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"La imaginación herida reconstruye lo que fue": Pablo Piferrer como recopilador de leyendas históricas catalanas.

Authors:
1
LA IMAGINACIÓN HERIDA RECONSTRUYE LO QUE FUE:
PABLO PIFERRER COMO RECOPILADOR DE LEYENDAS
CATALANAS TRADICIONALES.
ORIOL MIRÓ MARTÍ.
UNIVERSIDAD DE BARCELONA
Se propuso un intento cual pocas veces ha sido
pensado y acaso ninguna llevado a cabo tan
completamente. La rica y variada historia de
nuestros progenitores jamás había sido tratada
de una manera general, con las miras aunadas
del historiador y el poeta
1
.
Sorprende nada más empezar la extraordinaria prosa con que el autor recorre las más de
360 páginas de que se compone este riquísimo primer volumen del Recuerdos y Bellezas de
España dedicado al Principado de Cataluña. Ya sea por su consolidado romanticismo, que
irrumpe en poéticas reflexiones, o cuando nos regala con versos llenos de emoción, Pablo
Piferrer (1818-1848) demuestra en esta obra su capacidad literaria, pero sobre todo, se erige
como un estudioso de la historia, las costumbres y el arte. Espera impaciente la incursión de
una leyenda para dar rienda suelta al espíritu literario que impera en él. Se trata de una obra
salpicada de una prosa poética que se deleita en los detalles más fantásticos y de carácter
más legendario, pero que en nada la respetó el tiempo, permitiéndole sólo conocer una
reedición facsímil cien años después de su primera publicación en 1839
2
.
La obra, primera perteneciente a la enciclopedia histórico-artística que inspiraría Xavier
Parcerisa y cuyas ilustraciones acompañarían la pluma de celebrados escritores, se divide
en las comarcas que la forman: Barcelona, Gerona, Tarragona y Lérida. De los muchos
autores que han tratado la temática legendaria, Pablo Piferrer ha sido de los más
injustamente olvidados; apenas alguna referencia puntual, un artículo aislado. Su temprana
muerte y la escasa edición de su obra ciertamente contribuyeron en ello. Con este artículo
pretendemos revalorizar la figura de Piferrer como profundo conocedor del legado histórico
tradicional catalán y sacar a la luz una de sus facetas más brillantes. Piferrer no sólo trató de
arte e historia, también escribió poesía y llegó a planear un drama, el que hablara del
asesinato del Cap d’Estopes, cuyos bocetos y apuntes todavía hoy se conservan. En sus
poesías se incluyen dos fragmentos del Recuerdos y Bellezas, los del asesinato del conde
(El conde fratricida) y la penitencia del santo Garino (Romería a Montserrate). Quedaría
sin terminar el citado drama y el segundo volumen de esa enciclopedia de historia y arte, el
dedicado a Mallorca y que terminaría Francisco Pí Margall. Sus poesías sólo se publicarían
póstumamente.
1
M. Milá, prólogo a las Composiciones poéticas de Pablo Piferrer, Juan Fco. Carbó y Semis Mensa, Imprenta
de Pons y Cª, Barcelona, 1851. La cursiva del título pertenece al segundo volumen del RBE, pg. 218.
2
Existe además una traducción catalana de 1934 hecha por J. dels Domenys, aunque no se trata de una
traslación completa, pues dicha obra no sólo omite los preciosos grabados de Parcerisa, sino que selecciona
los fragmentos originales que toma. No pierda, sin embargo, el lector la oportunidad de acercarse a esta rara
joya.
2
Destaca la notable erudición y el incomparable esfuerzo y dedicación que supone la
elaboración de una obra de semejante envergadura. No sólo por contener innumerables
referencias históricas, reflexiones en torno al arte y composiciones poéticas originales, sino
por su talante erudito y su extraordinaria belleza, llegaría a considerarse en justo mérito la
obra máxima de la arqueología romántica española, de la que Pablo Piferrer, con tan sólo
veinte años, sería su primer redactor
3
.
BARCELONA.
La primera de las comarcas comentadas es Barcelona, lugar de nacimiento además del
autor. Ella contiene seis leyendas histórico-fundacionales, las famosas cuatro barras, la
fundación de Barcelona, la espada de Vilardell, las monedas de la Catedral, la fundación de
la iglesia de San Miguel y la excursión a Sant Miquel del Fai.
De todas ellas, sin embargo, sólo la última carece de carácter fundacional, pues relata cierta
expedición llevada a cabo por unos hombres a una caverna en las inmediaciones de Sant
Miquel del Fai. La intervención de elementos de carácter sobrenatural y la vaguedad con
que comenta el hecho, lo hace además citando en nota la Crónica universal del Principado
de Cataluña (1635) de Gerònim Pujades, son los ejes fundamentales de dicha historia. La
aparición del Demonio y la posterior intervención divina que salvaría a los expedicionarios
resuelve rápidamente la situación.
Las armas de Cataluña, la primera de las leyendas fundacionales, cuenta cómo el monarca
Carlos el Calvo untó los dedos en la herida mortal del conde Guifré el Pilós y estampó de
su mano el emblema heráldico en el escudo dorado del conde, satisfaciendo su deseo de
poseer armas de caballero y recompensando así los servicios prestados en la guerra contra
los normandos. Así la relata Piferrer, quien además añade, en un intento de apunte
histórico, la fecha exacta en que se supone que sucedieron los hechos; según él, el 873. Con
esta donación, Barcelona empezaría a figurar como estado independiente.
Guifré el Pilós fue conde de Barcelona y Gerona del 878 al 897 d.C., aunque el uso de
emblemas heráldicos no se extendiera hasta la época de las Cruzadas, la primera mitad del
siglo XII. Los emblemas heráldicos más antiguos de Europa son los del conde de Herford,
Gilbert de Clare (1141), cuyo escudo representa tres bandas dispuestas en ángulo agudo; los
del duque de Sajonia, Enrique de León (1146), un león; y los del conde de Barcelona,
Ramón Berenguer IV (1150), las cuatro barras. Este último se considera el escudo más
antiguo, pues provenía de una tradición familiar que se remontaba al siglo IX. Véase
además cómo las tumbas de Ramón Berenguer II, llamado por su rubia cabellera Cap
d’Estopes, i su bisabuela, Ermessendis de Carcassona, muertos en 1082 y 1058,
respectivamente, están decoradas con dicho emblema.
La gráfica de la heráldica vendría a reflejar alguna tradición familiar o costumbre
tradicional arraigada típica de la familia que la ostenta; sirva de ejemplo el caso de los
3
Javier Arnaldo, Poética de las cavernas y modernidad arquitectónica: Pablo Piferrer en Artá en Studi
Ispanici, 2000, pp. 93-108.
3
condes de Urgell desde Ermengol I en 1008, cuya gran afición al ajedrez hizo que su
escudo familiar semejara un tablero de dicho juego. Del mismo modo podría entenderse el
que el conde Ramón Berenguer IV transformara en escudo heráldico el que fuera un tipo de
emblema utilizado por sus antepasados, y que todavía no era considerado como tal antes de
la subida al trono de Aragón del conde a raíz de su matrimonio con la princesa Peronella,
hija de Ramir II, el 11 de agosto de 1137, hecho que, por otra parte, también reporta
Piferrer.
