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Nº 13 | Diciembre 2014 – Mayo 2015 – Narraciones de masculinidad(es)
pp. 433-492 || Sección Temática
Recibido: 1/10/2014 – Aceptado: 28/11/2014
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Mª Jesús
Rosado Millán
Presidenta de la
Fundación iS+D,
España
Francisco
García García
Catedrático
Comunicación
Audiovisual de la
Universidad
Complutense de
Madrid, España
Juan Carlos
Alfeo Álvarez
Profesor Contratado
Dr. Comunicación
Audiovisual de la
Universidad
Complutense de
Madrid, España
Javier
Rodríguez
Rosado
Investigador
Fundación iS+D,
España
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Mª Jesús Rosado Millán, Francisco García García, Juan Carlos Alfeo Álvarez y Javier Rodríguez
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RESUMEN
El suicidio es un hecho que afecta a una
parte significativa de la población
especialmente a los hombres. Este
fenómeno tiene componentes culturales
que están directamente relacionados con
el género. A través de esta investigación
se analiza la asociación existente entre
los elementos constitutivos de la
masculinidad y el suicidio. Existe una
relación importante entre algunas causas
de suicidio y el rol del varón. Algunas de
estas causas son visibles, como en el caso
de las adicciones, en las que el consumo
de alcohol y drogas es mayor en el caso
de los hombres; o en de la violencia-
suicida, como en el caso del suicidio
terrorista o el que tiene lugar después de
episodios de violencia de género. Otras
causas se encuentran más escondidas
como la de no poder cumplir con su
función de proveedores o el sentimiento
de desamparo y la depresión a las que los
hombres se enfrentan con dificultad al
tener más problemas para pedir ayuda o
demostrar sus emociones.
ABSTRACT
Suicide is a fact that affects a significant
portion of the population, specially men.
This phenomenon has cultural
components that are directly related to
gender. Through this study the
association between the constituent
elements of masculinity and suicide is
analyzed. There is a significant
relationship between some causes of
suicide and the role of the male. Some of
these causes are visible, such as
addictions, where alcohol and drugs is
higher for men; or violence, as in the
case of terrorist suicide or after episodes
of domestic violence. Other causes are
more hidden as failing to fulfill their role
as providers, or helplessness and
depression to which men are confronted
with difficulty because of their problems
more trouble for help or show their
emotions. Other causes are more hidden
as failing to fulfill their role as providers,
helplessness or depression to which men
are confronted with difficulty by having
more trouble to ask for help or to show
their emotions.
Palabras clave
Suicidio; masculinidad; rol del varón,
depresión; desamparo; violencia;
consumo alcohol y sustancias tóxicas;
funciones del varón.
Key words
Suicide; masculinity; male role;
depression; helplessness; violence;
alcohol and drug abuse; male functions.
Mª Jesús Rosado Millán, Francisco García García, Juan Carlos Alfeo Álvarez y Javier Rodríguez
Rosado. «El suicidio masculino: una cuestión de género».
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1. Introducción
El suicidio es un tema tabú en Europa, al igual que para la mayoría de las
sociedades del mundo. Supone un ataque directo al centro del instinto de
supervivencia que caracteriza la vida, porque es un acto deliberado de terminar con
ella, y eso produce mucho miedo social. Miedo al que las sociedades responden
escondiendo el hecho como si su existencia fuese algo del pasado, algo que le sucede
a gente extrema, personas que se salen de la media, la mediana y la moda.
Los medios de comunicación, amplificadores de sucesos de todo tipo, callan cuando
de suicidio se trata. Es como si existiera un pacto de silencio alrededor de esta
tragedia en un intento por hacer de este acto algo marginal del que la mayoría está a
salvo.
Pero el suicidio existe y su tasa en Europa produce escalofríos. No se suicida una
parte marginal de la sociedad, sino muchos de sus miembros, más de los que parece.
Y la mayoría son hombres. Sí, hombres, esa mitad de la población a la que se le
presupone la fuerza y la racionalidad. Ese colectivo que el modelo androcéntrico ha
convertido en el “ideal”, el ejemplo a seguir, el imitable. Entonces, ¿por qué se
suicidan tanto los hombres en todas partes? ¿No será que el rol de género masculino
encierra trampas que dificultan la vida?
Está claro que de los hombres se sabe poco, y lo poco que se sabe, va aflorando a
cuentagotas sin que se haga demasiada difusión al respecto. La masculinidad es
transparente, es la opción por defecto, el paradigma cuyos parámetros se dan por
establecidos a priori como algo tan incontestable para el grupo como irrenunciable
para el individuo. Esta transparencia ha provocado que durante años la masculinidad
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haya pasado desapercibida como potencial objeto de estudio y ha supuesto una
verdadera tiranía para muchos varones.
La tasa de suicidio masculina es el doble que la femenina en la mayoría de los
países del mundo, lo que suscita una serie de interrogantes:
¿Qué motivos llevan a que se den más casos de suicidios masculinos que
femeninos?
¿Existen cuestiones culturales detrás de este hecho?
¿Cuáles son sus orígenes?
¿Qué lleva mayoritariamente a los hombres a ir en contra del instinto de
supervivencia?
Esta investigación se propone dar respuesta a todas estas preguntas. Se pretende
aportar datos sobre un hecho que afecta muy negativamente al colectivo de hombres
de cara a intentar explicar y ofrecer argumentos para disminuir la tasa de suicidios
masculina.
El suicidio tiene componentes culturales que están directamente relacionados con el
género, lo que hace que exista una relación entre algunas de las obligaciones que
impone la masculinidad, entendida como un constructo social que les indica a los
hombres el papel que se espera de ellos en la sociedad, y las elevadas tasas de
suicidio.
El interés de este estudio está orientado a conocer las causas que motivan este
fenómeno -enfermedades mentales, violencia, sentimiento de pérdidas afectivas y de
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identidad de género, experiencias de maltrato y abusos sexuales durante la infancia-,
y su relación con los elementos constitutivos de la masculinidad.
2. Antecedentes
2.1. Perspectivas de análisis
2.1.1. Histórica
El suicidio no es un fenómeno novedoso desde el momento en el que se trata de un
suceso universal en el tiempo y en el espacio, pues ya desde la Antigüedad Clásica,
se pueden encontrar escritos relativos al suicidio. (Tondo, 2014), (García, Fonseca, &
García, 1993).
La mayoría de los escritos históricos acerca del suicidio y su evolución se centran
en el sentimiento de pérdida que producía en la sociedad y reflejan el grado de
tolerancia con el que era percibido este fenómeno, tolerancia que ha oscilado entre la
criminalización y penalización del hecho, hasta su ensalzamiento en determinadas
circunstancias como puede ser el suicidio realizado como un acto de heroísmo,
pasando por su vinculación con la enfermedad mental o con determinadas
circunstancias personales que inducían al deseo suicida.
Durante el Reino Medio en Egipto, dentro de la denominada literatura pesimista,
existe un relato “La Disputa de un hombre y su Ba” que narra el diálogo interno entre
un hombre desesperado por la situación social que se vive en Egipto en aquella época,
y su Ba (parte espiritual). Se trata de un relato en el que se apela al suicidio como
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única solución para escapar de sus problemas (Martín Rosell, 2010). Durante el
reinado de Ramsés III, tras haber reconocido a una primera esposa, tomó una
segunda, llamada Tiy, que promovió una conspiración con el fin de situar en el trono
a su hijo Pentauret. La conspiración fue un fracaso y los conspiradores fueron
ejecutados, si bien a siete de ellos se les permitió suicidarse, e incluso uno fue
condenado a suicidarse. (Grimal, 1996-2004). Otro de los suicidios más notorios que
han pasado a la historia, fue el de Cleopatra VII de la dinastía de los Ptolomeos,
última reina del Antiguo Egipto, parece ser que por medio de la picadura de una
víbora (Espinoza, 2001).
En Grecia la consideración del suicidio era contradictoria, pues por un lado no se
aceptaba el hecho de poner fin a la propia vida y, por otro, se aceptaba, siempre y
cuando fuesen motivadas por actos de heroísmo, abandono amoroso o enfermedad
dolorosa.
Con el reconocimiento de la primacía de la razón sobre las emociones se pasó a
condenar el suicidio como un acto criminal. Muchas celebridades de la época se
suicidaron, aunque filósofos como Platón se oponían al suicidio. En Roma era un hecho
repetido y, al igual que en Grecia, muchas personalidades públicas cometieron suicidio
que llegaba hasta los emperadores, como el caso de Nerón.
A pesar de que muchos filósofos primaban el uso de la razón y el control de la
emociones, el suicidio no era un evento nada raro en la antigua Roma. Sin embargo,
la jerarquía social también afectaba a la tolerancia y aceptación con el suicidio, pues
mientras que en los hombres libres no era un hecho aislado, no se toleraba el suicidio
de los esclavos.
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Desde el punto de vista religioso, para las religiones monoteístas hebrea, cristina y
musulmana el suicidio es comprendido con más o menos intensidad, si bien era
condenado como tal. El Corán lo considera un delito más grave que el homicidio.
San Agustín considera el suicidio un pecado y Santo Tomás de Aquino se pronuncia
de forma similar por ser Dios el único que puede dar y quitar la vida. (García, Fonseca,
& García, 1993).
