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Prismas, Nº 15, 2011 289
Marina Rieznik,
Los cielos del sur. Los observatorios astronómicos de Córdoba y de La Plata, 1870-1920,
Rosario, Prohistoria, 2011, 220 páginas
En este libro, basado en su tesis
doctoral, Marina Rieznik
estudia las actividades
astronómicas que tuvieron lugar
en los observatorios de
Córdoba y de La Plata entre las
décadas de 1870 y 1910,
período en el que predominó la
astronometría, rama de la
astronomía centrada en la
determinación y el registro de
la posición de las estrellas que
adquirió gran importancia a lo
largo del siglo xix debido a su
utilidad para el sistema de
producción capitalista en
expansión.
El trabajo constituye un
aporte destacado sobre un tema
que hasta el momento había
recibido escasa atención por
parte de estudios académicos, y
también resulta relevante en el
marco de las investigaciones
que en los últimos quince años
concentraron sus esfuerzos en
analizar el establecimiento y
desarrollo de ciertas disciplinas,
especialidades y áreas de
investigación en el país,
considerando cuestiones como
los procesos de creación
institucional, las características
de las carreras profesionales de
los investigadores y la
articulación de las prácticas
científicas locales tanto con
instancias disciplinares
internacionales como con
entramados sociales de
composición heterogénea, que
incluyen entre otros a políticos,
funcionarios, comerciantes y
empresarios. En esta
investigación en particular, el
marco interpretativo que
articula los diferentes capítulos
sostiene que las actividades de
los astrónomos que actuaron en
el país en esos años sólo
pueden ser comprendidas a
partir de su pertenencia a
ciertas redes internacionales de
trabajo astronómico –expresión
que Rieznik utiliza para
referirse a colectivos
transnacionales de
investigadores organizados de
manera jerárquica que
comparten una serie de
objetivos, métodos e
instrumentos– que definían
desde observatorios situados en
países como Alemania y
Francia los fenómenos que
resultaba relevante estudiar y
los modos de hacerlo. Inclusive,
los miembros de la elite política
que en diferentes momentos
promovieron o facilitaron la
creación de espacios
institucionales vinculados con
la astronomía aparecen en esta
perspectiva como mediadores
de esas redes con escasas
posibilidades de incidir sobre
los destinos efectivos de los
observatorios que fueron
construidos y sostenidos con
fondos públicos.
Dividido en dos partes, el
libro da cuenta en los primeros
tres capítulos de la fundación,
organización y funcionamiento
inicial del Observatorio de
Córdoba, y luego se concentra
en el Observatorio de La Plata,
prestando atención allí también
a las relaciones conflictivas que
mantuvieron las autoridades de
ambas instituciones como
resultado de su participación en
diferentes redes internacionales
de trabajo astronómico.
El primer capítulo
reconstruye la creación del
Observatorio de Córdoba y las
primeras tareas encaradas por el
personal contratado. Luego de
recordar el acontecimiento que,
se supone, motivó el proyecto
de Sarmiento para crear un
observatorio en el país –una
propuesta que le formulara el
astrónomo estadounidense
Benjamin Gould mientras se
encontraba en los Estados
Unidos, en el año 1865–,
Rieznik analiza los debates
parlamentarios que culminaron
en 1870 con la sanción de la
ley por la cual se creó el
Observatorio de Córdoba. Esto
le permite mostrar, como
algunos estudios recientes lo
hicieran para otras disciplinas,
que el impulso a las actividades
científicas encontró resistencias
entre algunos legisladores que
sólo pudieron ser doblegadas
mediante la apelación a una
utilidad adicional de la
institución proyectada, en este
caso una hipotética función
docente de los astrónomos que
posteriormente no se concretó.
Luego, tras repasar la forma
en que se gestionó la
contratación de Gould como
director y de sus cuatro
asistentes –todos ellos
ciudadanos estadounidenses
egresados de escuelas técnicas
sin formación específica en
astronomía–, se da paso al
290 Prismas, Nº 15, 2011
análisis de las actividades
astronómicas desarrolladas en
el Observatorio de Córdoba.
