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FORTIFICAÇÕES
E TERRITÓRIO
NA PENÍNSULA
IBÉRICA E NO MAGREB
(SÉCULOS VI A XVI)
Coordenação de
Isabel Cristina F. Fernandes
FORTIFICAÇÕES E TERRITÓRIO NA PENÍNSULA IBÉRICA E NO MAGREB
Fundação para a Ciência e a Tecnologia
MINISTÉRIO DA CIÊNCIA, TECNOLOGIA E ENSINO SUPERIOR
UNIÃO EUROPEIA
Fundo Europeu
de Desenvolvimento Regional
PROGRAMA OPERACIONAL FACTORES DE COMPETITIVIDADE
APOIOS
Vol. I
Direcção Regional de Cultura do Alentejo
I
ISBN 978-989-689-374-3
A obra colectiva Fortificações e
Território na Península Ibérica e no
Magreb (séculos VI a XVI) oferece aos
investigadores e ao leitor comum inte-
ressado nestas maté rias, distintas leitu-
ras do castelo, algumas com claro cariz
monográfico, algumas tocando as trans-
formações dos períodos de transição, a
montante e a jusante, outras preferindo
trabalhá-lo na dimensão do território,
valorizando os contribu tos das fontes
escritas ou os da arqueologia, outras
ainda conduzindo o enfoque para ques-
tões de restauro, gestão e valorização
patrimoniais.
Isabel Cristina F. Fernandes
Coordenadora científica da edição
FORTIFICACOES VOL.1(6-10-2014).indd 1 23-10-2014 15:55:07
Biblioteca Nacional de Portugal
– Catalogação na Publicação
FORTIFICAÇÕES E TERRITÓRIO NA PENÍNSULA IBÉRICA E NO MAGREB
(SÉCULOS VI A XVI)
Fortificações e território na Península Ibérica e no Magreb
(séculos VI a XVI) / coord.
Isabel Cristina Ferreira Fernandes. – (Extra-colecção)
1º v. – 472 p. – ISBN 978-989-689-374-3
I – FERNANDES, Isabel Cristina F., 1957-
CDU 904
Título: Fortificações e Território na Península Ibérica e no Magreb
(Séculos VI a XVI) – Volume I
Coordenação: Isabel Cristina Ferreira Fernandes
Edição: Edições Colibri/Campo Arqueológico de Mértola
Capa e separadores: DCCT – Câmara Municipal de Palmela
Revisão dos textos: I. C. Fernandes; J. F. Duarte Silva; Patrice Cressier
Depósito legal: 368 239/13
Lisboa, Dezembro de 2013
Fortificações e Território na Península Ibérica e no Magreb (Séculos VI a XVI), Lisboa, Edições Colibri & Campo Arqueológico
de Mértola, 2013, p. 313-327.
Revisión arqueológica de las murallas de León (España)
J. AVELINO GUTIÉRREZ GONZÁLEZ
Universidad de Oviedo
FERNANDO MIGUEL HERNÁNDEZ*
Col. Univ. Oviedo
EMILIO CAMPOMANES ALVAREDO
Talactor S.L.; col. Univ. Oviedo
FERNANDO MUÑOZ VILLAREJO
Talactor S.L.; col. Univ. Oviedo
VICTORINO GARCÍA MARCOS**
Ayuntamiento de León
1. Introducción1
L objetivo de esta comunicación es presentar un
somero avance del estudio sobre las fortifica-
ciones amuralladas de la ciudad de León: la muralla
de cubos tardorromana y medieval, las cercas y el
castillo medieval. Las recientes intervenciones arqueo-
lógicas en diversas partes de los trazados amurallados
y la aplicación de nuevas técnicas de análisis y
representación, como la lectura de fábricas y paramen-
tos, la ortofotogrametría o los análisis petrológicos y de
morteros, han deparado el descubrimiento de nuevos
elementos constructivos que permiten actualizar el
estado de conocimientos sobre este conjunto fortifi-
cado, especialmente en lo relativo a estructuras y
técnicas constructivas, así como a la cronología rela-
tiva y absoluta de los distintos recintos amurallados.
2. Las murallas de los campamentos romanos
Como es ya bien conocido, el origen de las fortifi-
caciones de León se remonta a época romana2. Las
excavaciones arqueológicas han permitido encuadrar
los primeros acuartelamientos de la legio VI victrix
hacia el 10-15 a. C., relacionados con la pacificación
y la explotación del territorio astur recién conquistado
(GARCÍA MARCOS, 2005: 167-195). Esto determi-
nó la elección del asentamiento –en un lugar sin
precedentes ocupacionales previos- en la meseta que
forma la horquilla de los ríos Torío y Bernesga,
ligeramente elevada sobre el entorno y con una buena
visibilidad en todas direcciones, tanto hacia las
montañas cantábricas septentrionales como a las
llanuras de la cuenca del Duero. El entorno inmedia-
to, las vegas de los ríos, sería entonces un espacio
cenagoso e inundado habitualmente, aunque también
se han documentado restos de edificaciones de
madera pertenecientes al núcleo civil -cannaba-
nacido a la sombra del establecimiento militar (MI-
GUEL HERNÁNDEZ y GARCÍA MARCOS, 1993:
193-196; GARCÍA MARCOS y MIGUEL HER-
NÁNDEZ, 1997: 355-359). El campamento funda-
cional augusteo disponía de un vallum o muralla de
tierra y una trinchera en V o fossa fastigata externa. Un
segundo campamento superpuesto, tiberiano, amplió
unos metros el recinto amurallado en dirección norte,
todavía con fortificaciones terreras (murus caespiticius,
de tapines) (GARCÍA MARCOS, 2005: 169-176).
La legio VII gemina se instaló sobre el solar del
campamento anterior en el año 74-75 d.C. y permane-
ció hasta el siglo IV. Inicialmente construyó un nuevo
campamento estable, superpuesto a los anteriores y
dotado de nuevos edificios e infraestructuras (centu-
riae, principia, thermae, cloacae, amphitheatrum,
portae, viae...). Se diseñó entonces una planta cam-
pamental típicamente polibiana, rectangular con los
ángulos redondeados, con el eje largo en sentido
norte sur (de 570 x 350 metros, abarcando una super-
ficie de 19,95 ha). Sobre el vallum anterior – cortando
su parte externa – se erigió una nueva muralla de
opus caementicium, con paramento externo de opus
vittatum de 1,80 m de anchura (6 pedes) y con pe-
queñas torres-refuerzo rectangulares, varios fosos y
terraplén interno.
Disponía de cuatro puertas, de las cuales se ha do-
cumentado arqueológicamente de forma completa la
porta principalis sinistra, situada al este (Puerta
Obispo medieval), bífora con una spina central y con
torres de flanqueo rectangulares proyectadas al exterior
e interior, que albergan sendos cuerpos de guardia;
todo ello construido en opus quadratum de grandes
sillares calizos almohadillados (GARCÍA MARCOS y
CAMPOMANES ALVAREDO, 1998: 43-47; GAR-
CÍA MARCOS, CAMPOMANES ALVAREDO y
MIGUEL HERNÁNDEZ, 2004: 23-44). La occidental
(porta principalis dextra, llamada porta Cauriense en
época medieval y desaparecida desde el siglo XVI),
debió ser también una puerta doble. La porta praeto-
ria, (la Puerta del Rey medieval), en el lado meridio-
nal, y la septentrional (porta decumana, hoy Puerta
E
314 J. A. Gutiérrez González, F. Miguel Hernández, E. Campomanes Alvaredo, F. Muñoz Villarejo, V. García Marcos
Castillo), pudieron tener una tipología semejante, a
juzgar por algunos restos identificados (CAMPOMA-
NES ALVAREDO, 1997: 129-148; CAMPOMANES
ALVAREDO, 1999: 1061-1062). Este sistemático plan
campamental condicionó en buena medida la ocupa-
ción del espacio en los tiempos posteriores.
3. La muralla de cubos tardorromana
A finales del siglo III o comienzos del siglo IV, se
construyó una nueva muralla, dentro de un programa
provincial de amurallamientos urbanos con caracte-
rísticas comunes. Con ella el campamento cobra un
nuevo aspecto, asemejándose a la mayoría de las
ciudades del Bajo Imperio, en las que las nuevas
murallas conjugan defensa y monumentalidad (MO-
RILLO CERDÁN, 1991: 135-190; FERNÁNDEZ
OCHOA y MORILLO CERDÁN, 2006). La nueva
muralla, con 5,25 m de grosor (cuatro unidades de
passus = dos decempeda)3; se adosó al exterior del
muro de la legio VII. Tenía 73 cubos de planta semi-
circular peraltada (GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, 1995:
235-238), de los que sólo se conservan 36, de 8 m de
diámetro como promedio, con intervalos entre 13 y
15,90 m. Tan sólo una de las torres presenta una
planta distinta: la torre de planta cuadrada del ángulo
sureste, construida en opus quadratum de grandes
sillares heterogéneos en su base exterior; la torre
estaba destinada seguramente a reforzar a modo de
contrafuerte el declive del terreno en esa zona, que, a
su vez, también obligó a achaflanar ligeramente todo
el paño sureste desde la porta principalis sinistra.
Esta torre se reconstruyó en época medieval, cuando es
conocida como Turris quadrata (917) y Torre del
Conde don Ponce (1249), con varias plantas super-
puestas con diferentes mamposterías. Por otra parte, las
puertas –o al menos la porta principalis sinistra- se
reducen a un paso único, tapiándose uno de los vanos.
