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La prensa médica en Canarias: la revista
La medicina canaria en el período
de entreguerras (1925-1931)
Juan Francisco MARTÍN DEL CASTILLO
I.E.S. Mesa y López
Las Palmas de Gran Canaria
RESUMEN
La prensa científica en las Islas Canarias comenzó prácticamente con el siglo XX. La aparición de
las revistas médicas especializadas marca el inicio de la divulgación de las nuevas técnicas tera-
péuticas y, sobre todo, supone el mejor medio de comunicación y actualización entre los profesio-
nales de la medicina. La Medicina Canaria es una de las revistas de semejante proceso, con un des-
arrollo, temporal y temático, interesante para la historia de la ciencia, además de ofrecer el estado
de la medicina y la higiene pública durante el período de entreguerras en las islas. De origen tiner-
feño, extendió su ámbito de referencia al archipiélago en conjunto. En el presente, se somete a estu-
dio los números conservados y se descubre su importancia histórica tanto en el plano divulgativo
como en el médico.
Palabras claves: Medicina, Higiene, Revistas, Islas Canarias, Siglo XX.
The Medical Press in Canarias
ABSTRACT
The scientific press in the Canary Islands (Spain) began practically in the Twentieth Century. The
rise of medical reviews is the initial mark of the divulgation of new therapeutical techniques and,
for all, the communication meeting point and improvement among the professionals. La Medicina
Canaria is one of reviews which describes this process, with an interesting historical development
—temporal and thematical— during the interwars period in the islands. From Tenerife, it was follo-
wed by the major part of physicians and well read people in the archipelago. In this paper, I study
the conserved numbers of review and discover their historical importance, divulgative as much as
medical.
Keywords: Medicine, Hygiene, Reviews, Canary Islands (Spain), XX Century.
SUMARIO:Introducción. 1. La medicina canaria: una revista por historiar. Conclusión. Bibliografía.
Revista Historia y Comunicación Social ISSN: 1137-0734
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INTRODUCCIÓN
La prensa científica en España, especializada o divulgativa, ha merecido, a lo
largo de más de dos siglos, la tardía atención del sector investigador1,aunque los
frutos obtenidos hayan sido bastante aprovechables en las últimas décadas2. Como
viene siendo habitual, quizás sin proponérselo, quedan fuera de las páginas de este
tipo de publicaciones las revistas, y demás ediciones de contenido científico-técni-
co, cuyo origen hubiera estado enclavado en la periferia territorial3.Algunas de
estas contribuciones, por sus sumarios o por el decidido interés de los autores, des-
dicen tal olvido4,pero son muestras de la excepción que confirma la regla general.
Así, pues, más que necesario se hace un planteamiento historiográfico alternativo,
de índole global, y mucho más cuidadoso con los fenómenos allende las estrechas
fronteras de los tres o cuatro núcleos de edición material en suelo español.
Tras este inevitable cuestionamiento de lo investigado hasta la fecha, Canarias
ha surtido a la historiografía médica hispánica de varios ejemplos de acertado cri-
terio divulgador, por un lado, y, de otro, aprovechando las coyunturas concretas que
se iban presentando en el devenir de los tiempos, con perfiles conflictivos en el
medio social, ha sido oportuna en la edición. Amediados del siglo XIX, puede apre-
ciarse ya un tímido movimiento de animación del mundo de la prensa científica.,
encabezado primeramente por médicos entusiastas de su profesión. Galenos con
fuerte preocupación por el ejercicio de sus funciones asistenciales y,sobre todo, por
eliminar el mal histórico del intrusismo o, tal vez lo peor, la acechante presencia de
curanderos y “yerberas” por la geografía insular, son los protagonistas indiscutibles
de este incipiente discurso de denuncia social e higiénica5. Tampoco esto era nuevo,
Juan Francisco Martín del Castillo La prensa médica en Canarias: la revista La medicina canaria...
1En 1975, Chastagnaret llegó a decir: “En general los estudios de prensa no acostumbran a tener como
objeto las revistas científicas o profesionales. Se trata, sin embargo, de un sector en el seno de la producción
periódica que merece una consideración que no debe medirse únicamente por su importancia cuantitativa,
sino por la importancia de las informaciones que puede proporcionar sobre las condiciones de la producción
yde circulación de una parte determinada de la prensa, así como sobre la evolución del grupo profesional y
del cuerpo de la actividad en cuestión”. Cf. CHASTAGNARET,Gèrard (1975) “Un ejemplo de revista cien-
tífica: la Revista Minera desde 1850 a 1914”, In Manuel Tuñón de Lara et al., Prensa y sociedad en Espa-
ña, 1820-1936.Madrid, Edicusa, p. 223.
2Por ejemplo, véanse los notables trabajos de MÉNDEZ ÁLVARO, F. (1978)Historia del periodismo
médico y farmacéutico en España.Valladolid, Universidad; LÓPEZ PIÑERO, J. M.ª y TERRADA, M.ª L.
(1990) Bibliografía médica hispánica. 1475-1950. Volumen VIII: Revistas, 1736-1950.Valencia, Universi-
dad de Valencia y CSIC.
3Incluso las de mayor ambición escrutadora, como en el caso de la reciente contribución de ALGABA
CALVO, Antonio (2000) “La difusión de la innovación. Las revistas científicas en España, 1760-1936”.
Scripta Nova. (Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales),vol. IV, 69 (27). www.ub.es/geo-
crit/sn-69-37.htm. (Actas del II Coloquio Internacional de Geocrítica).
4Entre otros, cf. HERRERA RODRÍGUEZ,Francisco (1995) “La información científica en revistas
gaditanas de la segunda mitad del siglo XIX”. Llull,34,93-111; RAMOS, M.ª Dolores et al.(1986) “ Rege-
neracionismo, regionalismo y ciencia en la Málaga de comienzos de siglo: la revista Andalucía Científica
(1903-1904)”. Dynamis,vol. 5-6. Para Canarias, véase: CABRERAAFONSO, Juan Rafael (1991) “Noticias
acerca de la prensa médico-farmacéutica canaria”, In F.Bujosa i Homar et ali.(eds.), Actas del IX Congre-
so Nacional de Historia de la Medicina.Zaragoza, PUZ.
5Cf. MARTÍN DEL CASTILLO, Juan Francisco (2003) Ciencia y Técnica en las Islas Canarias. Sín-
tesis Histórica.Santa Cruz de Tenerife-Las Palmas de Gran Canaria, Ed. Benchomo, p. 128.
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por supuesto, en relación con los parámetros peninsulares de actuación, no obstan-
te marca un inicio a considerar.
Más adelante, surgen iniciativas de menor calado, materializadas en impresos de
urgente tirada, habida cuenta la imperiosa alerta declarada por la incontrolada
extensión de los procesos infectocontagiosos acaecidos en aquella centuria. Buen
informe ha dado de casi todos ellos Bosch Millares en la imprescindible Historia de
la Medicina en Gran Canaria6,ala que han venido a dar continuidad notables con-
tribuciones parciales a la elucidación histórica de los males epidémicos de las islas7.
En este sentido, un momento ciertamente importante fue la masiva infestación de
1851, debida al Cólera Morbo, y que terminó cebándose en la población de Las Pal-
mas de Gran Canaria, aunque todavía no se llamara así, diezmando a sus habitan-
tes, con especial crueldad en las capas más desfavorecidas de la sociedad. Sin
embargo, aunque mínima, una parte de las clases pudientes sufrió de los embates de
la epidemia, movilizando unos resortes antes insospechados en la administración
local de la época. Incluso algunos médicos de renombre, fuera por su actividad polí-
tica o debiérase al prestigio ganado en la práctica profesional, cayeron víctimas de
la infección. Todo lo cual hizo fuerza en una dirección preventiva e higienista, pese
ala elevada mortandad. Antes del fatal desenlace, o después, a instancias de fami-
liares y amigos cercanos, además de una profunda convicción terapéutica ganada en
la experiencia diaria, estos mismos individuos editaron breves hojas volanderas de
admonición social frente al contagio o, bien se ha de decir, de advertencia y auxilio
ante una enfermedad de difícil remedio dados los escasos recursos disponibles y los
insuficientes conocimientos de la medicina del tiempo. Pero, la culminación histo-
riográfica y editora de la prensa divulgativa, o propiamente científica en sentido
moderno, llegó hacia los finales del siglo.
