I Recientemente he tenido la ocasión de leer la obra que el periodista científico John Horgan ha publicado sobre el fin de la ciencia 1 . Mi primera intención, atendiendo a mis deberes editoriales en la revista, fue escribir una recensión sobre el libro. Pero, a medida que iba reflexionando sobre la cuestión, me iban surgiendo más y más comentarios que no cabían en el formato estándar de una reseña bibliográfica. La recensión se había convertido en un artículo. Naturalmente mi discurso debe comenzar por realizar una crítica del trabajo que le dio origen. En la obra de Horgan se nos presenta la tesis de que la ciencia ha terminado. Y ha terminado porque ha tenido éxito. La descripción del mundo, ya sea éste físico, biológico, antropológico o social, ha sido lograda ya por la ciencia. Aunque se puede seguir trabajando científicamente, los grandes problemas de la ciencia, las grandes teorías sobre la realidad, están ya dadas y son seguras y eficaces. Los científicos del siglo XXI podrán seguir avanzando en los detalles que las grandes teorías han dejado fuera, pero no habrá nuevas propuestas tan profundamente revolucionarias como la mecánica cuántica o la relatividad en Física, el Big-Bang en cosmología o la evolución en Biología. También la aplicación de la ciencia a la construcción de nuevos artefactos podrá proporcionar nuevos progresos, pero ninguno de ellos modificará la Respuesta que la ciencia de hoy nos proporciona a la Pregunta sobre la realidad. Si bien la tesis de nuestro autor se formula de manera clara y definida, no ocurre así, en mi opinión, con los argumentos que la avalan. Horgan, periodista científico colaborador habitual de la revista Scientific American, aprovecha en buena medida materiales suyos ya publicados durante siete años en forma de entrevistas a científicos de primera fila en distintas ramas del saber. Con este remake, legítimo desde un punto de vista editorial pero de dudosa novedad científica, traza una imagen impresionista del estado de la ciencia a través de las opiniones de algunos de sus más significados autores. Sin embargo, a mi juicio, estas pinceladas sueltas construyen un cuadro confuso de la situación de la ciencia que en nada ayuda a soportar la tesis del autor. En muchas ocasiones las opiniones de los ilustres entrevistados claramente contradicen la tesis que se quiere demostrar. Pero aún más, tampoco una opinión unánime de los expertos sería determinante si fuese sólo eso, es decir, una opinión. Y el libro de Horgan carece de argumentos en la misma medida en la que abunda en opiniones.