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Retornos del marx rechazado

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Abstract

Karl Marx (1818-1883) es el teórico que mejor ha explicado cómo funciona y por que no funciona el capitalismo. Sin embargo, la lectura de su obra cumbre, El Capital, no es una tarea fácil. En este texto se reflexiona acerca de los factores que dificultan al lector esta tarea, así como la importancia de recuperar una obra que analiza los orígenes y que propone la lucha contra la injusticia social inherente al capitalismo. Abstract Karl Marx (1818-1883) is the theoretician who has better explained how and why the Capitalism does not work. Nevertheless, the reading of its work summit, The Capital, is not an easy task. In this text the author reflects about the factors that make difficult this task to the reader as well as the importance of recovering a work that analyzes the origins and proposes to fight against the social injustice inherent to capitalism.
ABRA 37-38, 2007-2009 – 45
RETORNOS
DEL MARX
RECHAZADO Hernán Alvarado
Ugarte*
Abstract: Karl Marx (1818-1883) is the
theoretician who has better explained how
and why the Capitalism does not work. Ne-
vertheless, the reading of its work summit,
The Capital, is not an easy task. In this text
the author reflects about the factors that
make difficult this task to the reader as
well as the importance of recovering a
work that analyzes the origins and pro-
poses to fight against the social injustice
inherent to capitalism.
Key Words: Karl Marx, marxism, political
economy, capitalism, merchandise, capital
*Sociólogo y economista. Profesor de economía política en la Escuela de Economía de la Univer-
sidad Nacional. Correo electrónico: pampirol@racsa.co.cr.
1 El autor ha encontrado inspiración para este artículo en tres compañeros de estudio, apasionados
lectores de El Capital: Adolfo Rodríguez Herrera (quien se tomó el trabajo de mejorar el estilo), Fred
Herrera Bermúdez y Alejandro Ramos Martínez. Además agradece a Carlos Francisco Monge su
lectura crítica y sus sugerencias filológicas.
2 www.radiogigante800am.com.
Resumen: Karl Marx (1818-1883) es el teó-
rico que mejor ha explicado cómo funciona
y por qué no funciona el capitalismo. Sin
embargo, la lectura de su obra cumbre, El
Capital, no es una tarea fácil. En este texto
se reflexiona acerca de los factores que
dificultan al lector esta tarea, así como
la importancia de recuperar una obra que
analiza los orígenes y que propone la
lucha contra la injusticia social inherente
al capitalismo.
Palabras clave: Karl Marx, marxismo,
economía política, capitalismo, mercan-
cía, capital.
Introducción1
El 14 de marzo de este año se
cumplieron 125 años de la
muerte de Karl Heinrich Marx en
Londres (1818-1883), y el pasado
5 de mayo 190 de su nacimiento en
Tréveris, Prusia. Salvo una entre-
vista que le hizo Radio Gigante2
a Adolfo Rodríguez Herrera, y un
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artículo que publicó La Nación (ape-
nas digno de la tumba adonde el
periodista pretende haber enviado
las ideas de este filósofo alemán),
no supe de nadie que mencionara
en Costa Rica alguno de los dos
acontecimientos. ¿Será esto parte
de la humana ingratitud que nos ca-
racteriza? Tal vez no falte quien crea
que el fin del “socialismo real” sig-
nificó también la muerte de Marx,
ni quien insista en que Marx es el
culpable de todas las atrocidades
que se pudieron cometer, en nom-
bre de la causa obrera, durante la
hiper-ideologizada “guerra fría”3.
Este autor ha sido tan mal leído en
este país, que no ha faltado quien
le atribuya la idea de que la lucha
de clases es el motor de la historia,
aunque él mismo aclaró que era
una verdad descubierta por la his-
toriografía inglesa4.
Es probable que en los albores
del siglo XXI, Marx sea más “cono-
cido” que Aristóteles, que Hegel, o
que Kant o Descartes, para referir
solo a los más famosos filósofos
europeos. Seguro que ha sido más
publicado que todos ellos juntos,
como corresponde a uno de los más
influyentes filósofos occidentales
que ha tenido esta humanidad, tan
apasionada por lo que no se sabe.
Solo si se cuenta a los que se dije-
ron marxistas y a los que se adhi-
rieron en su momento a regímenes
que se decían socialistas, se trata
de mucha gente más o menos in-
fluenciada por las ideas de este
hombre excepcional. Probablemen-
te porque Marx intentó, además de
pensar, comunicar su descubri-
miento a quienes de verdad impor-
taba: al mayor número posible. Gra-
cias a ello hoy se puede volver
sobre algunas dificultades que la
desmesura de esa empresa sigue
enfrentando5.Marx ha sido el filóso-
fo político occidental que más con-
tradicciones ha develado, el que
más ha dado de qué hablar y pen-
sar, el que mejor ha explicado cómo
funciona y por qué no funciona el
capitalismo, al punto que Jacques
Lacan dice que él es su fundador,
como problema filosófico, claro
está, y hasta se permite hacer una
interpretación (psicoanalista al fin)
con el orgullo de haber leído en serio
El Capital, aunque comente sobre
todo sus primeros cuatro capítulos6.
3 Como para no recordar aquí que: “La ecología de la acción nos indica que toda acción escapa cada
vez más a la voluntad de su autor a medida que entra en el juego de las interretroacciones del medio
en el que interviene. Así, la acción no sólo corre el riesgo de fracasar, sino también de que su sentido
se vea desviado o pervertido”. Morin, E (2006) El método. Ética. Madrid: Cátedra, pág. 47. Por lo
demás, horrores no es lo que tiene que envidiar la clase capitalista al “socialismo real”.
