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Estudios Atacameños
ISSN: 0716-0925
eatacam@ucn.cl
Universidad Católica del Norte
Chile
González G., Carlos; Westfall, Catherine
Atacameños en El Salvador: Nuevas apreciaciones sobre un fardo funerario del Cementerio Las
Turquesas
Estudios Atacameños, núm. 35, 2008, pp. 49-73
Universidad Católica del Norte
San Pedro de Atacama, Chile
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=31503504
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49 Nº 35 / 2008, pp. 49 - 73
es t U d i o s at a C a m e ñ o s
Arqueología y Antropología Surandinas
Resumen
Se describe el único fardo funerario conocido del Cementerio Las
Turquesas y se revalúa junto a su contexto cultural, vinculándolos con
el sitio Mina Las Turquesas, recientemente excavado. Este conjunto de
evidencias posibilita incorporar a la localidad a una esfera de interacción
atacameña, de gran significación económica y ritual, desarrollada
fundamentalmente durante el Período Intermedio Tardío.
Palabrasclaves: cementerio y Mina Las Turquesas – interacción
circumpuneña – minería lapidaria – Período Intermedio Tardío.
Abstract
The recent archaeological reevaluation of the only known mummified
remains from the Cementerio Las Turquesas site, links its
bioanthropological and material contexts to the nearby residential
and turquoise mining site of Mina Las Turquesas, recently excavated.
Fieldwork there provided evidence of a long-span preinka settlement,
and our appraisal reaffirms this on the basis of the recently
undertaken cultural adscription of human remains, that has allowed
us to posit that both sites were part of the economically and ritually
significative Atacameño sphere of interaction, fundamentally within
the Late Intermediate Period.
Keywords: cemetery and Turquoise Mine – Atacameño interaction
sphere – stone mining – Late Intermediate Period.
Recibido: enero 2007. Aceptado: septiembre 2007.
1 Trabajo derivado del rescate de la Mina Las Turquesas, financiado por División Salvador de CODELCO-Chile.
2 Ilustre Municipalidad de Diego de Almagro. Los Aliaga 5530, Depto. 23, Ñuñoa, Santiago, CHILE. Email: inkacarlitos@gmail.com
3 Taguatagua Consultores. Casilla 234, Correo de Paine, Paine, CHILE. Email: catherine.westfall@gmail.com
4 Sal 25 y Sal 27, respectivamente.
a
tacamEños
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uEvas
aPrEciacionEs sobrE u n fardo funErario
dEl cEmEntErio la s turquEsas1
Carlos González G.2 y Catherine Westfall3
in t r o d U C C i ó n ∑
Los estudios arqueológicos en El Salvador (región de
Atacama) no habían sido retomados desde los trabajos
pioneros de Iribarren (1972, 1972-73) e Iribarren y
Bergholz (1972, 1972-73). Recientemente, entre los años
2003 y 2006 se efectuó en los terrenos mineros una
serie de estudios sistemáticos en torno al patrimonio
arqueológico de la localidad (González y Westfall 2006).
Producto de estos trabajos, fueron redescubiertos dos
sitios arqueológicos en la quebrada Las Turquesas, en
Cerro Indio Muerto, centrales para el conocimiento de
los desarrollos prehispánicos de El Salvador. En efecto,
los sitios Mina Las Turquesas (MLT) y Cementerio
Las Turquesas (CLT)4 fueron reportados, aunque no
excavados, por Iribarren y Bergholz (1972, 1972-73),
quienes realizaron recolecciones superficiales en el
primero, señalando que presenta manifestaciones
incaicas, y que el segundo se encuentra saqueado,
con cerca de 30 excavaciones que corresponderían a
“sepulturas indígenas” (Iribarren 1972, 1972-73), de
“los primeros laboradores de la Mina Las Turquesas”
(Iribarren y Bergholz 1972, 1972-73). Por su parte,
Maldonado (1989), cronista minero de El Salvador,
se refiere al sitio como un “gentilar” incaico.
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Posteriormente, otros investigadores (Kuzmanic y
Sanhueza 1984; Sanhueza y Kuzmanic 1984) anali-
zaron un fardo funerario de CLT5, identificando a un
adulto maduro de sexo masculino, deshidratado por
factores naturales y politraumatizado. Describen su
contexto material, que por sus textiles, una tableta y
otros elementos del complejo alucinógeno vinculan
a expresiones Tiwanaku de San Pedro de Atacama
(Kuzmanic y Sanhueza 1984).
Los análisis de fardos funerarios permiten obtener
información sobre comportamientos locales de fune-
bria, mediante la documentación de cada uno de sus
componentes o destacando algunos, como los textiles
(p.e., Rojas y Hoces de la Guardia 2000; Ulloa etal.
2000). Estos estudios son más importantes cuando
existen escasos datos de los sitios de proveniencia, como
en este caso. En este trabajo usamos el término “fardo”
para denominar un conjunto particular de evidencias
funerarias (sensu Llagostera 2004: 93) que fueron
retiradas con anterioridad del individuo (Kuzmanic y
Sanhueza 1984; Sanhueza y Kuzmanic 1984).
Aquí nos referiremos a los componentes del fardo que
pudieron ser ubicados en el Museo del Huasco, en
Vallenar, y los relacionamos con la cercana MLT. Para
este propósito se analizaron materialidades comunes y
turquesas de la mina, de sitios del qhapaqñan de El Salvador
y del individuo del CLT, empleando determinaciones
preliminares por difracción y fluorescencia de rayos X,
pesquisando sus relaciones, más allá de sus proximidades.
En consecuencia, se sistematiza la información dispersa
del cementerio, realizando una primera aproximación
arqueológica que adquiere mayor relevancia por la falta de
excavaciones en sectores intactos del sitio, que posibiliten
efectuar comparaciones más amplias con el foco minero
lapidario. No obstante, las actuales evidencias señalan
correlaciones culturales preincaicas en El Salvador, que son
enfatizadas con la reinterpretación cronológica cultural
del fardo de CLT. Asimismo, se entregan antecedentes
sobre la producción y el tráfico interregional de bienes de
prestigio a partir de la localidad, como de su integración
5 Un infante momificado naturalmente, con una pequeña túnica,
depositado en el Museo Regional de Atacama (Copiapó), provendría
del CLT. Este museo cuenta con más de 30 piezas de la “Mina Indio
Muerto” que aún no han sido estudiadas.
en los procesos socioculturales del Período Intermedio
Tardío (900-1450 DC) de la Subárea Circumpuneña
occidental (Figura 1).
an t e C e d e n t e s ∑
Sitio Mina Las Turquesas (MLT)
Se localiza en el sector alto de la quebrada Las Turquesas,
a 2830 m de altura, en el Cerro Indio Muerto (Figura 2).
Debido a la minería subterránea, desde 1959 este cerro
ha sufrido frecuentes derrumbes, motivando el rescate
del sitio MLT. Las excavaciones en el sector exterior
inmediato al pique minero revelaron la existencia de un
profuso asentamiento preincaico y un taller de manu-
facturación de bienes suntuarios de turquesa, concha y
hueso, con una mayor profundidad cronológica que la
estimada por Iribarren, al igual que complejas interre-
laciones culturales.
La mina comprende registros materiales en un rango
de entre 500 AC-1950 DC, abarcando los siguientes
períodos: 1) Formativo, con ocupación mayoritariamente
atacameña y una exigua presencia Molle; 2) Medio,
casi en absoluto Animas y con mínimos indicadores
atacameños; 3) Intermedio Tardío, con una acentuada
y exclusiva presencia atacameña; 4) Tardío, sólo con
una baja frecuencia inca en su expresiónatacameña, y
escasos restos etnográficos y subactuales (González y
Westfall 2005).
De este modo, MLT testimonia las evidencias prehispá-
nicas más antiguas de El Salvador, los vestigios Molle
y Animas más septentrionales de la región de Atacama,
y los contextos culturales de raigambre Loa-San Pedro
más meridionales. Esto, a nivel de un asentamiento y
no sólo de piezas aisladas, como ha sido el caso de dos
ofrendas cerámicas de San Pedro de Atacama encontradas
en el valle de Copiapó, en el sitio El Torín (Niemeyer y
Cervellino 1985).6
6
Sin embargo, en un oasis cercano a Diego de Almagro, 60 km al suroeste
de El Salvador, hemos registrado cerámica San Pedro Negro Pulido (SNP)
en su variedad Sequitor del Formativo Tardío atacameño (Uribe com.
pers. 2007), asociada a evidencias caravaneras, pudiendo representar un
nuevo asentamiento del austral circuito caravanero atacameño.
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Figura 1. El Salvador (región de Atacama) y otras localidades mencionadas en el texto.
Previamente, respecto a este sitio hemos planteado que
desde el Formativo constituiría un enclave de mineros
lapidarios atacameños, proporcionando bienes de estatus
a los núcleos poblacionales del Salar de Atacama, cuencas
del río Loa y áreas vecinas, aunque en forma significa-
tiva durante el Intermedio Tardío, como lo indican los
exclusivos materiales atacameños del foco lapidario
(González y Westfall 2005). Por consiguiente, la mina
fue incorporada a partir del Formativo a una extensa red
de interacción caravanera preincaica entre las regiones
de Antofagasta y Atacama (Núñez 1987, 1999; Núñez
y Dillehay 1995 [1979]). Esta red se ha vinculado con
asentamientos locales, rutas y arte rupestre (geoglifos
y petroglifos) en Tarapacá y Antofagasta, especialmente
del Período Intermedio Tardío (Núñez y Briones 1967-
68; Núñez 1976, 1984, 1985; Briones y Chacama 1987;
Muñoz y Briones 1996; Núñez etal.1997; Berenguer
1999, 2004; Chacama y Espinosa 2000; Clarkson
y Briones 2001; Briones etal.2005; Sepúlveda etal.
