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Empleo, ingresos y ocupación
de los profesionales y técnicos en el Perú
Patricia McLauchlan de Arregui1
Resumen
Se analiza en este articulo la real situación en el mercado de trabajo de
quienes tuvieron la oportunidad de adquirir educación superior. Se compara
sus niveles de empleo e ingresos, así como la afinidad entre su ocupación y su
formación, con los del resto de la población. También se identifica la
dirección e intensidad de los cambios experimentados en estos aspectos
desde principios de la década de los setenta. El artículo intenta además
identificar los distintos tipos de desajuste que caracterizan la relación entre la
oferta de profesionales formados en instituciones de educación superior y la
demanda que de ellos hace la sociedad.
Introducción
Todas las sociedades asignan múltiples funciones a sus instituciones de educa-
ción superior. Una de las principales es la formación de profesionales con
conocimientos técnicos especializados, que además de tener un nivel elevado de
cultura general, sean capaces de proveer determinados servicios sociales, satisfa-
cer las demandas por recursos humanos calificados para la actividad productiva y
ejercer funciones directivas y de gobierno.
En los países en desarrollo, lograr este objetivo ha justificado buena parte de
la expansión acelerada de la educación superior y de la creciente inversión
pública y privada en ella durante las últimas décadas. Aunque otros objetivos
-como la democratización de la sociedad a través de la provisión de canales para
una más fluida movilidad ocupacional y económica- han influido también en el
1. El texto de este artículo forma parte de un diagnóstico sobre los desajustes en el mercado de
trabajo profesional en el Perú preparado para el Ministerio de Educación, con el apoyo del PNUD.
Está basado en avances de estudios en curso en GRADE sobre la eficiencia externa de la educación
superior, realizados con el apoyo del Centro Internacional de Investigación para el Desarrollo. La
autora agradece la asistencia de Sandro Marcone y Ernesto Montalbetti en el procesamiento de los
datos.
!
10 PATRICIA ARREGUI
ritmo y patrón de crecimiento de ese nivel educativo, no suelen ser tan explícitos
en el discurso oficial.
En el Perú se multiplicaron las universidades, institutos, carreras y matrículas
durante los años setenta. Uno de los argumentos con los cuales se justificó esa
profusión fue la necesidad de tener cuadros profesionales y técnicos suficientes
para asegurar el desarrollo científico y tecnológico, el crecimiento productivo y
el manejo adecuado de la cosa pública. La incesante expansión de la demanda se
explicaba, a su vez, por el deseo de crecientes grupos de la población de acceder
a las calificaciones requeridas para desempeñarse en los niveles más altos de la
estructura ocupacional.
Ya para entonces muchos cuestionaban la contribución de la educación
superior al desarrollo económico y social, así como la adecuación de las institu-
ciones y los programas de estudios a las necesidades reales del aparato producti-
vo y de la sociedad en su conjunto. Existía en cambio consenso respecto a que
ser un profesional era una de las mejores maneras en que los individuos podían
asegurarse buenos ingresos, mejores oportunidades de empleo, prestigio y reco-
nocimiento social. En otras palabras, si bien existían dudas sobre los beneficios
sociales de la expansión educativa tal como se venía dando en el país, nadie
cuestionaba los beneficios privados que podía proveer a los individuos que
lograran acceder a la educación superior. Esto evitó que se condujera la expan-
sión y diversificación de la educación superior en dirección distinta a aquella que
la misma demanda social -expresada por los postulantes y los estudiantes matri-
culados- imponía.
En años recientes, sin embargo, también ha sido puesto en duda el que la
educación superior garantice efectivamente un puesto de trabajo o una remune-
ración adecuada. Tal cuestionamiento se ha ido consolidando en el marco del
paulatino agravamiento de la crisis económica que ininterrumpidamente viene
sufriendo el país desde los años setenta, y su desenlace ulterior consistente en la
aplicación desde 1990 de un duro programa de ajuste y un conjunto más o
menos consistente de reformas estructurales. Dicho proceso ha llevado el em-
pleo y los ingresos de la población a niveles en extremo deprimidos. La profunda
recesión que siguió al shock de agosto de 1990 tuvo costos sociales de los que
no escapó casi ningún asalariado. Sin un programa de compensación social que
paliara los efectos de la crisis y del programa de ajuste, los pobres vieron engrosar
sus filas de manera dramática2; los empresarios debieron resignarse a la caída de
sus utilidades, y no pocos se vieron obligados a cerrar sus negocios; los sectores
medios y altos que tenían su propio trabajo como fuente principal de ingresos,
2. Las estimaciones oficiales señalan que el número de peruanos en condición de pobreza crítica
llegó a doce millones de personas (Iguíñiz y otros, 1993: p.223), mientras que en Lima Metropoli-
tana 49% de ios hogares quedaron por debajo de la línea de la pobreza. Según Wcbb y Fernández
Baca (1992: p.462), semanas antes del shockesz población era de 44.3%.
EMPLEO, INGRESOS Y OCUPACIÓN DE PROFESIONALES Y TÉCNICOS H
vieron diluirse sus remuneraciones y peligrar, cuando no desaparecer, sus em-
pleos.
Así, la utilidad de la inversión pública y privada en educación superior
empezó a ser cada vez más duramente cuestionada, usándose como fundamento
la mala situación de los profesionales en el Perú, tanto en términos de los niveles
de empleo como de ingresos. Las ya comunes imágenes del abogado o sociólo-
go taxista, el médico vendedor de productos farmacéuticos y el maestro dedica-
do a la venta ambulatoria de golosinas se han ido convirtiendo en el más
recurrido argumento contra la formación superior en general y universitaria en
particular. No es inusual que acompañe a esa idea otra referida a la mejor
situación relativa de quienes siguieron carreras cortas o técnicas, o de quienes se
dedicaron al comercio o a la manufactura artesanal, sin necesidad de capacita-
ción formal alguna.