Las interpretaciones y versiones de la leyenda son muy variadas, aunque todas responderían
a la finalidad de ofrecer un origen ilustre, mítico-heroico si se quiere, a las armas de una de
las monarquías con más poder e influencia de todo el medioevo, aun a sabiendas que dichas
armas tuvieron hasta finales de la Edad Media carácter de armas familiares de los
descendientes del primer príncipe de Aragón y conde de Barcelona, y no armas
territoriales
4
. Una de dichas interpretaciones remitiría las cuatro barras a la zona de Suiza
desde donde pasaría a Provenza, donde Ramón Berenguer IV las tomaría en herencia de su
madre, Dolça de Provença
5
. La otra las haría responder a una hipotética bandera de un
antiguo reino de Borgoña que habría adoptado el mismo conde entre 1142 y 1162 durante
su guerra contra los Baus, en oposición a la cruz de Tolosa, emblema de sus enemigos
6
.
Existen, sin embargo, dos interpretaciones anteriores fechadas ambas a finales del siglo
XIV, y que demuestran que por entonces nadie conocía la historia del escudo condal como
creación del emperador franco. La primera la representa el franciscano Francesc Eiximenis
en Lo primer del Chrestià (1378-1381), quien justifica las señales rojas como bastones con
que los reyes de Aragón arremeterían contra los malos clérigos y los enemigos de la
corona
7
. La segunda la ofrece el dominico Joan de Montsó en el prólogo a la traducción de
los comentarios de San Bernardo al Cantar de los Cantares (1392-1395), hoy perdidos, y
dedicada al futuro Martí I de Aragón; en dicho prólogo, las cuatro barras remitirían a los
maderos de la cruz de Jesús, enrojecidos por su sangre, y que los reyes de Aragón habrían
tomado como muestra y evidencia de su fe
8
.
El cambio frente a las tradiciones imperantes hasta entonces la daría Pedro Antón Beuter, al
que se considera con su Crónica General de España (Valencia, 1551) el auténtico creador
de la leyenda de las cuatro barras, tal como la recoge el poeta e historiador barcelonés.
Beuter modificaría su referente directo, el Nobiliario Vero de Hernán Mexía publicado con
enorme éxito en Sevilla en junio de 1492, y que remontaría la celebrada leyenda a la toma
de Córdoba realizada en 1236 por Fernando III el Santo. Beuter adaptaría la leyenda a las
4
Faustino Menéndez Pidal, Palos de oro y gules en Studia in honorem prof. Martí de Riquer, IV, Barcelona,
1991, pp. 669-704.
5
Michel Pastoreau, L’hermine et le sinople, Picard, París, 1982.
6
Faustino Menéndez Pidal, op. cit.
7
Signifiquen bastons e colps e persecucions qui d’aquesta casa deuen contra los mals eclesiàstichs, per a
purgar lurs pecats e per abaxar lur ergull e pompa e per reduy-los al primer stament. Cap 247, ed. de
Valencia, 1483, folio 133 v.
8
E aquesta gloriosa creu e lit de Jhesucrist fon de quatre barres, les quals foren envermellides de la sua
preciosa sanch; (...) la casa de Aragó aygen preses quatre barres vermelles per lurs armes e devisa de senyal,
que puguen dir que les quatre barres de la creu de Jhesuchrist porten per senyal en lur cors. J. Sans de
Barutell, Memoria sobre el inciderto origen de las barras de Aragón, antiguo blasón del condado de
Barcelona, Memorias sobre la Real Academia de la Historia, VII, 1812, pp. 203-235.
4
armas de Cataluña e introduciría ciertos cambios, estableciendo así una nueva tradición
9
.
Piferrer toma como fuente a Beuter, cuya obra tuvo enorme difusión, y afirma no existir
ningún testimonio anterior al siglo XIII con las armas que usaron los Condes de
Barcelona
10
. El historiador demuestra ignorar las sepulturas de Ermessendis y el Cap
d’Estopes, lo que no debe extrañarnos, pues no fue hasta 1982 que no se procedió a la
extracción de los sarcófagos primitivos depositados en la catedral de Gerona y que el rey
Pere III el Cerimoniós mandara recubrir en 1385 con placas de alabastro esculpidas por
Guillem Morey
11
.
Más sintética se presenta la leyenda que habla de la fundación de Barcelona, pues su
presencia es apenas perceptible. Piferrer se decanta por la teoría que afirmaría a Amílcar
Barca como fundador verdadero de la ciudad condal en el año 234 a.C. Sus precedentes son
clásicos reconocidos por la tradición
12
. Víctor Balaguer en su Calles de Barcelona, en
abierta afinidad con el historiador barcelonés, no sólo niega el origen mitológico de la
ciudad, que se creía fundada por Hércules y cuyo nombre derivaría de la novena nave
(barca nona) de la célebre expedición que partiera de Sevilla y que habría llegado a las
costas layetanas donde fundaría la ciudad, sino también que fuera construida a semejanza
de la antigua ciudad de Barcilo, en la provincia de Caria, actual Turquía.
Piferrer se ciñe a la tradición procedente de Plinio que daría a Barcelona el nombre
primitivo de Faventia Iulia Augusta Pía Barcino por ser habitada por pueblos fenicios, y
que supondría fundada por Amílcar
13
. Esta versión armoniza con la de Bofarull en Los
condes de Barcelona vindicados, que además cita, y según la cual resultaría verosímil la
teoría de ser fundada la ciudad por los cartagineses, como tantas otras lo fueron en la
península, y posteriormente reconquistadas por Roma. La crítica más reciente sintoniza con
las afirmaciones de Piferrer
14
, aunque en algunos casos, si bien niegan las mismas hipótesis
fundacionales mitológicas, también niegan la del general cartaginés
15
.
La tercera de las leyendas es la que habla de la célebre espada de Vilardell. Fundacional es
no sólo por establecer una gesta legendaria de un conde reconocido en un territorio muy
9
Los principales serían el atribuir la donación a Luis II de Francia, muerto en el 879, y la introducción de una
alianza franco-catalana para hacer frente al avance normando.
10
Recuerdos y Bellezas de España (a partir de ahora RBE), pg. 19. Para el amplio abanico de textos históricos
y narrativos en que aparecen la leyenda de las armas de Cataluña, véase la obra de Armand de Fluvià, Els
Quatre Pals: l’escut dels comtes de Barcelona, Rafael Dalmau, Barcelona, 1994 y el artículo de Frederic
Urdina, En torno a la leyenda de las barras catalanas en Hispania, IX, 1949, pp. 531-565, además de la obra
de Martí de Riquer, Llegendes històriques catalanes, Quaderns Crema, Barcelona, 2000.
11
Martí de Riquer, op. cit. Véase además la interesante disquisición sobre la correcta nomenclatura del
emblema que realiza el célebre erudito en las pp. 18-19.
12
Como la Crònica de Sant Joan de la Penya, la Crónica de 1425, el Flors Mundi, las crónicas de Beuter y
Pere Miquel Carbonell e incluso el Sermó del Rei Jaume II de Onofre Manescal.
