Content uploaded by Luis Fernando Molina Prieto
Author content
All content in this area was uploaded by Luis Fernando Molina Prieto on Apr 01, 2015
Content may be subject to copyright.
31
!
!
Revista nodo Nº 8, Volumen 4, Año 4: 31-58 Enero-Junio 2010
Molina Prieto L.F.
Alfarería y urbanismo
Los chircales de Santafé (hoy Bogotá) y su impronta en la arquitectura
y el desarrollo urbano de la ciudad colonial*
Luis Fernando Molina Prieto1
Universidad Antonio Nariño
Fotografías del autor
Fecha de recepción: 02/02/2010. Fecha de aceptación: 15/06/2010.
Resumen
El artículo presenta una aproximación a la historia
de los chircales (ladrilleras) de Santafé, haciendo
énfasis en su aporte al desarrollo arquitectónico y
urbano de la ciudad colonial; e incluye: la evolución
de la alfarería y la producción de ladrillos en épocas
prehispánicas; los cambios en la construcción y la
alimentación debidos a la invasión española y sus
efectos ambientales y culturales en la Sabana de
Bogotá; los chircales coloniales, su origen, su im-
plantación en la ciudad y sus formas de trabajo; y
además, los materiales producidos en ellos (ladrillos,
tejas), su calidad, su evolución y su uso en obras ar-
quitectónicas y civiles dentro y en torno a la ciudad
durante los siglos XVI, XVII y XVIII.
Palabras clave
Chircales de Bogotá, desarrollo urbano, materiales
cerámicos.
Pottery and Urbanism
Brick factories in Santafe
(now Bogota) and its imprint in the
architecture and urban
development of the colonial city
Abstract
The article presents an move toward the history of brick
factories in Santafe, emphasizing on its contribution to the
architectural and urban development of the colonial city,
including pottery evolution and brick production during pre
Hispanic times; construction and alimentary changes due to
the Spanish occupation and its environmental and cultural
impact to the high plateau; the colonial brick factories, its
origin, its location within the city and working conditions; as
well as the type of materials produced (bricks, slates, roof
tiles), its quality, its evolution and usage in architectural and
civil works in and around the city during the 16th, 17th
and 18th centuries.
Keywords
Brick factories Bogota, urban development, ceramic mate-
rials.
1 Arquitecto Universidad Nacional de Colombia.
molinaprieto@yahoo.com.ar
* Artículo producto de la investigación: Recuperación de la
memoria alfarera en la comunidad de cerros orientales de
Chapinero, financiada por la Universidad Antonio Nariño.
32 Alfarería y urbanismo. Los chircales de Santafé (hoy Bogotá) y su impronta en la arquitectura y el desarrollo urbano de la ciudad colonial
Introducción
De acuerdo con los arqueólogos, la alfarería y la cerámica eran conoci-
das hace más de 6000 años por las culturas amerindias, de manera que
muchas comunidades elaboraban recipientes, instrumentos musicales
y otros elementos útiles para la vida diaria, a partir de la arcilla y el
fuego. Además, algunas culturas americanas recurrieron a la alfarería y
a la cerámica para la construcción de sus templos y ciudades. Ejemplo
de lo anterior son las culturas olmeca, maya y azteca. Los primeros
incluyeron el ladrillo de manera modesta en los templos y palacios que
construyeron entre el año 1500 a. C y el siglo II de nuestra era, obras
en las que predominan la piedra y el adobe, pero en las que ya está
presente el ladrillo, aunque de manera secundaria. En el Viejo Mundo,
fueron los sumerios quienes cocinaron los primeros ladrillos. Ellos los
emplearon de manera similar a los olmecas, es decir, como material de
construcción poco predominante, en medio de grandes cantidades de
adobe y/o piedra.
Derecha: Alfarería muisca.
33
!
!
Revista nodo Nº 8, Volumen 4, Año 4: 31-58 Enero-Junio 2010
Molina Prieto L.F.
Entre los siglos VII y IX de nuestra era los mayas construyeron templos
y palacios con ladrillos de diferentes tamaños y enormes dimensiones,
estas obras las adelantaron en Comalcalco y en otras ciudades del
estado mexicano de Tabasco:
“En Comalcalco, plataformas, muros, pilastras y bóvedas, fueron erigidas
mediante la trabazón de miles y miles de ladrillos2 manufacturados en una
amplia variedad de formas, pesos y medidas, lo cual respondía directamente
a las necesidades que el propio sistema constructivo les exigía. Entre estas
piezas destacan por su tamaño los ladrillos utilizados para las cornisas, cuya
longitud suele comúnmente sobrepasar los 80 cm, aunque excepcionalmente
han sido localizados ejemplares mucho mayores” (Torres, 1997).
Si tenemos en cuenta la enorme dimensión de los ladrillos horneados
en Comalcalco, se hace evidente que en el siglo VII, los mayas eran
excelentes ceramistas y contaban con hornos que alcanzaban altísimas
temperaturas.
Entre los aztecas el uso del ladrillo para la construcción era tan común
en el siglo XV que lo vendían en los mercados. Durante la Conquista
de México, el joven Hernán Cortez reportó la venta de ladrillos y ado-
bes en el impresionante mercado de la Gran Tenochtitlán (la ciudad
más grande del mundo de su tiempo), en medio de piedras y otros
materiales de construcción. De modo que el ladrillo en América, era
conocido mucho antes de que llegaran los españoles: tres mil años
antes por los olmecas; ocho siglos antes por los mayas; y como relató
Cortez, su uso se hallaba muy extendido entre los aztecas cuando él
dirigió la cruenta conquista de México.
Si bien todas las culturas amerindias recurrían a la alfarería para ela-
borar vasijas, recipientes y otras piezas útiles de cerámica, no todas
recurrían al ladrillo para sus construcciones, puesto que la relación
entre las culturas amerindias y los ecosistemas siempre fue lógica y
armónica, de manera que los arquitectos indígenas recurrían (y aún lo
hacen) a los materiales locales para la construcción de sus diseños. Por
ésto en América encontramos malocas de madera y palma en donde
abundan los materiales vegetales, como en el Amazonas; complejos
arquitectónicos en piedra donde hay piedra, como en el asombroso
Machu Picchu de los incas; arquitectura de adobes secados al sol en los
desiertos, como las viviendas de los indios puebla en Nuevo México;
y arquitectura en ladrillo donde hay arcilla y madera (o carbón) que
permita hornear los ladrillos, como los ya mencionados templos y
palacios mayas de Comalcalco, donde se fabricaron ladrillos en gran-
des cantidades, precisamente porque la naturaleza no ofrecía otros
materiales pétreos para la construcción, o se agotaron esos recursos
tras siglos de explotación.3
2 El uso del ladrillo entre los mayas es tan
antiguo que se refleja en el idioma: en
náhuatl, xamitl significa adobe y ladrillo;
xamíxcalli, ladrillo cocido; xancopinaloni,
molde para hacer los ladrillos (gavera en
jerga bogotana), xamixcoyan, horno (el
chircal); y xantepantli, muro de ladrillos (To-
rres, 1997).
3 Comalcalco se construyó entre los siglos
I y IX de nuestra era. No toda la ciudad
está construida en ladrillo, fue durante los
siglos VII y IX que los mayas usaron ladrillo
de forma masiva en los templos y palacios
de esa ciudad.