El argumento, sin embargo, parece estar nutrido de información equivocada,
exagerada o sin referentes de contexto que permitan situarla correctamente,
respondiendo así más a prejuicios o livianas generalizaciones de casos aislados
que a una constatación regular y demostrable. En el caso del profesional-taxista,
cuya imagen está ya muy arraigada en el folclore capitalino, una pequeña
exploración revelaría que en 1992 no más de 1.5% de los limeños con educación
superior completa o incompleta se dedicaba a conducir vehículos motorizados
como ocupación principal o secundaria. Del total de personas que manifestaron
dedicarse a esta actividad, sólo 10% tenían educación superior completa y 6%
incompleta. Estas cifras desdicen pues de la multiplicación de los profesionales
dedicados a choferes3.
El problema es que muchos de los argumentos esgrimidos con frecuencia
alrededor de este tema, incluso aquellos sustentados con datos correctos, resul-
tan de análisis sesgados e incompletos. En base a esas poco responsables lecturas
de la realidad se promueve luego cierto tipo de intervención del Estado para
limitar o regular la oferta de formación profesional, se critica el «desperdicio» de
la inversión estatal en la educación superior o se promueve la sustitución de
programas, poniendo énfasis sólo en la capacitación laboral o la formación
técnica. Arribar a una visión realista de la situación y empezar a diseñar solucio-
nes a los innegables problemas que existen, exige mucho más. En principio, es
imprescindible contar con una mejor información de base.
Precisamente, el principal objetivo de este artículo es proporcionar una vi-
sión equilibrada de la real situación en el mercado de trabajo de quienes tuvie-
ron la oportunidad de adquirir educación superior. Para ello, se describe y
analiza la situación laboral de quienes cursaron estudios, completándolos o no,
3. En todo caso, y más allá de su número, la existencia de estos profesionales-taxistas en un
contexto de profunda recesión podría leerse como señal de capacidad de adaptación y espíritu
empresarial, más que de decadencia.
PATRICIA ARREGUI
en universidades e institutos superiores. Se compara sus niveles de empleo e
ingresos, así como la afinidad entre su ocupación y su formación, con los del
resto de la población. También se identifica la dirección e intensidad de los
cambios experimentados en estos aspectos desde principios de la década de los
setenta. Se distingue, en la medida de lo posible, entre distintos tipos de
formación y entre disciplinas, y se toma en consideración los posibles efectos de
variables como el género y la edad. Un segundo objetivo es empezar a identificar
los distintos tipos de desajuste que caracterizan la relación entre la oferta de
profesionales formados en instituciones de educación superior y la demanda que
de ellos hace efectivamente la sociedad4.
La siguiente sección revisa los datos sobre nivel de actividad, empleo y
ocupación a lo largo del periodo 1972-1991 para todo el país, extraídos de dos
Censos Nacionales y dos encuestas de hogares. Posteriormente se limita el
análisis al caso de Lima Metropolitana y al periodo 1986-1992, usando la
información más detallada y completa que proveen las encuestas anuales de
empleo del Ministerio de Trabajo5. La tercera sección analiza la validez de las
relaciones entre empleo y educación encontradas para el caso de Lima, aislando
los efectos de otras variables que podrían influir, como género y edad. La cuarta
sección evalúa la concordancia entre ocupación principal y formación de la
fuerza de trabajo también para el caso de Lima Metropolitana. El artículo se
cierra con una sección de reflexiones finales.
1. Empleo, ocupación e ingresos de la población
del Perú: 1972-1991
Los datos de los Censos Nacionales de 1972 y 1981 revelan que la población
peruana con educación superior6 completa se cuadruplicó a lo largo de la década
de los setenta (véase el cuadro 1), creciendo a un ritmo anual promedio de
17.2%. Este tasa de crecimiento excedió con creces la de la población en general
(2.6% anual) o de otros grupos específicos que crecieron más rápido que el
promedio, como los mayores de 15 años (3.1%), la población económicamente
activa (3.6%) y los pobladores urbanos (3.7%). Mientras tanto, el número de
personas que ejercían ocupaciones profesionales, técnicas o directivas -funciones
4. La formación de la oferta de profesionales en ese mercado, así como diversos mecanismos
utilizados o disponibles para promover un mejor ajuste han sido tratados en otros documentos de
próxima publicación.
5. Sobre las fuentes de datos utilizadas y las limitaciones que éstas tienen y que hay que tener en
cuenta al momento del análisis, véase el anexo 1.
6. Incluye ios estudios en universidades, institutos técnicos, artísticos o pedagógicos, así como las
antiguas escuelas normales.
EMPLEO, INGRESOS Y OCUPACIÓN DE PROFESIONALES Y TÉCNICOS 13
Cuadro 1
Tamaño de segmentos poblacionales seleccionados: Perú 1972-1981
1972 1981
Población total 14'121,564 17762,231
Población urbana 7,979,500 11'028,700
Población de 15 años o más 7'472,627 9'992,594
PEA de 15 años o más 3786,160 S'189,660
Población con alguna educación superior 335,000 985,000
Población con educación superior completa 118,691 496,627
PEA ocupada como profesionales,
técnicos o directores 294,212 423,668
Fuente: ONEC (1974), LNEI (1984), Webb y Fernández Baca (1991).
sociales para las cuales se habrían preparado quienes estudiaron en universida-
des, institutos y escuelas normales7- no llegó siquiera a duplicarse.
De acuerdo a las cifras, podría pensarse que en 1972 todos los egresados8 del
nivel educativo superior estaban ocupando puestos de trabajo como profesiona-
les, técnicos, funcionarios o directivos de alto nivel; del mismo modo, podría
inferirse que en 1981, en cambio, ya escaseaban las oportunidades de encontrar
tal tipo de empleo. Sin embargo, el problema de no absorción de la población
calificada existía probablemente ya desde inicios de los setenta9. El mismo Censo
de 1972 revela que 46% de los puestos profesionales, técnicos o directivos
estaban ocupados por personas sin educación superior alguna, y cabe suponer
7. Aquí se ha considerado gruesamente que son ocupaciones de nivel «apropiado» para quienes
culminaron estudios superiores todas las incluidas en los grupos «Profesionales, Técnicos y Trabaja-
dores Asimilados» y «Funcionarios Públicos Superiores y Gerentes Administradores de Empresas no
Agrícolas» de la clasificación del INEI. Nótese que esta noción difiere de la de «empleo adecuado»
que utilizan las estadísticas de empleo, que tiene como principal referente el nivel de ingresos
obtenidos por trabajo. En una sección posterior un análisis más desagregado obligará a introducir
excepciones a este acercamiento general, habiéndose listado las ocupaciones que se ha considerado
requerirían educación superior en el anexo 2. Evidentemente, hay muchas otras ocupaciones que
pueden desempeñarse mejor si se dispone de la formación general que da la universidad u otra
institución de nivel superior, pero que no la exigen necesariamente, razón por la cual no se las
incluye aquí en la definición de empleo «apropiado» para los egresados. A las personas que, teniendo
educación superior, desempeñan otras ocupaciones, se las considera aquí formalmente sobrecalificadas.
