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Discurso de género y emociones en mujeres académicas de alto rendimiento
Elisa Cerros Rodríguez
María Elena Ramos Tovar
Resumen
Desde finales de los ochenta y principios de los noventa los estudios sobre la participación de las
mujeres en la vida académica universitaria Mexicana ha tenido dos vertientes principales: una que
tiene que ver con la doble jornada que realiza la mujer académica al atender las demandas propias
de su actividad laboral y las demandas de la familia (Acker, 1995; O’Laughlin y Bischoff, 2005;
Ruíz, 2005; García, 2007, entre otros); la segunda que analiza sus condiciones laborales (Blázquez,
1989; García, 2004; Ruíz, 2005; Rivera y Zenteno, 2008; entre otros).
El presente trabajo representa un aporte sobre la primera vertiente, sin embargo aborda un aspecto
teóricamente novedoso: el análisis de las emociones sobre los discursos de género entorno a las que
desde el punto de vista teórico vincula representa un ensayo se ubica en la vertiente de la doble
jornada, analiza las emociones que experimentan las mujeres académicas ante las demandas y
exigencias que la doble presencia (trabajo - familia) les genera en función de los discursos de
género, a partir de las contribuciones de Richard Lazarus a la comprensión de las emociones
desde la Psicología Cognitiva; la discusión se genera a partir de los debates teóricos existentes en
torno a la conciliación de las esferas trabajo y familia de la mujer académica, particularmente
aquellas que poseen un alto nivel de producción científica y tecnológica, consideradas académicas
de alto rendimiento. Las reflexiones aquí presentadas son parte de la revisión del estado de la
cuestión sobre las mujeres académicas y familia.
Abstract
The participation of women in university academic life in Mexico has been the subject of analysis
and discussion from within the academy with the aim of making visible the conditions under which
it exercises its work in higher education and recognize their contribution to the development of
science. The departure of this research is located temporarily in the late eighties and early nineties
(Garcia, 2009:34), through the proliferation of research conducted by academics themselves in two
main aspects: one dealing do with the double burden that women made to meet the academic
demands of their own in their work and family demands (Acker, 1995; O’Laughlin and Bischoff,
2005; Ruiz, 2005; García, 2007; among others); the second analyzing their working conditions
(Blázquez, 1989; Garcia, 2004; Ruiz, 2005, Rivera and Zenteno, 2008; among others).
This trial was located on the slope of the doubleheader, analyzes the emotions experienced by
academic women to the demands and requirements of the double presence (work - family) were
Estudiante de doctorado de la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano de la
UANL. Correo electrónico: elisacerros@yahoo.com.mx
Profesora-investigadora de la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano de la UANL. Correo
electrónico: maelenaramos@hotmail.com
generated based on the discourses of gender, the contributions from Richard Lazarus to the
understanding of emotions from Cognitive Psychology, and the discussion generated from existing
exiting theoretical debates about reconciling work and family spheres of academic women,
particularly those with a high level of scientific and technological production, considered high
academic performance. The reflections presented here are part of the doctoral dissertation in
progress entitled "Speech of Gender, emotions and family of high academic performance."
Palabras clave: Emociones, familia, discurso de género, académicas de alto rendimiento
Keywords: academic of high performance, emotions, family, speech of gender.
Introducción
La participación y desarrollo de las mujeres en la vida académica universitaria en México
representa una beta significativa para su estudio y reflexión, ya que en los últimos treinta
años ha mostrado avances importantes, aunque no suficientes; uno de ellos es su
incorporación gradual en las instituciones de educación superior del país, donde una
proporción significativa de mujeres que contaban con estudios a nivel superior encontraron
en la actividad académica una oportunidad de desarrollo profesional (Hernández Díaz,
2005:2); así, la incorporación del sector femenino en las instituciones de educación superior
del país pasó del 17 por ciento en 1969 a casi 50 por ciento en el 2000 (Bustos, 2000), es
decir se triplicó.