34 Alfarería y urbanismo. Los chircales de Santafé (hoy Bogotá) y su impronta en la arquitectura y el desarrollo urbano de la ciudad colonial
En Colombia la alfarería y la cerámica cuentan con más de 5900 años
de antigüedad. Ésto lo demuestran algunos sitios con evidencia de
ocupación humana y presencia de componentes alfareros, como los
de San Jacinto, 3900 a. C.; Canapote, 1940 a. C.; y Barlovento, 1550 a.
C. (Caggiano et al, 2009).
En la Sabana de Bogotá se practicaba la alfarería 1300 años a. C., es de-
cir, siglos antes de que arribaran los españoles. Los muiscas elaboraban
ollas de barro cocido, recipientes funerarios y otras piezas útiles para
su vida diaria en cerámica, pero no recurrían a la arcilla y al fuego para
construir sus viviendas (comunitarias, tipo maloca), pues usaban los
materiales disponibles en el entorno, o sea, piedra para los cimientos,
y madera y palma para los cerramientos y las cubiertas.
Antes de que llegaran los españoles, la producción de cerámica para la
amplia comunidad muisca que habitaba en la Sabana de Bogotá estaba
centrada en algunas poblaciones satélites. Una de ellas era Ráquira
(Boyacá), reconocida actualmente, a nivel nacional e internacional,
por las excelentes piezas de alfarería que allí se fabrican. Calidad de la
cerámica que no es gratuita ni improvisada, sino que es el resultado
de los conocimientos acumulados durante miles de años por los alfa-
reros muiscas, conocimientos ancestrales que hoy en día conservan
sus descendientes directos: los alfareros de Ráquira.
Alfarería muisca y arquitectura española
Cuenta Gustavo Wilches Chaux (2006) que cuando Gonzalo Jiménez
de Quezada llegó a la Sabana de Bogotá, se encontró con un asenta-
miento bien consolidado, llamado Bacatá por los nativos, que era la
capital geopolítica de los muiscas. Narra además, que al poco tiempo
los europeos ya se habían instalado en medio de la población, pero los
muiscas se sintieron invadidos , e incendiaron las casas de los españoles
que ardieron rápidamente, pues estaban construidas como ya se dijo,
con palma y con paja. En respuesta, los españoles se trasladaron al
piedemonte de los cerros y allí fundaron el poblado de Nuestra Señora
de Esperanza (Martínez, 1976: 17); que luego, por ordenanza de Felipe
II, se llamaría Santafé. Sea cual fuere su nombre original, lo cierto es
que ese seis de agosto de 1538 no se fundó una nueva población, pues
ya existían un asentamiento bien consolidado y unos pobladores en
ese territorio, lo que se fundó fue, como muy bien dice Wilches Chaux
“El primer barrio de invasión de los cerros orientales de la ciudad”.
Un barrio de invasión en el más bárbaro sentido de la palabra, pues los
invasores no respetaban las normas de la población original, ni tenían
35
!
!
Revista nodo Nº 8, Volumen 4, Año 4: 31-58 Enero-Junio 2010
Molina Prieto L.F.
en cuenta a los habitantes del poblado que invadían, e ignoraban por
completo las disposiciones de sus auténticas autoridades, a las que,
por el contrario, dominaron por la fuerza.
El nuevo asentamiento, localizado en torno al actual Chorro de Que-
vedo, prestaba a los españoles grandes ventajas. Por un lado gozaban
de una buena visual sobre los asentamientos muiscas de modo que
podían defenderse de futuros incendios u otro tipo de ataques; por
otra parte, los cerros los abastecían de los materiales necesarios para
construir sus viviendas (con técnicas españolas), como la piedra caliza,
que quemada al aire libre se transformaba en cal; la arena de peña, que
mezclada con la cal generaba morteros de pega; la piedra de labor para
reforzar cimientos y muros; las maderas duras para la estructura de
muros y cubiertas; la leña para los chircales, las herrerías, las fundiciones
y las cocinas; y por supuesto, la generosa arcilla, a partir de la cual se
fabricaban, en los chircales, tablones, ladrillos y tejas de barro cocido
además de adobes secados al sol (Martínez, 1976: 32).
Abajo: Convento de Santa Clara.
36 Alfarería y urbanismo. Los chircales de Santafé (hoy Bogotá) y su impronta en la arquitectura y el desarrollo urbano de la ciudad colonial
En la Sabana de Bogotá se dio un encuentro cultural entre la tradición
ancestral, propia de los maestros alfareros muiscas que habitaban en
los actuales departamentos de Boyacá y Cundinamarca, y las técnicas
de construcción que llegaron de España; aunque ese encuentro, como
todos sabemos, fue impuesto por la fuerza.
En 1492 llegaron los españoles y todo cambió, (…). Las casas
comunales fueron destruidas y el bohío debió acoger sólo viviendas
unifamiliares, entonces, poco a poco y mientras ayudaban a construir
las casas de los señores blancos, (los indígenas) asimilaron las
tipologías y técnicas hispanas: la tapia pisada, el adobe, el ladrillo, la
teja cerámica y la madera trabajada con herramientas (Niño, 2007).
La llegada de los europeos generó entre los muiscas una catástrofe
de carácter arquitectónico y social. Arquitectónico porque las casas
comunales fueron destruidas y reemplazadas por viviendas unifami-
liares; y social, porque el concepto muisca de vida comunitaria, que
se reflejaba en su arquitectura, fue destruido. Fue además una debacle
urbano-ambiental, puesto que la disposición de las casas comunales
y su ubicación, que respondía a los ecosistemas locales fue ignorada
por completo por los invasores, y se borró para siempre la estrecha y
armónica relación que existía entre el hábitat muisca y los ecosistemas
del entorno (quebradas, ríos, humedales y bosques nativos).
La invasión tuvo además efectos desastrosos sobre la flora y la fauna
de la Sabana de Bogotá. La introducción de especies animales y vege-
tales, como los cerdos que trajo consigo Belalcázar, las vacas y caballos
que introdujo Lebrón, las ovejas que traía Alfonso Luis de Lugo, las
gallinas del capellán del ejército de Federmán, Juan de Verdejo, así
como el trigo con el que Elvira Gutiérrez, en 1542, montó la primera
panadería de la ciudad, incrementaron notablemente el consumo de
leña para asar carnes rojas y hornear pan, y fomentaron la tala de los
bosques nativos para establecer los potreros requeridos para la cría del
ganado (Martínez, 1976: 34-36), (Molina, 2000: 5). La dieta muisca,
basada en peces y cangrejos que abundaban en los humedales —eco-
sistemas que ellos protegían, pues sabían de su importancia— además
de los productos a base de maíz, no requerían de grandes cantidades
de energía para su preparación, de manera que usaban la leña que
naturalmente producían los bosques; ni requerían de potreros para su
cría y alimentación, pues los peces y los cangrejos habitaban de manera
natural en los ríos, quebradas y humedales. Este cambio en la dieta,
incrementó notablemente la deforestación de los bosques nativos de
los cerros orientales y la potrerización de grandes extensiones de la
Sabana de Bogotá y sus alrededores.
Arriba: Plazuela Rufino José Cuervo,
barrio La Candelaria.
37
!
!
Revista nodo Nº 8, Volumen 4, Año 4: 31-58 Enero-Junio 2010
Molina Prieto L.F.