Asimismo, se ha optado por considerar el tamaño de la PEA ocupada en esos rubros como indicador
del número de puestos de trabajo profesional efectivamente disponibles en la economía en un
momento dado, suponiendo que la existencia de puestos de trabajo vacantes debe ser mínima.
8. En lo que resta del texto se usará indistintamente los términos graduados o egresados para
referirse a aquellos que tienen estudios superiores universitarios o no universitarios completos.
9. Los datos publicados del Censo no permiten calcular qué porcentaje de la población con
educación superior completa formaba parte de la PEA.
14 PATRICIA ARREGUI
que buena parte de los restantes estaban ocupados por personas con estudios
superiores incompletos; con esto, la probabilidad de que hubiera pleno y «apro-
piado» empleo para los egresados se reduce sustancialmente.
Desde entonces, los egresados han tenido dificultades crecientes para obtener
una ocupación «apropiada», debiendo dedicarse a actividades para las cuales
estarían, en principio, sobrecalificados; peor aun, es probable que incluso hayan
tenido dificultades para encontrar algo -cualquier cosa- en qué trabajar. En
efecto, la proporción de los graduados que permanecía inactiva se incrementó de
14.8% a 19.1% del total entre 1981 y 1991 (véase el cuadro 2). El nivel de
desempleo abierto pasó de 3.8% a 4.5% del total de los graduados (lo que
equivale a un incremento de 18%). Incluso durante la reactivación de inicios del
gobierno de Alan García (alrededor de 1986), que permitió aumentar el grado
de participación de la población en la fuerza de trabajo y redujo el nivel general
de desempleo abierto, los más educados no vieron ninguna mejoría en sus
niveles de empleo en ocupaciones «apropiadas», incrementándose por el contra-
rio el nivel de inactividad10 y el empleo sobrecalificado.
Cuadro 2
Actividad económica, empleo y ocupación de la población con educación
superior completa*: Perú 1981-1991
(en porcentajes)
1981 1985-6 1991
Fuera de PEA 14.8 17.7 19.1
Población Económicamente Activa 85.2 82.3 80.9
PEA desocupada 3.8 2.6 4.5
PEA ocupada como profesional, técnico o directivo 70.6 65.2 61.7
PEA ocupada en otras actividades 25.6 34.8 33.8
PEA total 100.0 100.0 100.0
* Incluye a todos los egresados.
Elaborado en base a los Censos de 1972 y 1981 y a las ENNIV de 1985-6 y 1991.
Como resultado de esa tendencia fue disminuyendo el margen de ventaja
sobre otros grupos que en el mercado de trabajo tenían los egresados del nivel
superior, en lo que respecta a niveles de actividad y de empleo en ocupaciones
«apropiadas» (véase el cuadro 3). Las diferencias en nivel de actividad y nivel de
10. En lo que sigue, los términos nivel de actividad y nivel de inactividad hacen referencia al
porcentaje de la población total de un determinado grupo que está dentro y fuera de la PEA,
respectivamente (véanse las definiciones en el anexo 3).
EMPLEO, INGRESOS Y OCUPACIÓN DE PROFESIONALES Y TÉCNICOS 15
empleo observados en 1991 entre la gente con educación superior y los egresados
de secundaria (14.8 y 2.1 puntos porcentuales, respectivamente) equivalían a la
mitad de las diferencias observadas en 1981, mientras que las diferencias en el
porcentaje de personas en ocupaciones de nivel profesional y directivo se reduje-
ron en un tercio. Lo mismo, incluso de manera más acentuada en lo que
respecta al desempleo y al empleo «no apropiado», se observa en el caso de los
diferenciales entre los graduados y la población en general.
Cuadro 3
Actividad económica, empleo y ocupación de distintos grupos
educacionales: Perú 1981-1991
(en porcentajes)
1981 1985-6 1991
Educ. Educ. Dif. Educ. Educ. Dif. Educ. Educ. Dif.
Sec. Sup. Sec. Sup. Sec. Sup.
45.5 14.8 30.7 33.6 17.7 15.9 33.9 19.1 14.8
8.3 3.8 4.5 6.0 2.6 3.4 6.6 4.5 2.1
7.0 70.6 -63.6 13.5 65.2 -51.7 17.1 61.7 -44.6
84.6 25.6 59.0 80.5 34.8 45.7 76.3 33.8 42.5
Pob. Educ. Dif. Pob. Educ. Dif. Pob. Educ. Dif.
total Sup. total Sup. total Sup.
Fuera de PEA 48.1 14.8 33.3 28.4 17.7 17.4 40.3 19.1 21.2
PEA desocupada 5.2 3.8 1.4 2.7 2.6 0.1 4.1 4.5 -0.4
PEA ocupada como profesional,
técnico o directivo 8.2 70.6 -62.4 9.9 65.2 -55.3 20.1 61.7 -41.6
PEA ocupada en otras actividades 86.6 25.6 61.0 87.4 34.8 52.6 75.8 33.8 42.0
Educ. sec: aquellos que tienen educación secundaria completa
Educ. sup.: aquellos con educación superior (universitaria y no universitaria) completa
Pob.total: población total de 14 años o más, excepto en 1981, cuando solo se dispone de datos
para los de 15 o más.
Fuentes: ver cuadro 2.