Por ejemplo, el impresionante trabajo de Domingo J. Navarro, Consejos de
higiene pública a la Ciudad de Las Palmas (1896), y la no menos admirable labor
de la Revista Médica de Canarias,del mismo año8,son dos hitos en absoluto des-
preciables. El primero, de amplio recorrido temático, figura entre lo más granado de
la bibliografía médica canaria por méritos propios. Su edición obedece, entre otros
motivos, según el autor confiesa, a la “indiferencia y marginación” con respecto a
las “reformas higiénicas de la población”9,que, a su manera de entender, son inne-
gociables y,en sumo grado, pendientes del compromiso político y social de las
autoridades sanitarias. Pero, no queda ahí el atinado mensaje del médico, formado
Juan Francisco Martín del Castillo La prensa médica en Canarias: la revista La medicina canaria...
6Madrid, Ed. Cabildo Insular de Gran Canaria, 1967, 2 vols. (especialmente el segundo).
7Cf. DOMÍNGUEZ MÚJICA, J. y DÍAZ HERNÁNDEZ, R. (1986) “Hambre y epidemias entre 1844
y1852 en el norte de Gran Canaria”. V Coloquio de Historia Canario-Americana (1982).Las Palmas de
Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, II; COLA BENÍTEZ,Luis (1996) Santa Cruz: Bandera
amarilla. Epidemias y calamidades (1494-1910).Santa Cruz de Tenerife, Ayuntamiento; DÍAZ PÉREZ, A.
M. et al.(1990) Las grandes epidemias en Santa Cruz de Tenerife.Santa Cruz de Tenerife, Cabildo Insular
de Tenerife.
8GARCÍA NIETO, Víctor (1996) “En el centenario de la ‘Revista Médica de Canarias’ “. Acta Médi-
ca,28,pp. 22-24.
9NAVARRO, Domingo J. (1896) Consejos de higiene pública a la Ciudad de Las Palmas.Las Palmas,
Tip. de “La Verdad”, p. 55.
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en las tierras galas, sino que se atreve a dirigir su pluma hacia el agua de abasto
público, la miseria de las barriadas limítrofes del Puerto de La Luz, las escasas ins-
talaciones médicas de atención integral (lazaretos u hospitales), el control epide-
miológico y la consecuente prevención de los episodios infecciosos mediante un
“centro de vacunación” adecuado10e, incluso, en un alarde de higienismo social,
penetra en el análisis de la instrucción de los menores, en donde se reserva un esme-
rado alegato en defensa de la enseñanza de las bondades, presentes y futuras, del
aseo e higiene en los más pequeños. Queremos recordar, en este punto, que don
Domingo desempeñó durante largo tiempo las funciones de profesor de la asigna-
tura de esta área, de obligado cumplimiento curricular, para las que se valió no sólo
de su amplia experiencia médica sino también de los manuales escolares al uso, con
especial predilección por la obra de Felipe y Monlau (1808-1871)11.
Bien se ve la vastedad y calado de los asuntos tratados por el grancanario en los
Consejos,otro tanto cabría informar de la Revista Médica de Canarias, aunque
padeciera de la soledad de un único volumen editado. De reciente reproducción fac-
similar12,en un todo elogiable, alcanza a mostrar por sí misma los orígenes de un
prurito en el medio profesional por adelantar las continuas progresiones de la medi-
cina y la bacteriología, que, como es notorio, en ese fin de siglo fueron espectacu-
lares. Sus índices, en idéntica manera al folleto de Navarro, culminan por explanar
la relevancia de esta publicación periódica, que, hoy en día, pasa por ser, si no la
pionera, una de las que se encuentra en el reducido grupo de cabeza que inauguró
la edición de semejantes fuentes de información y actualización socioprofesional.
1. LA MEDICINA CANARIA: UNA REVISTA POR HISTORIAR
Entre los diversos y ricos fondos hemerográficos del Museo Canario, en la capi-
tal grancanaria, se encuentra un determinado número de ejemplares de La Medici-
na Canaria,recogidos en apenas un paquete documental al objeto de su conserva-
ción y en evitación de posibles deterioros. Aquéllos son los siguientes: el nº. 27
(1925), el 34 y 39 de 1926; el 43, 49 y 50 de 1927. El número 52, extraordinario en
todos los sentidos, data de 1928. Le siguen el 68 y el 70 (1929), el 88 (1930) y el
89 (1931). Esto es, una serie de documentos anómala (1925-1931), que cubre una
importante época española e insular, salpicada de fenómenos sociales, económicos
ypolíticos.
Sea, de esta forma, aclarada la fuente de información y estudio de la que nos
valemos y, en específico, conocida la invertebrada naturaleza de su constitución.
Juan Francisco Martín del Castillo La prensa médica en Canarias: la revista La medicina canaria...
10 Aunque ya había sido implantado uno, pero de financiación privada, véase: MARTÍN DEL CASTI-
LLO, Juan Francisco (1996) “La Escuela Serológica Francesa y la creación del ‘Instituto de Vacunación’ en
Las Palmas de Gran Canaria (1894-1895)”. El Museo Canario,LI,pp. 193-210.
11 FELIPE Y MONLAU, Pedro (1862) Elementos de higiene pública o arte de conservar la salud de
los pueblos.Madrid, Imprenta y estereotipia de M. Rivadeneyra, 3 tomos.
12 Revista Médica de Canarias (1896),edición de Justo Hernández, Víctor García Nieto y Mª. José
Betancor Gómez. Fundación Canaria Salud y Sanidad, 2001.
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Sin embargo, aun así, creemos que la fortuna corrida por La Medicina Canaria obli-
ga a un repaso historiográfico de sus páginas, siquiera como adelanto de un análi-
sis de mayor profundidad.
FUNDACIÓN E INTERESES
La Medicina Canaria. Revista técnica y de intereses profesionales fue fundada
en 192313 por el doctor Ricardo Castelo, el que luego fuera Director de la Sanidad
Exterior en la provincia de Santa Cruz de Tenerife14.Entre los méritos que adornan
aeste médico, al decir de su propia palabra15,se pueden enumerar la condición de
bacteriólogo —una especialidad puntera en aquellas décadas—, “casi farmacéuti-
co”, prestigioso analista clínico formado en el Instituto Pasteur de París16,contan-
do con un importante laboratorio privado, y, finalmente, miembro de la Real Aca-
demia de Medicina de Canarias. Se deduce de lo anterior que su labor facultativa la
hubo de realizar, de modo preferente, entre los despachos y tubos de ensayo; y no
queda constancia de su entrega a la medicina práctica. Quizás fuese ésta una de las
razones que coadyuvaron a que dedicara buena parte de su tiempo a la puesta en
marcha de iniciativas de variada índole y significación. La empresa de una edición
de corte divulgativo y corporativo no parece ser, en tal tesitura, una de sus últimas
prioridades, dada la cantidad de números lanzados. También ha de destacarse que el
sostenimiento de La Medicina Canaria debía mucho a la aportación de los cauda-
les provenientes de la publicidad contratada. Una edición normal, de tirada escasa,
no alcanzaba la cincuentena de páginas, adjudicándose al menos un tercio de ellas
ala profusión de anuncios médicos o farmacológicos. En suma, el doctor Castelo
supo granjearse las simpatías del sector profesional amén de atender a la incipiente
pujanza del fenómeno publicitario en los alrededores de la medicina clínica y la pra-
xis farmacéutica.