2005), desconociéndose sus características en la región
de Atacama.
Sitio Cementerio Las Turquesas (CLT)
Se emplaza en la ladera sur de la quebrada Las Turquesas.
En el sustrato calcáreo se observan algunas fosas con
restos óseos humanos en al menos una de ellas y au-
sencia de restos culturales, al igual que en la totalidad
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de la superficie del sitio, situación que ya había sido
consignada por Iribarren (Figuras 2, 3 y 4).7 Actualmente,
se ha definido un área aproximada del sitio de 900 m2,
sin determinar todavía si las tumbas subterráneas co-
rresponden a cámaras o inhumaciones en tierra.
Los informantes locales avalan las observaciones de
Iribarren (1972, 1972-73; Iribarren y Bergholz 1972,
1972-73) respecto a que el cementerio se encontraba
saqueado, afirmando reiterados descubrimientos de
“huesos humanos”, “momias” y objetos en el sitio
(Weber y Araus com. pers. 2004). En este sentido, pese
a infatigables búsquedas, no pudimos localizar ninguno
de estos hallazgos.
Sin embargo, una tableta de madera con tallado an-
tropomorfo e incrustaciones de turquesas utilizada
para inhalar polvos psicoactivos fue publicada por
7
Fotografías de Iribarren (19 69), diarios de campo y la colección de El
Salvador fueron revisados en el Museo Arqueológico de La Serena.
Torres (1986: 43, Fig. 7), quien afirma que provendría
de “Indio Muerto, Chañaral” (Figura 5). Esta tableta
es similar a otra de la tumba 4010 del cementerio
Coyo Oriente, en San Pedro de Atacama (Torres 2004:
Fig. 3), caracterizada por el taxón antropomorfo en
plano-frontal distendido (Llagostera 2006: 88, 90,
Fig. 3a). No obstante, la pieza de Indio Muerto8 carece
de cetros y apéndices radiales propios de la tableta de
Coyo Oriente, dificultando su correlación. Torres (1986:
48) vincula la tableta de Indio Muerto con la localidad
costera de Chañaral, y no con El Salvador. Sin embargo,
su asignación geográfica para esta tableta no es acertada,
ya que en Chañaral no existe un Cerro Indio Muerto9,
y sí en El Salvador. Asimismo, la primera publicación
de la tableta la realizan Evans y Southward (1914: 21)
quienes aluden a la existencia de turquesa en “Indio
Muerto, norte de Chile”. Igualmente, se refieren a una
8 La pieza está depositada en el Museo Británico, en Londres.
9
De acuerdo a la carta IGM “Chañaral”, escala 1:50.000 (código C49),
y a informantes locales.
Figura 2. Mina El Salvador (2006), con indicación de la MLT (flecha superior) y del
CLT (flecha inferior). Gran parte del camino incaico en este sector se encuentra obliterado.
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Figura 3. Quebrada Las Turquesas, Cerro Indio Muerto (fotografía de Iribarren 1969) y el
CLT disturbado indicado con la flecha.
Figura 4. Quebrada Las Turquesas, Cerro Indio Muerto ( 2005) y el sector existente
del cementerio indicado con la flecha.
influencia peruana por el “Inca road, which passes
near Indio Muerto on the way to Copiapo” (1914: 39),
en una alusión directa a la formación orográfica y al
reconocimiento del qhapaqñan,que lo atraviesa a media
altura, dirigiéndose luego hacia Copiapó. También se
menciona al entonces departamento de Chañaral, que
incluía administrativamente tanto la costa como los
sectores precordilleranos, propiciando la confusión
geográfica de Torres; en el presente, se le reconoce como
provincia de Chañaral.
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Figura 5. Tableta de madera para inhalar polvos psicoactivos
de “Indio Muerto, Chañaral”. Tomada de Torres (1986: 43).
Originalmente fue publicada por Evans y Southward (1914: 38).
Según nosotros, procedería de CLT, El Salvador.
Con anterioridad se había aludido a la existencia de turquesas
“at a place called Cerro del Indio Muerto, in the mining
district of Pueblo Hundido” (Evans 1913: 158). De hecho,
previo a su fundación en 1959 (Maldonado 1989: 31),
El Salvador era conocido por el topónimo Indio Muerto
(Iribarren 1972-73: 282), siendo Pueblo Hundido –hoy
Diego de Almagro–, 60 km al suroeste, el distrito minero
que lo integraba. El referido topónimo lo menciona Philippi
en su expedición por el Desierto de Atacama, al reportar
dos serranías entre Doña Inés y Agua Dulce, denominadas
Indio Muerto y Pasto Cerrado, indicando que la primera
fue nombrada así por el hallazgo de un “indio muerto en
un pozo de mina” (1860: 85); probablemente, una situa-
ción muy similar al “Hombre de Cobre” de Chuquicamata
(Bird 1977-78). Por lo tanto, existen suficientes elementos
para asumir que la tableta publicada por Torres (1986), e
inicialmente por Evans y Southward (1914), provendría
de CLT, Cerro Indio Muerto en El Salvador.
El fardo funerario del Cementerio Las Turquesas
(CLT)
Sanhueza y Kuzmanic (1984: 10) asocian el fardo a
este sitio, según ellos destruido por las faenas mineras
industriales. Por su parte, Cervellino (1991: 7) reitera
los datos de Iribarren y Bergholz (1972-73) y destaca
la ausencia de objetos metálicos en el sitio, para luego
señalar que existe:
“(…) unaconstatacióndeldesaparecimientototaldelaMina
IncaicaIndioMuertoydelcementeriodelasTurquesastambién
porlaextraccióntotaldelsueloysubsuelodondeseemplazaban
estosrasgosarqueológicos” (Cervellino 2000: 9).
Fue la familia Carmona García la que exhumó el cuerpo
y los objetos asociados al fardo en un sector concordante
con la ubicación del sitio CLT, donándolos en 1971 al
Museo del Huasco de Vallenar (Kuzmanic y Sanhueza
1984; Sanhueza y Kuzmanic 1984). De este modo, todo
indica que el cementerio era de conocimiento público,
obteniendo los lugareños cuerpos momificados y piezas
arqueológicas. Asimismo, son coherentes las condi-
ciones del hallazgo, encontrándose el individuo y sus
objetos al interior de una fosa en el calcáreo (Kuzmanic
y Sanhueza 1984: 279). Es probable que el individuo se
haya dedicado a la extracción de turquesas en la cercana
mina, falleciendo por causa de un politraumatismo,
certificado por el examen antropológico y radiológico
(Sanhueza y Kuzmanic 1984). Posiblemente las lesiones
se produjeron por el desplome de una galería.
10
Este
descubrimiento contrasta con el registro del cuerpo
de un minero prehispánico momificado naturalmente,
acompañado de sus herramientas, que habría muerto
durante el trabajo de obtención de la atacamita. Este fue
localizado fortuitamente en 1899 dentro de un socavón o
túnel colapsado en la localidad de Chuquicamata (región
de Antofagasta), y posee dos fechados C14 no calibrados
que lo sitúan entre 500 y 700 DC (Bird 1977-1978: 89;
Núñez 1992: 53; Berenguer 2000: 88-89). Por lo tanto,
el llamado “Hombre de Cobre” de Chuquicamata, debido
10 La única prospección al interior de la MLT, realizada por uno de los
autores, corroboró la existencia de galerías derrumbadas, tal como se
observa en el registro gráfico de Iribarren (1969).
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a la coloración verdosa de su piel adquirida dentro del
socavón, y el fardo del CLT, representan por ahora los
únicos testimonios directos de mineros preincaicos.11
Al llegar al Museo del Huasco el individuo estaba vesti-
do (Kuzmanic y Sanhueza 1984: Lám. I, foto 1), siendo
luego retiradas sus vestimentas. Lamentablemente, no
se detalló el proceso de desvestido ni su estado de con-
servación, como tampoco el inventario de la colección.
De allí que se deduzca el orden de la numeración, que va
desde el 01 a 51, seguida de un número 1 y luego de un
82, año del registro (1982 según Sanhueza com. pers.
2006). Distinguimos un nuevo rotulado de algunas
piezas, cambiándose los últimos dígitos, 82 (1982)
por 83 (1983), aunque preferimos mantener la primera
cifra del registro inicial. Cabe señalar que Kuzmanic y
Sanhueza consignaron un total de 50 elementos, entre
ajuar y ofrendas, correspondiéndole la numeración 51 al
individuo momificado.
me t o d o l o G í a ∑
El trabajo se enfocó hacia un análisis arqueológico, bio-
antropológico y de conservación del fardo, tendiente a
discutir la determinación cronológica cultural realizada
por Kuzmanic y Sanhueza (1984: 290): “Tiwanaku Tardío
y/o regionalizado” (500-1000 DC). Para ello se segrega-
ron evidencias que posibilitaran definiciones culturales,
como la vasija restringida, los textiles y la tableta para
inhalar polvos psicoactivos. Estos antecedentes se com-
plementaron con el estudio de la MLT y con los análisis
preliminares de Difracción y Fluorescencia de Rayos
X (Laboratorio de Geología, División Salvador) entre
turquesas de la mina prehispánica, sitios del qhapaqñan
de El Salvador y otras que poseía el individuo del CLT.