La muralla bajoimperial presenta diferentes técni-
cas constructivas: el aparejo predominante es el opus
incertum con mampuestos de cuarcita y otros materia-
les reaprovechados (sillares, sillarejos similares a los
del opus vittatum de la legio VII, molduras arquitectó-
nicas y monumentos epigráficos)4; esta mampostería
presenta dos variantes básicas: (I) una en la que pre-
dominan los bloques irregulares de cuarcita y arenisca
concertados en toscas hiladas y (II) otra en la que
dominan los bloques cuarcíticos careados (con las
caras más grandes al exterior). En algunos paños y
torres se emplea el opus quadratum de grandes sillares
calizos, cuarcíticos, conglomeráticos y graníticos. En
varios cubos y paños del tramo oriental se emplearon
otras técnicas como el damero o ajedrezado de sillares
alternando con mamposterías u opus vittatum; ocasio-
nalmente aparecen materiales latericios como calzos,
además de opus listatum, alternando hiladas de tres
hileras de ladrillos con tongadas de mampostería en el
lienzo y cubos orientales (ALVAREDO 1997 y 2001;
GARCÍA MARCOS, MORILLO CERDÁN Y DU-
RÁN CABELLO, 2007: p. 394; MORILLO CERDÁN
y DURÁN CABELLO, 2008; DURÁN CABELLO,
2009)5. Las cuarcitas, granitos y calizas de procedencia
exógena fueron transportados desde un radio no
inferior a los 40 km de distancia. El núcleo interior es
un compacto opus caementicium, compuesto por
cantos rodados locales y mortero de cal vertido en
tongadas de unos 30 cm (un pedes) de espesor medio,
encofrado entre el paramento exterior y la muralla
legionaria altoimperial al interior, donde se conservaba
parcialmente. Todo el recinto se muestra en la actuali-
dad desmochado a diferentes alturas y recrecido
posteriormente con diferentes fábricas. No se conser-
van los cuerpos superiores de los cubos, que debieron
contar con ventanas (similares a las de Lugo, Barcelo-
na o Gerona); tan sólo dos cubos del tramo oriental
conservan estos cuerpos altos reconstruidos en tiempos
medievales y modernos (Fig. 1).
Fig. 1 – Lienzo oriental de la muralla de cubos (antes de su
restauración en 2011), en la que se aprecian las fábricas tardorro-
manas en muros y cubos (mampostería I y II, opus listatum y
sillares), desmochamiento altomedieval a la altura del adarve y
cuerpo central de las torres; superposiciones y parcheos medievales
con fábricas de cantos hasta el coronamiento de los cubos, y otras
fábricas modernas (calizas, ladrillos, adobes).
En época tardoantigua (siglos V a VIII) el recinto
amurallado comenzó a sufrir algunas reformas, como
la documentada en la porta principalis sinistra, donde
se transformó el cuerpo de guardia y se estrecharon
de nuevo los vanos (GARCÍA MARCOS y CAMPO-
MANES ALVAREDO, 1998: 43-47; GARCÍA MAR-
COS, CAMPOMANES ALVAREDO y MIGUEL
HERNÁNDEZ, 2004: 38-39).
Por su parte, la conquista musulmana y la instala-
ción de una guarnición beréber, bien documentadas
históricamente en fuentes cristianas e islámicas, se
han visto confirmadas arqueológicamente de forma
indirecta, mediante la identificación de vasijas cerá-
micas exógenas de la primera mitad del siglo VIII,
atribuibles a estos ocupantes, en la zona de las letri-
nas de las antiguas termas legionarias, en las inme-
diaciones de la porta principales sinistra (GUTIÉ-
RREZ GONZÁLEZ y MIGUEL HERNÁNDEZ,
2009). Sin embargo, no son reconocibles en las
murallas obras atribuibles a estos momentos.
4. La alta edad media (siglos VIII-X)
La muralla de cubos tardorromana mantuvo su vi-
gor y protagonismo en la ciudad medieval. A comien-
zos del siglo X Legio se convirtió en la capital del
Revisión arqueológica de las murallas de León (España) 315
reino asturleonés; en el traslado de la corte influiría
notablemente la vigencia de la poderosa muralla. La
capitalidad significó fundamentalmente una reorgani-
zación política, militar y eclesiástica de Legio, la carta
de naturaleza como auténtica civitas, sedes regia y
episcopal, característica de esta época. Esas funciones
quedan bien patentes en la ubicación de sus respectivos
edificios en partes bien señaladas del recinto murado.
Así, el castellum (residencia de delegados del rey) se
instaló en los dos cubos inmediatos al oeste de la
puerta norte, recibiendo esta desde el siglo X el nom-
bre de porta de comite y aquellos el de Kastellum,
Turres Legionis, Turres Regis. Para ello debieron
acondicionarse los cubos; sobre las fábricas tardorro-
manas de la torre occidental, que alcanzaban unos
cinco metros, y bajo las plenomedievales de cantos, se
empleó un aparejo de mampostería de cuarcita pequeña
dispuesta a soga y bastante regular, combinada con
sillares y ladrillos, cuyos paralelos constructivos se
encuentran en la arquitectura asturiana o en el primer
románico. Este recrecido sobrepasa los diez metros de
altura, en el que se conserva una saetera.
En el costado oriental, el área de las antiguas
thermae y porta principalis sinistra, conocida como
Porta de Aepiscopo desde estos momentos (año 917,
SÁEZ, 1987, doc. nº 43), se convirtió en el centro
político-religioso, al aprovecharse para aula regia en
tiempos de Ordoño I y Alfonso III y como conjunto
episcopal en época de Ordoño II, durante el primer
tercio del siglo X. A partir de Ramiro II, en el segun-
do cuarto del siglo X, la centralidad política se
trasladó al sur, junto a la porta de arco de rege
(nombre sustitutorio de porta praetoria), donde erigió
un nuevo conjunto palaciego del que tan solo cono-
cemos arqueológicamente la iglesia palatina de San
Salvador (MIGUEL HERNÁNDEZ, 1996). La
muralla sirvió también de abrigo para la construcción
de edificios adosados intramuros, como el monasterio
de Santa Marina, en el costado norte (GUTIÉRREZ
GONZÁLEZ y MIGUEL HERNÁNDEZ, 1999).
El recinto amurallado seguiría siendo íntegramen-
te el tardorromano, a juzgar por las menciones escri-
tas a su fortaleza, munitione murum, murum civitatis,
turris quadrata, portas, sin mayores modificaciones.
Tan sólo se debieron realizar algunas reparaciones
menores, como las documentadas arqueológicamente
en Puerta Obispo, cuyo único vano accesible fue
transformado ahora en una puerta con rastrillo y
doble quicialera (Ibidem e infra).
El supuesto final traumático que sufrió Legio en la
conclusión de la décima centuria con los ataques de
al-Mansur y Abd al Malik, relatados por las crónicas,
no ha dejado hasta ahora ninguna evidencia arqueo-
lógica ligada claramente a ese acontecimiento, aparte
de las destrucciones de puertas y murallas, de impre-
cisa atribución cronológica. No obstante es posible
atribuir a esa “milenarista” destrucción el desmocha-
miento general de la parte superior de los cubos y
lienzos hasta el núcleo macizo, sobre cuyos despor-
tillamientos son apreciables los recrecidos de cantos y
areniscas locales, bien diferentes de las fábricas
romanas, realizados a partir los siglos XI y XII (Fig.
1). Los cronistas posteriores (Sampiro, Lucas de Tuy)
mencionaron las reparaciones de las puertas de la
muralla por Alfonso V hacia 1020; sin embargo, las
estructuras de lodo y leño que se asignan a Alfonso V
no se documentan arqueológicamente o –quizás–
fueron sustituidas por fábricas más sólidas (GUTIÉ-
RREZ GONZÁLEZ, 1995; 244-245). Tan sólo en
algunas partes (lienzos y cubos orientales próximos a
la catedral), entre las fábricas tardorromanas (mam-
posterías cuarcíticas) y las plenomedievales (tapias de
cantos y areniscas) superpuestas, son visibles rehe-
chos heterogéneos, reutilizando mampuestos de
cuarcita, ladrillos y cantos, en varias hiladas que
regularizan las brechas en los cubos y lienzos, a veces
realizadas aparentemente de forma violenta; podrían
tratarse de reparaciones altomedievales de los desmo-
chamientos atribuibles a al-Mansur y Abd al Malik.
5. La plena edad media (siglos XI-XIII)
La ciudad vieja y el burgo nuevo
El Fuero de 1020, además de regular los derechos
de los ciudadanos y favorecer el asentamiento de
artesanos y comerciantes, encomendaba la protección
y defensa de la urbe, así como la reparación de sus
muros a los vecinos de la ciudad y de su alfoz (pre-
cepto XVIII) (RODRÍGUEZ, 1981). Es bien patente,
pues, la preocupación regia y concejil por el mante-
nimiento de la muralla de cubos, que se mantendría
hasta el final de los tiempos medievales.
Por otra parte, el crecimiento artesanal, con gran
presencia de francos, se fue concentrando desde
entonces en el sector extramuros meridional, en el
burgo de Santa María del Mercado, especialmente en
el eje del Camino de Santiago o Camino francés.