Este ejemplo de saber estar a la altura de las circunstancias sobrepasa lo pura-
mente económico. Consiguió, y así lo demuestra un improvisado índice onomásti-
co de los autores (véase Tabla nº. IV), que aquella parte más dinámica de los médi-
cos estuviera a su lado, y él devolvía el favor con la inclusión de las temáticas
directamente relacionadas con el futuro de la profesión en las islas, como noticias
de avances editoriales, convocatorias de oposiciones, legislación actualizada del
Juan Francisco Martín del Castillo La prensa médica en Canarias: la revista La medicina canaria...
13 En la quinta etapa de la aparición de las revistas especializadas, según LÓPEZ PIÑERO y TERRA-
DAS (1990). Véase también: ALGABA (2000), pp. 7-8.
14 “Vino el doctor Castelo a ejercer la Dirección de Sanidad Exterior en Diciembre de 1921”, apud “La
labor de un sanitario. El Doctor Castelo, su labor pública y el Laboratorio de Análisis Médico”, La Gaceta
de Tenerife [reproducido en La Medicina Canaria,nº. 52 (1928), p. 1].
15 Conforme al detalle de la portada de los números y, de modo especial, al bosquejo biográfico inser-
tado en el ejemplar extraordinario de 1928 (nº. 52), referido en la nota anterior.
16 “Concedida por la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas de Madrid la con-
sideración de Pensionado..., realizó con el profesor Levaditi, del Instituto Pasteur, de París, estudios acerca
de los ultravirus y, especialmente, sobre la vacuna cerebral antivariólica”, apud “La labor de un sanitario...”
[en La Medicina Canaria,nº. 52 (1928), p. 2].
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ramo y biografías de galenos canarios distinguidos por la historia y el buen desem-
peño. Intereses del cuerpo y sincronización de materiales y prácticas fármaco-médi-
cas con el resto de la comunidad europea y, en un modo especial, con la francófo-
na. Sabia mezcolanza y clave del sostenido éxito de La Medicina Canaria.
TABLA N.º I
CONSEJO DE REDACCIÓN DE LA REVISTA LA MEDICINA CANARIA
(Redacción y administración: C/. José Murphy, nº. 2. Santa Cruz de Tenerife)
Sección de Medicina Dr. D. Luis González Pérez
Sección de Cirugía Dr. D. José R. Secchi de Angeli
Dr. D. Luis Gabarda Sitjar
Sección de Higiene y Bacteriología Dr. D. Alberto García Ibáñez,
Dr.D. Benigno García Castrillo
Dr. D. Antonio Benchomo Macía
Sección de Anatomía Patológica Dr. D. Donato Albela Ande
Sección de Terapéutica Dr. D. Manuel Fernández Piñeiro
AUTORES Y TEMÁTICAS
Inevitablemente, lo que ha de continuar está marcado por la parca cantidad de
ejemplares recogidos en el Museo Canario. Sin embargo, la brevedad de la cala his-
toriográfica, al contrario de lo que pudiera pensarse, advierte de una amplia gama
de asuntos tratados y también habla a las claras de la exigencia a la autoría. Más
adelante tomará expreso referendo lo expuesto, pero ahora se precisa de un comen-
tario de conjunto acerca del sumario temático de la revista. Los hay que están ceñi-
dos a la contundencia administrativa del momento, como, por ejemplo, el número
32 (1926), que analiza la naturaleza y consecuencias materiales de la implantación
del nuevo régimen sanitario tras el declive de las Brigadas Sanitarias Insulares y su
reconversión en los flamantes Institutos Provinciales de Higiene17.Mas, por el con-
trario, no ha logrado encontrarse entre el selecto surtido conservado en los fondos
de la hemeroteca. Otros, los que hacen la mayoría, son los números de trato diver-
so en las materias, con una equilibrada disputa entre lo informativo y la propia cien-
cia médica. Hay,como resto anecdótico, muestras de ejemplares destinados al estu-
dio y glosa de personajes significados de la tierra, que adicionan a los anteriores un
atractivo centrado en el reconocimiento de la historia personal de la medicina cana-
ria. Para un historiador de la ciencia, semejante inquietud no hace sino congratular-
nos con la inteligencia de su dirección.
Juan Francisco Martín del Castillo La prensa médica en Canarias: la revista La medicina canaria...
17 Sobre las directrices políticas y normativas del momento, cf. HUERTAS,Rafael (2000) “Política sani-
taria: De la Dictadura de Primo de Rivera a la IIª. República”. Revista Española de Salud Pública,74, pp.
35-43; especialmente, p. 37.
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Si iniciamos, justamente, la serie documental por este último apunte vendrá en
aparecer a estas páginas la figura del doctor Luis Millares Cubas (1861-1925)18,
prohombre de la ciencia de Esculapio, más que pasable escritor y notable patricio
de Las Palmas de Gran Canaria. La historia nos informa, a esta parte, de los avan-
ces introducidos por el doctor Millares en el páramo quirúrgico de entonces19, con
atrevidas operaciones instrumentales, como la laparactomía, desusadas en un
ambiente poco dado a los pujos de la cirugía. Pues bien, el ejemplar correspondiente
al número 27 (1925) —editado en su honor precisamente—, incluye un artículo, fir-
mado por el también médico y bacteriólogo Alberto García Ibáñez, con el rubro
“Datos y notas para la biografía de D. Luis Millares Cubas”, que debe contarse entre
los primeros que emprendió la búsqueda investigadora del individuo grancanario,
una vez fallecido20.García Ibáñez, de origen peninsular, había recalado en las islas
de manera accidental, como componente de una comisión de inspección, pero se
quedó prendado de sus encantos de modo imperecedero. Pronto entabló relación
con los facultativos de la medicina insular, entre los cuales habría de inscribirse
como uno más, dada su calidad personal y científica. Su experiencia contrastada y
las amistades ganadas fueron, en una medida creciente, haciéndole un hueco en la
sociedad isleña y, sobre todo, en aquella parcialidad adornada de dinamismo y ape-
tito por emprender nuevos rumbos en lo social y cultural. De esta manera, desde su
cargo específico de responsable de una de las secciones de Laboratorio Municipal
de Higiene —luego asimilado al importante Instituto Provincial de Higiene de las
Canarias Orientales21,fundado en 1926 por el doctor Antonio Ortiz de Landázuri—,
fue repartiendo sus quehaceres por el amplio espectro del fomento de las activida-
des intelectuales, propias o ajenas, en la capital grancanaria. Verbigracia, el Museo
Canario le cuenta como uno de sus ilustres, no sólo por el papel jugado en el desa-
rrollo histórico de la institución, como Presidente de la Sociedad, en el período
inmediatamente posterior a la terminación de la Guerra Civil (1939-1943)22,sino
también por honrar el conocimiento del pasado de los canarios o, como en el caso
señalado, por hacer partícipe a la comunidad médica del boceto de la biografía de
eximios practicantes del arte de sanar.
Juan Francisco Martín del Castillo La prensa médica en Canarias: la revista La medicina canaria...
18 BOSCH MILLARES (1967), II, pp. 229-235.
19 En el editorial de La Medicina Canaria (“Nuestro homenaje a Don Luis Millares Cubas”,nº. 27, p.
2) se dice: “Y sin embargo por mucho que D. Luis Millares haya significado en la cultura canaria, como
escritor,como funcionario y como ciudadano, significó mucho más y laboró más hondamente, en el campo
científico, sobresaliendo como médico culto y cirujano de altos vuelos”.