El proceso de documentación utilizó el orden por mate-
rialidad, los códigos y la nomenclatura de las piezas de la
publicación de 1984, sumando nuestras descripciones,
11
El contexto del individuo y la MLT lo sindican como un minero,
concordando con Sanhueza y Kuzmanic (1984: 13) y Núñez (1987: 89).
Este autor menciona otros posibles registros funerarios de mineros y
herramientas en Huantajaya, región de Tarapacá (Núñez 1999: 194).
enfatizando diferencias o coincidencias sobre las deter-
minaciones iniciales. También se efectuó un completo
registro fotográfico, verificándose los deterioros a lo largo
del tiempo (Téllez 1999), confrontándose con diaposi-
tivas del año 1982, proporcionadas por el colega Julio
Sanhueza. Los criterios técnicos, en especial lo referido
al detallado sistema de tejeduría, fueron respetados.
De la misma manera, se detallaron las condiciones de
conservación del fardo, contrastándolas con los datos
del referido trabajo. Paralelamente, se limpió en forma
mecánica al individuo, y se reembalaron las evidencias
manteniéndose la nomenclatura museológica existente.
Con ello se comprobó que el individuo y sus elementos
presentaban remociones subactuales, presentándose el
cuerpo sin textiles (Figura 6). Además, se dificultó localizar
el conjunto, ya que el Museo del Huasco se encuentra
en gran medida desmantelado, pero gracias a gestiones
de su Director, Sr. Jorge Zambra, fue posible encontrar
algunos de los componentes de la colección, pudiendo
revisarse sólo un 70% de los materiales.
el i n d i v i d U o ∑
El examen exterior del cuerpo, momificado naturalmente
por deshidratación, confirmó que se trata de un indivi-
duo masculino, adulto maduro, genuflexo, con cráneo
braquicéfalo no deformado. El cuerpo se encuentra
completo. Su altura es de un promedio de 162.37 cm.
Las piernas están paralelamente flectadas, aunque no
aplicadas al tronco, con los pies y los dedos recogidos,
mientras que los brazos están cruzados frente al tórax,
Figura 6. Vista frontolateral derecha del individuo.
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con las manos dobladas. La piel es mayoritariamente
de color café claro y cubre todo el cuerpo, salvo en la
frente, donde hubo desprendimientos postmortem. En
el rostro destacan las facciones, los párpados, la nariz
retraída y las cejas, además de improntas textiles en la
mejilla derecha. Según Kuzmanic y Sanhueza (1984:
279), el cuerpo presenta una acentuada curvatura de la
columna vertebral, proyectando la cabeza hacia delante,
frente a las piernas. Exhibía con anterioridad una tupida
cabellera con un peinado de trenzas, ya en ese entonces
deteriorado, registrándose liendres(Pediculuscapilis) .
También señalan la presencia de caries en premolares y
molares, distinguiendo abrasión y diente en pala (criterio
mongoloide). Los análisis radiológicos efectuados en el
Hospital de Vallenar indicaron politraumatismo: aplasta-
miento de cuerpo vertebral dorsal inferior; gran luxación
en el tronco superior y en una vértebra dorsal superior
y varias fracturas costales, manifestando un evidente
aplastamiento del cuerpo por una fuerte compresión
axial (Sanhueza y Kuzmanic 1984: 12-13).
El cráneo está completo y articulado con la mandíbula,
constatándose pérdida postmortemde incisivos y caninos
superiores (cinco piezas), salvo la pieza nº 2. En el pabe-
llón auditivo derecho se registró la acción de arácnidos.
Las extremidades superiores están completas, sin uñas
en la mano izquierda y con solo una en el dedo anular
de la mano derecha. Mientras en el tórax, bajo vientre y
zona púbica se aprecia escaso vello; se conservan el pene
y el escroto, retraídos. En la espalda son distinguibles
improntas textiles y las marcas del politraumatismo pre-
mortem,particularmente en las vértebras dorsales; sobre
ellas se ubicó un trozo textil subrectangular de color café
(116 mm de largo por 52 mm de ancho). Por último, las
extremidades inferiores están íntegras, con improntas tex-
tiles y sin uñas, excepto en el dedo pulgar del pie derecho.
Ambos pies exhiben queratosis. En la pierna izquierda es
notoria una fractura expuesta premortemde tibia y fíbula
(Figura 6), con los bordes limpios, sin cicatrización ni
regeneración ósea. En las piernas y sobre la espalda son
visibles hongos e intervenciones de insectos. Estas nuevas
determinaciones concuerdan con el planteamiento de que
la muerte del individuo pudo producirse por el politrauma-
tismo, generado por una caída o derrumbe de una galería
(Sanhueza y Kuzmanic 1984).
Además, se constataron alteraciones directas referidas a
la manipulación de la cabellera, que eliminó un peinado
de trenzas, conservándose sólo una de ellas.
aj U a r y o f r e n d a s ∑
Se presentan con la misma numeración y orden de la
publicación original (Kuzmanic y Sanhueza 1984).
Maderas
Lamentablemente, los objetos de madera: sustentador
(01-1-82), arco (03-1-82), artefacto de madera (21-1-82)
y gancho de atalaje (22-1-82) no fueron encontrados.
Para la tableta para alucinógenos (02-1-82) se confir-
maron medidas y color café oscuro. Largo total: 161
mm; ancho máx.: 59.5 mm; espesor máx.: 29 mm; largo
del receptáculo: 111.5 mm; largo apéndice: 49.5 mm.
Presenta forma hiperbólica, con una leve inflexión en
los costados. Los bordes laterales internos y el borde
inferior del receptáculo son rectos. Dos concavidades
rectangulares se aprecian en cada borde lateral y otra,
también de forma rectangular, en el borde inferior. El
apéndice es más ancho que el receptáculo, correspon-
diente al tallado de un ofidio felinizado (Figura 7), con
su cabeza, parte del cuello y cola. La figura tallada se
proyecta desde el panel planiforme en volumen crecien-
te, curvándose en vista frontal hacia la derecha. En el
extremo derecho superior, frontalmente y bajo la figura,
se distingue desde el panel una pequeña prolongación
triangular truncada, levemente oblicua, replicada hacia
atrás, separada por un corte superior y una incisión,
conformando, probablemente, la cola del ofidio. En la
figura destacan los pabellones auditivos, los ojos, las
fosas nasales y las fauces, presentando fractura prede-
positacional de la mandíbula y sus colmillos felínicos,
de los cuales sólo hay esbozos (Figura 8). Rombos,
cuadrados y zigzag incisos se encuentran en el lado
izquierdo y en la cabeza del apéndice zoomorfo (diseño
de la piel). Similar morfología, respecto a la cabeza y la
cola, como incisiones comunes, comparte con un ofidio
felinizado tallado, también en movimiento, de un kero
de madera del sitio Quitor-1 en San Pedro de Atacama
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at a C a m e ñ o s e n el sa l v a d o r : nU e v a s a P r e C i a C i o n e s s o B r e U n f a r d o f U n e r a r i o d e l Ce m e n t e r i o la s tU r q U e s a s
(Llagostera etal. 2004: 161).12 En la mitad superior de la
tableta se observan concavidades de distinta forma para
12
Llagostera ubica al kero en un momento post-Tiwanaku, con un
origen foráneo (com. pers. 2006).
incrustaciones, conservándose sólo cuatro con piedras
semipreciosas: dos en el panel (una romboidal de tur-
quesa y otra triangular, aparentemente de malaquita) y
dos en el apéndice (una en el lado izquierdo, romboidal,
de turquesa, y otra sobre la cabeza, cuadrangular, de
turquesa). Junto a 30 concavidades vacías en la tableta,
alcanzan un total de 34. Hay señales de craquelamiento
y orificios de coleópteros xilófagos.
La tableta posee atributos que la vinculan con el
tipo C de Torres (1986) (con apéndices tallados vo-
lumétricamente), aunque también exhibe elementos
del tipo B (con extensiones planiformes e incisión
lineales y/o tallado en relieve), como una extensión
planiforme desde el receptáculo, definiendo, sólo en el
tercio superior, el tallado volumétrico y las incisiones
lineales. A su vez, Catalán (2006) la considera dentro
del tipo II.A de su clasificación, con mango de tallado
volumétrico y receptáculo rectangular, que asocia al
Intermedio Tardío. También puede incluirse en el taxón
teratomorfo, reptilomorfo y en volumen, definido por
Llagostera (2006: 102). Este autor la asigna al inicio
del Intermedio Tardío (com. pers. 2006), dadas sus
características, forma e incrustaciones. Según Berenguer
y Torres (com. pers. 2006), no cuenta con referentes
en las cuencas del Loa y el Salar de Atacama, dificul-
tando las correlaciones. Pese a ello, la ubican al final
Figura 7. Tableta de madera del CLT (Museo del Huasco).
Figura 8. Detalle de figura teratomorfa sin mandíbula del CLT (Museo del Huasco).
