Available via license: CC BY-NC-ND 3.0
Content may be subject to copyright.
Aten
Primaria.
2014;46(4):176---178
Atención
Primaria
www.elsevier.es/ap
EDITORIAL
Medicamentos
que
matan
y
crimen
organizado
Drugs
that
kill
and
organized
crime
Carles
Llor
Médico
de
Familia,
Universidad
Rovira
i
Virgili,
Centro
de
Atención
Primaria
Jaume
I,
Tarragona,
Espa˜
na
Disponible
en
Internet
el
18
de
febrero
de
2014
El
título
de
este
editorial
hace
referencia
al
último
libro
escrito
por
el
danés
Peter
C.
Gøtzsche,
uno
de
los
libros
más
impactantes
publicados
sobre
cómo
corrompen
las
compa˜
nías
farmacéuticas
a
médicos,
academias,
sociedades
científicas,
organizaciones
de
pacientes,
políticos,
gobier-
nos,
periodistas
y
agencias
de
medicamentos1.
En
los
últimos
a˜
nos
se
han
publicado
muchos
libros
sobre
esta
materia,
pero
quizás
si
tuviera
que
elegir
alguno,
me
quedaría
con
este
último,
ya
que
es
el
más
actual,
no
es
largo,
está
muy
bien
referenciado,
destinado
principalmente
a
profesiona-
les
sanitarios
y
también
comenta
aspectos
que
ya
se
han
tratado
en
libros
anteriores2-5.
Además,
Gøtzsche
conoce
muy
bien
las
compa˜
nías
farmacéuticas
desde
dentro,
ya
que
pasó
sus
primeros
a˜
nos
trabajando
en
la
industria
farma-
céutica
antes
de
convertirse
en
el
director
del
Centro
de
la
Biblioteca
Cochrane
en
los
países
nórdicos,
con
sede
en
Copenhague.
Antes
de
seguir
quiero
dejar
claro
que
la
industria
farma-
céutica
mundial
ha
producido
algunas
de
las
innovaciones
más
grandiosas
de
los
últimos
50
a˜
nos,
salvando
muchas
vidas.
Pero
eso
no
la
habilita
para
esconder
datos,
confundir
a
los
médicos
y
da˜
nar
a
los
pacientes.
El
común
denominador
de
todos
estos
libros
es
el
mismo:
los
fármacos
son
testados
por
los
mismos
laboratorios
que
los
manufacturan,
en
ensayos
clínicos
mal
dise˜
nados,
sobre
una
peque˜
na
muestra
de
pacientes
poco
representativos
y
unos
análisis
utilizando
técnicas
de
análisis
de
datos
poco
válidas
debido
al
dise˜
no
Correo
electrónico:
carles.llor@urv.cat
del
estudio,
de
manera
que
se
exageran
los
beneficios
de
los
tratamientos.
De
modo
poco
sorprendente,
estos
ensayos
clínicos
tienden
a
producir
resultados
que
favorecen
al
fabricante.
Y
sabemos
que
los
estudios
patrocinados
por
la
industria
son
más
tendentes
a
producir
resultados
positivos
que
los
patrocinados
por
entidades
independientes6.
Como
comenta
Goldacre
en
su
Bad
Pharma,
cuando
los
ensayos
arrojan
resultados
que
no
satisfacen
a
las
compa˜
nías,
estas
están
capacitadas
para
quitarlos
del
alcance
de
médicos
y
pacientes,
de
forma
que
solo
tenemos
una
visión
distorsio-
nada
de
los
verdaderos
efectos
de
cualquier
fármaco2.
Las
compa˜
nías
farmacéuticas
compran
profesionales,
líderes
de
opinión
clave,
académicos,
departamentos
universitarios,
agencias
reguladoras
de
medicamentos,
políticos,
periodis-
tas,
organizaciones
de
pacientes,
revistas,
etc.
Gøtzsche
repite
varias
veces
en
su
libro
que
el
uso
de
fármacos
representa
la
tercera
causa
de
mortalidad
después
de
las
enfermedades
del
corazón
y
cáncer
en
los
países
occiden-
tales
y
constituye
uno
de
los
motivos
más
frecuentes
de
consulta
al
médico
de
atención
primaria1.