20 Hubo aproximaciones biográficas posteriores, más atentas al detalle. Cf. BOSCH MILLARES, Juan
(1954) Don Luis Millares Cubas. Médico, escritor y humanista.“El Museo Canario”, nos. 49-52 (separata).
21 Por lectura pública y acuerdo unánime de la Corporación Municipal del “Proyecto de Organización
del Instituto Provincial de Higiene de las Canarias Orientales”; véase: AHPLP, Ayuntamiento, Actas Muni-
cipales (Microfilm, nº. 39), sesión del 26 de julio de 1926, fol. 123v.
22 Consultar el Libro Azul de la Sociedad Científica “El Museo Canario”.Las Palmas de Gran Cana-
ria, El Museo Canario (Estudio introductorio de Lothar Siemens Hernández), 1995, p. 37. Además, para
explicar la ligazón entre Millares Cubas y García Ibáñez, aparte de las labores médicas, se ha de recordar
que el primero fue, durante largo tiempo (desde 1901 hasta prácticamente su óbito), Director del Museo
Canario.
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El número 32 (1926) es una importante, casi definitiva, contribución a la com-
prensión sociológica y administrativa del ethos médico canario. Los designios de la
fortuna han querido que no se cuente entre la madeja de ejemplares conservados, no
obstante fuentes indirectas nos informan que la tabla de contenidos estaba centrada
en el análisis pormenorizado del cambio de régimen sanitario en todo el territorio
nacional. En pocas palabras, se pasaba de las Brigadas Sanitarias a la creación de
los Institutos Provinciales de Higiene, al objeto de obtener un mejor rendimiento de
los esfuerzos generados por la administración en el sofoco higiénico-sanitario. De
suyo lo relevante, con la entrada en vigor de la normativa, era que los ayuntamien-
tos perdían buena parte de sus competencias en el medio, derivándose tal poder
hacia los Institutos, que habrían de recoger material y, los más delicado, el personal
de plantilla dedicado a las labores de inspección, control y atención sociomédica.
Una apuesta innovadora, principiada en la remota Instrucción General de Sanidad
(1904), y llevada a cabo por José Calvo Sotelo en sus famosos Estatutos (Provin-
cial y Municipal) de 1924 y 1925. Así, pues, en los estertores de la Dictadura de
Primo de Rivera afanábase la administración periférica en cumplir con unas dispo-
siciones ambiciosas y de innegable compromiso individual por parte de los garan-
tes de los proyectos particulares.
El número enfatiza los cambios a introducir por el nuevo modelo, amén de con-
jurar los inevitables recelos de la profesión hacia las pretensiones administrativas.
Prontamente, concluía el editorial de la revista, se verán novedades benefactoras del
bien social, conservando la condición profesional sus prebendas históricas. En lo
sucesivo, y así viene fielmente notificado en las actas del Ayuntamiento de Las Pal-
mas de Gran Canaria con ocasión del debate sobre la neonata institución, los esta-
tutos del recién creado Instituto Provincial de Higiene de las Canarias Orientales
otorgarán iguales remuneraciones, que en sus anteriores puestos laborales, a los
nuevos componentes —se supone que idéntica estrategia se seguiría con el homó-
logo de las Canarias Occidentales—, además de mantener la antigüedad y los dere-
chos que les asisten. En suma, La Medicina Canaria oteaba en el horizonte una pro-
funda inflexión en los modos y prácticas de la medicina pública, ofreciendo, en
desahogo y prevención, una suerte de adelanto de la estructura sanitaria resultante.
En lo que parecían estar de acuerdo todos los miembros de la profesión era en la
necesidad de dar carpetazo a las Brigadas Sanitarias Insulares, auténtico foco de
discordia entre ellos. No funcionaron bien, si alguna vez lo hicieron, dada la corte-
dad de su periplo histórico y administrativo.
Los grandes problemas de la enfermedad en Canarias han sido, obviando el ori-
gen morbífico (la etiopatología), el diagnóstico fiable y la ausencia de recursos para
atajarla. Lo primero pertenece a la esfera puramente médica y lo segundo deviene
en principal asunto de la administración envuelta en estos menesteres. Acertar con
el mal obliga a la medicina a seguir unos pasos en el escrutinio de la afección, que
no pueden ser alterados en modo alguno sino es comprometiendo el mismo acto
médico. De suerte que la labor individual de un galeno debe estar regida y contro-
lada por un procedimiento de referencia, llámese instancia de cuidado epidemioló-
gico o inspección sanitaria. En aquellos años, estas directrices se conocían a la per-
fección, e incluso se enseñaban en las facultades de Medicina de las diferentes
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universidades españolas. No había, en este sentido, resquicio a la duda o al arbitrio
personal. Otra cosa, como puede pensarse, vendría dada por la práctica profesional.
Este preámbulo viene a cuento del sumario de varios ejemplares de La Medicina
Canaria que hacen hincapié precisamente en la siguiente tripleta: urgencia de un
correcto diagnóstico, el apoyo de una inspección exigente con el servicio y la
correspondiente tasa de recursos administrativos y, sobre todo, materiales.
En casi todos los ejemplares de 1926 y 1927 —los números 34, 39, 43 y 49 de
los conservados—, hay una explícita referencia a la tuberculosis y su análisis con-
cienzudo desde las más diversas ópticas23.Por ejemplo, Juan Rodríguez López, en
el nº. 34 (1926), abre la breve serie con un clarividente “La tuberculosis en Cana-
rias. Necesidad de adoptar medidas de previsión y defensa”24.Pese a la regionali-
dad de su título, en realidad los datos que ofrece se toman de las instalaciones hos-
pitalarias de Santa Cruz de Tenerife. No importa, sin embargo, la muestra sino la
relevancia de lo que allí explica el doctor Rodríguez. Avizoraba la complejidad del
problema, desde sus distintas facetas, y dictaminaba la pulcritud de la diagnosis y
la perentoriedad de medidas higiénicas en todos los ámbitos de la vida social. Vale
la pena reproducir el resumen de su estadillo de cuentas acerca de los infectados
para extraer una mínima visión panorámica25:
“Por término medio existen en el Hospital de Desamparados de esta Capital de
10 a 15 tuberculosos pulmonares, sin contar los enfermos de tuberculosis quirúrgica,
además no es despreciable el número de los que están alojados en los hospitales de
La Laguna y Orotava, todos ellos a cargo de este Cabildo Insular”.
La diana del artículo de Rodríguez es el planteamiento de la carga asistencial y
médica. Redundaba, de este modo, en lo denunciado por los periódicos de la época,
que teñían de negras sombras la realidad. No obstante, la quiebra epidémica estaba
ahí, enquistándose paulatinamente en el medio insular.Especialmente, en la ciudad
de Las Palmas de Gran Canaria, como se reconoce en otro artículo incluido en el
mismo número 34 de La Medicina Canaria,debido al Dr. Enrique Pedraza Vivan-
co26.En él, se acomete un análisis, sosegado pero crítico, de la situación:
“(...) y vemos la tuberculosis prosperar de una manera alarmante.
Las estadísticas no expresan la realidad, son incompletas y no puede uno fiarse
en lo que dicen; la cifra de tuberculosos es grande. En Las Palmas según expresión
de los médicos que ejercen, el 20 ó el 25% o más de los enfermos que acuden a las
consultas son tuberculosos. ¿Ocurre otro tanto en Tenerife? No lo parece, pero tal vez
no se esté muy lejos de ese número”27.
Juan Francisco Martín del Castillo La prensa médica en Canarias: la revista La medicina canaria...