Como fuera señalado, la clave
interpretativa propuesta otorga
gran importancia al modo en
que las prácticas locales se
articulaban con ciertas redes
internacionales de trabajo
astronómico, algo que es
observado en este caso en
relación con la selección de los
temas de estudio, los procesos
de entrenamiento, los modos de
organización del trabajo y la
adquisición de equipamiento.
Así, Rieznik comienza
mostrando cómo, a mediados
de la década de 1860, el cielo
austral se convirtió en un objeto
científico significativo a raíz de
una transformación que
experimentó la astronometría
internacional por impulso de la
Astronomische Gesellschaft
(sociedad científica de origen
alemán), consistente en los
esfuerzos para obtener
catálogos completos de la
cúpula celeste bajo criterios de
trabajo unificados. De esta
manera, restituye sentido al
interés de Gould –que había
forjado su compromiso con las
prácticas astronómicas
promovidas desde Alemania a
partir de su formación inicial en
la Facultad de Ciencias de
Gotinga, junto al reconocido
astrónomo Friedrich
Argelander– por trasladarse al
hemisferio sur para elaborar
catálogos del cielo austral, tarea
a la que se dedicó hasta su
regreso a los Estados Unidos en
1885, y que luego fue
continuada por John Thome, el
más avezado de sus discípulos.
El segundo capítulo continúa
este análisis, ahora centrando la
mirada en los esfuerzos
realizados en el observatorio
cordobés para ajustar las
capacidades del personal y la
organización de la producción
intelectual a los criterios
establecidos por la
Astronomische Gesellschaft
para estandarizar la confección
de los catálogos. En este marco,
Rieznik observa el
entrenamiento que Gould
ofreció a sus asistentes con el
objetivo de generar las
destrezas necesarias para dar un
uso efectivo a los
conocimientos adquiridos
mediante la lectura de los
protocolos establecidos por
Argelander, algo que implicaba,
por ejemplo, estar capacitado
para distinguir correctamente la
magnitud de una estrella a
partir de su brillo. Este
entrenamiento, al igual que la
organización de la producción
de los catálogos –que implicaba
entre otras cosas distribuir
zonas de observación entre los
asistentes y establecer criterios
para saldar registros diferentes
de una misma estrella–,
buscaba atenuar los efectos de
la “ecuación personal”, un tema
muy debatido en esa época por
los astrónomos, consistente en
la carga subjetiva presente en
los registros realizados (por
ejemplo, por las dificultades
para coordinar los sentidos de
la vista y la audición, o de la
vista y el aparato muscular) a la
que se consideraba imposible
de erradicar pero pasible de ser
incorporada a los resultados de
una manera controlada.
El tercer capítulo cierra la
primera parte del libro con un
análisis de los trabajos
realizados a partir de 1872,
cuando, una vez concluida la
construcción del edificio, se
avanzó en la elaboración de
catálogos con los instrumentos
adquiridos en los Estados
Unidos, entre los que se
incluían un círculo meridiano,
algunos telescopios,
cronógrafos y fotómetros. Al
respecto, Rieznik estudia las
dificultades asociadas con el
entrenamiento para utilizar
adecuadamente los nuevos
equipos e indica que, lejos de
resolver el problema de la
ecuación personal, la misma
introducción de los
instrumentos se constituyó en
objeto de investigación. Los
investigadores locales, así, al
igual que sus colegas en otras
partes, incorporaban a sus
temas de estudio la
comparación de los diferentes
métodos disponibles.