4 El Capital responde mejor a la pregunta: ¿por qué eso es así?
5 El mismo Marx no quedó nunca satisfecho con su obra intelectual. “Se dice que tres años antes de
su muerte, al ser interrogado acerca de la eventual publicación de sus obras completas, respondió
secamente: ‘Primero habría que escribirlas’ ”. Martín Nicolaus, “El Marx desconocido”, en Marx, K
(1977) Elementos fundamentales para la crítica de la Economía Política (Grundrisse) 1857-
1858. Madrid: Siglo XXI, p. XI.
6 “Lo que Marx denuncia en la plusvalía es la expoliación del goce. Y sin embargo, esta plusvalía es
la expoliación del goce, su equivalente del plus de goce… (p. 85)”. “Marx, si no hubiera contabilizado
este plus de goce por ese empeño suyo en castrarse, si no hubiera hecho de él, la plusvalía, en otros
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Una prescripción ineludible
A propósito, tal vez no debería
haber ciudadanos en una sociedad
capitalista que no hubieran leído,
cuando menos, esos pocos capítu-
los de esa “obra artística” (como le
llamará Federico Engels)7. No de-
bería haber filósofo que se queda-
ra sin leerlos, ni economista, ni so-
ciólogo, ni antropólogo, ni
historiador, ni científico del campo
que sea, y en especial, ningún obre-
ro y ninguna obrera, porque a ellos
es dedicada, en la persona de Wil-
hem Wolff (1809-1864). Pese a las
dificultades o las resistencias por
superar, ninguna persona debería
quedarse sin pasar sus ojos antes
de morir, por lo menos una vez,
sobre esas 100 páginas, porque
hay allí un conocimiento indispen-
sable para cualquiera que tenga
que sobrevivir en una sociedad capi-
talista8. Para los capitalistas debería
ser cuestión de astucia, porque Marx
es el mejor defensor que ha tenido el
capitalismo. Para los marxistas, mar-
xólogos y demás especies revolucio-
narias, debería ser obligatorio, por-
que Marx es quizá el mejor crítico de
este sistema socioeconómico. Abo-
na a la justificación de esta prescrip-
ción socio-educativa el criterio de
términos, si no hubiera fundado el capitalismo, se habría dado cuenta de que la plusvalía es el plus de
goce”. Lacan, J (1992) El reverso del Psicoanálisis. El Seminario 17. Barcelona: Paidós, p. 113.
“Plus de goce” que, asociado al “objeto a”, constituye uno de los más significativos aportes de Lacan
a “nuestra investigación” (del ser humano). Gilberto Hernández me recuerda, a propósito, que se
convierte en mercancía lo que excede la necesidad de su dueño, lo que no es para éste una “necesi-
dad vital”; la demanda que se dirige hacia ese objeto se funda en la falta que el demandante cree
llenar con lo que al otro le sobra. Puesto que esa falta subjetiva (sea necesidad o deseo) no se puede
llenar con ningún objeto exterior, el consumo de mercancías nunca sacia (aunque, como las drogas,
ofrezca un alivio momentáneo). ¿No se ve en eso un hueco que se hace más grande cuantos más
objetos se usan para taparlo? Esa es la causa de la adicción consumista, un plus de goce que sostie-
ne subjetivamente el capitalismo. Eso del lado del comprador, donde se trata de la subjetividad idó-
nea para un sistema como el capitalista que, del lado del oferente, del vendedor, pone el deseo
infinito de acumulación (¿movido por otro plus de goce?), de transformación de plusvalía en más y
más capital (crematística, según Aristóteles). Sin embargo, no hay que olvidar que, aunque esto tiene
expresión subjetiva en la figura del capitalista, es ante todo y en primer lugar una fuerza social e
histórica objetiva, algo que se modifica solo de manera social e histórica. Por lo cual, ciertamente, el
capitalismo, como dice Gilberto, se basa en poder jugar con la falta (ajena, siempre), su estrategia es
hacer comprar al otro, de por sí sujeto a la ilusión de que el vendedor tiene el objeto que le falta. Es
probable que un piel roja se preguntaría en este caso: ¿cuántos desencantos requerirá el cara pálida
antes de desengañarse de verdad?
7 Estoy sugiriendo un mínimo irreductible, no un mínimo idóneo, que me parece que abarcaría por lo
menos hasta el capítulo 7. Sin embargo, ha sido de mucha ayuda complementar la lectura del capítu-
lo IV, con el capítulo XVII, del tomo I, volumen 2, sobre la transformación del valor y precio de la fuerza
de trabajo en salario. Lo cual no es inocente, para una lectura de la mercancía que se «deconstruye»
en el caso de la mercancía ficticia que Marx llama “fuerza de trabajo” (una de las tres identificadas
por Polanyi). Ver Polanyi, K (1992) La gran transformación. Los orígenes políticos y económicos
de nuestro tiempo. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, p. 77. Las otras dos mercancías
ficticias, según este autor son “tierra y dinero”. Esta importante referencia fue cortesía de Henry Mora.
8 “Ese destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos por qué se exterminan los búfalos,
se dominan los caballos salvajes, y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas con cables
parlantes. ¿Dónde está el bosque? ¡Destruido! ¿Dónde está el águila? Desapareció. Termina la vida
y comienza la lucha por la supervivencia.” En la famosa carta de 1854 del Jefe Piel Roja al Gran Jefe
Blanco de Washington.
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uno de los más connotados filósofos
contemporáneos, Jacques Derrida:
“Será siempre un fallo no leer y
releer y discutir a Marx. Es de-
cir, también a algunos otros –y
más allá de la ‘lectura’ o de la
‘discusión’ de escuela-. Será
cada vez más un fallo, una falta
contra la responsabilidad teóri-
ca, filosófica, política. Desde el
momento en que la máquina de
dogmas y los aparatos ideológi-
cos ‘marxistas’ (Estados, parti-
dos, células, sindicatos y otros
lugares de producción doctrinal)
están en trance de desaparición,
ya no tenemos excusa, sola-
mente coartadas, para desen-
tendernos de esa responsabili-
dad. No habrá porvenir sin ello.
No sin Marx. No hay porvenir sin
Marx. Sin la memoria y la heren-
cia de Marx: en todo caso de un
cierto Marx: de su genio, de al
menos uno de sus espíritus.