Su actividad laboral en un inicio estuvo concentrada exclusivamente en la docencia,
impartiendo clases con nombramientos temporales como profesora de asignatura (con la
asignación de horas clase) o bien de tiempo parcial; más tarde, al diversificarse las tareas
universitarias se incorpora en actividades de investigación y extensión del conocimiento,
logrando obtener nombramientos de profesor de carrera y/o investigadora de tiempo
completo; es a través de esta diversificación de actividades académicas (realización de
investigaciones, publicaciones en libros y revistas, asistencia a congresos nacionales e
internacionales, realización de estudios de posgrado, entre otras), que poco a poco fortalece
su trayectoria académica, posicionando a aquellas que alcanzan los más alto estándares de
calidad como académicas de alto rendimiento1.
Las académicas de alto rendimiento representan a un conjunto de mujeres con
actividades profesionales altamente exigentes y absorbentes en términos de formación y
dedicación, las cuales poseen grados científicos y una historia brillante tanto en el ámbito
académico como social, cuya participación en la vida académica de las universidades de
nuestro país resulta de gran trascendencia por su destacado desempeño profesional, cuya
subjetividad está caracterizada por intereses cognoscitivos, necesidades de realización
profesional y social, sensibilidad y preocupación por problemas sociales (Fernández, 2000);
quienes de acuerdo a estadísticas del propio SNI han incrementado su participación en la
investigación científica, ya que mientras que en 1984 sólo 283 académicas pertenecían al
SNI, para 2008 se encontraban registradas más de 4 mil 805 científicas en ese sistema2.
Obtener el reconocimiento del Sistema Nacional de Investigadores de ninguna
manera resulta fácil, exige un alto nivel de productividad, la cual requiere de una
considerable inversión de tiempo, que se traduce en la mayoría de las ocasiones, en la
prolongación de las horas de trabajo en el hogar; en este escenario de alta exigencia y
productividad se desenvuelven las académicas de alto rendimiento, sujetos sociales que
representan a un conjunto de mujeres con actividades profesionales altamente exigentes y
absorbentes en términos de formación y dedicación, y que dadas sus características, interesa
explorar la forma en que concilian dos esferas altamente demandantes (su trabajo y su
familia) y las emociones que experimentan producto de esta conciliación, especialmente
ante los discursos de género sobre la identidad femenina (madre - esposa); en particular, si
experimentan la emoción de la culpa al conciliar sus roles de esposa, madre y académica de
alto rendimiento, así como el papel que juega la familia, como fuente de apoyo o de estrés.
1 Son consideradas académicas de alto rendimiento dado su alto nivel de producción científica y tecnológica,
producción acorde con los estándares de las propias universidades y reconocida por los programas de
evaluación docente y pago por méritos a nivel federal, entre los que destacan el programa de estímulo al
desempeño del personal docente (ESDEPED), el programa de mejora del profesorado (PROMEP) y el
Sistema Nacional de Investigadores (SNI).
2 Información obtenida en las estadísticas por género 1991 – 2008 del CONACYT, en la Evaluación al
Sistema Nacional de Investigadores 2007, página web:
http://www.conacyt.gob.mx/SNI/SNI_Evaluacion2007.pdf
En primer lugar ubicaremos la discusión en el terreno de los discursos de género
sobre la identidad femenina (madre – esposa) a partir de las aportaciones que desde la
perspectiva de género se han generado, en las cuales se destaca la influencia de la
asignación cultural de roles, expectativas y atributos a mujeres en la vida laboral; con base
en estos referentes, se analizarán posteriormente los debates existentes en torno a la
conciliación de dos esferas sumamente demandantes en las mujeres académicas: el trabajo
y familia; así como las emociones que se generan producto de esta conciliación, para
finalmente realizar algunas reflexiones preliminares.
Discurso de género
La incorporación y permanencia masiva de las mujeres en el mercado laboral ha significado
uno de los acontecimientos más trascendentales del siglo XX (Blanco, 1997; García y de
Oliveira, 1997; Ruíz, 2005; Lamas, 2004; Flecha, 2005; Mernissi citado en Guadarrama,
2007; Rodríguez, 2007), al incorporarse al terreno antes exclusivo de los hombres, el
espacio público, se han configurado una serie de transformaciones en las esferas familiar y
laboral, que inciden en lo económico, político, cultural y social. Su incorporación y
permanencia en el mercado de trabajo no ha sido tarea fácil, debido primordialmente a la
fuerte influencia de la escisión del ámbito público y privado, manifestado de manera
significativa a partir del siglo XIX en el temprano capitalismo industrial, cuando se
separaron los ámbitos espaciales en los que se desenvolvía la vida laboral y familiar
(Wainerman, 2007:150), donde se asignó a los varones la responsabilidad de ser
proveedores económicos de la familia en el espacio exterior (mundo público donde se
realizan tareas productivas) y a las mujeres, el cuidado del hogar y los hijos en el espacio
interior (mundo privado de tareas reproductivas).
