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Andamios
DEMOCRACIAS DE CALIDAD: ¿UN NUEVO ESPEJISMO?
Ángel Sermeño
AAVV. La democracia en América Latina. Hacia una demo-
cracia de ciudadanas y ciudadanos. Buenos Aires: Aguilar/
PNUD, 2004, 487 pp.
Guillermo O’Donnell, Osvaldo Lazzetta y Jorge Vargas
Cullell (comps.), Democracia, desarrollo humano y ciuda-
danía. Reflexiones sobre la calidad de la democracia en América
Latina. Rosario: Homo Sapiens/PNUD, 2003, 357 pp.
No es falso ni desproporcionado sostener que hoy día una gran parte de
la literatura especializada en temas de teoría política se encuentra atra-
vesada de forma implícita o explícita por la crisis de la política. Se trata,
evidentemente, de una problemática compleja que pone en cuestión
aspectos medulares que van desde la propia definición de la política (y/
o lo político) hasta la reconsideración de las bases de legitimidad de un or-
den social democrático.
Un rápido e ilustrativo recuento de los principales dilemas a los que
nos referimos y que se encuentran como elementos de los diversos diag-
nósticos que plantean la crisis de la política son: a) el desencanto y la
apatía ciudadana fincadas en una absorción de la esfera pública en la ló-
gica de lo privado; b) la crisis de representación política sustentada
esencialmente en la distancia insalvable entre el representante y su
representado; c) junto a lo anterior, el grave secuestro de la deliberación
pública por parte de los tecnócratas que se erigen como “señores del
conocimiento”; d) la crisis de los partidos políticos dominados por prác-
ticas corporativas y por el desbordamiento y predominio de los intere-
ses privados; y, finalmente, e) el predominio de los aparatos burocráticos
autorreferenciales que imponen la lógica de la complejidad y, en con-
secuencia, anulan inclusive la posibilidad conceptual de teorizar o
proponer nuevos y mejores esquemas de participación política.
Año 1, número 2, junio, 2005, pp. 259-263
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Subsisten hoy día muchísimos puntos irresueltos y problemáticos al
interior de algunos de estos debates. Llama la atención, por otra parte,
que al fin tales debates han permeado una dimensión institucional que
había sido, ante los mismos, hasta ahora peculiarmente insensible y es-
téril. Y especialmente, que sea la compleja relación entre democracia y
desarrollo económico el issue que se destaque por encima de otros de
quizá igual valor, como puede ser la desafección política o la impaciencia
ciudadana.
Cada día más, en efecto, burócratas y políticos de altos niveles han
empezado a rendirse con preocupación ante la evidencia, a saber: los
avances democráticos de las dos últimas décadas en América Latina,
que permitieron la instauración de regímenes políticos no autoritarios y
comprometidos formalmente con el respeto a las libertades civiles y po-
líticas de sus ciudadanos, no han sido capaces de detener y menos aún
de revertir el crecimiento de la escandalosa inequidad social en la región.
Cientos de millones de personas de la región latinoamericana viven en
condiciones inadmisibles y superlativamente extremas de pobreza y mar-
ginación. Sus derechos sociales más elementales (empleo, salud y edu-
cación) no son reconocidos ni siquiera en el discurso de los políticos
salvo para exorcizar inútilmente el fantasma del retorno del populismo.
De esta suerte, incluso los más obtusos burócratas han empezado a en-
tender que “la superioridad normativa de la democracia no es suficiente
para justificar su existencia”. Más aún, han tenido que admitir que si
bien la proclama e incluso la vigencia de los derechos políticos es buena
en sí misma, estos no se encuentran desvinculados ni pueden gozarse
plenamente sin el ejercicio de los derechos sociales. En conclusión, pues,
que la celebración, o mejor dicho, la institucionalización de elecciones
periódicas, competitivas, limpias y decisivas no bastan por sí solas para
garantizar la estabilidad y vigor de cualquier democracia moderna. Estas
no dependen sólo de la calidad de sus procedimientos, sino también y
de forma decisiva, de las cualidades y aptitudes de sus ciudadanos.
Esta conclusión preliminar nos coloca curiosamente en el punto de
partida de las dos novedades bibliográficas aquí presentadas y que, por
la transcendencia de la problemática que abordan para la región latino-
americana, están destinadas evidentemente a no pasar inadvertidas. El
primero de ellos es La democracia en América Latina. Hacia una democracia
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de ciudadanas y ciudadanos, el segundo se titula Democracia, desarrollo
humano y ciudadanía. Reflexiones sobre la calidad de la democracia. Ambos
textos, cabe mencionar, son obras colectivas patrocinadas por el pres-
tigioso Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Ambos
textos, además, aparecen en un momento en que una convicción ha al-
canzado a diversos organismos multilaterales y orientan la definición de
sus respectivas agendas de trabajo. Tal convicción, en correspondencia
con la reflexión arriba apuntada, cuestiona abiertamente el desempeño
y el resultado de las reformas económicas impuestas bajo el así conoci-
do programa neoliberal, por su impacto negativo para el desarrollo econó-
mico, la igualdad política y la cohesión social. Ello cataliza una discusión
en plena efervescencia que va más allá de ese deficitario impacto. Se tra-
ta de las interrogantes respecto de ¿cómo hacer mejor las democracias
existentes?, ¿cómo reorganizar los principios de la representación po-
lítica?, ¿cómo dotar los diseños institucionales de la democracia de nuevos
contenidos y nuevos derechos? Es decir, es un hecho que múltiples vo-
ces coinciden en repensar la construcción del Estado y el andamiaje ins-
titucional de los regímenes políticos para precisamente redirigir el rumbo
del desarrollo democrático, social y económico de América Latina y modi-
ficar ventajosamente el patrón y el estilo subordinado de inserción de la
región en la globalización.