13
A. Durán y Sanpere, El barrio gótico de Barcelona, Aymà, Barcelona, 1952.
14
A. Durán y Sanpere, op. cit.
15
Francisco Urdina y José Garrut, Barcelona. Vint segles d’història, Aymá, Barcelona, 1968. Dichos
historiadores dicen dar crédito sólo a una carta que el poeta del siglo IV Ausonio envió a San Paulino de Nola
y que supondría el testimonio más antiguo encontrado. En esta carta se hablaría de una basílica donde fue a
orar, literalmente, en la púnica Barcino, lo que demostraría los orígenes púnicos de la ciudad pero no su
fundación por Amílcar.
5
concreto, lo que repercutiría en favor de su legado heroico, sino por establecer el origen de
una iglesia de la que se dice fue construida en recuerdo de tan señalada victoria.
Esta leyenda habla de las armas de virtud, aquéllas con capacidades milagrosas o
sobrenaturales. El tratado jurídico De Batalla (1251), que establecía la reglamentación de
los duelos, solución habitual a contiendas de carácter jurídico y en las que la supuesta
intervención divina otorgaba la victoria al justo, prohibía explícitamente que en ellos se
utilizaran armas u objetos que habet virtutem. La espada de Vilardell tomó fama de
poderosa y se decía que aquel que la llevara jamás podría ser vencido, sentencia recogida,
por ejemplo, en la resolución que daba el rey Jaume I el 18 de octubre de 1274 al litigio
entre los nobles Bernat de Centelles y Arnau de Cabrera
16
.
La conocida leyenda relataría la muerte de un dragón a manos del héroe. El noble, a quien
un enigmático personaje habría legado una espada milagrosa, libró a Sant Celoni de la
amenaza de una bestia que aterrorizaba la población. Tras el combate, el caballero habría
elevado un grito de euforia sin prever que la envenenada sangre del dragón le llegaría al
brazo y le causaría una muerte inmediata. Relatan la leyenda el Sermó del Rei Jaume II de
Manescal, primero además en relatar de forma detallada la leyenda y primero en dar
nombre al héroe, y la Crónica de Pere III el Cerimoniós; ambos además hablan de los
prodigios de este arma a manos de Alfons el Benigne, hermano de Jaume II y padre de Pere
III, en la batalla de Lucocisterna, Cerdeña, el 29 de febrero de 1324. Piferrer relata la
compra de la espada y su acción en dicha contienda, y cita como fuentes el Sermó de
Manescal y los Anales de Feliu.
Las variantes a dicha tradición la suponen las obras de Eiximenis y el pseudo-Boades.
Francesc Eiximenis en Lo Dotzé del Chrestià explica cómo la celebrada espada fue
utilizada para dar muerte al dragón, pero introduce las novedades de ser el asesino de la
bestia un leñador, y no un caballero, que además necesitará del consejo de religiosos para
emprender la aventura, lo que carga al relato de un sentido religioso del que carecía. El
pobre que pide limosna y que cambia la espada es un enviado del Cielo y las pruebas a que
somete la espada, el corte que realiza a un árbol y luego a una piedra para cerciorarse de las
capacidades del arma, justificarían su carácter sobrenatural.
El pseudo-Boades en su Libre dels feyts d’armes de Catalunya
17
, por su parte, coincide con
el franciscano en que la espada es enviada por Dios para corregir las maldades de la bestia;
en este caso, ya no será un pobre anónimo el que haría el cambio, sino el mismo San Martín
el que se personificaría ante (esta vez sí) un caballero de probada ascendencia nobiliaria,
Vilardell, a quien otorgaría la celebrada espada. La aparición del santo supondría la
innovación más importante, así como la identificación de la espada con el arma del santo;
dicha innovación, sin embargo, tenía ya sus visos populares antes de la fecha de
composición de la obra, tal como lo demuestra el sermón pronunciado por Gaspar Sala
Bernat ante la Diputación de Cataluña en 1639. Difiere, sin embargo, en el hecho de omitir
16
Nullus sucumbere vel superari possit qui illum in bello detulerit. Diego de Monfar, Historia de los condes
de Urgell, José Eusebio Monfort, Barcelona, 1853, II.
17
Joan Gaspar Roig i Jalpí, llamado el pseudo-Boades por atribuir la citada obra a Bernat Boades y afirmar
estar ésta escrita en 1420, cuando en realidad lo fue en 1672.
6
la exclamación de soberbia y que según ciertas tradiciones le vale la muerte al héroe
18
,
como recoge Piferrer, y en concretar cronológicamente el suceso durante el reinado del Cap
d’Estopes (principios de siglo XI), novedad incluso frente a otras tradiciones.
Pere III conservó la espada de Vilardell, tal como consta en su testamento, fechado a 14 de
mayo de 1370, lo que demuestra que el arma existió realmente, hecho que no siempre
podemos dar por sentado al tratar el tema legendario. Dicho documento, además, alude a
una espada cognomitatam Tizonem, la misma que encontramos en posesión de Rodrigo
Díaz, el Cid, y a cuyas manos llegó seguramente como botín de guerra en alguna de sus
victorias frente a su anterior dueño, el conde Berenguer Ramón el fratricida
19
. Dicha Tizona
volvería posteriormente a las posesiones del condado de Barcelona a raíz de la boda entre
Ramón Berenguer el Gran con María Rodríguez, hija del Campeador, en 1104. La
identificación de la espada de Vilardell con la de San Martín sería, por tanto, errónea al
comprobar que en el citado testamento se diferencian ambas claramente: unus vocatur
Sancti Martin, alius de Vilardello
20
.
La muerte del héroe se justifica por el hecho de no haber pronunciado correctamente el
conjuro de la espada tras dar muerte al dragón, elemento típico, por otra parte, de las armas
de virtud. El motivo del conjuro, de onda raíz tradicional
21
, se entiende como una
manifestación de soberbia que comporta el castigo divino; Piferrer, siguiendo a Manescal,
en quien se basa y a quien cita en varias ocasiones, así lo entiende
22
. Comenta además en
nota que algunos atribuyen esta hazaña a Wifredo el Velloso y otros al conde D. Ramón
Berenguer III
23
, tras lo cual añade una segunda versión del relato haciendo protagonista
esta vez al conde Guifré el Pilós, del que hablábamos anteriormente al tratar las armas de
Cataluña, y añade varias novedades, como la construcción de una especie de cabaña hecha
con puntas de lanza, espadas y flechas que el conde coloca delante de la cueva del dragón y
en la que se ensarta la bestia hasta caer muerta al salir embravecida por la bocina que hace
tronar el caballero a la entrada de la madriguera. Se dice, finalmente, que el lugar donde
cayó muerto el dragón, y en recuerdo de tal hazaña, el conde de Barcelona fundó una
iglesia.
Del mismo carácter aunque diferente proceso, pues no interviene en esta nueva leyenda la
fuerza o la magia, sino la virtud del ingenio, es la que habla de la fundación de la nueva
catedral de Barcelona, moderno edificio que venía a sustituir diversas construcciones
religiosas antiguas, la última de las cuales se debía al conde Ramón Berenguer I y que fue
derribada en 1379. La fundación de la Catedral de Barcelona relata el ingenioso método
18
Véase también Diego de Monfar, op. cit., que también omite el grito, contraviniendo la tradición oral local.