Con la llegada del Renacimiento y la Ilustración se dulcifica la actitud frente al
suicidio aunque autores como Hobbes (1588-1679) lo considerasen un atentado
contra de la ley natural (Tierney, 2006). En Inglaterra a partir 1600 los sistemas
legales fueron más indulgentes con el suicidio, siendo la mayoría asociada a la
enfermedad mental (Tondo, 2014). A pesar de ello, los cuerpos de los y las suicidas
eran exhibidos y mutilados como advertencia para los demás en la mayoría de los
países europeos.
Será a partir de Robert Burton (1577-1640) cuando en el siglo XVI-XVII se ofrezca
una percepción del suicidio más parecida a la actual, al reivindicar una mayor
tolerancia y vincularlo con patologías como la melancolía (Burton, 2006) . No
obstante, y a pesar de estas nuevas formas de posicionamiento frente al suicidio, en
la mayoría de las culturas occidentales siguió estando penalizado.
En el siglo XVIII filósofos como Hume (1711-1776) comienzan a contradecir a San
Agustín en su interpretación del acto suicida como un grave pecado y un acto delictivo
(Hume, 2004) y a utilizar argumentos racionales para su justificación. Voltaire
considera aceptable el suicidio en casos de extrema necesidad (Voltaire, 2007).
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Tondo incorpora la perspectiva de género en la evolución histórica del suicidio y
hace una breve descripción de los motivos diferenciales que llevan a las mujeres a
suicidarse en comparación con los hombres, y cita para el caso de las primeras, la
tradición histórica de vincular el suicidio femenino con las emociones, mientras que en
el caso de los hombres la causa estaría relacionada con las dificultades económicas.
Esta distinción se corresponde con el rol tradicional de proveedor asignado a los
hombres y con el mundo emotivo asociado a las mujeres (Tondo, 2014). Este autor
destaca también las aportaciones de autores clásicos como Quetelet (1796-1874) o
Durkheim (1858-1917), que describen el suicidio y versan sobre las posibles causas
que lo motivan.
Mención especial requiere la vinculación del suicidio con la cultura militar en la que
el suicidio era una forma de escape de los hombres que rechazaban el belicismo
característico de la institución militar. Como señala Simón Alegre (2011, pág. 460) en
su análisis sobre el modelo de masculinidad castrense durante el periodo de la
Restauración Española (1873-1923), el suicidio se fue perfilando como un hecho
ligado al sexo masculino, además de ser un opción popular entre el personal militar.
Este discurso contravenía profundamente el discurso militar basada en el valentía, el
coraje y la ausencia de miedo, lo que en opinión de esta autora fue la causa del
mutismo que rodea el hecho del suicido dentro de la cultura militar (págs. 516-517).
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2.1.2. Perspectiva clínica y psicológica
Desde la perspectiva de la salud, buena parte de los estudios sobre el suicidio se
centran en las causas que lo motivan y en las medidas preventivas que se pueden
instrumentar para evitarlo. Los estudios epidemiológicos han jugado un importante
papel en la identificación y determinación de los factores de riesgo potenciales
relacionados con el suicidio y la conducta suicida. (Mościcki, 1997). Algunos autores
incluyen como entre otras causas de suicidio, factores genéticos, trastornos
psiquiátricos, traumas y factores socioculturales (Stathman, y otros, 1998).
Según la OMS son factores de riesgo: las enfermedades mentales -principalmente
la depresión y los trastornos por consumo de alcohol-, el abuso de determinadas
sustancias, la violencia, las sensaciones de pérdida y diversos entornos culturales y
sociales (OMS, 2014).
García de Jalón y Peralta destacan la confluencia de factores sociales, psicológicos y
biológicos en las conductas suicidas y los clasifican en tres grandes grupos:
sociodemográficos, clínicos y genéticos/neurobiológicos (Jalón & Peralta, 2002).
También proliferan los estudios centrados en el suicidio entre jóvenes y
adolescentes con comportamientos suicidas. Algunos ponen el acento en la familia
como vehículo de transmisión de los trastornos suicidas. Aunque los trastornos
psiquiátricos también son hereditarios, la conducta suicida parece ser transmitida
familiarmente independientemente de estos trastornos y, aunque destacan los
componentes genéticos, lo cierto es que alguno de los factores que incluyen se refiere
a los comportamientos paternos (Brent & Mann, 2006). Otros se centran en la relación
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entre los acontecimientos negativos vividos por los adolescentes y el comportamiento
suicida (Sandín, Chorot, Santed, Valiente, & Jr., 1998).
Lake y Gould incluyen el factor contagio como un tipo de suicidio que puede afectar
a colectividades definidas por áreas geográficas separadas por el tiempo, o por
proximidad espacial dentro de la misma temporalidad (Lake & Gould, 2014).
Cuando se trata de clústeres suicidas que se corresponden con personas de una
misma zona geográfica, pero separadas en el tiempo, el contagio no es considerado
un factor de riesgo. (Lake & Gould, Suicide clusters and suicide contagion, 2014)
Gutiérrez-García, Contreras y Orozco-Rodríguez, destacan la relación existente
entre los trastornos afectivos y la propensión a causarse daño a sí mismo, y
mencionan expresamente la desesperanza con la ideación suicida que se convierte en
un factor clave en la relación entre depresión y suicidio (Gutiérrez-García, Contreras,
& Orozco-Rodríguez, 2006). Estos autores distinguen entre el suicidio consumado y el
intento de suicidio y, dentro de estos últimos, diferencian entre la tentativa grave, en
la que el suicidio no tiene lugar por causas ajenas a la persona suicida, y la tentativa
leve en las que no se tiene una verdadera intención de llegar hasta el final.
En lo que coinciden la mayoría de los investigadores es en considerar el suicidio
como un trastorno biológico que puede ser desencadenado por circunstancias
medioambientales y en la estrecha relación existente entre la enfermedad mental –
sobre todo la depresión– y el suicidio.
Si se incorpora la variable sexo a los estudios sobre enfermedades mentales, se
puede observar que es un tema pendiente en lo que al colectivo masculino se refiere,
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pues la atención a la propia salud es una cuestión poco interiorizada por los hombres
en general y, eso afecta al suicidio también. Eso hace que los varones tengan en
términos generales estilos de vida menos saludables que las mujeres (Courtenay,
2003 ).
2.1.3. Perspectiva sociológica
Si bien ya existían precedentes que trataban el tema del suicidio desde una
perspectiva social, como Montesquieu al desvincularlo de la locura (Montesquieu,
1821), o Hume que se oponía a la idea de que el suicidio no era un atentado contra la
sociedad (Hume, 1988), será Emile Durkheim quien en 1897 introduce este fenómeno
desde el punto de vista sociológico dotando a su estudio de un carácter científico
(Durkheim, 2012). Define el suicidio como “todo caso de muerte que resulte, directa o
indirectamente, de un acto, positivo o negativo, realizado por la víctima misma,
sabiendo ella que debía producir ese resultado”.
A partir de Durkheim el estudio del suicidio supone pasar del plano individual al
plano colectivo, es decir, que cambia el foco del análisis que se traslada de la persona
al grupo social. Con esta nueva perspectiva se supera la correspondencia entre el
tratamiento del suicidio y la medicina y la psicología al incorporar los sucesos sociales
a la comprensión y entendimiento de este fenómeno frente a la visión clínica que
tiende a reducir el suicidio a una patología que puede ser neutralizada.
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Lo que nos dice el sentido común, con toda la arbitrariedad de su naturaleza
inmediata, es que la captación espontánea de la idea del suicidio está tan
estrechamente relacionada con la razón médica que no pertenece propiamente al
discurso sociológico. A este respecto, uno de los méritos a menudo no reconocidos de
la sociología durkheimiana fue el de enfrentarse abiertamente, en su propio tiempo, a
la hegemonía discursiva que ejercían la psicología y la psiquiatría sobre la cuestión del
suicidio… Durkheim impuso a la sociología del suicidio una de sus condiciones de
posibilidad, la de fundamentarse más allá del discurso de la razón médica. (Gonthier,
1998, pág. 118)
Es a partir de Durkheim cuando se reconoce el suicidio como un hecho social. Se
trata de determinar en qué medida la sociedad, con su conjunto de valores, creencias
y costumbres, influye sobre el individuo y qué relación tiene esta influencia con las
ideas suicidas. Señala Contreras que la sociología se iba a preocupar del impacto que
el suicidio tenía como fenómeno social utilizando la estadística como herramienta
principal de análisis y continúa afirmando que en el siglo XX algunos criminólogos
incorporarían a los trabajos sobre el suicidio el contexto social en el que se mueven
los individuos y las causas sociales que hubieran podido determinarlo (Contreras,
2007).
Ruiz, citando a Horton, señala que a pesar de la estrecha relación que hay entre
enfermedad mental y suicidio, existen otro tipo de factores de carácter colectivo que
inciden en este fenómeno, como son las épocas de crisis, familiares e individuales
(Ruiz, 2014).
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Está claro, que el suicidio no puede explicarse únicamente en términos médicos,
pues como señala Gonthier,
Habría mucho que decir sobre esta razón médica a la que corresponde en
exclusiva resolver la cuestión del suicidio. También habría mucho que
comentar sobre este procedimiento que tiende a eludir y eliminar la
violencia del suicidio al definirlo simplemente como indicio de una
enfermedad, que tiende a vaciar al suicidio de su sustancia social al
reducirlo al juego abstracto y pacificador de una patología envolvente y,
como tal, posiblemente neutralizable (Gonthier, 1998, pág. 118).