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Ca r l o s Go n z á l e z G., Ca t h e r i n e We s t f a l l
del Período Medio o en los primeros momentos del
Período Intermedio Tardío; pero distanciándose del
sistema iconográfico de Tiwanaku (Torres 2004), por
el tipo de extensión planiforme y su tallado. Del mismo
modo, Catalán (2006) señala al inicio del Intermedio
Tardío en San Pedro de Atacama la existencia de ta-
bletas que presentan mangos de tallado volumétrico
con formas de felinos o camélidos, e incrustaciones
geométricas de turquesa, al igual que nuestra pieza. Al
respecto, tabletas con tallados de felinos y de cóndores
hegemonizan la cosmovisión atacameña durante este
tiempo (Llagostera2004: 168), destacándose también
ofidios en San Pedro (Castro 2001). Una tableta de esta
localidad (Quitor-6, tumba 3662) (Torres 1987: 96),
con un ofidio felinizado tallado, presenta cierta similitud
con la pieza de El Salvador (Figura 9). Sin embargo, y
de acuerdo a Berenguer (com. pers. 2006), la tableta de
Quitor-6 reviste una impronta estilística Tiwanaku, es
plano-abanicada, con tallado en relieve desde el panel
(tipo B de Torres 1986) e incrustaciones de hueso.
Llagostera (2006: 102) también reconoce esta tableta
como iconográficamente Tiwanaku, taxón teratomorfo,
reptilomorfo y en modo mixto. La forma, el tallado y las
incrustaciones son diferentes a la pieza del CLT.
También para el morterito (04-1-82) confirmamos
descripción y medidas. Alto: 59 mm; diámetro cuerpo:
30 mm; diámetro interno: 23.5 mm. Pieza del equipo
alucinógeno, pequeña, de forma hiperbólica, base plana,
pared subcóncava, labio recto y fondo interno cóncavo.
Color café grisáceo. Al exterior se observa la impronta
central de un embarrilado oscuro de 11 mm de ancho.
Deterioros por coleópteros (galerías) y hongos.
Lo mismo para la espátula (05-1-82) cuyo largo total es
de 154 mm; diámetro máx.: 14 mm. Mango cilíndrico
con forma de cono truncado hacia proximal. Presenta un
tallado semicónico que forma una pequeña pala. Separa
el cuerpo del extremo proximal una franja circundante
oscura. Componente del equipo alucinógeno, está
agrietada por pérdida de humedad y hongos y el extremo
distal muestra fractura predepositacional.
Contabilizamos 18 venablos (06-20-1-82) cuyos largos
varían entre 80 y 235 mm, y con diámetros promedios
de 6 y 8 mm. El venablo n° 6 aún mantiene embarrilado
de cuero e inserción de una pequeña punta de proyectil
triangular de cuarzo (18 mm de largo; 9 mm de ancho,
y 5 mm de espesor), con tallado bifacial y pedúnculo
con aletas. Algunos astiles están decorados con franjas
transversales de colores café, rojo, verde y negro, de anchos
variables; en ambas secciones (distal y proximal) se re-
gistran embarrilados de cuero. Aparte de las fracturas, 16
muestran daños por insectos xilófagos, uno con presión
postdepositacional y otro sin deterioros.
Cestería
No se encontraron dos cestos decorados (23, 24-1-82).
Lítico
Del collar (25-1-82) se conserva una parte compuesta
por una cuenta discoidal y cinco tubulares, unidas
Figura 9. Tableta de madera procedente de la tumba 3662 de
Quitor-6 (Torres 1987: 96).
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con una cuerda de pelo de naturaleza indeterminada
(Figura 10). El largo inicial del collar, 330 mm, habría
sumado más cuentas que las actuales; 12 cuentas
tubulares y dos discoidales están hoy sueltas. El
diámetro promedio externo de ellas va de 7 a 9 mm,
con un grosor entre 2 a 8 mm, y una exhibe fractura
postdepositacional.
Oseo
El sujetador (26-1-82) se encontró en la porción oc-
cipital derecha de la cabeza del individuo (Kuzmanic
y Sanhueza 1984: 283). Confirmamos las medidas de
largo: 117 mm, ancho: 14 mm, y espesor: 2 mm. Presenta
un extremo redondeado y otro aguzado; una superficie
pulida y la otra áspera. No presenta motivos tallados
ni deterioros.
Cerámica
Se confirman medidas para la miniatura (27-1-82): altura:
92 mm; diámetro mayor: 74 mm; diámetro borde: 47
mm; espesor: 5 mm. Es una pieza restringida de forma
ovoidal-hiperbólica, cuello corto evertido, labio irregular
convexo, base plana, superficie alisada y restos de pintura
roja exterior (Figura 11). Contiene una cuerda de lana
bicolor café con restos de pigmento rojo de 400 mm de
largo; antes se ubicaba alrededor del cuello de la vasija.
Presenta huellas de uso (delaminación tenue). Corresponde
al tipo Turi Rojo Alisado (TRA) (Uribe 2002), distintivo
de momentos inmediatamente preincaicos.
Textiles13
Varios textiles no fueron encontrados: talega (28-1-82),
costal (30-1-82), faja (31-1-82), alforja (36-1-82), “fajo
cordel burdeo” (37-1-82), cordel corto bicolor (38-1-82)
y atado de lana con vegetales (41-1-82).
De los costales decorados (29-30-1-82) sólo se encontró
la pieza n° 29, aunque ambos costales serían idénticos.
Confirmamos su descripción y medidas: largo: 880 mm;
ancho: 400 mm; ancho boca: 400 mm. Es de forma
rectangular, cosido en los extremos y base, y abierto
en la parte superior. Ambas caras poseen la misma
decoración conformada por 11 franjas longitudinales
de ancho similar: dos franjas en cada orilla de color café
claro, seguidas de otras dos de color café oscuro, dos café
claro y otras dos en rojo y café oscuro, presentando cada
par de franjas una banda central ajedrezada (Figura 12).
Presenta reparación predepositacional en la base, dete-
rioros por ácidos orgánicos y lavado, trozos faltantes y
acción de polillas. Sistema de tejeduría: Densidad de U
y T x cm2: U: a) 24 h.; b) 16 h.; U: a) 3 p.; b) 3 p. Torsión:
hilos de U: S; hilos T: S. Faz: tejido plano. Ligamento:
13
B. Cases (2004 Ms) realizó observaciones preliminares que C.
Sinclaire complementó con algunos valiosos comentarios.
Figura 10. Collar de cuentas de turquesas.
Figura 11. Miniatura de cerámica (tipo TRA).
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faz de urdimbre. Sistema: telar. Período Intermedio
Tardío atacameño.
Para la “camisa” (32-1-82) confirmamos las medidas
de largo: 1000 mm; ancho: 960 mm; diámetro boca
manga: 185 mm; largo bordado base cuello: 40 mm.
Hilado bicolor (beige y café claro) de pelo de camélido.
Forma rectangular, lisa, carente de mangas y con cuello
en “V”. Lanas de colores verde, rojo y negro en festón
del borde del cuello (Figura 13), de la base y de las
Figura 12. Costal.
Figura 13. Festón en el cuello de la túnica.
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Figura 14. Un fragmento de la probable faja.
aberturas de los brazos. Deterioros por coleópteros y
manchas de líquidos corporales. Faltantes por ácidos
orgánicos, polillas y huevos de coleópteros; fue lavada.
Sistema de tejeduría: Densidad de U y T x cm2: U : 17
h.; T: 10 p. Torsión: hilos de U: S; hilos de T: S. Faz:
tejido plano. Ligamento: faz de urdimbre. Sistema:
telar. Morfológica y técnicamente se relaciona con
prendas del Intermedio Tardío atacameño publicadas
por Agüero (1998: Fig. 8).
La manta (33-1-82) en realidad corresponde a una túnica
con la superficie cardada. Se confirman descripción y
medidas de alto: 1000 mm; largo total rectángulo: 2000
mm, y largo lados del cuello: 160 mm. Fue elaborada con
pelo de camélido, bicroma (café claro-café oscuro). La
decoración se compone a cada lado con una franja café
oscuro de 60 mm de ancho, para continuar con una
secuencia de seis hilos de color café claro, abarcando un
espacio de 80 mm, y seguir con cinco hilos blancos que
cubren 50 mm. El diseño forma una línea “N” horizontal
café claro, sobre la línea “N” horizontal blanco, ya que
los hilos se trenzan. Con costuras laterales y en el cuello,
de color café oscuro. Deterioros por lavado, faltantes
y manchas por ácidos orgánicos y coleópteros. Tejido
con buena resistencia mecánica. Sistema de tejeduría:
Torsión cabos (2): S; hilos: Z. Sistema: trenzado plano
(en diagonal). Textil atacameñ0.
Para la faja (34-1-82) se confirman descripción y medidas.
Se trata de tres trozos, al parecer, de una misma pieza.
Fragmento a) largo: 125-170 mm (irregular); fragmento
b) largo: 148-165 mm (irregular); fragmento c) largo:
130-155 mm. Presentan un ancho regular de 80 mm.
Tejida finamente con pelo de camélido de color rojo,
coral, azul, negro, siena tostado, verde, amarillo y ocre.
Se aprecian motivos geométricos y zoomorfos sobre
un fondo café oscuro, siendo similares en los frag-
mentos a y b, con algunas diferencias en el fragmento
c, en la conformación de los motivos. Se distancia del
sistema iconográfico Tiwanaku(Figura 14). Deterioros
por fragmentación y abrasión por uso. Sistema de
tejeduría: Densidad de U y T x cm2: U. 8 h.; T. 32 p.