19
Almenar, 1082; Tevar, 1090.
20
Para el recorrido histórico real de las armas, véanse las obras de Riquer, Llegendes històriques catalanes,
op. cit. y L’arnés del cavaller, Espasa-Calpe, Madrid, 1967.
21
Registrado por Stift Thompson, Motif-index of folk-literature, IV, Indiana University, 1966: D 1783, I:
magic results of reversing a spell. Formula said backwards sometimes undo the work performed by the
formula. Y R. S. Boggs, Index of spanish folktales, Suomalainen Tiedeakatemia, Helsinki, 1930: 746: girl will
imitate witch and fly; but she mistakes the formula (...).
22
Onofre Manescal, Sermó del rei Jaume II, Sebastià Cormelles, Barcelona, 1602: ¡O espasa forta y bras
valerós d’en Vilardell! Piferrer: O fuerte espada y valeroso brazo de Vilardell! RBE, pg. 42.
23
RBE, pg. 42.
7
con que el hombre del siglo XIV resolvió el conflicto arquitectónico que suponía la
construcción de una estructura tan elevada. Piferrer trata dicha solución del mismo modo
que Joan Amades
24
, única fuente que recoge la tradición, y es que para evitar accidentes y
facilitar la obra a los operarios, la Seu de Barcelona fue llenándose con la arena sobrante de
forma gradual, lo que elevó el nivel del suelo y permitió un trabajo sin riesgos. El
emplazamiento, no obstante, quedó al final lleno de una masa compacta de tierra y
escombros de la que era necesario deshacerse, por lo que el arquitecto, en previsión de lo
ocurrido, fue llenando dicha tierra con monedas pequeñas, tras lo cual se llamó al pueblo
para que libremente acudiera a llevarse un poco de esa tierra repleta de monedas. La
respuesta fue unánime.
El mismo esquema de sustitución de edificios religiosos por otros más modernos lo sigue la
leyenda sobre la fundación de la iglesia de San Miguel. Ésta, que venía a sustituir una
fábrica dedicada a Esculapio, sería levantada gracias a la contribución desinteresada de un
mecenas enigmático que los vecinos de la zona no dudaron en identificar como San Miguel,
y de ahí la atribución del edificio al santo. Piferrer añade a la conocida tradición la fecha
exacta en que se supone que el edificio antiguo vino abajo
25
, aunque carece de las
reflexiones de talante teológico con que Pujades, al que vuelve a citar el historiador
barcelonés, ataca al antiguo dios pagano de la medicina
26
.
GERONA.
El apartado dedicado a Gerona se resuelve de forma muy sintética con la inclusión de
apenas dos leyendas históricas. Si bien son dos de las más conocidas, las leyendas del
conde fratricida y las moscas de Sant Narcís ofrecerían a la ciudad dos referentes míticos en
los que respaldar su pasado inmediato, pues conviene remarcar que, al contrario de lo que
sucedía en Barcelona o Tarragona, el episodio gerundense carece totalmente de leyendas
fundacionales que hablen del origen de la ciudad, quedando reducido así su legado mítico a
un episodio de discordia política y a una intervención divina ante una invasión exterior.
Se conjugan dos relatos en la leyenda del conde fratricida
27
. El primero de ellos es el propio
asesinato del conde Ramón Berenguer II, llamado Cap d’Estopes, por su hermano gemelo
Berenguer Ramón, con quien debía turnarse el gobierno del condado. Dicho asesinato,
ejecutado con deliberación un día de caza, desembocaría en el exilio forzado del conde
fratricida a quien el mismo Dios condenaría, en estrecha semejanza con el episodio bíblico
de Caín y Abel, a través de las palabras que inserta en la respuesta fúnebre del público
asistente al entierro en la catedral de Gerona. En evidente conmoción, el público
24
Joan Amades, Tradicions de la Seu de Barcelona, Butlletí del Centre Excursionista-Club Alpí Cátala,
447, agosto de 1932, que se guarda actualmente en el Archivo Histórico de la Catedral de Barcelona.
25
8 de mayo de 1145 ó 47.
26
Gerònim Pujades, Crónica universal del Principado de Cataluña, José Torner, Barcelona, 1831, libro 14,
cap. 7.
27
Piferrer quiso dramatizar el episodio, aunque su temprana muerte lo impidió. Se conservan todavía unos
apuntes escritos a finales de 1846, principios de 1847, que contiene dos partes y un prólogo que relata el plan
original. Para su descripción y contenido, véase el capítulo “Plan de su tragedia” de las Composiciones
poéticas de Piferrer, op. cit.
8
pronunciaría dónde está tu hermano, Abel?, palabras que descubren la conjura, y que
Piferrer, frente a toda tradición posterior, transcribe en castellano y no en latín. Este relato,
además, se halla enriquecido por un seguido de leyendas que se incorporaron al fondo
histórico y que hablarían de la penitencia y muerte del conde asesino y representarían todo
un descenso a los infiernos del noble, castigo sin duda por un crimen capital
28
.
El segundo relato, que Piferrer inserta en el primero, hablaría de la mascota del Cap
d’Estopes, un fiel halcón que presenciaría la muerte de su dueño y avisaría de la tragedia a
un payés cercano, terminando sus días acompañando al cortejo fúnebre y cayendo muerto al
lado del féretro de su señor antes de que éste fuera introducido en la catedral para su
entierro. La leyenda fue inmortalizada en una estatua de un halcón de piedra cercana a la
tumba del conde y que todavía hoy se conserva.
Ambos relatos cuentan con una onda tradición y son de los más conocidos del territorio
catalán. Su presencia se cuenta entre las más célebres crónicas del medioevo
29
, e incluso
aparece en el sermón de Manescal, quien relata la leyenda con los mismos elementos que
Piferrer, a saber, las reyertas de los dos hermanos, el asesinato con picas durante una
jornada de caza, la tragedia del halcón y el episodio de la iglesia en que Dios comunica la
culpa a través de las palabras de los asistentes al funeral.
Como decíamos al principio, el historiador catalán reduce el contenido legendario de la
comarca gerundense a dos relatos muy conocidos. El llamado las moscas de Sant Narcís, el
segundo de ellos, pretendería demostrar el respaldo que Dios daba a los catalanes en la
defensa de su territorio frente al avance francés, y su desprecio ante los invasores no sólo
por los abusos que cometían contra la población, sino por pretender un territorio que les era
ajeno. Este célebre episodio legendario, que Piferrer relata transcribiendo la Crónica de
Sant Joan de la Penya
30
, sería inmortalizado por Dalí en un conocido collage que incluía
varias moscas pegadas vivas y cuyo impacto visual sería considerable.
TARRAGONA.
