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La Tríada de Wing y los vectores de la Electronalidad: hacia una nueva
concepción sobre el Autismo.
Ernesto Reaño
www.eita.pe
Luego de veinte años (refiriéndose al DSM) pienso que deberíamos
volver a ver esta pila de diagnósticos y decir, “esto es basura”. Entonces
tal como lo veo, tendremos una opción. Podemos esperar veinte años y
muchas más ediciones del DSM antes de empezar a limpiar este desastre.
O podemos tomar la delantera de los recursos tecnológicos que empiezan
a estar disponibles y comenzar la fase tres ahora mismo.
Temple Grandin, The autistic brain, 2014
En 1979, en su estudio con Gould, Lorna Wing estableció una primera configuración
diagnóstica sumamente distinta a los listados existentes desde la iniciática descripción
de Kanner en 1943. Se trataba de una tríada de “dificultades” que se encontraría a la
base de aquello que llamó el Espectro (o continuo) del Autismo:
(Imagen extraída de: http://www.autismasperger.net/intro.htm)
Estos conjuntos se agrupaban de la siguiente manera y su intersección daría el eje
diagnóstico:
A. Comunicación: dificultades en la comunicación verbal y no verbal.
B. Relaciones sociales: dificultades en la reciprocidad social.
C. Intereses: patrones repetitivos en las actividades elegidas y en los temas de
interés.
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El DSM es el manual de diagnóstico de la Asociación Psiquiátrica Americana. Para su
cuarta versión, el DSM – IV, utilizó con nitidez esta tríada. Una diferencia, empero,
saltaba a la vista: no se enfatizaba en el carácter de “espectro” sino en la posición
paradigmática que se encontraría al interior del continuo autista. Esto dirigía al
diagnosticador, como en un menú, a escoger según los rasgos que prevalecían en las
categorías creadas al interior de lo que se dio en llamar “Transtorno Generalizado del
Desarrollo” (Autismo, Síndrome de Asperger, Síndrome de Rett, Trastorno
Desintegrativo Infantil, Transtorno Generalizado del Desarrollo no especificado).
Poco se avanzó con la nueva edición del DSM en su quinta versión. Si bien, se recoge la
idea de “espectro” (cambiándose el nombre de “Trastornos Generalizados del
Desarrollo” por el de “Trastornos del Espectro Autista), no se hace sino para establecer,
de manera análoga al DSM - IV, un rango según la severidad (quién requeriría de más
apoyo) o la levedad (quién puede integrarse o “incluirse” mejor a los entornos
neurotípicos). Esta escala va del 1 al 3.
La antigua tríada se convierte en un modelo diádico (A y B integran):
1. Déficits persistentes en la comunicación social y en la interacción social.
2. Patrones repetitivos y persistentes en cuanto a la conducta, los intereses o las
actividades.
La primera dificultad, al transformarse en díada, se da, tal como subraya Grandin, al
separar tajantemente la conducta de lo “social”.
Sabemos que la interacción social cubre los saberes concernientes a la conducta no-
verbal cuando interactuamos (contacto visual, sonreír, etc.). Por otro lado, la
comunicación social implica la capacidad de dialogar (compartir ideas, intereses, etc.).
Así, ¿es posible afirmar que las dificultades en las comunicación social y en la
interacción social provienen de un mismo dominio?
Aseverar esto significaría equiparar, por ejemplo, dentro de lo que llamamos “Trastorno
Específico del Lenguaje” (Specific Language Impairment), la dificultad para acceder a
un vocabulario vasto y al dominio de la gramática y de la sintaxis (en el subtipo
fonológico-sintáctico) con los problemas específicos de prosodia y la dificultad de
entender las reglas conversacionales (trastorno pragmático del lenguaje).
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Grandin objeta que la cognición social (en su variante de ser conscientes de “algo”
social) y la mecánica del lenguaje están cercanas, neurológicamente hablando. Y en este
punto debemos diferir.
Desde los inicios de la lingüística, como ciencia de los signos, sabemos que el lenguaje
es un acto social y, como tal, indesligable de los procesos que involucran. Todos ellos a
la base de la interacción entre los seres humanos. Como señalan Biondi y Zapata “la
sintaxis es –aun ella misma y como arjé- el grado cero de la semántica”: no se puede
hablar de lenguaje sin trascender a sus esferas semánticas y de uso, dadas,
esencialmente, por la cultura.