El impacto ambiental de la invasión española lo registró Humboldt a
principios del siglo XIX, durante su visita a Santafé; visita que respon-
día al interés del barón por la Expedición Botánica; la gran aventura
científica que dirigía José Celestino Mutis en la Nueva Granada, con
el apoyo de investigadores y pintores criollos como Caldas y Matiz.
“Cuando Humboldt (1803) estuvo en la capital, anotó con sorpresa y dolor que
entre Tunja y Bogotá casi no había bosques, que los árboles se habían talado
para hacer potreros, alimentar chircales, chimeneas y cocinas” (Molano, 2005).
Chircal
La palabra chircal proviene del nombre del árbol que se empleaba como
leña para hornear tejas, tablones y ladrillos durante la época colonial:
el chilco Baccharis latifolia,4 arbolito que aún crece en el pie de monte
de los cerros orientales, donde encuentra las condiciones ambientales
(como humedad y suelo arcilloso) que fomentan su crecimiento y
desarrollo. La relación entre el nombre del árbol que sirvió de leña, y
el horno para cocinar tejas y ladrillos, la hacen Tobón y Rufino José
Cuervo, y se encuentra en los Apuntes lexicográficos sobre la industria del
ladrillo en Bogotá de Luis Simbaqueba:
Las fábricas de ladrillo o ladrillares son chircales. Tob ó n
(Colombianismos, 91), registra este vocablo como de uso corriente
en Boyacá y Cundinamarca; vale tanto como ‘tejar’ o ‘ladrillar’.
Cuervo registra para Bogotá chircal como ‘tejar’, y chircaleño como ‘tejero’.
Cuervo conjetura que la formación de este término se debe a evolución
fonética (Apuntaciones § 808): “Chircal decimos al tejar, adobería o ladrillar;
y chircaleño al tejero ¿se buscarían para los tejares los sitios abundantes en
chilco (Boccharis chilco de Humboldt y Bonpland) para emplearlo como
combustible?” Según el mismo CUERVO, chircal y chircaleño, se han formado
por disimilación inversa de L > R; de chilco, chircal y no chilcal, “cuando se
olvidó la relación entre el primitivo y el derivado” (Simbaqueba, 1958: 59).
De manera que en Cundinamarca y Boyacá el horno para hacer ladri-
llos no se llama ladrillar ni tejar, palabras derivadas de los productos
del horno; sino chircal, palabra que proviene del árbol que se tala, se
convierte en leña y se quema para producir el fuego y las altas tempe-
raturas que requiere la cerámica.
4 Sinónimos científicos del chilco: Molina
latifolia Ruiz & Pav. / Baccharis floribunda
Kunth / Baccharis riparia Kunth / Boccharis
chilco Humboldt y Bonpland.
38 Alfarería y urbanismo. Los chircales de Santafé (hoy Bogotá) y su impronta en la arquitectura y el desarrollo urbano de la ciudad colonial
Arcilla y energía para los chircales coloniales
Cuando llegaron los españoles a la Sabana de Bogotá, el piedemonte de
los cerros orientales se caracterizaba por contar con “… una ligerísima
capa vegetal en su superficie y, debajo de ella, una espesa capa arcillosa
de profundidad variable. La capa vegetal permitía el crecimiento en
abundancia de los bosquecillos de chilco, arbusto delgado de no más
de 2,5 metros de altura pero con gran poder calorífero” (Mejía Pavony,
2000: 58). Gracias a que el piedemonte de los cerros orientales poseía
abundancia de arcilla y bosques de chilco, desde la época colonial se
establecieron en sus faldas los chircales.
“Los ricos estratos de arcilla de los cerros orientales estimularon la
fabricación de ladrillos para muros, pisos, tejas, utensilios y vasijas
diversas, cuyas primeras fábricas y talleres se ubicaron en las laderas
de Guadalupe, en el barrio de Santa Bárbara” (CIFA, 2000: 140).
“La leña extraída de los cerros orientales era un producto de primera
necesidad en Santafé. Era tal su importancia para el sustento de la ciudad
que, en la primera mitad del siglo XVI se fijó un servicio obligatorio a las
comunidades indígenas para aportar a la ciudad una cuota determinada en
cargas de leña, que recibió el nombre de mita de leña” (CIFA, 2000: 140).
Derecha: Templo de San Agustín.
Abajo: Indios leñadores de la Sabana
de Bogotá, grabado de Greñas.
39
!
!
Revista nodo Nº 8, Volumen 4, Año 4: 31-58 Enero-Junio 2010
Molina Prieto L.F.
Condición social de los alfareros muiscas
En los chircales coloniales, para la preparación del barro se hacían
hoyos en el suelo de 3 a 3,5 metros de diámetro, no muy profundos,
se introducía la arcilla proveniente de las minas de barro, se humedecía
y se pisaba —como se pisan las uvas en los viñedos— hasta que el
material alcanzaba la plasticidad requerida para su correcto manejo.
La mano de obra para la explotación de las minas de barro; el trasla-
do del material hasta el chircal; el apisonado del barro (ya descrito);
la conformación de la arcilla en las gaveras (moldes de madera para
dar forma a los ladrillos, las tejas o los tablones); la introducción de
las piezas de arcilla al horno; el corte de la leña y el mantenimiento
del fuego para el horneado; así como el traslado de los ladrillos aún
calientes al patio, era aportada por los indígenas, que vivían en torno
a los chircales en casuchas improvisadas y en condiciones deplorables,
y por supuesto, insalubres.
“También relatan los historiadores que al poco tiempo de asentarse
los conquistadores en los cerros, comenzaron a crecer allí barrios
‘informales’, asociados ‘desde los primeros años al trabajo de la
población marginada, consistente en el abastecimiento de leña y agua,
y la explotación de chircales y tejares necesaria para la construcción
y para el funcionamiento de la ciudad’.” (Wilches Chaux, 2006).
Alfarería y ciudad colonial
La ciudad colonial se construyó, como veremos a continuación, con
adobes, ladrillos, tablones (ladrillos adelgazados) y tejas de barro
cocido, cuatro materiales cerámicos para la construcción fabricados
por los alfareros muiscas en los chircales de los cerros orientales de
Santafé. Otros materiales que hicieron parte de la arquitectura colonial
fueron la piedra y las maderas duras que se extraían de las canteras y
los bosques de los cerros orientales de la ciudad.
²Cubiertas
La teja cerámica era elemento fundamental del estilo colonial, de ma-
nera que todas las viviendas, centros educativos y culturales, conventos
e iglesias construidos entre los siglos XVI y XVIII se techaron con
tejas cerámicas, todas ellas elaboradas en los chircales de los cerros
orientales.
Abajo: Esquina sur occidental, Plaza de
Bolívar.
40 Alfarería y urbanismo. Los chircales de Santafé (hoy Bogotá) y su impronta en la arquitectura y el desarrollo urbano de la ciudad colonial
²Muros
Los muros de las viviendas coloniales fueron construidos principal-
mente con adobe, y reforzados con madera, tablones y ladrillos co-
loniales. Para proteger los adobes de los efectos de la intemperie, los
muros de las viviendas construidas en ese material, que son la mayor
parte, están revocados y pintados. Asimismo, el zócalo tiene la función
de proteger el muro de adobe de los efectos de las fuertes lluvias y del
desgaste causado por el tránsito peatonal.
Los muros de las construcciones de mayor tamaño, como los centros
educativos, los conventos y las iglesias, se construían en mampostería
mixta, compuesta por piedra y cerámica (ladrillo o tablón colonial5).
