su uso
es alta y el ingreso a estas salas presenta la oportunidad de llegar a una población que de otra
manera quizás no recibiría atención médica. Además, estas salas son escenarios especialmente
aptos para intervenir en el consumo de alcohol, ya que el paciente ha sufrido un suceso traumático
y usualmente está en buena disposición para discutir y cambiar su uso de alcohol (Gentilello y
cols., 1999). Las intervenciones para reducir el consumo de alcohol en pacientes en salas de
urgencia, sobre todo las llamadas intervenciones breves, han demostrado ser muy eficientes,
incluso en términos de costo-beneficio, ahorrando casi cuatro dólares americanos por cada dólar
gastado en detección e intervención (Gentilello y cols., 2005).
El alcohol juega un papel prominente entre los pacientes que buscan atención médica en las
salas de urgencia (Cherpitel, 1977; Conigrave y cols., 1991). Varios estudios llevados a cabo en
Estados Unidos y en otros países han estimado que entre 10 y 40% de los pacientes que ingresan
a salas de urgencia presentan cantidades detectables de alcohol en sangre o aliento (Conigrave
y cols., 1991; Borges y cols., 1999; Cherpitel, 1989; Cherpitel y cols., 2005; Robertson y cols.,
1989 y Rosovsky y cols., 1989).
El uso del alcohol se encuentra presente en aproximadamente 30% de los accidentes
vehiculares y entre 40 y 56% de asaltos. Adicionalmente, se ha estimado que 50% de pacientes
con trauma fueron lesionados bajo la influencia del alcohol (Dunn y cols., 1997; Dyehouse
y cols., 1998). Cherpitel señala que los pacientes con lesiones, comparados con los que no
presentan lesiones, son de dos a cinco veces más propensos a presentar concentraciones de
alcohol en la sangre; resultan muchas veces positivos en las lecturas del alcosensor que se realizan
en las salas de urgencia y son los que reportan más problemas con el alcohol (Cherpitel, 1997;
Cherpitel y cols., 1991). Borges y colaboradores (1998), encontraron que la dependencia al
alcohol incrementó entre 1.8 a 2.9 el riesgo de ingresar a los servicios de urgencia de la ciudad de
Pachuca por un accidente e incrementó este riesgo entre 1.9 a 2.8 de ingresar por una urgencia
médica, comparado con la población general de esta ciudad.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
180
Consumo de alcohol y violencia en los servicios de urgencias:
el caso de las mujeres
El consumo de alcohol en mujeres repercute en diversos ámbitos. En el área familiar, muchas
veces las mujeres consumidoras excesivas son abandonadas por su cónyuge, y socialmente llegan
a ser rechazadas, estigmatizadas y tachadas como promiscuas. A nivel individual, destaca el que
con un consumo menor de alcohol, las mujeres presentan mayores problemas físicos que los
hombres. Así, las mujeres que consumen alcohol pueden presentar características y problemas
similares a los hombres bebedores, pero con mayores consecuencias por su condición biológica y
de género. Cabe destacar dentro de los problemas físicos relacionados al consumo de alcohol, las
enfermedades del hígado (por ejemplo cirrosis), los severos síntomas premenstruales, y los daños
al feto por consumir alcohol durante el embarazo (Medina-Mora y cols., 1996). Por otro lado, no
sólo el consumo representa consecuencias graves, las mujeres abstemias también pueden tener
problemas derivados del consumo de alcohol de personas cercanas, principalmente de su pareja,
y esto puede representar un riesgo para su salud, ya que pueden llegar a ser víctimas de maltrato
conyugal, o padecer enfermedades de transmisión sexual (Romero y cols., 2001; Medina-Mora,
2002).
Las mujeres víctimas de violencia por parte de su pareja llegan a sufrir múltiples lesiones que
van desde los moretones, rasguños y cortadas, hasta huesos rotos, contusiones y el aborto, así
como daño permanente en órganos internos, como la visión, los oídos y el cerebro (Ramos y cols.,
2002). Las mujeres que padecen las consecuencias del abuso de alcohol de ellas mismas o de
otros, requerirán, en muchas ocasiones, los servicios de urgencia. No obstante, no sólo son escasos
los estudios en esta área sino que además los estudios en servicios de urgencia reportan una baja
proporción de mujeres en sus muestras con respecto a los hombres. Esto puede deberse a que las
mujeres se involucran con menor frecuencia en situaciones de riesgo, por tanto las posibilidades de
sufrir accidentes u otro tipo de violencias son menores. Por otra parte, respecto a la salud mental,
la depresión en mujeres ha sido reportada como factor asociado al abuso de alcohol, y se ha
encontrado una relación entre consumo de alcohol, depresión, abuso sexual y violencia conyugal,
y conducta suicida (que incluye, ideación, intento y suicidio consumado) (Ramos y cols., 2002).
Como se puede apreciar, el consumo de alcohol es un factor de riesgo importante con
repercusiones directas en los accidentes y violencia, que son unas de las principales causas
de muerte e incapacidad en México, pero aún es poco lo que conocemos a este respecto
específicamente sobre las mujeres. En gran medida, esto se debe a que el consumo de alcohol por
parte de las mujeres es más bajo que el de los hombres, lo que implica la necesidad de contar con
investigaciones que tengan tamaños muestrales mayores que los habituales. En un trabajo previo,
Wells y colaboradores (2007) mostraron que el consumo femenino en servicios de urgencia de
una serie de países es siempre menor que el de los hombres pero, en forma muy importante, se
encontró que las mujeres presentan riesgos similares a los hombres de tener lesiones violentas
asociadas con el alcohol. Es decir, las mujeres beben menos, pero una vez que beben sus riesgos
son similares.
Con el fin de investigar la prevalencia del consumo de alcohol en la población femenina
atendida en los servicios de urgencia, teniendo presente la necesidad de contar con un tamaño
de muestra más amplio, hemos integrado las investigaciones sobre la relación entre el consumo
Mujeres y adicciones
181
de alcohol y los traumatismos y urgencias médicas en muestras representativas de pacientes de
esos servicios en las investigaciones que el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente
(INPRF) ha venido realizando desde 1986. El primero de estos estudios se llevó a cabo en 1986
en la ciudad de México (Rosovsky y cols., 1988), al que le siguió casi de inmediato, en 1987, un
estudio similar en Acapulco, Guerrero (García y Borges, 1990). Casi 10 años después, en 1996-
1997 se llevó a cabo un tercer estudio, en Pachuca, Hidalgo (Borges y cols., 1999); Borges y
cols., 1998) y, finalmente, en 2002 se realizó un estudio más, en un hospital del sur (Tlalpan) del
Distrito Federal (Borges y cols., 2004). El cuadro 1 resume las principales características de los
16 servicios de urgencias investigados en el país por el INPRF.
Método
Los estudios en la Ciudad de México, Acapulco, Pachuca y en Tlalpan, tienen en común la misma
metodología utilizada en los estudios de Cherpitel desde mediados de los ochenta (Cherpitel,
1989). La metodología epidemiológica uniforme para la realización de estos estudios, consta de
los siguientes elementos:
Sujetos: Se incluye a todos los pacientes, cuyas edades pueden variar según el estudio particular,
que solicitan ser atendidos por primera vez en los servicios de urgencias, debido a una urgencia
médica o traumatismo. Se excluyen personas con trastornos psiquiátricos severos y quienes
reingresan a los servicios de urgencias para alguna consulta de seguimiento en el transcurso del
trabajo de campo.
El equipo de investigación: Formado por supervisores y entrevistadores, compuesto por lo
general de médicos, enfermeras y psicólogos, o entrevistadores profesionales especialmente
entrenados en el manejo de los instrumentos.
Procedimiento: Se trabaja durante las 24 horas en que se proporciona el servicio, durante los
siete días de la semana, para garantizar una muestra que incluya a todos los tipos de pacientes e
igual representación de consumo de alcohol. Después de que los pacientes dan su consentimiento
informado al equipo de investigación, todos los pacientes son entrevistados y se les solicita que
proporcionen una muestra de aliento. Enseguida, se aplica un cuestionario en entrevista individual
cara a cara. En el caso de que el sujeto se encuentre en estado crítico, se pospone la entrevista
hasta que el paciente se estabilice. Todas las entrevistas se realizan al interior de los hospitales
participantes.
Instrumentos
Por medio del cuestionario se obtiene información sociodemográfica así como información sobre el
motivo de ingreso o consulta a los servicios de urgencias. En los estudios en servicios de urgencias,
tradicionalmente la población se divide en pacientes que acuden debido a una urgencia médica
(por ejemplo, por dolores, sangrado del tubo digestivo, diarrea, etc.) y en pacientes que acudieron
por algún accidente, mordedura, envenenamiento o lesiones intencionales (por ejemplo, accidente
de vehículo de motor, caídas de caballo, intoxicación por sustancias, riñas, etc.). Los tres primeros
estudios mexicanos se hicieron tomando en cuenta ambas poblaciones. Como se mencionó, en
el último estudio, realizado en Tlalpan, sólo se trabajó con pacientes de urgencias traumáticas.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
182
Además de estos datos generales, el cuestionario incluye una muy detallada sección sobre
el consumo de alcohol. Algunas de las preguntas y escalas sobre el consumo de alcohol que se
incluyen en este trabajo son:
Consumo de alcohol seis horas antes del suceso
Esta información se obtiene al preguntar al sujeto si consumió cualquier bebida alcohólica seis
horas antes del accidente, lesión o urgencia médica que lo trajo al servicio en cuestión. Todas las
investigaciones llevadas a cabo en el país han incluido también la toma de una muestra de aliento
de los participantes. El alcosensor para medir el nivel de alcohol por medio del aliento se aplica
siempre y cuando no hayan transcurrido más de seis horas entre accidente o urgencia médica
y el momento del ingreso del paciente al servicio de urgencia. Para este trabajo, reportamos la
prevalencia de nivel de alcohol en la sangre (NAS) positivo, es decir >=0.010 (10 mg de alcohol
por 100 ml de sangre).
Consumo habitual
La información sobre el consumo habitual se basa en la frecuencia y cantidad de consumo que el
paciente reportó ingerir en los últimos 12 meses. Para los fines de este trabajo, reportamos como
medida del consumo episódico excesivo, la prevalencia del consumo de cinco o más copas en una
sola ocasión por lo menos una vez al mes.
Dependencia al alcohol
En los primeros tres estudios (Ciudad de México, Acapulco y Pachuca), se hicieron varias preguntas
sobre posibles síntomas relacionados con la dependencia al alcohol, aunque no se incluía una escala
específica para medir la dependencia clínica. Desde la investigación realizada en Pachuca, se ha incluido
una medición del síndrome de dependencia al alcohol. La dependencia al alcohol se mide a través de
una sección del CIDI (Composite International Diagnostic Interview) y con los criterios del DSM-
IV (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, 4th Revision), que se basan en signos y
síntomas que se experimentaron en los últimos 12 meses. Reportamos en el cuadro 2, dos medidas
de dependencia. La primera, indaga la presencia de tres o más síntomas entre los siguientes: buscar
disminuir el consumo de alcohol, “lagunas mentales”, tomar una copa por la mañana inmediatamente
después de levantarse, manos temblorosas, permanecer intoxicado por varios días. En la segunda
(para el estudio de Tlalpan únicamente) la dependencia se mide con los criterios del DSM-IV.
Atribución de la urgencia al consumo de alcohol
Entre aquellos pacientes que reportaron consumo de alcohol seis horas antes de su urgencia
médica/traumática, se les preguntó si atribuían su problema al hecho de haber consumido alcohol.
La proporción (obtenida únicamente entre aquellos que consumieron alcohol seis horas antes de
la urgencia) nos brinda una medida indirecta de cómo los pacientes relacionan la urgencia con el
consumo previo.
Mujeres y adicciones
183
Análisis de datos
Presentamos prevalencias simples de consumo de alcohol entre las mujeres a través de los diferentes
servicios de urgencia, con pruebas de x2. Como medida de asociación entre el consumo de alcohol y el
riesgo de ingresar a los servicios de urgencia por alguna lesión o por problemas médicos presentamos
un análisis de case-crossover basado en el método del consumo usual (Borges y cols., 2004).
Resultados
La primera investigación que se llevó a cabo en la Ciudad de México en 1986, contó con la
participación de los servicios de urgencias de ocho hospitales representativos del sector salud, en la
ciudaddeMéxico.LosHospitalesqueparticiparonfueronXoco,Balbuena,LaVillayRubénLeñero
(instituciones públicas, dependientes del gobierno del Distrito Federal), la Cruz Roja (institución
de asistencia privada), el Hospital Lomas Verdes (IMSS), el Hospital López Mateos (ISSSTE) y el
Hospital ABC (hospital privado). La mayoría de los casos fueron por traumatismos (74%) y 35.5%
fueron mujeres (Cuadro 1). En Acapulco, Guerrero se llevó a cabo en 1987 un estudio en servicios
de urgencias de tres hospitales, que fueron el Hospital General de la ssA, el Hospital Magallanes
(hospital privado) y la Cruz Roja, que constituyó una réplica, en varios sentidos, de los objetivos de
la investigación previa del Distrito Federal. Sin embargo se captaron mucho menos traumatismos
(53.6%) y se obtuvo un porcentaje de 38.3% de mujeres. Un tercer estudio, llevado a cabo en
Pachuca, Hidalgo, se realizó en 1996 y 1997, en tres servicios de urgencias de los principales
hospitales generales de la ciudad, pertenecientes al IMSS, ISSSTE y SSA. En Pachuca, la mayoría
de los entrevistados ingresaron por problemas médicos y un porcentaje mayor de mujeres fueran
entrevistadas (48%). Finalmente, en el año 2002 la Organización Mundial de la Salud (OMS)
decidió llevar a cabo, de manera simultánea, una investigación en servicios de urgencias traumáticas
en varios países: África del Sur, Argentina, Bielorrusia, Brasil, Canadá, China, Estados Unidos, India,
México, Mozambique, Nueva Zelandia, República Checa y Suecia fueron seleccionados y han
aportado datos. Aquí el 39.9% de los pacientes que se entrevistaron fueron mujeres. De acuerdo con
el cuadro 1 se puede ver además que la mayoría de estos estudios se han hecho en un periodo corto
de trabajo de campo. El estudio del Distrito Federal duró un total de ocho semanas (una semana en
cada hospital), el de Acapulco un total de cinco semanas, un máximo de 12 semanas en Pachuca y
seis y media semanas en Tlalpan. La mayoría de los hospitales participantes han sido públicos o de
seguridad social, y en mucho menor medida privados. No sólo es difícil obtener la colaboración de los
hospitales privados sino que también estos son muchas veces hospitales pequeños o medianos, con
poco volumen de pacientes en urgencias, lo que hace que la investigación en estas instituciones sea
muy costosa. Las tasas de participación de los estudios realizados en México han sido excelentes,
variando desde 88 hasta 94.9 por ciento.
Para fines de este trabajo, hemos seleccionado únicamente a las mujeres que ingresaron a todos
estos servicios de urgencias, para un total de 1 981 mujeres, divididas en números muy parecidos
entre urgencias médicas, 903 mujeres, y traumáticas, 1 078 (cuadro 2). Éste es, por lo tanto, el
trabajo que más mujeres ha logrado reunir en la literatura. Comenzando con las urgencias médicas,
37.9% tuvo menos de 30 años y 28.6% bebió alcohol en los últimos 12 meses. Entre 2.2 y 3.8% de
estas mujeres tienen consumo riesgoso (ya sea dependencia, consumo consuetudinario o consumo
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
184
de cantidades elevadas, 5 o más copas en una ocasión). La prevalencia de consumo en el suceso
es infrecuente, variando desde 1.1% para el NAS hasta 3.4% para el autorreporte de consumo
seis horas antes del suceso. Por otro lado, las mujeres que ingresan por urgencias traumáticas
tienden a ser más jóvenes comparadas con las urgencias médicas y, en general, presentan más
prevalencia de consumo de alcohol habitual o en el suceso. En las urgencias traumáticas 13.6%
de las mujeres ingresó por alguna violencia. Aunque la frecuencia de embriaguez reportada en el
suceso es baja (3.1%) un gran porcentaje de mujeres que consumieron alcohol seis horas antes,
atribuyen su traumatismo al alcohol.
Debido al número bajo de mujeres que reporta consumo de alcohol seis horas antes de la
urgencia médica y la urgencia traumática, presentamos estimaciones del riesgo de ingresar a un
servicio de urgencia únicamente para el total de la muestra (cuadro 3). Como se puede observar,
el consumo de alcohol seis horas antes del suceso está asociado con un incremento de casi 9
veces en el riesgo de ingresar a un hospital de urgencias. Este riesgo es mayor para las mujeres
jóvenes (menos de 30 años), para los ingresos traumáticos y, especialmente, para las urgencias
traumáticas que implican algún tipo de violencia. El riesgo más bajo, pero aún así muy elevado, se
observa para los ingresos por una urgencia médica.
Discusión
De este trabajo se puede concluir dos puntos centrales. En primer lugar, entre 28.6 y 39.4% de las
mujeres que ingresan a un servicio de urgencias en México son bebedoras actuales. La prevalencia
de niveles elevados de consumo habitual es baja, entre 4.1 y 2.2%, y el consumo inmediatamente
antes del evento se ubicó entre 17.0 y 1.1%. Sin embargo, aunque el consumo antes del suceso
es relativamente bajo, una vez que las mujeres han bebido este consumo se asoció con un muy
elevado riesgo de sufrir una urgencia médica (OR=4.5) o, muy especialmente, una urgencia
traumática por una violencia (OR=38.0).
Uno de los pocos estudios que contamos sobre el consumo de alcohol, y las lesiones de las
mujeres que acuden a los servicios de urgencia, se llevó a cabo en tres hospitales generales en
la ciudad de Pachuca, Hgo. El total de la muestra fue 1 511 pacientes, siendo que 717 (47%)
eran mujeres. El 83.9% de estas pacientes eran abstemias. De las mujeres que reportaron un
patrón de consumo moderado y alto, 1.0 y 3.0% respectivamente, ingresaron por accidentes
y violencias y 0.4% ingresaron por problemas médicos (Romero y cols., 2001). Las mujeres
bebedoras tienen entre 30 y 49 años de edad (58.6%). Los motivos por los que beben las
mujeres son por interacción (acompañar a su pareja, ir a bares, sentir confianza con los hombres)
(6.1%) y por emociones positivas (ser sociable, mejorar confianza, divertirse) (84.8%), 9.7%
consume drogas, además de alcohol (Mondragón y Borges, 2000). Algunos de los resultados
sobre mujeres y servicios de urgencia en México se derivan de trabajos sobre consumo de alcohol,
violencia e ideación suicida en mujeres, los cuales forman parte de esta investigación de Pachuca.
En esta población, la ideación suicida y la depresión se encontraron altamente relacionadas con el
consumo de alcohol y con la violencia conyugal en estas mujeres de Pachuca (Romero y col., 2001;
Ramos y cols., 2002; Mondragón y Borges, 2000 y Mondragón y Borges, 2000). Las mujeres
que beben reportaron pérdidas afectivas como los sucesos de vida más frecuentes (27.6%)
(Mondragón y Borges, 2000). En cuanto a la violencia contra la mujer ejercida por la pareja, que
Mujeres y adicciones
185
resulta en ingresos a los SU por lesiones, se observó que por cada tres hombres que ingresaron
por una situación de violencia interpersonal, ingresó una mujer. Los conocidos y la pareja son los
agresores principales de las mujeres. Los hombres, considerados en su gran mayoría bebedores
excesivos, estaban bajo los efectos del alcohol durante el episodio violento. Esto parece confirmar
la idea de que si bien el alcohol no es una causa directa de la violencia conyugal (en este caso las
mujeres no son bebedoras), suele ser un factor que incrementa el riesgo de lesiones más severas
y de otros problemas como el intento de suicidio (Ramos y cols., 2002).
En el presente trabajo pudimos por primera vez reportar estimaciones del riesgo relativo de
sufrir una lesión o una urgencia médica como producto del consumo de alcohol inmediatamente
antes del suceso, aplicables específicamente a las mujeres de México. Nuestra conclusión es que
entre las mujeres que beben hay un elevado riesgo de sufrir una lesión o urgencia médica. Otros
trabajos previos han reportado también estimaciones del riesgo de sufrir urgencias traumáticas en
los cuatro estudios de SU entre mujeres de México (Wells y cols., 2007; Borges y cols., 2006) o
para un grupo de 12 países en varios continentes (Borges y cols., 2006). Sin embargo, ninguno
de estos estudios reportó previamente las diferencias de riesgo que hemos mostrado aquí, por
tipo de ingreso, edad y para las urgencias violentas. Un punto importante es que los riesgos
encontrados para las mujeres, y discutidos en los trabajos previos, aunque son muy elevados no
parecen ser diferentes de los riesgos que sufren los hombres que consumen alcohol. Es decir,
aunque la proporción de hombres que consume alcohol en México es mayor que la proporción
de mujeres consumidoras, entre las personas que ingieren alcohol los riesgos son similares para
hombres y mujeres.
La igualdad en los riesgos, según lo mencionado más arriba, pone de relieve la importancia de
identificar a las mujeres consumidoras. Sin embargo, existen aún muchas limitaciones para identificar
el problema del consumo de alcohol en las mujeres en los servicios de salud, particularmente los
de urgencias. Muchas mujeres bebedoras no son identificadas por los profesionales de la salud,
debido a la falta de instrumentos de medición adecuados, de tratamientos y programas preventivos
abocados exclusivamente a las mujeres (Medina-Mora, 2002). Además, el estigma que prevalece
en las mujeres bebedoras es un obstáculo para diseñar programas de prevención, detección y
tratamiento bajo una concepción de equidad de género. Construir alternativas de detección y
tratamiento, que tomen en cuenta las necesidades propias de las mujeres que sufran directa o
indirectamente de las consecuencias físicas y mentales del consumo de alcohol, se convierte en
un desafío al sistema de salud.
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Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
188
Cuadro 1. Características de los 16 servicios de urgencias estudiados por el Instituto Nacional de Psiquiatría, 1986-2002
Hospital Estudio Investigador
principal Año Duración N n (%)
Mujeres
%
Traumatismos
Tasa de
respuesta
Tipo de
servicio
1XOCOcCiudad de
México H. Rosovsky 1986 1 semana
p/hospital 352 88% Público
2 La Villa c331 Público
3 Balbuena c203 Público
4 Ruben Leñero c314 Público
5 Cruz Roja 293 Público
6 ABC 69 Privado
7A. López Mateos d352 Seguridad
Social
8 Lomas Verdes e274 Seguridad
Social
Subtotal 2188 776
(35.5) 74.0
9 General-SSA cAcapulco G. García 1987 5 semanas 242 87% Público
10 Cruz Roja 275 Público
11 Magallanes 123 Privado
Subtotal 640 245
(38.3) 53.6
Mujeres y adicciones
189
Hospital Estudio Investigador
principal Año Duración N n (%)
Mujeres
%
Traumatismos
Tasa de
respuesta
Tipo de
servicio
13 General-SSA c Pachuca G. Borges 1996
1997 12 semanas 460 93% Público
14 General-ISSSTE d4 ½ semanas 351 Seguridad
Social
15 General-IMSSe5 semanas 606 Seguridad
Social
Subtotal 1417 680
(48.0) 47.4
16 Gea González (sólo
traumatismos) Tlalpan G. Borges/ L. Mon-
dragón 2002 6 ½ semanas 702 280
(39.9) 100 94.9% Público
TOTAL 4947 1981
(40.1)
c Secretaría de Salud y Asistencia (SSA).
d Instituto de Seguridad Social al Servicio de los Trabajadores del Estado (ISSSTE).
e Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Cuadro 1. Características de los 16 servicios de urgencias estudiados por el Instituto Nacional de Psiquiatría, 1986-2002
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
190
Cuadro 2. Principales resultados en los estudios en servicios de urgencias, 1986-2002, según ingreso por traumatismos o urgencias médicas para las mujeres
Estudio N Porcentajes (%) de problemas médicos
<30 años Bebedora
actual
Depen
(3+) 5 copas + NAS Alc. 6 hrs
1 Ciudad de México 301 37.2 40.2 3.3 6.0 1.0 5.3
2Acapulco, México 145 46.9 48.3 2.8 No aplica 2.3 6.9
3 Pachuca, México 457 35.5 14.7 1.3 2.4 0.6 1.1
4Tlalpan, México No aplica -- -- -- -- -- --
TOTAL 903 37.9 28.6 2.2 3.8 1.1 3.4
Mujeres y adicciones
191
Cuadro 2. Principales resultados en los estudios en servicios de urgencias, 1986-2002, según ingreso por traumatismos o urgencias médicas para las mujeres
Estudio N Porcentajes (%) de traumatismos
Violencia <30 años Bebedora actual Depen (3+) 5 copas + NAS Alc. 6 hrs Embriagada Atribución*
1 Ciudad de México 475 18.0 43.4 41.3 1.5 3.4 4.3 5.9 2.5 61.5
2Acapulco, Méx ico 100 18.4 55.0 43.0 4.1 No aplica 12.5 17.0 11.0 87.5
3 Pachuca, México 223 11.8 40.8 18.4 0.9 1.8 4.2 4.0 0.5 75.0
4Tlalpan, México 280 6.1 38.9 51.8 No aplica 6.1 6.7 5.7 3.2 43.4
TOTAL 1078 13.6 42.8 39.4 ---- — ---- 5.5 3.1 65.2
Na: no se aplica.
*porcentaje calculado entre aquellas que reportaron consumo seis horas antes de la urgencia
NAS+: Nivel de alcohol en la sangre ≥0.01
BC: Bebedor consuetudinario
Depend: 3 o más de los siguientes síntomas: buscar disminuir el consumo de alcohol, reminiscencia, tomar una copa por la mañana inmediatamente después de levantarse, manos
temblorosas, permanecer intoxicado por varios días.
5 copas +: consumió cinco o más copas en los últimos 12 meses.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
192
Cuadro 3. Estimación del riesgo de ingresar a servicios de urgencias debido al consumo de alcohol seis
horas antes del evento en mujeres
OR* IC 95%
Todos los ingresos. 8.6 5.3 - 14
En menores de 30 años. 10.9 8 - 14.9
En mayores de 30 años. 6.6 4.9 - 8.9
Ingresos Médicos. 4.5 3.2 - 6.4
Ingresos Traumáticos. 12.5 9.4 - 16.6
Ingresos Traumáticos NO-Violentos. 9.3 6.6 - 13
Ingresos Traumáticos Violentos. 38.0 20.1 - 71.9
*OR (odds - ratio)
Mujeres y adicciones
193
Consumo de alcohol y drogas en la población femenina:
Un análisis de los componentes sociales y de género
a través de las encuestas nacionales
Clara Fleiz, Jorge Villatoro, Ma. Elena Medina-Mora,
Ma. de Lourdes Gutiérrez, Midiam Moreno,
Michelle Bretón, Natania Oliva,
Marycarmen Bustos, Miguel Ángel Brambila
Introducción
En México, el panorama epidemiológico de las adicciones muestra cómo al tradicional problema del
abuso de alcohol entre los varones de edad media se han sumado las mujeres y los/as adolescentes,
que copian los modelos adultos asociados con frecuencia al consumo y la embriaguez. Lo mismo
sucede con las drogas ilegales, ya que también se ha observado un incremento en su uso sobre todo
en las generaciones de mujeres más jóvenes, que están entre los 12 y 17 años, comparadas con
las de mayor edad (Medina-Mora, Natera, Borges, Cravioto, Fleiz et al., 2001; SS, CONADIC, INP,
INSP, 2009). Asimismo, en población escolar la brecha en el consumo de drogas entre hombres y
mujeres se ha acortado (Villatoro, Gutiérrez, Quiroz, Moreno, Gaytán et al., 2009).
Estas prácticas de consumo recientemente incorporadas por las mujeres, constituyen un
mayor riesgo para su salud porque, a diferencia de los hombres, ellas son más vulnerables a los
efectos del alcohol y otras drogas por cuestiones biológicas, psicológicas y sociales. En el caso
del alcohol, la evidencia científica ha mostrado que la mujer se intoxica más rápidamente que
el hombre con la misma cantidad, después de controlar peso y talla. Una de las causas se debe
al hecho de que la mujer tiene más proporción de grasa que de agua en el organismo, y debido
a que el alcohol es más soluble en el agua que en la grasa, se concentra más en el organismo
femenino que en el masculino (NIAAA, 1997). Asimismo, ellas son más proclives a desarrollar
comorbilidad psiquiátrica con otros trastornos como la depresión y ansiedad (Dawson y Archer,
1992; NIAAA, 1997).
Por otra parte, las normas socioculturales establecen marcadas diferencias en la conducta
esperada para hombres y mujeres, con una mayor tolerancia para los primeros y mayores castigos
para las segundas, lo que genera que las consumidoras sean más rechazadas, experimenten más
problemas y con frecuencia oculten su consumo (Medina-Mora, 2002).
A pesar de que la evidencia científica ubica a las mujeres como un grupo de mayor riesgo,
la investigación epidemiológica en adicciones ha profundizado más en estudiar el consumo en
la población masculina, probablemente porque ellos presentan las prevalencias más elevadas y,
en consecuencia, desarrollan más problemas que visiblemente están relacionados (accidentes,
delitos, problemas en el trabajo) (Brismar y Bergman, 1998).
En cambio, la mayor parte de la información disponible acerca de las mujeres se limita a
tópicos específicos relacionados sobre todo con los efectos del alcohol en sus cuerpos y su
salud reproductiva (Romero, Medina-Mora y Fleiz, en prensa). Parece que no es coincidencia el
hecho de que la investigación se haya focalizado en estos temas, vinculados con la presencia de
ciertos estereotipos de género que también permean la producción académica en esta materia,
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
194
ya que culturalmente se espera que las mujeres desarrollen un papel exitoso en su rol de madres
y protectoras de los cuidados de los miembros de la familia, por lo que el consumo de cualquier
droga limitaría el pleno ejercicio de estos mandatos culturales.
En este contexto, las Encuestas Nacionales de Adicciones (ENA) a pesar de ser estudios
que proporcionan información muy rica y actualizada sobre la problemática en cuestión, no han
sido lo suficientemente explotadas para visibilizar el consumo en las mujeres, y sus problemas
relacionados (SSA, 1990; SSA, DGE, 1994; SS, DGE, IMP, CONADIC, 1998; SS, CONADIC, INP,
DGE, INEGI, 2002; SS, CONADIC, INP, INSP, 2009).
Por lo tanto, el objetivo de este trabajo es identificar en la población femenina las prevalencias,
tendencias y componentes socioculturales asociados al consumo de alcohol y otras drogas, a partir
de un análisis más específico de las encuestas en hogares.
¿Qué son las encuestas de adicciones en hogares?
Son estudios realizados con población general cuya misión principal es conocer la extensión
del uso/abuso de sustancias, las características de las personas que usan drogas, los problemas
asociados con el uso/abuso, las tendencias del problema y las variables que incrementan el riesgo
de la experimentación, el abuso y la dependencia a sustancias.
En México, las primeras encuestas en hogares fueron realizadas entre 1974 y 1986 en algunas
ciudades seleccionadas del país, por la doctora Ma. Elena Medina-Mora, del Instituto Nacional
de Psiquiatría Ramón de la Fuente. Posteriormente, en 1988, se levantó la primera Encuesta
Nacional de Adicciones, la segunda se realizó en 1993; la tercera en 1998; la cuarta en el 2002
y, recientemente, la quinta en 2008 (SSA, 1990; SSA, DGE, 1994; SS, DGE, IMP, CONADIC,
1998; SS, CONADIC, INP, DGE, INEGI, 2002; SS, CONADIC, INP, INSP, 2009).
Estas investigaciones se ejecutan mediante la aplicación de cuestionarios estandarizados en
formato cara a cara en el hogar de los individuos seleccionados, a una muestra representativa de
la población de 12 a 65 años que tiene un lugar fijo de residencia. Las personas son seleccionadas
de manera aleatoria, sistemática y además es necesario que hablen español.
Las encuestas en hogares proporcionan información que permite estimar la prevalencia del
consumo de drogas; es decir, la proporción de la población que consumió “alguna vez en su vida”
(prevalencia de vida), la que lo hizo durante “el último año” y en el “último mes” previo a la
entrevista. La información es analizada por frecuencia y cantidad de uso y problemas asociados,
así como por variables sociodemográficas, como la edad, sexo, escolaridad y empleo.
Estos estudios epidemiológicos, de carácter transversal, son los más utilizados para las
comparaciones internacionales, ya que permiten obtener una “fotografía” de la situación, en un
momento y lugar determinados. Son estudios que muestran la situación global de una ciudad,
estado o país y no sólo la de los grupos que están siendo más afectados por el consumo de drogas.
Sin embargo, estas encuestas son costosas y requieren muchos recursos técnicos y humanos, por
lo que pocos países las realizan de manera continua. Otra limitación que tienen es que no permiten
acceder a información sobre otro tipo de población que no vive en hogares, como los detenidos en
cárceles, los niños en situación de calle o los que están hospitalizados (Secretaría de Salud, 1999).
Otros estudios en hogares que se han realizado en nuestro país relacionados con el consumo
de drogas son la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica en población adulta (Medina-
Mujeres y adicciones
195
Mora, Borges, Lara, Benjet, Blanco et al., 2003), la Encuesta de Salud Mental en Adolescentes de
la Ciudad de México (Benjet, Borges, Medina-Mora, Fleiz, Blanco et al., 2007), las encuestas en
hogares realizadas en cuatro ciudades (Tijuana, Ciudad Juárez, Monterrey y Querétaro) en 2005
(Medina-Mora, Fleiz y Villatoro, 2006), la de hogares de la ciudad de México (Fleiz, Medina-
Mora, Villatoro, Juárez, Rojas et al., 2007) y la encuesta estatal de Yucatán en 2005 (Urquiaga,
Medina Mora, Fleiz y Villatoro, en prensa). Además, se han llevado a cabo encuestas en población
escolar de nivel medio y medio superior desde 1970 y a nivel nacional en 1991. La ciudad
de México es la única entidad en el país que cuenta con mediciones sistemáticas en escolares,
efectuadas cada tres años desde 1997 (Villatoro et al., 2009) y en Tamaulipas se han efectuado
tres mediciones en dicha población (Gaither, Soto, Pérez, Soto y Villatoro, 2004).
En general, estos estudios ofrecen un marco de cambios en el contexto nacional de las
adicciones y la salud mental que obliga a los sectores educativos y de salud a continuar con el
desarrollo de programas de intervención y tratamiento, así como a desarrollar políticas públicas
acordes a las necesidades y cambios recientes.
¿Cuáles son algunos de los hallazgos principales de estos estudios?
Los diversos sistemas de información del país han mostrado que el consumo de cocaína se ha
estabilizado, que la mariguana sigue en incremento, aunque estos aspectos tienen variaciones a
nivel regional (SS, DGE y SISVEA, 2009, Gutiérrez y Castillo, 2009). Asimismo, en los datos de
la encuesta de estudiantes de la Ciudad de México del 2003 (Villatoro, Medina-Mora, Hernández,
Fleiz, Amador et al., 2005) se encontró una situación similar, incremento en el consumo de
mariguana, ligero decremento en el consumo de cocaína y, como nueva situación, un repunte en
el consumo de inhalables.
Por supuesto, los cambios y comportamientos no son iguales en todo el país. Estas mismas
fuentes de información señalan que la frontera norte del país tiene un comportamiento diferente,
incluso entre ella misma. Mientras que en Matamoros el consumo es menor a las otras ciudades
fronterizas, Nuevo Laredo, Reynosa y Ciudad Juárez muestran un alto nivel de consumo de cocaína
y una alta problemática de consumo de heroína. Por otra parte, las ciudades fronterizas de Sonora y
Baja California también muestran problemas por el consumo de estas sustancias, pero presentan
ya altos índices de consumo de metanfetaminas, tanto en aquellos que asisten a un servicio de
salud en adicciones como en la población abierta y escolar de la entidad. Incluso, en el caso de
Sonora está documentado un alto porcentaje de esta sustancia en la ciudad capital. Esto coincide
mucho con lo que pasa en los Estados Unidos de Norteamérica, donde el mercado natural de las
metanfetaminas es California y se le ha agregado Arizona.