En mi experiencia en la intervención con personas que presentan “Trastorno Específico
del Lenguaje” nunca he apreciado esa “especificidad” en las dificultades para articular
el lenguaje que no involucren otros procesos cognitivos. Esta “especificidad” es
heredada de la ya caduca idea chomskiana de que el lenguaje funcionaría como un
módulo separado del resto de los procesos cognitivos del cerebro-mente. La
investigación y la experiencia demuestran que basta la existencia de una dificultad en un
área del lenguaje para que otros procesos, entre ellos los que implican el procesamiento
de la cognición social, se vean alterados en su función típica (como ya habían señalado
Jakobson y luego Luria, por cierto).
Díadas, tríadas… La pregunta pertinente sería: ¿Quién y cómo se diseñan los manuales
diagnósticos en lo que respecta al Autismo?
No existen manuales específicos para realizar el diagnóstico de Autismo que no
dependan de otros. Así, tenemos al CIE – 10 (de la Organización Mundial de la Salud)
donde un apartado menciona los criterios necesarios para dar este tipo de diagnóstico.
De otro lado, tenemos al DSM 5, ya mencionado. Los encargados de elaborar los
criterios –por otra parte- suelen ser psiquiatras “especialistas” en el tema quienes
deciden cuáles son aquéllos válidos y cuáles no.
No es difícil constatar que, a la par con el crecimiento de la industria de los
psicofármacos, los psiquiatras han dejado de buscar las causas para centrarse en los
efectos. Son los “síntomas” los que se busca disminuir vía medicación. Las causas, la
investigación científica (como en neurociencia y genética), ha sido dejada de lado al
momento de elaborar estos criterios diagnósticos.
Justamente de ello hablaba Baron-Cohen en su carta al New York Times del 9 de
noviembre de 2009 cuando ya se preveía la desaparición del diagnóstico para
“Síndrome de Asperger” del DSM 5:
“ (…) También tenemos que ser conscientes de las consecuencias de la eliminación de la
misma. En primer lugar, ¿qué pasa con esas personas y sus familias que esperaron tanto tiempo
para una etiqueta diagnóstica la cual hacía sentido respecto de su perfil ? ¿Tendrán que volver a
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las clínicas para conseguir sus diagnósticos cambiados ? La probabilidad de causarles confusión
y malestar parece un precio alto.
En segundo lugar, la ciencia no ha tenido la oportunidad adecuada para comprobar si hay una
diferencia biológica entre el síndrome de Asperger y el autismo clásico. Mis colegas y yo
publicamos recientemente el primer estudio de genes candidatos del síndrome de Asperger , que
identificó 14 genes asociados con dicha condición.”
2
¿Qué tan cercano, se encuentra, entonces, el saber psiquiátrico del quehacer científico?
Cuál es el aporte de la lingüística y de la semiótica, para nosotros, cuando buscamos
comprender las funciones que articulan la comunicación y el lenguaje en neurotípicos y
Autistas/Asperger?
Frente al cientificismo “silvestre”: hacia una nueva concepción del autismo y su
diagnóstico desde los vectores de la electronalidad:
Si tuviéramos que dar una definición sobre el autismo que fuese satisfactoria con los
datos de la ciencia y con nuestro quehacer (inspirado en gran parte por la obra de Simon
Baron-Cohen), podríamos decir que:
El Autismo es una condición del neurodesarrollo caracterizada por un tipo de
procesamiento atípico: el cerebro-mente de estas personas está más preparado para
sistematizar que para empatizar.
Donde:
Un sistema se define por reglas. Sistematizar implica buscar las reglas por las que se
rige el sistema para poder predecir cómo evolucionará (donde lo más importante es lo
que diferencia a los sistemas entre sí: los celulares: ninguno es igual a otro aunque, por
procesos de categorización, neurotípicamente, asumamos que pertenecen a una misma
clase.)
Empatizar implica reconocer dos elementos:
a) la empatía cognitiva (la “lectura” de los gestos asociados a determinada emoción) y
b) la empatía afectiva (el ajuste a los sentimientos del otro).
Entonces, claramente, las dificultades no están en no “sentir con” el otro sino en
decodificar dichas emociones.
Por ello, si la tarea que deba realizar la persona Autista/Asperger se encuentra asociada
a la capacidad de sistematizar podemos encontrar talento dentro del área específica del
sistema de su interés.