23 Un estudio global sobre la tuberculosis en suelo español (peninsular,preferentemente) es el que se
halla en la tesis doctoral de MOLERO, J. (1989) Historia social de la tuberculosis en España (1889-1936).
Granada, Universidad de Granada.
24 La Medicina Canaria,34 (1926), pp. 1-7.
25 Ibidem., p. 7.
26 “La tuberculosis en Canarias. Canarias como estancia para los tuberculosos”, La Medicina Canaria,
34 (1926), pp. 17-24.
27 Ibidem., p. 23.
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El resto de los números de La Medicina Canaria,relativos a la tuberculosis, está
compuesto de contribuciones parciales a un aspecto concreto de la variedad tubercu-
losa28 o, lo que suele ser mucho más habitual, a la presentación de una terapéutica
especial para la enfermedad29.Conectado con esto, aunque no lo parezca de primeras,
se hallan los editoriales o sueltos de los diarios, que recuerdan sin tapujos los óbitos
habidos y las causantes obrantes del fallecimiento. El Diario de Las Palmas,mucho
más que La Provincia,alo largo de 1926 y 1927, surte a los lectores con informacio-
nes varias sobre la tuberculosis30,en ocasiones entremezcladas con el anuncio de la
introducción de espectaculares cambios en la sanidad pública31.Detalla el menoscabo
social que produce la enfermedad, la segregación correspondiente y la naturaleza y
síntomas de las diversas clases de tuberculosos; en fin, aprecia en el mal una impor-
tante materia de atención social32.Sin embargo, también describe los condicionantes
que operan en el estallido epidemiológico de la tuberculosis: las insalubres condicio-
nes de habitabilidad de las viviendas, específicamente, en los sectores desfavorecidos
de los arrabales portuarios33;la falta de higiene personal y urbana; el agua de abasto
ysu repercusión en la salud general, y la desidia administrativa en todo ello.
La Medicina Canaria,como órgano profesional, es un altavoz de la demanda
terapéutica y, en esta dirección, recoge la unanimidad del tramo médico en paliar
semejantes coadyuvantes de la enfermedad. Una correcta higienización, tanto indi-
vidual como colectiva, sobre la base de la iteración del mensaje en las conciencias
de los ciudadanos hará menos gravosa la infección. Periódicos y revista, el Diario
de Las Palmas yLa Medicina Canaria van de la mano por este sendero.
El número extraordinario de 1928, consignado con el 52, reúne ciertas caracterís-
ticas que lo hacen interesante y atractivo al historiador de la medicina, en particular,
y al de las instituciones sociales, en el caso general. Con profusión de material gráfi-
co, incluidas espléndidas reproducciones fotográficas del Laboratorio de Análisis
Médicos yrepresentaciones caricaturescas del todo benévolas con el doctor Castelo,
resulta ser un especial informe sobre el citado centro analítico, radicado en la ciudad
santacrucera (en la Plaza de 25 de julio, número 5, para ser exactos). La intención, en
absoluto oculta al lector,es presentar la obra, sus fines médico-terapéuticos y,por
supuesto, al hacedor de la empresa. Asu través, hacemos cabal cuenta de la altura de
Juan Francisco Martín del Castillo La prensa médica en Canarias: la revista La medicina canaria...
28 FERRÁN, J. (1926) “Las mutaciones bacilares en lo que afectan a la Etiología, la Patogenia, la Pro-
filaxis y la Terapéutica de las Infecciones Pretuberculosas y a la Tuberculosis”. La Medicina Canaria,34,
pp. 14-17.
29 Véanse: FERNÁNDEZ PIÑEIRO, Manuel (1926) “La calciterapia en la tuberculosis”. La Medicina
Canaria,39,8-14; CALMETTE, Prof. (1927) “Estado actual de nuestros conocimientos sobre la vacunación
antituberculosa”. La Medicina Canaria,43,19-24; SERRANO, Emilio (1927) “Resultados del tratamiento de
la Sanocrisina en la tuberculosis pleuro-pulmonar”. La Medicina Canaria,49,12-18; PAMIES BONET, Luis
(1929) “Nueva Quimioterapia sobre la tuberculosis. Saponifimia”. La Medicina Canaria,68, 11-20.
30 Por ejemplo, el artículo “Obra social y humanitaria. Campaña contra la tuberculosis”. Diario de Las
Palmas,nº. 13.132, del viernes, 18 de febrero de 1927.
31 “El Instituto de Higiene y los beneficios del nuevo régimen sanitario”. Diario de Las Palmas, nº.
12.960, del sábado, 24 de julio de 1926.
32 “La cuestión higiénico-sanitaria”. Diario de Las Palmas,nº. 12.981, del miércoles, 18 de agosto de
1926.
33 “Inspección sanitaria de viviendas”. Diario de Las Palmas,nº. 12.996, del martes, 7 de septiembre
de 1926.
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la figura de este médico en el tejido social de la capital canaria, además comprende-
mos, de otra latitud, la fuente de sus caudales de financiación de instrumentos tales
como La Medicina Canaria.En un orden más específico, el índice distribuye una
espaciada nómina de colaboradores, algunos muy cercanos al fundador —incluso el
mismo34—, que resaltan en sus artículos o notas este o aquel aspecto del Laborato-
rio de Análisis Médicos,desde la acabada factura de la composición arquitectónica
hasta los detalles de las pruebas de ayuda al diagnóstico que se ofrecen en el recinto.
Merced a las láminas fotográficas, aparece en todo su esplendor el edificio.
Los laboratorios del archipiélago, de aquella época, eran escasos y de material
reducido, aunque suficiente para sus cometidos. Los públicos, por hablar de los más
estudiados hasta la fecha35,eran dependientes de la corporación municipal o la
cabildicia y habían sido improvisados a principios de la centuria, si bien con un
entusiasmo digno de elogio. A su frente, trabajaba personal competente y deseoso
de allegar progreso a la ciudad y a la sanidad en general. Por lo regular,farmacéu-
ticos o ingenieros industriales de la rama química, como en el caso del de Las Pal-
mas de Gran Canaria. La referencia de la que damos cuenta es el Laboratorio Quí-
mico Municipal (1904-1910), precedente del Laboratorio Municipal de Higiene,
del que era valedor, en una de sus secciones, el ya nombrado García Ibáñez. Estos
establecimientos, desde su pronta creación y rápida instalación (1904)36,aveces se
veían envueltos en curiosas polémicas, no deseables en este tipo de institutos sani-
tarios. Por esta razón, habían de recurrir en raras ocasiones a laboratorios foráneos
o, lo más habitual, a instituciones peninsulares de reconocido prestigio, que actua-
ban como centros de control en todo el territorio. El Instituto Alfonso XIII fue, en
este sentido, un eficaz contraste de la labor de los laboratorios canarios, como tam-
bién lo fue, pero a más distancia, el Laboratorio Químico Municipal de Madrid, al
que hubo de dirigirse en varias oportunidades la autoridad municipal en busca de
apoyo a los dictámenes de los laboratorios de su competencia.
Los laboratorios privados existían, por supuesto, mas la recurrencia a sus análi-
sis en modo alguno es comparable a la de sus semejantes de la administración públi-
ca. Sin embargo, es detectable que, en los tiempos de ausencia de un servicio muni-
cipal establecido, el propio Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, y en
materia de abasto de agua o de control bromatológico, echaba mano de la expe-
riencia del sector privado37.Por lo demás, este tipo de centros acoge en su interior
un auténtico arsenal de medios, según el nivel económico de su fundador o la socie-
dad que lo sufraga, que dista bastante de las posibilidades de un servicio público.