De esta forma, la asignación cultural del espacio público al hombre (sitio de poder)
y a la mujer el espacio privado (espacio de subordinación), determinó una división de tareas
en función del sexo, conocida como división sexual del trabajo, la cual funciona al mismo
tiempo en las esferas familiar y laboral, acompañada además, de la asignación de
determinados roles, atributos, y expectativas para cada uno de los sexos en función de sus
características biológicas; a través de este proceso de socialización diferencial en función
del sexo, se le asignó a la mujer el compromiso y la obligación moral de criar y cuidar a sus
hijos de tiempo completo, la responsabilidad de las tareas domésticas en el hogar y el
cuidado de las personas enfermas, entre otras; además, se le asignaron atributos tales como
la abnegación, obediencia, sacrificio, entrega incondicional; y se formaron expectativas en
torno a su papel de madre, una de ellas, la de ser “buena madre”.
La asignación cultural de estas tareas y atributos en función del sexo marcaron una
serie de roles y estereotipos en hombres y mujeres, los cuales han incidido en la
incorporación y permanencia de las mujeres en el mundo laboral. Es así como las mujeres
que laboran enfrentan una serie de discursos en función de los roles y estereotipos
tradicionales; uno de ellos el estereotipo de “mala madre”, el cual se les ha adjudicado a las
mujeres empleadas “desde el momento que no pueden atender directamente todas las
necesidades de sus hijos…” (Solé y Parella, 2004:76); para Swigart (1991) “la mala madre
es una mujer narcisista, sin empatía, centrada en sus propios intereses, insensible a las
necesidades de sus hijos; hijos que acaban padeciendo trastornos psicológicos de los cuales
la madre no es consciente” (citado en Solé y Parella, 2004) bajo esta connotación, la madre
que trabaja fuera del hogar es considerada mala madre, por el hecho de no destinar todo su
tiempo y dedicación en el cuidado y crianza de sus hijos, por tener que “compartir” su
tiempo con la familia y el trabajo.
En cambio, el estereotipo de buena madre va acompañado de lo que Hays (1998)
denomina “ideología de la maternidad intensiva”, propia de la familia tradicional y que,
como su nombre indica, concibe el papel de la madre a partir de una gran dedicación a los
hijos en términos de tiempo; asumiendo que es ella quien mejor puede ocuparse del cuidado
de los hijos. La maternidad intensiva concibe que “el proceso de crianza y educación de los
hijos requiere de mucho esfuerzo, dedicación y trabajo cotidiano, con el fin de atender a los
hijos con afecto, escucharlos, intentar descifrar sus necesidades y deseos, luchar por dar
respuesta a sus necesidades y por anteponer el bienestar del niño a la propia conveniencia”
(Hays 1998:177); con base en este imaginario de la maternidad intensiva, se considera que
tener hijos/as sin renunciar necesariamente a otras aspiraciones o relaciones se aproxima al
rol de mala madre.
De acuerdo con Solé y Parella (2004) el peso de este imaginario de la maternidad
intensiva genera frustración y ambivalencia en algunas mujeres que no están dispuestas a
ver menguar su carrera profesional, pero a las que, al mismo tiempo, les gustaría poder
dedicar mayor atención a sus hijos. Estas emociones ambivalentes generadas por la
influencia de los discursos de género sobre la identidad femenina (madre, esposa) plantea la
siguiente interrogante: ¿cuál es la influencia de estos discursos y estereotipos sobre la
identidad femenina en las mujeres que tienen una doble presencia en esferas altamente
demandantes como lo es el trabajo académico universitario y la familia?