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http://www.nytimes.com/2009/11/10/opinion/10baron-cohen.html
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Si la tarea supone que deba ponerse en marcha los mecanismos de la cognición social
que implican el lado cognitivo de la empatía encontramos dificultades.
Recapitulando y ampliando, las dificultades se centran, tal como las concibe Wing:
a) Comunicación: los sistemas pre-lingüísticos, asociados, sobre todo, a la emergencia
de una escena de atención conjunta suelen no aparecer de la misma manera que en el
desarrollo típico. Sobre éstos se asienta el posterior desarrollo de la comunicación y del
lenguaje (sobre todo las proto-imperativas y las proto-declarativas) y al no “visualizar”
al otro como un agente intencional los derroteros del desarrollo comunicativo serán
divergentes.
b) Relaciones sociales: suele creerse que existe un rechazo a interactuar con el otro. Mas
bien, no hay una adquisición de las habilidades sociales necesarias para establecer
vínculos, dentro de lo que esperamos socialmente. Esto se une al lenguaje (cuando lo
hay) en uso: la incomprensión de la función fática del lenguaje, mantener la
comunicación en contacto.
c) Intereses restringidos: no suponen, en principio, una dificultad pues van unidos a la
capacidad de sistematizar, el gran almacenamiento en la memoria a largo plazo y de
hiperfocalización. Todo ello hace que puedan llegar al nivel de “expertos” en sus temas
predilectos. Nuevamente, la dificultad está en el anclaje con lo social: si la
comunicación no va de acuerdo con sus intereses desaparecerá la necesidad contacto
con el otro.
A esto debemos añadir:
d) Dificultad en la adquisición y despliegue de una “Teoría de la Mente”: es decir, la
capacidad que tenemos para interpretar, intencionalmente, la conducta de los demás.
e) Los sistemas sensoriales: en las personas Autistas/Asperger suele darse una híper o
hipo sensibilidad comparada funcionamiento sensorial típico.
Si el aparato sensorial decodifica los estímulos del mundo de manera diferente, luego, la
percepción (y, evidentemente, la interpretación) del entorno será distinta. Esto es lo que
conocemos como “neurodiversidad”: cerebros cableados de manera diferente procesan
la realidad de manera distinta. El Autismo/Asperger es, entonces, parte de aquélla. Y
esto hace que deba desecharse cualquier intento de “normalización”: ¿quién podría
cablear de manera distinta un aparato neural sin condenarse al fracaso y a la destrucción
del “beneficiado” con la “normalidad”?
Como ya hemos señalado, en un primer esbozo, la teoría de la electronalidad, tal como
la conciben Juan Biondi y Eduardo Zapata, subraya que las nuevas tecnologías
favorecen la diversidad (y la neurodivergencia) frente a la homogeneidad imperante en
la etapa escribal. La cibernética y la computación, favorece, como señaló Blume, a un
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B!
tipo de mente autista. No sólo por la tecnología en sí misma. La mente no existe aislada
de un sistema cultural y la electronalidad lo es: da forma y sentido a nuestra cognición.
A la base de este sistema, el electronal, existen una serie de vectores de producción de
sentido, descubiertos por Biondi y Zapata, elementos que difieren de propuestas
superficiales como, por ejemplo, la de la llamada “literacidad digital”, que no explicaría
la dimensión de los hechos que estamos tratando.
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Cuáles son esos vectores, cómo se relacionan con el Autismo y para qué nos interesa
hacer dicha conexión.
Dadas las características del funcionamiento de la mente autista, podemos encontrar un
enlace casi natural con los vectores de producción de sentido presentes en la
electronalidad:
a) Ello en perspectiva: en el sistema escribal, el ello objetivado (la realidad objetiva)
responde a la representación que se corresponde con una “verdad”. En la electronalidad,
encontramos un perspectivismo donde impera, sobre todo, el punto de vista del Yo.
Ese perspectivismo se da de manera más pronunciada en los autistas quienes, como
hemos señalado, privilegian la relación con sus intereses dentro de su campo
representacional que excluye al otro si no hay concordancia en el trato de dicho interés
particular.