Usaremos el término mampostería mixta para referirnos a los
muros construidos con capas sucesivas de piedra de labor y tablones
cerámicos (ver fotos). La proporción de piedra y cerámica varía
notablemente de una construcción a otra, e incluso, dentro de un
mismo muro de fachada se mezclan (muchas veces sin ningún orden)
diversas proporciones de piedra, y de cerámica; aunque por lo general
predomina la piedra. La piedra se emplea en mayor proporción en
5 El tablón colonial es una pieza cerámica
más delgada que un ladrillo, y sus medi-
das, aunque variables, son similares a las
de un tablón cerámico actual para piso.
Los tablones eran utilizados como aca-
bado de pisos, para reforzar los muros de
mampostería mixta (piedra y tablón), y
como elementos estructurales en las jam-
bas y dinteles de los vanos, así como en
los arcos de sustentación.
Izquierda: Muro en mampostería mixta
con vano reforzado con tablónes. Museo
de Arte Colonial.
Derecha: Muro en mampostería mixta
(obsérvense las capas sucesivas de pie-
dra y tablón colonial), claustro de Santo
Domingo.
41
!
!
Revista nodo Nº 8, Volumen 4, Año 4: 31-58 Enero-Junio 2010
Molina Prieto L.F.
la parte baja de los muros, mientras que en las partes altas de las
construcciones, como torres y espadañas, se emplea únicamente
ladrillo; como se observa en la espadaña del templo de Santa Clara o
en la torre de la iglesia de San Ignacio.
Los tablones coloniales jugaron un papel muy importante como
elementos estructurales de la arquitectura de la época, puesto que
fueron empleados para reforzar los muros de mampostería mixta,
especialmente en vanos de puertas y ventanas, y en arcos de
sustentación.
²Materiales de acabado en fachada
Los muros exteriores de las viviendas coloniales construidos en adobe
(que son la mayoría) se encuentran totalmente revocados, como ya se
dijo, para protegerlos de la intemperie. Sin embargo, algunas viviendas
cuentan con muros de fachada construidos en mampostería mixta
(casos fortuitos, en los que la mampostería se deja a la vista).
En los centros educativos y las iglesias coloniales se aprecian dos
tendencias en cuanto al material de acabado de las fachadas. La más
predominante es la que revoca los muros exteriores y los pinta. La
otra, deja la mampostería a la vista (mampostería mixta, compuesta
de piedra, ladrillo y tablón). Pero lo más común es el revoque de la
mampostería. De doce iglesias seleccionadas por ser lo más repre-
Abajo: Arco de sustentación construido
con tablones coloniales. Claustro de
Santo Domingo.
Arriba: Arco estructural construido con
tablones coloniales. Obsérvese la clave
del arco, pieza especial también fabri-
cada en cerámica. Claustro de Santo
Domingo.
Izquierda: Mampostería en ladrillo a la vista. Espadaña templo de Santa Clara
Derecha: Mampostería en ladrillo, torre de la iglesia de San Ignacio (sin revoque
por las obras de restauración adelantadas actualmente).
42 Alfarería y urbanismo. Los chircales de Santafé (hoy Bogotá) y su impronta en la arquitectura y el desarrollo urbano de la ciudad colonial
sentativo de la arquitectura religiosa colonial de Santafé, sólo cuatro
presentan mampostería a la vista, es decir, el treinta por ciento. Dos
de esos casos corresponden a las iglesias de los franciscanos (La Ter-
cera y San Francisco), por lo que se puede inferir que la ausencia de
revestimiento, obedece a que esas obras se hicieron con donaciones
y recursos muy limitados.
Como vimos, cada casa, cada iglesia y claustro de Santafé (construido
entre los siglos XVI y XVIII), desde la más bella iglesia hasta la casa
más sencilla, tiene adobe, ladrillo y tablones coloniales entre sus mu-
ros, ya estén a la vista o revocados; y todos sin excepción, tienen tejas
cerámicas en sus cubiertas. De modo que se puede afirmar, que con
los materiales de construcción producidos en los chircales, junto con
la piedra extraída de las canteras se construyó la Santafé colonial. A
continuación presentamos un panorama de los materiales producidos
en los chircales, su uso en la arquitectura colonial y su efecto en el
desarrollo urbano.
Arquitectura residencial
En 1557 la Real Audiencia ordenó que todas las viviendas de Santafé
se construyeran con muros de adobe (o tapia pisada) y cubiertas de
teja de barro. El barrio La Candelaria fue construido en su totalidad
siguiendo esta ordenanza real; de manera que todas las viviendas
cuentan con cubiertas de teja de barro. Esta disposición incrementó
la tala de los bosques de los cerros, tanto para la obtención de la
madera estructural de las cubiertas como para la consecución de la
leña para hornear las tejas en los chircales (Molina et al, 1995: 11).
Izquierda: Muro en mampostería mixta a
la vista. Iglesia de San Francisco.
Derecha: Muro en mampostería mixta
revocada. Claustro de Santo Domingo.
43
!
!
Revista nodo Nº 8, Volumen 4, Año 4: 31-58 Enero-Junio 2010
Molina Prieto L.F.
La cocción de los primeros ladrillos bogotanos daba como resultado
piezas de baja resistencia, puesto que con la leña de chilco no se su-
peraban los 650 grados centígrados de temperatura, y como resultado,
se obtenían ladrillos semicocidos o ‘chochos’, según la jerga bogotana
de aquel tiempo (Martínez, 1983: 64-65).
“Mejor cocimiento tenían las tejas gracias a su espesor. Tal fue, entre
otras, la causa para que el ladrillo por su escasa resistencia no tuviera
gran acogida en las arquitecturas coloniales, ni en las de las primeras
décadas del período republicano. Y tal también el por qué para mejor
cocción se adoptara en aquellos tiempos la producción de ladrillos
adelgazados llamados ‘tablones’. (;) … se utilizaron solos o combinados
en solados de zaguanes, de habitaciones, corredores y patios, o para
reforzar muros de tapia o adobe, o en jambas y dinteles de puertas y
ventanas y con exclusividad en arcos de sustentación, cúpulas, cimborrios
y camarines de iglesias, capillas y conventos. Imprescindibles fueron en
los intradós de puentes y estructuras similares” (Martínez, 1983: 64-65).
La arquitectura residencial colonial se construyó con adobes en los
muros, y tejas cerámicas en las cubiertas. Todas las viviendas exhiben
aún las tejas rojas de sus cubiertas, y todas ocultan, para protegerlos de
la intemperie, los adobes de sus muros. Muchas viviendas usan ladrillos
y tablones coloniales para reforzar los muros de adobe (especialmente
en dinteles, jambas y arcos de vanos de ventanas y puertas), elementos
estructurales que por lo general se dejan a la vista. Además, algunas
viviendas cuentan con zócalos en mampostería mixta a la vista.
Arriba: Barrio La Candelaria.
Izquierda: Portón de acceso en casa
colonial sobre la Plazuela Rufino José
Cuervo.
Derecha: Detalle de jamba y dintel, en
los que se aprecia el tablón colonial.
