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Estrategias para (no) olvidar: notas sobre dos documentales chilenos de la post-dictadura

Authors:

Abstract

The return to democracy saw a growing number of documentary films interested in keeping the memory of the dictatorship alive. Although traditionally characterized by their commitment to social issues, recent documentaries shifted to narratives centered on the private sphere. Through autobiographical stories, filmmakers of the post-dictatorship generation have developed new expressive ways to refer to this cultural trauma. This article focuses on two recent films -Postage: A Visual Letter (2008) and The Burn (2009) - to explore the different strategies that filmmakers adopt to merge their personal reflections on memory and identity with the collective experience of the dictatorship. Although not precisely 'second generation' accounts, they will be understood as 'post memory' narrations that critically address the recent past and exhibit its remnants today.
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Recepción: martes 6 de octubre de 2009
Aceptación: miércoles 13 de enero de 2010
AISTHESIS Nº 47 (2010): 45-63 • ISSN 0568-3939
© Instituto de Estética - Ponti cia Universidad Católica de Chile
Estrategias para (no) olvidar: notas sobre dos
documentales chilenos de la post-dictadura
Strategies for (Not) Forgetting: Notes on Two Chilean
Documentary Films of the Post-Dictatorship
Elizabeth Ramírez
University of Warwick
elizabethramirezs@gmail.com
Resumen •El retorno de la democracia originó un número creciente de documentales
interesados en mantener viva la memoria de la dictadura. Aunque tradicionalmente
caracterizados por su compromiso social, los documentales recientes han preferido
en cambio, centrarse en mundos privados. A través de relatos autobiográfi cos, la
generación de la post-dictadura desarrollará nuevos modos expresivos para referirse
a este trauma cultural. Este artículo analizará dos documentales recientes –Remitente:
Una Carta Visual (2008) y La Quemadura (2009)– para explorar las estrategias que
los realizadores adoptan para entrelazar sus refl exiones personales sobre memoria
e identidad con la experiencia colectiva de la dictadura. A pesar de no ser precisa-
mente narraciones de ‘segundas generaciones’ buscan desde la ‘post-memoria’ dar
cuenta del pasado reciente y exhibir sus ruinas en el presente.
Palabras clave:dictadura, trauma cultural, post-memoria, documental, autobiografía.
Abstract •The return to democracy saw a growing number of documentary fi lms
interested in keeping the memory of the dictatorship alive. Although traditionally
characterised by their commitment to social issues, recent documentaries shifted
to narratives centered on the private sphere.Through autobiographical stories, l-
mmakers of the post-dictatorship generation have developed new expressive ways
to refer to this cultural trauma. This article focuses ontwo recent fi lms Postage: A
Visual Letter (2008) and The Burn (2009)– to explore the different strategies that
lmmakers adopt to merge their personal refl ections on memory and identity with
the collective experience of the dictatorship. Although not precisely ‘second gene-
ration’ accounts, they will be understood as ‘postmemory’ narrations that critically
address the recent past and exhibit its remnants today.
Keywords: Dictatorship, Cultural Trauma, Postmemory, Documentary, Autobiography.
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Las diversas “irrupciones de memoria” (Wilde, 1999) que han tomado por asalto el es-
pacio público chileno en el último tiempo, como la polémica inauguración del Museo de
la Memoria y los Derechos Humanos, el féretro de Víctor Jara recorriendo las calles de
Santiago y los bustos de Pinochet que hicieron circular por la misma ciudad simpatizantes
de la derecha para celebrar la caída de la Concertación después de veinte años de gobierno
consecutivo, demuestran no sólo que la sociedad chilena permanece dividida por el pasado
dictatorial sino que este pasado tiene imbricadas formas de hacerse presente.
Los documentalistas chilenos han registrado incansablemente este pasado y sus resabios
en la actualidad. Nuevas generaciones de realizadores se han unido a las que, desde la dé-
cada de los sesenta, han documentado las profundas transformaciones experimentadas por
la sociedad chilena, desde la ilusión del proyecto socialista, su derrumbe y la arremetida
de un sistema neoliberal sin precedentes. Con ellas emergerán nuevas maneras de hacer
memoria y de representar el pasado.
A través del análisis de los documentales Remitente: Una carta visual (Chile, 2008,
18 min.) de Tiziana Panizza y La Quemadura (Chile-Francia, 2009, 65 min.) de René
Ballesteros
1
el presente artículo busca dar algunas luces sobre los modos de recordar de
una nueva generación de documentalistas. Ésta, lejos de la grandilocuencia y de los dis-
cursos militantes, adopta, desde la esfera privada, diversas estrategias audiovisuales para
refl exionar sobre la memoria y su fragilidad y evocar el trauma cultural de la dictadura de
Augusto Pinochet (1973-1990).
Además de remitirnos a la dictadura a través de desvíos expresivos, en especial, a través
de sus ruinas en el presente, estos documentales tienen en común haber sido realizados
por documentalistas nacidos en Chile en los setenta, con formación en el extranjero, y
haber sido producidos con la ayuda de fondos estatales. Esto último, lejos de signifi car
restricciones para los realizadores, da cuenta de la incipiente institucionalización del do-
cumental nacional en la última década, en contraste con su condición marginal previa. Sus
realizaciones, por lo tanto, nos permitirán refl exionar sobre cómo recuerda una generación
que se mueve dentro un mundo altamente interconectado, cuáles son las estrategias que
utiliza para dar cuenta de la existencia de un pasado histórico del que no fue protagonista
y de la imposibilidad de representarlo, y cómo problematiza, desde esta perspectiva, los
conceptos de memoria e identidad.
René Ballesteros estudió cine en la Escuela de Cine y Televisión de (EICTV) de San An-
tonio de los Baños (Cuba) y en la Universidad de París (Francia). Actualmente es residente
en Le Fresnoy, Studio National des Arts Contemporaines (también en Francia), instituto
que actuó como co-productor de La Quemadura. En ésta, su ópera prima, el realizador
intenta en vano descubrir las razones del abandono de su madre hace 26 años y al mismo
tiempo busca reconstituir, junto a su hermana archivista y bibliotecóloga, la historia de
la editorial Quimantú, surgida bajo el gobierno de la Unidad Popular, que se entrelaza de
alguna manera con la historia de su madre.
Tiziana Panizza es ítalo-chilena y también tiene estudios de cine en la EICTV y en la
Universidad de Westminster (Inglaterra). Remitente es el segundo documental experimental
de la trilogía Cartas Visuales iniciada en Londres, en la cual la realizadora retoma el hábito
de escribir cartas que cultivó cuando niña infl uenciada por su abuela, quien solía escribir
cartas a sus familiares en Italia. Al igual que La Quemadura, este documental es una refl exión
sobre la memoria y sus artifi cios, pero mientras la realización de Ballesteros está hecha en
soporte digital (como la mayor parte de la producción documental nacional contemporánea),
Remitente está fi lmada en súper 8, el formato que antaño adquirían las grabaciones caseras,
por lo que hay aquí un interés más palmario en explorar la materialidad del recuerdo.
Antes de analizar cuáles son las estrategias que específi camente adoptan Remitente y
La Quemadura para evocar el pasado reciente del país, nos referiremos a los modos de
recordar de la generación de la post-dictadura, la cual, lejos de los discursos militantes de
antaño, se caracteriza por adoptar un tono afectivo e imaginativo para intentar refl exionar
sobre la experiencia dictatorial. Posteriormente, se intentarán delinear las razones de la
emergencia de documentales centrados en la esfera privada, relacionadas con la desaparición
de la fi gura del sujeto popular y colectivo tras la llegada de la democracia, para fi nalmente
enfocarnos en los particulares relatos autobiográfi cos de estos realizadores.
LA MEMORIA DE LA DICTADURA Y LAS NUEVAS GENERACIONES
El interés por la memoria en el documental chileno actual surge en un momento donde
la preocupación por esta temática ha desbordado ampliamente los límites académicos y
artísticos, convirtiendo a la sociedad occidental contemporánea en lo que Andreas Huyssen
(2000) ha denominado una “cultura de la memoria”. En América Latina este interés ha
sido esencialmente político, y busca refl exionar sobre los efectos de las dictaduras durante
las transiciones
2
y al mismo tiempo, lograr justicia y reparación, particularmente, para las
víctimas directas como los torturados, los desaparecidos y sus familiares (Jelin, 2001). No
es gratuito, por lo tanto, que conceptos como trauma, duelo y melancolía sean recurrentes
en la literatura que surge en este período como han señalado diversos autores (Richard,
2000: 273; Avelar, 2001: 253).
Ante las diversas catástrofes (humanas y naturales) que ha experimentado la sociedad
contemporánea, el concepto de trauma se ha extendido más allá del individuo, lo que
permite escribir a la teórica de cine E. Ann Kaplan, infl uenciada por su propia experiencia
del 9/11, que “las interconexiones entre trauma individual y colectivo son tales, que parece
imposible determinar dónde empieza el ‘yo’ y dónde terminan las reacciones culturales”
(Kaplan, 2005: 2)
3
. Para la autora, las sociedades también pueden sufrir traumas y olvidar
las atrocidades del pasado.