Otro elemento relevante en la frontera es que el consumo en Ciudad Juárez ha alcanzado los
niveles de Tijuana y la principal contribución viene del rango de los menores de edad entre los 12 y
los 17 años, de manera que estas dos ciudades son las de mayor consumo de sustancias en el país,
aun por encima de la Ciudad de México. Por supuesto, realizar diagnósticos de esta naturaleza en
otros estados es importante para conocer con mayor claridad su situación.
En el centro del país se encuentra una problemática intermedia, aunque la Ciudad de México
muestra un nivel de consumo de drogas entre el centro del país y las dos ciudades fronterizas
mencionadas con anterioridad. Asimismo, en algunos estados donde se han hecho estudios
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
196
en estudiantes ha habido un incremento importante en el consumo de drogas. Destaca
Aguascalientes, con una problemática importante en el abuso de alcohol, que alcanza al 40% de
la población de bachillerato, valor casi 10% por arriba del estado más cercano.
En el sur del país, especialmente en Yucatán, estado donde se tiene una encuesta de hogares y
una de estudiantes, la problemática se conserva como la más baja del país, incluso al analizar la ciudad
capital del estado. Las prevalencias del consumo son menores, aunque para la región es importante
tomar en cuenta la necesidad de contar con un estudio específico en la ciudad de Cancún, Quintana
Roo, donde, debido a su situación turística, se piensa hay un alto consumo de drogas.
Por otra parte, se observa actualmente que las mujeres han incrementado su consumo
de drogas. De manera específica, el reporte de la encuesta del 2006 muestra que en algunas
delegaciones de la Ciudad de México hay una mayor prevalencia de mujeres que consumen
alcohol y tabaco y hay indicios de que en algunas drogas ilegales comienzan a parecerse las
prevalencias de consumo a las de los hombres, como lo muestran los resultados de la encuesta de
Nuevo León y se aprecia que la distancia entre hombres (6.8%) y mujeres (6.3%) de secundaria
es muy pequeña (Villatoro, Gutiérrez, Quiroz, Juárez y Medina-Mora, 2007).
Estos resultados globales, derivados de los últimos estudios epidemiológicos, indican
claramente cómo la incorporación de la mujer a la cultura de consumo es hoy en día una realidad
que va en ascenso y que principalmente está involucrando a los sectores más jóvenes.
Método
Para efectos de este capítulo, se presentan los resultados de las Encuestas Nacionales de
Adicciones 1988, 1998 y 2002, y se procede a su correspondiente descripción metodológica.
Diseño de muestra. Las tres encuestas han partido de un diseño muestral probabilístico,
estratificado,1 polietápico2 y con selección de conglomerados en varias etapas de muestreo.3 Para
ello se usó en cada estudio el marco cartográfico y de datos a nivel localidad y Área Geoestadística
Básica (AGEB) del Censo General de Población y Vivienda de 1980 para la primera medición y
el Conteo Nacional de Población de 1995 para las dos encuestas restantes; todos realizados por
el Instituto Nacional de Geografía, Estadística e Informática (INEGI).
Para la selección de la muestra de las tres mediciones, primero se calculó el tamaño total de
la muestra y después éstas se asignaron proporcionalmente al tamaño de la población en cada
entidad federativa. Para aquellas entidades con ciudades definidas como áreas metropolitanas, la
muestra se distribuyó primero en dichas áreas y posteriormente en el “resto” del estado; en las
entidades sin áreas metropolitanas la muestra se asignó en forma proporcional. En la segunda
fase de asignación de la muestra se conformaron las Unidades Primarias de Muestreo (UPM),
que se seleccionaron con el método de Probabilidad Proporcional al Tamaño (PPT), con base
en el número de habitantes, otorgando mayor probabilidad de selección a las más pobladas,
para después efectuar en las áreas de listado en muestra la selección sistemática de viviendas.
Finalmente, en la ENA 88 y 98, al interior de cada vivienda se elaboró un listado de todos los
integrantes de la misma entre 12 y 65 años de edad y mediante una tabla de números aleatorios
1 Las unidades de selección son agrupadas por características similares geográficas y socioeconómicas.
2 La unidad última de selección (vivienda) es seleccionada después de varias etapas.
3 Previamente se conforman conjuntos de unidades muestrales de los cuales se obtiene la muestra.
Mujeres y adicciones
197
se seleccionó a uno de los ocupantes para realizar la entrevista. La ENA 2002 siguió un proceso
diferente para la selección de la vivienda y del individuo, que consistió en seleccionar al individuo
más próximo a cumplir años.
Tamaño de muestra. Como puede observarse en el siguiente cuadro, el tamaño de muestra
difirió en cada estudio. No obstante, se mantuvieron los mismos parámetros muestrales para
conservar la representatividad y los estándares metodológicos requeridos en estudios de esta
naturaleza. En todas las mediciones se ajustó un tamaño de muestra para cubrir 20% de no
respuesta por vivienda, un nivel de precisión del 3%, un nivel de confianza del 95% y un efecto
de diseño de 2.3 a 3.5 para valores de parámetros que oscilaron entre el 20% y el 50%.
Viviendas en muestra y población total entrevistada de las Encuestas Nacionales de Adicciones
Número de viviendas visitadas Población total entrevistada
ENA 1988 15 000 12 580
ENA 1998 11 400 9 594
ENA 2002 14 020 11 252
Población objetivo. Los sujetos elegibles en las tres encuestas fueron residentes habituales de
viviendas dentro del rango de 12 a 65 años. La ENA 2002 fue la primera que incluyó población
rural, además de urbana.4
Una vez que las viviendas incluidas en muestra fueron visitadas, cada una de las proporciones
de las variables estudiadas se ponderó, para extrapolarlas a la población en general bajo estudio.
Procedimiento. En las tres mediciones, previo al operativo de campo, se llevó a cabo
la capacitación del personal que participaría en el levantamiento, para lo cual, en las dos
primeras encuestas, se concentró al personal en la Ciudad de México y para la ENA 2002 en
Aguascalientes, donde un equipo especializado de instructores impartió la capacitación sobre
los instrumentos de selección de los individuos y sobre adicciones. En cada entrenamiento se
capacitó cuidadosamente a los encuestadores para que conocieran la caracterización de los
diversos tipos de drogas y las formas habituales de consumo, las unidades de medida a utilizar
para determinar los consumos de alcohol, así como prevenirlos sobre algunas situaciones que
pueden presentarse cuando se tocan los temas relativos al consumo de drogas, tales como
suspicacia, búsqueda de consejo y canalización a centros de atención especializada.
Durante la fase práctica de cada curso, los entrevistadores ejercitaron la aplicación de los
cuestionarios, la ubicación de manzanas, el recorrido sistemático y el proceso de selección de
entrevistados.
Adicionalmente, cada estudio contó con manuales de los instrumentos psicométricos y del
operativo de campo, que contienen los lineamientos generales a seguir por los encuestadores, la
técnica de la entrevista, el recorrido sistemático de manzanas, la visita a hogares y la selección
de los individuos.
4 Una población urbana se compone de localidades de 2 500 habitantes o más, mientras que una rural se
caracteriza porque tiene un número menor a los 2 500 habitantes.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
198
Una vez concluida la etapa de capacitación del personal se inició el trabajo de campo. En la
ENA 1988 y 1998 se formaron 10 equipos de encuestadores en promedio y un supervisor por
equipo. Las actividades de este último fueron la organización y supervisión de las actividades
de listado y selección de los segmentos de viviendas, la asignación de cargas de trabajo y la
verificación de la calidad de la información recabada. Para la ENA 2002 se contó con un equipo
de encuestadores y dos supervisores para cada entidad federativa.
En todos los estudios durante el trabajo de campo se realizó una estricta supervisión de
los/as entrevistadores/as para corroborar tanto la correcta localización de las áreas en muestra,
una adecuada presentación y aplicación de los instrumentos de campo, como verificar que el/
la entrevistador/a visitó la vivienda y entrevistó a la/s persona/s seleccionada/s. También se
revisó el correcto llenado de los cuestionarios que no se supervisaron directamente en campo
antes de enviarlos a la oficina central para su codificación y captura. Toda la no respuesta estuvo
sujeta a una supervisión del 100%.
Instrumento. Para cada encuesta, la información se recabó utilizando cuestionarios
estandarizados que se aplicaron mediante una entrevista cara a cara, los cuales contienen los
indicadores básicos propuestos por la Organización Mundial de la Salud para evaluar uso/abuso
y dependencia a sustancias, así como los problemas que se asocian con esta práctica. Incluyen
además preguntas que permiten identificar al usuario de acuerdo con variables sociodemográficas;
percepción social del consumo, factores de riesgo para el inicio y el abuso de sustancias.
Resultados
Respecto a la ENA 1988, casi una tercera parte se ubicó en el rango de edad de los 18 a 24 años.
Poco más de la mitad de la población refirió estar casada (59.5%). El 91.4% de las seleccionadas
profesaban la religión católica. Finalmente, sólo 9.1% de las participantes completó estudios
universitarios. En la encuesta de 1998, 34.8% de las encuestadas se ubicó en el rango de edad
de los 31-45 años. Más de la mitad estaban casadas (57.6%) y la mayoría pertenecía a la
religión católica (85.6%). En cuanto al nivel de estudios, la mayor proporción de la población
sólo contaba con estudios de primaria (37.1%). En la ENA 2002, más de la tercera parte de la
población encuestada se encontraba entre los 31 y 45 años (34.3%). 54.9% estaban casadas.
Casi 90% pertenecían a la religión católica. En cuanto al nivel de estudios, la mayor parte de la
muestra únicamente contaba con estudios de primaria (35.3%) (Cuadro 1).
Mujeres y adicciones
199
Cuadro 1. Características de la muestra femenina de las tres Encuestas Nacionales de Adicciones
Población femenina
ENA 1988 ENA 1998 ENA 2002
N % N % N %
Edad
18-24 4 253 252 28.2 5 580 254 25.3 5 335 584 22.1
25-30 2 924 337 19.4 4 370 842 19.8 4 719 638 19.5
31-45 4 726 971 31.3 7 667 532 34.8 8 297 529 34.3
46 o más 3 182 986 21.1 4 426 716 20.1 5 819 456 24.1
Estado civil
Casada 8 961 648 59.5 12 686 470 57.6 13 280 385 54.9
Unión libre 970 203 6.4 1 993 164 9.0 2 454 915 10.2
Separada 332 161 2.2 1 091 618 5.0 1 222 159 5.1
Divorciada 236 914 1.6 429 421 1.9 516 759 2.1
Viuda 646 425 4.3 844 487 3.8 1 098 003 4.5
Soltera 3 905 935 25.9 4 990 055 22.6 5 599 734 23.2
Religión
Católica 13 760 991 91.4 18 873 750 85.6 21 631 094 89.5
Protestante o
evangélica 781 305 5.2 2 117 419 9.6 1 329 696 5.5
Judaica 27 439 0.2 10 288 ** -- --
Ninguna 338 638 2.2 902 304 4.1 586 609 2.4
Otra 154 385 1.0 136 714 0.6 624 808 2.6
Escolaridad
Ninguna 1 375 953 9.1 1 471 094 6.7 1 472 018 6.1
Primaria 6 831 389 45.4 8 177 085 37.1 8 539 901 35.3
Secundaria 4 064 380 27.0 6 174 137 28.0 4 873 543 20.2
Preparatoria o
vocacional 1 347 091 9.0 3 957 620 18.0 5 368 852 22.2
Licenciatura 1 373 710 9.1 2 215 262 10.0 3 722 674 15.4
Posgrado 53 312 0.4 50 147 0.2 195 219 0.8
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200
En 1988, 63.5% de la población femenina fue abstemia, es decir, no consumió alcohol el año
previo al estudio, cifra que también incluyó a aquellas que nunca habían bebido alcohol. No
obstante, en 1998 y 2002 esta proporción disminuyó ya que más mujeres se incorporaron al
consumo (55.3% y 57.4%, respectivamente). Al comparar el índice de bebedoras actuales, se
observó un incremento del 8% en el consumo de las mujeres urbanas entre 1988 y 1998, que
pasó de 36.5% a 44.6%, y descendió a 42.7% en el 2002. El índice de abuso/dependencia
evaluado mediante indicadores del ICD-10 alcanzó casi 1% en las tres mediciones (Cuadro 2).
Cuadro 2. Tendencias de consumo de alcohol en la población femenina
Población urbana Población urbana y rural
1988 1998 2002 2002
No bebedora 32.0 37.7 34.6 41.2
Ex-bebedora 31.5 17.6 22.8 21.7
Bebedora actual 36.5 44.6 42.7 37.2
Abuso/dependencia 0.6 1.0 0.8 0.6
Por grupos de edad, se observó que la proporción de bebedoras actuales incrementó de 1988
a 2002 sobre todo en las mujeres de 18 a 24 (35.5% y 48.3%, respectivamente) y de 25
a 30 años (43.4% y 44.5%). Asimismo, el consumo actual en las mujeres de 31 a 45 años
aumentó de 1988 a 1998, ya que pasó de 39.1% a 48.4%, y descendió en 2002 al 43.2%. En
la cohorte de mayor edad (46 años o más), el consumo actual fue menor en las tres mediciones
en comparación con las cohortes más jóvenes. Respecto al abuso de alcohol, los datos reflejaron
que este índice tuvo un incremento continuo en cada medición, especialmente en las mujeres
más jóvenes (6.9% en 1988, 8.3% en 1998 y 11.7% en 2002). Por otra parte, el índice de
dependencia disminuyó de 1988 a 2002 en las cuatro cohortes de edad (Cuadro 3).
Cuadro 3. Tendencias en el consumo de alcohol por grupos etarios en la población femenina
Nunca ha
consumido Ex-bebedora Bebedora actual Abuso de alcohol Dependencia al
alcohol
% % % % %
Edad 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002
18-24 34.5 40.5 32.5 30.0 13.1 19.2 35.5 46.4 48.3 6.9 8.3 11.7 1.9 1.3 1.2
25-30 27.6 39.2 31.6 29.0 19.3 23.9 43.4 41.5 44.5 7.4 8.5 8.1 0.6 0.8 0.3
31-45 30.0 34.8 35.7 30.8 16.7 21.1 39.1 48.4 43.2 9.3 10.4 8.2 1.4 1.0 1.0
46 + 35.9 37.8 37.3 36.5 23.4 27.5 27.6 38.8 35.2 4.8 7.5 5.3 3.7 1.1 0.4
Mujeres y adicciones
201
Por estado civil, los resultados mostraron que la prevalencia del consumo actual incrementó de 1988
a 2002 especialmente entre las separadas (41% y 45.6%, respectivamente), las divorciadas (40.7%
y 52.4%, respectivamente) y en las solteras (41.1% y 51.8%, respectivamente). Entre las casadas
y las viudas el consumo actual fue menor en las tres mediciones. Respecto al abuso de alcohol, los
datos reflejaron tendencias similares a las antes descritas ya que este índice tuvo un incremento de
1988 a 2002, primordialmente entre las mujeres separadas (10% y 13.8%, respectivamente), las
divorciadas (11.2% y 20.3%, respectivamente) y las solteras (8.5% y 12.1%, respectivamente).
Por otra parte, el índice de dependencia en 1988 fue mayor entre las separadas (8%), en 1998 entre
las divorciadas (3.6%) y en 2002 en las viudas (3.4%) (Cuadro 4).
Cuadro 4. Tendencias en el consumo de alcohol por estado civil en la población femenina
Nunca ha
consumido Ex-bebedora Bebedora actual Abuso de alcohol Dependencia
al alcohol
% % % % %
Estado
Civil 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002
Casada 32.6 38.4 36.7 32.2 17.6 23.8 35.3 43.9 39.5 6.1 8.2 6.0 1.3 0.9 0.3
Unión
libre 31.6 37.3 34.7 33.9 20.5 25.3 34.6 42.3 40.0 13.4 11.9 8.5 2.1 0.8 1.2
Separa-
da 33.7 32.5 33.2 25.4 25.8 21.2 41.0 41.7 45.6 10.0 7.3 13.8 8.0 2.9 1.1
Divor-
ciada 34.9 24.6 17.1 24.4 11.0 30.5 40.7 64.3 52.4 11.2 17.9 20.3 -- 3.6 0.2
Viuda 33.8 36.9 37.7 40.3 24.8 29.7 25.9 38.3 32.5 5.9 7.5 3.8 3.9 0.7 3.4
Soltera 30.4 38.6 30.8 28.6 14.2 17.4 41.1 47.2 51.8 8.5 9.4 12.1 1.8 1.0 1.0
En cuanto a la religión, se observó que principalmente las mujeres que profesaban la religión protestante
o evangélica tuvieron los índices mayores de abstención (57.1% en 1988, 60.9% en 1998 y 50%
en 2002) en comparación con las mujeres pertenecientes a otras religiones como la católica (30.6%
en 1988, 35.2% en 1998 y 32.8% en 2002). Asimismo, la abstinencia en los doce meses previos a
cada estudio fue mayor en 1988 entre las mujeres de religión judaica (35.8%) y en las dos mediciones
posteriores entre las protestantes (19.2% y 32.1%, respectivamente).
En cuanto al consumo actual, los resultados indicaron que la prevalencia incrementó sobre todo
de 1988 a 1998 entre las mujeres católicas (37.5% y 47.1%, respectivamente) y entre las que
no tenían ninguna religión (45.3% y 52.9%, respectivamente). No obstante, en 2002 el consumo
actual disminuyó en estos dos grupos.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
202
En cuanto al abuso de alcohol, la prevalencia fue mayor en 1988 entre las mujeres que respondieron
tener “otra” como opción en religión (15.5%). En 1998 y 2002 el índice de abuso fue mayor en
las que no tenían ninguna religión (14.9% y 11.7%, respectivamente). Por último, la dependencia al
alcohol fue superior en 1988 entre las mujeres que no tenían ninguna religión (5%), y en las otras dos
encuestas entre las mujeres católicas (1.2% en 1998 y 0.8% en 2002) (Cuadro 5).
Cuadro 5. Tendencias en el consumo de alcohol por religión en la población femenina
Nunca ha
consumido Ex-bebedora Bebedora actual Abuso de
alcohol
Dependencia
al alcohol
% % % % %
Religión
1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002
Católica 30.6 35.2 32.8 32.0 17.7 22.4 37.5 47.1 44.8 7.3 9.4 8.6 1.7 1.2 0.8
1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002
Protestante
o evangélica 57.1 60.9 50.0 24.8 19.2 32.1 18.1 19.9 17.9 4.2 3.0 4.0 -- ** 0.4
Judaica 56.8 100.0 -- 35.8 -- -- 7.4 -- -- 7.4 -- -- -- -- --
Ninguna 29.7 32.4 47.8 25.0 14.7 17.8 45.3 52.9 34.3 12.8 14.9 11.7 5.0 0.6 --
Otra 33.5 52.9 48.7 32.7 9.8 20.7 33.9 37.3 30.6 15.5 -- 1.2 2.6 -- --
** El porcentaje obtenido es menor a 0.1
En cuanto a la escolaridad, se encontró que las mujeres sin instrucción educativa y las que
sólo habían estudiado hasta la primaria presentaron los niveles más altos de abstención en las
tres mediciones. Contrariamente, el consumo actual fue mayor entre las mujeres con estudios de
preparatoria, licenciatura y posgrado. Vale la pena destacar que en las mujeres con licenciatura este
índice incrementó significativamente entre 1988 y 2002, al pasar de 49.7% a 61.1%; tendencia que
fue similar entre las de posgrado, ya que el consumo actual pasó de 48.4% a 59.9%, en el mismo
periodo. Con relación al abuso de alcohol, se registró un aumento de 1988 a 2002, especialmente
entre las mujeres con licenciatura (9.4% y 12.1%, respectivamente). En tanto que la dependencia
tuvo un decremento de 1988 al 2002 en la mayoría de los niveles educativos; únicamente se registró
un aumento entre las mujeres de preparatoria, que pasó de 0.1% a 0.8% (Cuadro 6).
Mujeres y adicciones
203
Cuadro 6. Tendencias en el consumo de cualquier droga por escolaridad en la población femenina
Nunca ha
consumido Ex-bebedora Bebedora
actual
Abuso
de alcohol
Dependencia
al alcohol
% % % % %
Escolaridad
1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002
Ninguna 40.2 49.2 43.4 34.9 22.4 27.3 25.0 28.3 29.2 8.2 6.9 4.7 7.1 0.6 2.4
Primaria 38.1 43.9 41.7 31.1 19.2 24.7 30.8 36.9 33.6 6.1 9.1 7.0 2.4 1.4 0.5
Secundaria 26.9 37.0 35.2 31.9 15.8 24.2 41.2 47.2 40.6 7.2 7.5 8.3 1.0 0.9 0.8
Preparatoria
o vocacional 21.5 29.1 30.3 28.4 19.2 20.4 50.1 51.7 49.3 11.4 9.6 8.7 0.1 1.1 0.8
Licenciatura 19.5 25.2 20.7 30.8 11.4 18.2 49.7 63.3 61.1 9.4 12.5 12.1 0.7 0.4 0.5
Posgrado 39.0 11.3 20.9 12.7 -- 19.2 48.4 88.7 59.9 3.8 -- 3.6 -- -- --
Respecto al uso de drogas, los resultados de las tres encuestas mostraron prevalencias inferiores
al 1%. No obstante, hay que señalar algunos cambios importantes en las preferencias de las
mujeres, registrados entre 1988 y 2002. Los datos de la primera encuesta mostraron que las
anfetaminas fueron las drogas de mayor uso (0.7%), seguidas de los tranquilizantes (0.6%) y
la mariguana (0.4%).
En 1998, la mariguana pasó al primer lugar de consumo (0.7%), los tranquilizantes ocuparon
el segundo lugar (0.5%) y la cocaína apareció en el tercer sitio (0.3%). En 2002, el consumo de
mariguana se duplicó y se mantuvo en el primer lugar (0.8%), mientras que la cocaína continúo
en ascenso y pasó al segundo lugar de preferencia (0.5%). Los inhalables y los alucinógenos
presentaron prevalencias muy bajas de consumo en las tres mediciones (Cuadro 7).
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
204
Cuadro 7. Tendencias en el consumo de drogas médicas e ilegales alguna vez en la vida
en la población femenina
Drogas 1988 1998 2002
%%%
Tranquilizantes 0.6 0.5 0.7
Sedantes 0.1 0.1 0.3
Anfetaminas 0.7 0.2 0.4
Mariguana 0.4 0.7 0.8
Cocaína 0.0 0.3 0.5
Inhalables 0.1 0.1 0.1
Alucinógenos 0.0 0.1 0.1
Por grupos de edad, se observó que la prevalencia de consumo de cualquier droga aumentó de 1988
a 2002, principalmente entre las mujeres de 25 a 30 años; mientras que las mujeres de 31 a 45 años
presentaron un consumo superior (3.3%) en 1988, que disminuyó en las mediciones de 1998 y 2002
(1.9% y 1.8%, respectivamente). Estos datos indican cómo a partir de la segunda Encuesta Nacional
de Adicciones, las generaciones de mujeres más jóvenes fueron las más afectadas por el uso de drogas
y desplazaron a las cohortes de mayor edad. Esta misma tendencia se observó en el consumo de drogas
ilegales, ya que en 2002 las generaciones más jóvenes presentaron una prevalencia mayor a la encontrada
en 1988 y 1998 (Cuadro 8a).
Cuadro 8a. Tendencias en el consumo de cualquier droga por grupos etarios en la población femenina
Cualquier droga
alguna vez
Cualquier droga
último año
Cualquier droga
ilegal alguna vez
Cualquier droga ilegal
último año
% % % %
Edad 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002
18-24 2.0 2.9 3.2 0.9 1.7 0.9 0.2 1.8 2.5 0.1 0.4 0.3
25-30 2.1 2.4 4.1 0.9 0.4 0.8 0.2 0.8 2.3 -- 0.1 0.1
31-45 3.3 1.9 1.8 1.0 0.5 0.5 0.8 0.7 0.6 0.2 -- 0.1
46 o más 1.5 1.8 2.9 0.9 0.4 0.5 ** 0.4 0.6 ** -- --
** El porcentaje obtenido es menor a 0.1
Mujeres y adicciones
205
En 1988, la prevalencia de consumo de opiáceos fue mayor entre las mujeres de 46 años o más
(0.5%) y en la medición de 2002 únicamente las mujeres de 18 a 24 años reportaron su uso (0.3%).
En cuanto a los tranquilizantes, la prevalencia más elevada se registró entre las mujeres de 25 a 30
años en el 2002 (2.1%) y entre las de 46 o más en 1998 y 2002, con una prevalencia de 1.3% en
ambas mediciones. Los sedantes y barbitúricos fueron sustancias de menor consumo. Por último, el
uso de anfetaminas disminuyó casi en todas las cohortes entre 1988 y 2002 (Cuadro 8b).
Cuadro 8b. Tendencias en el consumo de drogas médicas por grupos etarios en la población femenina
Opiáceos Tranquilizantes Sedantes
y barbitúricos Anfetaminas
% % % %
Edad 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002
18-24 0.1 0.9 0.3 1.2 0.7 0.5 0.2 -- 0.1 0.7 0.8 0.3
25-30 -- 0.8 -- 1.2 1.4 2.1 -- 0.8 -- 0.5 0.2 0.7
31-45 ** 0.7 -- 0.8 0.8 0.8 0.2 0.2 0.5 0.6 0.5 0.2
46 o más 0.5 1.3 ** 0.4 1.3 1.3 -- 0.2 1.0 1.3 0.6 0.9
** El porcentaje obtenido es menor a 0.1
La mariguana y la cocaína fueron las drogas ilegales de mayor consumo y crecimiento entre las
mujeres más jóvenes en las tres mediciones. En cuanto a la primera sustancia, la prevalencia en
1988, en la cohorte de 18 a 30 años fue igual al 0.2%, cifra que aumentó al 1.6% en 2002. La
cocaína tuvo un crecimiento significativo de 1988 a 2002 entre las mujeres de 18 a 24 años (0.1%
y 1.4%, respectivamente) y de 1998 a 2002, entre la cohorte de 25 a 30 años (0.3% y 1.2%,
respectivamente). El consumo de alucinógenos fue significativamente superior en 2002 entre las
mujeres de 18 a 24 y en las de 46 a 65 años. El uso de inhalables fue bajo en las tres mediciones y
únicamente mostró un incremento entre las mujeres de 25 a 30 años de 1998 a 2002 (Cuadro 8c).
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
206
Cuadro 8c. Tendencias en el consumo de drogas ilegales por grupos etarios en la población femenina
Mariguana Cocaína Alucinógenos Inhalables
% % % %
Edad 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002
18-24 0.2 1.1 1.6 0.1 0.9 1.4 ** 0.3 0.4 0.1 0.3 0.1
25-30 0.2 0.6 1.5 -- 0.3 1.2 -- -- -- ** 0.1 0.2
31-45 0.8 0.7 0.6 ** 0.1 0.1 ** 0.1 -- ** -- **
46 o más ** 0.4 0.5 -- -- 0.1 -- -- 0.1 ** -- --
** El porcentaje obtenido es menor a 0.1
Por estado civil, la prevalencia de consumo de cualquier droga alguna vez en la vida aumentó
significativamente de 1988 a 2002 entre las mujeres divorciadas (1.5% y 6%, respectivamente) y en
las que vivían en unión libre (1.8% y 4.2%, respectivamente).
En lo que respecta a las drogas ilegales, se observó esta misma tendencia, aunque es importante
señalar que el consumo en las mujeres solteras también tuvo un incremento importante de 1988 a
2002 (0.3% y 2.1%, respectivamente) (Cuadro 9a).
Cuadro 9a. Tendencias en el consumo de cualquier droga por estado civil en la población femenina
Cualquier droga
alguna vez
Cualquier droga
último año
Cualquier droga
ilegal alguna vez
Cualquier droga
ilegal último año
%%%%
Estado Civil 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002
Casada 2.4 2.0 2.4 0.9 0.7 0.4 0.4 0.7 0.7 ** ** --
Unión libre 1.8 3.0 4.2 0.4 0.3 0.6 0.2 2.7 2.9 -- -- 0.3
Separada 3.7 3.1 3.6 3.0 0.8 0.7 2.3 0.9 1.9 2.1 -- --
Divorciada 1.5 6.9 6.0 -- 1.3 3.7 -- 3.6 2.0 -- -- --
Viuda 2.2 0.9 1.2 1.0 -- -- 0.4 0.6 0.6 0.3 -- --
Soltera 2.2 2.0 3.2 0.9 1.4 1.1 0.3 0.6 2.1 ** 0.4 0.3
** El porcentaje obtenido es menor a 0.1
Mujeres y adicciones
207
La prevalencia de consumo de opiáceos fue considerablemente mayor entre las mujeres casadas
(0.6%), separadas (2.2%) y solteras (0.7%) en 1998. En cuanto a los tranquilizantes y los sedantes,
no se observaron cambios importantes en las tres mediciones relacionados con el estado civil, mientras
que la prevalencia de anfetaminas fue significativamente superior entre las mujeres divorciadas que
participaron en las dos primeras encuestas (1.2% en 1988 y 1.9% en 1998) (Cuadro 9b).
Cuadro 9b. Tendencias en el consumo de drogas médicas por estado civil en la población femenina
Opiáceos Tranquilizantes Sedantes
y barbitúricos Anfetaminas
% % % %
Estado Civil 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002
Casada 0.1 0.6 0.1 0.6 0.5 1.1 0.1 -- 0.2 1.2 0.3 0.4
Unión libre -- -- -- 0.4 0.3 0.6 0.1 -- 0.2 0.5 ** 1.1
Separada -- 2.2 -- 0.6 -- 0.5 0.3 -- 0.4 -- -- 0.8
Divorciada -- -- -- -- 1.3 0.2 -- -- 3.7 1.2 1.9 --
Viuda -- -- -- 0.5 -- 0.3 -- -- -- 0.9 0.2 0.3
Soltera 0.5 0.7 0.1 0.9 0.5 0.7 0.1 0.1 0.2 0.3 ** 0.7
** El porcentaje obtenido es menor a 0.1
En lo que respecta al uso de drogas ilegales, se observó que entre las mujeres que vivían en unión
libre la mariguana fue la droga que tuvo el mayor crecimiento de 1988 al 2002 (0.2% y 2.1%,
respectivamente), así como entre las divorciadas (0% y 1.5%, respectivamente) y en las solteras
(0.2% y 1.2%). Con respecto a la cocaína, los cambios más significativos se presentaron entre las
mujeres que vivían en unión libre (0% y 1.2%, respectivamente) y entre las solteras (0.1% y 1.5%,
respectivamente). En cuanto a los alucinógenos, la prevalencia fue nula en 1988 en todos los grupos;
mientras que en 1998 únicamente se registró consumo en las mujeres que vivían en unión libre y en
2002 el crecimiento más significativo se dio entre las mujeres divorciadas (0.6%). En lo que se refiere
a los inhalables, se registró una prevalencia baja en todos los grupos y en las tres mediciones; únicamente
las mujeres separadas fueron las que tuvieron un consumo mayor en 1988 en comparación con las
encuestas posteriores (Cuadro 9c).
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
208
Cuadro 9c. Tendencias en el consumo de drogas ilegales por estado civil en la población femenina
Mariguana Cocaína Alucinógenos Inhalables
% % % %
Estado Civil 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002
Casada 0.4 0.6 0.6 ** 0.1 0.1 ** ** -- ** 0.2 0.1
Unión libre 0.2 1.5 2.1 -- 2.0 1.2 -- 0.8 0.2 -- -- 0.2
Separada 2.1 0.9 1.9 -- -- 1.0 -- -- 0.5 0.2 -- --
Divorciada -- 3.6 1.5 -- -- -- -- -- 0.6 -- -- --
Viuda 0.4 0.6 0.6 -- -- -- -- -- -- -- -- --
Soltera 0.2 0.5 1.2 0.1 0.3 1.5 ** -- 0.2 0.1 -- **
** El porcentaje obtenido es menor a 0.1
En cuanto a la religión, se observó que el uso de cualquier droga creció de 1988 a 2002 entre las mujeres
católicas (2.2% y 2.8%, respectivamente), las protestantes (2.4% y 3.3%) y entre las que no tenían
ninguna religión (5% y 5.5%, respectivamente).
La mayor prevalencia de uso de drogas se registró en 1988 entre las mujeres que respondieron tener
“otra” como opción en religión (7.2%) En tanto que la prevalencia de cualquier droga en el último año
fue significativamente mayor en 1988 entre las mujeres que no tenían ninguna religión (3.4%), así
como entre las que pertenecían a cualquier otra (7.2%).
Por otra parte, el consumo de drogas ilegales alguna vez en la vida presentó incrementos
importantes de 1988 a 2002 en todos los grupos, pero particularmente entre las mujeres que
no tenían ninguna religión (1.7% y 5.1%, respectivamente) (Cuadro 10a).
Mujeres y adicciones
209
Cuadro 10a. Tendencias en el consumo de cualquier droga por religión en la población femenina
Cualquier droga
alguna vez
Cualquier droga
último año
Cualquier droga
ilegal alguna vez
Cualquier droga
ilegal último año
% % % %
Religión 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002
Católica 2.2 2.1 2.8 0.8 0.8 0.6 0.4 0.9 1.3 0.1 0.1 0.1
Protestante
o
evangélica
2.4 1.6 3.3 0.8 0.1 1.7 0.2 0.3 1.3 -- -- 0.4
Judaica -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- --
Ninguna 5.0 5.4 5.5 3.4 1.8 0.3 1.7 3.6 5.1 0.5 0.9 0.3
Otra 7.2 1.5 2.0 7.2 -- 0.2 -- 1.5 0.6 -- -- --
La prevalencia de opiáceos incrementó entre las mujeres católicas de 1988 a 1998
(0.1% y 0.7%, respectivamente). Con relación a los tranquilizantes, las mujeres protestantes
o evangélicas incrementaron su consumo considerablemente en este mismo periodo (0.6% y
1.6%, respectivamente), mientras que las mujeres pertenecientes a otra religión disminuyeron
significativamente el consumo de estos medicamentos en estos mismos años (6.3% y 0.2%,
respectivamente).
En cuanto a los sedantes y barbitúricos, se encontró que el consumo se presentó únicamente
entre las mujeres de religión católica en 1988 y 2002 (0.1% y 0.3%, respectivamente) y
protestante o evangélica (0.9%) en el 2002 (Cuadro 10b).
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
210
Cuadro 10b. Tendencias en el consumo de drogas médicas por religión en la población femenina
Opiáceos Tranquilizantes Sedantes y
barbitúricos Anfetaminas
% % % %
Religión 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002
Católica 0.1 0.7 ** 0.6 0.4 0.9 0.1 ** 0.3 0.9 0.2 0.5
Protestante o
evangélica 0.9 0.3 0.2 0.6 0.9 1.6 -- -- 0.9 1.1 0.2 0.7
Judaica -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- --
Ninguna 1.6 0.9 -- 1.3 -- -- -- -- -- 2.1 0.9 0.4
Otra 6.3 -- 0.5 6.3 -- 0.2 -- -- -- 0.9 -- 0.9
** El porcentaje obtenido es menor a 0.1
Con relación a las drogas ilegales, las mujeres católicas presentaron un consumo de mariguana
significativamente mayor en 1988 y 1998 (1.2% y 1.0%, respectivamente). Asimismo, en
1998 las mujeres que profesaban otra religión tuvieron un consumo significativamente mayor
de esta sustancia. La prevalencia de cocaína fue menor en 1988, principalmente entre las
mujeres católicas, las protestantes y las que profesaban otra religión en comparación con los
datos obtenidos en 2002. Es importante destacar que en 1998 el consumo de esta misma
sustancia fue superior al de 2002 entre las mujeres que no profesaban ninguna religión. En
cuanto a los alucinógenos, las mujeres católicas y nuevamente entre las que no profesaban una
religión, reportaron un mayor índice de consumo en 1988 en comparación con las encuestas
posteriores (0.1% y 0.5% respectivamente). Finalmente, el uso de inhalables fue mayor en
1988 que en 2002, principalmente entre las mujeres protestantes y también entre las que no
profesaban alguna religión (1.2% y 0.2%, respectivamente) (Cuadro 10c).