Fuera de PEA
PEA desocupada
PEA ocupada como profesional,
técnico o directivo
PEA ocupada en otras actividades
Sin embargo, debe subrayarse que lo anterior no significa que los egresados
no mantengan aun un sustantivo margen de ventaja sobre otros grupos. Pese a
su reducción, el nivel de actividad de los graduados es todavía mucho más
intenso que el de la población con sólo educación secundaria y que el de la
población en general. Asimismo, el nivel de desempleo de los graduados es
menor que el de los egresados de secundaria y sólo 0.4 puntos porcentuales
mayor que el del promedio de la población. Por otro lado, y como cabe esperar,
16 PATRICIA ARREGUI
el porcentaje de graduados que encuentra ocupación de nivel profesional o
directivo es todavía sustancialmente mayor.
Con todo, esta suerte de redistribución de las oportunidades de trabajo entre
personas con distintos niveles educativos (y, posiblemente, distintos orígenes
socioeconómicos) ha tenido, además del deterioro relativo de la situación labo-
ral de los grupos más educados, una contraparte preocupante: el deterioro del
nivel de formación de los individuos que desempeñan funciones profesionales y
directivas (véase el cuadro 4). Tras la elevación de los requerimientos educacio-
nales para el desempeño de esas funciones que siguió a la gran expansión del
número de universidades y especialidades y al enorme crecimiento del Estado
ocurrido en la década de los sesenta11, se ha dado un proceso de
«desprofesionalizaciófi» relativa. Esto está indudablemente ligado al patrón de
expansión y retracción del empleo en el sector público12, ya que el Estado pe-
ruano ha sido un empleador importante de profesionales13. Otra explicación, no
del todo independiente de la anterior, radica en el deterioro de los ingresos de la
PEA profesional, que puede haber llevado a los más educados a incursionar en
actividades de menor starw ocupacional, pero de mayores retornos pecuniarios.
Cuadro 4
Educación de los ocupados como profesionales, técnicos, funcionarios o directivos
de alto nivel: Perú 1972-1991
(en porcentajes)
1972 1981
1985-6
1991
Puestos profesionales, técnicos o directivos 100.0 100.0 100.0 100.0
-ocupados por personas con educación superior
completa
n.d. 70.5 42.4 45.5
-ocupados por personas con educación superior
incompleta
n.d. 8.4 17.3 10.7
-ocupados por personas sin educación superior
alguna
45.9 21.1 40.2 43.9
Fuentes: ver cuadro 2.
11. Durante ese decenio, que se inició con nueve universidades, se fundaron 22 nuevas institu-
ciones y el número de especialidades pasó de 44 a 77 (GRADE 1990: pp. 26 y 27).
12. Parte del problema puede también radicar en la nomenclatura que se emplea en las
estadísticas oficiales para clasificar los puestos de trabajo de los empleados estatales, que pueden
tener que ver más con sus escalafones de pago y sus antigüedades que con la naturaleza de las
funciones que realizan (por ejemplo, los «técnicos» administrativos).
13. Se ha estimado que en 1981 casi 60% de los profesionales trabajaban en la administración
pública (Hurtado 1985: p.121).
EMPLEO, INGRESOS Y OCUPACIÓN DE PROFESIONALES Y TÉCNICOS 17
Los ingresos de los profesionales
De acuerdo a un estudio realizado por Martín Carnoy en base a una encuesta
hecha en 1972 por el Consejo Nacional de la Universidad Peruana (CONUP)14,
el ingreso laboral mensual promedio de un profesional15 era aproximadamente
15,901 soles de ese entonces, unos 2,538 soles de agosto de 1991. La magnitud
de la crisis de la economía peruana en las décadas siguientes queda graneada en
los siguientes datos extraídos de la ENNIV: los ingresos reales de los graduados
universitarios ocupados bajaron a 1,628 soles en 1986 y a 175 soles en 1991, lo
que equivale a una reducción de 89.2%, mientras que la reducción total entre
1972 y 1991 llega a 93% (véase el cuadro 5)16. Los egresados de instituciones no
universitarias, a su vez, vieron caer sus ingresos reales entre 1986 y 1991 en
proporción muy cercana (91%). Mientras tanto, los ingresos de la población
ocupada egresada de secundaria cayeron 87% y los de aquellos que no tenían
ninguna educación superior cayeron 78%.
Cuadro 5
Ingresos mensuales promedio de la población ocupada con distintos niveles
educativos: Perú 1972-1991
1972
1985-86
1991
A B C A B C A B C
Estudios universitarios completos 15901 2538 2074 7295 1628 1064 192 175 174
Estudios superiores no
universitarios completos 5044 1126 736 116 102 105
Secundaria completa 2896 647 422 99 87 90
Sin educación superior alguna 1376 307 201 77 68 70
A=» en moneda corriente
B= en soles de agosto 1991, deflatado por el IPC de Lima Metropolitana
C= en soles de agosto 1991, deflatado por un índice de Precios corregido (Escobal, Seminario y
Vclarde 1993).
Fuente: Carnoy (s/f) y ENNIV 1985-86 y 1991.
14. Sólo se ha tenido acceso a un informe preliminar no citable de esc estudio, pero se ha
recurrido a él a falta de mejor información disponible.
15. La muestra incluyó a 8,225 hombres que cursaron estudios universitarios -no se especifica si
completos, aunque así lo sugiere el que se consideren profesionales- y que estaban ocupados.
16. En el cuadro 5 se plantea una medición alternativa del deterioro de los ingresos reales,
calculado con un IPC corregido (Escobal, Velarde y Seminario 1993). Con el dcflator alternativo la
caída entre 1986 y 1991 de los ingresos de bs profesionales universitarios fue de 83.6%, y la de los
no universitarios de 85.7%, mientras que la de los egresados de secundaria fue de 78.7% y los de la
gente sin educación superior 65%. Es evidente que esta corrección del deflator que se ha venido
utilizando (que aparentemente tiene problemas) no hace sino confirmar que la caída experimentada
por los ingresos de todos los grupos ha sido, por decir lo menos, aparatosa.
PATRICIA ARREGUI
De lo anterior puede inferirse que, como ocurrió con los niveles de actividad
v empleo, la dispersión de los ingresos por trabajo se redujo significativamente
en el periodo revisado17. Esta redistribución positiva del ingreso resulta sin em-
bargo, pobre consuelo frente a la magnitud del desastre18.