Sumado al barrio de San Martín en torno al mercado
de Rege, constituyó en el siglo XII el conjunto del
burgo novo (ESTEPA DÍEZ, 1976: 126-129), con
una entidad propia y compacta que se delimitó
físicamente poco después con una nueva cerca
añadida a la muralla vieja.
La muralla de la ciudad vieja
Si bien las obras emprendidas a raíz del fuero de
1020 son desconocidas, en cambio las reparaciones y
recrecimientos de los siglos XII y XIII están mejor
documentadas literaria y arqueológicamente. La
crónica de Lucas de Tuy – coetáneo y buen conocedor
de los hechos – atribuye a Alfonso IX, en 1214, dicha
reparación general. Sendas inscripciones de 1217 y
1220 – perdidas aunque transcritas por M. Risco en el
siglo XVIII – conmemoraban las obras dirigidas por el
canónigo Gutierre Díaz en los lienzos oriental y sur,
cuyo mantenimiento estaba asignado al Cabildo
catedralicio (RISCO, 1792 (ed. 1978), 70 y ap. XIV).
Un epígrafe similar, conmemorativo de esas mismas
reparaciones, ha pasado prácticamente desapercibido;
se encuentra al exterior de Puerta Castillo, junto al arco
reformado del siglo XVIII: “+: EGO (G)VTERI(VS):/
DIDA(CI CANONICVS LEGIONENSIS)/ ECCLE-
316 J. A. Gutiérrez González, F. Miguel Hernández, E. Campomanes Alvaredo, F. Muñoz Villarejo, V. García Marcos
SIAE: HO(C OPVS FECI/ DE PECVNIA ADEFONSI
R)EGIS/ (...L)EGIOÑSIS: <debajo en otro bloque>
SVB ERA: MLA: CC/(XL?)IIII ET MENSE/ MARCII
“(1206?) (Fig. 2)6.
Fig. 2 – Inscripciones conmemorativas de las reparaciones de
muralla y puertas a comienzos del siglo XIII y en el siglo XVIII
(derecha).
Esas obras, realizadas con calce et lapidabus –
como expresa Lucas de Tuy – son reconocibles en
todo el recinto. Sobre las hiladas inferiores tardorro-
manas (de sillería y mampostería alóctona) que no
superan los 4-6 m de altura, nuevas fábricas de
hormigón de cal y cantos (los materiales locales,
bolos, son cantos rodados abundantes en los cercanos
cauces de los ríos) rellenan las brechas y recrecen los
muros y los cubos hasta los 12 m (conservados en los
cubos del tramo oriental). A pesar de parcheos y
refacciones posteriores (con diversas mamposterías,
ladrillos, etc.) las obras plenomedievales son recono-
cibles en diversos puntos del recinto de la ciudad
vieja, similares a los de la nueva cerca del burgo
(GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, 1995: 235-245) (Fig. 1).
Las obras de reparación y reforma realizadas en
las puertas de la muralla son difíciles de concretar,
debido a la destrucción posterior de las mismas.
Únicamente tenemos constancia arqueológica7 de las
transformaciones llevadas a cabo en Puerta Obispo
en diferentes fases, que exponemos sucintamente
(Fig. 3): después de las reformas tardorromanas, que
habían cerrado uno de los vanos de la porta principa-
lis sinistra del campamento legionario, entre los
siglos X a XIII se modificó de nuevo varias veces el
acceso. En el siglo X, coincidiendo con la aparición
del expresivo nombre de Porta Aepiscopo (917) y la
acomodación del conjunto catedralicio en las vecinas
termas, tuvo lugar una reparación del acceso tardoan-
tiguo, que –recordemos- había obturado el vano norte
de la puerta bífora legionaria. Se construyó entonces
un nuevo paso más adelantado al exterior, en el que
se instaló un rastrillo y – poco tiempo después – una
puerta de dos hojas, todo ello atestiguado en las
huellas remanentes en los sillares de las jambas. En
correspondencia con esas obras se acondicionó una
tercera calle de gravilla compactada, superpuesta a la
tardorromana, inutilizando en parte las estructuras
antiguas (spina, cuerpos de guardia).
Durante el siglo XI se acometió una importante
reforma integral del acceso, para lo cual se abrió un
nuevo paso más al sur y se cegaron las puertas ante-
riores con un grueso muro de 4,50 m de ancho, cons-
truido con cal y cantos, además de sillares y sillarejos
de conglomerado locales (denominados sierros) en su
paramento exterior y en las jambas de la puerta, todo
ello adosado al exterior de la muralla tardorromana
(GARCÍA MARCOS, CAMPOMANES y MIGUEL
HERNÁNDEZ, 2004: 39-40). Igualmente, intramu-
ros, entre la calle y la catedral románica, se construyó
un edificio perteneciente al palacio obispal o a la
canónica catedralicia, de mampostería con fachada a
dicha calle que englobó parte de las termas romanas
(el área de letrinas, hasta entonces visibles y reutili-
zadas dentro del conjunto episcopal). Entre este
edificio y la muralla se continuaron realizando
rellenos y hoyos colmatados con tierras negras, entre
cuyos materiales se encuentran cerámicas grises
leonesas y reticuladas (siglos X-XII) y un epígrafe
visigótico-mozárabe (siglos X-XI) grabado en una
basa ática reaprovechada. Parece probable – a juzgar
por estas dataciones – relacionar las reformas de la
puerta del obispo y la muralla contigua con las obras
de Alfonso V, Fernando I o Alfonso VI (entre 1020-
-1090), monarcas promotores de otras actividades
constructivas en la ciudad y en el reino.
A mediados del siglo XIII, en correspondencia
con las obras góticas de la catedral, se reforma la
puerta y se reestructura totalmente el conjunto con
una nueva obra monumental, toda ella de sillería; se
anula la puerta anterior con una torre y se abre un
nuevo vano al norte del precedente, sobre el antiguo
paso de la puerta de la legio VII. El nuevo acceso
presentaba un vano – con un ancho de paso de 3,5 m
– con arcos apuntados entre dos torreones cuadrangu-
lares de hormigón con paramentos de sillería caliza y
sierros. En un arco fajón central se instaló el rastrillo
y una puerta de dos hojas. Entre este paso y la cate-
dral se abre otro arco simétrico con una sala ciega a
su interior destinado a sustentar sobre la puerta,
torreones y muralla un andito o galería con ventanales
góticos, que sirve de comunicación entre la catedral
(la Torre del Tesoro) y el nuevo palacio episcopal,
desplazado ya al lado sur de la calle y la puerta. Así,
desde el exterior de la ciudad tendría un aspecto de
puerta doble o bífora, que recuerda de alguna manera
a la antigua puerta romana de la legio VII. Sin embar-
go, el vano norte es en realidad una sala ciega, sin
comunicación con el interior de la ciudad, lo que no
deja de ser contradictorio y negativo desde el punto
de vista de la poliorcética defensiva, que obviamente
no se contempló. El monumental pasaje sobre la
puerta se iluminaba y decoraba con seis ventanas
góticas en cada lado, geminadas y rematadas en
arquillos apuntados, antes de sufrir varias modifica-
ciones (GUTIÉRREZ GONZÁLEZ y MIGUEL
HERNÁNDEZ, 1999).
A finales del siglo XV se inutilizó este paso, ta-
piando el vano gótico y desplazando el tránsito al sur,
junto a la fachada del palacio episcopal, donde se
abre un postigo con arco de medio punto y una nueva
Revisión arqueológica de las murallas de León (España) 317
calle superpuesta a la medieval. En el siglo XVI se
añadió un edificio intramuros de la puerta gótica, que
quedó convertida en bodega semisubterránea del
caserón de la Mitra, al que se desciende por una
escalera de sillería desde la cota interior, entonces ya
más elevada que el umbral de la puerta (GARCÍA
MARCOS, CAMPOMANES ALVAREDO y
MIGUEL HERNÁNDEZ, 2004: 43-44). Finalmente
se instaló ahí la oficina de Fábrica de la Catedral
desde 1868 hasta su demolición8. Así mismo, una
nueva calle se superpone a las anteriores, cubriendo
además algunas estructuras altomedievales (hoyos,
rellenos, edificio intramuros), respetando sin embargo
la parte del conjunto termal aún visible (letrinas).
Menos evidencias arqueológicas tenemos de las
transformaciones del resto de puertas de la ciudad
vieja. La meridional, porta de arco de rege, también
bífora con spina en época altoimperial, debió ser
también transformada en la Antigüedad tardía o la
alta Edad Media, reduciéndose a un paso único entre
dos torres. Sus machones han sido documentados en
una reciente actuación en la calle Plegarias. Debido a
su función de conexión entre la ciudad vieja y el
burgo de San Martín, desde el siglo XI fueron ado-
sándose a los muros contiguos casas que ocultaron e
inutilizaron el tramo sur de la muralla. Por esa razón
no debió ser objeto de remodelaciones tan radicales
como las de Puerta Obispo, aunque todavía en 1220
ese tramo era reparado por el canónigo Gutierre Díaz.
La puerta norte, puerta del conde o Puerta Cas-
tillo, pese a ser la única conservada – con la apariencia
proporcionada en el siglo XVIII (BRAVO GUARIDA,
1935: 92-94) – es desconocida arqueológicamente.