Mujeres y adicciones
211
Cuadro 10c. Tendencias en el consumo de drogas ilegales por religión en la población femenina
Mariguana Cocaína Alucinógenos Inhalables
% % % %
Religión 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002
Católica 1.2 1.0 0.5 0.1 0.4 0.4 0.1 -- ** 0.1 0.1 0.1
Protestante o
evangélica 0.3 1.2 0.6 -- 0.9 1.2 -- 0.4 ** 1.4 -- **
Judaica -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- --
Ninguna 3.4 1.6 3.6 0.5 1.1 0.1 0.5 -- -- 1.2 0.2 --
Otra 1.2 6.4 0.3 -- 2.6 0.7 -- -- 0.2 -- -- 0.2
** El porcentaje obtenido es menor a 0.1
En cuanto a la escolaridad, se encontró que el consumo de cualquier droga alguna vez se incrementó
principalmente de 1988 a 2002 entre las mujeres de secundaria (2.1% y 4.4%, respectivamente)
y entre las de preparatoria o vocacional (1.8% y 2.9%, respectivamente), mientras que el uso de
cualquier droga ilegal creció en todos los niveles educativos, pero principalmente entre las mujeres
con estudios de posgrado (2.4% y 3.6%, respectivamente) (Cuadro 11a).
Cuadro 11a. Tendencias en el consumo de cualquier droga por escolaridad en la población femenina
Cualquier droga
alguna vez
Cualquier droga
último año
Cualquier droga
ilegal alguna vez
Cualquier droga
ilegal último año
% % % %
Escolaridad 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002
Ninguna 2.7 ** 1.5 1.9 -- 0.5 0.1 ** 0.8 -- -- --
Primaria 2.0 1.8 2.0 0.5 0.9 0.4 0.5 0.8 0.8 0.1 0.1 **
Secundaria 2.1 3.4 4.4 1.0 1.0 1.2 0.1 1.1 1.9 ** 0.1 0.1
Preparatoria o
vocacional 1.8 1.9 2.9 0.5 0.4 0.9 0.2 1.1 1.5 0.1 0.1 **
Licenciatura 4.9 2.3 3.0 1.9 1.0 0.4 0.9 1.3 1.8 -- 0.3 0.3
Posgrado 7.4 -- 3.6 5.0 -- -- 2.4 -- 3.6 -- -- --
** El porcentaje obtenido es menor a 0.1
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
212
La prevalencia de opiáceos fue mayor en 1988 y 1998 en las mujeres con estudios de secundaria
y licenciatura, mientras que en 2002 fue mínima en casi todos los grupos educativos. El consumo
de tranquilizantes tuvo un crecimiento significativo entre 1988 y 1998 en el grupo de mujeres sin
escolaridad, que pasó de 0.1% a 0.4%. Los sedantes y barbitúricos fueron poco consumidos por las
mujeres; la prevalencia más alta se registró en 1998 entre las mujeres con estudios de licenciatura
(0.9%). La prevalencia de anfetaminas fue considerablemente mayor en 1988 y 1998 en las mujeres
con estudios de preparatoria o vocacional (0.9% en ambas mediciones) (Cuadro 11b).
Cuadro 11b. Tendencias en el consumo de drogas médicas por escolaridad en la población femenina
Opiáceos Tranquilizantes Sedantes
y barbitúricos Anfetaminas
% % % %
Escolaridad 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002
Ninguna -- -- -- 0.1 0.4 -- -- -- -- -- -- --
Primaria -- 0.3 ** 0.8 1.2 1.1 0.2 0.1 0.9 1.1 0.6 0.3
Secundaria 0.1 1.6 -- 0.9 0.9 1.4 0.3 0.1 0.1 0.1 0.6 1.0
Preparatoria o
vocacional 0.1 1.1 0.3 1.6 0.4 1.3 -- 0.1 0.7 0.9 0.9 0.2
Licenciatura 0.5 0.8 -- 0.8 1.7 0.5 ** 0.9 -- 0.8 ** 0.4
Posgrado -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- -- --
** El porcentaje obtenido es menor a 0.1
El consumo de drogas ilegales tuvo un crecimiento importante entre 1988 y 2002 en los diferentes
niveles educativos. La mariguana creció considerablemente en este periodo en las mujeres sin
escolaridad, entre las de secundaria y preparatoria. Asimismo, la cocaína creció principalmente
entre las mujeres de primaria, secundaria, preparatoria y licenciatura. Mientras que la prevalencia de
alucinógenos e inhalables fue muy baja en los diferentes niveles educativos en 1988 y 1998, no
obstante en 2002 el consumo de estas sustancias creció significativamente, sobre todo en las mujeres
con nivel de estudios de preparatoria (Cuadro 11c).
Mujeres y adicciones
213
Cuadro 11c. Tendencias en el consumo de drogas ilegales por escolaridad en la población femenina
Mariguana Cocaína Alucinógenos Inhalables
% % % %
Escolaridad 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002 1988 1998 2002
Ninguna 0.1 ** 0.8 -- -- -- -- -- -- -- -- --
Primaria 0.5 0.8 0.7 ** 0.1 0.2 ** -- 0.1 ** 0.1 0.1
Secundaria 0.1 0.5 1.4 ** 0.4 1.0 ** -- 0.1 ** 0.3 --
Preparatoria
o vocacional 0.1 0.9 0.4 0.1 0.3 0.8 -- -- 0.2 0.2 -- 0.2
Licenciatura 0.9 1.3 1.8 ** 1.0 1.0 -- 1.0 0.1 -- -- --
Posgrado 2.4 -- 2.5 -- -- -- -- -- -- -- -- 1.1
** El porcentaje obtenido es menor a 0.1
La búsqueda de tratamiento por el consumo de drogas es una práctica poco común entre las
mujeres y los datos de las tres encuestas así lo mostraron. En 1988 casi 5% de las usuarias de
drogas solicitó ayuda profesional, cifra que aumentó en 1998 a 6.6%; pero que disminuyó con-
siderablemente en 2002 al 2.9% (Cuadro 12).
Cuadro 12. Tendencias en la búsqueda de tratamiento por el consumo de drogas en la población
femenina
Población femenina
1988 1998 2002
Ha solicitado tratamiento por el consumo de drogas 4.9 6.6 2.9
Por tipo de servicio solicitado, los resultados de 1998 indicaron que poco más de la mitad de
las mujeres que solicitaron tratamiento lo hicieron en instituciones de carácter privado, 41.6%
acudió al sector salud y sólo 7% asistió a instituciones de tipo religioso. Es importante subrayar
que en la encuesta de 2002 la búsqueda de atención en las instituciones anteriores tuvo un
decremento considerable ya que la mayoría de las mujeres acudió a otro tipo de instituciones
(68%) (Cuadro 13).
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
214
Cuadro 13. Tendencias en la búsqueda de tratamiento por el consumo de drogas en la población
femenina
Población femenina
1998 2002
Ha solicitado tratamiento por consumo de drogas en:
Instituciones del sector salud (hospital general, centro
comunitario, servicio psiquiátrico) 41.6 10.6
Instituciones médicas privadas 51.4 21.4
Instituciones religiosas 6.9 --
Otras instituciones -- 68.0
Conclusiones
Los principales resultados del estudio mostraron, respecto al uso de alcohol, los siguientes
aspectos:
En 1998 y 2002 la proporción de abstemias disminuyó ya que más mujeres se incorporaron
al consumo de alcohol.
Al comparar el índice de bebedoras actuales, se observó un incremento del 8% en el consumo
de las mujeres urbanas entre 1988 y 1998, que pasó de 36.5% a 44.6% y descendió a
42.7% en el 2002.
Por grupos de edad, la proporción de bebedoras actuales incrementó de 1988 a 2002, sobre
todo entre las mujeres de 18 a 24 (35.5% y 48.3%, respectivamente) y de 25 a 30 años
(43.4% y 44.5%).
En la cohorte de mayor edad (46 años o más) el consumo actual fue menor en las tres
mediciones en comparación con las cohortes más jóvenes.
El abuso de alcohol tuvo un incremento continuo en cada medición, especialmente en las
mujeres más jóvenes, de 18 a 24 años (6.9% en 1988, 8.3% en 1998 y 11.7% en 2002).
Por estado civil, la prevalencia de consumo actual incrementó de 1988 a 2002, especialmente
entre las separadas (41% y 45.6% respectivamente), divorciadas (40.7% y 52.4%,
respectivamente) y solteras (41.1% y 51.8%, respectivamente) en comparación con las
casadas y las viudas.
Asimismo, el abuso de alcohol tuvo una tendencia al incremento de 1988 a 2002 entre
las separadas (10% y 13.8%, respectivamente), las divorciadas (11.2% y 20.3%,
respectivamente) y las solteras (8.5% y 12.1%, respectivamente).
Mujeres y adicciones
215
Mientras que el índice de dependencia fue mayor en 1988 entre las separadas, en 1998 entre
las divorciadas y en 2002 en las viudas.
En cuanto a la religión, las mujeres que profesaban la religión protestante tuvieron los mayores
índices de abstención en las tres encuestas, en comparación con las mujeres católicas.
El consumo actual incrementó de 1988 a 1998 principalmente entre las mujeres católicas
(37.5% y 47.1%, respectivamente) y entre las que no tenían ninguna religión (45.3% y
52.9%, respectivamente).
El abuso de alcohol fue mayor en 1988 entre las mujeres que respondieron tener “otra”
como opción en religión (15.2%); mientras que en 1998 y 2002 el índice de abuso fue
mayor en las que no tenían ninguna religión (14.9% y 11.7%, respectivamente).
En 1988 la dependencia al alcohol fue superior entre las mujeres que no tenían ninguna
religión y en las otras dos encuestas, entre las católicas.
Por escolaridad, se encontró que las mujeres sin instrucción educativa y las que sólo habían
estudiado hasta la primaria presentaron los niveles más altos de abstención en las tres
encuestas.
El consumo actual fue mayor entre las mujeres con estudios de preparatoria, licenciatura
y posgrado. Entre las de licenciatura este índice incrementó considerablemente de 1988
a 2002, ya que pasó de 49.7% a 61.1%; tendencia que fue similar entre las mujeres que
estudiaron el posgrado (48.4% y 59.9%, respectivamente).
El abuso de alcohol tuvo un incremento de 1988 a 2002, especialmente entre las mujeres
con licenciatura (9.4% a 12.1%).
Por otra parte, con relación al uso de drogas en la población femenina se observó lo siguiente:
En 1988 las anfetaminas fueron las sustancias de mayor uso, mientras que en 1998 la
mariguana pasó al primer lugar de consumo (0.7%), los tranquilizantes ocuparon el segundo
lugar (0.5%) y la cocaína apareció en el tercer sitio (0.3%). En 2002, el consumo de
mariguana se duplicó respecto a 1988 y se mantuvo en el primer lugar (0.8%), mientras
que la cocaína continúo en ascenso y pasó al segundo lugar de preferencia (0.5%).
Por grupos de edad, se encontró cómo a partir de la segunda encuesta nacional de adicciones,
las mujeres más jóvenes, de 18 a 24 y de 25 a 30 años de edad, fueron las más afectadas
por el uso de drogas y desplazaron a las cohortes de mayor edad. Esta misma tendencia se
observó con el consumo de drogas ilegales, ya que de 1988 a 2002 la prevalencia aumentó
en estas dos generaciones y disminuyó en la cohorte de 31 a 45 años. Es importante señalar
que entre las mujeres 46 años o más se observó un ligero incremento en el uso de drogas
ilegales entre 1998 y 2002, que pasó de 0.4% a 0.6%.
La prevalencia más alta de consumo de opiáceos, se encontró entre las mujeres de 46 años
o más en 1998. En tanto que la prevalencia de tranquilizantes más alta se detectó entre las
mujeres de 25 a 30 años en el 2002. Los sedantes y barbitúricos fueron sustancias de menor
consumo en casi todas las cohortes de edad, mientras que la prevalencia de anfetaminas
disminuyó en casi todas los grupos etarios entre 1988 y 2002.
La mariguana y la cocaína fueron las drogas ilegales de mayor consumo entre la población femenina.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
216
El uso de mariguana creció de 1988 a 2002 principalmente entre las mujeres de 18 a 24
y de 25 a 30 años, mientras que la cocaína creció de 1988 a 2002, sobre todo entre las de
18 a 24 años.
Por estado civil, la prevalencia de consumo de cualquier droga alguna vez en la vida,
aumentó significativamente de 1988 a 2002 entre las mujeres divorciadas (1.5% y 6%,
respectivamente) y entre las que vivían en unión libre (1.8% y 4.2%, respectivamente). En
lo que respecta a las drogas ilegales, se observó esta misma tendencia, aunque es importante
señalar que el consumo en las mujeres solteras también se duplicó de 1988 a 2002 (0.3%
y 0.6%, respectivamente).
La prevalencia de consumo de opiáceos fue considerablemente mayor entre las mujeres
casadas (0.6%), separadas (2.2%) y solteras (0.7%) en 1998. Por otra parte, la prevalencia
de anfetaminas fue significativamente superior entre las mujeres divorciadas que participaron
en las dos primeras encuestas (1.2% en 1988 y 1.9% en 1998).
La mariguana fue la droga que tuvo el mayor crecimiento de 1988 al 2002 entre las mujeres
que vivían en unión libre (0.2% y 2.1%, respectivamente), entre las divorciadas (0% y
1.5%, respectivamente) y en las solteras (0.2% y 1.2%). Respecto a la cocaína, los cambios
más significativos se presentaron entre las mujeres que vivían en unión libre (0% y 1.2%,
respectivamente) y entre las solteras (0.1% y 1.5%, respectivamente).
En cuanto a la religión, se observó que el uso de cualquier droga creció entre las mujeres
católicas (2.2% y 2.8%, respectivamente), las protestantes (2.4% y 3.3%) y entre las que
no tenían ninguna religión (5% y 5.5%, respectivamente). En tanto que la prevalencia de
cualquier droga en el último año fue significativamente mayor en 1988 entre las mujeres
que no tenían ninguna religión (3.4%), así como entre las que pertenecían a cualquier otra
(7.2%).
El consumo de drogas ilegales alguna vez en la vida incrementó significativamente de 1988
a 2002 en todos los grupos, pero particularmente entre las mujeres que no tenían ninguna
religión (1.7% y 5.1%, respectivamente).
Por nivel educativo, el consumo de cualquier droga alguna vez incrementó principalmente
de 1988 a 2002 entre las mujeres de secundaria (2.1% y 4.4%, respectivamente) y entre
las de preparatoria o vocacional (1.8% y 2.9%, respectivamente), mientras que el uso de
cualquier droga ilegal creció en todos los niveles educativos, pero principalmente entre las
mujeres con estudios de posgrado (2.4% y 3.6%, respectivamente).
La búsqueda de tratamiento por el consumo de drogas es una práctica poco común entre las
mujeres y los datos de las tres encuestas así lo mostraron. En 1988 casi 5% de las usuarias
de drogas solicitó ayuda profesional, cifra que aumentó en 1998 a 6.6%; pero que disminuyó
considerablemente en 2002 al 2.9%.
Por tipo de servicio solicitado, los resultados de 1998 indicaron que poco más de la mitad
de las mujeres que solicitaron tratamiento lo hicieron en instituciones de carácter privado,
41.6% acudió al sector salud y sólo un 7% asistió a instituciones de tipo religioso. En 2002, la
búsqueda de atención en las instituciones anteriores tuvo un decremento considerablemente
ya que la mayoría de las mujeres acudió a otro tipo de instituciones (68%).
Mujeres y adicciones
217
Recomendaciones
Una de las aportaciones de este trabajo fue que por primera vez se analizaron los datos de tres
Encuestas Nacionales de Adicciones (1988, 1998 y 2002) exclusivamente con población
femenina. Además, se estudió la relación del consumo de alcohol y otras drogas en este grupo,
con algunas variables socioculturales como la edad, el estado civil, la religión y el nivel de estudios;
lo que permitió visibilizar quiénes son las mujeres que se encuentran más vulnerables.
En este contexto, se encontraron datos reveladores que reflejaron cómo las mujeres de 18
a 24 y de 25 a 30 años de edad, las que no cuentan con una pareja (divorciadas, solteras,
separadas), las que no profesan alguna religión y las que tienen niveles más altos de instrucción
educativa son las que más consumen alcohol y drogas médicas e ilegales.
Con relación a la edad, estos datos son consistentes con los que encontrados en otros sistemas
de diagnóstico que señalan cómo la incorporación de las mujeres a la cultura de consumo alcohol
y sustancias psicoactivas es un fenómeno reciente que afecta a las jóvenes. Esta situación
es preocupante porque indica que las mujeres jóvenes constituyen un foco importante de
promoción del consumo y también de abuso. Por lo tanto, es prioritario incrementar esfuerzos
preventivos dirigidos especialmente a las mujeres que están en este rango de edad pues, además
de los riesgos psicológicos, enfrentan otros relacionados con su salud física, considerando que se
encuentran en la etapa reproductiva.
Una evidencia contundente fue encontrar que las mujeres que no tienen pareja —especialmente
las divorciadas— son quienes más han experimentado con el alcohol y otras drogas. Desde una
mirada de género, es importante reflexionar qué es lo que las motiva al uso de estas sustancias.
Una hipótesis sugiere que en las sociedades con roles de género tan tradicionales, las mujeres que
rompen con estos mandatos —como las divorciadas— enfrentan mayor estrés social porque
son más estigmatizadas. Además, es probable que las mujeres divorciadas o separadas trabajen
doble jornada para proveerse a sí mismas y, en muchos algunos casos, a sus hija/os. De ahí que
el consumo de alcohol y otras drogas pueda representar un medio adaptativo a los desafíos y
exigencias del entorno.
Derivado de lo anterior, es prioritario considerar que, dadas las características de estas
mujeres, se requiere prevención e intervención en los centros de trabajo que incluyan un enfoque
de género, pues hasta ahora los programas de tratamiento en el área laboral están dirigidos
principalmente a las necesidades de la población masculina.
Por otra parte, profesar una religión representa un recurso importante de protección ante el
consumo de drogas, por ejemplo la religión protestante promueve la abstención. En este contexto,
los datos comparativos de los tres estudios mostraron consistentemente que las mujeres que no
tenían ninguna religión se involucraron más en el uso de sustancias, mientras que las mujeres
protestantes tuvieron los índices mayores de abstención de alcohol. Se requiere analizar el papel
que juega la espiritualidad en la prevención.
De acuerdo con la literatura, la incorporación de la mujer en la cultura de consumo de alcohol
y otras drogas a nivel mundial se ha dado principalmente en poblaciones urbanas y se ha asociado
con cambios de roles y con mayor disponibilidad de recursos económicos. Los datos encontrados
en este análisis, mostraron esta tendencia ya que el incremento se dio sobre todo en las
mujeres con mayor nivel de escolaridad en quienes posiblemente las transformaciones sociales
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
218
relacionadas con los cambios en los roles de género han tenido mayor influencia. En este sentido,
se requiere reorientar el significado de los valores asociados con la independencia y autonomía,
los cuales se refuerzan a medida que se tiene un mayor crecimiento profesional, ya que el acceso
a la educación ha sido uno de los logros más importantes alcanzados por las mujeres.
Por otra parte, el análisis de las tres encuestas de adicciones permitió identificar que es
necesario diseñar indicadores orientados a evaluar el consumo de alcohol y otras drogas en
mujeres indígenas, lesbianas o que presentan alguna discapacidad, con la finalidad de visibilizar
las problemáticas específicas que presentan. Hasta el momento, carecemos de esta información y
es muy probable que estos grupos enfrenten riesgos mayores y diferentes al resto de las mujeres
y de los varones, derivados de sus condiciones culturales y sociales.
Asimismo, una limitación más de estos estudios es que, a pesar de que en algunas
mediciones se han incluido indicadores específicos relacionados con la salud reproductiva, el
embarazo, la violencia y el consumo de drogas, su medición no ha tenido continuidad en las
diferentes encuestas, lo que ha impedido conocer las tendencias y comprender la dinámica de
las problemáticas en cuestión.
Con relación a la búsqueda de tratamiento, por parte de la población femenina, se encontró
que es una práctica poco común. De hecho, de 1988 al 2002 la proporción disminuyó. Esta
situación merece especial atención, porque es altamente probable que los servicios de salud no
estén diseñados para atender las problemáticas de las mujeres. También es posible que ellas no
acudan a tratamiento porque no cuentan con la suficiente información y, en consecuencia, no
saben a qué lugar asistir.
Cualquiera que sea la respuesta, es un hecho que se requiere incorporar la perspectiva de
género en el diseño de los programas de intervención y tratamiento, ya que como pudo apreciarse
las mujeres presentan riesgos específicos derivados de su edad, estado civil, religión, nivel escolar
y, además, de su condición biológica.
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Fuente Muñiz, 2007.
Mujeres y adicciones
221
El consumo de heroína en mujeres de Ciudad Juárez:
una aproximación cualitativa a su trayectoria,
consecuencias y tratamiento
Patricia Cravioto, María Elena Medina-Mora,
Ingris Peláez, Rebeca Robles y Martha Romero
Introducción
Tradicionalmente, las investigaciones realizadas en torno al consumo de heroína se habían
realizado con el principal objetivo de obtener información sobre frecuencia, cantidad, patrones
de consumo, vías de administración y factores de riesgo asociados, así como resultados
provenientes de investigación básica. Esto permitió conocer la magnitud del fenómeno del uso y
abuso de esta sustancia, sin embargo era necesario dirigir esfuerzos para entender su naturaleza,
es decir, la expresión y vivencia en cada contexto particular. Fue por ello necesario ahondar en
otras metodologías de investigación, como el enfoque cualitativo, que han permitido conocer
parte de la naturaleza de este fenómeno. Este tipo de estudios han permitido abordar aspectos
psicológicos, sociales y culturales relacionados al consumo de este tipo de droga y con un factor
relevante que ha sido la perspectiva de género.
El estudio que a continuación se describe tuvo como objetivo permitirnos conocer y construir
cómo era la naturaleza que se presentaba alrededor de este fenómeno, y no sólo entre los
consumidores varones como se ha descrito en gran parte de la literatura, sino contar con información
de mujeres que usan y abusan de la heroína. Los enfoques metodológicos que se utilizaron fueron,
para la primera parte, entrevistas de corte epidemiológico y un modelo matemático para estimar el
número de usuarias y usuarios específicamente de esta droga, y para conocer su naturaleza dentro
del enfoque cualitativo se realizaron entrevistas a informantes clave, grupos focales y entrevistas
a profundidad. A través de su análisis se ha podido describir la trayectoria de uso de heroína,
las consecuencias asociadas y las opciones y barreras a tratamiento de mujeres que viven en
Ciudad Juárez (Chihuahua), una de las localidades caracterizada como zonas de alto riesgo para el
consumo de esta droga, entre otras muchas razones por su ubicación geográfica, al ser una ciudad
hermana con El Paso, Texas en la frontera México-Estados Unidos de Norteamérica (EUA).
Uso de la heroína en México: el caso de la frontera
México-Estados Unidos de Norteamérica
Históricamente, el uso de la heroína en México se ha concentrado en las ciudades de la frontera
norte de nuestro país y los Estados Unidos de Norteamérica. Desde la década de los ochenta,
cuando los registros de uso de esta droga eran muy bajas, es decir, menores al 1% (Natera
y cols., 1991; Castro, 1986; Medina-Mora, 1978; Secretaría de Salud, 1988, 1993; Tapia-
Conyer y cols., 1990; Terroba, 1979), la proporción de usuarios que se atendieron en la región
Noroccidental de México fue hasta 10 veces superior a la que registró en el centro, mientras que
en la región sur no presentó caso alguno (Secretaría de Salud, 1996).
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
222
Este panorama empeoró en la década de los noventa, y se incrementó el número de usuarios
de heroína, así como la demanda de atención en centros de tratamiento no gubernamentales.
Además, a partir de esa década se pudo constatar que la edad de inicio del consumo de heroína
era cada vez menor, y también pudo observarse, a través de los registros del Sistema de Vigilancia
Epidemiológico de las Adicciones (SISVEA), que la demanda de tratamiento por parte de las
mujeres aumentaba (Tapia-Conyer y cols., 2000).
En 1998, en la ciudad de Tijuana se registró, a partir de los datos de una encuesta, que 0.7%
de los individuos habían utilizado heroína alguna vez en la vida (Rojas y cols., 2008). Por otro
lado, el SISVEA reportó que para el año 2000 hasta 3% de quienes acudían a tratamiento habían
iniciado su consumo con este tipo de sustancia. Asimismo, Linares y cols. (2003) refieren en un
análisis el incremento en la frecuencia de pacientes que reportan al llegar a tratamiento como su
droga principal, o de mayor impacto, a la heroína: 68.5% de pacientes en Ciudad Juárez, 58%
en la ciudad de Mexicali, 43.3% en Tijuana y 39% en Ensenada.
Resultados semejantes se obtuvieron en la Encuesta de Adicciones a Población General de
Wallisch y Spence (2006) entre 2002 y 2003, en el estado de Texas (El Paso, Río Grande
y comunidades rurales), en donde hasta 2.2% de los adultos reportaron haber utilizado la vía
intravenosa para consumir drogas, entre las que destacaba la heroína.5
Por otro lado, el análisis que realizan Villatoro y cols. (2006) en estudios realizados en
población estudiantil revelan que al menos en Baja California y Sonora el consumo de sustancias
en general entre 1991 y 2006 se incrementó. En la tabla 1 pueden observarse los datos
estratificados por sexo, en donde e incremento de uso de la heroína también aumentó en el
grupo femenino.
Tabla 1. Consumo de heroína en estudiantes de Baja California y Sonora por sexo: Comparación
de proporciones de usuarias (os) entre 1991 y 2006
Año 1991 2006
Estado Hombres Mujeres Hombres Mujeres
Baja California 0.7 0.4 4.8 1.0
Sonora 0.3 0.2 0.2 1.4
Fuente: Villatoro y cols., 2006.
Nota: Se incluye a estudiantes de séptimo a noveno grado (equivalentes al nivel de secundaria) que reportan uso
experimental de la sustancia.
5 La heroína es utilizada por más del 70% de los que emplean drogas inyectables (Secretaría de Salud, 2001) y
al menos el 90% de los usuarios de heroína se la administran por inyección (Maxwell y cols., 2006).
Mujeres y adicciones
223
Actualmente, según el SISVEA6 de México y la base de datos TEDS de la Administración de
Servicios para Abuso de Sustancias y Salud Mental de EUA (SAMHSA, por sus siglas en inglés), un
porcentaje significativamente mayor de usuarios de heroína de ambos países solicita atención en
los centros públicos y privados para el tratamiento de adicciones en la frontera,7 en comparación
con los de los países en su conjunto. En la tabla 2 puede observarse esta información (Maxwell
y cols., 2006).
Tabla 2. Comparación de porcentajes (%) de admisiones a tratamiento (n) por uso de heroína
en EUA-México: Por país, fronteras y ciudades hermanas*
Año
Todos los
progs. de
tratamiento
en México
Todos los progs.
de tratamiento
en EUA
Progs. de
tratamiento
en la frontera
de México
Programas de
tratamiento
en la frontera
de EUA
Progs.
tratamiento
en ciudades
hermanas
México-Texas
Progs.
tratamiento
en ciudades
hermanas
Texas-México
1996 11%
n=12 784
14%
n=1 643 731
37%
n=3 402
36%
n=194 056
20%
n=401
24%
n=1 709
1997 11%
n=16 625
15%
n=1 607 957
42%
n=4 184
32%
n=196 103
34%
n=345
24%
n=2 698
1998 11%
n=21 268
14%
n=1 712 268
46%
n=4 706
28%
n=207 858
23%
n=327
21%
n=4 167
1999 11%
n=22 504
15%
n=1 725 885
36%
n=6 052
28%
n=234 038
38%
n=1 859
20%
n=5 333
2000 13%
n=22 385
15%
n=1 782 141
32%
n=7 915
28%
n=227 557
40%
n=2 956
24%
n=4 627
2001 16%
n=27 538
16%
n=1 794 980
35%
n=11 890
23%
n=223 988
48%
n=5 034
24%
n=4 148
2002 18%
n=47 966
15%
n=1 909 569
36%
n=22 767
20%
n=257 793
50%
n=7 904
15%
n=4 769
2003 15%
n=57 979
15%
n=1 841 522
34%
n=23 996
17%
n=244 431
45%
n=8 100
13%
n=5 100
* Adaptada de: Maxwell y cols., 2006.
6 El sisvea es el Sistema de Vigilancia Epidemiológica de las Adicción en el nivel nacional. Inició en 1991
cubriendo ocho ciudades de los seis estados de la frontera México-eua; y ahora cubre 53 ciudades en las 32
entidades federativas del país. Compila datos de admisiones por tipo de droga en centros de tratamiento,
servicios médico-forenses, salas de urgencias y otras fuentes, para proveer información periódica del problemas
de uso de drogas en el país, identificando cambios en el patrón de consumo, grupos de riesgo, nuevas drogas, y
factores asociados (Bucardo et al., 2005).
7 Los estados fronterizos que se incluyen en este análisis fueron: Baja California (Tijuana), Sonora (Hermosillo
y Agua Prieta), Chihuahua (Cd. Juárez), Coahuila (Piedras Negras), Nuevo León (Monterrey) y Tamaulipas
(Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros). Se consideran ciudades hermanas: Cd. Juárez y El Paso, Piedras Negras
y Eagle Pass, Nuevo Laredo y Laredo, Reynosa y Edimburgo/McAllen, así como Matamoros y Brownsville.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
224
Como puede observarse en la tabla 2, desde hace más de una década el uso de drogas inyectables
era ya un problema importante en la frontera de México-EUA, y conforme pasó el tiempo fue
mayor también en las ciudades hermanas que colindan entre México y Texas. Más del 90% de
las personas que las utilizan lo hacen a diario (Maxwell y cols., 2006). Desafortunadamente los
autores de este estudio no estratificaron los datos por sexo, pero señalan que, al menos para el
caso de las ciudades hermanas, un porcentaje mucho menor de mujeres acudió a tratamiento
por uso de heroína. De las 3 149 admisiones a los programas mexicanos y 651 a programas en
Texas, respectivamente 95% y 79% de la población usuaria eran hombres (Maxwell y cols.,
2006).
Sin embargo, el número de mujeres afectadas por el consumo de heroína y sus consecuencias
no es menor, y es justamente por esta droga que se solicita con más frecuencia el tratamiento
especializado en adicciones en las ciudades de la frontera, particularmente en Ciudad Juárez,
donde, de acuerdo con los datos de la Reunión Binacional México-EUA, llegó hasta un 69% la
demanda de tratamiento durante el 2001.
Al revisar la literatura se encontró que algunas poblaciones pueden caracterizarse como
vulnerables para el consumo de este tipo de droga. Así, un estudio realizado por Cravioto y cols.
(2003), encontró que hasta 26.4% de los internos de una cárcel de Ciudad Juárez habían usado
heroína en los últimos seis meses. Por su parte, otro estudio de Cepeda (2006) reportó que un
porcentaje considerable de sexoservidoras en la frontera México-Estados Unidos (Texas-Ciudad
Juárez) han utilizado o utilizan actualmente heroína: hasta 14% la han usado alguna vez en la
vida, 12% la usaron durante el último mes. La edad de inicio para el uso de heroína fue a los
23 años, la misma que para el uso de drogas de prescripción (barbitúricos), tan sólo un año
después de la reportada para el inicio del consumo la cocaína, y a dos de entrar a trabajar como
sexoservidoras. En promedio consumen heroína 13 días al mes, y hasta 15% la utiliza cuando
se encuentra trabajando como sexoservidora. Esta población de mujeres resulta especialmente
vulnerable también para contagiarse del VIH/SIDA, en tanto su trabajo como sexoservidoras y
por el uso compartido de inyecciones (Magis, 2007).
Sin duda, algunas características particulares de estas poblaciones y zonas fronterizas explican
el complejo problema de salud que tienen estos individuos. Desentrañar y modificar en la medida
de lo posible tales males político-sociales redituará en la compresión y atención adecuada del
fenómeno de las adicciones en su conjunto, y del abuso de heroína en lo particular. De acuerdo
con el estudio de Wagner y cols. (2002), en nueve zonas rurales de México, los niveles más altos
de uso de drogas se presentaron justamente en comunidades con menores signos de cohesión
social, identidad cultural y capacidad para integrar los cambios.
Tijuana y Ciudad Juárez: dos metrópolis, una realidad común
Con el fin de conocer el contexto geográfico, social y económico de la frontera de Tijuana y
Ciudad Juárez a continuación se describen algunos aspectos.
Las dos ciudades más grandes de la frontera México-EUA son Tijuana y Ciudad Juárez, y
se consideran entre los mayores epicentros para el tráfico y abuso de drogas (Brouwer, 2006;
Bucardo, 2005). Desde hace décadas experimentan el más amplio volumen de intercambio
Mujeres y adicciones
225
personal y comercial fronterizo en el mundo (Large, 1999).8 Ello produce modos transculturizados
de vida, importantes “choques culturales” (Vélez-Ibáñez, 1999) y riesgos de todo tipo para
la salud de sus pobladores, como el uso y abuso de drogas. Así, el espacio de la frontera está
determinado no sólo por la contigüidad territorial sino por la funcionalidad cotidiana que la
vecindad permite.
El Paso es la cuarta ciudad más grande del estado de Texas y la 17ª en aquel país. Sin embargo
es la ciudad más pobre de Texas y la cuarta más pobre de la nación norteamericana.
Las comunidades mexicanas que pueblan en su mayoría esta ciudad reciben diariamente
a miles de estadounidenses que vienen por horas o fines de semana a realizar compras (SSA-
Frontera Norte, 1994; OPS, 1991). Es sabido que cualquier tipo de droga se puede conseguir
en El Paso o atravesando la frontera, en Ciudad Juárez. Como consecuencia de su situación
geográfica estratégica, la franja fronteriza ha sido prácticamente inundada no sólo de trabajadores
que buscan migrar al país vecino por mejores oportunidades de trabajo, sino también por grupos
organizados que al margen de la legalidad han creado una extensa red de producción, venta y
distribución de drogas al interior de Estados Unidos (Del Olmo, 1994; Fernández-Menéndez,
1999).
Ciudad Juárez se ubica como uno de los principales municipios del estado de Chihuahua y
junto con Baja California, Sonora, Sinaloa, Nuevo León y Tamaulipas forman la frontera norte del
país. La migración es un factor importante en el crecimiento de su población. Está considerada
como uno de los centros maquiladores más importantes de México y ha sido lugar de especial
atención nacional por el asesinato de mujeres jóvenes empleadas de esta industria.9 La agresión
a la mujer es una alarmante constante en esta entidad (Ravelo y cols., 2006)10. Además,
históricamente es una de las ciudades del norte de México que registra las cifras más elevadas de
consumo de drogas —incluidos los inhalables, o las drogas médicas fuera de prescripción—. De
1998 a 2005 se incrementó sustancialmente el consumo entre las mujeres, de 4.0 a 7.7% para
el consumo alguna vez en la vida, y de 0.6 a 2.0% para el último año (Rojas, 2009)11.
La adicción a la heroína y sus consecuencias negativas en la salud (que van desde naúseas,
vómitos y abscesos hasta problemas serios de salud mental como depresión y ansiedad, SIDA,
hepatitis C y endocarditis infecciosa) (Cortés y cols., 2005; Moyer y cols., 2008; Valdespino
y cols., 2007; Aguilar y cols., 2000; Cravioto y cols., 2006) y en el ámbito social (destacando
la desintegración familiar, la deserción escolar y la pérdida de identidad social) (Cravioto y
cols., 2006) no pueden verse en forma aislada y debe reconocerse el ambiente que rodea a
8 Se estima que el 60% de sus habitantes provienen de otras partes de México, y que aproximadamente
arriban 300 personas por día, con lo que existe una población de 250 000 individuos (Secretaría de
Relaciones Exteriores, 2004).
9 De acuerdo con la Procuraduría General de Justicia del Estado de Chihuahua, de 1993 a mayo de 2005
se cometieron 364 homicidios de mujeres, y entre octubre de 2004 y agosto de 2005 se presentaron 670
denuncias de desapariciones de niñas (59), adolescentes (448) y mueres adultas (163). Las causas de estos
crímenes implican diversidad de factores: económicos, sociales, culturales, políticos e institucionales (Pérez y
cols., 2002).