Conciliación trabajo y familia
La influencia de los roles tradicionales, discursos y estereotipos en las mujeres que cumplen
una doble jornada, ha sido abordada en diversas investigaciones desde la perspectiva de
género; de acuerdo a la revisión realizada se identifican dos posiciones claramente
opuestas: por una parte encontramos estudios que señalan que la doble presencia genera en
las mujeres estrés, inseguridad y sentimiento de culpa (Córdova, 1989; Acker, 1995;
O’Laughlin y Bischoff, 2005; Ruíz, 2005; García M. 2005; Alonso, 2006; García G. 2007;
Rodríguez, 2007; Solé y Parella, 2004; Chávez Gutiérrez, 2009); mientras que otros
estudios destacan que esta doble presencia les genera a las mujeres emociones de plenitud,
orgullo y satisfacción, donde la familia es considerada como una importante fuente de
apoyo ante situaciones laborales estresantes (Dhooper & Byars,1989; Agbayani & Jones,
1997; Woods & Carlyle, 2002; Sandow, 2002; Hile, 2005); se observa que la influencia de
estos discursos y estereotipos se manifiesta de forma diferente de acuerdo al tipo de trabajo
que realizan las mujeres, su formación académica, la clase social a la que pertenecen, la
raza, entre otros factores.
A continuación se exponen brevemente los planteamientos que sostienen ambas
posiciones teóricas, centrando la discusión en las mujeres académicas de alto rendimiento,
debido a la existencia de particularidades en este grupo de mujeres empleadas, que
representan a un conjunto de mujeres con actividades profesionales altamente exigentes y
absorbentes en términos de formación y dedicación, y que son además los sujetos sociales
que interesan en el presente trabajo.
La primera posición plantea la situación de tensión, estrés, limitado desarrollo
profesional y sentimiento de culpa de la mujer al intentar equilibrar el trabajo y la
familia. García M. (2005) sostiene que la doble jornada laboral, la atención a la familia
más el trabajo, condicionan una situación de estrés constante irrecuperable para las mujeres,
ya que no poseen tiempo libre prácticamente para recuperar energías; en este escenario el
trabajo es experimentado por las mujeres como una fuente de tensión permanente entre sus
roles reproductivos y su búsqueda de autonomía e independencia personal. Por otra parte,
Córdova (1989) considera que las obligaciones familiares para una mujer empleada se
convierten en un “conflicto de rol”, una doble jornada más a la que hay que atender, ya que
son ellas las principales responsables de las tareas domésticas y del cuidado de los hijos y
que a pesar de su inserción en el trabajo, esto no se traduce en un reparto del trabajo
reproductivo más equitativo en el interior de la familia, por lo que su incorporación a la
economía formal ha sido negativa para ellas.
La mujer se incorporó al mercado laboral y a otros espacios públicos sin dejar de
atender las tareas socialmente asignadas: la responsabilidad de las tareas del hogar y el
cuidado de los hijos y de las personas ancianas o enfermas, entre otras; tareas domésticas
que forman parte del rol tradicional asignado a las mujeres mediante procesos de
socialización diferencial en función del sexo, tareas que inciden en sus trayectorias
laborales, en su acceso y permanencia al trabajo, en el tipo de trabajo que realizan, su
promoción laboral, su salario, entre otras. En este escenario, la doble jornada se plantea
como conflictiva para la mujer que labora, ya que cumple una jornada laboral fuera del
hogar sin dejar de atender las tareas y roles socialmente asignados, lo cual ha significado
para las mujeres sumar el trabajo productivo y el reproductivo; aunado además a los
discursos y estereotipos derivados de la división de roles, tareas, atributos y expectativas en
función del sexo, todo ello provoca estrés, tensión y sentimiento de culpa constante en la
mujer que labora, pero ¿ésta situación la experimentan las académicas de alto rendimiento?,
Acker (1995) considera que, de todos los problemas que rodean a la mujer científica,
ninguno es tan fuerte como el gran conflicto que surge entre su familia y su carrera
profesional… “el primer problema es coordinar, a lo largo del tiempo, las demandas de dos
instituciones voraces: el trabajo y la familia, este dilema surge siempre que el trabajo
implica una carrera, es decir, una secuencia de promociones y ascenso por méritos”
(1995:160). De acuerdo con Ruíz (2005) las mujeres académicas que no renuncian a formar
una familia deben hacer verdaderos equilibrios para atender a la familia, a la enseñanza y a
la investigación, y es evidente de que disponen de menos tiempo y energía para el trabajo
comprometido, de alto rendimiento y elevada productividad por lo que, normalmente,
muchas de ellas tienden a disminuir sus aspiraciones.