Dube et al., incluyen como una de las causas que aumenta el riesgo de tener un
comportamiento suicida a lo largo de su vida, el abuso emocional, físico o sexual
experimentado durante la niñez (Dube, Anda, Felitti, Chapman, Williamson, & Giles,
2001).
2.1.4. Perspectiva mediática
La preocupación por la influencia de los medios en el fenómeno del suicidio
adquiere relevancia a partir del estudio realizado por Phillips en la década de los 70 en
el que llega a la conclusión de que el número de suicidios aumenta cuando se publican
noticias sobre suicidios en los medios de comunicación. Phillips denomina a este hecho
el “efecto Werther” (Phillips, 1974), debido al aumento del número de suicidios a raíz
de publicarse en 1774 la novela “Las penas del joven Werther” en la que se relataba
el sufrimiento por amor del protagonista que le lleva a quitarse la vida.
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En este sentido, existen múltiples estudios focalizados en la posible relación
existente entre el aumento de la tasa de suicidios y la difusión de este fenómeno a
través de los medios de comunicación (D.P., Lesnya, & Paight, 1992; Mazurk, 1993;
Gould, Jamieson, & Romer, 2003; Lake & Gould, 2014).
Hay autores/as que consideran que los medios de comunicación refuerzan las ideas
y las creencias existentes en una sociedad y “los medios amplifican el contenido de lo
que dicen y […] también amplifican las construcciones de los discursos y el sentido de
sus contenidos” (Millán, García, Rodríguez-Peral, & Servant, 2008). Esta amplificación
de los hechos sociales también tiene un efecto multiplicador cuando de informar sobre
suicidios se trata ya que la difusión mediática puede amplificar los efectos de otros
factores que llevan al suicidio (Cutler, Glaesen, & Norberg, 2001).
Niederkrotenthaler et al. llegan a la conclusión de que el efecto mediático de
noticias sobre suicidio se produce en las personas que presentan características
comunes con el personaje suicida, sobre todo cuando se trata de personajes famosos
(Niederkrotenthaler, Till, Kapusta, Voracek, Dervicf, & Sonnecka, 2009). Estos
autores sostienen que las noticias sobre suicidio tienen mayor o menor influencia en la
sociedad según sea el estatus que ocupe la figura del suicida y baraja las hipótesis de
que cuanto más elevada es la posición de la persona suicida en la jerarquía de la
pirámide social, mayor será la posibilidad de contagio para cometer suicidio
(Niederkrotenthaler, Till, Kapusta, Voracek, Dervicf, & Sonnecka, 2009).
Por su parte, Stack, en su estudio realizado entre 1948 y 1983, demostró que la
publicidad en los medios sobre el suicidio de personas famosas estaba relacionada con
el aumento de las tasas de suicidio ocurridos durante el mes siguiente a la muerte de
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la celebridad, y que la edad, el sexo y la etnia estaban relacionadas con la imitación
de la conducta suicida, lo que sustenta la teoría de la identificación de los sujetos con
ideas suicidas con las celebridades que cometieron suicidio (Stack, 1987).
Algo similar sustentan Cheng, et al. cuando afirman que la muerte por suicidio de
celebridades difundida a través de los medios de comunicación pueden aumentar las
tasas de suicidio debido al efecto copycat. En su estudio llegaron a la conclusión de
que la extensa cobertura mediática del suicidio de una celebridad en Taiwan fue
seguida por un aumento del número de suicidios, y también que existe gran similitud
entre el suicida y el imitador en términos de sexo (masculino) y método utilizado
(ahorcamiento) (Cheng, Keith, Lee, & Chen, 2008).
2.1.5. Perspectiva de género
Desde una perspectiva de género, se puede afirmar que el suicidio es un hecho
social que afecta de forma diferente a las mujeres y a los varones. Esta diferencia es
consecuencia de las diferentes expectativas que la sociedad tiene de sus mujeres y de
sus hombres. A este respecto existe una división entre las posturas que defiende que
los hombres y las mujeres nacen y las que sostienen que se hacen, lo que convierte a
ambos colectivos en masculinos o femeninos.
El modelo de masculinidad hegemónica asentado en el poder como dominación,
configura una imagen del hombre basada en la fuerza, la competitividad, el control
emocional, la racionalidad y la valentía (Rosado Millán, 2011; Connell R. W., 2005;
Williams, Stephenson, & Keating, 2014). Este modelo tiene sus ventajas y sus
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inconvenientes. Entre las ventajas se encuentra la alta autoestima que pertenecer al
colectivo varonil reporta a los hombres. Sin embargo, las desventajas son diversas:
por un lado, la opresión que experimentan aquellos hombres que por diversas razones
no encajan en el modelo; por otro, la ausencia de recursos económicos, emocionales,
de autoayuda, etc., destinados a los hombres cuando se les presentan problemas que
les tornan vulnerables, pues la vulnerabilidad es un tema tabú para la masculinidad, lo
que en opinión de Williams et al., tiene un coste considerable para los hombres a nivel
individual.
En el estudio llevado a cabo en Estados Unidos por Simon en 2008 se demuestra
que los hombres cometen suicidio 3 a 4 veces más que las mujeres, pero éstas lo
intentan 3 veces más que los hombres (Simon, 2008). Esta conclusión es ratificada
por otros autores como García de Jalón y Peralta, quienes destacan las principales
diferencias de suicidios por género: las mujeres lo intentan más, pero los hombres se
suicidan más (Jalón & Peralta, 2002; Addis, 2011).
Algunos autores afirman que la capacidad de los varones de producir daño se
encuentra validada a nivel social e individual (Miller & Bell, 1996). Por ello, Mac an
Ghaill y Haywood consideran que la percepción de la masculinidad como generadora
de violencia y agresividad es mucho mayor que la percepción de la masculinidad como
generadora de vulnerabilidad y riesgo (Ghaill & Haywood, 2012). De la misma forma
se pronuncia en 2007 en una entrevista en el semanal The Observer, Ed Balls
1
, quien
afirmaba que había que tener prestar atención a los chicos debido a su dificultad para
pedir ayuda cuando la necesitan:
1
Ed Balls fue el Secretario de Estado para la Infancia, Escuelas y Familia de 2007 a 2010 durante
el gobierno de Gordon Brown en el Reino Unido.
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We know that girls are better than boys at asking for help when the need it.
That is why we are calling on professionals working with children to keep a
close eye on boys in particular and spot when they are distressed. (Revill &
Lawless, 2007)
Muchos estudios sobre el suicidio han puesto el acento en los aspectos biológicos o
psicológicos desdeñándose los factores sociales asociados al género (Swami,
Stanistreet, & Payne, 2008) (Canetto, 1997). Sin embargo, hay otros que se
preguntan por el peso de los factores socioculturales en las conductas y
comportamientos suicidas. Por ejemplo, Barnes, Lawson y Ball consideran que se debe
poner atención valores, creencias y costumbres de las diferentes culturas que afectan
a la salud mental y a su repercusión sobre el suicidio. La drogadicción y el
alcoholismo son dos de los principales factores de riesgo de suicidio y reconocen que
la atención prestada a las diversas etnias existentes en EE.UU., es diferente. Desde el
punto de vista de género, los autores destacan que son los varones los que menos
atención reciben ante este tipo de dolencias, por lo que enfermedades como la
depresión pueden pasar desapercibidas. Además, el sentimiento de tristeza o
melancolía son interpretados como un signo de debilidad, lo que hace que los jóvenes
de la población masculina negra lo internalizan provocando a los demás, bien
exponiéndose a su propia muerte en un esfuerzo de ser aniquilados o bien
suicidándose. Destacan que la falta de un sentimiento de identidad propia en relación
con el grupo dominante puede convertirse en un factor clave en el comportamiento
suicida (Barnes, Lawson, & Ball, 2014). No hay que olvidar que la dominación
masculina no se ejerce únicamente sobre las mujeres, sino también entre los hombres
(Rosado Millán, 2011), (Williams, Stephenson, & Keating, 2014). Eso hace que se les
Mª Jesús Rosado Millán, Francisco García García, Juan Carlos Alfeo Álvarez y Javier Rodríguez
Rosado. «El suicidio masculino: una cuestión de género».
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entrene, desde la más tierna infancia, en la competitividad para conseguir el poder,
utilizando la violencia si es necesario.
Siguiendo con la salud desde la perspectiva de género, Courtney incluye otros
factores relacionados con el comportamiento masculino que repercuten en la misma,
como son: las acciones de riesgo, la violencia física, la respuesta al estrés o la
ausencia de una red asistencial de atención a los hombres (Courtenay, 2003 ),
factores que son producto del rol de género que la masculinidad impone a los varones
y que pueden tener su repercusión en las conductas suicidas.
La ausencia de una red asistencial de ayuda al colectivo masculino es puesta de
manifiesto también por Williams et al., no solo por la carencia de recursos de atención
para este colectivo, sino por no considerarle merecedor de ningún tipo de análisis
debido a la posición de privilegio que le otorga la sociedad (Williams, Stephenson, &
Keating, 2014).