2. El caso de Lima Metropolitana: 1986-1992
Resulta especialmente interesante explorar con mayor detalle para el caso de
Lima Metropolitana los diferenciales de empleo, status ocupacional e ingresos
de la población con distintos tipos de educación superior, y los diferenciales
entre éstos y la población sin estudios superiores. Circunscribir el análisis a Lima
permite eliminar factores que posiblemente distorsionan las tendencias revisadas
en la sección anterior, como podrían ser las diferencias regionales en los ingresos
y en la variación de los precios. La base de datos que sustenta el análisis que sigue
incluye encuestas realizadas en cinco de los ocho años inmediatamente pasados,
y contiene información algo más detallada que la ENNIV en lo que respecta a la
formación para el trabajo. Como se verá en el siguiente capítulo, ello permite
distinguir los efectos que tiene la distinta formación que se imparte en cada
modalidad de educación superior sobre las posibilidades de empleo e ingreso de
los graduados.
Niveles de empleo de la población limeña
Lo primero que resalta al revisar los drásticos cambios experimentados en los
últimos años en los niveles de empleo de la población limeña, es que el nivel
general de actividad en Lima (véase el cuadro 6) es menor que el estimado para
el conjunto del país. 38.2% de los limeños mayores de 14 años estaba fuera de la
PEA en 1986, mientras que el porcentaje nacional fue de 28.4%. En 1991, el
44.5% inactivo de Lima sigue superando a un menos distante 40.3% para todo el
Perú. Esto podría explicarse por las mayores oportunidades educativas ofrecidas
en la capital, que promueven la prolongación del periodo de dependencia
económica e inactividad, y los mayores ingresos de las familias capitalinas, que
generarían el mismo efecto. Sin embargo, cabría esperar que el mayor desarrollo
del área metropolitana asegurara mayores oportunidades de empleo para esa
17. Ello parece haber sido así, aun cuando la creciente reticencia de los estratos más altos a
declarar sus ingresos reales y el que los grupos más educados están posiblemente subrepresentados
en la muestra (véase el anexo 1) pueden haber sesgado los datos en alguna medida en esa dirección.
18. Por otro lado, como se verá más adelante, la información disponible para Lima para el año
1992 permite suponer que ya se inició una tendencia en sentido contrario.
EMPLEO, INGRESOS Y OCUPACIÓN DE PROFESIONALES Y TÉCNICOS 19
Cuadro 6
Distribución de la población mayor de 14 años según nivel de empleo y actividad:
Lima 1986-1992*
1986 1989 1990 1991 1992
Fuera de PEA 38.2 39.2 40.4 44.5 43.3
Económicamente activa 61.8 60.8 59.6 55.5 56.7
Desocupada
5.3 7.9 8.3 5.8 9.3
Subempleada
45.6 73.8 73.0 78.3 76.3
Adecuadamente empleada 49.1 18.2 18.6 16.0 14.4
PEA total 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0
Al momento de elaborarse este informe no se disponía de los factores de expansión de la muestra,
razón por la cual los porcentajes reportados se refieren a la muestra y no propiamente a la
población que representa. Sin embargo, la comparación de estos datos con algunos publicados
por la DGE-MTPS arroja diferencias minúsculas que no afectarían mayormente las conclusiones
del análisis.
Elaborado en GRADE en base a encuestas anuales de la Dirección General de Empleo y Formación
Profesional del Ministerio de Trabajo y Promoción Social (DGE-MTPS).
menor proporción que sí desea trabajar y busca empleo activamente. Se encuen-
tra no obstante que los niveles de desocupación son más altos en Lima que en el
conjunto del país.
Restringiendo la observación a Lima, se aprecia que hacia el final del periodo
estudiado, 43.3% de la población de 14 años o más estaba fuera de la población
económicamente activa (en 1986 el porcentaje había sido de 38.2%), mientras
que 9.3% de la PEA estaba desempleada (5.3% en 1986). Así, tanto la inactivi-
dad -que además de la dedicación al estudio y a las labores domésticas, esconde
un sustantivo desempleo19- como el desempleo abierto habían crecido
significativamente. El aumento del subempleo y la constante disminución de la
porción de la población adecuadamente empleada -ambos definidos según el
nivel de ingreso obtenido por el trabajo y el tiempo dedicado a éste 20- no son
menos llamativos.
Este proceso de deterioro de los índices de empleo en Lima no se ha dado de
manera gradual, sino mediante cambios abruptos y erráticos, que corresponden
19. Estimaciones basadas en información extraída de la misma Encuesta de Hogares, sugieren
que en 1992 una cuarta parte de la población inactiva deseaba trabajar, pero no buscaba empleo
activamente por diversas razones.
20. Nótese que aquí no se está haciendo referencia a la utilización de las calificaciones obtenidas
en ocupaciones que las requieren efectivamente, como se hizo anteriormente utilizando el términos
empleo «apropiado». Para mayor claridad al respecto, véase las definiciones en el anexo 3.
PATRICIA ARRE GUI
a intentos de reflotamiento de la economía, a sus colapsos y a las severas medidas
de ajuste que finalmente fueron aplicadas. Ello se hace evidente en la evolución
de las tasas de variación anual de cada uno de los indicadores de niveles de
empico (véase el cuadro 7). En este contexto, a primera vista parece que el
impacto recesivo del programa de estabilización y ajuste no hizo sino agravar los
problemas de los últimos años del gobierno de Alan García; en particular, llama
la atención la altísima tasa de crecimiento del desempleo entre 1991 y 1992. Sin
embargo, si en lugar de observar variaciones anuales se comparan las tasas de
1986 y 1990 y luego las de 1990 y 1992, se aprecia que el mayor costo social se
dio antes de la aplicación del shock 21: mientras el desempleo fue en 1992 12%
mayor que en 1990, en 1990 había sido 56.6% mayor que en 1986; mientras
que el porcentaje de subemplcados creció 60.1% entre 1986 y 1990, sólo
aumentó 4.5% entre 1990 y 1992.
