Este libro contiene una propuesta, un punto de partida, de un plan nacional educativo, científico y tecnológico. Está apoyada fuertemente en nuestras universidades nacionales y en desarrollar el espíritu emprendedor entre los más de 13000 jóvenes becarios y 37000 investigadores, para la transferencia activa de los resultados prácticos de la investigación científica. Esto permitirá el desarrollo de empresas argentinas innovadoras de alcance global.
A modo de ejemplo, una sola de estas empresas podría generar riquezas similares a las que producen la industria citrícola o la azucarera del norte argentino. Para convencerse, simplemente imagine cuanto puede ganar una empresa farmacéutica argentina por la venta en todo el mundo, de un remedio contra el Cáncer, Parkinson, o de un nuevo antibiótico.
Para mucha gente, es una enorme sorpresa conocer que en los laboratorios de científicos argentinos, se descubren y prueban una enorme y maravillosa lista de productos de alta tecnología incluyendo, una gran cantidad de antibióticos; drogas para tratar el Parkison y Alzheimer; drogas contra diferentes tipos de Cáncer; drogas anti-hipertensivas, anti-metastásicas, contra la fibrosis quística, anti-inflamatorias, antipatogénicas, debridantes, analgésicas, antidiarréicas, hipoglucemiante, drogas contra la adicción a la nicotina; drogas contra el asma y antivirales; sustancias que bloquean la radiación UV; biosensores de uso agrícola, médico e industrial; métodos para la producción de biodiesel; nuevas especies vegetales; nuevos biomateriales para ingeniería de tejidos; nuevas aleaciones para prótesis médicas o de aplicación industrial; nuevos nanomateriales para aplicaciones biomédicas o electrónicas; nuevos algoritmos para ahorro energético; dispositivos ópticos avanzados; celdas solares de alta eficiencia; bacterias para limpiar suelos contaminados; drogas anticoagulantes; alimentos funcionales: quesos, leches, yogures, jarabes y jugos; sustancias fungicidas; drogas multiefecto (antibiótica, anti-inflamatoria, debridante, analgésica, cicatrizante, antipatogénica); neuronas artificiales; dispositivos médicos; aceites antitumorales; etc…
Todos estos inventos –salvo honrosas excepciones-… ¡nadie los fabrica ni vende!. ¿Porqué? Hay dos causas principales, la falta de defensa de los derechos de propiedad intelectual que produce el estado –el patentamiento-, y la falta de desarrollo del espíritu emprendedor entre los becarios e investigadores argentinos, que permitiría crear empresas de alta tecnología.
Respecto del patentamiento, al publicar los investigadores sus inventos sin patentarlos antes, violan el primer requisito de una patente, la novedad, motivo por el cual ya nadie fabricará el invento, por más maravilloso que sea, o peor aún, muchos no querrán investigar algo que nunca se fabricará.
El patentar es un requisito imprescindible, pues una patente otorga un monopolio de venta de 20 años, al emprendedor que quiera transformar un invento de laboratorio en un producto comercial.
Para entender la importancia del patentamiento, imaginemos que usted inventó la cura para un tipo de Cáncer. Su droga es maravillosa y funcionó en el laboratorio, en animales experimentales y en pruebas pre-clínicas. Inmediatamente usted publica su hallazgo y describe como fabricar la droga. ¿A continuación la fabrica y vende…?: ¡no!. Los estados antes deben asegurarse que su droga funciona y no daña a seres humanos, a través de un gran conjunto de pruebas clínicas, que le solicitarán los organismos reguladores de todos los países donde pretenda vender. Esas pruebas le llevaran años, miles de pacientes, millones de dólares y expedientes de cientos de miles de hojas y recién entonces podrá vender su droga.
Supongamos que consigue la plata necesaria (aquí ya no funciona el estado, lo deben invertir capitales privados), hace las pruebas y comienza a vender su invento. En ese momento, como usted publicó como hacer su droga y para qué sirve, cualquier hijo de vecino podrá fabricarla, y venderla más barata, pues él no gastó un peso en hacerla validar, ¡ya lo hizo usted!. Resultado final: usted se suicida agobiado por las deudas, pues no podrá devolver las inversiones que recibió.
Respecto de la segunda causa, aún está profundamente arraigada en los investigadores argentinos, la idea de que transformar sus inventos en productos es tarea de otros, lo cual induce a nuestros jóvenes a creer que los doctores (los Ph.D.) solo sirven para hacer investigación.
Como investigadores es nuestra obligación realizar esa transformación, y no necesariamente significa que nos transformaremos en empresarios. El ciudadano común aporta con sus impuestos el dinero necesario para que investiguemos, y espera que cuando encontremos o inventemos algo que lo pueda beneficiar…, ¡hagamos que esos beneficios lleguen a él!.
