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PILAUCO,
UN SITIO COMPLEJO
DEL PLEISTOCENO TARDÍO
OSORNO, NORPATAGONIA CHILENA
LA TEMPORADA NOVIEMBRE 2008 - NOVIEMBRE 2008
MARIO PINO
UNIVERSIDAD AUSTRAL DE CHILE
PILAUCO, UN SITIO COMPLEJO DEL PLEISTOCENO TARDÍO
Osorno - Norpatagonia Chilena
MARIO PINO
UNIVERSIDAD AUSTRAL DE CHILE
Primera Edición
Valdivia, Noviembre de 2008
1.000 ejemplares
Diseño y diagramación
María Eugenia Pino
Ilustración Portada
Martín Chávez
Impresión
Imprenta América
________________________________
Impreso en Chile - Printed in Chile
A mis hijos mayores, Diego y Daniela,
por toda su complicidad,
a mis hijos menores, Lucas y Nicolás,
por ser mis coautores
en esta nueva etapa de mi vida.
En ellos por siempre, mi guía, mentor y modelo,
el tata Mario.
9
Prólogo
Claudio Donoso y Gabriel Peralta
Capítulo I
Los animales de la Edad del Hielo:
Breve historia de la fauna sudamericana
Martín Chávez
Capítulo II
¿Qué es la tafonomía?
Izzat Montero
Capítulo III
La excavación de Pilauco
Mario Pino
Capítulo IV
La geología cuaternaria de Pilauco
Mario Pino y Carolina Miralles
ÍNDICE
10
Capítulo V
Las diatomeas en el Sitio Pilauco
Leonora Jarpa
Capítulo VI
¿Y qué nos cuentan los polen?:
Reconstruyendo la historia climática
y vegetacional del Sitio Pilauco
Ana María Abarzúa y Alia Gajardo-Pinchicura
Capítulo VII
Los coleópteros de Pilauco
Alejandra Martel-Cea
Capítulo VIII
El gonfoterio de Pilauco
Omar Recabarren
Capítulo IX
¿Caballos en Pilauco?
Omar Recabarren
Capítulo X
El zorrino de Pilauco
Erwin González
Capítulo XI
El ratón de pie chico
del Sitio Pilauco
Patricia Canales, Milton Galllardo y Mario Pino
11
Capítulo XII
Los coipos del Sitio Pilauco
Izzat montero
Capítulo XIII
Los coprolitos del Sitio Pilauco
Leonora Salvadores-Cerda y Ana María Abarzúa
Capítulo XIV
Poblamiento humano temprano:
Tras las huellas de los primeros colonos
de la Norpatagonia chilena
Ximena Navarro
Capítulo XV
Semillas de lleuque en el Sitio Pilauco
Giselle Astorga y Pamela Ramos
Capítulo XVI
La difusión social del Proyecto Pilauco
Daniela Martin
Capítulo XVII
Conclusiones
Mario Pino
Autores y colaboradores
Imágenes Proyecto Pilauco
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“Restos de un animal prehistórico cuya existencia puede
calcularse de miles a millones de años y que podría ser un
mastodonte o un megaterio dentro de las mayores posibilidades
que se manejan, fueron encontrado por un grupo de
trabajadores en el sector Pilauco Bajo, donde en estos momentos
esta siendo construido el conjunto habitacional “Los Notros””.
El hallazgo fue hecho mientras las cuadrillas realizaban
excavaciones en las faldas del cerro y en un lapso de cuatro días
extrajeron parte de una gigantesca mandíbula, con parte de sus
molares, una vértebra toráxica y trozos de huesos de sectores
de la estructura del animal no precisados, a excepción de la
parte de una costilla.”
(El Diario Austral de Osorno, Jueves 13 de febrero del año 1986).
Así comenzó a escribirse la historia del descubrimiento de
Pilauco Bajo, ocurrido en el año 1986. En ese entonces sólo se sacaron las piezas que
fueron removidas por los obreros, que fueron objeto de un salvataje paleontológico
y derivadas al Museo Nacional de Historia Natural para la aplicación de medidas de
conservación preventiva y el inicio de los primeros análisis, proceso que siguió un
lento curso hasta que fueron devueltos a Osorno, para ser exhibidas en el Museo
Histórico Municipal, siempre bajo la premisa de que en algún momento se levantaría
PRÓLOGO
Claudio Donoso & Gabriel Peralta
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un proyecto que permitiese develar los misterios que aún quedaban ocultos bajo la
superfi cie de la población Los Notros.
La ley 17.288 de Monumentos Nacionales garantizaba la protección del sitio en
la calidad de “sitio paleontológico”, lo que permitió que no se construyese ni
alterase a la espera de conformar un equipo multidisciplinario, que con apoyo de
metodologías científi cas y equipamiento de tecnología de punta, nos diera plena
seguridad de estar avanzando en el camino correcto. Al respecto cabe señalar que
la empresa constructora Fourcade dio todas las facilidades para que el sitio no
fuera intervenido.
Si bien el descubrimiento de fósiles en el sitio Pilauco fue acompañado de una alta
expectación pública, transformándose en una especie de mito de la paleontología
chilena, los intentos que se realizaron para dar curso a un trabajo científi co no pasaban
más allá de entusiasmos iniciales que se estrellaban con la falta de recursos económicos,
humanos y muchas veces la incomprensión de algunos sectores sobre la importancia de
fi nanciar este tipo de iniciativas, como si estas fueran meros sueños personales, sin
asumir que se buscaba recuperar un patrimonio que pertenece a todos.
Pasaron más de veinte años para que se comenzara a trabajar formalmente en el
tema, debido principalmente a la tradicional escasez de recursos económicos para
este tipo de iniciativas, casi al fi nalizar el proceso de formulación de iniciativas de
inversión Municipal para el proceso 2007, un grupo de profesionales de la Municipa-
lidad de Osorno, asumimos el quijotesco desafío de formular y postular un Estudio al
Fondo Nacional de Desarrollo Regional (FNDR): La Investigación Paleontológica del
Sitio Pilauco Bajo.
La realidad es que, frente a todas las necesidades y carencias de una comunidad
que demanda soluciones, los proyectos vinculados a mejorar los estándares de
nuestra infraestructura educacional, salud , vivienda, transporte y equipamiento
comunitario, ocupan la mayor parte de la atención de los gobiernos locales. No es
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común encontrar municipios preocupados de fomentar la investigación científi ca
en sus territorios, aún cuando el FNDR, como herramienta de inversión de
fondos públicos, lo permite en todas sus áreas. En este sentido, este proyecto se
transforma en pionero en términos de abrir la inversión regional hacia el mundo de
la investigación cultural.
El largo periplo por el sitio Pilauco Bajo comenzó a dar sus primeras luces de la ma-
nera más inesperada, en torno a una mesa de amigos compartiendo un café después
de la jornada de trabajo; los temas eran variados hasta que llegamos a comentar
sobre el Sitio Monte Verde, algunos sentíamos con sana envidia no tener en Osorno
una historia tan mágica y maravillosa como ésta que contar a las próximas generacio-
nes, fue entonces cuando se contó la historia antigua de Pilauco Bajo y de cómo ese
enigmático lugar nos esperaba como si fuera una ventana lista para abrir y asomarnos
a mirar a nuestra prehistoria.
Ante el asombro de los que no conocían la historia o de otros que reían rememorando
épocas estudiantiles en la que alguna vez bailaron y compartieron en “El Mastodonte
Alaraco” (fonda que en septiembre organizaban los vecinos de la población los No-
tros); sin jamás cuestionarse el por qué de ese nombre tan peculiar. La conversación
siguió, hablamos del hallazgo realizado por la empresa Fourcade, de estos fósiles de
megafauna Pleistocénica, de cómo a un gran momento de euforia lo siguió un gran
tiempo de olvido. El relato nos contagió la imperiosa necesidad de hacer algo al
respecto y el café logró unir la gestión cultural y la gestión en inversiones públicas
de tal forma que ya teníamos una idea y una fuente de fi nanciamiento, excavaría-
mos el sitio Pilauco mediante un estudio básico fi nanciado por el Fondo Nacional de
Desarrollo Regional, faltaba sólo generar alianzas estratégicas y conseguir el apoyo
institucional.
Nuestro Alcalde, Don Mauricio Saint Jean, se sumó con entusiasmo a la idea, dando
las instrucciones para que el Municipio priorizara la postulación de una propuesta al
Gobierno Regional, consultándonos siempre sobre el avance del proyecto y sobre qué
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nuevos hallazgos se iban produciendo. Más adelante sería él personalmente quien
gestionaría fondos Municipales para adquirir la propiedad contigua al Sitio Pilauco y
lideraría las conversaciones con la Empresa Fourcade para la donación defi nitiva de
los terrenos del sitio.
Mediante sus instrucciones, el equipo de trabajo tuvo siempre a disposición el mate-
rial, hasta ese momento existente, para poder elaborar la propuesta al FNDR, fue así
como el Estudio quedó estructurado y postulado a fondos regionales bajo el nombre:
“INVESTIGACIÓN PALEONTOLÓGICA SITIO PILAUCO BAJO”, Código BIP 30066849-0 del
Sistema Nacional de Inversiones.
En la primera Etapa del proceso de Inversión del FNDR, nuestro estudio no contó con la
selección del Intendente Regional, lo que signifi caba que se debía esperar hasta comienzos
del segundo semestre del año 2006 para ingresarlo en un segundo proceso. Lejos de
desanimarnos, durante este tiempo de espera pudimos comentar y exponer el estudio
en diferentes esferas de la toma de decisiones a nivel Regional, logrando conseguir la
anhelada “selección” y de esta forma pasar a la segunda etapa, esto es el análisis técnico
económico por parte de la Secretaria Regional de Planifi cación SERPLAC.
Durante la revisión de los antecedentes, que duró cuatro meses, el Estudio fue enri-
quecido con los aportes y participación concreta de la Analista de Inversiones de Mi-
deplan y el apoyo que obtuvimos de especialistas a nivel nacional. De los 14 millones
inicialmente solicitados, el estudio quedó defi nitivamente aprobado, con recomen-
dación técnica favorable “RS”, por un monto de 25 millones 830 mil pesos.
El estudio fue aprobado por el Consejo Regional de Los Lagos en el mes de enero del
año 2007, desde ese instante nos avocamos a preparar el proceso de licitación públi-
ca para contratar el estudio. Pensamos que lo mejor era comenzar con la excavación
en el mes de septiembre del 2007, pero problemas surgidos en la presentación de
ofertas de las Universidades y consultoras, nos obligaron a realizar una segunda lici-
tación, en la que adjudicamos y contratamos el estudio, al equipo de científi cos de
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la Universidad Austral de Chile liderados por el Dr. Mario Pino, comenzando a excavar
el sitio en noviembre del año 2007.
Desde ahí en adelante la palabra que mejor resume el desarrollo del estudio es “ma-
ravilloso”. Ya a un mes de comenzada la excavación recibimos reportes del equipo
investigador que indicaban que era tal la concentración de fósiles de fauna pleisto-
cénica encontrada, que resultaba necesario ampliar la etapa al menos en dos meses
más. Fue de esta forma que a fi nes del mes de diciembre, SERPLAC nos autorizó el
aumento presupuestario para extender la excavación. Luego de conseguir la aproba-
ción del Consejo Regional se inyectaron nuevos recursos al estudio quedando en un
monto fi nal de 41 millones 830 mil pesos, todas gestiones en que fue vital el apoyo de
la División de Análisis y Control de Gestión del Gobierno Regional de Los Lagos.
Desde un principio, esta investigación la planteamos no sólo restringida a acrecentar
el conocimiento y la colección paleontológica existente en el Museo de Osorno, pro-
pósito en sí mismo más que trascendente, sino que en lo interior abrigamos la posibi-
lidad que de lo paleontológico crucemos el puente hacia lo arqueológico; vale decir,
que la megafauna pleistocénica fuese la puerta que nos permita entrar al mundo de
nuestros primeros ancestros, de aquellos pilauquinos que recorrieron esta zona hace
más de diez mil años, construyendo junto a los monteverdinos el desarrollo cultural
que hoy asumimos como sociedad regional.
Un elemento relevante en la difusión de este proyecto, surge con el hecho de que
este tesoro de la paleontología se encuentra en plena ciudad de Osorno, eso nos
permite soñar con objetivos aún mayores, ligados en primer lugar a otorgarle valor al
sitio de Pilauco, integrando plenamente a los Osorninos y a los visitantes como parte
activa de un circuito cultural, turístico y educativo; además, su ubicación estratégica
nos lleva a plantear la ambición de transformar a Osorno en el Centro de Estudios
del Pleistoceno de la patagonia nor-occidental. Lo anterior se respalda en que en
nuestra provincia se registran al menos seis hallazgos de fósiles de megafauna, lo que
ha llevado al alcalde Mauricio Saint Jean a plantear el establecimiento de la “Ruta
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de Los Gonfoterios”, en el marco de un proyecto de difusión, generando un potente
atractivo turístico cultural para toda la zona a nivel nacional e internacional.
Se nos presenta la gran oportunidad de involucrarnos en forma protagónica en
un proceso trascendental, en comenzar a develar el misterio del poblamiento de
nuestra región, de reconocernos como resultado de un largo camino, rescatando los
testimonios que nos han dejado quienes dieron los primeros pasos en estas húmedas
tierras del sur de Chile, en los albores del poblamiento americano. Podemos hacer
que Osorno construya una identidad que se sustenta en miles de años de historia.
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La vida en nuestro planeta posee una larga y compleja his-
toria, que se inicia hace más de 3.500 millones de años y que continúa hasta el día de
hoy. El presente no es más que un instante en esta interminable historia y el pasado
sólo es accesible a través de sutiles pistas que los científi cos debemos interpretar.
En este contexto, el registro fósil es fundamental pues nos da acceso directo a los
organismos del pasado, a los ambientes que habitaron y los cambios que sufrieron a
través del tiempo.
Cada vez que hablamos de fósiles estamos hablando no sólo de seres vivos extintos,
sino también de tiempos pasados, por lo que es esencial saber ubicarnos en el tiempo
y en los eventos que ocurrían durante dicho momento. Para la mayoría de nosotros la
vida se mide en horas, días y años, pero cuando queremos hablar de la historia de la
vida en nuestro planeta, el tiempo cobra una dimensión que nos parece inimaginable.
Como en muchos otros casos, la diferencia reside en la escala y el objeto de estudio.
Para los historiadores hablar de miles de años1 está en el tope de la escala temporal,
sin embargo para los paleontólogos la escala suele ser de millones de años2.
Capítulo I
LOS ANIMALES DE LA EDAD
DEL HIELO: BREVE HISTORIA
DE LA FAUNA SUDAMERICANA
Martín Chávez
20
Para facilitar el entendimiento de los fenómenos que han acontecido en tan enor-
mes lapsos de tiempo se creó la escala del tiempo geológico, que divide el tiempo
a partir de los principales hitos en la historia de nuestro planeta. Así el tiempo se
divide jerárquicamente en Eones, Eras, Periodos y Épocas. Como el paso del tiempo
es continuo, el fi n de una fase marca el inicio de otra del mismo nivel. Por ejemplo,
la era Mesozoica (que signifi ca “de la vida intermedia”) o “era de los dinosaurios”
terminó hace 65 Ma con la extinción masiva que acabó con los grandes reptiles que
poblaban la Tierra y es este mismo evento el que da inicio a la era Cenozoica (que
signifi ca “de la vida nueva”) o “era de los mamíferos”. Mientras un Eón puede durar
miles de millones de años, una época puede durar unos pocos millones o unos cuantos
miles de años. Un Eón se subdivide en Eras, que a su vez se subdividen en Periodos
y así sucesivamente; de modo que cada intervalo de tiempo puede incluirse en cada
una de estas categorías. Por ejemplo, el momento actual corresponde a la época
Holocenica que se inicio hace 11,8 Ka con el fi n de la ultima glaciación y se incluye
en el periodo Cuaternario de la era Cenozoica del Eón Fanerozoico.
Este libro está dedicado a difundir los hallazgos realizados en el sitio paleontológi-
co Pilauco, así como los eventos y organismos que habitaron en aquel entonces, de
modo que resulta útil tratar de ubicarnos en el momento en que se formó el sitio y
su ubicación en la escala del tiempo geológico.
El llamado estrato portador del que procede la mayor parte de los fósiles data de 12,5
Ka antes del presente, lo que se enmarca en una época llamada Pleistoceno3 que duró
entre los 1,8 y 0,01 Ma antes del presente, coincidiendo con la etapa que los arqueó-
logos europeos llaman Paleolítico4. Esta época se caracteriza por incluir toda la serie
de al menos ocho glaciaciones recientes, por lo cual es comúnmente llamada la “edad
del hielo”. Una glaciación es una fase de clima frío durante la cual grandes extensio-
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nes del planeta quedan cubiertas por glaciares, lo cual causa a su vez el descenso en
el nivel del mar debido al congelamiento de grandes cantidades de agua.
Estos descensos en el litoral se denominan regresiones, mientras que cuando el clima
se vuelve más cálido y el nivel del mar se vuelve más alto que el actual, hablamos de
una trasgresión. Contrario a la creencia popular esta etapa no corresponde a una sola
gran glaciación, sino a una serie de glaciaciones interrumpidas por periodos cálidos
llamados interglaciales o deglaciaciones. La época actual llamada Holoceno5 y que
sucede al Pleistoceno corresponde a un interglacial.
Durante el Pleistoceno los continentes ya se hallaban en su ubicación actual, aunque
los aumentos y descensos en el nivel del mar producían cambios en la forma de la
costa. El ejemplo más conocido de estos cambios es la formación del paso de Beringia
durante la última glaciación6, que fue un gran puente de tierra que se formo entre
Norteamérica y el noreste de Asia, donde actualmente se encuentra el Estrecho de
Bering. A través de este paso se produjo un intercambio de fl ora y fauna entre ambos
continentes, propiciando también la llegada de los primeros humanos al nuevo mun-
do. Los ciclos glaciales-interglaciales también produjeron cambios en la distribución
de animales y plantas debido al cambio de las condiciones ambientales que conlleva-
ba el avance y retroceso de los glaciares. Como vemos, este ambiente dinámico es el
que moldeó la vida durante el Pleistoceno, siendo el sitio de Pilauco una muestra de
las condiciones existentes a fi nes de esta época.
Antes de hablar de la fauna que vivía en Sudamérica durante el Pleistoceno, echare-
mos un vistazo a la historia biológica de nuestro continente. Conocer la historia geo-
lógica de Sudamérica es importante para entender el origen de su fl ora y fauna, pues
nos permite comprender sus relaciones con los de continentes actualmente distantes.
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Mucho antes de que los dinosaurios dominaran el planeta, hace unos 290 Ma, todos
los continentes se hallaban reunidos formando un solo supercontinente llamado Pan-
gea7, el cual, con el tiempo se separaría en dos grandes bloques: Laurasia8 ubicada
en el hemisferio norte y Gondwana9 en el hemisferio sur. Durante esta etapa Suda-
mérica se hallaba unida al este con África y al sur con la Antártica. Gradualmente
Gondwana se fue fragmentando hasta llegar a la conformación que actualmente po-
seen los continentes del hemisferio austral, pero el largo periodo de conexión entre
ellos llevo a que sus faunas fósiles y actuales presenten grandes similitudes.
África fue el primer continente en separarse hace unos 130 Ma, mientras que Suda-
mérica permaneció conectada a Australia a través de la Antártica al menos hasta
hace unos 80 Ma. A simple vista podría creerse que al haberse separado hace tan-
to tiempo Sudamérica y Australia no tendrían mucha fl ora y fauna en común, pero
aun hoy los Nothofagus10 y los marsupiales persisten en ambos continentes y en un
pasado los eucaliptos y los ornitorrincos también vivían en nuestro continente. Sin
embargo desde que Sudamérica se separó defi nitivamente de la Antártica hace unos
30 Ma, nuestro continente quedo totalmente aislado, permitiendo a los animales y
plantas evolucionar en forma independiente del resto del mundo.
Los actuales armadillos, perezosos y osos hormigueros, que en conjunto forman el
orden Xenarthra11, son un grupo exclusivo de nuestro continente y que alcanzó gran
diversidad gracias a este prolongado aislamiento. Grandes animales extintos simila-
res a los armadillos como los gliptodontes y pampaterios y otros relacionados con los
perezosos como los milodones, megaterios y megaloníquidos deambulaban por toda
Sudamérica. Numerosos grupos de herbívoros con pezuñas, hoy extintos, evoluciona-
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ron durante el aislamiento sudamericano. Muchos grupos de aves también evolucio-
naron en estas condiciones incluyendo a los colibríes, los tucanes, los ñandúes y las
extintas aves del terror, que junto con los marsupiales nativos se posicionaron como
los principales depredadores. Los caimanes y las ranas fl echa también parecen haber-
se originado en estas condiciones de aislamiento.
Este aislamiento no impidió la llegada de algunos invasores que terminarían por con-
vertirse en parte integral de la fauna sudamericana. Hace unos 40 Ma llegaron los
monos a través de balsas naturales arrastradas por las corrientes desde África, origi-
nando así a los monos del Nuevo Mundo. Probablemente de la misma forma llegaron
los primeros roedores hace unos 34 Ma, los cuales evolucionarían hasta convertirse en
un grupo exclusivo del continente: los llamados Caviomorfos12.
Posteriormente, hace unos 7 Ma, llegan los mapaches a través de un arco de islas
que conectaba Norteamérica y Sudamérica. Esta conexión se volvió permanente con
la formación del Istmo de Panamá hace unos 3 Ma, lo que acabó con el prolongado
aislamiento del continente austral y dió inicio a uno de los eventos más importantes
en la historia de nuestro continente: el Gran Intercambio Americano.
Centroamérica se convirtió en una gran autopista para el paso de animales de un con-
tinente a otro, alterando para siempre la composición de la fauna en las Américas.
Si bien se creía que este proceso había sido rápido y simultaneo, actualmente se con-
sidera que fue mas bien gradual y en múltiples oleadas de migraciones en ambas di-
recciones. Entre los animales sudamericanos que colonizaron con éxito el hemisferio
norte y que aun persisten allí tenemos a las zarigüeyas, los armadillos, los puercoespi-
nes, los tiranos tijera, los loros y los colibríes. Algunos como los murciélagos vampiros
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y los capibaras consiguieron establecerse en el hemisferio norte, pero terminarían
por extinguirse allí. Otros como los megaterios, gliptodontes y pampaterios no sólo
llegaron a establecerse, sino que algunas especies evolucionadas en Norteamérica
recolonizaron Sudamérica; aunque fi nalmente se extinguirían en ambos continentes
al igual que ocurrió con los milodones, megaloníquidos y aves del terror.