Pues ésta será nuestra hipóte-
sis o más bien nuestra toma de
partido: hay más de uno, debe
haber más de uno9.
No hay camino fácil
Desde luego que no se indica un
camino fácil10. Para Marx, la acce-
sibilidad de su texto para la clase
obrera era una consideración que
prevalecía “sobre cualquier otra”,
pero sabía que “el método de aná-
lisis empleado”… “que hasta el pre-
sente no había sido aplicado a las
cuestiones económicas, hace que
la lectura de los primeros capítulos
resulte no poco ardua”. Nada pue-
de hacer contra ese inconveniente,
dice, “salvo advertir y prevenir acer-
ca de él a los lectores que buscan
la verdad” que solo serán aquellos
“que no teman fatigarse al escalar
por senderos escarpados”11.
Marx sabía que “la comprensión
del primer capítulo, y en especial de
la parte dedicada al análisis de la
mercancía, presentará… la dificul-
tad mayor”12. Ese capítulo es un
resumen del contenido de su traba-
jo de 1859 (al que se refiere en la
primera nota de El Capital)13; con-
fiaba el autor en que “Se ha mejo-
rado la exposición”, puesto que, en
definitiva, le ha “…dado el carácter
9 Derrida, J. (1995) Espectros de Marx. El estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva
internacional. Madrid: Trotta, p. 27.
10 Freud da al respecto un testimonio de excepción: “La otra oposición ha de tomarse mucho más en
serio, y por cierto que en este caso lamento muchísimo la insuficiencia de mi orientación. Conjeturo
que ustedes saben más que yo acerca de este asunto, y hace tiempo que habrán tomado posición a
favor o en contra del marxismo. Las indagaciones de Karl Marx sobre la estructura económica de la
sociedad y el influjo de las diversas formas de economía en todos los ámbitos de la vida humana se
han conquistado en nuestra época una autoridad indiscutible. Desde luego, yo no puedo saber hasta
donde aciertan o yerran en los detalles. Me entero que tampoco le resultan fácil a otros, mejor infor-
mados.” Freud, S (1991) Obras completas XXII. Buenos Aires: Amorrortu, p.163. Lo cual no le impi-
de entrar a polemizar con alguna de las tesis que le parece de Marx.
11 Frases del “Prólogo y epílogo a la edición francesa”; Londres, 18 de marzo de 1872.
12 “Prólogo a la primera edición”.
13 La famosa “Contribución a la crítica de la Economía Política”.
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más popular posible a lo que se
refiere más concretamente al
análisis de la sustancia y mag-
nitud del valor”.
Pero sigue insatisfecho, sabe
que algo no marcha, a pesar de to-
dos sus esfuerzos. Ora lo atribuye
a la dificultad de analizar la “célula”
en vez del “organismo desarrolla-
do”, ora a que “cuando analizamos
las formas económicas, por otra
parte, no podemos servirnos del
microscopio ni de reactivos quími-
cos. La facultad de abstraer debe
hacer las veces del uno y los
otros”14. Finalmente, va a compren-
der que hay algo en la mercancía
que confunde a cualquiera, algo
objetivo que dificulta su apropiación
subjetiva, que resiste en esa forma,
cual fenómeno objetivo que se im-
pone casi sobre cualquier inteligen-
cia. Se insinúa ahí el descubrimien-
to del “carácter fetichista” propio de
la forma mercancía que adopta el
producto del trabajo15, cuya causa
Marx encuentra en la peculiar divi-
sión del trabajo de la sociedad pro-
ductora de mercancías, donde las
relaciones sociales entre los pro-
ductores se presentan como “lo que
son”: no como una relación entre
personas, sino como una relación
objetiva entre sus productos16.
Los sujetos del intercambio no
saben lo que hacen, se someten a
la ley social del intercambio mer-
cantil, a la ley de equivalencia que
se les impone sobre su voluntad
y se inscribe, sin saberlo, en su
propia conciencia17
14 “Prólogo a la primera edición”.
15 Marx, K (1980) El Capital. Crítica de la economía política. México: Siglo XXI, p. 87.
16 “Nuestros poseedores de mercancías descubren, pues, que la misma división del trabajo que los
convierte en productores privados independientes, hace que el proceso de producción y las relacio-
nes suyas dentro de ese proceso sean independientes de ellos mismos, y que la independencia
recíproca entre las personas se complemente con un sistema de dependencia multilateral y propio de
cosas” (cursivas en el texto) (Marx, op. cit., p. 131). El hecho es que los productores están divididos,
separados, y su trabajo solo alcanza carácter social, se constituye como parte del trabajo social, al
intercambiar sus productos que aparentan ser así los protagonistas de la escena, en vez de los
sujetos mismos. Estos sujetos son personas reducidas a agentes de una acción económica determi-
nada, o sea, reducidas a personajes con “máscaras económicas”, como figuras sociales determina-
das (sujetas a ley) y determinantes (causantes), no son “individuos” con nombre y apellido. El mayor
trastorno es que, en la sociedad mercantil capitalista, la mercancía, el dinero, el capital, se presentan
a su vez como causantes, como agentes de la acción económica, que no es otra cosa que la realidad
puesta de cabeza (realidad invertida que da lugar a todo tipo de quid pro quo); por eso hay momentos
en que se refiere a ellos con la misma categoría de sujeto; por eso el análisis crítico tiene que develar
lo real a partir de la apariencia de la realidad. Sobre el origen de la categoría “fetichismo” ver:
Assoun, P-L (1995) El fetichismo. Buenos Aires: Nueva Visión.
17 “¿Qué pensar de una ley que solo puede imponerse a través de revoluciones periódicas? No es
sino una ley natural, fundada en la inconsciencia de quienes están sujetos a ella”. Palabras de Engels
citadas por Marx (1980), op. cit., p. 92, nota 28. Marx aporta dos fórmulas maravillosas para dar
cuenta de tal inconsciencia, asociadas a la forma mercantil. Una que anticipa el inconsciente freudia-
no, a propósito de una cita de Benjamín Franklin sobre el trabajo: “No lo sabe, pero lo dice” (idem., p.