Posiblemente tenga una historia constructiva seme-
jante a las anteriores; en época altoimperial quizá
tuvo también un paso doble, posteriormente reforma-
do en época tardorromana o medieval en paso único9.
En el costado oriental del arco actual se encuentra la
inscripción alusiva a las reparaciones del siglo XIII
que hemos transcrito anteriormente.
Respecto a la puerta occidental (Puerta Caurien-
se), conocemos aún menos datos. La porta principalis
dextra del campamento legionario debió ser otra
puerta bífora con spina, similar – y simétrica – a la
principalis sinistra (Puerta Obispo), y como ella
reformada y estrechada en tiempos tardoantiguos y
altomedievales. En época plenomedieval debió
también remodelarse con dos torres de flanqueo,
finalmente demolidas en el siglo XVI al realizarse el
palacio de los Guzmanes, y de las cuales se vieron
algunos restos en nuevas demoliciones de finales del
siglo XIX (DÍAZ-JIMÉNEZ Y MOLLEDA, 1906:
31-32).
Finalmente, sabemos que en el siglo XII se abrie-
ron otras dos puertas o postigos en la muralla. En
1168 Fernando II concedía un privilegio al monaste-
rio de San Isidoro trasladando el camino jacobeo, que
entraría por la puerta Cauriense hacia San Isidoro;
para facilitar la salida el rey mandaba abrir una nueva
puerta cerca del ángulo noroeste, ante la serna de
Renueva. Desaparecida de antiguo, esta Puerta de
Renueva hoy es una simple brecha en la muralla. En
sus cercanías, la Abadía de San Isidoro abrió poste-
riormente un postigo de comunicación con sus
huertas, hoy visible. Otra puerta o posticum fue
abierto en el siglo XII en el tramo sur, entre puerta de
Arco y el ángulo suroeste, para dar comunicación
entre el burgo y la ciudad vieja. Denominado el
Postigo del Oso en época bajomedieval, hoy es
totalmente desconocido10.
Fig. 3 – Planta de las excavaciones en Puerta Obispo: Secuencia constructiva desde tiempos tardoantiguos a la plena Edad Media.
Fotos de la excavación en 1996 y Puerta Obispo antes de su derribo en 1910 (Gómez Moreno 1925).
318 J. A. Gutiérrez González, F. Miguel Hernández, E. Campomanes Alvaredo, F. Muñoz Villarejo, V. García Marcos
Además de los cubos y torres de flanqueo de las
puertas, también contribuyeron a la defensa las torres
de iglesias como la de San Isidoro y el mismo ábside
de la Catedral. La primera se construyó sobre un cubo
del tramo occidental, con sillería tardorromana
reutilizada en su parte inferior. La planta baja es
ciega, la primera y segunda disponen de aspilleras y
sólo en la tercera, el campanario, se abren ventanales
románicos. También contribuyó a la defensa el recio
ábside de la catedral, construido en el siglo XIII sobre
un cubo y parte del lienzo este, junto a Puerta Obispo.
Por su parte, el lado meridional fue perdiendo su
función defensiva, al quedar ocluido por la expansión
del burgo, por lo que muralla y cubos fueron progre-
sivamente desmantelados u ocupados por la pobla-
ción. Recientemente se ha documentado arqueológi-
camente la apropiación de cuatro cubos del ángulo
suroeste por la familia Quiñones que levantan aquí su
palacio nobiliario a partir de finales del siglo XIV
(MIGUEL HERNÁNDEZ Y GARCÍA MARCOS,
2010: 36-38).
La cerca del burgo
Al exterior de la ciudad vieja se habían ido for-
mando desde el siglo X barrios, arrabales o suburbios
con un carácter eminentemente agrario. El más
dinámico fue el conocido como burgo nuevo desde el
siglo XII, al sur y suroeste del recinto romano. Su
origen podría rastrearse ya en la cannaba romana. A
finales del siglo X se celebra al exterior de la porta de
archo el merkado de rege; a lo largo del siglo XI y
XII se irían produciendo asentamientos de población
en torno suyo, que fueron compactando el barrio
sancti Martini y el nuevo vico francorum o burgum
francorum, al suroeste formado principalmente con la
población franca llegada con las peregrinaciones
jacobeas y dedicada preferentemente a las actividades
mercantiles y artesanales (ESTEPA, 1976). Este
nuevo conjunto, conocido como burgo nouo en 1114
iría consolidándose hasta acabar concretándose y
delimitándose a final de la centuria con un nuevo
muro, equiparándolo a la ciudad vieja (Fig. 4).
En 1199 se mencionan ya dos puertas, Puerta Mo-
neda y Puerta Gallega (REPRESA, 1969: 256), en la
nueva cerca del burgo, un primer murus terre que
sería substituido por un nuevo muro de cal y canto
entre el siglo XIII y comienzos del siglo XIV. El
murus terre es mencionado en 1208, las demás
puertas son conocidas a lo largo del siglo XIII, así
como la carcava o foso (REPRESA, 1969: 262). En
1310 se menciona que la cerca estaba derruida y se ha
de construir un nuevo muro (Ibidem, p. 262). La
fábrica y trazado para concluir las obras de piedra e
de cal son establecidas en 1324 por acuerdo entre el
Concejo y el Cabildo (RISCO, 1792: 13-14; REPRE-
SA, 1969: 263; GONZÁLEZ GALLEGO, 1977: 365-
-411; GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, 1995: 239-249).
La cerca parte del ángulo suroriental del recinto
romano (Torre cuadrada) englobando la nueva pobla-
ción surgida al sur y suroeste con un trazado poligo-
nal para unirse a la vieja muralla de cubos hacia la
Fig. 4 – Plano de la ciudad de León en los siglos XII-XIII con sus
fortificaciones: muralla de cubos del recinto viejo, cerca del burgo
y castillo.
mitad de su tramo occidental11. Entronca con la
muralla de cubos junto a la Torre Cuadrada, median-
te la puerta de cal de Escuderos o postigo del peso,
del cual parece formar parte un edificio con sillería en
su parte inferior hoy convertido en vivienda, que sería
la torre meridional del paso. Por su parte, la torre del
ángulo es conocida desde 1249 como Torre del con
don Ponce (RODRÍGUEZ, 1969: doc. 649), en
alusión a Ponce de Minerva, quien llevaría a cabo
alguna de las obras visibles en la torre: sobre la obra
romana (grandes sillares en la base) se recrecieron los
primeros cuerpos centrales con una fábrica mixta de
sillares de caliza; más arriba la obra de sillares
combinados en damero con mampostería de cuarcita
y cantos es propia de estos siglos plenomedievales.
En época posterior se recreció aún más con sillería
caliza de menor tamaño y un cadalso, del que se
aprecian los cajeados de sus apoyos inferiores (Fig. 5).
El tramo inicial recorre el talud bajo de la terraza
fluvial describiendo un arco hacia el sur-suroeste; los
primeros paños presentan una peculiar técnica cons-
tructiva mediante paños modulares solapados alterna-
tivamente a interior y exterior, sobre una cimentación
común; esta construcción modular de tapias no
trabadas, formando una especie de cremallera, quizás
encuentre su explicación en lo inestable del subsuelo
cenagoso (“Caño Vadillo”, “Presa vieja”), que moti-
varía una construcción por tramos independientes,
para evitar fallos estructurales Asimismo, los aparejos
Revisión arqueológica de las murallas de León (España) 319
Fig. 5 – Torre Cuadrada: superposiciones de fábricas romanas
(sillares), medievales (sillería de sierros y damero I) y modernas
(sillería).
de estos lienzos son también diferentes de los de otros
tramos meridionales y occidentales. Las tapias
incorporan frecuentes sillares y sillarejos de arenisca
o sierros en esquinas y en hiladas (trasera de Caño
Vadillo) y tambores de arenisca dispuestos en damero
(Traseras de la Plaza Mayor de León en calle Caño
Vadillo) alternando con los cantos o bolos. Esta
peculiar fábrica en damero presenta tres modalidades
en diversas partes del recinto: un damero regular (I), a
modo de ajedrezado, con una distribución constante
de sillares y cantos; un damero menos uniforme (II),
donde se intercalan varias hiladas de bolos entre
hiladas de sillares alternando con bolos (Fig. 6), y un
damero irregular (III), con una distribución más
irregular y salteada de sillares entre las tapias de
cantos (Fig. 8).
A juzgar por recientes excavaciones y por un do-
cumento del año 1659 (CAMPOS SÁNCHEZ-
-BORDONA y PEREIRAS FERNÁNDEZ, 2001:
76), conocemos con bastante certeza la situación de
dos puertas que se encontraban en esta zona sureste:
la primera – transformada en época moderna- podría
corresponder con la puerta de Rodezneros medieval,
Fig. 6 – Técnica constructiva en damero (alternancia de sierros y
cantos), con restos de revoco inciso, en las obras medievales de los
cubos de la muralla tardorromana.
reformada en el transcurso de la construcción de la
Plaza Mayor en el siglo XVII y principios del XVIII.
Algo más al oeste, en el más meridional paño solapa-
do de este tramo, se conserva un postigo de 1,70 m de
anchura y 2,50 m de altura, con un arco apuntado
(apainelado en su aspecto actual) enmarcado con
toscos sillares de caliza, que debe corresponderse con
el medieval postigo de Diego Gutiérrez (Fig. 7). Este
postigo es uno de los pocos conservados debido a que
fue cerrado de antiguo y trasladado el tráfico a la
inmediata calle de puerta del Sol, que abrió una
brecha en la cerca en el siglo XVIII (Ibidem).