Acker y Ruíz coinciden en señalar que la mujer académica se debate entre las
exigencias que le demanda su carrera profesional, (alta productividad, calidad, eficiencia y
competitividad) y su familia (atención y cuidado de los hijos, del hogar, la pareja, entre
otras), exigencias que le generan tensión, estrés y conflicto; ésta situación de tensión es
experimentada cuando se plantea una sobre exigencia de excelencia en la producción
científica y tecnológica, contemplada en los estándares de calidad establecidos por las
universidades y por los programas de evaluación docente y pago por méritos, en conjunto
con las exigencias de la familia, producto de la asignación cultural de roles, atributos y
expectativas en función del sexo, los cuales generan sentimientos de culpa por no cumplir
con dichas asignaciones.
De acuerdo a la investigación realizada por Rivera y Zenteno respecto a la
incorporación de las mujeres a la docencia e investigación en la Benemérita Universidad
Autónoma de Puebla de 1973 al 2005, destacan por una parte, que las académicas
entrevistadas “combinan la investigación, el trabajo extra-clase con la maternidad, la
familia y el trabajo doméstico”, aspectos que implican dobles o triples jornadas; mientras
que los académicos no se preocupan por esas cosas, “ya que para eso tienen esposas que
cumplen con esas obligaciones y deberes” (2008: 206); Rivera y Zenteno señalan que estos
aspectos marcan una diferencia en la productividad y calidad del trabajo académico los
cuales pasan desapercibidos en las evaluaciones a la producción académica; además de que
“estas dobles y triples jornadas de trabajo provocan un sinnúmero de tensiones emocionales
y la agudización de sentimientos de culpa” (Chávez, 2009: 384).
Sin embargo, no para todas las mujeres el trabajo extra-doméstico representa una
fuente de conflicto, sino que éste es experimentado como un espacio en donde se
comparten experiencias, se encuentra con otras mujeres, se socializan problemas, se
obtiene independencia económica y en donde se encuentra muchas satisfacciones y
reconocimientos. Esta posición muestra que entre los factores que inciden en aminorar el
posible conflicto trabajo – familia se encuentran el apoyo familiar y las redes de apoyo con
las que cuentan las profesionistas; en este sentido, convergen las investigaciones Dhooper y
Byars, 1989; Agbayani y Jones 1997; O’Laughlin y Bischoff, 2005; quienes destacan la
influencia positiva del apoyo conyugal y las redes de apoyo social en la vida satisfactoria
de las mujeres profesionistas, así como su incidencia en la reducción del posible conflicto
trabajo - familia.
Entre las investigaciones que exploran el apoyo conyugal y el soporte social en grupos
específicos de mujeres empleadas destacan las investigaciones de Dhooper y Byars (sobre
el estrés, la satisfacción de vida y el apoyo social en trabajadoras sociales negras) y la de
Agbayani y Jones (sobre el apoyo familiar proporcionado a las empleadas filipinas para
aminorar la tensión del trabajo). Dhooper y Byars (1989) sostienen en su investigación, que
el apoyo conyugal constituye un factor que reduce la tensión trabajo - familia de las
mujeres profesionistas; sus resultados muestran que las trabajadoras sociales negras
experimentan mayor vida satisfactoria y menor estrés laboral si cuentan con apoyo
conyugal y soporte social; destacan además, que el ciclo de vida de la familia incide en el
nivel de estrés laboral, donde las T.S negras jóvenes con hijos pequeños mostraron mayor
estrés laboral. Por su parte, Agbayani y Jones (1997) señalan que el ambiente familiar
puede proporcionar ayuda y recursos para el trabajo; destacan además, que el empleo puede
ser beneficioso o dañino para las mujeres dependiendo de su estado civil, las contribuciones
del marido al trabajo doméstico, la presencia de niños, sus actitudes sobre el empleo, así
como las características del trabajo.