A pesar de que reconoce que los traumas culturales no son recordados al igual que
uno psicológico, Kaplan afi rma que: “el impacto de los crímenes pasados en un estado-
nación puede evidenciarse en la forma de ‘síntomas’ culturales de un modo similar que en
los individuos traumatizados”
4
(68). Si entendemos la experiencia de la dictadura militar
1
La Quemadura recibió el premio Joris Ivens en la última versión del Festival Internacional de Documentales Cinéma
du Réel 2010 (Francia) y espera pronto estreno en salas nacionales, mientras que Remitente fue la gran ganadora
de la competencia nacional del 13° Festival Internacional de Documentales de Santiago (FIDOCS) el año 2009.
2 La transición será entendida aquí no sólo como el retorno a un sistema democrático sino también, como
nos explica Idelber Avelar (2001) siguiendo a Willy Thayer, como el término que designa el paso del estado-
nación al mercado global que se gestó durante las dictaduras de la región (en países como Chile, Argentina
o Brasil). La transición, por lo tanto, es un período que amenaza con permanecer.
3 “The complex interconnections between individual and cultural trauma (are) such that, indeed, where the
‘self’ begins and cultural reactions end may seem impossible to determ”.
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“The impact of past crimes in a nation-state may evidence itself in the form of cultural ‘symptoms’ analogous
to those in individuals” [traducción del autor].
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como un evento traumático ¿o acaso las “irrupciones” de las que nos habla Wilde no son
parte del pasado que regresa a atormentar a los chilenos? el concepto de post-memoria
desarrollado por Marianne Hirsch (1997) resulta particularmente útil para comenzar a
entender las realizaciones de la generación de la post-dictadura.
Lejos de sugerir que hay algo después de la memoria, con la noción de post-memoria
la autora busca señalar la distancia temporal que existe entre la experiencia traumática y
las nuevas generaciones que no la vivieron directamente, a la vez que subrayar el fuerte
vínculo emocional que las une a ésta, alejándolas así de la historia (de la historia como
evento). Post-memoria, dice Hirsch: “es un tipo de memoria poderosa y muy particular,
precisamente porque la conexión con su objeto o fuente es mediada no a través del recuerdo,
sino a través de una inversión imaginativa y creativa”
5
(1997: 22). Aunque usado inicial-
mente para explicar los modos de recordar de las “segundas generaciones” –hijos e hijas
de las víctimas directas del Holocausto– Hirsch extiende posteriormente el concepto para
entenderlo no sólo como una posición esculpida por la identidad sino como un “espacio
de recuerdo” (space of remembrance) cultural y sobre todo, como una postura “ética” de
identifi cación con el “otro” que ha sufrido la experiencia del horror (1999: 8-9).
Resulta útil, por lo tanto, recurrir a esta categoría en tanto enfatiza la dimensión ética
de recordar, mientras ilumina las diferencias del trabajo de la memoria (la memoria como
acto, como trabajo productivo) entre los documentalistas que vivieron directamente la
tiranía de Pinochet y hoy la recuerdan (como por ejemplo, Patricio Guzmán, Patricio
Henríquez o Gastón Ancelovici) y aquellos que no la vivieron directamente pero que han
crecido bajo su sombra durante la post-dictadura (como los realizadores aquí analizados).
La noción de post-memoria ha sido utilizada en el contexto latinoamericano, para el
análisis de documentales argentinos recientes que evocan el pasado dictatorial, aunque
casi exclusivamente para referirse a aquellos realizados por hijos e hijas de víctimas de la
dictadura en ese país
6
. Esta “segunda generación” de documentalistas, donde destacan, por
ejemplo, Nicolás Prividera con M (2007) y especialmente, Albertina Carri con Los Rubios
(2003), ha desarrollado arriesgadas propuestas audiovisuales que buscan poner en crisis las
categorías de identidad, memoria e historia. Al respecto de sus trabajos afi rma Ana Amado
7
:
haciendo caso omiso al discurso público ofi cial, las nuevas generaciones han elegido el discurso
de las emociones por sobre el de las estridentes proclamaciones políticas que han caracteri-
zado a la generación de sus padres, evidente en los documentales de los 60s y la mitad de los
70s
8
(2009/2010: 38).
Este giro afectivo y subjetivo en la representación de la atrocidad puede ser observado
también (aunque en menor medida) en una ‘segunda generación’ de realizadores chilenos,
como es el caso de En algún lugar del cielo (2003) de Alejandra Carmona, donde la reali-
zadora busca reconstruir la historia de su padre, periodista y militante asesinado durante
la dictadura, y al mismo tiempo refl exionar sobre su propia identidad como chilena criada
en el exilio, o de Lo que recordarás de septiembre (2004) de Cecilia Cornejo quien desde
el Nueva York post 9/11 narra la historia de sus padres que vivieron la represión y poste-
riormente partieron al exilio.
La noción de post-memoria será extendida aquí más allá de las narraciones de los
hijos e hijas de las víctimas directas de la represión y nos permitirá refl exionar acerca de
los modos de recordar de realizadores que, dejando de lado el tema de la violación a los
derechos humanos, tan presente en el repertorio documental de la post-dictadura, logran
articular a través de otros desvíos, un discurso crítico sobre el pasado y sus residuos en la
sociedad chilena actual.
EL DESVANECIMIENTO DE LO COLECTIVO, LA EMERGENCIA DE LOS MUNDOS
PRIVADOS
La Quemadura y Remitente constituyen sólo una muestra dentro de la proliferación de
narraciones de carácter autobiográfi co o, más ampliamente, dentro del giro hacia los
mundos interiores, que en América Latina tiene sus orígenes en el regreso de los regímenes
democráticos (Chanan, 2003; Rich, 1997). Como explica Michael Chanan, este retorno
signifi có una crisis para el cine documental en la región, no simplemente en términos eco-
nómicos, ya que las organizaciones extranjeras que solidarizaban con la causa chilena por
la recuperación de la democracia dejaron de fi nanciar sus producciones, sino especialmente
en términos de identidad. “Para un cine fundado en una concepción política de sí mismo
[…] la transformación del espacio político en el que operaba como un resultado del cambio
democrático de los ochenta, amenazó con dejarlo a la deriva” (2003: 30).
En Chile, según Tomás Moulián (2002), esta transformación consistió, a grandes ras-
gos, en una “desideologización” de la política provocada por una democracia basada en
el discurso ofi cial del consenso y reconciliación, que ha tenido como principal objetivo la
perpetuación del sistema neoliberal instaurado durante la dictadura militar de Pinochet.
Durante este proceso, se reemplazó la fi gura del ciudadano por la del consumidor y se ter-
minó de sepultar la fi gura del pueblo, tan alicaída luego del fracaso de la Unidad Popular
y del desencanto que ha caracterizado la transición.
El pueblo y la acción colectiva de grandes masas, protagonistas indiscutidos de los
documentales de las décadas anteriores, rápidamente se desvanecerían. Explica Francine
Masiello (2001: 23-24) que la fi gura de “lo popular” adquirirá en las transiciones un
carácter altamente confl ictivo para los intelectuales y artistas de la región. Ya que si bien
es el interés por el sujeto popular lo que tradicionalmente ha distinguido a la teoría la-
tinoamericana en el orden mundial, al interior, esta categoría obtendrá una connotación
añeja y sospechosa luego de la caída de los proyectos revolucionarios. De este modo, las
nociones del sujeto popular o de pueblo, serán reemplazadas por otras categorías políticas
y estéticas, especialmente la de género (15).
Profundamente infl uenciada por la noción de “devenir mujer” del teórico Néstor Per-
longher, Masiello lejos de entender lo femenino como una esencia biológica o elección
sexual, lo hace como un accionar desde los márgenes, desde los intersticios de los discursos
hegemónicos. En este sentido, la perspectiva de género permite, para la autora, cuestionar
5 “Postmemory is a powerful and very particular form of memory precisely because its connection to its
object or source is mediated not through recollection but through an imaginative investment and creation”
[traducción del autor].
6 Ver por ejemplo los análisis propuestos por Gabriela Nouzeilles (2005) y de Michael J. Lazzara (2009). Este
último incluye el documental de Andrés di Tella La Televisión y yo.
7 El análisis de Ana Amado se centra en cómo estos documentales cuestionan precisamente las categorías antes
nombradas, utilizando un tono más afectivo, aunque no mencione precisamente el término de post-memoria.
8 “Disregarding the contemporary public discourse, the younger generation has chosen the discourse of the
emotions instead of the strident political pronouncements that characterized their parents’ generation, as
evident in the documentary fi lms made in the 60s and in the fi rst half of the 70s in Argentina. [traducción
del autor].
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la idea fi ja de identidad, entendiéndola como tránsito permanente y generar quiebres en las
representaciones promovidas desde las voces ofi ciales (39-40). Así, estos documentalistas
se mueven sin grandes aspavientos por diversos países e idiomas, por ejemplo, y a través
de estos desplazamientos no sólo negocian las representaciones del “ser chileno” sino
también los límites del documental, fragmentando sus relatos, exhibiendo su construcción,
enfatizando la imposibilidad de la existencia de una única versión del pasado.