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b) La electronalidad favorece las formas de contigüidad (metonimia): sobre las de la
semejanza (metáfora) presentes en el sistema escribal. Dada la peculiar adaptación de la
mente autista para sistematizar y pensar (procesar) en detalles, poseen una Gestalt
diferente a la neurotípica. Su percepción no va del todo a las partes sino de las partes al
todo. Forzosamente, entonces, para poder representarse los objetos importa,
esencialmente, cómo se ensambla una parte con otra, de manera contigua, coordinada.
c) Como consecuencia de lo anterior, tenemos, en la electronalidad, una lógica
yuxtapuesta frente a la subordinante del sistema escribal. La preeminencia del
pensamiento visual, en patrones y listados, en el Autismo/Asperger hace que la
percepción del mundo y de los objetos sea coordinada, contigüa, sin las “fórmulas” que
en el mundo escribal llevan a las subordinación del modo de pensar y de estructurar las
producciones culturales.
Al establecer este lazo entre el Autismo y la electronalidad deseamos avanzar, en lo
sucesivo, hacia dos objetivos fundamentales:
1) Reconceptualizar la idea misma de autismo al encontrarlo adscrito a una serie de
vectores de producción de sentido que coinciden con su configuración neurodiversa.
2) Establecer que las nuevas tecnologías (debido a la forma de producción de sentido en
estas personas, similar a la del sistema electronal) son el medio propio para la
enseñanza, el desarrollo de la comunicación, la intervención terapéutica, el desarrollo
laboral y la calidad de vida.
Vectores de producción de sentido y Autismo.
La teoría de la oralidad-escribalidad-electronalidad no es un modelo ni pretende
proponerlos, habla de sistemas y, por ello, de formas culturales.
4
Sabemos, con Tomasello, que la “herencia cultural acumulativa” es propia del hombre.
El ser humano no sólo construye herramientas y trasmite su uso a la generación
siguiente sino, también, las mejoras añadidas (enseña, gracias a mecanismos de
imitación). Trasmisión que, de manera oral, escrita o electronal, acude al universo de los
signos y símbolos. Del lenguaje o del decir.
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b!
(Tomasello, M. (2001). The cultural origins of human cognition. Harvard: Harvard University Press)
Whorf nos mostró la estrecha relación entre nuestro pensamiento (cognición), nuestro
lenguaje y la forma como respondemos (conducta). Todo ello, evidentemente, tiene que
ver con nuestra percepción del mundo y de lo que en él acontece, vale decir, la
interpretación neural-cognitiva de las impresiones en nuestros sentidos.
Ahora bien, un punto en el que no se hace mucho hincapié, en los estudios generales
sobre Autismo/Asperger, es en la híper o hipo sensibilidad. Estas peculiaridades son
fundamentales para hablar del autismo no como una discapacidad sino como
subconjunto de la neurodiversidad: una minoría que procesa la información, los datos
sensibles, del mundo de manera diferente. A semejanza de un sistema cultural.
Esse est percipi, señalaba Berkeley, Obispo de Canterbury. Modelo que inaugura una
visión conceptualista del mundo que, en la actualidad, Jackendoff estructura en la
siguiente proposición:
Un hablante H de una lengua L juzga la frase F, enunciada en el contexto C, como
referida a una entidad E en [el mundo tal como es conceptualizado por H]
Si usted va a China sin saber chino ni sus costumbres seguramente tendrá: 1) problemas
de comunicación; 2) dificultad para establecer relaciones sociales; 3) sus intereses
estarán restringidos a lo que buenamente le haga recordar su lugar de origen. Tendrá
dificultades en ponerse en el lugar del otro y de comprender las intenciones de los
demás: ¿esta tríada le suena familiar?
Es necesario, e imperativo, dilucidar en qué tipo de los sistemas y bajo qué vectores de
la producción del sentido podemos ubicar el tipo de funcionamiento de la mente autista.
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c!
Ya Von Wartburg hablaba del "impulso expresivo" (pre-lingüístico) y podemos notar
que las personas Autistas/Asperger, en estas etapas (con sus diferencias, como
señalamos, en lo que atañe a la atención conjunta, a la capacidad de reconocimiento del
otro como agente intencional) no se le suma necesariamente una inexistencia de la
intención comunicativa o, más bien, de conectividad: estar predispuesto a mensajes en
relación con sus intereses.