En concreto, poseían un instrumental capaz de tomar microfotografías de los culti-
vos realizados al objeto de explicitar o detallar con la mejor evidencia posible la
calidad de los resultados arrojados por la analítica particular. El Laboratorio de
Juan Francisco Martín del Castillo La prensa médica en Canarias: la revista La medicina canaria...
34 CASTELO GÓMEZ, Ricardo (1928) “Laboratorio de Análisis Médico. Instrucciones para la recogi-
da de productos patológicos destinados al análisis, y su remisión al Laboratorio”. La Medicina Canaria,52,
pp. 11-23.
35 Cf. MARTÍN DEL CASTILLO, Juan Francisco (1996) Los primeros laboratorios de Las Palmas
(1904-1926). (Una aproximación).Las Palmas de Gran Canaria, Ayuntamiento.
36 MARTÍN DEL CASTILLO, Juan Francisco (1995) “Una noticia histórica: La inauguración del
Laboratorio Químico Municipal de Las Palmas (1904)”. Aguayro,212,pp. 12-15.
37 Cf. MARTÍN DEL CASTILLO (1996) Los primeros laboratorios...,op. cit.
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Análisis Médicos del Dr. Ricardo Castelo es de estos últimos; incluso la rotulación
prefigura que los tipos de analítica a realizar en el edificio superan lo verificado con
anterioridad. De esta suerte, el primer gran problema de la enfermedad canaria, ya
apuntado, i. e. la diagnosis correcta del mal, constituye la inquebrantable apuesta
del bacteriólogo y, no hay que olvidar, el también Director de Sanidad Exterior.
En sí, pues, este número extraordinario se revela como una fuente histórica de
indudable valor. Si dejamos, como debe hacerse en la verdadera ciencia, el tono
hagiográfico hacia Castelo en un margen, brillará uno de los puntos culminantes de
la medicina canaria de principios del siglo XX. A saber, la institucionalización, pri-
vada o pública, de los servicios de ayuda y apoyo al diagnóstico médico. Una lagu-
na que, poco a poco, va cubriéndose en la historiografía regional.
TABLA N.º II
ESTADÍSTICA DE ANALÍTICAS DEL LABORATORIO DE ANÁLISIS MÉDICOS38
Año Número
1923 199
1924 681
1925 1012
1926 1071
1927 1196
Los números de La Medicina Canaria que siguen al 52 son de diferente índole,
cada uno con un interés específico y al que habremos de ceñir el comentario histó-
rico. La serie documental, como queda ya expuesto, es parca y selecta, no por
manos expertas sino por el paso de los años, de ahí que la temática se presente des-
ordenada porque así lo está la fuente. De 1929 hasta 1931 corren los ejemplares, en
un tiempo controvertido de la política española, con un cambio de régimen en cier-
nes. La dinámica médica y sanitaria de la II República ha merecido importantes
estudios39 que ponen de relieve, en primer lugar, la corriente normativa estataliza-
dora que asiste a la mayoría de los fenómenos acaecidos en el sector y, en segundo
plano, la improvisada matriz de muchos proyectos que nacieron abocados al peor
de los destinos. Los ejemplos podrían citarse por decenas, no obstante el provisio-
nal desarrollo de los Institutos de Higiene ya enfatiza el juicio40.Fue muy desigual
el acatamiento normativo al respecto, pues dependía de la voluntad local y el com-
Juan Francisco Martín del Castillo La prensa médica en Canarias: la revista La medicina canaria...
38 Fuente: “Estadísticas de los análisis hechos en el Laboratorio del Dr. Castelo”. La Medicina Cana-
ria,52 (1928), pp. 9-10.
39 Una investigación de conjunto, que engloba los diferentes sistemas de salud a lo largo de la historia
española, es la de MUÑOZ MACHADO, S. (1995) La formación y la crisis de los servicios sanitarios públi-
cos.Madrid, Alianza Ed.
40 Una breve pincelada histórica al Instituto Provincial de Higiene de las Canarias Orientales puede
encontrarse en RAMÍREZ MUÑOZ, Manuel (1995) Historia del Cabildo Insular de Gran Canaria (1913-
1936).Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, pp. 441-443.
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promiso administrativo contraído y, por descontado, no dejando para el último lugar
el componente individual en semejantes lides. En Canarias, al menos para el grupo
oriental, la aventura comenzó de buenas por el empeño del Inspector de Sanidad,
don Antonio Ortiz de Landázuri, que presionó lo indecible cerca de las institucio-
nes públicas, competentes en la materia, para llevar a término la obra.
Todo lo anterior encuentra reflejo y acomodo en las páginas de La Medicina
Canaria,quizás de una manera menos crítica, o tal vez más distanciada, puesto que
ella misma es el vocero de un sector de la profesión ante los hechos que habían de
sucederse.
INDICE TEMÁTICO DE ARTÍCULOS DE LA MEDICINA CANARIA (1925-1931)
Juan Francisco Martín del Castillo La prensa médica en Canarias: la revista La medicina canaria...
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(Elaboración Propia)
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Tabla N.º III
CORRESPONDENCIAS DE MAYÚSCULAS DEL ÍNDICE TEMÁTICO DE LA MEDICINA CANARIA
A=BIOGRAFÍA G = ENDOCRINOLOGÍA M = MEDICAMENTO S = VACUNA
B = CÁNCER H = FEBRÍCULA N = PEDIATRÍA
C=CLIMA I = GESTIÓN SANITARIA O = SISTEMA NERVIOSO
D = COLEGIACIÓN J = HISTORIA P = TERAPIA
E=DERMATOLOGÍA K = LABORATORIO Q = TIFUS
F=DROGADICCIÓN L = LEPRA R = TUBERCULOSIS
El número 68 de la publicación, editado en 1929, contiene artículos de variada
temática e intensidad. Sin embargo, lo que distingue al común de ellos no es el
asunto material discutido y argumentado por el autor sino la corriente personalista
que los clarea. Es un momento muy importante de la ciencia médica en España,
cuando algunos hombres significados pusieron a la profesión en un lugar cercano al
tan deseado de la patria de los maestros. La medicina abrazaba una edad de la ino-
cencia en la que el esfuerzo y el tesón eran las únicas herramientas para granjearse
un destino en la vida. Por esta razón, las investigaciones de aquella época son hoy
el recuerdo de una actitud heroica, pionera en todos los sentidos, y de insobornable
compromiso individual. Este preámbulo tiene un sentido cierto al hacer examen a
la autoría de los textos reproducidos por La Medicina Canaria.Hay un primero, fir-
mado por el prestigioso psicólogo infantil, Enrique Suñer y Ordóñez, intitulado
“Notas médico-psicológicas sobre educación infantil”41,que informa prontamente
de sus contenidos pero que también detalla la línea programática de las pesquisas
investigadoras de un reducido y selecto grupo de médicos y pedagogos por explicar
el desarrollo infantojuvenil y los conflictos y problemáticas que asaltan a los meno-
res en edad escolar. Fue un tópico, por ejemplo, en Antonio Vallejo Nágera (1889-
1960), al que se debe una obra con ese perfil42,yque, de esta manera, confirma la
preocupación existente en el medio médico y psicológico por avanzar en el estudio
de estrategias eficaces en el manejo de los “niños difíciles”, así como en la defini-
ción de las etapas del crecimiento intelectual.
La Medicina Canaria no se resiste a dejar atrás las cuestiones de actualidad en
los inicios de la década de los 30. Bien poco hacía que Paul Ehrlich (1854-1915)
había puesto en juego la “bala mágica” química (1910) como instrumento preciso y
necesario para el tratamiento etiológico de ciertas enfermedades históricas (el sal-
varsán para la neurosífilis)43,yya la revista insertaba en sus sumarios ejemplos
prácticos de la herramienta del Nobel alemán. Luis Pamies Bonet presenta, en el
ejemplar antedicho, una exhaustiva información acerca de la “Nueva Quimiotera-
pia sobre la tuberculosis. Saponifimia”44,que no desmayaba en el interés de poner
Juan Francisco Martín del Castillo La prensa médica en Canarias: la revista La medicina canaria...