A la luz de estas radicales transformaciones políticas y socio-culturales, el documental
chileno supuso no un abandono de la temática de la dictadura y de sus consecuencias, pero
sí, dice Jacqueline Mouesca, un necesario cambio de mirada (2005: 134). El cine urgente y
de “trinchera” de las décadas anteriores dio paso a documentales que buscaban informar
sobre el periodo dictatorial, especialmente sobre los abusos perpetrados por los militares,
los que eran construidos, en su mayoría, sobre la base de testimonios de sobrevivientes y
familiares de las víctimas de los detenidos desaparecidos.
Al mismo tiempo, sin embargo, surgirían las narraciones de tono más refl exivo e
intimista, articuladas desde el “yo”, por realizadores que estuvieron involucrados de
alguna u otra manera en la lucha política de los setenta. En sus documentales buscarían
establecer vínculos entre la memoria individual y la colectiva como es evidente en La
Flaca Alejandra (1993) de Carmen Castillo y, algunos años más tarde (aunque todavía
con un gran interés en la fi gura de lo colectivo) Chile, La Memoria Obstinada (1997)
de Patricio Guzmán.
La ausencia de la noción de pueblo se hará cada vez más evidente en los documentales
de la generación de la post-dictadura, quienes a pesar de mantener el interés en el régimen
militar y las transformaciones que éste produjo en la sociedad chilena, preferirán las histo-
rias mínimas, enfocándose en las repercusiones que éste provocó en la vida del ciudadano
común
9
. En muchas de estas narraciones, el desvanecimiento de lo popular irá de la mano
con la representación oblicua que ha adquirido la memoria en este último tiempo, y que
surgiría como alternativa al binarismo olvido/memoria y como contra-discurso ante la
sobreabundancia de las imágenes de la atrocidad durante la conmemoración de los treinta
años del golpe militar (Pinto, sin fecha).
De este modo, la imagen del “pueblo” como actor político y gestor de una épica mayor
en el documental chileno de las décadas sesenta y setenta, ha desaparecido en el desen-
canto de esta transición que amenaza con quedarse para siempre, siendo desplazada por
historias mínimas de fi guras fantasmales, perplejas y desmemoriadas. Las representaciones
que adquirirá el habitante de la post-dictadura serán entre otras, la de la fi gura espectral,
violentada por un pasado político inconveniente de recordar (como por ejemplo, en La
Sombra de Don Roberto (2007) de Juan Diego Spoerer o en Por Sospecha de Comunis-
ta (2008) de Cristóbal Cohen y Marcelo Hermosilla), la de una fi gura perpleja ante las
rápidas transformaciones de la ciudad, desmovilizada y despojada de poder En defensa
propia (2009) de Claudia Barril y La Batalla de Plaza Italia de Renato Villegas (2008) o
la de aquella que ha perdido la capacidad de recordar (Reinalda del Carmen, mi mamá y
yo (2007) de Lorena Giachino, y en los documentales aquí analizados).
Para Chanan (2003: 23), el giro hacia los mundos privados, especialmente el boom del
relato autobiográfi co, está marcado no sólo por la transformación de la visibilidad pro-
vocada por la televisión y los reality shows por ejemplo, sino también por lo que el autor
denomina una “tendencia al narcisismo” de los documentalistas independientes al buscar
retratar sus propias vidas y las de sus familiares. Sin embargo, cuando los documentales
buscan problematizar los límites entre las esferas públicas y privadas, cuando buscan
vincular lo íntimo con lo social, poniendo en práctica el recurrente lema feminista de que
“lo personal es político”, se acercan más a lo que la crítica cultural Annette Kuhn (2002)
ha denominado “autobiografías revisionistas” (revisionist autobiographies). Este tipo de
narración, en el cual podemos localizar los documentales de Panizza y Ballesteros, se opone
a la autobiografía tradicional ya que no sólo no se centra en la vida de un individuo en
particular, sino que, al contrario, busca recorrer las interconexiones entre lo personal y lo
público, las imbricaciones entre la “experiencia y la historia” (151).
Aquí las memorias individuales van mucho más allá de la esfera privada y establecen
complejas interconexiones entre la historia familiar y la nacional, que estos textos buscan
hacer visibles. En las autobiografías revisionistas, nos dice Kuhn, no sólo el concepto de
identidad sino también el de memoria son puestos en crisis. Para la autora, la identidad,
más allá de ser entendida como proceso, pasa a ser una construcción de las distintas
estructuras sociales en juego, como la de género o la generacional en este caso. La auten-
ticidad de la memoria y sus “evidencias”, donde el mejor ejemplo son las fotografías de
familia (veremos cómo Ballesteros no dudará en califi car las fotos de su infancia como de
“fi cción”, o como Panizza no dudará en hacer suyas memorias de otros), serán también
profundamente cuestionadas por este tipo de relato (2002: 150-153). Ya no se trata,
por supuesto, de la memoria como verdad (los conceptos de verdad y objetividad son de
hecho permanentemente problematizados), ni se recurre a ésta ni en consecuencia, a la
identidad (si es que lo que nos constituye como individuos es aquello que recordamos)
para dar testimonio de un hecho irrefutable, sino para exhibir sus fi suras, para mirarla
con sospecha.
Tanto La Quemadura como Remitente se plantean desde un comienzo como relatos
mínimos y abiertos, domésticos y subjetivos, pero al mismo tiempo, complejamente en-
trelazados con la historia de la nación que los cruza. La relación con este pasado es, sin
embargo, explícitamente mediada por un narrador en primera persona que hace manifi esta
su presencia detrás de las cámaras y frente a éstas, ya sea como relator o personaje. Estos
documentales buscan, por lo tanto, dar cuenta de la imposibilidad de la representación del
pasado y de la objetividad (lo que hacen especialmente a través del despliegue del carácter
frágil e incierto de la memoria), por lo que, siguiendo a Stella Bruzzi (2000), pueden defi -
nirse como “documentales performativos”.
Los documentales performativos se caracterizan por reconocer que están construidos
sobre la base de la “interacción entre performance y realidad” (el documental existe porque
hay alguien que está fi lmando) y por exhibir su condición de “construcción y artifi cialidad”
(al contrario que el documental más convencional de “cine directo” que se caracteriza
por ocultar la intervención del realizador) (154). A través de esta estrategia que busca,
según la autora, distanciar la obra del espectador, los documentales aquí analizados nos
exigen una participación activa y crítica, dejando preguntas sin respuestas, construyén-
dose sobre las ausencias, invitando a refl exionar sobre la imposibilidad de recuperar este
pasado porque, como dice la madre de Ballesteros, “lo pasado pasado. No se le puede
dar la vuelta atrás a nada”.
9 Se hace eco aquí de las palabras de Masiello con respecto a la narrativa chilena de la transición. Sin embargo,
para la autora, la fi cción literaria local está menos interesada en la historia reciente que en exhibir la agre-
sión sobre los cuerpos y la textura de la ciudad (2001: 206). Los documentales recientes pretenden integrar,
precisamente, estos diversos aspectos.
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LA QUEMADURA: SOBRE LOS SECRETOS DE FAMILIA
Una de las frases dichas por Panizza en su documental, “si el recuerdo es una imagen,
el olvido debe ser la ceguera, el exceso del ruido y de luz”
10
, nos entrega algunas pistas
sobre el documental de Ballesteros. ¿Cómo apropiarse de un pasado del que uno no ha
sido protagonista, pero del que inevitablemente se reciben los coletazos? ¿Cómo referirse
a la historia familiar si no existen versiones muy claras de lo que sucedió, si nadie quiere
o puede hablar, si todo ha devenido olvido o secreto?
El realizador de La Quemadura vuelca su mirada hacia el pasado familiar y hacia el
abandono de su madre para hablar de las ausencias, la fragilidad de la memoria, el pasado
familiar y sus restos, vinculándolos al trauma de la nación chilena. En su narración no hay
voice over, pero la fi gura del director se hace presente como realizador-personaje, aunque
nunca como uno autoritario. Al contrario, su presencia adquiere la representación de una
gura escindida, mostrada de espaldas, fragmentada dentro del agua, o sólo como voz tras
la cámara que graba, por ejemplo.
Estableciendo un paralelo entre la labor de documentalista (el realizador), de archivista
(su hermana, que realiza a su vez una investigación sobre el rol que jugó la editorial Qui-
mantú en la masifi cación del libro) y la de una suerte de arqueólogos de la modernidad
(ambos), el realizador desplegará ante la cámara su intento fallido de rescate tanto del pa-
sado familiar como de los libros de la popular editorial del gobierno de Salvador Allende,
ambos perdidos para siempre.
Es precisamente a través de los libros de la madre, de libros que no le pertenecen, de
“libros desaparecidos” (como les llaman los hermanos Ballesteros) que el recuerdo de este
pasado común se hace presente en el documental y que se extiende aún más allá del secreto
de familia, volviéndose así –los libros de Quimantú– una suerte de secreto nacional. De este
modo, Ballesteros no sólo está interesado en exponer la pérdida de memoria de su abuela
(a causa del Alzheimer) y de su madre (a causa de un “shock” como dice ella, trauma que
permanecerá como secreto familiar) sino de vincularlas explícitamente a la desaparición
de los libros y al olvido de este pasado cultural que los ha relegado a librerías de segunda
mano, condenando la antigua editorial a la desaparición.
