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Entre libros de historia urbana. Para una historiografía de la ciudad y el urbanismo en América Latina

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ISSN impreso – 0250-7161 / ISSN electrónico – 0717-6236
eure
© Revista Eure, Vol. XXXV, Nº 106, pp. 171-176, diciembre 2009
Sección EURE RESEÑAS
Este libro es una refl exión sobre la historiografía urbana en
Latinoamérica, paradójicamente escrita por un urbanista
venezolano que no es historiador. Sin embargo, siguiendo
una corriente inaugurada por Richard Morse y Jorge Hardoy,
el autor entrega un consistente balance y una proyección de
esta rama histórica en la región. Como indica Roberto Segre
en el prólogo, Almandoz pertenece a la tercera generación de
historiadores y teóricos urbanos latinoamericanos, asumiendo
los desafíos de la cultura posmoderna, específi camente en el
plano de los diferentes modos de construcción de la realidad
urbana: la cotidianidad, la literatura, las apropiaciones entre
lo culto y lo popular. De esta forma, el objetivo principal del
libro es realizar una reseña general de las principales corrien-
tes teóricas vigentes en Estados Unidos, Europa y América
Latina, mediante un método novedoso: la recopilación de
artículos presentados inicialmente en congresos y cursos, así
como entrevistas.
En el primer capítulo, Consideraciones preliminares, Almandoz
indica que “este trabajo trata de identifi car relaciones epis-
temológicas, concepciones e ideas que han estado a la base
de los subcampos disciplinares de la historia urbana y del
urbanismo, desde fi nales del siglo XIX, así como distinguir la
conformación de nuevas modalidades historiográfi cas” (p. 20).
Es, entonces, una mirada panorámica a partir de una revisión
crítica de la bibliografía existente, más que una refl exión sobre
la “escritura de la historia” (Michel de Certeau). A partir de
autores como Michel Foucault, el autor asume las limitaciones
de un análisis de esta magnitud, especialmente en cuanto a
las “regularidades discursivas” construidas arbitrariamente.
Quizás, la más destacada de ellas –ya que le sirve de eje– es la
distinción que establece entre historia urbana e historia del
urbanismo. La primera, dedicada a la ciudad y el proceso de
urbanización (urban history); la segunda, al urbanismo técnico
(planning history).
Una segunda diferenciación establecida por Almandoz se da
entre los conceptos de ciudad, urbanización y urbanismo.
La ciudad, como fenómeno espacial y social, es diferente
de la urbanización, entendida como un proceso territorial y
económico que afecta la realidad social. El urbanismo, fi nal-
mente, se entiende como una práctica ordenadora basada en
la ingeniería y el diseño urbano. El urbanista caraqueño remite
Arturo Almandoz
Entre libros de historia
urbana. Para una
historiografía de la
ciudad y el urbanismo en
América Latina
Caracas: Equinoccio-
Universidad Simón Bolívar
(2008).
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también a dos áreas relevantes: la historia económica y social, por un lado, y la geografía, la
arqueología, la historia del arte y de la arquitectura, por otro. Con todo, advierte que no es su
interés revisar cómo el urbanismo y la arquitectura han condicionado la historiografía, sino
comprender a algunos autores y obras que han aportado a los cambios discursivos. Esto lo
efectúa en el ámbito de la historiografía angloamericana, francesa, italiana, española y, fun-
damentalmente, latinoamericana, seleccionando textos generales y comparativos por sobre
estudios casuísticos. Al respecto, menciona como cruciales las conexiones identifi cadas gracias
a entrevistas realizadas al historiador inglés Anthony Sutcliff e, el ya mencionado Segre y el
arquitecto argentino Ramón Gutiérrez.
Los capítulos dos y tres están dedicados a esbozar un panorama de la historiografía internacio-
nal. El Capítulo II, De Fustel de Coulanges a Lewis Mumford, “intenta ofrecer un encuadre de
obras que desbrozaron el terreno para la profesionalización historiográfi ca de los años sesenta
(p. 35). Son obras emanadas de la historia económica y social, preferentemente hacia fi nales
del siglo XIX: autores como Fustel de Coulages y Gustave Glotz destacan su preocupación
por las relaciones entre familia, ciudad e individuo. Max Weber –indica el autor– prosiguió
ese estudio, aunque más bien a partir de la sociología histórica que desde la historia urbana,
estableciendo ciertas fases históricas para aquella relación.