El cuarto capítulo abre la
segunda parte del libro y opera
como una suerte de enlace con
el análisis de la creación del
Observatorio de La Plata, las
actividades que se desarrollaron
allí y las disputas entre las
autoridades de los dos
observatorios. En efecto, este
capítulo, que gira en torno al
modo en que en 1882 se realizó
en el país la observación del
tránsito de Venus, fenómeno que
acontece aproximadamente una
vez por siglo en dos episodios
separados por ocho años y que
consiste en la interposición de
ese planeta entre la Tierra y el
Sol –algo que permitía medir la
distancia existente entre estos
cuerpos y de esa manera
establecer la escala del sistema
planetario, aunque ya entonces
la utilidad del método era
cuestionada por la existencia de
alternativas que algunos
astrónomos consideraban
superiores–, marca también la
aparición de un actor que tuvo
un papel destacado en las
prácticas astronómicas locales
de la época y cuya actividad se
articuló con una red de trabajo
alternativa a la alemana: se trata
Prismas, Nº 15, 2011 291
de Francis Beuf, ex oficial de la
Marina francesa y director del
Observatorio de Tolón, que se
encontraba en el país desde
1880 al frente de la
reorganización de la Escuela
Naval. Beuf, llamado a
participar de la observación del
tránsito de Venus por parte de
Amédée Mouchez, director del
Bureau des Longitudes de
Francia y, desde 1878, del
Observatorio de París –hecho
que, según Rieznik, marcó el
regreso del Bureau des
Longitudes a los primeros
planos de la escena astronómica
francesa tras un largo período de
marginación–, se convertiría a
partir de ese momento en el
representante local de la red de
trabajo liderada por Mouchez
desde Francia. Este último
asunto da tema a los capítulos
cinco y seis, el primero de ellos
dedicado a analizar la creación y
organización del Observatorio
de la Plata, y el segundo a las
disputas entre las autoridades de
los observatorios locales a
propósito de la participación en
La carte du ciel, un ambicioso
proyecto astronómico diseñado
y coordinado por el Bureau des
Longitudes que consistía en la
elaboración de catálogos
estelares sobre la base de la
obtención de placas fotográficas.
La organización de la misión
oficial para la observación del
tránsito de Venus, con la
compra de instrumental que
implicó, sirvió como plataforma
para la fundación ese mismo
año de un observatorio
provincial en la ciudad de La
Plata, que sería inaugurado en
1885 bajo la dirección de Beuf.
Frente a los pocos relatos que
existen sobre el tema,
especialmente los de José
Babini −que según Rieznik
descalifican la producción
científica realizada en el
Observatorio de La Plata a
partir de tomar como cierto el
punto de vista interesado de
Gould y sus continuadores−, en
el libro se argumenta que la
organización de esta institución
y las tareas realizadas, a pesar
de no seguir los parámetros por
los que se guiaba el
observatorio cordobés, distaban
de ser nulas si se las aprecia
bajo el prisma de su pertenencia
a la red de trabajo que tenía
centro en Francia. Así, Rieznik
muestra la afinidad entre la
organización del observatorio
platense y su homólogo
parisino, que implicaba un
estilo de trabajo proclive a la
incorporación de tareas
astronómicas y otras más
técnicas vinculadas con el
conjunto de disciplinas
agrupadas bajo el paraguas de
las ciencias de la Tierra
(hidrografía, geodesia,
topografía), que se valían de los
catálogos ya construidos para la
prosecución de objetivos
estrechamente vinculados con
las necesidades del Estado en
construcción, como por ejemplo
la instalación de un servicio
meteorológico o la
determinación de las longitudes
en el país –en ese caso un tema
que no sólo revestía interés
práctico sino que también
constituía un aspecto clave de
la astronomía en esos años−.
Esta similitud con el estilo
de trabajo promovido por los
astrónomos franceses, postula
Rieznik, también se manifestó
en otros aspectos. Por un lado,
en el reclutamiento del
personal. A diferencia de lo que
ocurrió en Córdoba, no se
contrató personal extranjero
sino que se establecieron
vínculos con actores de otras
instituciones locales −como la
Facultad de Ingeniería de
Buenos Aires y la Escuela
Naval− que ligaban la
astronomía con las
mencionadas ciencias de la
Tierra. Y, por otro lado, en las
características del Anuario del
Observatorio de La Plata,
publicación oficial de la
institución, que por su
diagramación y contenidos
presentaba notables similitudes
con el Annuaire du Bureau des
Longitudes.