Cuadro 7
Tasas de variación anual de los indicadores de actividad y empleo: Lima 1986-1992
1986-1989* 1989-1990
1990-1991
1991-1992
Fuera de PEA 0.8 3.1 11.1 -2.7
Económicamente activa
Desocupada
14.2 5.1 -30.1 60.3
Subempleada
17.4 -1.1 7.3 -2.6
Adecuadamente empleada -28.2 2.2 -14.0 -10.0
* Tasa promedio anual, por falta de información.
Fuentes: ver cuadro 6.
De cualquier modo, los efectos que la recesión ha tenido sobre el empleo
agregado no fueron similares para todos los segmentos de la oferta laboral (que
tampoco tuvieron un mismo punto de partida). Al diferenciar a la población
según nivel educativo (véase el cuadro 8), se observa, a pesar de la alta inestabi-
lidad de las series, que la mayor parte del tiempo:
- el porcentaje de personas adecuadamente empleadas es generalmente mayor
en el caso de quienes tenían educación superior que en el caso de quienes sólo
completaron la secundaria (siendo excepciones quienes no completaron estu-
dios técnicos y, en ocasiones, quienes cursaron estudios en institutos pedagó-
gicos);
21. La encuesta se realizó a b largo de las tres semanas anteriores y tres posteriores al anuncio de
su aplicación, el 8 de agosto de 1990.
EMPLEO, INGRESOS Y OCUPACIÓN DE PROFESIONALES Y TÉCNICOS 21
- las oportunidades de encontrar empleo adecuado suelen mejorar a medida
que se pasa de un nivel educativo completo a otro completo: de la primaria a
la secundaria, de ésta a la educación superior pedagógica y a la tecnológica, y,
mucho más notoriamente, de la secundaria a la educación universitaria;
- el porcentaje de adecuadamente empleados en el grupo de aquellos que han
completado un nivel educativo suele ser mayor que el de aquellos que lo
dejaron inconcluso; más aun, con cierta frecuencia es mayor que el de
aquellos que dejaron inconclusos sus estudios en un nivel más alto22;
- los que completaron un nivel educativo superior tienen siempre menores
niveles de desempleo que quienes no lo completaron;
- la población con educación superior (particularmente quienes no la comple-
taron), así como la que egresó de la secundaria, parece correr riesgos bastante
mayores de desempleo abierto que los segmentos de más bajos niveles
educativos, tendencia que parece haberse exacerbado hacia el fin del periodo
de análisis para quienes hicieron estudios superiores no universitarios;
- quienes siguieron estudios superiores, y más claramente quienes los comple-
taron, tienen mucho más bajos niveles de inactividad23;
- una buena proporción de la población está siempre subempleada (por ingre-
sos o por número de horas trabajadas}24, pero la proporción es siempre lige-
ramente menor en el caso de los más educados y, entre éstos, en el caso de los
universitarios25.
22. Esto reforzaría de alguna manera la hipótesis credencialista que según algunos explica la
relación entre educación c ingresos, y contradice los hallazgos de una encuesta a empresarios
realizada por Interedu (1993). Sin embargo, el caso de los universitarios es una clara excepción a esta
tendencia general, por lo menos durante los últimos años: algunos años de educación universitaria sí
parecen mejorar las posibilidades de empleo adecuado respecto a las que tienen quienes sólo han
completado la secundaria o la educación tecnológica.
23. Una ligera exploración, basada solamente en los datos para 1992, sugiere por otro lado que
el desempleo encubierto como inactividad es mayor entre los más educados, incluyendo a los que
completaron la secundaria, que entre la población en general. Esto significa que el verdadero nivel
de inactividad (esto es, no participación en el mercado de trabajo) de los más educados es incluso
menor que el indicado en el cuadro 8.
24. La línea divisoria entre subemplco y empleo adecuado la determina el Ministerio de Trabajo
según el «salario mínimo legal de enero de 1967, indexado con la variación del índice de Precios al
Consumidor a la fecha de la encuesta». Esto plantea un problema: como ya se dijo, la medición del
IPC parece tener ciertas limitaciones, que estarían llevado a una sobreestimación del nivel de
subemplco.
25. En 1992 se observa una reducción general del subemplco, que desafortunadamente corres-
ponde no a mayores niveles de empleo adecuado, sino al crecimiento del desempleo para todos los
grupos educativos.
Cuadro 8
Nivel de actividad y empleo según nivel educativo: Lima, 1986 - 1992
(En porcentaje)
Adecuadamente Empleados Subempleados Dcscmplcados Fuera de PEA
1986 1989* 1990 1991 1992 1986 1989* 1990 1991 1992 1986 1989* 1990 1991 1992 1986 1989* 1990 1991 1992
>
e
o
>
s
o
C
Sin instrucción 32.51 20.60
Primaría incompleta 42.10 7.37
Primaria completa 43.99 15.46
Secundaria incompleta 38.86 14.43
Secundaría completa 47.25 16.14
EDUCACIÓN SUPERIOR
Pedagógica incompleta n.d n.d
Pedagógica completa 49.99 n.d.
Tecnológica completa 69.29 12.50
Universitaria incompleta 58.40 22.89
Universitaria completa 78.45 35.46
Población total 10%
49.06
18.26
15.78 12.24 13.23 61.26 73.53 81.59
12.59 8.34 8.30 55.38 86.17 80.32
11.48 10.09 6.33 53.15 79.08 80.96
13.83 9.51 6.67 55.43 75.88 76.82
16.13 14.40 10.16 45.40 74.83 74.91
n.d n.d n.d 100.00 n.d 87.50
11.11 n.d. 22.23 49.99 n.d. 83.33
20.74 16.12 17.13 28.22 80.36 69.68
26.26 20.34 19.48 34.52 70.55 65.89
42.48 35.10 43.10 17.07 59.77 52.08
18.65 15.97 14.40 45.60 73.84 73.01
87.76 80.87 6.25 5.87 2.63 n.d
89.04 85.70 2.54 6.44 7.09 2.63
85.15 84.75 2.85 5.44 7.57 4.76
83.71 83.58 5.73 9.67 9.38 6.78
78.53 79.85 7.34 9.05 8.96 7.06
100.00 49.99 n.d n.d 12.50 n.d
93.75 55.56 n.d. n.d. 5.56 6.25
78.62 71.24 2.49 7.14 9.58 5.26
72.68 67.79 7.08 6.54 7.83 6.98
61.01 51.51 4.49 4.78 5.44 3.90
78.29 76.30 5.34 7.90 8.34 5.76
5.8 51.52 54.36 52.80 60.80 57.76
5.98 34.58 42.59 37.90 40.78 43.34
8.91 37.65 39.92 40.92 44.91 43.80
9.75 49.20 51.20 51.90 62.67 57.42
9.99 36.28 36.11 38.50 41.68 39.16
49.99 66.67 n.d 20.00 20.00 33.33
22.23 28.57 n.d. 30.77 36.00 53.85
11.65 27.84 21.13 21.99 24.19 27.72
12.72 40.84 42.78 45.20 53.01 61.56
5.39 12.11 19.94 20.25 22.56 21.09
9.30 38.16 39.25 40.38 44.46 43.34
FUENTE: Encuesta de Hogares, Ministerio de Trabajo (DGE) 1986, 1990, 1991 y 1992.