Esta situación de desprotección va ligada al silencio de los hombres cuando se
sienten vulnerables por el incumplimiento de rol de género, como la falta de trabajo,
el no poder suministrar recursos económicos a la familia, su falta de autoestima por
un sentimiento de inferioridad ante otros hombres, o alguna causa que les haga
sentirse débiles (Addis, 2011).
Ese carácter de proveedor de recursos influye en la personalidad masculina, lo que
hace que la pérdida de un trabajo o la disminución de ingresos, influya en el estado de
ánimo de los hombres. Sher afirma que la conducta suicida en el caso de los varones
se encuentra influenciada por factores socioeconómicos tales como los ingresos, la
riqueza y el estatus en el entorno laboral (Sher, 2014).
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Rosado. «El suicidio masculino: una cuestión de género».
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En definitiva, la creencia de que los hombres son demasiado fuertes y duros para
ser víctimas ampara la desigualdad de género a costa de los hombres.
2.2. Teorías nacionales e internacionales
2.2.1. Tipologías sobre el suicidio
La OMS considera el suicidio como una de las cuatro causas posibles de muerte
(natural, accidental, suicida y por homicidio) y define el suicidio como “the act of
deliberately killing oneself (el acto de una persona de quitarse la vida
intencionadamente”
2
.
Según José Barrionuevo en relación con la etimología de la palabra suicidio, que
proviene del latín suicidium: sui (sí mismo) - cidium (matar). Los griegos lo
expresaban como autokeiria: autos (sí mismo) y keiros (mano), lo que significaría:
muerte elegida por uno mismo, o sea ejecutada por mano propia. Según este autor, el
término latino enfatiza la idea de matar y el griego la del acto con intención o
deliberado (Barrionuevo, 2013 ). En castellano, el diccionario de la Real Academia va
más allá al incluir no solo la acción de suicidarse, sino las conductas que perjudican o
pueden perjudicar muy gravemente a quienes las realizan (Real Academia Española,
2014).
El concepto de suicidio se puede desagregar en una serie de modalidades que
varían de unos autores a otros en función del grado de desagregación al que llegan.
2
http://www.who.int/topics/suicide/en/
Mª Jesús Rosado Millán, Francisco García García, Juan Carlos Alfeo Álvarez y Javier Rodríguez
Rosado. «El suicidio masculino: una cuestión de género».
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Partiendo de la teoría clásica, Durkheim en su estudio sociológico sobre el suicidio
distingue los siguientes tipos:
Suicidio egoísta: ocurre cuando la sociedad en la que se vive ha sufrido un
grave proceso de desintegración, es decir, aquellas que han promovido un
alto grado de individualismo, «el yo individual se afirma con exceso frente al
yo social».
Suicidio altruista: sería el opuesto del anterior. Se da en aquellas sociedades
excesivamente integradas, donde el yo individual se pierde por lo colectivo;
es como un sentimiento de deber para la sociedad en la que se integra.
Suicidio anómico: se da en sociedades perturbadas, en momentos de crisis
económica o convulsivos cambios sociales. El individuo percibe que no encaja
en la sociedad, por ejemplo los ‘sin techo’ y los huérfanos.
El suicidio fatalista: se observa en los grupos en los que hay un control
excesivo, como en las sociedades de esclavos.
Más recientemente, Pierre Morón (1980), reconoce en la conducta suicida bajo
cuatro niveles distintos:
La idea de suicidio como simple representación mental del acto.
La veleidad del suicidio como acto apenas esbozado.
El intento suicida como acto incompleto, que se resuelve como un suceso
negativo.
El acto específico de quitarse la vida, sancionado por la muerte.
A nivel internacional, en otros países encontramos algunas definiciones sobre el
hecho social del suicidio. Por ejemplo, el Departamento de Salud del Estado Libre
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Asociado de Puerto Rico incluye una serie de definiciones relacionadas con el
comportamiento suicida (Departamento de Salud Gobierno Puerto Rico, 2014):
Idea: pensamiento presente que tiene una persona sobre el deseo de
matarse o morir.
Amenaza: expresión verbal o escrita del deseo de matarse o morir.
Intento suicida: todo acto destructivo, autoinfligido, no fatal, realizado con la
intención implícita o explícita de morir.
Muerte por suicidio: todo acto destructivo, autoinfligido, fatal, realizado con
la intención implícita o explícita de morir.
En este sentido se pronuncia Pérez Barrero en un glosario de términos
suicidológicos en los que, además de incluir entre las modalidades de suicidio el
intento y la amenaza suicida (Barrero, 2014), detalla otros conceptos relacionados con
este fenómeno:
Acto suicida. Incluye el intento de suicidio y el suicidio
Autolesión intencionada. En ingles 'deliberate self harm' (dsh). Nombre que
sirve para designar el intento de suicidio.
Daño autoinfligido. Son los efectos perjudiciales que resultan de la realización
de un intento suicida o un suicidio. Gran repetidor. Es el individuo que ha
realizado tres o más intentos de suicidio.
Hara-kiri o Seppuku. Forma tradicional de suicidio en el antiguo Japón Se
denomina “suicidio ritual por desentrañamiento” y era concebido como un
acto de honor.
Idea suicida.
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Pacto suicida. Acuerdo mutuo entre dos o más personas para morir juntos al
mismo tiempo, usualmente en el mismo lugar y mediante el mismo método.
Plan suicida. Son pensamientos o ideas suicidas con una adecuada
estructuración utilizando un método específico, a una determinada hora, por
un motivo concreto.
Suicidio. Es una de las formas de morir en la que el individuo utilizando un
determinado método se autoagrede y el resultado de esta agresión conduce
a la muerte.
Suicidio accidental. Es el suicidio de sujetos que no deseaban morir pero que
realizaron un intento de suicidio con un método de elevada letalidad.
Suicidio ampliado. El suicida priva de la vida a otros que no desean morir.
Suicidio asistido. Suicidio en el que la muerte del sujeto, aunque ha sido
ocasionada por el mismo, han intervenido otro u otros individuos.
Suicidio colectivo. Término utilizado para referirse al suicidio de grupos de
personas, principalmente por motivaciones religiosas o políticas.
Suicidio doble. Suicidio de dos personas relacionadas entre sí, que pueden o
no haber realizado un pacto suicida.
Suicidio frustrado. Es aquel acto suicida que no conlleva la muerte del sujeto
por circunstancias fortuitas, casuales, imprevistas, que si no se hubieran
presentado, se hubiera producido necesariamente el desenlace fatal.
Suicidio racional. Suicidios que ocurren en ausencia de una enfermedad
mental.
Otros autores consideran que el suicidio es aquel acto deliberado por el que una
persona se provoca la muerte o intenta provocársela deliberadamente y distinguen
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entre el suicidio consumado y los intentos de suicidio que pueden ser altamente
letales o no. La letalidad es lo que distingue a los intentos de suicidio, ya que su
finalidad es diferente, pues los intentos altamente letales no producen la muerte
debido a que el método elegido para suicidarse no ha sido letal, mientras que los
intentos de baja letalidad constituyen una llamada de atención (Gutiérrez-García,
Contreras, & Orozco-Rodríguez, 2006).
2.2.2. Teorías generales sobre las causas de suicidio
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2014), y una gran parte de las
investigaciones sobre suicidio (Addis, 2011; Rosado Millán, 2011; Ruiz, 2014; Posner,
et. al., 2014; Brown & Green, 2014; Lake & Gould, 2014; Bernes, et. al., 2014; Shear
& Zisook, 2014; Fawcett, 2014; Perna & Schatzberg, 2014; Lineberry & Brady, 2014),
las causas que llevan al mismo se pueden resumir en:
Enfermedades mentales. La OMS incluye en el Plan de Acción de Salud
Mental 2013-2020 las siguientes enfermedades que pueden influir en las
conductas suicidas: depresión, trastorno afectivo bipolar, esquizofrenia,
trastornos de ansiedad, demencia, trastornos por uso de sustancias,
discapacidad intelectual y trastornos del desarrollo y del comportamiento en
la infancia y la adolescencia, incluyendo el autismo.
Enfermedades crónicas. La enfermedad se asocia con la debilidad algo
contrario a uno de los atributos de la identidad masculina por excelencia: la
fuerza, lo que hace que al colectivo masculino se le relacione con las
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enfermedades que están alineadas con el código de la masculinidad como
puedan ser las cardiovasculares y las vinculadas al estrés.
Adicciones. La investigación destaca la fuerte relación existente entre el
consumo de sustancias tóxicas y alcohol y el comportamiento suicida. El
análisis desde la perspectiva de género indica que el consumo de alcohol
suele ser más elevado entre los hombres que entre las mujeres, si bien la
imitación del modelo androcéntrico hace que las adicciones hayan aumentado
en el colectivo femenino.
Violencia: percepción de la masculinidad como agresiva. El suicidio es un
acto violento contra uno mismo. Además, existe un tipo de suicidio que
afecta al colectivo masculino de manera casi exclusiva que es el suicidio que
cometen los hombres después de haber protagonizado episodios de violencia
de género o contra familiares con resultado de muerte.
Invisibilidad de la vulnerabilidad masculina: percepción de la masculinidad
como fuerte y no vulnerable lo que obstaculiza que los hombres puedan pedir
ayuda.
