En la década de los 90 del siglo pasado se produjo, al menos a nivel teórico, un cambio importarte en la concepción del componente léxico en el ámbito de la enseñanza de las segundas lenguas. Bogaards, entre otros, rompió con la distinción tradicional entre la enseñanza de la gramática y el léxico al señalar que los dos componentes son interdependientes y que la lengua debe contemplarse como un conjunto de elementos léxicos que requieren estructuras sintácticas. Es decir, se puso el foco en el vocabulario como pieza nuclear de la enseñanza aprendizaje en las segundas lenguas.
Esta concepción, en mi opinión, debería también servir de punto de partida en la enseñanza de la lengua materna, aunque, claro está, con su adaptación a las peculiaridades propias y a las diferencias que esta tiene con la enseñanza de lenguas extranjeras.
En ambos casos se ha dejado que sean los propios alumnos los que aprendan por su cuenta el léxico, mientras los docentes nos dedicamos a enseñarles las reglas gramaticales y otros aspectos de los distintos niveles lingüísticos. No quiero con esto afirmar que el léxico haya estado ausente de los libros y de las clases, pero no lo ha estado de manera sistematizada, organizada. Y cuando la falta de tiempo obliga a seleccionar ejercicios o contenidos, es el nivel léxico el que queda postergado.
Hay dos preguntas a mi modo de entender la enseñanza del léxico que son claves. Por un lado, ¿qué léxico enseñar?, pregunta que nos lleva irremediablemente al concepto de selección léxica. Selección léxica por etapas educativas, por materias. También nos lleva a otra pregunta ¿qué vocabulario deben conocer nuestros alumnos al final de tal o cual etapa educativa? Responder a estas preguntas resulta imprescindible para que el profesor se implique en la tarea de aprendizaje de los alumnos y pueda, para ello, programar convenientemente la enseñanza.
Las respuestas no son nunca sencillas y en este caso tampoco, pero merece la pena intentarlo.
La otra gran pregunta que debemos hacernos es ¿cómo enseñar el léxico? En las respuestas a esta pregunta se ha avanzado más. Desde hace tiempo en los libros dedicados a la enseñanza de la lengua española hay ejercicios sobre léxico, pero como señalé antes, estos ejercicios no están organizados en torno a un objetivo final. Y además se olvida en muchos casos una cuestión fundamental: la competencia léxica no solo es conocer palabras, sino también y principalmente, saber usarlas.
La enseñanza del léxico, además, debe implicar coordinadamente a todos los profesores, no es una tarea exclusiva de los profesores de lengua. Se echa cada vez más en falta la práctica, los ejercicios en los que el alumno debe usar aquellas palabras que ha aprendido, la redacción de textos. Se olvida también que para que una palabra pase a la memoria permanente necesita, según los casos, de entre 6 y 10 exposiciones de media. Es decir, no vale con que el alumno lea una palabra y anote su significado.
También se observa con preocupación el uso cada vez menor de los diccionarios en las aulas. Y eso que hoy con los medios tecnológicos que tenemos su uso cada vez es más sencillo. Los diccionarios, los buenos diccionarios, son una fuente inagotable de información sobre las palabras. No solo nos dicen su significado, también sus características morfológicas y sus posibilidades combinatorias; además de contar con ejemplos de uso. Debemos enseñar a los alumnos a utilizar los diccionarios, y no solo en su función decodificadora (para entender un texto), sino también en su función codificadora (para construir textos).
El léxico debe ocupar un lugar nuclear en la enseñanza de una lengua y, por eso, libros como el que contiene esta presentación deben ser debidamente valorados. Dividido en cuatro grandes apartados, Léxico y disponibilidad léxica, Léxico y estudios del discurso, Léxico, comunicación y redes sociales y Léxico y didáctica de la lengua y la literatura aborda diferentes temas y desde diferentes enfoques, lo que lo hace mucho más valioso.
José Antonio Bartol Hernández
UNIVERSIDAD DE SALAMANCA, ESPAÑA