Más exitosos fueron los inmigrantes norteamericanos que se asentaron en nuestro
continente. Como vimos, los pocos grupos de invasores que llegaron antes de la for-
mación del Istmo de Panamá (monos, roedores y mapaches) se habían integrado en
forma exitosa a la fauna local y sin ocasionar mayores trastornos, pero la conexión
con Norteamérica produciría paulatinamente un reemplazo de los animales Sudame-
ricanos en favor de los procedentes de Norteamérica. Casi la mitad de las especies
de mamíferos presentes actualmente en Sudamérica descienden de inmigrantes del
hemisferio norte.
En efecto, muchos de los animales que hoy consideramos típicos de Sudamérica como
las llamas, los tapires, los pecaríes y los osos de anteojos son realmente invasores re-
cientes. Los zorros, los felinos, los zorrillos, las nutrias, los conejos, los ratones ver-
daderos, las ardillas, los ciervos, los trogones y las víboras son parte de los exitosos
inmigrantes que persisten hasta la actualidad. Unos pocos inmigrantes terminaron
por extinguirse, algunos como los caballos en las Américas (aunque sobrevivieron en
Eurasia) y otros como los gonfoterios, los que se extinguieron totalmente.
Si bien la mayor parte del intercambio se produjo entre fi nes del Plioceno y el Pleis-
toceno, es importante entender que este proceso aún no ha terminado. A fi nes del
siglo XIX algunos individuos errantes de la garza boyera llegaron al norte de Sudamé-
rica procedente de África y desde allí iniciaron su expansión por las Américas, encon-
trándose actualmente desde Canadá hasta Tierra del Fuego. En 1957 se introdujeron
en Brasil las primeras abejas africanas con el fi n de mejorar la producción de miel,
sin embargo su escape accidental les permitió mezclarse con las abejas nativas y ori-
ginar así una nueva variedad conocida como abeja africanizada o asesina. Para 1990
25
esta nueva variedad había atravesado el Istmo de Panamá y llegado hasta el norte de
México y el extremo sur de los Estados Unidos.
Estos ejemplos, nos muestran que lejos de ser un proceso único e inactivo, el inter-
cambio americano continúa ocurriendo aún hoy en día y seguirá operando mientras la
conexión entre ambos continentes se mantenga.
Como hemos visto la fauna de Sudamérica durante la era de los mamíferos debe su
origen a una larga serie de eventos y fenómenos. Al llegar la edad de hielo, nuestro
continente estaba poblado por muchos inmigrantes norteamericanos y por algunas
formas nativas que habían sobrevivido al impacto de esta invasión. El clima glacial
propició la aparición de grandes zonas abiertas con abundante vegetación, lo que
originó ambientes apropiados para el desarrollo de numerosos mamíferos herbívoros
que alimentaban a su vez a muchos depredadores. Así durante el Pleistoceno abun-
daban los grandes mamíferos13 y los llamados megamamíferos14, por lo que suele
decirse que éste fue el periodo de reinado de la megafauna15.
Junto a los grandes gonfoterios deambulaban por el continente los gigantescos pere-
zosos terrestres, los gliptodontes y pampaterios similares a inmensos armadillos, los
extraños toxodontes y macrauquenias y un sin fi n de grandes mamíferos. Los felinos
dientes de sable, los pumas, los jaguares, los lobos terribles y los osos de las pampas
asechaban a sus presas.
Pero no sólo grandes animales llegaron a través del Istmo de Panamá. En el norte de
África evolucionó el ser humano moderno, que rápidamente colonizó todo el viejo
mundo y que a través del paso de Beringia llegó a Norteamérica. Para fi nes del Pleis-
toceno el hombre ya había llegado a Monte Verde en Sudamérica y su llegada coincide
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con la extinción paulatina de la megafauna. Si bien es probable que factores como el
cambio climático he incluso la introducción de nuevas enfermedades jugaran un rol
importante en la extinción de los grandes mamíferos, es indudable que la presencia
humana infl uyó en este fenómeno. El fi n de la era del hielo, trajo consigo el fi n de
todos los megamamíferos y la desaparición de la mayor parte de los grandes mamífe-
ros, lo que nuevamente resalta la importancia del sitio de Pilauco, pues nos permite
observar a los últimos megamamíferos que coexistieron con los primeros pobladores
sudamericanos en el sur de Chile.
Bibliografía Complementaria
Alberdi, M.T., Leone, G. & Tonni, E.P. (eds.) 1995. Evolu-
ción biológica y climática de la región pampeana durante
los últimos cinco millones de años. Un ensayo de correlación
con el Mediterráneo occidental. Museo Nacional de Ciencias
Naturales de Madrid, Monografías 12, 423 pp.
Cione, A. L.; Ton, E. P.; Bargo, S.; Bond, M.; Candela, A.
M.; Carlini, A. A.; Deschamps, C. M.; Dozo, M. T.; Esteban,
G.; Goin, F. J.; Montalvo, C. I.; Nasif, N.; Noriega, J. I.;
Ortiz Jaureguizar, E., Pascual, R.; Prado, J. L.; Reguero, M.
A., Scillato-Yané, G. J.; Soibelzon, l.; Verzi, D. H.; Vieytes,
E. C.; Vizcaíno, S. F. & Vucetich, M. G.. 2007. Mamíferos
continentales del Mioceno Tardío a la actualidad en la Ar-
gentina: cincuenta años de estudios. Asociación Paleonto-
lógica Argentina, Publicación Especial 11, Ameghiniana 50º
aniversario. pp 257-278.
Tonni, E.P. & Pasquali, R. 1999. El estudio de mamíferos
fósiles en la Argentina. Ciencia Hoy 9: 22-31.
27
El termino Tafonomía fue acuñado por el doctor Iván Efre-
mov en 1940 y se refi ere al paso de los restos orgánicos desde la biosfera a la litosfe-
ra. En otras palabras, todo lo que sucede a los restos de animales y plantas después
de su muerte hasta que se integran a los sedimentos y pasan a formar parte del regis-
tro fósil. La fase fi nal, denominada fosilización, es un proceso que ocurre de diversas
maneras, y está determinado por el ambiente en que ocurre el enterramiento. El más
conocido es la petrifi cación o remineralización, que se refi ere al reemplazo de los
componentes orgánicos por un mineral, convirtiendo al fósil en una roca. Esto es lo
que sucede por ejemplo con los huesos de los dinosaurios y los troncos que han estado
enterrados por millones de años. Existen otros tipos de fosilización como la que da
origen a las impresiones, que consiste en dejar marcas sobre el sedimento (hojas, te-
jidos muy delicados) o la preservación, que se refi ere a la conservación de restos que
puede darse en lugares muy fríos por congelación o la momifi cación en lugares secos.
Este proceso también ocurre en los pozos de brea (alquitrán) o en las turberas, que
son ambientes con mucha cantidad de materia orgánica reducida, como es el caso del
sitio Pilauco. Así mismo, son fósiles también, los rastros de actividad de vida de los
animales como los coprolitos (heces) o las marcas de movimiento de un organismo,
llamados icnofósiles (huellas).
Capítulo II
¿QUÉ ES LA TAFONOMÍA?
Izzat Montero
28
El primer paso para la formación de un fósil es el enterramiento, es decir, el recubri-
miento total o parcial los restos de una o varias entidades biológicas, formando una
cubierta protectora contra los agentes ambientales y la acción animal. La clase de
sedimento puede determinar el tipo y nivel de preservación. Si es fi no, como las arci-
llas, podrá contener más detalles que si se tratase de uno más grueso como la arena
o grava. También determina el grado de preservación, el porcentaje de materia or-
gánica presente. Al ser alta, como es el caso de los pantanos y turberas, permite que
los restos orgánicos puedan permanecer con menos alteraciones, pudiendo entonces
preservarse casi sin alteraciones físicas o químicas.
En el sitio Pilauco la reconstrucción de la sedimentología y las interpretaciones tafo-
nómicas realizadas a los restos encontrados en 1986, asociados a las características
del relieve actual donde se encuentra actualmente la villa “Los Notros”, permitieron
interpretar que el lugar correspondería en el pasado a una zona pantanosa. Ésta ha-
bría sido generada por el antiguo río Damas, que durante el fi n de la edad glacial y
debido al alza del nivel del mar (hace unos 14.000 a 12.000 años atrás), divagaba en
su camino hacia el occidente generando curvas muy cerradas. Estas fi nalmente eran
abandonadas como parte del río y transformadas en humedales donde la baja veloci-
dad de sus aguas permitía la formación de pantanos, en ellos los restos animales eran
atrapados, enterados y conservados en el tiempo.
Dentro de la colección de restos encontrados en 1986 existe una pieza muy interesan-
te que a simple vista se ve dura y quebradiza y que sólo parece un resto de corteza
o madera contemporánea al gonfoterio. Al ser observada con detenimiento y bajo el
microscopio se observan estructuras que lo asemejan a un fragmento de tejido de
origen animal, donde se pueden apreciar estructuran como vaso sanguíneos, folículos
de pelo y escamas dérmicas. Este resto corresponde en realidad a piel, que gracias al
rápido enterramiento y las condiciones anóxicas (sin oxigeno) generadas por el pan-
tano, logró conservarse y mantenerse casi inalterada hasta nuestros días.
29
El tipo de sedimento fi no y rico en materia orgánica generó un ambiente muy
bajo en oxigeno, que impidió la acción de los organismos descomponedores. Su ente-
rramiento rápido los protegió de la acción de los depredadores y del daño mecánico.
Este delicado ambiente, permitió una fosilización del tipo preservación, lo que los
mantuvo través del tiempo sin cambios o alteraciones mayores en su estructura. Los
procesos tafonómicos asociados a este ambiente de depositación no sólo permitieron
la conservación de restos de grandes animales de la megafauna, también otros más
pequeños y frágiles, como es el caso del Conepatus, el pequeño ratón de pie grande
y los Coipos que son animales de mucha menos resistencia ósea. También se preser-
varon restos de madera, hojas y semillas, incluso con su coloración original.
Bibliografía Complementaria
Brown, A.G., 2001. Alluvial geoarchaeology. Foodplain
archaeology and environmental change. 2a Ed. Cambridge
University Press. 377 pp.
Fernández-López, S. 1999. Tafonomía y fosilización. En:
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Fernández – López, S.R. 2000. Temas de Tafonomía. De-
partamento de Paleobiología, Universidad Complutense de
Madrid, España. 167 pp.
31
La organización de una excavación paleontológica impli-
ca numerosos desafíos científi cos, técnicos, administrativos, fi nancieros, logísticos,
humanos, etc. Así, tanto la preparación técnica de los excavadores, como la contra-
tación de un cocinero, constituyen pasos cruciales, pues hay quienes aseguran que
el éxito de una tarea de esta envergadura está relacionado con la cantidad y calidad
de la comida. Lo más importante es que cada persona que trabaja en una excavación
científi ca, paleontológica o arqueológica, debe entender que al excavar para poder
entender e interpretar, esta destruyendo la evidencia.
Antes de plantear el tamaño y ubicación de la excavación en la Villa Los Notros de
Pilauco se analizaron fotografías de la época y un video fi lmado por un noticiario de
un canal de televisión. En ambos registros se observaba un diseño de excavaciones de
unos 80 cm de ancho en forma de tenedor con los tres dientes abiertos hacia el sur. Al
intentar ubicar los restos encontrados en 1986 en la posición en la calicata orientada
este – oeste, supusimos que como estos correspondían a la cabeza, columna vertebral
y parte de una pierna delantera del animal, era posible imaginar ocho diferentes es-
cenarios que indicaban cómo debería encontrarse el animal en el sitio. El desarrollo
de la excavación demostraría algo muy diferente.
Capítulo III
LA EXCAVACIÓN
DE PILAUCO
Mario Pino
32
El primer acto formal después de que ganamos la licitación pública fue la fi rma en el
Museo Histórico Municipal de Osorno del Acta de Inicio con la presencia de Gerardo
Rosas, Alcalde (s) de la Ilustre Municipalidad de Osorno, Claudio Donoso del SECPLAC,
Inspector Técnico del Proyecto y Gabriel Peralta, como anfi trión, el día 19 de octubre
de 2007. Para desarrollar el portal del sitio compramos el 25 de octubre el dominio
gonfoterio.cl, y establecimos un acuerdo con la empresa KRAYON para el desarrollo
del mismo. Simultáneamente la arqueóloga del equipo, Rayén X. Navarro, estaba ges-
tionando el permiso del Consejo de Monumentos Nacionales, el que fue otorgado el
día 8 de noviembre de 2007 mediante ordinario Nº 5833. Por otra parte, para informar
a los vecinos de la Villa Los Notros de nuestras actividades futuras y explicarles de
los posibles pequeños inconvenientes que causaríamos, les citamos a un cabildo en la
calle, frente a los terrenos que excavaríamos.
El día 1 de noviembre arrendamos la casa ubicada inmediatamente al oeste del sitio,
comenzando con la preparación de la misma para recibir al equipo de investigación.
Contratamos cuatro obreros que fueron preseleccionados por la ofi cina laboral de
la Ilustre Municipalidad de Osorno: Daniel Fritte, José Fontanilla, René Vargas y
Juan Carlos Huenchul. El primero, después de unos días, comenzó a aprender a ex-
cavar, medir y registrar y fue asimilado por el equipo de excavadores. Integraron el
equipo de investigadores las paleontólogas Karen Moreno (que vino desde Austra-
lia) y Ana María Abarzúa. El equipo de excavación estaba dirigido por dos cercanos
colaboradores, los licenciados en ciencias Izzat Montero y Omar Recabarren, quie-
nes fueron responsables del registro científi co y del personal contratado, respecti-
vamente. Excavaron en el sitio alumnos y alumnas de las carreras de Licenciatura
en Ciencias Biológicas de la Universidad Austral de Chile: Leonora Salvadores, Ale-
jandra “Jota” Martel, Leonora Jarpa, Patricia Canales, Giselle Astorga, Constanza
Rosas, Gloria Vásquez, Belén Hidalgo, Alma Gaete, Martín Chávez, Erwin González,
Patricio Cárdenas y Horacio Roa; Licenciatura en Ciencias de la Universidad Cató-
lica de Valparaíso: Andrea Pino, y de Antropología de la Universidad Católica de
Temuco: Patricio Espinoza y Nelly Pastene. Carolina Miralles, alumna de la carrera
33
de Geología de la Universidad de Chile, hizo una práctica profesional durante un mes
bajo mi tutela.
Los cocineros fueron también los estudiantes de la UACH Carlos Bustos, Pamela Ra-
mos y Mario Manzano. En las labores de prospección geológica mediante excavaciones
Pablo Vidal manejó la retroexcavadora como si fuese su mano. También contratamos
a Álvaro Sánchez, alumno en práctica del Liceo Industrial de Osorno, quien hacia las
veces de mayordomo de los equipos (motobombas, herramientas, etc.).
No menos importante fue la participación de Daniela Martin y Francisco Morey, perio-
distas, quienes se encargaron de las relaciones públicas y la extensión académica. La
antropóloga Jimena D. Pino cooperó con tareas de inventarios.
He trabajado muchas veces en excavaciones de esta envergadura o similares, y debo
declarar que esta es la ocasión en la que menos problemas de convivencia humana
he observado. Cada persona, en su rol, cumplió a cabalidad con lo planifi cado, con
pequeñas excepciones que habré olvidado en un par de años. Esta buena convivencia
ocurría a pesar de que la casa que arrendábamos nunca estuvo diseñada para que
convivieran 12 o 14 personas, y que se trabajo de lunes a sábado por 5 meses, jorna-
das de 12 horas.
En la tarde del día 9 de noviembre de 2007, y con el diseño de la primera trinchera
de exploración ya planteado, llevamos a cabo una pequeña ceremonia para pedir a la
tierra su permiso para excavar y desentrañar sus misterios. Me acompañaron Claudio
Donoso, Gabriel Peralta, Carlos Bustos, Alejandra Martel, Leonora Salvadores, Patri-
cio Espinoza, Izzat Montero y Omar Recabarren.
Al día siguiente y con ayuda de una retroexcavadora retiramos sedimentos en una
trinchera de 7 m de largo por 1 m de ancho, en dirección norte – sur (cuadriculas 2H
a 9H). Con esta trinchera logramos defi nir la posición de una antigua colina y la exis-
tencia de un importante relleno de escombros depositados después de 1986.
34
En los dos días siguientes expandimos la excavación en las cuadriculas de las fi la 9 y
10, y en las columnas D y J, logrando reconocer las marcas de las excavaciones de
1986 y recuperando el primer fósil de gonfoterio en la cuadrícula 10H el día 15 de
noviembre.
En ese momento construimos el cuadriculado defi nitivo de lo que se excavaría, plan-
teando las cuadrículas de 1 m2 unos 50 cm por encima del nivel del suelo1. Un nivel
vertical arbitrario de 10 m (en la coordenada Z) fue ubicado en el borde NW de la
cuadricula AA, y cada excavador debió además referir sus hallazgos al borde norte y
este de su cuadrícula.
Al fi nal de cada día los excavadores debían ingresar a la página web de la excavación
(www.gonfoterio.cl) su libreta de terreno y su lista de materiales retirados en forma
de muestras (bitácora). Después de un cálculo simple en una planilla de cálculo cada
objeto retirado del sitio quedaba identifi cado por una sigla que denotaba su tipo mas
la fecha y las tres coordenadas norte, este y vertical.
El día 10 de noviembre habíamos inauguramos la página web y las transmisiones en
directo con una webcam de la excavación. El portal se convirtió tanto en el lugar de
interacción con la comunidad local, nacional y mundial, y también en el repositorio
de toda la información científi ca. Permitía dirigirla de manera remota, lo que me
facilitaba el control del trabajo de excavación cuando no estaba en Pilauco.
En el proyecto estaba previsto excavar durante seis semanas, e intentar registrar y
recuperar la mayor parte del esqueleto del gonfoterio. A medida que avanzaba la
excavación, se observaba una complejidad creciente, así como una enorme diversi-
dad de fósiles de mamíferos. Claudio Donoso propuso reformular el fi nanciamiento
35
aumentando los días de excavación. El presupuesto del proyecto fue expandido de
25 a 41 millones, y excavamos desde el 10 de noviembre de 2007 al 30 de marzo de
2008.
La excavación se realizó en 41 m2, ya que las cuadriculas 2H a 5H incluían sólo capas
estériles desde el punto de vista de la recuperación de fósiles. Excavamos además
otros 6 m2 al sur y al oeste de la excavación principal para delimitar la geología del
sitio. En total extrajimos alrededor de 140 m3, de los cuales la mitad fue retirada
con retroexcavadora y el resto minuciosamente excavado con espátulas de madera,
efectuando un chequeo fi nal de los sedimentos en las zarandas. Sólo un 2% de los
materiales registrados fueron detectados en las zarandas, a pesar de las difi cultades
para excavar debido a la presencia de dos distintas napas de agua subterránea.
Al fi nal de la campaña recuperamos 684 huesos enteros y fracturados, 37 dientes, 11
coprolitos2, 15 partes de coleópteros, 348 trozos de madera, 126 semillas, 28 frag-
mentos de piel y pelos, 909 clastos rodados de río con algún tipo de modifi cación o
contexto sospechoso y 71 muestras de sedimentos, mas decenas de otras muestras
de carácter exótico o poco común. Aún cuando este libro resume algo de lo aprendi-
do de estas muestras, pasarán años hasta que podamos terminar de analizar toda la
colección.
El día 30 de marzo de 2008, cubrimos la base y las paredes de la excavación con ma-
llas plásticas y tapamos la excavación con la ayuda de una máquina retroexcavadora,
aprovechando de nivelar el sitio para la próxima temporada de excavaciones.
37
Los paisajes son consecuencia de largos procesos geoló-
gicos. En el sur de Chile tales procesos incluyen principalmente las glaciaciones, el
volcanismo y los cambios de nivel del mar.
En Osorno es fácil distinguir desde el punto de vista del paisaje dos grandes unidades.
Por una parte aquellas colinas que rodean la ciudad por el norte (Pilauco) y por el
oeste (Rahue) y la gran planicie que compone la mayor parte de la ciudad. Las colinas
están formadas por depósitos de materiales de origen volcánico arrastrados por colo-
sales avalanchas desde los Andes, hace unos 120.000 años atrás, durante un intergla-
cial denominado Valdivia. Estos depósitos fueron poco tiempo después cortados por
el antecesor del río Damas, originándose la colina en Pilauco Alto con un escarpe muy
pronunciado hacia el sur, y la gran planicie que hoy se ubica al sur del Damas formada
por antiguos depósitos fl uviales en un momento en que el río era enorme. La anti-
güedad de estos depósitos fl uviales interglaciales queda bien indicada por la gruesa
coraza de meteorización1 que presentan los clastos2 de grava en su periferia.
Capítulo IV
LA GEOLOGÍA
CUATERNARIA DE PILAUCO
Mario Pino & Carolina Miralles
38
Durante los momentos más fríos de la glaciación Llanquihue el nivel del mar descen-
dió hasta 130 m con respecto al nivel actual. Los ríos como el Damas dejaron de de-
positar grava en planicies y en cambio, por el aumento de pendiente, originaron una
fuerte erosión de sus depósitos. Sin embargo, es posible que en las etapas de menor
temperatura de la glaciación, el caudal del río haya sido mínimo, debido a que los
lagos estaban cubiertos de hielo.
Al fi n de la edad de los hielos el río Damas se ha reactivado y es muy parecido al ac-
tual. Su posición, sin embargo, es diferente. Está escurriendo sus aguas sobre la villa
Los Notros, depositando grava y arena. Posiblemente la subida sostenida del nivel del
mar originó que el lecho del río comience a originar meandros3. Una de estas curvas
quedó abandonada entre el cauce activo y el borde escarpado de la colina en Pilauco,
comenzando a formarse un pantano un poco antes de 12.500 años atrás. En este hu-
medal se desarrolló vegetación acuática y se originaron condiciones reductoras4 que
permitieron la conservación de los fósiles de los animales y plantas en Pilauco.
La defi nición formal de la capas en Pilauco la hemos dividido tentativamente en
cuatro diferentes momentos: A.- Interglacial Valdivia (aprox. 128– 110 ka); B.- Gla-
ciación Llanquihue tardía (20.000 hasta 14.500 años A.P5); C.- Pleistoceno superior,
transición Glacial Llanquihue – Holoceno medio (14.500 hasta 7.000 años A.P) y D.-
Holoceno medio y superior (7.000 años hasta el presente).