Un aspecto importante que reduce las posibles dificultades al combinar o conciliar la
maternidad con la academia es el apoyo conyugal. La investigación realizada por
O’Laughlin y Bischoff (2005) destaca que estas potenciales dificultades pueden ser
menores si se cuenta con el apoyo de la pareja para la atención de los hijos y el hogar, así
como apoyo en la carrera académica y atención adecuada en el cuidado de los niños (a
través de redes formales e informales), lo que provoca niveles inferiores de tensión en la
familia. Estas variables (apoyo conyugal y redes de apoyo) serían particularmente
significativas para las mujeres debido a que ellas llevan tradicionalmente mayor
responsabilidad en el cuidado de los hijos que los hombres. Este apoyo conyugal resulta
necesario para las mujeres dedicadas a la ciencia de acuerdo a Fölsing (citado en García,
2005), quien argumenta que “la científica casada necesita una pareja comprensiva, un
marido adecuado para la mujer con una carrera en las ciencias”.
Como se puede apreciar, estas dos posiciones sobre la influencia o no de los roles
tradicionales, los discursos de género y estereotipos en las mujeres que cumplen una doble
jornada, marcan una clara diferencia en la forma en la que la mujer se posiciona en el
mundo laboral y las emociones que su inserción y permanencia le generan, así como los
recursos que dispone para favorecer o no esta doble presencia; de esta manera,
encontramos que en la conciliación de esta doble presencia (trabajo y familia) se generan
diversas emociones en las mujeres, motivo por el cual se desarrolla a continuación un
breve análisis teniendo como soporte teórico la psicología cognitiva a partir de las
aportaciones de Richard Lazarus a la comprensión de las emociones.
Emociones
Los humanos somos seres emocionales que vivimos en una compleja red de relaciones
sociales que influyen en nuestra manera de pensar, de sentir y de actuar, donde las reglas
sociales y costumbres con las que crecemos inciden en nuestro comportamiento social; así,
la cultura influye en nuestras emociones, y lo hace de dos formas: en primer lugar, influye
en la valoración al definir el significado de lo que le está ocurriendo al bienestar de una
persona; este significado a su vez, determina la emoción que “aparecerá”; en segundo lugar,
la cultura nos informa de cómo la emoción debería ser “controlada y expresada” una vez
que ha aparecido (Lazarus, 2000: 244); así por ejemplo, de acuerdo a la situación y el
contexto físico y social en el que nos encontremos expresaremos diversas emociones acorde
a la valoración que la cultura aporta: experimentaremos ansiedad cuando exista una
amenaza existencial, enojo cuando exista una ofensa humillante, culpa cuando se ha
transgredido una prohibición moral; es decir, la cultura define el significado consensual de
lo que es una ofensa humillante, una prohibición moral, etc.
Las emociones que experimentamos van a su vez de la mano con la inteligencia y por lo
tanto son producto del significado personal y cultural que le damos, dependen de aquello
que para nosotros es importante y de las cosas que creemos sobre nosotros mismos y el
mundo en general; “es el significado que le damos a los acontecimientos y a las
condiciones de nuestra vida lo que nos hace sentir enojados, ansiosos, culpables, felices,
orgullosos, etc. …cuando estos significados se ven amenazados, experimentamos ansiedad,
y cuando son edificantes experimentamos felicidad” (Lazarus, 2000: 17).
Richard Lazarus contribuye de manera significativa a la comprensión de las
emociones desde la psicología cognitiva; de acuerdo con él, existe un principio general de
las emociones: tiene que existir un objetivo para que se genere una emoción (por ejemplo
en la emoción del enojo, el objetivo es la protección del propio ego); sostiene que las
emociones cambian a medida que va cambiando el significado personal que se les da
(gracias a las acciones de afrontamiento y el fluir de los acontecimientos), por ejemplo:
cuando se cambia de la emoción del enojo a la culpa, a la ansiedad y al amor, es decir, el
significado personal que atribuimos a los hechos controla la emoción que sentimos y la
manera en que la manejamos; además de que todas las emociones tienen su coste y su
beneficio.
