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Abstract

Aquellos que le conocimos y convivimos con don Miguel Ángel Granados Chapa, tenemos muchas anécdotas para recordarle, pero quizá la principal y por la que él trabajó hasta sus últimos días, fue para ser recordado como un hombre valiente y cabal, que siempre dio cumplimiento a sus compromisos. Ésta es la última imagen que tengo del Maestro Granados Chapa.
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Miguel Ángel Granados Chapa
© Autora: Susana Rodríguez Aguilar
El artículo fue publicado, semanas después del deceso del Maestro Miguel Ángel
Granados Chapa (10/marzo/1941--16/ octubre/2011), en la web (tuobra.unam.mx)
y en la Revista Cuartoscuro, número 111 (diciembre 2011-enero 2012).
Las imágenes, primera y última, que tengo de Miguel Ángel Granados Chapa
coinciden al mostrar a un hombre de lucha, íntegro y congruente con sus
convicciones, de hablar mesurado y fina sonrisa, además de respetuoso y fraterno.
Mi primer recuerdo tiene como escenario un auditorio lleno, el de la entonces
Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán --hoy Facultad de Estudios
Superiores--, para recibir al universitario que con disciplina, pulcritud y certeza
enaltecía el oficio de periodista. Fundador de esa escuela y docente en los inicios
de ésta.
Ver y escuchar al que fue expulsado de Excélsior el 8 de julio de 1976; a
quien sacó a la luz, pormenores del regalo que recibió el presidente José López
Portillo: un rancho de ochenta hectáreas, en la zona de Tenancingo (24 de agosto
de 1981, unomásuno); a quien organizó una verdadera conmemoración de
periodistas el 7 de junio de 1983 como integrante de la Unión de Periodistas
Democráticos; a quien sólo conocíamos por su libro Excélsior, el periódico de la vida
nacional y otros temas de comunicación y por su columna en La Jornada, era toda
una oportunidad.
Durante su disertación un estudiante lo increpó; le imputaba que por sus
inasistencias como docente él había abandonado la carrera de periodismo.
Granados Chapa miró y escuchó con atención al joven envalentonado. Respondió
de forma cortés: “Al igual que el asesino, que siempre regresa al lugar de los hechos,
en esta ocasión, yo hago lo propio”, dijo y terminó su alocución invitando al joven a
reflexionar, respecto a que no podía imputarle a él su falta de tenacidad y
constancia. Ésta fue la primera, de muchas lecciones, que recibí de Don Miguel
Ángel.
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Años después (1989), en las oficinas de la Agencia Cuartoscuro --en Orizaba
13, colonia Roma, donde mi actividad era llevar la administración y parte de la
información--, Pedro Valtierra me presentó con Miguel Ángel, con quien cocinaba,
un proyecto que conjuntaría equitativamente fotografía y textos periodísticos: la
revista Mira. Semanario para ver, leer y pensar. Incluso en aquel sitio se habilitó una
oficina para quien bautizó con ese nombre a la revista, creó esa frase y quien sería
su director general: Miguel Ángel Granados Chapa. Cargo referido en la placa que
acompaña al busto develado en su honor el 19 de junio de 2008 en el Parque de los
Periodistas.
El proyecto que surgió tras largas pláticas entre Valtierra y Granados Chapa,
derivadas de los acontecimientos del proceso federal electoral de 1988, buscó abrir
un espacio para la fotografía periodística de la época. Mira sería el inició -- aunque
sin recursos, pero con mucha voluntad-- para crear a futuro un periódico; este último
proyecto no cuajaría.
A unas semanas de que saliera el primer ejemplar del semanario (14 de
febrero de 1990), junto con el equipo de cómputo que Valtierra proporcionó como
activo fijo a la naciente empresa, que se instaló en Avenida Cuauhtémoc 16, me
incorporé a la revista como asistente en la mesa de redacción, en espera de una
oportunidad como reportera, la única con ese cargo era Patricia Lortia. Semanas
después se integrarían Blanca Ruiz, María de los Ángeles Montes de Oca y
Guadalupe Irizar. Las colaboraciones iniciales vendrían de Arturo Ortega, Dolores
Campos, Patricia Briseño y Ernesto Soto Páez.
El área de fotografía viviría varios cambios durante los siete años de vida del
semanario, a la coordinación encabezada por Tomás Martínez, le seguiría la de
Ulises Castellanos y la de Patricia Aridjis, de una larga lista de fotógrafos; cambios
que también vivió la dirección y redacción de la revista, a partir de 1991, en que
renunció Pedro Valtierra como director --cargo asignado por Granados Chapa y
nombramiento único para un fotógrafo de prensa en México, cuya tarea no sólo era
evaluar la fotografía sino también el contenido completo de la publicación--, Jesús
Miguel López ocupó el puesto. Tiempo en el que también renunció Horacio
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Rodríguez, como secretario de redacción y Homero Alemán lo sustituyó, para
sumarse al también secretario de redacción, Guillermo Bermúdez.
Ya como reportera en un par de ocasiones recurrí a Granados Chapa para
precisar alguna información o algún dato. En una de esas consultas y tras recibir
pronta respuesta a mi duda le comenté, como una forma de reconocerle esa virtud:
“Don Miguel Ángel, usted lo sabe todo”. Él, tras dibujar una sonrisa de satisfacción,
respondió: “Efectivamente, usted lo ha dicho Susana, yo lo sé todo”. Años después,
y en el que sería nuestro último encuentro (18 de junio del 2009, con Guadalupe
Bringas y Patricia Aridjis), le referí dicho comentario. Tras recordar la anécdota, con
sencillez me develó el secreto de su prodigiosa memoria: “A mí me ha tocado ver y
vivir la mayor parte de los acontecimientos de los que hablo y la escritura diaria me
ha permitido ejercitar la memoria”.
Con la partida del Maestro Granados Chapa, evoco la figura del columnista
que, en algunas ocasiones, me dictó de corrido, sin mediar anotación alguna, su
Plaza Pública; del periodista que me permitió asistir a la mayoría de las entrevistas
que realizó para el semanario Mira, considerando que en recaía la tarea de
transcribirlas para que él se apoyara con ese material y redactara; del hombre que
después de asistir a las exequias de su madre se apersonó, ese mismo día, en la
redacción de la revista, para desahogar pendientes; del jefe que sugirió como reglas
en la teoría y en la práctica (aquella que aprendió de Manuel Buendía): “Nunca
escriba lo que no ha de sostener cara a cara” o la de “Siempre pagar las cuentas de
los alimentos consumidos, derivados de alguna actividad profesional”.
De ésta última referencia, en otro encuentro de Granados Chapa con las ex
compañeras de la ahora desaparecida revista Mira (Patricia Aridjis, Blanca Ruiz y
Guadalupe Bringas), recuerdo que al retirarse, Miguel Ángel nos pidió que
continuáramos en el sitio pues la cuenta había sido pagada. Tras agradecer el
detalle, en tono de broma le comenté que eso sería tanto como romper una regla
de oro. Sonriente respondió, que esa reunión era una excepción y en ella no
aplicaba la regla.
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Como estas estampas, aquellos que le conocimos y convivimos con él,
tenemos muchas anécdotas para recordarle, pero quizá la principal y por la que él
trabajó hasta sus últimos días, fue para ser recordado como un hombre valiente y
cabal, que siempre dio cumplimiento a sus compromisos. Ésta es la última imagen
que tengo de don Miguel Ángel.
NOTA: agradeceré, si es el caso la cita correspondiente, por aquello de los
derechos de autor.
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