39
ESTRATIGRAFÍA (ORDENADA DE MÁS ANTIGUO A MÁS NUEVO)
A. Interglacial Valdivia
PB-1: Toba de lapilli6. Se observan clastos angulosos de varios colores (naranjo, gris,
verde, negro), en su mayoría de tamaño menor a 15 mm, en una matriz de ceniza
gris verdosa. Esta capa forma tanto la base estéril bajo el pantano de Pilauco como
la colina hacia el norte.
B. Glaciación Llanquihue tardía
Se trata de capas de poco espesor que aparecen solamente en las unidades 4H a 7H,
dispuestas de manera inclinada hacia el sur sobre la capa PB-1.
PB-2: Sedimento fi no, al tacto de composición de limo, posiblemente formado por
ceniza volcánica, color gris oscuro, con unos pocos granos blancos, anaranjados y
verdosos de tamaño menor a 1 mm.
PB-3: Sedimento de granulometría equivalente a arena media (alrededor de 200 mi-
crones), de tono gris azuloso. Presenta algunos clastos anaranjados y verdosos de
tamaño menor a 5 mm. Se observan algunas láminas horizontales de color blanque-
cino.
PB-4: Sedimento fi no, al tacto de composición de limo, posiblemente formado por
ceniza volcánica de color gris verdoso claro, en algunas zonas muy meteorizada. Pre-
senta algunas depresiones causadas por erosión, rellenas con el material de la capa
que aparece sobre ella.
40
PB-5: Arena gruesa de color gris, con una enorme variación en compactación de muy
duro a muy blando.
C. Pleistoceno superior,
transición Glacial Llanquihue – Holoceno medio
PB-6: Compuesta por una capa de clastos moderadamente redondeados de alrededor
diámetros variables entre 3 y 10 cm, de formas aplanadas. Constituyen una capa
donde el espesor de la misma es la del clasto mas grueso, formando una especie de
mosaico. Esta capa existe solamente en el área de las cuadrículas 7E a 7H, y también
en la extensión 7AC. SE ubica sobre PB-1 y bajo PB-7.
PB-7: Capa portadora de los fósiles de megafuna, vegetales, diatomeas e insectos.
Uno de los huesos de gonfoterio fue fechado en 12.540 años A.P. Es una capa plástica,
orgánica de color marrón oscuro con clastos de grava redondeados de hasta 7 cm
aislados en la matriz turbosa. Hacia la parte norte de la excavación se apoya sobre
PB-5.
PB-8: Capa muy similar a PB-7, pero de color café más verdoso. En las cuadrículas
7H y 6H una delgada lámina muy orgánica la separa de la capa antes descrita. Hacia
el norte (cuadrículas 20I a 20K) cambia gradualmente a un sedimento más arenoso y
amarillento. En la parte alta de esta capa se observa un nivel rico en clastos de grava
que la separa de la siguiente capa.
D. Holoceno medio y superior
PB-9: Capa de turba muy compacta, que se agrieta con fracturas verticales originan-
do columnas al secarse. A diferencia de las otras dos capas de turba, acá los clastos
de grava son menos frecuentes, están más dispersos y presentan una pátina de color
blanco. La parte alta de esta capa está truncada artifi cialmente y sobre ella se ubican
rellenos artifi ciales.
41
Tal como lo muestran las diatomeas en el siguiente capítulo, el desarrollo del panta-
no representado por PB-7 estuvo interrumpido al menos por una crecida mayor y dos
menores del antiguo río Damas. Estas crecidas seguramente transportaron algo de la
arena y la grava que se encuentra en la turba. Sin embargo estas pequeñas crecidas
no pueden explicar el que un gonfoterio haya llegado muerto y fl otando hasta ese
lugar, pues el tamaño del animal requiere de un caudal mucho mayor en un canal muy
profundo. Tampoco tiene un explicación relacionada a la energía del antiguo río Da-
mas, la presencia de una gran roca entre las cuadrícula 9I y 10I, de varios cientos de
kg de peso, y depositada sobre la base de PB-7. Ese tipo de rocas andesíticas existen
dispersas y son raras dentro de los sedimentos volcanoclásticos que conforman la co-
lina de Pilauco. La capa PB-6 también escapa de una explicación relacionada con de-
positación fl uvial, por su poco espesor (igual al del clasto mas espeso), su distribución
en forma de mosaico y la posición entre el borde el pantano y la colina, formando una
especie de corredor paralelo al humedal y de no más de 50 cm de ancho.
Bibliografía Complementaria
Dillehay, T.; Pino, M.; Sanzana, P., Muñoz, G. & Saave-
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tro sur de Chile durante el Pleistoceno tardío. J. Societé
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42
Pino, M. 2000. The stratigraphy and environmental geo-
logy of Monte Verde: classic uniformitarism and multiples
scales of research. Taller Internacional de la International
Union For Quaternary Research “La Colonización de Améri-
ca del Sur durante la transición Pleistoceno / Holoceno”.
43
Las diatomeas son microalgas pertenecientes al Reino Pro-
tista, clase Bacillariophyceae. Aparecieron hace 60 millones de años aproximadamen-
te. Habitan en los cuerpos de agua marinos y continentales (lagos y ríos), son parte
del plancton, del bentos1 y también habitan en algunos organismos con alto índice de
humedad como los musgos. Son organismos autótrofos, es decir, fabrican su propio
alimento a partir de la energía del sol y sustancias inorgánicas. Aportan gran cantidad
de energía al ecosistema acuático ya que contribuyen cerca del 90% de la producti-
vidad primaria y fi jan alrededor del 20 % de carbono del ambiente Las diatomeas son
especies muy abundantes y cosmopolitas, pueden sobrevivir incluso en condiciones
ambientales extremas como en zonas de baja temperatura mediante un sistema de
resistencia a la congelación (Cocconeis californica) y zonas con altos índices de rese-
quedad, como los salares (Nitzschia spp.)
Respecto a su estructura, las diatomeas están compuestas por una sola célula llama-
da frústulo revestida por una capa de proteínas y cubierta por un compuesto llamado
sílice (SiO2). Están conformadas por dos valvas que encajan entre si perfectamente y
exteriormente protegidas por una lámina orgánica. Su tamaño es muy pequeño, pue-
Capítulo V
LAS DIATOMEAS
EN EL SITIO PILAUCO
Leonora Jarpa
44
de variar entre 10 y 300 micras2 según la especie. Poseen distintas ornamentaciones
como estrías y poros muy importantes para su identifi cación y clasifi cación, ya que su
presencia y distribución en el frústulo son específi cos para cada especie. Los poros le
permiten a la diatomea mantener una comunicación dinámica entre su medio interno
y el medio externo a través de la salida de desechos y la entrada de nutrientes.
Cuando las diatomeas mueren, sólo permanece la capa silícea del frústulo, la que
conserva el diseño original específi co del microorganismo. De esta manera, es posible
la identifi cación de diatomeas fósiles con una taxonomía basada principalmente en
la simetría, morfología, tamaño y forma del frústulo. Las diatomeas se dividen según
su simetría en dos grandes grupos, diatomeas pennales de simetría bilateral y diato-
meas centrales de simetría radial
Ecología de las diatomeas
Las diatomeas pueden llevar una vida solitaria o en grupo formando cadenas a partir
de la unión de sus apéndices cuando existen. El crecimiento y abundancia de las co-
munidades de diatomeas en un cuerpo de agua depende estrictamente de los factores
ambientales físicos, químicos y biológicos presentes. Los requerimientos de las dia-
tomeas por estos factores varían con cada grupo, existiendo algunas diatomeas que
pueden vivir en ambientes muy diversos en cuanto a disponibilidad e intensidad de
dichos factores. Estas diatomeas pueden tolerar altas variaciones en las condiciones
ambientales sin alterar su abundancia, mientras que existen otras que sólo pueden
sobrevivir bajo condiciones ambientales muy específi cas, es el caso de Lichmophora
antarctica que solamente sobrevive en la Antártida, estos grupos son utilizados como
indicadores biológicos.
Entre los factores físicos se encuentran la temperatura, luz, turbulencia y cubiertas
de hielo. Los factores químicos que controlan la distribución de estas microalgas son
45
los nutrientes, el sílice, el pH y la salinidad. Dentro de los nutrientes destacan el
Nitrógeno y el Fósforo que son necesarios para su crecimiento. Para las diatomeas la
sílice es muy importante ya que forma parte del frústulo, los cambios en su disponi-
bilidad también infl uyen sobre la composición de la fl ora de diatomeas. Y por último,
los factores biológicos a tener en cuenta son el mutualismo3 y el parasitismo4 que
también interactúan con las diatomeas.
Las diatomeas en ciencias ambientales y paleoambientales
Las diatomeas han sido utilizadas en un gran número de disciplinas científi cas, para
estos estudios sólo son útiles aquellas diatomeas ecológicamente sensibles, es decir,
que sólo pueden sobrevivir bajo condiciones ambientales estrictas.
Dentro de las disciplinas se encuentran por ejemplo las del área de biología am-
biental, donde se estudian comunidades de diatomeas actuales o vivas para evaluar
la calidad del agua, contaminación, eutrofi cación5, y acidifi cación6 de un cuerpo de
agua. Por otra parte, las diatomeas también se requieren para investigaciones del
tipo paleoambiental (como es el caso de Pilauco), en estos estudios se utilizan las
diatomeas fósiles de los fondos de lagos, ríos o océanos que antiguamente vivieron
bajo condiciones ambientales probablemente muy diferentes a las observadas en
la actualidad, de ésta manera, mediante su identifi cación es posible reconstruir
la historia hidrológica, ambiental y limnológica (en el caso de los lagos) de los sis-
temas acuáticos, reconstruir además los cambios en el nivel del agua, y cambios
climáticos.
46
Diatomeas en el Sitio Paleontológico Pilauco
Con este estudio se pretende reconstruir el tipo de humedal7 donde fosilizaron los
mamíferos en Pilauco. Se extrajeron 54 muestras de sedimento de la pared Este de
la cuadrícula 8J de la excavación principal. De estas sólo se analizaron las muestras
de la capa portadora de los fósiles (PB-7) entre los 469 y 419 cm. También se analizó
una muestra tomada de la parte del techo de la capa PB-9, la mas joven. En la capa
PB-7 se observó una alta riqueza8 de fósiles de diatomeas bentónicas (12 especies
diferentes).
Las diatomeas bentónicas prefi eren vivir en aguas someras, generalmente las orillas
de los humedales, adheridas a rocas, plantas, fango, arena, etc. Estas no se encuen-
tran libres en las aguas a diferencias de las diatomeas planctónicas que habitan en
aguas más profundas, estas diatomeas mostraron muy poca riqueza en los sedimentos
(sólo 2 especies). En el perfi l se diferencian tres Zonas o periodos, en la Zona III se ob-
serva gran cantidad de diatomeas bentónicas indicadoras de aguas someras (Navicula
dicephala, Navicula lengana y Pinnularia divergens), pero disminuyen gradualmente
hacia la siguiente zona. En la Zona II dominan diatomeas planctónicas indicadoras de
aguas más profundas. La Zona I nuevamente esta caracterizada por diatomeas ben-
tónicas. Así se observan 3 ciclos mayores, dos relacionados con aguas someras y uno
con aguas profundas, aunque también se pueden observar dentro de las Zonas I y III
ciclos menores que indican aumento de la profundidad del agua, en un orden menor
a la Zona II.
Estos resultados nos entregan una aproximación del tipo de ambiente de hace 12.500
años, este correspondería a una típica orilla de un humedal con vegetación y poca
energía, con muy poca profundidad, poco arrastre de agua y que permitía el creci-
47
miento de plantas acuáticas (Zonas I y III). Los cambios que ocurren entre las Zo-
nas antes mencionadas (Zona II) se interpretan como posibles crecidas del río y su
consecuente aumento en el nivel del agua, inferido del aumento de los frústulos de
las diatomeas planctónicas. En la muestra más joven del techo de PB-9 casi no hay
presencia de diatomeas, esto sugiere que este ambiente tiene un bajo porcentaje de
agua, es decir que el humedal se estaría secando y el río Damas se habría alejado del
sitio tal como se observa hoy en día.
Bibliografía Complementaria
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49
Miles de años atrás, el área de Pilauco tenía un aspecto
muy distinto al de hoy. Diversos procesos han contribuido y dado forma al paisaje ac-
tual. Pueden parecernos muy lejanos, sin embargo en nuestro entorno encontramos
un completo archivo histórico.
Los sedimentos archivan registros físicos, químicos y biológicos de las condiciones
ambientales en que ocurrió la depositación de estos. Muchos elementos forman parte
de este proceso constante, entre ellos los granos de polen. Todas las plantas produ-
cen polen o esporas como parte de sus ciclos reproductivos. Estos pueden ser trans-
portados de distintas maneras, siendo el viento y el agua sus mejores vehículos.
La vegetación y el polen que ella produce mantienen una relación cuantitativa. Por
tal razón el análisis polínico de los sedimentos permite reconstruir la historia de la
vegetación que se desarrollaba en el sitio. Por su parte, la vegetación está fuerte-
mente determinada por el clima de una región, así conociendo qué plantas estaban
presentes en un sitio, será posible determinar el clima imperante en el pasado.
Capítulo VI
¿Y QUÉ NOS CUENTAN
LOS POLEN?:
RECONSTRUYENDO
LA HISTORIA CLIMÁTICA Y
VEGETACIONAL DEL SITIO PILAUCO
Ana María Abarzúa & Alia Gajardo-Pinchicura
50
El potencial del polen en la reconstrucción de la vegetación/clima se debe en primer
lugar a su capacidad de conservación. Posee una extremada resistencia debida a la
esporopolenina1. La esporopolenina puede conservarse a lo largo de siglos, milenios
y millones de años en un depósito geológico. Presenta gran variabilidad de formas y
cada especie tiene su diseño/tamaño particular, lo que hace posible su identifi cación.
Otro importante factor es la enorme cantidad en que es producido.
El clima hace desde el término de la última edad de los hielos
Los grandes cambios vegetacionales registrados en Chile central-sur durante los úl-
timos 14.700 años 14C antes del presente (A.P.) evidencian el impacto asociado a
cambios en las precipitaciones debido a fl uctuaciones de los Vientos del Oeste2. Tres
pulsos de calentamiento se describen para la región desde el término de la última
glaciación: 14.700 – 13.000 y 10.000 años A.P.
Los registros de polen fósil en la Región de los Lagos muestran la rápida expansión de
la vegetación, luego del retroceso de los glaciares hace 14.700 años A.P. Este evento
esta asociado a un aumento de la temperatura anual en 5-6ºC. El clima imperante
durante la etapa pionera de colonización puede ser interpretado como húmedo y
todavía frío, como lo sugiere la presencia de especies de Tundra Magallánica y el pre-
dominio de vegetación abierta. Actualmente, esta formación vegetal se desarrolla en
las cimas de la Cordillera de la Costa en la región, donde existen fuertes tormentas
de viento, precipitaciones que exceden los 4000 mm anuales y temperaturas prome-
dio anuales que no sobrepasan los 8°C.
51
Hace 13.000 años A.P. comenzó el dominio de los bosques templado-lluviosos en el sur
de Chile. El clima continuo calentándose lentamente y el paisaje se cubrió de bos-
ques de mirtáceas (por ejemplo arrayán o luma), mañíos, lianas y helechos, típicos
elementos de la fl ora actual en la región.
El último y defi nitivo pulso de calentamiento (alrededor de 2-3°C) ocurrió hace 10.000
años A.P., dando comienzo al periodo Holoceno. Los árboles de los bosques antes des-
critos bosque fueron reemplazado por especies que crecen mejor en condiciones más
cálidas como el tineo (Weinmannia trichosperma), el ulmo (Eucryphia cordifolia) y la
tiaca (Caldcluvia paniculata).
Si la tendencia de calentamiento iniciada al fi n de la edad de los hielos fue sostenida
o hubo pequeños enfriamientos es un tema sobre el cual no existe concenso. Ciertos
autores proponen un evento frío llamado en el Hemisferio Norte Younger Dryas. Sin
embargo, en nuestra región no existen evidencias comparables con tal evento. El
desarrollo de acotados avances glaciales en el extremo sur de Chile y la presencia de
ciertos especies de bosque frío en la Región de los Lagos, como los mañios o Podo-
carpaceas, hacen presumir un periodo de enfriamiento durante 12.200 - 11.000 años
A.P. Sin embargo, la su presencia podría estar relacionado a otras causas ecológicas
distintas de las climáticas.
El registro de polen fósil en el sitio de Pilauco
Para iniciar el trabajo de reconstrucción del paleoclima el primer paso consiste en
aislar el material a analizar. Esto se consigue mediante rigurososo tratamientos de
laboratorio, eliminando la materia orgánica, la celulosa e incluido los minerales. Así
queda sólo el residuo orgánico donde se encuentran los granos de polen y esporas.
Una vez superada esta etapa es necesario identifi car cada grano de polen en un mi-
croscopio. Entonces se obtendrá una imagen de la vegetación y sus variaciones a lo
largo del tiempo. La literatura indica que deben realizarse un conteo mínimo de 150
52
a 300 granos de polen por muestra. Esto variará según la concentración polínica del
sedimento, pues aun cuando los palinomorfos3 son muy resistentes, algunos sedimen-
tos con bajo contenido orgánico pueden interferir con su conservación. Esto sucede
frecuentemente en los sitios arqueológicos.
En el sitio de Pilauco se analizó el contenido de polen de la capa portadora de los fó-
siles (PB-7), para la reconstrucción del ambiente en que vivió esta fauna. Se describió
el conjunto de especies vegetales existentes cada 5 a 10cm de profundidad, desde los
469 a los 429cm de profundidad.
El conjunto de granos de polen y esporas muestra un paisaje abierto4, con mucha
abundancia de especies no arbóreas como las gramíneas o Poaceae y las margaritas
o Asteraceae. Entre las especies arbóreas destaca la presencia de coníferas como el
lleuque (Prumnopitys andina), mañíos (Podocarpus nubigenus y Saxegothaea conspi-
cua) y ciprés de las Guaitecas (Fitzroya/Pilgerodendron). Otros árboles presentes en
el sitio Pilauco son las Mirtáceas (e.g. arrayán, luma y tepú), maitén (Maytenus sp.),
olivillo (Aextoxicon punctatum) y coigües (Nothofagus tipo-dombeyi). Se registran
también esporas de helechos y especies acuáticas.
A partir de estos resultados, podemos ver el típico conjunto de vegetación abierta
que dominaba el paisaje durante el fi n de la edad de los hielos en la depresión inter-
media de la Región de los Lagos. Una vegetación caracterizada por muchas especies
de Poaceae y Asteraceae, las cuales pudieron servir como alimento y zonas de des-
plazamiento para los macizos gonfoterios que habitaban las orillas del antiguo río
Damas en Pilauco.
53
La escasa presencia de especies arbóreas en el registro de polen, evidencian el aporte
mas bien regional de bosque Nordpatagónico con coníferas, o sea que en las cercanías
del sitio se desarrollaba un bosque húmedo con las típicas especies de condiciones
frías antes descritas.
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Páginas web relacionadas
55
En varios de los capítulos de este libro se describe una va-
riedad importante de animales vertebrados que se preservaron sorprendentemente
bien en el sitio Pilauco. Sin embargo, no sólo los huesos y otros tejidos de mamíferos
tienen la capacidad de perdurar tanto a través del tiempo. La presencia de exoesque-
leto1 de artrópodos en el lugar, da cuenta una gran diversidad de especímenes que
conformaron alguna vez la entomofauna de hace más de 12.500 años.
El grupo de los artrópodos lo conforman todos aquellos animales invertebrados que
poseen un exoesqueleto, patas articuladas y una segmentación corporal bien defi ni-
da. En esta clasifi cación se encuentran por ejemplo arañas, crustáceos e insectos. No
es de sorprender que elementos tan pequeños logren conservarse en el sedimento, la
quitina, el material que conforma el exoesqueleto se caracteriza por ser muy resis-
tente protegiendo integralmente al individuo. Los fósiles de invertebrados sin mine-
ralización2 se pueden encontrar con facilidad en sedimentos de lagos o en turberas
donde la falta de oxígeno en el ambiente de depositación origina un lugar ideal de
preservación.
Capítulo VII
LOS COLEÓPTEROS
DE PILAUCO
Alejandra Martel-Cea
56
En el sitio de excavación se registraron restos de insectos de la orden Coleoptera3,
principalmente una estructura llamada élitro, la cual es un ala modifi cada y endu-
recida que protege al dorso y las alas de estos pequeños animales. Como poseen
muchas articulaciones en su exoesqueleto es difícil encontrar individuos completos.
En diferentes cuadrículas, y a lo largo de todo el estrato portador de fósiles, fueron
encontrados 15 restos de coleópteros, entre élitros y trozos de la cubierta torácica
(prosternón), que no superan el centímetro de largo. Su estado de conservación es
variado, existiendo en el caso de élitros, desde piezas completas hasta restos muy
fragmentados.
Se clasifi caron tres familias de coleópteros: Carabidae, Scarabidae y Curculionidae.
Carabidae son depredadores que habitan generalmente en suelos. Los élitros encon-
trados son de color negro con líneas a lo largo (siete a nueve líneas paralelas), y no
miden más de 4 mm. La mayoría de los ejemplares recolectados pertenecen a esta
familia.
Scarabidae suelen ser los coleópteros más grandes de este orden, pueden alimentar-
se de restos vegetales y estiércol. El ejemplar hallado fue identifi cado a partir de un
fragmento anterior del élitro derecho, que posee estrías más separadas con respecto
a Carabidae además de pequeñas hendiduras en toda la estructura.
Curculionidae se caracteriza porque una parte de esta familia presenta un exoes-
queleto más quitinizado4 y resistente. Se alimentan de plantas vivas y suelen en-
contrarse tanto en el suelo como en los árboles. Los dos especímenes encontrados
se caracterizan porque la textura de los élitros es irregular y no lisa como Carabi-
dae y Scarabidae. El insecto identifi cado como Aegorhinus sp. suele estar asociado a
árboles como el coigue (Nothofagus dombeyii).