El suyo es un proyecto fallido desde un comienzo porque hay indefectiblemente una
parte de la historia privada y colectiva que se perdió para siempre. La gente no quiere o no
puede hablar: la abuela está enferma y confunde en sus recuerdos la fi gura de su hija con
la de su madre constantemente, el padre del realizador se niega a hablar del abandono de
la madre “yo no creo que eso sea un tema para poner en un documental”, le dice a su hijo.
La madre se presenta reacia a hablar en un principio y responde “pregúntale a tu abuela”,
pero muy pronto nos daremos cuenta que ella no habla no tanto porque no quiera, sino
porque no recuerda, porque todo lo ha olvidado.
No hay salida, no hay entrada a estos entramados de la memoria. Por eso es que el
relato es circular (el relato comienza con la ausencia de una imagen, la pantalla en ne-
gro, y la interrupción de la imagen por el sonido, y fi naliza igual, con los susurros de los
hermanos, quienes vuelven a recordar, a hablar de la memoria sobre el fondo negro). El
realizador pide algunas explicaciones, pero no hay rencor ni acusaciones en su búsqueda.
El documentalista aparece, aunque persistente, más bien perplejo, confundido, por lo que
no hay urgencia aquí, no hay apuro, el ritmo del documental es pausado aunque agobiante,
los planos son cerrados y de larga duración. Nunca entendió muy bien por qué la madre
se fue, por qué nadie habló más de este pasado que se convirtió en fantasma. No lo enten-
derá tampoco durante el documental, la verdad siempre se escurrirá. Aquí sin embargo,
no es la verdad lo que está en juego, sino la acción de preguntar, de dejar esta pregunta
abierta y de poner en escena la ausencia y el olvido, evidenciando los desvíos que requiere
la representación del pasado.
Es a través del sonido de la lluvia que el realizador abre su narración, sonido que se
funde luego con la voz en off de una mujer al teléfono que hace preguntas superfi ciales
y algo extrañas (“¿tú eres gordo? ¿tienes barriga? ¿eres fl aco liso?”) mientras la pantalla
permanece negra. El realizador parece desconcertado, de ahí el relato fragmentado y elíp-
tico, los desplazamientos geográfi cos sin explicación y sin ser avisados, la duda acerca de
la legitimidad de los recuerdos (por ejemplo, confunde los sueños con los recuerdos, no
está cierto de si él borró o no el nombre de su madre de los libros), pero está empeñado
en comprender la partida de su madre. El enigma de la identidad de la mujer de la voz en
off se resolverá luego, el espectador comprenderá pronto que esa desconocida es la madre.
Sin embargo, su ausencia continuará a lo largo del documental. Es de hecho, esta ausencia
la que guía su construcción y la madre permanecerá como una “presencia fantasmagórica,
invisible” (Ballesteros en Borghino, 2010). Su presencia en la narración sólo dará cuenta de
su falta, ya que ella se confi gurará únicamente a través de una voz sin cuerpo al teléfono
contra una pantalla negra, sobrepuesta a imágenes de Ballesteros aprendiendo a nadar (el
agua como cura a la quemadura, a la herida) o del realizador caminando en el campo, en
el sur de Chile. La madre permanecerá incorpórea incluso cuando ellos la visiten después
de más de veinte años, ya que el realizador no registra el encuentro familiar en Venezuela,
10 “If memory is an image, forgetting should be blindness, excess of noise and light” [traducción del autor].
AISTHESIS Nº 47 (2010): 45-63 ELIZABETH RAMÍREZ • Estrategias para (no) olvidar
La Quemadura.
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a cabo en el presente por mucho que las fotos estén tomadas en un pasado remoto, que
es el “uso” que les da aquél que las lee lo que pone en tensión el ayer y hoy. Margarita, la
madre, sabía antes de tomarlas el valor que éstas tendrían, sabía que serían compartidas,
que podrían cumplir lo que las fotos de familia prometen, “la promesa es la de un pasado
más luminoso en el futuro”
11
como nos dice Kuhn (2002: 23). Ballesteros descubre en
el presente el elemento de fabricación, de fi cción en ellas. Los hermanos leen a través de
los vestidos y las sonrisas, que aquél era el tiempo anterior al abandono. Es el grado de
construcción de la memoria, la sospecha que genera (¿cómo construimos el pasado si no
creemos en las imágenes, si desconfi amos de ellas?), la que es puesta en evidencia aquí.
Volvamos a los libros, ya que son los libros los que funcionan como puente con el pa-
sado familiar e histórico. El realizador visita con su hermana el sitio donde se encontraba
la editorial junto con dos ex trabajadores de la empresa estatal. Completamente destruido,
el lugar no es más que una ruina que espera la construcción de uno más de los miles de
proyectos inmobiliarios que inundan la capital. La imagen del Santiago del progreso que
ha comenzado a invadir los documentales actuales desde el fundamental Aquí se construye
(2000) de Ignacio Agüero –quien establece un paralelo entre la destrucción del patrimonio
arquitectónico y el entierro de las huellas del pasado reciente bajo el avance vertiginoso
del neoliberalismo– es la misma que la de la destrucción de la memoria.
El título La Quemadura, no sólo connota la marca del abandono de la madre, sino
que también es una referencia a la gran fogata donde los militares quemaron los libros de
la editorial Quimantú en los días posteriores al golpe de estado. Es precisamente en esta
escena donde se pone en tensión abiertamente lo personal con lo público. Es el interés por
los libros de esta casa editorial que la madre coleccionaba (y que ahora tampoco recuerda)
eliminándolo de la narración. Es a través de la elipsis de este momento fundamental, que se
enfatiza la pérdida y la imposibilidad de reconciliarse con el pasado: la madre no puede ser
representada, y se verá sólo parcialmente al fi nal cuando ella se reencuentre con su propia
madre. Sólo una parte de ella, ya que, la paradoja de este gran fi nal es que el encuentro entre
las madres, el clímax del documental, por así decirlo, queda oculto tras diversos cuerpos
(los hijos, los nietos). Al querer ver se opone la imposibilidad de hacerlo. No, el pasado no
se puede representar, más que a través de sus contornos.
Para Ballesteros es tan importante dar cuenta de esta imposibilidad como la de la pre-
cariedad y los artifi cios de la memoria. Esto queda de manifi esto en la escena en que mira
las fotos polaroid de él y de su hermana cuando niños que su madre les regaló luego de la
primera reunión familiar y que él ve como una puesta en escena su madre. Las polaroid –él
con corbata, ella con vestido, caminando por la calle del barrio, sentados sobre el capot del
auto, en fi n, escenas de la vida cotidiana– son enfocadas en un primer plano pero siempre
hay una parte de ellas que no se pueden ver, uno de los hermanos la cubre con su silueta,
volviéndolas más difusas.
En voz en off se escucha a Ballesteros un poco desconcertado, cree que la madre al
deshacerse de las fotos, se está despidiendo de ellos. Su hermana Karin le pregunta cuáles
son las que le gustan más:
René: ¿Las que me gustan más?... Es que éstas parecen como de mentira yo encuentro…
Karin: Sí… En todas aparecemos sonriendo… En todas aparecemos así como…
René: … Ella me dijo que las fotos las tomó, las polaroid, una semana antes de irse a
Venezuela. Nos hizo que nos cambiáramos de ropa para que saliéramos con la mejor ropa
que teníamos. Es como una fi cción.
Esta escena ilustra diversos puntos señalados por Kuhn, tales como que las fotos fami-
liares (y las imágenes en general) pueden ser un campo de batalla, que esta batalla se lleva
11 “The promise is of a brighter past in the future” [traducción del autor].
AISTHESIS Nº 47 (2010): 45-63 ELIZABETH RAMÍREZ • Estrategias para (no) olvidar
La Quemadura 2.
La Quemadura 3.
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lo que llevó a los hermanos a este terreno baldío. Los libros que han desaparecido, tanto de
su casa como de la historia del país, dejando sólo algunos rastros esparcidos por ahí, son
el único vínculo que tienen tanto con su madre como con el pasado dictatorial. Se entre-
cruzan aquí la memoria individual de los hermanos y la de los trabajadores, la memoria de
la historia familiar de los Ballesteros con la de la historia del país, mientras el fantasma de
los libros de la Unidad Popular, de un pasado común, se hace presente en el vacío de este
terreno “en construcción”. El realizador ve este entretejido “como muestras, en el sentido
de las muestras médicas, como un análisis microscópico de un momento en la historia de
una familia que pudiera iluminar un fragmento de la historia de la censura y destrucción
de libros en Chile” (Ballesteros, entrevista personal, 2010). 
Nuevamente, este pasado no es representado sino a través de su ausencia. Aquí no hay
imágenes de archivo del tiempo de gloria de la editorial Quimantú, tampoco las hay de la
represión ni de la fogata, ni de La Moneda en llamas. Es a través de los silencios y las dudas,
que este pasado se fi ltra en los testimonios de los únicos personajes que no son parte de la
familia Ballesteros. Las entrevistas a los ex trabajadores le sirven también al realizador (y
al espectador) para volver a desconfi ar de la memoria.