Fig. 7 – Postigo de Diego Gutierre en paño solapado de la cerca del
burgo.
A partir de ahí la cerca se realizó con un sistema
de doble muro (cerca y barrera) con tapias continuas
de hormigón de cal y canto (Fig. 8 y 9-10), en hiladas
de unos 70 cm (una vara) formadas por vertidos de
tongadas de unos 20 cm (un palmo). En diversos
puntos (especialmente en la calle las Cercas, el tramo
mejor conservado) se aprecian huellas de las tablas
que formaban el encofrado de las tapias, juntas
horizontales de las hiladas, juntas verticales de las
tapias, formando “cremalleras” en ocasiones con
sillares, desagües, revocos cubrientes y otros detalles
constructivos (infra). El muro interior tiene una
anchura de 3,5 m (cinco varas) y una altura de 7 m
(diez varas); la barrera o antemuro exterior mide
1,80 m de ancho y 5 m de altura; entre ambos se dejó
una liza de 3,6-3,85 m de anchura12. Ambos muros
están cimentados con grandes bloques, formando una
320 J. A. Gutiérrez González, F. Miguel Hernández, E. Campomanes Alvaredo, F. Muñoz Villarejo, V. García Marcos
Fig. 9 – Cerca (derecha) y barrera (izquierda) en la cerca del burgo
(C/ Las cercas).
zarpa. El coronamiento solo conserva el almenaje
original en varios tramos meridionales y occidentales,
mediante andenes almenados con merlones apuntados
de 140 cm de altura x 120 cm de ancho, con interva-
los de 60 cm como promedio y con estrechas saeteras
o mirillas (10 x 30 cm) en merlones alternos. Todo el
almenaje fue anulado y recrecido con cantos, abriéndo-
se nuevas saeteras de ladrillo y madera, y coronándose
con albardilla de teja en el siglo XIX (GUTIÉRREZ
GONZÁLEZ, 1995: 238-239) (vid. infra).
Carecía de torres salvo en las puertas, flanqueadas
con dos torres cuadradas, de las que se ven restos en
Puerta Moneda y Puerta de Cal de Moros. La cárcava
o foso que envolvía la cerca del burgo ha podido ser
documentada en las excavaciones de varios solares13.
Debía encontrarse parcialmente anegado, tanto por la
existencia de chamargales (tierras cenagosas) en las
vegas circundantes como por el cercano paso de la
Presa vieja, que circundaba la ciudad por el este hasta
época moderna (visible en el plano de Risco, 1792).
Los desagües de la cerca y barrera en esa zona sur
derivarían igualmente las aguas superficiales del
interior del recinto hacia la cárcava.
La puerta de Cal de Moros o de Santa Ana debe
su nombre a la cercanía de la judería; se encontraba
en el extremo sur del burgo, en la actual plaza de
Fig. 8 – Sistemas constructivos medievales en el recinto tardorromano (muralla de cubos) y en la cerca del burgo
(
ta
p
ias de cantos en
p
años sola
p
ados
y
con doble muro
)
.
Revisión arqueológica de las murallas de León (España) 321
Fig. 10 – Detalle de la cerca: tapias de cantos y sierros (damero III).
Riaño. Una reciente excavación (dir. F. Muñoz, 2010)
ha permitido documentar la estructura de esta puerta
con sus torres de flanqueo. Ambas torres de planta
rectangular se escalonaban en dos niveles. El cuerpo
exterior era aproximadamente 4 m más bajo que el
interior. El vano, que estaría cubierto posiblemente
por una bóveda de cañón o cañón apuntado, sólo
ocupaba el ancho de la cerca. La torre oriental avan-
zaba 4,85 m desde la línea de la muralla. La puerta se
completaba con el antemuro o barbacana, como la
conservada parcialmente en Puerta Moneda. Al igual
que en ésta, la construcción de las torres fue anterior
a la de los lienzos, que se adosan a ellas de forma
oblicua. La torre oriental fue construida mediante
hiladas de mampuestos y cantos rodados enripiados
con cantos planos y tejas curvas, con algunos bloques
de conglomerados, todo ello trabado con mortero de
cal. El paramento del frente sur de la torre muestra un
aparejo de sillarejos de caliza y arenisca, rematado en
chaflán (Fig. 11). La torre occidental, parcialmente
conservada entre los edificios que la ocuparon,
presenta una obra más compleja; al interior se dispuso
un sótano o bodega, construido y pavimentado con
fábrica de cantos. Los paramentos combinan los
cantos con hiladas de sillarejo y sillería, especialmen-
te en la base, esquinas y el arranque del arco que
sostiene un piso superior al interior. En varias zonas
se aprecian restos de revoco decorativo mediante
líneas incisas horizontales y oblicuas, imitando
despiece de sillería.
Desde ese punto el trazado describe una inflexión
hacia el suroeste, para abarcar el vico francorum en
torno a la iglesia románica de Santa María del Merca-
do. Hasta puerta Moneda sigue un tramo rectilíneo
(calle de las Cercas) bien conservado, con muro y
barrera de cal y canto, en el que se encuentra – en la
zona medial de la barrera – un arco apuntado de
sillería, de 1,50 m de anchura, denominado el postigo
del prado de los judíos, con pequeñas saeteras o
mirillas a ambos lados (MIGUEL HERNÁNDEZ,
1996b: 178-179). En el muro inmediato a la puerta de
Santa Ana se conservan algunos merlones originales,
apuntados, con saeteras en merlones alternos14. Los
paños más próximos a la puerta de Santa Ana presen-
tan tapias de cal y canto alternando con sierros de
conglomerados (damero II y III, Fig. 10), así como
sillares y mampuestos en las juntas verticales de tapias
y en las esquinas de inflexión del trazado.
De puerta Moneda resta parte de la torre de flan-
queo oriental (el cuerpo interior más alto) y arranques
de su bóveda, de sillería caliza (Fig. 12). En una
excavación (dir. M. L. González, 2001) se observó la
planta de los cuerpos avanzados (más bajos que los
interiores) de ambas torres de flanqueo de la puerta,
construidos con fábricas de cantos. Al interior se
aprecian restos de la escalera de acceso al adarve. El
muro de la cerca se adosó al costado oriental de la torre
una vez construida esta (y seguramente sustituyendo al
primer murus terre), cegando los vistosos revocos
incisos que cubrían las fábricas de cantos de la torre:
las incisiones, trazadas sobre el mortero fresco, forman
líneas horizontales separadas unos 20-30 cm; entre
ellas se realizaron trazos oblicuos, a veces dejando ver
parcialmente la cara de los bolos (VIDAL et alii,
2002). Estos revocos, localizados en diversas partes de
la cerca y de la barrera, así como en el recinto del
castillo y en partes altas de cubos y lienzos de la
muralla tardorromana certifican la coetaneidad de las
obras, todas ellas atribuidas a la importante labor
edilicia de Alfonso IX hacia 1200-1220.
Fig. 11 – Planta y vista superior de la cimentación de la torre oriental de la Puerta de Cal de Moros (excavación 2010).
322 J. A. Gutiérrez González, F. Miguel Hernández, E. Campomanes Alvaredo, F. Muñoz Villarejo, V. García Marcos
Fig. 12 – Cuerpo interior de la torre oriental de Puerta Moneda,
cerca y barrera.
Desde Puerta Moneda a Puerta Gallega la cerca,
parcialmente conservada, describe un trazado quebra-
do hacia el oeste para ir cerrando el burgo. Las tapias
se construyeron en este tramo con bolos más menu-
dos y una disposición menos uniforme que en el
tramo anterior. Tanto en el almenaje del muro como
de la barrera son visibles las reformas fusileras
realizadas con diversos materiales (bolos, ladrillo,
madera) y formas: abiertas en los merlones o en el
recrecido del parapeto15. Un dato poco conocido es la
existencia de fisuras verticales en todo este tramo,
que afectan a todo el espesor del muro y que podrían
responder a empujes sísmicos.
La Puerta Gallega (o de San Francisco en tiem-
pos posteriores), derribada de antiguo, debía ser
similar a Puerta Moneda, a juzgar por algunos restos
de su cimentación recientemente documentados en
excavación arqueológica (dir. V. García Marcos, F.
Muñoz, 2010).
En el año 1996 se excavó, bajo dirección de F.
Muñoz Villarejo, el solar inmediato a la Puerta Galle-
ga, documentándose dos fases en la construcción de la
cerca: una primera de cal y canto seguramente corres-
pondiente a la cimentación de la tapia terrera (el murus
terre), y otra superpuesta algo después sobre la que se
levanta el muro de cal y cantos visible.
Desde la puerta, la cerca continúa con un nuevo
quiebro y un tramo rectilíneo hacia el norte, casi
paralelo a la muralla romana, parcialmente conserva-
do (calle Independencia), y en el que se aprecian
tapias de bolos heterogéneas, sin sillares. El corona-
miento de este tramo conserva el almenaje original,
merlones apuntados con estrechas saeteras en merlo-
nes alternos, tapiados por el recrecido de la reforma
fusilera (saeteras de ladrillo en el parapeto y entre
merlones), cubierta con albardilla de teja (Fig. 13) 16.