10 Esta violencia es tanto simbólica como real, incluso sexual; se propaga de su centro de trabajo
(maquiladora) a la calle, es parte de su vida cotidiana; y aunque se han llevado a cabo esfuerzos heroicos por
resolver el problema (Rabelo y cols., 2006), la impunidad y la ineficiencia de las autoridades encargadas de
impartir justicia le perpetúan llevándolo al terrero institucional.
11 Para el caso de los hombres las cifras fueron, en 1998: 17.5% alguna vez en la vida y 5.3% en el último
año; y en el 2005; 30.0% y 5.4%, respectivamente.
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226
los/as consumidores/as desde una perspectiva integral, sin etiquetamientos de criminalidad,
entendiendo que pertenecen a un grupo socialmente marginado, con escasa participación de los
servicios que brinda el estado y en un medio tan dinámico y sui géneris como el que constituye
la frontera mexicano-estadounidense.
Ello no implica, por supuesto, que se desconozca el papel que juegan otros factores en la
farmacodependencia, como los relacionados con la droga (capacidad de producir refuerzos
positivos y negativos), y con la propia persona (variables biológicas y psicológicas como la edad,
el sexo, la carga genética, la personalidad, los trastornos de base, etcétera.) (Romani, 1993).
Sólo así podrá lograrse un tratamiento integral para las/os usuarias/os de ésta, como de otro
tipo de drogas.
Atención de la adicción a la heroína en la frontera:
servicios/elementos de rehabilitación y barreras a tratamiento
Desde los años setenta, Suárez-Toriello estudió el primer brote importante de 800 casos con
dependencia a heroína tratados en los Centros de Integración Juvenil (CIJ) en Tijuana, B.C.,
único centro con unidad de desintoxicación en aquel momento. Más del 90% había iniciado
su adicción en esa ciudad (Suárez-Toriello 1989; Medina-Mora, 1978; Castro, 1986; Terroba,
1979).
En Ciudad Juárez, para el año 2000, la heroína era ya la cuarta droga de mayor preferencia para
los adictos que demandaban tratamiento (8.1%) (Tapia-Conyer y cols., 2000); y fue por estos
niveles de consumo que se vio la necesidad de abrir el primer programa gubernamental para
el tratamiento de heroína con base en la metadona en el 2001 (Bucardo, 2005), más de tres
décadas después de que se instaló en el lado norteamericano de la frontera (Texas) (Maddux,
1981, citados en: Maxwell y cols., 2006).
Entre los factores que han demostrado ser útiles para la rehabilitación de los pacientes
destaca el componente religioso. El estudio de Esquivel y cols. (2005) permitió constatarlo en
tanto su vertiente cualitativa: la rehabilitación de las/os y usuarias/os de heroína en la frontera
de nuestro país permitió conocer estrategias de tratamiento centradas en prácticas tales como
orar durante el día y leer la Biblia, y aunque en muchos casos se sigue el programa de 12 pasos
de AA, el énfasis del tratamiento es usualmente en “valores espirituales y del ser humano”, en “la
fuerza y la voluntad”, el “temor a Dios y la fe”.
En un estudio realizado en el 2003 (Cravioto, 2003) pudo constarse la baja proporción de
usuarios de heroína que recibían atención especializada, pese a que el 90% de quienes consumen
heroína cubren los criterios diagnósticos de dependencia. En poblaciones especiales como la
ubicada en la penitenciaria, en donde la dependencia en usuarios de heroína llegaba a 95%, 36%
nunca había recibido tratamiento alguno para este problema.
Las barreras para recibir tratamiento en esta población incluyeron desde un bajo nivel
de escolaridad —más frecuente en las mujeres—, hasta el número de veces que lograban
permanecer en abstinencia o limpias —menor en las mujeres—, la cantidad de veces que han
presentado sobredosis y el tiempo que han estado expuestos o a la droga —que fue mayor entre
las mujeres— así como tener una enfermedad crónica (que no se estratificó por sexo) (Cravioto,
2003).
Mujeres y adicciones
227
Otro estudio interesante en relación con barreras a tratamiento fue el de Moyer y cols.
(2008), que aunque no estableció diferencias por sexo (y sólo incluyó 8% de mujeres), sí
realizó comparaciones del lugar de residencia de usuaria/os de drogas inyectables (Tijuana vs.
Ciudad Juárez), demostrando que aunque comparten algunas características también presentan
diferencias a tomar en cuenta para el desarrollo de programas de prevención y atención. Los
autores determinaron las barreras y oportunidades perdidas con relación a la toma de la prueba
de VIH/SIDA, tan frecuente en esta población (12% en la muestra en cuestión, y 14.3% en las
ciudades de la frontera norte de México, según Cortés y cols., 2005).
El análisis multivariado demostró que los factores relacionados con el no realizarse la prueba
de VIH en Tijuana fueron: ser hombre, pasar más de 12 horas al día en la calle, nunca haber
sido diagnosticado por una infección de transmisión sexual por un médico, y no saber cómo se
transmite el viH/siDA. En contraste, para los usuarios de drogas inyectables de Ciudad Juárez, los
factores de riesgo para evaluarse fueron: no haber vivido o trabajado fuera de México durante la
última década (lo que podría reflejar una mejor disposición de servicios de salud al respecto en
Estados Unidos), no estar casado, no haber recibido tratamiento para su adicción (en donde se
insiste más en la detección del VIH/SIDA) y no saber cómo se transmite el VIH/SIDA.
Aquellos que reportaron no saber cómo se transmite el VIH/SIDA tienen mayor probabilidad
de no hacerse la prueba correspondiente: cinco veces mayor en Tijuana y hasta ocho veces más
en Ciudad Juárez. Ello implica una utilización inadecuada de las pruebas voluntarias en escenarios
públicos y la necesidad de expandir la educación gratuita sobre el VIH y las estrategias para su
detección, así como de integrarle a los servicios y localidades frecuentadas por los usuarios de
drogas inyectables en estas ciudades fronterizas.
Género y adicción a la heroína en la frontera
En 2006, Galván y cols. reportaron el desarrollo de una metodología para estimar el número de
usuarios/as de heroína en México, con base en el cual estimaron datos más precisos, incluyendo
a las mujeres. En Ciudad Juárez, 63.9% de ellas inició el consumo entre los 21 y 30 años, en
comparación con 58% de los hombres.12
En la tabla 3 se presentan los patrones de uso de la sustancia entre las mujeres de la frontera
norte en las que la heroína es la droga de mayor impacto (6% del total) (Cortés y cols., 2006).
12 El 23% de las mujeres inició el consumo de heroína entre los 31 y 40 años (vs. 23.2% de los hombres),
6.6% antes de los 20 años (vs. 11.9% de los hombres), 4.9% entre los 41 y 50 años (vs. 6.0% de
hombres), y 1.6% después de los 50 (vs. 1.1% de los hombres).
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228
Tabla 3. Heroína como droga de mayor impacto*: Patrones de consumo en Mujeres de la Frontera
Norte**
Variables Frecuencia (n) Porcentaje (%)
Edad de inicio
10 -14 años n=17 43.5
15 -19 años n=14 34.1
Uso diario de la sustancia
1 sola vez n=31 77.2
2 a 3 veces n=62 15.6
Más de tres veces n=22 5.6
Vía de administración
Intravenosa n=37 93.9
Intramuscular n=4 1.0
Fumada n=14 3.6
Inhalada n=5 1.3
* N=6 580;
** n=394;
Nota: Los porcentajes no suman 100% (y las frecuencias (n) no suman el tamaño de la muestra). Pueden ser
menores o mayores dependiendo de la variable, pues se incluyen sólo las categorías más relevantes en algunos
casos, y la persona puede formar parte de dos o más dimensiones en otros. Adaptada de: Cortés y cols., 2006.
De acuerdo con el estudio de Cravioto y cols. (2003), entre las usuarias fuertes de heroína,
una mayor proporción no tenía escolaridad alguna (15.8% vs. 2.9% en los hombres); aunque
la mayoría se inyectaba la sustancia (73.7%), más mujeres que hombres la inhalaban (21.1%
vs. 4.0%, respectivamente), la utilizaban diariamente (94.7% vs. 74.3% en hombres), la
combinaban con cocaína (52.6% vs. 14.7%), y la han consumido por más tiempo (26.3%
de las mujeres se han expuesto a la heroína más de 11 años, mientras que esto ocurrió en
16.9% de los varones).
Otro dato que resulta muy interesante de este estudio fue que las mujeres, a diferencia de
los hombres, consiguen la droga porque la compran, se la regalan o se dedican a vender droga,
mientras que un mayor porcentaje de hombres la obtiene por intercambio de objetos (que en
muchas ocasiones son robados).
Además, fue menor el número de mujeres que permanecieron en abstinencia de dos a
cinco veces en comparación con los hombres (5.2% vs. 19.6%, respectivamente), y también
fueron más frecuentes las sobredosis por heroína (36.8% en mujeres y 30.5% en hombres)
y de las que utilizaban heroína 100% cumplieron los criterios de dependencia, mientras que
entre los hombres 95.2% eran dependientes.
Es de esperarse que las barreras para el tratamiento de esta adicción muestren también
variaciones por sexo. Para conocerlas y modificarlas resulta indispensable comenzar por su
evaluación en cada contexto en particular. Van Den Bergh (2007) propone que las mismas
condiciones que constituyen riesgos para el desarrollo de la adicción en las mujeres pueden
Mujeres y adicciones
229
ser las barreras para su tratamiento. Éstas incluyen: 1) el estigma, que en la mujeres es triple:
de no femenina, débil moralmente y promiscua sexualmente; y que propicia tanto la negativa
personal para asistir a tratamiento como la falta de facilidades y servicios específicos; 2) los
estereotipos de roles de género, entre los que destacan la concepción de la mujer como alguien
inferior, orientada a otros, e inadecuada si no encaja en el papel socialmente programado; 3)
la falta de recursos financieros, en tanto la feminización de la pobreza; 4) la victimización,
que normaliza la falta de poder en forma de abuso emocional, físico o sexual, más aún en
mujeres que viven en contextos francamente agresivos hacia ellas, como Ciudad Juárez; 5) la
depresión y la desesperanza aprendida, que de acuerdo con Medina-Mora y cols., (2003), en
México es mucho más frecuente en las mujeres, sobre todo en las que habitan en el occidente
del país. Así, el estudio de los factores que obstaculizan el tratamiento de las mujeres (en este
caso con adicción a heroína) sería de utilidad tanto para la prevención como para la atención
oportuna del problema.
Asimismo, Van Den Bergh (2007) propone otros elementos que pueden influir en la
búsqueda y apego a tratamiento de mujeres con adicciones, que también se sugieren importantes
a evaluar en nuestro contexto. Tal es el caso del temor de las mujeres a ser separadas de sus
hijos si se declaran adictas; de la inadecuación de los programas de tratamiento para atender
a mujeres (por ejemplo: no hay instalaciones adecuadas para ayudarles a cuidar a sus hijos), y
de los prejuicios de los profesionales de salud dedicados al tratamiento de adicciones sobre la
mujeres en general, y aquéllas con adicción en lo particular.
Firestone y cols. (2007) abordaron el problema de la adicción a la heroína desde una
perspectiva de género y con base en la metodología cualitativa. Además, el trabajo se llevó a
cabo en la frontera norte del país y se encaminó al desarrollo de políticas públicas en la materia.
Constituye así uno de los antecedentes más directos de este capítulo. Su objetivo fue explorar
el contexto en el que hombres y mujeres utilizan drogas inyectables con base en entrevistas
a profundidad. La muestra estuvo constituida por 10 mujeres y 10 hombres de Tijuana, así
como 15 hombres y ocho mujeres de Ciudad Juárez. Los temas incluidos fueron: el tipo de
drogas empleadas, los escenarios de inyección, el acceso a agujas estériles y las influencias
ambientales. Los hallazgos más significativos en las diferencias de género fueron con relación
a cómo se obtienen y usan las drogas, qué tipo de relaciones existen alrededor del consumo de
la sustancia, y si tiene lugar el intercambio sexual por dinero o drogas. En términos generales,
se pudo constatar que los hombres compran y se inyectan la sustancia en “picaderos”, en
tanto que las mujeres lo hacen con personas que conocen y son de su confianza. Estos datos
permitieron plantear estrategias de tratamiento apropiadas al género del usuario de drogas
inyectables. Para las mujeres se sugirió, por ejemplo, enfocarse en intervenciones basadas en
las relaciones personales.
Sin embargo, la investigación de género en adicciones no es una constante, menos
aún cuando se buscan estudios desde la vertiente cualitativa que se orienten al diseño de
políticas públicas específicas. De hecho, aunque en el área de las adicciones la investigación
epidemiológica es la más frecuente, incluso faltan estudios desde esta perspectiva en lo que
respecta a la heroína (Linares, 2003) que no olviden evaluar y/o reportar las diferencias por
género. Así pues, es necesario que se dirijan más y mejores esfuerzos para comprender el
fenómeno de la adicción a la heroína en general, y por género en lo particular.
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230
Material y métodos
Con la finalidad de alcanzar los objetivos del estudio se desarrolló un plan de trabajo que se
dividió en varias etapas. El estudio incluyó dos tipos de técnicas etnográficas, grupos focales y
entrevistas a profundidad. Todas ellas, a mujeres mayores de 18 años que en algún mes de los
últimos seis meses hubieran usado heroína dos o más días a la semana u ocho o más días en
uno de esos meses; residentes permanentes durante los últimos seis meses en Ciudad Juárez;
así como ex usuarias de heroína.
En una primera etapa se integró el equipo de trabajo en Ciudad Juárez; se seleccionaron
informantes clave para definir los sitios donde se harían las entrevistas y los grupos focales.
Ciudad Juárez no era del todo desconocida ya que experiencias previas en este lugar
y en el resto de la frontera norte del país, con las encuestas de adicciones, así como la
instalación del Sistema de Vigilancia Epidemiológica de las Adicciones (SISVEA) en 1991
y otras investigaciones, permitieron tener una visión general de la misma. Sin embargo en
esta ocasión se necesitaba hacer contacto con personas que tuvieran experiencia previa y
que en la actualidad se encontraran trabajando con usuarios de drogas intravenosas en esta
ciudad, de tal forma que la investigación pudiera ser examinada e interpretada a la luz de su
experiencia, pues de lo contrario los resultados del estudio hubieran estado fragmentados
y sin profundidad. Además necesitábamos trabajadores de campo que conocieran la lucha
diaria que viven las usuarias de heroína y el deseo de dignificar su estilo de vida, que ha sido
estigmatizado y marginalizado.
Durante las primeras visitas a Ciudad Juárez, una de las actividades más enriquecedoras
fue la aplicación de estrategias de corte etnográfico, por medio de entrevistas con informantes
clave y observación participante en aquellos sitios donde con más frecuencia acudían las
usuarias de heroína. La observación sistemática en la comunidad permitió tener información
sobre la accesibilidad y disponibilidad de la heroína, lenguaje con el que se conoce a esta droga,
formas de uso, mezclas más frecuentes con otro tipo de sustancias, el uso de la parafernalia,
precios de compra, así como percepciones y actitudes.
Ex profeso para el estudio se desarrolló una guía temática:
1. Introducción.
2. Objetivos y finalidades.
3. Presentaciones de los participantes.
4. Procedimiento del desarrollo.
5. Temas a abordar:
Razonamiento causal de por qué se produce el consumo y la dependencia a la heroína.
Caracterización del contexto social, educativo, cultural, político y económico donde
tiene lugar el consumo de heroína.
Disponibilidad y accesibilidad de la heroína. Papel del narcotráfico.
Creencias y valores culturales en torno al consumo de drogas y en particular la heroína.
Opiniones acerca de las concepciones de poder, dinero y corrupción relacionadas con
el consumo de heroína y sus consecuencias. Papel del narcotráfico.
Mujeres y adicciones
231
Papel de las instituciones (familia, escuelas, centro de trabajo, la iglesia, etcétera.)
ante el consumo de drogas y ante los usuarios de heroína. Rol de las bandas o grupos.
Papel de las instituciones de salud en cuestiones de promoción, prevención, tratamiento
y rehabilitación de los usuarios de heroína.
Opiniones sobre los tipos de tratamiento y programas de rehabilitación.
6. Conclusiones.
Entrevistas en profundidad: tamaño y selección de la muestra
Para la realización de las entrevistas en profundidad se dio cumplimiento a criterios metodológicos
en cada una de las fases de su desarrollo, de tal forma que el análisis e interpretación de los
resultados fueran coherentes con los objetivos e hipótesis planteadas. Para ello también se
desarrolló una guía temática de la entrevista a profundidad, donde los principales puntos fueron
los siguientes:
Datos sociodemográficos: edad actual, lugar de nacimiento, ocupación actual, grado máximo
de estudios, estado civil actual, lugar de residencia actual, grado máximo de estudio de los
padres, estado civil actual de los padres.
Historia de consumo, patrones de uso de heroína y aspectos relacionados:
Patrones de uso de heroína y otras drogas: momento de inicio del consumo en su historia como
usuaria, su evolución y uso actual, tipo de heroína, frecuencia, cantidad, vía de administración
hasta el momento de la entrevista. Droga de inicio en su carrera; drogas de uso posterior
(ubicar orden). Drogas de uso actual.
Identificación de periodos de abstinencia en el consumo de heroína, deseos para dejar la
heroína y formas para conseguirlo. Periodos más largos y más cortos en que ha dejado de
consumir la heroína y por qué. Reemplazo de la heroína por otras drogas en los periodos
en que ha dejado la heroína. Razones por las que dejó de consumir la heroína; razones para
volverla a consumir; razones para no volverla a consumir más, etcétera.
Identificación de los tipos de heroína y de las vías de administración: tipos de heroína que
conoce y ha usado. Formas de administración de la heroína, cómo inició a usarla, cuándo y
por qué decidió cambiar de vía. Cuándo, cómo y por qué llegó a la vía intravenosa (en caso
que aplique). Razones por las que cree que las personas consumen heroína. Preferencias de
algún tipo de heroína. Percepción del riesgo del consumo de heroína, etcétera.
Definición del tipo de usuaria de heroína desde el punto de vista de ella misma: características
de los tipos de usuarias (experimental, moderada, fuerte) desde su percepción. Cantidades y
número de veces por día que consume.
Identificación de los patrones de consumo: tendencias del consumo (cantidad o frecuencia)
entre las usuarias de heroína. Su tendencia del consumo de heroína. Opinión sobre el consumo,
si es por hábito o por necesidad, etcétera.
Efectos de la heroína: Describir los efectos que ocasiona esta sustancia en su organismo.
Aspectos psicosociales: Identificar situaciones significativas de su niñez, adolescencia,
juventud o adultez. Identificación de la percepción que tiene la entrevistada de sí misma.
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232
Identificar los aspectos sociales y de relación asociados al uso de heroína y otras dogas.
Identificar aspectos de la relación familiar, de pareja y sexual asociados con el consumo de
heroína, etcétera.
Daños asociados al consumo: identificación de los principales daños y perjuicios del consumo
de heroína percibido y/o sentido por ellas, etcétera.
Tratamiento y rehabilitación: identificación de criterios y actitudes con respecto al
tratamiento y la rehabilitación. Decisión de búsqueda de tratamiento. Conocimiento de tipos
de tratamiento. Opinión sobre los tratamientos de abstinencia y de otro tipo.
Descripción de un día normal en la vida de la entrevistada.
Disponibilidad y accesibilidad a la heroína: Lugares de consumo, formas de adquisición,
compra y venta, precios, formas de pago, cantidad comprada por día o semana, grupos y
organizaciones de distribución y venta, etcétera.
Sobredosis: descripción del significado de una sobredosis y su experiencia.
Consideraciones éticas
La investigación actual concilió dos posiciones. Por un lado la conciencia de avanzar en la búsqueda
de nuevos conocimientos para ponerlos al servicio de la comunidad científica y, al mismo tiempo,
se promovió cuidar que las participantes no fueran vistas como objeto de investigación per se,
sino el fin y el sentido de la misma.
Las investigaciones en torno al problema de las drogas buscan acercarse al conocimiento y
comprensión de factores asociados al consumo, así como a mejorar los métodos de diagnóstico
de sus consecuencias, intervención del problema en el ámbito individual y poblacional, así como
a la rehabilitación y reinserción social de la población afectada. En este sentido la investigación
se dice que está contribuyendo al bienestar de la humanidad, pero si no se restringe a criterios
éticos claros puede entonces causar dolor innecesario. De esta forma, la ciencia y la investigación
deberán estar siempre guiadas por la ética, de no ser así, puede convertirse en un fin en aras del
cual se sacrifican legítimos derechos humanos.
En consecuencia, es necesario tomar en cuenta los aspectos e interrogantes éticos que
pueden surgir de este tipo de estudios.
En el presente estudio todas las mujeres participantes lo hicieron con pleno conocimiento de
lo que implicaba el proyecto, de las posibles consecuencias y de la posibilidad de decidir o incluso
retirarse de la investigación una vez iniciada.
Estrategia analítica
Siguiendo las técnicas de la metodología de la teoría fundamentada, cada entrevista se revisó
en varias ocasiones y a cada párrafo se le iba colocando un código, tomado directamente las
palabras textuales de los entrevistados (Chazman, 1990).
Cuando se hallaban varios códigos que tuvieran el mismo sentido, éstos eran agrupados
para constituir un concepto o familia de códigos. Posterior a esta fase interpretativa individual,
cada una de las entrevistas fue contrastada a partir de las familias de códigos, para identificar
los sentidos que pudieran ser compartidos por o comunes a los diferentes grupos. Con el fin
Mujeres y adicciones
233
de contrastar la interpretación de los conceptos hecha por los investigadores, se realizó una
triangulación de los hallazgos: los resultados fueron presentados a otras investigadoras expertas
en el tema de usuarias de drogas y género.
Se analizaron las entrevistas en profundidad de tres usuarias: Malena, de 47 años, ex usuaria;
Michelle, de 25 años, usuaria; y Maruca, 48 años, ex usuaria. Además, dos grupos focales: uno
de usuarias (ocho mujeres participantes, todas usuarias de más de 10 años de experiencia en
el uso de drogas) y uno de usuarias que hubieran experimentado por lo menos una sobredosis
(siete usuarias).
Resultados
Durante el proceso analítico de los diferentes grupos se identificaron cuatro familias de códigos:
Trayectoria de las usuarias de drogas; la construcción de la imagen de la usuaria de drogas: estigma
social y exclusión; las propuestas de atención: perspectiva de las usuarias; y las relaciones de pareja.
Trayectoria de las usuarias de drogas
Es el proceso construido por las usuarias en su devenir y experiencia del uso de drogas que
comprende de manera histórica los códigos: el inicio en el consumo, el cotidiano de las usuarias
de drogas, el proceso de conseguir la droga, la convivencia entre las usuarias, los conocimientos y
estrategias adquiridas durante la experiencia de ser usuarias, la venta de drogas, las consecuencias
del uso crónico de la droga, la suspensión de la droga y síndrome de abstinencia (la malilla, el
quebrar, el curarse), la sobredosis e incluso la muerte.
El inicio
En este grupo de usuarias el inicio del uso de drogas es alrededor de los 13 años, comenzando
por lo general con la mariguana, píldoras, cocaína y, por último, la heroína; aunque no en todos
los casos, algunas inician con la cocaína o las mezclas cocaína-heroína (speed-ball).
Una pareja usuaria mayor que ellas o una amiga es quien las inicia en el uso de drogas.
Además de contar con dinámicas familiares disfuncionales, pérdidas y abandonos, y medio
socioeconómico adverso; al igual que usuarios en la familia, ya sea el padre o los hermanos.
“[…]primero sí usé la mariguana, las píldoras, la cocaína… pero la que más me
prendí fue de la heroína”. (Michelle, 25 años, Usuaria.)
“[…]yo me puse una sobredosis. Yo trabajaba en un bar y me quitaron a mis
hijos y lo que yo buscaba en mis compañeras era que… pues sí, un apoyo
moral o un apoyo económico, cuando trabajaba yo de bailarina y me drogaba
y me dejaron prácticamente sola y eso me dolió en serio, y me dormía con una
amiga, y le dije que me la pusiera porque yo no sabía cómo hacerle, pasé un
momento malo, estuve en el hospital, y después del hospital le seguí”. (Grupo
focal usuarias.)
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234
“Mi novio fue el que me inyectó por primera vez, pero yo le pedí después. Tenía
como trece años y tengo como 13 años usando droga, empecé con la soda
(cocaína)”. (Grupo focal usuarias.)
“Cuando yo me inicié en la droga yo traía mis anillos, porque mi mamá me
los regalaba, y yo busqué esas amistades y le dije: –Toma, mira, vamos a
vender este anillo, vamos a venderlo y compramos un globo. Y dijo: —No seas
tonta —me dijo— tú estás muy chavala. Ándale —le digo— nomás le pones
poquito y tú agarras lo demás para ver qué se siente; incluso nos fuimos a una
casa donde había un tecato. El tecato se enojó; me dijo: —No tú estás muy
chavala, y no te metas en esto porque al rato ya te va andar. Al cabo es mía, yo
la compré, y luego le hizo la pregunta: —¿Cuánto le ponemos a ella ahí? —Pos
como unas 15 “gotas. No es mucho, pero sí me da vergüenza ahorita decirlo,
pero sí me gustó la euforia de la droga”. (Malena,. 47 años. ex usuaria.)
“[…]fui a ver qué se sentía ¿no?… Después tiene usted un sedante, al vacío que
hay en el corazón de uno, a las necesidades, la identidad, y lo planta a uno la
droga, y después me hice adicta”. (Maruca. Grupo focal usuarias.)
Este inicio paulatino, les permite funcionar en la familia, en la escuela, el trabajo y poco a poco se
van deteriorando las relaciones familiares, el abandono escolar y laboral.
“[…]hubo tiempo de que empecé a usar la droga, iba a la escuela drogada,
trabajaba drogada y todo. Me dolía muy feo y paraba de hacer cosas un año
se me van rápido y yo decía: —Se me está yendo el tiempo, no estoy haciendo
nada. Un día te levantas, también los trabajos, y luego te levantas y vas al
trabajo y aunque seas muy eficiente y sepas hacer tu trabajo muy bien pero
te levantas y no tienes dinero para meterte droga o no tienes la droga estas
malilla y ya no vas”. (Michelle. 25 años. usuaria.)
“Drogándote se te pasa el tiempo”: el cotidiano de las usuarias de drogas
Se describen las costumbres, prácticas durante el proceso de uso de la droga, incluyendo formas
de venta, lugares, formas de uso, conocimiento que tienen las usuarias de los diferentes efectos
de las drogas y cómo manejarlos tanto de manera individual como grupal, la autoimagen y la
imagen que la sociedad construye acerca de ellas.
Conseguir la droga
Las usuarias describen las formas legales y no legales que utilizan para obtener la droga que van
desde tener un trabajo que les permite comprarla hasta formas no legales de obtención: el robo,
la venta misma de drogas, el intercambio del cuerpo por dosis, el cual no consideran que sea una
forma de prostitución.
Mujeres y adicciones
235
“[…]roba y hasta mata y hasta lo que te ha contado con tal de tener el vicio, a
base de mentiras de lo que sea pero la obtienes”. (Malena. 47 años. ex usuaria.)
“[…]él se sentía solo, lo que quería tener era compañía porque inclusive a
veces me decía: —No te vayas te doy otros mil pesos, quédate otras cinco
horas conmigo, te compro más droga. Bueno, no quería, le daba miedo que
uno se fuera. Pero así así, nomás, pero así de que uno ande en la calle así no”.
(Michelle. usuaria.)
Convivencia entre usuarias
Ellas se describen como una familia, se cuidan entre ellas pero esa relación no siempre está libre
de tensiones. Así lo describe un grupo de usuarias.
“Sí está muy bonito compartir. Sí nos queremos. El día que falta una o que se
tarda mucho tiempo sin verse, y aquélla no ha visto así [nos preocupamos].
“Nosotras las
tecatas
somos como una familia, aunque estemos así en
contrapuntadas”.
“Yo me siento bien porque ellas están igual que yo, así son tecatas”. (Grupo
focal usuarias.)
“Pos convivíamos e incluso cuando andaba una ahí en el barrio una cooperando
para comprarnos la droga. Es muy diferente el convivir” [cuando se es tecata]”.
(Malena. 47 años ex usuaria.)
Conocimientos y estrategias adquiridas durante la experiencia de ser usuarias
Las usuarias aprenden a distinguir la calidad de la drogas, la resistencia del cuerpo ante la droga, el
cambiar de tipo de drogas en situaciones que ellas consideran no adecuadas, como sería durante
el embarazo, el buscar lugares anatómicos para aplicarse de la droga.
“Hay heroína buena y heroína no buena, porque hay veces que podemos pegar
por decir tres, y no nos pega, y hay veces con una tenemos, es cuando está
buena la droga, vale más la calidad y no la cantidad”.
“A veces el cuerpo no está para aguantar”.
“Hay veces que está muy bien preparada la dosis. No todas tenemos el mismo
organismo”. (Grupo focal sobredosis.)
“El chiste del drogadicto, que deja una droga y agarra otra y deja una y agarra
otra, pero o sale de ese círculo del cual tenemos que salir[…]
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236
“Entonces empecé a tomar unos jarabes y una tabletas que se llamaban
Tusonex, que era haga de cuenta eran unas sintéticas, la adicción es peor;
porque estaba embarazada y con eso me quité lo otro de encima [heroína]”
(Malena, 47 años, ex usuaria, 5 hijos.)
“Pa’ que la heroína sirva, te metes todo el gramo, entonces como me la metí
en la carne y te pega más en la vena.
Antes me picaba y picaba mucho hasta que me hallaba una vena, no le miento
hasta duraba una hora y me picaba más de 30 veces.
Me buscaba y me dejaba toda sangrienta y no me hallaba y ahora yo creo
por lo que estoy embarazada, los pechos los tengo me están creciendo y me
están saltando las venas alrededor de los pechos”. (Michelle, 25 años, usuaria,
embarazada al momento del estudio, un hijo y embarazo de gemelos.)
Conocen cuáles son sus límites como usuarias para evitar una sobredosis:
“[…]no más una vez me he querido doblar, siempre me da miedo usar de más,
ponerme 30 gotas, me da miedo, pesar de que estoy adicta y sé que mi cuerpo
puede aguantarlas, me da miedo, me pongo nomás veinte, o sea nunca me
pongo más porque me puedo doblar con los 30 o con los 35, entonces siempre
son 20 gotas… eso sí son 15 como que no me siento conforme, no me va
hacer nada, necesito a fuerza los 20.
Yo sé que mi regla de usar droga es tanto, si me meto más de los que es, sé que
me va a pasar algo, ahora si agarro una feria y me voy a pique y pique, ya sé
que es nomás para picarse, entonces eso es lo que hace que venga la patada”.
(Grupo focal sobredosis.)
E incluso ante situaciones donde no les es posible inyectarse, utilizan la heroína por otras vías; las
mezclan con otras drogas o el consumo de alcohol, como lo describen estas usuarias:
Yo la he usado [la heroína] una vez que caí a la judicial, me fui con tres gallos hasta
allá y ya me lo daba, y éramos dos personas que estábamos ahí, y la use por la nariz.
Yo también duré tres meses poniéndome por la nariz en el cereso. A mí no me
hizo nada, estaba, yo sentía bien, es más si hubiera querido ahí me hubiera
matado, encerrada, y luego malilla, y luego la desesperación.
Es diferente no se siente igual, le duele el cuerpo más. Con la heroína va directa
y por la nariz no, la nariz baja para acá en todo.
[A veces] se las mezclan con cocaína, [pero no con alcohol]: porque me da
mucho asco y luego a veces no se puede hablar, ¿verdad?
Mujeres y adicciones
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“[Otra usuaria] yo sí, casi a diario, tomo cerveza o vino y me inyecto, doy un
toque y cuando puedo compro la pastillita para mí”. (Grupo focal de usuarias
y de sobredosis)”.
La venta de drogas
El convertirse en vendedoras de drogas va ligado a la necesidad de obtener un ingreso para su
autoconsumo, que en el relato de estas mujeres es un último recurso en su trayectoria de uso;
esto es, cuando han perdido sus trabajos, el apoyo familiar y alguna fuente de ingreso como la
venta de pertenencias. En general en muchas de estas narraciones la venta es apoyada y aun
forzada por la pareja; e incluso es motivo de desacuerdo por el riesgo que implica para ellas la
cárcel, el abandono de los hijos y el riesgo para la salud.
“[…]yo el tiempo que vendimos era una gran pelea que teníamos yo y él, me
entiendes, porque sí era mucho dinero y sí teníamos algo pero eso yo también
decía mira “este” llega a venir la federal, llegan a venir el DIF y me quitan
al niño, me van a quitar al niño si nos llegan a agarrar, mira hay mucha
droga el niño puede abrir un globo, se puede hallar un globo, tú sabes que la
heroína la puedes hasta oler y te pega y si es línea es dura mira es mejor...
así nomás nuestro... vas y compras lo hacemos y no lo metemos, aquí no
tener aquí para qué, entonces ira duré como dos tres semanas peleando con
él hasta que dijo bueno pos no vendemos ya y no vendemos, porque donde
vivimos se vende muchísimo y agarramos muchísimo dinero pero también
veo al niño y prefiero que el niño esté bien, que tengamos bastante dinero
es onde digo no pos si eso le va hacer mal al niño, si no va a ver”. (Michelle,
25 años, usuaria.)
Consecuencias del uso crónico de drogas
Las usuarias describen los efectos de la drogas en su cuerpo:
“[…]la cocaína y heroína te quita mucho calcio. Empiezan a caérsele a uno
los dientes, a quebrársele las uñas, o sea que por eso muchas veces es más
rápido que se doble uno. Porque no tiene defensas”. (Grupo sobredosis.)
“[con] la heroína me tengo que estar cuidando que no se me pudran
[las venas], que yo he visto a muchachas así que traen así los pedazos
pudriéndose.
No te la echas así arribita de la carne pues se te pudre el pedazo pero cuanto
te lo hechas a la carne metes la aguja directa hasta adentro y no se te pudre
tanto el pedazo pero si traes los brazos feos”. (Michelle, 25 años, usuaria.)
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Embarazo
Estas consecuencias no se limitan a su cuerpo, sino a sus hijos. También narran la creencia
de que la suspensión del uso de drogas en el cuarto o quinto mes de embarazo previene las
consecuencias en sus hijos.
“[…]porque la amiga allá con la que me crié desde niña ella agarró también
la heroína, tenía tres niños y el primer niño que es de la edad del mío le salió
mudito también de tanta loquera.
[…]yo me la bajaba [la heroína] [ahora que estoy embarazada] por semana
porque el doctor del Paso me dijo bájatela por semana, un cuartito, un cuartito
al cabo no se siente y quiebras y así le hicimos la última vez que quebramos.
[…]Porque yo dije pos quiebro estando embarazada para siquiera quebrar
cuando ya tenga cinco meses para que el niño lo quiebre mientras lo traigo yo
adentro es lo que yo pienso”. (Michelle, 25 años, usuaria.)
La malilla, el quebrar y el curarse: suspensión del uso de drogas
y síndrome de abstinencia
Dentro del argot de las usuarias de drogas, el cortarse, suspender ya sea temporal o definitivamente
el uso de drogas puede deberse a varios motivos, el tener un proceso de desgaste avanzado, el
estar embarazada o por solidaridad con la pareja usuaria. Pero el precio de cortar es alto para ellas
física y mentalmente, el aguantar la malilla. Ellas realizan estrategias que les permitan aguantar
todo lo que sienten durante la malilla, ya sea como el efecto temporal del uso de la droga o como
parte de la suspensión de ésta. En caso de no aguantar, contrarrestar estos efectos de abstinencia
(curarse) con otras dosis de heroína.
El quebrar
Las usuarias viven el proceso de quebrar o dejar de usar heroína como una situación de
independencia y de prosperidad aunque represente un alto costo personal y monetario.