Predominan en este episodio las leyendas fundacionales, incluso más que en el de
Barcelona, pues en este caso, sólo una excluye la intervención de algún rey de primer
orden. La fundación de Tarragona, que preside la sección tarraconense, puede considerarse
un auténtico compendio de reflexión histórica, pues especula el autor entre las diferentes
tradiciones que hablan de sus fundadores, excluyendo aquellos no confirmados por la
erudición, y concluye de forma similar a Barcelona afirmando ser una primitiva colonia
fenicia el primer núcleo poblado de las costas tarraconenses.
28
Una de las tradiciones paralelas más famosas es aquélla en que Berenguer Ramón perdería el habla e iría en
peregrinación a Tierra Santa, tal como lo recogen las Cròniques d’Espanya de Pere Miquel Carbonell, la
Crònica de Sant Joan de la Penya, la Gesta Comitum, la Crónica de Beuter, el Sumari d’Espanya de
Berenguer de Puigpardines o la Crónica de Aragón de Gauberto Fabricio Vagad.
29
Véase la nota anterior.
30
Cap. XXXVI. Su presencia en las principales crónicas medievales puede hallarse con facilidad; en ellas
destaca la Crónica de Bernat Desclot (Libre del rey en Pere), la Crónica anónima de 1427 y el Sermó de
Manescal.
9
Piferrer recoge en primer lugar la leyenda que hablaría de un pueblo fenicio que
establecería en las costas peninsulares una primera colonia hacia el 933 a.C. Esta
civilización primitiva sería sustituida más adelante por la cartaginesa, que utilizó la ciudad
como puerto seguro para marchar hacia Roma en la famosa empresa de Aníbal del 216 a.C.
El final de Cartago marcó un cambio de dominio en la población, que pasó a manos
italianas y fue ganando fama y prestigio, lo que le reportaría beneficios y favores hasta
convertirse en una de las ciudades más esplendorosas del Imperio. Las diversas tradiciones
que recorre el historiador barcelonés confluyen en otorgar a los pueblos orientales la
fundación de la ciudad. Ya sea a través de la dinastía postdiluviana de Noé y su nieto
Tarrakon, el siempre presente Hércules (mucha de su tradición procedente de la fama de
sus viajes) o cierto rey egipcio que colonizaría las costas peninsulares por su amenidad, la
tradición suele enfocar hacia oriente el origen de Tarragona.
Y en eso no andaba la tradición muy equivocada, pues en 1855 fue descubierta en plena
ciudad moderna, una momia egipcia de la época prerromana, hallazgo que causó un enorme
revuelo y obligó a replantear los orígenes de la ciudad, pues dicha evidencia demostraba la
presencia inequívoca de civilización egipcia en la península mucho antes incluso de
cualquier aparición fenicia o cartaginesa
31
. A Piferrer, fallecido dos años antes del
descubrimiento, le fue imposible reportar un hallazgo que seguro habría cambiado en
mucho las páginas de su historia.
El recorrido de fuentes eruditas, ya sean cronicones medievales, tradiciones mitológicas, ya
fuentes histórico-eruditas, es una constante en la reflexión del historiador catalán. Se sabe
que Tarraco fue una de las ciudades mejor fortificadas de toda Hispania, y también que
llegó a ser muy poderosa. Durante mucho tiempo se la crefundada por los Escipiones,
aunque resulta más plausible, a la vista de lo dicho más arriba, que mientras sí adquirió
enorme fama por ser guerrera y fiel reflejo de la capital del Imperio, no fue fundada ni
mucho menos por dichos generales romanos.
Estrechamente vinculada a la leyenda fundacional, encontramos la que habla de un
monumento funerario antiguo adentrado en un bosque cercano. El saber popular ha
atribuido esta construcción a los Escipiones en claro vínculo a su pasado más inmediato,
pues fue a partir de ellos que Tarraco adquirió prestigio y creció en esplendor: sabido es
que Tarragona debió su esplendor a los dos héroes romanos, que tras señaladas victorias
hallaron gloriosa muerte en el campo de batalla
32
. Asimismo, la superstición popular ha
añadido a la leyenda de la tumba de los Escipiones diversas apariciones fantasmagóricas
que, en cualquier caso, no son más que una constante en este tipo de monumentos y un
elemento que les resulta, cuanto menos, imprescindible.
Otra leyenda fundacional con semejante dosis de apariciones fantasmales es la conocida
como la bofetada de Santa Tecla. Piferrer la recoge basándose en los Anales de Zurita, al
31
B. Hernández Sanahuja, Resumen histórico-crítico de la ciudad de Tarragona desde su fundación hasta la
época romana con una explicación de los fragmentos del sepulcro egipcio descubierto en 9 de marzo de 1850
por Buenaventura Hernández, Imprenta de José Antonio Nel·lo, Tarragona, 1855.
32
RBE, pg. 210.
10
que cita; del mismo modo, el historiador barcelonés toma como fuente a Feliu, del que dice
verifica la leyenda y añade además una variación concreta al final del relato. De hecho, al
ser no sólo una de las leyendas más famosas, sino por involucrar a uno de los reyes más
principales de la corona aragonesa, Pere III llamado entre sus muchos apodos el
Cerimoniós, el Polític, y por lo que veremos a continuación, el Cruel o el Punyalet, cuenta
dicha leyenda con un amplio abanico de variantes repartidas por las crónicas y los relatos
posteriores que la recogen.
Pere III asimiló las principales señorías catalanas a la corona aragonesa, salvo la de
Tarragona y la Selva del Camp, ambas bajo la protección de Santa Tecla. El rey envió a
don Ramón Alamán a reprimir a quienes no le reconocieran como su soberano, por lo que
se produjeron numerosos estragos. Pero el rey adolecía de una enfermedad extraña que no
hallaba cura, por lo que temiéndose algún influjo sobrenatural, decidió restituir la potestad
de las señorías a la santa y erigirle una iglesia en su honor. Dicho temor provenía de una
visión que el monarca había tenido y en que se le aparecía Santa Tecla, quien le abofeteaba
por sus abusos y tiranías y le ordenaba retornar las tierras subyugadas. Una vez obedecida
la voluntad de la santa, la enfermedad desapareció, así como la marca de mano que la santa
había dejado en la cara del rey. La variante que introduce Feliu, y que Piferrer cita, es que
habiendo devuelto las tierras a sus dueños, el monarca fue llamado ante un Tribunal de
Dios, que verificó la marca y demostró, por tanto, que la intervención de la santa fue
verdadera. Esta versión es la que justificaría en el terreno legendario el apodo de cruel que
recibiera Pere III; el de Punyalet, por su parte, se refiere a una tradición que no recoge
Piferrer y que achacaría la enfermedad del rey a su avanzada edad y cuya visión no se debía
a la necesidad de restituir un territorio sometido, sino a que la santa comunicaría la cercanía
de su muerte al rey; el monarca, asustado por la aparición, pretendería apuñalar a la santa,
lo que provocaría que el espíritu agrediera al rey y le dejara, hasta el momento de su
muerte, cardenales en la cara.
Fundacional también, aunque esta vez no de una iglesia sino de un monasterio, es la
leyenda que habla de la comunidad de religiosos que crearía un ermitaño solitario llamado
Poblet, a raíz de una vida ejemplar y tras prodigiosos milagros de desaparición ejecutados
para librarse de su prisión y convencer al caudillo árabe gobernador de esas tierras de la
existencia y poder de Cristo.