En cualquier caso, a pesar
de esta nueva interpretación
que Rieznik propone, lo cierto
es que la diferencia de estilos
sería utilizada desde Córdoba –
primero por Gould y luego por
Thome– para impugnar las
actividades realizadas en el
observatorio platense en un
marco en el que los actores que
encarnaban en el país esas
redes internacionales de trabajo
astronómico alternativas se
disputaban los escasos recursos
locales. Esto se manifestaría
con mayor fuerza a raíz del
proyecto de La carte du ciel,
luego de que Mouchez invitara
a Beuf al Primer Congreso
Astrofotográfico que se realizó
en París en 1897 para establecer
los criterios a seguir y lo
designara como el representante
argentino del proyecto. En este
marco, inicialmente las
autoridades del observatorio
cordobés cuestionaron con
severidad la utilidad de este
proyecto –señalaban aspectos
metodológicos y hasta la
dudosa profesionalidad de esos
“militares devenidos
astrónomos”–, pero luego
modificaron esa posición
conforme a negociaciones que
permitieron su incorporación.
Esto le permite a Rieznik
postular que, en realidad, por
detrás de los argumentos sobre
292 Prismas, Nº 15, 2011
objetivos y métodos se
escondían una vez más las
disputas entre las diferentes
redes internacionales por la
organización y la
administración de los recursos
humanos y materiales
disponibles en el país.
El libro, si se omite un
apéndice que analiza la
creación en 1935 de la Escuela
Superior de Ciencias
Astronómicas y Conexas bajo
la esfera del Observatorio de La
Plata, culmina con un capítulo
sobre el deterioro que sufrió la
institución platense a fines del
siglo xix y su posterior
nacionalización e incorporación
a la Universidad Nacional de
La Plata.
A modo de cierre, se puede
señalar que la investigación de
Rieznik realiza contribuciones
en diferentes planos. En una
mirada restringida, centrada en
la historia de la astronomía en
el país, cubre un vacío sobre
una cuestión que, salvo escasas
excepciones, sólo había sido
abordada por las típicas
visiones laudatorias que los
propios científicos suelen
ofrecer de sus actividades.
También, por su carácter
pionero, abre numerosos
interrogantes que deberán ser
materia de nuevas
investigaciones. Desde una
perspectiva más amplia,
preocupada por el curso que
siguieron las actividades
científicas en el país, brinda
nuevas evidencias sobre el
modo en que se dio el vínculo
entre construcción del Estado
nacional e impulso de la
ciencia –y, a la inversa, por el
lugar de las actividades
científicas en esta
construcción–, el papel de la
elite política y de la sociedad
civil en estos procesos, y las
características que adquirieron
el establecimiento y el
desarrollo de ciertas disciplinas
y especialidades en el país.
Sobre este último punto, resulta
interesante preguntarse si el
papel que ocuparon las redes
internacionales de trabajo
científico en el desarrollo de las
prácticas astronómicas locales
puede ser extendido a otros
campos disciplinares. Al
respecto, Rieznik muestra
similitudes con los viajeros
naturalistas de fines del siglo
xviii –estudiados por Podgorny
y Schäffner–, que actuaban
conforme a los protocolos de
trabajo establecidos por
sociedades científicas europeas
para la recolección de plantas,
animales y minerales,
asegurándose de esa manera
una masa de datos uniformes.
En ambos casos, se trataba de
áreas de conocimiento con
centros muy consolidados que
necesitaban extender sus redes
para poder acceder al fenómeno
estudiado. Cabe pensar, y
algunos estudios permiten
sugerirlo, que en dominios en
los que este acceso no resultaba
una condición necesaria para la
producción de conocimiento
(por caso, ciertas ramas de la
física, la química y la biología)
la articulación entre actividades
locales y redes internacionales
revistió formas completamente
distintas. Con ello, la
especificidad disciplinar
aparecería como un aspecto
clave para la comprensión de la
relación entre las prácticas
locales y las internacionales.
José D. Buschini
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