57
Coleópteros en Chile
Para Chile han sido descritas 96 familias de coleópteros, repartidos en 1.196 géneros
con 3.947 especies, siendo claramente uno de los grupos más diversos y numerosos
dentro de los insectos. La diversidad de formas y tamaños son tan amplias como los
tipos de ambientes que existen en el país. Desde las zonas áridas hasta el extremo
austral, los coleópteros ocupan diferentes nichos ecológicos como depredadores, ca-
rroñeros y fi tófagos5 entre otros. No sólo se encuentran en el medio terrestre, sino
que también existen especies acuáticas y semiacuáticas. El endemismo es un punto
que se destaca en el Bosque Valdiviano (36º a 44º latitud sur), es decir, existen espe-
cies que no habitan en otras zonas biogeográfi cas de Chile y del mundo.
En la región de Los Lagos ya se habían encontrado restos fósiles de coleópteros. En
Puerto Octay se hallaron insectos de 18.000 años atrás, también en Puyehue, Puerto
Varas, Rupanco, Pelluco y Monte Verde. Las fechas obtenidas en estos lugares van
desde 12.000 hasta 28.000 años A.P. Los análisis de estas investigaciones muestran
que los insectos de aquella época preferían temperaturas más bajas que las actuales,
lo que coincide con la fi nalización de la última glaciación, llamada Llanquihue. Los
datos aportados en Pilauco también forman parte importante de esta red información
paleoclimática que ayuda a desentrañar las condiciones ambientales de Pilauco hace
12.500 años.
58
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59
Tanto los elefantes actuales como los extintos mamuts,
mastodontes y gonfoterios tuvieron gran éxito en los distintos hábitats que coloni-
zaron. A los proboscidios se les encuentra desde hace 58 millones de años en todos
los continentes con excepción de la Antártida y Australia. Son miembros de la me-
gafauna, animales que en su mayoría se encuentran extintos y cuyo peso era igual o
superior a una tonelada. Estos grandes mamíferos tuvieron su esplendor hasta unos
10.000 años atrás.
Los proboscidios son un grupo de animales cuya nariz y labio superior se encuentran
fusionados y que presentan defensas (incisivos, jamás colmillos) superiores, inferio-
res o ambas a la vez. Como grupo tuvieron gran éxito desde su orígen en el Paleoceno
del norte de África, donde se encuentran los más antiguos ancestros representantes
de este orden, el Phosphatherium y el Moeritherium de talla y conformación pare-
cida a un cerdo. Actualmente solo existen dos especies vivas; Loxodonta africana, el
elefante africano y Elephas maximus, el elefante asiático.
Lo más particular en la evolución de los proboscidios, es su incremento en tamaño.
Ésto se vió refl ejado en las distintas estructuras del cuerpo, como en las defensas, las
que ocuparon en diferentes aspectos de su vida (por ejemplo: en la búsqueda de ali-
mento y competencia por las hembras). En algunas especies estas defensas llegaron a
Capítulo VIII
EL GONFOTERIO
DE PILAUCO
Omar Recabarren
60
tener tamaños inmensos, sobrepasando los cuatro metros de largo. La constitución es
igual a la de un diente normal, con una cavidad pulpar, dentina y esmalte. La trompa
también sufrió modifi caciones, a lo largo de la evolución del grupo, haciendo las ve-
ces de una verdadera mano en algunos casos y convirtiéndose en lo más característico
del orden proboscídeo. Con ella pueden respirar, llevarse la comida a la boca, beber
agua, comunicarse y levantar objetos.
Algo que se destaca de las especies actuales de proboscidios es el cerebro, el que
sufrió un notorio aumento de volumen, desde los ancestros del grupo hasta los actua-
les sobrevivientes. Este aumento ha sido al menos diez veces el volumen del primer
antecesor conocido del grupo. La similitud entre el cerebro del elefante actual y del
cerebro humano, es singular y esto se debe a la convergencia evolutiva1. Se sabe que
los elefantes actuales son capaces de usar herramientas, particularidad en la manera
de resolver problemas que ha sido casi exclusiva de ciertos grupos animales como los
primates (uno de ellos, el ser humano).
Los proboscídeos sudamericanos y sus fósiles en Chile
Todo el material fósil de los distintos sitios en America del Sur ha sido asignado a la
familia Gomphotheriidae. Esta familia en Sudamérica se caracteriza por poseer sólo
defensas superiores. Además sus molares intermedios sólo tienen tres colinas sucesi-
vas (trilofodontos) y poseen una sínfi sis2 muy corta, en la mandíbula inferior.
La familia Gomphotheriidae cuenta con varios géneros en el mundo pero en Sudamé-
rica sólo se registran Cuvieronius y Stegomastodon. El primero es un género repre-
sentado por la especie Cuvieronius hyodon mientras que Stegomastodon es un género
representado por dos especies S. waringi y S. platensis (Fig. 1).
61
Cuvieronius hyodon poseía un cráneo alargado y bajo, con defensas superiores tor-
sionadas hacia fuera y banda de esmalte que sigue la torsión. Los alvéolos, orifi cios
en los maxilares en los cuales se insertan las defensas, son abiertos. Se distribuyó
geográfi camente en Colombia, Ecuador, Bolivia (Tarija) y muchos autores los asigna-
ban a Monte Verde y Chiloé en el sur de Chile. Los restos más antiguos en Sudamérica
corresponden al Pleistoceno inferior - medio en Imbabura (Norte de Ecuador) y los
más recientes corresponden al Pleistoceno Superior de Tibitó en Colombia y Tagua
– Tagua en Chile.
Stegomastodon waringi poseía un cráneo corto y alto, parecido al de los elefantes
actuales. Las diferencias con S. platensis son sutiles, basándose todas en la forma
del cráneo. Sus defensas son casi rectas, con curvatura y torsión leves. Los juveniles
de esta especie, presentan una banda de esmalte que al llegar a la adultez desapa-
rece. La distribución geográfi ca de esta especie incluye Lagoa Santa en Minas Gerais
y Bonito en Mato Grosso do Sul (Brasil), la península de Santa Elena en Ecuador y el
sitio Taima – Taima en Venezuela. Esta especie se conoce desde el Pleistoceno medio
y superior, en las regiones mencionadas.
Stegomastodon platensis presenta un cráneo corto y alto, defensas superiores largas
y macizas, sin esmalte, encorvados en el macho hacia arriba y rectos en las hembras.
Sus alvéolos permanecen cercanos a la línea media de la cabeza. Su distribución
geográfi ca los hace típicos de la región pampeana de Argentina, encontrándose en
Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, y Entre Ríos. Uruguay y Paraguay también presentan
registros de esta especie. Su aparición ocurre desde el Pleistoceno medio y superior
en las regiones señaladas.
En Chile la identifi cación de fósiles de gonfoterio en los diversos sitios arqueo - pa-
leontológicos ha sido bastante compleja, ya que frecuentemente se registran sola-
mente molares aislados (por ejemplo: en Galvarino, Máfi l, Los Lagos, Paillaco, Lomas
Blancas, Los Pinos, Mulpulmo, Huilma, Nochaco, Monte Verde y Castro en Chiloé).
Los molares arrojan muy poca información para poder clasifi car estos animales. Los
62
restos del esqueleto apendicular3 tampoco facilitan la clasifi cación (como los encon-
trados en sitios como Tagua – Tagua).
Las defensas y el cráneo son de especial relevancia, determinándose con los primeros
el género y con el segundo la especie. Dado que no es frecuente hallarlos, es común
cometer equivocaciones al momento de identifi car la pertenencia de los huesos fósi-
les a una u otra especie.
Las nuevas piezas del gonfoterio
Los fósiles encontrados en el año 1986 en Pilauco están expuestos en el Museo Histó-
rico Municipal de Osorno. Corresponden a una rama mandibula izquierda con molares
m2 y m3 insertos en ella, una derecha con sólo un molar m3, un molar m2 inferior
derecho suelto, un húmero derecho, tres vértebras torácicas, parte de apófi sis espi-
nosas, trozos de huesos neumáticos y tejidos blandos.
A estos fósiles se suman los encontrados en la temporada 2007 – 2008. Estos restos,
en su mayoría del esqueleto axial, corresponden a vértebras cuya disposición en la
serie vertebral esta aún en estudio. Una de las piezas mejor conservadas corresponde
a una vértebra cervical, la primera en su serie, el atlas (Fig. 2). Esta vértebra posee
un diámetro de 33 cm, medido desde sus apófi sis transversas. Está conservada casi en
su totalidad, faltándole sólo un hueso de la parte ventral externa. Se han encontrado
por lo menos dos costillas de este gran mamífero, las que son claramente asignables
a gonfoterio, una de ellas pertenece al primer par de ellas.
Del esqueleto apendicular cabe destacar una serie de tres huesos largos. La identifi -
cación de cada uno de ellos es compleja debido al estado en que fueron encontrados,
ya que todos presentan diáfi sis y sus epífi sis4 faltan en todos los casos. De la cintura
63
pélvica se rescató parte de la pelvis, conformada por un gran hueso coxal y un re-
manente del otro hueso coxal (Fig. 3), la identifi cación de su disposición derecha o
izquierda es compleja debido a su estado. Se recuperó una escápula de la cintura
escapular, de la cual faltan sus extremos en todo el perímetro de la misma. El hueso
mide 64, 7 cm desde el extremo de la cavidad glenoidea, en donde articula la cabeza
del húmero, hasta el extremo proximal de la escápula.
La mayor parte de estos nuevos registros de gonfoterio en Pilauco, se encontraron en
la zona noreste y sureste de la excavación, concentrándose las vértebras en las cua-
drículas 9G, 9H y 10G. La pelvis se dispone en las cuadriculas 8G y 8H, y la escápula
en 11I, 11J, 12I y 12J. Los huesos no se encontraron articulados, pero sí con un or-
denamiento proporcional al cuerpo del animal, como si este hubiera estado tumbado
en uno de sus costados (Fig. 4). Del cráneo y de las defensas no se han encontraron
restos, pues aún cuando existen decenas de pequeños trozos de huesos craneales, no
ha sido posible identifi car a qué animal de la megafauna pertenecen.
Investigaciones anteriores han propuesto que la especie de gonfoterio que habitaba
en toda la zona sur de Chile correspondería a Stegomastodon platensis, proboscídeo
característico de la zona sureste de América del Sur. En Pilauco habría existido una
población de estos animales, alimentándose en las orillas del antiguo río Damas.
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Dentro de los fósiles de vertebrados que se han encontrado
en Pilauco, existe una alta proporción de dientes. Esto se debe a que los materiales
que los constituyen, como el esmalte, son los tejidos de origen animal más resisten-
tes en la naturaleza, y fosilizan perfectamente. Por otra parte, cada animal tiene
decenas de dientes. Dentro del espectro de dientes encontrados, registramos varios
dientes de un animal que hace 12.5000 años era muy común, el caballo americano.
Los caballos pertenecen a un orden llamado Perisodáctila, el cual incluye a los anima-
les que se caracterizan por apoyarse sobre el suelo con un número impar de dedos.
Aquí se agrupan los tapires, rinocerontes y caballos. Los géneros más antiguos se
remontan al Eoceno inferior (55 millones de años atrás). Un gigantesco rinoceronte
sin cuerno que vivió en Asia fue Baluchiterium grangeri, quien medía 5 metros de
altura y pesaba 12 toneladas. Es el mamífero terrestre más grande que ha existido
en la tierra.
En la evolución del orden Perisodáctila se reconocen dos familias: la familia Equidae,
conocida desde el Eoceno inferior de Europa y América del Norte, y los Palaeotherii-
dae, completamente extinta y que vivieron en Europa y Asia. Los animales agrupados
en la familia Equidae, de la cual son parte los caballos modernos, se caracterizan
por poseer un cráneo alargado, con un hueso nasal proyectado hacia delante en for-
Capítulo IX
¿CABALLOS EN PILAUCO?
Omar Recabarren
68
ma aguzada, caninos atrofi ados e incisivos en forma de cincel. Uno de los primeros
équidos fue Hyracotherium, un caballo de la talla de un perro pequeño que vivió en
América del Norte y de Europa. La evolución de la familia Equidae, trajo consigo
una disminución en el número de dedos llegando a la monodactilia1 en los caballos
modernos.
Los caballos llegaron a América del Sur a través del gran intercambio biótico ameri-
cano por el recién creado puente de Panamá hace 2,5 millones de años. Se distribu-
yeron por toda la región y desaparecieron de América alrededor de 10.000 años atrás.
Fueron domesticados en tiempos recientes en Asia, volviendo posteriormente en los
barcos de los conquistadores europeos.
En Sudamérica
Hippidion y Equus (Amerhippus) son el género y el subgénero de caballos que han
sido registrados en los diferentes hallazgos paleontológicos de Sudamérica. La apa-
rición de Hippidion es anterior a la de E. (Amerhippus), encontrándose desde el
Plioceno superior – Pleistoceno medio (2,5 millones de años atrás), mientras que E.
(Amerhippus) aparece en el Pleistoceno medio (1 millón de años atrás).
El género Hippidion se conoce sólo en América del Sur, con las siguientes especies:
principale, saldiasi y devillei. A Equus (Amerhippus) se le agrupan en Sudamérica las
siguientes especies: neogeus, insulatus, lasallei, andium y santaelenae.
En Chile se conocen solo dos especies de Hippidion: H. principale cuyo registro más
conocido se encuentra en la localidad de Tagua – Tagua y H. saldiasi cuyos fósiles se
han encontrado en sectores como Santa Rosa de Chena y Chacabuco. De E. (Amerhi-
ppus), en Chile se registra Equus (Amerhippus) andium en sectores como El Valle de
69
Elqui y Calera, en su aparición más austral. Algunos autores sugieren la existencia de
la especie Equus (Amerhippus) santaelenae, para la formación Quebrada Quereo (IV
región). En Chile los dos géneros de caballos han sido encontrados en depósitos de la
parte fi nal de la edad de los hielos, hace unos 12.500 – 10.000 años atrás (Pleistoceno
superior).
Descriptivamente el subgénero E. (Amerhippus) se diferencia del género Hippidion en
la forma del cráneo, en la conformación de sus molares y en el esqueleto apendicular,
estas diferencias son también muy especifi cas en cada una de las especies.
El caballo en Pilauco
A medida que íbamos avanzamos en la excavación, fueron apareciendo fósiles de
caballo, algunos de fácil identifi cación. Principalmente registramos dientes, en total
9 molares superiores, 2 inferiores y 4 incisivos. En cuanto al esqueleto apendicular,
se encontró un trozo de epífi sis de un hueso indeterminado en la cuadrícula 12G y
lo que parece ser una especie de herramienta hecha con un hueso largo de caballo
(cuadrícula 11D). La dispersión del material fósil de caballo dentro de la excavación
no presenta una agrupación particula, más bien parece desordenada ya que los dien-
tes fueron encontrados en las cuadrículas 7H, 7G, 8F, 9G, 10J, 11D, 11E ,11I, 11J,
12E y 12G.
En cuanto a la identifi cación de la especie, sólo fue posible llegar a la clasifi cación
del género y el subgénero, ya que el material aportado hasta el momento, es insufi -
ciente para una determinación de la especie. El caballo de Pilauco entonces quedaría
asignado al subgénero Equus (Amerhippus), transformándose en el registro de este
animal más austral para Chile.
70
Bibliografía Recomendada
Alberdi, M. T., Prado, J. L., López, P., Labarca, R. &
Martínez, I. 2007. Hippidion saldiasi Roth, 1899 (Mammalia,
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71
En la cuadrícula E11 de la excavación, a una profundidad de 416
cm, se recuperó un fósil que corresponde a la caja craneana de un mamífero. Los
análisis de laboratorio en este material permitieron asignarlo al género Conepatus
de la familia Mephitidae, es decir, a un zorrino. La importancia de este hallazgo
radica en el hecho de que es el primer registro de la familia en Chile y aumenta su
paleodistribución en Sudamérica.
Estos mamíferos de talla mediana pertenecen al orden Carnívora, y existen tanto en
estado viviente como fósiles. Actualmente, en estado viviente se distribuyen en todo
el continente Americano, en las Filipinas e Indonesia. El registro fósil está presente
en América, Europa y Asia.
Características generales de un zorrino
Dependiendo del lugar geográfi co donde se encuentre este animal, posee diferentes
nombres comunes, como por ejemplo zorrino, zorrillo, mofeta o chingue. La longitud
del cuerpo varía entre los 25 a 75 cm. La longitud de la cola varía entre 20 a 45 cm.
El pelaje tiene variaciones de acuerdo a la región que ocupen, del negro marrón al
pardo rojizo. Poseen dos bandas blancas que cruzan longitudinalmente el cuerpo (de
cabeza a cola), pero existe una variación en la distribución de éstas en las distintas
especies.
Capítulo X
EL ZORRINO DE PILAUCO
Erwin González
72
Los zorrinos son especialmente omnívoros, se alimentan tanto de vegetales como de
insectos y pequeños mamíferos. Sus principales depredadores silvestres son pumas y
aves. Son animales de costumbres solitarias, pero la familia se mantiene unida por
lo menos hasta que los jóvenes puedan llevar una vida más segura en el medio am-
biente. La gestación dura alrededor de 45 días y por cada camada hay entre dos a
cinco crías. Algunos zorrinos habitan climas semiáridos, otros climas más templados
y tropicales, pero la mayoría tiene hábitos de desplazamiento muy parecidos. Son
de hábitos nocturnos o crepusculares, momentos en los cuales salen a cazar o ali-
mentarse de manera omnívora. Es muy difícil verles de día, ya que en ese momento
ocupan los bosques, cuevas, troncos caídos o madrigueras, lugares que utilizan para
dormir o de simplemente de refugio. Una de sus adaptaciones más importantes es
una glándula que emana un olor muy desagradable, la cual permite defenderse de
sus depredadores.
Distribución y taxonomía actual
Históricamente los zorrinos fueron clasifi cados por los biólogos como una subfamilia
incluida dentro de la familia Mustelidae. Recientes estudios fi logenéticos1 los han
puesto en una categoría superior a un nivel de familia. La familia Mephitidae está
compuesta por cuatro géneros y doce especies, que son: Mephitis mephitis, Mephitis
macroura, Spilogale gracilis, Spilogale putorius, Spilogale pygmaea, Conepatus me-
soleucus, Conepatus leuconotus, Conepatus semistriatus, Conepatus Chinga, Cone-
patus humboldti, Mydaus javanensis y Mydaus marchei. El único género de la familia
que se presenta con especies vivientes en Sudamérica, es Conepatus. Las especies
Conepatus chinga y Conepatus humboldti, se encuentran únicamente en Sudamérica
y Conepatus semistriatus se distribuye desde América Central a Sudamérica.
Hasta la fecha no se han realizado sufi cientes trabajos de biogeografía del género
en Sudamérica, y sobre todo en Chile. Es claro si, que el género se encuentra dis-
73
tribuido a lo largo de todo Chile, pero la delimitación espacial de Conepatus chinga
y Conepatus humboldti es hasta la fecha inexacta. Es necesario hacer notar que se
necesita hacer una revisión sistemática del grupo teniendo en cuenta la variación
intraespecífi ca de las especies actuales, es decir, análisis morfológicos, moleculares
y ecológicos.
Distribución y taxonomía paleontológica
El registro más antiguo de la familia es el fósil de un zorrino encontrado en Alemania,
Palaeomephitis steinheimensis, cuyos sedimentos tienen una edad aproximada de
11,5 millones de años. El registro más temprano del género Conepatus está registrado
en sedimentos de hace aproximadamente 5 millones de años en la localidad de Gua-
najuato en México. Fue llamado Conepatus sanmiguelensis sp. nov.2
Los Conepatus fósiles están bien representados en Sudamérica como único género del
continente. Las razones de este hecho no han sido estudiadas en extenso, pero en
general tienen que ver con la complejidad del Gran Intercambio Biótico Americano a
través del puente de Panamá.
El registro fósil de los Carnívoros placentarios continentales de América del Sur se
extiende hasta el Mioceno tardío y se inicia con el ingreso de las familias Felidae
(gatos), Canidae (lobos), Ursidae (osos), Mustelidae (nutrias) y Procyonidae (mapa-
che y coatí) desde América del Norte. Este evento, conocido como Gran Intercambio
Biótico Americano, se encuentra estrechamente asociado a la creación del istmo de
Panamá. A fi nales del Plioceno (cerca de 1,8 millones de años) ingresan los cánidos y
los mustélidos, pero es recién a comienzos del Ensenadense (Plioceno tardío-Pleisto-
ceno medio) cuando se diversifi ca el grupo con la aparición en escena de los Ursidae,
Felidae, Mephitidae, Lutrinae y los grandes cánidos.
74
Dentro del registro fósil de la familia Mephitidae en Sudamérica, el género Conepa-
tus es el más numeroso y extenso, abarcando su distribución a casi todos los países.
Los lugares con más materiales descritos corresponden a localidades de Argentina y
Brasil. En Chile nunca se había registrado un integrante de la familia Mephitidae,
por ende este hallazgo en el sitio de Pilauco es de relevancia, ya que aumenta la
diversidad de fósiles de vertebrados en Chile y la paleodistribución del taxón en
Sudamérica.
Entendiendo el cráneo de Pilauco
Una vez extraído el material se procedió a describirlo anatómicamente. A grandes
rasgos, en el material encontrado se puede observar que conserva gran parte de la
caja craneana presentando una apariencia en forma de cúpula. Sin embargo, fal-
tan las regiones facial y palatal3. No posee mandíbula, arcos cigomáticos4 ni bulas
timpánicas5. Las suturas están obliteradas (fusionadas) y no presenta cresta sagital,
sino que las líneas temporales que provienen de la región frontal delimitan un área
central elevada que se comprime transversalmente en la mitad de la caja craneana
formando un área lyriforme6 y que se comprime caudalmente, pero en el extremo
posterior de la caja craneana se ensanchan convexamente y confl uyen con las crestas
lambdoideas (similar a lo que ocurre en individuos subadultos actuales de Conepa-
tus). Las crestas lambdoideas, en vista occipital casi forman una especie de “v”,
un poco más extendida que la forma señalada. La superfi cie externa de la caja, por
detrás del arco cigomático y por encima del proceso mastoideo, presenta un abulta-
miento bien marcado. Esto se observa específi camente en el lado derecho del cráneo
y está dado por la neumatización (aireación de una cavidad) de la región mastoidea.
75
El abultamiento del cráneo dorsal al proceso mastoideo corresponde a una cavidad
interna producto de la invasión de la región mastoidea por la cavidad del oído medio.
Este rasgo es un carácter diagnóstico de Mephitidae.
Se hizo además una descripción del endocráneo, donde se destaca la ausencia del
tentorio óseo (rasgo diagnóstico para Mephitidae) que es una estructura que separa el
cerebro del cerebelo en otros mamíferos. Mediante la confección de un molde en sili-
cona del endocráneo se pudo constatar la existencia de otros caracteres diagnósticos
para Mephitidae, tales como los surcos cerebrales que se distinguen de Mustelidae o
de otros carnívoros tanto en su forma, tamaño, presencia o ausencia.