44 Alfarería y urbanismo. Los chircales de Santafé (hoy Bogotá) y su impronta en la arquitectura y el desarrollo urbano de la ciudad colonial
La cantidad de materiales producidos en los chircales y utilizados en
la construcción de la arquitectura residencial de la ciudad colonial se
puede calcular. Sabemos que para una casa colonial promedio se em-
plearon 15 mil ladrillos, 2 mil tablones y mil quinientas tejas cerámicas
(Martínez, 1976: 95). El mismo autor (108), estima la población de
Bogotá en el año 1825 a partir del plano elaborado por el coronel Lans,
concluyendo que la ciudad contaba en promedio con 150 manzanas
urbanizadas, y cada manzana contaba con 18 casas. Es decir,
150 manzanas x 18 casas = 2700 casas.
Conocemos el número de casas y los materiales requeridos para una
de ellas, de manera que después de realizar las operaciones correspon-
dientes podemos decir, que para construir la ciudad colonial fueron
necesarios (en promedio) más de 40 millones de ladrillos, 5 millones
de tablones y 4 millones de tejas cerámicas. ¿Cuántos árboles de chil-
co debieron ser talados para hornear toda esa cerámica? ¿Cuántos
alfareros muiscas pasaron su vida amasando y moldeando a mano
todas esas piezas cerámicas? La ciudad colonial está en pie gracias a la
quema de los bosques, como dijo Humboldt, y al trabajo de muchas
generaciones de alfareros muiscas.
Derecha: Zócalo en mampostería mixta
a la vista. Barrio La Candelaria.
Crecimiento de la ciudad durante la
época colonial.
Izquierda: Plano de la fundación de la
ciudad (1638).
Derecha: Plano del Coronel Lans (1824).
45
!
!
Revista nodo Nº 8, Volumen 4, Año 4: 31-58 Enero-Junio 2010
Molina Prieto L.F.
Arquitectura educativa
En dos construcciones del siglo XVII funcionaron los primeros cen-
tros educativos de la ciudad. Las “aulas” del Colegio Seminario de San
Bartolomé, y el imponente claustro de la Universidad del Rosario. Los
dos edificios, destinados a un mismo fin (la educación), contrastan
por sus materiales, dimensiones y acabados. Formalmente coinciden
en que usan teja cerámica en las cubiertas, y se distribuyen a través
de un espacio central; patio pequeño y austero en el primer caso; y
elegante claustro de marcado estilo arábigo-español, en el segundo.
Los materiales de construcción para las “aulas” fueron producidos
en los chircales y en las canteras de Santafé; y para el claustro del
Rosario, fueron traídos, en su totalidad, desde la piedra caliza para los
cimientos, de España. Esto evidencia la diferencia en cuanto a recursos
económicos para cada obra, y sugiere que el uso de la mampostería a
la vista, en el primer caso, se debió a la falta de recursos económicos
para el revoque. Esta idea se ve reforzada porque la mampostería a la
vista de las “aulas”, cuenta con una serie de combinaciones de piedra
y tablón poco homogéneos, producto al parecer, más de los recursos
disponibles o las donaciones de tablones, ladrillos o piedra, que de un
diseño previo; como si se pensara en revocar finalmente la mampos-
tería (lo que nunca se hizo).
²“Aulas” del Colegio Seminario de San Bartolomé /actual
Museo de Arte Colonial. El edificio fue construido a comienzos del
siglo XVII por los hermanos de la Compañía de Jesús, Juan Bautista
Coluccini y Pedro Pérez.
Mediante una bula de Gregorio XV y por cédula real de Felipe IV
extendida en 1622, El “Colegio Mayor y Seminario de San Bartolomé”
fue erigido en Universidad: la Universidad Javeriana. Sus “Aulas”
estaban en el actual Museo Colonial; la carrera 6ª entre calles 9ª y 10ª, y
se llama “Calle de las Aulas” (reseña histórica Colegio San Bartolomé).
Izquierda y derecha: Fachada principal
de las “aulas”, actual Museo de Arte Colo-
nial. Las dos fotos, de la misma fachada,
destacan lo improvisado y/o desordena-
do de la mampostería mixta.
46 Alfarería y urbanismo. Los chircales de Santafé (hoy Bogotá) y su impronta en la arquitectura y el desarrollo urbano de la ciudad colonial
La fachada en mampostería mixta a la vista hace evidente su composi-
ción: piedra y tablones coloniales combinados de maneras irregulares
en el muro (ver fotos). Los tablones son piezas estructurales esenciales,
puesto que con ellos se construyen los dinteles y las jambas de puertas
y ventanas. La cubierta es en teja cerámica. Actualmente es la sede del
Museo de Arte Colonial. Es monumento nacional.
²Claustro de la Universidad del Rosario / Capilla La Bor-
dadita. El claustro de la Universidad del Rosario y la capilla de La
Bordadita son parte del mismo conjunto arquitectónico y se cons-
truyeron en cinco años, entre 1653 y 1658. Los materiales para los
cimientos (piedra caliza) y para los muros y acabados (sillares, mármol,
etc.) fueron traídos de España. El estilo arábigo-español de las tejas
de la cubierta y las barandas del segundo piso, así como el acabado
de sus muros, siguen de manera rigurosa los patrones y las pautas de
la arquitectura española de influencia árabe.
Arquitectura religiosa
Durante los siglos XVI y XVII se construyeron una serie de ermitas,
capillas, conventos e iglesias en la ciudad y en los cerros orientales; y
además, se trabajó en la construcción de la catedral de la ciudad. Mu-
chas de estas obras no se conservan; algunas por fallas estructurales,
como la primera catedral, construida entre 1553 y 1565, la cual se
desplomó en 1569, cuatro años después de inaugurada. La construcción
de la segunda catedral se llevó a cabo entre 1572 y 1590, pero también
se vio afectada por fallas estructurales:
Arriba izquierda: Capilla La Bordadita.
Derecha:Claustro de la Universidad del
Rosario.
47
!
!
Revista nodo Nº 8, Volumen 4, Año 4: 31-58 Enero-Junio 2010
Molina Prieto L.F.
Catedral: Las notorias fallas estructurales que entonces se anotaron se
manifestaron estruendosamente el 19 de noviembre de 1601 al desplomarse
sobre la calle el tejado de la nave lateral, catástrofe que ocasionó la “rotura
de más de seis mil tejas” (Martínez, 1976: 62 el subrayado es nuestro).
Otro motivo por el que muchas construcciones no se conservan son
los colapsos provocados por movimientos telúricos, como le sucedió
a la segunda catedral, que quedó tan afectada por el terremoto de 1785
que debieron demolerla; o a las ermitas de La Peña y Guadalupe que
colapsaron durante los temblores, la primera dos veces; y la segunda,
tres. Estos desplomes, que no le ocurrieron a otras construcciones
de la misma época, como las iglesias de La Concepción, Santa Bár-
bara o San Ignacio, muestran que dichos colapsos se debieron más a
fallas estructurales de las construcciones que se desplomaron, que a
la excesiva fuerza del movimiento telúrico. Las viviendas de La Can-
delaria de la misma época, construidas en su mayor parte con adobe
y tapia pisada, se han mantenido en pie pese a los temblores de los
últimos 400 años. Entonces: ¿por qué se desplomaron más de trece
construcciones coloniales entre ermitas, catedrales e iglesias, mientras
que otras muchas no colapsaron? Sin duda por falta de conocimientos
técnicos por parte de los constructores.
Otra causa de la desaparición de muchas construcciones fue la demo-
lición de las mismas porque corrían el riesgo de desplomarse, como
la primera iglesia de San Francisco; o para construir un templo de
mayores dimensiones (porque el original era muy pequeño, o estaba
en malas condiciones) como el primer santuario de Monserrate, de-
molido en el siglo XX.