De hecho, para el realizador, la convergencia entre las esferas públicas y privadas tiene
que ver con “un vínculo, sobre todo, en la censura y la autocensura. Y la censura es tanto
hacia el otro, hacia el nombre o la evocación de otra persona como hacia sí mismo, a partes
de la propia biografía” (Entrevista personal). Mientras uno de los trabajadores dice que
los libros simplemente se perdieron, “pero no es que los hayamos hecho tira”, el otro lo
interrumpirá para contar que los libros no están porque muchas personas se deshicieron
de ellos a causa del miedo, y muchos de ellos fueron quemados o tirados por respiraderos
para que los militares no los encontraran, exhibiendo así no sólo las versiones contradic-
torias del pasado que emergen en el presente y el carácter vulnerable de la memoria, sino
también el temor que se cuela a través de los recuerdos de estos hombres.
Así, el realizador va construyendo este relato a partir de los intersticios, no sólo narrando
su historia desde la periferia –desde una familia desecha, desde su micro-historia, desde una
generación sin grandes épicas que narrar, desde localidades no metropolitanas– sino que además
fundiéndose en un universo puramente femenino (su relato es protagonizado por mujeres,
su madre, su hermana, su abuela, la machi), presentando a las fi guras masculinas (el padre,
el medio hermano) más bien marginales. Se podría decir, en este sentido, que el realizador
es una suerte de intruso en este tipo de relato doméstico, asociado tradicionalmente a las
mujeres, lo que acentúa su condición de narración al margen de los discursos hegemónicos.
El realizador se mueve entre Francia (donde reside), el sur de Chile (Temuco, donde
nació y vivía su abuela) y Venezuela (donde vive su madre) para buscar reconstituir el
pasado familiar. Escuchamos por lo tanto diversos idiomas y acentos (el chileno de la fa-
milia Ballesteros y el venezolano que ha adquirido su madre), el francés (del entrenador de
natación), incluyendo el mapudungun (el realizador visita a una machi para que lo ayude
a traer a su madre de regreso, haciendo visible la fi gura mapuche fuera del contexto de
denuncia o antropológico más tradicional, aunque todavía con cierto grado de exotismo
asociado a la sabiduría originaria). Sin embargo, a pesar de dar cuenta de la existencia de
este mundo profundamente interconectado, en La Quemadura no se ven los desplazamientos.
El documentalista no exhibe ningún trayecto entre estos lugares, lo que crea la sensación
de estancamiento, de paralización. Por ejemplo, las escenas con su hermana o su abuela
son de carácter muy íntimo, y muchas de éstas son realizadas con una pequeña cámara de
mano que sostiene el realizador en ambientes cerrados y poco luminosos.
Como para contrarrestar esta sensación de empantanamiento, en el montaje emergen las
secuencias donde vemos al realizador tomando clases de natación. Sin embargo, aunque el
agua podría leerse como una suerte de respiro (tanto para el director como el espectador),
o como sanación ante la herida del drama familiar, indica más bien una suspensión. Las
tomas son también cerradas y e insisten en la fragmentación del cuerpo. Al igual que las
imágenes del sur de Chile, o de los archivos y pasillos de la biblioteca (ambas con la voz
en off de la madre), funcionan para dar cuenta de un paisaje interior, porque en este relato,
el realizador parece no poder dar cuenta del exterior sino desde su propia subjetividad.
REMITENTE: SOBRE LA TEXTURA DEL OLVIDO
El documental experimental de Panizza busca refl exionar sobre la memoria y el olvido a
través del registro de lo cotidiano, entretejiendo así en su relato las transformaciones de
su barrio, el Alzheimer de su abuela y su maternidad, por ejemplo, con la mirada crítica
de una sociedad a la deriva, lmando desde las construcciones inmobiliarias de Santiago
hasta la muerte de Pinochet. Intenta, por lo tanto, registrar no sólo lo privado pero sus
complejas interconexiones con lo público y al mismo tiempo, cuestionar la identidad como
algo dado, cristalizado. Así, la realizadora vuelve difusos estos límites moviéndose entre las
dos esferas indistintamente, sin ninguna transición y sin otorgar una jerarquía aparente a
ninguno de los fragmentos que componen su documental.
Acentuando su postura desde los intersticios, se representa a sí misma como pasajera
en tránsito en el mundo actual, en efecto, como “una turista más que ha perdido su city
map nos dice en su documental, y lo hace desde el lenguaje como soporte y como palabra.
Lo hace a través de la mezcla de los formatos (sus propias fi lmaciones se entremezclan con
found footage, animaciones gráfi cas, recortes de papeles, escritos a mano) jugando con los
límites del documental y lo hace también a través del uso de múltiple idiomas. La realizadora
narra en diferentes lenguas, intercalando inglés y español, incluyendo también palabras en
italiano y mapudungun, construyendo así un mundo híbrido, un tejido de voces que logran
dar cuenta de un intercambio constante, de una identidad fl uida, de un Santiago inserto
en el mundo actual, donde la frontera dejó hace tiempo de ser la cordillera de los Andes.
A través de la puesta en escena de esta diversidad de lenguas, Panizza pretende dar cuenta
a su vez de una “multiplicidad de modos de expresar el mundo” y por lo tanto, de la “im-
posibilidad de representarlo” a través desde una única mirada. (Entrevista personal, 2010)
Esta elección está estrechamente relacionada con su propia identidad. Como descendiente
de inmigrantes, Panizza se considera a sí misma un ser fragmentado, inserto en un país y
un continente constituidos a su vez por diversos fragmentos. A través de su trilogía Cartas
Visuales, en sí misma un relato hecho por piezas, una suerte de mosaico –la primera, una
carta desde Londres a Chile, la segunda, una carta desde Chile a Italia, la tercera carta aún
en proceso de defi nición– quiere dar cuenta de su condición diaspórica de realizadora que
habita a la vez diversos mundos, pero siempre enfatizando que, la única posibilidad de dar
cuenta de éstos, es desde la propia mirada.
En Remitente, al igual que en La Quemadura, será el sonido el que dará inicio al relato
y que vinculará desde sus inicios este ensayo visual con la memoria cultural chilena. Es
el sonido de una tradición en extinción, la del afi lador de cuchillos, la que trae consigo
la imagen de un Chile perdido, como lo hará también el sonido del organillero en otra
AISTHESIS Nº 47 (2010): 45-63 ELIZABETH RAMÍREZ • Estrategias para (no) olvidar
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parte de la narración. El texto de Panizza, sobre una elaborada banda sonora (el sonido
del agua, de los pájaros, de edifi cios en construcción, de grabaciones radiales, de música) e
imágenes fragmentadas (la bandera, los Andes, las micros amarillas, los edifi cios de Provi-
dencia, habitantes entre la perplejidad y la euforia) buscará construir, desde la asociación
y la repetición de imágenes y ruidos, no sólo la textura de la memoria y el olvido sino una
propuesta poética del imaginario chileno.
Aquí el uso del comentario tiene un rol preponderante, y será a través de esta narración
en voice over de Panizza que Remitente subvertirá el uso de esta estrategia tradicionalmente
asociada al sonido autoritario y masculino de la “voz de Dios” (una voz que intenta anclar
el signifi cado del texto en los documentales más tradicionales y entregar de este modo
verdades universales). El uso de un comentario femenino, nos dice Bruzzi, es subversivo
no sólo por el hecho de que sea la voz de una mujer la que hable, sino que también porque
es precisamente la especifi cidad que trae consigo esta voz la que pone de manifi esto la
incapacidad del documental de entregar una verdad irrefutable, enfatizando su carácter
subjetivo (2000: 58-59).
La presencia de la realizadora es, sin embargo, mucho más incorpórea que material, ya
que se la escucha mucho más que se la ve. Sus intervenciones son fragmentadas y mínimas,
la vemos como en destellos, como una sombra que afi rma una cámara, como una fi gura
a contraluz, como un soporte donde se escriben palabras. Lo que le interesa destacar a
Panizza, a través de estas interrupciones explícitas en el documental, es sobre todo la “im-
posibilidad de representar al otro” (Entrevista personal). La realizadora acentúa así desde
la forma misma del documental, el carácter personal y fragmentado de su narración, y su
posición desde el exterior de los discursos ofi ciales y hegemónicos.
En Remitente, la representación de los artifi cios de la memoria y de su precariedad se
da, como decíamos, principalmente desde el lenguaje como soporte, como escritura, como
inscripción. Dándole la espalda al formato digital, la realizadora elige la del formato súper
8, el que otorga a las imágenes del Santiago actual la textura de un recuerdo. Es preci-
samente esta textura la que permite jugar a Panizza con el tiempo y, por lo tanto, con la
memoria. El suyo es un ejercicio temprano de nostalgia realizado desde el presente para
no olvidar en el futuro. Por eso, se percibe cierto grado de urgencia en su narración, no
quiere olvidar lo que sabe que olvidará, porque otros ya lo han hecho (como su abuela, por
ejemplo, que ahora “viaja en su máquina del tiempo” o como aquellos que se deshicieron
de los recuerdos y ahora son vendidos por docena).