Sentimiento de pérdida (afectiva, económica y de estatus social). Este tipo
de suicidio está relacionado con la violencia de género y con la pérdida de
empleo. El primero se basa en la socialización del varón en el poder y la
dominación y el segundo afecta al carácter proveedor que dicha socialización
sitúa del lado de los hombres.
Maltrato infantiL. El abuso físico o sexual experimentado durante la niñez y la
humillación de los niños son factores de riesgo de suicidio.
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2.2.3. Los hombres y la masculinidad
La idea de que la masculinidad es una construcción social no es nueva. Ya en los
años 50 del siglo XX Hacker (1957) hacía referencia a la naturaleza social de la
misma, con la consiguiente posibilidad de transformación de las conductas de los
hombres.
Esta masculinidad de carácter hegemónico fue el resultado de la instauración del
sistema patriarcal cuya estructura social tiene forma de “T” invertida “” en la que la
columna está formada por el colectivo de hombres ordenados jerárquicamente, y la
base está constituida por el colectivo de mujeres, los/as niños/as y los hombres que
no pueden valerse por sí mismos por cuestión de la edad o de algún problema que
afecta a sus capacidad físicas o, en la antigüedad, que eran esclavos.
Ello significa, como señala Connell, que una minoría de hombres se erige en el
patrón de normalidad (aunque estadísticamente no lo sea) que impone sus normas a
los demás hombres y que se considera “superior” al colectivo femenino (Connell R.
W., 2005).
Esa normatividad en la que no encajan muchos hombres hace que la construcción
de la(s) identidad(es) masculina(s) esté llena de contradicciones. La masculinidad no
hace referencia a un tipo de hombre concreto, sino que alude a la forma en la que los
hombres se posicionan dentro del colectivo de hombres a través de los discursos que
los define genéricamente (Wetherell & Edley, 1999).
La construcción de la identidad masculina está formada por una serie de atributos
que establecen lo que los hombres deben y no deben ser, y por la dominación
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masculina que se basa en la idea de poder, idea en la que son socializados los
hombres (Rosado Millán, 2011; Ramírez & Toro, 2002; Kaufman, 1997; Kimmel,
1997; Connell R. , 1995). Todo ello redunda en la realización de las funciones sociales
atribuidas a los varones: protección y provisión fundamentalmente que van a estar
marcadas por la forma de ser y de comportarse que se supone que son características
de los hombres.
El rol de la masculinidad viene determinado, por un lado, por los atributos que
definen lo que debe ser un hombre: fuerte, competitivo, valiente y racional; y por
otro, por las funciones que se encuentran socialmente atribuidas primordialmente a
los varones, que son las relativas a la provisión de recursos necesarios para la vida y
a la protección hacia uno mismo y hacia los demás (Rosado Millán, 2011).
El rol de proveedor es compartido por muchos estudiosos del tema (Poncela, 2002;
Jociles Rubio, 2001). La provisión está directamente relacionada con el estatus que
ocupa cada hombre en sociedad (Valdés & Olavarría, 1998). Esta función ha hecho
que el trabajo remunerado constituya una parte importante de la identidad masculina,
de tal forma que su incumplimiento conduce a veces a la depresión o a determinadas
adicciones como el consumo de drogas o alcohol.
Estas evasiones de la realidad social, unidas a la violencia como hecho considerado
consustancial al varón –como se expone en el epígrafe 3.2.3- hacen que algunos
varones las utilicen en un intento de dar salida a su frustación (Katzman, 1991).
En cuanto a la protección, le ha venido asignada a los varones desde las
Revoluciones Neolíticas cuando el desarrollo demográfico, fruto de la sedentarización,
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requería un crecimiento rápido de la población lo que hacía necesario la preservación
de las mujeres (Rosado Millán, 2011; Lerner, 1986).
Hay una tercera función protagonizada por los hombres que es compartida también
por el colectivo femenino: la reproducción. Por esta razón, Gilmore define al hombre
como el compendio de las tres P “protector”, “preñador” y “proveedor” (Gilmore,
1994).
Por su parte, Levan y Pollack (2008) describen al rol de la masculinidad formado
por:
1. Éxito, poder y competitividad.
2. Control emocional.
3. Comportamiento emocional restrictivo entre los varones.
4. Conflicto para conciliar el trabajo y las relaciones familiares.
2.2.4. Los hombres y la salud mental
La asociación de la mujer con los trastornos mentales está ampliamente recogida
en la literatura científica. El estudio de Bones Rocha, et. al, basado en datos de la
Encuesta Nacional de Salud de España, realizada en 2006, y en la que participaron
29.476 personas entre los 16 y 64 años de edad, destaca como factores de
prevalencia de problemas de salud mental, los siguientes: ser mujer, estar
separado/a, tener enfermedades crónicas, el desempleo, el estatus social o disponer
de poco apoyo social (Bones Rocha, Pérez, Rodríguez-Sanz, Borrell, & Obiols, 2010).
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En las conclusiones y discusión final de dicho estudio, se afirma que las mujeres
presentan una mayor prevalencia de mala salud mental.
Otros trabajos que desagregan más por tipo de patología mental indican que, según
los datos registrados en función del sexo, las mujeres suelen ser más proclives a los
trastornos de tipo depresivo o ansiedad, mientras que los hombres están más
relacionados con las patologías mentales derivadas del consumo de alcohol y
sustancias tóxicas (Montero, y otros, 2004). No obstante, estos autores reconocen
que “hasta que éstas no se evalúen desde una perspectiva de género, y no sólo
tomando el sexo como una variable estructural más, no tendremos respuestas más
allá de la especulación”.
Es la perspectiva de género la que lleva a Bonino a preguntarse por la salud mental
de los varones y a considerar que se encuentran infrarrepresentados en los
dispositivos de salud para los que las patologías masculinas resultan invisibles
(Bonino, 2000). Riska es otra autora que se refiere a la invisibilidad masculina referida
a la salud mental debido a que el foco de interés investigador se ha centrado sobre las
mujeres y la condición femenina (Riska, 2009).
Otra investigación llevada a cabo por McKay en 2007 sobre la utilización y el acceso
de los hombres a los servicios de salud mental de Nueva Zelanda, trató de identificar
lo que ayuda o dificulta el acceso de los hombres a los servicios de salud mental
comunitarios. Destaca que los servicios de salud, en general, han sido diseñados por
hombres para las mujeres y los niños, pero no para ellos mismos, lo que afecta
también a los dispositivos de atención de salud mental (McKay, 2007).
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3. Objeto de estudio y Objetivos
El objeto de esta investigación es analizar las causas del suicidio desde una
perspectiva de género masculino.
Los objetivos que se desean alcanzar con esta investigación son:
Analizar las causas que inducen al suicidio.
Estudiar la relación existente entre los componentes de la masculinidad y las
causas de suicidio.
Comparar la tasa de suicidios masculina con la femenina.
Para los propósitos de esta investigación, se consideran las siguientes modalidades
de suicidio:
Suicidio consumado: cuando el resultado de las lesiones autoinflingidas
deliberadamente tienen como resultado la muerte.
Intento de suicidio: cuando el resultado de las lesiones autoinflingidas no
tienen como resultado la muerte. Dentro de esta categoría se distinguen dos
subcategorías:
El intento de suicidio altamente letal que no termina en muerte por fallo del
método de suicidio elegido.
El intento de suicidio de baja letalidad que no tiene intención de producir la
muerte, sino que constituyen una llamada de atención.
Suicidio terrorista: su finalidad no es provocarse la muerte per se, sino a
través de la propia muerte, causar daño a los demás. Aunque este
fenómeno es relativamente reciente, se ha incluido porque es una forma de
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suicidio mayoritariamente protagonizado por hombres. Santifort-Jordan y
Sandler estiman que es a partir de 1998 cuando comienza el suicidio
terrorista de una forma significativa, pues antes de esta fecha los suicidios
terroristas eran relativamente escasos (Santifort-Jordan & Sandler, 2014)
No se ha incluido la exposición al riesgo, pues aunque conlleve un riesgo elevado de
morir, no busca la muerte intencionadamente. Tampoco se ha incluido el suicidio
colectivo dado que su relación con el sistema de sexo-género es débil, al contrario de
lo que sucede con el suicidio terrorista que sí tiene una vinculación con el género
masculino.
Las causas de suicidio que se han incluido son:
Las enfermedades y los trastornos mentales.
El consumo de alcohol y sustancias tóxicas.
La violencia.
El sentimiento de desamparo e indefensión.
El maltrato físico, psicológico y el abuso sexual durante la infancia.
4. Metodología
Se trata de una investigación de carácter cualitativo orientada a conocer los
elementos que influyen en el fenómeno del suicidio masculino y su relación con el rol
de la masculinidad. Es una investigación de carácter exploratorio debido a que se trata
de un fenómeno de difícil acceso, en el que existe escasez de datos estadísticos sobre
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el suicidio masculino, sobre todo en cuanto a las causas y los factores de riesgo que
inciden sobre la conducta suicida de los hombres.
La hipótesis principal es que existe una relación directa entre las exigencias que el
rol de la masculinidad impone a los hombres y el suicidio masculino, lo que explica
que sea superior al suicidio femenino.