Encuesta de Hogares de 1989 proporcionada por el IEP.
(*) Los datos de Educación Superior Tecnológica incluyen Educación Superior Pedagógica.
EMPLEO, INGRESOS Y OCUPACIÓN DE PROFESIONALES Y TÉCNICOS 23
Niveles de ingresos por trabajo de la población limeña
Junto al deterioro de los niveles de empleo, los ingresos mensuales por trabajo
han sufrido un mayúsculo descalabro: entre 1986 y 1992 el ingreso real prome-
dio para toda la población ocupada cayó de 473 a 190 soles (de agosto de
1991), habiendo tocado su punto más bajo en 1991 (162 soles). En agosto de
1991, el costo mensual de una canasta básica de consumo para una familia de
seis personas, incluyendo únicamente mínimos requerimientos de alimentos,
movilidad y kerosene, era de 202.12 soles26.
Al igual que en el caso del empleo pero con mayor nitidez, se observa a lo
largo de todo el periodo revisado una relación positiva entre nivel educativo y
nivel de ingresos de la PEA ocupada (véase el cuadro 9). Se constata asimismo
que el completar cualquier nivel educativo repercute significativamente sobre el
nivel de ingresos (tal como lo hacía sobre el nivel de empleo). En cambio,
adquirir algunos años de formación profesional sin completarla no parece apor-
tar a la mejora de los ingresos; al contrario, lo que se observa frecuentemente es
que el ingreso promedio en un nivel completo es mayor que el ingreso prome-
dio en el inmediatamente superior incompleto.
Aunque la volatilidad de las cifras dificulta la apreciación de tendencias, puede
advertirse que la caída relativa en los ingresos reales de los graduados de
educación superior, tanto durante el periodo hiperinflacionario como después
del shocky fue mayor que la de todos los demás grupos. Incluso con la estabilización
lograda hacia 1992, y con una mayor recuperación relativa que otros grupos, los
ingresos de los graduados universitarios equivalieron a sólo 40% de su nivel de
1986; los de los técnicos a sólo 33%; los de los maestros egresados de los
pedagógicos27 a sólo 28%.
Pese a la caída, los profesionales universitarios mantuvieron en todo momento
diferencias significativas de ingresos con todas las otras categorías. Los técnicos
tuvieron también ingresos mayores que los demás grupos, pero las diferencias
fueron poco significativas28. Mientras tanto, los maestros sólo superaron -y muy
escasamente- a quienes no tuvieron instrucción alguna, lo cual es particularmen-
te grave.
26. Según Cuánto S.A. (Webb y Fernández Baca 1992: 569), esta canasta satisfacía los requeri-
mientos nutricionales recomendados por el Instituto Nacional de Nutrición del Ministerio de Salud.
27. De éstos sólo hay 39 casos en la muestra de 1991, 14 de ellos empleados, lo cual obliga a
tratar el dato con cautela.
28. Los diferenciales de ingreso entre quienes tienen estudios universitarios completos y quienes
tienen cualquier otro nivel educativo son significativos (p<.05). En cambio, los ingresos promedio
de quienes completaron la formación superior tecnológica sólo son significativamente distintos a los
de aquellos que tienen secundaria incompleta o menor nivel educativo. Cabe mencionar que un gran
porcentaje de quienes siguieron carreras técnicas o profesionales tienen más de una ocupación (68 y
77% respectivamente), proporción mayor que la de quienes tuvieron formación laboral de menor
nivel (66%), situación que no experimentó mayor cambio entre 1986 y 1991. Sin embargo, el
PATRICIA ARREGUI
Cuadro 9
Ingresos mensuales promedio según nivel educativo de la PEA ocupada: Lima,
1986-1992*
Nivel Educativo 1986 1989 1990 ** 1991 1992
Sin instrucción
212 90 133 66 89
Primaria incompleta
312 107 208 93 111
Primaria completa
367 144 210 123 109
Secundaria incompleta
291 129 216 117 116
Secundaria completa
466 84 259 147 165
Superior pedagógica*** incompleta 153 n.d. 137 84 121
Superior pedagógica completa 538 n.d. 260 70 153
Superior tecnológica incompleta 419 178 **** 308 136 192
Superior tecnológica completa 712 169 **** 337 185 233
Superior universitaria incompleta 496 203 367 187 239
Superior universitaria completa 1072 293 572 312 429
PEA total
473 180 287 162 190
* En soles de agosto de 1991. Las cifras en cursivas son aquellos ingresos que cubrían la
canasta mínima familiar de agosto de 1991.
** Los ingresos mensuales estimados para este año estarían fuertemente sesgados por grandes
aumentos salariales otorgados en los meses anteriores (periodo electoral).
*** Las distintas categorías de educación superior se establecieron combinando las respuestas a
las preguntas sobre máximo nivel educativo, sobre la institución donde se recibió formación
para el trabajo y sobre la profesión u oficio para la cual se preparó el encuestado. En 1989 el
cuestionario no incluyó preguntas sobre formación para el trabajo, por lo cual no se ha
podido distinguir entre educación superior tecnológica y pedagógica.
* * * * Corresponden a toda la educación superior no universitaria.
Elaborado en GRADE con las bases de datos de las Encuestas de Hogares del Ministerio de Trabajo.