Un segundo momento en este encuadre previo a la década de 1960 fue inaugurado por la Escuela
de Chicago desde 1920 y su espacialización del análisis: el interés por las formas y estructuras
urbanas. Previo a esa escuela, nombres como Simmel, Tönnies, Spengler y Benjamin legaron
varias interpretaciones novedosas sobre el vínculo entre sujeto y ciudad moderna. Pero a juicio
de Almandoz fue el grupo de Robert Park el primero en espacializar el problema –y no enten-
der la urbe como mero espejo de la sociedad– a partir de la ecología urbana. Posteriormente,
se refi ere a autores y obras italianas, basadas en la historia local, y a tempranos manuales de
urbanística ligados a la historia urbana (Camillo Sitte, Patrick Geddes). Geddes y el francés
Marcel Pöete tenían una visión evolucionista y organicista de la ciudad: un ser vivo regulable
gracias al urbanismo, enfoque heredado por el también francés Pierre Lavedan, para quien la
ciudad moderna es una historia de degeneración producto de la industrialización.
Vinculado a esa visión de la primera historiografía urbana francesa, heredera de la geografía
humana, está el norteamericano Lewis Mumford. En su trabajo Almandoz visualiza las “vís-
peras del especialismo” de la historiografía urbana (p. 61), especialmente gracias a e City
in History (1961), ya que junto con un estudio panorámico y exhaustivo más espacializado,
hay herencias de Geddes y una explícita desconfi anza hacia la modernidad industrial, con sus
problemas de segregación e individualismo. Hasta hoy, Mumford permanece como un clásico
de la historiografía urbana.
El capítulo III, Especialización internacional, abre con la mención al norteamericano Gideon
Sjoberg, que desde la sociología histórica destacó la necesidad de los estudios comparativos.
Esto fue recogido por historiadores norteamericanos y británicos, pasándose de las biografías de
ciudades al análisis de procesos, poniendo énfasis en los enfoques comparativos y en la relación
de dimensiones demográfi cas, territoriales, económicas y sociales. Para Almandoz, es la fase de
constitución y consolidación de la historiografía urbana en el eje angloestadounidense.
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Otra corriente fue la desarrollada en Francia, con Henri Pirenne, pero básicamente a partir
de la Escuela de los Annales de fi nales de la década de 1920, interesada en las estructuras y
en la “larga duración” por sobre el estudio de los acontecimientos. Fernand Braudel fue, sin
duda, su representante más destacado, postulando la existencia de tres estratos: el primero,
la relación entre sociedad y geografía, estado casi inmóvil; el segundo, un nivel un poco más
activo, la historia de los Estados, las sociedades y las economías; el tercero, fi nalmente, la
historia de los individuos –la más agitada, pero que a juicio de Braudel, no posibilitaba efec-
tuar interpretaciones globales–. En ese panorama, las ciudades ocuparían un lugar ambiguo
entre los dos primeros niveles, pero incluso son posibles de incluir en el tercero, debido a su
movimiento constante.
Junto con los Annales, la geografía humana francesa (desde Vidal de la Blache en adelante),
tuvo gran infl uencia en el armazón de la geografía e historiografía urbana gala. Y con la in-
tegración de la fi losofía y la sociología, esa consolidación fue fi nalmente conseguida, gracias
a autores como Foucault y Henri Lefebvre, respectivamente. Este último abordó temáticas
espaciales postergadas largamente por el marxismo y coadyuvó a un análisis crítico no dema-
siado presente en el mundo angloamericano.