“[…]que yo quebrando me hago todo lo que tengo que hacer, todo lo que
necesito sino que nomás dejo la droga y prospero porque yo gasto mucho
dinero en la droga”. (Michelle, 25 años, usuaria.)
“Sólita yo la dejé, yo tuve que comprar un tratamiento para dejarla, trescientos
mil pesos me costó ese tratamiento. Duré como ocho años en la droga, no
podía quitármela así nada más por mí”. (Grupo focal usuarias.)
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La malilla
“La malilla de la soda es peor. Dan torzones, el dolor de huesos, yo ni puedo
caminar me quejo, y me canso, no me da hambre, hasta el cigarro me cae mal,
me amarga, así bien feo”. (Grupo focal usuarias.)
El curarse
“[La heroína] simplemente me cura de que no me siento mal, no siento frío,
no me duele la panza. Me cura pero no nunca me ha pegado”. (Michelle, 25
años, usuaria.)
La vivencia de la sobredosis: el doblarse
La sobredosis es un evento en la vida cotidiana de las usuarias que produce momentos de tensión
por la cercanía de la muerte, por verse reflejadas unas a otras en esta proximidad del fin pero
también es una vivencia que les deja conocimiento para ayudarse, que se comparte en el proceso
de recuperación de la sobredosis, cuando esto es posible.
“Una sobredosis es sueño, ahí te quedas”
“Como yo cuando me iba doblar no sentí, no sé yo cuándo caí, yo tenía mis
ojos abiertos, yo los estaba viendo, me estaban cacheteando, yo sentía que
me pegaban, ¿verdad? Me dolían los chingadazos, yo les quería decir que no
pegaran, que no me inyectaran sal, ¿verdad?, pero no, cuando me levanté,
cuando pude levantarme, porque quería hablarles y no podía, y cuando volví
en sí, que me pude mover y que tuve movimiento en mis brazos, yo me levanté
y me levanté a abrir, me fui corriendo, entonces mi pareja tras de mí, y yo le
decía: no, vete, tú no me quieres, tú me pegaste, y me decía: pero es que estaba
doblada, no te podíamos volver”. (Luisa. Grupo focal sobredosis.)
“Yo cuando me quedo doblada siento el cuerpo bien caliente, como que te
duele... y otras veces no siente uno nada, depende del sistema de cada uno, el
organismo de uno”. (Paty. Grupo focal sobredosis.)
Las usuarias describen las diferencias de los efectos de la sobredosis de la cocaína comparada
con la heroína.
“Es más fea una sobredosis de coca que de heroína, porque de heroína te
inyectas y te puedes quedar sentada y luego de la misma desesperación, que
cuidado, sales más desastre”. (Bibis. Grupo focal sobredosis.)
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Una sobredosis es más fácil que se dé cuando se ha pasado un tiempo sin usar drogas.
“[…]sea viene limpio, es como la gente cuando está limpia, se puede doblar
hasta con cinco gotas, yo he conocido personas que con cinco gotas se han
doblado”. (Grupo focal sobredosis.)
Algunos usuarios salen de este evento y otros a la muerte.
“[…].un amigo de nosotros se quiso doblar y lo alivianamos.
El que yo vi también se murió… se había inyectado speedbolazo, como dicen
allá, se puso una bien suave para irse para abajo, pero se le bajó el efecto de la
cocaína, luego se sentó, fue cuando empezó a bajar la heroína, y se dobló… es
que se le bajó lo de la cocaína, entonces le quedó el patadón de la heroína por
eso se quiso doblar”. (Grupo focal sobredosis.)
El conocimiento del efecto de cada droga les permite realizar combinaciones de sustancias que
pueden prevenir el llegar a doblarse. Ellas identifican el perfil de los que se doblan, en especial
los varones.
“[…]porque la pastilla es una la heroína es otra y las dos nos llevan para abajo,
son para abajo. Es más rápido para morirse [combinar alcohol y drogas], si yo
me quisiera morir iba ahorita y me tomaba pisto, pastillas y heroína, y me muero.
[Quienes se doblan son] los pendejos, los que son arturos. Los que se atacan
más drogas., los que son primerizos, los que no saben las consecuencias, los
que andan limpios también”. (Grupo focal sobredosis.)
“[…]los hombres son más aferrados a la droga que las mujeres. O sea yo ya lo
que digo: no esto esta canijo, mejor le bajo poquito, aunque de repente se me
van las riendas y amanezco en la calle toda idiota, toda babosa”. (Paty. Grupo
focal sobredosis.)
Una muerte muy silenciosa
La experiencia de ver a alguien morir por doblarse les produce sensación de impotencia para
desdoblarlo, les muestra la fealdad de la muerte. Puede ser una experiencia al inicio de su
trayectoria como usuarias, como la siguiente narración:
“Yo estuve con un amigo que se murió, se dobló, por una sobredosis de cocaína
y heroína, con las dos. Yo estaba sentada y se quedo así doblado, trataron
de volverlo en sí, y no podíamos, fue tarde, ya nomás le hicieron masaje por
su cuerpo, le dieron leche, le dijeron que volviera, pero o sea no se daban... se
Mujeres y adicciones
241
estaba yendo, y trataron de regresarlo. Ya fue tarde porque es una muerte muy
silenciosa”. (Norma. Grupo focal sobredosis.)
O puede ser una experiencia que genera consecuencias como la cárcel.
“Una persona que se me dobló. [Me acusaron] porque estaba en mi habitación,
tenía huellas cuando lo quise alivianar ¿no?, ahí fue el parote de mi acusación,
solita me eché la soga al cuello, y de ahí, sentenciaron a 8 años seis meses.
Yo no quise hacerlo porque yo no se la puse, él se la puso solo, el único que se
fue a inyectar, yo digo que si Dios me castiga ahora sería por eso ¿verdad?, y
no por haberlo matado, porque yo no mato ninguna cucaracha”. (Paty. Grupo
sobredosis.)
También las usuarias tienen prácticas para desdoblar y asocian el tipo de alimentación como un
desencadenador de la sobredosis.
“Nosotros fue al revés, nosotros lo quisimos alivianar y creo que lo que dijo
era que le habíamos echado demasiada sal, y le había explotado el hígado, en
vez de ayudarlo lo matamos. Fue el que se murió ahí por el barrio, el Rigo. O
sea él venía del cereso, venía limpio, había comido carne de puerco y se había
empastillado, y cuando llegamos a nuestro cuarto él se tiró, estaba ahí mi
pareja y nosotros lo inyectamos, le pusimos un dime, y pues ya no volvió, lo
quisimos alivianar y ya no lo pudimos volver en sí, lo que único que nos quedó
fue que lo tuvimos que sacar de nuestro cuarto, porque ni él quería broncas”.
(Lucia. Grupo focal sobredosis.)
Una vez que pasa el evento dramático de la sobredosis y se recuperan, las usuarias manifiestan
que sienten miedo que puede llevarlas a una suspensión temporal de la droga o continuar.
“[…]pues muchas veces el susto hace que se retire uno de eso, muchas veces
el mismo miedo te hace seguir, seguir, como yo. A mí ha dado de la heroína
y me estuve tirando un tiempo, o sea que me asusté y me fui para mi casa,
allá también tenía hasta miedo salir a la calle, duré tres meses así, y volví
a trabajar, usé droga porque vivía en una vecindad, y también me ganaron
ahí, la heroína, me dijo carnal, me andaba doblando, me gustó la cosa esa”.
(Norma. Grupo sobredosis.)
“[…]yo lo único que quería era sentir fuerzas para seguir loqueando… pues
a veces se asusta uno, agarra miedo, pero nunca cambia uno. Yo tuve una
sobredosis a los cuatro meses de embarazo, me tiraba, no podían inyectar
heroína, fue porque estaba embarazada, si me hubieran inyectado se me viene
mi criatura, gracias a Dios me inyectaron cocaína, y volví”. (Luisa. Grupo
sobredosis.)
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Vivir como ex usuaria de drogas
El miedo latente a recaer es parte de la vivencia de ser una ex usuaria, para algunas este proceso
de mantenerse alejada puede ser a través de la espiritualidad (religión en este caso).
“[…]ni vuelta a nacer volvería para atrás... Si yo volviera a caer sería mi
hundimiento, mi derrota. [Para evitar caer] me mantengo nada más de la
oración y aquí en la iglesia, y leyendo la Biblia, ha habido descuidos espirituales,
los ha habido, he bajado espiritualmente pero yo sé que es la mano de Dios la
que me sostiene”. (Malena, 47 años, 12 años de ser ex usuaria.)
La construcción de la imagen de la usuaria de drogas: estigma social y exclusión
La construcción de la imagen de la usuaria de drogas es un proceso complejo que va desde su
concepción de autoimagen como tecatas, que conlleva situaciones de identidad, como lo describen
las participantes: “mentirosas”, “manipuladoras”, que son atribuciones que asocian a su condición
de mujeres y que les dan ventaja sobre los varones para la obtención, por ejemplo, de drogas.
Aunque también esta conformación de la imagen se debe conceptualizar con las opiniones que
tiene la sociedad (familia, servicios de salud, servicios penitenciarios) de este grupo de usuarias
y que conllevan estigmatización, exclusión social y, en casos extremos, la negación a los recursos
mínimos de convivencia social.
“[…]uno de mujer es más fácil conseguir que un de hombre... no me faltaba, le
echaba una mentira a mi papá otra a mis hermanos… este, yo sé robar carros
muy bien, me robaba un carro lo vendía en las partes y así diferentes cosas, este,
echaba mentiras, había un viejo ahí que taba muy rico que vende cocaína y pos
quería estar conmigo, y sí pos dame tanto y ahorita vengo, me daba tanto y me
iba y nunca volvía”. (Michelle, 25 años, usuaria.)
“Las mujeres batallamos menos. En un ratito la [droga] consiguen de volada,
nomás pagan y dando y dando”. (Grupo focal usuarias.)
La vivencia de reconfigurarse como usuarias es variable, desde las que reconocen el ser adictas
pero que les permite vivir, hasta las que pierden el sentido de vida y quienes a través del proceso
de dejar de ser usuarias resignifican su vida.
“[…]yo soy adicta, no me considero drogadicta, pero sí consumo más cocaína
que otras, no soy adicta porque puedo vivir más y más”. (Grupo sobredosis.)
Esta pérdida del sentido de la vida ofrece ante ellas mismas una sensación desesperanzadora:
“[…]no estoy haciendo nada, no hago nada ni por mí ni por el niño… me la
paso curándome y no hago nada, se me va la vida en nada”. (Michelle, 25
años, usuaria.)
Mujeres y adicciones
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“[…]la heroína lo ocupa todo al ser humano, cuando se es adicto lo ocupa todo,
lo que es la familia, todo lo ocupa la jeringa. (Malena, 47 años, ex usuaria.)
Pero cambia cuando se convierten en ex usuarias, recobran un sentido de vida, como en el caso de
Malena; esta resignificación de su vida se dio a través de la religión cristiana.
“[…]pos me valoro bien porque antes no me valoraba, me sentía menos delante
de la gente interiormente y con un, cómo te puedo decir, un complejo, y hora
no porque como viene uno de un mundo de droga, convive uno con pura gente,
cómo se puede decir, guaja en color y en su trato pero ahora no, pos hora me
siento... pues bien”. (Malena, ex usuaria.)
Familia y estigmatización
También en el ámbito familiar se ve reflejada la estigmatización de las usuarias.
“[…]nos decían que las narcas y qué quién sabe qué tanto, mi suegra decía:
ahíte vas a juntar con esta mariguana y que la fregada”. (Michelle, 25 años,
usuaria.)
Sistemas de salud, estigmatización y discriminación
La imagen que la sociedad, en especial los profesionales de la salud, tienen de las usuarias se refleja
en la decisión de buscar ayuda y apegarse a tratamientos en sistemas de salud más sensibles a
su problemática, como el sistema de salud de EUA. Situación que en este estudio es evidente,
dada la condición fronteriza del estado de Chihuahua. Incluso, como relatan ellas, esto genera
estigmatización por ser usuarias y pobres y deprecio de su condición de humanas al ser “viciosas”.
“Yo me iba al chuco [EUA], al Paso, la verdad. Porque ahí lo que sí es drogadicto,
no es drogadicto, ahí los tratan igual. Allá tienes atención.
Yo tengo Medic Care de allá, simplemente no tienes que pagar, si no tienes te
tratan, pero aquí [México], aquí tienes que tener dinero, si no, te lleva la fregada.
Es porque somos drogadictas, no nos quieren.
Fíjese, en El Paso le dan su bolsita, trae el agua, para que enjuague las jeringas,
y el Clorox, y es otro botecito, no sé cómo se llama el otro, y le dan jeringas y
todo eso, y aquí ¿dónde?
Nos desprecian, qué pasó con la que estaba en el hospital: la mataron; es viciosa:
una menos. Pero mire es que cuando estamos ahí (hospital), haga de cuenta
que no hay nadie. Les estás gritando que te estás muriendo, que me duele…
[contestan] allá, espérese, son viciosas”. (Grupo focal usuarias.)
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Sistema judicial, estigmatización y discriminación
La exclusión, la estigmatización, no son privativas del sistema de salud. Esto también lo
manifiestan las usuarias en el sistema judicial, y se manifiesta en la experiencia comparativa
entre los dos países.
“Aquí te mira un policía y ¿sabes qué?, te mira la jeringa con esa madre, la
agarra y va y se la vende al otro, y sin embargo en El Paso, en El Paso te están
negando que te están inyectando o dicen que simón te agarran esa madre y
te la tiran, y te dan una quebrada, de que no te van a llevar, pero si te vuelve
agarrar, pues así ya te vas al condado, y aquí no”. (Grupo focal usuarias.)
Esta estigmatización lleva no sólo a la exclusión social sino al maltrato, como puede verse en la
siguiente descripción:
“Era tiempo de frío, una muchacha que andaba prendida y estaba tiemble
y tiemble y le echaron, la oficial era muy mala, nos levantaba a patadones
y a jalones de greñas, cuando estábamos dormidas, porque la lista es muy
temprano ¿verdad?, y a esas horas estaba muy frío, y este le aventó un bote
de agua a ella, porque a uno le daba el frío con la malilla y por eso murió esa
muchacha, de aquí saben ellos”. (Grupo focal usuarias.)
Y son percibidos como delincuentes:
“Es que son rateros con placas. Es que ahora dicen los señores: no se cuiden
de los malandros, ahora cuídense de los policías, así dice en las paredes,
perfectamente allá en la casa está un rótulo así, o sea, pasa un cholo, no se
cuiden de nosotros cuídense de los policías”. (Grupo focal usuarias.)
Los tiempos cambian
También describen que la imagen de las usuarias ha cambiado en el tiempo, se observa más
personas jóvenes en el consumo y se ha perdido la discreción del consumo.
“[…]porque tú ahorita actualmente se habla de una persona que usa heroína
dicen que es muy descuidada en su persona, yo he comentado eso con Lulú
[otra usuaria], con mi hermano pos sí antes cuando estaba el árabe, los
tecatos no iban así carnal, antes la gente bien línea, hasta boleados... Ahora es
una cosa que [ha cambiado mucho], por ejemplo ahorita menciona el árabe,
es una persona que vende droga en Bellavista, dice ahora es más descarado.
Él estaba en su aguaje, pero no estaba ahí, él tenía ahí quien la vendiera quien
la distribuyera, pero ahora a la vuelta de la esquina hay un picadero, en la
otra esquina están vendiendo los globos… ora está más descarado todo es
Mujeres y adicciones
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más descarado, porque antes en mi época no había chavalitos y ahora hasta
chavalitos andan con eso.
Ayer que venía yo de aquí de la iglesia y estaba un muchacho, pobrecito me
pudo hasta el alma, con una tapadera de tecate y en la pura esquina estaban
los carros pase y pase y la gente venía en la cuadra y a él le importó poco, se
hincó y se echó la droga en la esa de tecate y le echó agua en la jeringa y ahí
mismo se la puso, no sé cuánto pero ahí se inyectó en la vena”. (Malena, 47
años, ex usuaria.)
Propuestas de atención: perspectiva de las usuarias
Las usuarias, ante la pregunta de cuáles serían sus necesidades para su atención, propusieron:
1. Creación de un centro de rehabilitación en Ciudad Juárez donde se les prestara atención, que
tuvieran un espacio para ser escuchadas.
“[…]yo voy a entrar órale, el jueves a tales horas, tempranito, vámonos, y
ya te llevas tu cobijita, o algo en que te sientes, y estas platicando, y le estás
platicando a la psicóloga, la psicóloga está en otro rollo. Uno ¿sabe qué? pues
la tira a león y se chingó el pedo, así como usted me tira a mí a león, yo la voy
a tirar a usted, y la que la lleva es uno, o sea porque uno es la que necesita la
ayuda, no ella”. (Grupo focal usuarias.)
2. Atención psicológica “para todas y no opcional” con aproximación de género.
“Las psicólogas que estén capacitadas en atender a las mujeres usuarias de
drogas, y que tengan tiempo para atenderlas”.
“Yo estuve en uno que en el sí duré, hasta que se salió la psicóloga, pero porque
ella platicaba conmigo y como veía, convivía mucho, pero ella se salió, y me
salí, y ya me daban la pastillas muy a fuerza”. (Grupo focal usuarias.)
3. Atención médica 24 horas para atención de la malilla.
4. Información/capacitación/aprendizaje acerca de los efectos del uso de drogas, talleres
recreativos y ocupacionales.
“A mí me gustaría, bueno de que pues hubiera así algunas pláticas de cómo se
siente uno en la malilla, desde el primer día cómo estás, y para abajo, cómo te
sientes. Sí, que hubiera trabajo, hacer monos, clases de verano, hacer dibujos,
escribir, dibujar… Como varios trabajos, es actividad para tu mente. Es que,
¿cómo se dice?, como una escuelita de verano. Aprender algo nuevo”. (Grupo
focal usuarias.)
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Relaciones de pareja
Las relaciones, en la mayoría de las participantes, va ligada al uso de la droga pero también
reconocen que es mejor la convivencia con sus parejas cuando no la usan ya que la droga tiene
efectos en el deseo sexual, el disfrute cotidiano y la disponibilidad de recursos económicos para
la recreación.
“Cuando yo y él no usamos, hemos quebrado y estamos juntos, nos la pasamos
más suave, vamos a conciertos, vamos a bailar, vamos a comer, vamos a patinar,
vamos pa acá, vamos pa allá, muy suave porque no necesitamos la droga. En
cambio cuando estamos así pos no podemos ir a muchos lados no podemos ir al
cine porque no hay dinero, y luego sexualmente pus mucha parte de la semana se
la pasa loco, tan loco que en las noches se está durmiendo. Y si él está bien a mí
me duele algo, estoy malilla no tengo ganas de nada… la heroína te hace que no te
dan”. (Michelle, usuaria de drogas, varias parejas, solo una no-usuaria de droga.)
También la convivencia con la pareja no usuaria puede llevar a reiniciar el consumo.
“[…]cuando él volvió y me embaracé de niña, pero como estaba yo ya tan
hundida que… que empecé otra vez con unas pastillas que me trastornaron
bastante, era una cosa espantosa, me daban… me daban unas convulsiones,
pus total que… que me fui de la casa porque no aguantaba la que no… El
problema era yo, el problema estaba en mí pero yo se lo echaba a medio
mundo, me fui yo para Reynosa, siendo que yo nunca había salido de Juárez y
mi esposo se quedó aquí en la casa”. (Malena, ex usuaria de drogas.)
La violencia de la pareja está presente en las narraciones de las mujeres usuarias tanto en la
vivencia de sus primeras relaciones como antecedentes en la relaciones de sus padres.
“Entonces pus tiene uno, como usted sabe, la necesidad de… de amar y sentirse
amado, sentirse quien lo quiera y, pues él era mi novio, fue mi primer novio que
yo tuve y a los… pus vamos a casarnos… Era mucho mayor que yo, y los 14
años me casé, me golpeaba”. (Maruca. usuaria.)
Discusión
Estigma
Este concepto hace referencia a la interpretación que se realiza de las narraciones de las
usuarias, donde se identifican las experiencias ligadas al estigma social, que no sólo implican
la vivencia de los malestares que producen las drogas, el comportamiento de la sociedad hacia
ellas como excluidas, etiquetadas como “drogadictas” o como las mismas usuarias se etiquetan:
“tecatas”, sino la negación por parte de los servicios de salud a los derechos mínimos de atención,
vulnerabilidad y de sus derechos civiles como mujeres.
Mujeres y adicciones
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El estigma se ve reflejado en las narraciones de las usuarias de droga en los diferentes
niveles: individual, familiar, en los sistemas de atención de salud y en los judiciales. Como
Goffman (2001) apuntaba, el estigma es un “atributo profundamente desacreditador” que
conlleva a considerar a la persona o al grupo estigmatizado como peligroso para la sociedad,
por lo tanto a ser discriminado y victimizado por profesionales de la salud y por el sistema
judicial.
El estigma social es importante para los profesionales de la salud porque contribuye al
sufrimiento de las usuarias, puede afectar su proceso de búsqueda de atención y de adherencia
(alianza) al tratamiento. Las políticas de salud podrían ser orientadas a transformar este
estigma social en apoyo social (Weiss, 2008).
Este estigma social también se observa en los profesionales de la salud cuando ofrecen
atención a estas mujeres; por un lado los significados culturales que se aprenden de los
profesionales de la salud: ver a los usuarios de drogas como “enfermos no recuperables”, “el
desperdicio de recursos de salud en estos grupos”, lo cual es una barrera para ofrecer una
atención adecuada (Sheard, Tompkins, 2008).
El proceso de cambio de estigmatización social a un modelo de apoyo social sería
recomendable iniciarla con un programa de sensibilización cultural y de género que incluya
espacios donde los profesionales de la salud y las usuarias tengan un lugar de escucha e
intercambio de conocimientos hacia un proceso de recuperación del significado de la vida
por parte de las usuarias y de reinserción hacia una sociedad más comprensiva, equitativa,
respetando los derechos elementales de las mujeres usuarias.
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Mujeres y adicciones
251
IV. Nueva Investigación
Barreras a tratamiento que enfrentan las mujeres:
una aproximación émica y ética
Martha Romero, Jorge Galván, Mónica Martínez, Eva Rodríguez
Introducción
Hablar sobre el tratamiento dirigido a mujeres que abusan de sustancias psicoactivas integra lo que ha
sido denominado como el proceso y la utilización de servicios. Este proceso lleva implícitas tres etapas:
la identificación del abuso de sustancias como problema; la generación/evaluación de las opciones y
el ingreso a la atención.
De acuerdo con Kail y Elberth (2002) estas tres etapas de búsqueda de ayuda son moldeadas por
el género, la cultura y otros factores sociales haciendo que, para las mujeres, la búsqueda de ayuda y la
referencia sean poco probables, las elecciones limitadas y las barreras a tratamiento múltiples.
Estas barreras han sido definidas por Allen (1994) como: “Fenómenos subjetivos, que pueden
ser creencias o percepciones de la persona y/o fenómenos externos, como el sistema de salud,
características de los programas o factores socioculturales y ambientales y/o cualquier aspecto que
obstruya o restrinja la vía para recibir atención sobre un problema particular” (pág. 438).
Se han realizado muy diversas clasificaciones de las barreras, siendo la más importante la división
entre barreras internas, es decir, atribuibles a la propia mujer y barreras externas cuyo origen está en el
entorno social donde el consumo tiene lugar.
Dentro de las barreras internas se encuentran la vergüenza y la culpa; el estigma social; el miedo;
temor de perder a los/las hijos/as y/o el miedo de la reubicación de los/las hijos/as; el embarazo;
la negación de los efectos negativos del consumo; la falta de confianza en los programas; falta de
motivación o la idea de que se puede controlar el consumo; las mujeres con consumo no severo
están menos dispuestas a tratamientos convencionales (Appel y cols., 2004; Blow, 2000; Booth
y McLaughlin, 2000; Brady y Ashley, 2005; Cottew y cols., 2005; Jakonsson y cols., 2008; Jessup
y cols., 2003; Kail y Elberth, 2001; Mulia y cols., 2002; Neale y cols., 2007, 2008; Sexton y cols.,
2008; Sterk y cols., 2000; Wechsberg y cols., 2008).
Las barreras externas se podrían dividir en dos grandes grupos:
1. Barreras institucionales. Dentro de este gran grupo se han reportado algunos impedimentos
que tienen que ver con la accesibilidad en diversos aspectos: en lo económico (costo y falta de
cobertura del seguro médico), respecto a las condiciones físicas o geográficas (distancia, transporte,
asequibilidad, falta de espacios para los/las hijos/as, falta de privacidad), con relación a los servicios
(listas de espera, programas sólo para varones, falta de seguimiento, procedimientos terapéuticos
inadecuados, falta de apoyo legal, falta de información) y las relacionadas con el personal (trato a
las pacientes, capacitación de los/las terapeutas, etc.) (Jessup y cols., 2003, Kail y Elberth, 2002;
Mulia y cols., 2002; Neale y cols., 2007, 2008; Redko y cols., 2006; Sexton y cols., 2008;
Sterk y cols., 2000; Wechsberg y cols., 2008).
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
252
2. Las barreras relacionales incluyen: (Bush y Kraft, 2001; Freitas y cols., 2007; Fisher y cols.,
2002; Jessup y cols., 2003; Kail y Elberth, 2002; Sexton y cols., 2008; Sterk y cols., 2000)
La valoración negativa de las/los prestadores de servicios de salud respecto a la mujer
consumidora.
Hostigamiento sexual de compañeros y profesionales.
Las representaciones sociales negativas.
Discriminación.
Falta de apoyo de la pareja.
Violencia de la pareja si se ingresa a tratamiento.
Abandono del círculo social.
Amenazas de otros/as usuarios/as o vendedores/as de drogas.
Los favoritismos.
La revisión de la literatura nos lleva entonces a afirmar que en la construcción de una barrera a
tratamiento están involucradas dimensiones tanto culturales como cognitivas, emocionales y
políticas; por lo tanto, intervienen elementos objetivos y subjetivos, del contexto y relacionales.
Uno de los aspectos importantes en este estudio fue investigar las categorías émicas, es decir, los
contenidos culturales que un grupo específico de mujeres con problemas de consumo de sustancias
psicoactivas considera socialmente significativos para reconocer a sus integrantes y sus problemas.
Desde la perspectiva émica no es posible conocer y hablar el mundo del otro sin adentrarse y
comprender las categorías desde las cuales ese otro organiza el mundo. Este enfoque establece que
los fenómenos deben estudiarse dentro del sistema y con criterios y/o conceptos elegidos dentro
del mismo (Olavarrieta, 2001).
Las mujeres en tratamiento o en recuperación de los problemas por abuso de sustancias
representan una cultura única dentro de la cultura dominante: sus valores, creencias, actitudes y
prácticas son específicas del mundo de la adicción (Lange, 2007).
Desde otro lugar, el enfoque ético permite el estudio de fenómenos o realidades desde fuera
del sistema y desde esta perspectiva los criterios o conceptos usados para entender la realidad son
criterios externos, importados de otras realidades. En el área de la salud esos conceptos o criterios
se extraen la mayoría de las ocasiones de Estados Unidos y suponen la existencia de criterios o
conceptos universales que pueden ser medibles (Olavarrieta, 2001).
Dentro del área de la salud mental en particular, son los lineamientos de la Asociación Psiquiátrica
Americana expresados a través del Manual Diagnóstico en Salud Mental (DSM-IV-TR) los que
marcan los criterios sobre el uso, abuso y dependencia al alcohol y otras drogas y además de la
experiencia personal de los/las profesionales con este grupo de personas.
La distinción entre aproximaciones émicas y éticas (desde dentro y desde fuera de la cultura,
respectivamente) es de vital importancia, pues gracias a ella se conceptualizan y comprenden
fenómenos de diferente naturaleza y con diferentes implicaciones.
En este estudio, el objetivo general fue contrastar las diferentes miradas en torno al consumo de
alcohol/drogas de grupos de mujeres en servicios de atención desde su propia mirada y comparar su
visión con aquella de los/las profesionales de la salud mental en torno a las barreras para ingresar a
tratamiento.
Mujeres y adicciones
253
Método
Se trata de una investigación cualitativa que utilizó como técnica de aproximación los grupos
focales.
El grupo focal es un grupo creado ad hoc por el/la investigador/a para propósitos inmediatos
tales como la comprensión de las opiniones y puntos de vista, así como para la exploración de la
forma como se generan, elaboran y negocian en un contexto social dichos conceptos. El grupo
focal se constituye con aproximadamente 8 a 10 personas y es moderado a fin de generar una
conversación, que es la fuente de la información y con frecuencia en un periodo específico de
tiempo, una o dos horas (Hyden y Bülow, 2003).
Dada la naturaleza de la investigación cualitativa y el tamaño de muestra pequeño asociado
con los grupos focales, la información obtenida no puede generalizarse a toda la población, pero
es invaluable para la comprensión de vivencias y temas que desde otra perspectiva no sería
posible obtener.
Participantes
Para acceder a la mirada émica se llevaron a cabo 15 grupos focales con la participación de
79 mujeres usuarias de alcohol y de sustancias psicoactivas que se encontraban en algún
establecimiento de tratamiento público o privado y que quisieron participar en el estudio. Su
participación se llevó al cabo bajo todas las consideraciones éticas: anonimato, confidencialidad,
consentimiento informado. Las mujeres que participaron podían elegir dejar de participar en la
discusión grupal en cualquier momento.
En el caso de la perspectiva ética se llevaron a cabo 4 grupos focales con profesionales del
área de la salud mental: directores/as de centros de tratamiento, psicólogos/as, psiquiatras,
trabajadoras/es sociales, antropólogos/as siendo el criterio para su participación la experiencia
en el tratamiento de mujeres con problemas de adicciones y el deseo de colaborar en los grupos
focales. Su participación fue voluntaria, anónima, confidencial y bajo consentimiento informado.
Guía de discusión en el grupo focal
Tanto en los grupos de mujeres usuarias como en los grupos de profesionales del área de la salud
mental se utilizó una guía de preguntas semejante. Dicha guía cubría cuatro áreas temáticas
principales: 1) ¿Por qué consumen alcohol/drogas las mujeres? 2) ¿Qué problemas tienen las
mujeres que consumen alcohol/drogas? 3) ¿Qué experiencias llevan a las mujeres a solicitar
ayuda profesional y qué experiencias impiden que ingresen a tratamiento? y 4) ¿Cuál sería el
modelo de tratamiento ideal para una mujer con problemas de adicciones?
En este trabajo únicamente se reportan los hallazgos de la tercera pregunta: experiencias
que llevan a solicitar tratamiento y barreras a tratamiento desde la perspectiva de las usuarias así
como de los profesionales de la salud mental.
Las discusiones en los grupos focales fueron audiograbadas y transcritas literalmente para su
posterior análisis.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
254
Análisis
El análisis fue realizado por cuatro investigadores/as expertos/as en el área de adicciones,
utilizando como fundamento analítico la teoría fundamentada que se basa en dos grandes
estrategias: el método de la comparación constante y el muestreo teórico. A través del método
de la comparación constante el/la investigador/a recoge, codifica y analiza datos en forma
simultánea, para generar teoría y para demostrar que son plausibles las interpretaciones; así se
crean categorías que surgen de los datos, significativamente apropiadas y capaces de explicar la
conducta en estudio (Soneira, 2006).
Resultados
La mirada émica
Negación del problema
La negación es un rasgo común en los procesos adictivos. Con frecuencia las personas que consumen
grandes cantidades de alcohol o drogas subestiman la cantidad, la duración del problema o el impacto
que las sustancias han tenido en la vida personal o en la salud. Por otro lado, se sobrevalora la
habilidad de controlar el consumo o de abandonarlo a voluntad. La negación es un proceso fijo y no
se ve afectado por la confrontación o por la evidencia. Algunos/as autores/as consideran la negación
como un mecanismo psicodinámico, es decir, en términos de una defensa, y se basa principalmente
en el rechazo emocional de la verdad, más que en una simple falla de insight. Otros/as autores/as
(Rinn y cols., 2002) proponen que es más una falla cognitiva que implica una capacidad disminuida
de insight o una incapacidad de integrar la información disponible para llegar a conclusiones obvias.
Las mujeres que participaron en los grupos lo refieren como el no darse cuenta:
“Lo que me detuvo para pedir ayuda es que yo no me daba cuenta de qué me
estaba pasando, había una sensación así como de ¿on toy?, ¿quién soy?, pero no
había, como se dice actualmente, una conciencia, o sea, yo sentía que algo me
estaba pasando pero no alcanzaba a percatarme qué era”.
“Yo no sabía realmente que tenía la enfermedad del alcoholismo, y cuando yo llegué
a la agrupación… eh… llegué con mucho dolor por el abandono de mi esposo, pero
no sabía que era alcohólica, yo lo que quería era que… me enseñaran a beber, no
me acordaba cómo terminaba las fiestas y... y no sabía que tenía el problema del
alcoholismo entonces no pedía ayuda por esa razón”.
“Mi caso personal cuando me dan la ayuda es porque mi familia… este… ya estaba
cansada, pero yo no, o sea yo no… ni quería ni concientizaba que yo tenía una
enfermedad, o sea a mí eso me sonaba ridículo ¿no?, yo no visualizaba el alcoholismo,
la drogadicción como una enfermedad, ni visualizaba las consecuencias que me
estaba trayendo tanto física como económica y moralmente”.
Mujeres y adicciones
255
Estigma y discriminación
Entendemos por discriminación a “… toda distinción, exclusión o restricción que, basada en el
origen étnico o nacional, sexo, edad, discapacidad, condición social o económica, condiciones de
salud, embarazo, lengua, religión, opiniones, preferencias sexuales, estado civil o cualquier otra
tenga por efecto impedir o anular el reconocimiento o el ejercicio de los derechos y la igualdad real
de oportunidades de las personas [… incluyendo la] xenofobia y el antisemitismo en cualquiera de
sus manifestaciones” (Ley General para Prevenir y Erradicar la Discriminación, 2004, pág. 32).
De acuerdo con Gutiérrez (2008), la discriminación también puede expresarse a través
de los prejuicios y éstos representan una valoración negativa de las personas, alimentada
frecuentemente por una opinión desfavorable en torno al grupo al que pertenecen. Implica
una idea preconcebida sobre los otros bajo el supuesto de que existe una inferioridad natural o
genética en el grupo segregado, o bien una circunstancia cualquiera que establece la inferioridad
de sus integrantes. También es común que se ponga un acento en las diferencias culturales, lo
que explicaría la inferioridad de los otros.
Algunos testimonios dan cuenta de la vivencia de estas experiencias:
“A la mujer siempre es mal vista, siempre se ve más mal que un hombre, yo
digo que es lo mismo que se ven mal tanto una mujer como un hombre, de
todos modos como dicen, de todos modos no dejamos de ser el adorno de
banqueta…”
“ehh… bueno en mi caso sería… la discriminación, porque bueno, de por sí por
mi vestimenta o por ideas que tengo pues hay cierta discriminación ¿no?, y el
hecho de ser alcohólica o drogadicta, o tener una vida ingobernable, pues por
el hecho de ser mujer también, o sea, hay mayor discriminación… ya”.
“… que a mí hasta la fecha pues, me es algo que yo tengo que poder... este…
ir superando ¿no?, porque me he… me he sentido muchas veces… este…
humillada ¿no? El que te pisoteen, el que… en mi casa te ven y te señalen ¿no?,
que hay mira ahí viene la… ora sí como dicen… la putita ¿no?, este… mira ahí
viene la que abandonó a sus hijos ¿no? Entonces todo eso son cosas que a mí
me han hecho que yo vuelva a consumir ¿no?, el no enfrentar de que, pues yo
que… sí soy enferma pero saben qué… todos somos humanos… me equivoqué
pero pus hoy quiero cambiar y mucha… muchas veces la gente no lo ve así
¿no?, se te discrimina tan feo, incluso hasta la familia, ¿no?”.
Para algunas mujeres la discriminación proviene de varones que poseen el mismo problema con
el abuso de alcohol/drogas:
“Se puede ver, se puede decir que es más marcado en el varón alcohólico la
misoginia, ¿si? Y pues por misógino que es, primero la golpea a una y después
la quiere convertir en mamá, eso es ser misógino, la neta”.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
256
“[El hombre] sigue trabajando, la mujer regresa y pues trae 4 letras aquí,
¿sí? El signo de, órale blanco, blanco fácil para poder ligar con ella, ¿si? Si le
detectan aliento alcohólico, o sea estamos en México, yo no voy hablar de
otros países, México y latinos”.