Torsión: hilos de U: S; hilos de T: S. Faz: tejido plano.
Ligamento: faz de trama. Sistema: telar. Elaborada en
técnica de tapicería enlazada dentada, creemos que
corresponde a una faja.
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Bolsa (deteriorada) (35-1-82). Se confirman descripción
y medidas. Largo: 300 mm aprox.; ancho 180 mm.
Forma rectangular, confeccionada en pelo de camélido
a partir de un resto de costal, compartiendo caracte-
rísticas decorativas. Exhibe listados longitudinales en
colores café y beige. Sobre un fondo beige se diseñaron
dos franjas (café oscuro y beige) con un ajedrezado
central, limitadas con cuatro líneas. Faltantes alcanzan
un 30% de la pieza, además se constata la acción de
ácidos orgánicos postmortemy lavado de la pieza. Sistema
de tejeduría: Densidad de U y T x cm2: U: 18 h. ; T: 5
p. Torsión: hilos de U: S; hilos T: S. Faz: tejido plano.
Ligamento: faz de urdimbre. Sistema: telar. De filiación
atacameña, asignada al Intermedio Tardío.
Red de cordeles (39-1-82). Se halló una parte de la soga
tricroma de pelo de camélido; color café, negro y blanco.
Mide 1200 mm de largo y 18 mm de espesor. Probable
sujetador del fardo. Deterioros por insectos (polillas).
Sistema de torsión: Cordón: S; haces (3): Z.
El tocado (40-1-82) está actualmente destruido, con-
formando un amasijo de lana, textiles y plumas rojas,
posiblemente de “parinas” (Kuzmanic y Sanhueza 1984:
287). Al observar una fotografía intacta de la pieza de
1982, Berenguer (com. pers. 2006) identifica un tocado
atacameño, no siendo posible precisar su cronología por
los escasos detalles de la imagen.
Misceláneos
Trozos de charqui (49-1-82) y pata de camélido (50-1-82),
no fueron encontrados; en cambio, se registraron:
Bolsitas con mineral (turquesas) (42; 46-1-82). S e
trata de cinco bolsitas confeccionadas al parecer con
escrotos de camélidos que contienen turquesa molida
artificialmente. Se confirman medidas: altura promedio:
40 mm; diámetro promedio: 50 mm. La n° 42 exhibe
pigmentación roja dispareja (contiene, además, una
preforma de cuenta de collar). Las bolsitas nºs 43, 44 y 45
son similares; esta última se halla perforada. La n° 46 es
de cuero sin piel. Presentan una atadura de fibra animal
como cierre (Figura 15).
Bolsitas de cuero (47-48-1-82). Se confirman descrip-
ción y medidas. Altura promedio: 100 mm; espesor
máximo: 39 mm. Son dos bolsas de color café grisáceo,
manufacturadas a partir de trozos de cuero curtido,
carentes de pelaje, con replegamiento; se estrechan
hacia la boca. Contendrían polvos psicoactivos aunque
no pudo efectuarse un análisis del contenido. Por lo
Figura 15. Bolsita de cuero con turquesas.
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general, se encuentran de a una o en par (Torres 1996a:
Fig. 2, 2004: 65).
Otroselementos. Junto a la colección, carentes de rotulado,
se documentó: una aguja de cactus sin ojal, con huellas
de embarrilado cerca del extremo distal, no deteriorada
(posiblemente del conjunto alucinógeno del individuo);
10 fragmentos óseos indeterminados; un conjunto de
restos óseos humanos (vértebra cervical, vértebra dorsal,
vértebra lumbar, escápula izquierda fragmentada, cuatro
fragmentos de costillas y un metacarpiano); un hueso
de animal no identificado; un fragmento de madera; 57
trozos de turquesa en bruto; sedimento con piel humana;
un trozo de cuero, más exiguos restos vegetales (ramas)
con tintura morada y lana teñida roja, junto a vellones.
Aparte, se encontró una bolsa con trozos de piel humana,
desprendidos en apariencia del cuerpo momificado.
Probablemente, gran parte de estos elementos pertenezcan
al fardo funerario. Por último, es factible que los restos
óseos humanos sean parte de un enterratorio secundario
que acompañaba al individuo.
an á l i s i s d e di f r a C C i ó n y fl U o r e s C e n C i a d e ∑
ra y o s x
Se realizaron análisis fisicoquímicos preliminares de
tipo destructivo y no destructivo de objetos confeccio-
nados en turquesa y de trozos molidos de esta materia
prima, tanto de la MLT, de sitios ubicados en el cercano
Camino del Inka de El Salvador, como de algunas que
poseía el individuo dentro de las mencionadas bolsitas
de cuero, abarcando un total de 19 muestras (Novajas
2004 Ms) sometidas a Difracción y Fluorescencia de
Rayos X. El objetivo fue aproximarnos a determinar la
proveniencia de las turquesas desde la mina en cuestión.
Para ello se emplearon técnicas destructivas en el caso
de las muestras de materias primas, y no destructivas
para los objetos culturales (p.e., cuentas de collar), uti-
lizándose para tales propósitos equipos y dependencias
del Laboratorio de Geología de División Salvador. La
técnica de Difracción de Rayos X permitió especificar
la especie mineralógica de las muestras examinadas,
con un límite de detección entre 1 y 5%, mientras que
la aplicación de la fluorescencia posibilitó identificar
los elementos químicos existentes en las muestras, con
un límite de detección desde cinco partes por millón
(ppm) hasta 100 (%) (Novajas com. pers. 2004). Una
de las muestras de turquesa del individuo del CLT se
ejemplifica en la Tabla 1.
Según Novajas (2004 Ms), comparando los resultados
del CLT, la MLT y otros sitios de la localidad, la presencia
de turquesa de menor calidad en el primero, pero con una
composición mineralógica similar a las muestras del sitio
Sal 6-7-8 (adyacente al Camino del Inka) y de la MLT,
indican definitivas vinculaciones entre ellos. Asimismo,
estos análisis preliminares apoyan el planteamiento de
que las turquesas portadas por el individuo del CLT
provienen de la mina cercana, manifestando una evidente
la relación cultural entre ambos sitios, más allá de sus
cercanos emplazamientos.
di s C U s i ó n ∑
Las nuevas investigaciones en El Salvador se unen al regis-
tro de Kuzmanic y Sanhueza (1984) en la sistematización
arqueológica local, que sólo contaba con los estudios de
Iribarren (1972, 1972-1973) e Iribarren y Bergholz (1972,
1972-1973), que uniformaron los restos prehispánicos
a la rúbrica incaica. Al contrario, Sanhueza y Kuzmanic
consideraban ocupaciones precedentes desde fines del
Período Medio hasta el Tardío(1984: 13); proyección
ampliada por los antecedentes formativos de la MLT
(González y Westfall 2005). Además, estos trabajos
vinculan las dos ofrendas cerámicas Quitor del sitio Molle
El Torín, en el valle de Copiapó (Niemeyer y Cervellino
1985), que previo a los recientes hallazgos de El Salvador
eran consideradas sólo piezas aisladas, producto de inter-
cambios o préstamos culturales, sin fundamentaciones
arqueológicas (Niemeyer etal.1989: 261).
El análisis del fardo del CLT y la información de la MLT
permiten plantear una nueva adscripción cultural para
el conjunto funerario, diferente a su filiación original:
“Tiwanaku Tardío y/o regionalizado (500-1000 DC)”
(Kuzmanic y Sanhueza 1984: 290; Castillo 1992: 108,
115). Esta nueva propuesta se basa en la identificación
tipológica de la pieza cerámica, especificaciones sobre los
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textiles y la tableta. Respecto a la miniatura cerámica, es
clara su adscripción al tipo Turi Rojo Alisado (TRA) (Uribe
1997, 2002), característico de tiempos clásicos dentro
del Período Intermedio Tardío (alrededor de 1340 DC),
registrado en el territorio comprendido por las cuencas
del río Loa y el Salar de Atacama, como en la franja litoral
desértica contigua (Uribe 1997, 2002). Corresponde a
una pieza trasladada 400 km desde el norte del espacio
circumpuneño occidental, producto de la interacción
entre el asentamiento de la MLT en El Salvador, bajo
control atacameño, y los núcleos sociopolíticos del Loa
y San Pedro de Atacama durante el Intermedio Tardío.
Este dominio habría sido creciente, abarcando las etapas
finales de la Fase Solor, y posteriores del desarrollo tardío
atacameño (900-1450 DC) (Uribe2002; Uribe y Adán
2005). Valga destacar que el tipo Turi Rojo Alisado al-
canza un 12% del universo cerámico de la MLT (Uribe
etal. 2004 Ms); uniéndose a los tipos Dupont (DUP),
Aiquina (AIQ), Turi Gris Alisado (TGA), San Pedro Rojo
Violáceo (SRV), Turi Rojo Revestido Alisado (TRR), Turi
Rojo Revestido Pulido (TRP) y Turi Rojo Burdo (TRB),
todos del Intermedio Tardío atacameño, alcanzando un
55% de los 2796 fragmentos recuperados (Uribe etal.