Para Almandoz, en esta fase –constitutiva y de consolidación– los “verdaderos expertos en el
campo de la historiografía urbana eran los italianos” (p. 97). A partir de proyectos e interven-
ciones urbanísticas, autores venecianos como Carlo Aymonino y primordialmente Aldo Rossi,
entendieron la ciudad como estructura espacial, sistema funcional y construcción imaginaria
colectiva. Rossi aportó entonces el nexo entre arquitectura, actividad proyectual y forma urbana
como base de una historiografía de la ciudad. Sobre esta base trabajaron Leonardo Benevolo y
Paolo Sica. El primero, interesado en trazar fases históricas de tipologías urbanas de acuerdo a
las nociones de “ciudad industrial” y “preindustrial”. Su interés fue indagar los vínculos entre
el desarrollo tecnológico creciente y las gestiones de la ciudad más bien discontinuas y vincu-
ladas al desarrollo político, reconociendo diferentes etapas en la trayectoria de la ciudad. Sica,
aunque centrado en la constitución del urbanismo como disciplina, tocó temas similares, y
publicó un libro que según Almandoz puede entenderse como pionero en la historia cultural
urbana: La imagen de la ciudad. De Esparta a Las Vegas (1970). Ambos arquitectos, así como
los Annales franceses, serían recogidos en la España post-franquista por investigadores como
Fernando Chueca y Fernando de Terán.
Son estos los antecedentes de la llamada new history, volcada hacia la interdisciplinariedad.
En Inglaterra, por ejemplo, la urban history se caracterizó por el apego a la sociología y su
aproximación a temáticas espaciales, refl ejada en los aportes del catalán Manuel Castells. En
ese contexto, lo económico y lo social pesaban más, incluso en un contexto de interdisciplinas.
En Estados Unidos, en tanto, el posmodernismo valorizó desde los setenta espacios no consi-
derados –como Las Vegas, por Robert Venturi–, promoviendo el desmontaje de las premisas
de la arquitectura moderna.
En Italia, siguiendo a Manfredo Tafuri, la historiografía se ha liberado de su rol de antesala
teórica a la intervención urbanística. Sin embargo, lo arquitectónico permanece como un
sustrato primordial analítico. Como indica el autor venezolano, basándose en Donatella
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Calabi, predomina la historia de la ciudad sobre la historia urbana: la arquitectura por sobre
un enfoque más antropológico, o uno centrado en la economía y lo social.
El desarrollo de la historiografía española ha sido similar al italiano, en cuanto a la poca
presencia de la historia económica y social, a cambio de focos provenientes de la geografía,
la historia del arte y la arquitectura. Construcción de la ciudad –a la italiana – o bien historia
de la planifi cación urbana, siguiendo el modelo foucaultiano, donde destacan autores como
José Luis Oyón y Javier Monclús.
Concluye este larguísimo capítulo (pp. 67-143) con una sección llamada Modelos y tranfe-
rencias urbanísticos, que ahonda “en una estirpe de obras que claramente registran la historia
del urbanismo y la planifi cación, sin excluir por supuesto la historia de la ciudad como tal”.
Almandoz desarrolla así una segunda genealogía, donde destaca en primer lugar a Anthony
Sutcliff e, historiador instaurador de la planning history en Inglaterra. Se señala también a otros,
como John Reps y George R. Collins, en tanto fueron cruciales en urgir a los historiadores
urbanos estadounidenses a ocuparse preferentemente del aspecto físico.
Para Francia, el nombre de Françoise Choay es fundamental. En L’urbanisme, utopies et réa-
lités (1965), planteó las nociones de “preurbanismo” y “urbanismo”, ligados a los modelos
progresista” y “culturalista”. El estudio se orientó a la ciudad industrial del siglo XIX, en
un estudio que reunía a numerosos pensadores del problema y los agrupaba en dos visio-
nes: progresistas (Owen, Fourier) y nostálgicos (Morris, Ruskin y otros con simpatías pro-
comunidades medievales). El urbanismo de 1900 se nutrió de ambas corrientes, pudiendo
distinguirse “urbanismo progresista” (Garnier, Gropius, Le Corbusier), y uno “culturalista
(Sitte, Howard). Almandoz rescata el valor sintético e interpretativo de Choay, pero discute la
supuesta oposición de posturas. No obstante, sosteniene que su impacto en lo urbanístico fue
mayor que obras contundentes como Le origini dell’urbanistica moderna (1963) de Benevolo
y la Storia dell’urbanistica de Sica.
Con todo, Choay –sostiene Almandoz– no infl uyó demasiado con aquel texto en Inglaterra.