Si se toma como base de referencia anual el ingreso promedio de quienes
tenían sólo secundaria completa (véase el cuadro 10), queda claro que quien
completó estudios universitarios estaba en 1992, en promedio y pese a la
enorme caída relativa de sus ingresos descrita anteriormente, en bastante mejor
posición que otras personas para ganarse la vida. A lo largo de todo el periodo
(excepto en 1989), tuvo ingresos que doblaron largamente los de los egresados
de secundaria. En cambio, la ventaja de otros tipos de profesionales y técnicos
era mucho menor y menos sostenida29.
reducido rango de las diferencias en horas trabajadas en promedio por las personas de distintos
niveles educativos permite descartar la hipótesis de que la diferencia de ingresos pueda atribuirse a
una mayor o menor dedicación al trabajo.
29. Para dar una idea de los niveles de ingresos en el Perú, se ha estimado que en 1991 a un
profesional promedio le hubiera tomado 17 meses (dejando de comer él y su familia, y suponiendo el
EMPLEO, INGRESOS Y OCUPACIÓN DE PROFESIONALES Y TÉCNICOS 25
Cuadro 10
Ingresos mensuales promedio de la población ocupada con educación superior,
relativos a la población con secundaria completa (=100): Lima, 1986-1992
Nivel Educativo 1986 1989 1990 1991 1992
Secundaria completa 100 100 100 100 100
Superior pedagógica incompleta 33 n.d. 53 58 73
Superior pedagógica completa 115 n.d. 100 48 92
Superior tecnológica incompleta 90 97 119 93 116
Superior tecnológica completa 153 92 130 126 141
Superior universitaria incompleta 106 110 141 128 145
Superior universitaria completa* 230 159 221 213 260
PEA total 101 98 111 111 115
Si se utilizara la mediana -en lugar del promedio- de los ingresos, los ingresos relativos de los
graduados universitarios para cada uno de los años incluidos serían 158, 167, 187, 194 y 207,
respectivamente.
Ver, ademas, las notas del cuadro 9.
Elaborado en GRADE con las bases de datos de las Encuestas de Hogares del Ministerio de Trabajo.
3. Validez de las relaciones entre educación, empleo,
ocupación e ingresos para el caso de Lima
Para precisar mejor el grado de influencia del nivel educativo en el logro de
empleo, ocupación e ingresos adecuados, es conveniente aislar los efectos simul-
táneos de otras variables que pueden estar influyendo tanto sobre el nivel
educativo alcanzado como también directamente sobre la participación y el
desempeño en el mercado de trabajo. Ejemplo de estos factores son el sexo y la
edad, o la experiencia previa de trabajo. A continuación se evalúa someramente
el posible impacto de dichos factores, con el propósito de ver si se mantiene el
poder explicativo del nivel educativo.
reembolso de las retenciones tributarias) cubrir el costo del automóvil nuevo más barato que había
entonces en el mercado (7.290 dólares), 36 meses a quien sólo culminó su secundaria, 29 meses al
técnico, mientras que a un docente le hubiera demandado más de setenta meses. Resulta desolador
el contraste con el hecho que un adolescente norteamericano, sirviendo hamburguesas durante ocho
horas diarias seis días a la semana, puede ahorrar lo suficiente para comprar un auto coreano en unos
seis meses.
PATRICIA ARREGUI
Género, educación e ingresos
Si bien hay una presencia relativamente mayor de hombres entre quienes termi-
naron carreras universitarias y tecnológicas que entre quienes sólo completaron
la secundaria, las diferencias respectivas son demasiado pequeñas (69 y 66%
frente a 65% de los egresados secundarios) como para poder justificar las
diferencias de ingresos promedio de esos grupos. Asimismo, cuando se restringe
el análisis a la población masculina se encuentra que los diferenciales entre los
niveles educativos son bastante similares a los encontrados para la población en
general (compárese los cuadros 10 y 11).
Cuadro 11
Ingresos mensuales promedio de la población masculina ocupada con educación
superior, relativos a la población masculina con secundaria completa (=100):
Lima, 1986-1992
Nivel Educativo 1986 1992
Secundaria completa 100 100
Superior pedagógica incompleta 14 62
Superior pedagógica completa 72 84
Superior tecnológica incompleta 89 101
Superior tecnológica completa 159 129
Superior universitaria incompleta 103 149
Superior universitaria completa 235 261
PEA total 110 120
Elaborado en GRADE con las bases de datos de las Encuestas de Hogares del Ministerio de Trabajo.
Quizás la única diferencia notable sea los bastante menores ingresos relativos
de los varones que cursaron carreras pedagógicas en instituciones no universita-
rias. Ello desvirtuaría de alguna manera la idea de que los bajos ingresos
promedio del grupo de egresados de institutos pedagógicos se debería básica-
mente a que está compuesto en un 86% por mujeres30. Sin embargo, el número
de casos en ambos años es demasiado pequeño para poder ser concluyente.
En conclusión, no puede atribuirse los diferenciales de ingresos encontrados
entre personas con distintos niveles educativos a diferencias en la composición
30. Obviamente es posible que haya un problema de selección, y que los parámetros de las
remuneraciones en ese sector estén determinados por el hecho que quienes definen la política de
remuneraciones magisteriales conocen la mayor actividad de mujeres en el rubro, y anticipan por
tanto una mayor disposición a aceptar menores sueldos.
EMPLEO, INGRESOS Y OCUPACIÓN DE PROFESIONALES Y TÉCNICOS 27
1986 1992
PEA PEA PEA PEA
total masculina total masculina
Secundaria completa 100 100 100 100
Superior tecnológica incompleta 109 26 126 145
Superior tecnológica completa 34 11 117 83
Superior universitaria incompleta 96 76 127 124
Superior universitaria completa 61 49 54 44
PEA total 73 64 94 83
Elaborado en GRADE con las bases de datos de las Encuestas de Hogares del Ministerio de
Trabajo.
31. Sería necesario verificar si hubo un incremento significativo de mujeres en la PEA con
mayores niveles educativos, o si más mujeres perdieron sus puestos de trabajo durante la recesión.
Esta es en todo caso una cuestión cuya