El área lyriforme antes descrita, la ausencia de la cresta sagital y las suturas oblite-
radas indican que el individuo es un subadultos, pero en este grupo de carnívoros.
El ejemplar descrito es en tamaño y morfología inseparable de los representantes
del género Conepatus y se diferencia de Spilogale y Mephitis, en que las crestas
lambdoideas no se encuentran tan desarrolladas, especialmente cerca del proceso
mastoideo. En Mephitis, las crestas lambdoideas están más expandidas en sentido la-
teral con respecto a la caja craneana. En los modernos Conepatus, independiente del
sexo, la fi sonomía abultada del cráneo es un rasgo importante al momento de separar
a Conepatus con los actuales Mephitis. En análisis numéricos preliminares el cráneo
subadulto de Pilauco es uno de los registros sudamericanos más grandes en tamaño,
inclusive en comparación con individuos adultos. En paleontología, el tamaño es una
variable que se usa para proponer especies nuevas, pero debe estar sustentada por
análisis estadísticos confi ables y debe tener en cuenta las distintas fases de desarro-
llo anatómico que tiene un individuo a lo largo de su vida.
En defi nitiva, el material referido fue asignado al género Conepatus sp. Aun no es po-
sible determinar la especie, ya que el material es muy fragmentario, y se necesita de
estudios más sofi sticados con el fi n de la comprensión de los caracteres diagnósticos
para las especies fósiles y actuales de Sudamérica.
76
Bibliografía Complementaria
Dragoo, J. W. & R. L. Honeycutt. 1997. Systematics of
Mustelid-Like Carnivores, Journal of Mammalogy. 78: 426 -
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77
En Pilauco convivieron hace 12.500 años atrás no sólo los
grandes gonfoterios y caballos, sino que también otros mamíferos muy pequeños que
existen hasta hoy, con las mismas características óseas.
En este capítulo describimos una especie de las registradas en el sitio Pilauco, que
está representada por un fragmento de cráneo de pequeñas dimensiones. Fue exca-
vado en la cuadricula 12J a una profundidad de 417 cm, en el estrato portador PB-7.
El fósil se extrajo del sitio junto con el sedimento que lo cubría, por lo que para efec-
tuar su identifi cación fue necesario hacer una delicada limpieza. Ésta se realizó bajo
una lupa binocular, con un pincel de dureza mediana para retirar el sedimento, polvo
y otras partículas que se encontraban en la superfi cie. Una vez terminada la limpieza
se efectuó un tratamiento para su consolidación. Una vez que el fósil se consolidó el
siguiente paso fue observar que rasgos podían ser útiles para su identifi cación, llama-
dos rasgos diagnósticos.
Del fragmento de cráneo se encuentran conservados los huesos frontal, parte del
arco zigomático, premaxilar superior derecho y maxilar superior derecho, incisivo
superior derecho y los molares M1, M2 y M3 también del cuadrante superior derecho.
Uno de los rasgos diagnósticos, empleados para clasifi car este fósil, fue la fórmula
dentaria, que se refi ere a la cantidad de cada tipo de diente que posee el animal.
Capítulo XI
EL RATÓN DE PIE CHICO
DEL SITIO PILAUCO
Patricia Canales, Milton Gallardo & Mario Pino
78
La abreviatura que se utiliza para plasmar la fórmula dentaria es I para incisivos, C
para caninos, P para los premolares y M para molares. Para obtener la fórmula se le
agrega el número de dientes de cada tipo por cuadrante superior, y luego el numero
de dientes de cada tipo por cuadrante inferior. Los cuadrantes son 4: I: lado izquierdo
de la quijada superior, II: lado derecho de la quijada superior, III: lado izquierdo de la
quijada inferior y IV: lado derecho de la quijada inferior.
Como ejemplo tomaremos al humano, que posee por cuadrante dos incisivos, un ca-
nino, dos premolares y tres molares, por lo tanto: I2, C1, P2, M3 en cada cuadrante
de la quijada. De esta manera I2/2, C1/1, P2/2, M3/3 será la fórmula dentaria, ya
que la cantidad de dientes en cada quijada es la misma. El número total de dientes
se consigue sumando todos los tipos de dientes y multiplicando el resultado por 2. Así
2+2+1+1+2+2+3+3 = 16x2 = 32 es el numero total de dientes para el humano.
Gracias a la observación de la dentición del pequeño fósil, que presenta un reducido
número de incisivos seguido por un diastema1, se pudo reconstruir su fórmula den-
taria, que es I1/1, C0/0, P0/0 M3/3. Esto permitió incluir a este animal fósil en una
gran Superfamilia de roedores llamada Muroidea que posee aproximadamente unas
1.500 especies repartidas en seis familias.
Para llegar a determinar el género y especie representados por este roedor fue nece-
sario hacer una comparación del cráneo fósil con cráneos de la colección de mamífe-
ros del Instituto de Ecología y Evolución de la Universidad Austral de Chile (Colección
de mamíferos IEEUACH), con énfasis en otro rasgo diagnóstico para este animal. Este
corresponde a la superfi cie masticatoria de los molares, pudiéndose así determinar
que este fósil correspondía a Loxodontomys micropus, el que aún vive, tanto en Chile
como en Argentina.
79
Loxodontomys micropus, de nombre común pericote patagónico o ratón de pie chico,
es una especie que se distribuye desde la región andina y pie de montaña del sur de
Chile y Argentina hasta la cordillera de Nahuelbuta e isla Grande de Chiloé. Latitu-
dinalmente se le encuentra desde la VIII Región hasta el extremo sur de Chile, y en
Argentina, desde Neuquén hacia el sur hasta el estrecho de Magallanes. Ocupa una
gran diversidad de habitats, pero se encuentra principalmente en el bosque lluvioso
templado templado (o pluviselva Valdiviana), bosque de Nothofagus, zonas de ma-
torral y estepa patagónica con cubierta de gramíneas, prefi riendo en Aysén praderas
con vegetación densa. Se encuentra desde el nivel del mar hasta los 3.000 m s.n.m.
Es un animal principalmente nocturno y herbívoro, consumiendo tanto musgos, hon-
gos y frutos como semillas.
Bibliografía Complementaria
Jayat J.P, Ortiz P.E., Teta P., Pardiñas F.J. y D’Elía G.
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81
Los roedores son uno de los grupos mas numerosos de los
mamíferos. Se caracterizan por un par largo de incisivos curvos de un color gene-
ralmente de un pardo amarillento, cubiertos de esmalte en la región labial (zona
en contacto con los labios) y dentina en la porción lingual (zona en contacto con
la lengua). Estos se encuentran tanto en la maxila como en la mandíbula y son de
crecimiento continuo, lo que quiere decir que crecen durante toda la vida de estos
animales para contrarrestar el desgaste por uso. Poseen un diastema (espacio sin
dientes) que separa los incisivos de los premolares y molares.
Los Octodontoideos son los más primitivos de los caviomorfos1. Estos roedores po-
seen cuatro premolares y cuatro molares y de los cuales los superiores poseen cinco
crestas que dan forman a los dibujos de los molariformes cuando estas se desgastan
por el uso.
Los antepasados de los coipos aparecen durante el límite Mioceno – Plioceno (alre-
dedor de 5 Ma). Estos fósiles fueron estudiados por el gran paleontólogo argentino
Ameghino, clasifi cándolos como Myopotamus paranensis (especie extinta). El géne-
Capítulo XII
LOS COIPOS
DEL SITIO PILAUCO
Izzat montero
82
ro Myocastor aparece representado por cuatro especies extintas M. paranensis, M .
obesus , M. priscus y Colpostemma sinuata y una viva M. coypus, los cuales hacen su
aparición al comienzo de la edad del hielo.
Losa fósiles analizados son:
18-11-2007-7-11D-438. Corresponde a parte de un incisivo; solo se recuperó esmalte,
sin raíz. Tiene un largo de 2,9 cm y 0,6 cm de ancho, de color pardo claro con una
degradación parcial hacia un pardo más oscuro.
18-12-2007-6-12I-445-34-36. Corresponde a parte de un incisivo mal conservado, sin
raíz y sin la totalidad de la porción lingual. Conserva parte de la dentina, tiene un
tamaño de 4 cm de longitud y 0,6 cm de ancho, de color pardo grisáceo con degrada-
ción hacia el pardo oscuro.
19-03-2008-404-10E-417-55-61 Esta pieza corresponde al incisivo superior izquierdo,
es uno de los dientes mas completos rescatados, en el se puede distinguir la super-
fi cie masticatoria (superfi cie oclusal) donde se aprecia un bisel generado por el uso,
parte de su raíz y la dentina de la porción lingual. Posee un largo de 6,3 cm y un an-
cho 0,8 cm de ancho con un espesor de 0,7 cm. Su coloración es de un pardo oscuro
en la zona cercana a la raíz y pardo grisáceo en el resto de su superfi cie.
20-03-2008-25-Ex.7 Corresponde a un tercer molar izquierdo y se encuentra en exce-
lentes condiciones. En este molar se aprecian claramente una serie de cíngulos en la
porción oclusal, es de un color negro marmolado de tamaño medio, con un largo de
1,4 cm. Su superfi cie masticatoria es de 0,6 por 1,1 cm.
Las observaciones realizadas en las diferentes piezas dentarias, permite asignarlas al
genero Myocastor. Las comparaciones fueron realizadas a partir del molar recupera-
do en la excavación, que presenta un dibujo en la región oclusal (superfi cie mastica-
toria) conformado por el desgaste de sus cúspides, las que se cotejaron con las de
los miocastóridos citados en la literatura. Además se compararon las piezas dentarias
83
con las de los coipos actuales, resultando ser similares a M. coypus. Se propone que
los restos corresponden a Myocastor coypus (coipo), que se mantiene presente desde
la edad de los hielos hasta nuestros días.
No es extraño pensar que se podría encontrar este tipo de roedores donde en el
pasado existía un pantano, dado que el coipo es un roedor adaptado a la vida semia-
cuática, su dieta se basa principalmente en raíces y plantas acuáticas pero también
puede alimentarse de moluscos de agua dulce. Posee membranas interdigitales, ex-
tremidades posteriores palmeadas; orejas pequeñas; ojos y orifi cios nasales situados
en la parte dorsal de la cabeza, lo que les permite ver y oler mientras nadan; labios
que se cierran por detrás de los incisivos. Cinco dedos en manos y pies. Pelaje de co-
lor pardo, vibrisas (pelos táctiles) en el extremo del hocico. Sus dimensiones pueden
variar entre 610 a 995 mm. Su peso puede oscilar entre los 5 y 10 kg, sin embargo
en algunos casos puede llegar a los 17 kg. Actualmente se encuentra distribuido en
Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay
Bibliografía Complementaria
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In (N. R. Reis, A. L. Peracchi, W.A. Pedro y I. P. Lima, eds.)
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85
¿Qué son los coprolitos?, ¿cuál es su importancia en los
estudios paleobiológicos, y ¿qué tipo de información se puede obtener a partir de su
análisis?
Los coprolitos son excrementos fosilizados de animales y se encuentran insertos en
los sedimentos, dejando huellas y evidencias de su existencia y también de su con-
ducta social. Los coprolitos son un ejemplo de trazas fósiles, es decir, corresponden a
estructuras sedimentarias que registran o evidencian la existencia de un organismo,
tales como: huellas, huevos, perforaciones, fecas, nidos, etc.
El estudio de las trazas fósiles brinda nuevas perspectivas para una mejor compren-
sión de la relación organismo/substrato y de esa forma interpretar condiciones de
vida en tiempos geológicos pasados. Por lo tanto, los coprolitos1 revisten gran im-
portancia en el estudio de localidades paleontológicas, ya que proveen de valiosa
información y detalles sobre la dieta, ambientes del pasado y sobre la fauna; por lo
que no sólo corresponden a los desechos producidos por la digestión de los alimentos
que fueron ingeridos. No solo nos informan del animal que pudo producirlos, sino que
Capítulo XIII
LOS COPROLITOS
DEL SITIO PILAUCO
Leonora Salvadores-Cerda y Ana María Abarzúa
86
también nos permite conocer a otros organismos que pudieron desarrollar parte de
sus ciclos de vida en ellos y para los cuales constituyen una fuente de nutrientes,
como en el caso de algunos insectos.
Por otra parte los análisis de muestras fecales actuales que buscan identifi car pará-
sitos también pueden ser aplicados en coprolitos tanto humanos como de animales.
Lo interesante es que estas técnicas y la experiencia de los especialistas permiten
realizar hallazgos de estructuras parasitarias que habitaron en animales ya extintos.
Por lo tanto, la presencia de estas formas parasitarias del pasado en agregados se-
dimentarios de restos vegetales (los que además presentan características muy dis-
tintas con los sedimentos en que fueron colectados), vienen a confi rmar que dichos
restos corresponden a coprolitos.
Los coprolitos del sitio Pilauco (cuatro ejemplares) fueron detectados en la excava-
ción por presentar un color marrón más claro que el sedimento que lo contenía, y por
mostrar a simple vista una gran cantidad de restos vegetales en pequeños fragmen-
tos. Al separarlos del sedimento portador, era notable su baja densidad aparente2.
Mediante diversas técnicas de laboratorio se han recuperado de ellos diversos restos
de origen vegetal, como fragmentos de hojas y ramas, juncos, algas palustres3, gra-
míneas4, semillas, granos de polen, esporas5 y fragmentos de estructuras correspon-
dientes a helechos, así como también fragmentos de cortezas, espinas, fi tolitos6 y
probables restos carpológicos7. Dentro de los restos vegetales recuperados desde los
87
cuatro coprolitos analizados se han podido identifi car algunas estructuras tales como
esporas de helechos de tipo Blechnum sp., Lophosoria sp., Ophioglossum sp. e Isoetes
sp. También se han identifi cado granos de polen de Podocarpus nubigena (mañío
macho), Promnopitus andina (lleuque), Pseudopanax laetevirens (sauco del diablo),
Mirtaceas, Raphitamnus, Gevuina avellana (avellano) y Lomatia sp. Esta información
podrá ser comparada con aquella obtenida independientemente del análisis palino-
lógico que se ha efectuado en los sedimentos del sitio Pilauco. Esta información es
paleontológicamente muy importante porque nos permitirá conocer cual era la dieta
de los animales, su comportamiento frente al alimento y sobre todo con esta informa-
ción contribuir a las conclusiones que podemos hacer sobre el ambiente y la ecología
del pasado que imperaban en norpatagonia chilena, especialmente en el sector que
actualmente se encuentra el sitio Pilauco
Sin duda el hallazgo más relevante corresponde a formas parasitarias correspondien-
tes a huevos de nematodos8 de los géneros Trichuris y Capillaria y de cestodos9 del
género Moniezia. Debido a la presencia de este último tipo de fósil podemos decir
que los coprolitos pertenecen a herbívoros, ya que actualmente este género parasita
sólo a los mamíferos rumiantes. De igual modo, el cestodo del género Anoplocephala
sólo parasita hoy a los equinos. Los huevos pertenecientes a Capillaria y Trichuris de
la familia Trichuridae, no parasitan actualmente a los equinos; sin embargo sí es po-
sible encontrarlos en otros animales tanto herbívoros como carnívoros u omnívoros.
No sabemos aún a cual de los animales pilauquenses parasitaron estos nemátodos y
cestodos, pero podemos concluir con certeza que el contenido vegetal y formas pa-
rasitarias confi rman que los coprolitos serían de animales herbívoros.
88
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91
Capítulo XIV
POBLAMIENTO HUMANO
TEMPRANO:
TRAS LAS HUELLAS DE
LOS PRIMEROS COLONOS DE
LA NORPATAGONIA CHILENA
Ximena Navarro Harris
Los avances logrados en materia de poblamiento temprano
permiten plantear algunas situaciones generales sobre los antiguos cazadores reco-
lectores suramericanos y a la vez distinguir sus especifi cidades. Durante el fi n de la
edad de los hielos estos grupos tuvieron que adaptarse a paleoambientes altamente
variables. Sus economías domésticas “de retorno inmediato”1 se sustentaban en base
a estrategias de apropiación de recursos animales y vegetales, ya fuese en zonas
homogéneas o aprovechando las formadas por parches de ambientes múltiples. La
inestabilidad ambiental en todo el continente suramericano debió sumar obstáculos
a estas primeras colonizaciones, limitando probablemente a estos colonos el estable-
cer vínculos más estables y estrechos en un determinado territorio. Posiblemente los
grados de movilidad de estas pequeñas poblaciones entre una zona y otra también
sufrieron distintas dinámicas de acuerdo a los potenciales recursos. Esto derivó en
92
las diferentes ocupaciones reconocidas y en la variabilidad cultural que refl eja la
evolución de los cazadores recolectores en el suelo americano.
El conocimiento que puede entregar la arqueología investigando los escasos y frag-
mentarios vestigios dejados por estos grupos tempranos, para poder interpretar sus
conductas de subsistencia y los patrones tecnológicos compartidos o que los distin-
guían, es una tarea ardua que dista mucho de llegar a completarse.
¿Quiénes y cómo eran estos primeros inmigrantes? No se conocen restos esqueletales
de seres humanos que vivieron en la edad de los hielos. Sin embargo a partir de esa
época existen escasas pero claras evidencias de que las poblaciones que ingresaron
a América eran premongoloides, o sea diferentes a los actuales asiáticos, y se dis-
tanciaban también de las poblaciones indígenas modernas del continente. Estudios
recientes sitúan en Asia Central el origen de los primeros emigrantes a América.
Algunos de estos grupos habrían penetrado por Behring entrando a América y otros
habrían buscado rutas distintas, migrando hacia el sur, llegando a Australia. Así, se
puede explicar la semejanza entre el tipo humano encontrado en Lagoa Santa (Bra-
sil) y las poblaciones aborígenes de Australia, si bien hay consenso en que no hubo
navegación temprana entre ambos continentes. Aproximadamente a partir de 8.000
años A.P.2, se sitúa el límite cronológico en que se documenta que en el continente
hay un nuevo tipo de pool genético correspondiente al tipo mongoloide, propio de
las poblaciones asiáticas de hoy, y que comparten una cercana semejanza con los
indígenas americanos actuales.
En el Cono Sur de América el poblamiento temprano, período denominado cazado-
res iniciales, o Paleoindio abarca un segmento temporal desde 13.500 años A.P. y se
extiende hasta el Holoceno, cerca de 9.000 A.P. Estas fechas han sido reconocidas
de manera incuestionable por parte de la comunidad científi ca. Sin embargo inves-
93
tigaciones que han arrojado dataciones más antiguas (33.000 años y más), aparte de
originar acaloradas discusiones, aún deben demostrar la asociación directa de tales
fechados con evidencias arqueológicas que las fundamenten.
Se ha podido delimitar tres áreas de ocupación temprana de la Patagonia: la primera
en Chile, en la región de las cuencas andinas ubicadas en el lado de la vertiente occi-
dental de los Andes (sitio Monte Verde); la segunda en la Meseta Central del Deseado
(sitio Cueva Los Toldos) y una tercera, en la Cuenca Magallánica vinculada con el
norte de Tierra del Fuego (sitio Tres Arroyos).
En la primera área se han reconocido algunas de las edades mas antiguas no solo
para Chile sino para toda América: Monte Verde I con una antigüedad de 33.730 años
A.P., y Monte Verde II con edades entre 12.800 -12.300 años A.P. Así se ha propuesto
hipotéticamente que las primeras migraciones ocurrieron a través de una posible
ruta migratoria norte – sur por el occidente. Asimismo las edades mas antiguas para
la Patagonia extra-andina y para la cuenca Magallánica se establecen entre 13.000 a
10.500 años A.P.
En el actual territorio chileno los sitios tempranos comparten ciertos rasgos comunes,
se acotan a la depresión intermedia y a zonas cercanas a la costa, además se caracte-
rizan por mostrar una subsistencia de tipo generalista. Predomina una industria lítica
de tipo expeditiva3. El registro arqueológico descubierto hasta ahora es fragmentario
y reducido en hallazgos, reuniendo a sitios ubicados entre el norte chico y el extremo
austral del país. Así podemos nombrar al sitio Quereo, cuya investigación ha arrojado
una valiosa información respecto a la presencia de megafauna pleistocénica en un
ambiente de quebrada costera cercana a Los Vilos. No obstante aún está en discusión
la aceptación de la presencia humana mediada por toscos elementos de piedra recu-
perados en el sitio.
94
Al sur de esta localidad se encuentra el recientemente descubierto sitio Santa Julia,
aún en estudio. En la zona central, cerca de San Fernando se localiza el conocido sitio
de Tagua Tagua, al borde de una antigua laguna hoy seca. En la zona centro sur, a la
vez, está Monte Verde, reconocido mundialmente por haber entregado evidencias
que cambiaron radicalmente las interpretaciones clásicas sobre la forma de vida y la
antigüedad de los primeros habitantes de este continente.
¿Cuáles son las evidencias que testimonian el primer estadio de vida en Chile?, ¿que
conocemos sobre los primeros protagonistas humanos que llegaron a habitar este te-
rritorio sureño tan lejano? El sitio paleoindio Santa Julia, ubicado en la zona costera
semiárida, a 3 km al interior de Coquimbo, es considerado uno de los más antiguos
de la Costa Pacífi ca suramericana con edades entre 11.090 y 10.920 años A.P., de-
mostrando clara asociación entre fauna extinta e instrumentos líticos. Se aislaron
artefactos de piedra tallada en cristal de cuarzo cercanos a restos de un fogón,
los que fueron encontradas junto a osamentas de caballo americano. Se trata de
un campamento abierto de tamaño restringido. Este es el primer sitio descubierto
gracias a estrategias metodológicas de prospección afi nadas para este propósito y
además cumple con ser un proyecto multidisciplinario que combina las perspectivas
de la arqueología, geología, paleontología, los estudios paleoambientales y la con-
servación.