En un acto político cargado de poesía, la realizadora rescata las memorias de desco-
nocidos compradas en el popular mercado Persa Bío-Bío y las convierte en sus propias
memorias. A través de home movies (fi lmaciones caseras) de seres anónimos que han visto
convertidos sus recuerdos en algo desechable, en transacción, en parte del mercado actual,
ella enumera las cosas que no quiere olvidar. Recordándonos la lista de “las cosas que ace-
leran el corazón” de la escritora japonesa Sei Shonagon citada en Sans Soleil (Chris Marker,
1983). Panizza monta imágenes de hombres fi lmando o sacando fotos (ella es esos hombres
ahora, ella será esos hombres después), de bebés, de mujeres embarazadas o tendidas al sol,
de celebraciones, mientras ella enumera sobre estas imágenes su propia lista. Son recuerdos
de otros, escribe en la pantalla. Son “mis” recuerdos, corrige luego.
Así advertimos no sólo que es el uso que se le da a las imágenes lo que importa, sino
que, siguiendo nuevamente a Kuhn, observamos que la memoria no necesita un testigo, ya
que ésta no exige la presencia de quien recuerda en la escena original del hecho para existir
(2002: 128). Esto quiere decir que la memoria circula, se desplaza, que la memoria, espe-
cialmente ahora, donde las imágenes lo inundan todo, puede ser “prostética” (Landsberg,
1995), incorporada a través de imágenes de otros (fotos, películas, noticias, museos) y no
necesariamente adquirida por una experiencia vivida directamente.
Es, precisamente, a través de esta memoria postiza, como construimos y transformamos
nuestras propias identidades en la actualidad y es así también como las nuevas generaciones
pueden identifi case y recordar los hechos de un pasado cultural que no se ha vivido, como
el de la dictadura. Por eso, el acto de rescatar la memoria de “otros” de Panizza puede
interpretarse como un acto político. El “uso” del material pasa de ser uno comercial a uno
evocativo, poético: las fotos son releídas y reconfi guradas en un presente-pasado que las
revaloriza (intentando convertirlas –en vano, claro está– otra vez en promesa de un pasado
luminoso, aunque ahora desde la nostalgia) como huellas de un historia que nos pertenece
a todos.
A la poesía y a la emotividad del logrado montaje del material encontrado en el mercado
de las pulgas, Panizza contrasta acto seguido, la dureza del sonido y de imágenes de edifi cios
en construcción que están desplazando a las antiguas edifi caciones. Embellece estas imá-
genes, sin embargo, la presencia de una bolsa de plástico en el aire (poniendo así el acento
en la valor de la mirada, en la acción de simplemente mirar), mientras, la voz en inglés de
la realizadora enfatiza “Odio olvidar cómo era la casa que estaba aquí”. Precisamente, es
a través del exceso en estas imágenes, de la presencia incómoda de estas construcciones y
del ruido en ellas, por donde se fi ltran las ruinas de la historia.
AISTHESIS Nº 47 (2010): 45-63 ELIZABETH RAMÍREZ • Estrategias para (no) olvidar
Remitente 3.
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Volvemos a ver aquí la imagen del Santiago que se construye, pero que en vez de dar cuenta
de un desarrollo sin par en América Latina como pretende el discurso hegemónico, exhibe la
ausencia del pasado, de aquello que ya no está y que ha sido hecho desaparecer a punta de
fusiles, consensos y centros comerciales. La realizadora representa la capital como una ciudad
enferma que difícilmente podrá mejorar, porque el pasado, aunque quiera ocultarse tras la
arremetida de las farmacias, de las tinturas para el pelo y las construcciones que buscan con-
vertir Santiago en Nueva York, como nos dice en el comentario, todavía ronda por las calles.
Hay una escena, un segmento en particular, que nos remite directamente a los resabios
dictatoriales. Es precisamente, un hito mayor en la historia de Chile y al que Panizza parece
asignar la misma importancia que al resto de los fragmentos que constituyen su narración.
“Muere Pinochet” nos indica en la pantalla. Luego, escribe: “yo estuve ahí con mi cámara”.
Panizza da cuenta así de su “doble militancia” como periodista y realizadora audiovisual,
mientras defi ende en ese estar ahí, en el de gesto de capturar la realidad mientras ésta se genera,
la esencia documental de su realización (a pesar de su permanente coqueteo con la fi cción).
Dando cuenta del país polarizado de esos días, Panizza se arroja a las calles a fi lmar las
reacciones de los dos Chiles (y a través de esta acción parece hacerle un guiño a la tradición
del cine de “trinchera” que la precede). Es el montaje de este fragmento el que nos da cuenta
de la confusión de este momento y de la imposibilidad última de representarlo. Sin necesidad
de narración, este fragmento está construido a través de un tejido de repeticiones: de la
mujer atónita que mira desde la micro, de la enfermera-maniquí y de diversas grabaciones
radiales entrecortadas, que se superponen y parecen hablar de fórmulas matemáticas en
un lenguaje complejo, ininteligible. ¿Desde qué otro modo sino que desde la inteligibilidad
representar aquel gran evento?
Frente al Hospital Militar están los simpatizantes de derecha que sostienen pancartas
de apoyo al dictador. La rabia y el odio del pasado remoto, de aquellos enfrentamientos
entre “rotos” y “momios”, se hace presente en uno de los simpatizantes de derecha con-
gregados frente al hospital, el que nos lleva a recordar a la mujer que pide a gritos el fi n de
la Unidad Popular en una de las famosas escenas de La Batalla de Chile (Primera parte:
La Insurrección de la Burguesía (1975)) de Patricio Guzmán
12
.
Aquí no hay sonido directo –no lo hay en efecto en toda la narración, pero la presencia
de esta “masa” y el hecho de que el simpatizante de Pinochet se dirige directamente a la
directora tras la cámara hace esta ausencia más evidente– ni comentario. Panizza construye
una brecha entre esos “otros” y ella, fi lmando desde fuera, distanciándose de ellos y escri-
biendo en inglés, como apuntando con un dedo acusatorio “él me dijo perra comunista”.
Con esta nota escrita en la pantalla ella no sólo se aleja de los pinochetistas, dejando ver
la desconfi anza contemporánea por la colectividad señalada por Masiello, sino también
enfatiza su relación con la historia. Es ella y no otro quien está dando cuenta de aquel
instante. Efectivamente, para la realizadora, “los grandes procesos sociales se cuentan
desde lo íntimo, a mí me interesa ver esos procesos, esos cambios, desde la esfera íntima.
Es, en este sentido, que veo este tipo de relato como única verdad cinematográfi ca posible”
(Entrevista personal, 2010).
Como hemos visto, es sólo desde la confusión que se puede dar cuenta de la dictadu-
ra. De hecho, es nuevamente la imposibilidad de representar este pasado lo que pone de
manifi esto esta secuencia. Por eso las imágenes del “otro” Chile que celebra la partida
de Pinochet en la Plaza Italia, lugar emblemático de encuentro para las celebraciones de
carácter popular, son fi lmadas con la misma distancia y conservan el mismo desconcierto.
Por ejemplo, no hay nada que indique que se está en este emblemático lugar más que un
recorte inserto en la pantalla. En la escena se entremezclan detalles de pancartas, mujeres
envueltas con banderas, bailarinas de carnaval, aunque éstas sean acompañadas con el
AISTHESIS Nº 47 (2010): 45-63 ELIZABETH RAMÍREZ • Estrategias para (no) olvidar
12 La mujer de la escena en cuestión exclama: “¡Qué se acuse constitucionalmente al presidente y lo saquen el
veintiuno de mayo mismo! . . . ¡Porque tienen destruido, molido, y éste es un gobierno corrompido y degenerado,
señor! ¡Degenerado y corrompido! ¡Inmundo! ¡Comunistas asquerosos, tienen que salir todos de Chile! El 21 de
mayo tendremos, gracias a Dios, el Gobierno más limpio y lindo que hayamos tenido, ganando con la democracia
y sacando a esos comunistas, marxistas podridos... ¡Malditos sean!” Citado por Jacqueline Mouesca (1988: 83).
Remitente 1. Remitente 2.
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comentario crítico de la directora relacionado con el avance del sistema neoliberal y los
costes del progreso.
Panizza sabía que registrar estas imágenes del Chile dividido era urgente para poder
“detener el tiempo, para poder re-pasarlo”, como explica (Entrevista). Detenerlo para in-
terrogarlo desde el presente. Urgente, por lo tanto, porque a la distancia, después de cuatro
años de la muerte de Pinochet, quedarían estas imágenes para hacernos refl exionar sobre
el signifi cado que tienen hoy. Y urgente porque tendrían el valor de recordarnos que las
heridas de Chile no se cerrarían con la muerte del dictador, que permanecerían abiertas.
Sino ¿cómo explicarnos los bustos de Pinochet circulando por las calles? ¿Cómo explicar-
nos los acalorados y hasta violentos debates generados por la reciente inauguración del
Museo de la Memoria? ¿De qué otra manera explicar estas ruinas o estas ausencias de las
que nos hablan estos documentales?
A través del análisis de estas realizaciones, caracterizadas principalmente por la puesta
en escena de la ausencia y la fragmentación, hemos pretendido indagar en los modos de
recordar que presenta una nueva generación de documentalistas trabajando durante la
post-dictadura. Dejando de lado la temática de las violaciones a los derechos humanos y
las representaciones de proyectos colectivos, estos documentalistas hacen visible desde la
subjetividad de sus peculiares relatos autobiográfi cos las interconexiones entre la esfera
privada y el pasado reciente que comparte la nación.