Allí se optaba por el estudio de “los movimientos sociales y las reformas urbanas que llevaron a
la instauración de la planifi cación y reglamentos” (p. 135), focalizándose en la gestión pública
urbana y el surgimiento de redes nacionales e internacionales de urbanistas: la planning history
de Sutcliff e, donde últimamente ha destacado Peter Hall. Es decir, un interés diferente a las
cuestiones geográfi cas y arquitectónicas trabajadas por italianos, franceses y españoles.
En el cuarto capítulo, Transbordo latinoamericano, el autor estudia cómo se trajeron estas teorías
y métodos de historiografía urbana a Latinoamérica, sin desconocer la producción regional
en la materia. Un primer aspecto es el temprano peso que en el subcontinente tuvo la historia
del arte, emparentándose así con la vertiente italiana. Argentina, México y España destacaron
en ello. Pero el más relevante tratado disciplinar publicado en la región –con un detallado
conocimiento histórico del tema– fue el Manual de Urbanismo del urbanista austríaco Karl
Brunner (1939-40), quien trabajó en Colombia y Chile.
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Jorge Enrique Hardoy, argentino, fue primordial para la conformación de la historiografía urbana
latinoamericana desde los ’60, mediante libros y la organización de simposios que abarcaban
la urbanización desde el mundo precolombino hasta el presente. El norteamericano Richard
Morse fue otro nombre fundamental, estimulando el intercambio internacional y la creación
de textos compilatorios, algo parecido a lo ocurrido en países europeos y anglosajones.
En tal contexto, la teoría de la Dependencia, su propuesta de relaciones centro/periferia y
su posterior orientación hacia una “escuela marxista de las ciencias sociales [que fue] prove-
yendo una matriz histórica para entender el atraso de América Latina”, fueron cruciales para
la historiografía (p. 163). El sociólogo Manuel Castells fue quizás su principal fi gura, privi-
legiando factores económico-sociales por sobre los culturales. Tal deuda fue magistralmente
superada por el historiador argentino José Luis Romero en Latinoamérica: las ciudades y las
ideas (1976), quien abandonó el economicismo de dicha escuela. Almandoz expresa que el
focus dependentista no superó su a-historicismo, la reiteración de argumentos y el predominio
de la economía, a diferencia del marxismo francés que, por aquellos años, incluía el espacio
en el análisis (Lefebvre por sobre Althuser, por ejemplo).
Un nuevo aire hubo desde mediados de los setenta con el interés por el patrimonio de los
centros históricos. Pero según el autor fue, junto con Hardoy, el aporte de Historias Generales
publicadas en los ’70 y ’80 por Roberto Segre y Ramón Gutiérrez, la base de la historiografía
urbanística regional contemporánea. Con la conmemoración de los 500 años del arribo eu-
ropeo a América, se multiplicaron trabajos generales y de urbes particulares –sobre todo en
Brasil–, pero hubo pocos estudios comparativos. A este problema, agrega Almandoz, se suma
el desconocimiento del medio estadounidense respecto a la historiografía urbana latinoame-
ricana, promoviéndose interpretaciones al menos incompletas.
Casi al fi nalizar el capítulo, el autor realiza una propuesta desde la new history, interesada en
los acontecimientos, la vida cotidiana y los sujetos comunes, más que en las estructuras. A su
juicio, esta base permite hablar de una nueva historia urbana (p. 183). La microhistoria o
reducción de la escala de observación (Carlo Ginzburg) es para Almandoz una metodología
útil para este desafío. Pero también le resulta necesario un esfuerzo de “‘gran narrativa’ de
alcalce nacional”, que permita un cierto equilibrio en las dimensiones. Para ello, el aumento
en el repertorio de fuentes y discursos ha promovido la conformación de una historia cultural
urbana emparentada con los estudios sobre imaginarios y representaciones. Almandoz refi ere
a algunos antecedentes de esta línea de investigación: desde “la ‘tradición culturalista’ del ‘en-
sayo de ideas’ de corte histórico que se inicia con Andrés Bello, Simón Rodríguez y Domingo
Faustino Sarmiento” (p. 204) hasta Morse, José Luis Romero y el uruguayo Ángel Rama.