2004 Ms), definiendo la mayor ocupación del sitio.
En esta dirección, y como una hipótesis interpretati-
va, consideramos que la consolidación económica y
política del eje Loa-San Pedro hacia 1300 DC (Uribe y
Adán 2005) habría permitido reafirmar y mantener el
enclave atacameño de la MLT con mayor articulación
Ruta Material Turquesa, Cementerio Las Turquesas, Museo del Huasco
Nombre Wt.% Fórmula
Cuarzo 55.53 SiO2
Biotita 1M Mica 1.14 K(Mg,Fe+2)3(Al,Fe+3)Si3O10(OH,F )2
Caolinita (BISH) 5.36 AI2Si205(OH)4
Moscovita 2M1 6.63 KAI2Si3AIO10(OH)2
Ortoclasa 0.04 KAISi3O8
Turquesa 25.40 Cu(Al,Fe)6(PO4)4(OH)8*4H2O
Pirofilita 1T 5.90 AI2Si4O10(OH)2
Especificaciones técnicas
GOF 1.56
Rexp 14.50
Rwp 22.62
Tabla 1. Análisis mineralógico cuantitativo mediante Difracción de Rayos X.
Cuarzo 55.53%
Caolinita (BISH)a 5.36%
Biotita 1M Mica 1.14%
Moscovita 2M1 6.63%
Ortoclasa 0,04%
Turquesa
25.40%
Pirofilita 1T 5.90%
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que en épocas anteriores, ya que a partir de este tiempo
las preocupaciones de los dirigentes y las comunidades
atacameñas apuntarían hacia las recomposiciones
interétnicas, manteniendo los lazos reciprocitarios,
reafirmando liderazgos dentro de una integración política
y territorial diversa, controlando recursos hídricos y tierras
agrícolas en sitios estratégicos (Uribe y Adán 2005),
así como incorporando nuevos espacios a su esfera de
interacción, como ocurre por ejemplo en Quillagua y su
vinculación con las poblaciones tarapaqueñas (Agüero
etal.1997: 286). Entre estos nuevos territorios estaba
El Salvador, en el extremo septentrional de la región de
Atacama, relacionado a los núcleos atacameños nortinos
desde el Formativo –seguramente con mayor fuerza
en su etapa tardía (Núñez 2005)–, por medio de un
sistema cavaránico articulado por estas poblaciones,
de acuerdo a la investigación de la MLT (González y
Westfall 2005). No obstante, el foco minero lapidario
de El Salvador fue hegemonizado por un sistema político
complejo y de acentuado desarrollo socioeconómico
(Uribe etal.2004 Ms), capaz de sustentar una colonia
minera en la periferia sur circumpuneña por una red
caravánica regional post-Tiwanaku(Núñez y Dillehay
1995 [1979]: 106), manifestando la relevancia social,
política y simbólica de la MLT como proveedora de
bienes de prestigio. Asimismo, estos registros señalan
vínculos no tan restringidos o de corta distancia como
los sugeridos tradicionalmente para esta época (Núñez
1992: 64; Núñez y Dillehay 1995 [1979]: 107, 111, 114,
165; Llagostera 2004: 172). Por lo tanto, gran parte de
los testimonios arqueológicos de El Salvador son repre-
sentativos de una ocupación “monoétnica” atacameña,
al decir de Núñez (1987: 89) sobre esta localidad, pero
sólo a partir del Intermedio Tardío, como lo atestiguan
la MLT y el fardo del CLT.
La adscripción atacameña del CLT también la sustenta
su ubicación en una ladera próxima al espacio habita-
cional de la MLT, pues corresponde a una característica
recurrente de los cementerios atacameños del Intermedio
Tardío, junto con su visibilidad desde los asentamientos
o facilidad de acceso; considerando lo anterior dentro de
las características funerarias heterogéneas de este período
(Agüero etal. 1997: 267). De la misma manera, la locali-
zación del CLT bajo una lógica andina sería demostrativa
de la preeminencia de lo doméstico-productivo-ritual,
o el pique minero con el asentamiento arriba de la
quebrada, sobre lo funerario-ritual, el cementerio abajo
de ella, debido a que la instalación de los sitios no se
remite sólo a factores económicos o logísticos, sino a un
ordenamiento espacial significativo. Desde este punto
de vista, la comunidad de los vivos de la MLT, asociada,
próxima y accesible a la comunidad de los muertos del
CLT, connota una relación dual, opuesta y complementaria
de la ocupación del espacio en la quebrada de un cerro
–Indio Muerto–, probablemente sagrado desde tiempos
preincaicos. La vinculación asentamiento-cementerio y
sus distancias, con las debidas diferencias, se expresa aún
hoy en día en algunas comunidades atacameñas (Castro
y Martínez 1996), al igual que en otras localidades
andinas, como por ejemplo Yucay, en Perú (Calero del
Mar 2002: 157).
Retomando las evidencias cerámicas de la MLT, ellas
señalan acentuadas actividades domésticas de servicio
y consumo de alimentos, y otras en menor grado rela-
cionadas con su procesamiento y almacenamiento, de
allí la predominancia de platos Aiquina y Dupont (25%)
sobre las grandes vasijas restringidas atacameñas (Uribe
etal.2004 Ms). También se determinó la realización de
actividades ceremoniales, por la identificación del tipo San
Pedro Rojo Violáceo (6%), participante de contextos
funerarios y de arte rupestre (Uribe 1996); posiblemente
en este caso se vincule con rituales mineros. Todo el con-
junto cerámico reafirma la presencia de varias unidades
sociales acotadas, dispersas en los dos aterrazamientos
artificiales del sitio, reiteradas en el tiempo, otorgando
una visión de conjunto apropiativa del espacio, con una
ocupación que no llegó a conformar un poblado, donde
son comunes las grandes piezas de cerámica (Uribe 1996,
1997; Uribe etal. 2004 Ms). Esto implica en la MLT la
presencia de grupos familiares restringidos y especializa-
dos, correspondientes a mineros caravaneros atacameños,
en un enclave productivo o “estancia” minera (Salazar
2002) dedicada a la obtención, producción y circulación
de bienes de estatus. La existencia de grupos familiares
relativamente permanentes en el sitio, dependientes de
un abastecimiento regular en un ámbito desértico, desa-
rrollando los aspectos productivo y doméstico, también
contempló la habilitación de un cementerio, de donde
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Ca r l o s Go n z á l e z G., Ca t h e r i n e We s t f a l l
provienen el individuo adulto masculino, analizado en
este trabajo, y probablemente un infante14 del Museo
Regional de Atacama, ejemplificando la diversidad etaria
del CLT y ratificando las unidades familiares inferidas
por la cerámica en la MLT.
A su vez los costales, los cordeles, las túnicas y la técnica
de la probable faja del fardo nos remiten por un lado
a textiles de caravaneros y por otro a los inicios del
Intermedio Tardío en el núcleo atacameño (950-1100
DC), comparables con materiales de Solcor, Coyo
Oriente y Solor (Cases 2004 Ms). También pueden
vincularse a sus momentos finales (1300-1450 DC),
pudiendo extenderse incluso hasta el Período Tardío
(1450-1540 DC), según lo reafirman las similitudes
técnicas, iconográficas y cromáticas de los trozos de
tapicería enlazada dentada descritos por Kuzmanic
y Sanhueza (1984) conlas túnicas “circumpuneñas
tardías” (Uribe etal. 2002). Desde el punto de vista
técnico, morfológico y decorativo los tejidos del fardo
se adscriben al Período Intermedio Tardío atacameño
(Cases 2004 Ms; Sinclaire com. pers. 2006), filiación
concordante con la mayoría de los textiles recuperados
de la MLT. En este último sitio se registran bolsas,
sogas, cordeles o líos –al igual que en el CLT–, usados
para arrear animales, y que en la MLT debieron em-
plearse también en hondas y cabestros. Por ende, los
textiles de ambos sitios coinciden en la realización
de actividades de carga y transporte de productos,
reafirmadas también por el hallazgo en la mina de
fajas o cinchas de atalaje (Cases 2004 Ms), coherentes
con la orientación minera productiva del sitio y sus
consecuentes tareas de carga y aprovisionamiento de
variados recursos, mediante el tráfico de caravanas. De
igual modo, la MLT cuenta con indicadores de toda la
secuencia productiva textil, incluyendo la confección
de los referidos elementos del aparataje caravanero,
aportando el fardo del CLT evidencias de reparación
de textiles. Por consiguiente, se conjuga en El Salvador
el manejo caravanero y la manufacturación de objetos
distintivos de este particular quehacer, funcionales al
enclave minero lapidario.
14
La túnica que cubre al infante podría ser del Intermedio Tardío
atacameño (Sinclaire com. pers. 2007).