La personas Autistas/Asperger pueden tener esa necesidad de conectividad durante el
período oral pero no saben cómo hacerlo (no de la manera esperada con las categorías
de habilidades sociales neurotípicas). Sus competencias para “leer” emociones e
intenciones (Teoría de la Mente) en los demás suele ser un impedimento, también.
La escuela y los psicólogos (profesionales de la llamada “salud mental”, en general) -
desde la neuroticipicidad- pretenden que sea el lenguaje (concebido desde la
propedéutica occidental escribal) aquello que los vincule con los demás y que no sólo lo
hablen sino, además, que lo escriban.
Olvidamos, así, que no toda comunicación es lenguaje ni todo pensamiento está adscrito
a lo verbal. Ni todo decir está regulado por los mismos vectores de producción de
sentido (propios –como vimos- de cada sistema cultural). Esto habrá de llevarnos, en el
futuro, a borrar la barrera entre lo que se llama Autismo de bajo funcionamiento vs.
Autismo de Alto funcionamiento y entre Autismo verbal y Autismo no verbal. Suele
creerse, para los primeros casos, que la ausencia lenguaje va en relación con un bajo
coeficiente y, a veces, con la discapacidad intelectual.
En realidad, lo que ocurre en el primer grupo es que no se elaboran, por parte de los
“profesionales de la salud”, medios de comunicación alternativa que permitan el fluir
del pensamiento (cognición). Y deben de ser adecuados a los tres tipos en el
Autismo/Asperger, tal como los describe Grandin:
I Pensadores visuales: tipo de pensamiento en secuencias de imágenes. Buenos
para la geometría y trigonometría pero no para el álgebra, por ejemplo.
(Plano de Temple Grandin en: Grandin (2014) The autistic brain. Houghton Mifflin Harcourt.)
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I Pensadores en patrones: tipo de pensamiento matemático y musical, supone
una mayor abstracción del pensamiento visual: patrones numéricos, musicales.
I Pensadores verbales (Word-fact thinkers): gran memoria para listados de
hechos descriptivos vía el lenguaje (nombre de todas las constelaciones, por
ejemplo); frecuentemente, poseen un pensamiento visual menos marcado que los
otros.
Podemos enlazar esto con lo señalado por Arnheim sobre el pensamiento visual,
cuando, prejuiciosamente, se cree que sólo se razona verbal o matemáticamente.
Se cree que es así porque mediante el lenguaje se aseguraría la "abstracción" y el acceso
a categorías deductivas.
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A este propósito, Arnheim nos habla sobre Einstein: “(…) Albert Einstein alguna vez
describió su pensamiento como un “juego combinatorio” de “ciertos signos e imágenes
más o menos claras” incluso visuales o musculares, cuyos resultados tenían que ser
laboriosamente trasladados en palabras u otros tipos de signos luego.”
Frente a un tipo de pensamiento oro – electronal , basado, principalmente en
pensamiento visual y en patrones fijos al detalle, no podemos continuar diagnosticando
y percibiendo la mente autista desde una perspectiva escribal, creada para que los
neurotípicos tengan la falsa impresión de que, mediante semejanzas, pueden
aproximarse a lo que se cree es una versión alterna (dañada) de su procesamiento
mental.
Esta, sin embargo, no es la realidad. Si la actualidad configura y privilegia un tipo de
pensamiento (cognición) adscrita al sistema electronal, no es, subrayémoslo, que el
procesamiento de la mente autista se asemeje al sistema de pensamiento de los
electronales neurotípicos. Más bien, el tipo de mente autista, neurodiversa, se privilegia
de un sistema electronal donde, según los vectores de la producción de sentido:
Perspectivismo
1. Desde el Ello en perspectiva: lo que se ha dado en llamar “dificultades en la
comunicación” deberá asumirse como parte de una manera peculiar de la
vinculación del Yo (emisor) al Tú (receptor) donde lo que existe es una primacía
de la función apelativa (la demanda hacia el otro) mediada por lo que se suele
llamar “intereses restringidos”, lo cual hace que:
a) El Yo se dirija, naturalmente, en perspectiva –bajo el punto de vista
particular de la persona Autista/Asperger -, a su propia representación que
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apelación)
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hace de los objetos y estados de cosas del mundo (el Ello) gracias a la
capacidad de hiperfocalizarse en una tarea bajo las tres formas posibles de
pensamiento antes descritas: pensamiento visual, pensamiento en patrones y
pensamiento en listados.