63). Otra, más próxima al inconsciente marxiano: “No lo saben, pero lo hacen” (idem, p. 90). Como lo
viera en su momento Gramsci, este hacer implica un saber y por tanto se trata de un no saber suscep-
tible de consciencia.
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Una dificultad de partida
Marx comienza con el análisis de
la “mercancía individual” lo que lla-
ma “nuestra investigación”18. El
objeto es el punto de llegada de
todo proceso y también del proce-
so de investigación19. La mercan-
cía es el descubrimiento de la in-
vestigación marxiana, su punto de
llegada. El análisis de la mercancía
presenta el resultado de ese traba-
jo teórico. Se invita al lector a se-
guir el despliegue de la mercancía,
en la medida en que es una con-
densación de los procesos cuyas
leyes se desea revelar. Pero ¿es
esto empezar la exposición? ¿La
exposición no sería más bien la
comunicación de ese resultado una
vez logrado como objeto reconoci-
do? ¿Tal exposición para el públi-
co debe comenzar asimismo por
la mercancía?
Marx comienza El Capital, el
tema de su libro, por la mercancía.
Ese punto de llegada, que permite
al autor apuntalar su poderoso pen-
samiento en el más corriente de los
objetos mundanos ¿será también el
mejor punto de partida de la expo-
sición para otro? La pregunta no es
banal porque ese inicio puede ser
problemático para el lector, ya que
su trabajo de lectura comienza por
el final de la investigación de Marx,
quien sabía que:
“Ciertamente, el modo de expo-
sición debe distinguirse, en lo
formal, del modo de investiga-
ción. La investigación debe apro-
piarse pormenorizadamente de
su objeto, analizar sus distintas
formas y desarrollo y rastrear su
nexo interno. Tan solo después
de consumada esa labor, puede
exponerse adecuadamente el
movimiento real. Si esto se lo-
gra y se llega a reflejar idealmen-
te la vida de ese objeto, es posi-
ble que al observador le parezca
estar ante una construcción
apriorística”20
Exponer el movimiento real sig-
nifica reflejar idealmente la vida del
objeto. Ese movimiento y esa vida
son procesos que lo anteceden y
engloban, que dan cuenta por tan-
to del objeto mismo, de su desa-
rrollo, del nexo interno entre sus
18 En la sección I de El Capital (“Mercancía y dinero”) hay tres capítulos: el primero dedicado a la
mercancía, el segundo al proceso de intercambio y el tercero al dinero.
19 “Lo que para Marx califica a la mercancía como célula originaria es el hecho de que la forma
mercancía es un fenómeno económico a partir del cual una línea continua histórico-genética conduce
hasta el capital y el capitalismo, así como el hecho de que la forma mercantil es en el mecanismo del
capitalismo desarrollado la forma económica elemental cuya captación es presupuesto de la com-
prensión de las formas económicas más complicadas del capitalismo (Marx, como dice Lenin, descu-
bre en la mercancía todas las contradicciones o los gérmenes de todas las contradicciones de la
sociedad capitalista)”. Zeleny, J (1978) La estructura lógica de “El Capital” de Marx. México: Grijal-
bo, p. 67. Marx no pudo ser más explícito al respecto: “Por lo demás, en la mercancía, están implícitas
ya la cosificación de las determinaciones sociales de la producción y la subjetivación de las bases
materiales de la producción, que caracterizan a todo el modo capitalista de producción”. Marx, El
Capital, op. cit., tomo III, volumen 8, p. 1117.
20 Del “Epílogo a la segunda edición”.
HERNÁN ALVARADO UGARTE
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componentes. El objeto es el fin y
éste es lo que ordena las activida-
des que constituyen el proceso eco-
nómico, que siempre consiste en un
conjunto de actividades con arreglo
a fin. El proceso tiene la forma
efervescente y evanescente de
una serie de actividades, mientras
el objeto tiene la forma reposada
del ser.
Asimismo lo veía Marx. Para ex-
poner ese objeto en su transforma-
ción hay que referirse al proceso, a
la praxis transformadora que crea
y recrea tanto el objeto real como
su representación: el objeto imagi-
nado y pensado que más o menos
le corresponde. El objeto debería
ser expuesto, entonces, en relación
con el proceso que lo hace posible
y necesario21. Algo que sería lo más
coherente con una “filosofía de la
praxis” (así interpretaba Antonio
Gramsci la filosofía de Marx), para
la cual al principio está el acto, no
el objeto ni su concepto22.
Ahora bien, abrir la cuestión de
la praxis implica tomar en cuenta el
sujeto activo (el agente) de ese pro-
ceso transformador23 y su relación
con el objeto, como sucede, por
ejemplo, tanto en el capítulo II, so-
bre el proceso de intercambio, que
se abre con la introducción de los
sujetos del intercambio, comprador
y vendedor, con todo y contrato;
como en el capítulo V, sobre el pro-
ceso de producción capitalista (pro-
ceso de trabajo y proceso de valo-
rización), donde el sujeto es por un
lado el trabajo humano24, y por el
otro el valor que se valoriza, “suje-
to automático” que no solo se inde-
pendiza de sus formas objetivas,
mercancía y dinero25, sino también
de los sujetos sociales (capitalista
y obrero), cuyas subjetividades se
someten a su finalidad. En el caso
21 Por tanto, en este sentido, tal vez lo mejor sea comenzar por el proceso de intercambio, con el
capítulo II, seguir luego con la mercancía y culminar la sección I con el análisis del dinero.