El nivel II del sitio Quereo y Tagua Tagua I (11.000 años A.P) representan para sus
investigadores asentamientos con rasgos comunes. Son sitios abiertos de matanza y
faenamiento que comprometieron humedales vinculados a fauna extinta, represen-
tando diferentes respuestas. Destacan la presencia de gonfoterio, ciervo del pantano
y caballo junto con fauna menor actual como ranas, coipos, ratones, aves acuáticas
y peces. Compartieron técnicas de caza mediante impactos de rocas sobre cráneos
de gonfoterio, caballo y ciervo, transportando parte de las piezas de estos anima-
les fuera del lugar de matanza, mientras que el faenamiento ocurrió “in situ”. Hay
huesos con claras huellas de cuchillos o herramientas para descarnar. En este sitio
aparecieron también punzones de huesos de caballo pulimentados, usados como re-
95
tocadores. Si bien en Tagua Tagua la industria tallada bifacial4 en basalto y obsidiana
es clara y refi nada con técnica de presión5, habiéndose descubierto cuchillos y raspa-
dores y una punta cola de pescado6. Esta tipo de herramientas de piedra lítica no fue
encontrada en Quereo. La distribución espacial de los restos en ambos sitios refl ejó
un patrón de dispersión producido por la acción humana y por predadores menores,
entre los que se cuentan aves y roedores.
Cerca de Puerto Montt, a más de mil kilómetros al sur de Santiago, en la norpatagonia
chilena, el sitio Monte Verde registró una larga ocupación fechada en 12.500 años A.P.
Esta población habitó el bosque siempreverde, dejando evidencias de faenamiento
de megafauna, osamentas de gonfoterio y de paleolama y también indicios de que se
consumió fauna menor, coipo, ranas y aves. Las evidencias sugieren que la matanza y
faenamiento de estos grandes animales ocurrió en otro lugar y trasladaron lo que se
consumiría al sitio residencial. Lo increíble es que en este yacimiento se conservaron
vestigios extraordinarios, que han permitido incrementar el conocimiento sobre el
primer período cultural de Chile, como es el uso y transformación de la madera en
instrumentos y la presencia de plantas medicinales y comestibles. Monte Verde, a
orillas del arroyo Chinchihuapi, es un sitio habitacional que abarca una superfi cie de
alrededor de media hectárea. Hasta ahora es el más fi able sitio pre-Clovis de Amé-
rica. Tiene dos componentes culturales, uno de data muy temprana, de 33.000 años
(sitio MV I), aún no excavado y otro claramente delimitado de 12.500 años A.P. (sitio
MV II). Los indicadores de actividad humana de la capa MVII son fogones, una indus-
tria lítica unifacial7 de tipo generalizada en guijarros, en los cuáles se practicaron
simples cortes para ser usados sus bordes en diversas funciones y un escaso número
96
de herramientas bifaciales (2 fragmentos de puntas). El sitio arrojó la evidencia de
poseer las mas antiguas bolas pulimentadas de que se tiene conocimiento (micro bo-
leadoras). Los responsables de la fabricación de esta industria lo hicieron siguiendo
tres técnicas de desbaste o modifi cación: “(...) astillado o lascado por percusión; uso
de guijarros en su estado natural, no modifi cados intencionalmente, y modifi cación
por abrasión y “picoteo” o técnica de picado. Las materias primas usadas en esta
industria lítica son de origen predominantemente local, salvo la presencia de unas
hachas de cuarzo y cuarcita, que son foráneas.
Las excavaciones practicadas durante una década revelaron improntas de postes para
chozas, restos de cuero y carne de gonfoterio y de vegetales (juncos) con los cuáles
se confeccionaron cordeles para atar estacas de madera, así como maderos de ár-
boles asociados a las estructuras residenciales. La turba depositada por el pantano
que selló este componente de actividad humana permitió la conservación de herra-
mientas en madera y en hueso de fauna extinta y la preservación de restos de plantas
comestibles, de función medicinal y además la existencia de algas marinas, las que
debieron ser recolectadas y trasportadas desde el Pacífi co hasta el sitio, distante en
esa época aproximadamente 70 km.
En la zona circunlacustre y en las riberas fl uviales de la región de Los Lagos y de
Los Ríos, en torno a Osorno y a Río Bueno (localidades de Nochaco y Pilmaiquén), se
han ubicado otra serie de sitios con restos de fauna pleistocénica, además de algu-
nos hallazgos culturales aislados. Estos desafortunadamente no cuentan con estudios
estratigráfi cos8 para documentar su asociación con esta fauna extinta. Sin embargo
estos sitios son importantísimos pues ilustran el tipo de paisaje natural que existía
en ese tiempo en el área.
97
El escenario cultural que se puede por ahora reconstruir de este período temprano
es muy incompleto. Aunque se advierte diversidad en los tipos de restos y en las fun-
ciones de los sitios, todos los yacimientos antes descritos comparten la característica
común de ser lugares abiertos. En la zona extremo sur en cambio, se han estudiado
una serie de cuevas y aleros que fueron el escenario para grupos humanos que tam-
bién convivieron con la megafauna, ellos son: Tres Arroyos, Cueva Fell y Palli Aike. En
Tres Arroyos se obtuvieron fechas entre 10.420 y 10.280 años A.P. y de 11.800 años
A.P. Este sitio reveló la presencia de un molar de camélido extinto y fauna moderna
entre la cual destacan guanaco, zorro, aves y roedores. La industria lítica se compone
de raederas9 en sílex, un raspador frontal10 en basalto y una lasca11 con doble fi lo
lateral en una roca sedimentaria dura. En Fell y Palli Aike las dataciones se distribu-
yen entre 11.000 y 8000 años A.P. El sitio Cueva Fell tiene dos fechados de similar
antigüedad que datan la caza de caballo, guanaco, paleolama, mylodon y roedores.
En el nivel Fell I se confeccionaron lascas gruesas y raspadores para el trabajo en
piel y cuero, así como cuchillos y raederas fi namente retocadas. Aunque conocían el
retoque por presión no se conocen puntas para esta fase. En cambio en la fase II si
se registran puntas de proyectil tipo cola de pescado, las que deben haber sido muy
valoradas pues se han encontrado estos ejemplares reparados o reutilizados como
cuchillos. En Palli Aike aparecen igualmente las puntas cola de pescado, pero en su
fase tardía, hacia los 10.000 años A.P. Cuando se extingue el caballo, estas puntas
también pierden su vigencia.
Los territorios culturales que comenzaron a formarse en esta época remota obvia-
mente no coinciden con las actuales zonas limítrofes. Así para entender mejor esta
diversidad, es necesario conocer que ocurría en la vertiente oriental, allende los An-
98
des, en un ambiente pampeano y de bosques. Frente al lago Llanquihue, en la región
oriental de Nahuelhuapi se encontró en el sitio cueva El Trébol, cerca de San Carlos
de Bariloche, líticos para el faenamiento y procesamiento de pieles de animales ex-
tintos como el mylodon. Los huesos dérmicos de no mas de 2 cm de diámetro se han
encontrado en forma recurrente quemados y con huellas de cortes por instrumentos
con fi lo o cuchillo. Otra fauna vinculada a los restos arqueológicos está compuesta
por ciervo extinto y un cánido más grande que el zorro colorado actual, aunque tam-
bién se encuentra presente el guanaco y en menor porcentaje el huemul, además de
fauna menor: zorro colorado, piche o armadillo, peces y bivalvos de agua dulce, estos
últimos provenientes de la laguna cercana al sitio, el Trébol. Este sitio no posee data-
ciones absolutas. Sus herramientas las confeccionaron en rocas silíceas, calcedonia,
madera fósil, obsidiana y basalto, todas traídas posiblemente desde fuentes de apro-
visionamiento ubicadas a una distancia entre 40 y 100 km del lugar. Este yacimiento
es similar a los otros descritos en cuanto al bajo porcentaje de ejemplares líticos
encontrados. Solo se recuperaron algunos fragmentos bifaciales de probables puntas
u otros artefactos tallados. Se argumenta que pudo existir otro tipo de prácticas de
captura de animales, por ejemplo mediante trampas. Desafortunadamente este sitio
no tiene fechados absolutos.
En la Patagonia meridional, se encuentra la estancia Los Toldos (Nivel 11), Santa Cruz,
Argentina, la que fue fechada controversialmente en 12.600 años A.P. Éste contiene
componentes importantes para entender a las poblaciones tempranas por su pintura
rupestre. La primera ocupación en el sitio Cueva 2 se manifi esta en la capa 10, en la
cuál se recuperaron escasos restos líticos. Estos yacían sobre el manto de rodados de
origen fl uvial. La fauna pleistocénica asociada estaba conformada por ñandú grande
(Rhea americana), caballo y un camélido extinto.
¿Podemos hablar de evidencias culturales de esa época temprana asociadas a los pri-
meros estudios de Pilauco? ¿que similitudes y diferencias podemos establecer entre
éste y los otros sitios del sur de Chile? Con la apertura de la excavación de Pilauco
se cumplieron las expectativas de aprender más sobre la fauna pleistocénica y el
99
paleoambiente de esa época en la norpatagonia chilena, específi camente sobre una
especie de la megafauna, el gonfoterio. Francamente ahora tengo la convicción de
que el sitio es relevante también para discutir el aspecto cultural porque abre nuevas
interrogantes y mantiene vigente otras.
Gracias a la experiencia de campo y a la perspectiva interpretativa abierta por Mon-
te Verde se tuvo desde el comienzo del trabajo en Pilauco, la determinación de que
había que recuperar todo guijarro o “probable lítico”. Era necesario tener cuidado
de registrar aquellos clastos que exhibieran fracturas limpias o de golpes, o morfo-
logías con algún patrón “sospechoso” de ser producido intencionalmente o mediante
modifi cación por uso. No podíamos descartar que estos materiales pudiesen estar
presentes en el depósito paleontológico. Así se registraron en cada cuadrícula rocas
fracturadas, fragmentos de posibles líticos y guijarros de río, así como maderas, tron-
cos y por supuesto fragmentos óseos. También fueron registradas las posiciones en
planta y las posibles asociaciones entre las piezas, confeccionando una base de datos
con el material recuperado. En total se han seleccionado 172 piezas líticas que aún
requieren análisis detallado, microscópico. La etapa de laboratorio está en proceso y
falta por observar más de la mitad del material “sospechoso” de tener fracturas de
origen intencional.
No obstante se puede afi rmar que el conjunto lítico es de bajísima frecuencia y de
tipo expeditivo, exhibiendo sólo en algunos ejemplares fracturas y retoques con un
patrón de modifi cación regular localizado en los bordes laterales o en el distal, los
que podemos caracterizar por sus atributos, como fi los o bordes con astillamiento
marginal y con posibles usos para raspar y perforar. La primera fase de excavación
del sitio no permitió identifi car líticos tallados bifacialmente ni con un desbasta-
miento unifacial con retoques continuos. Sin embargo de los líticos que presentan
modifi cación lateral o distal se destacan algunos que por su morfología y trabajo los
hemos adscrito como culturales, si bien falta afi nar el análisis de microhuellas para
fundamentar con total seguridad que lo sean. Otra distinción relevante es que aun-
que escasos estos “artefactos” corresponden exclusivamente a ejemplares manufac-
100
turados en material de basalto de grano fi no de buena calidad, sin embargo ninguno
se encontró directamente asociado a hueso o a madera.
Además se identifi caron en varias de las cuadrículas (F9, G8, G9 e I8), cercanas a
partes esqueletales del gonfoterio, algunos guijarros angulosos. Presentan impactos
en el distal o en dos de sus bordes con fi los y melladuras cuyo patrón morfológico
dista de ser interpretado como impacto de origen natural. Se trata de algunos guija-
rros (“choppers”) que estaban ubicados en asociación directa con ramas, pequeños
troncos y cercanos a restos óseos, aunque ninguno de estos guijarros modifi cados se
encontraba en directa asociación con los huesos (cuadrícula G9). Cercano a estas
cuadrículas, sobre un piso de clastos fl uviales, apareció una pequeña bolita “pique-
teada” (trabajada por picado) o modifi cada por abrasión que dista mucho por su
esfericidad de ser un guijarro natural.
Por otra parte en el sitio Pilauco, se recuperaron un par de ejemplares óseos que
poseen huellas regulares interpretables como cortes intencionales. Es el caso de un
hueso de caballo que posee una forma alargada, como instrumentos punzante cuyos
bordes fueron alisados y su bisel embotado. Bajo este ejemplar de équido se encon-
traron algunos guijarros redondeados, además de fragmentos de madera y carbón. Al
igual que en el sitio de Monte Verde, en Pilauco la fosilización ocurre en el ambiente
reductor de una turba que ha conservado material perecible como madera y semillas.
Se encontró una pieza de madera plana (tablilla), bien pulida y facetada, sin una
función aún determinada.
La baja recurrencia de líticos con modifi cación, la alta frecuencia en cambio de
restos óseos, troncos, semillas y vegetales, nos permite centrarnos en la propuesta
original, rescatar la mayor cantidad de evidencias de un sitio paleontológico, pero no
nos cerramos a la posibilidad de que con la ampliación de la excavación en un futuro
inmediato, se encuentren evidencias más claras de la presencia humana. Por ahora
el sitio ha mostrado con total claridad y recurrencia la reunión de fauna pleistocé-
nica y actual (con la mayor diversidad de todos los sitios conocidos a la fecha) en
101
un escenario que pudiese ser interpretado como un área de fuente de obtención de
recursos animales y de vegetales, entre otros, por la presencia de arilos comestibles
de “lleuque”, las que representan también recursos vegetales en la época estival de
un ciclo anual. Una de estas semillas origina por si sola el Capítulo XV de este libro.
Estos recursos debieron ser atractivos para la fauna de ese momento y probablemen-
te para los pequeños grupos humanos que ya estaban presentes en el área, como lo
confi rma Monte Verde.
Como toda investigación sobre momentos del poblamiento temprano, Pilauco ha ido
permitiendo un proceso paulatino de trabajo que recién completa un año, en el reco-
nocimiento de las condiciones de formación, procesos depositacionales y posteposi-
tacionales, así como de su tafonomía. En este sentido la interpretación de los mate-
riales que lo componen y lo hacen único, como ocurre en toda excavación de un sitio,
sea este de carácter paleontológico o arqueológico, debe aun esperar para integrar
todas las variables que conformarán la interpretación de los eventos allí ocurridos.
Por lo pronto en esta fase de trabajo ya se puede aseverar que el sitio superó el obje-
tivo inicial que era recuperar y comprender un único evento paleontológico, asociado
a la presencia del gonfoterio. En cambio se ha ido constituyendo en una investigación
sobre un sitio complejo por la variabilidad de las especies identifi cadas a través de los
restos óseos recuperados, los que representan interesantes y valiosísimos indicadores
de coexistencia de la fauna pleistocénica y moderna, situación que ya en otros sitios
tempranos también había sido descrita.
Por lo mismo este yacimiento está exigiendo mediante una batería de interrogantes,
respuestas hipotéticas para cubrir las primeras, donde será esencial el establecimien-
to de comparaciones contextuales con otros sitios paleontológicos y con aquellos con
evidencia de ocupación humana temprana del área.
Los primeros colonos sureños, al igual que lo hicieron los de mas al norte, habrían
elegido territorios con recursos diversos y cercanos o inmediatos a sistemas de agua
dulce importantes, ríos y lagunas. Sus industrias líticas comparten similitudes, se
102
denota un uso sostenido de rocas locales que las usaron modifi cándolas levemente
para usos de corta duración, mientras que los ejemplares formatizados12, debieron
ser muy valorados y se los llevaron consigo. Esto explica que aparte de problemas de
sesgo de la muestra, se encuentran estos artefactos bifaciales en escasa proporción
y fragmentados o reutilizados.
A través de esta apretada síntesis sobre el poblamiento humano temprano en el sur,
podemos darnos cuenta de que persisten muchas interrogantes y vacíos en la inter-
pretación del mismo. Necesariamente en este tipo de investigaciones la perspectiva
pertinente es la interdisciplinaria. Sólo de esta manera se puede asumir la tarea de
interpretar la complejidad de las relaciones establecidas entre los portadores de una
cultura y el medio natural en una época remota. Los restos conservados provocan
exigencias metodológicas y desafíos disciplinarios que implican nuevos o comple-
jos análisis sobre los diversos tipos de evidencias materiales en distintos estados de
conservación, los que fi nalmente posibilitan “leer” este registro arqueológico para ir
avanzando en la dilucidación de las distintas actividades humanas que comprometie-
ron el paso de los primeros colonos por este territorio.
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105
La especie Prumnopitys andina (Poepp. ex Endl.) de Laub1.
es una conífera endémica2 de Chile y Argentina, conocida también como lleuque o
uva de la cordillera por sus frutos3 comestibles de color amarillo. En Chile esta es-
pecie se distribuye en ambas cordilleras. En el macizo Andino puede ser encontrada
desde aproximadamente los 36º a los 39º S (VII a IX Regiones) y en la Cordillera de
Nahuelbuta en una pequeña población a los 37º50’ S, en las cercanías de la ciudad de
Angol. Aun cuando su rango de distribución abarca tres Regiones, la población total
de esta especie ocupa un territorio no mayor a los 50 km2 en los que se distribuyen
alrededor de 10 poblaciones4 con un número siempre reducido de individuos (gene-
ralmente no superior a dos mil).
Capítulo XV
SEMILLAS DE LLEUQUE
EN EL SITIO PILAUCO
Giselle Astorga & Pamela Ramos
106
Los extensos periodos glaciales del Cuaternario5 y especialmente la última edad del
hielo (glaciación Llanquihue), jugaron un papel fundamental en la distribución ac-
tual de la vegetación en nuestro territorio, modelando sus desplazamientos. Así,
durante la glaciación Llanquihue, los bosques de altura con Nothofagus6 y coníferas
descendieron en altitud buscando refugio en zonas bajas no cubiertas por hielos.
Este descenso altitudinal de la vegetación estuvo también acompañado por desplaza-
mientos en latitud, en los que numerosas especies ampliaron su rango de distribución
hacia el norte del territorio, buscando refugio a las frías condiciones impuestas por el
avance de los hielos. Una vez que comenzó el retroceso de los hielos, la vegetación
de estos refugios glaciales empezó lentamente a adoptar la distribución que actual-
mente conocemos.
Numerosos estudios de polen fósil que abarcan desde Tagua -Tagua, San Fernando,
en la zona central de Chile, hasta Ancud en el norte de la Isla Grande de Chiloé, re-
gistran la presencia en la Depresión Intermedia de Prumnopitys andina junto a otras
especies que hoy se distribuyen en zonas más altas. Estos registros muestran que las
condiciones climáticas desde el Último Máximo Glacial7 y el fi n de la edad del hielo
(29.400 a 14.600 años atrás), fueron marcadamente más frías, con un descenso esti-
mado de la temperatura entre 6 y 8 ºC respecto de los valores actuales,
Los registros polínicos del distrito de los lagos Arucanos8 y norte de Chiloé documen-
tan la desaparición de la vegetación fría de tundras magallánicas y la rápida expan-
sión del bosque de Nothofagus y coníferas (bosques templado-fríos), inmediatamente
después del retiro de los hielos. Entre las coníferas que hoy tienen un rango de dis-
tribución a mayor altura, podemos citar además de Prumnopitys andina (lleuque), a
107
Fitzroya cupressoides (alerce), Pilgerodendron uviferum (ciprés de las Güaitecas),
Saxegothaea conspicua (mañío hembra) y Podocarpus nubigena (mañío macho).
Una vez que las condiciones climáticas comienzan a parecerse más a las actuales,
hace unos 12.500 años atrás, un bosque con elementos más cálidos como el actual
bosque Valdiviano9 (templado-cálido) comienza a desplazar a los bosques de Notho-
fagus y coníferas hacia su distribución actual a mayor altura.
En el sitio Pilauco fueron recuperadas gran número de semillas alrededor de la cota
local del sitio de 400 cm (capas P-7 y P-8), especialmente de la especie Prumnopi-
tys andina, el lleuque. Muestran en general un excelente estado de conservación,
manteniendo incluso muchas de ellas su coloración natural. El increíble estado de
conservación de estas semillas en el sedimento portador, es probablemente producto
de un rápido proceso de enterramiento en condiciones anóxicas10. La gran mayoría
de ellas presentan una o ninguna perforación en su superfi cie. Llama especialmente
la atención una de estas semillas (código de referencia 27·11·2007·8H·86·16·430),
por presentar una perforación transversal. La perforación es prácticamente simétrica
(3 y 2 mm de diámetro) como la cuenta de un collar y no está ubicada en el extremo
hiliar11 de la semilla, como es frecuente constatar en aquellas que han sido perfora-
das por la acción de roedores. En el interior de esta semilla se encontraron además
micropartículas de carbón.
Dos hipótesis no excluyentes podrían explicar la presencia de estas semillas en el
sitio. La primera de ellas es que hace unos 12.500 años atrás Prumnopitys andina se
encontraba en el área, puesto que existían condiciones climáticas más frías, favo-
rables para su crecimiento y desarrollo, en sitios de baja altitud como Osorno. Esta
108
posibilidad cobra fuerza a la luz de los registros de polen fósil que señalan la pre-
sencia de esta especie en otros sitios de baja altitud durante la última edad de hielo.
Polen de esta especie ha sido identifi cado también en los coprolitos12 recuperados
desde el mismo sitio. Una segunda posibilidad es que las semillas de lleuque fueran
transportadas hasta el sitio por grupos humanos recolectores que las consumieran
como alimento, tal como se ha demostrado con otras especies de valor alimentario y
medicinal en el sitio Monte Verde13.
La palabra “lleuque” (nombre común de Prumnopitys andina) es de origen mapuche.
Se compone de la palabra “yeu” que signifi ca liso y el sufi jo “ke” denotando el plural
(ej: “küme”: bueno; “kümeke”: buenos). Parecería que la denominación mapuche
hace alusión a la corteza lisa del árbol. El arilo de color amarillento verdoso cuando
madura es comestible al natural o cocido. Se utiliza actualmente para la fabricación
de mermeladas, preparación de chicha y licor de lleuque (“enlleucado”, según po-
bladores de la localidad Los Lleuques). El uso alimentario de este fruto era conocido
por los indígenas de nuestro país, especialmente por parte del pueblo mapuche que
le dio la denominación común a este árbol. Lo anterior también se comprueba al
revisar las memorias del Lonco Pascual Coña quien compara el fruto del lleuque con
la ciruela introducida. La semilla protegida por este arilo comestible, es utilizada
para la construcción artesanal de pulseras y collares, como ha sido observado en la
localidad de Melipeuco (Región de la Araucanía), aunque en este caso las semillas
están perforadas en sentido longitudinal y los agujeros muestran un escaso grado de
perfección. Las semillas perforadas de esta manera, tienden a fracturarse y abrirse
con mayor facilidad.
