La calidad no mejora sola. Se necesitan una actuación específica, continua y metodológicamente contrastada para este fin, dentro de lo que se conoce como un Sistema o Programa de Gestión de la Calidad. La existencia de este tipo de Programas se justifica porque una mejor calidad repercute en una mejor salud de la población, y también porque la mala calidad es ineficiente. Hoy día no es posible poner en duda esta afirmación ante la cantidad de evidencia en este sentido que existe. Los costos de la mala calidad son enormes e inaceptables. El informe de la Organización Mundial de la Salud sobre la financiación de los sistemas de salud cifra este desperdicio entre el 20-40% de todo el gasto en salud en cualquier país y en cualquier sistema . Por estas y otras razones, el tema de la Calidad aparece como prioridad, al menos aparente, en un número creciente de sistemas sanitarios y es posible identificar una serie de tendencias comunes, relativamente globales. Sin embargo, no siempre están bien fundamentadas ni su utilidad contrastada, a la vez que persisten diversas situaciones de fragmentación en las iniciativas, en detrimento de la necesaria visión y estructuración integral e integradora que deberían tener los sistemas de Gestión de la Calidad, en cualquier país y en cualquiera de los niveles del Sistema de Salud.
Estas tendencias e iniciativas van desde la presencia cada vez más frecuente de institucionalización de la Calidad en la estructura de los sistemas de salud, hasta una amenaza constante y creciente contra el valor social intrínseco, no mercantil, que han de tener los servicios de salud. En las líneas que siguen haremos una revisión crítica de las tendencias más destacadas. Vamos a revisarlas, siguiendo el orden y argumentos que se resumen en la Tabla 1.