22 De prime abord, yo no arranco nunca de los ¢conceptos¢, ni por tanto del ¢concepto del valor¢…
Yo parto de la forma social más simple en que toma cuerpo el producto del trabajo en la sociedad
actual, que es la ¢mercancía¢. Analizo ésta, y lo hago fijándome ante todo en la forma bajo la cual se
presenta”. “Glosas marginales al ¢Tratado de Economía política¢ de Adolfo Wagner”. En Marx, K
(1976) El Capital. Crítica de la economía política. Bogotá: Fondo de cultura, Tomo I, p. 713. Aunque
“la” mercancía sea, como se verá enseguida, un objeto teórico o una ficción metodológica.
23 Tal como lo indica Marx en la I tesis sobre Feuerbach, donde afirma que el “sujeto activo” ha sido
desarrollado por el idealismo, lo cual es un reto para el materialismo.
24 “Mantengámonos dentro de los límites del intercambio mercantil, donde los vendedores son com-
pradores y los compradores vendedores. Nuestra perplejidad proviene, tal vez, de que solo hemos
concebido las personas en cuanto categorías personificadas, no individualmente”. Marx (1980), op.
cit., p. 198. También ha caracterizado al capitalista de la siguiente manera: “En su condición de vehí-
culo consciente de ese movimiento, el poseedor de dinero se transforma en capitalista. Su persona, o
más precisamente su bolsillo, es el punto de partida y de retorno del dinero. El contenido objetivo de
esa circulación –la valorización del valor- es su fin subjetivo, y sólo en la medida en que la creciente
apropiación de la riqueza abstracta es el único motivo impulsor de sus operaciones, funciona él como
capitalista, o sea, como capital personificado, dotado de conciencia y voluntad”. Marx, idem., p. 187.
25 “Pero, en realidad, el valor se convierte aquí en el sujeto de un proceso en el cual, cambiando
continuamente las formas de dinero y mercancía, modifica su propia magnitud, en cuanto plusvalor se
desprende de sí mismo como valor originario, se autovaloriza” (cursivas son del texto). Marx, K, op.
cit., p. 188.
Retornos del Marx rechazado
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paradigmático de la transformación
del dinero en capital (capítulo 4), el
punto crucial es la mercancía “fuer-
za de trabajo”, la cual “solo puede
aparecer en el mercado en la me-
dida y por el hecho de que su pro-
pio poseedor –la persona a quien
pertenece esa fuerza de trabajo- la
ofrezca y la venda como mercan-
cía26. Es el obrero, tratándose a sí
mismo como un objeto “exterior” de
su propiedad, como si fuera una
mercancía, el que hace entonces
posible la transformación del dinero
en más dinero, más allá de las con-
diciones históricas que le obligan a
hacerlo o se lo hacen posible.
Ha sido teóricamente fecundo
que Marx haya comenzado su ex-
posición por la mercancía, y el aná-
lisis de ésta por el “objeto exte-
rior”27, para deducir de allí, de
manera lógicamente impecable, las
leyes del sistema capitalista, hasta
sus últimas consecuencias: la cri-
sis y la destrucción de sus fuentes
de riqueza, la naturaleza y el traba-
jo28. Demuestra con ello que efecti-
vamente la mercancía es una “sín-
tesis de múltiples determinaciones,
por tanto, unidad de lo diverso”29,
es decir, lo concreto de la sociedad
capitalista. Pero el lector de El Ca-
pital comienza, entonces, por el “ob-
jeto exterior”, por la cosa termina-
da del proceso, y no por el proceso
que implica al sujeto. Puede que
sea esto lo que da a su exposición
esa apariencia “apriorística” que
temía, ya que después, partiendo
del análisis del objeto, Marx co-
mienza a mostrar, poco a poco, la
vida que éste tiene: los procesos
de intercambio, producción, con-
sumo, reproducción y acumula-
ción que supone30.
La conclusión es que el “trabajo
muerto”, socialmente creado y acu-
mulado infinitamente como riqueza
privada de unos pocos, bajo la for-
ma del capital fijo, sojuzga al “tra-
bajo vivo” actual, presente, extra-
yendo de él, como un “autómata
autócrata”31, todo el vigor que le
26 Marx, op. cit., p. 203.
27 Andrés Barreda, de la UNAM-México, en un seminario que impartió en Costa Rica, en la Universi-
dad Nacional, invitado por la Facultad de Ciencias Sociales, el 10 de junio del 2008, destacó el tema
de la exterioridad de la naturaleza física como una genialidad hegeliana.
28 Esto lo volvió a recordar no hace mucho tiempo Franz Hinkelammert. Y es una piedra de toque
para la revisión crítica que propone, junto con Henry Mora en: Hinkelammert, F; Mora, H (2005) Hacia
una economía para la vida. San José: DEI.
29 Marx (Grundrisse), op. cit., p. 21.
30 Para algunas inteligencias, no pocas, ese discurso funciona, para otras muchas no. Que funcione
es también sintomático, significa que es posible, para el caso específico de la sociedad capitalista,
presentar los objetos como si tuvieran vida propia, como si fueran autógenos, como si fueran sujetos
(para Marx lo son en ese marco histórico, otro rasgo de su genialidad). Zizek nos recuerda que, según
Lacan, Marx “inventó el síntoma”, que en rigor es “un elemento particular que subvierte su propio
fundamento universal, una especie que subvierte su propio género”; en Zizek, S (1992) El sublime
objeto de la ideología. México D.F.: Siglo XXI, pág. 47. Eso solo es posible en una realidad enaje-
nada o ajena a las personas que la crean y la creen, realidad social que se les impone para que
actúen tal cual lo hacen. Discurso inaceptable, en correspondencia, para lo que llamo el punto de
vista del piel roja, fascinado no por los objetos exteriores, físicos e inanimados, sino por las cosas
íntimas y animadas de la naturaleza…
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permite conservarse y crecer, pues
no hace más que absorber plustra-
bajo (trabajo ajeno impago) y plus-
valía (plusproducto en forma de di-
nero). Las consecuencias finales de
ello son graves, especialmente para
la clase trabajadora32 pero repre-
sentan a su vez, como humanidad,
la oportunidad de avanzar hacia el
“reino de la libertad”. Marx no vio
otro camino hacia la libertad que
superar o atravesar el capitalismo,
por el desarrollo avasallante de las
fuerzas productivas que ese modo
de producción desata, dado que es
un sistema que enlaza el incentivo
monetario de la “ganancia extraor-
dinaria” con el cambio tecnológico.