a.1) El Yo pasa por los signos hacia el Ello para referir al Tú en el
neurotípico.
b.2) El Yo pasa por los intereses (vinculados al Ello, sea vía el lenguaje, la
comunicación o la conectividad) para referirse al Tú en el Autista/Asperger.
b) Las dificultades en “comunicación” no son tales: no se establece
comunicación en tanto el Tú no sea poseedor de una representación (saber)
que recaiga dentro del campo de interés particular. Se puede buscar una
conectividad, el estar enlazado para obtener información precisa, sin buscar
comunicarse.
c) Las llamadas dificultades en las “relaciones sociales” no son tales: la
electronalidad también genera una “zona de confort” favorable a la mente
autista. El deseo de relacionarse -que puede ser, también mera conectividad-
coincide con el dato del desarrollo atípico de la escena de atención conjunta
y del distinto procesamiento de la empatía cognitiva.
c.1) La función representativa, la representación de los objetos y estados de
cosas del mundo, no busca ser compartida. Así, no hay función referencial:
no se busca tener una representación dual para hablar de “algo”. De esta
forma, no serían del todo necesarias la adquisición de los elementos
centrales de la cognición social, sobre todo, la atención conjunta, los
principios de cooperación, los de la teoría de la mente, y de la función fática
(saludos, marcas de cortesía, etc.).
2. Procesos metonímicos: primacía del pensamiento y procesamiento en detalle y
por contigüidad, base fundamental de la capacidad de sistematización. Énfasis
en lo que es diferente, no en lo que es semejante (a la inversa del sistema
escribal).
3. Lógica yuxtapuesta: Gestalt de tipo inverso al neurotípico: de las partes al todo.
Esto tiene que ver con el tipo de pensamiento sitematizador pero, también, con
los procesos sensoriales “cableados” de manera diferente y que dan patrones
perceptuales diferentes y asociados fuertemente a los 3 tipos de pensamiento
descritos.
Nuestra concepción actual del Autismo/Asperger y sus criterios diagnósticos, carecen
de los vectores 2 y 3. Sin su incorporación a la reflexión y al diagnóstico no podremos
garantizar la empatía con estas personas sino que, además, todo intento de intervención,
sobre todo en comunicación facilitada, tenderá al fracaso. No se trata únicamente de
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vivir inmerso en las nuevas tecnologías sino buscar el sustrato de sentido en el cual
estas favorecen, más bien, la diversidad (la neurodiversidad). La electronalidad
bosqueja un sistema cultural donde las díadas y tríadas, del siglo pasado y pre-Internet,
son modelos escríbales (o pseudo-escribales) perimidos.
Por otro lado, el énfasis que debemos dar en nuestros futuros ensayos a la cognición
social, en general, nos señalan las preocupaciones específicas la atención conjunta y de
la Teoría de la Mente tan presentes en los sistemas orales. Y es que la electronalidad,
como afirman Biondi y Zapata, supone –en gran medida- una vuelta a los orígenes. Y en
los orígenes del hombre fueron necesarios cerebros sitematizadores para descubrir cómo
hacer el fuego. Y en la etapa recolectora y luego agrícola, cerebros atípicos, para saber
qué frutos eran venenosos y cuáles domesticar.
La genética del Autismo nos ha acompañado siempre y no es raro, por los vectores
expuestos, que en las sociedades orales este tipo de personas encuentre un espacio
productivo. Es hora de volver a hallar este espacio con una reflexión que incorpore y
desarrolle, en su totalidad, para las personas Autistas/Asperger, cómo piensan, perciben
y crean, a partir de las marcas de producción de sentido de nuestros tiempos. Desde su
tierra litoral: la electronalidad.
Referencias:
Arheim, R. (1972) On inspiration. En: Toward a Psychology of Art: Collected Essays. California:
University of California Press.
Biondi J. y Zapata, E (2006) La palabra permanente. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú.
Grandin (2014) The autistic brain. Houghton Mifflin Harcourt.
Tomasello, M. (2001). The cultural origins of human cognition. Harvard: Harvard University Press.
Von Wartburg (1993) Evolution et structure de la langue française. Paris: Francke.
Wing, L. & Gould, J. (1979), "Severe Impairments of Social Interaction and Associated Abnormalities in
Children: Epidemiology and Classification", Journal of Autism and Developmental Disorders, 9, pp. 11-
29.