El
problema
es
que
muy
a
menudo
no
consideramos
tal
posibilidad
cuando
un
paciente
acude
por
un
episodio
adverso
provocado
por
un
medicamento
que
está
tomando.
Hay
muchos
ejemplos
en
estos
libros
de
cómo
los
estu-
dios
financiados
por
las
compa˜
nías
farmacéuticas
minimizan
o
esconden
durante
mucho
tiempo
efectos
adversos,
o
no
se
analizan;
además,
pueden
ocultar
que
sus
bases
de
datos
se
hagan
públicas
(¿se
acuerdan
del
caso
oseltamivir?).
Es
curioso
también
cómo
se
venden
las
revistas
científicas
de
primer
nivel
para
conseguir
publicar
un
artículo,
porque
0212-6567/$
–
see
front
matter
©
2013
Elsevier
España,
S.L.
Todos
los
derechos
reservados.
http://dx.doi.org/10.1016/j.aprim.2013.12.001
Medicamentos
que
matan
y
crimen
organizado
177
esto
les
reporta
muchos
ingresos
en
forma
de
separatas
que
comprará
luego
la
industria
que
lo
financia.
Tanto
Marcia
Angell
como
Richard
Smith
publicaron,
cuando
dejaron
de
ser
directores
de
las
revistas
New
England
Journal
of
Medicine
y
BMJ,
respectivamente,
libros
sobre
la
nefasta
influencia
del
dinero
de
la
industria
farmacéutica
en
la
ética
de
la
profesión
médica3,4.
Lo
que
resulta
inadmisible,
como
dice
Gøtzsche,
es
que
sea
más
fácil
publicar
un
artículo
si
lo
financia
la
industria
que
si
lo
intentan
publicar
investi-
gadores
independientes1.
La
Food
and
Drug
Administration
es
también
fuertemente
criticada
porque
normalmente
tarda
mucho
tiempo
para
retirar
del
mercado
fármacos
con
efectos
adversos
graves.
Un
mensaje
que
se
repite
mucho
en
estos
libros
es
que
cuando
las
compa˜
nías
farmacéuticas
admiten
finalmente
que
han
hecho
algo
malo,
se
defienden
escudándose
en
que
esto
ocurrió
en
un
momento
en
que
las
leyes
no
eran
tan
estrictas
como
lo
son
en
la
actualidad,
pero
lo
harían
otra
vez
si
pudieran
hacerlo,
y
tanto
es
así
que
las
compa˜
nías
farmacéuticas
ven
el
pago
de
multas
como
un
gasto
más
de
la
comercialización
de
un
fármaco.
Un
aspecto
que
las
compa˜
nías
farmacéuticas
nos
quieren
hacer
creer
es
que
los
altos
precios
de
los
medicamentos
nuevos
se
justifican
por
el
alto
coste
de
la
investigación;
ya
Angell3desmontó
esta
coartada
en
2004.
Por
todo
ello,
es
hora
de
una
revolución,
pero
de
una
revolución
de
verdad.
En
primer
lugar,
hay
que
impulsar
una
aprobación
racional
de
fármacos,
y
no
tanto
fármaco
me
too.
Reducir
el
vademécum
de
una
vez
y
dejar
de
aprobar
medicamentos
que
no
aportan
nada.
Aunque
es
obvio,
hay
que
evitar
la
intromisión
de
la
industria
en
estas
comisiones1,2.
En
segundo
lugar,
hay
que
disponer
de
una
atención
primaria
potente,
puesto
que
solo
el
médico
de
familia
puede
ser
capaz
de
detectar
los
efectos
adversos
de
la
medicación
de
un
paciente,
ya
que
solo
él
conoce
todo
lo
que
toma,
los
especialistas
no.
En
tercer
lugar,
hay
que
hacer
cumplir
que
la
formación
externa
sea
institucional
y
nunca
más
con
fondos
procedentes
de
la
industria.
En
Dina-
marca,
los
médicos
disponen
de
dinero
(unos
5.000
euros
cada
2
a˜
nos)
exclusivamente
para
actividades
de
formación
y
con
esto
se
pagan
congresos,
cursos,
libros,
reuniones
científicas,
etc.,
y
quien
no
se
lo
gasta
lo
pierde.