Sabía muy bien, leído después por
Rosa Luxemburgo, que un sistema
así, tal megamáquina, no cesaría
de expandirse y “globalizarse”, aun-
que probablemente no más allá de
este planeta33.
Nótese que todo eso es lo que
estaría implícito en la mercancía “in-
dividual”, artificio metodológico que,
pese a su utilidad epistemológica y
didáctica, no se sostiene más allá
de cuatro párrafos34, porque no
existe en la práctica, ni en la lógica,
una mercancía aislada; para que
haya mercancía se requiere por lo
menos dos mercancías, una que se
juegue en el lugar de objeto de in-
tercambio y otra en el lugar de me-
dio de intercambio. Esto Marx lo supo
mejor que nadie35. En resumen,
31 Expresión rescatada por Fred Herrera Bermúdez, en sus borradores de tesis, la cual, junto con la
figura del “vampiro polimorfo”, relativa al capital financiero, le permiten reconstruir, teatralmente, la
dialéctica de los principales personajes capitalistas implicados en toda crisis de acumulación.
32 “La ley, finalmente, que mantiene un equilibrio constante entre la sobrepoblación relativa o ejército
industrial de reserva y el volumen e intensidad de la acumulación, encadena el obrero al capital con
grillos más firmes que las cuñas con que Hefesto aseguró a Prometeo en la roca. Esta ley produce
una acumulación de miseria proporcionada a la acumulación de capital. La acumulación de riqueza
en un polo es al propio tiempo, pues, acumulación de miseria, tormentos de trabajo, esclavitud, igno-
rancia, embrutecimiento y degradación moral en el polo opuesto, esto es, donde se halla la clase que
produce su propio producto
como capital”. Marx, El Capital, op. cit., vol. 3, cap. XXIII, p. 805.
33 Ver Luxemburgo, R (2008) La acumulación de capital. Madrid: Utopía libertaria.
34 En realidad, “la mercancía individual” sólo sirvió para presentar el valor de uso (“La mercancía es,
en primer lugar, un objeto exterior”), porque muy pronto se trata de que “en primer lugar, el valor de
cambio se presenta como relación cuantitativa, proporción en que se intercambian valores de uso de
una clase por valores de uso de otra clase, una relación que se modifica constantemente según el
tiempo y el lugar”. Marx, K, op. cit., p. 45. Lo que implica que ya hay por lo menos dos mercancías en
la escena.
35 En la práctica, la mercancía es generalmente más de una, es una serie de objetos iguales, un
ejemplar de un tipo de objeto: pares de zapatos, pantalones, kilos de pan; lo cual está implicado en el
aspecto cuantitativo del “no valor de uso” (Marx), que se produce para satisfacer las necesidades de
otros y que constituye un volumen socialmente determinado. Cada mercancía singular es, no obstan-
te, una mercancía individual o separada de esa serie; el lote de mercancías o la “mercadería” se
vende y se contabiliza una por una. Hay pues una, que no es única, que solo existe como mercancía
“individual” si se supone el “inmenso cúmulo” del que forma parte, como representante elemental de
esa riqueza. Una vez que existen otras, cada mercancía es ciertamente “individual”. En cuanto repre-
sentante del conjunto de las mercancías cada mercancía “individual” supone ya, para su compren-
sión, un cierto grado de abstracción, un mínimo de capacidad simbólica, para pasar de las mercan-
cías o de una mercancía a la mercancía como objeto particular construido abstractamente, mediante
el pensamiento.
Retornos del Marx rechazado
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partir de lo más concreto en la ex-
posición implica iniciar el discurso,
paradójicamente, de la manera más
abstracta posible36.
Véase, finalmente, en el texto
marxiano, cómo emerge la punta de
la dificultad de marras. Después de
justificar el análisis de la mercan-
cía individual como forma elemen-
tal de la riqueza en las sociedades
donde predomina el modo de pro-
ducción capitalista, Marx inicia su
minuciosa partición. Así que la
mercancía es, “en primer lugar”,
un “objeto exterior”, una “cosa que
merced a sus propiedades satis-
face necesidades humanas del
tipo que fueran”.
Pero nótese que ya en el segun-
do párrafo Marx tuvo que vérselas
con una cosa que no es exterior:”la
necesidad humana”. Su discurso
choca ahí con un supuesto sujeto
de la necesidad y del deseo, sujeto
que acto seguido es neutralizado:
esas necesidades son del “tipo que
sean”, no importa si se originan en
el “estómago” o en la “fantasía”; no
importa, para el análisis de la mer-
cancía individual, si se trata de un
“objeto de disfrute” o de un “medio
de producción”, lo cual implica tam-
bién la existencia de procesos de
producción y consumo presentes en
ese objeto exterior que también
quedan en suspenso37.
Esa necesidad de la que Marx
habla no más al inicio de su obra,
es también abstracta38. Tanto por-
que es general, o sea, “humana”,
como porque no importa su natura-
leza. Así, pues, introduce, para
36 Cabe conjeturar que Marx se aferra a esa estrategia expositiva en honor a Hegel, su maestro, a
quien una Alemania “culta” pretendía tratar como un “perro muerto”. Marx confiesa: “Me declaré abier-
tamente, pues, discípulo de aquel gran pensador, y llegué incluso a coquetear aquí y allá, en el
capítulo acerca de la teoría del valor, con el modo de expresión que le es peculiar”. Esto está al final
del “Prólogo a la segunda edición”. A esto se agrega que, dada la experiencia de Marx como periodis-
ta, es posible que su estrategia expositiva siga la recomendación de la llamada “pirámide invertida”,
según ésta hay que esperar que el lector abandone la lectura en cualquier momento, por lo que se
trata de decirlo “todo” en el primer párrafo. En las primeras cuatro líneas habría que responder enton-
ces qué, dónde, cuándo, cómo y quién (aporte del diálogo con Isis Campos, comunicadora). Así se
puede leer el primer párrafo: ¿Qué? La riqueza. ¿Dónde? Donde predomina el modo de producción
capitalista. ¿Cuándo? Hoy, que esa riqueza se presenta como un enorme cúmulo. ¿Cómo? Mediante
el análisis de la “mercancía individual”. ¿Quién? Nosotros (“nuestra investigación”).