41 La Medicina Canaria,68 (1929), pp. 1-10.
42 VALLEJO NÁGERA, Antonio (1934) El problema de los niños difíciles.Madrid, Vacas, 45 pp.
43 Cf. STERN, Fritz (2003) El mundo de Einstein. La promesa de una cultura.Barcelona, Paidós, p. 39.
44 La Medicina Canaria,68 (1929), pp. 11-20.
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al alcance de la mayor parte de la profesión una técnica innovadora y no exenta,
dicho sea de paso, de un rigor científico exquisito. Pamies abunda en los beneficios
de la “mineralización artificial” que tal proceder médico rinde en los depauperados
por el mal tísico. Arma un texto denso, prolijo en ocasiones, no obstante evidencia
la continua actualización temática de los índices de la revista. Además, supone un
útil contrapunto a los artículos sobre la tuberculosis aparecidos en La Medicina
Canaria,habida cuenta que la noticia ofrece una peculiar visión de los tratamientos
tradicionales, sin desdeñarlos en absoluto.
No menos relevante, y actualísimo en días de ausencia de un conocimiento exac-
to del origen de muchos males, pese a la práctica paliativa de los galenos, resulta la
contribución del dermatólogo José Sánchez-Covisa. “El problema social de la Lepra
en España”45 rompía bastantes barreras al respecto, no siendo las profesionales las
últimas precisamente. Entre 1920 y 1950 se produce en suelo español una decisiva
reconsideración del conflicto asistencial planteado por los leprosos46,que iba de la
mano de una pertinaz aceleración de los componentes actitudinales de los médicos
empleados en su tratamiento. Es decir, la dermatología, rama de la medicina que por
entonces escondía enfermedades secretas (venéreas) o socialmente nefandas47,
torna ahora a un primer plano, desprovista de la añeja cubierta de medrosos e hipó-
critas. Sánchez-Covisa emprende con este breve ensayo, y otros de mayor fuste48,
la cruzada de la denuncia social y la aventura de la medicina entregada a la resolu-
ción de males enquistados en el alma popular.No estaba solo en el trance, porque
en Canarias la lepra ha tenido una larga historia49.Pero, ciñéndonos al tiempo his-
tórico, el Diario de Las Palmas constata en fecha temprana (enero de 192750), que
la ciudad está en el camino de entender que el problema social de la enfermedad no
es muy diferente de un mal a otro. Sean locos de atar o leprosos, la asistencia debe
unificarse bajo un mismo criterio práctico. Así lo supo captar también el doctor
Ángel Vinuesa Álvarez, en el sector occidental del archipiélago, elaborando una
meritoria Lepra: guía-resumen de diagnóstico y profilaxis (1939)51,que anticipaba
un definitivo Bases para un proyecto de sanatorio-leprosería en Tenerife (1942)52.
Muestra todo ello del espectacular desarrollo de la especialidad dermatológica en
España y aun en las islas, aunque no tanto como de la proliferación de la vertiente
social e higiénica de la medicina moderna.
Juan Francisco Martín del Castillo La prensa médica en Canarias: la revista La medicina canaria...
45 Ibidem,pp. 23-26.
46 Véase al respecto la tesis doctoral de SÁNCHEZ GARCÍA, R. (1992) La lepra en España en la pri-
mera mitad del siglo XX.Madrid, UCM.
47 Cf. CASTEJÓN,R. (1995) De la higiene de la prostitución a la lucha antivenérea: enfermedades
venéreas y medicina social en España (1868-1936).Granada, Universidad de Granada [tesis doctoral].
48 Por ejemplo: SÁNCHEZ-COVISA, José (1932) Modernos estudios sobre dermosifiliografía.
Madrid, Javier Morata; SÁNCHEZ-COVISA, J. y BEJARANO, Julio (1936) Elementos de dermatología.
Madrid, Unión Poligráfica.
49 GYORKO GYORKOS, Carlos Alejandro de (1952) La lepra en el archipiélago canario: datos his-
tóricos y su distribución geográfica.Las Palmas de Gran Canaria, s. n.
50 “La Leprosería y el Manicomio”. Diario de Las Palmas,nº. 13.100, del miércoles, 12 de enero de
1927.
51 Santa Cruz de Tenerife, Imprenta Católica, 110 pp.
52 Madrid, Junta Central Consultiva contra la Lepra, 43 pp.
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El número 70 (1929) de La Medicina Canaria continúa la progresión temática
del anterior, redoblando el ansia por acercar al médico insular a las novedades de
los tratamientos punteros. Llegado el punto, el Consejo de Redacción no duda en
reproducir íntegramente investigaciones editadas por publicaciones de carácter ofi-
cial. Así sucede con el artículo de José Codina Suqué, “Cultivo del bacilo de Koch
directamente del esputo”53,aparecido en origen en el Boletín Técnico de la Direc-
ción General de Sanidad.En este caso, se nota la mano de Castelo en la elección
del artículo, ya que afecta a su disciplina profesional. Recoge, por lo demás, una
estrategia de laboratorio que pudiera ser copiada en cualquier establecimiento míni-
mamente equipado, al objeto de obtener una prueba diagnóstica fiable y certera.
Conecta, en suma, con las directrices del propio Laboratorio de Análisis Médicos,
dispuestos en el número 52 de la revista. Por si fuera poco, empuja al facultativo a
una escrupulosa toma de fluidos biológicos, no siempre bien recibida entre los
médicos de a pie.
El Dr. Jesús Marín también reflexiona en un ambicioso ensayo clínico sobre el
“Juicio crítico de las experiencias positivas del método Asuero”54;una investigación
contemporánea en defensa de una praxis, en principio cuestionada, pero que sirve de
alivio sintomático de los rigores del reúma y la parálisis. La verdad sea dicha, La
Medicina Canaria aboga por la especialización creciente de las áreas médicas y no
oculta su beligerancia en determinadas polémicas entre los investigadores del
momento, sean nacionales o extranjeros. Quizá la argumentación de Marín mani-
fieste esta tensión en el interior de la revista, que no es del todo ajena a la profesión,
tomada en sentido amplio. En fin, el artículo culmina con la siguiente capitulación:
“La aportación científica del Dr. Asuero, en el progreso de la ciencia médica, es
evidente, en su valor paliativo heroico en los trastornos motores del reumatismo y
parálisis de forma cortical o de simple inhibición nuclear extrapiramidal, así como
también en algunas algias”55.
De los dos números que restan de la serie conservada, el 88 (1930) y el 89
(1931), el más importante es el último. En un tiempo prebélico, La Medicina Cana-
ria,completamente distanciada de los vaivenes sociopolíticos en el candelero nacio-
nal, reproduce sendos artículos de Mouriz y Riego y de A. Vallejo Nágera y Gonzá-
lez Pinto. De procedencia distinta, la monografía de Mouriz atendía al ideal
uniformador de la farmacopea. En concreto, “Unificaciones en la determinación de
la actividad terapéutica de los medicamentos”56 solicitaba la atención del lector por-
que propugnaba un criterio solidariamente compartido hacia la acción terápica de
las drogas, entendiendo por tal la conjunción de pareceres acerca del cómo funcio-
na el elemento activo del medicamento en el interior del organismo. Se comprende
que los clínicos todavía desconocían, en su total dimensión fisiológica y fisicoquí-
Juan Francisco Martín del Castillo La prensa médica en Canarias: la revista La medicina canaria...