En este tramo se encontraba la puerta del Burgo
Nuevo (o de las Ánimas del Malvar en tiempos
posteriores). Tras una nueva inflexión al este se
ubicaba la puerta de Faxeros (después de Santo
Domingo), dando salida al homónimo suburbio.
Como la anterior, es conocida solo por descripciones
antiguas “con su arco bajo de medio punto y sus
bóvedas ojivales” (QUADRADO, 1885: 369).
Finalmente, el postigo de la Ollería enlazaba la
cerca con la muralla romana, a la altura de un cubo,
arrasado luego por la construcción del palacio de los
Guzmanes17. Hasta este lugar la cerca constaba de
muro y antemuro. El cierre en ese punto supondría el
límite noroccidental de la zona ocupada por caserío
en época plenomedieval; al norte se encontraría una
zona cenagosa documentada en la excavación del
patio del edificio Pallarés, dedicada a huertos, la
Huerta del Rey, lo que impediría la expansión urbana
por esa zona (que se mantuvo sin ocupación, sólo
vertidos y rellenos hasta época moderna, en que se
construyó el Pósito municipal (MIGUEL HERNÁN-
DEZ y GARCÍA MARCOS, 1993, 77-79).
Fig. 13 – Restos del almenaje original tapiado por la batería de
fusilería en la cerca de la C/ Independencia.
Por tanto, ya a finales del siglo XII se había dota-
do al burgo nuevo de una cerca de tierra (concreta-
mente de tapial sobre una cimentación de hormigón,
como se ha documentado en alguna excavación), que
fue sustituyéndose por otra de cantos entre los siglos
XIII y XIV, mejorando diferentes tramos a medida
que el concejo disponía de recursos18. En algunos
trechos subsistía una obra de tapial (el “murus terre”
o “pared de tierra”) que a comienzos del siglo XIV,
“estaba derruida” y “era menester de cercar de
mellor muro” (REPRESA, 1969: 262). Sería entonces
cuando se procediera a igualar toda la obra con tapias
de hormigón de cal y canto y quizás también a cons-
truir la barrera, a juzgar por las repetidas expresiones
“... que la labrenn de ancho como va el otro labor de
piedra que esta fecha e de alto segund la otra cerca
nueva que esto dier en par”. Así, parece apreciarse
cierta diferencia estructural entre las dos fábricas ─la
anterior a 1324 y la posterior─ en el uso de dameros y
sillares alternos en la obra de cal y cantos que presen-
ta el tramo oriental y el meridional entre Puerta
Moneda y Puerta de Cal de Moros, que no aparecen
en el lienzo occidental y en la barrera, solo con bolos,
correspondiente a la primera fábrica. No obstante las
obras no se concluirían, pues en años siguientes se
mencionan nuevas otras y labores de mantenimiento.
Así, en 1345 Pedro I ordena “labrar muros y adarves,
torres y caramanchones, y limpiar y acondicionar las
cavas” (Ibidem, 400). Años más tarde, en 1387, ante
el peligro de levantamientos durante la guerra con
Portugal, Juan I encargaba al arzobispo de Santiago
Revisión arqueológica de las murallas de León (España) 323
aprovisionar las defensas de la ciudad; para ello se or-
dena tapiar puertas, reparar muros, andamios, hacer
antepechos y barreras (GUTIÉRREZ GONZÁLEZ,
1995: 206-207).
El castillo
En el siglo XIII, coincidiendo seguramente con el
reinado de Alfonso IX y con las reformas en la
muralla vieja y la cerca nueva de la ciudad, el castillo
se refortificó íntegramente, construyendo nuevas
torres, elevando los cubos y protegiendo el conjunto
con una cerca propia. Esta adoptó un trazado oval19,
de unos 700 m2 de superficie útil al interior, rodeando
por el norte (extramuros) y el sur (intramuros) a la
muralla romana, aunque es más gruesa en el lienzo
exterior (4 m) que el interior (3 m) (Fig. 4). En esta
obra se empleó, como en la cerca del burgo, el siste-
ma de tapias de cantos rodados, normalmente dis-
puestos de manera oblicua, con la particularidad de
que aquí apenas se usaron mampuestos y se enripió
con fragmentos de teja curva o de tabletas de canto
plano, lo que parece indicar que lo realizaron cons-
tructores diferentes, quizás bajo el encargo del tenente
del castillo (Fig. 14). Sin embargo, sus caras estaban
revestidas por el revoco decorativo con incisiones
oblicuas – del que se conservan retazos dispersos-, lo
que indica su contemporaneidad con las obras en la
cerca y muralla, a fines del siglo XII o en el primer
tercio del siglo XIII. En el lienzo norte se abrió un
postigo, cubierto con bóveda de cañón de sillería
caliza, donde se observa una peculiar y repetida
marca de cantero en forma de ballesta, lo que refuerza
la teoría de que esta obra la emprende una cuadrilla
de canteros diferente a la del resto de la ciudad. El
castillo contaba con foso perimetral, tanto al exterior
como al interior de la ciudad, separando claramente el
recinto del castillo del caserío urbano20.
Fig. 14 – El castillo de León: muro exterior con postigo norte,
envolviendo las torres de León.
Al mismo tiempo se construyó una torre cuadran-
gular de sillería caliza en el costado este, próxima a la
puerta de la ciudad, en la que se aprecian varias fases
constructivas. Las dos primeras sobrepasan el adarve
de la muralla en cinco metros, mientras que la última,
construida con aparejo de bolos en espiga al interior y
sillería de arenisca y caliza por fuera – semejante ésta
a la de la catedral gótica-, se eleva hasta sobrepasar los
quince metros aunque adosándose a la cerca del
castillo. Esta torre quedó así con un espacio útil interior
de menos de tres metros por lado; disponía de una
única puerta en el costado oeste, de la que se conserva
el inicio de los machones; tenía un forjado de madera a
media altura y se iluminaba tan solo cenitalmente. A
juzgar por esta morfología, parece que serviría como
un hueco de escalera, aunque podría tener un almacén
en el piso inferior. La última reforma de la torre se
completó en el lado de la puerta de la ciudad con un
pasaje cubierto con bóveda de arco apuntado lancetado
que recorre el adarve –con marcas de cantero diferen-
tes a las del postigo-. En el interior de este pasaje se
abría un vano al este –hoy macizado- que daba acceso
a la parte alta de la muralla sobre la puerta del Conde.
Este último aspecto acredita que los defensores del
castillo también tendrían encomendado el control de la
vecina puerta de la ciudad.
Además de la muralla y de la torre oriental, en el
siglo XIII se levantó aún más el cubo occidental,
sobre la obra de los siglos X-XI, hasta alcanzar los
20 metros actuales, con sillarejos de arenisca y
conglomerados combinados con el sistema de ajedre-
zado o damero regular de tipo I, común en otras
partes de la muralla y cercas de la ciudad. Al exterior,
este cubo no muestra ningún vano, pues las ventanas
de ladrillo con reja visibles hoy corresponden a la
cárcel de época moderna. El otro cubo oriental fue
rehecho en las reformas de época moderna.
En las descripciones de las obras que se realizan a
finales del siglo XVI, en tiempos de Felipe II, para
construir una nueva cárcel de nobles (MORAIS,
2005), se alude a unos cimientos antiguos en el
costado sur que mira al interior de la ciudad, que
podrían corresponder a un edificio central intramuros
no conservado, de planta cuadrangular y muros de
más de 1,5 m de anchura, donde estaría la entrada
principal al castillo21. De ese edificio central no hay
constancia, pero sí de los restos de una puerta medie-
val, de sillarejo de caliza y arenisca, que cruzaba de
norte a sur la parte baja de la muralla romana, conec-
tando este edificio con el patio norte. Con este edifi-
cio central cobraría sentido la circulación general de
la fortificación plenomedieval por los adarves a
través del pasaje abovedado de las torres (MIGUEL
HERNÁNDEZ, e.p.).
A juzgar por el plano del año 1601 mencionado
anteriormente, el castillo medieval tenía otra torre
cuadrangular en el extremo occidental, opuesta a la
torre oriental descrita. Aunque en ese dibujo se la
representa casi idéntica a la conservada, la ausencia
de restos de la misma –en su espacio se levantó en
1608 la iglesia del convento de San Froilán de la
Orden de los descalzos- nos impide confirmar su
planta, que en cualquier caso solo sobresaldría de la
muralla romana hacia el sur, ya que en el norte no hay
ningún indicio de su presencia.
6. Reparaciones modernas en muralla y cercas
Desde el siglo XVI en adelante las murallas sufrie-
ron la degradación y demolición progresiva, acentua-
324 J. A. Gutiérrez González, F. Miguel Hernández, E. Campomanes Alvaredo, F. Muñoz Villarejo, V. García Marcos
da en los siglos XIX y XX ante el desarrollo urbano.
Como consecuencia de la decadencia funcional se fue
produciendo una falta de mantenimiento y una
apropiación de espacios: adosamiento a exterior e
interior de casas, huertas y monasterios, relleno de
cavas, brechas y huecos en los muros para viviendas
y otros usos, ocupación de cubos, etc. También las
puertas fueron intensamente transformadas; la Puerta
Cauriense fue ya alterada o demolida a comienzos del
siglo XVI al construirse el Palacio de los Guzmanes.
Puerta Obispo vio cegado y transformado su paso,
abriéndose uno nuevo más al sur, junto con una nueva
calle (vid. supra). Puerta Castillo fue transformada en
el siglo XVIII con un nuevo arco sustituyendo al
medieval. Las demás fueron demolidas total o par-
cialmente a lo largo de esa época.