Lazarus parte de la premisa de que cada emoción tiene una trama argumental
característica, la cual revela el significado personal que le asignamos a un acontecimiento,
que a su vez suscita una emoción concreta; las tramas que construimos pueden variar de un
individuo a otro, incluso ante una misma situación. Así, por ejemplo, para experimentar
culpa, “la persona debe sentir que ha transgredido un código moral que ha sido aceptado
por parte de su propio juego de valores. La trama argumental de la culpa es haber
transgredido un imperativo moral; las personas que se sienten culpables no necesariamente
tienen que haber hecho algo moralmente malo, sino creer que lo han hecho” (2000: 79).
Aquí cobran relevancia los discursos de género sobre la identidad femenina (madre
– esposa) en las académicas de alto rendimiento en la conciliación del trabajo y la familia,
¿de qué manera influyen los discursos de género en las emociones que experimentan las
académicas de alto rendimiento al conciliar estas esferas tan demandantes? ¿qué emociones
experimentan? ¿experimentan culpa, orgullo? resulta interesante responder estas preguntas,
ya que este grupo de mujeres se distinguen por estar inmersas en una dinámica de calidad y
competitividad extenuante, la cual exige los más altos estándares de calidad y la inversión
considerable de tiempo.
Centraremos nuestra atención en las emociones que experimentan las mujeres
académicas al conciliar el trabajo y la familia, tema poco explorado en la literatura, ya
que mayormente se encuentran estudios que exploran los sentimientos y emociones de
las mujeres empleadas en general; uno de ellos es el estudio de Brannen (2005) quien
expone los sentimientos y emociones experimentadas por las mujeres empleadas inglesas
frente al “presente extendido” (expansión del trabajo al hogar), de cómo ellas
experimentan la doble jornada, así como la presencia o ausencia de conflicto de roles
(empleada y ama de casa). Sus resultados señalan que el mayor reto de las mujeres
entrevistadas fue la implementación de estrategias para establecer y mantener límites
entre el trabajo y el hogar; destacan que un gran número de mujeres pudieron combinar
estas dimensiones.
Entre los estudios que abordan las emociones que experimentan las académicas
al conciliar el trabajo y la familia destaca el de Chávez (2009) quien plantea que las
académicas enfrentan la complejidad de la vida familiar y la realización profesional
cuando deben de asumirse los roles de madre, “padre”, hija, ama de casa y esposa , lo
cual las enfrenta a serias disyuntivas y a experimentar sentimientos de culpa entre otras
tensiones emocionales, debido a que se “debaten entre compartir la atención de su
familia con el logro de la productividad, eficiencia y competitividad que estos puestos
exigen” (2009: 384). De igual forma, Ortiz y Mejía (2009) destacan la existencia de
sentimientos de culpa en las académicas al momento de estudiar algún posgrado o
especialidad, experimentan sentimientos de deuda con la familia por la dedicación
exhaustiva al estudio restando o sacrificando horas a la familia; este sentimiento de
deuda las autoras lo señalan que bien pudiera interpretarse como de culpa; pero ¿por qué
se experimenta culpa?
Primeramente debemos de partir de que la culpa es una emoción existencial al
igual que la ansiedad-miedo y la vergüenza; son existenciales porque las amenazas en las
que se basan tienen que ver con significados e ideas sobre quiénes somos, nuestro lugar en
el mundo, la vida y la muerte, y la calidad de nuestra existencia (Lazarus, 2000: 63); para
experimentar culpa, la persona debe sentir que ha transgredido un código moral que ha sido
aceptado por parte de su propio juego de valores; en este escenario cobran relevancia los
discursos de género sobre la identidad femenina (esposa – madre), ya que al “transgredir”
los discursos tradicionales sobre los roles que deben cumplir se experimenta culpa; ya que
se ha transgredido un imperativo moral, es decir “un deber ser”. De acuerdo con Lazarus,
las personas que se sienten culpables no necesariamente tienen que haber hecho algo
moralmente malo, sino creer que lo han hecho (2000: 79), de esta forma se puede suponer
que las académicas de alto rendimiento pueden experimentar culpa ante los discursos de
género sobre la identidad femenina (esposa – madre).