53 La Medicina Canaria,70 (1929), pp. 24-27.
54 Ibidem,pp. 14-18.
55 Ibidem, p. 18.
56 La Medicina Canaria,89 (1931), pp. 3-5.
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mica, las prestaciones de los agentes curativos. No extraña, por tanto, que en esas
circunstancias tuvieran pleno éxito las investigaciones acometidas por el grupo del
Laboratorio de Fisiología de la Residencia de Estudiantes (Madrid), dirigido por el
Dr. Negrín, y las de Augusto Pi y Sunyer en Barcelona bajo ese mismo prisma de
interés57.La realidad es que, artículos como el citado, ponen de manifiesto los pro-
legómenos de un desarrollo posterior, tristemente truncado por la contienda civil del
36, y que frustró voluntades e iniciativas en un campo puntero de la ciencia médi-
ca como era la biología molecular.
Vallejo Nágera y González Pinto son de sobra conocidos por su notable partici-
pación en la consolidación de la psiquiatría española. Sobre todo, Vallejo, que ter-
minó por dar una impronta cierta a sucesivas generaciones de neuropsiquiatras58. Su
investigación, la aparecida en La Medicina Canaria,es una arista más de sus currí-
cula respectivos. Con ella ganaron un certamen convocado por el Colegio de Médi-
cos en Tenerife y, por ese motivo, recibe el honor de reproducirse en la publicación
seriada. La temática casi logra despistar sobre el grueso de lo investigado, especial-
mente por Vallejo, en aquellos años59.“Piretoterapia en las enfermedades del siste-
ma nervioso”60 es un curioso procedimiento clínico y una audaz propuesta paliativa.
Ambos factores no son extraños a la práctica psiquiátrica anterior a la década de los
50. Por aquel entonces, se ensayaban medidas de choque contra el mal nervioso,
incluso maniobras luego tildadas de crueles con la personalidad del paciente. Por
ejemplo, la inducción del coma diabético (insulinoterapia)61,uotras parecidas, fue-
ron descritas por Vallejo y en un tono positivo hacia los resultados obtenidos62.De
ahí a sostener la bonanza del calor en el alivio nervioso no hay excesivo trecho. Sin
embargo, por encima de las consideraciones clínicas e históricas de los avances pro-
puestos en el artículo, lo sobresaliente es que La Medicina Canaria había adquirido
tan gran prestigio en el sector que los investigadores señeros de la ciencia española
no ahorraban por acudir a sus planas. Ahí radica el verdadero éxito del tesón de Cas-
telo por atraer a lo más granado de la medicina nacional.
En reducida cuenta, los nombres de Vallejo Nágera y González Pinto, por sí
solos, testimonian el alcance logrado por La Medicina Canaria.Amén de que su
contribución procede de un original, de una monografía ex profeso,yno de una
glosa a algo ya publicado. Tal vez la mejor ofrenda que se podía hacer a una revis-
ta de la periferia científica, que, de este modo, dejaba de serlo.
Juan Francisco Martín del Castillo La prensa médica en Canarias: la revista La medicina canaria...
57 Cf. ALBARRACÍN TEULÓN, Agustín (1988) “Las ciencias biomédicas en España, de 1800 a
1936”, In José Manuel Sánchez Ron (ed.), Ciencia y sociedad en España: de la Ilustración a la Guerra
Civil.Madrid, El Arquero/CSIC, pp. 143-155.
58 Cf. HUERTAS,Rafael (2002) Los médicos de la mente. De la neurología al psicoanálisis.Madrid,
Nivola Eds., p. 110 y ss.
59 Nos referimos a la malarioterapia. Véase como muestra: VALLEJO NÁGERA, A. y GONZÁLEZ
PINTO, R. (1927) Nuestra experiencia clínica sobre la malarioterapia de la parálisis general progresiva: I
comunicación.Madrid, Imprenta del sucesor de Enrique Teodoro, 84 pp.
60 La Medicina Canaria,89 (1931), pp. 5-7.
61 Cf. PORTER, Roy (2003) Breve historia de la locura.Madrid, Turner y Fondo de Cultura Económi-
ca, p. 189.
62 Cf. VALLEJO NÁGERA, Antonio (1944-5) Tratado de Psiquiatría.Barcelona, Salvat, 3 vol.
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TABLA N.º IV
NÓMINA DE COLABORADORES DE LAMEDICINA CANARIA (1923-1931)
(Por orden alfabético. Elaboración Propia)
Enrique Álvarez Sainz de Aja
José Blanc Fortacín
Leopoldo Bard (Argentina)
F. Bécares
Antonio Bencomo Macía
Nicolás Calvín
Profesor Calmette
Alejandro Domínguez Martín
Fidel Fernández Martínez
José Ferrán
Ángel Ferrer Cagigal
Manuel Fernández Piñeiro
Ausgusto Gutiérrez Gamero
Rodrigo González Pinto
Victoriano Lenzano Meiras
Gregorio Marañón Posadillo
Jesús Marín
Luis Millares Cubas
José Mouriz y Riego
Luis Pamies Bonet
Enrique Pedraza Vivanco
Benito Pérez Armas
A. Pisaca
Gustavo Pittaluga
Jorge Ramón Fañanás
Juan Rodríguez López
Carlos Rubio de la Torre
José Sánchez-Covisa
Luis Sayé
Emilio Serrano
J. Souto Beavis
Enrique Súñer y Ordóñez
Antonio G. Tapia
B. Valle García
A. Vallejo Nájera (sic)
Dr.Ruiz Vázquez
José Verdes Montenegro
Adolfo Vila
Pedro Zappino
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CONCLUSIÓN
La Medicina Canaria fue un medio de comunicación y de actualización entre los
facultativos canarios en un período de aparente calma sociopolítica. No era la única
en el sector, puesto que existieron otras, aunque no obtuvieron el beneplácito del
tiempo y sucumbieron a su paso (por ejemplo, Práctica Médica yAnales Canarios
de Medicina y Cirugía,ambas dirigidas por el impar Juan Bosch Millares). Sin
embargo, allí donde el fracaso hizo de las suyas, La Medicina Canaria alcanzó a
cumplir las promesas de los editores. De éstos, cabe recordar al fundador, el Dr.
Ricardo Castelo, que aglutinó en torno a la obra a un ramillete de colaboradores que
hicieron de trampolín de la publicación.
De lo visto hasta aquí, necesariamente parcial por lo conservado, se obtienen
varias sensaciones históricas con respecto a la prensa científica en Canarias, o, por
lo menos, en lo que atañe a La Medicina Canaria.El empeño personal y el indivi-
dualismo de la aventura editorial no sería la menor de aquéllas. Júzguese el porve-
nir de la revista sin el concurso de su alma mater ypronto se verá la nulidad de la
empresa. Como segundo sentir, se impone la evidencia de la publicidad fármaco-
médica como método de financiación económica del proyecto. Esto por suerte lo
supo comprender a las primeras de cambio el Dr. Castelo, y hoy, por lo demás, es
una práctica universal en las publicaciones internacionales del ramo. Tal sagacidad
granjeó una larga vida, en términos comparativos, a La Medicina Canaria.No obs-
tante, y como tercera sensación, ello no empecía el criterio del Consejo de Redac-
ción, puesto que de los sumarios de la revista se desprende, muy al contrario, que
la publicación logró hacerse un hueco entre las de su condición, mostrando dina-
mismo y actualidad en los artículos y monografías.
El cuarto y último sentimiento sobre La Medicina Canaria es que el juicio que
pueda realizarse de la prensa científica en Canarias todavía está muy lejano de apro-
ximarse a la concreción histórica. La ausencia de estudios serios y fiables de las edi-
ciones seriadas, o incluso el propio conocimiento de su existencia material, obliga
auna cautela añadida en el manejo de la generalización científica63.
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