109
Recolectamos semillas desde la hojarasca de un bosque actual de lleuque, con el pro-
pósito de compararlas con las recuperadas desde el sitio Pilauco y particularmente
para esclarecer el origen de la simétrica perforación a modo de cuenta de un collar,
observada en la semilla anteriormente descrita. Dos bosques fueron prospectados y
en cada uno de ellos elegimos al azar seis cuadrados de 1 m2, recolectando la totali-
dad de semillas de lleuque presentes. Distintos estados de degradación se observaron
en las 1.300 semillas recolectadas. Muestran en general una coloración oscura, a me-
nudo con manchas producto de su larga permanencia a la intemperie bajo la acción
de agentes ambientales y biológicos, como la lluvia, humedad, ataque de hongos,
insectos, entre otros. El 35% de estas semillas presentaba intervención de roedores y
alrededor de un 5% de ellas evidenciaban la acción de insectos.
Las semillas perforadas por roedores se caracterizan por presentar solo un agujero en
sentido longitudinal, generalmente en la parte apical de la semilla que contiene el
hilio, donde se sitúa también el micrópilo o poro por el que se realiza la absorción de
agua y posterior germinación de la semilla. Esta zona presenta menor dureza, lo que
podría explicar la frecuencia de perforaciones por acción de roedores en esta área.
Por el contrario, las semillas que muestran evidencias de haber sido perforadas por
la acción de insectos, presentan agujeros que son de considerable menor tamaño y
distribuidos de forma aleatoria en la cubierta seminal.
Nuestros datos nos permiten indicar que la semilla perforada a modo de cuenta de un
collar, no presenta similitudes con las semillas intervenidas por roedores o insectos,
recuperadas desde un bosque actual de lleuque. El grado de simetría y perfección de
esta perforación orientada transversalmente en la semilla, así como las partículas de
carbón encontradas en su interior, hacen posible sospechar que tales características
se deban a la intervención humana.
110
Bibliografía Complementaria
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y tópicos afi nes” (Llorente, J. & Morrone, J. Eds). Ediciones
de la Universidad Nacional Autónoma de México. Jiménez
Editores. México. 577 pp.
113
En 1986 un grupo de obreros que construía la villa Los No-
tros en el sector Pilauco, Osorno, encontró huesos de inusual tamaño durante las
excavaciones. Al ser estudiados en aquella época se determinó que pertenecieron
a un animal del pleistoceno que fue bautizado por los medios como “El mamut de
Osorno”. La falta de fi nanciamiento para continuar la investigación, entre otros,
causó el cierre del sitio, el cual quedó protegido por Bienes Nacionales, que prohibió
que construyeran sobre él, lo vendieran o intervinieran de alguna forma. Al pasar los
años el descubrimiento pasó a ser una historia del vecindario, cuyos únicos vestigios
tangibles eran los fósiles encontrados en esa época, que se encontraban en exposi-
ción en el Museo Histórico Municipal de Osorno. El sitio de la antigua excavación se
transformó en un depósito de escombros que dejaron el antiguo nivel del terreno
bajo varios metros de relleno.
Las tesis de pregrado de los biólogos Izzat Montero y Omar Recabarren, a cargo de
su profesor guía Dr. Mario Pino, les permitieron reestudiar estos fósiles, concluyendo
que no pertenecían ni a un mamut ni a un mastodonte, sino a otro animal también
de la edad de los hielos, el gonfoterio. Este nuevo antecedente reavivó el interés
del Director del Museo Histórico Municipal de Osorno, Gabriel Peralta, quien junto a
Claudio Donoso, Jefe de la Unidad de Estudios y Proyectos de la Ofi cina de Planifi ca-
ción SECPLAN, decidieron instar a las autoridades a postular a un Fondo Nacional de
Capítulo XVI
LA DIFUSIÓN SOCIAL
DEL PROYECTO PILAUCO
Daniela Martin Salvadores
114
Desarrollo Regional (FNDR) para investigar si en el lugar en el que se encontraron los
fósiles, permanecían otros restos que permitieran reconstruir el animal.
Una vez adjudicado el fondo mediante un concurso público, un equipo multidisci-
plinario de la Universidad Austral de Chile y la Universidad Católica de Temuco se
trasladó a Osorno con el fi n de realizar prospecciones para determinar el sector
que excavarían. Para esto arrendaron y habilitaron la casa contigua al sitio en que
se encontraron los fósiles y construyeron literas e instalaron carpas que albergarían
durante aproximadamente dos meses a dos biólogos; el geólogo a cargo de la inves-
tigación Dr. Mario Pino y la arqueóloga Ximena Navarro-Harris, quienes contaban con
la experiencia de haber trabajado en Monte Verde; la paleontóloga chilena, Dra.
Karen Moreno y un grupo de tesistas futuros Licenciados en Ciencias Biológicas, que
trabajaría en la excavación. Posteriormente se integró al grupo una periodista para
hacerse cargo de la difusión social de la excavación a los medios y al público, las
visitas guiadas al sitio y el medio de comunicación del equipo, la página web: “las
Gonfonoticias”.
Por ser Pilauco un sitio ubicado en una zona dentro del radio urbano de la ciudad de
Osorno, se le consideró desde el inicio como una oportunidad de socializar el trabajo
de los científi cos y la importancia de recuperar nuestro patrimonio paleontológico.
Esto planteó el desafío de llevar “la excavación a la gente y la gente a la excava-
ción”, para lo que se implementó una página web atractiva, con secciones en las que
los científi cos se comunicaban con la gente por medio del “Diario de la Excavación”,
las Gonfonoticias y la posibilidad de ver la excavación online a través de una cámara
instalada en el sitio: “la paleocam” y secciones en las que la gente podía manifes-
tar sus inquietudes y conocer la excavación, como: “Pregúntale a los científi cos”.
Además era posible la inscripción para visitas guiadas al sitio, las que en un inicio y
hasta el fi n del año escolar, se enfocaron especialmente a los alumnos y alumnas de
colegios y universidades.
115
La llegada del equipo y en especial el revuelo que causó el hallazgo del primer fósil
en la nueva excavación, causó curiosidad entre los vecinos, quienes observaban el
paso de la maquinaria y la llegada de los medios de comunicación a su vecindario.
Algunos niños del sector nos visitaban con frecuencia para conocer nuestros avances
y fuimos recibidos con mucha cordialidad por los vecinos del pasaje Río Cachapoal,
al fi nal del cual se ubica el sitio.
Mientras Pilauco se preparaba para recibir visitas guiadas estableciendo un sector
especial desde el cual se podía observar el trabajo de los científi cos, el equipo de
excavadores alcanzaba el estrato contenedor de fósiles metro a metro. Los hallazgos
de material óseo en proceso de fosilización se hicieron más frecuentes y su estudio
reveló la presencia de no sólo restos de un gonfoterio, sino de más de una especie de
animal. Pronto aparecieron restos de équido cuyos tamaños hacían sospechar de al
menos dos ejemplares distintos y un intrigante trozo de cráneo de un mamífero, cuya
especie era indeterminable en aquel momento.
La posterior aparición de élitros de coleópteros y semillas en muy buen estado de
conservación, sugirió al equipo que el sitio era un yacimiento fosilífero que contaba
con la diversidad de material sufi ciente para reconstruir el ecosistema de la época.
Esto supuso grandes desafíos en materia de difusión, pues hubo que buscar formas de
introducir al público en estos conceptos de una manera práctica y lúdica, mediante
fotos y narraciones sobre los descubrimientos en la excavación y temas relacionados
con ellos, así como entrevistas a los científi cos sobre sus especialidades y su función
dentro del equipo.
Un factor que hizo más intenso el trabajo de los excavadores fue el climático, las
actividades en la excavación estuvieron siempre acompañadas por el agua, ya fuese
en forma de lluvia, o la que brotaba de las napas subterráneas, la cual era controlada
con bombas extractoras que contaban con fi ltros especiales. Aún así el equipo se vio
obligado a interrumpir sus tareas en algunas oportunidades, estos días eran aprove-
chados para la organización, clasifi cación y almacenamiento de la creciente colec-
116
ción de material recolectado. En los días de verano disminuyeron las precipitaciones,
pero hubo que lidiar con el calor y adecuar el horario de trabajo para aprovechar al
máximo las horas de luz.
Cada tarde, una vez terminado el trabajo en la excavación misma, los investigadores
actualizaban sus bitácoras y diarios de campo con todas las muestras encontradas
durante el día. El almuerzo y la cena eran los momentos que aprovechábamos para
compartir y planifi car el trabajo del día siguiente, antes de las ansiadas horas de
descanso. En esas instancias se daba el ambiente cordial necesario para convivir
trabajando intensamente durante meses, con chistes y las infaltables guitarras de la
“Gonfoband”, pseudo-agrupación musical formada durante el terreno.
Ya lista la zona cercada desde la cual se podía ver la excavación, Pilauco recibió su
primer grupo ofi cial de visitantes; las alumnas del plan científi co del Colegio Santa
Marta, quienes escucharon atentamente la charla que se les dio y compartieron con
la paleontóloga, Dra. Karen Moreno, en quien encontraron una fi gura cercana para
proyectarse como futuras científi cas. Ese fue uno de los tantos cursos que visitó la
excavación, por lo que hubo que coordinar esta importante actividad de difusión para
no interrumpir la labor de los científi cos.
Entre nuestros visitantes podemos destacar el interés del Alcalde Mauricio Saint-
Jean, el Gobernador Bernardo Candia y el Intendente Jaime Bertín en nuestra inves-
tigación, al igual que la visita de los Senadores por la XIV Región de Los Ríos Eduardo
Frei Ruiz-Tagle y Andrés Allamand. Su presencia demostró el respaldo de las autori-
dades al trabajo de los científi cos y su compromiso con el rescate del patrimonio de
este sitio paleontológico de Osorno.
Los grupos de alumnos fueron variados en edad y en grado de participación durante la
visita. Los más pequeños fueron niños de un Prekinder, que pudieron comprender con-
ceptos avanzados como el Holoceno al tener ejemplos concretos como: “…la época
en la que estamos actualmente”…, “…los científi cos que están con las herramientas
117
trabajando allá abajo”…, lo que siginifi ca ser un geólogo, profesión que el Dr. Mario
Pino les ilustró partiendo una roca con un martillo y lo que es un fósil, ejemplifi cado
con una muela de gonfoterio que se nos facilitó para esa tarea. Sin embargo, a pesar
de nuestra constante lucha para introducir el concepto de gonfoterio y alejarlo lo
más posible de aquel otro proboscídeo que habitó las tierras del norte, se debió recu-
rrir en la ejemplifi cación al mamut de la película de la “Era del Hielo”.
La excavación recibió aproximadamente 350 niños y niñas que tuvieron la oportuni-
dad de conocer el trabajo en terreno, recibir una charla sobre la historia del descu-
brimiento, sus hallazgos más relevantes y compartir con los científi cos. La diversidad
y riqueza del material hallado en la excavación fue argumento para que el Consejo
Regional (CORE) realizado en Palena decidiera por unanimidad aprobar la ampliación
de los fondos y plazos destinados al proyecto.
Durante el periodo de verano, Pilauco fue incluido en el Citytour de la ciudad de
Osorno, lo cual posibilitó a los turistas interesados en conocer la excavación, acceder
a un bus que podían tomar en el centro de la ciudad, que los llevaba gratuitamente
a puntos de especial importancia. De esa forma 150 personas más acudieron al sitio
para recibir la charla y el recorrido que preparamos. Al mismo tiempo las 180 perso-
nas visitaron el sitio por iniciativa propia, demostrando el potencial del mismo para
el turismo científi co.
El hallazgo de restos que sugerían la existencia de presencia humana en la zona hace
12.500 años atrás, como una semilla horadada y dos fragmentos de hueso facetados
(uno de los cuales también estaba horadado), supuso un vuelco en el área científi ca y
por cierto en el área de prensa de la excavación. En este periodo cobró especial im-
portancia contar con una versión para los medios propia del equipo que contara con
la aprobación del mismo, “las Gonfonoticias”, las que fueron citadas y reproducidas
en diferentes medios locales.
118
El interés y las distintas versiones que generaron estos hallazgos motivaron al equi-
po a invitar a los medios locales y nacionales a una conferencia de prensa para la
que se preparó una exposición con los hallazgos más relevantes, entrevistas con los
científi cos y acceso a bajar para fi lmar o fotografi ar el sitio de la excavación. A esta
convocatoria asistieron los más importantes canales nacionales; como TVN, Canal 13,
La Red y CHV, que transmitieron la noticia en repetidas oportunidades durante esa
semana, y grandes medios de prensa escrita que publicaron reportajes al respecto,
como los diarios La Nación y El Mercurio.
La conferencia tuvo efectos inmediatos en la vida en la excavación. Pronto fuimos
notifi cados de la visita de personajes públicos como el ex presidente y Senador Eduar-
do Frei Ruiz-Tagle y el Senador Andrés Allamand. La cobertura mediática incrementó
el interés en conocer el sitio junto con la frecuencia de las visitas guiadas, que se
abrieron al público en general. Los vecinos de la Villa no quedaron indiferentes a
estos cambios, fue entonces que nos planteamos concretar una tarea que teníamos
pendiente desde un principio y que el ritmo vertiginoso que tomó el trabajo científi co
en la excavación nos había impedido organizar. Una actividad especialmente enfoca-
da a los vecinos de Villa Los Notros.
Como forma de convocarlos contactamos a algunos miembros de la junta de vecinal,
repartimos volantes con la invitación y preparamos el sitio para darles acceso pri-
vilegiado a la zona que rodeaba la excavación, lugar al que no se permitía entrar al
público y esperamos la llegada de quienes la prensa denominó “vecinos del gonfote-
rio”. Los dirigentes vecinales más unas 20 personas accedieron a la cita con muchas
dudas y opiniones, como la sugerencia de cambiar el nombre del proyecto a excava-
ción paleontológica Villa Los Notros y saber si sus casas se verían afectadas por los
trabajos. Esto dió lugar a un diálogo muy enriquecedor en el que aprendimos mucho
sobre su organización vecinal, a la vez que ellos pudieron sentirse más cercanos a los
sucesos que ocurrían en su Villa y al grupo humano que se encontraba trabajando en
la excavación.
119
Una vez que recibieron la información requerida, esta actividad nos permitió ganar
un grupo de aliados que manifestaron sentirse muy orgullosos de estar próximos a un
descubrimiento de tal importancia. Nos contaron que eran nuestros asiduos seguido-
res por Internet, padres de algunos alumnos y alumnas que habían visitado el sitio
y crucial apoyo para dar indicaciones a quienes querían visitar la excavación, pero
no podían llegar por falta de una señalética más adecuada. Fue así como pasamos a
ser considerados otros vecinos más del barrio, clientes frecuentes de la panadería y
equipo perdedor en los enfrentamientos de baby fútbol con los niños del sector.
La posibilidad de que seres humanos hayan utilizado Pilauco como sitio de carroñeo
tuvo gran importancia científi ca, pues implicaba la posibilidad de complementar la
teoría del poblamiento americano con la información obtenida en el sitio habitacio-
nal de Monte Verde, semejante en antigüedad. En cuanto a su importancia cultural,
el encargado de cultura del programa Orígenes de las regiones de Los Lagos y de Los
Ríos, Bernardo Colipán, visitó la excavación junto a su familia en repetidas opor-
tunidades recalcando la importancia de indagar con respecto a las organizaciones
tempranas de bandas de cazadores recolectores.
Para ampliar la excavación en búsqueda de nuevos fósiles, fue necesario tomarse un
mes de pausa para preparar el terreno en que se encontraban las nuevas cuadrícu-
las1. Al retomar los trabajos en la excavación hubo que relanzar Pilauco en los medios
para mantener el interés del público y por lo tanto, el de las autoridades, en esta
apuesta que se extendió durante cinco meses.
La visita del arqueólogo norteamericano Dr. Tom Dillehay, a cargo de la investigación
en Monte Verde signifi có un gran apoyo para el equipo, que pudo intercambiar expe-
riencias y teorías con el investigador, quien examinó la colección de fósiles y bajó a
120
la excavación. Su presencia no pasó inadvertida para los medios, que aprovecharon
la oportunidad de entrevistar al experto.
Un aspecto no menos importante del trabajo en Pilauco fue lo extenso de un terreno
que en un inicio iba a ser de seis semanas y pasó a ser de cinco meses, en que nos
planteamos grandes metas y que involucró un fuerte trabajo físico e intelectual a un
equipo conformado por científi cos de larga experiencia, preparación y trayectoria
en combinación con personas más jóvenes llenas de vocación por la ciencia. Durante
este periodo compartimos conocimientos, experiencias, preocupaciones, alegrías y
las festividades de fi n de año, momentos que contribuyeron a la cohesión del grupo.
Punto aparte merecen los obreros colaboradores que trabajaron en Pilauco. Don René
y Don José, que a pesar de su avanzada edad siempre se mostraron motivados en su
labor y facilitaron mucho la tarea de los excavadores, en especial al identifi car se-
millas y trozos de hueso que aparecían al pasar el sedimento por el harnero. Otro de
ellos fue Daniel Fritte, cuyas habilidades naturales motivaron al equipo a capacitarlo
como excavador. La mejor forma de resumir lo que signifi có esta experiencia para
ellos son sus propias palabras “Aquí aprendimos mucho, nunca imaginamos partici-
par en una excavación como esta, con el trabajo se formó una verdadera familia”,
expresó Don René.
Para mí como periodista fue un reto y un privilegio integrarme a un equipo de cientí-
fi cos tan completo y afi atado, que siempre se mostraron llanos y dispuestos a brindar-
me de su tiempo para contribuir a que pudiera transmitir su trabajo a las personas,
lo que me enriqueció mucho como comunicadora social. Lo más destacable desde mi
punto de vista es la riqueza de Pilauco, el esfuerzo e interés de la ciudad de Osorno
por resguardar su patrimonio paleontológico y sobre todo el enorme potencial de este
sitio para la difusión social de la ciencia. Estímulos que nos llevaron a querer dar lo
mejor de nosotros, para seguir trabajando por hacer y difundir ciencia. Además de
la importancia de generar proyectos que contribuyan a la valoración y el rescate de
nuestro patrimonio.
121
Capítulo XVII
CONCLUSIONES
Mario Pino
Al escribir estas últimas líneas han pasado 12 meses desde
que comenzamos a excavar Pilauco. En tan corto tiempo nuestras expectativas cam-
biaron diametralmente. Si hubiese sospechado que en Pilauco nos encontraríamos
con una decena de mamíferos (quedan por ser clasifi cadas al menos 4 especies), que
el gonfoterio no estaba sólo, creo que no me habría comprometido con la producción
de este libro.
Una excavación científi ca usando técnicas aprendidas de los arqueólogos en sitios
antiguos (no metales, solo madera y plástico como herramientas) resulta un desafío
de una envergadura mayor al de un experimento o una excursión geológica. Siempre
digo a mis alumnos que jamás se quejen en una publicación (poca literatura, estadís-
tica no conclusiva, etc.) y por eso no quiero mencionar las difi cultades para mantener
un equipo de 14 personas trabajando de manera concentrada como si fuese un quiró-
fano durante casi 150 días. Imagino y presiento que a muchos de mis colaboradores,
presentes y ausentes en este libro, Pilauco les ha cambiado el curso de sus vidas. A
mi también, si por alguna razón no siguiésemos excavando, tenemos sufi cientes ma-
teriales para investigar varios años en el laboratorio. He aprendido mucho de Pilauco,
de sus capas, sus materiales, pero también de seres humanos y sus relaciones.
122
Algunos hechos a prueba de escépticos (como aquellos que dudaron de los resultados
en Monte Verde por 25 años, y no es una queja):
a. Pilauco tiene una clara estratigrafía no perturbada;
b. la base de la capa portadora es un poco más antigua que 12.500 años A.P., unos
14.600 años como los años del calendario, luego es contemporáneo con Monte Verde,
a diferencia de todos los otros sitios descritos en el capítulo XIV;
c. el gonfoterio murió en el pantano, y la energía del ambiente no puede explicar
porque faltan piezas emblemáticas como los defensores; su cráneo aparentemente
esta reducido a mil fragmentos;
d. la roca en el medio de la excavación no fue transportado por el río, cayo por gra-
vedad rodando desde la colina. No es posible determinar quien dio el envión inicial,
pero existe una interesante distribución de huesos y artefactos en torno a ella;
e. la capa PB-6, por su posición, espesor y composición no fue producto del antiguo
Damas, es una sutileza fabricada por personas con mentalidad monteverdina;
f. los mamíferos, del ratón de pie grande al gonfoterio, pasando por roedores
mayores, paleocamélidos o ciervos y caballos, están totalmente desarticulados. No
hemos registrado marcas de dientes de depradores;
g. el sitio Pilauco tiene una increíble diversidad de mamíferos, la mayor en todo el
territorio chileno;
h. al menos 2 huesos de gonfoterio, una costilla y el atlas, tienen incisiones para-
lelas y agrupadas tal como las producidas por cuchillos de piedra. Un hueso de caballo
fue transformado en herramienta;
i. en el contexto de la carpintería en Monte Verde, la tablilla recuperada es una
variación en el tema de las maderas blandas;
123
j. la simetría y posición de la perforación en la semilla de lleuque implica un agen-
te diferente a ratones e insectos. Su color pardo claro, que estuvo largo tiempo seca
fuera del pantano;
k. los huesos están concentrados en la capa PB-7, en la capa PB-8 y 9 desaparece
tanto la fauna Pleistocénica como la actual. El pantano existió largo tiempo, pero
el agente que acumulaba huesos en el despareció. Entre Puerto Montt y Temuco, en
la depresión intermedia, no existen sitios arqueológicos entre 11.000 y 7.000 años
A.P.;
l. las diatomeas indican que en una ocasión el pantano fue inundado tan intensa-
mente por el río Damas, que dejó una huella micropaleontológica indicadora de un
espejo de agua;
m. el polen nos indica, que tal como era esperable para una fecha tan temprana del
Holoceno, el clima era más frío que el actual y la vegetación originaba un paisaje de
bosque no denso, algo parecido a un parque;
n. el sitio es enorme, es mucho más grande que los 25 m2 excavados en la calle
río Cachapoal. Se extiende por decenas de hectáreas hacia el occidente siguiendo la
interfase entre la colina aterrazada de Pilauco y el río Damas.