Consideraciones finales
La educación superior en México ha tenido diversos cambios y transformaciones, una de
ellas la incorporación y participación de las mujeres en las instituciones de educación
superior, espacio hasta hace algunas décadas privilegio de los hombres, vinculado
estrechamente a la división de roles estereotipados de género (Bustos, 1988; 1994). La
trayectoria académica destacada de un porcentaje significativo de ellas les ha valido
múltiples reconocimientos de diversos programas federales, uno de ellos del Sistema
Nacional de Investigadores del CONACYT, el cual las posiciona como académicas de alto
rendimiento dado su alto nivel de producción científica y tecnológica, las cuales
representan una beta interesante de exploración ya que representan a un conjunto de
mujeres con actividades profesionales altamente exigentes y absorbentes en términos de
formación y dedicación.
El proyecto de investigación explora a las mujeres académicas de alto rendimiento
de la Universidad Autónoma de Nuevo León reconocidas por el Sistema Nacional de
Investigadores (SNI), de las cuales nos interesa explorar la forma en que concilian dos
esferas altamente demandantes (su trabajo y su familia) y las emociones que experimentan
producto de esta conciliación, especialmente ante los discursos de género sobre la identidad
femenina (madre - esposa); en particular, si experimentan la emoción de la culpa al
conciliar sus roles de esposa, madre y académica de alto rendimiento, así como el papel que
juega la familia, como fuente de apoyo o de estrés. La investigación forma parte del
proyecto de investigación titulado: “Relaciones laborales y su impacto en la salud
psicofísica de mujeres científicas de alto rendimiento en universidades” del cuerpo
académico UANL-CA-235; proyecto financiado por CONACYT.
Resulta pertinente realizar esta investigación que explora a este grupo de mujeres
que posee los más altos niveles de productividad y calidad académica en sus interacciones
con su pareja, sus hijos, porque pudiéramos pensar que construyen otro tipo de relaciones
más horizontales con su pareja, de colaboración y apoyo, en donde las relaciones de poder
están más equilibradas, donde existe empoderamiento de las académicas; en este escenario
interesa explorar la forma en que ellas perciben a su familia, su núcleo familiar, si lo
perciben como una fuente de apoyo o una fuente de conflicto, la manera como han
construido sus relaciones y dinámicas familiares a partir de su doble jornada, así como la
influencia del ciclo de vida de la familia en su desempeño profesional y las emociones que
se generan al conciliar el trabajo y la familia.
La perspectiva de género reconoce que la mujer se incorporó al mercado de trabajo
y a otros espacios públicos sin dejar de atender las tareas socialmente asignadas (la
responsabilidad de las tareas del hogar, el cuidado de los hijos y de las personas ancianas o
enfermas, entre otras), tareas domésticas que forman parte del rol tradicional asignado a las
mujeres a través de procesos de socialización diferencial en función del sexo, las cuales
muchas de las veces, inciden en las trayectorias laborales de las mujeres empleadas (en su
acceso y permanencia al trabajo, su promoción laboral, su salario, entre otras), pero ¿ésta
situación la experimentan las académicas de alto rendimiento?, ¿de qué manera concilian
dos esferas altamente demandantes como lo son el trabajo y la familia?, ¿existe conflicto en
este sector distinguido por poseer los máximos estándares de calidad, donde su labor se
caracteriza por ser absorbente en términos de tiempo y exigente en términos de cantidad y
calidad de su producción científica?
Resultan interesantes estas interrogantes para este grupo de mujeres, ya que como
pudimos observar en el apartado de conciliación trabajo – familia, la situación que
enfrentan las mujeres académicas es ambivalente de acuerdo a la literatura, por una parte
enfrentan dificultades para conciliar la actividad científica con las responsabilidades
familiares y los roles de género, mientras que por otro lado perciben a la familia como una
muy importante fuente de apoyo ante situaciones laborales muy estresantes. Nuestra
posición al respecto considera que existen factores que pueden incidir en la existencia o no
de conflicto al conciliar el trabajo y la familia, así como de las emociones que experimentan
las académicas de alto rendimiento producto de dicha conciliación, los cuales son: el ciclo
de vida (Izquierdo et al. 2004; García, 2007; Martínez et al. 2009), la estructura (Solé y
Parella, 2004; ) y dinámica familiar (Dhooper y Byars, 1989; Agbayani y Jones, 1997;
Brannen, 2005; O’Laughlin & Bischoff, 2005; Ortíz y Mejía, 2009; entre otros); este
planteamiento se encuentra desarrollado en la tesis en progreso…
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