El ámbito de la investigación se circunscribe a los países de la Unión Europea, para
lo cual se han utilizado datos estadísticos de Eurostat, la Organización Mundial de la
Salud referidos a Europa, la OCDE, UNICEF, y datos secundarios de investigaciones
relacionadas con el objeto de estudio.
5. Resultados
5.1. Muertes por suicidio
La tasa de muerte por suicidio de los hombres es alrededor de cuatro veces más
elevada que la de las mujeres en todos los países de la Unión Europea como se puede
observar en el gráfico 1.
Este hecho es corroborado en el informe “Health at a glance. Europe 2014” de la
OCDE, donde se afirma que los hombres protagonizan más muertes por suicidio. No
obstante, en este mismo informe se destaca que en el caso de los intentos de suicidio,
es decir, aquellos casos de personas que hayan intentado suicidarse pero no lo hayan
conseguido, el gap entre mujeres y hombres se reduce siendo más elevada la tasa en
el caso de las mujeres. Las razones de este hecho se deben, entre otras causas, a que
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las mujeres tienden a utilizar métodos de menor letalidad que en el caso de los
hombres (OECD, 2014).
Gráfico 1. Tasas de suicidio de los países de la Unión Europea por sexo (por 100.000)
Fuente: Elaboración propia a partir de: Global Health Observatory of the World Health
Organization. The data was extracted on 2014-12-02 18:01:16.0.
4,1
5,4
7,7
5,3
1,5
4,5
4,1
2,5
4,4
2,2
3,8
7,5
6
1,3
7,4
5,2
1,9
4,3
8,4
4,4
0,7
4,8
3,8
3,5
9,8
3,9
2,9
6,4
14,50
18,20
21,00
16,60
7,70
19,80
13,60
18,50
20,80
8,20
24,90
22,20
19,30
6,30
32,40
16,90
7,60
30,70
51,00
13,00
11,10
11,70
30,50
13,60
2,60
21,50
18,40
16,20
Alemania
Austria
Bélgica
Bulgaria
Chipre
Croacia
Dinamarca
Eslovaquia
Eslovenia
España
Estonia
Finlandia
Francia
Grecia
Hungría
Irlanda
Italia
Letonia
Lituania
Luxemburgo
Malta
Países Bajos
Polonia
Portugal
Reino Unido
R. Checa
Rumanía
Suecia
Hombres
Mujeres
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5.2. Causas de suicidio
5.2.1. Enfermedades y trastornos mentales
A nivel internacional, la OMS señala que la depresión afecta más a las mujeres que
a los hombres
3
. No obstante, existe una enorme dificultad para encontrar datos
generales sobre la depresión masculina en Europa.
Lo mismo sucede con los estudios realizados en la Unión Europea en los que se
puede observar como la depresión parece afectar más a las mujeres que a los
hombres. Paykel, et. al. (2005), hacen una revisión de los estudios epidemiológicos
sobre la depresión en Europa e incluyen datos comparativos de varios países:
Tabla 1. Tasas de prevalencia de los trastornos depresivos en los principales estudios
europeos seleccionados
PAíS
ESTUDIO
AÑO
POBLACION
MUESTRA
PERIODO
EDAD
PREVALENCIA
H
M
EUROPA
(6 muestras nacionales)
MHEDEA/
ESEMeD2
2000
/
2002
España, Italia,
Alemania,
Francia, Bélgica
y P. Bajos
21.425
12 meses
+ 18
3.90%
6.60
FINLANDIA
Finland 2000
(Lehtinen,
2004)
2000
Nacional
8.028
12 meses
+ 30
4%
6
ALEMANIA (Lübeck y
región)
TACOS
1998
Regional
4.075
12 meses
18-64
1.1%
3
ALEMANIA
GHS
1999
Nacional
4.181
12 meses
18-65
5.5%
11.20
PAÍSES BAJOS
NEMESIS
1996
Nacional
7.076
12 meses
18-64
4.10%
7.5
ALEMANIA (Lübeck y
región)
TACOS
1998
Regional
4.075
4 semanas
18-64
0.3
1.2
PAÍSES BAJOS
NEMESIS
1996
Nacional
7.076
4 semanas
18-64
1.9%
3.40
GRAN BRETAÑA
1ª encuesta
Psico.Morb
1993
Nacional
9.837
2 semanas
16-64
1.9%
2.8
GRAN BRETAÑA
2ª encuesta
Psico.Morb
2000
Nacional
7.312
2 semanas
16-64
2.6%
3.0
Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de Paykel, et. al. (Paykel, Brugha, & Fryers,
2005; Paykela, Brugha, & Fryers, 2005)
3
http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs369/es/
Mª Jesús Rosado Millán, Francisco García García, Juan Carlos Alfeo Álvarez y Javier Rodríguez
Rosado. «El suicidio masculino: una cuestión de género».
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Ahora bien, paradójicamente la asistencia de los varones a los servicios de salud
para el tratamiento de la depresión es inferior. Según la investigación desarrollada por
Addis (2011), ello es debido a que la depresión masculina es entendida como un
síntoma de debilidad, algo muy contrario al atributo fuerza con el que se califica al
colectivo masculino, lo que hace que los hombres sufran la depresión en silencio
resultando invisible para el resto de la población.
En este mismo sentido, en el estudio de Pelikan, et. al., (2012) basado en datos de
la encuesta Encuesta Europea de Salud realizada en 2009, realizada en ocho países de
la Unión Europea (Austria, Bulgaria, Alemania (Renania-Westfalia Norte), Grecia,
Irlanda, Países Bajos, Polonia y España), también se destaca que las visitas al médico
son más frecuentes en las mujeres que en los hombres.
La exigencia de ser el sexo fuerte o, más concretamente, la exigencia cultural de no
mostrar posibles debilidades hace a los hombres mostrarse “invulnerables” lo que
afecta a su salud, pues la solicitud de atención sanitaria implica un síntoma de
debilidad, algo que no pueden “permitirse”, por vergüenza, ya que eso pertenece al
reino de las mujeres, lo que les lleva a no reconocer la enfermedad, y como
consecuencia de ello, a no recibir los tratamientos necesarios (Careaga, 1996).
Resulta evidente que los hombres visitan al médico con menos frecuencia que las
mujeres, por lo que algunas enfermedades pueden estar no diagnosticadas, y por lo
tanto, no formar parte de las estadísticas de salud.
Mª Jesús Rosado Millán, Francisco García García, Juan Carlos Alfeo Álvarez y Javier Rodríguez
Rosado. «El suicidio masculino: una cuestión de género».
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En el informe sobre salud mental en la UE de la Comisión Europea de 2004, se
incluye la depresión como un importante factor de riesgo de suicidio. Según este
informe los estudios revelan un aumento de esta enfermedad en las sociedades
occidentales desde el fin de la II Guerra Mundial, aumento que se produce en todas
las edades durante el periodo de 1960 a 1975. También se reduce el gap entre
mujeres y hombres, lo que lleva a pensar que las condiciones sociales, económicas,
biológicas y ambientales influyen en el número de depresiones de la población. Una de
las hipótesis que se barajan es que esa diferencia entre los sexos se debe al aumento
de las depresiones entre los varones como consecuencia de la presión competitiva a la
que se ven sometidos para alcanzar objetivos concretos, lo que explicaría por qué
países como Irlanda, con buenos indicadores económicos durante el periodo de 1980-
2000, hubieran experimentado un aumento de suicidios masculinos (European
Commission, 2004).
5.2.2. Adicciones: consumo de alcohol y sustancias tóxicas
El consumo de alcohol es más elevado entre los hombres de todos los países de la
Unión Europea que entre las mujeres, como se puede observar en los datos del
Observatorio de las Drogas y las Toxicomanías (EMCDDA), sobre el consumo de
alcohol y drogas en los países de la Unión Europea.
Mª Jesús Rosado Millán, Francisco García García, Juan Carlos Alfeo Álvarez y Javier Rodríguez
Rosado. «El suicidio masculino: una cuestión de género».
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Tabla 2. Prevalencia del consumo de alcohol a lo largo de la vida de las personas entre
15 y 64 años de edad
PAÍS
AÑO
MUESTRA
HOMBRES
MUJERES
Austria
2008
3761
84.9
79.1
Belgium
2008
6792
Bulgaria
2012
5325
91.5
72
Croatia
2012
4756
92.5
80.3
Cyprus
2012
3500
93
80
Czech Republic
2012
2134
Denmark
2013
10470
Estonia
2008
1401
93.7
82.8
Finland
2010
1873
93.3
92.8
France
2010
22774
95.96
92.88
Germany
2012
9084
97.1
95.7
Greece
2004
4351
88
71.6
Hungary
2007
2710
91.1
78.7
Ireland
2011
60
92.5
88.1
Italy *
2012
18898
89.8
75.9
Latvia
2011
4491
95.1
93.6
Lithuania
2012
4831
Luxembourg
Malta
2001
86.9
64.2
Netherlands
2009
5769
Poland
2012
3428
Portugal
2012
5355
85.1
62.6
Romania
2010
5100
87.8
71.5
Slovakia
2010
4055
92.65
89.36
Slovenia
2012
7514
Spain
2011
22128
94
87.7
Sweden
2012
6910
United Kingdom
2012
21501
Fuente: www.emcdda.europa.eu/data/2014#displayTable:GPS-106
La OCDE confirma este mayor consumo de alcohol de los hombres en lo que a los
países de la UE se refiere, y precisa que no solo beben más, sino que presentan
también un cuadro mayor de episodios de consumo excesivo (OCDE, 2014).