El castillo fue transformado en cárcel de nobles
entre finales del siglo XVI y el XVII, recreciendo los
cubos y lienzos con tapias de canto y verdugadas de
ladrillo, añadiendo vanos, cubiertas y otras estructu-
ras internas, de nuevo reformadas en el siglo XIX
(MORAIS, 2005a y b; MIGUEL HERNÁNDEZ,
e.p.). Actualmente restaurado, alberga el Archivo
Histórico Provincial.
Tan sólo las contiendas del primer tercio del siglo
XIX (Guerra de Independencia y especialmente las
Guerras Carlistas) motivaron una refortificación del
recinto amurallado.
Entre 1836 y 1841 se ordenaron y construyeron
nuevas obras adaptadas a las armas de tiro: revellines
artilleros, de planta triangular o poligonal, ante las
puertas de la muralla, cercas y castillo, con aspilleras
para fusilería en varios niveles, como el aun visible
ante Puerta Moneda, el único conservado a pesar del
maltrato urbanístico. El almenaje de muralla, cubos y
cercas fue también reformado mediante el recrecido
del parapeto, que taponó las almenas o espacios entre
merlones, abriendo nuevas aspilleras de ladrillo22.
Conclusiones
En las últimas décadas se han sucedido un cente-
nar de intervenciones arqueológicas en el casco
histórico de la ciudad de León, algunas inmediatas a
los lienzos defensivos, y se han acometido análisis de
la fortificación desde metodologías renovadas:
lecturas estratigráficas de paramentos, análisis petro-
lógicos de aparejos, morteros y revocos, y se han
empezado a emplear nuevas técnicas de registro
(ortofotos, Scanláser…). Todo ello ha permitido un
conocimiento más profundo del proceso constructivo
de la fortificación, de los diferentes aparejos que se
emplearon a lo largo del tiempo, de las relaciones
estratigráficas de los mismos y de su evolución
constructiva.
La ciudad de León, que había nacido como un
campamento romano de la Legio VI Victrix hacia el
15-10 a. C. y que fue sede permanente del único
campamento legionario estable del Imperio en Hispa-
nia durante cinco siglos con la legio VII Gémina,
adquirió de nuevo protagonismo histórico a partir de
principios del siglo X, cuando se convirtió en capital
del reino astur leonés. El recinto que protegía la vieja
muralla de cubos tardorromana acogió la primera
actividad regia, cortesana, episcopal, monástica y
comercial. A juzgar por la actual documentación
arqueológica, desde inicios del siglo X las obras se
concentraron en las dos zonas más elevadas y al lado
de sendas puertas, tras haberse realizado una zonifi-
cación política, militar, episcopal y comercial del
espacio urbano del viejo recinto romano (GUTIÉ-
RREZ y MIGUEL, 1999). En el norte, junto a Puerta
del Conde, se instaló el castillo del rey, aprovechando
y reconstruyendo parte de la muralla romana (lienzo y
dos cubos) con un aparejo de mampostería pequeña y
en hiladas regulares, que tiene paralelos en el llamado
prerrománico hispánico (arte asturiano y primer
románico). En el este, junto a las antiguas termas, se
reconstruyó la nueva Puerta del Obispo. A finales de
la centuria las campañas militares de al-Mansur y
Abd al Malik tienen su reflejo en los aportillamientos
y desmochamientos bien reconocibles en los lienzos y
cubos, en la actualidad. En el transcurso del siglo XI
se repararon algunos cubos de la vieja muralla con
aparejos de mampostería reutilizada e hiladas de
ladrillo, quizás en consonancia con las obras de lodo
y leño que, según la Crónica Tudense, acometió
Alfonso V en las puertas de la ciudad, a partir de la
concesión del fuero de 1020.
Como consecuencia del crecimiento económico y
demográfico de los siglos XI al XIII, impulsado por las
actividades mercantiles y el Camino de Santiago, la
ciudad se expandió extramuros hacia el sur y el suroes-
te, acogiéndose el nuevo burgo con una nueva cerca,
cuyas primeras menciones explícitas datan de finales
del siglo XII con Puerta Moneda, no por casualidad en
la entrada a la ciudad del Camino Francés.
Todo parece indicar que es la época de Alfonso IX
y Berenguela (1188-1230) cuando se produjo un gran
impulso constructivo en las ciudad y sus fortificacio-
nes, actuando de manera unitaria e integral en la vieja
muralla de cubos, la nueva cerca del burgo, castillo,
torres y fosos, además de otros edificios urbanos, en
todos los cuales son reconocibles nuevos sistemas
constructivos característicos de estos momentos, la
sillería y las tapias de bolos, en consonancia con la
reconstrucción con calce et lapidabus del Tudense.
En el recinto romano se repararon y recrecieron los
muros y se construyeron nuevas puertas, algunas
documentadas arqueológicamente como Puerta Obispo
y Puerta Castillo, confirmadas además por monumen-
tos epigráficos, mientras el castillo adquiere un verda-
dero carácter de fortaleza, al levantarse hasta veinte
metros los viejos cubos romanos y construirse de
nueva planta dos torres cuadrangulares, de las que solo
se conserva una, todo ello protegido por una muralla de
planta ovalada. La cerca del burgo se erigió inicialmen-
te con tapias de tierra (murus terre) y con nueve
puertas, de las que solo quedan restos parciales de dos,
Puerta Moneda y Puerta de Cal de Moros, además de
otros postigos. Las puertas tendrían vanos defendidos
por torres de flanqueo. Los fosos o cavas que circun-
daban el recinto, algunos conocidos arqueológicamen-
te, reforzaban su defensa. En todo este nuevo proyecto
Revisión arqueológica de las murallas de León (España) 325
de fortificación se identifican unos aparejos distintivos
de la época: sillarejos combinados con hiladas de
cantos rodados, que hemos denominado dameros, y
tapias de encofrado de cantos rodados, revestidos con
un revoco decorado con incisiones.
A lo largo de la segunda mitad del siglo XIII y
primera mitad del siglo XIV, la propia ciudad fue
sufragando las obras y mantenimiento de sus defensas
con sus impuestos y rentas específicas. Así se fue
sustituyendo la primera cerca de tierra del burgo por
otra de encofrado de cal y canto, ahora reforzada con
un antemuro en gran parte de su trazado que dejaba
en medio una liza de tránsito. En cambio, en el
costado suroriental, el más expuesto a los encharca-
mientos y deslizamientos de tierra a causa de la
proximidad de la Presa Vieja – que alimentaba los
molinos y batanes situados en ese lado – se optó por
una solución técnica singular: en lugar de levantar
muro y antemuro, se construyeron tramos cortos de
lienzo que se solapan a modo de cremallera, quizás
para dotarse de una base más amplia y más fácil de
reparar o sustituir.
En las centurias siguientes se reforzaron los lien-
zos y puertas en el marco de los conflictos civiles del
reino de Castilla, como sucederá mucho más tarde
durante las guerras carlistas en el primer tercio del
siglo XIX. La principal novedad de la fortificación la
ofrecerá el castillo de la ciudad, reacomodado como
cárcel de nobles a partir de finales del siglo XVI. Así,
la fortificación de León, con su viejo recinto romano,
cerca medieval y castillo-cárcel llegará hasta finales
del siglo XIX, cuando la llegada del ferrocarril y los
nuevos aires de la modernidad, no sabrán convivir
con las recias murallas y puertas y comenzará su
demolición parcial.
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NOTAS
* Arqueólogo.
** Arqueólogo municipal.
1 Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación
nacional MICINN-12-HAR2011-23106 “De Conventus
Asturum a Asturorum Regnum. El territorio de la Ciuitas
Legione y el asentamiento de Marialba de la Ribera (León)
entre época tardoantigua y medieval”.
2 En los últimos años han proliferado estudios sobre las defensas
campamentales altoimperiales y muralla tardorromana de León
(GARCÍA MARCOS, 2002, 172-181; 2005: 167-195; GARCÍA
MARCOS y CAMPOMANES ALVAREDO, 1998, 43-47;
GARCÍA MARCOS y MIGUEL HERNÁNDEZ, 1997; GAR-
CÍA MARCOS, CAMPOMANES ALVAREDO y MIGUEL
HERNÁNDEZ, 2004, 23-44; CAMPOMANES ALVAREDO,
1997, 129-148; 1999a, 1057-1076; 2001, 351-360; GARCÍA
MARCOS y MORILLO CERDÁN, 2000-01, p. 103-126;
GARCÍA MARCOS, MORILLO CERDÁN y DURÁN CABE-
LLO, 2007, p. 383-399; MORILLO y DURÁN, 2008, p. 77-94;
MORILLO CERDÁN y GARCÍA MARCOS, 2005, p. 569-583;
DURÁN CABELLO, 2009, p. 793-804, entre otros), aportando
diversas novedades de excavaciones, lectura de paramentos y
estudios recientes, que aquí sintetizamos brevemente para
ocuparnos de las defensas de época medieval.
3 Lo que indica una construcción modular basada en el passus
(5 pedes) semejante a la empleada en el recinto coetáneo y con
similares características de Astorga.