“Entonces el hombre, cuando cumple su primer año, hasta mariachis le llevan
y la mujer hay días que ni la familia va”.
La clase social
De acuerdo con Bordieu (2002), una clase social nunca se define únicamente por su situación y
por su posición en una estructura social, es decir por las relaciones que objetivamente mantiene
con las demás clases sociales; también debe muchas de sus propiedades al hecho de que las
personas que la componen entran deliberada u objetivamente en relaciones simbólicas que,
al expresar las diferencias de situación y de posición según una lógica sistemática, tienden a
transmutarlas en distinciones significantes. Se tienen marcas de distinción, gracias a las cuales
los sujetos sociales expresan y, al mismo tiempo, constituyen, para sí mismos/as y para los otros,
su posición en la estructura social, entre ellas posiciones de prestigio.
El hecho de que una mujer de nivel socioeconómico alto consuma alcohol en exceso puede
vivirse como una marca de pérdida de prestigio.
“A las mujeres que van ahí al grupo [de nivel socioeconómico alto], no todas,
vamos hablar del 100% un 70, un 70% ha testimoniado pero eso sólo con
la amiga íntima o mi cuñada, porque no quieren que se entere el esposo, ni
los hijos, ni las hijas, a pesar de que ahí había alcohol en esa casa, pero en esa
casa dicen… «Nada, aquí todo pasa pero no pasa nada… no pasa nada»…
Exactamente, ése es el mutis en las casa de las mujeres alcohólicas ricas y
que se tienen que escapar cuando el marido [trabaja] o va a la escuela, son,
son señoras, la mayoría… este… esposas de papi (risas), pues sí, y se dan sus
escapadas y llegan a, a este… a su junta, su sesión, ¿si? Y te puedo hablar de
un año, de 3 años, de 6 años, ¿si? y hasta de 10, hasta de 10 años que no sabe
su familia que está en recuperación”.
La homofobia por la preferencia sexual
La homofobia es el odio irracional a los/las disidentes sexuales, a los/las que se alejan del orden
social impuesto, a quienes eligen ser, o se descubren diferentes a la apariencia o conducta de
los emblemas del machismo. Al mismo tiempo, las prohibiciones, persecución y castigos han
convertido a la existencia LGBT (Comunidad Lésbico-Gay-Transgénero y Bisexual) en una
historia de clandestinidad y resistencia (Mogrovejo, s/f).
La homofobia es el arma con la que se persigue a quienes se atreven a salir de la norma
heterosexual. Así, la heterosexualidad se convierte en una institución dedicada a establecer
límites de comportamiento para un orden sexual/social establecido. Bonfil (2001) afirma que los
Mujeres y adicciones
257
homófobos constituyen “el brazo armado” de una sociedad intolerante que ve en ellos la
realización de una labor de “saneamiento moral”. Así, en una sociedad sumamente sexista, la
homofobia es el brazo armado en particular de la iglesia, del ejército, de la escuela y del ámbito
público en general, concluye el autor.
“Nosotros [los homosexuales] quieras o no, efectivamente somos un grupo de
marginados… O sea eres marginada por ser borracha, pero también eres una
marginada porque eres una pervertida o al menos eso creen que eres”.
“Este… soy normal, lo único que tengo es una preferencia sexual diferente y
diferente porque está establecido que lo normal sea que sea un hombre y una
mujer, pero la naturaleza me dice que no hay problema”.
“No te la acabas, ¿si? te empiezan a señalar, luego sale aquel: —Yo te voy
a rectificar tu sexualidad. —Chingas a tu madre güey, rectifícate tú primero
como hombre, ¿si? Entonces… este… eh jajaja perdón”.
“Sufrí el rechazo a mi orientación sexual, entonces a mí me quedó claro que yo
no podía hablar de esto. Por esa razón hasta el día de hoy y soy muy cuidadosa
en ese sentido, ¿no? Este… eh… no hago mención, no me pavoneo, porque
pues para mí es normal, o sea así soy, se acabó. Siempre hablo de mi pareja y
nunca hago mención de su sexo, ¿no? o sea, pero ya son años de hacerlo, de
manera respetuosa, porque es eso, no es de exhibicionismo, es mi vida privada,
o sea cada quien es libre de meter a su cama a quien quiere, ¿no?, entonces
yo ejerzo ese derecho, sin lastimar a nadie, pero tampoco me pongo ahí como
pandero para que vengan a sonarme”.
Las mujeres homosexuales piensan que sus circunstancias de rechazo y discriminación por ser
mujeres y adictas se deben a falta de educación y de respeto.
“Yo siempre he pensado que efectivamente el grave problema de la pérdida de
los principios que tanto se habla hoy en día se basa en el respeto, o sea, para
mí el cimiento total es el respeto, porque del respeto nace la tolerancia… este…
yo te puedo hablar directamente de lo que ha sido mi ámbito laboral y mi
ámbito familiar y mi ámbito social, o sea cómo me he conducido yo con toda
esta gente y que en el hoy… este… una de mis… eh… dizque cuñada, porque es
la hermana de mi pareja… este… me gritó ¡homosexual!, ¿no? como si fuera…
este… eh… ofensivo, ¿no? y yo dije, sí ajá, que no me hace, no me hace menos,
en el hoy no me preocupa eso… este… pero ah sí es cierto, pero… este… pero
yo considero que se debe en… eh… desde mi punto de vista, realmente en eso,
en la pérdida del respeto porque… porque si nosotros no somos educados…”.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
258
Las posibilidades de expresar emociones con o por la pareja homosexual son mal vistas:
“Es diferente, o sea nosotros, nosotros… este… los heterosexuales pueden
mostrar su cariño en la calle y nadie se escandaliza, si se dan un beso nadie
se escandaliza… este… se pueden casar y nadie se escandaliza… este… si
alguno está enfermo el otro lo más usual es que efectivamente esté afuera o al
pendiente… Están los amigos o la familia apoyando… apoyando, yo te apoyo,
yo vengo, yo te… eh… y si alguno fallece, pues vamos tiene uno todo el derecho
de llorar a grito abierto y no pasa nada. En el caso de los homosexuales ¡NO! En
el caso de los homosexuales… este… es trágate todo tu dolor porque se murió tu
amiga, era tu amiga”.
Vínculos con los varones
De acuerdo con Lamas (1990), a pesar de los avances en la equidad de hombres y mujeres los
códigos amorosos y sexuales siguen mostrando diferencias genéricas. Siguiendo a esta autora, la
perspectiva femenina, que no feminista, del amor plantea que las mujeres aman más, que “aman
demasiado”, identificando “amor” con una disponibilidad mayor a la fusión (Norwood, 2005). La
mayoría de las veces este “amor” se vuelve una trampa para las mujeres: en su nombre se sacrifican,
se autoexplotan y se enajenan. Para muchísimas mujeres esta vivencia del amor sirve para evadir un
compromiso con ellas mismas, para su realización como personas, continúa la autora.
El hecho de que la cantidad de tiempo y energía que las mujeres dedican al amor sea superior a la
de los hombres no quiere decir que ellas amen más o mejor. Afirma Lamas (1990): “Mientras que
el proyecto vital de los hombres es el trabajo, para las mujeres las relaciones afectivas constituyen
el suyo. Lacan dice: El amor es dar lo que no se tiene. Desde ahí, la desmedida conducta amorosa
de las mujeres indica la existencia de una gran carencia. Si aman demasiado a un hombre es porque
no tienen otros proyectos que amar” (pág. 172).
“La dependencia hacia una persona, que en este caso sería un hombre… este…
siempre ha sido ése el factor… para mí, el depender de un… de… de alguien ¿no?,
sentirme sola, el aferrarme a querer tener a alguien a mi lado, o sea, aun sabiendo
que es golpeador, drogadicto, alcohólico, o sea siempre me he aferrado ¿no?, ah
no… éste es el bueno, eh… con éste sí voy a hacer una vida, o sea, lo único que yo
he buscado es una familia ¿no?, que yo nunca la tuve, es lo que yo he buscado,
pero me ha orillado a equivocarme ¿no?, a buscar el hombre equivocado, el chiste
que esta vez me tuve que ir con… con un compañero… me fui con un compañero,
nos dimos a la… a la fuga”.
“Bueno yo no, la verdad no pedí ayuda, fue mi marido el que la pidió y realmente
siempre lo he dicho, que siempre yo soy la que debo de cambiar y debo de luchar
por mi familia y luego, cuando se termina, mi marido ya no me deja venir, porque
me dice: ¿A qué vas? Yo creo que ya estás bien sana, ya no pasa nada y no vas a
tomar ni un trago… pero en cambio él sí, el sí puede tomar delante de mí”.
Mujeres y adicciones
259
“Dejar a mis amigos, a mi novio y pues todo lo que era mi rutina diaria, o sea de
estar así… este… todos los días nada más este despertando, bañarme y salirme,
a estar todo el día encerrada aquí”.
“La otra vez que yo estuve yo ni terminé un mes, porque yo estaba a gusto…
pero yo salí porque mi esposo todos los días venía y es que [decía]: Nunca me
he separado de ella… que ya me la quiero llevar. Esa vez llegó él a dejarme cosas,
prácticamente nos vimos así… porque la persona que le abrió no sabía que era mi
esposo… entonces lo pasan a la sala, yo en eso salgo y pues nos encontramos…
así, la verdad, yo no me quería ir…. ése fue el motivo de que yo me fuera”.
Barreras de las instituciones
Desconocimiento de la ubicación
“Yo realmente no sabía, siempre estuve en casa y nunca salía, la verdad yo no
sabía de estos lugares, es más no sabía ni que existían anexos ni nada, lo más
que yo sabía era que pasaba por calles y decía AA, hora y media cosas así yo
decía bueno, pues quién sabe, ¿no?, y llego aquí me llevo una gran sorpresa”.
Estrategias terapéuticas inadecuadas
Las mujeres participantes en los grupos focales en su mayoría reconocieron que en algunos de los
denominados “anexos” es donde se practican estrategias terapéuticas que consideran inadecuadas.
“Cuando te gritan y te dicen que eres una puta, que eres una… no sé qué, que
eres lo peor ¿no?, eso a mí me desagradaba mucho, que en un anexo existiera ese
tipo de agresiones, porque son agresiones”.
“Cuando yo estuve anexada… cuando estuve anexada…. pues sí son grupos de
autoayuda, se supone ¿no?, y se ve mucho la parte... como la mujer es… este… es
maltratada en ese sentido ¿no?, o sea los hombres ahí pues no… es normal que
un hombre beba, se drogue, a que una mujer lo haga, como que es más… este…
es más fuerte socialmente, ¿no?, el peso social es definitivamente doloroso… sí
te hacen pomada”.
“O… sea te sientas en una silla y no te mueves para nada, una junta de una hora
y media 5 minutos al baño, otra hora y media 5 minutos al baño, otra hora y
media 5 minutos al baño todo el día en la noche es de 12 de la noche a 6 de la
mañana son maratónicas”.
“En esos grupos… en esos grupos te bañas hasta después y, y eso sí te va bien, o
sea sí… luego aquí no hay deportes, o sea todo esos grupos lo manejan, así con
pura terapia quieren que todo el día escuches las mismas pendejadas de los… así,
pasen una y otra y otra y otra y otra vez todo el día pero tienes que escucharlas”.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
260
Violencia
“Yo pensé que era una casa de comprensión y que no iba a ser un anexo porque
yo ya he estado en anexos y me ha ido… me han apaleado, me han desnudado
enfrente de los hombres, me han mojado, o sea me han hecho cosas muy feas,
entonces yo venía con miedo”.
“Hablan de quién se la quiere tirar, o sea siguen con su misma conducta, no
hay un cambio de juicios y actitudes… Pues uno llega desamorado, el hombre
llega desamorado, la mujer llega desamorada, uno quiere pertenecer y sí, te da
mucha inseguridad y mucha necesidad de afecto, pues por supuesto se hace
clinch y el otro teniendo a la esposa y todo [se la tira] y hasta le tienen que
poner una medalla, ¡órale!”
La mirada ética
Los profesionales de la salud mental que participaron en los grupos focales coincidieron en
algunos temas señalados en los grupos de mujeres, destacando la mirada social que se tiene de
las mujeres con problemas de adicciones.
Negación y estigma
Algunos profesionistas de la salud mental afirman que sigue vigente en la sociedad la creencia de
que el alcoholismo y los problemas de adicciones son problemas de varones y que la valoración
social a las mujeres con estos problemas es negativa.
“Porque NO es una enfermedad de mujeres… Van a llegar con cosas muy
graves, cuando su patología es muy grande o ya el problema es un… ya es
grave”.
“Yo creo que es porque se mantiene en secreto, la mujer mantiene en secreto
la adicción, mucho más que el hombre, es como algo de vergüenza, pena,
entonces ya consulta cuando la patología como que es muy grave, ya como
no le queda otra que consultar, pero me parece que como que se mantiene más
en secreto que la adicción del hombre por pena o por estigma”.
“Por el contrario si uno la cuestiona, la juzga, entonces ella no encuentra,
mhmm… una respuesta a sus necesidades y me imagino yo que entonces es
cuando también abandona el tratamiento”.
“El hombre lo puede verbalizar más fácilmente, es comprendido, puede ir a los
centros de rehabilitación veinte mil veces y no pasa nada, ¿no? y la… la familia
lo sigue apoyando y a la mujer no, a la mujer si está en un centro, si está en la
cárcel, no la ven, es abandonada”.
Mujeres y adicciones
261
“Por el rol que está llevando en ese momento, es que… si es mamá, cómo me
voy a ver… mis hijos se van a enterar de que soy adicta y… pensando en esta
pregunta, una paciente estaba en un grupo de familia, acabó diciendo, bueno
es que doctora yo no puedo decir que yo también soy adicta, porque entonces
mi hijo me va a ver como un fracaso no, y soy adicta, ¿cómo le hago?”
Negación/Perder a los/las hijos/as
“Pero me he dado cuenta de que muchas veces ni por eso… eh… no están
como preparadas para dejar la droga, ni porque ya exista el riesgo de perder a
los hijos o de que ya realmente se los hayan quitado”.
“A lo mejor les impide acercarse a pedir ayuda, porque sería reconocer una
serie de cosas delante de… los demás ¿no?, pensando en esto, de la familia
principalmente porque las mamás en México todavía son mujeres muy
sagradas, y muy importantes”.
Vínculos con los varones
“Los mismos hombres adictos sacan a una mujer de su tratamiento, también
se somete ahí, o sea se va por, por, por lo que el hombre le diga, ¿no? y siento
que iría un poquito más por ahí, así, así lo veo”.
La dinámica familiar
“Creo que ése es uno de los principales problemas de por qué el adicto se niegue
a ir a tratamiento… porque se establece una dinámica en la familia en la que
el adicto tiene el control y no se rompe, pues, esa dinámica. La misma familia
pues obviamente no se da cuenta, la familia está centrada en que el que tiene
el problema, es el que consume y recurren mucho a los anexos, por ejemplo…
los internan en contra de su voluntad, etcétera, pero uno puede percibir desde
afuera cómo sí se cambia la interacción en la familia, porque ya los roles están
muy establecidos y es muy evidente que el adicto tiene el control, en este caso
pues la mujer, ¿no? la adicta tiene el control incluso”.
Disponibilidad de tratamiento
La disponibilidad de tratamiento depende del nivel educativo:
“Es de que las mujeres que yo tengo, por lo menos adictas, pues casi todas
tienen un nivel educativo mayor ¿no?, licenciatura, cosas así que entonces
saben en dónde buscar más adecuadamente una ayuda especializada”.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
262
“De acuerdo con el grupo de profesionales de la salud mental, una barrera al
tratamiento es que las mujeres no tengan conciencia de que es un problema
psiquiátrico y la falta de prevención”.
“Sí, falta de información que… no saben a dónde acudir, de repente saben que
están mal, pero dicen bueno, ¿a dónde voy? No tienen idea ¿no?, no saben que
se trata de un problema psiquiátrico”.
“Creo que primero se… también se tendría que invertir sobre la prevención,
información a este grupo de mujeres, porque aunque abramos una clínica
enfocada a este grupo de mujeres, por el mismo estigma social que tienen,
no se van a acercar a este tipo de lugares, entonces tenemos que empezar
primero a abordar el aspecto de… de forma preventiva, en la educación
y ya posteriormente in… identificar a este grupo de mujeres en riesgo y
posteriormente establecer una estrategia para darle la atención adecuada, yo
creo que sería lo primero”.
Con relación a la preferencia sexual
A diferencia del grupo de mujeres homosexuales que mencionaron su dificultad de acceder a
tratamiento, los/las profesionales de la salud mental opinaron exactamente lo contrario.
“—¿Le cuesta más trabajo a una mujer lesbiana que a una mujer heterosexual
llegar a tratamiento?
—Yo creo que no, la pregunta está como muy capciosa pero… este (risas
y comentarios)… al contrario, yo creo que le cuesta más trabajo llegar a la
heterosexual que a la homosexual…
—¿Ah si, por qué?
— Porque yo creo que la homosexual tiene como más libertad… O sea le está
diciendo al mundo que es homosexual, ¿no?”
Conclusiones
Los resultados de este estudio muestran una gran coincidencia en las opiniones de las mujeres
usuarias de alcohol y drogas respecto de los obstáculos e impedimentos que experimentan
para acceder a tratamiento, destacándose la estigmatización, la vergüenza, la discriminación,
la falta de conciencia de enfermedad, la preocupación por el cuidado de los/las hijos/as, el
temor a ser abandonadas por la pareja, la ausencia de apoyo de familiares en el caso de optar
por incorporase a tratamiento, la falta de información sobre programas de tratamiento, las
experiencias negativas en instituciones de atención no gubernamentales —violencia, maltrato,
negligencia, entre otras.
Mujeres y adicciones
263
Un aspecto importante es la estigmatización que experimentan las mujeres adictas, misma
que se traduce en una demora en la atención y en exclusión social. Para la mayoría de las
mujeres entrevistadas, el uso de alcohol y drogas es la principal causa de rechazo y sanción
social que padecen y que se agudizan en el caso de tener una preferencia sexual distinta. El
estudio reveló que el rechazo y la exclusión no sólo son parte del proceso de atención sino
que la mayoría de las veces las mujeres lo siguen experimentando aun cuando han concluido
su tratamiento. En el caso de las mujeres lesbianas, cuando ingresan a las instituciones de
tratamiento, por lo general ocultan su preferencia sexual para evitar el rechazo, por lo que son
necesarios centros de tratamiento que cubran esta necesidad específica.
La poca comprensión y falta de capacitación de algunos/as profesionales de la salud con
respecto a los problemas que presentan las mujeres consumidoras de drogas impide que
se brinde a estas mujeres una atención adecuada y/o sean rechazadas del tratamiento. En
algunos casos, por la creencia de que las mujeres responden mal al tratamiento, porque son
más difíciles de manejar o porque tienen poco apego, o bien porque existe una tendencia a
diagnosticarlas de acuerdo con los criterios del DSM-IV, cuando muchas veces las mujeres no
cumplen con todos ellos, a pesar de presentar altos niveles de consumo y un gran sufrimiento
asociado al mismo.
Otro aspecto que podemos concluir basado en el testimonio de estas mujeres es que los
programas de tratamiento siguen careciendo de una perspectiva de género, ya que los estilos
de atención y terapia no se corresponden con sus necesidades y circunstancias especiales, no
toman en cuenta las dificultades que enfrentan para ingresar y mantenerse en tratamiento
—por lo general se encuentran solas, sin redes de apoyo— y se presta poca atención a los
problemas de salud mental que anteceden al uso de sustancias como son la depresión, las
experiencias de violencia psicológica y física y de abuso sexual.
A pesar de que en los últimos años se han hecho verdaderos esfuerzos por normar las
prácticas de las diferentes instituciones que brindan atención a personas con problemas de
drogas (NOM-028), en este trabajo se encontró que desafortunadamente muchas mujeres,
aún hoy en día, siguen enfrentando malas prácticas terapéuticas, condiciones insalubres,
maltrato y violencia en algunos centros, ocasionando en casos extremos la muerte de algunas
de ellas, tal fue el caso de un centro donde se llevó a cabo parte de la investigación.
Sin duda existen múltiples estrategias para disminuir las dificultades que enfrentan las
mujeres para acceder a tratamiento y lograr su recuperación, sin embargo se considera que
una primera tarea sería insistir en la necesidad de capacitar a los/las profesionales de la
salud a fin de que tengan un mayor conocimiento y comprensión respecto de la problemática
y necesidades de la mujer usuaria de drogas, ya que muchas veces la falta de pericia para
identificar problemas de abuso de sustancias, la indiferencia y el rechazo se constituye en la
primera barrera que enfrenta la mujer cuando acude en busca de atención, sobre todo si se
toman en cuenta los resultados de diversos estudios que han señalado que una proporción
importante de mujeres que tienen problemas de abuso de alcohol y drogas recurren en primera
instancia a los servicios de atención primaria.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
264
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Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
266
Una propuesta de capacitación para la intervención
en mujeres con adicciones
Patricia Fuentes de Iturbe
Introducción
La investigación ha demostrado la necesidad de incorporar la perspectiva de género en los
programas de abuso de sustancias, debido a que desde hace más de tres décadas se ha reconocido
que en el tratamiento de consumo de alcohol o drogas, las mujeres y los hombres tienen
diferentes necesidades biológicas, psicológicas, culturales y sociales, de ahí la necesidad de que las
intervenciones en adicciones dirigidas a las mujeres incorporen perspectiva de género (Wechsberg,
Luseno, Middlesteadt, 2008).
También se ha reconocido la importancia de la capacitación en intervenciones en adicciones (Colin,
Keaney, Best, Harris, 2005), y específicamente el interés de identificar las necesidades de formación
de recursos humanos para la atención de mujeres con problemas de alcohol y drogas (Poole, 2008).
En este contexto, y a partir de la perspectiva de género discutida en los capítulos anteriores,
este trabajo presenta una propuesta de capacitación para la intervención en mujeres con adicciones
basada en un estudio exploratorio sobre necesidades de capacitación del personal de organizaciones
gubernamentales y sociales del país que brindan atención en adicciones, dado que se trata de un
proyecto orientado a la formulación de políticas públicas.
La primera parte de este trabajo aborda el aumento en el consumo de alcohol y drogas en
mujeres, las recomendaciones internacionales en materia de capacitación y perspectiva de género,
y la experiencia mexicana en la diseminación de modelos de intervención en adicciones y salud
mental, basados en la formación de recursos humanos; la segunda expone los resultados de un
estudio exploratorio sobre necesidades de capacitación; y la tercera parte presenta una propuesta
de capacitación para la intervención en mujeres con adicciones.
Antecedentes
Las adicciones constituyen un problema de salud pública que es complejo, multidimensional,
multifactorial y dinámico, y tiene consecuencias adversas para la salud física y mental de los
hombres y las mujeres, la familia y la sociedad. El consumo de sustancias psicoactivas conlleva una
importante carga de comorbilidad médica y psiquiátrica y está fuertemente asociado a múltiples
tipos de violencia.
El consumo de alcohol y drogas entre las mujeres
El consumo de alcohol y drogas ha tenido históricamente una mayor presencia en los hombres.
El uso de alcohol en los varones está referido como frecuente, intensivo y problemático; en
consecuencia, los tratamientos responden principalmente a las características de los hombres y no
necesariamente a las necesidades de las mujeres (ONUDD, 2005, EMCDA, 2006).
Mujeres y adicciones
267
En la última década, los estudios epidemiológicos de varios países están observando que la brecha
de género en la prevalencia de uso de alcohol y drogas ilegales se está reduciendo en determinados
grupos de edad y en ciertas drogas; mientras que el consumo de tranquilizantes y sedantes sin
prescripción médica a lo largo de la vida es mayor en las mujeres (EMCDA, 2006). Los estudios
indican que el consumo de alcohol y de drogas en las mujeres presenta diferentes trayectorias de
uso y riesgos para la salud —daños al hígado y al cerebro y enfermedades del corazón—, debido a
las diferencias biológicas, psicológicas, culturales y sociales de las mujeres (Greaves, Poole, 2007).
En México, los resultados de la Encuesta Nacional de Adicciones (ENA) 2008 indican que
el consumo de drogas ilegales (mariguana, cocaína y sus derivados, heroína, metanfetaminas,
alucinógenos) y de inhalables en la población rural y urbana entre 12 y 65 años, aumentó de 4.6 a
5.2% en relación con el observado en la ENA 2002.
En cuanto al uso de alcohol, la ENA 2008 indica que el consumo consuetudinario es más
frecuente entre hombres que entre mujeres, en una proporción de 5.8 hombres por cada mujer.
Sin embargo, entre las mujeres, esta manera de beber está aumentando, especialmente entre las
adolescentes. La diferencia entre mujeres adultas y adolescentes (una adolescente entre 12 y 17
años, por cada 1.9 mujeres adultas mayores de 18 años) es menor que la que se observa entre los
hombres (un adolescente entre 12 y 17 años por cada cinco adultos mayores de 18 años) (ENA,
2008).
Respecto al consumo de alcohol en la población mexicana, se encontró que entre la ENA
2002 y la ENA 2008 el consumo per cápita de la población entre 15 y 65 años aumentó en
la población femenina. El grupo de edad que presenta mayor incremento es de 15 a 24 años en
población masculina y de 25 a 34 años en población femenina. Para ambos sexos, el grupo con
mayor incremento es el de jóvenes de 15 a 24 años (Real, Gutiérrez, Fuentes, Robles, Villatoro,
Medina-Mora, 2009).
En lo que se refiere a la población adolescente, la Encuesta de Estudiantes de la Ciudad de
México 2006, reporta un aumento importante en el consumo de drogas, pasando del 15.2%
en 2003 al 17.8% en 2006. Según la encuesta, aumentó el uso de mariguana y de inhalables,
mientras que el consumo de tranquilizantes se mantuvo estable y el de cocaína disminuyó. En
el análisis según el sexo, se encontró en las mujeres un aumento en los niveles de consumo de
mariguana y de inhalables (Villatoro, Gutiérrez, Quiroz, Moreno, Gaytán, Amador, Medina-Mora,
2009).
Estos datos confirman a los adolescentes y las mujeres como grupos vulnerables, no sólo porque
en esta población está aumentando el consumo de alcohol y drogas y está disminuyendo la edad de
inicio, sino porque las nuevas generaciones de adolescentes presentan un mayor riesgo de consumo
de alcohol y de drogas, debido, entre otros factores, a la facilidad de acceso y la disponibilidad de
estas sustancias y al bajo nivel de percepción de riesgo para su uso.
Esta dinámica de consumo de alcohol y drogas entre las mujeres ha llevado a diversas
organizaciones a promover la investigación para entender este fenómeno con perspectiva de
género —la literatura da cuenta de los hallazgos apoyados por NIDA, SAMHSA, CCSA y CAMH,13
en este campo—; y por otra a brindar atención a las mujeres con problemas de alcohol y drogas.
13 National Institute on Drug Abuse (NIDA), Substance Abuse and Mental Health Services Administration
(SAMHSA), Canadian Centre on Substance Abuse (CCSA), Centre for Addiction and Mental Health (CAMH).
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
268
También ha llevado a los organismos internacionales a emitir recomendaciones para incorporar
la perspectiva de género en los programas de prevención, detección y tratamiento dirigidos a las
mujeres.
Recomendaciones de organismos internacionales para incorporar
la capacitación y la perspectiva de género en las intervenciones
en alcohol y drogas
Las recomendaciones, políticas y estrategias adoptadas por los organismos internacionales
(OMS, ONUDD), tanto en la capacitación del personal de salud como en la incorporación de la
perspectiva de género en intervenciones para el abuso de drogas y de alcohol, son las siguientes:
1. La 60ª Asamblea General de la OMS de 2007 aprobó la Estrategia para incorporar el análisis
y las acciones de género14 en las actividades de la OMS; en este marco recomendó a los
Estados miembros hacer énfasis en la capacitación y la sensibilización en materia de género,
mujer y salud, y a incorporar una perspectiva equitativa de género en todos los niveles de
atención y de prestación de servicios de salud (OMS, 2009).
2. El Programa de Acción para Superar las Brechas en Salud Mental de la OMS establece que “es
necesario contar con recursos humanos con capacitación adecuada y apropiada para ampliar
y mejorar todas las intervenciones en salud, y especialmente las dirigidas a los trastornos
mentales, neurológicos y de abuso de sustancias”, ya que la atención de estos problemas
depende en gran medida del personal de salud.
Además, especifica que “el enfoque usado para la prestación de servicios debe atender a las
cuestiones de género, dado que las diferencias entre los sexos crean inequidades entre los
hombres y las mujeres en cuanto al estado de salud” y dan lugar a diferencias en el acceso y el
uso de la información, la atención y los servicios sanitarios (OMS, 2008).
3. El Comité de Expertos de la OMS en Problemas Relacionados con el Consumo de Alcohol, en
materia de capacitación recomienda “que la oms ayude y apoye a los gobiernos para ampliar
la capacidad, educando y formando a profesionales en los entornos de atención de salud,
servicios sociales y justicia penal, en la aplicación de programas de detección, intervención
breve y tratamiento de problemas relacionados con el alcohol” (OMS, 2007).
4. La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) en su estudio sobre
Tratamiento del abuso de sustancias y atención para la mujer, en materia de capacitación
recomienda:
14 La política de la OMS en materia de género, establece que el término género se utiliza para describir las
características de hombres y mujeres que están basadas en factores sociales, mientras que sexo se refiere a las
características que están determinadas biológicamente. Las personas nacen con sexo masculino o femenino,
pero aprenden a ser niños y niñas que se convierten en hombres y mujeres. Este comportamiento aprendido
compone la identidad de género y determina los roles de los géneros (OMS, 2002).
Mujeres y adicciones
269
Capacitar al personal de centros de atención primaria para practicar cotidianamente
reconocimientos que permitan detectar problemas de uso de sustancias, practicar intervenciones
breves o hacer referencia a los servicios especializados para contribuir a la atención oportuna,
particularmente si la detección y la intervención se practican en una etapa temprana del
consumo problemático de la usuaria, lo mismo que a ampliar la estructura de tratamiento.
La capacitación no debe dirigirse únicamente a la adquisición de conocimientos y aptitudes
o habilidades, sino también sobre las actitudes y creencias hacia las mujeres con problemas de
alcohol y drogas a fin de lograr eficacia en el tratamiento, en particular si la intervención se
realiza en una etapa temprana.
También hace énfasis en la importancia de la capacitación intersectorial entre personal de
salud de centros de atención en abuso de sustancias y centros de atención primaria, como un
medio para compartir conocimientos y aptitudes, establecer colaboración y superar las actitudes
negativas hacia las mujeres con problemas de adicciones (ONUDD, 2005).
En congruencia con las recomendaciones de los organismos internacionales de apoyar
la atención de las adicciones mediante la capacitación del personal de salud en intervenciones
con perspectiva de género, en el siguiente apartado se aborda el programa de diseminación de
modelos de intervención del Instituto Nacional de Psiquiatría (INP) Ramón de la Fuente, que
coadyuva a la capacitación en intervenciones para mujeres con problemas de adicciones y salud
mental y, se describen los recursos disponibles para la capacitación.
Modelos de intervención basados en la evidencia
Los modelos de intervención en adicciones y salud mental desarrollados por el Instituto Nacional
de Psiquiatría están dirigidos a la atención de grupos de alto riesgo en el consumo de drogas
que requieren intervenciones selectivas, entre los que se encuentran mujeres con depresión,
niños, niñas y adolescentes en situación de calle, sexoservidoras, mujeres en prisión y familias
con problemas de adicciones. Estos modelos se sustentan en la investigación epidemiológica y
psicosocial desarrollada por el iNp con el apoyo de diversos organismos nacionales e internacionales,
entre otros, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), la Organización Mundial
de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Los protocolos y resultados de las investigaciones, de las que se derivaron estos modelos
de intervención, en diferentes momentos se sometieron a la aprobación tanto de los comités
científicos de organizaciones nacionales e internacionales que los apoyaron como de los comités
académicos de publicaciones científicas y de congresos de investigación, los cuales revisaron
y aprobaron la rigurosidad metodológica de los trabajos de investigación tanto en la fase de
estudio de la problemática de uso de alcohol y drogas en grupos vulnerables como en las fases
de desarrollo de intervenciones y de prueba en las que observaron resultados favorables, dado
que responden a las necesidades y características culturales y sociales de estos grupos.15 Estos
procesos que implican la divulgación de la ciencia y que siguieron las investigaciones, llevaron
al desarrollo de modelos de intervención en adicciones y salud mental basados en la evidencia
(NIDA, 2006).
15 Informe ejecutivo del Proyecto Formación de Redes de Orientadores basada en Modelos de Intervención en
Adicciones y Salud Mental. Instituto Nacional de Psiquiatría, 2009.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
270
En una siguiente etapa, la diseminación de estos modelos de intervención siguió un
proceso de traducción del conocimiento para la generación de vehículos de transferencia
para convertir el conocimiento científico en práctica clínica, política pública y conocimiento
social. Los vehículos de transferencia de conocimiento generados son manuales y cursos de
capacitación basados en competencias, los cuales se caracterizan por el uso de un lenguaje
sencillo de comprender, un contenido suficiente para aplicar y un medio versátil para facilitar
su diseminación, acceso y uso.
El contenido de los cursos de capacitación abarca el contexto del problema, el papel
del orientador, el modelo de intervención, así como la metodología, las herramientas y los
instrumentos que requiere su aplicación. Los cursos están integrados por una estructura
modular de contenidos, un conjunto de actividades de aprendizaje y los instrumentos de
evaluación de conocimientos adquiridos, de habilidades desarrolladas y de actitudes generadas
que se requieren para la aplicación de las intervenciones en diferentes contextos.16
A continuación se describen los cursos en intervenciones en adicciones y salud mental
disponibles para la capacitación en modalidades, presencial y en línea.
Familia y adicciones. La intervención que fundamenta este curso se deriva de una amplia
investigación transcultural; pretende contribuir a mejorar el bienestar de quienes rodean a los
consumidores de sustancias mediante el análisis de las formas naturales de enfrentamiento.
Es una intervención que puede aplicarse en múltiples escenarios que incluyen el primer nivel
de atención a la salud y la comunidad, entre otros (Natera, Tiburcio, Mora, Orford, 2008).
El curso está conformado por ocho módulos y tiene como objetivo formar orientadores
para intervenir y apoyar a las familias que hacen frente a una problemática de consumo de
alcohol o drogas de alguno de sus miembros. Está dirigido a profesionales que trabajan en
atención primaria a la salud y en educación para la salud y que colaboran en los ámbitos
comunitarios como escuelas, hospitales y áreas afines al cuidado de la salud.
Intervenciones breves en adicciones para la reducción del consumo de sustancias. El
curso tiene como objetivo capacitar a orientadores en la detección temprana del consumo de
sustancias y en la aplicación de intervenciones breves para modificar los hábitos de consumo
de alcohol y de drogas.
La formación de profesionales en intervenciones breves contribuye a ampliar las opciones
de intervención en el primer nivel de atención para atender síntomas que no requieren
medicamentos o no cumplen criterios diagnósticos pero están asociados a la búsqueda de
ayuda.
El contenido está estructurado en seis módulos y cuenta con tres guías para trabajar
con los/as usuarios/as de sustancias: a) Guía para reducir el consumo excesivo de bebidas
alcohólicas; b) Guía para personas en riesgo de consumir drogas; y c) Guía para personas
con problemas de consumo de drogas. También cuenta con material educativo en video para
apoyar el desarrollo de competencias en técnicas específicas de entrevista motivacional.
Está dirigido a profesionales con formación en trabajo social, enfermería, psicología,
medicina y áreas afines en el cuidado de la salud interesados en intervenciones alternativas
para la reducción del consumo de sustancias (Tiburcio, Carreño, Martínez, Echeverría, Ruiz,
2008).