De la misma forma ocurre respecto al consumo de otras drogas y sustancias tóxicas
recogidas por el EMCDDA. En su estudio, se puede apreciar cómo es más elevado
también en el caso de los hombres.
Mª Jesús Rosado Millán, Francisco García García, Juan Carlos Alfeo Álvarez y Javier Rodríguez
Rosado. «El suicidio masculino: una cuestión de género».
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Tabla 3. Prevalencia del consumo de drogas por sexo en la UE
Fuente: http://www.emcdda.europa.eu/data/2014
Como se indicaba anteriormente en el punto 2.2.2., tanto el consumo de alcohol
como el de sustancias tóxicas son una causa importante de suicidio. Tal y como se
puede observar en las Tablas 3. Y 4., los mayores consumidores de estas sustancias
PAÍS
AÑO
MUESTRA
Cannabis
Cocaína
Anfetaminas
Éxtasis
LSD
H
M
H
M
H
M
H
M
H
M
Austria
2008
3761
17.5
11
3.6
0.9
3.4
1.6
3.5
1.2
3
0.9
Belgium
2008
6792
18
10.8
Bulgaria
2012
5325
10.7
4.2
1
0.7
1.6
0.7
2.8
1
0.4
0.1
Croatia
2012
4756
20.9
10.4
3.2
1.4
3.6
1.6
3.7
1.3
2.3
0.6
Cyprus
2012
3500
14.7
5.3
2
0.5
1
0.2
1.5
0.3
1
0.2
Czech
Republic
2012
2134
34.9
21.2
3.8
0.9
3.4
1.7
5
2.2
4.4
1.2
Denmark
2013
10470
42.8
29.7
7.9
3
10.3
3.6
3.7
1.2
2.4
0.7
Estonia
2008
1401
Finland
2010
1873
22.1
14.5
2.2
1.1
2.9
1.7
2.4
1.3
1.4
0.6
France
2010
22774
39.52
24.9
5
5.23
2.14
2.13
1.27
3.58
1.22
2.59
0.81
Germany
2012
9084
27.6
18.6
4.4
2.3
4.3
1.8
3.6
1.8
3
1.3
Greece
2004
4351
13.7
4.1
1.2
0.3
0.1
0.1
0.5
0.2
0.4
0.1
Hungary
2007
2710
11
6.1
1
0.7
2.5
1.1
3.2
1.7
1.4
0.8
Ireland
2011
60
33.2
17.5
9.9
3.8
6.6
2.5
10.1
3.7
6.7
2.2
Italy
2012
18898
27.2
17
6
2.7
2.1
1.4
2.5
1.2
1.2
0.3
Latvia
2011
4491
18.7
6.8
2
1
3.6
1
3.9
1.6
1.1
0.4
Lithuania
2012
4831
16.9
4.6
1.5
0.3
2.1
0.4
2.2
0.5
0.4
0
Luxembourg
Malta
2001
5.3
1.6
Netherlands
2009
5769
32.9
18.4
7.8
2.5
4.8
1.4
8.3
4
2
1
Norway
2012
1668
23.4
14.8
Poland
2012
3428
17.9
6.6
1.6
0.2
4.5
1.4
1.6
0.7
1.2
0.3
Portugal
2012
5355
14.6
4.4
1.8
0.6
0.7
0.3
2
0.6
0.9
0.3
Romania
2010
5100
2.2
1
0.5
0.2
0.1
0.1
1.1
0.3
0.1
0
Slovakia
2010
4055
14.84
6.15
1.05
0.18
0.85
0.21
3.03
0.69
0.82
0.04
Slovenia
2012
7514
19.5
11.8
2.8
1.2
1.4
0.5
2.7
1.4
1.4
0.6
Spain
2011
22128
35.4
19.2
12.8
4.7
4.8
1.7
5.1
2
Sweden
2012
6910
17.5
12.2
Turkey
2011
8045
1.1
0.2
0.1
0.1
0.1
United
Kingdom
2012
21501
35.5
24.5
11.6
6.3
13
8.2
10.8
5.9
7.2
2.9
Mª Jesús Rosado Millán, Francisco García García, Juan Carlos Alfeo Álvarez y Javier Rodríguez
Rosado. «El suicidio masculino: una cuestión de género».
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son hombres en todas las categorías consideradas, lo que explica en parte que la tasa
de suicidios masculina sea más elevada que la femenina.
5.2.3. La violencia
El suicidio es un acto violento contra uno mismo, pero también puede ser un acto
violento contra los demás. Es el caso del suicidio que cometen los hombres después
de haber protagonizado episodios de violencia de género, o contra los hijos con
resultado de muerte, y el suicidio terrorista. Existe, por tanto, una relación entre
violencia y suicidio.
Que la violencia es un fenómeno que se decanta más del lado varonil se puede
observar a través de las estadísticas de población reclusa en la Unión Europea. En el
informe SPACE 1 de 2012, se incluye la proporción de mujeres y población extranjera
reclusa en los paísesde la UE. Respecto a la población reclusa femenina extraídos de
las estadísticas penales del Consejo de Europa del citado informe, se pueden extraer
las siguientes conclusiones:
Las mujeres represetan el 5% de la población reclusa total, por lo que
proporcionalmente tienen una tasa de reclusión muy baja en comparación a
los hombres.
La mayor proporción de mujeres en prisión la encontramos en Finlandia
Chipre, Hungría y España con tasas superiores al 8%, aunque sigue
suponiendo una tasa de reclusión muy baja respecto a la de los varones
(Aebi & Delgrande, 2014).
Mª Jesús Rosado Millán, Francisco García García, Juan Carlos Alfeo Álvarez y Javier Rodríguez
Rosado. «El suicidio masculino: una cuestión de género».
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Si se tiene en cuenta la población convicta, es decir, las personas a las que se les
ha probado legalmente un delito, se puede observar que la población masculina es
mucho más elevada que la femenina en todos los países considerados, si bien hay que
precisar que no toda la población convicta está relacionada con delitos violentos.
Tabla 4. Tasa de población convicta en la UE
PAIS
TASA 2010
TASA 2011
TASA 2012
H
M
H
M
H
M
Bulgaria
1.139,5
76,0
1.199,4
89,1
1.125,3
86,5
Czech
Republic
1.451,4
205,5
1.429,4
204,9
1.446,8
209,0
Hungary
1.813,1
307,5
1.791,8
244,6
1.592,0
212,1
Poland
2.684,5
223,3
2.621,7
216,1
2.519,7
208,3
Romania
426,1
20,8
488,0
24,6
507,6
28,9
Slovakia
1.180,4
196,1
1.123,6
197,6
1.321,2
219,3
Denmark
2.744,6
482,5
3.240,4
541,9
3.595,9
557,2
Finland
7.487,6
7.355,8
Latvia
1.019,0
1.735,6
992,1
1.678,2
970,2
Lithuania
1.019,9
110,8
1.017,2
104,0
1.285,0
105,2
Sweden
2.482,7
108,3
2.462,0
102,6
2.362,5
114,1
United
Kingdom
471,2
465,7
446,5
Croatia
1.313,4
1.254,4
1.112,6
Italy
792,5
129,7
814,6
131,1
107,9
Malta
136,6
145,4
Portugal
1.510,0
1.502,3
Slovenia
853,3
168,0
791,9
173,3
868,5
Austria
911,8
106,4
860,9
105,5
838,5
124,2
France
2.415,7
146,0
2.374,3
141,3
2.391,5
135,4
Germany
1.824,5
238,3
1.813,8
239,0
250,1
Netherlands
1.202,7
168,3
1.137,6
160,5
1.052,0
135,6
Fuente: UNODC. United Nations Office on Drugs and Crime
Es decir, que la violencia como forma de solución de los conflictos es mucho más
habitual en los hombres que en las mujeres, lo que incide también en el suicidio,
sobre todo en los métodos utilizados, más letales en el caso de los varones, una de
las razones por la que la tasa de suicidios de hombres es más elevada.
Mª Jesús Rosado Millán, Francisco García García, Juan Carlos Alfeo Álvarez y Javier Rodríguez
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Respecto al suicidio terrorista, existe una gran dificultad para encontrar estadísticas
sobre el número de los mismos que hayan tenido lugar en países de la UE. Tampoco
existen datos acerca del sexo de los terroristas suicidas, aunque teniendo en cuenta
las tasas de delincuencia masculina y las noticias de los medios de comuncación, la
mayoría de estos episodios está protagonizado por hombres. Lo que sí se sabe de este
fenómeno es que ha ido en aumento entre el protagonizado por Hizbollah en Líbano a
principios de los 80 del siglo XX, y el comienzo del siglo XXI (Rosner, Yogev, &
Schweitzer, 2014).