Izquierda: Santuario de La Peña.
48 Alfarería y urbanismo. Los chircales de Santafé (hoy Bogotá) y su impronta en la arquitectura y el desarrollo urbano de la ciudad colonial
Además, muchos claustros coloniales fueron demolidos en el siglo
XX para construir en su lugar edificios públicos, como el claustro de
San Agustín, demolido para construir el Palacio de los Ministerios;
o el claustro de San Francisco, demolido para construir el Palacio de
San Francisco, sede por muchos años de la Gobernación de Cundi-
namarca.
Iglesias y claustros
La mayor parte de las iglesias coloniales, que hoy están en pie, no fue-
ron concebidas como templos aislados sino como parte de conjuntos
arquitectónicos mucho más amplios, que estaban compuestos prin-
cipalmente por el claustro y el templo. El claustro sigue los patrones
de la arquitectura colonial residencial, cerrada, clausurada en torno a
un patio central en el que sucede todo. En los claustros tenían sede
los conventos, los hospicios, los centros educativos, en fin, en ellos
se desarrollaban una serie de actividades requeridas por la sociedad
de la época, que giraban y dependían de las comunidades religiosas
y de sus iglesias. La mayor parte de los claustros han desaparecido,
especialmente porque fueron demolidos durante la primera mitad del
siglo XX, para dar cabida a una serie de edificios públicos.
Presentamos en orden cronológico las iglesias y los claustros coloniales
que aún se conservan en la ciudad. Teniendo en cuenta que muchas de
estas iglesias fueron construidas varias veces en el mismo lugar, toma-
mos como fecha de construcción la correspondiente al levantamiento
del templo actual, o la fecha de su última reconstrucción (como en
el caso de la Veracruz).
²La Concepción. La construcción se inició en 1583 y concluyó en
1595. “Los muros interiores están realizados en mampostería de aljibe,
la cual tiene como característica especial que no utiliza ningún tipo de
pega entre sus elementos; se sostiene basándose en el entramado de
sus componentes” (Arquidiócesis de Bogotá, 2010). La cubierta es en
teja cerámica. Calle 10 No. 9-50.
²Santa Bárbara. Construcción de finales del siglo XVI. Los muros
son en mampostería de ladrillo, y están reforzados con contrafuertes
en mampostería mixta (piedra, ladrillo y tablón) que se aprecian en las
fachadas laterales. La fachada principal está revocada. Cubierta en teja
cerámica. Carrera 7 No. 5-26.
Abajo: La Concepción.
49
!
!
Revista nodo Nº 8, Volumen 4, Año 4: 31-58 Enero-Junio 2010
Molina Prieto L.F.
²San Diego (iglesia-convento). El convento de San Diego se
construyó entre 1606 y 1628, en las afueras de Santafé, sobre el camino
que conducía a Tunja, es decir, sobre la actual carrera 7ª. “La iglesia
fue concebida en su época, como un típico convento rural, a la vera
del camino de Tunja, con adobes empañetados, techo y balcones de
estructura en madera y cubierta de teja de barro” (Nerea Gómez, 2010).
Del convento original se conserva sólo una parte. Algunas fachadas y
contrafuertes, originalmente en mampostería mixta a la vista (piedra,
ladrillo y tablón), han sido pintados de blanco, deteriorando un patri-
monio que se encuentra en el corazón de la ciudad. La estructura es
en mampostería mixta (piedra, ladrillo y tablón). Las cubiertas son en
teja cerámica. Carrera 7 No. 26-37. (Fotos página siguiente).
²San Ignacio. La construcción se inició en 1610 y concluyó a
fines del mismo siglo. Fue dirigida por los arquitectos Juan Bautista
Coluccini y Pedro Pérez. La estructura es en mampostería mixta (pie-
dra y ladrillo cocido). La torre, como se observa en la fotografía, es
Arriba izquierda: Santa Bárbara, fachada
en ladrillo revocado.
Derecha: Santa Bárbara. Muros laterales
en mampostería a la vista, cubierta en
teja cerámica.
Abajo izquierda: Santa Bárbara, contra-
fuertes en piedra, tablón y ladrillo, muro
revocado.
Torre de la iglesia de San Ignacio.
50 Alfarería y urbanismo. Los chircales de Santafé (hoy Bogotá) y su impronta en la arquitectura y el desarrollo urbano de la ciudad colonial
en mampostería en ladrillo (sin piedra). Dividiendo la nave central se
encuentran pilares macizos en ladrillo. La cubierta es en teja cerámica.
Calle 10 No. 6-35.
²Santa Clara (iglesia-convento). El convento fue construido
por el arquitecto Matías de Santiago en un período de 28 años, entre
1619 y 1647. El claustro fue demolido entre 1912 y 1914 para cons-
truir en su lugar un edificio público. Las fachadas del templo son en
mampostería mixta a la vista, lo que hace evidente la composición del
muro: piedras, ladrillos y tablones coloniales, combinados de diversas
maneras (ver fotos). Los tablones cerámicos son piezas estructurales
esenciales, puesto que con ellos se construyen los dinteles de puertas
y ventanas, así como los arcos de sustentación. La cubierta es en teja
cerámica. Carrera 8ª calle 6ª.
²San Agustín (iglesia-convento). El templo actual es el segundo
que se levanta en el mismo lugar. Fue diseñado por José de la Cruz y
construido en un período de 31 años, entre 1637 y 1668. Su claustro,
uno de los más importantes de la ciudad, se conservó hasta 1937,
cuando fue demolido para construir el “palacio de los ministerios”.
La fachada en mampostería mixta a la vista hace evidente la compo-
sición del muro: piedra y tablones coloniales combinados de diversas
maneras (ver fotos). Los tablones son piezas estructurales esenciales,
puesto que con ellos se construyen los arcos de medio punto y las
jambas de puertas y ventanas. La cubierta es en teja cerámica. Carrera
7ª con Calle 7ª.
Arriba: Convento de San Diego.
Arriba izquierda: Convento de San Diego,
espadaña.
Centro: Detalle, contrafuerte en tablones
coloniales (pintados de blanco).
Derecha: Contrafuerte revocado.
51
!
!
Revista nodo Nº 8, Volumen 4, Año 4: 31-58 Enero-Junio 2010
Molina Prieto L.F.
²Nuestra Señora de las Aguas. La construcción se llevó a cabo
en un período de 46 años, entre 1644 y 1690. La estructura es en
mampostería mixta (piedra y ladrillo cocido). La cubierta es en teja
cerámica. El claustro contiguo formaba parte de otro conjunto arqui-
tectónico que desde tiempo atrás usaba la comunidad que construyó
el templo y que actualmente es sede de Artesanías de Colombia.
Carrera 3 No. 18 A-62.
Izquierda: Santa Clara, fachada sobre
la carrera 8ª.
Derecha: Santa Clara, detalle de la
misma fachada.
Abajo izquierda: Templo de San Agustín.
Derecha: Templo de San Agustín. Fachada
lateral en mampostería a la vista.
Abajo: Nuestra Señora de Las Aguas.