Respecto a la tableta del fardo, inicialmente se com-
paró con una tableta de la tumba 3662 del cementerio
Quitor-6, en San Pedro de Atacama (Le Paige 1965;
Kuzmanic y Sanhueza 1984: 289). Sin embargo, como se
indicó antes, la pieza de El Salvador es disímil; además, el
sector de Quitor-6 se adscribe al Período Medio (Berenguer
y Dauelsberg 1989: 158). Este período (500-1000 DC)
presenta un número considerable de tabletas en los oasis
atacameños (Llagostera 2006: 107), las cuales continúan
siendo utilizadas en menor grado durante el Período
Intermedio Tardío (Schiappacasse etal.1989: 211; Núñez
1992: 68; Angelo y Capriles 2000: 275; Berenguer 2004:
158), lo que sugiere un empleo extendido en el tiempo
de la tableta de El Salvador, reflejado en su desgaste,
pérdida de incrustaciones y fractura predepositacional
de la mandíbula de la figura teratomorfa, si es que co-
rresponde a una pieza generada en las postrimerías del
Período Medio. Sin embargo, la tableta no se condice
con el sistema iconográfico de Tiwanaku, cuyo límite
meridional corresponde a San Pedro de Atacama (Torres
2004: 65). Por su parte, para las cuencas del Loa en el
Intermedio Tardío se aprecia en las tabletas una tendencia
a la humanización y una iconografía zoomorfa de felinos
y aves de rasgos naturalistas, sin la presencia de animales
híbridos. Todo lo anterior nos lleva a inclinarnos por una
manufacturación de la tableta al inicio del Intermedio
Tardío, dadas sus características formales, iconográficas e
incrustaciones, lo cual es ratificado por Llagostera y Catalán
(com. pers. 2006). Igualmente, tallados de ofidios rígidos
de tabletas confeccionadas en madera, que se aproxi-
man a la figura de El Salvador, proceden del cementerio
Dupont o Chunchurí (Durán etal.2000) del Intermedio
Tardío, en Calama (1390 DC: Núñez 1966). Concuerda
también nuestra figura con el tallado e incisiones de un
ofidio felinizado presente en un kero de madera del sitio
Quitor 1, adscrito al Intermedio Tardío (Llagostera 2004:
161). Ofidios en tabletas se reconocen en este período en
San Pedro de Atacama (Castro 2001). Estos antecedentes
indican la significativa presencia de ofidios y ofidios
felinizados desde el comienzo del Intermedio Tardío en
las cuencas del Loa y San Pedro de Atacama, aunque se
desconocen tabletas similares a la de El Salvador en la
vertiente circumpuneña occidental (Berenguer, Torres y
Catalán com. pers. 2006). De esta forma, se enfatiza la
singularidad de la pieza que nos preocupa.
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La tableta de El Salvador se asocia a un individuo adulto
masculino, constituyendo un aspecto común en los
portadores de tabletas de San Pedro (Torres 1996a: 310;
1996b: 29; Berenguer 2000: 82; Llagostera 2006: 102),
equiparándose con un importante referente de la identidad
social atacameña. Entonces, resulta decidora la vinculación
de la tableta del CLT con un adulto masculino, más otra
pieza del mismo sitio (Evans y Southward 1914), las bolsas
de cuero con turquesas –fruto de la explotación minera–,
que unido a textiles distintivos de mineros caravaneros,
denotan actividades masculinas; este comportamiento se
prolonga a lo largo del tiempo en el ámbito andino de la
minería y el pastoreo (Flores Ochoa 1977; Godoy 1985;
Lecoq 1987; Paz 2000). No obstante, en el actual Norte
Grande de Chile el pastoralismo aymara y atacameño
acusa transformaciones, feminizándose (Gundermann
1998: 311, 315), aunque esto no objeta la existencia en el
pasado de unidades sociales familiares en la MLT, con
una probable diversificación laboral por géneros.
Consideramos que en el Intermedio Tardío circumpuneño
las tabletas seguirían actuando como bienes de prestigio
significativos, consolidando un sustrato ideológico su-
prarregional bajo una nueva normativa post-Tiwanaku.
Estos nuevos patrones son significados en la periferia
meridional, no con los cánones altiplánicos, sino con
connotaciones locales y regionales de mayor codificación,
bajo unidades temáticas más regulares que las observadas
en el Período Medio, donde se expresaba una notación
conceptual con una tentativa de codificación, más que
una ideología constante y de influencia Tiwanakual decir
de Torres (2004: 71), planteamiento que se sostiene en
la variabilidad iconográfica local de las tabletas durante
el Período Medio, con una riquísima gama de estilos en
un extenso territorio (Llagostera 2006: 109), coherente
con una esfera de poder de Tiwanaku más heterogénea
que la aceptada comúnmente para el Norte Grande, con
la salvedad de San Pedro de Atacama y sus élites locales
y tiwanakutas (Uribe y Agüero 2004). En concreto,
durante el Intermedio Tardío desaparece el sistema
iconográfico y de combinaciones narrativas diegéticas
de Tiwanaku (Torres 2004), corroborándolo la tableta
del fardo. De allí que esta pieza y otra individualizada,
junto al CLT y la MLT, conforman una espacialidad
y territorialidad atacameña, remarcando un circuito
caravanero post-Tiwanaku multipolar (Berenguer 2006:
36), produciéndose una correspondencia entre el espacio
político y el espacio territorial, no siempre equivalentes
(Diagne 1983: 50). Destaca material y semánticamente
un asentamiento minero lapidario como resultante de
la creación material de un espacio social (Soja 1985,
1996), característicamente circumpuneño internodal,
en un territorio elongado (sensuNúñez y Dillehay 1995
[1979]: 27;Berenguer 2004: 21), connotando el dominio
atacameño del recurso turquesa.
De acuerdo a los análisis preliminares por Difracción y
Fluorescencia de Rayos X, las turquesas machacadas del
individuo del CLT provienen de la explotación de la MLT,
corroborando la hipótesis de Kuzmanic y Sanhueza (1984)
respecto del carácter “minero” del individuo fallecido
por politraumatismo, dedicado seguramente al trabajo
extractivo en la mina, como lo sostienen las cinco bolsas
pequeñas de cuero con turquesas molidas y una preforma
de cuenta de collar, que se suman a un collar con la misma
materia prima del ajuar del individuo. De lo anterior se
desprende que la manufacturación de cuentas y objetos
de turquesa es distintiva de la MLT, estando el conjunto
lítico de este sitio, especialmente los perforadores y los
microperforadores, orientado hacia tal producción. Por
otro lado, las puntas de proyectil son escasas en la MLT
con sólo ocho ejemplares pequeños, siete de ellos puntas
triangulares pedunculadas con aletas (en su mayoría del
Intermedio Tardío), similares a la punta de cuarzo en un
astil del individuo del CLT, aunque en la MLT predomi-
nan los materiales silíceos (Contreras 2004 Ms). Esto
no significa necesariamente que la punta de cuarzo haya
sido confeccionada en el asentamiento de la mina, sino
que el conjunto avala la definición de cabezales líticos
para el lanzamiento con arcos, presente también en el
fardo aunque no encontrados por nosotros.15
Los dos cestos del individuo del CLT –tampoco lo-
calizados– coinciden en su elaboración con la técnica
en espiral (Kuzmanic y Sanhueza 1984) respecto a los
objetos de esa materia prima vegetal de la MLT, si bien
15 La morfología de las puntas como indicadores cronológicos debe
tomarse con cautela, más aún en un área que adolece, hasta el momento,
de estudios líticos comparativos.
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no entregan por ahora un encuadre cronológico espe-
cífico, como tampoco confirman su elaboración local
(Prado 2004 Ms). Por el contrario, los astiles del fardo
sí pudieron ser fabricados en la MLT, según el análisis
morfofuncional de maderas recuperadas en la mina,
que registró astiles con diámetros similares a las piezas
del individuo (Ugarte etal. 2006). Con la excepción
de que estas últimas estaban finiquitadas y pintadas
con franjas transversales, al igual que los astiles de otro
fardo de un cementerio de Chiu Chiu (Mostny 1956),
adscrito al Intermedio Tardío. Otro objeto de madera, el
gancho de atalaje del fardo es característico de las pobla-
ciones circumpuneñas de ambas vertientes (occidental
y oriental), popularizándose alrededor del 1000 DC en
adelante (García 1985: 145; Núñez 1992: 66-67; Durán
etal. 2000: 15; Nielsen 2001: 197, 214; Berenguer 2004:
106-110, 180; Uribe etal.2004: 951; Raviña etal.2007),
formando parte del equipo caravanero. Se empleaban
mayoritariamente con cuerdas para asegurar las cargas
sobre las llamas, aunque en este caso, por revisiones
fotográficas y datos del trabajo inicial (Kuzmanic y
Sanhueza 1984: 279, 282), fue ocupado para liar el
fardo, función no excluyente de estas piezas (Raviña etal.
2007). Dos fragmentos de ganchos se encontraron en
ocupaciones del Intermedio Tardío de la MLT, uno de
ellos carbonizado (Ugarte etal. 2006), quizás utilizado
como instrumento pasivo para producir fuego (García
1985), optimizando los recursos en un ámbito desértico,
previamente estos ganchos deben haberse ocupado para
atar las cargas. Otro de estos objetos fue registrado en la
MLT por Iribarren (1972: 60), con lo cual se contabilizan
cuatro, tres en contexto habitacional y uno del contexto
funerario estudiado.
Una pata de camélido –ausente del actual registro–
ofrendada al individuo del CLT, también representa
un elemento diagnóstico, no sólo de la importancia del
recurso camélido, sino de su valoración en un contexto
funerario y en la cosmovisión caravanera, representando
simbólicamente la característica movilidad de estos
grupos (Thomas etal.1995: 168), comportamiento
registrado desde sitios funerarios formativos (Thomas
etal.2002). En contextos funerarios del Intermedio
Tardío de San Pedro de Atacama como Solcor Nueva
Población, Quitor-1 y Yaye, abundan también las patas
de camélidos (Llagostera 2004: 171). Igualmente en la
MLT, restos óseos de llamas se encuentran en toda la
secuencia ocupacional, correspondiendo a un 78.8% de
la muestra zooarqueológica (21.496 fragmentos óseos),
mayoritariamente del Período Intermedio Tardío, con
individuos neonatos, juveniles y adultos, disponiendo
de un recurso permanente en el enclave (Velásquez 2004
Ms). Los animales se habrían ocupado para variados
fines, y los más aptos para los movimientos caravaneros,
lo que da cuenta de un fluido abastecimiento energético
y de recursos a los grupos familiares de la MLT.