Esta escasez de datos también afecta al suicidio post-violencia de género, que es
aquel que, como su nombre indica, se produce después de haber protagonizado
episodios de violencia de género. Una fuente de datos es la que proviene de los
medios de comunicación, según los cuales se produce con cierta frecuencia. A
continuación se ofrecen algunos ejemplos de noticias:
1. Nueve hombres se han suicidado a lo largo de este año después de matar
a sus parejas o ex parejas y otros ocho lo han intentado. En total, el 37,7%
de los autores de crímenes de violencia machista -45- ha tratado de
matarse. Es una de las cifras más altas de los últimos 10 años, sólo
superada en 2006, cuando el 38,2% de los agresores intentaron quitarse la
vida. Salvo el pico de ese año, desde 1999 nunca se ha rebasado el 30%. El
porcentaje más bajo es de 1999 (13%); el resto de los años ha oscilado
entre el 22% de 2000 y el 29,6% de 2002. (Ceberio, Balsells, & Moltó,
2009)
Mª Jesús Rosado Millán, Francisco García García, Juan Carlos Alfeo Álvarez y Javier Rodríguez
Rosado. «El suicidio masculino: una cuestión de género».
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2. XXX … fugado ayer tras escapar a un despliegue policial y haber
apuntado con un arma a varios agentes de la policía, ha aparecido muerto
hoy tras pegarse un tiro en el descansillo del séptimo piso de su edificio
esta mañana…. (Suárez, 2014)
3. Un hombre 28 años, que tenía pendiente su ingreso en prisión por
violencia machista, se suicidó en los calabozos de una comisaría de Málaga.
(Un presunto maltratador se suicida en la comisaría, 2010)
4. Two men committed suicide after killing their victims. Ten minor children
lost their mothers in three separate incidents that year. (Yeager, 2014)
5. In total, he murdered 14 women. And his reason? According to the
suicide note he left, feminists ruined his life. (Connell H. , 2014)
5.2.4. Sentimiento de desamparo e indefensión
Este sentimiento generalmente es producido por pérdidas ya sean de contenido
afectivo o económico.
Diversos estudios muestran una fuerte relación entre las situaciones económicas
adversas y el suicidio. En el informe de 2014 sobre la Salud en Europa, se constata
que desde el comienzo de las crisis económica ha aumentado el número de suicidios
en varios países de la UE, especialmente de suicidios protagonizados por hombres.
Aunque países como Grecia siguen teniendo una tasa de suicidios relativamente baja
en comparación con otros países europeos, el estudio advierte que no se contabilizan
todos los suicidos ocurridos durante este periodo (OECD, 2014).
Mª Jesús Rosado Millán, Francisco García García, Juan Carlos Alfeo Álvarez y Javier Rodríguez
Rosado. «El suicidio masculino: una cuestión de género».
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Respecto a la incidencia de la crisis económica, con el consiguiente aumento del
desempleo, no se dispone de datos actualizados sobre la evolución de las tasas de
suicidio que permitan saber si desde 2008 hasta 2014, la tasa de suicidio masculina
ha aumentado o no. No obstante, diversas investigaciones apuntan a que existe una
relación entre ambos fenómenos. En el informe de la Obra Social de la Caixa “Crisis y
fractura social en Europa. Causas y efectos en España” de 2012, se afirma que pese a
las dificultades para encontrar datos al respecto, se constata un aumento de los
suicidios en periodos de crisis, y citan a Povoedo y Carvajal en los datos que exponen
de los casos de Grecia, Italia e Irlanda (Laparra & (coord.), 2012).
Addis (2011), afirma que muchos hombres no son capaces de identificar sus
emociones ante una determinada situación de pérdida , lo que hace más difícil la
superación del duelo que puede terminar en una depresión no tratada en muchos
casos. En sus investigaciones con hombres con problemas psicológicos destaca que el
sentimiento de incapacidad de cumplir con el rol tradicional del varón proveedor y
protector hace que aflore en ellos un sentimiento de vergüenza que les impide pedir
ayuda, desde el momento en que dicha incapacidad sería un signo de demostración de
debilidad.
En el caso de Europa Clemente, et. al. (2003) destacan que el sentimiento de
pérdida no sólo se refiere a la función de proveedor del varón, sino que abarca al
entorno afectivo: pareja, descendientes, ascendientes e incluso amistades, lo que
incide en la depresión masculina, no siempre reconocida. Estos autores reconocen que
es un hecho menos estudiado en Europa, en general, ya que las pérdidas afectivas se
consideran más vinculadas al entorno femenino que al masculino.
Mª Jesús Rosado Millán, Francisco García García, Juan Carlos Alfeo Álvarez y Javier Rodríguez
Rosado. «El suicidio masculino: una cuestión de género».
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5.2.5. Maltrato infantil
Según el informe “La Seguridad Infantil en la Unión Europea” el suicidio comparte
con las quemaduras y escaldaduras el 5º lugar como causa de muerte por lesiones en
la infancia (European Child Safety Alliance, 2004).
No hay datos sobre el maltrato infantil en la Unión Europea desagregados por sexo,
ni por país. Hay estudios e informes de UNICEF, OMS y Comisión Europea que
incluyen datos sobre este tipo de violencia ejercida sobre los menores. Uno de estos
informes es el que versa sobre Violencia Familiar dentro del Programa Daphne de la
Dirección General de Justifica, Libertad y Seguridad de la Comisión Europea que
contiene los siguientes datos:
Cada día, la violencia familiar se cobra la vida de cuatro niños menores de
14 en Europa: aproximadamente 1.300 al año, según los datos de la OMS.
El Centro de Investigaciones Innocenti de UNICEF estudió las muertes de
niños por maltrato en 30 países ricos, incluidos 23 Estados europeos, y
calculó que la cifra anual de muertes de niños menores de 15 años como
consecuencia de agresiones físicas y/o negligencia era de 3.500. De estas,
dos se producían cada semana en Alemania y Reino Unido, y tres cada
semana en Francia. Cuanto menor es el niño, mayor es la probabilidad de
que muera a manos de un familiar cercano. Los datos de los países
industrializados sugieren que entre el 40 y el 70% de los hombres que
emplean la violencia física con sus parejas también son violentos con sus
hijos, y que aproximadamente la mitad de las víctimas femeninas también
maltratan a sus hijos. En resumen, muchos niños viven en “hogares
violentos”, y en esos casos los castigos de los niños también pueden ser
violentos. En Reino Unido, por ejemplo, un estudio realizado por el
Ministerio de Sanidad en 1997 reveló que casi uno de cada seis niños había
recibido algún castigo severo de sus madres, entendiéndose por “severo” un
castigo que implique “la intención o el potencial de causar lesiones o daños
psicológicos, el uso de instrumentos, acciones repetidas o prolongación
durante un período de tiempo largo (Kane, 2008, pág. 9).
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De cualquier modo, los estudios internacionales revelan que aproximadamente un
20% de las mujeres y un 5 a 10% de los hombres manifiestan haber sufrido abusos
sexuales en la infancia, mientras que un 23% de las personas de ambos sexos
refieren maltratos físicos cuando eran niños. Además, muchos niños son objeto de
maltrato psicológico (también llamado maltrato emocional) y víctimas de desatención.
(OMS, 2014)
6. Conclusiones
Se han analizado las principales causas de suicidio y su relación con la
masculinidad.
Existe una relación importante entre algunas causas de suicidio y el rol de la
masculinidad, como en el caso de las adicciones, en las que el consumo de alcohol y
drogas es mayor en el caso de los varones. Algo similiar ocurre con la relación
violencia-suicidio, al considerar el suicidio terrorista o el que tiene lugar después de
episodios de violencia de género, en el que los protagonistas son mayoritariamente
varones. Pero la violencia también está relacionada con los métodos de suicidio
utilizados por los hombres que son más letales y, generalmente, más violentos.
Otra de las causas de suicidio analizadas, el sentimiento de desamparo, se
encuentra más invisible en el caso de los hombres al tener más dificultades para
expresar sus emociones, así como para pedir ayuda, debido al sentimiento de
vergüenza que supone tener que exteriorizar lo que se considera una debilidad, y por
lo tanto, una cuestión de mujeres.
Respecto a fenómeno de la depresión, si bien la diagnosticada es mayor en el caso
de las mujeres, también es cierto que la resistencia a pedir ayuda, hace que muchas
depresiones en hombres no se encuentren diagnosticadas, y por lo tanto, no tratadas,
lo que puede dar como resultado el suicidio.
No poder cumplir con la función de proveedor también forma parte de las causas
que pueden llevar a los hombres al suicidio.
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Por último, el maltrato sufrido durante la infancia está relacionado con el suicidio, si
bien en este caso no se puede afirmar que exista un mayor número de niños que de
niñas afectados por este hecho.
7. Discusión
Existe una relación entre masculinidad y las elevadas tasas de suicidio de hombres,
pues si bien los intentos de las mujeres son mayores, también lo es que la tasa de
suicidios masculina es mucho más elevada en todos los países de la Unión Europea.
Sin embargo, no existen muchos datos relativos a los hombres y sus problemas
interiores, precisamente porque, como señalan Addis (2011) o Rosado (2011) de eso
no se habla o se habla poco.
Por otro lado, cuando se hacen desagregaciones por sexo relacionadas con las
causas de suicidio, se suele describir lo que hay, pero no lo que se esconde detrás de
lo que hay, lo que dificulta todavía más la búsqueda de datos sobre este fenómeno.
Hay más datos desde la perspectiva médico-psicológica, pero el suicidio no es solo
el resultado de una enfermedad, sino de muchos condicionantes sociales que generan
estereotipos de género que trascienden al individuo.
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