Parte de nuestro tiempo debe invertirse en la transformación, es la manera en que ayudaremos a generar empresas de alta tecnología ¡no es tarea de otros ¡, ¡es nuestra!. El destino de nuestra querida Argentina está en nuestras manos…
El estado intentó la transferencia de tecnologías, a través de la enorme tarea desarrollada por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, y por nuevas políticas implementadas por el CONICET. Sin embargo, históricamente los científicos argentinos no generan patentes, ni participan en la creación de empresas de alta tecnología. Por supuesto, hay honrosas excepciones, pero son solo eso, excepciones, y no alcanzan a generar una masa crítica necesaria para el despegue. ¿Los motivos?, básicamente desconocimiento y un conjunto de mitos y conceptos erróneos tales como hacer ciencia es incompatible con negocios, al dedicarme a generar un producto a partir de mis hallazgos científicos pierdo el tiempo; la empresa debo crearla yo y eso distraerá mi tiempo como investigador; las patentes me impiden avanzar en mi carrera; nadie sabe hacer patentes; debo publicar pues es mi única obligación y de eso vivo; yo no puedo participar en una empresa; los científicos de renombre en el resto del mundo no hacen negocios, yo hago ciencia básica y eso no tiene que ver con negocios ni patentes…,etc.
Cada afirmación de la lista de mitos tiene su respuesta, baste conocer a modo de ejemplo, que el Dr. Roger Guillemin , premio Nobel de medicina, es asesor de empresas y tiene más de 10 patentes , además de sus 346 publicaciones científicas. Un ejemplo local se lo aclarará más, el Dr. Gabriel Rabinovich un investigador cordobés que trabaja en Buenos Aires, tiene 255 publicaciones, es 45 años más joven que Guillemin, y tal vez sea nuestro próximo premio Nobel, este investigador…¡ tiene patentes!, ¡y muy buenas patentes!. El Dr. Rabinovich no se queda en las patentes, también intenta hacer que los frutos prácticos de sus investigaciones lleguen a la gente, y eso implica hablar de negocios y conversar sobre temas más prácticos con abogados, empresarios y tecnólogos.
Si usted tiene dudas, busque algún científico renombrado de países exitosos, y averigüe que patentes tiene y de que empresas es asesor o fundador. Se sorprenderá lo común que es este tipo de producción. Hay países que basan su crecimiento en las innovaciones que nacen en las universidades.
Esta propuesta apunta a tres motores que propulsarán el desarrollo argentino: Educación, Ciencia y Tecnología. Todos están profundamente interrelacionados, pues sin educación no habrá científicos, sin ciencia no habrá tecnologías innovadoras, y sin emprendedores que desarrollen estas tecnologías innovadoras nos mantendremos soja-petróleo dependiente en un callejón sin salida. Nos apoyamos fuertemente en las universidades nacionales, pues allí está la mayor fuerza innovadora de Argentina. La mayor parte de los investigadores son docentes universitarios, y las universidades públicas en particular, están distribuidas con un profundo sentido federal, el cual será base del éxito de esta propuesta. Por supuesto también están incluidos en esta propuesta los científicos que pertenecen a otras instituciones académicas o tecnológicas, tal como el INTI o la CNEA, y aquellos que son 100% CONICET. Todos, sin excepción, pueden ayudar a transformar Argentina en el país que soñamos.
Para tener éxito se necesita del trabajo conjunto de políticos, científicos y empresarios. Fundamentalmente de la clase política, pues solo la acción de leyes de promoción educativa, científica y tecnológica, y de una justa redistribución de los actuales recursos económicos, permitirá el crecimiento y desarrollo aquí propuesto.
Para definir esta propuesta, se analizan un conjunto de factores, incluyendo los salarios universitarios; el presupuesto de las UU.NN.; la inversión en educación universitaria; posición de las UU.NN. en rankings mundiales; el grado de transparencia en la ejecución presupuestaria de las UU.NN.; los servicios a terceros brindados por las UU.NN.; la educación pública primaria, secundaria y las pruebas PISA; la calidad educativa; el estado de la producción científica y tecnológica, la distribución de los presupuestos universitarios y legislativos, y la facilidad para la creación de empresas en Argentina.
Cada factor es analizado y de cada uno se obtienen propuestas, que se pueden resumir en profesionalización plena de todos los educadores argentinos; inclusión de ciencia y tecnología en la vida cotidiana de todos niveles educativos; aumento de los presupuestos universitarios y del nivel de transparencia en las ejecuciones presupuestarias de las UUNN; relocalización de recursos presupuestarios desde el poder legislativo hacia educación, ciencia y tecnología; feroz incentivo a la creación de empresas de base tecnológica, a partir de los frutos prácticos de la investigación científica; impulso a la protección de los derechos de propiedad intelectual que producen los investigadores argentinos; impulso al emprendedorismo entre los científicos; y un sistema federal de creación de riquezas entre las entidades académicas argentinas.