52 Alfarería y urbanismo. Los chircales de Santafé (hoy Bogotá) y su impronta en la arquitectura y el desarrollo urbano de la ciudad colonial
²Santo Domingo (claustro). La iglesia fue construida entre los
años 1571 y 1619, el claustro se construyó décadas después, entre 1647
y 1678. La iglesia colapsó en gran parte por efecto del terremoto de
1743, y lo que quedó de ella fue demolido. Años más tarde, durante los
primeros decenios del siglo XX, gran parte del claustro fue demolido
para dar cabida a nuevos edificios públicos. Las intervenciones actuales
permiten ver la mampostería mixta de los muros (piedra y tablones
coloniales en hileras un tanto desordenadas), así como los tablones de
los arcos de sustentación. La cubierta es en teja cerámica. Actualmente
el claustro es administrado por la Universidad Nacional y se encuentra
abierto al público. Carrera 8ª entre calles 7ª y 8ª.
²Capilla del Sagrario. La construcción se inició en 1660 y fue
concluida en 1689. Los muros, de un metro de espesor, son en mam-
postería mixta (piedra y ladrillo). La fachada está enchapada totalmente
en piedra. La cubierta es en teja cerámica. Se localiza en la Plaza de
Bolívar.
²La Candelaria. El templo fue construido en un período de 17
años, entre 1686 y 1703, bajo la dirección del arquitecto Diego Sánchez
Montemayor. La iglesia cuenta con un claustro de mediana dimensión,
ocupado hoy día por un colegio. Los muros son en mampostería mixta
(piedra y ladrillo). La cubierta es en teja cerámica. Es monumento
nacional. Calle 11 con carrera 4ª.
²La Tercera. La construcción del templo se llevó a cabo entre 1760
y 1780. La torre se desplomó en 1785. El arquitecto alemán Kart
Schlecht realizó una reconstrucción “ecléctica” de la torre en 1857. Las
fachadas en mampostería mixta a la vista hacen evidente su composi-
ción: piedra y tablones coloniales combinados de diversas maneras en
el muro (ver fotos). Los tablones son piezas estructurales esenciales,
Izquierda: Claustro de Santo Domingo, fachada sobre carrera 8ª. Derecha: Claustro de Santo Domingo, vista interior.
Arriba: Capilla del Sagrario.
Arriba: La Candelaria.
53
!
!
Revista nodo Nº 8, Volumen 4, Año 4: 31-58 Enero-Junio 2010
Molina Prieto L.F.
puesto que con ellos se construyen los arcos de sustentación y las
jambas de puertas y ventanas. La cubierta es en teja cerámica. Sobre
la fachada de la calle 16 se aprecia lo sobresaliente del mortero, que
muy de cerca se ve tosco, pero a un par de metros aporta una textura
muy interesante a las fachadas. Carrera 7ª calle 16.
²San Francisco. El templo actual es el segundo que se levanta
en el mismo lugar. Fue construido en un período de 25 años, entre
1586 y 1611. Su claustro, uno de los más importantes de la ciudad, se
conservó hasta 1917, cuando fue demolido para construir el “pala-
cio de San Francisco”, sede por muchos años de la Gobernación de
Cundinamarca. El primer templo data de 1557 y fue demolido para
hacer el actual, más grande y más estable. La torre colapsó por causa
de un movimiento telúrico y fue reconstruida en 1794. Las fachadas
en mampostería mixta a la vista hacen evidente la composición del
muro: piedra, ladrillos y tablones coloniales combinados de diversas
maneras (ver fotos). Los tablones son piezas estructurales esenciales,
puesto que con ellos se construyen los arcos de sustentación y las
jambas de las puertas y las ventanas. La cubierta es en teja cerámica.
Carrera 7ª Av. Jiménez.
²La Capuchina (Iglesia y claustro). La construcción fue concluida
en 1788. El claustro se conservó hasta 1919, cuando fue demolido y se
construyó en su lugar el actual edificio sede de la Academia Superior
de Artes de Bogotá. La estructura es en mampostería (ladrillo cocido).
La cubierta es en teja cerámica. Carrera 13 con Calle 14.
.
Izquierda: La Tercera, fachada sobre la
calle 16, en mampostería mixta a la vis-
ta. Centro: La Tercera, fachada princi-
pal enchapada en piedra, torre (parte
baja) en mampostería mixta a la vista.
Derecha: detalle de la mampostería mixta
a la vista (piedras y tablones irregulares).
Abajo:
San Francisco, vista de la torre, fachada
principal.
54 Alfarería y urbanismo. Los chircales de Santafé (hoy Bogotá) y su impronta en la arquitectura y el desarrollo urbano de la ciudad colonial
²La Veracruz. El templo original fue construido en 1546 y ampliado
en 1631. La iglesia original sufrió fuertes averías y fue reconstruida
luego del terremoto de 1827. Se cree que la reconstrucción no con-
servó sus fachadas originales, pues esta iglesia fue construida por los
franciscanos, al igual que sus vecinas, La Tercera y San Francisco, que
presentan la mampostería mixta a la vista y no recurren al revoque de
las fachadas. La cubierta es en teja cerámica. Carrera 7ª calle 16.
Izquierda: San Francisco, fachada
lateral, detalle de la mapostería mixta
(tablones, ladrillos y piedra) a la vista.
Derecha: San Francisco, detalle de
la mampostería mixta en la fachada
lateral.
Arriba: La Veracruz.
Arriba: La Capuchina.
55
!
!
Revista nodo Nº 8, Volumen 4, Año 4: 31-58 Enero-Junio 2010
Molina Prieto L.F.
Obras civiles
En 1640 el gobierno colonial ordenó la construcción de puentes
con el fin de comunicar a la ciudad con otras poblaciones, como el
Puente Grande de Nuestra Señora de Atocha, diseñado por Juan
Bautista Coluccini y construido en 1664 con bóvedas de ladrillo y
mampostería mixta.
Uno de los puentes más importantes para la época colonial fue el que se
construyó con el fin de comunicar a Santafé con la población de Hontibón
(hoy Fontibón), llamado “Puente Grande de Nuestra Señora de Atocha”,
que cruzaba el río Bogotá, pues una de las principales preocupaciones de
la Audiencia colonial fue la de mejorar, en lo posible, la ruta hacia Honda,
ya que por ésta, la ciudad no sólo se comunicaba con gran parte del país
sino con el exterior, y por supuesto, con España (DAMA, 2000: 28-29).
A lo largo del período colonial se construyó un sistema de puentes
con el fin de superar el río San Francisco, dentro de los que cabe des-
tacar el puente de San Miguel, de 1551; el puente de San Francisco,
de 1618, reconstruido en 1662; el puente de San Victorino, de 1791
y el puente de Las Aguas, de 1801.
Otros puentes de la época que se destacan son: el Puente del Común
(monumento nacional) sobre el río Bogotá, en el camino a Zipaquirá,
concluido en 1792; y el de Puente Aranda, conocido como el puente
del amor por la historia que lo envuelve, pues se cuenta que el puente
y el camino a Funza, fueron construidos por un hombre muy pode-
roso que vivía en Santafé, con el único fin de visitar a su amada que
vivía en Funza:
Arriba: Puente Grande de Nuestra Se-
ñora de Atocha (1664)
Diseño de Juan Bautista Coluccini.
Abajo: Puente de San Francisco,
grabado de Greñas.
56 Alfarería y urbanismo. Los chircales de Santafé (hoy Bogotá) y su impronta en la arquitectura y el desarrollo urbano de la ciudad colonial
It is speculated that Puente Aranda, the bridge of love, was built by Don Francisco de Anuncibay
to unite Fontibón and Santafé and facilitate the path for Don Francisco when he went to
visit his beloved Doña Jerónima de Olaya that lived in Funza6 (www.bogotá.gov.co).