El capítulo IV fi naliza con cuatro reseñas a historias urbanas latinoamericanas recientes del
lapso de modernización burguesa de entre siglos (XIX-XX): Buenos Aires, San José de Costa
Rica, La Habana y Bahía, Brasil. Almandoz ve en ellos un elemento teórico-metodológico
común, cual es el reconocimiento de un corpus de obras y autores fundamentales, como Morse,
Hardoy, Romero, Mumford, Sutcliff e y Carl Schorske.
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El quinto y último capítulo, Entrevistas, sirve fundamentalmente de apéndice documental,
aportando un tono de escritura más libre, un diálogo que aporta desde visiones críticas sobre
el actual panorama británico (Sutcliff e) a aspectos desconocidos de los inicios y desarrollo de
la historiografía urbana latinoamericana (Segres, Gutiérrez). Sirven, además, como homenaje
del autor a sus principales mentores.
La referida propuesta de Almandoz de una historia cultural urbana basada en la combinación
de microhistoria y gran narrativa sin duda se refl eja en la propia estructura de Entre libros de
historia urbana. Texto de innumerables referencias a conexiones, redes, obras, diálogos nacio-
nales y a un notable y enciclopédico esfuerzo de compilación e interpretación comparativo
intercontinental. En defi nitiva, Almandoz realiza un ejercicio microhistórico que debiera
convertirse en un texto clásico sobre la historiografía urbana latinoamericana desde el siglo
XIX hasta nuestros días.
Simón Castillo Fernández
*
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Magíster en Historia, Universidad de Chile. Candidato a Doctor en Arquitectura y Estudios Urbanos, Pontifi cia
Universidad Católica de Chile. Correspondencia: Simón Castillo F., El Comendador 1970, Providencia, Santiago,
Chile. E-mail: slcastil@uc.cl
... Se trata de un momento signado por una crisis multidimensional relacionada con diversos factores como son las consecuencias locales de la debacle en la bolsa de New York el año 1929, expresadas en el alza descontrolada de la inflación y la carestía de la vida; el consiguiente desplazamiento de miles de hombres, mujeres y niños desde el interior de las provincias del norte y sur hasta el centro del país; los cuestionamientos al liberalismo y su incapacidad de resolver los conflictos sociales; y el cambio en los patrones de consumo debido la irrupción de nuevos medios de comunicación que profundizaron los contrastes de una sociedad escindida (BETHEL, 1997;DEL POZO, 2009;TOURAINE, 1989;WILLIAMSON, 2013;MEJÍA, 2013;ROMERO, 2008;RINKE, 2013). Lo anterior, sumado al incentivo a la industrialización que trajo aparejado el modelo de sustitución de importaciones dirigido por el Estado, sentó las bases del proceso de masificación que enfrentaría la capital chilena, gatillándose una explosión urbana de grandes dimensiones relacionada directamente con el aumento vertiginoso de su población, incluso al punto de no poder contener la ciudad la presión ejercida por los nuevos habitantes sobre sus territorios (ROMERO, 2008;2009). ...
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O artigo analisa as reivindicações de urbanização de moradores de alguns bairros suburbanos de Santiago entre 1930 e 1950 como expressão de um processo de apropriação de seu espaço habitado e de resistência à dinâmica de desigualdade características do desenvolvimento metropolitano na América Latina. Desde essa perspectiva, examinam-se as demandas inscritas no conceito significante de dignidade por parte das associações de moradores de bairro. Do mesmo modo, aborda-se a dimensão política do associativismo e das práticas de afirmação surgidas da periferia pelo direito à cidade. Como fonte histórica, é utilizado um conjunto de pequenos jornais produzidos e colocados em circulação em vários bairros da periferia de Santiago, que permitem estudar como as classes trabalhadoras que sofreram com os problemas urbanos ativaram formas de reivindicação contra a segregação espacial.
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El propósito de este trabajo es analizar la presencia de estudios relativos al medio urbano latinoamericano en los artículos publicados por la revista Anuario de Estudios Americanos, durante el período comprendido entre los años 1944 y 2018. Con ello pretendemos poner de relieve el aporte y la relevancia de estas investigaciones, en el contexto de las realizadas sobre historia urbana de América Latina por investigadores de diferentes disciplinas, tanto desde la propia región como desde universidades y centros de investigación de Estados Unidos de Norteamérica y Europa.
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