37 La segunda cita que hace Marx, justo después de citarse a sí mismo, en la segunda nota al pie de
El Capital, es esta joya de Nicholas Barbon: “El deseo implica necesidad; es el apetito del espíritu, y
tan natural como el hambre al cuerpo… La mayor parte de las cosas derivan su valor al hecho de
satisfacer las necesidades del espíritu”. Carece de importancia “la naturaleza de esas necesidades”,
así como cualquier diferencia entre necesidad y deseo humano: nada es inicialmente pertinente para
el análisis de la mercancía individual, y ello a pesar de que, como él sabe bien, cualquier cualidad en
el objeto exterior que resulte útil se determina como tal a partir de la necesidad o el deseo humano
que satisface, y de que por tanto no hay objeto útil sino en relación con su uso, esto es en relación con
un usuario. Tal vez sería más preciso decir, entonces, que una mercancía es, en primer lugar, un
objeto exterior necesario y ajeno, esto es, en manos de quien no lo necesita como tal y deseado por
otro dispuesto a usarlo o consumirlo. Con ello, se esfumaría lo “individual” de la mercancía en la
inevitable relación con el otro y su dinero.
38 Sin que podamos olvidar que los tres principales “descubrimientos” originales que Marx se atribuye
(fuerza de trabajo, plusvalía y valor de uso) “están construidos sobre el concepto de necesidad”.
Heller, A (1998) Teoría de las necesidades en Marx. Barcelona: Península, p. 21.
HERNÁN ALVARADO UGARTE
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mantenerlos en espera, los sujetos
y los procesos que hacen exterior y
útil el objeto; con ello también que-
da en suspenso todo lo que impor-
ta –carne, hueso y movimiento– del
análisis de las mercancías, lo cual
irá apareciendo posteriormente. Por
eso, aunque es cierto que “los co-
mienzos son siempre difíciles, y
esto rige para todas las ciencias”39,
comenzar por la mercancía y no por
el proceso de intercambio, por
ejemplo, presenta esa dificultad,
sobre todo para los que comienzan
a descubrir la verdad de la socie-
dad en que viven. Se ve claro aho-
ra que la dificultad de principio es
que sujeto-proceso-objeto son inse-
parables; por donde sea que se ini-
cie la exposición, pronto hay que
introducir los demás elementos, y
con ello la cuestión evoluciona por
fin hacia esta otra: cuando se tra-
ta de comunicar a los demás los
resultados de la investigación
¿cuál de esos tres elementos hay
que dejar para después? ¿El su-
jeto? ¿El objeto? ¿El proceso que
los engloba?
Retornos del fantasma
El punto de partida es también
el reto principal para la enseñanza
de El Capital. En la Escuela de Eco-
nomía de la Universidad Nacional
se ha estado leyendo esta obra por
lo menos desde 197940. Desde el
principio nuestros estudiantes leen
directamente El Capital; además se
les recomienda que no sustituyan
esa invaluable oportunidad con la
lectura de manuales o comentaris-
tas, aunque algunos de ellos recu-
rren ciertamente a esos falsos ata-
jos. Se han ido desarrollando
distintas estrategias pedagógicas a
lo largo de muchos años de ense-
ñanza41. Esto ha sido un rasgo dis-
tintivo de ese proyecto académico
desde su fundación hasta la fecha.
Aunque aquí también, a lo largo
de diversas reformas curriculares,
se ha reducido el espacio para la
39 “Prólogo a la primera edición”. Londres 25 de julio de 1867.
40 Adolfo Rodríguez Herrera también ha recomenzado este año en la Escuela de Economía de la
Universidad de Costa Rica la lectura de El Capital.
41 Esas estrategias varían según los docentes, pero han evolucionado espontáneamente hacia pro-
puestas participativas, grupales, dialógicas, más bien constructivistas y significativas, dirigidas a mo-
vilizar la experiencia de los estudiantes, y a reconstruir su ideología, su falsa conciencia de la mercan-
cía; se procura contextualizar, hacer mapas conceptuales y mostrar la potencia de los conceptos para
lo que Marx llamó el “análisis crítico de lo real” (Del Epílogo a la segunda edición). Un ejemplo de esa
didáctica consiste en un intercambio (trueque) en el aula de objetos útiles que los estudiantes traen
de las casas, donde no se están ocupando ni nadie los reclama, para reflexionar después sobre las
características y criterios de ese tipo de intercambio, en relación con los intercambios mercantiles de
mercado y de, por ejemplo, los intercambios de dones o regalos. Otro es la “indagación de una
mercancía empírica” donde los estudiantes describen las características de objetos reales del merca-
do seleccionados y describen, para cada uno, los procesos de producción e intercambio asociados.
Ambos exponen el conocimiento que los estudiantes ya tienen, movilizando su experiencia, y lo dejan
al alcance de la crítica o de la deconstrucción de su ideología. Se trata de desmontar los simulacros
mercantiles y sus efectos fascinantes.