Pues
aquí
se
debería
hacer
igual.
Como
dice
Laporte,
a
nadie
con
sentido
común
se
le
ocurriría
que
un
paciente
alcohólico
tuviera
que
asistir
a
un
curso
de
deshabituación
financiado
por
Damm.
En
cuarto
lugar,
promover
el
chivatismo:
quien
detecte
conductas
antiéticas
en
la
investigación,
en
la
industria,
etc.,
tiene
que
denunciar
estas
prácticas
y
no
esconderlas.
En
cuanto
a
las
revistas
científicas,
si
bien
es
cierto
que
se
ha
avanzado
algo,
obligando
a
escribir
la
financiación
de
los
estudios
y
los
conflictos
de
interés
de
los
autores,
además
de
que
muchas
veces
no
se
cumple,
es
claramente
insuficiente.
Hay
que
ir
más
allá:
las
revistas
importan-
tes
no
deberían
publicar
nunca
más
artículos
financiados
por
la
industria
farmacéutica.
Solo
deben
publicar
artículos
llevados
a
cabo
por
investigadores
independientes,
finan-
ciados
por
organismos
públicos,
academias,
universidades,
gobierno,
agencias,
etc.,
ya
que
estos
generalmente
respon-
den
a
preguntas
que
realmente
importan
a
los
pacientes;
los
financiados
por
la
industria,
apenas.
Si
los
ingresos
de
las
impresiones
son
tan
necesarios
para
la
supervivencia
econó-
mica
de
estas
revistas,
que
creen
revistas
satélites
solo
para
trabajos
publicados
por
la
industria.
Así,
un
lector
sabrá
si
puede
o
no
confiar
en
lo
que
está
leyendo.
A
la
vez
que
exis-
ten
ahora
bases
de
datos
con
el
registro
de
todos
los
ensayos
clínicos
que
se
están
realizando,
se
debería
obligar
a
todos
ellos
a
subir
todos
los
datos
crudos
online
para
que
cual-
quier
investigador
pudiera
consultar
y
efectuar
sus
cálculos.
De
esta
forma,
hay
menos
posibilidades
de
manipulación.
Otra
propuesta,
y
esta
la
tomo
prestada
de
Gøtzsche,
es
poner
etiquetas
en
los
fármacos,
como
en
las
cajetillas
de
cigarrillos,
advertencias
del
estilo
«Este
fármaco
puede
ser
mortal
y
debe
ser
evitado
si
es
posible».
Otro
aspecto
fundamental
es
revisar
con
profundidad
las
relaciones
de
los
médicos
con
la
industria
farmacéutica.
Este
aspecto
nos
ata˜
ne
a
todos.
Hay
que
definir
claramente
cuál
debe
ser
el
rol
de
un
delegado
farmacéutico,
cómo
deberían
ser
los
congresos
(¿acaso
necesitamos
cada
a˜
no
un
congreso
nacional,
no
sé
cuántos
autonómicos,
de
no
sé
cuántas
socie-
dades
científicas
de
atención
primaria
y
a
qué
precios?),
el
rol
de
los
expertos
y
quiénes
deberían
serlo,
quién
debe
rea-
lizar
las
revisiones
de
las
guías,
etc.
Y
luego,
avanzar
en
el
incipiente
tema
de
la
desmedicación,
desmedicalización
y
desdiagnosticación.
Aunque
vaya
en
contra
de
la
nueva
cla-
sificación
de
la
Diagnostic
and
Statistical
Manual
of
Mental
Disorders
(DSM)
y
de
la
nueva
«Guía
del
tratamiento
de
la
hipercolesterolemia
en
adultos»
de
Estados
Unidos,
donde
se
propone
una
nueva
era
en
la
prevención
de
la
enferme-
dad
cardiovascular
con
la
reducción
del
riesgo,
sin
objetivar
ya
concentraciones
de
colesterol
como
meta,
y
todo
basado
en
una
revisión
de
la
Cochrane
Library
donde,
ojo,
todos
los
ensayos
clínicos
estaban
financiados
por
la
industria
farmacéutica7.
Y
curiosamente,
el
número
de
efectos
adver-
sos
con
estatinas
fue
similar
al
grupo
placebo,
cuando
muchos
de
estos
ensayos
clínicos
no
documentaron
efec-
tos
adversos
y
muchas
voces
discrepan
abiertamente
sobre
estos
resultados
de
seguridad8.