El papel de los chircales en la expansión y movilidad de la ciudad co-
lonial se aprecia en los puentes de la época. Todos los puentes fueron
posibles gracias al ladrillo y el tablón, pues con ellos se construyen las
bóvedas que los sostienen.
Conclusiones
La arquitectura residencial colonial se construyó con adobes, tablo-
nes y ladrillos en los muros, y tejas cerámicas en las cubiertas. Por su
parte, la arquitectura religiosa colonial se construyó principalmente
con muros de mampostería mixta (piedra, tablones y ladrillos) y teja
cerámica en las cubiertas. La ciudad colonial se hizo realidad gracias a
las piezas cerámicas fabricadas en los chircales de los cerros orientales,
con la arcilla de sus laderas, la leña de sus bosques y el trabajo de sus
alfareros. Durante la Colonia los alfareros muiscas y sus descendientes
hicieron a mano millones de piezas cerámicas para construir la ciudad.
La mampostería colonial, que mantiene en pie las construcciones de
ese período, proviene de los chircales y de las canteras, dos industrias
derivadas de la construcción que se ubicaron en el piedemonte de los
cerros orientales. Del trabajo de los alfareros muiscas nos queda un
valioso patrimonio material y cultural: Santafé, la ciudad colonial.
En cuanto a los acabados exteriores de la época colonial, se puede decir
que la mampostería (mixta) en la mayor parte de los casos se revoca o
enchapa. Sólo unas pocas iglesias construidas en este período exponen
Izquierda: Puente del Común. Grabado
de Crane.
Derecha: Puente de Aranda.
6Traducción: Se especula que Puente
Aranda, el puente del amor, fue construi-
do por don Francisco de Anuncibay para
unir a Fontibón con Santafé, y facilitar el
camino a Don Francisco, cuando iba a vi-
sitar a su amada doña Jerónima de Olaya
que vivía en Funza.
57
!
!
Revista nodo Nº 8, Volumen 4, Año 4: 31-58 Enero-Junio 2010
Molina Prieto L.F.
la mampostería en sus muros de fachada; y en general, corresponden
a construcciones realizadas por los franciscanos, con bajos recursos,
con donaciones, de lo que se puede inferir que sus constructores no
contaron con los dineros necesarios para revocarlas. Durante la Co-
lonia la mayor parte de los muros exteriores se revocaron, ya fuera
porque eran construidos con adobe y era necesario hacerlo, o porque
el estilo colonial así lo determinaba.
Llama la atención la mampostería de las fachadas de La Tercera, com-
puesta por piedras pequeñas y tablones de poca dimensión (¿retal?),
aglutinados con argamasa muy sobresaliente. Este acabado como ya se
dijo, visto desde muy cerca resulta tosco, pero genera un aspecto muy
atractivo a un par de metros, y genera una textura muy interesante.
Esto sugiere que la mampostería fue diseñada con bajos recursos, y
pese a ello, para estar a la vista. La austeridad franciscana materializada
en la arquitectura: buen diseño y economía.
En trescientos años las técnicas de construcción coloniales no cam-
biaron, no evolucionaron, la estética de las edificaciones se mantuvo
estática y el uso de los materiales fue siempre el mismo.
58 Alfarería y urbanismo. Los chircales de Santafé (hoy Bogotá) y su impronta en la arquitectura y el desarrollo urbano de la ciudad colonial
Referencias
²Centro de Investigaciones Facultad de Arquitectura- CIFA, Universidad de los
Andes (2000) Cerros de Bogotá. Bogotá: Villegas editores.
²Chaparro Valderrama, Hugo (1999) Chircales (Marta Rodríguez y Jorge Silva).
Revista Credencial Historia, No 12, abril 1999.
²Corradine, Alberto & Helga Mora de Corradine (1989) Historia de la arquitectura
colombiana, tomo 2. Bogotá: Universidad Nacional.
²DAMA (2000) Historia de los humedales de Bogotá con énfasis en cinco de ellos. Bogotá:
DAMA.
²Mesa Ambiental Cerros Orientales / CINEP (2008) Territorios populares,
ambiente y hábitat. Propuesta de política pública desde los Cerros Orientales. Bogotá: Mesa
Ambiental Cerros Orientales / CINEP.
²Martínez, Carlos (1983) El ladrillo en Bogotá. En: Apostillas y reseñas,
Cuadernos Proa N° 4: 64-65. Bogotá: Proa.
²Martínez, Carlos (1976) Bogotá sinopsis sobre su evolución urbana. Bogotá: Escala.
²Mejía Pavony, Germán Rodrigo (2000) Los años de cambio: historia urbana de Bogotá
1820-1910. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana.
²Molano, Alfredo (2005) Mordisco a los Cerros Orientales. Bogotá: El Espectador,
diciembre 10.
²Molina-Prieto, Luis Fernando (1995) Guía de árboles de Santa Fe de Bogotá.
Bogotá: DAMA.
²Molina-Prieto, Luis Fernando (2000) Dejemos hablar al bosque. Aproximación
histórica a la cobertura vegetal de los Cerros Orientales. Revista Flora Capital No 4.
²Nerea Gómez, Mario (2008) La iglesia de San Diego. En Reflexiones sobre
arquitectura en Colombia. http://arquitecturaencolombia.blospot.com/Consulta 13
de enero de 2010.
²Niño Murcia, Carlos (2007) La construcción de la casa en la lengua española.
Cartagena: Congreso de Cartagena, sesiones plenarias.
²Patiño, Víctor Manuel (1990-1993) Historia de la cultura material en la América
equinoccial, Tomo 2: Vivienda y Menaje. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo.
²Simbaqueba, Luis R. (1958) Apuntes lexicográficos sobre la industria del
ladrillo en Bogotá. Thesaurus. Tomo XIII. Números 1, 2 y 3: 59 Bogotá: Instituto
Caro y Cuervo.
²Torres, Hugo Herrera (1997) El ladrillo en la arquitectura prehispánica México en
el tiempo No 19 julio / agosto. En: www.mexicodesconocido.com.mx/notas/5247
²Wilches Chaux, Gustavo (2006) El primer barrio de invasión en los Cerros Orientales.
Bogotá: El Espectador: agosto 6: 13-B.
²www.voltairenet.org/article143468 Conflictos, resistencia e historia de los Cerros
Orientales, por: María del Rosario Saavedra. Publicado: 11 de septiembre de 2006,
desde Bogotá. Consultado: 20/10/2009
²http://mesacerros.wordpress.com/ Los territorios de los Cerros Orientales nos
movilizamos. Mesa ambiental Cerros Orientales. Publicado: 19 de noviembre de
2008. Consultado: 25/10/2009
²http://www.hombrebarrofuego.com.ar/apuntes/iconografia bonaerense.
htm Iconografía bonaerense. Alfarería prehispánica, por: María Amanda Caggiano et al.
Consultado: 30/10/2009
²http://www.bogotaturismo.gov.co/atractivos/atractivosarquitectonicos/
religiosos/zona_centro_chapinero.php Consulta: 3 de diciembre de 2009.
²http://www.arquibogota.org.co/?idcategoria=1934 Consulta: 13 enero de 2010.
²http://www.lablaa.org/blaavirtual/exhibiciones/monu/mn/64.htm Consulta:
13 enero de 2010.