16 Fuentes, P. (2007). Conferencia Educación a Distancia basada en competencias. Seminario Permanente de
Actualización Académica. Coordinación de Universidad Abierta y Educación a Distancia. UNAM, 2007.
Mujeres y adicciones
271
Programa de intervención psicoeducativa para mujeres que presentan depresión. Este curso
de capacitación tiene como objetivo facilitar la adquisición de conocimientos y desarrollar las
habilidades de los profesionales de la salud para la aplicación de un programa de intervención
para mujeres con depresión. Se diseñó para extender el beneficio del programa en el primer nivel
de atención en salud, servicios especializados de salud mental, centros educativos y laborales,
y organizaciones que brindan atención a mujeres. Se estructura en seis módulos, contiene
actividades de aprendizaje individuales y colectivas, está dirigido a profesionales de la salud
mental, psicólogos/as, enfermeras psiquiátricas, trabajadores/as sociales y promotores/as de
la salud, que trabajan con mujeres que presentan depresión y que cuenten con experiencia en el
manejo de grupos, conocimientos básicos de psicopatología, de estudios de la mujer y de género
(Lara, Luna, Acevedo, 2009).
Subsistencia infantil en la calle y drogas. El Programa Abuso de Sustancias de la OMs establece
que los programas dirigidos a los/las niños/as que subsisten en la calle deben orientarse a
mejorar la salud integral de esta población. Para tal efecto propone el trabajo conjunto entre
organizaciones gubernamentales y sociales para: a) Comprender a las niñas y niños afectados
por el uso de sustancias. b) Organizar comités interinstitucionales destinados a desalentar el uso
de sustancias. c) Planificar, ejecutar y evaluar las acciones interinstitucionales de prevención,
protección y atención de los niños, niñas y adolescentes vulnerables al uso de sustancias.
Bajo esta premisa, se diseñó un curso para la formación de orientadores/as que abarca la
conceptuación de la población objetivo, un modelo psicosocial de riesgo para comprender a la
población meta, las técnicas de evaluación para el diagnóstico de grupos específicos y una
metodología de intervención comunitaria para constituir comités interinstitucionales y
formar planes de acción (Gutiérrez, Vega, 2008).
Prostitución y drogas; intervención para la reducción del daño. Este modelo de
intervención para la reducción del daño aborda una problemática social que sólo puede
comprenderse y atenderse bajo un enfoque de género. Por ello, esta intervención hace
particular énfasis en la situación de las mujeres que se ven inmersas en el mundo del trabajo
sexual, desde cinco vertientes: alcohol, drogas, depresión, violencia y VIH-SIDA.
Los contenidos del curso para la formación de orientadores/as abordan: El trabajo sexual
femenino... ¿Problema social? El/la orientador/a ante el trabajo sexual femenino; El modelo
de reducción del daño para el uso de alcohol y drogas; El programa de intervención: uso de
alcohol y drogas, violencia, depresión y VIH-SIDA (Rodríguez, 2007).
Mujeres, prisión y drogas; intervención desde la perspectiva de género y la reducción del
daño. La investigación que se llevó a cabo en el Instituto Nacional de Psiquiatría acerca de
la problemática compleja que representa el consumo de drogas de las mujeres en prisión
en México permitió identificar los aspectos específicos que debe abordar la atención de las
mujeres presas con problemas de drogas y de alcohol.
El diseño y la elaboración de un plan de intervención y de atención para mujeres en prisión
requirió el conocimiento previo de esa población, cuyas características especiales exigieron
un planteamiento específico para la atención del consumo de sustancias y su problemática
asociada, tomando en cuenta la perspectiva de las mujeres consumidoras de drogas y alcohol.
Esta situación requiere dirigir esfuerzos a la capacitación de profesionales que trabajan
directamente con esta población para coadyuvar a la profesionalización de estos servicios.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
272
Este curso de capacitación está enfocado en la identificación de las necesidades particulares
de las mujeres, dado que el conocimiento de esta población permitirá elaborar políticas de
intervención y estrategias que no sólo reflejarán la filosofía (reducción del daño) y pautas de
acción en busca de regulaciones públicas, sino también la importancia del reconocimiento de
la influencia del género y las diferencias culturales.
El curso aborda la problemática de las mujeres y el abuso de sustancias; temas relevantes
a considerar al trabajar con mujeres en prisión; el tamizaje, la identificación, la evaluación y la
referencia; y la reducción del daño y las intervenciones en las vertientes de alcohol y drogas,
depresión, violencia y reducción del daño por uso de cocaína (Romero, Durand, 2007).
Estrés y salud mental. Este curso aborda los componentes y fases del estrés, así como
las reacciones fisiológicas, emocionales, cognitivas y conductuales del estrés agudo y del
crónico, con el propósito de que los y las profesionales de la salud desarrollen competencias
para identificar estresores internos y externos, y para aplicar estrategias fisiológicas y de
pensamiento que ayudan al mejor manejo del estrés de hombres y mujeres.
Exploración de necesidades de capacitación
para la intervención en mujeres con adicciones
En la revisión de la literatura en materia de capacitación para la intervención en mujeres
con adicciones se identificó un estudio de Canadá que incluyó la evaluación de necesidades
de capacitación del personal de salud que proporciona atención a mujeres con problemas de
alcohol y drogas en instituciones gubernamentales y no gubernamentales, cuyo propósito fue
la formulación de recomendaciones para mejorar la calidad del tratamiento de mujeres y sus
familias (Poole, 2008).
En México, no hay antecedente de investigación relacionado con la identificación de
necesidades de capacitación para la intervención de mujeres con adicciones, por ello se consideró
necesario hacer una exploración de las necesidades de capacitación del personal que brinda alguna
intervención o tratamiento a mujeres con problemas de alcohol o drogas. El estudio también
abordó los impedimentos que percibe el personal de los centros de atención de organizaciones
gubernamentales y sociales, desde el ámbito personal, institucional y comunitario, con el
propósito de diseñar un modelo de capacitación que responda a las necesidades de intervención
en mujeres, con perspectiva de género.
Las preguntas de investigación fueron las siguientes: ¿Cuáles son las necesidades de
capacitación del personal que brinda atención a las mujeres? ¿Cuentan los centros de atención
con programas de intervención con perspectiva de género? ¿Cuáles impedimentos personales,
institucionales y comunitarios identifica el personal para dar atención a las mujeres?
Objetivo del estudio
Explorar las necesidades de capacitación del personal que proporciona atención a mujeres con
problemas de alcohol o drogas en organizaciones gubernamentales y sociales del país, con el
propósito de fundamentar una propuesta de capacitación con perspectiva de género para la
intervención en mujeres con adicciones.
Mujeres y adicciones
273
Material y método
Se diseñó y piloteó un cuestionario semiestructurado de autoaplicación para explorar
las necesidades de capacitación a nivel individual abarcando las siguientes dimensiones:
Características sociodemográficas del personal que da atención a mujeres; características de
los centros de atención gubernamentales y no gubernamentales; conocimiento de programas
disponibles para la atención a mujeres con problemas de alcohol y drogas; antecedentes y
necesidades de capacitación para la atención de mujeres con problemas de alcohol y drogas; los
impedimentos personales, institucionales y comunitarios para trabajar con esta población, así
como los sentimientos que despierta el trato clínico con usuarias, y las barreras a tratamiento de
las mujeres, desde la percepción del personal que brinda atención.
El cuestionario especificó el objetivo del estudio, haciendo énfasis en que la información se
manejaría de manera anónima, confidencial, y su uso sería exclusivamente con fines de estudio;
se invitó a colaborar voluntariamente en la investigación, respondiendo el cuestionario.
La muestra fue seleccionada por conveniencia. En cuanto a los criterios de inclusión,
participaron todas aquellas personas, profesionales de la salud o no, que brindaran algún tipo
de intervención o tratamiento a mujeres con problemas de consumo de alcohol o drogas en
los centros de atención en adicciones de instituciones gubernamentales y no gubernamentales
distribuidos en la República Mexicana, con modalidades de atención ambulatoria, residencial y
mixta, de acuerdo con la NOM-028-SSA2-2009.
Se seleccionaron principalmente centros de atención de instituciones gubernamentales, dado
que se trata de un estudio orientado a la formulación de políticas públicas en género y adicciones;
aunque también participaron algunas organizaciones sociales que cumplieron con los criterios de
inclusión.
Se estableció contacto para solicitar la participación en este estudio de los/las profesionales
de la salud de los Consejos Estatales contra las Adicciones, los Centros Nueva Vida17 (CNV) y
los Centros de Integración Juvenil (CIJ)18, debido a que estas instituciones gubernamentales
cuentan con una red de establecimientos especializados en atención de adicciones a lo largo del
país. En algunas instituciones el cuestionario se aplicó personalmente, en otras se remitió vía
correo electrónico o mensajería, durante los meses de septiembre a diciembre de 2009.
Las respuestas fueron codificadas, capturadas y procesadas en una base de datos y el análisis
estadístico se hizo con el programa Stata (versión 10.1). Se realizó un análisis exploratorio
de las variables incluidas en el estudio, reportando medidas de tendencia central y dispersión
en variables continuas y frecuencias absolutas y relativas en variables ordinales, nominales o
17 Los Centros Nueva Vida (CNV) conforman una red de centros en todo el país. Sus funciones son: Detección
temprana, intervenciones breves en adicciones, consejería, terapia individual y familiar, prevención de recaídas
y canalización de casos para la atención de problemas de consumo de alcohol y drogas. La atención se ofrece
mediante servicio ambulatorio y es proporcionada por médicos generales, psicólogos y trabajadores sociales.
18 Los CIJ cuentan con una red de 110 centros de prevención y tratamiento. Los objetivos de tratamiento son:
Reducir o suprimir el uso de sustancias tóxicas, incluyendo alcohol y tabaco, impedir la evolución de la enfermedad
adictiva, identificar y tratar los padecimientos asociados e impulsar la rehabilitación y la reinserción social.
La atención se ofrece mediante servicio ambulatorio, servicio de hospitalización, a través de unidades de
internamiento, y de una clínica de atención a heroinómanos. Los servicios de tratamiento son proporcionados por
profesionales de la salud mental (médicos generales, psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales y enfermeros).
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
274
categóricas. También se realizó un análisis bivariado de cada una de las variables de estudio, Chi
cuadrada para las variables ordinales, nominales o categóricas.
Resultados
Características de los profesionales de la salud
El cuestionario fue respondido por 500 personas, 173 (34.6%) hombres y 327 (65.45%)
mujeres con una edad promedio de 35.3 años; cuya escolaridad fue: 317 (63.4%) con nivel
de licenciatura, 137 (27.4%) habían cursado diferentes tipos de posgrado, 34 (6.8%) con
nivel técnico, 10 (2%) licenciatura incompleta y sólo dos (0.4%) con primaria, secundaria o
preparatoria incompleta, respectivamente (tabla 1).
Por profesiones se distribuyeron como sigue: 288 (57.6%) psicólogos/as, 63 (12.6%)
médicos/as, 59 (11.8%) trabajadores/as sociales, 45 (9%) psiquiatras y 31 (6.2%)
enfermeros/as (tabla 2).
Tabla 1. Escolaridad
Escolaridad Frecuencia Porcentaje
Primaria 1 0.2
Secundaria 1 0.2
Preparatoria o Técnico 34 6.8
Universidad no terminada 10 2
Licenciatura 317 63.4
Posgrado 137 27.4
Tabla 2. Distribución de las profesiones del personal de centros de atención
Profesión Frecuencia Porcentaje
Psicología 288 57.6
Medicina 63 12.6
Trabajo Social 59 11.8
Psiquiatría 45 9
Enfermería 31 6.2
No aplica 14 2.8
Mujeres y adicciones
275
En cuanto a su experiencia profesional previa en otros centros de atención en adicciones, 19
(8.2%) manifestaron no contar con experiencia previa, el resto había laborado en diferentes
organizaciones gubernamentales, sociales o privadas, siendo la más frecuente (19%) en Centros
de Integración Juvenil.
Características de los centros de atención
Los cuestionarios contestados procedieron de 95 municipios pertenecientes a 30 entidades
federativas, correspondiendo 366 (73.20%) a la zona centro, 89 (17.80%) a la zona norte, y
45 (9%) a la zona sur del país. Las entidades de las que no se obtuvo respuesta fueron Tabasco
y Oaxaca.
La zona centro, en la que se encuentra el Distrito Federal, es la que tiene un mayor número
de organizaciones, dado que una parte importante de instituciones gubernamentales y sociales
están localizadas en la Ciudad de México.
El cuestionario fue contestado por 469 (93.8%) personas de organizaciones gubernamentales,
28 (5.6%) de sociales y 3 (0.6%) de privadas.
El tipo de servicio que ofrecen estas organizaciones es el siguiente: 414 (82.8%) ambulatorio,
66 (13.2%) residencial, 13 (2.6%) comunidades terapéuticas y 7 (1.4%) clínica para atención
a usuarios de heroína (Ciudad Juárez).
De los/las participantes en el estudio, 483 (96.6%) manifestaron brindar atención a mujeres
con problemas de consumo de alcohol y 412 (82.4%) proporcionan atención a usuarias de
drogas.
Necesidades de capacitación
En cuanto a la capacitación, sólo 113 (22.6%) manifestaron haber recibido algún tipo de
capacitación (curso, taller) en temas de género o de mujeres y adicciones; y 95 (19%)
indicaron que conocían algún programa de intervención para mujeres. Al referirse a la
capacitación específica en género, manifestaron que la capacitación recibida se ha enfocado
en aspectos teóricos o conceptuales sobre género, y plantean que la capacitación requerida
en género debe enfocarse en la intervención.
Respecto a las necesidades de capacitación identificadas, las más frecuentes fueron:
tratamiento integral de adicciones dirigido a mujeres con perspectiva de género,
intervenciones psicosociales, comorbilidad —ansiedad, estrés, depresión, trastornos por
estrés postraumático, trastornos de la conducta alimentaria—, género y adicciones, violencia
de género y adicciones, efectos y consecuencias de sustancias psicoactivas, factores de
riesgo biológicos, psicosociales y culturales, tratamiento e intervenciones para consumidoras
de alcohol, embarazo y adicciones. También destacan intervenciones para las adolescentes y
jóvenes, así como intervenciones para grupos vulnerables (en situación de calle, prostitutas
y mujeres en prisión) (tabla 3).
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
276
Tabla 3. Necesidades de capacitación del personal
Temas Frecuencia
Tratamiento integral de adicciones para mujeres 158
Intervenciones psicosociales (psicoeducativas, breves, TCC, sistémica, grupal,
entrevista motivacional) 135
Comorbilidad (depresión, estrés, ansiedad, TEPT, TCA) 104
Género y adicciones 96
Violencia y adicciones 85
Efectos y consecuencias de consumo de alcohol en mujeres 76
Tratamiento farmacológicos 68
Consecuencias médicas y psicológicas de uso de sustancias 62
Tratamiento para mujeres con problemas de consumo de alcohol 59
Detección y diagnóstico 56
Intervenciones para adolescentes y jóvenes 54
Efectos y consecuencias de uso de drogas en mujeres 50
Salud mental 47
Embarazo y adicciones 45
Factores de riesgo biológicos y psicológicos en mujeres 40
Intervenciones para grupos vulnerables (reducción de daño, intervenciones
comunitarias) 37
Consecuencias sociales y culturales de uso de sustancias 34
Tratamiento para usuarias de drogas ilegales 33
Rehabilitación y reinserción social 31
Factores de riesgo sociales y culturales en mujeres 26
Tratamiento para fumadoras 16
Necesidad de programas de atención para mujeres
Del total de los participantes, 134 (26.8%) respondieron que en las instituciones donde
laboran se cuenta con algún programa de atención para mujeres o que los programas, aunque
se aplican indistintamente a hombres y mujeres, son sensibles al género. Sin embargo, 450
(90.9%) expresaron que sí hay necesidad de que los centros de atención cuenten con un
programa específico con perspectiva de género para mujeres con problemas de adicciones. Las
justificaciones se basaron en las diferencias biológicas, psicológicas y socioculturales, lo mismo
que en el aumento del consumo de sustancias en las mujeres.
Mujeres y adicciones
277
Impedimentos en el ámbito personal, institucional y comunitario
Los impedimentos manifestados por los participantes en el estudio para trabajar en la atención de
mujeres con problemas de alcohol o drogas están estructurados en el ámbito personal, institucional
y comunitario.
Los impedimentos personales se distribuyeron de la siguiente forma: 253 (68.8%) manifestaron
que el mayor impedimento es la falta de capacitación específica en intervenciones o tratamiento
para mujeres con perspectiva de género, 23 (6%) la falta de tiempo, 16 (4.1%) prejuicio y
discriminación, y 12 (3.1%) el trato clínico de usuarias, entre otros.
Los impedimentos de tipo institucional que los participantes mencionaron con mayor frecuencia
son: 185 (30%) falta de programas específicos para la intervención con enfoque de género para
mujeres, 92 (15%) falta de coordinación interinstitucional para apoyar la canalización, 56 (9%)
falta de infraestructura (espacio) principalmente para el trabajo terapéutico grupal con mujeres, 45
(7.5%) falta de personal capacitado para brindar una atención integral, 41 (6.6%) falta de apoyo
para capacitación —en este punto refirieron la falta de un programa de capacitación o actualización
institucional o bien la falta de oportunidades para participar en actividades de capacitación—,
28 (4.5%) falta de recursos económicos de los centros, 25 (4%) falta de herramientas para la
intervención, 24 (3.8%) falta de difusión y promoción de los programas y centros de atención; el
resto de impedimentos representaron menos del 2% cada uno.
Asimismo, 159 (33.4%) participantes en este estudio identificaron algunos impedimentos
comunitarios para brindar atención a mujeres, entre otros: 42 (26%) estigmatización social, y 20
(12.3%) aspectos culturales.
Trato clínico de usuarias
En cuanto a los sentimientos que en el personal de salud despierta el trato clínico con mujeres que
solicitan tratamiento en adicciones; los resultados indican que la frecuencia de los sentimientos
positivos fueron: empatía (154), interés (73), ayuda (70), solidaridad (65), compromiso (63),
y respeto (62). Mientras que los sentimientos negativos se distribuyeron de la siguiente forma:
tristeza (131), preocupación (94), impotencia (91), enojo (73) y frustración (61) (tabla 4).
Tabla 4. Sentimientos del personal que brinda atención a mujeres
Positivos (N=1056) Frecuencia Negativos (N=674) Frecuencia
Empatía 154 Tristeza 131
Interés 73 Preocupación 94
Ayuda 70 Impotencia 91
Solidaridad 65 Enojo 73
Compromiso 63 Frustración 61
Respeto 62 Coraje 28
Compasión 59 Angustia 23
Apoyo 56 Indiferencia 21
Comprensión 54 Ansiedad 16
Alegría 44 Desesperación 16
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278
Barreras a tratamiento
Las barreras a tratamiento de las mujeres, desde la percepción del personal de salud de los centros
de atención gubernamentales y no gubernamentales, se agruparon como sigue:
Barreras personales. Entre las más frecuentes están: la vergüenza y culpa, y le siguieron, la
negación del problema y resistencia a abandonar el consumo, miedo a ser rechazada y juzgada,
los roles sociales, y la falta de conciencia de la enfermedad.
Barreras interpersonales. Entre las más frecuentes se encuentran: falta de apoyo familiar y
de la pareja, el miedo a perder a la pareja y a los/as hijos/as, y el miedo a las represalias y la
violencia.
Entre las barreras sociales, la más frecuente fue la estigmatización y le siguieron los problemas
económicos, los problemas sociales y culturales y la discriminación.
Barreras estructurales y de programa. Entre las más importantes aparecen la falta de
información y orientación, el desconocimiento de programas y servicios de atención, la falta de
centros de tratamiento y de horarios flexibles, la desconfianza de recibir el tratamiento adecuado
a sus necesidades, así como las experiencias negativas previas.
Finalmente, en el análisis bivariado se encontraron diferencias estadísticamente significativas:
en la instituciones que cuentan con programas específicos para mujeres predominan las
OSC, comparadas con las gubernamentales (67.8% vs. 24.5% p<0.000); al igual que estas
instituciones (OSC), los/las trabajadores/as cuentan con el antecedente de haber recibido
capacitación en atención de mujeres usuarias de drogas comparados con las instituciones
gubernamentales (42.8% vs. 21.3%. p=0.02); esta misma relación de las instituciones se
observa en los conocimientos de programas de intervención especifico para mujeres (46.4% vs.
17.2%. p=0.001). La identificación de impedimentos comunitarios para dar atención oportuna
a las mujeres usuarias se reportó con mayor frecuencia en los profesionales que laboran en
instituciones OSC comparados con los gubernamentales (56% vs. 32.1. p=0.04).
Mujeres y adicciones
279
Tabla 5. Barreras a tratamiento según la percepción del profesional de la salud
Frecuencia
Barreras personales
Vergüenza y culpa 157
Negación de adicción (no aceptar el problema, ocultarlo o minimizarlo) 120
Miedo a ser criticada, juzgada y rechazada 85
Resistencia abandonar consumo o falta de motivación al cambio 80
Roles sociales (ser casadas, cuidadoras, soporte del hogar, madres solteras) 70
Falta de sensibilización y conciencia de enfermedad 54
Bajo nivel educativo 32
Baja autoestima 24
Barreras interpersonales
Falta apoyo familiar 119
Falta de apoyo de pareja
(control de pareja, celotipia, pareja consumidora, prohibición de tratamiento) 75
Miedo a represalias
(amenazas de pareja, familia, sociedad) 44
Miedo a perder pareja o hijos 37
Violencia de género 34
Repercusiones sociales 25
Barreras sociales
Estigmatización 166
Problemas económicos 106
Problemas sociales y culturales 56
Discriminación 47
Barreras estructurales y de programas
Falta de información y orientación 90
Desconocimiento de programas y servicios de atención 88
Falta centros de atención y programas de tratamiento 66
Falta de horarios flexibles en servicios 40
Desconfianza en programas y servicios de atención 27
Experiencias negativas previas (mal trato en centros) 19
Costos de tratamiento 17
Falta de guarderías en servicios de atención 7
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280
Discusión
Los centros de atención de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales cuentan
con profesionales de la salud (psiquiatras, médicos/as, psicólogos/as, trabajadores/as sociales
y enfermeras/os) con niveles de licenciatura y de posgrado, cuyo perfil es apropiado para el
aprendizaje de intervenciones con perspectiva de género para mujeres con adicciones, lo que puede
mejorar la calidad y la efectividad de atención que se podría brindar en un entorno multidisciplinario
para favorecer la atención integral de las mujeres con problemas de consumo de alcohol y drogas.
Las necesidades para las intervenciones con perspectiva de género dirigidas a mujeres se
enfocaron en la capacitación en temas específicos, así como en la importancia de contar con
herramientas y materiales de apoyo para la formación en las tareas clave que implica el proceso
terapéutico.
Los temas de capacitación identificados con mayor frecuencia fueron: tratamiento integral de
adicciones dirigido a mujeres con perspectiva de género, intervenciones psicosociales, comorbilidad
—ansiedad, estrés, depresión, trastornos por estrés postraumático, trastornos de la conducta
alimentaria—, género y adicciones, violencia de género y adicciones, efectos y consecuencias
médicas y psicológicas del consumo de sustancias psicoactivas, factores de riesgo biológicos,
psicosociales y culturales, tratamiento e intervenciones breves para consumidoras de alcohol,
embarazo y adicciones, así como intervenciones tanto para jóvenes como para grupos vulnerables
(adolescentes en situación de calle, prostitutas y mujeres en prisión).
Entre las herramientas y materiales de apoyo para la formación y la intervención se mencionan
los protocolos, guías clínicas, mejores prácticas y manuales. Las tareas clave que conlleva la
intervención integral de las mujeres con adicciones y que requieren capacitación y de herramientas
son: Detección, diagnóstico, desintoxicación, tratamiento, recaídas, canalización, rehabilitación y
reinserción social.
Los temas de capacitación identificados son muy similares a las necesidades identificadas en
una evaluación de necesidades de capacitación del personal de salud que se llevó a cabo en Yukon,
Canadá, dado que las necesidades identificadas fueron: diferencias de sexo y de género en el uso
de sustancias; servicios de tratamiento diseñados para mujeres, violencia y problemas de salud
mental experimentados más comúnmente por mujeres, así como habilidades para prevención,
reducción de daño, embarazo, síndrome fetal alcohólico, consejería para mujeres, sensibilidad de
género y habilidades para proporcionar apoyo familiar (Poole, 2008).
La capacitación en perspectiva de género es planteada como una necesidad enfocada hacia las
intervenciones en la práctica clínica y no sólo en aspectos conceptuales, esto es, la capacitación se
debe centrar en entender cuáles son las diferencias y necesidades de género asociadas al consumo
de sustancias de las mujeres y cuáles son las intervenciones clínicas que pueden responder a
las necesidades de esta población. Esto es consistente con los hallazgos de la investigación en
necesidades de capacitación de profesionales de la salud para el tratamiento de abuso de sustancias
que indican que la capacitación debe estar enfocada en la práctica clínica, con el propósito de
aumentar la confianza y las competencias del profesional de la salud para mejorar la atención de la
usuaria (Colin, Keaney, Best, Harris, 2005).
Este planteamiento implica entender lo que la investigación básica, clínica y psicosocial que se
ha realizado durante la última década está empezando a mostrar, por ejemplo: las diferencias de
Mujeres y adicciones
281
género en los factores biológicos asociados al consumo de drogas, en las conductas de consumo
de drogas, en las trayectorias y las determinantes de inicio y mantenimiento del consumo de
sustancias, así como en los factores biológicos, neuroquímicos y genéticos que subyacen a la
dependencia de drogas y la vulnerabilidad.
Asimismo en los estudios que se están realizando sobre diferencias de género en los factores
psicosociales que aumentan el riesgo de uso en edades tempranas, como el estrés y la falta de
estrategias de afrontamiento, la autoestima, la identidad sexual, el rol social y los problemas
socioeconómicos. Lo mismo que los estudios de la familia que examinan la transmisión
intergeneracional y la genética de abuso de sustancias desde la perspectiva de género.19
Muchos de estos estudios los está patrocinando NIDA,20 por ejemplo, un estudio sobre las
respuestas de hombres y mujeres expuestos a cocaína y alcohol, realizado por la Universidad de
Virginia, que partió de la observación de que se consume frecuentemente alcohol y cocaína de
manera simultánea y el interés de entender a qué se debía esta combinación y si los efectos eran
diferentes en hombres y mujeres.21
El estudio mostró que las mujeres registran una gran sensación de bienestar físico y mental
después de consumir cocaína, así como mayor frecuencia cardiaca después de la ingesta de alcohol.
Los investigadores indicaron que aunque es imposible predecir exactamente cómo los sentimientos
de bienestar pueden influir en el uso de la droga, estos sí pueden aumentar el riesgo de toxicidad.
Este hallazgo, aunado a datos que indican que la cocaína es la droga ilícita más frecuentemente
reportada en decesos femeninos, destaca la importancia de realizar mayores esfuerzos para que
las mujeres acudan a tratamiento y de explorar cuáles modalidades terapéuticas pueden ser más
efectivas. La doctora Wetherington, del NiDA, aseguró que ese hallazgo confirmaba los resultados
de investigaciones realizadas con animales que muestran que las ratas hembras presentan mayores
niveles de motivación para la autoadministración de cocaína, comparadas con las ratas macho, y
que también pueden ser más susceptibles a los efectos reforzadores de la droga.
Los estudios también examinan las diferencias de género en la coexistencia de abuso de
drogas con trastornos psiquiátricos, especialmente depresión, trastorno de estrés postraumático,
la ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria, trastorno de personalidad.
Como necesidades, también se identifica el desarrollo de actitudes para el trato clínico con las
mujeres enfocadas en el manejo de la agresividad y la sensualidad de las mujeres en tratamiento.
La investigación también indica que la violencia, el trauma, el abuso sexual, las pérdidas y
la victimización son factores potenciales en la etiología diferencial del consumo de drogas en
hombres y mujeres.
En cuanto a las formas de adoptar la perspectiva de género, los/las profesionales de la salud
plantean necesidades que van desde contar con un programa específico de intervención para
mujeres con problemas de alcohol o drogas y disponer de información, bibliografía y material
especializado (manuales, guías), hasta contar con algoritmos, pautas o protocolos para la
intervención en mujeres.
19 Overview of nida Research on Women’s Health and Sex/Gender Differences.
http://www.drugabuse.gov/whgd/WHGDIntro.html
20 National Institute on Drug Abuse (NIDA).
21 Se trató de un estudio doble ciego en el que participaron 8 mujeres y 9 hombres adictos a cocaína y alcohol,
en el que se monitoreó el estado fisiológico y el psicológico durante y después de la administración de las drogas.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
282
También se hace evidente la necesidad de contar con modelos de intervenciones basados en
la evidencia de amplia cobertura y de alta calidad para enfocar acciones de prevención, detección
y tratamiento dirigidas a las mujeres en sus diferentes etapas de la vida y con perspectiva de
género que ofrezcan nuevas alternativas para la atención temprana de mujeres en riesgo o con
problemas de consumo de sustancias.
Es importante observar, sin embargo, que las necesidades de capacitación varían de acuerdo
con el tipo de centros de atención y el perfil del profesional de la salud. En el caso de los Centros
Nueva Vida, indican que la población que atienden son jóvenes experimentadores/as, por lo
tanto es importante tomar en cuenta estas limitaciones en el programa de capacitación.
Propuesta de capacitación con enfoque de competencias
Con base en los resultados del estudio exploratorio, que toma en cuenta necesidades de
capacitación, impedimentos personales e institucionales y barreras a tratamiento, se presenta la
propuesta de capacitación para la intervención en mujeres con adicciones.
Se propone un modelo psicopedagógico de capacitación en intervenciones en mujeres
con perspectiva de género y basado en el desarrollo de competencias, dado que implica la
adquisición de conocimiento, el desarrollo de habilidades y la generación de actitudes que los/
las profesionales de la salud necesitan para la realización de un conjunto de tareas que requiere la
atención de mujeres con problemas de alcohol o drogas en contextos sociales específicos.
En el campo de las adicciones, el enfoque de competencias se ha utilizado por Centro para el
Tratamiento del Abuso de Sustancias (CSAT, por sus siglas en inglés, Center for Substance Abuse
Treatment) de SAMHSA, tanto para la capacitación, como para la elaboración de guías para el
tratamiento profesional de trastornos por uso de sustancias, que se ha reconocido como una
práctica multidisciplinaria y compleja que requiere apoyarse en la literatura científica y teórica
que se actualiza permanentemente (SAMHSA, 2007).
Marco conceptual de la competencia
Las competencias pueden abordarse desde el ámbito laboral o el educativo. En el ámbito laboral,
para la Organización Internacional del Trabajo (OIT) la competencia abarca los conocimientos, las
aptitudes profesionales y el saber hacer que se dominan y aplican en un contexto específico (OIT,
2005).
En el ámbito educativo, para Gonczi (1997) la competencia de las personas se deriva del
dominio de una serie de atributos, que son conocimiento, habilidades y actitudes que se utilizan
en diversas combinaciones para llevar a cabo tareas en una profesión. Por su parte, Miklos
(2004) define la competencia como el conjunto de conocimientos, habilidades, destrezas y
actitudes que aseguran a una persona el poder realizar un trabajo y producir un objeto o un
servicio que cumpla con la calidad, las reglas y las normas establecidas.
En congruencia con el marco conceptual de la competencia, este modelo de capacitación
que se propone está conformado por tres elementos: atributos (conocimientos, habilidades y
actitudes), tareas clave y su contexto de aplicación, cuya naturaleza es relacional y holística
(diagrama 1).
Mujeres y adicciones
283
Atributos
Los atributos se integran por los conocimientos específicos que exige la práctica profesional,
por las habilidades intelectuales, sociales y procedimentales que permiten la práctica del
conocimiento y por las actitudes, que son los juicios evaluativos sustentados en creencias que
llevan a responder de manera consistente respecto a un objeto específico (Gonczi, 1997).
En los atributos, el conocimiento es un saber que es declarativo, conceptual, tanto teórico
como técnico; el saber también es adquirido por la experiencia o la exposición a un nuevo
modelo o programa. El saber hacer, las habilidades, constituye el dominio de métodos y
técnicas, es de tipo práctico, procedimental, porque está basado en la realización de distintas
actividades intelectuales y de procedimiento, es el saber que se requiere para la ejecución de
procedimientos, estrategias y técnicas; en este caso la aplicación de modelos de intervención.
El saber ser, que involucra las actitudes con respecto a un objeto, esto es, el modelo de
intervención; actitudes en torno al contexto de aplicación (mujeres con problemas de consumo
de alcohol y drogas); actitudes, en este caso, desde la perspectiva del profesional de la salud
(Miklos, 2004; Fuentes, 2006).
Tareas
Las tareas clave se determinan de acuerdo con el contexto y la naturaleza de las profesiones o la
actividad profesional y pueden agruparse en servicios, actividades, productos y objetos. En este
caso, son las tareas clave que implica la intervención.
Contexto
El contexto constituye el entorno que debe tomarse en cuenta para el desempeño de una tarea
que se realiza mediante diversas combinaciones de atributos —conocimientos, habilidades y
actitudes— para la aplicación de intervenciones específicas (Gonczi, 1997; Fuentes, 2006).
El contexto en el que los/las profesionales de la salud realizarán las tareas clave —detección,
diagnóstico, desintoxicación, tratamiento, manejo de recaídas, rehabilitación, canalización—
son los centros de atención gubernamentales y no gubernamentales distribuidos a lo largo del
país.
Modelo de capacitación basado en la evidencia
Objetivo
Capacitar recursos humanos en intervención o tratamiento para mujeres con problemas
de consumo de alcohol o drogas con enfoque de género con el fin de apoyar el desarrollo de
competencias —conocimientos, habilidades y actitudes— del personal de los centros de
atención gubernamentales y no gubernamentales.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
284
Componentes del modelo
Este modelo de capacitación basado en competencias tiene tres componentes:
A. El desarrollo de programas de capacitación basados en la evidencia y con un enfoque de
competencias integradas por conocimientos, habilidades y actitudes; las tareas clave que
se han identificado en la intervención y el contexto de aplicación.
Conocimientos, habilidades y actitudes para la atención de las mujeres tanto en los
problemas de consumo de drogas legales (alcohol y tabaco) como de drogas ilegales
(mariguana, cocaína, inhalables, heroína, metanfetaminas) y de drogas médicas, sin
prescripción. Así como la comorbilidad asociada al consumo de sustancias, por ejemplo,
ansiedad, depresión, estrés, trastorno por estrés postraumático, TDAH, trastornos de la
alimentación. Además de otras problemáticas específicas como embarazo y adicciones y
problemas de violencia de género (sexual, psicológica y física).
Las actitudes a formar estarán orientadas a abordar el manejo de agresividad y de
sensualidad de la paciente, como problemas de discriminación, estigmatización; además
de la formación de actitudes que requiere el trato clínico en las tareas clave de detección,
diagnóstico, intervención y tratamiento.
En este modelo, las tareas clave son: detección, diagnóstico, desintoxicación,
tratamiento, la atención de recaídas, rehabilitación y canalización. Así como la
implementación de otras intervenciones comunitarias o de reducción de daño para grupos
específicos.
El contexto en el que aplicarán las tareas, basadas en los conocimientos, habilidades
y actitudes serán los centros de atención, cuyo alcance incluye a las mujeres, sus familias
y la comunidad a las que pertenecen.
B. El desarrollo de herramientas para apoyar la intervención (protocolos, algoritmos, guías
clínicas; manuales, mejores prácticas y sesiones bibliográficas).
C. El desarrollo de programas integrales de intervención para mujeres con perspectiva de
género, y de estrategias de sensibilización, orientación e información para las mujeres,
sus familias y la comunidad, así como el fortalecimiento de redes interinstitucionales para
apoyar la intervención.