La leyenda de Poblet demostraría la intención repobladora de una zona recién
reconquistada a los árabes por el conde Ramón Berenguer IV, y que vendría a sumarse a la
ya conocida voluntad de reimplantar y asentar la religión cristiana en tierras hasta hace
poco dominadas por infieles. Piferrer añade a la leyenda ciertos detalles importantes y que
vienen a completar la historia ofreciéndole cierta verosimilitud y acercándola más así a una
pretendida realidad histórica. Tales detalles se resumen en el nombre primitivo de las tierras
de Poblet (Lardeta), el castillo del caudillo árabe (Ciurana) y la reproducción de la carta de
donación de Almira Almominiz fechada en 20 de marzo de 1130; además, el historiador
catalán introduce la variación de ser el noble Ramón de Cervera el encargado de expulsar
de las tierras a los musulmanes, aunque confluye en afirmar que las donaciones fueron
11
hechas por el conde Ramón Berenguer IV, donaciones que además precisa
33
, y del que se
dice ordenó transformar la primitiva capilla de Lardeta en monasterio y envió a trece
monjes de Narbona para aumentar la comunidad, a uno de los cuales otorgó la dignidad
abacial.
Vemos por ahora cómo las leyendas, tal como las recoge el historiador catalán, siguen un
orden cronológico en cuanto al hecho histórico, pues introduce primero las fundaciones de
la ciudad para pasar luego a tratar los reyes y sus acontecimientos de forma gradual tal
como sucedieran en el tiempo, es decir, que los mandatos, así como los acontecimientos
históricos, son relatados de forma temporal progresiva. Este método caracterizará los
procesos de adquisición y exégesis de las leyendas recogidas.
El siguiente relato es el del nacimiento del rey Jaume I el Conqueridor. Hijo del rey Pere II
el Catòlic y Maria de Montpeller, se le recuerda por conquistar, entre otros, los territorios
de Mallorca y Valencia. La leyenda que recoge Piferrer trata el conocido episodio de su
nacimiento. Dicho episodio puede considerarse uno de los más conocidos del territorio
catalán, pues su trascendencia histórica le transformó en una de las figuras más
emblemáticas de la Edad Media. Sus hechos se recogen no lo en su autobiografía El
Libre dels Feyts del Rey Jaume, sino que aparece también en las principales crónicas de la
época
34
.
El célebre relato respondería a la necesidad de justificar que el rey Jaume I era realmente
hijo legítimo del rey Pere II de Aragón, pues existían muchas pruebas en su contra. Se
trataría, por tanto, de una cuestión de legitimidad en la que el monarca heredero debía
justificar su vinculación al trono. No eran desconocidas al pueblo las malas relaciones que
mantenían el rey Pere y su esposa por conveniencia, la heredera a la señoría de Montpelier.
Tampoco eran desconocidos los múltiples romances que mantenía el monarca con
cortesanas que frecuentaban la corte, ni el abismo que separaba ambos cónyuges. Sin
embargo, amenazaba la estabilidad del reino la falta de un sucesor legítimo a la corona. Por
ello, cuenta la leyenda que los cónsules de Montpelier urdieron un engaño consistente en el
intercambio del cónyuge en el lecho, reemplazando una cortesana que pretendía los amores
del rey y colocando en su lugar a la reina para forzar la relación y obtener un sucesor.
Piferrer sigue para este relato la crónica de Ramón Muntaner, que transcribe en nota, cuyos
principales trazos destacan la ausencia del nombre del privado que ayuda en el engaño
sirviendo en apariencia al rey pero siguiendo las instrucciones de la reina, que el engaño
fuera planeado y llevado a cabo por los cónsules y no por la reina misma, como recogen
otras tradiciones
35
, y que fuera la avanzada edad de la reina lo que disuadiera al monarca de
mantener relaciones con ella. Incluso para la época, los apenas veinticinco años de la reina
hacían que todavía pudiera considerarse una mujer joven.
33
La crítica moderna avala la datación, que Piferrer concreta en 1150, primera donación, y 7 de septiembre de
1153, la segunda, que verifica y amplía la primera. Véase también A. Alisent, Historia de Poblet, Abadía de
Poblet, Tarragona, 1974.
34
Como el Libre del rey En Pere de Bernat Desclot, la Crónica de Ramón Muntaner o las Cròniques
d’España de Pere Miquel Carbonell.
35
Véase, por ejemplo, la obra de Desclot, Libre del rey en Pere, 1288.
12
El tema de la sustitución del cónyuge en la cama cuenta con una larga tradición literaria, en
la que destaca el célebre relato sobre el nacimiento del rey Arturo de Bretaña, relatada en la
Historia regum Britanniae (1135) de Monmouth. Es razonable suponer que la leyenda del
caballero Arturo ejerciera una notable influencia sobre las crónicas de Desclot y Muntaner,
y bajo cuyo influjo debería leerse el relato presente, pues la amplia difusión y la enorme
cantidad de traducciones con que contó la historia de Monmouth así lo indica
36
. Conviene,
sin embargo, notar que tanto en el relato británico como en el clásico que daría proyección
universal al tópico de la sustitución, el Amphitruo de Plauto, no es la mujer a quien se
sustituye, sino que el cónyuge defraudado resulta ser el hombre.
Certa cosa és que·l nostre naximent se féu per vertut de Déu, escribía el propio monarca en
el Libre dels feyts, y es que en todas las crónicas, incluida su autobiografía, el nacimiento
del rey Jaume I se considera realizado por voluntad de Dios; recuérdese que los reyes lo
eran no por la voluntad del pueblo, sino por la de Dios, y por tanto eran necesarios orígenes
divinos y proezas que lo justificaran. En esta línea se encuentra, por ejemplo, el relato que
habla de la aparición de Sant Jordi en la toma de Valencia, matando sarracenos y luchando
al lado del rey, que también recogen las principales crónicas.
Asociada a este relato suele encontrarse la leyenda que justifica la elección del nombre de
Jaume para el sucesor al trono de Aragón y Cataluña, pues nunca antes la corona había
contado con un monarca con dicho nombre, lo que venía a complicar todavía más las
cuestiones de legitimidad de las que era necesario defenderse. La leyenda, que en este caso
no recoge Piferrer, cuenta cómo la reina María puso una vela a cada uno de los doce
apóstoles y escogió el nombre del santo cuya vela se apagó la última. Una solución divina
justifica de nuevo una cuestión política.