Co n C l U s i o n e s ∑
El análisis de los componentes del fardo del CLT
confirma su adscripción al Período Intermedio Tardío
circumpuneño, coincidente con el momento de mayor
presencia atacameña en la cercana MLT. La fecha por
C
14
(Beta-196246) de 530±50 AP (cal. 640-580 AP)
equivalente a 1310-1370 DC, en un fogón de la terraza
artificial 1 del asentamiento, correlaciona a ambos sitios
durante ese momento (González y Westfall 2005: 60),
vínculo que ya había sido planteado por Kuzmanic y
Sanhueza (1984: 290). Ahora bien, estudiar un solo
fardo del cementerio es restrictivo, pero ello no impidió
efectuar comparaciones de los sitios mencionados. Aún
así, asumimos la necesidad de obtener otros indicadores
del CLT, para con mayores antecedentes discutir los
planteamientos expuestos.
En síntesis, varias evidencias como el gancho de atalaje,
el tocado, las redes, los costales, el collar de turquesas,
las bolsitas con turquesas, las incrustaciones de tur-
quesa de la tableta, los bienes trasladados y una pata
de camélido, testimonian una orientación caravanera
y minera atacameña del individuo del CLT. También
sustentan que la más probable causa del deceso de
este minero haya sido un politraumatismo generado
durante la extracción de turquesas, principal actividad
de la localidad en tiempos preincaicos. Esta idea se vio
apoyada por los análisis preliminares de Difracción y
Fluorescencia de Rayos X. Por lo mismo, los contextos
de la MLT y el CLT identifican un foco minero lapidario
trascendente para las élites atacameñas del Período
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Intermedio Tardío, dada la riqueza y la calidad de las
vetas de turquesa, desplazando a las poblaciones locales
contemporáneas, ausentes del registro arqueológico del
lugar (Cultura Copiapó). Esta situación se prolonga en
el Tardío por la inexistencia de cerámica inca local en
la mina (Diaguita III) y la constatación de exclusivos
indicadores cerámicos inca en su expresiónatacameña
(Uribe etal.2004 Ms). De esta manera, los más de 400
km que separan El Salvador de los núcleos sociopolíticos
septentrionales implicaron para los dirigentes post-
Tiwanaku mantener una constante comunicación con el
enclave minero lapidario, acrecentando su explotación,
lo que no es equiparable a épocas anteriores. Esto difiere
a lo planteado por Núñez (1999: 202) para la cuenca
del Loa y salar de Atacama, quien reconoce un clímaxde
las actividades mineras-metalúrgicas circumpuneñas
en el Período Medio, decreciendo con los Desarrollos
Regionales entre 900-1450 DC.
Inequívocamente, se refuerza en la periferia circumpu-
neña una espacialidad atacameña y definiciones sociales
apropiativas, territoriales, sobre un bien de prestigio
(turquesa), gravitante en el proceso de integración po-
lítica, económica y simbólica de los núcleos atacameños,
iniciado a partir de 900 DC, remarcando la incorpora-
ción de la MLT desde 1300 DC, mediante una efectiva
articulación del patrón núcleo-estancia (Uribe y Adán
2005). Esta situación requirió previamente de un sistema
sociopolítico consolidado en los núcleos atacameños,
que manejara variados recursos, excedentes productivos
y una red caravanera, abasteciendo con productos agro-
pecuarios, manufacturados y energéticos, junto a mano
de obra, el enclave minero, permitiendo su continuidad
y distinción cultural. La definida espacialidad es realzada
con un cementerio de mineros caravaneros, al parecer
de la misma adscripción cronológica cultural (sin negar
ocupaciones previas), indicando tanto la permanencia
relativamente estable de grupos familiares en la MLT como
el ordenamiento significativo de la ocupación del espacio.
Esto configuraría un espacio productivo y cotidiano con
prácticas rituales que revalidan una identidad colectiva
atacameña en un enclave periférico, pese a la distancia de
sus tradicionales ambientes de desarrollo, traspasando
el carácter de un campamento minero preincaico como
Chuquicamata-2 (Núñez etal.2003), desarrollándose
un asentamiento tipo estancia en la MLT.
Una instalación de estas características no habría requerido
de acciones violentas por parte de los atacameños del
Intermedio Tardío, aunque desplazan a los previos grupos
locales Animas del lugar, al punto que los componentes
Loa-San Pedro copan todos los espacios horizontales y
verticales del sitio (1750 m2), sin configurar un asenta-
miento fortificado, combinando terrazas artificiales con
muros y, quizás, estructuras de material liviano.16 En este
contexto, la conquista del foco lapidario se desarrolla
por la conformación material y social de un enclave
distintivamente atacameño, relacionado y apoyado por
los núcleos nortinos y su amplio control caravanero, al
menos en sentido longitudinal del territorio desértico
que involucra a las regiones de Antofagasta y Atacama,
llevando consigo una carga de poder y relevancia política
frente a las agrupaciones locales Animas y Copiapó, que
no representarían una amenaza socialmente equivalente a
la espacialidad atacameña de la colonia minera, pudiendo
mediatizarse por pactos o alianzas.
Finalmente, es clara la importancia de El Salvador como
localidad minera internodal del Despoblado de Atacama,
porque integra aspectos productivos, sociopolíticos e
ideológicos, constituyendo también un probable nexo
con territorios trasandinos. Así, dinamizaría en una
amplia geografía y no sólo en espacios acotados –como
se ha postulado para tiempos post-Tiwanaku–, nuevos
mecanismos de interacción ideológica y complemen-
tariedad económica, resultantes de integraciones entre
comunidades atacameñas preincaicas de las cuencas del
Loa y de Atacama (Núñez1999: 184) con un enclave
cultural afín en el extremo septentrional de la región,
testimoniando una “ruta de la turquesa” anterior al Inka
(Núñez 1999: 193). Por lo tanto, los datos de la localidad
comprueban que el Despoblado de Atacama no sólo
constituyó una zona de tránsito, separada de los valles
transversales del norte semiárido (Tarragó 1984: 120),
sino fundamentalmente un espacio internodal donde se
desarrollaron interacciones culturales interregionales,
mediante complejas redes y la integración de variados
sitios, como los individualizados en El Salvador durante
el Intermedio Tardío.
16
El sector presenta disturbaciones subactuales y actuales por trabajos
mineros industriales.
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Ca r l o s Go n z á l e z G., Ca t h e r i n e We s t f a l l
Esta ocupación obedecería a una demanda de bienes
de prestigio por el aumento poblacional del período
(Schiappacasse etal.1989; Uribe y Adán 2005); su reque-
rimiento como bienes de intercambio; el prestigio político
que entrañaba para ciertos dirigentes y comunidades
atacameñas la posesión del recurso; como también la va-
loración ideológica de la turquesa, aunque lo más seguro
es que sea una conjunción de estos factores sociales y
culturales en el marco de una “economía del prestigio” de
los Desarrollos Regionales, involucrando la producción de
objetos como marcadores de distancias sociales (Nielsen
2001: 238). En consecuencia, las actuales investigaciones
arqueológicas han identificado en El Salvador un enclave
minero lapidario del período en cuestión, ampliando la
periferia meridional de la ocupación atacameña occidental,
complejizando, a su vez, el panorama cultural prehispánico
de la región de Atacama.
Agradecimientos A División Salvador de CODELCO-
Chile por su apoyo, y a los Sres. Julio Cifuentes, Juan
Aguilera, Eduardo Silva, Ernesto Ortiz y Jorge Bravo; a
la Conservadora Sra. Carmen Castells; a los informantes:
Sres. Guillermo Weber, Reinaldo Araus, Gabriel Márquez,
Juan Guillermo Rojas y Eduardo Chávez. Agradecemos
especialmente al Sr. Jorge Zambra, Director del Museo
del Huasco, por permitirnos estudiar el fardo. Los Dres.
José Berenguer, Agustín Llagostera y Constantino Torres,
y los colegas Bárbara Cases, Carole Sinclaire, Dánisa
Catalán, Mauricio Uribe y Omar Reyes, aportaron
significativamente al trabajo. Gracias a la Dra. Marcela
Sepúlveda por las revistas Man. El Sr. Gabriel Cobo,
Director del Museo Arqueológico de La Serena, autorizó
documentar la colección de El Salvador; colaboraron los
colegas Gastón Castillo, Gonzalo Ampuero, Angel Durán
y Marcos Biscupovic, además de la Conservadora Sra.
Gabriela Alt. También ayudaron los Sres. Raúl Céspedes
e Ibar González del Museo Regional de Atacama. El
colega Julio Sanhueza, gentilmente entregó información
y fotografías inéditas del fardo. Finalmente, se agradece a
los evaluadores del manuscrito por sus comentarios.
re f e r e n C i a s C i t a d a s ∑
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