Desde el cuestionamiento de la identidad como algo fi jo, se plantean como personajes en
tránsito, confundidos y perplejos en medio de un mundo interconectado y las transforma-
ciones que vive la sociedad chilena contemporánea, que debe convivir entre las ruinas del
pasado y el progreso que amenaza con cubrirlas para siempre a un ritmo vertiginoso. Para no
olvidar, estos documentalistas dan cuenta, precisamente, de la imposibilidad de no hacerlo.
Es así como estas narraciones se confi guran desde los márgenes y desde la imposibili-
dad, fuera de los discursos binarios sobre olvido y memoria, sin idealizar el pasado como
monumento, lejos de los rituales conmemorativos y más cerca de las ruinas, más allá del
discurso del progreso y de las ventajas de vivir en un mundo “sin fronteras”. Lejos de
la historia como evento, de la narración épica (no hay cabida en estos relatos para las
imágenes de archivo del pasado político reciente, pero sí para las memorias “caseras”), el
acento lo ponen en cuestionar los artifi cios de la memoria. La memoria para ellos parece
no ser evidencia de nada, sino más bien una estrategia que permite indagar en el pasado,
no como algo estable sino como algo que se va reconfi gurando en el presente, pero que,
sin embargo, se escabulle y que es, nalmente, imposible de representar. El pasado no es
idealizado en estos relatos, no hay lugar en este presente para aquello, la historia (ahora sí,
como evento) parece haberles enseñado que no hay un pasado más luminoso en el futuro.
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abril 2010 (vía email).
Panizza, Tiziana. (2010). Entrevista personal con la documentalista realizada el 28 de abril
2010 (vía telefónica).
Recepción: martes 15 de septiembre de 2009
Aceptación: jueves 7 de enero de 2010
AISTHESIS Nº 47 (2010): 45-63 ELIZABETH RAMÍREZ • Estrategias para (no) olvidar
... Sin embargo, estimo más productivo interpretarlo desde las hipótesis de la crítica feminista que iluminan cómo las producciones estéticas de mujeres suelen politizar lo íntimo, desplegando estrategias enunciativas a partir de los roles domésticos tradicionales asignados a ellas, los que resultan transformados en ese acto de resignificación (ver Gallardo y Salomone, 2018). Otra propuesta afín es la que levanta ElizabethRamírez (2010), quien observa las estrategias representacionales que utilizan los documentales de la generación de hijos para reflexionar, desde la esfera íntima, sobre la fragilidad de la memoria. ...
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Este ensayo propone un análisis sobre tres filmes chilenos contemporáneos que elaboran representaciones ficcionales y documentales acerca de la vida y el legado político del ex presidente Salvador Allende. La hipótesis que guía el análisis sostiene que estos filmes discuten el carácter ensombrecido de la figura de Allende en la escena cultural de la postdictadura. El trabajo llevó adelante tres objetivos: primero, analizar los recursos enunciativos y compositivos utilizados para recrear la vida personal y pública del ex presidente. Segundo, interrogar los significados transmitidos por dichos recursos y estrategias. En tercer término, explicar cómo los relatos fílmicos dialogan con otros discursos sociales, instalando visiones que cuestionan la opacidad de la figura de Salvador Allende y, más ampliamente, las memorias sociales sobre la Unidad Popular. El corpus sobre el que se realizó el estudio son las siguientes películas: Salvador Allende (2004), de Patricio Guzmán, Allende en su laberinto (2014), de Miguel Littin y Allende mi abuelo Allende (2015) de Marcia Tambutti.
... En contrapartida, en la primera y la segunda década del siglo XXI se abren un progresivo espacio las narraciones en primera persona que buscan indagar en las consecuencias personales y subjetivas de esos procesos en el "espacio biográfico" (ARFUCH 2002) de los cineastas, en aquella dimensión de la vida que desempolva o despliega recuerdos y memorias fragmentarias y, por momentos, contradictorias (RAMÍREZ 2010, BARRIL 2013. Por otro lado, también varían los aspectos específicos de la dictadura que se abordan en esos documentales, sin que por ello abandonen la primera persona. ...
... Los acercamientos a documental chileno contemporáneo han tendido a situar lo expresivo-documental en términos subsidiarios de una modalidad específica de representación (autobiográfico, subjetivo, expositivo, testimonial, argumentativo) o una temática (memoria, política, afecto, identidad), dejando en un segundo grado una pregunta acuciante formulada por estas obras vinculadas a la exploración formal de los recursos. Acercamientos como los de Traverso y Crowder-Taraborrelli (2015); Bossy y Vergara (2010); Ramírez (2010); Barril (2013), sitúan siempre una duplicidad entre el contenido y la forma de representación en ejes que van de lo político a lo autobiográfico. Así propuesto, el análisis tiende a contener una duplicidad propuesta entre «forma» y «contenido», o entre «realidad» y «representación», más que en su dimensión contingente y performativa. ...
... En términos de temas, varios estudios coinciden que el documental chileno de los últimos años ha experimentado un giro hacia lo íntimo y personal, aunque en muchos casos esto no implica un desmedro del ámbito público, de la esfera social, sino más bien una simbiosis entre ambos mundos (Ramírez, 2010;Lagos, 2011). De los Ríos y Donoso plantean que: ...
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Based on a database of 194 films made between 1994 and 2019, this article offers an exploratory study of contemporary Chilean music documentary film, providing analytical categories and research questions. These categories help to understand the strategies that filmmakers use to read musical matters from a documentary perspective. I argue that music documentary is inscribed within the so-called “turn towards the intimate” of Chilean documentary more broadly as well as within the production on memory in the post-dictatorship both in the fields of documentary film and music historiography.
... Se trata de fragmentos de imágenes en el lenguaje (rancière, 2008/2011), que no corresponde a lo vivido cuarenta años atrás por padres y abuelos, sino que se encuentran atravesadas justamente por su actualidad, ya que son construidas por los nietos en el presente. Siguiendo a Benjamin (1959/2010) en la imagen, huella material del pasado, colisionan los tiempos, chocan pasado y presente, y en ese contacto se produce un relampagueo en el que, a la vez que algo se hace visible, las cosas son condenadas a sumergirse de nuevo en la oscuridad. Articular históricamente el pasado no significa, para Benjamin (1959Benjamin ( /2010, conocerlo como verdaderamente "ha sido", sino adueñarse de un recuerdo tal como su imagen relampaguea en cierto instante. ...
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Los estudios sociales de la memoria en el Cono Sur se han concentrado particularmente en las disputas de memorias sociales sobre el pasado reciente de carácter nacional. En este contexto, nuestra apuesta ha sido desplazar la mirada analítica a lo local y a conflictos que no se gestan ni sostienen únicamente en la violencia política ejercida durante la dictadura militar. En particular, hemos situado nuestro trabajo de investigación en la población ‘La Legua’ –ubicada en Santiago de Chile–, enfocándonos en comprender los procesos de transmisión intergeneracional de las memorias de la población a través de los discursos y las prácticas de sus habitantes. Dicha población, junto con haber sido fuertemente reprimida por el régimen militar en los años ‘70 y ‘80, en la actualidad ha sido calificada por el Estado como “barrio crítico” , lo que ha implicado que se diseñen e implementen diversas intervenciones policiacas y sociales. El presente texto, producto de la reflexión sobre las investigaciones en memorias que hemos llevado a cabo a través de una articulación entre un equipo de investigadores/as y el colectivo FISURA se constituye en una suerte de memorias de la investigación que se focalizan en tensiones epistemológicas, éticas y políticas que han emergido en este recorrido, con el propósito de interrogar(nos), y así seguir dando forma al oficio de investigar de manera situada
... Se trata de fragmentos de imágenes en el lenguaje (rancière, 2008/2011), que no corresponde a lo vivido cuarenta años atrás por padres y abuelos, sino que se encuentran atravesadas justamente por su actualidad, ya que son construidas por los nietos en el presente. Siguiendo a Benjamin (1959/2010) en la imagen, huella material del pasado, colisionan los tiempos, chocan pasado y presente, y en ese contacto se produce un relampagueo en el que, a la vez que algo se hace visible, las cosas son condenadas a sumergirse de nuevo en la oscuridad. Articular históricamente el pasado no significa, para Benjamin (1959Benjamin ( /2010, conocerlo como verdaderamente "ha sido", sino adueñarse de un recuerdo tal como su imagen relampaguea en cierto instante. ...
... Se trata de fragmentos de imágenes en el lenguaje (rancière, 2008/2011), que no corresponde a lo vivido cuarenta años atrás por padres y abuelos, sino que se encuentran atravesadas justamente por su actualidad, ya que son construidas por los nietos en el presente. Siguiendo a Benjamin (1959/2010) en la imagen, huella material del pasado, colisionan los tiempos, chocan pasado y presente, y en ese contacto se produce un relampagueo en el que, a la vez que algo se hace visible, las cosas son condenadas a sumergirse de nuevo en la oscuridad. Articular históricamente el pasado no significa, para Benjamin (1959Benjamin ( /2010, conocerlo como verdaderamente "ha sido", sino adueñarse de un recuerdo tal como su imagen relampaguea en cierto instante. ...