Cuatro apartados conforman la estructura del primer texto: a) política
para la democracia; b) Estado para la democracia; c) economía para la
democracia; y d) globalización y democracia. De esta suerte, veintisiete
ensayos breves integran este volumen, inspirados en las propuestas con-
tenidas en un notable informe del PNUD de reciente aparición que in-
vestiga las causas diversas del déficit democrático, además de sugerir y
proponer algunas líneas preliminares de solución entre las que destacan:
redimensionar y reinventar el Estado; subordinar la economía a la políti-
ca; hacer de la ciudadanía un protagonista de la construcción democrática
a través de la recuperación de la participación política en los espacios
públicos; inyectar vitalidad al debate público, etcétera. Volumen mul-
tidisciplinar y un tanto desequilibrado por su propia naturaleza, pues
también aborda sucintamente los otros grandes retos conocidos de la
región: narcotráfico, violencia y corrupción.
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El segundo texto, a su vez, si bien comparte estos rasgos logra sortear
un poco mejor los riesgos de las miradas colectivas y multi o trans dis-
ciplinarias pues la parte central del mismo está compuesta por un amplio
estudio sistemático y sugerente del conocido politólogo Guillermo
O’Donnell. Estudio que gira sobre este mismo ramillete de perspectivas,
dilemas y desafíos, aunque su núcleo argumental constituye una ex-
ploración preliminar del camino institucional que podría ayudar a des-
pejar e incluso resolver estas muchas y complejas tensiones entre demo-
cracia y desarrollo económico. O’Donnell es, en efecto, un autor que ha
sabido hasta ahora desarrollar un análisis politológico de corte empírico
sobre América Latina que ha aspirado siempre a superar los conven-
cionales y frecuentemente poco imaginativos límites metodológicos de
la ciencia política, con resultados que han sido en verdad muchas veces
estimulantes y prometedores.
O’Donnell ya había defendido vigorosamente con anterioridad que
la democracia, a la hora de ser evaluada, no debe incorporar para tal fin
únicamente la perspectiva que proporciona la matriz del régimen político
sino que debe ampliar su enfoque hasta el plano del Estado. A diferencia
de muchos otros politólogos comparatistas, francamente planos, O’Do-
nnell también defendió que una teoría adecuada de la democracia debería,
para potenciar su dimensión heurística, especificar las condiciones his-
tóricas del surgimiento de los distintos tipos de diseños institucionales
de las democracias de la región. Sin tal sociología histórica es incom-
prensible la discusión sobre los alcances y límites de dichos diseños ins-
titucionales. Igualmente, sostuvo en muchos de sus trabajos anteriores
que una teoría democrática, incluso de orientación empírica, estaba
obligada a abordar complicadas e ineludibles cuestiones de filosofía po-
lítica y de teoría moral. Finalmente, propuso abrir la teoría de la de-
mocracia a la consideración de diversos aspectos sustanciales de la teoría
del derecho. En el presente texto, O’Donnell integra todas estas con-
tribuciones y da un paso más. Propone emplear el concepto de ciudadanía
como nueva y más potente palanca conceptual para proyectar la de-
mocracia más allá de las simples consideraciones del régimen político.
Su renovada propuesta trata específicamente de sostener una visión
de los ciudadanos como “agentes” que permita, como decíamos, combinar
las dos dimensiones de la problemática referida. Por un lado, la dimensión
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de la afirmación de los derechos sociales que basándose en el asidero
teórico de la noción de desarrollo humano postula, como derecho, gozar
un estándar de vida congruente con el desarrollo de capacidades básicas
para el ejercicio de la autonomía del ser humano. Por otro, continuar
defendiendo las conquistas de la democracia política y su compromiso
con la defensa de los derechos humanos entendidos como la concesión
de garantías al individuo frente a los riesgos de la arbitrariedad y el des-
potismo de las agencias del Estado autoritario.
En esta perspectiva, una democracia de calidad es la que al mismo
tiempo que profundiza en la construcción de las instituciones políticas
que sostienen los derechos políticos y civiles de los ciudadanos permite,
a través del estímulo de nuevos esquemas de participación política, que
los ciudadanos ejerzan el poder de defender o alcanzar nuevos dere-
chos sociales que actualmente les faltan.
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Año 1, número 2, junio, 2005, pp. 259-263