Naturalmente,
ensayos
clí-
nicos
con
pacientes
con
pocas
comorbilidades,
aunque
luego
vamos
a
tratar
pacientes
con
polifarmacia9.
O
remamos
todos
en
la
misma
dirección,
o
vamos
a
perder.
Y
no
lo
olvi-
den,
los
que
más
pierden
en
esta
guerra
son
los
pacientes.
Como
conclusión,
me
gustaría
subrayar
que
la
industria
farmacéutica
ha
salvado
muchas
vidas,
pero
sobre
todo
en
las
últimas
décadas
tenemos
muchísimos
ejemplos
de
mani-
pulaciones
que
han
causado
muchas
muertes
también1,2.
Les
animo
a
que
lean
alguno
de
estos
libros.
El
de
Goldacre
está
ya
disponible
en
castellano
en
las
librerías
espa˜
nolas
(Mala
farma)
y
el
de
Gøtzsche
lo
estará
después
de
verano.
Les
aseguro
que
indiferentes
no
se
van
a
quedar.
Algunas
partes
de
estos
libros
son
especialmente
duras
y
estoy
seguro
que
lograrán
encolerizarles,
y
les
aseguro
que,
después
de
su
lec-
tura,
la
próxima
vez
que
vayan
a
prescribir
un
medicamento
se
lo
van
pensar
más
de
una
vez.
Conflicto
de
intereses
En
la
actualidad
estoy
trabajando
en
la
Universidad
de
Car-
diff
con
una
beca
concedida
por
la
Fundació
Jordi
Gol
i
Gurina.
He
recibido
y
estoy
recibiendo
fondos
para
realizar
estudios
de
investigación,
procedentes
de
la
Comisión
Euro-
pea
(Sixth
&
Seventh
Programme
Frameworks),
Sociedad
Catalana
de
Medicina
de
Familia
e
Instituto
de
Salud
Car-
los
III.
No
tengo
ninguna
comisión
por
ninguno
de
los
libros
a
que
hago
referencia
en
este
artículo.
178
C.
Llor
Bibliografía
1.
Gøtzsche
PC.
Deadly
medicines
and
organized
crime.
How
big
pharma
has
corrupted
healthcare.
London:
Radcliffe
Publishing
Ltd;
2013.
2.
Goldacre
B.
Bad
pharma.
How
medicine
is
broken,
and
how
we
can
fix
it.
London:
Fourth
Estate;
2012.
3.
Angell
M.
The
truth
about
the
drug
companies:
How
they
deceive
us
and
what
to
do
about
it.
New
York:
Random
House;
2004.
4.
Smith
R.
The
Trouble
with
Medical
Journals.
London:
Royal
Society
of
Medicine;
2006.
5.
Welch
HG,
Schwartz
L,
Woloshin
S.
Over-diagnosed:
Making
peo-
ple
sick
in
the
pursuit
of
health.
Boston:
Beacon
Press;
2011.
6.
Bourgeois
FT,
Murthy
S,
Mandl
KD.
Outcome
reporting
among
drug
trials
registered
in
clinicaltrials.gov.
Ann
Intern
Med.
2010;153:158---66.
7.
Stone
NJ,
Robinson
J,
Lichtenstein
AH,
Bairey
Merz
CN,
Lloyd-Jones
DM,
Blum
CB,
et
al.
2013
ACC/AHA
guideline
on
the
treatment
of
blood
cholesterol
to
reduce
atherosclero-
tic
cardiovascular
risk
in
adults:
A
report
of
the
American
College
of
Cardiology/American
Heart
Association
task
force
on
practice
guidelines.
J
Am
Coll
Cardiol.
2013
Nov
7,
http://dx.doi.org/10.1016/j.jacc2013.11.002.
8.
Statins:
benefits
and
harms
for
low
risk
patients.
Accessi-
ble
y
audible
en:
http://www.bmj.com/podcast/2013/10/25/
statins-benefits-and-harms-low-risk-patients
[consultado
7
Feb
2014].
9.
Wise
J.
Polypharmacy:
A
necessary
evil.
BMJ.
2013;347:f7033.