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En el artículo se presentan y analizan tres dibujos creados por Adrian Gouet, artista visual chileno, a partir de fragmentos de la historia de vida narrada por nietos y nietas de ex presos políticos y ex presas políticas (en adelante ExPP) de la dictadura cívico-militar chilena (1973-1990). Estas historias fueron construidas en el contexto de una investigación. en el ámbito de la transmisión transgeneracional del trauma psicosocial (Faúndez, 2013). Los nietos y las nietas colaboraron en forma voluntaria y consentida luego de ser informados de los procedimientos, etapas, objetivos y propósitos de la investigación. El estudio que originó la elaboración de este artículo buscaba explorar y analizar el fenómeno de la transgeneracionalidad del trauma psicosocial provocado por el terrorismo de Estado a partir de las narraciones que construyen los nietos y las nietas de ExPP de la dictadura cívico- militar chilena. los participantes de la investigación fueron 14 jóvenes, ocho mujeres y seis hombres, con un promedio de 21,4 años de edad, provenientes de las regiones Metropolitana y de la Araucanía.
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This article proposes a new mode of understanding the entanglement of ecological and postcolonial questions in contemporary Chilean filmmaking, through the lens of directorial subjectivity. Both Tierra sola (Solitary Land, Tiziana Panizza, 2017), and El botón de nácar (The Pearl Button, Patricio Guzmán, 2015) contest hegemonic structures of belonging by constructing an alternative ‘oceanic archive’. Yet where Guzmán's metaphorical meditations on indigenous connections to the ocean risk collapsing into romanticism and replicating colonial visuality, Panizza's reflexive conception of filmmaking as a situated and embodied practice facilitates a subtler understanding of cinema's political engagement in this sphere.
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Resumen: Este artículo analiza la dimensión afectiva introducida por el uso de imágenes de archivo y de texturas en dos documentales subjetivos: Seams, de Karim Aïnouz y la trilogía Cartas visuales de Tiziana Panizza. Teniendo en cuenta que los directores acuden a un conjunto heterogéneo de imágenes y sonidos para trabajar un ir y venir entre distintos tiempos y lugares, el artículo se propone reflexionar sobre el modo "íntimo" en que las películas abordan la materialidad fílmica, en diálogo con la narración, para poner en tensión las concepciones de identidad y las estructuras temporales que caracterizan al funcionamiento de la memoria y del cine. Palabras clave: afecto, textura, archivo, Karim Aïnouz, Tiziana Panizza. Abstract: This article analyzes the affective dimension introduced by the use of archival images and textures in two subjective documentaries: Karim Aïnouz's Seams and Tiziana Panizza's Cartas visuales. As the directors use a heterogeneous collection of images and sounds to establish connections between different times and places, the article aims to reflect on the "intimate" mode in which these documentaries approach film materiality, in dialogue with narrative, to problematize the conceptions of identity and the temporary structures that characterize the functioning of memory and cinema.
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Este ensayo se propone explorar en las subjetividades, lenguajes y estrategias compositivas puestas en juego en la representación artística de las memorias de descendientes de los protagonistas de la escena política de la izquierda durante las décadas de 1970 y 1980. Dentro del conjunto de las producciones estéticas, este trabajo se enfoca en el análisis de obras audiovisuales recientes (2009-2015), que fueron realizadas por artistas que abordan la problemática de la transmisión transgeneracional de las memorias. Se trata de documentales de carácter autobiográfico que transitan entre el despliegue de narrativas vivenciales, tales como autobiografías, testimonios y relatos de vida, y la configuración de ámbitos subjetivos autoficcionales.
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Public Culture 12.1 (2000) 21-38 One of the most surprising cultural and political phenomena of recent years has been the emergence of memory as a key concern in Western societies, a turning toward the past that stands in stark contrast to the privileging of the future so characteristic of earlier decades of twentieth-century modernity. From the early twentieth century's apocalyptic myths of radical breakthrough and the emergence of the "new man" in Europe via the murderous phantasms of racial or class purification in National Socialism and Stalinism to the post-World War II American paradigm of modernization, modernist culture was energized by what one might call "present futures." Since the 1980s, it seems, the focus has shifted from present futures to present pasts, and this shift in the experience and sensibility of time needs to be explained historically and phenomenologically. But the contemporary focus on memory and temporality also stands in stark contrast to so much other recent innovative work on categories of space, maps, geographies, borders, trade routes, migrations, displacements, and diasporas in the context of postcolonial and cultural studies. Indeed, not so long ago there was a widespread consensus in the United States that in order to understand postmodern culture, the focus had to be shifted from the problematics of time and memory ascribed to an earlier form of high modernism to that of space as key to the postmodern moment. But, as the work of geographers such as David Harvey has shown, we would separate time and space at great peril to a full understanding of either modern or postmodern culture. Time and space as fundamentally contingent categories of historically rooted perception are always bound up with each other in complex ways, and the intensity of border-crossing memory discourses that characterizes so much of contemporary culture in so many different parts of the world today proves the point. Indeed, questions of discrepant temporalities and differently paced modernities have emerged as key to new and rigorous understandings of the long-term processes of globalization, which supplant rather than merely adjust Western modernization paradigms. Memory discourses of a new kind first emerged in the West after the 1960s in the wake of decolonization and the new social movements and their search for alternative and revisionist histories. The search for other traditions and the tradition of "others" was accompanied by multiple statements about endings: the end of history, the death of the subject, the end of the work of art, the end of metanarratives. Such claims were frequently understood all too literally, but in their polemical thrust and replication of the ethos of avantgardism, they pointed directly to the ongoing recodification of the past after modernism. Memory discourses accelerated in Europe and the United States in the early 1980s, energized by the broadening debate about the Holocaust (triggered by the network television series Holocaust and, somewhat later, the testimony movement) and by media attention paid to the fortieth and fiftieth anniversaries of events in the history of the Third Reich: Hitler's rise to power in 1933 and the infamous book burnings remembered in 1983; Kristallnacht, the organized pogrom of 1938 against Germany's Jews publicly commemorated in 1988; the Wannsee conference of 1942 initiating the "Final Solution" remembered in 1992 with the opening of a museum in the Wannsee villa where the conference had taken place; the Normandy invasion of 1944 remembered with grand spectacle by the allies but without Russian presence in 1994; the end of World War II in 1945 remembered in 1985 with a stirring speech by the German president and again in 1995 with a whole series of international events in Europe and Japan. Such mostly "German anniversaries," along with the historians' debate of 1986, the fall of the Berlin wall in 1989, and German national unification in 1990, received intense coverage in the international media, stirring up post-World War II codifications of national history in France, Austria, Italy, Japan, even the United States, and most recently Switzerland. The Holocaust Memorial Museum in Washington, planned during the 1980s and inaugurated in 1993, gave rise to debate about the Americanization of the Holocaust. But the resonance of Holocaust memory did...
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It may be said that every trauma is two traumas or ten thousand-depending on the number of people involved. How one experiences and reacts to an event is unique and depends largely on one's direct or indirect positioning, personal psychic history, and individual memories. But equally important to the experience of trauma are the broader political and cultural contexts within which a catastrophe takes place and how it is "managed" by institutional forces, including the media.In Trauma Culture, E. Ann Kaplan explores the relationship between the impact of trauma on individuals and on entire cultures and nations. Arguing that humans possess a compelling need to draw meaning from personal experience and to communicate what happens to others, she examines the artistic, literary, and cinematic forms that are often used to bridge the individual and collective experience. A number of case studies, including Sigmund Freud's Moses and Monotheism, Marguerite Duras' La Douleur, Sarah Kofman's Rue Ordener, Rue Labat, Alfred Hitchcock's Spellbound, and Tracey Moffatt's Night Cries, reveal how empathy can be fostered without the sensationalistic element that typifies the media.From World War II to 9/11, this passionate study eloquently navigates the contentious debates surrounding trauma theory and persuasively advocates the responsible sharing and translating of catastrophe.
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Two Argentine filmmakers of the postdictatorship generation have used the documentary as a space in which to question constructions of history, memory, and identity in the aftermath of traumatic and tumultuous experiences. Both projects foreground the idea of loss and the difficulties of writing a “truthful” version of the past when confronted by politically motivated “official histories,” temporal shift, ideological change, lost referents, and missed experience. Andrés Di Tella’s La televisión y yo (2003) questions the intersections among history, identity, and the media. In it the filmmaker’s identity, fragile and tenuous, is shown to be based upon memories of the television programs of his youth that he missed because of his family’s self-imposed exile during the Onganía regime. The film is a clear critique of globalization’s effects on subjectivity. Albertina Carri’s Los rubios (2003) highlights the tenuousness of her identity by exploring the gaps and silences of memory. It raises key questions about “postmemory” and generational shifts and, more particularly, about how those at a generational remove from the traumas of dictatorship can comprehend these traumatic historical events and their own relationships to them.
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Even before Augusto Pinochet was arrested in London in October 1998, the past hung heavily over Chile's distinctive transition to democracy. This was apparent during the previous year in the attention given to its conflictive recent history in television and radio talk shows and in newspaper and magazine articles. Since the return to elected rule in 1990, volumes on the dictatorship and the Popular Unity government were staples in Santiago bookstores. With the approach of the 25th anniversary of the 1973 military coup, what had been a steady stream of publication turned into a torrent of personal and political memoirs, extended essays, political journalism, and scholarly studies evoking the country's divided historical memory.