Los dos relatos restantes que completan el capítulo sobre las tradiciones de Tarragona
poseen unas características que las diferencian de las demás. El primer relato, al que el
mismo Piferrer dice no dar demasiado crédito, narra la aventura de unos intrépidos viajeros
que ante la monumentalidad del acueducto de Tarragona, apostaron entre sí que no podría
cruzarse a caballo de punta a punta, ya fuera por la fuerza que el viento ejercía en su cima,
ya fuera por una enorme grieta que partía la construcción en dos. La aparición de dicha
aventura entre las leyendas del Recuerdos y Bellezas de España respondería a que el
historiador barcelonés intuyera la posible formación de un relato mítico que, aún sin contar
con precedentes antiguos, se constituiría a la postre como leyenda, y más una vez fuera
incluido en el compendio de relatos míticos, arte e historia que tenía entre manos. Ya fuera
por intuición, ya por merecer a ojos del autor un espacio entre sus páginas, la tremenda
osadía del jinete vería en Piferrer su primer narrador. La aventura, esta leyenda de nueva
formación, se resolvió con éxito y suerte, tanto para el aéreo ginete, como por el pobre
36
Miguel de Montoliu, Sobre els elements èpics, principalment arturians, de la Crònica de Jaume I, imprenta
de Los Sucesores de Hernando, Madrid, 1924. Otras fuentes refieren el origen de dicho episodio al Lancelot y
su continuación, Queste del Saint Graal (1230); para esta cuestión véase además del citado, Pere Bohigas,
“La matière de Bretagne en Catalogneen Bulletin bibliographique de la Société International Arthurienne,
XIII, 1961. Sea como fuere, nos encontramos ante un motivo folklórico reconocido catalogado ya por
Thompson, op. cit.: K, 1843, 2: wife takes mistress’ place in husband’s bed.
13
caballo, al que frente a la insistencia de sus frenazos, le tuvieron que vendar los ojos para
obligar a saltar la grieta.
El último relato narra el episodio histórico de la derrota de las armas de Aragón y Castilla
frente al Duque de Milán en 1435 en el cerco de Gaeta. Su carácter histórico la separa de
las demás leyendas, pues carece ésta de motivo fundacional, aunque sí involucra, como en
los demás casos, a algunos de los principales reyes de la península. Piferrer narra el suceso
citando en varias ocasiones los Anales de Zurita, con el que confluye en afirmar su carácter,
más que legendario, anecdótico. Se dice que la campana de Velilla tocó sola la víspera de la
batalla para avisar a los contendientes del resultado funesto que obtendrían, y es que los
principales nobles e incluso el mismo Juan II, rey de Castilla, quedaron prisioneros en
nombre del Duque de Milán.
LÉRIDA.
El capítulo dedicado a Lérida comprende dos relatos tradicionales, el primero de los cuales
narra un hecho legendario sucedido en la Catedral de la ciudad, y el otro es el conocido
relato de fray Garino.
La célebre Verge del Blau es una estatua de una Virgen María de gran belleza cuyo rasgo
característico es una marca cuadrada en la frente. El relato, que explicaría la conocida
señal, hablaría de la envidia de un maestro artesano a quien la pericia de un alumno superó
en técnica y quien airado, lanzaría un martillo contra la creación del joven escultor. Ante
tamaña impiedad, pues con odio no sólo destrozaba una creación artística preciosa sino una
imagen de su persona, la deidad fulminaría al mezquino maestro. Este episodio está
enmarcado en la primera mitad del siglo XV, cuando la Seu Vella de Lleida fue proyectada.
En su seno se creó una escuela de escultores, una de las muchas escuelas que la
construcción de catedrales suponía, y que reunió a artistas de toda la geografía europea. Es
conocido también el método de trabajo, común en el sistema gremial, que suponía la
colaboración directa de un maestro con diversos alumnos, de entre los cuales el más
sobresaliente generalmente terminaba ocupando el lugar de aquél.
La estatua, que todavía se conserva, habría sido realizada por Jordi Safont y Bernat de
Borda, aunque ciertas fuentes difieran otorgando su autoría al maestro Andreu Pi
37
. La
finalidad de esta leyenda sería la de justificar la marca que presenta dicha estatua, en primer
lugar, aunque podría bien explicarse para dar referentes legendarios a la construcción
religiosa, de cuyos elementos fantásticos nunca pueden prescindir.
La leyenda de fray Garino es una de las más famosas de toda la tradición legendaria
catalana y de la que puede encontrarse mayor volumen de bibliografía. Su finalidad es la de
37
Jordi Safont y Bernat de Borda colaboraron en el proyecto de 1442 a 1454; Andreu Pi, de 1457 a 1461. Para
las cuestiones referentes a la autoría, véase R. Terés, “L’escultura del s.XV a la Seu Vella de Lleida” en Actes
del Congrés de la Seu Vella de Lleida, Pagès, Lérida, 1991 y G. Alonso, Los maestros de la “Seu Vella de
Lleida” y sus colaboradores, CSIC, Lérida, 1976.
14
unir la figura del conde de Barcelona Guifré el Pilós, primer conde independiente de
Cataluña, al monasterio de Montserrat, pues quedaría éste vinculado así al Principado de
Cataluña y desligado, por tanto, de cualquier pretendida anexión a territorio francés o
castellano. También se pretendería mitificar el monasterio convirtiéndolo en lugar santo de
peregrinación. No se olvide, asimismo, el ejemplo de justicia que ofrece el conde de
Barcelona, lo que añadiría virtudes a su personaje mítico, perdonando al hombre que violó
y asesinó a su hija.
La leyenda de Garino se encuentra relatada en un retablo pintado junto a un texto
explicativo en el antiguo claustro del monasterio. Dicha tradición pertenece al fondo de
literatura universal tradicional de transmisión oral, dentro del grupo de las religiosas, que
narra la caída de un hombre de religión en los pecados que más aborrece, para el caso, la
lujuria, el crimen y la falsedad.
La de Garino, junto a la de Guifré el Pilós y Otger Cataló, se encuentra entre las leyendas
fundacionales de Cataluña, y fue relatada por primera vez por el abad de Montserrat Pedro
Medina en su Libro de las grandezas y cosas memorables de España de 1548. Al ser
ampliamente conocida y transmitida por los principales cronicones medievales, como el
Beuter, la Historia eclesiástica de Juan de Marieta, el Libro de la historia, hechos e
invocación de Nuestra Señora de Montserrate de Pedro de Burgos (1514) o el sermón de
Manescal, cuenta con numerosas variantes y elementos discordantes entre las tradiciones.
Entre dichas novedades, por ejemplo, deberíamos destacar la que introduce Piferrer,
recogida también por Amades, y es el tratar la leyenda como un hecho histórico verdadero
datándolo en el año 880 d.C. y dando al protagonista el nombre de Juan
38
. Otra variante
conocida es la que recoge el mismo Piferrer en su poema El ermitaño de Montserrat, y que
posteriormente respaldaría Maurice Spronk, y que trata sobre el pasado caballeresco del
joven santo. Garino habría sido un soldado que fue hecho prisionero por los árabes en cuyas
manos habría sufrido innumerables penalidades; éstas habrían hecho nacer en él unas
convicciones férreas y una fe inamovible. Mientras Piferrer relata cómo el soldado liberado
fue a buscar a su amada, pero ésta, prometiendo a Dios el tomar los votos si le hacía volver
con vida, se hizo monja, Spronk narra cómo el joven soldado se habría retirado a las
montañas, lejos de las guerras y la gente, para emprender una vida de ascetismo y amor a la
divinidad a causa de las secuelas que el cautiverio habría dejado en él
39
.