Para mí no sólo ha sido importante el contexto científi co en esta imbricación entre
ciencias sociales y naturales, seres humanos y bosque, personas y megafauna, gente
e incendios forestales tempranos. La difusión del proyecto, su ciencia, su gente,
sus consecuencias, ha sido una grata experiencia. Hemos incluido dentro del equipo
de campo a una comunicadora social formada en nuestra Casa de Estudios, que ha
organizado simultáneamente la relación con los medios de prensa, ha alimentado de
noticias nuestra portal de Internet y ha recibido desde las visitas de los párvulos has-
ta a las abuelas (más longevos que ellos). El portal, nuestra web creada por KRAYON,
no sólo fue un espejo hacia el mundo con la transmisión en directo de la excavación,
sino que una importante herramienta de trabajo para almacenar y revisar la infor-
124
mación recolectada día a día. En cada una de mis presentaciones audiovisuales la re-
creación digital del gonfoterio cautivó a los presentes, recreación fruto de la sinergia
que se origina entre paleontólogos e ingenieros informáticos de lo paleo.
La lista de agradecimientos debería ser enorme, a cada uno de quienes desde su labor
hicieron posible el poder comenzar a entender a Pilauco, desde Claudio Donoso en
su almena en SECPLAC con el corazón en Pilauco, hasta Karen Moreno que vino desde
Australia a alegrarnos y enseñarnos de lo paleo, y aprovechó de concebir su primer
hijo en tierras chilenas. Karen y Alex trajeron a Lena en octubre, pero no fue la única
nueva miembro del clan gonfoterio, Pamela Ramos y Carlos Bustos entre cucharón
y ensaladas nos regalaron en julio a Violeta, y Daniela Pino y Rodrigo Vega esperan
un cazador recolector, de nombre Manuel, para febrero. Al fi nal de este libro quiero
agradecer a Ximena Navarro, la mujer arqueóloga, por aceptar la invitación y el de-
safío de cojinetear este proyecto y su enorme aporte a la investigación sureña.
Y una imagen vale mil palabras…
125
LOS AUTORES DE LOS CAPÍTULOS
Y OTROS COLABORADORES
PRÓLOGO
Gabriel Peralta, Licenciado en Historia, U. de Chile. Con-
servador Museo y Archivo Histórico Municipal de Osorno.
Coordinador del Consejo de Monumentos Nacionales, Pro-
vincia de Osorno. Contraparte Técnica del Estudio y Claudio
Donoso, Administrador Público, ULA. Jefe Unidad Estudios
y Proyectos Municipalidad de Osorno. Inspector Técnico del
Estudio.
CAPÍTULO I
Martín Chávez, Licenciado en Ciencias Biológicas, UACh.
Miembro del equipo de paleontólogos del proyecto Pilauco.
Director y Coordinador Científi co Sociedad Paleontológica
de Chile SPACH. Socio de la Asociación Paleontológica de
Chile.
CAPÍTULOS II y XII
Izzat Montero, Licenciado en Ciencias Biológicas., UACh.
Miembro del equipo de paleontólogos del proyecto Pilauco.
Socio de la Asociación Paleontológica de Chile.
CAPÍTULOS III, IV y XVII
Mario Pino, geólogo, Dr. rer. nat., Director del proyecto Pi-
lauco. Director del Instituto de Geociencias y Prof. Titular
de la Universidad Austral de Chile.
126
CAPÍTULO IV
Carolina Miralles, estudiante de Geología de la Universidad
de Chile.
CAPÍTULO V
Leonora Jarpa, estudiante egresada de Licenciatura en
Ciencias Biológicas UACh. Miembro del equipo de paleontó-
logos del proyecto Pilauco y del proyecto Araucarian Polity.
CAPÍTULOS VI y XIII
Ana María Abarzúa, Licenciada en Ciencias Biológicas PUC,
Mg. Ciencias Biológicas, Profesora Adjunta Inst. Geociencias
UACh, candidata a Doctora en Ciencias Forestales UACh.
CAPÍTULO VI
Alia Gajardo, Licenciada en Ciencias Biológicas, UACh.
Miembro del equipo de paleontólogos de los proyectos Pi-
lauco y Araucarian Polity.
CAPÍTULO VII
Alejandra Martel-Cea, Licenciada en Ciencias Biológicas,
UACh. Miembro del equipo de paleontólogos del proyecto
Pilauco. Socia de la Asociación Paleontológica de Chile.
CAPÍTULOS VIII y IX
Omar Recabarren, Licenciado en Ciencias Biológicas, UACh.
Coordinador del equipo de paleontólogos del proyecto Pi-
lauco. Socio de la Asociación Paleontológica de Chile.
CAPÍTULO X
Erwin González, estudiante egresado de Licenciatura en
Ciencias Biológicas UACh. Miembro del equipo de paleontó-
logos del proyecto Pilauco. Socio de la Asociación Paleonto-
lógica de Chile.
CAPÍTULO XI
Patricia Canales-Brellenthin, estudiante egresada de Li-
cenciatura en Ciencias Biológicas UACh. Miembro del equipo
de paleontólogos del proyecto Pilauco.
127
CAPÍTULO XIII
Leonora Salvadores, Licenciada en Ciencias Biológicas,
UACh. Miembro del equipo de paleontólogos del proyecto
Pilauco. Socia de la Asociación Paleontológica de Chile.
CAPÍTULO XIV
Rayén X. Navarro, arqueóloga, Bachiller en Ciencias Socia-
les UACh, Licenciada en Arqueología U. de Chile, Master en
Arqueología Social Univ. de Andalucía, candidata a Doctora
en Antropología Univ. Católica del Norte – Universidad de
Atacama. Directora alterna del proyecto Pilauco. Prof. Asis-
tente de la Universidad Católica de Temuco.
CAPÍTULO XV
Giselle Astorga, Licenciada en Ciencias Biológicas, UACh.
Miembro del equipo de paleontólogos del proyecto Pilauco
y Pamela Ramos, estudiante egresada de Antropología de
la UACh.
CAPÍTULO XVI
Daniela Martin, periodista, Licenciada en Comunicación So-
cial UACh, encargada de comunicaciones y extensión del
proyecto Pilauco. Coordinadora de extensión de la Facultad
de Filosofía y Humanidades de la UACh.
Edición General
Tamara Busquets, Bióloga Marina, Dr. rer. nat. y Licenciada
en Educación, hizo la corrección ortográfi ca y gramática y la
edición de estilo de cada uno de los capítulos.
Comunicaciones
Daniela Martin, Periodista, encargada de comunicaciones y
extensión del proyecto Pilauco. Coordinadora de extensión
de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UACh.
IMÁGENES
PROYECTO PILAUCO
131
CAPÍTULO I
La escala del tiempo geológico divide la historia de nuestro planeta desde su origen hasta la actualidad.
Aquí vemos las etapas en que se divide el Eon Fanerozoico que se inicia con la aparición de los organismos
complejos. Podemos ver también algunos de los hitos importantes de la historia de la vida y donde se ubica
el sitio paleontológico de Pilauco en la escala.
132
El Gran Intercambio Americano es uno de los procesos más importantes en la historia biológica
de Sudamérica. La formación del Istmo de Panamá permitió a los animales de Norte y Sudamérica
pasar de un continente a otro, cambiando para siempre la fauna de ambos continentes.
Aquí podemos ver algunos de los animales que consiguieron colonizar exitosamente cada continente.
Algunos como los armadillos y las llamas sobreviven hasta hoy en sus nuevos hogares,
pero otros como los megaterios y gonfoterios terminaron por extinguirse.
133
Esquema de un paisaje fl uvial
meandriforme en el que se aprecia la
formación de un brazo abandonado, donde
se genera un pantano con bajo nivel de
energía fl uvial y alto contenido de materia
orgánica carbonosa vegetal, como el que
pudo generase en Pilauco.
CAPÍTULO II
Imagen de un resto blando, probablemente
del gonfoterio, bajo el aumento de
una lupa binocular. Se observan vasos
sanguíneos.
134
CAPÍTULO III
Ubicación de la excavación en la calle Río Cachapoal de la Villa Los Notros, Pilauco.
135
Mapa de la excavación,
las cuadriculas 2H a
8H corresponden a la
trinchera de prospección
inicial, las cuadriculas 20I
– 20K y 7AC – 9AC fueron
excavadas para delimitar
el pantano de la época.
136
CAPÍTULO IV
Contacto de erosión entre las
turbas PB-8 (donde está el lápiz)
y PB-9 (arriba) , entre ambas
capas una zona marcada por la
presencia de un nivel de grava.
Turbas PB-7 (portadora de los
fósiles) y PB-8, el límite entre
ambas capas esta indicado por los
puntos celestes.
137
La capa PB-6 sobre la toba de lapilli estéril PB-1 y la capa portadora PB-7, formada por
una sola corrida de clastos ordenados como mosaico, en el borde norte del antiguo humedal.
138
CAPÍTULO V
Esquema de la estructura del frústulo (diatomea pennada). El frústulo está compuesto por 2 valvas
que encajan entre si como una caja de zapatos, sobre las valvas se pueden observar las estrías
que permitirán su identifi cación. En el extremo inferior derecho las diatomeas están agrupadas
en forma de cadena unidas por una sustancia gelatinosa secretadas por ellas mismas.
Esquema modifi cado de Round et al. 1990.
Índice de profundidad de agua obtenido con la
relación entre las especies bentónicas y planctónicas
de diatomeas de la capa portadora de los fósiles en
Pilauco. Los valores positivos indican aguas profundas
y los valores negativos aguas someras.
139
Sucesiones de diatomeas fósiles encontradas en los sedimentos de la capa portadora de fósiles del sitio
Pilauco, Osorno. El gráfi co muestra la abundancia relativa de las especies, separadas según su ecología
en diatomeas betónicas, planctónicas y diatomeas que habitan en ambos hábitat. Se distinguen 3 Zonas
que corresponden a 2 ambientes diferentes, las Zonas I y III refl ejan un humedal de aguas someras,
mientras que la Zona II una orilla del río o una crecida con aguas mas profunda.
140
Ejemplares seleccionados de diatomeas bentónicas de la capa portadora de los fósiles
en Pilauco (PB-7). En blanco y negro imagenes obtenidas con microscopía electrónica de
barrido, en colores, con microscopía óptica convencional. Arriba izquierda Eunotia spp.,
arriba derecha Navicula spp., abajo izquierda Diploneis spp. y abajo derecha un ejemplar
del Orden central.
141
Frústulo de una
diatomea pennada
(fósil) del género
Navicula, exhibe una
simetría bilateral.
Fotografía de
microscopia óptica.
Proyecto Pilauco 2008.
Frústulo de una
diatomea central (fósil)
del género Stephanodiscus
que exhibe una simetría
central y se observan
claramente los poros
que convergen
en el centro de la valva.
Fotografía de microscopia
electrónica de barrido.
Proyecto Pilauco 2008.
142
Cadena de 2 diatomeas
centrales (Fósiles). Se pueden
apreciar los apéndices que
mantienen unidos a los
frústulos. Fotografía de
microscopia electrónica de
barrido. Proyecto Pilauco
2008.
Cadena de 7 diatomeas
centrales (fósiles).
Fotografía de
microscopia óptica.
Este aumento no
permite observar los
apéndices. Gentileza
de Alma Gaete.
143
CAPÍTULO VI
Diversidad y tipos de clasifi cación de los granos de polen y esporas. La exina o pared externa
de los granos de polen esta formada por un polisacárido llamado Esporopolenina, el cual
puede adoptar diversas formas según la especie.
144
Modelo de cambios vegetacionales desde el periodo máximo glacial (22.000 años A.P.) al
presente. Durante el máximo glacial, los hielos cubrían las zonas bajas de la Región de los Lagos,
posteriormente comienza la recolonización de la vegetación de las áreas glaciadas. Durante el
fi n de la edad de los hielos (tardiglacial) la vegetación comenzó a ocupar las zonas más elevadas
dando origen a la distribución actual, donde el bosque valdiviano y nordpatagónico ocupan las
zonas mas bajas y donde los bosques subantárticos y tundras magallánicas ocupan las zonas altas
de la Cordillera de la Costa (Villagrán, 2001).
145
Diagrama de porcentaje de polen del sitio Pilauco.
En esta fi gura podemos ver la dominancia del polen no arbóreo (mas del 50% durante
todo el registro), principalmente especies de gramíneas o Poaceae y “margaritas” o
Asteraceae. Entre las especies de árboles destaca la presencia de especies de coníferas
(pintadas en azul), tales como los mañíos (Saxegothaea conspicua y Podocarpus
nubigenus), lleuque (Prumnopitys andina) y ciprés de las guaitecas (Fitzroya/
Pilgerodendron). Son abundantes también las especies acuáticas y los helechos. La
presencia del helecho acuático Isoetes podría revelar un periodo con mayor nivel
lacustre en el sitio.
146
CAPÍTULO VII
147
Arriba izquierda: dos élitros de color negro casi completos con protuberancias
circulares y alineadas. Estos restos pertenecen a la familia Curculionidae.
Arriba derecha: parte anterior de élitro derecho de color negro, que posee por lo
menos 4 líneas bien defi nidas. Pertenece a la familia Scarabidae.
Centro izquierda: élitro izquierdo de color negro, con 8 líneas paralelas. Este
ejemplar pertenece a la familia Carabidae.
En la lámina centro derecha: se observa parte de la cubierta del tórax llamada
prosternón, lisa y sin líneas, corresponde a la familia Carabidae.
Abajo izquierda: élitro izquierdo incompleto, de color negro, liso y con ocho estrías.
Pertenece a la familia Carabidae.
Abajo derecha: trozo de élitro color negro con hendiduras alineadas sin estrías.
Corresponde al género Aegorhinus de la familia Curculionidae.
148
CAPÍTULO VIII
Dibujos de machos adultos
de Cuvieronius hyodon (1),
Stegomastodon platensis
(2) y Cuvieronius waringi
(3). Tomado de Simpson &
Paula-Couto, 1957.
149
La primera vértebra cervical,
el atlas, en vista posterior.
Se observan las pequeñas
apófi sis transversas (fl echas
rojas) y las carillas articulares
(fl echas negras) para la segunda
vértebra cervical, el axis.
Parte de la pelvis del
gonfoterio in situ. Esta fue
excavada en la cuadrícula
8G colindando con 8H, en la
parte norte de la excavación.
Se observa un hueso coxal y
parte del otro coxal. La barra
azul mide 10 cm.
150
El gonfoterio recostado en su lado derecho en posición de muerte. Las líneas en rojo,
representan las calicatas que fueron excavadas para la construcción de las bases para una de
las casas de la villa los Notros. Esta es una interpretación en base a los huesos hallados en la
parte noreste y sureste de la excavación, e indica que el gonfoterio murió en el pantano.
151
CAPÍTULO IX
Molar superior derecho de Equus
(Amerhippus), visto desde la
superfi cie masticatoria, es decir,
desde la parte superior del
molar. Este molar se encontró en
la cuadrícula 11I, en el extremo
sureste de la excavación.
Trozo de diáfi sis (parte central de los huesos largos) de caballo, probablemente
tallado como herramienta. Fue encontrado en la cuadrícula 11D.
152
Incisivo de Equus (Amerhippus),
visto desde la parte labial,
exterior. Este molar se encontró
en la cuadrícula 12 G, extremo
sur de la excavación.
153
CAPÍTULO X
Distribución fósil del género Conepatus en Sudamérica. Las regiones con estrellas
corresponden a los yacimientos de vertebrados más importantes del Cono Sur.
154
A. Vista lateral. Convexidad de la región Mastoidea. B. Vista dorsal.
Se observa la ausencia de cresta sagital.
155
A. Endocráneo
B. Cráneo actual de Conepatus
C. Conepatus chinga endémico
de Sudamérica.
156
CAPÍTULO XI
Ejemplo de cálculo de la fórmula dentaria, usando una mandíbula humana. Se observan
los cuadrantes superiores I y II e inferiores III y IV, con los distintos tipos de dientes
coloreados en los cuadrantes II y IV. Aquí se observan dos incisivos, un canino, dos
premolares y tres molares, por lo tanto hay I2, C1, P2 y M3 en cada cuadrante de la
quijada superior. De esta manera I2/2, C1/1, P2/2, M3/3 será la fórmula dentaria ya que
la cantidad de dientes en cada quijada superior e inferior es la misma.
157
El fósil recién extraído con un bloque de sedimento, se
observan las cúspides de los molares.
El fósil parcialmente limpio; entre los incisivos
y el molar M3 mide 1,7 cm.
158
El fósil totalmente separado del sedimento y consolidado.
159
CAPÍTULO XII
Incisivo de Myocastor sp., registrado en el sitio (19-03-2008-404-10E-
417-55-61). Corresponde a una de las piezas mejor conservadas.
Tercer molar izquierdo, en
muy buenas condiciones de
fosilización. Se pueden apreciar
los pliegues característicos
de Myocastor sp., en toda
su superfi cie masticatoria.
Corresponde a la pieza 20-03-
2008-25-Ex.7. La barra de la
escala mide 1 cm.
160
CAPÍTULO XIII
PB-7: Muestra in situ
15012008-48-63-156.
Se observan los restos
vegetales de color pardo
anaranjado entre los
sedimentos oscuros.
En la fi gura observamos tres huevos de parásitos intestinales pertenecientes a Trichuris (A y C) y
Capillaria (B). Estos huevos se caracterizan por presentar tapones bipolares en los extremos del
huevo (indicados con fl echas) y por ser estructuras muy resistentes, condición que les permitió el
conservarse en los coprolitos por miles de años.
161
CAPÍTULO XIV
Bolita esférica de andesita. Es de
tamaño pequeño (alrededor de 4 cm de
diámetro) y fue trabajada mediante la
técnica de picado. Este tipo de bolas
o artefactos esféricos aparecen en los
sitios tempranos como Monte Verde pero
no hay identifi cación certera de su uso.
Pudo ser usada como boleadora usada
para la caza de animales pequeños, o
como proyectil de onda del pastor.
Detalle de costilla de gonfoterio
(barra negra mide 4 cm) mostrando
al menos cuatro incisiones o cortes
paralelos transversales al largo del
hueso (fl echas rojas). La posición
de los cortes es uno de los patrones
mas usados por los especialistas para
indicar efecto humano sobre huesos.
La demostración defi nitiva provendrá
del análisis microscópico de la forma
de la incisión.
162
Instrumento de hueso
de caballo pleistocénico
recuperado de la excavación
del sitio Pilauco. El extremo
distal destacado por la fl echa
gris en ambas fotos, destacan
el trabajo de pulimento y
embotamiento del bisel.
Este instrumento punzante
no presenta fracturas
naturales, sino que el borde
fue cortado en forma recta,
y se encuentra bien alisado
intencionalmente. Bajo este
instrumento se encontraron
piedras redondeadas y
fragmentos de carbón.
163
Se puede observar la disposición espacial de “líticos” en la cuadrícula G-9. Las fl echas blancas
marcan la presencia de los guijarros que presentan fracturas en un lateral o en el distal.
Por una parte la cuadrícula refl eja la situación de excavación general del sitio
aunque se la ha dado énfasis al contexto lítico pues este puede refl ejar algunas conductas
intencionales de trabajo respecto a los otros materiales cercanos, huesos y madera. La fl echa de
abajo indica un guijarro fracturado en el distal que produjo un fi lo (“chopper”)
para ser utilizado posiblemente como tajador.
164
Lasca unifacial gruesa de basalto
afanítico. Corresponde a un pequeño
raspador frontal que exhibe retoques
irregulares en todo el distal (en la foto
en borde superior).
Este artefacto fue confeccionado de
un núcleo extraído de un guijarro
naturalmente redondeado. El
proximal (la parte inferior en la foto)
se encuentra tallado (desbastado)
utilizando una plataforma facetada,
es decir una zona preparada
intencionalmente.
Lasca unifacial gruesa
de basalto que posee
una pátina en ambas
caras. Presenta un
desbaste lateral
derecho de reducción
de su espesor, mientras
el izquierdo ha sido
apenas modifi cado
con algunos lascados
o desbastados
probablemente
producto de uso sobre
materiales duros.
165
Lasca de tallado unifacial de basalto. Es el
artefacto mas elaborado del yacimiento.
El borde distal (arriba) fue aguzado mediante
talla y el proximal (abajo) muestra desbastado
basal mediante golpes en dos puntos:
la base y el lateral proximal izquierdo.
Se aprecia en él las huellas de las líneas
de fractura. Corresponde a un artefacto
para perforar.
166
Tablilla de madera de 4 cm de largo por 2cm de alto, con ambas cartas
paralelas y un bisel asimetrico en uno de los extremos. Este tipo
de artefacto muestra tecnologías similares a las usadas en maderas
blandas en Monte Verde.
167
CAPÍTULO XV
Detalle de la hojarasca en un bosque actual de lleuque (Prumnopitys andina) con
numerosas semillas perforadas por roedores.
168
Semillas actuales de lleuque, a) sin
intervención, con círculo rojo se señala
el hilo o cicatriz, b) perforadas por
roedores, c) perforadas por insectos.
Arilos creciendo en un ejemplar de lleuque.
Como este árbol es una gimnosperma,
la masa carnosa y dulce que protege las
semillas no es una verdadera fruta.
169
Detalle de una semilla actual que evidencia la acción de roedores, con fl echa roja
se señala el rastro irregular dejado por los dientes del animal. Puede apreciarse
además que la perforación no es simétrica.
170
Detalle de una semilla actual de lleuque, la fl echa señala una
perforación de apreciable menor tamaño provocada por insectos.
171
Semilla fósil de lleuque, mostrando la simétrica perforación transversal que presenta,
sospechosa de manufactura humana. Llama particularmente la atención la perfección del orifi cio,
la simetría de ambas aberturas y la ausencia de impresiones dentales características en semillas
que han sido perforadas por roedores.
172
CAPÍTULO XVI
El Dr. Mario Pino, martillo geológico en mano, explicando
acerca de los fósiles antes de entrar al perímetro de la excavación con
niños de jardín infantil. Niños y jóvenes de todas las edades pudieron aprovechar el
potencial para la difusión social de la ciencia que tiene el Sitio Pilauco. El observar el
trabajo de los científi cos en terreno facilita el aprendizaje de conceptos
como fósiles, evoilución e identidad, entre otros.
173
Periodistas de un canal de televisión de red abierta entrevistando a los excavadores
en Pilauco en uno de los días de conferencia con los mediuos de prensa. La fl echa roja
indica el norte, o sea la colina de Pilauco. El hito más importante en cuanto a medios fue
nuestra conferencia de prensa nacional, en la que se entregaron antecedentes
sobre los artefactos culturales que indican que existió presencia humana en el sitio.
A esta asistieron los medios locales y nacionales más importantes que tuvieron acceso
a fi lmar o fotografi ar los fósiles, el sitio de la excavación y a entrevistar a los científi cos.
(Foto conferencia de prensa).
174
CAPÍTULO XVII
Una imagen vale mil palabras...