Retornos del Marx rechazado
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lectura de El Capital, en parte por
esa manía de seguir las modas, tan
pasajeras como el verano42. O bien,
so pretexto de que su abstracción
ofrece demasiadas dificultades para
los estudiantes que empiezan, no
ha faltado quien haya querido aho-
rrarles el trabajo que implica la bús-
queda de la verdad (algo que nadie
puede hacer por otro). Incluso ha
habido quienes consideren que el
viejo Marx debe ser “superado”. Al
respecto, conviene considerar la
opinión de alguien que, como Marx
y Freud, hizo todo lo posible por no
decir tonteras:
“Me habéis oído referirme con
dilección, para ubicar su sitio en
la investigación, a Descartes y
Hegel. En nuestros días está
muy de moda ‘superar’ a los fi-
lósofos clásicos. También yo
habría podido partir del admira-
ble diálogo con Parménides;
porque ni Sócrates ni Descartes
ni Marx ni Freud pueden ser ‘su-
perados’ en tanto que han lleva-
do su indagación con esa pasión
de descubrir que tiene un obje-
to: la verdad”43
Como un fantasma que recorre
las ciencias sociales, se lee la in-
fluencia de Marx por todas partes,
desde el psicoanálisis hasta la eco-
nomía de la crisis y la antropología,
a menudo hasta en autores que di-
simulan su influencia, que la des-
conocen o están tratando de olvi-
darla. Los tres tomos de El Capital
se han seguido editando hasta para
adornar la estantería de algunos
ejecutivos, como se puso de moda
en Europa no hace mucho tiempo.
Me informan que en el tema de la
renta de la tierra El Capital sigue
siendo hoy una de las referencias
más importantes. Además, no hay
emergencia de pensamiento crítico
que no aluda, tarde o temprano, a
Marx. Hay varios indicios de que
este autor, como los verdaderos clá-
sicos, seguirá reapareciendo. Es el
destino de quienes buscan la ver-
dad; no hay manera de enterrarlos
sino con una verdad más cierta que
tarda mucho tiempo en ser recono-
cida. Por ejemplo, en la cuestión de
la “forma dinero” o del valor de
cambio se duró más de 2000 mil
años entre el planteamiento del
problema (Aristóteles) y su solu-
ción (Marx). Algo así debió de lle-
var a Hannah Arendt y Lacan a
sugerir que pensar, en el sentido
estricto de crear ideas, es algo
más bien infrecuente entre noso-
tros los humanos.
Cuando el cerebro y el corazón
humanos sean un poco más gene-
rosos y esos primeros cuatro capí-
tulos sean patrimonio al alcance de
todos, Marx podrá morir en paz,
42 Andrés Barrea dijo en Costa Rica que en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNAM, en
México, la lectura de El Capital “se defendía a puñetazos”, pese a lo cual los cursos respectivos
habían pasado de 10 en un inicio a 5 en la actualidad. En la Escuela de Economía de la Universidad
Nacional quedan dos cursos destinados a su lectura, de los tres del proyecto original.
43 Lacan, J (1994) Escritos 1. México: Siglo XXI, p, 163.
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porque el mundo se habrá transfor-
mado entonces irreversiblemente.
¿Tendrán que pasar dos mil años?
Si llegase a suceder, un nuevo Marx
renacería de sus cenizas y en El
Capital sería evidente una más de
sus virtudes: su valor histórico. Así
que las palabras finales de una cier-
ta nostalgia que revela George Stei-
ner pueden servir aquí para dejar la
inquietud sobre el retorno de las ver-
dades que más se quisiera reprimir:
“La verdad, creo, tiene futuro;
que lo tenga también el hombre
está mucho menos claro. Pero
no puedo evitar un presentimien-
to sobre cuál de los dos es más
importante”44.
La verdad sobre la injusticia so-
cial no cesará hasta que no cesen
sus causas. No importa cuántas
veces haya que volverla a fundar,
esa verdad encontrará siempre
quién la enarbole y le preste nue-
vos argumentos y bríos45. No en
vano Marx confió a la clase obrera,
no a los universitarios, la trascen-
dencia de su legado intelectual, su
potente análisis crítico.
Frente al excelso discurso del
amo que representa la obra de Aris-
tóteles, se alza ahora, desde la pri-
mera edición de El Capital, la voz
digna y erudita de la clase trabaja-
dora representada por la escritura
de Marx, portadora de la esperan-
za del esclavo, comprensiblemen-
te libertaria, punto de vista de los
asalariados, comprensiblemente
solidarios y cooperativos, ellas y
ellos, que hacen y sostienen el ca-
pital de otros, y que tienen el poder
y el deber de transformar el capita-
lismo. Sugerir que esta obra sea
engavetada equivale a proponer el
olvido de Aristóteles. En suma, se-
ría una falta elemental e imperdo-
nable de sabiduría. Lo fue ayer y lo
será mañana.
44 Steiner, G (2001) Nostalgia del absoluto. Madrid: Siruela, p. 133. Lo que este autor propone es
que las obras de Marx, Freud y Lévi-Strauss, vinieron a llenar nostálgicamente (sin demérito para su
valor científico) el vacío de absoluto dejado por la decadencia de las creencias religiosas.
45 “Las ruinas no son necesariamente la venganza de la naturaleza, pero marcan simbólicamente la
reversión, el retorno de todo lo que una forma dominante habría querido rechazar; muestran que hay
un equilibrio arquitectónico que hay que preservar; indican, sobre todo, que existe una imposibilidad
intrínseca de perfección en el hecho social y natural”. Maffesoli, M (1982) La violencia totalitaria.
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Traducción de: The Great Transformation Esta obra escrita hacia finales de la Segunda Guerra Mundial busca comprender el por qué la civilización occidental desembocó en el fascismo y la restauración del capitalismo. En ese contexto analiza la historia de la sociedad de mercado, evalúa sus efectos, y pone de manifiesto la subordinación de lo social a lo económico, tendencia que tuvo consecuencias destructivas en las formas comunitarias de vida.
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TRADUCCION DE: SPECTRES DE MARX. L'ETAT DE LA DETTE, LE TRAVAIL DU DEUIL ET LA NOUVELLE INTERNATIONALE
El método. Ética. Madrid: Cátedra
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Morin, E (2006) El método. Ética. Madrid: Cátedra.
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