4 A los numerosos epígrafes recuperados en diversas demoli-
ciones sufridas en los siglos XIX y XX, se suman unos 60
recuperados recientemetne al restaurar dos cubos cercanos al
ángulo noreste. Algunos estudios de lectura de paramentos y
metrología del recinto tardorromano de León pueden verse en
CAMPOMANES ALVAREDO, 1997 y 2001; GARCÍA
MARCOS, MORILLO CERDÁN Y DURÁN CABELLO,
2007; MORILLO CERDÁN Y DURÁN CABELLO, 2008.
5 El sistema constructivo se repite en otras obras bajoimperia-
les, siendo muy habitual en todo tipo de construcciones. El
paralelo más próximo es el edificio de Marialba de la Ribera,
que levantó su cabecera alternando hiladas de mampostería con
fajas de hiladas de ladrillo.
Revisión arqueológica de las murallas de León (España) 327
6 MARTÍNEZ ÁNGEL, 2002 da cuenta de estas inscripciones,
aun con deficiente lectura.
7 Excavaciones dirigidas por V. García Marcos (GARCÍA
MARCOS y CAMPOMANES ALVAREDO, 1998, p. 43-47).
8 Todo el conjunto fue demolido en 1910-1911. Disponemos de
fieles descripciones y fotografías gracias a eruditos testigos:
DÍAZ-JIMÉNEZ y ARGÜELLES, 1911: 137-139; GÓMEZ
MORENO, 1925: 19 y RODRÍGUEZ, 1973:13-23.
9 En un plano de 1601 (Archivo General de Simancas. Signatu-
ra: MPD, 62, 079. Cámara de Castilla, Legajos, 00837) se sitúa
una escalera de acceso a la muralla junto a la puerta medieval,
de la que hoy sólo se aprecia el arranque de uno de los arcos.
10 En la cartografía histórica, se localiza el postigo del Oso al
sur de la plaza del Conde Luna. Entre 1850 y 1862 se derribó
dicho postigo y se amplió el acceso. Las excavaciones realiza-
das durante el año 2010 (dir. V. García Marcos), localizaron en
esta zona la base de un cubo de la muralla tardorromana, roto
por viviendas a su vez derribadas en la segunda mitad del siglo
XIX para ampliar el paso.
11 Una hipótesis planteada hace años (MATEO MARCOS,
1979: 3-12) proponía una cerca anterior, que abarcaría sólo el
barrio de San Martín, con un trazado semicircular – “absidial”
– al sur de la muralla de cubos. Su principal argumento era la
disposición del parcelario actual, que describe un arco con esa
forma, así como la inflexión hacia el exterior que sigue la cerca
desde la zona medial (plaza de Riaño, en la antigua puerta de
cal de moros). Otros argumentos, como los posibles restos de
muros percibidos en ese trazado son hoy descartables después
de diversas intervenciones, y atribuibles en cambio a la cerca
(calles de caño Badillo y Murias de Paredes, en los tramos
orientales), a la muralla de cubos (calle Conde Rebolledo, en el
ángulo suroccidental) o a otros edificios, como el amphithea-
trum descubierto en excavaciones de V. García Marcos en 1992
y 2004-5 en la calle Cascalerías. Por el contrario, la morfología
“absidial” del parcelario en el barrio de San Martín parece
deberse más bien a una adaptación al espigón u horquilla de las
terrazas fluviales Torío-Bernesga, que produce un talud aún
hoy reconocible (cuesta Castañón hacia el sureste, cuesta de las
Carbajalas y cuesta de C/ Don Gutierre hacia el suroeste), al
cual habrían de adaptarse las calles, solares y construcciones
medievales.
12 La modulación métrica es diferente de la utilizada en la muralla
tardorromana; no obstante, es patente el empleo de un patrón
metrológico constante en todas las proporciones de los elementos
constructivos de la cerca, posiblemente una vara de 70 cm.
13 Pza. Santa Ana, 7 en 2008; c/ Las Cercas s/n (Prado de los
Judíos), en 2003; c/ Arquitecto Lázaro c/v las Cercas, en 1998;
Av/ Alcalde Miguel Castaño, en 1988.
14 Parece que sirvieron de modelo para la restauración de todo
el almenaje de este tramo por L. Menéndez Pidal en 1968,
eliminando los recrecidos y troneras del parapeto fusilero.
15 Una reciente restauración poco afortunada ha eliminado
parte de estos materiales originales (ladrillo y madera) susti-
tuyéndolos por otros nuevos que, aunque mantienen las formas
de la fusilería, han ocultado la lectura estratigráfica de esa
sucesión de fábricas mediante una excesiva carga de mortero.
16 Una vez más, una desafortunada intervención restauradora en
el año 1986-87, subsiguiente a la liberación de las construccio-
nes que ocultaban el muro y la barrera, eliminó parte del
recrecido fusilero (más detalles en GUTIÉRREZ, 1995).
17 En ese tramo se han realizado dos excavaciones (dirigidas
por V. García Marcos en 1995-96 y E. Campomanes entre
1999 y 2004) que han sacado a la luz parte de la cerca, arruina-
da y arrasada por la construcción del edificio Botines.
18 Algunos autores han pensado que la primera cerca sería
sustituida por otra de cal y cantos en el siglo XIV (REPRESA,
1969). Sin embargo, Isidoro González Gallego (1977), además
de estudiar detalladamente la financiación de la obra, analizó
las disposiciones de 1324 referentes al encargo de construc-
ción, observando acertadamente que no son sino la concordia
que pone fin al pleito entre el Cabildo y el Concejo por la
recaudación de rentas para financiación de la obra, recogiéndo-
se claramente en el documento la existencia de una gran parte
de las cercas, ya de cal y canto y con el trazado conocido; se
establece así cómo se ha de acabar de construir en el plazo de
quince años por el adjudicatario Johan Sanches, arcediano de
Triacastella: “... desde el postigo de la oleria hasta la puerta
primera que dicen de faxeros que la labren de fundamento e de
alto e de ancho segund el otro pedazo y que esta labrado de
piedra de cal. Otrosi, el pedazo de tierra que esta entre el
muro nuevo que esta tras las casas de San Marcel e la puerta
de burgo nuevo que lo labren de fundamiento e de alto e de
ancho segund este muro nuevo y esta fecho de piedra e de cal.
Otrosi, desde la puerta fasta el lavor de piedra que esta tras
las casas de Gonzalo Matheos que lo fagan de fundamiento e
de alto e de ancho segund en el lavor del muro de tras las
casas de San Marcel. Otro si, el muro de piedra que esta fecho
tras las casas de Gonzalo Matheos hasta Puerta Gallega que
derriben la pared de tierra que esta sobre el e lo labren de
piedra e de cal segunt la anchura que este mismo muro esta
labrado e de alto como fuer la otra cerca nueva de a par della.
Otro si, desde Puerta Gallega fasta puerta de la moneda que la
labren de ancho segund el pedazo que y esta fecho cerca de la
Puerta Gallega e de alto segund la cerca nueva de allende
Puerta de la Moneda. Otro si, desde la cerca nueva de allende
Puerta de la Moneda fasta Puerta de Cal de Moros que la
labren segund esta misma cerca que esta fecha de alto e de an-
cho. Otro si, desde Puerta de Cal de Moros fasta la Puerta de
Diego Gutierrez que la labren de ancho como va el otro labor
de piedra que esta fecha e de alto segund la otra cerca nueva
que esto dier en par. Otro si, desde la Puerta de Diego
Gutierrez fasta la Puerta de Cal de escuderos que lo fagan de
alto e de ancho segund el otro pedazo que esta fecho de piedra
e de cal” (GONZALEZ GALLEGO, 1977, p. 397-398).
19 La planta ovalada es adoptada también en otros castillos
urbanos coetáneos de villas leonesas como Almanza o San
Pedro de Latarce (GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, 1995).
20 Como foso exterior sirvió la Presa vieja de San Isidoro,
visible aún en fotos de comienzos del siglo XX. El foso interior
ha sido documentado arqueológicamente en una reciente
excavación (dir. F. Muñoz, 2010); alcanzaba tres metros de
profundidad (los niveles de época romana se encuentran a cotas
de -80 cm del suelo actual).
21 El documento de 1596 recoge las observaciones que realizó
el arquitecto Pedro de Mazuecos tras haber visitado la obra:
Paresçe que ay dos paredones que por la parte de dentro
zierran las dos torres del dicho castillo, las quales cuando se
hiçieron las condiçiones de dicha obra estaban muy cegadas
de tierra e inmundicia y por estar de esta manera no se pudo
echar de ver el fundamento y grueso dellas. (…). Parecio estar
los dichos paredones sobre inmundicia y ademas de esto el
fundamento mas alto del nivel o lindero (…) y estar todo
movido, y notar mas de dos pies y medio de grueso (AGS,
Contaduría Mayor de Cuentas, leg. 1704, nº 46, s/f., cit. en
Morais, 2005, 147, nota 52).
22 Tales obras fusileras constan en el Expediente General de
Fortificación y en los Libros de Actas y Acuerdos Municipales
1836-1841 (Arch. Munic. León, caja 716), así como en los
espléndidos planos de T. Otermin: “Plano del Recinto Magis-
tral de León” (1835) y “Plano del recinto fortificado de León
(1839) (Centro Geográfico del Ejército, Arch. Cartográfico,
nº 305) y en el plano de F. Marrón, Croquis del Conbento de
S. Ysidro de León fortificado en el año de 1837, Serv. Hist.
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