El santo Garino rogaba a Dios no cometer jamás los pecados que más le horrorizaban, los
de lujuria, crimen y falsedad. Su santidad era conocida y admirada, por lo que el Demonio
decidió tentarle y mediante engaños consiguió que cometiera dichas faltas. Por ello, fue
condenado a vivir como una bestia, se le privó de habla y se le forzó a arrastrarse como un
animal. Su fisonomía cambió y su piel mutó quedando cubierto por una densa capa de pelo.
En todo semejaba a un animal. Sólo sería perdonado cuando Dios, por boca de un niño de
corta edad, comunicara la expiación de la culpa, lo que sucedió al acogerle el conde de
Barcelona, descubrir su verdadera identidad y confirmar el perdón de Dios. Garino
descubrió el lugar secreto en que había enterrado el cadáver de la hija del conde, y fue gran
sorpresa encontrarla todavía viva gracias a la intervención de la Virgen, que habría cuidado
38
Véase Joan Amades, Llegendes i tradicions de Montserrat, Selecta, Barcelona, 1959.
39
Véase el número correspondiente al mes de mayo de 1781 de Le Figaro Ilustré.
15
de ella. Sólo una línea que le atravesaba el cuello recordaba el trágico suceso. El lugar fue
santificado y el conde ordenó construir un monasterio benedictino, el primitivo monasterio
de Montserrat. Como recuerdo de esta leyenda, se colocó una estatua del santo en la cueva
que se cree fue su lugar de penitencia y última morada. La tradición popular dice que las
jóvenes que visitaran Montserrat y acertaran con una piedrecilla en la frente de la estatua,
se casarían antes de un año.
VALORACIÓN FINAL.
Desde finales del XVIII, la descripción histórico-artística conocería un tremendo auge en la
historiografía ilustrada española; en ella sobresaldrían las obras de nombres como Antonio
Ponz, Ceán Bermúdez, Isidoro Bosarte o las que fueran uno de los referentes indiscutibles
en la obra del barcelonés, las Memorias histórico-artísticas de Jovellanos escritas entre
1801-1808 durante su estancia en la prisión que por aquel entonces era el Castillo de
Bellver, Mallorca.
Pero lejos de cualquier minuciosa catalogación de plantas o animales, Piferrer busca la
divagación en el ensueño que provoca el paisaje, la capacidad de abstraer a lo fantástico
que la naturaleza ejerce en la mente del que la contempla, pues la prosa del romántico
catalán halla su justo medio entre los intereses eruditos y la divagación poética. Su prosa,
de fortísimo corte poético, se entrega por completo a la apología romántica del paisaje y la
historia, y se erige como férreo defensor de los valores arquitectónicos medievales, en
directa afinidad con Alexander Laborde, Isidoro Justin Taylor o el mismo Chateaubriand.
Piferrer, como la mayoría de fuentes artísticas de su inmediato siglo XVIII, identificaría el
esplendor del gótico a su postulada imitación de la naturaleza y su asociación
paradigmática con la religión en cuanto estilo universal cristiano
40
.
Característico de Piferrer es la recreación no sólo histórico-erudita, sino fantástica de los
paisajes y fábricas que recorre. En este sentido el recurso a la leyenda encaja perfectamente
en los ejes primordiales bajo los que articula la descripción. La leyenda pertenece al fondo
cultural tradicional de un pueblo determinado y busca relatar aquello no demostrable; por
ello, el legado legendario cumpliría una función histórica. Pero en segundo lugar, le
leyenda glorificaría el pasado, añadiría un fondo de vitalidad, privilegio, y no menos
importante, interés a unos hechos que, ficticios en su mayor parte o no, suplirían la
necesidad de ser recordados; existe implícita una voluntad de perdurar.
Las leyendas que recoge Piferrer están cuidadosamente seleccionadas del amplio repertorio
tradicional de las comarcas catalanas, y responden a una clara finalidad mitificadora de las
construcciones y lugares emblemáticos que visita. Ya sea a través de fundaciones, ya
recogiendo hechos memorables de personajes ilustres, la leyenda en Piferrer cumple un
marcado fin glorificador. Por lo general, las leyendas cumplen la función de introducir un
lugar o concluir un relato, aunque no son pocas las ocasiones en que éstas se justifican por
sí mismas en cuanto valor histórico tradicional cultural.
40
Véase Michael McCarthy, The origins of the Gothic revival, New Haven, Yale University Press, 1987.
16
Concluye todo relato mítico con una breve reflexión sobre el carácter fabuloso de las
leyendas, en cuanto éstas no pueden ser consideradas pruebas objetivas probatorias de
hechos pasados, y a los que la verdad científica no debería acudir más que por su belleza
poética o por considerarlas patrimonio cultural de la nación.
Piferrer recurre a los principales cronicones medievales y selecciona cuidadosamente sus
fuentes. Predominan en ellas los célebres Anales de Zurita, los Anales de Feliu, la Historia
de Monfar y las más destacadas crónicas de la Edad Media, como la de Ramón Muntaner o
el Libre del rey en Pere de Bernat Desclot, ambos y los que una lectura atenta atestigua,
cronistas de primera línea.
Las leyendas, cuya naturaleza no permite dar un mínimo de credibilidad en cuanto hecho
histórico probado, son contadas con cuidado detalle y precioso lenguaje, lo que armoniza
con la prosa propia del catalán. De la vasta multitud de leyendas que llenan el legado
comarcal, Piferrer selecciona las más emblemáticas y las más conocidas, aunque desvía el
fluir legendario en momentos clave para introducir algún relato anecdótico (véase la
aventura del acueducto de Tarragona o la expedición a Sant Miquel del Fai) o salir de las
habituales fundaciones para entrar en el terreno histórico (las campanas de Velilla).
Se erige en este primer tomo del Recuerdos y Bellezas de España como una de las figuras
más destacadas en cuanto recopilador de un legado tradicional disperso y que encuentra
cohesión en esas páginas de celebrada prosa dedicadas al Principado de Cataluña. Su
nombre bien merece recordarse en este sentido y su obra tomada como referente para todo
aquel que pretenda acercarse al riquísimo universo de la glorificación del pasado y los
primeros intentos de fijar hechos y convertirlos en historia.
Y el benévolo lector queda por tanto absolutamente dueño de creerlos o no, según en su
ánimo prevalezca la afición y amor a nuestras tradiciones y el respeto a tan grave
testimonio, o a la quisquillosa incredulidad de la crítica histórica, grande enemiga de la
poesía y de los héroes, a los cuales con ese proceso eterno de citas y desenterramientos de
códices, va despojando de sus más bellas posesiones
41
.
.
41
RBE, pg. 284.
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que Piferrer concreta en 1150, primera donación, y 7 de septiembre de 1153, la segunda, que verifica y amplía la primera. Véase también A. Alisent, Historia de Poblet
  • La
La crítica moderna avala la datación, que Piferrer concreta en 1150, primera donación, y 7 de septiembre de 1153, la segunda, que verifica y amplía la primera. Véase también A. Alisent, Historia de Poblet, Abadía de Poblet, Tarragona, 1974. 34 Como el Libre del rey En Pere de Bernat Desclot, la Crónica de Ramón Muntaner o las Cròniques d'España de Pere Miquel Carbonell. 35 Véase, por ejemplo, la obra de Desclot, Libre del rey en Pere, 1288.