Mujeres y adicciones
285
Protocolos
Algoritmos
Guías clínicas
Herramientas
Cursos de
capacitación
Conocimiento
(saber)
Habilidades
(saber hacer)
Actitudes
(saber ser)
Manuales
Mejores
prácticas
Bibliografía
•Detección •Diagnóstico •Tratamiento •Recaídas •Reahabilitación •Canalización
• Otras intervenciones
Centros de atención
gubernamentales
Centros de atención de
organizaciones de la
sociedad civil
Programa integral de
intervención para
mujeres con
perspectiva de
género
Modelos de
intervención
específicos
Redes
interinstitucionales
Estrategias de
sensibilización,
orientación e
información para la
población
Necesidades de
capacitación
Tareas
Competencias
Contexto
• Mujeres
• Familia
• Comunidad
Necesidades para la intervención
Diagrama 1. Modelo de capacitación en intervenciones en mujeres con perspectiva de género, basado
en la evidencia
Desarrollo de programas de capacitación
Los programas de formación de profesionales de la salud en intervenciones selectivas con
enfoque de género deben estar basados en la evidencia, como lo recomiendan los organismos
internacionales.
El desarrollo de cursos de capacitación implica un proceso de traducción del conocimiento
para generar vehículos de transferencia de conocimiento, con contenido suficiente para aplicar,
lenguaje sencillo de comprender, instrumentos fáciles de usar y medios versátiles para su acceso
y diseminación.22
Los cursos de capacitación deben estar basados en un modelo psicopedagógico con un
enfoque de competencias, centrado en el participante como eje de aprendizaje y orientado a la
generación del saber (conocimiento), el saber hacer (habilidades) y saber ser (actitudes).
La construcción de estos cursos implica el desarrollo de los contenidos disciplinares y el proceso
de adaptación pedagógica para facilitar el aprendizaje en intervenciones en adicciones. Esta
etapa del proceso de enseñanza inicia con el diseño instruccional que conlleva la estructuración
modular de los contenidos, la definición de objetivos, el diseño de actividades de aprendizaje
individuales y colectivas, la determinación de los conocimientos, las habilidades y las actitudes
22 La diseminación es el proceso que sigue una innovación para migrar de su creación a su uso, con el propósito
de lograr un cambio social.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
286
que deben desarrollar los profesionales de la salud para aplicar las intervenciones, así como un
sistema de evaluación de competencias que se adquieren durante la capacitación.
En este proceso también se lleva a cabo la evaluación pedagógica de contenidos de los
modelos, mediante el análisis de suficiencia de contenidos en términos de profundidad y
coherencia entre competencias, objetivos y actividades de aprendizaje con el fin de asegurar
la calidad de aprendizaje, a través de los cursos de capacitación en intervenciones.
Este modelo de capacitación con enfoque de competencias permite la producción de
cursos en modalidades presencial y en línea. La modalidad en línea conlleva la adaptación
de los contenidos al medio tecnológico en una plataforma de aprendizaje para soportar la
producción y administración de los cursos, usando las tecnologías que facilitan la comunicación
y la interacción entre alumnos y tutores y favorecen el acompañamiento, la retroalimentación
y la evaluación que requiere este proceso de aprendizaje.
En este modelo de capacitación intervienen coordinadores/as técnicos/as, profesores/as,
tutores/as y estudiantes debido a que el proceso de capacitación conlleva tanto la participación
activa de los/las alumnos/as, mediante la realización de actividades de aprendizaje, como
el acompañamiento, la retroalimentación y la evaluación permanente de un/a profesor/a o
tutor/a, quienes se comunican e interactúan usando las herramientas tecnológicas disponibles
en la plataforma de aprendizaje.
Los/las tutores/as de cada curso deben tener competencias en los modelos de
intervención, en el uso de la plataforma de aprendizaje y la experiencia de impartir el curso en
esta modalidad.
De esta manera, los/las profesores/as o tutores/as propician la comunicación e interacción
del grupo; brindan retroalimentación, orientación y acompañamiento a los/las participantes;
dan seguimiento a las actividades de aprendizaje individuales y colectivas; recopilan evidencias
de aprendizaje; y aplican instrumentos para evaluar el desarrollo de competencias del/a
alumno/a.
Por su parte, el/la alumno/a podrá adquirir conocimientos, desarrollar habilidades y generar
actitudes para aplicar intervención en adicciones para mujeres con perspectiva de género en
diversos contextos. También realizan las actividades de aprendizaje programadas en el curso
en línea interactuando con los/las tutores/as y alumnos/as del curso.
El uso de la tecnología para la formación de orientadores/as es aceptado y utilizado, por
lo tanto constituye un medio que facilita el acceso al conocimiento, a la capacitación y a
la intervención; asimismo favorece la extensión de la cobertura geográfica para beneficiar a
mayores grupos de población.
Conclusiones y recomendaciones
Capacitar recursos humanos de instituciones gubernamentales y en organizaciones de la
sociedad civil del país, en intervenciones con enfoque de género para mujeres con adicciones.
Apoyar el desarrollo de competencias (conocimientos, habilidades y actitudes) del personal
en programas de intervención para mujeres con adicciones, problemas de comorbilidad y de
violencia asociada en centros o servicios de atención a las adicciones.
Mujeres y adicciones
287
Apoyar la formación del personal en modelos de intervención en adicciones y salud mental,
basados en evidencia para grupos específicos y que hayan sido evaluados para población
mexicana.
Facilitar el acceso a programas de capacitación que respondan a las necesidades de
intervención con perspectiva de género para mujeres con problemas de consumo de alcohol
o drogas.
Establecer mecanismos para regular y avalar los programas de capacitación en intervenciones
o tratamientos para mujeres con problemas de consumo de alcohol o drogas con enfoque
de género y basados en la evidencia.
Establecer mecanismos de coordinación que permitan fortalecer las redes interinstitucionales
para apoyar tareas de detección, intervención y canalización para la atención de problemas
asociados al consumo de drogas como son: comorbilidad, embarazo y adicciones y violencia
de género que presentan más frecuentemente las mujeres.
Desarrollar programas específicos para la intervención o tratamiento de mujeres con
problemas de consumo de alcohol o drogas, con perspectiva de género, los cuales deben
estar basados en la evidencia y responder tanto a las necesidades y diferencias biológicas,
psicológicas, culturales y sociales de las mujeres en sus diferentes etapas de vida, como a
su condición de consumo.
Favorecer el desarrollo de protocolos, pautas y guías clínicas para apoyar la práctica clínica
del profesional de la salud en el tratamiento y la intervención de mujeres con problemas de
alcohol o drogas en centros de atención.
Fomentar la generación de herramientas para la intervención en adicciones para mujeres,
con enfoque de género, abarcando comorbilidad y violencia asociadas a problemas de
adicciones.
Desarrollar estrategias de sensibilización, orientación e información dirigidas a las mujeres,
la familia y la comunidad respecto a que las adicciones en mujeres son un problema de
salud pública que debe atenderse con el fin de reducir el estigma, orientar a las mujeres
sobre los efectos que las sustancias psicoactivas tienen en su salud física y mental, informar
a las mujeres sobre las alternativas de tratamiento y los centros de atención disponibles en
los que puede solicitar ayuda, con el propósito de reducir las barreras para que las mujeres
asistan a tratamiento.
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Mujeres y adicciones
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V. Conclusión general
La Declaración Internacional de Derechos Humanos establece los principios de igualdad y
no discriminación respecto al goce de los derechos humanos y libertades fundamentales. En
particular, la Convención para la Eliminación de todas las formas de discriminación en contra
de la mujer (CEDAW), fue adoptada en 1979 por la Asamblea General de las Naciones
Unidas y es uno de los documentos más importantes de los derechos humanos para mujeres
y niñas. Está legalmente aceptada por las partes firmantes, define la discriminación en contra
de la mujer y plantea una agenda para acciones nacionales a tomarse en cuenta para asegurar
la igualdad de género. El artículo 12 de la cEDAW, en particular, se refiere a la salud, a proveer
cuidado materno y planeación familiar, así como también el acceso total a los servicios de
salud, independientemente de la condición de salud (WHO, 2010).
El sistema de salud tiene un papel fundamental al asegurar que el instrumento de la
CEDAW y otras normas, instrumentos y principios de derechos humanos sean respetados y
satisfechos a través de intervenciones clave. El progreso puede impedirse por vacíos legales,
regulatorios o políticos, así como también por barreras que existen tanto dentro como fuera
del sector salud.
El progreso no puede ser sostenible si las tareas para asegurar y ofrecer dichos servicios
por parte de los hacedores de políticas, los proveedores en salud y otros actores sociales no
se reflejan adecuadamente en las leyes; no se conocen estas leyes si no son claras (WHO,
2010).
Por lo tanto, como conclusión general se propone que las acciones que se tomen para
favorecer el tratamiento y la atención de mujeres consideren:
Políticas regulatorias, que tornen obligatorio proveer el servicio a las mujeres en el mismo
grado en que es ofrecido a los hombres, sin ningún tipo de discriminación por orientación
sexual, edad, origen étnico, estado civil, nivel socioeconómico, embarazo, ocupación,
religión o discapacidad.
Políticas distributivas, que favorezcan el acceso y proveer atención a grupos en desventaja
dentro del grupo de mujeres, como mujeres embarazadas e indígenas.
Políticas redistributivas, que reasignen financiamiento a programas de salud mental y
adicciones de mujeres.
Capitalización, para favorecer que los programas ya existentes, brinden apoyo a las
mujeres.
Políticas éticas, que implican que el logro de las políticas anteriores se base en el bienestar,
la equidad, la responsabilidad, la justicia y los derechos humanos.
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292
Editores y Autores
Editores
Martha P. Romero Mendoza
Estudió la Licenciatura en Psicología Clínica en la Universidad Iberoamericana, obteniendo
el grado en 1979. Posteriormente estudió la Maestría en Psicología Clínica en la Facultad de
Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, obteniendo el grado en 1985.
Cursó el Doctorado en Antropología en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la
UNAM, obteniendo el grado con mención honorífica en 1998. Medalla Alfonso Caso 1998
por la Facultad de Filosofía y Letras. Ha desempeñado diversos trabajos: psicóloga clínica, de
1979 a 1982, en el Centro Nacional de Medicina de Aviación; posteriormente en la Dirección
General de Extensión Académica de la UNAM, rectoría de 1983 a 1985 a cargo del Programa
de convenios con instituciones gubernamentales y privadas para la extensión académica. A partir
de 1985 ingresa al Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, en la Dirección
de Investigaciones Epidemiológicas y Sociales, participando en proyectos multinacionales
coordinados por la Organización Mundial de la Salud de investigación en adicciones. Profesora
de la Facultad de Medicina desde 1985. En la actualidad imparte la materia “Metodología
cualitativa”, de la Maestría en Salud Pública con área de especialidad en salud mental. Ex profesora
de la Universidad Iberoamericana. Es asesora de la Organización Mundial de la Salud en el Comité
sobre Políticas y Consumo de Alcohol y forma parte del Grupo Internacional de Investigación
sobre Género, Cultura y Alcohol (GENACIS), coordinado por la OMs, Universidad de Berlín y
Universidad de North Dakota, Estados Unidos. Mantiene un convenio de colaboración con el
Hospital General de México para la asesoría e investigación en enfermedades reumáticas con
un enfoque cualitativo. Tiene 117 publicaciones (68 artículos nacionales, 16 internacionales,
15 capítulos de libros nacionales, 9 capítulos de libros internacionales, 7 informes técnicos,)
además de 4 libros y 5 artículos de divulgación. Fue candidata a investigadora nacional en el SNI
de 1990 a 1994 y en la actualidad es Investigadora Nacional Nivel II.
María Elena Medina-Mora Icaza.
Doctora en Psicología Social por la Universidad Nacional Autónoma de México. Es miembro de
El Colegio Nacional. Actualmente ocupa el puesto de directora general del Instituto Nacional
de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz. Es miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM
desde 2003. Es Investigadora Nacional Nivel III. Forma parte de la Academia Mexicana
de Ciencias, es socio titular de la Academia Nacional de Medicina y miembro del Colegio
Nacional de Psicólogos. Entre otros reconocimientos, recibió el Premio Nacional de Salud
Pública “Gerardo Varela”, National Award of Excellence in Research by a Senior Investigator,
otorgado por el National Hispanic Science Network on Drug Abuse. Doctora Honoris Causa
Mujeres y adicciones
293
de la Universidad Autónoma de Nuevo León y Provost Distinguish International Schollar
de la Penn State University. Miembro del Panel de Expertos Asesores de la Organización
Mundial de la Salud en las áreas de Dependencia de Drogas y Problemas Relacionados con
el Consumo de Alcohol de 2000 a 2005, y de 2007 a 2009 fue miembro de la Junta
Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de Naciones Unidas. Maestra de asignatura
de la UNAM desde 1968. Ha dirigido, como tutor principal, 70 tesis; publicado más de 210
artículos de investigación en revistas indexadas, 7 libros y 187 capítulos de libros. Su trabajo
ha sido citado en más de 1 900 publicaciones científicas.
Carlos José Rodríguez Ajenjo †
Médico cirujano, egresado de la Escuela de Medicina de León, de la Universidad de
Guanajuato. Especialidad en Psiquiatría por la Dirección General de Salud Mental de la SSA,
con especialidades en Psicoanálisis de Grupo (en la AMPAG) y en Terapia Familiar y de
Pareja (en el Instituto Latinoamericano de Estudios de la Familia). Fue Profesor Titular de
tiempocompletoenla Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, en las
Divisiones de Ciencias Biológicas y de la Salud y de Ciencias Sociales y Humanidades, así
como en la Maestría de Psicología Social de Grupos e Instituciones entre 1980 y 2007.
Profesor invitado en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Central de Ecuador.
Realizó investigaciones de modelos de tratamiento de comunidades terapéuticas en atención
a menores en situación de calle, así como sobre la asistencia psiquiátrica en México. En la
Administración Pública Federal, fue subdirector y director del Instituto Nacional de Salud
Mental del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF); subdirector
general de Operación y subdirector general de Atención a Población Vulnerable, también
del DIF. En la Secretaría de Desarrollo Social fue director general de Coordinación Regional
y Sectorial, así como director general de Coordinación y Vinculación en el Programa
Oportunidades. Fungió como secretario técnico del Consejo Nacional contra las Adicciones,
dependiente de la Secretaría de Salud.
Autores/investigadores participantes
(orden alfabético)
Guilherme Borges
Es miembro Nivel III del Sistema Nacional de Investigadores, profesor titular “C” de la
Universidad Autónoma Metropolitana y participa como investigador del Instituto Nacional de
Psiquiatría. Es tutor del Doctorado en Ciencias Biológicas y en Ciencias en Salud Colectiva,
ambas de la Universidad Autónoma Metropolitana; tutor del Doctorado en Ciencias Médicas de
la Universidad Nacional Autónoma de México, tutor del posgrado en la Facultad de Psicología
de la Universidad Nacional Autónoma de México y tutor del posgrado en la Escuela de
Salud Pública de México. Tiene más de 4 000 citas a sus trabajos de investigación. El doctor
Borges Guimaraes tiene publicados 220 artículos especializados. Temas de su interés son
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
294
la epidemiología aplicada a la salud mental y en particular a las adicciones. Ha realizado varios
estudios sobre consumo de alcohol, accidentes e intentos de suicidio. Tiene un interés especial en
los temas de migración y participa actualmente en diferentes proyectos internacionales sobre el
tema de los accidentes y la salud mental/adicciones en el contexto transcultural.
Michelle Bretón Cirett
NutriólogaegresadadelaUniversidadAutónomaMetropolitanaXochimilco.Actualmentelabora
en el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz como Asistente de investigación.
Ha colaborado como coordinadora y supervisora en seis encuestas estatales y nacionales sobre
consumo de drogas.
Marycarmen Bustos Gamiño
Psicóloga egresada de la Universidad de Guadalajara, obtuvo el Award CICAD-NIDA para proyectos
de investigación. Ha colaborado como asistente de investigación en tres encuestas de consumo de
drogas en comunidades escolares de distintos estados en el Instituto Nacional de Psiquiatría.
Patricia Cravioto Quintana
Estudió Antropología Médica en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Posteriormente
realizó la Maestría en Ciencias Sociomédicas con Énfasis en Epidemiología, y el Doctorado en
Ciencias Médicas de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM). Cuenta también con un Diplomado de Calidad y Liderazgo en Epidemiología por parte
de la UNAM. Desde 1990 se ha desempeñado como profesora del Programa de Maestrías y
Doctorados de Ciencias Médicas, Odontológicas y de la Salud, en la Maestría de Epidemiología y
Salud Mental Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente es asesora en
Investigación Epidemiológica del Subsecretario de Servicios Médicos e Insumos de la Secretaría de
Salud del Distrito Federal (SSDF). Anteriormente ocupaba la Dirección de Investigación Operativa
Epidemiológica, de la Dirección General de Epidemiologia, de la Secretaría de Salud. También
ha sido investigadora asociada del Instituto Nacional de Psiquiatría e investigadora del Instituto
Carso de la Salud, A.C. Fue merecedora de la Medalla Alfonso Caso otorgada por la Universidad
Nacional Autónoma de México, por haber sido el graduado más distinguido en 2003 del Programa
de Doctorado en Ciencias. Le otorgaron la Mención Honorífica en su examen doctoral por la tesis:
“Magnitud y naturaleza del consumo de heroína en Ciudad Juárez, Chihuahua”.
Es autora de más de 100 publicaciones nacionales e internacionales, principalmente en el
tema de adicciones al consumo de tabaco, alcohol y otras drogas, así como de diferentes enfoques
metodológicos. También ha participado como ponente en múltiples reuniones nacionales e
internacionales.
Mujeres y adicciones
295
Clara Fleiz Bautista
Licenciada en Psicología por la Universidad del Valle de México y doctora en Psicología por la
Universidad Nacional Autónoma de México. Es investigadora en Ciencias Médicas de la Dirección
de Investigaciones Epidemiológicas y Sociales en el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la
Fuente Muñiz. Entre sus líneas de investigación se encuentran: el estudio de la depresión en varones
desde una perspectiva de género; ha colaborado en la realización de las Encuestas Nacionales de
Adicciones 1998, 2002 y 2008.
Certificada por la Organización Mundial de la Salud como capacitadora internacional en el
manejo del Composite International Diagnostic Interview.
Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (Nivel I). Ha colaborado en proyectos de
investigación sobre consumo de drogas y salud mental. Ha publicado distintos artículos científicos
en estos temas en revistas nacionales e internacionales.
Patricia Fuentes de Iturbe
Doctora en Estudios de Información por la Universidad Nacional Autónoma de México, tiene
estudios de posgrado en Comunicación Social por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, en
Política Internacional por el Instituto de Estudios Diplomáticos Matías Romero y en Informática
Aplicada por la Fundación Arturo Rosenblueth. Ha participado en cursos y seminarios de la Comisión
Interamericana para el Control de Abuso de Drogas (CICAD) y de la Oficina de las Naciones Unidas
contra la Droga y el Delito (ONUDD).
Coordina el programa de capacitación en modelos de intervención en adicciones y salud mental
del Instituto Nacional de Psiquiatría. Es editora de más de 200 títulos de libros técnicos, manuales
y revistas especializadas en el campo de adicciones. Ha sido tutora y profesora de cursos de
capacitación en intervención en adicciones y salud mental en instituciones del sector salud, laboral
y de educación. Ha sido conferencista en más de 100 congresos nacionales e internacionales en
materia de adicciones. Es autora y coautora de capítulos de libros sobre tabaquismo y alcoholismo.
Participa en proyectos de investigación en desarrollo de competencias y capacitación, en
diseminación y traducción del conocimiento, y en programas de autoayuda online. Ha sido directora
de información y difusión del Consejo Nacional contra las Adicciones.
Jorge Galván Reyes
Investigador en Ciencias Médicas de la Dirección de Investigaciones Epidemiológicas y Psicosociales
del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz. Es maestro en Ciencias Médicas
con orientación en salud mental pública por la Facultad de Medicina de la UNAM. Su campo de
interés es la investigación social en la línea de adicciones, la cual ha realizado desde 1986. Entre sus
proyectos más relevantes están el estudio de los factores asociados con el inicio, mantenimiento
y cese del uso de cocaína; el uso de flunitrazepam fuera de prescripción médica del Community
Epidemiology Work Group de los Estados Unidos; estudio de las experiencias alucinatorias
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
296
desde una aproximación émica. Participó en un proyecto coordinado por la Organización
Panamericana de la Salud sobre promoción de bebidas alcohólicas y tabaco en los ámbitos
cultural y deportivo.
Actualmente se ha centrado en estudiar la influencia de las redes sociales en el
comportamiento adictivo. Ha publicado muy diversos artículos en diferentes revistas
nacionales e internacionales.
Filiberto Gaytán Flores
Psicólogo egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana, asistente de investigación en
el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz.
Ha coordinado encuestas de consumo de drogas en comunidad escolar a nivel estatal, y
colaborado en artículos a nivel nacional e internacional.
Rafael Gutiérrez
Es psicólogo egresado de la UNAM y tiene estudios de Maestría en Antropología Social, en
la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Tiene una sólida línea de investigación con
poblaciones infantiles vulnerables, a partir de la cual ha coordinado el piloteo en México del
Street Children Project de la Organización Mundial de la Salud de 1995 a 1996 y ha sido
consultor de UNICEF 2005-2006 sobre el fenómeno de la explotación sexual infantil.
Sus investigaciones sobre estas temáticas se han publicado en revistas académicas,
capítulos de libros, manuales de capacitación y han impulsado su colaboración como asesor
experto en comités interinstitucionales con organismos gubernamentales y de la sociedad
civil, presididos por DIF Nacional y UNICEF, para desarrollar acciones de prevención contra
la explotación sexual infantil, donde también está a cargo de la Subcomisión de atención de
niños, niñas y adolescentes víctimas. Forma parte del Comité de protección a niños, niñas y
adolescentes usuarios de internet de la Cámara de Diputados, proporcionando información
útil para el diseño de políticas públicas sobre el uso de las nuevas tecnologías.
Actualmente es tutor de cursos de capacitación en línea para educadores de calle de
organizaciones de la sociedad civil y promotores comunitarios de los DIF estatales. Está a
cargo del desarrollo de investigaciones sobre la explotación sexual infantil en distintas partes
del país (Estado de México, Guerrero y Morelos), todas financiadas por organismos oficiales
de protección a la infancia.
Mujeres y adicciones
297
María de Lourdes Gutiérrez López
Licenciada en psicología de la Universidad Justo Sierra. Investigadora en Ciencias Médicas del
Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, donde ha colaborado en diversos
proyectos de investigación y participado en varios congresos nacionales. Tiene bajo su cargo el
programa de prevención “Dejando huellitas en tu vida” y ha coordinado diversas encuestas a
nivel estatal y nacional.
Jair Arturo Hernández Hernández
Estudió la Licenciatura en Psicología por la Universidad Veracruzana, Diplomado y Maestría en
Desarrollo Organizacional por el Instituto de Estudios de Posgrado en Ciencias y Humanidades.
Se ha desempeñado como colaborador en diferentes proyectos de investigación en el Instituto
Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente y en el Instituto de Educación Preventiva y Atención
de Riesgos A.C. (INEPAR). Académico en instituciones de educación superior como la Universidad
Iberoamericana, Universidad Latinoamericana y Universidad de la Comunicación, impartiendo las
asignaturas de Procesos Psicológicos, Sensación y Percepción, Diseño Organizacional, Métodos
de Investigación y Métodos Cualitativos en Psicología. Ha participado en diferentes foros y
congresos, entre los cuales destacan los organizados por el Consejo Nacional para la Enseñanza
e Investigación en Psicología (CENEIP) y la Sociedad Mexicana de Psicología (SMP).
Lorena Larios Chávez
Licenciada en Psicología por la Universidad Iberoamericana, actualmente se encuentra cursando
la Especialidad para el Tratamiento de las Adicciones en Centros de Integración Juvenil. Su
experiencia se focaliza en áreas de tratamiento e investigación clínica en materia de adicciones
y salud mental, ya que ha tenido oportunidad de trabajar de manera estrecha en la valoración de
pacientes con trastornos adictivos. Actualmente es ayudante de investigación en protocolos de
investigación en la Clínica de Trastornos Adictivos del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón
de la Fuente Muñiz.
Miguel Ángel López Brambila
Cirujano Dentista egresado de la UNAM, ha colaborado en diversos proyectos de investigación
en el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz. Ha supervisado y coordinado
cuatro encuestas sobre el consumo de drogas en comunidad escolar a nivel estatal y fue supervisor
en la Encuesta Nacional de Adicciones 2008.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
298
Rodrigo Marín Navarrete
Es psicólogo clínico especializado en el campo de las adicciones y la salud mental, formado
por la Universidad Iberoamericana (Santa Fe México), donde cursó estudios de licenciatura,
maestría y doctorado. Asimismo posee estudios de especialidad en adicciones por el Centro
de Estudios Superiores Monte Fénix. Profesionalmente posee experiencia en escenarios de
docencia, investigación y práctica clínica, ya que se ha desenvuelto como profesor en cursos
de licenciatura y posgrado en distintas universidades (Universidad Iberoamericana, Universidad
Intercontinental, Facultad de Medicina de la Universidad La Salle, UNAM, etc.) impartiendo
cátedra en temas como: psicopatología, adicciones, orientación psicológica (counseling),
además de ser supervisor de prácticas profesionales en campos clínicos. Asimismo ha tenido
la oportunidad de desempeñarse como clínico y jefe del Servicio de Psicología y adicciones de
distintas instituciones privadas como el Hospital Ángeles Metropolitano y el Hospital Psiquiátrico
“Clínica San Rafael”, por mencionar las más relevantes.
Actualmente se desempeña como investigador en Ciencias Médicas adscrito a la Clínica
de Trastornos Adictivos del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, y es
profesor asociado del Programa de Alta Especialidad en Adicciones para Médicos Psiquíatras del
INPRFM y UNAM.
Mónica Miguel Martínez Arroyo
Maestra en Ciencias de la Salud Mental Pública por la Facultad de Medicina de la UNAM,
licenciada en Psicóloga por la Universidad Justo Sierra, diplomada en Ciencias de la Salud por la
Facultad de Medicina de la UNAM y actualmente postula su tesis doctoral en Psicología por la
UNAM con la investigación “La Experiencia Intersubjetiva de consumidores de metanfetaminas
en el Distrito Federal”. Desde 2001, su principal línea de trabajo son las adicciones, área en la que
ha desempeñado actividades de planeación, desarrollo, investigación y evaluación, en programas
y proyectos especializados tanto en prevención, como en tratamiento, para instituciones como
INPRFM, CIJ y CAAF. Ha trabajado en el desarrollo y evaluación de investigaciones como
Impacto del apoyo familiar y la personalidad en las respuestas adaptativas de cuidado en mujeres
con cáncer de mama del Megaproyecto Nuevas Estrategias Epidemiológicas, Genómicas y
Protónicas en Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM; así como en las Encuestas
de adicciones en estudiantes del Distrito Federal, la Encuesta Nacional de Adicciones y en el
Diagnóstico de niños en situación de calle del Estado de México.
También se ha desempeñado como docente de licenciatura y posgrado en la Universidad
del Valle de México (UVM), Tecnológica de México (UNITEC) y Pedagógica Nacional (UPN);
asimismo ha impartido cursos y seminarios de capacitación para profesionales de la salud en
instituciones como el Hospital Psiquiátrico Infantil Dr. Juan N. Navarro, los Centros de Integración
Juvenil (CIJ) y la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia (ENEO).
Mujeres y adicciones
299
Midiam Moreno López
Psicóloga egresada de la Universidad Veracruzana. En el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón
de la Fuente Muñiz, ha participado en dos encuestas en hogares y siete encuestas en población
estudiantil. Ha sido coordinadora operativa de algunas de las encuestas y actualmente participa
en el área de diagnóstico en adicciones, principalmente en el procesamiento y análisis de datos,
así como en la elaboración de reportes estadísticos.
Natania Oliva Robles
Estudió Licenciatura en Psicología en la Universidad del Valle de México. Actualmente labora
en el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, donde ha colaborado en tres
encuestas estatales como coordinadora de diversas fases.
Francisco Páez Agraz
Médico cirujano y partero por la Universidad de Guadalajara, con especialidad en Psiquiatría
General por el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, certificado por el
Consejo Mexicano de Psiquiatría. Se ha desempeñado como investigador asociado en el propio
INPRFM y como Jefe del Departamento de Investigación en el Hospital Psiquiátrico Fray
Bernardino Álvarez. Fungió como asesor para la Dirección del Centro Federal de Rehabilitación
Psicosocial de la Secretaría de Gobernación, fue subdirector de Calidad y Desarrollo Institucional
del Instituto Jalisciense de Salud Mental, y es actualmente el director general del Instituto
para el Fortalecimiento de Capacidades en Salud: Focus Salud México S.C. Ha sido docente
en diferentes universidades nacionales, donde ha asesorado las tesis de grado de más de 50
alumnos de pregrado y posgrado. Es autor de más de 80 artículos científicos.
Ingris Peláez Ballestas
Médica cirujana por la Universidad Anáhuac. Licenciada en Arqueología por la ENEH. Maestra en
Epidemiología Clínica por la Facultad de Medicina de la UNAM. Doctora en Antropología por la
Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM. Candidata
a doctora en antropología médica y salud internacional por la Universidad Rovira et Virgil de
Tarragona, España. Profesora de clinimetría y medicina basada en evidencias de la Maestría en
Epidemiología del Instituto Nacional de Salud Pública. Entre sus líneas de investigación está
la antropología médica aplicada a enfermedades crónicas y de estudios cualitativos en salud.
Actualmente trabaja como investigadora clínica en el servicio de reumatología del Hospital
General de México. Premio de investigación clínica en reumatología por el Colegio Mexicano de
Reumatología. Candidata a investigadora nacional del SNI.
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
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Claudia Rafful
Cursó la Licenciatura en Psicología en la Universidad de las Américas, Puebla, obteniendo el
título con reconocimiento Magna Cum Laude. Estudió la Maestría en Ciencias en Uso Indebido
de Sustancias (MSc Substance Misuse) en la Universidad de Sussex, en Brighton, Reino Unido,
obteniendo el grado con mención honorífica. Ha realizado trabajo de consejería y terapia breve
con jóvenes indigentes con problemas de abuso de sustancias. Actualmente es asistente de
investigación en el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, donde ha
participado en estudios acerca del uso y trastornos por consumo de sustancias y la manera en la
que éstos se relacionan con otras conductas como migración y conducta suicida. Ha participado
en congresos nacionales y publicaciones internacionales.
Rebeca Robles García
Licenciada en Psicología por la Universidad Anáhuac del Norte, México; especialista en
Psicoterapia Cognitivo-Conductual por el Instituto de Terapia Racional Emotiva de México,
con Certificado “Primary” de The Albert Ellis Institute of Rational Emotive Therapy, maestra
en Psicología Clínica y doctora en Psicología de la Salud por la Universidad Nacional Autónoma
de México, con posdoctorado en Salud Mental de CONACYT-UNAM-Instituto Nacional de
Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz. Fue jefa del Departamento de Investigación del Instituto
Jalisciense de Salud Mental, Secretaría de Salud de Jalisco, donde impulsó la investigación en
salud mental, haciéndose acreedora al premio Psicología Jalisco y al premio Sarquis Merrawe,
entre otras distinciones. Actualmente es Investigadora de la Comisión Coordinadora de
Institutos Nacionales de Salud con sede en la Dirección de Investigaciones Epidemiológicas
y Psicosociales del Instituto Nacional de Psiquiatría; es directora académica del Instituto para
el Fortalecimiento de Capacidades en Salud: Focus Salud México S.C.; y pertenece al Sistema
Nacional de Investigadores CONACYT-SNI.
Eva María Rodríguez Ruiz
Tiene estudios de Licenciatura en Psicología por la UNAM. Su experiencia en investigación ha sido
con poblaciones vulnerables y adicciones. Es investigadora en la Dirección de Investigaciones
Epidemiológicas y Psicosociales en el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente
Muñiz.
Ha colaborado en investigaciones sobre mujeres, adicciones y violencia. Desarrolló el
programa de intervención sobre reducción del daño en trabajadoras sexuales y tiene el curso
de capacitación en línea dirigido a orientadores que trabajan con estas poblaciones para que
conozcan el programa de reducción del daño y puedan atender y comprender la problemática del
trabajo sexual asociado con el consumo de drogas. Asimismo ha participado en investigaciones
sobre la explotación sexual infantil. Ha publicado varios artículos de investigación en revistas
científicas nacionales e internacionales, manuales y capítulos de libros.
Mujeres y adicciones
301
Vianney Sánchez Pineda
Psicóloga egresada de la UNAM, colabora actualmente en el Instituto Nacional de Psiquiatría
Ramón de la Fuente Muñiz. Ha coordinado tres encuestas estatales sobre consumo de drogas en
escolares y fue supervisora de la ENA en 2008. Actualmente desarrolla nuevos materiales para
el programa de prevención “Dejando huellitas en tu vida”.
Amalia Sandoval García
Psicóloga, egresada de la Universidad Nacional Autónoma de México, ganó el premio “Dr.
Gustavo Baz Prada, 2007”. Es asistente de investigación del Instituto Nacional de Psiquiatría
Ramón de la Fuente Muñiz. Ha participado como supervisora en diversas encuestas
en comunidad escolar. También ha sido terapeuta en programas de intervención breve y
actualmente trabaja en prevención de consumo de drogas en niños.
Liliana Berenice Templos Núñez
Se ha formado como psicóloga clínica cursando sus estudios de licenciatura y maestría en
la Universidad Nacional Autónoma de México. Tiene experiencia profesional en diversos
ámbitos de la docencia, la investigación y la práctica clínica, ya que se ha desarrollado como
docente en diversas áreas de la psicología y los idiomas (inglés e italiano) en instituciones
públicas y privadas. Trabajó durante seis años como técnica en polisomnografía en trastornos
del sueño. Asimismo, dentro de sus habilidades profesionales se encuentran el tratamiento
de adicciones desde un enfoque basado en la evidencia científica y desde una perspectiva
cognitivo-conductual. En la actualidad colabora en protocolos de investigación en la Clínica
de Trastornos Adictivos del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz.
Leticia Vega Hoyos
Tiene estudios de Licenciatura en Psicología por la UNAM y de Maestría en Desarrollo
Educativo, Diversidad Sociocultural y Lingüística por la Universidad Pedagógica Nacional.
Cuenta con experiencia en la investigación de las situaciones de riesgo para la salud mental de
niñas, niños y adolescentes vulnerables. Es investigadora en la Dirección de Investigaciones
Epidemiológicas y Psicosociales en el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente
Muñiz.
Ha colaborado en estudios sobre la subsistencia infantil en las calles y es tutora de cursos
de capacitación en línea dirigidos a orientadores y educadores para entrenarlos a desalentar
el uso de sustancias entre poblaciones infantiles vulnerables. Ha desarrollado investigaciones
sobre la explotación sexual infantil en distintas ciudades del país. Recientemente fue
corresponsable en la instrumentación del diagnóstico de la ESCI para el Dif Estatal Morelos
Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones
302
en las ciudades de Cuernavaca, Cuautla y Jiutepec, y actualmente instrumenta el tercer y
cuarto diagnósticos de la ESCI, en distintos municipios del Estado de México, para el DIF
Estatal, así como también para el DIF Guerrero. Ha publicado varios artículos de investigación
en revistas académicas, manuales y capítulos de libros.
Jorge Villatoro Velázquez
Psicólogo egresado de la UNAM, con licenciatura, maestría y doctorado, Investigador en Ciencias
Médicas del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz. Profesor de las Facultades
de Medicina y Psicología de la UNAM. Responsable de las encuestas sobre el consumo de drogas
en comunidad escolar y coordinador de las Encuestas Nacionales de Adicciones realizadas con la
Secretaría de Salud, Consejo Nacional contra las Adicciones y el Instituto Nacional de Psiquiatría.
Ha participado en diversas redes internacionales como Comisión Interamericana para el Control
del Abuso de Drogas y REDLA. Miembro del SNI y de redes de investigación internacionales, ha
publicado diversos artículos a nivel nacional e internacional.
Mujeres y adicciones
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Mujeres y adicciones. Se terminó de imprimir en los talleres
de Impresora y Encuadernadora Progreso, S.A. de C.V. (IEPSA),
San Lorenzo 244, col. Paraje San Juan, delegación Iztapalapa,
México, D.F., C.P. 09830, en el mes de septiembre de 2011.